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A. GERONTOLÓGICO 
 
 
Clase 25 
 
LA FAMILIA DE LOS ADULTOS MAYORES QUE REQUIEREN CUIDADOS. 
Relaciones intergeneracionales. Síndrome del nido vacío. 
Viudez. Proyecto de vida. 
 
La familia no es una institución espontánea. Ha estado ligada históricamente al 
desarrollo de las sociedades y a los modos culturales de organización social. Es un lugar 
privilegiado de la intimidad subjetiva, de construcción de identidades, de procesos de 
alienación y diferenciación. 
La familia aparece como la organización social básica que permite reproducir la 
vida cotidiana en sus aspectos biológicos, psicológicos y sociales. No obstante es un 
espacio complejo y contradictorio. Emerge como producto de múltiples condiciones en un 
determinado contexto socio-político, económico y cultural, y está atravesada tanto por una 
historia de modelos o formas hegemónicas de conformación esperadas socialmente como 
por una historia singular de la propia organización de cada familia. 
 La familia no es un lugar que puede ser naturalizado como bueno en sí mismo, pues 
en ella también se pueden consolidar y reproducir las desigualdades sociales, por ejemplo 
entre el hombre y la mujer, entre padres e hijos, donde también suelen existir 
autoritarismos, individualismos y procesos discriminatorios. Tal el caso que representa la 
situación de los adultos mayores, especialmente los de edad más avanzada, que en 
oportunidades sufren situaciones de abandono familiar, cuando no son expulsados con la 
internación geriátrica; u otros tipos de arreglos intrafamiliares, en donde no se tiene en 
cuenta la subjetividad del propio anciano. 
Las actuales investigaciones dan cuenta que se evidencia un fenómeno sin 
precedente en la historia humana: la verticalización de las familias. Es decir, se suceden 4 
o 5 generaciones vivas, lo que implica que en esas familias hay personas cada vez más 
viejas (abuelos, bisabuelos, tatarabuelos) y menos personas jóvenes (producto de la 
disminución de la natalidad) que se puedan responsabilizar de ellas. Con pocos hermanos o 
sin ellos, en situaciones extremas podrían llegar a desaparecer las categorías de primos y 
tíos. De modo que las relaciones intrageneracionales tenderán a decrecer; en tanto que las 
relaciones intergeneracionales aumentarán. Es así que cada vez más presenciaremos 
situaciones de "personas viejas viviendo solas, sin redes primarias de apoyo”. 1998). 
Actualmente, las familias más tradicionales suelen contener al adulto mayor en su 
ámbito hogareño, siempre y cuando se presenten una serie de condiciones como tales como: 
nivel de independencia y de salud aceptables, edad, equilibrio psicosocial, ingreso 
económico (en épocas de crisis y desempleo, el tener un jubilado en la casa, posibilita un 
ingreso seguro del cual se benefician otros miembros de la familia). Por otra parte, en cada 
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A. GERONTOLÓGICO 
 
 
vez mayor proporción, se considera la figura de cuidadores y asistentes domiciliarios, 
disminuyendo la probabilidad de internación en instituciones geriátricas. 
 
El ciclo de vida familiar 
De acuerdo con el modelo de la OMS, las familias van cumpliendo con un ciclo de 
vida que está distribuido en 6 etapas: 
1. formación (constitución de una pareja) 
2. extensión (desde el nacimiento del primer hijo hasta el nacimiento del último 
hijo) 
3. 3.extensión completa (desde que nace el último hijo hasta que el primer hijo 
se va de casa) 
4. contracción (desde que el primer hijo abandona el hogar hasta que lo hace el 
último) 
5. contracción completa (desde que el último hijo abandona el hogar hasta la 
muerte de un cónyuge) 
6. disolución 
El adulto mayor está “encasillado” en las tres últimas etapas del ciclo familiar. En 
la cuarta etapa, la de contracción, desde que el primer hijo se va del hogar hasta que lo hace 
el último, no hay aún adultos mayores a no ser que el padre o la madre de la pareja se 
incorporen al domicilio, o que los hijos abandonen muy tarde el hogar. 
La quinta etapa incluye importantes pérdidas (incluye la jubilación, por ejemplo) 
pero también ganancias. Entre las pérdidas aparece la disminución de los ingresos 
económicos, aunque el nivel patrimonial no suele ser tan deficitario a partir de que muchos 
de ellos gozan de vivienda propia. Como ganancia se menciona el tiempo libre, pero este 
puede convertirse también en un pérdida (desencuentro de la pareja cuando los hijos se han 
ido, resurgimiento de viejas disputas no resueltas, etc.) Lo que suele suceder es que los 
patrones previos de relación ya no le sirvan y haya que elaborar otros nuevos, 
fundamentalmente con la pareja, los hijos y los nietos (si los hay). 
En esta etapa se produce la crisis que conocemos como el “síndrome del nido 
vacío”, una vez que los hijos se encaminan hacia la independencia y la pareja debe 
reestructurarse a partir de un encuentro diferente al propiciado por la paternidad y la 
maternidad. Suele ser el momento de “enfrentarse a viejos problemas con nuevas 
respuestas”. 
La sexta y última etapa es la que se inicia con la muerte de uno de los cónyuges. Es 
en esta etapa cuando se hace presente el sentimiento de soledad y la búsqueda de nuevas 
formas de involucrarse con la familia. Forma que va a depender del estado de salud en el 
que se encuentre. Esta es una de las pérdidas más importantes del adulto mayor y que más 
debilita su red social y familiar, en especial cuando es la mujer la que muere, con el 
consiguiente aumento estadístico de la mortalidad del esposo en los siguientes seis meses. 
 
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A. GERONTOLÓGICO 
 
 
Cuando los hijos incorporan al adulto mayor viudo a sus hogares, este debe 
adaptarse a las reglas, pero además el antiguo sistema debe reorganizarse para incluir al 
nuevo miembro y modificar algunas de sus normas. Existe una tendencia a mantener las 
antiguas pautas, lo que suele promover estrés en el geronte, sobre todo si tenemos en cuenta 
la dificultad para el cambio y el miedo a realizarlo. Es un acontecimiento vital estresante 
tanto para la persona envejecida como para la familia que lo recibe; independientemente de 
que esta incorporación puede ser o no voluntaria, y aun siéndolo puede no ser 
unánimemente deseada por todos los miembros de la familia. De la adaptabilidad de esta 
familia y de cómo resuelvan esta situación, dependerá que la nueva incorporación 
contribuya a su crecimiento y el de sus componentes o genere una inadaptación que 
desemboque en conflictos y hasta enfermedades. 
La incorporación no sólo ocasiona cambios en las reglas y pautas de 
funcionamiento, sino que también pueden aparecer alianzas entre el abuelo y los nietos o 
entre abuelo y el padre o la madre, perturbando el sistema previo organizado. 
Cuando el mayor es una persona dependiente, y en especial cuando sufre una 
demencia, se pueden presentar problemas adicionales como dificultades en la vivienda, 
(camas, baños no adaptados, etc.); cambios en los hábitos de vida, dudas en el cuidado, 
dificultades en la comunicación, agotamiento y estrés, sentimientos de culpa en los 
cuidadores, cambios en los roles familiares, responsabilidades desiguales en la atención y 
disminución de la vida social de los cuidadores, entre otros. 
Muchas veces el adulto mayor no es trasladado al domicilio de un hijo, sino a los 
domicilios de todos los hijos de forma rotativa, “viejo golondrina”. Cada familia puede 
tomar esta iniciativa por distintos motivos, pero la situación más frecuente, responde a la 
intención de los hijos de equiparar familiarmentelas cargas del cuidado. Esto dificulta la 
adaptación tanto del adulto mayor como de sus familiares, ocasionando estrés por el 
continuo cambio, lo que en ocasiones agrava los cuadros de demencia. 
 
 
Si la red familiar se afecta y debilita, el riesgo de institucionalización aumenta, 
especialmente con la aparición de enfermedades. En Argentina el porcentaje de adultos 
mayores residentes en instituciones es reducido (alrededor del 2%) pero condicionado, 
entre otros, por la fortaleza de las relaciones familiares. 
 
 
Un estudio reciente ha indicado que no es ni el matrimonio, ni la paternidad, ni la 
abuelidad, ni el climaterio, ni el abandono de la casa paterna, sino el cuidado de los propios 
padres lo que trae el mayor problema en el área de la vida familiar y constituye la mayor 
fuente de estrés.”(Secretaría de Tercera Edad y Acción Social.2000, p.295) 
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A. GERONTOLÓGICO 
 
 
La familia como cuidadora 
El cuidado familiar puede ser considerado como un indicador de la solidaridad o del 
conflicto familiar. Las relaciones que se establecen durante el cuidado son muchas veces 
contradictorias y ambivalentes. Si previamente a la dependencia de la persona mayor había 
una relación cordial puede que haya cierta actitud favorable hacia el cuidar; por el 
contrario, si las relaciones anteriores fueron conflictivas, la nueva situación las complica 
aún más. Se entremezclan vivencias anteriores y viejos recuerdos que pueden transformarse 
en reproches. Todo ello se agrava y puede dar lugar a discusiones y desacuerdos cuando 
varios hijos deben hacerse cargo del cuidado del padre, la madre o de ambos. 
Los procesos de desfamiliarización son muy variados y han seguido distintos 
ritmos a través de la historia, pero no implican suponer que las familias no quieren seguir 
cumpliendo determinadas funciones o que los cuidados a prodigar a sus mayores van a 
quedar exclusivamente en manos del Estado. 
Otro cambio que afecta las funciones familiares del cuidado, es la disminución de 
las familias tradicionales en las que el padre trabaja y la madre se dedica al cuidado de sus 
hijos. La participación de las mujeres en el mercado de trabajo aumentó de forma sostenida 
en la segunda mitad del siglo pasado. Uno de los cambios más notables en relación a las 
formas de convivencia, es que las mujeres que viven en pareja tienen un alto crecimiento en 
su participación laboral. Tan sólo un 28 % de los hogares urbanos se ajusta al modelo 
tradicional de familia nuclear compuesta por madre dedicada exclusivamente a las 
actividades domésticas y padre único proveedor de ingresos. Uruguay, país de cultura 
similar a la Argentina, se ubica entre los países de la región que presenta el porcentaje más 
bajo de familias tradicionales formadas por hombres proveedores económicos y mujeres 
amas de casa. 
 
 Vulnerabilidad y cuidados de los adultos mayores 
Los ancianos longevos constituyen el grupo de mayor riesgo en la vejez por su 
fragilidad. La gran mayoría vive con la familia y de ellos, el porcentaje más alto sin el 
cónyuge. En contextos de alta vulnerabilidad suele haber una persona que no es anciana, 
viviendo con el anciano. Ese apoyo adicional suele ser muy importante para la 
supervivencia del anciano, toda vez que las familias, en situaciones de alta 
vulnerabilidad no cuentan con recursos financieros para pagar servicios de terceros. 
Cabe aclarar que el contar con una persona o más en los domicilios, no significa 
necesariamente, que los ancianos cuenten con un cuidado más adecuado. 
El cuidador principal –que bien puede ser un familiar o un asistente contratado para 
ello- es quien provee casi toda la asistencia, mientras que el resto de los familiares o bien 
no apoyan en absoluto o realizan actividades de apoyo muy acotadas y puntuales. 
Para amigos y familiares, el estar pendientes de la persona dependiente supone una 
limitación importante para realizar otras actividades en la vida diaria. De allí la demanda de 
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auxiliares formados para llevar adelante las tareas de cuidado de sus seres queridos en el 
seno de su vida hogareña. En el mejor de los casos, los familiares pueden estar pendientes 
mediante una “supervisión activa”, es decir, están pendientes de la persona mayor e 
intervienen en los casos de necesidad. Estos son los miembros que además suelen llevar 
adelante las gestiones con las obras sociales y los servicios de salud. 
Debido a la mayor proporción de viudas, el estrés que experimentan los hijos por 
prestar cuidados personales a sus madres dependientes, los afecta de manera particular y 
de allí que se observe un incremento en la contratación de asistentes gerontológicos para las 
mujeres dependientes. 
Con frecuencia la dependencia supone un deterioro de la relación entre la persona 
dependiente y la persona que la cuida. La falta de disponibilidad de tiempo personal y la 
necesidad de contar con momentos de libertad para ellos mismos es una idea permanente en 
el discurso de los cuidadores. Las relaciones más allá de la familia, también se ven 
afectadas, fundamentalmente por la falta de tiempo para comenzar o mantener vínculos. 
Cuando el cuidado es responsabilidad de una sola persona, el aislamiento es mucho 
mayor. La existencia de varios cuidadores en el hogar permite tener tiempo libre y dedicar 
tiempo a las actividades cotidianas de cada uno. 
 
Estrategias familiares más frecuentes para afrontar el cuidado de sus ancianos 
A fin de hacer frente a la necesidad de cuidar a sus ancianos con dependencias, las 
familias llevan adelante distintas formas o estrategias para dar respuesta a esta situación, 
entre ellas se mencionan: 
-Cuidado solidario: en este modelo, lo más común es que un cuidador principal asuma la 
tarea del cuidado del adulto mayor, o que la persona mayor sea cuidada por distintos 
familiares en sus domicilios en forma rotativa. 
También es frecuente una situación de “cuidado recíproco” o de intercambio de 
cuidados entre el cuidador y la persona cuidada (por ejemplo: los adultos mayores son 
cuidados por sus hijos y a su vez estos colaboran en el cuidado de sus nietos). 
-Contratación de servicios domiciliarios: se suelen dar situaciones diferentes en los 
hogares. 
La primera vinculada a la contratación de un servicio de cuidados formales por 
situaciones puntuales como episodios de enfermedad, internaciones, viajes del cuidador 
principal, entre otros. 
La segunda situación es la contratación de cuidadores formales para atender las 
necesidades de asistencia de los ancianos y además, la de un servicio doméstico para la 
limpieza del hogar. 
La tercera es la incorporación al hogar de un servicio doméstico que cumple tareas 
de cuidados y de limpieza. 
-Apoyo en redes informales: implica un cuidado informal brindado al hogar por parte de 
vecinos, amigos o familiares no residentes. Esta estrategia se caracteriza por el apoyo no 
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estructurado para atender algunas de las necesidades de los adultos mayores como pago de 
cuentas, compras, visitas, recreación, etc. 
-Autocuidado del adulto mayor: a veces, el adulto mayor cuida de sí mismo o cree estar 
en capacidad de hacerlo. Son casos en los que los adultos mayores viven solos y 
manifiestan no tener necesidad de cuidados porque no se perciben a sí mismos como 
necesitados de ayuda o porque realmente gozan de autonomía. 
 
Adultos mayores y proyecto de vida 
Es cierto que en los últimos años el interésen los adultos mayores como resultado 
del envejecimiento poblacional ha causado un interés en este campo y se ha tratado de crear 
una visión más activa, menos restrictiva de las capacidades de las personas de la tercera 
edad. En este sentido, es necesario que quienes rodean al adulto mayor, ya sean sus 
cuidadores primarios, médicos, o su personal de asistencia lo alienten a realizar actividades, 
pero no sólo con el fin de “pasar el rato” o de “entretenerlo”, sino con la intención de que 
éste cree un objetivo real de vida y, en un sentido más riguroso, que se haga responsable de 
su vida, como lo hace cualquier adulto. 
Esto, probablemente, se perciba muy estricto, pero hay que romper 
muchos mitos acerca de la existencia de los adultos mayores, y además deben dejar de ser 
tratados como niños, porque no lo son. Tienen conocimientos y experiencias que no deben 
ser desvaloradas y que les otorgan toda la capacidad para crear un proyecto de vida. 
Un proyecto es un plan que se idea para poderlo realizar. En este sentido, un 
proyecto de vida se refiere a la definición de un plan de lo que se desea hacer en la vida; es 
aquello que una persona se traza con el fin de conseguir uno o varios propósitos para su 
existencia, En otras palabras, se asocia al concepto de realización personal, donde lleva a 
las personas a definir conscientemente las opciones que puede tener para conducir su vida y 
alcanzar el destino que se propone. Un proyecto de vida le da un por qué y un para qué a la 
existencia humana y, con eso, le otorga sentido al presente, porque de alguna manera se 
vive del presente pero sin perder de vista que el futuro se construye día a día. 
Al encontrarse transitando las últimas etapas de su vida, es importante que las 
personas mayores decidir por sí mismas, ya que implica tomar las riendas de la vida 
personal y asumir las consecuencias de dichas decisiones, es decir, ser responsable. Es por 
ello que deben ser estimulados frecuentemente a plantearse nuevos retos, primero a muy 
corto plazo y así sucesivamente, hasta crear un proyecto de vida o alentar un proyecto ya 
existente. La familia debe involucrarse activamente, ya que es esencial que las personas 
mayores se sientan apoyadas y motivadas constantemente, y además deben interactuar con 
otras personas mayores con las que compartan sus logros, aunque sus proyectos de vida 
sean distintos. 
 
Consideraciones finales 
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A. GERONTOLÓGICO 
 
 
En la perspectiva actual de abordaje de la temática del adulto mayor se 
hegemonizan las discusiones en torno a los planteos del envejecimiento y los sujetos del 
mismo: los viejos. Sin embargo, la problemática debe ampliarse e instalarse en el 
ámbito de la familia. 
Para lograr un aumento en los niveles de calidad de vida de los adultos mayores, 
además del alcance y la cobertura de las políticas públicas, es fundamental el lugar que se 
les otorga a las personas mayores en las actuales condiciones y posibilidades de las 
familias. En estas cuestiones es donde se entrecruzan el contexto, las concepciones de 
familia, las posibilidades de desarrollo, sus funciones y el desempeño de roles de sus 
miembros; además de condiciones materiales y simbólicas de existencia vital. 
 
A partir del enfoque sistémico, los miembros de una familia interactúan y son 
influenciados unos a otros en el comportamiento, pensamientos y sentimientos. En este 
contexto son susceptibles de aparición ciertos conflictos en las relaciones familia-adulto 
mayor. La situación eventual de fragilidad física y mental que pueden aparecer en las 
personas mayores ocasiona sentimientos de pena, culpa, impotencia y agotamiento en los 
miembros de la familia. En este marco de interacción es que los asistentes gerontológicos 
nos insertamos como un elemento más que permite reconfigurar el sistema en cierta 
medida. Otro aspecto clave para la intervención son los sistemas de Apoyo Social, tales 
como los grupos de apoyo, y la comunidad toda que debe tener presentes dos cuestiones: 
primero, tender a una educación que logre cambiar de actitudes sociales hacia la etapa de la 
vejez y por consiguiente la percepción desfavorable de la tercera edad. Segundo, influir en 
la elaboración de la política pública en beneficio de este grupo poblacional. Esta 
concepción educativa no sólo debe estar centrada en el "otro"; sino en el mismo sujeto que 
envejece: educación, en este sentido, es aquel actuar que lleva a aprender a vivir como 
persona humana en plenitud en cada momento de la vida, a lo largo de la existencia. Es la 
que apela a recuperar la dignidad de la vida en todo tiempo y circunstancia aún contra las 
adversidades, carencias e insatisfacciones. Un objetivo educativo de verdadera 
importancia es el ir generando en cada una de las personas una actitud consciente, 
responsable y comprometida, de aprendizaje permanente frente al proceso de 
envejecimiento y de los cambios personales que trae aparejado (Tamer, 1995). 
Por otra parte, es ineludible y un imperativo el trabajo a partir de los servicios 
asistenciales (no sólo en la satisfacción de necesidades básicas materiales; sino además 
relacionales y de interacción entre los individuos y entre éstos y el medio -pares, familia, 
instituciones, comunidad-), acompañados de acciones de prevención y promoción en un 
marco de interdisciplinariedad y de participación de todos los actores sociales. 
Ante una problemática compleja, la respuesta debe ser integral. Si bien es 
cierto, existe una marcada tendencia al aspecto asistencial. En la actualidad, se tiende a un 
trabajo holístico, pues la nueva configuración del campo así lo exige: una mayor cuota de 
participación de los adultos mayores en sus espacios de interacción social. 
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