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7-Lucy Monroe - La Princesa Y El Guardaespaldas - Gabriel Solís

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Lucy Monroe 
7º Princesas del mar 
 
 
La princesa y el guardaespaldas (2010) 
Historia incluida en el dueto: La princesa y el guardaespaldas / La secretaria del 
príncipe. 
Título Original: The billionaire's virgin Princess (2008) 
Serie: 7º Princesas del mar 
Editorial: Harlequin Ibérica 
Sello / Colección: Bianca Especial 13 
Género: Contemporáneo 
Protagonistas: Sebastian Hawk y Lina Marwan 
Argumento: 
Sebastian Hawk era un maestro en los negocios y en la cama, y en su 
mundo no había lugar para las emociones. Su nuevo encargo era garantizar 
la seguridad de Lina Marwan, una princesa que se empeñaba en rebelarse 
contra la voluntad de su familia. Su inocencia y encanto resultaron ser una 
peligrosa tentación para Sebastian, quien acabó cediendo a la fuerza del 
deseo. Y entonces descubrió que Lina aún era virgen… 
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 Nº Paginas 2-102 
Capítulo 1 
Lina Marwan se detuvo al borde del puente y cerró los ojos mientras buscaba su 
centro de equilibrio. 
Los cálidos rayos de sol y una suave brisa acariciaban su piel. Era un día muy 
hermoso para estar viva. Soltó la barandilla y nada se interpuso entre ella y el salto al 
vacío… Quince metros de caída libre hasta las rápidas aguas del río. 
La adrenalina la recorrió por dentro al pensar en lo que estaba a punto de hacer. 
Su respiración se aceleró y el sudor le empapó las sienes y las palmas de las manos. 
Apretó y aflojó los puños varias veces mientras intentaba relajar su respiración. 
Unas voces detrás de ella rompieron la paz que estaba intentando lograr. Abrió 
los ojos y miró por encima del hombro. 
Sebastian Hawk… 
La última persona a la que esperaba ver en aquellos momentos. La última 
persona a la que quería volver a ver. Ni siquiera después de morir. Dios no podría 
ser tan cruel para juntarlos en el mismo rincón del Cielo. 
Pero si no había más remedio, que así fuera. Sebastian estaba allí y sólo tardaría 
unos segundos en convencer a los hombres que lo sujetaban para que le dejaran ir a 
por ella. 
Volvió a mirar al frente, extendió los brazos como las alas de un águila y se 
precipitó al vacío al tiempo que el grito de Sebastian resonaba en las paredes rocosas 
del barranco. 
Y mientras caía en picado como un ave rapaz lanzándose sobre su presa, los 
últimos ocho años de su vida pasaron a toda velocidad por su cabeza, como una 
película a cámara rápida de su relación con Sebastian Hawk. 
 
 
Lina corría por el patio en dirección al University Center. Llegaba tarde a la 
reunión, pero no había podido evitarlo. Una vez más, se había visto obligada a darle 
esquinazo a su guardaespaldas, quien estaba leyendo un libro sobre el Antiguo 
Egipto en la planta baja de la biblioteca, convencido de que Lina estaba en un grupo 
de trabajo en una de las salas del segundo piso. Si el pobre supiera cuántas horas 
pasaba en la biblioteca mientras ella estaba en cualquier otro sitio, los dos se verían 
en serios problemas. 
Era un tipo muy fácil de engañar. Demasiado fácil para el ego de Lina. Para él, 
las excelentes notas de Lina avalaban las muchas horas de estudio. Lina estudiaba, sí, 
pero no tanto como él creía, ni muchísimo menos. Al igual que el padre de Lina y que 
muchos otros hombres de su país, su guardaespaldas no creía que una mujer pudiera 
conseguir unas notas semejantes sin emplearse a fondo en la tarea. Todos los 
miembros de su equipo de seguridad pensaban igual. 
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Cuando ella descubrió las ventajas de aquel rasgo, originalmente tan irritante, 
dio gracias por que su padre hubiera insistido en asignarle guardaespaldas de su 
país natal. 
Lina vivía en Estados Unidos desde que tenía seis años, y desde siempre le 
había molestado la actitud de sus guardaespaldas. Hasta que entró en la universidad 
y descubrió lo fácil que era conseguir un poco de libertad con la mentira del estudio. 
Sonrió al pensarlo. La vida tal vez no fuera perfecta, pero sí era muy divertida. 
La sonrisa se transformó en una mueca de dolor al chocar contra una roca 
vestida de hombre. El impacto la hizo tambalearse y caer sobre su trasero en la 
hierba. 
—Uf… 
—¿Estás bien? —le preguntó la roca. Tenía una voz tan poderosa como su físico. 
Aturdida tanto por el golpe como por aquella voz, Lina levantó la mirada y 
recorrió casi dos metros de musculatura hasta que sus ojos se encontraron. Los del 
hombre eran grises, oscuros y enigmáticos, aunque en aquel momento su expresión 
no podía ser más clara. 
Estaban brillando de preocupación. Por ella… 
Lina recuperó la sonrisa y alargó la mano. 
—Sí, muy bien, gracias. ¿Me ayudas a levantarme? 
El hombre también sonrió. 
—Por supuesto —dijo, y extendió el brazo hasta que sus manos entraron en 
contacto. 
Lina habría jurado que algo estallaba en su interior nada más sentir su tacto. 
Sus deslumbrados sentidos percibieron que la boca del hombre seguía curvada en 
una media sonrisa, y se preguntó qué aspecto tendría con una sonrisa total. Mejor no 
averiguarlo, porque no seguramente no sobreviviría. 
—¿Seguro que estás bien? —le preguntó él. Su preocupación parecía sincera, y 
Lina no podría estar más encantada de que así fuese. 
—Segurísimo. 
—¿No necesitas ayuda para mantenerte de pie? 
—No —¿de verdad parecía que necesitaba ayuda? 
—Entonces, ¿por qué no me sueltas la mano? Y no es que a mí me moleste el 
contacto físico… —un tono de simpática ironía acompañaba sus palabras. 
—Supongo que… sí, tienes razón —dijo ella, pero su cuerpo no le hizo el menor 
caso. 
Él se echó a reír. 
—Me llamo Sebastian Hawk. 
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Lina tragó saliva. Por si su sonrisa no fuera lo bastante peligrosa, su risa le 
provocaba un estremecimiento por todo el cuerpo. Y aunque hubiera sobrevivido a 
un primer encuentro, no estaba segura de poder resistir mentalmente mucho tiempo. 
Aquel hombre podía causarle estragos de todo tipo, incluidos los racionales. 
—¿Y tú te llamas…? 
—Oh, Lina Marwan —nunca usaba su nombre completo: Lina bin Fahd al 
Marwan. 
—Encantado de conocerte, Lina —dijo él, apartándola con delicadeza. 
Lina tuvo que reprimir el impulso de echarse hacia delante para recuperar el 
contacto. ¿En eso consistía la atracción física por un hombre? De ser así, se alegraba 
de haber pasado su adolescencia en un colegio para chicas. A diferencia de sus 
compañeras de clase, nunca había tenido la oportunidad de pasar los recreos con 
chicos de su misma edad, gracias a la estrecha vigilancia a la que la sometía su 
familia. 
En el año y medio que llevaba en la universidad había abrazado a un par de 
chicos, pero ninguno la había afectado tan poderosamente como Sebastian Hawk. 
Siempre había querido saber cómo sería besar a un chico, pero sólo a un nivel 
puramente teórico. Ahora, en cambio, quería conocer la realidad palpable. Deseaba 
besar a Sebastian Hawk. 
El deseo era tan fuerte que los labios se le torcieron involuntariamente. Los ojos 
grises de Sebastian brillaron de complicidad, como si pudiera percibir aquel deseo 
tan extraño que la acuciaba a… 
El reloj de la torre la devolvió bruscamente al presente. 
—Maldita sea. Llego tarde. Espero no haber perdido la oportunidad de 
apuntarme a la excursión en kayak —aún no sabía cómo iba a despistar a su 
guardaespaldas y a su familia durante todo un fin de semana, pero estaba decidida a 
hacer ese viaje. 
—¿Kayak? —repitió él en tono sorprendido. 
—Es una de mis aficiones favoritas, aunque no la practique tanto como me 
gustaría —echó a andar rápidamente hacia el University Center. 
—¿Cuándo aprendiste? —le preguntó Sebastian, caminando a su lado. 
—Cuando estaba en el instituto —alguna ventaja tenía que haber en ser la hija 
de un rey de Oriente Medio. 
Al principio se había sentido sola y abandonada, cuando la apartaron de todo 
cuanto conocía. Pero a medida que se hacía mayor, empezó a darse cuenta de que el 
pocointerés que mostraban sus padres en ella le beneficiaba realmente. Eran tan 
conservadores y tradicionales que su influencia llegaba hasta sus parientes afincados 
en Estados Unidos, con los que enviaron a Lina cuando sólo tenía seis años. 
Pero con sus parientes americanos podía disfrutar de más libertad de la que 
jamás hubiera tenido en casa. Y así lo comprobó cuando la enviaron a un internado 
en séptimo grado. El exclusivo colegio para chicas no se parecía en nada a los típicos 
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institutos norteamericanos, pero aun así Lina podía hacer cosas que nunca podría 
hacer si viviera con su familia. Cosas como remar en kayak. 
—Creía que la excursión en kayak duraba tres días… 
—Y así es. ¿Vas a ir tú también? —le preguntó Lina, incapaz de ocultar una 
expresión esperanzada mientras miraba a los ojos a aquel hombre alto, fuerte y 
moreno. 
Experimentó el mismo aluvión de adrenalina que le recorría las venas cuando 
competía en una carrera. La atracción física no se parecía a nada de lo que hubiera 
imaginado. Era una sensación tan excitante y peligrosa como la de remar en kayak 
por aguas bravas. O tal vez más aún. 
 
 
Hawk tuvo que morderse la lengua para no soltar una palabrota. Aquella 
princesa tan pequeñita estaba llena de sorpresas. La primera había sido verla correr a 
través del patio cuando se suponía que estaba estudiando en la biblioteca con un 
grupo de amigas. El plan de Sebastian era hablar con su guardaespaldas y provocar 
un encuentro accidental con la princesa cuando ésta saliera de la biblioteca. 
Menos mal que la había visto, o habría estado tan equivocado como el inepto 
guardaespaldas sobre su paradero. Aquel hombre necesitaba recibir un cursillo de 
seguridad de Hawk Investigations. 
—No sé remar en kayak —le confesó—. Pero es algo que me gustaría aprender. 
En realidad no tenía el menor deseo por aprender, pero sí había remado en 
canoa, y aunque no fuera una de sus actividades favoritas, se parecía lo bastante al 
kayak como para poder desenvolverse en el agua sin hacer el ridículo. 
Un hombre hacía lo que tenía que hacer en su trabajo. Y su misión era 
permanecer lo más cerca posible de la princesa Lina bin Fahd al Marwan. 
—Si nos damos prisa, tal vez podamos apuntarnos para la excursión —dijo ella 
con una radiante sonrisa. 
Hawk sopesó las opciones en su cabeza. Podía impedir que fuera a inscribirse. 
Podía eliminar cualquier posibilidad que tuviera de hacer ese viaje con una simple 
llamada telefónica. O… podría seguir su instinto y hacer esa excursión con ella. 
Sería muy fácil impedir que llegara a tiempo para apuntarse a la excursión, 
gracias a la evidente atracción que ella sentía por él. Pero aquella joven encontraría 
cualquier otro modo de salirse con la suya. Lina Marwan, como se llamaba a sí 
misma, no era la chica de diecinueve años tímida, discreta y estudiosa de la que le 
habían hablado a Hawk. 
¿Sabía alguien en la vida de la princesa quién era realmente y qué hacía para 
divertirse? 
La respuesta era «no», sin lugar a dudas. Por ello Hawk no quería eludir del 
todo aquella excursión. Lo habían contratado como ayuda adicional para garantizar 
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la seguridad de la princesa en un tiempo de alto riesgo para la familia real de 
Marwan. Pero si su implicación personal podía ayudar al equipo de seguridad de la 
princesa a mejorar su protección, se involucraría lo que hiciera falta. Si le permitía 
hacer esa excursión y la acompañaba para garantizar su seguridad, tendría la 
oportunidad de ver las tretas que empleaba para esquivar a sus guardaespaldas e 
impedir que volviera a hacerlo en el futuro. 
—Tú primero —dijo con una sonrisa. 
Ella asintió, pero en vez de acelerar el paso se detuvo y fijó la mirada en sus 
labios. 
—Lina… 
—En, sí… vamos —haciendo un considerable esfuerzo por apartar la mirada, 
empezó a trotar hacia el University Center—. La reunión es arriba. 
A Hawk no le costó mantener su ritmo con sus grandes zancadas, pero todo su 
cuerpo empezaba a reaccionar a la sensual oscilación de aquellas curvas tan 
femeninas. La atracción era definitivamente mutua, lo cual debería hacer que su 
trabajo fuera mucho más sencillo. Así no tendría que fingir interés para permanecer 
cerca de ella. Su intención inicial había sido mantener una simple amistad, pero si 
fueran algo más que amigos le resultaría mucho más fácil vigilarla. Tampoco se 
trataba de tener una relación estable, ni mucho menos. Hawk rehuía los 
compromisos por muchas razones, y Lina no era la candidata más adecuada para 
una aventura pasajera. No sólo era la hija de un cliente y su misión actual, sino que 
era una princesa procedente de una parte del mundo donde se otorgaba una 
importancia especial a la virginidad femenina. 
Pero aunque el sentido del honor de Hawk no le permitía aprovecharse de la 
virginidad ni la inocencia de nadie, sí podía aprovecharse de la atracción que 
provocaba en la princesa. 
Lina se detuvo frente a un hombre rubio y atlético que bajaba los escalones del 
University Center. 
—Hola, Bob. ¿Ya ha acabado la reunión? 
—Sí, pero no te has perdido gran cosa. Lo único que hemos hecho ha sido 
repartir unas hojas informativas y apuntar nombres. 
—¿Aún podemos apuntarnos? —preguntó ella, entusiasmada. 
El tipo le puso una mano en el hombro y le dedicó una sonrisa algo más que 
cortés. 
—Lo que tú quieras, encanto. 
Hawk tuvo que tragarse otra maldición. ¿Tenía la princesa un novio del que su 
familia no sabía nada? 
—Genial —dijo ella—. Sebastian nunca ha montado en kayak y me gustaría que 
viniera conmigo… —se giró hacia Hawk—. Si no tienes problema en aprender de 
una mujer, claro. 
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—No, no. Me encantaría. 
—Wayne puede enseñarle al novato y así tú podrías venir conmigo —sugirió 
Bob. 
—El novato prefiere ir con su nueva amiga —se apresuró Hawk a dejar claro. 
Era el único modo de que la princesa estuviera a salvo en el agua. Un 
guardaespaldas no podría protegerla desde la orilla o desde otra embarcación. 
—Oh, lo siento. No era nuestra intención ignorarte —se disculpó Lina, con una 
expresión arrepentida en sus bonitos ojos marrones—. No soporto cuando la gente 
habla de mí como si yo no estuviera. 
Era presumible, teniendo en cuenta la familia conservadora y machista de la 
que procedía, que hubiera experimentado muchas veces aquella indiferencia. 
—No pasa nada —dijo, pero la mirada que le echó a Bob le advertía que tuviera 
cuidado con él. 
A juzgar por la expresión del universitario, pareció recibir el mensaje. Pero no 
parecía muy contento al respecto, y Hawk volvió a preguntarse si entre Bob y Lina 
habría algo más que una amistad y una afición compartida por el kayak. 
—Os apuntaré a los dos, pero necesito tus datos de contacto —le dijo Bob a 
Hawk—. Los de Lina ya los tengo… De hecho, ya te he apuntado, nena. Iba a llevarte 
la información a Política Internacional. 
Lina le sonrió con gratitud y emoción. 
—Eres el mejor. Gracias. 
Bob se quitó la mochila del hombro y sacó un cuaderno. 
—Toma, escribe aquí tus datos —le dijo a Hawk, pero sin soltar el cuaderno—. 
Estudias aquí, ¿verdad? Esta excursión sólo es para los estudiantes de la universidad. 
Lina frunció el ceño, pero relajó la expresión al oír la respuesta de Hawk. 
—Estoy haciendo un máster en Administración de Empresas, justo al otro lado 
de la calle. 
—Oh… muy bien —aceptó Bob, y le ofreció finalmente el cuaderno. 
Hawk lo aceptó y lo hojeó rápidamente hasta dar con una lista de nombres bajo 
un título escrito a mano. 
—«Excursión en kayak» —leyó. Sacó un bolígrafo con cámara incorporada del 
bolsillo y fotografió la lista de nombres al fingir que sacaba la punta. A continuación, 
añadió su nombre a la lista. 
Haría que alguien de Hawk Investigations investigara aquellos nombres para 
cerciorarse de que ninguno de ellos representaba una amenaza para Lina. 
Sepreguntó cómo pensaba la princesa esquivar a su guardaespaldas durante 
todo un fin de semana, pero no tenía la menor duda de que lo conseguiría. Una 
princesa que había aprendido a remar en kayak mientras estudiaba en un internado 
exclusivo era alguien que sabía arreglárselas en la vida. 
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Bob miró su reloj y luego a Lina. 
—Tenemos una hora antes de clase. ¿Quieres tomar un café conmigo en el 
Starbucks de State Street? 
Ella se mordió el labio, miró de reojo a Hawk y asintió. 
—¿Podríamos tomarlo mejor en la cafetería? Tengo que recoger algo de la 
biblioteca antes de clase. 
Hawk estuvo a punto de soltar una carcajada. Desde luego que tenía que 
recoger algo… A su guardaespaldas. 
—No os importará si os acompaño, ¿verdad? —les preguntó—. Me vendría bien 
un café. 
La boca de Lina se curvó en otra deslumbrante sonrisa. 
—Claro que no nos importa. Pero tendrás que dejar que te invite yo. Es lo 
menos que puedo hacer después de chocarme contigo en el patio. 
—Fuiste tú la que acabó en el suelo. Creo que invito yo. 
Bob sacudió la cabeza. 
—Pague quien pague, vámonos ya. Necesito urgentemente mi dosis de cafeína. 
—¿Anoche te quedaste estudiando hasta tarde? —le preguntó Lina. 
—Más o menos… 
Lina lo golpeó amistosamente en el brazo. 
—Qué malo eres… ¿Quién fue esta vez? ¿La chica de la hermandad con un 
novio en cada facultad, o la gimnasta? 
—Ya no sigo viendo a la gimnasta. Su entrenador la amenazó con echarla del 
equipo si se le ocurría volver a trasnochar y presentarse a los entrenamientos medio 
dormida. 
Así que Bob era un mujeriego… y Lina lo sabía. La pregunta era: ¿estaría 
planeando añadir a Lina a su lista de conquistas? 
No si Hawk podía evitarlo. Su familia había contratado los servicios de su 
agencia para velar por la seguridad de Lina, y eso era lo que él iba a hacer. Iba a 
protegerla en todos los frentes. Lo que ella y aquel casanova hicieran cuando Hawk 
acabara su misión ya no sería asunto suyo. 
Por más que aquel pensamiento le provocara un nudo en la garganta. 
La cafetería de estudiantes no estaba tan mal. Tenían hasta una cafetera 
expreso. A Hawk no le gustaba mucho el café, pero debía de ser bastante bueno a 
juzgar por los murmullos de placer que emitió Lina al tomar el primer sorbo. Al final 
acabó imponiéndose él a la hora de pagar, como no podía ser menos. 
No estaba acostumbrado a perder… en nada. 
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—¿Vas a ir esta noche a la manifestación por el medioambiente? —le preguntó 
Bob a Lina mientras se recostaba en la silla y seguía con la mirada a una estudiante 
llena de curvas. 
—No estoy segura, pero lo intentaré. 
—Corre el rumor de que las juventudes republicanas van a intentar reventar el 
acto. 
—Si lo hacen, estarán atentando contra la mitad de sus miembros. El 
medioambiente no es una lucha partidista. Hay conservadores en ambos lados. 
—Si tú lo dices… 
—Sabes que tengo razón. 
—¿Estudias Ciencias Políticas? —le preguntó Hawk. Ya sabía la respuesta, pero 
quería que ella le contara algo de sí misma. Tenía que comprobar hasta dónde podía 
ser sincera. 
—Los dos estudiamos Ciencias Políticas —respondió Bob por ella—. Pero Lina 
es independiente. No se identifica con ningún partido político. 
Lina se limitó a encogerse de hombros, pero no dijo la verdadera razón por la 
que no apoyaba a ningún partido. Era ciudadana de Marwan, no de Estados Unidos. 
—Nada le gustaría más a mi padre que me afiliara a las juventudes 
republicanas, lo cual no pienso hacer jamás —dijo Bob. Su sonrisa de satisfacción 
dejaba claro por qué se inclinaba políticamente hacia la izquierda. 
Lina suspiró y sacudió la cabeza. 
—Seguro que vas a los mítines por tu carácter reaccionario y rebelde. 
—¿No me dijiste una vez que habías decidido estudiar Ciencias Políticas 
porque tu padre te prohibió hacerlo? —replicó él. 
—Es algo más complicado, pero fue el rechazo que manifestó a mi interés por el 
tema lo que me motivó a estudiar esta carrera. Sin embargo, las reacciones que me 
provocan estos estudios no son más que el resultado de mis convicciones personales. 
Mis ideas son distintas a las de mi familia, pero no porque quiera enfrentarme a mi 
padre, a quien dudo mucho que le importe, sino porque las ideas políticas de mi 
familia tuvieron un impacto muy negativo en mi vida. 
—¿En qué sentido? —preguntó Bob. 
Lina sacudió la cabeza y cambió de tema. Al parecer, Bob no era un amigo lo 
bastante íntimo como para confesarle que era la hija de un rey árabe. 
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Capítulo 2 
A lo largo de la semana siguiente Hawk descubrió que ninguna de las 
amistades de Lina conocía la verdad sobre ella. De hecho, aunque casi siempre estaba 
acompañada por muchas personas, no tenía a nadie que pudiera considerarse un 
amigo íntimo. Al menos la información que Hawk había recibido sobre ella era cierta 
en ese aspecto… aunque fuera errónea en casi todo lo demás. 
Fuera como fuera, aquel informe no lo había preparado para la creciente 
atracción que existía entre ellos. Hawk había creído que podría utilizar aquella 
química compartida para estar cerca de ella, pero no tardó en descubrir que suponía 
un obstáculo más que una ventaja en su trabajo. 
¿Cómo podía protegerla si bastaba el reflejo del sol en sus cabellos negros para 
distraerlo? La fascinación por su cabello surgió la primera vez que la vio con el pelo 
suelto. Una larga cortina de seda negra que le llegaba hasta la cintura. ¿Sería tan 
suave como parecía? 
No podía reprimirse a la hora de tocarlo. Y a Lina no parecía importarle. Rehuía 
el contacto físico con los demás, limitándolo a abrazos cortos y brazos enganchados 
incluso con sus amigas, pero en cambio parecía estar buscando continuamente las 
manos de Hawk… Y aunque él se guardaba mucho de tocarla como quisiera, los 
dedos le escocían por el deseo insatisfecho de acariciar las exuberantes curvas que 
ocultaba su ropa. 
No se podía decir que vistiera de un modo particularmente sexy ni provocativo, 
pero sus movimientos irradiaban una sensualidad natural de la que ella ni siquiera 
debía de ser consciente. 
Como en ese mismo momento, sentada frente a él en el Starbucks que su amigo 
Bob había mencionado días antes. La manera en que inclinaba la cabeza mientras él 
hablaba realzaba la esbelta línea del cuello y atraía la mirada de Hawk a los pechos 
que se adivinaban bajo la camiseta de algodón. Estaba seguro de que no llevaba 
sujetador, porque sus pezones se habían endurecido visiblemente en los últimos 
minutos. A Hawk se le hacía la boca agua imaginándose el sabor de aquella piel 
desnuda. 
—¿Sebastian? —lo llamó en voz baja y vacilante. 
Él levantó la mirada de sus pechos a su cara y sintió cómo se ponía colorado. 
¿Cuándo fue la última vez que se había ruborizado ante una chica? Tenía veintisiete 
años, era rico y había triunfado en la vida por sus propios méritos. Hacía mucho que 
había dejado atrás la timidez juvenil, en caso de que alguna vez hubiera sido tímido. 
—¿Sí? 
—Me… umm… preguntaba si querrías… 
—¿Sí? 
Lina se mordió el labio y guardó silencio unos segundos. Tenía un aspecto 
encantador. 
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—Si te apetecería dar un paseo por State Street —dijo, soltando las palabras de 
golpe. 
—Claro. Si tienes tiempo… —una vez más, el guardaespaldas de Lina creía que 
estaba estudiando. En casa. 
Cuando Hawk descubrió cómo Lina eludía la seguridad para escabullirse del 
apartamento que compartía con una carabina, y que estaba junto al apartamento 
donde se alojaba su equipo de seguridad, estuvo a punto de matar a alguien. 
Empezando por los guardaespaldas. ¿Cuántas veces había salido la princesa de casa 
sin protección? 
Pero Hawk no reveló aquella brecha en la seguridad a los criados de la familia. 
Tenía la sospecha de que las amenazas a la familia Marwan venían del interior, y no 
estabadispuesto a correr riesgos. Esperaría a que acabara aquella situación tan 
delicada y entonces presentaría un informe completo con las sugerencias oportunas 
para mejorar la seguridad de la princesa. Otro miembro de Hawk Investigations se 
encargaba de vigilar el edificio de Lina cuando él se iba a dormir. Ella debería estar 
durmiendo por la noche, pero con aquella joven tan decidida nunca se podía estar 
seguro de nada. 
Normalmente, habría dejado el caso en manos de su personal, pero si su 
agencia de detectives se había convertido en una afamada y multimillonaria empresa 
internacional era gracias al instinto personal de Hawk. Sabía cuándo era 
recomendable involucrarse personalmente en los casos de sus clientes. Y aquélla era 
ciertamente una de esas ocasiones especiales. 
Lina se pegó mucho a él mientras caminaban por la calle arbolada junto al 
Capitolio, y Hawk la rodeó por su estrecha cintura como si el brazo tuviera voluntad 
propia. 
La sensación era muy agradable, pero también muy extraña. En primer lugar, 
Lina era su clienta… aunque ella no sospechara nada del asunto. Y en segundo lugar, 
Hawk no era precisamente pródigo en muestras de afecto y sensiblerías. Sus 
relaciones con el sexo femenino se reducían al placer físico, sin ningún tipo de 
compromiso ni falsas muestras de emoción. Ni siquiera tenía amigas. Y desde luego 
no tenía el menor interés en mantener nada serio con una mujer. Jamás. 
Todas las mujeres que había conocido habían sido mentirosas y traicioneras. 
Empezando por la mujer que lo concibió y que fingió un interés maternal hasta el día 
que encontró a un hombre con más dinero que su padre. Los abandonó a ambos y 
desde entonces sólo se había puesto en contacto con Hawk en dos ocasiones. Y sólo 
con la intención de usarlo. 
Hawk se lo había permitido la primera vez. Pero la segunda la había echado 
definitivamente de su vida. 
Su abuela era igualmente interesada, pero al menos se había quedado con el 
abuelo de Hawk. ¿Qué les pasaría a los hombres de su familia? ¿No sabían elegir 
mejor a sus parejas o simplemente tenían mala suerte? En cualquier caso, Hawk 
había seguido la tradición familiar en dos ocasiones, antes de decidir el único tipo de 
relación que quería con las mujeres. 
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Y esa relación era ninguna en absoluto. Ni con las mujeres de su familia ni con 
las que se acostaba de vez en cuando. 
Lo que sentía por Lina era más intenso y difícil ele controlar, pero no 
importaba. Tenía que controlarlo. Porque ella era igual a las demás mujeres que 
había conocido. Les mentía a sus guardaespaldas y a su familia sin el menor 
escrúpulo. ¿Por qué iba a ser más digna de confianza en una relación? No podía 
serlo. Ni siquiera le había contado aún la verdad sobre su vida. Tal vez no tuvieran 
una relación y ella ni siquiera sirviese para una aventura pasajera, pero Lina no lo 
sabía. Lo único que ella sabía era que aquella incipiente amistad no tenía límites. Y 
sin embargo seguía manteniendo el engaño. 
Era una princesa, y aunque Hawk no estuviera a cargo de su seguridad no 
podría haber nada entre ellos. No sólo porque fuera virgen, sino porque Lina no era 
el tipo de mujer que se conformara con poco. Era el tipo de mujer que creía en el 
amor eterno y en todas las fantasías que lo acompañaran. 
Tal vez no confiara en ella y fuese más cínico que los demás hombres, pero 
tampoco quería ser el responsable de destrozarle a Lina sus fantasías románticas. De 
eso ya se encargaría cualquier otro. Ni siquiera una princesa era inmune a los golpes 
de la vida. 
Y por encima de todo, estaba su reputación profesional. Hawk había trabajado 
muy duro para convertir su negocio en un referente internacional, y no iba a ponerlo 
en peligro por culpa de una mujer. Por muy sensual que fuera. 
 
 
Las escenas que conformaban su experiencia con Sebastian se reproducían a 
toda velocidad en la cabeza de Lina. 
 
 
Sebastian se había ofrecido a llevarla en coche a la excursión. Tenía un Dodge 
Víper, un lujoso deportivo de dos plazas del mismo color gris que sus ojos. En los 
noventa minutos de trayecto hasta el camping, Lina se fijó más en el perfil de 
Sebastian y en los vaqueros ceñidos a sus poderosos muslos que en el bonito paisaje 
que los acompañaba. 
Se había pasado horas y horas pensando en aquel hombre, intentando averiguar 
si la atracción que sentía por él podía ser recíproca. 
No tenía experiencia sentimental, y no se sentía lo suficientemente cómoda con 
nadie para pedir consejo. 
Lo único que le quedaba era su opinión, basada en… nada. Sí, había compartido 
muchos cotilleos con las chicas del instituto, pero aquella situación era 
completamente nueva para ella. Sebastian no parecía buscar sexo ni intentaba 
meterle mano cuando estaban a solas. 
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Seguramente se debía a que era mayor que ella. Un licenciado universitario con 
experiencia en el mundo de los negocios. 
Pero aun así estaba convencida de que él también la deseaba. Las miradas que 
le echaba bastarían para derretirla. Y no eran las únicas señales. 
Probó a buscar consejo en varias revistas femeninas, pero todas defendían la 
comunicación y la honestidad en una relación. ¿Significaba eso que debería… 
preguntárselo? Prefería el lenguaje no verbal. Y a veces las pistas no podrían ser más 
claras, como el brillo de sus ojos que la hacía palpitar con emociones prohibidas cada 
vez que estaban cerca el uno del otro. Pero en las tres semanas que llevaban viéndose 
él no había intentado sobrepasarse ni nada por el estilo. No habían tenido ninguna 
cita oficial, pero habían pasado mucho tiempo juntos desde que se tropezara con él 
en el patio. A Sebastian Hawk no parecían gustarle mucho los grupos, por lo que su 
presencia en reuniones en las que nunca había participado o en manifestaciones por 
las que no debía de tener el menor interés daba a encender que estaba interesado en 
ella personalmente. 
Lo cual quería decir que… él también la deseaba. 
Era sorprendente que un hombre cómo Sebastian estuviera interesado en Lina 
Marwan. Sorprendente e incluso increíble. Ella estaba acostumbrada a atraer a las 
personas por su estatus de princesa, pero Hawk no podía saber, como nadie más en 
la universidad, que ella pertenecía a la realeza… Y, sin embargo, le gustaba… 
Hawk era todo lo que ella siempre había soñado encontrar en un novio. Se le 
escapó un suspiro melancólico y él la miró con expresión interrogativa. Lina sonrió 
tímidamente y se encogió de hombros, y por suerte él no le preguntó lo que estaba 
pensando. 
Era guapísimo y tenía una personalidad arrolladora, pero sin resultar 
dominante ni autoritario. Siempre la escuchaba con atención e interés, incluso más 
que su hermano. Era inteligente y ambicioso, como demostraba su máster en 
Administración de Empresas. Y era extremadamente sexy. ¿Cómo no iba a 
enamorarse de un hombre como él? 
El problema era que, a veces, estaba convencida de que Sebastian Hawk no 
quería más que una amistad. 
Lina no tenía la menor experiencia con los hombres ni con la seducción. Si 
hubiera sido como las otras chicas de su escuela, al menos habría tenido la ocasión de 
conocer a personas del sexo opuesto fuera del colegio y habría aprendido las reglas 
básicas del coqueteo. Pero la naturaleza machista de su familia la había convertido en 
una mujer insegura y desconfiada con los hombres, y seguramente se dejaría vencer 
por el miedo si tuviera le menor ocasión de relacionarse con alguno. 
Aquella precaución extrema, combinada con la engorrosa necesidad de mentir 
si quería salir con alguien, y con la humillación de estar constantemente bajo la 
vigilancia de un guardaespaldas o una carabina, le había impedido intimar con 
ningún chico desde que llegó a la universidad. Hasta que conoció a Sebastian. 
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Con él era más fácil, puesto que estaba dispuesto a acompañarla ensus 
actividades secretas. Pero de todos modos Lina haría lo que fuera con tal de verlo a 
solas. Lo único que no sabía era… qué hacer con él. 
Pero su falta de experiencia nunca había sido un obstáculo a la hora de hacer lo 
que quería. No era, ni mucho menos, la princesita recatada, sumisa e inútil que su 
padre creía. 
Sebastian era muy distinto a los hombres de su familia. Nunca menospreciaba 
sus opiniones sólo porque no fuera la heredera al trono o no interviniera en el 
gobierno de su país. No se sorprendía por su inteligencia y no pensaba que sus 
estudios en Ciencias Políticas fueran una pérdida de tiempo. No sabía por qué Lina 
había elegido aquella especialidad, pero la trataba como si la creyera capaz de hacer 
algo útil y provechoso con su título universitario. 
Ésa era precisamente la esperanza de Lina. 
Se había pasado la infancia alejada de su hogar. Sólo una vez al año iba a 
Marwan y se pasaba una semana en el palacio real con sus padres y hermanos. No 
recordaba ni una sola muestra de afecto por parte de sus padres, y sabía que para su 
padre no era más que una descendiente de segunda categoría por ser mujer. 
Se negaba a pasar el resto de su vida siendo invisible o insignificante. Quería 
hacer algo por cambiar el mundo, y no sólo como un bonito y sofisticado apéndice 
del brazo de un hombre. 
—Estás muy callada —observó Sebastian. 
—Estaba pensando en lo distinto que eres de los hombres de mi familia. 
—¿Ah, sí? 
—Sí. 
—¿En qué sentido? 
—No me subestimas ni me desprecias por ser mujer. 
—¿Quién hace eso? 
—Mi padre. Mi tío… Otros. 
—¿Tu hermano? 
Lina no recordaba haber mencionado a su hermano, pero seguramente lo había 
hecho. Esbozó una de las poquísimas sonrisas que se permitía al pensar en su familia. 
—Mi hermano es diferente. Fue educado para ser como mi padre, pero es muy 
especial para mí. 
—¿Por qué? —preguntó Sebastian, y su sincero interés la animó a abrirse más 
de lo que habría hecho con cualquier otra persona. 
—Pasa tiempo conmigo. 
—¿Y tus padres no? 
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—Mi madre sí… más o menos —las sesiones preparatorias para ocupar su rol 
en la alta sociedad a duras penas podrían clasificarse como lazos afectivos entre 
madre e hija. 
—¿Y tu padre? —no parecía sorprendido ni crítico. Simplemente, curioso. 
—No. Está demasiado ocupado como para dedicarle tiempo a una hija. 
—¿Eso te molesta? 
—¿A ti no te molestaría? 
Él pareció sorprenderse por la pregunta y se encogió de hombros.—Supongo 
que sí. Pero en mi caso fue mi madre la que no se molestaba en dedicarme su tiempo. 
Y mi padre siempre estaba demasiado ocupado con su negocio. 
—¿Y de verdad no te molesta? 
—¿Por qué habría de molestarme? Yo tengo mi propia vida. 
—Entonces, ¿no crees que una familia deba pasar tiempo unida? 
—¿Te refieres a cenar todos juntos e irse de acampada en verano? 
—Algo así. 
—Si se tiene la suerte de nacer en una familia así, debe de ser muy bonito. Pero 
en caso contrario, tienes que aceptar las circunstancias y seguir adelante, cambiar 
esas circunstancias. 
Él volvió a parecer sorprendido por su comentario. 
—¿Cómo podrías cambiarlas? 
—¿En mi caso? Casándome con un hombre para quien la familia sea tan 
importante como lo es para mí. Pasando tiempo con mis hijos, si llego a tenerlos… 
Ningún hijo o hija míos se sentirá jamás como alguien prescindible para sus padres. 
—¿Crees que eres prescindible para tus padres? 
—No lo creo. Lo soy. 
—¿Por qué dices eso? 
—Vine a Estados Unidos con seis años porque la hermana mayor de mi madre 
no había podido tener hijos y se decidió que tuviera el honor de criarme a mí. Sólo 
veo a mis padres una vez al año, por una semana —nunca le había contado los 
detalles de su vida a nadie, pero sentía que Sebastian era diferente y que podía 
confiar en él. 
—¿Y tu hermano? 
Lina volvió a sonreír al pensar en su hermano. 
—Cuando estoy con mis padres, se asegura de que comamos juntos al menos 
una vez al día. Hablamos mucho. Me pregunta por mi vida y escucha todo lo que 
tengo que contarle. Me felicita por mis notas y es la única persona de mi familia que 
estaba en el equipo de kayak en el instituto. También hace lo posible por visitarme 
cada vez que viene a Estados Unidos. Mi padre vuela a Washington D.C. un par de 
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veces al año, por lo menos, pero nunca se ha molestado en venir a verme. Ni siquiera 
cuando mi hermano y él viajan juntos y Hasim lo arregla todo para vernos. 
—Seguro que está convencido de que estás muy bien atendida con tus tíos. 
—Y lo estoy. No quiero menospreciarlos de ninguna manera. Mi tía es 
encantadora, aunque un poco reservada, y mi tío tiene una mentalidad mucho más 
abierta que mi padre, quizá porque se crió en Canadá. Gracias a él pude entrar en la 
universidad. Si hubiera sido por mis padres, habría ido a una escuela de señoritas en 
Europa —su padre había accedido a que estudiara en la universidad, pero Lina había 
tomado la precaución adicional de solicitar la nacionalidad estadounidense en cuanto 
cumplió dieciocho años. 
Le había costado dos años, y había sido la razón por la que aprendió a eludir la 
vigilancia de sus guardaespaldas. Actualmente tenía doble nacionalidad. Con su 
pasaporte marwaní viajaba bajo los auspicios de la monarquía de su país, mientras 
que su familia no sabía nada de sus papeles norteamericanos. Como ciudadana de 
Marwan, su padre tenía la última palabra sobre todo lo que hiciera en la vida, fuera 
cual fuera su edad. No todas las mujeres marwaníes se encontraban en la misma 
situación, pero un miembro femenino de la familia real no podía actuar legalmente 
sin consentimiento paterno. Sin embargo, como ciudadana de Estados Unidos tenía 
los mismos derechos y libertades que cualquier otra persona, incluida la posibilidad 
de negarse a volver a Marwan si fuera necesario. 
—Pero ¿la relación con tus padres es motivo de desgracia para ti? —le preguntó 
Hawk. 
—La falta de relación, más bien. Como ya te he dicho, si alguna vez tengo hijos 
quiero una vida distinta para ellos. 
—Estoy seguro de que triunfarás en todo aquello que te propongas. 
Ella le dedicó una sonrisa. Definitivamente, se estaba enamorando de él. 
—Gracias. 
 
 
Cuando llegaron a las cabañas donde se alojaría el grupo de kayak, Hawk sólo 
vio otro coche. Resultó ser el de Bob, quien estaba descargando el equipaje junto a 
otros tres miembros del grupo. Hawk se aseguró de hospedarse en uno de los 
dormitorios de la misma cabaña donde dormiría Lina, y lo mismo hizo Bob. De 
hecho, compartirían la misma habitación. A Hawk le pareció muy conveniente, pues 
así podría vigilar a la princesa y a su admirador particular. 
Lina compartía habitación con otra estudiante. Una rubia con un físico 
despampanante que hablaba como Demi Moore en La teniente O'Neil. Lina le contó a 
Hawk mientras daban una vuelta de reconocimiento por el lago que la chica había 
estado en el Ejército y acababa de empezar la universidad aquel semestre. Hawk ya 
lo sabía por los informes de su agencia, pero le sorprendió descubrir que la 
admiración de Lina por el carácter fuerte e independiente de la rubia rayaba en la 
adoración. 
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—Ha estado en más bares y países de los que yo he visitado en mi vida. 
—¿Y eso te parece algo bueno? —le preguntó él. 
Lina soltó una carcajada que amenazó con despertar la libido de Hawk. 
—Pues sí. Mi vida ha sido demasiado recogida. Un fin de semana como éste es 
lo más aventurero a lo que puedo aspirar. 
—¿Acaso quieres más aventuras? —le preguntó Hawk con un mal 
presentimiento. Si su familia no mejoraba su seguridad, Lina acabaría viviendo toda 
clase de peligrosas aventuras. 
—Sí. Quiero viajar. Quiero hacer cosas… ayudar a las personas. Ver mundo, 
pero no como una… como una persona de clase privilegiada, sino como alguien que 
intenta hacer algo por los demás. 
—Parece que quieras unirtea los Cuerpos de Paz. 
—Es uno de mis sueños, pero no creo que pueda cumplirlo. 
Hawk tuvo que respirar hondo para no ahogarse por la sorpresa. ¿Una princesa 
en los Cuerpos de Paz? Él tampoco lo veía muy probable. 
—Si no puedes hacer realidad tu sueño, puedes buscar algo más práctico y 
realista. 
Por ejemplo, donar dinero a una causa benéfica. Era lo que hacían las princesas 
comprometidas con las clases más desfavorecidas sin necesidad de provocar un 
incidente político. 
Lina se detuvo y contempló el lago con expresión pensativa. Hawk también se 
detuvo, pero se quedó observando a su princesa. Su piel relucía a la luz del sol, y sus 
perfectos rasgos irradiaban una belleza que le cortaba el aliento. Sin darse cuenta de 
lo que hacía, levantó una mano y le apartó el pelo de la cara. Ella se movió 
ligeramente y sus miradas se encontraron. Sus ojos color miel lo atraían 
irrefrenablemente, y su dulce sonrisa lo tentaba a saborear sus labios. Ladeó la 
cabeza y él descendió hasta que sus labios se rozaron. 
El leve contacto se propagó como una corriente eléctrica por todo su cuerpo y 
detuvo el tiempo a su alrededor. Ninguno de los dos se movió ni intentaron 
profundizar el beso. Permanecieron inmóviles, suspendidos en una sensación que 
Hawk nunca había experimentado y que ella tampoco debía de haber sentido hasta 
ese momento. 
Sólo estaban físicamente unidos en dos puntos… por los labios, que apenas se 
rozaban, y por la mano que Hawk aún tenía en su mejilla. Y sin embargo podía sentir 
la conexión en lo más profundo de su ser. 
—Eh, vosotros —la voz de Bob lo devolvió bruscamente a la realidad. 
Retiró la mano de la mejilla y se apartó de Lina. ¡Qué demonios estaba 
haciendo? Ni siquiera había oído acercarse a Bob, y un despiste semejante era 
imperdonable en su trabajo. Si Bob hubiera sido una amenaza, Lina podría estar 
muerta en ese mismo momento. Un escalofrío le recorrió la piel sólo de pensarlo. 
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Estaba allí para proteger a Lina, no para hacer el amor con ella, Ni siquiera para 
fantasear con ella ¡lomo un enfermo de amor. Él no fantaseaba con nadie. 
Tal vez necesitaba unas vacaciones. Un poco de tiempo libre y unas cuantas 
aventuras sexuales para intentar sacarse de la cabeza la imagen de su… de la 
princesa. De una cosa estaba seguro. Aquella Venus en miniatura se estaba 
convirtiendo en una debilidad que no podía permitirse. 
—Hola, Bob —lo saludó Lina, Su voz era más débil de lo habitual y tenía la 
mirada desenfocada. 
Hawk tuvo que reprimir un gemido. La situación se le estaba escapando de las 
manos… si no se le había escapado ya. 
—Se supone que es una excursión en grupo, no una escapada romántica —les 
dijo Bob, echándoles una mirada suspicaz. 
Sebastian lo fulminó con la mirada. Como si aquel imbécil no se aprovechara de 
la situación si tuviera oportunidad. Y seguro que tendría muchos menos escrúpulos 
que Sebastian. 
Lina apartó la mirada. Sus mejillas se habían cubierto de un rubor adorable. 
—¿Querías algo, Bob? —le preguntó Hawk, intentando recordar que la palabra 
«adorable» no formaba parte de su vocabulario, y menos aplicada a una clienta. 
—Sólo quería echarle un vistazo al lago. Mañana por la mañana empezaremos 
por las aguas mansas, comprobaremos el nivel de cada uno y después de comer 
iremos al río —miró fijamente a Hawk—. Suponiendo que todos estemos preparados 
para ir al río… 
Hawk se dispuso a decirle que estaría preparado para lo que fuera, pero Lina se 
le adelantó. 
—Si Sebastian no se encuentra cómodo en las aguas bravas, me quedaré con él 
en el lago por la tarde —dijo, cambiando radicalmente los planes de Hawk para 
demostrar su destreza. 
—¿De verdad no te importará? —le preguntó. 
Bob Frunció el ceño. 
—No es justo para ti, nena, Seguro que cualquier otro con experiencia estará 
dispuesto a quedarse con él. 
A Hawk no se le pasó por alto que Bob no se ofrecía voluntario para dicho 
papel. 
Los rasgos de Lina se contrajeron en una mueca de cabezonería que cada vez le 
resultaba más familiar. 
—No seas tonto, fui yo la que invitó a Sebastian a esta excursión. Le prometí 
que le enseñaría a remar y eso haré. 
* * * 
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Lina hizo honor a su palabra. Hawk tenía experiencia en canoas y no le costó 
encontrar el equilibrio en el kayak, pero las enseñanzas y los consejos de Lina le 
resultaron muy útiles a la hora de guiar la embarcación. Aun así, se preocupó de caer 
al agua en un par de ocasiones para que la excusa de quedarse en el lago resultara 
creíble. 
Comieron todos juntos en la cabaña principal. Lina estaba muy animada y 
sonreía casi todo el tiempo. ¡Alababa los esfuerzos de Hawk por aprender y también 
a los demás por la técnica demostrada. Ella y su compañera de habitación iniciaron 
una discusión sobre cuál de las dos había vivido la experiencia más peligrosa en un 
kayak. Y fue entonces cuando Hawk se enteró de que Lina casi se había ahogado en 
una ocasión. En su último año de instituto, mientras participaba en una carrera 
particularmente difícil, otra remera se había caído al agua. Se había golpeado la 
cabeza y no había vuelto a emerger. Lina se lanzó al agua para salvarla. Las dos 
chicas estuvieron a punto de ahogarse, pero Lina consiguió llevarla hasta la orilla. 
Oyendo su dramática historia, Hawk experimentó un miedo del todo 
inesperado e irracional. Y sus temores aumentaron cuando vio la expresión 
maravillada de Lina mientras la teniente O'Neil relataba su descenso por los rápidos 
del río Yangtze. Si su familia no hacía algo pronto, Lina acabaría matándose en su 
búsqueda de aventuras. 
Necesitaba un marido que la vigilara de cerca. Ni su padre, ni su tío ni su 
equipo de seguridad estaban haciendo lo suficiente. Pero la idea de que fuera otro 
hombre el que la protegiera llenó a Hawk de una furia ciega. No podía soportar la 
imagen de Lina en los brazos de alguien que no fuera él. 
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Capítulo 3 
Lina y Sebastian acabaron de remar en el lago antes de que los demás 
regresaran del río, y ella sugirió que fueran a nadar. 
—¿No has pasado ya bastante tiempo en el agua? —preguntó Hawk, aunque 
tenía que admitir que había disfrutado mucho en el kayak. 
Lina se encogió de hombros y sonrió. 
—Me encanta el agua. Debería haber sido delfín en vez de mujer. 
—Oh, no. Eres una mujer maravillosa —nada más decirlo ahogó un gruñido. 
No tendría que haberlo dicho. Las cosas se estaban descontrolando con su princesa. 
Pero no podía negar el calor que lo recorría por dentro al ver su sonrisa. 
—Gracias —respondió ella alegremente, sin el menor atisbo de timidez 
femenina ante un cumplido semejante. 
Arrastraron los kayaks a la orilla, se quitaron los chalecos salvavidas y 
volvieron a saltar al agua. O eso fue lo que hizo él, porque cuando se giró para ver 
dónde estaba Lina la encontró en la orilla, quitándose el traje de neopreno que había 
llevado en el kayak. El minúsculo biquini que lucía dejó a Hawk de piedra y sin 
aliento. 
No sólo el biquini, sino también la espectacular figura de Lina. Pechos grandes 
y turgentes, cintura estrecha, caderas voluptuosas y piernas largas y torneadas. Y el 
diminuto pedazo de tela inferior revelaba mucha más piel de la que cubría, ceñido a 
la perfecta curva de su trasero. Lina apartó el traje mojado con un puntapié y caminó 
hacia el agua, se detuvo a medio metro de él y ladeó interrogativamente la cabeza. 
—¿Algún problema? 
—Eh… —tuvo que carraspear para deshacer el nudo que se le había formado en 
la garganta—. No, nada. ¿Seguro que no quieres ponerle el neopreno para nadar? 
Hace calor para ser primavera, pero no tanto. 
—Estoy bien así —dijo ella, pero el escalofrío que recorrió su cuerpo desmentía 
sus palabras—. Bueno… entraré en calor nadando —añadió modestamente con una 
sonrisa. 
Se le había puesto la piel de gallina, pero fueron sus pezones endurecidos a 
travésdel biquini lo que atrajo la mirada de Hawk. La lycra mojada no podía ocultar 
los pezones, endurecidos como pequeños guijarros puntiagudos. 
—Sebastian… —su voz cargada de deseo mezclado y confusión era un potente 
afrodisíaco. 
Lo deseaba y no sabía qué hacer. ¿Qué hombre no se sentiría atraído por 
aquella combinación de inocencia y sensualidad femenina? 
Lina no se movió, sumergida en el agua hasta la cintura, con los puños 
apretados en los costados y la respiración jadeante. 
¿Alguna mujer le había mostrado un deseo tan intenso? 
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Tal vez fuera el resultado de su inocencia. Hawk no había estado con una 
virgen desde el instituto. Tenía como regla no acostarse con ninguna mujer sin 
experiencia y que buscara algo más que una aventura, y la cumplía a rajatabla. 
Entonces, ¿qué demonios hacía mirando los pechos de Lina como un lobo a su 
presa? 
Se obligó a levantar la mirada hasta sus ojos. Y aquello fue aún peor, porque la 
prueba de su deseo brillaba con una fuerza casi cegadora en sus grandes ojos 
marrones. 
Ella le mantuvo la mirada sin pestañear, se mordió el labio inferior y Hawk 
estuvo a punto de reemplazar sus dientes con los suyos. Si no hacía algo pronto, iba a 
acabar arrebatándole su virginidad allí mismo, en el lago. Todo el cuerpo le vibraba 
con un deseo incontenible. 
Necesitó toda su fuerza de voluntad para darse la vuelta y sumergirse en el 
agua helada. Cuando volvió a emerger, a quince metros de la orilla, ella estaba a 
escasa distancia de él. 
—¿No sabes que no puedes hundirte tú mismo? —le preguntó con una sonrisa 
maliciosa. 
—¿Ah, no? 
—No —sin previo aviso, se lanzó sobre él. 
Le apretó las manos contra la cabeza y Hawk dejó que le hiciera una ahogadilla, 
pero se valió del impulso de Lina para agarrarla de manera que no pudiera soltarse y 
zambullirla con él, Los dos volvieron a la superficie riendo y escupiendo agua. 
—Así es como tienes que hundirte —dijo ella sin dejar de sonreír. 
—¿Estás segura? 
—Pues claro. Son las reglas. 
—¿Qué reglas? 
—Las reglas para jugar en el agua —respondió ella con un brillo de picardía en 
los ojos. 
—No conozco esas reglas. 
—¿Cómo es posible? 
—Tal vez porque nunca haya jugado en el agua. 
—Todo el mundo juega en el agua. 
—Yo no. 
—Entonces supongo que tendré que enseñarte. 
A Hawk se le ocurrían algunas cosas que le gustaría enseñarle a Lina, y ninguna 
era tan inocente como jugar en el agua. 
—Lo estás haciendo otra vez. 
—¿Hacer qué? —preguntó él, sin saber a qué se refería. 
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—Me estás mirando como si quisieras devorarme. 
Él la miró atónito. Por una vez se había quedado palabras. 
Lina se echó a reír, se soltó aprovechando que Hawk había aflojado su agarre y 
se alejó nadando. Cuando estaba a un metro de la orilla, se detuvo y lo miró, con el 
agua por la barbilla. 
—¿Qué significa esa mirada? 
—En… —no sabía qué decir para aliviar la tensión. La verdad no, desde luego. 
Ella retrocedió otro par de pasos, emergiendo un poco más del agua. Ladeó la 
cabeza hacia un lado y lo miró como si fuera un experimento de laboratorio que no 
estuviera saliendo como esperaba. Volvió a morderse el labio, tan carnoso y 
suculento, y asintió como si hubiera tomado una decisión. 
—Mira, no tengo mucha experiencia con esto de la atracción sexual, ¿de 
acuerdo? 
Él también asintió, porque parecía que quería una respuesta. 
—Bien —siguió ella—. A algunos hombres, sobre todo a los que son mayores 
que yo, les desagradaría un rasgo así en una mujer. 
—Oh… 
—No te preocupes por eso. Me alegro de que tú no seas como ellos, pero el 
problema es que no sé nada del tema. No entiendo esa mirada que… —la voz se le 
apagó y apartó la mirada, obviamente incómoda con el giro que estaba tomando la 
conversación. 
—¿De verdad quieres hablar de esto? 
—Hum… no, pero… 
—Lo estás haciendo muy bien. 
—¿En serio? 
—Sí. 
—Oh, estupendo entonces. Yo… 
Él se aprovechó de su indecisión y se lanzó hacia ella, quien expulsó todo su 
aliento en un gemido ahogado mientras caía hacia atrás bajo el peso de Hawk. Sin 
pensar, él pegó los labios a los suyos e insufló aire en sus pulmones mientras volvían 
a sumergirse. Al volver a salir, separó la boca mientras el agua chorreaba por sus 
rostros. 
—Qué bestia… —dijo ella, riendo y sacudiendo la cabeza. 
Él intentó volver a zambullirla, pero esa vez Lina estaba preparada y eludió su 
agarre. Estuvieron jugando y retozando hasta que Lina se quedó sin aliento. 
—Me rindo… me rindo… 
—Vaya, me alegra oír que reconoces mí superioridad acuática. 
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—Muy gracioso —dijo ella, y suspiró mientras le echaba los brazos al cuello y le 
rodeaba la cintura con las piernas—. Así está mejor. Me has dejado exhausta. 
—Pobrecita —se burló Hawk, intentando mantener toda la distancia que era 
posible teniéndola pegada como una lapa. 
¿Era él quien había creído que jugar en el agua sería más seguro que hablar? 
Después de quince minutos de roces, tirones y forcejeos por someterla estaba tan 
duro como una piedra y el doble de excitado. Y por si fuera poco, ella lo había 
elegido como lugar de reposo. La postura de sus piernas alrededor de la cintura le 
resultaba demasiado tentadora para el precario control sobre su libido. 
—Eso es porque eres mucho más alto que yo. 
—¿Qué? 
—La razón por la que me hayas vencido. Eres más grande que yo… Tienes 
ventaja en las aguas más profundas. 
—En ese caso, deberías haberte mantenido cerca de la orilla. Todo es cuestión 
de estrategia. 
—Lo tendré en cuenta —su mirada se posó en los labios de Hawk, y la punta de 
su lengua asomó entre los suyos propios en un gesto inconsciente, pero 
inconfundible, de provocadora invitación. 
Fue la gota que colmó el vaso. El poco control que Hawk conservaba saltó por 
los aires y se lanzó a hacer lo que llevaba queriendo hacer desde que se metió en el 
agua. Agachó la cabeza y atrapó su labio inferior entre los dientes para succionarlo 
con deleite. 
Ella emitió un gemido de sorpresa, y el sensual sonido reverberó en el interior 
de Hawk como un prolongado eco de placer. La apretó con fuerza entre sus brazos y 
el cuerpo de Lina se amoldó perfectamente al suyo. 
Ella abrió los ojos y lo miró con una mezcla de aturdimiento y excitación en sus 
hermosos ojos marrones. Hawk sucumbió a la súplica silenciosa de aquellos ojos y la 
besó con toda la pasión y voracidad con sus labios, dientes y lengua. Ella volvió a 
gemir y se retorció inconscientemente contra él, y Hawk empezó a tocarla en todos 
los lugares que podía alcanzar, memorizando cada palmo de su piel con la punta de 
los dedos. 
Ella apartó la boca y sacudió la cabeza de un lado a otro. 
—¡Sebastian! 
—Tranquila… Déjame tocarte… Estás hecha para mis dedos —apenas era 
consciente de lo que estaba diciendo. Su voz no era más que la expresión oral de su 
deseo. 
Pero aún le quedaba un minúsculo destello de conciencia al fondo de su mente. 
Y ese resto marginal de raciocinio estaba tan sorprendido como asustado por la 
fuerza posesiva de sus palabras. 
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—Sí —murmuró ella, y se presionó contra sus manos mientras con las suyas 
propias le masajeaba el cuello. Parecía no saber qué hacer con ellas, y él tuvo la 
suficiente cordura para no animarla a que le devolviera las mismas caricias. 
Le agarró la estrecha cintura, maravillado por la perfección de sus líneas. A 
pesar de la celosa protección de su familia, le costaba creer que nadie la hubiese 
tocado hasta ese momento. Su belleza y sensualidad innatas eran un afrodisíaco 
irresistible. 
Lina lo besó a su vez con una pasión igualmente desbordada. Su cuerpo 
temblaba violentamente, sacudido por una imperiosa necesidad que Hawk estaba 
impaciente por satisfacer. Pero la primera vez de Lina no iba a ser en mitad de un 
lago. Había otras muchas maneras parasaciar sus ansias que no exigían la 
penetración en su cuerpo virginal. 
Los acercó un poco más a la orilla hasta que el agua le llegó por el pecho, y 
entonces se quitó del cuello los brazos de Lina. Ella protestó con un gemido. 
—Tranquila, preciosa. Confía en mí… Voy a darte lo que más anhelas. 
—Por favor, Sebastian… —la inocencia de sus ojos casi fue la perdición de 
Hawk. Lina no tenía ni idea de lo que le estaba pidiendo ni de lo que él podía darle. 
Tal vez no pudieran tenerlo todo, pero sí podía ensebarle de lo que era capaz. 
Le dio la vuelta para presionar el pecho contra su espalda y acercó la boca a su 
oreja. 
—Te va a encantar, princesa. 
—¿Pri… princesa? —repitió ella con voz ahogada. 
Hawk se puso momentáneamente rígido por el desliz, pero decidió seguir 
adelante. Muchos americanos usaban el término «princesa» como un apelativo 
cariñoso, y ella debía de estar lo bastante americanizada para saberlo. 
—Eres mi princesa. 
Maldición. Volvía a sonar posesivo. Afortunadamente, ella volvió a dejar caer la 
cabera sobre su hombro. 
—Sí… tu princesa. 
—Vuelve a rodearme el cuello con los brazos. 
Ella asintió, pero él tuvo que ayudarla a colocar las manos en posición. Estaba 
tan excitada que no podía controlar su cuerpo, y Hawk no intentó sofocar el orgullo 
que su reacción le provocaba. La mordió suavemente en el lóbulo de la oreja y le 
acarició el vientre bajo el agua. 
—Perfecto… 
Ella se onduló contra él, rozándole su miembro endurecido con las nalgas. 
Hawk se estremeció de placer a pesar de las prendas que se interponían entre ellos. 
Nunca había reaccionado tan intensamente a un contacto tan restringido, y no estaba 
dispuesto a seguir limitándose. 
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Con la otra mano le desató el lazo de la parte superior del biquini y le acarició la 
piel donde había estado el tirante. Ella se estremeció y dejó escapar un sonido 
articulado. 
—¿Te gusta? —le susurró él al oído, sabiendo que su cálido aliento intensificaría 
sus temblores. 
—Oh, sí —respondió entre jadeos—. Es… es… —la voz se le apagó mientras él 
seguía acariciándole la piel de gallina y descendía hacia las terminaciones nerviosas 
del trasero—. ¡Oh, Sebastian! ¿Cómo… cómo puedes…? Eres… es… —él no pudo 
evitar reírse por su incoherencia verbal—. No tiene gracia —dijo en voz baja y llena 
de deseo—. Es increíble. 
Él sonrió y la besó en el cuello. 
—¿Te sorprende que tu cuerpo sea tan sensible? 
—Sí —respondió, hincándole los dedos en el cuello—. No sabía que unas 
caricias en la espalda pudieran ser tan intensas… 
—¿La parte frontal de mi princesa está siendo descuidada? —bromeó él. 
Ella no respondió. Se limitó a mover la cabeza sobre el hombro de Hawk 
mientras él le apretaba y acariciaba el trasero. 
—Ah, Lina… Quiero tocarte por todas partes. 
—S… sí. 
Hawk no estaba dispuesto a privarse del placer visual e inclinó la cabeza hacia 
delante mientras con ambas manos le retiraba el bañador mojado de sus generosos 
pechos. Se llenó las manos con los apetitosos frutos y pasó los pulgares sobre los 
pezones dilatados. 
Ella jadeó y enterró la cara en su cuello. Tensó todo el cuerpo y enseguida relajó 
los músculos, pero sin soltar la nuca de Hawk. 
Él le pellizcó suavemente los pezones y entonces ella lo mordió. Fue una 
reacción tan primaria e inesperada que la erección de Hawk amenazó con escapar del 
bañador. Apretó los dientes para refrenar el deseo y siguió jugando con sus pechos y 
pezones. Estaba desesperado por probarlos, pero sabía que si lo hacía estaría perdido 
sin remedio. Sabía que Lina no intentaría detenerlo si él le arrancaba el bañador y la 
poseía allí mismo. Estaba loca de placer, abandonada a las nuevas sensaciones que 
experimentaba su cuerpo, y él no estaba acostumbrado a ser la voz de la conciencia 
para dos personas a la vez. Normalmente, se limitaba a tomar lo que estuviera a su 
alcance. 
Pero Lina no era como sus otras amantes. No sólo era virgen, sino que además 
era su clienta. Para ella el sexo podía significar algo permanente, pero no para él. Y si 
fuera lo bastante estúpido para caer en la tentación, tenía que recordar que estaba con 
una princesa. El padre de Lina nunca le permitiría tener una relación con Hawk. Por 
muy independiente que ella pudiera ser en la universidad, su padre seguía siendo el 
dueño su vida. 
Pero a pesar de aquella certeza, no podía seguir conteniéndose. 
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Su mano derecha se deslizó hacia abajo, moviéndose en círculos hasta que los 
dedos tocaron la parle inferior del biquini. Con el dedo índice recorrió la piel por el 
interior del elástico. 
Ella se quedó inmóvil y con la respiración contenida. 
Hawk se detuvo justo sobre el pubis, durante tantos años inexplorado. Y 
entonces, muy lentamente, descendió con la mano bajo la tela empapada y abarcó su 
sexo en la palma. 
Los muslos de Lina se contrajeron instintivamente, atrapándole la mano. 
—Qué… no… tú… —los violentos jadeos interrumpían las incoherentes 
palabras. 
—Shh… déjame tocarte, Lina. Es lo que ambos queremos. 
—Qué… 
—Quieres que te dé placer. 
—Sí. 
—Relaja las piernas para mí, princesa. Déjame entrar. 
—¿Entrar? —su voz sonaba débil y confusa. 
—Entrar… —insistió él, y movió los dedos lo suficiente para demostrarle lo que 
estaba por llegar. 
—Sí… —susurró ella, aflojando las piernas. 
Hawk presionó el dedo corazón contra el clítoris hinchado y palpitante, 
arrancándole a Lina un grito ahogado. 
—Eso es —murmuró él. Frotó suavemente el botón ultrasensible y llevó el dedo 
hacia la abertura. 
Ella volvió a morderlo en el cuello al tiempo que emitía pequeños gemidos 
guturales. Estaba muy cerca del final, y él tenía intención de llevarla hasta el límite y 
más allá. 
Con el canto de la mano empezó a estimularle el clítoris mientras usaba los 
dedos para acariciar los pliegues de la vulva y apretaba su erección contra la parte 
inferior de su cuerpo, de manera que su propio placer se elevó a cotas incontenibles. 
El orgasmo los sacudió al mismo tiempo, y el grito de Lina se fundió con el 
rugido visceral que surgió de las profundidades más recónditas de Hawk. 
Ella se quedó tan flácida y debilitada que sólo las manos de Hawk impidieron 
que se hundiera en el agua. Entonces sintió una cálida humedad en el cuello que no 
estaba provocada por el agua del lago. 
—¿Estás llorando, princesa? 
—Un poco. 
—¿Por qué? —le preguntó con preocupación. ¿Se habría precipitado al 
introducirla en los placeres de la carne? 
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—Ha sido increíble, Nunca me había sentido tan unida a alguien en toda mi 
vida. Es una sensación tan intensa que casi resulta dolorosa.! 
Sus palabras cayeron como un jarro de agua helada sobre Hawk. Eran las 
palabras de una mujer que buscaba algo más que placer físico en un hombre. Quería 
sumergirse en las turbulentas aguas emocionales en las que ninguno de los dos podía 
navegar. 
—Eh, chicos… ¿cómo va eso? 
La voz de Bob fue una interrupción casi bienvenida… si se ignoraba el detalle 
de que la otrora infalible Reputación de Hawk volviera a estar en peligro. 
El cuerpo de Lina se puso rígido al instante, y él se dio cuenta de lo vulnerable 
y expuesta que debía de sentirse. Afortunadamente estaban lo bastante lejos de la 
orilla, pero aun así Hawk se sentía como un completo idiota. Había fracasado 
estrepitosamente en su papel protector. 
Lo único que podía hacer para mitigar el daño era sumergir discretamente a 
Lina y volverse hacia Bob mientras ella se colocaba torpemente la parte superior del 
biquini. 
—¿Qué tal en el río? 
—Impresionante. Tenéis que probarlo mañana… al menos que te sigan 
asustando las aguas bravas. 
Hawk ignoró la provocación. Tenía cosas más importantes de las que 
preocuparse que las burlas de aquel imbécil. Por ejemplo, que Bob los hubiera 
sorprendido sin que él lo oyera acercarse… una vez más. 
Por su bien y por el de Lina,en lo sucesivo tendría que controlar sus arrebatos 
pasionales. 
 
 
Lina jugueteaba con la comida de su plato mientras intentaba no mirar a 
Sebastian, sin éxito. No era, justo. ¿Cómo podía él estar tan tranquilo, charlando con 
los otros después de lo que había pasado aquella tarde? Viéndolo, nadie podría 
imaginar que le había regalado a Lina la experiencia más intensa y maravillosa de su 
vida. 
Y también la más inquietante. 
No estaba precisamente acostumbrada a intimar emocional ni físicamente con 
nadie, y la reacción que había tenido a las manos de Sebastian la llenaba de pánico. 
Incluso en ese momento, estando en la misma habitación que él, le costaba respirar y 
concentrarse en la conversación que mantenían los demás. 
Él, en cambio, no parecía afectado en absoluto. 
¿Por qué? ¿Qué significaba aquello? 
De repente sus ojos se encontraron, y la mirada que Hawk le echó bastó para 
que el estómago le diera un vuelco. De acuerdo, él también sentía algo. Simplemente 
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era más hábil que ella ocultando sus emociones. Un rasgo que decía mucho de su 
autodisciplina. 
Un rasgo más para amarlo. 
No, amarlo no. Un rasgo para admirarlo, tan sólo. Ella no lo amaba. Tal vez se 
estuviera enamorando, pero aún no había pasado el punto sin retorno. O… ¿quizá sí? 
El amor era una emoción terrible y traicionera. Cuando se amaba a alguien se 
estaba a merced de esa persona y del sufrimiento que pudiera causar. Había 
aprendido esa dolorosa lección en su propia familia. 
Los ecos de su trauma infantil aún resonaban en los rincones más oscuros de su 
corazón. De niña había idolatrado a su padre, el rey. Apuesto, poderoso, 
reverenciado por todo el pueblo de Marwan. Y también había adorado a su madre, 
tan hermosa y serena. Con seis años aún no podía darse cuenta de que el amor a sus 
padres no era correspondido. 
Al venir a Estados Unidos los había echado terriblemente de menos. Todas las 
noches lloraba hasta quedarse sin lágrimas, aunque nunca lo hizo delante de nadie. 
Añoraba a su hermano mayor y a su hermana pequeña, y su corazón se iba 
resquebrajando inexorablemente día a día en casa de sus tíos, esperando volver a 
casa, hasta que finalmente tuvo que aceptar que su amada familia no la quería ni la 
necesitaba. Desde entonces no había vuelto a abrir su corazón a nadie. 
Ni siquiera a su tía, quien la trataba como la hija que nunca había esperado 
tener. Ni a su tío, quien le prodigaba mil veces más afecto y atenciones que su padre. 
Ella los quería mucho, pero no tanto como la niña inocente e ingenua de seis años 
había querido a sus padres. 
Aquel amor tan fuerte e incondicional había quedado enterrado y olvidado por 
un instinto de supervivencia. 
Hasta ese momento… 
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Capítulo 4 
Lina se levantó de la mesa y agarró su plato a medio acabar. 
—¿Qué ocurre, Lina? —le preguntó Bob. 
—Eh… no tengo hambre. Creo que iré a dar un paseo. 
Sebastian también se levantó. 
—Te acompañó. 
—¡No! —exclamó ella con excesiva vehemencia. Pero entonces respiró hondo e 
intentó sonreír— 
—Quiero decir… termina de comer. Me apetece estar sola en estos momentos. 
—No es seguro caminar sola por el bosque —replicó él con el ceño fruncido. 
Jennifer, la compañera de habitación de Lina, fue la tercera que se puso en pie. 
—Yo ya he acubado de comer. Creo que me vendría bien dar un paseo. 
—De acuerdo —aceptó Lina rápidamente. En su estado actual, la compañía de 
aquella ex soldado era preferible a la de Sebastian. Por mucho que prefiriera estar 
sola, no era la primera vez en sus veinte años que se veía obligada a elegir el menor 
de dos males, y en aquel momento lo que más necesitaba era alejarse de su presencia. 
Sebastian asintió, como si su consentimiento fuera necesario. Tal vez no fuera 
tan distinto a los hombres de su familia como ella había creído… 
Nada más pensarlo se sintió culpable. Sebastian no la trataba como una 
marioneta sin cerebro. 
—¿Sebastian y tú sois pareja o algo? —le preguntó Jennifer con su descaro 
habitual cuando salieron de la cabaña. 
—Eh… algo, creo. 
—No parece que estés muy segura. 
—No lo estoy. Supongo que… no tengo mucha experiencia con los hombres y 
las relaciones. 
—¿En serio? Con tu aspecto exótico podrías ser una modelo o algo así. 
—Mira quién fue a hablar… 
Jennifer soltó un bufido. 
—Sí. Muchos hombres en el ejército me confundieron con una rubia tonta… y 
todos lo lamentaron —levantó la vista hacia el cielo estrellado—. Es precioso. 
—Sí que lo es. 
Jennifer echó a andar hacia el lago, pero Lina la detuvo. 
—Vamos por aquí —le propuso, señalando un sendero que se alejaba del lago. 
La ex soldado dudó un momento, pero la siguió obedientemente. 
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—¿Sebastian también te trata como si no tuvieras cerebro? 
—Oh, no. De hecho, es uno de los pocos hombres mi vida que me escucha y se 
toma en serio mis opiniones. 
—Parece un buen tipo. 
—Lo es. 
—Pero ¿no estás segura de vuestra relación? 
—Como ya te he dicho, no tengo experiencia con estas cosas. 
—¿Quieres hablar de ello? 
Lina pensó en lo extraño que sería tener aquella conversación con una ex 
combatiente, pero se encogió de hombros y decidió aprovechar lo que se le ofrecía. 
—El amor me da miedo —confesó, sorprendiéndose a sí misma con su 
sinceridad. 
—Serías una idiota si no te asustara, en mi opinión. 
—La gente a la que quieres puede hacerle daño. 
—Incluso cuando no tienen intención de hacértelo —corroboró Jennifer. Por su 
tono de voz, parecía saber de lo que estaba hablando. 
Lina lo confirmó con un suspiro. 
—Pero también pueden darte más alegrías que cualquier otra persona —añadió 
Jennifer. 
—¿De verdad? 
—Desde luego —el tono de Jennifer volvía a confirmar que hablaba por 
experiencia. 
—¿Y si no me quiere? 
—¿Sebastian? 
—¿Quien si no? Jennifer se echó a reír. 
—Enamorarse siempre es arriesgado, poro es un riesgo que no puedes evitar 
aunque quieras. 
—¿No crees que podamos controlar nuestras emociones? 
—No cuando se trata del amor verdadero. Si te enamoras de alguien, lo único 
que puedes hacer para salvarte es no verlo. Y a veces ni siquiera eso funciona. 
—No quiero dejar de verlo. 
—Entonces me parece que estás perdida. 
Fue el turno de Lina para echarse a reír. 
—Todavía no. 
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—¿No? ¿Quieres decir que te está dejando respirar? Eso es buena señal —dijo 
Jennifer, y las dos mujeres se rieron a la vez—. ¿Estás nerviosa por Sebastian? —le 
preguntó Jennifer, poniéndose seria otra vez. 
—Aterrorizada, más bien. 
—¿Qué es lo que más te asusta? 
—Que él no me quiera. 
—Entonces, ¿lo quieres? 
Lina se mordió el labio y guardó silencio unos segundos, observando los rayos 
de luna que se filtraban entre las hojas. Finalmente respiró hondo y asintió. 
—Sí. 
—Lo sabía. Lo miras igual que yo miro a mi novio. 
—¿Tienes novio? 
—Sí. Lo conocí en el extranjero, en mi última misión. Ha solicitado un visado de 
estudios y vendrá a Estados Unidos el año que viene. 
—Seguro que lo echas de menos. 
—No te imaginas cuánto. 
—¿Cómo supiste que estabas enamorada? 
—No me podía imaginar mi vida sin él. 
Aquello le sonaba familiar a Lina. 
—¿Y cómo supiste que él también te amaba? 
—Porque él me lo dijo. Antes de decírmelo me lo había demostrado, aunque yo 
no lo supe hasta que pronunció las palabras en voz, alta y clara. 
—¿Cómo te lo demostró antes de decírtelo? 
—Anteponiendo mis necesidades y mis deseos a los suyos. 
Sebastian también lo había hecho. La manera en que la había tocado en el lago 
había sido totalmente desinteresada y perfecta. 
Tal vez no tuviera experiencia sentimental, pero hasta ella sabía que a los 
hombres les costaba dar sin recibir. La generosidad de Sebastian no era nada común. 
—¿Qué más? 
—Era una soldado muy dura y curtida, pero aun así me protegía y se 
preocupaba pormí. 
—¿Por ejemplo, asegurándose de que no camines sola por el bosque de noche? 
Jennifer esbozó una sonrisa de complicidad. 
—Sí. 
—Mmm… 
—Y luego está el sexo. 
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Lina no dejaba de sorprenderse por la franqueza de su nueva amiga. 
—Eh… sí. El… sexo. 
—¿Fue bueno? 
—No hemos tenido sexo —admitió Lina en voz más alta de lo que pretendía. 
—Pero ¿ha pasado algo? 
—Sí. 
—¿Y? 
—Fue… indescriptible. 
—Bien. La compatibilidad sexual es un ingrediente fundamental en una 
relación sólida. 
—Creo que… quizá seamos demasiado compatibles —nunca se hubiera 
esperado un comportamiento como el suyo, y la respuesta de su cuerpo le asustaba 
tanto como la posibilidad de estar enamorada de Sebastian. 
—Créeme, nunca se es «demasiado» compatible. Si te hace vibrar de emoción, si 
el roce de sus dedos hace que salten chispas, entonces eres una mujer afortunada. 
—Pero ¿cómo puedo saber si él siente lo mismo? 
—¿Perdió el control? 
Lina pensó que Sebastian la había tocado al aire libre, algo que no debía de 
hacer normalmente. 
—Hasta cierto punto. 
—¿Mantuvo el suficiente control para darte lo que necesitabas? 
—Y más aún —Lina se alegró de que estuvieran a oscuras, porque tenía las 
mejillas ardiendo—. ¿Crees que eso significa que me quiere? 
—Podría ser. Parece que te cuesta creerlo. 
—Así es. 
—¿Por qué? 
—Porque… —dudó— estoy acostumbrada a que me vean como parte de mi 
familia. La idea de que él me quiera por ser quien soy… únicamente Lina Marwan… 
—no una princesa de una poderosa familia real—. Me resulta extraño. 
—¿Tu familia es rica o algo así? 
—Sí. 
—Sabes disimularlo muy bien. 
—Gracias. 
Jennifer se rió. 
—Supongo que debe de ser un reto. 
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—Y que lo digas —afirmó. Esquivar a sus guardaespaldas no era nada 
comparado con ocultarlos a la vista de todo el mundo para que nadie supiera que 
estaba bajo vigilancia continua. 
Sumida en sus pensamientos, siguió a Jennifer de vuelta a la cabaña. ¿Qué 
pasaría si le decía a Sebastian que lo amaba? ¿Era algo que tenía que hacer? ¿O debía 
esperar a que él se declarase primero? Debería haber escuchado con más atención a 
las otras chicas de su escuela cuando le hablaban de sus relaciones adolescentes. 
¿Y si Sebastian la amaba? ¿Qué supondría para ella y el resto de su vida? Sabía 
que la intención de sus padres era concertar su matrimonio con el marido que ellos 
eligieran, sin contar para nada con su opinión. Tendría suerte si llegaba a conocer a 
su futuro esposo antes de que se anunciara el compromiso. ¿Qué harían sus padres 
cuando descubrieran que ya había elegido a su futura pareja? 
Se reprendió mentalmente por ser tan ingenua. Los besos y las caricias de 
Sebastian no significaban que quisiera tener un futuro con ella. Era una de las pocas 
verdades que había aprendido de las otras chicas de la escuela. 
La atracción sexual no era amor, aunque fuera mucho más fácil decirlo que 
aceptarlo. 
De todos modos, el simple deseo de estar con él iba a causarle problemas con su 
familia. Sus sentimientos eran tan profundos que no sabía cuánto tiempo podría 
mantenerlos en secreto, y cada vez le resultaba más difícil limitar su compañía a los 
ratos que podía despistar a sus guardaespaldas. 
¿Por qué tenía que ser todo tan complicado? Era una princesa, y sin embargo su 
estatus social le impedía perseguir sus propios sueños. No era justo, pero hacía 
mucho que había aprendido que la vida no ora justa. 
Durante los días siguientes. Sebastian le demostró una empatía y un respeto 
exquisitos. Había mantenido las distancias para ayudarla a aclarar sus emociones y 
superar la angustia que le seguía provocando el recuerdo del lago. Por mucho que le 
gustara, Lina no so sentía cómoda con su recién descubierta sexualidad. Se sentía 
terriblemente avergonzada por la respuesta que había tenido su cuerpo. Bob había 
estado a punto de verla semidesnuda en el lago, y aunque la rapidez de reflejos de 
Sebastian la había salvado de una vergüenza aún mayor, el recuerdo le angustiaba 
sobremanera. 
Su madre se pondría furiosa si lo supiera. Incluso su tía, mucho más tolerante, 
se quedaría horrorizada y muy decepcionada por su comportamiento desenfrenado y 
disoluto. 
Lo había hablado con Jennifer quien se había convertido en una buena amiga en 
muy poco tiempo. La ex soldado le dijo a Lina que era una mujer reprimida, y 
aunque Lina estaba de acuerdo no sabía cómo cambiarlo. Se había pasado toda su 
vida manteniendo el control de sus emociones a toda costa. Entre el aluvión de 
sensaciones que la desbordaban tenía una cosa muy clara; la única manera de 
controlar sus reacciones con Sebastian era manteniéndose alejada de él, y eso era algo 
que no estaba dispuesta a hacer. 
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De modo que rebelándose contra las enseñanzas que le habían inculcado desde 
niña, decidió ignorar los remordimientos y liberarse de sus restricciones. Tal vez 
fuera tan reprimida como creía Jennifer, pero eso no significaba que tuviera que ser 
igual el resto de su vida. Una parte de ella deseaba que Sebastian ahondara en la 
intimidad física, pero él se había mostrado muy prudente a la hora de no presionarla 
sexualmente. Lina admiraba su moderación, pero todo sería más fácil si él diera el 
primer paso. Tenía el presentimiento de que estaba esperando a que ella se decidiera 
y le dijera lo que quería. 
A pesar de las distancias mantenidas desde la larde en el lago, Lina no sentía 
que la estuviera rechazando. Al contrario, Hawk se cuidaba mucho de no tocarla, 
pero pasaba más tiempo con ella y se mostraba muy atento en todos los aspectos. 
Lina siempre se había enorgullecido de no ser una cobarde. Siempre se estaba 
arriesgando a probar cosas nuevas y liberarse de su confinamiento principesco. Y el 
riesgo que suponía Sebastian y lo que ella sentía por él merecían la pena. De eso no 
tenía la menor duda. Tendría que ser ella quien diera el primer paso, por mucho que 
sus complejos e inhibiciones intentaran frenarla. 
 
 
El río se acercaba a una velocidad vertiginosa. Su serpenteante y reluciente 
trazado crecía hasta abarcar toda la vista mientras las imágenes de la última vez que 
vio a Sebastian aparecían ante sus ojos. 
 
 
Lina había concertado una cita con Sebastian en el apartamento de Jennifer. Le 
habría gustado que fuera en el suyo propio, pero la carabina que su tía le había 
impuesto lo hacía imposible. Aún no estaba preparada para contarle a su familia lo 
de Sebastian, y aquella cita tenía que ser, ante todo, íntima. 
Había conseguido permiso para pasar la noche con Jennifer después de que su 
personal de seguridad investigara a la nueva amiga de Lina y diera su visto bueno. 
Sorprendentemente, ni siquiera asignaron a un guardaespaldas para que se quedara 
vigilando en la puerta. 
Jennifer era una amiga de verdad y había hecho planes para salir aquella noche. 
De esa manera Lina tendría el terreno libre para dar el próximo paso en su relación 
con Sebastian. 
Se había pasado más tiempo pensando qué ropa ponerse del que había 
empleado para preparar una cena típica de Oriente Próximo. Finalmente, había 
renunciado a su guardarropa y había invitado a Jennifer a ir de compras. Era la 
primera vez que iba de tiendas con una amiga, y descubrió que la ex soldado no era 
en absoluto inmune a los vestidos, cosméticos y demás accesorios femeninos. 
Después de pasarse horas probándose prendas y vestidos, se decidieron por un 
suéter de seda de Jones New York con amplio escote, unos vaqueros descoloridos de 
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cintura baja y un cinturón de cuero con medallones y ojales cobrizos para rodear las 
caderas por encima del jersey color siena. 
Tanto Jennifer como la dependiente le aseguraron que ofrecía una imagen 
informal y sexy, y además era una ropa muy cómoda. Lo cual le venía de perlas 
porque estaba

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