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U8 INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA DE LA CIENCIA 
cer ~os ~otivos predominantes durante ese período de ~recimiento» 
no 1mplrca que los ciendficos sean los testigos de la verdad. Por 
otro lado tampoco descalifica en absoluto sus afirmaciones convir-
tiéndolas en mitos. 
He.:.- L. G t..- lf0· [_(:," ·,/ Tn frD ciJ cr /e· 1·1 &.. 1"' M'~ f e , ' 
de /O- !, <'"'11 ~'o./ &o. "Yr~/Dn l't J Ec:t (Y,- t- ,' (e~ 1 tíBJ 
11. LAS FUENTES 
Una fuente es un elemento objetivamente dado, material, proce-
dente del pasado, y creado por seres humanos; por ejemplo, una 
carta o una vasija de cerámica. Pero en sí mismo este objeto no es 
una fuente. Podría llamarse un vestigio del pasado o un objeto fuen-
te. Para que el vestigio alcance la categoría de fuente debe constituir 
un testimonio del pasado, tiene que decimos algo de él. El vestigio 
debe poder ser utilizado para darnos parte de la información que 
comporta de manera latente. Es el historiador el que convierte el 
vestigio en fuente mediante su interpretación. Planteándole pregun-
tas a partir de determinadas hipótesis (que no necesitan tener nin-
guna base documental), el historiador obliga a la fuente a revelar su 
información. A diferencia del vestigio, la fuente no es, en cuanto 
fuente, un objeto material, sino que ha de ser considerada como 
una información que se nos ha dejado. La información revelada por 
la fuente, y en este sentido la propia fuente, se convierte en una 
interacción entre el objeto-fuente y el historiador, un punto de en-
cuentro entre el pasado y el presente. De aquí se sigue que mientras 
que el objeto-fuente es algo fijo, la misma fuente puede desvelar 
unas informaciones distintas y posiblemente contradictorias. 
En capítulos anteriores hemos visto que las fuentes no se dan 
de una vez por todas, sino que se originan en el proceso dialéctico 
entre los vestigios del pasado y las interpretaciones del presente. 
Las fuentes de la historia de la ciencia no constituyen una excepción. 
El filólogo e historiador Julius Ruska (1867-1949) describía esa rela-
ción de la siguiente manera: l 
l. Citado de Weyer (1974), p. J. 
160 INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA DE LA CIENCIA 
La historia de las ciencias 5eguirá dependiendo de las fuentes 
que tenga a su disposición en el momento, pero la evalua~ión y la 
utilización correcta de las fuentes dependerán, en cambiO, de la 
capacidad que tenga el historiador para re~lizar la cd_tic::t _histórica. 
Al igual que la propia ciencia, la presentaciÓn de su h1storta es algo 
que no termina nunca. 
Algunas fuentes son relaciones del pasado escritas con la finali-
dad de contar algo sobre lo que entonces era presente; ya fueran 
dirigidas a sus contemporáneos o -lo que es más raro-- a las futu-
ras generaciones. Las fuentes de este estilo, que nos proporcionan 
intencionadamente unos determinados testimonios, suelen llamarse 
fuentes elocuentes o simbólicas. A diferencia de ellas, existen las fuen-
tes «mudas» o no simbólicas, que sólo dan información involunta-
riamente o sin pretenderlo. Tanto las fuentes simbólicas como las no 
simbólicas han sido creadas por el ser humano y la línea divisoria 
entre unas y otras no es muy precisa. Las cartas y demás documen-
tos escritos son las típicas fuentes simbólicas. A diferencia de las 
fuentes no simbólicas, pueden contener una información de tipo 
normativo, por ejemplo, valoraciones de la situación existente en el 
momento de ser escritas. Principalmente son las fuentes simbólicas 
las que plantean problemas relacionados con el análisis crítico de las 
fuentes. Las fuentes más relevantes para la.-hi~oria de la ciencia 
pertenecen, en general, a este grupo. Una retort procedente del 
lnboratorio de Liebig constituye una fuente no s'mbólica; los cua-
dernos de apuntes que contienen anotaciones de laboratorio son 
fuentes simbólicas. 
Entre otras cosas, el objetivo del análisis de las fuentes consiste 
en determinar la independencia y la fiabilidad de las fuentes. En 
relación con esto, suele distinguirse entre fuentes primarias y secu11-
darías. Por fuente primaria entendemos la que procede de la época 
sobre la cual revela información y, como tal, tiene una relación 
. directa con la realidad histórica (en sentido cronológico, sin que 
ello tenga nada que ver con su fiabilidad). Una fuente secundaria 
procede de un período posterior a aquel al que se refiere la fuente, 
y se basa en fuentes primarias anteriores. La distinción entre fuentes 
primarias y secundarias sólo tiene sentido referida a las fuentes sim-
bólicas. Es más, la distinción no es muy precisa. Como una fuente 
sólo es tal en un conrexto histórico específico, el mismo objeto-fuenre 
LAS F.UENTES 161 
puede constituir una fuente primaria o secundaria según se utilice 
y para qué. La théorie physique de Duhem puede s.er una ~me~a 
fuente secundaria para el historiador que desee estudtar la h~stor~a 
de las teorías de la gravitación; pero será una buena fuente pnmarta 
para los historiadores que deseen investigar las teorías positivistas 
sobre la ciencia a finales de siglo. 
¿Cuáles son, entonces, las típicas fuentes primarias que pue~en 
hallarse en historia de la ciencia? No es posible hacer una ltsta 
exhaustiva de ellas, pero las fuentes más importantes son las si-
guientes: 
la. Cartas. 
lb. Dietarios, diarios de laboratorio. 
le. Cuadernos de apuntes, notas privadas. 
ld. Manuscritos y esbozos de obras científicas. 
2a. Protocolos y libros de actas de instituciones cientílicas. 
2b. Informes y relaciones procedentes de instituciones científicas. 
2c. Solicitudes de cargos, convocatorias de cargos y evaluaciones 
de los solicitantes; documentos relativos a la admisión a socie-
dades culturales e instituciones similares. 
2d. Solicitudes de patentes y concesiones oficiales de patentes. 
3a. Tesis no publicadas; obras ganadoras de premios, disertacio-
nes, etc. 
3b. Pruebas de imptenta. 
3c. Artículos y libros de ciencia publicados (o papiros, inscripcio-
nes, etc.). 
4a Reseñas. 
4b. Libros de textos, pruebas de exámenes, notas de clase. 
4c. Manuales, libros fundamentales, tablas. 
5a. Autobiografías, memorias. 
5b. Películas, ilustraciones, mapas, fotografías, programas de tele-
visión . 
5c. Cintas, programas de radio. 
5d. Entrevistas, cuestionarios. 
6a. Informes oficiales, memoranda ministeriales, documentos le-
gales. 
6b. Proyectos y listas de ventas procedentes de fabricantes de ins-
trumentos, editores científicos y demás firmas relacionadas con 
la ciencia. 
11.- KRAGH 
162 INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA DE LA CIENCIA 
7a.. Libros y arúculos no científicos. 
7b. Peri6dicos. 
8a. Bibliotecas. 
Bb. Bibliografías. 
En esta lista hemos intentado dividir las fuentes por grupos, 
según la siguiente idea: las fuentes incluidas en 1, 3 y en parte en 4 
están relacionadas con las obras cientí.ficas consideradas como acti-
vidad intelectual creativa. Los grupos 2 y 6 tienen que ver con el 
entorno social e institucional de la ciencia. Las fuentes incluidas en 
el grupo 5 se refieren a aspectos diversos de la ciencia, principal-
mente de naturaleza no técnica. El grupo 7 nos muestra cuán diver-
sas pueden ser las fuentes impresas. Es especialmente en relación 
con los aspectos sociales y culturales de la ciencia como puede am· 
pliarse In posible información a muchas otras fuentes que, por lo 
demás, no tienen nada que ver con la ciencia: novelas, poemas, revis-
tas, periódicos, etc. 
Otra manera de clasificar las fuentes la ha propuesto Ottar Dahl, 
quien establece una distinción entre fuentes personales e institucio-
nales, que pueden ser públicas o «confidenciales» (no públicas).2 
Modificándolo un poco, pero utilizando las descripciones expuestas 
anteriormente, el esquema puede tener la siguiente forma: 
Confidenciales 
«Semipúblicas» 
Públicas 
Fuentes personales 
la, lb, le, ld, 5d 
(2c, 2d) 
3a, 3h, 8a 
3c, 4c, 5a, 7a, 7b 
(4a, 4b) 
Fuentes 
insti tucionalcs 
2a, 2b 
6b 
2b, 6a, 8b 
La~_fuentes mendonidas hastª- !hora han sido _9e !_ÍQO si'!lbólico!que contienen información escrita (con la excepción de 5b y 5c). Los 
objetos-fuente están hechos de papel o materiales semejantes. Pero 
2. Dahl (1967). 
LAS FUENTES 163 
existen también fuentes primarias no simbólicas que tienen impor-
tancia en historia de la ciencia: 
9a. Edificios, laboratorios. 
9b. Instrumentos, máquinas, aparatos. 
9c. Modelos de hormigón, planchas y tablillas. 
9d. Sustancias, herbarios, colecciones de historia natural. 
Comparadas con las fuentes de papel, este tipo de fuentes 
son escasas y su existencia fortuita; pero cuando existen pueden 
darnos una información muy valiosa acerca de los aspectos experi-
mentales y técnicos de la ciencia que pueden subestimarse con mu-
cha facilidad, si el historiador se basa sólo en fuentes escritas. Las 
fuentes del tipo 9 tienen especial interés para el historiador de la 
tecnología. Mientras las fuentes escritas suelen conservarse en archi-
vos, el sitio normal donde pueden encontrarse las fuentes del tipo 9 
son los museos. 
Las fuentes secundarias son menos variadas que las primarias. 
Suelen estar formadas por las siguientes categorías: 
10. Volúmenes memoriales, obituarios. 
11. Biografías (no contemporáneas). 
12. Reflexiones retrospectivas. 
13. Obras de historia de la ciencia. 
14. Otras obras históricas. 
No se intentará ahora estudiar uno a uno todos los tipos mencio-
nados de fuentes sistemáticamente. David Knight hn hecho una rela-
ción exhaustiva de las fuentes de historia de la ciencia, y a ella remi-
timos al lector .3 A continuación comentaré algunas fuentes. 
Las fuentes la-ld constituyen las expresiones más directas de los 
auténticos procesos científicos y por tal motivo tienen especial inte-
rés. Como no se supone que las fuentes vayan dirigidas al pí1blico, 
habitualmente puede considerárselas como testimonio con un alto 
grado de fiabilidad. No sólo serán fuentes fidedignas de los métodos 
y maneras de pensar, sino también de los datos experimentales que 
normalmente no aparecen en la publicación definitiva más que de 
3. Knight (1975). 
164 INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA DE LA CIENCIA 
forma condensada, editada y posiblemente manipulada. Por este mo-
tivo, los diarios de laboratorio y demás objetos similares constituyen 
unas fuentes imposibles de valorar a la hora de reconstruir el curso 
de los acontecimientos en la historia de la ciencia.4 En los últimos 
años, se ha hecho mucho por conservar y archivar las cartas, manus-
critos, cuadernos y demás elementos relacionados con las modernas 
investigaciones.5 
La importancia fundamental de las fuentes primarias no públicas 
se encuentra relacionada con la importante distinción que hay que 
hacer entre el llamado <<contexto de descubrimiento» y el «contexto 
de justificacióm>.6 Mientras el primero hace referencia a los proce-
dimientos utilizados para obtener el conocimiento científico, el segun-
do se refiere a los criterios de aceptabilidad de dicho conocimiento. 
El historiador intelectual, por definición sea como fuere, se verá 
comprometido con el contexto de descubrimiento. En la medida en 
la que se vean implicados los contextos reveladores de descubrimien-
tos concretos, l:ts fuentes primarias publicadas no wn los testimonios 
más fidedignos. Sólo en raras ocasiones las publicaciones dan infor-
mación acerca de los auténticos procesos de investigación. 
Uno de estos casos es el de la Astronomia Nova de Kepler (1609), 
cuyo prólogo dice : .«Lo que me importa no es sólo comunicar al 
lector lo que tengo que decir, sino sobre todo expresarle los razones , 
subterfugios y afortunados azares que me llevaron a mis descubri-
mientos».' Pero Kepler constituye una excepción, tanto a la norma 
4. Sorprendentemente, algunos archiveros e historiadores creen que ese 
tipo de fuentes son superfluas, que «las comprobaciones y los datos experi-
mentales deberían destruirse cuando la información que contienen se condensa 
en los informes que se publican o en los resúmenes estadísticos», M. J . Brich-
ford, citado por Elliott ( 1974 ), p. 30. 
5. Para una guia reciente de archivos, bibliografías, catálogos, manua-
les, etc., véase Jayawardene (1982). 
6. Los contextos de los descubrimientos y su justificación se estudian en 
la mayoda de los libros de teorfa ele la ciencia. Véase, por ejemplo, Lakatos 
y Musgrave (1970). 
7. Citado de Koest!er (1960), p. 124. Un paralelo moderno puede vt:rse 
en el escrito fundamental de Einstein sobre cosmología, que data de 1917, 
«Kosmologische Betrachtungen zur aUgemeinen Relativitatstheorie». En la intro-
ducción Einstein le dice al lector: «Trataré de guiar al lector por el camino 
que yo he atravesado, camino bastante arduo y tortuoso, pues de lo contrario 
no puedo albergar la esperanza de que se tome mucho interés por el resultado 
LAS FUENTES 165 
existente en época de Kep1er y en particular a la que habría en perío-
dos posteriores. Vale la pena recalcar, sin embargo, que la norma de 
publicación existente con su clara distinción entre contextos de des-
cubrimiento y de justificación no forma una parte imprescindible del 
discurso científico. En algunas fases del desarrollo científico, en la 
llamada «concreta» por Caneva, formaba parte de la integridad cien-
tífica el presentar las pruebas y los procesos de pensamiento tal como 
verdaderamente se le presentaron al científico. Este modelo no sólo 
era considerado de buen tono, sino que se consideraba además un 
criterio de verdad. La siguiente cita, que data de 1821, es típica de 
ese modelo «concreto» de ciencia: 8 
Como la teoría esbozada ... realmente surgió conmigo en el or-
den de las investigaciones tal como lo expresamos en las tres sec-
ciones, me considero obligado a mantener el mismo orden de 
presentación, pues resulta mucho más fácil desvelar las insensate-
ces de una teoría cuando se sabe exactamente el proceso mental 
que llevó a acertar o a equivocarse a su autor. 
El ideal «concreto» de ciencias desapareció a mediados del siglo 
pasado, cuando finalmente fue superado por el modelo «abstracto» 
que desde entonces ha dominado en las publicaciones científicas. 
El valor de las fuentes no públicas depende de la perspectiva y 
los intereses del historiador. Por lo que respecta a los aspectos cogni-
tivos de la ciencia, las fuentes no públicas tendrán absoluta prioridad. 
Pero no es ese el caso cuando el interés histórico se centra en la 
ciencia como fenómeno social, por. ejemplo. Con esta perspectiva, los 
cuadernos de notas, los diarios de laboratorio y los manuscritos 
resultarán en un gran medida irrelevantes. El propio hecho de que 
estas fuentes sean privadas significa que poco tienen que decir acerca 
de la historia social de la ciencia. Un manuscrito conocido sólo por 
su autor no puede haber tenido ninguna influencia en el desarrollo 
social de la ciencia (aunque pueda reflejar su desarrollo). Por lo 
tanto, el historiador social tendrá todo el dereého a centrarse en 
que se halla al final de la travesía»; traducción inglesa en Einstein el al. (1923), 
p. 179. 
8. Traducido de un libro antiguo de electromagnética, escrito por el físico 
y fisiólogo alemán Paul Erman poco después de los descubrimientos de 0rsted; 
~itado de Caneva (1978), p. 83 , 
166 INTRODUCCIÓN A LA UISTORIA DE LA CIENCIA 
unas fuentes aJstintas de las del historiador orientado hacia el cono-
cimiento, especialmente en las fuentes públicas e institucionales. 
En general, la historia social exige un enfoque más diverso y 
complejo que el que requiere la historia intelectual. Por ejemplo, al 
tratar del desarrollo de un determinado campo de la ciencia, el his-
toriador social tendrá que examinar no sólo a los actores, los cientí-
ficos, sino también a su público en un sentido amplio. Para ello, 
solerán tener mucho que ver las fuentes del grupo 7. Los fabrican tes 
de aparatos cientfficos, las firmas que proveen sustancias químicas 
y las que publican obras científicas constituyen un factor impor-
tante, aunque a veces descuidado, del desarrollo de la ciencia.Las 
fuentes relacionadas con los aspectos comerciales de la ciencia son 
distintas de otras fuentes y es fácil pasarlas por alto (grupo 6b }. 
Aunque las fuentes del grupo 3 constituyen lo que podríamos 
llamar los frentes de investigación de la ciencia, las del grupo 4 no 
desvelarán gran cosa sobre la creación investigadora. Pero los libros 
de texto constituirán una fuente fundamental para lograr una com-
pren~ión de los estadios bien asentados del desarrollo y la base para-
digmática de una díociplina científica. Lo mismo puede decirse, quizá 
con más razón todavía, de los manuales y m_onografías. Los libros de 
texto son exposiciones condensadas del corpus autorizado de saber 
que formn una disciplina y nos dan información acerca de la condi-
ción del tema en un momento dado. Los libros de texto y demás 
fuentes parecidas constituyen, pues, la norma según la cual sería 
razonable evaluar las aportaciones científicas. Descubriendo esa nor-
ma se puede evitar cometer el error, bastante verosímil, de identifi-
car el saber fronterizo con el saber admitido por la generalidad de 
la gente, de confundir la punta del iceberg con el propio iceberg. El 
nuevo saber no se disemina instantáneamente; precisamente porque 
un descubrimiento se hace un año concreto, no se difundirá inmedia-
tamente y será reconocido a despecho de lo verdadero e importante 
que a nosotros nos pueda parecer hoy día que es ese descubrimi~nto. 
Aunque los libros de texto no forman parte por sí solos del frente 
de investigación activa, tendrán también interés como fuentes de la 
ciencia de vanguardia; exactamente igual que la bibliografía con 
la que ha estado familiarizado el joven pretendiente a científico y 
que, tal vez, ha desempeñado por ello un papel importante en sus 
posteriores descubrimientos. Así, en un intento de rastrear las fuen-
tes 9ue inspiraron a Einstein a la hora de realizar su teorÍll de la 
LAS FUENTES 167 
relatividad, Holton ha aducido que la fuente individual más impor-
tante fue un libro de texto, por lo demás olvidado, sobre electro-
dinámica escrito por el físico alemán August Foppl.9 
Los manuales y las enciclopedias científicas tienen una función 
simHar como fuentes a la que poseen los libros de texto: solerán 
proporcionar una expresión con autoridad de lo que se sabía en un 
momento determinado. Las reseñas y resúmenes que pueden encon-
trarse en las revistas y anuarios bibliográficos constituyen buenas 
fuentes para evaluar cómo fue acogida una obra científica por uno 
persona determinada o en un determinado ambiente. En los reseñas 
el estilo suele ser más libre y su autor expresa su opinión de una 
forma más directa que la que suelen tener las publicaciones científi-
cas . Las reseñas son unas fuentes particularmente import:~ntes en 
relación con las controversias metodológicas, los conflictos de priori-
dades y problemas de ese tipo. Por ejemplo, cuando Alfred Wegencr 
propuso su teoría de la deriva de los continentes, fue rechazado por 
la mayor parte de los geólogos. La mejor manera de juzgar la intensi-
dad de In oposición con b que se topó Wegencr es el estudio de los 
simposios y artículos-reseñas. Según uno de estos autores de reseñas, 
«Wegener ... no busca la verdad; defiende una causa y se ciega 
ante todo hecho y ante todo argumento que se le oponga».10 
El tipo de científicos que son objeto de las fuentes del tipo 5 
suelen ser personajes famosos cuyos descubrimientos tuvieron lugar 
muchos años antes de que se originara la fuente. Las relaciones escri-
tas por los científicos que estuvieron verdaderamente implicados en 
el descubrimiento pertenecen al grupo 12, pero tienen también algo 
de la naturaleza de las fuentes primarias. Solerán tener un gran va-
lor de autenticidad y en muchos casos serán las únicas fuentes de 
conocimiento. Hay cuestiones personales que sólo el científico puede 
responder y que son difíciles de comprobar sobre la base de otros 
conocimientos. Sin embargo, las memorias y autobiografías no siem-
pre son dignas de confianza y habría que utilizarlas de forma crft ica 
(véase el capítulo 13 ). 
Las fuentes visuales raramente tendrán mucho interés respecto 
a los orígenes de los descubrimientos científicos. El científico no es 
seguido por un equipo de cine o de TV mientras est~ trabajando, 
9. Holton (1973), pp. 192-218. 
10. Citado de Frankel (1976), p. 307. 
168 INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA DE LA CIENCIA 
en sus momentos crec.tivos. Sin embargo, las fuentes visuales son 
muy importantes, particularmente en relación con la información que 
pueden proporcionar sobre la concepción general de la ciencia que se 
tenfa en el pasado. Las ilustraciones medievales del cuerpo humano, 
interpretadas de forma correcta, pueden proporcionarnos informa-
ción acerca de los conocimientos médicos que había en la Edad 
Media y que no pueden encontrarse en ningún texto. Las ilustracio-
nes abarcan un amplio espectro: mapas, diagramas de aparatos, retra-
tos, láminas de objetos de historia natural, ilustraciones de modelos 
y analogías, representaciones gráficas, etc. Sean del tipo que sean, 
las fuentes visuales siempre tienen la finalidad de acompañar un 
texto y como tales habría que examinarlas; pero, con todo, las 
ilustraciones pueden sobrepasar el texto y adquirir vida propia, 
trascendiendo la barrera que existe entre ciencia y arte. Las ilustra-
ciones anatómicas de Leonardo da Vinci y las zoológicas de Dure-
ro constituyen ejemplos bien conocidos. Los análisis de las pintu-
ras antiguas que tienen motivos científicos exigen del historiador 
de la ciencia que actúe y trabaje como un historiador del arte. En 
algunos casos las pinturas son una fuente importante de conocimien-
to de la base material de la ciencia del pasado, constituyendo descrip-
ciones de laboratorios, diseccionando escenas y aparatos, por ejem-
plo.U Los diagramas y los dibujos técnicos son fuentes indispensables 
en la mayoría de los campos de la historia de la tecnología. 
El estudio de lo que los científicos habían leído puede propor-
cionarnos unas informaciones muy importantes acerca de su bagaje 
en general y particularmente sobre otros científicos que hubieran 
influido en ellos. Si puede documentarse que un científico había leído 
una obra en concreto antes de hacer su descubrimiento, posiblemente 
esa obra tendría alguna significación para el descubrimiento, aunque 
el cientíiico no hiciera ninguna referencia a ella. 
En los poquísimos casos en los que existe todavía la biblioteca 
privada de un científico, siempre que se conserve en unas condiciones 
razonablemente buenas, o cuando puede reconstruirse su biblioteca, 
el historiador gozará de una oportunidad única para formarse un 
cuadro de la vida del científico.12 Pero evidentemente no pueden 
sacarse unas conclusiones cualesquiera basándose sólo en el hecho 
11. Cf. Hill (1975). Para ejemplos de historia natural, véase Knight (1985). 
12, Dos ejemplos de ello son Harrison (1978) y Crosl¡¡nd (1981). 
1 
'•1 ,, 
LAS FUENTES 169 
de que un ~ientífico X poseía una copia del libro ~e Y. Po~{a haber 
recibido una copia de manos del propio Y, por e¡e.mplo, sm leerla. 
Si se quiere afirmar que X se vio influido por el hbro de Y . en su 
obra, habrá que preguntarse si X había leído realmente el lt~ro o 
no. ¿Están cortadas las páginas? ¿Hny «sobaduras» u ?tros s~gnos 
de uso? ¿Ha sido anotado? ¿Hizo X alguna referencia. a~ libro? 
¿Cuándo lo ley6 X? Etcétera. Entre otras cosas, es el conoc1m1ento de 
los libros que poseía Newton, por el que puede docu~entar~e su 
interés por la alquimia (cf. capítulo 2). Cuando se de¡an ~a~ de 
cien volúmenes que pueden clasificarse como obras de al.~utmta al 
morir, debe concluirse por lo menos que la persona .en cuesuon estaba 
seriamente interesada por la alquimia. 
Los obituarios y los artículos recordatorios de c~e estilo s~n fuen-
tes valiosas, pero problemáticas. Son problemáucas prect.samentc 
porque la finalidad primordial del obituario no es. dar una. m forma-
ción histórica fidedigna,sino glorificar al personaJe y la vtda de,~~ 
persona muerta. Los obituarios suelen ser siempre ;etrato~ no cnu-
cos o, por lo menos, favorables, de una vida. Es mas, habttu~lmentc 
son escritos por los colegas o qiscípulos del difunto, para qUienes el 
obituario tenderá a servir de vínculo con la historia activa de la tra-
dición de su disciplina. En resumen, los obituarios son ejemplos del 
tipo de historiografía mítica que se ha estudiado en e.l capítul~, 10. 
El repaso de las bibliografías..solerá ser una buena mtroduccJOn a 
una obra de historia de la ciencia. Las bibliografías pueden ordenarse 
de manera muy distintas, por ejemplo, bibliografía de un tema o 
disciplina durante un determinado período, o bib~iografí~s ~e ci~n­
tíficos determinados. Para muchos científicos, extsten btbltograftas 
más 0 menos completas, que en algunos casos llegan a más de mil 
obras publicadas. Las bibliografías completas no sólo deberían conte-
ner las obras científicas originales, sino también las obras de natu-
raleza no técnica, además de las reseñas , la información sobre tra-
ducciones a lenguas extranjeras, los números publicados y el número 
de ediciones. Las bibliografías de literatura secundaria tienen tam-
bién un enorme valor práctico. Las bibliografías habituales de lsJS, 
que abarcan toda la historia de la ciencia más reciente, constituyen 
. . d'bl 1l un instrumento 1mprescm 1 e. 
13. Isis Critica[ Bibliography (anual); también el Bt~llctm Signalétiq11c 
(tres veces !11 afio). 
l 
1 
l 
170 INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA DE LA CIENCIA 
El proceso de investigación histórica empieza por una situación 
del problema. El historiador elige su planteamiento del problema 
según su deseo de tratar un determinado tema. Formula preguntas 
en torno al tema, forma una idea de qué es lo que quiere saber. 
Estas cuestiones llevarán luego, naturalmente, a determinadas fuen-
tes que posiblemente podrán responder a las preguntas y que proba-
blemente traerán también consigo otras nuevas. El planteamiento 
original del problema se transformará a lo largo del proceso de inves-
tigación, en parte a consecuencia del estudio de las fuentes. 
El primer estadio consistirá en rastrear e identificar las fuentes 
que tengan que ver con el problema que se ha definido. Esta puede 
ser una tarea muy ardua, dependiendo de la naturaleza del tema de 
que se trate y de su situación en el tiempo. Solerá ser buena idea 
empezar por las fuentes secundarias, en particular por las obras que 
otros historiadores escribieron sobre ese tema u otros parecidos. De 
ese modo, puede uno ahorrarse un trabajo de referencias que ocupa 
mucho tiempo, y conseguir dar relativamente pronto un panorama 
de las fuentes que se necesitarán para una investigación más de cer-
ca. No importa hasta qué punto sea exhaustiva su búsqueda de fuen-
tes, el caso es que el historiador nunca logrará basar su estudio en 
todas las fuentes pertinentes. Es imposible saber si podría hallarse 
más información pertinente en otras fuentes no consultadas; y, sin 
embargo, fuentes que nada tenían que ver pueden pasar a convertirse 
en importantes. Es la interpretación de las fuentes lo que determina 
su pertinencia respecto a la cuestión planteada por el historiador. 
Una vez que el historiador ha elegido sus fuentes, debería, en 
principio, examinar su autenticidad. En otras palabras, debería estar 
alerta ante la posibilidad de que hubieran sido falseadas. No conoz-
co más que un solo caso de verdadera superchería en la historia de 
la ciencia, pero es tan enorme y grotesco que vale la pena que se men-
cione.14 Se refiere a cierto Vrain-Lucas, que fabricó millares de docu-
14. Merton (1957). Un fraude científico mejor conocido es el caso Pilt· 
down. Los fósiles de Piltdown fueron «descubiertos» en 1912 y durante cua-
renta años fueron aceptados generalmente como vestigios de un hombre prehi~­
tórico. Sólo en 1953 se supo a ciencia cierta que el hombre de Piltdown era 
un fraude cuidadosamente planeado. Véase la discusión en Brannigan (1981), 
pp. 133-142. El hombre de Piltdown era una superchería de la ciencia de la 
paleontología, no realmente de la historia de la ciencia. En este sentido es dis-
tinto del caso Vrnin-Lucas. 
LAS PUENTES 171 
mentas históricos falsos en la década de 1860, incluidas cartas de 
Lutero, Galileo y Newton (por no mencionar a Poncio Pilatos y Ma-
rfa Magdalena -todas en francés). Entre los documentos debidos a 
la inventiva de Vrain-Lucas estaba un carteo entre Newton (que con-
taría 11 años de edad) y Pascal, por el que se desvelaba que este 
último fue el descubridor de la ley de la gravedad. El hecho más 
molesto en el asunto de Vrain-Lucas fuera tal vez el hecho de que 
sus fuentes caseras fueron tomadas en serio por varios científicos 
franceses, cuyo patriotismo y vanidad científica recibieron un fuerte 
impulso de esos documentos falsos. 
La crítica histórica es el proceso en virtud del cual se analizan 
críticamente las fuentes con vistas a establecer su autenticidad y fia-
bilidad.15 El objetivo es evaluar la proximidad que las fuentes tienen 
respecto a la realidad histórica, suponiendo de antemano que ningu-
na fuente da un fiel reflejo del pasado, sino que sólo pueden ser 
señales más o menos completas procedentes del pasado. Es impor-
tante definir si la fuente es auténtica o no, si son correctas o no su 
datación e información respecto a la localización, si su supuesto 
autor es su verdadero autor o no, etc. Las fuentes que no son autén-
ticas en este sentido no tienen por qué ser supercherías (aunque 
las fuentes falsificadas no son nunca auténticas). Puede haber muchas 
razones por las que la información inmediata desvelada por la fuente 
no revele sus verdaderos orígenes. Sarton ejemplificaba cómo inclu-
so una fuente primaria aparentemente fidedigna puede darnos unas 
informaciones falsas. En el colofón de una de las primeras ediciones 
de la obra geográfica de Ptolomeo (cosmografía), la edición se fecha 
en MCCCCLXII, es decir 1462. Pero es casi seguro que esta fecha 
está equivocada y que el libro no fue editado hasta quince años más 
tnrde.16 
La investigación fundamental del análisis de las fuentes consiste 
en establecer la fiabilidad de In fuente. ¿Representa esa fuente una 
realidad histórica? ¿Cuán fiable es su información? Como hemos 
mencionado ya, puede haber muchas razones pam no aceptar inme-
diatamente la información que da una fuente primaria sin realizar 
más investigaciones. La información que nos da es normalmente la 
versión que el autor da de la realidad y debe ser siemore evaluada 
15. Bloch (1953). pp. 90-100. 
l6. Sarton (1936), p. 13. 
172 1N1'RODUCCIÓN A LA liiS1'0RIA DE LA CIENCIA 
dentro del contexto en el que aparece. Hay que analizar los motivos 
que tenía el autor para escribir lo que escribió, establecer los moti-
vos que se ocultan detrás de la fuente. ¿A quién iba dirigida origi-
nalmente la fuente? ¿En qué circunstancias se escribió? Y ante todo 
y sobre todo hay que comparar la información que da la fuente con 
otros testimonios referidos al acontecimiento del que trate la fuen-
te; comparar en parte con otras fuentes y examinar detalladamente 
el contenido utilizando lo que generalmente se sabe sobre el tema y 
su época. La datación errónea de la edición de la Geografía de Pto-
lomeo mencionada anteriormente no fue debida a una acción cons-
ciente, por ejemplo; el editor o impresor difícilmente habría podido 
tener algún motivo para datar el libro en 1462, cosa que debió deber-
se a un simple error de imprenta. El error puede reconocerse como 
t al comparándolo con otras ediciones de la obra de Ptolomeo (la 
primera de las cuales data de 1475) y por los comentarios contem-
poráneos de la obra . 
Como demostraremos en el siguiente capítulo, el meollo de toda 
critica de las fuentes es la comparación de los distintos testimonios. 
Pensemos en un determinado acontecimiento A que ppsiblemente 
sucedió en el pasado. Para determinar si A es verdadero o falso 
' tenemos una seriede fuentes distintas que dan distintos testimonios, 
T1, T2, TJ, ... Normalmente, algunos de estos testimonios corrobo-
rarán A y otros no; podemos llam::~r a esos testimonios T + y T-
rcspectivamente. Pueden darse entonces diversas situaciones: 
1. Si A se halla daramente en conflicto con el conocimiento cien-
tífico generalmente admi tido, conch.¡iremos inmediatamente que A 
no tuvo lugar y que T + es o bien falso o bien ha sido malinterpre-
tado. Esto vale también en caso de que no haya fuentes con T - . 
Nótese, sin ~mbargo, que el conocimiento que se utiliza aquí para 
evaluar A es el saber generalmente admitido del propio tiempo y 
que, por lo tanto, esa valoración no puede ser nunca más segura ·que 
dicho saber. 
2. Si sólo existen T+ o T-, y no hay motivos especiales para 
rechazar o admitir A, el asunto es algo trivial. En un caso de este 
estilo concluiremos, naturalmente, que A tuvo lugar o que no. 
3. Si hay testimonios contradictorios, por ejemplo entre Ttf-y 
TT, hay dos situaciones posibles: 
,3a. Si hay más t~stimonios (TJ1 T4~ . .. )1 ~e compararán con T1 
LAS FUENTES 173 
y T2. Si T3 = Tt, T4 = TT, etc., concluiremos que TT hay que recha-
zarlo y que efectivamente A tuvo lugar; . . , 
3b. si los únicos testimonios son T 1 y 1'2, el htstonador . tendra 
que valorar si es T 1 o T2 el que da una relación más «plausible» ? 
«razonable» de los hechos. El historiador puede verse forzado a admt· 
tir que no es plausible distinguir entre la fiabilidad ?e Tt Y la de T2 
y que no puede decidirse el conocimiento que se tiene de A sobre 
la base de las fuentes disponibles. 
4. Pudiera darse el caso de que T1 no estuviera realmente en 
conAicto con T2, T 3, ... , pero que T1 no se viera corroborado por 
ningún otro testimonio independiente. En tal caso, Tt tendrfa una 
condición única respecto a otros testimonios acerca de A. Normal-
mente, la admisión de T 1 exige una correspondencia con otros testi-
monios. La falta de esa correspondencia de testimonios hará que la 
suma total de los testimonios T1, T2, TJ, ... resulte ininteligible e 
incoherente. Por lo tanto concluiremos que hay que rechazar Tt. 
5. La falta de unos testimonios suplementarios no pueden utili-
zarse, sin embargo, automáticamente como fundamento para rechazar 
T1. Marc Bloch nos recuerda que: 17 
Los reactivos utilizados para comprobar los testimonios no de: 
herían utilizarse con brutalidad. Casi todos los principios raciona-
les casi todas las experiencias que guían las pruebas, si se las 
lle~a demasiado lejos, tocan sus límites en los principios o ex~e­
riencias contrarios. Como toda lógica que se respete, la críttca 
histórica tiene sus contradicciones o, por lo menos, sus paradojas ... 
pnra tener por auténtico un ~estimonio, el ~étod? exige que de: 
muestre cierta correspondencia con los test1momos cercanos. St 
aplidramos este precepto literalmente, no obst.an.te, ¿qué pasa~~a 
con el descubrimiento? Pues hablar de descubnm1ento es tambten 
hablar de sorpresa y desemejanza. Una ciencia que se limite a 
afirmar que algo sucede invariablemente tal y como cabe esperar 
difícilmente sería de provecho o divertida. 
Como ejemplo, tenemos testimonios documentales de que Leo-
nardo da Vinci se interesó seriamente por los principios det vuelo Y 
que esbozó planos de máquinas voladoras. Estos testimonios n_o se 
corresponden con otros testimonios contemporáneos, pues evtden-
17. Bloch (1953), p. 120. 
174 INTRODUCCIÓN A LA JIISTORIA DE LA CIENCIA 
temente Leonardo fue el único que estudió la posibtlidad de volar 
durante el Renacimiento. Sin embargo, admitimos que lo esbozo~ de 
Leonardo son fuentes auténticas, precisamente en cuanto co~,trtbu­
ción enormemente original, que constituye más una cxpreswn de 
su genio que la de las condiciones generales de su época. 
12. EVA LUACIÓN DE LAS FUENTES 
Toda evaluación de materiales primarios publicados implicará la 
cuestión de si realmente puede atribuirse el texto a su :mtor; o de 
cuánto tiene de auténtica expresión del pensamiento de su autor. No 
puede suponerse incuestionablemente que cada palabra de una publi-
cación científica corresponde a su autor. Puede haber muchas razones 
para ello. Por ejemplo, es bien conocido que durante mucho tiempo 
las instituciones académicas han tenido una tradición según la cual los 
catedráticos, directores, médicos-jefe y demás personal situado en 
lo más alto aparecen como autores de escritos que en realidad son 
obra y están basados en el trabajo de investjgadores más jóvenes. Es 
más, se debería ser consciente de que las fuentes publicadas han 
pasado siempre hasta cierto punto el filtro que supone el aparato de 
la publicación; gue los editores de revistas, por ejemplo, pueden 
haber cambiado el escrito realizado por el autor, en ocasiones mucho, 
y no necesariamente con el consentimiento de su autor. Antiguamen-
te el editor tenía derecho e incluso la obligación de modificar el ma-
terial presentado, de manera bastante libre. En casos como éste , no 
puede utilizarse la fuente publicada corno expresión fidedigna de los 
puntos de vista exactos del autor. Hoy día, los nrtfculos científicos 
son criticados y editados por árbitros; la versión gue se publica suele 
ser una segunda o tercera versión del manuscrito original y, por lo 
tanto, no una fuente adecuada de información detallada acerca de 
los puntos de vista del autor. Los esbozos en sucio y las versiones 
manuscritas anteriores a la publicación resultarán mucho más ade-
cuadas para este objetivo. 
Los problemas relacionados con la historiografía anacrónica y dia-
crónica respectivamente quedan al descubierto cuando se analizan 
las fuentes escritas en una lengua significativamente distinta de la 
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