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U8 INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA DE LA CIENCIA cer ~os ~otivos predominantes durante ese período de ~recimiento» no 1mplrca que los ciendficos sean los testigos de la verdad. Por otro lado tampoco descalifica en absoluto sus afirmaciones convir- tiéndolas en mitos. He.:.- L. G t..- lf0· [_(:," ·,/ Tn frD ciJ cr /e· 1·1 &.. 1"' M'~ f e , ' de /O- !, <'"'11 ~'o./ &o. "Yr~/Dn l't J Ec:t (Y,- t- ,' (e~ 1 tíBJ 11. LAS FUENTES Una fuente es un elemento objetivamente dado, material, proce- dente del pasado, y creado por seres humanos; por ejemplo, una carta o una vasija de cerámica. Pero en sí mismo este objeto no es una fuente. Podría llamarse un vestigio del pasado o un objeto fuen- te. Para que el vestigio alcance la categoría de fuente debe constituir un testimonio del pasado, tiene que decimos algo de él. El vestigio debe poder ser utilizado para darnos parte de la información que comporta de manera latente. Es el historiador el que convierte el vestigio en fuente mediante su interpretación. Planteándole pregun- tas a partir de determinadas hipótesis (que no necesitan tener nin- guna base documental), el historiador obliga a la fuente a revelar su información. A diferencia del vestigio, la fuente no es, en cuanto fuente, un objeto material, sino que ha de ser considerada como una información que se nos ha dejado. La información revelada por la fuente, y en este sentido la propia fuente, se convierte en una interacción entre el objeto-fuente y el historiador, un punto de en- cuentro entre el pasado y el presente. De aquí se sigue que mientras que el objeto-fuente es algo fijo, la misma fuente puede desvelar unas informaciones distintas y posiblemente contradictorias. En capítulos anteriores hemos visto que las fuentes no se dan de una vez por todas, sino que se originan en el proceso dialéctico entre los vestigios del pasado y las interpretaciones del presente. Las fuentes de la historia de la ciencia no constituyen una excepción. El filólogo e historiador Julius Ruska (1867-1949) describía esa rela- ción de la siguiente manera: l l. Citado de Weyer (1974), p. J. 160 INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA DE LA CIENCIA La historia de las ciencias 5eguirá dependiendo de las fuentes que tenga a su disposición en el momento, pero la evalua~ión y la utilización correcta de las fuentes dependerán, en cambiO, de la capacidad que tenga el historiador para re~lizar la cd_tic::t _histórica. Al igual que la propia ciencia, la presentaciÓn de su h1storta es algo que no termina nunca. Algunas fuentes son relaciones del pasado escritas con la finali- dad de contar algo sobre lo que entonces era presente; ya fueran dirigidas a sus contemporáneos o -lo que es más raro-- a las futu- ras generaciones. Las fuentes de este estilo, que nos proporcionan intencionadamente unos determinados testimonios, suelen llamarse fuentes elocuentes o simbólicas. A diferencia de ellas, existen las fuen- tes «mudas» o no simbólicas, que sólo dan información involunta- riamente o sin pretenderlo. Tanto las fuentes simbólicas como las no simbólicas han sido creadas por el ser humano y la línea divisoria entre unas y otras no es muy precisa. Las cartas y demás documen- tos escritos son las típicas fuentes simbólicas. A diferencia de las fuentes no simbólicas, pueden contener una información de tipo normativo, por ejemplo, valoraciones de la situación existente en el momento de ser escritas. Principalmente son las fuentes simbólicas las que plantean problemas relacionados con el análisis crítico de las fuentes. Las fuentes más relevantes para la.-hi~oria de la ciencia pertenecen, en general, a este grupo. Una retort procedente del lnboratorio de Liebig constituye una fuente no s'mbólica; los cua- dernos de apuntes que contienen anotaciones de laboratorio son fuentes simbólicas. Entre otras cosas, el objetivo del análisis de las fuentes consiste en determinar la independencia y la fiabilidad de las fuentes. En relación con esto, suele distinguirse entre fuentes primarias y secu11- darías. Por fuente primaria entendemos la que procede de la época sobre la cual revela información y, como tal, tiene una relación . directa con la realidad histórica (en sentido cronológico, sin que ello tenga nada que ver con su fiabilidad). Una fuente secundaria procede de un período posterior a aquel al que se refiere la fuente, y se basa en fuentes primarias anteriores. La distinción entre fuentes primarias y secundarias sólo tiene sentido referida a las fuentes sim- bólicas. Es más, la distinción no es muy precisa. Como una fuente sólo es tal en un conrexto histórico específico, el mismo objeto-fuenre LAS F.UENTES 161 puede constituir una fuente primaria o secundaria según se utilice y para qué. La théorie physique de Duhem puede s.er una ~me~a fuente secundaria para el historiador que desee estudtar la h~stor~a de las teorías de la gravitación; pero será una buena fuente pnmarta para los historiadores que deseen investigar las teorías positivistas sobre la ciencia a finales de siglo. ¿Cuáles son, entonces, las típicas fuentes primarias que pue~en hallarse en historia de la ciencia? No es posible hacer una ltsta exhaustiva de ellas, pero las fuentes más importantes son las si- guientes: la. Cartas. lb. Dietarios, diarios de laboratorio. le. Cuadernos de apuntes, notas privadas. ld. Manuscritos y esbozos de obras científicas. 2a. Protocolos y libros de actas de instituciones cientílicas. 2b. Informes y relaciones procedentes de instituciones científicas. 2c. Solicitudes de cargos, convocatorias de cargos y evaluaciones de los solicitantes; documentos relativos a la admisión a socie- dades culturales e instituciones similares. 2d. Solicitudes de patentes y concesiones oficiales de patentes. 3a. Tesis no publicadas; obras ganadoras de premios, disertacio- nes, etc. 3b. Pruebas de imptenta. 3c. Artículos y libros de ciencia publicados (o papiros, inscripcio- nes, etc.). 4a Reseñas. 4b. Libros de textos, pruebas de exámenes, notas de clase. 4c. Manuales, libros fundamentales, tablas. 5a. Autobiografías, memorias. 5b. Películas, ilustraciones, mapas, fotografías, programas de tele- visión . 5c. Cintas, programas de radio. 5d. Entrevistas, cuestionarios. 6a. Informes oficiales, memoranda ministeriales, documentos le- gales. 6b. Proyectos y listas de ventas procedentes de fabricantes de ins- trumentos, editores científicos y demás firmas relacionadas con la ciencia. 11.- KRAGH 162 INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA DE LA CIENCIA 7a.. Libros y arúculos no científicos. 7b. Peri6dicos. 8a. Bibliotecas. Bb. Bibliografías. En esta lista hemos intentado dividir las fuentes por grupos, según la siguiente idea: las fuentes incluidas en 1, 3 y en parte en 4 están relacionadas con las obras cientí.ficas consideradas como acti- vidad intelectual creativa. Los grupos 2 y 6 tienen que ver con el entorno social e institucional de la ciencia. Las fuentes incluidas en el grupo 5 se refieren a aspectos diversos de la ciencia, principal- mente de naturaleza no técnica. El grupo 7 nos muestra cuán diver- sas pueden ser las fuentes impresas. Es especialmente en relación con los aspectos sociales y culturales de la ciencia como puede am· pliarse In posible información a muchas otras fuentes que, por lo demás, no tienen nada que ver con la ciencia: novelas, poemas, revis- tas, periódicos, etc. Otra manera de clasificar las fuentes la ha propuesto Ottar Dahl, quien establece una distinción entre fuentes personales e institucio- nales, que pueden ser públicas o «confidenciales» (no públicas).2 Modificándolo un poco, pero utilizando las descripciones expuestas anteriormente, el esquema puede tener la siguiente forma: Confidenciales «Semipúblicas» Públicas Fuentes personales la, lb, le, ld, 5d (2c, 2d) 3a, 3h, 8a 3c, 4c, 5a, 7a, 7b (4a, 4b) Fuentes insti tucionalcs 2a, 2b 6b 2b, 6a, 8b La~_fuentes mendonidas hastª- !hora han sido _9e !_ÍQO si'!lbólico!que contienen información escrita (con la excepción de 5b y 5c). Los objetos-fuente están hechos de papel o materiales semejantes. Pero 2. Dahl (1967). LAS FUENTES 163 existen también fuentes primarias no simbólicas que tienen impor- tancia en historia de la ciencia: 9a. Edificios, laboratorios. 9b. Instrumentos, máquinas, aparatos. 9c. Modelos de hormigón, planchas y tablillas. 9d. Sustancias, herbarios, colecciones de historia natural. Comparadas con las fuentes de papel, este tipo de fuentes son escasas y su existencia fortuita; pero cuando existen pueden darnos una información muy valiosa acerca de los aspectos experi- mentales y técnicos de la ciencia que pueden subestimarse con mu- cha facilidad, si el historiador se basa sólo en fuentes escritas. Las fuentes del tipo 9 tienen especial interés para el historiador de la tecnología. Mientras las fuentes escritas suelen conservarse en archi- vos, el sitio normal donde pueden encontrarse las fuentes del tipo 9 son los museos. Las fuentes secundarias son menos variadas que las primarias. Suelen estar formadas por las siguientes categorías: 10. Volúmenes memoriales, obituarios. 11. Biografías (no contemporáneas). 12. Reflexiones retrospectivas. 13. Obras de historia de la ciencia. 14. Otras obras históricas. No se intentará ahora estudiar uno a uno todos los tipos mencio- nados de fuentes sistemáticamente. David Knight hn hecho una rela- ción exhaustiva de las fuentes de historia de la ciencia, y a ella remi- timos al lector .3 A continuación comentaré algunas fuentes. Las fuentes la-ld constituyen las expresiones más directas de los auténticos procesos científicos y por tal motivo tienen especial inte- rés. Como no se supone que las fuentes vayan dirigidas al pí1blico, habitualmente puede considerárselas como testimonio con un alto grado de fiabilidad. No sólo serán fuentes fidedignas de los métodos y maneras de pensar, sino también de los datos experimentales que normalmente no aparecen en la publicación definitiva más que de 3. Knight (1975). 164 INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA DE LA CIENCIA forma condensada, editada y posiblemente manipulada. Por este mo- tivo, los diarios de laboratorio y demás objetos similares constituyen unas fuentes imposibles de valorar a la hora de reconstruir el curso de los acontecimientos en la historia de la ciencia.4 En los últimos años, se ha hecho mucho por conservar y archivar las cartas, manus- critos, cuadernos y demás elementos relacionados con las modernas investigaciones.5 La importancia fundamental de las fuentes primarias no públicas se encuentra relacionada con la importante distinción que hay que hacer entre el llamado <<contexto de descubrimiento» y el «contexto de justificacióm>.6 Mientras el primero hace referencia a los proce- dimientos utilizados para obtener el conocimiento científico, el segun- do se refiere a los criterios de aceptabilidad de dicho conocimiento. El historiador intelectual, por definición sea como fuere, se verá comprometido con el contexto de descubrimiento. En la medida en la que se vean implicados los contextos reveladores de descubrimien- tos concretos, l:ts fuentes primarias publicadas no wn los testimonios más fidedignos. Sólo en raras ocasiones las publicaciones dan infor- mación acerca de los auténticos procesos de investigación. Uno de estos casos es el de la Astronomia Nova de Kepler (1609), cuyo prólogo dice : .«Lo que me importa no es sólo comunicar al lector lo que tengo que decir, sino sobre todo expresarle los razones , subterfugios y afortunados azares que me llevaron a mis descubri- mientos».' Pero Kepler constituye una excepción, tanto a la norma 4. Sorprendentemente, algunos archiveros e historiadores creen que ese tipo de fuentes son superfluas, que «las comprobaciones y los datos experi- mentales deberían destruirse cuando la información que contienen se condensa en los informes que se publican o en los resúmenes estadísticos», M. J . Brich- ford, citado por Elliott ( 1974 ), p. 30. 5. Para una guia reciente de archivos, bibliografías, catálogos, manua- les, etc., véase Jayawardene (1982). 6. Los contextos de los descubrimientos y su justificación se estudian en la mayoda de los libros de teorfa ele la ciencia. Véase, por ejemplo, Lakatos y Musgrave (1970). 7. Citado de Koest!er (1960), p. 124. Un paralelo moderno puede vt:rse en el escrito fundamental de Einstein sobre cosmología, que data de 1917, «Kosmologische Betrachtungen zur aUgemeinen Relativitatstheorie». En la intro- ducción Einstein le dice al lector: «Trataré de guiar al lector por el camino que yo he atravesado, camino bastante arduo y tortuoso, pues de lo contrario no puedo albergar la esperanza de que se tome mucho interés por el resultado LAS FUENTES 165 existente en época de Kep1er y en particular a la que habría en perío- dos posteriores. Vale la pena recalcar, sin embargo, que la norma de publicación existente con su clara distinción entre contextos de des- cubrimiento y de justificación no forma una parte imprescindible del discurso científico. En algunas fases del desarrollo científico, en la llamada «concreta» por Caneva, formaba parte de la integridad cien- tífica el presentar las pruebas y los procesos de pensamiento tal como verdaderamente se le presentaron al científico. Este modelo no sólo era considerado de buen tono, sino que se consideraba además un criterio de verdad. La siguiente cita, que data de 1821, es típica de ese modelo «concreto» de ciencia: 8 Como la teoría esbozada ... realmente surgió conmigo en el or- den de las investigaciones tal como lo expresamos en las tres sec- ciones, me considero obligado a mantener el mismo orden de presentación, pues resulta mucho más fácil desvelar las insensate- ces de una teoría cuando se sabe exactamente el proceso mental que llevó a acertar o a equivocarse a su autor. El ideal «concreto» de ciencias desapareció a mediados del siglo pasado, cuando finalmente fue superado por el modelo «abstracto» que desde entonces ha dominado en las publicaciones científicas. El valor de las fuentes no públicas depende de la perspectiva y los intereses del historiador. Por lo que respecta a los aspectos cogni- tivos de la ciencia, las fuentes no públicas tendrán absoluta prioridad. Pero no es ese el caso cuando el interés histórico se centra en la ciencia como fenómeno social, por. ejemplo. Con esta perspectiva, los cuadernos de notas, los diarios de laboratorio y los manuscritos resultarán en un gran medida irrelevantes. El propio hecho de que estas fuentes sean privadas significa que poco tienen que decir acerca de la historia social de la ciencia. Un manuscrito conocido sólo por su autor no puede haber tenido ninguna influencia en el desarrollo social de la ciencia (aunque pueda reflejar su desarrollo). Por lo tanto, el historiador social tendrá todo el dereého a centrarse en que se halla al final de la travesía»; traducción inglesa en Einstein el al. (1923), p. 179. 8. Traducido de un libro antiguo de electromagnética, escrito por el físico y fisiólogo alemán Paul Erman poco después de los descubrimientos de 0rsted; ~itado de Caneva (1978), p. 83 , 166 INTRODUCCIÓN A LA UISTORIA DE LA CIENCIA unas fuentes aJstintas de las del historiador orientado hacia el cono- cimiento, especialmente en las fuentes públicas e institucionales. En general, la historia social exige un enfoque más diverso y complejo que el que requiere la historia intelectual. Por ejemplo, al tratar del desarrollo de un determinado campo de la ciencia, el his- toriador social tendrá que examinar no sólo a los actores, los cientí- ficos, sino también a su público en un sentido amplio. Para ello, solerán tener mucho que ver las fuentes del grupo 7. Los fabrican tes de aparatos cientfficos, las firmas que proveen sustancias químicas y las que publican obras científicas constituyen un factor impor- tante, aunque a veces descuidado, del desarrollo de la ciencia.Las fuentes relacionadas con los aspectos comerciales de la ciencia son distintas de otras fuentes y es fácil pasarlas por alto (grupo 6b }. Aunque las fuentes del grupo 3 constituyen lo que podríamos llamar los frentes de investigación de la ciencia, las del grupo 4 no desvelarán gran cosa sobre la creación investigadora. Pero los libros de texto constituirán una fuente fundamental para lograr una com- pren~ión de los estadios bien asentados del desarrollo y la base para- digmática de una díociplina científica. Lo mismo puede decirse, quizá con más razón todavía, de los manuales y m_onografías. Los libros de texto son exposiciones condensadas del corpus autorizado de saber que formn una disciplina y nos dan información acerca de la condi- ción del tema en un momento dado. Los libros de texto y demás fuentes parecidas constituyen, pues, la norma según la cual sería razonable evaluar las aportaciones científicas. Descubriendo esa nor- ma se puede evitar cometer el error, bastante verosímil, de identifi- car el saber fronterizo con el saber admitido por la generalidad de la gente, de confundir la punta del iceberg con el propio iceberg. El nuevo saber no se disemina instantáneamente; precisamente porque un descubrimiento se hace un año concreto, no se difundirá inmedia- tamente y será reconocido a despecho de lo verdadero e importante que a nosotros nos pueda parecer hoy día que es ese descubrimi~nto. Aunque los libros de texto no forman parte por sí solos del frente de investigación activa, tendrán también interés como fuentes de la ciencia de vanguardia; exactamente igual que la bibliografía con la que ha estado familiarizado el joven pretendiente a científico y que, tal vez, ha desempeñado por ello un papel importante en sus posteriores descubrimientos. Así, en un intento de rastrear las fuen- tes 9ue inspiraron a Einstein a la hora de realizar su teorÍll de la LAS FUENTES 167 relatividad, Holton ha aducido que la fuente individual más impor- tante fue un libro de texto, por lo demás olvidado, sobre electro- dinámica escrito por el físico alemán August Foppl.9 Los manuales y las enciclopedias científicas tienen una función simHar como fuentes a la que poseen los libros de texto: solerán proporcionar una expresión con autoridad de lo que se sabía en un momento determinado. Las reseñas y resúmenes que pueden encon- trarse en las revistas y anuarios bibliográficos constituyen buenas fuentes para evaluar cómo fue acogida una obra científica por uno persona determinada o en un determinado ambiente. En los reseñas el estilo suele ser más libre y su autor expresa su opinión de una forma más directa que la que suelen tener las publicaciones científi- cas . Las reseñas son unas fuentes particularmente import:~ntes en relación con las controversias metodológicas, los conflictos de priori- dades y problemas de ese tipo. Por ejemplo, cuando Alfred Wegencr propuso su teoría de la deriva de los continentes, fue rechazado por la mayor parte de los geólogos. La mejor manera de juzgar la intensi- dad de In oposición con b que se topó Wegencr es el estudio de los simposios y artículos-reseñas. Según uno de estos autores de reseñas, «Wegener ... no busca la verdad; defiende una causa y se ciega ante todo hecho y ante todo argumento que se le oponga».10 El tipo de científicos que son objeto de las fuentes del tipo 5 suelen ser personajes famosos cuyos descubrimientos tuvieron lugar muchos años antes de que se originara la fuente. Las relaciones escri- tas por los científicos que estuvieron verdaderamente implicados en el descubrimiento pertenecen al grupo 12, pero tienen también algo de la naturaleza de las fuentes primarias. Solerán tener un gran va- lor de autenticidad y en muchos casos serán las únicas fuentes de conocimiento. Hay cuestiones personales que sólo el científico puede responder y que son difíciles de comprobar sobre la base de otros conocimientos. Sin embargo, las memorias y autobiografías no siem- pre son dignas de confianza y habría que utilizarlas de forma crft ica (véase el capítulo 13 ). Las fuentes visuales raramente tendrán mucho interés respecto a los orígenes de los descubrimientos científicos. El científico no es seguido por un equipo de cine o de TV mientras est~ trabajando, 9. Holton (1973), pp. 192-218. 10. Citado de Frankel (1976), p. 307. 168 INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA DE LA CIENCIA en sus momentos crec.tivos. Sin embargo, las fuentes visuales son muy importantes, particularmente en relación con la información que pueden proporcionar sobre la concepción general de la ciencia que se tenfa en el pasado. Las ilustraciones medievales del cuerpo humano, interpretadas de forma correcta, pueden proporcionarnos informa- ción acerca de los conocimientos médicos que había en la Edad Media y que no pueden encontrarse en ningún texto. Las ilustracio- nes abarcan un amplio espectro: mapas, diagramas de aparatos, retra- tos, láminas de objetos de historia natural, ilustraciones de modelos y analogías, representaciones gráficas, etc. Sean del tipo que sean, las fuentes visuales siempre tienen la finalidad de acompañar un texto y como tales habría que examinarlas; pero, con todo, las ilustraciones pueden sobrepasar el texto y adquirir vida propia, trascendiendo la barrera que existe entre ciencia y arte. Las ilustra- ciones anatómicas de Leonardo da Vinci y las zoológicas de Dure- ro constituyen ejemplos bien conocidos. Los análisis de las pintu- ras antiguas que tienen motivos científicos exigen del historiador de la ciencia que actúe y trabaje como un historiador del arte. En algunos casos las pinturas son una fuente importante de conocimien- to de la base material de la ciencia del pasado, constituyendo descrip- ciones de laboratorios, diseccionando escenas y aparatos, por ejem- plo.U Los diagramas y los dibujos técnicos son fuentes indispensables en la mayoría de los campos de la historia de la tecnología. El estudio de lo que los científicos habían leído puede propor- cionarnos unas informaciones muy importantes acerca de su bagaje en general y particularmente sobre otros científicos que hubieran influido en ellos. Si puede documentarse que un científico había leído una obra en concreto antes de hacer su descubrimiento, posiblemente esa obra tendría alguna significación para el descubrimiento, aunque el cientíiico no hiciera ninguna referencia a ella. En los poquísimos casos en los que existe todavía la biblioteca privada de un científico, siempre que se conserve en unas condiciones razonablemente buenas, o cuando puede reconstruirse su biblioteca, el historiador gozará de una oportunidad única para formarse un cuadro de la vida del científico.12 Pero evidentemente no pueden sacarse unas conclusiones cualesquiera basándose sólo en el hecho 11. Cf. Hill (1975). Para ejemplos de historia natural, véase Knight (1985). 12, Dos ejemplos de ello son Harrison (1978) y Crosl¡¡nd (1981). 1 '•1 ,, LAS FUENTES 169 de que un ~ientífico X poseía una copia del libro ~e Y. Po~{a haber recibido una copia de manos del propio Y, por e¡e.mplo, sm leerla. Si se quiere afirmar que X se vio influido por el hbro de Y . en su obra, habrá que preguntarse si X había leído realmente el lt~ro o no. ¿Están cortadas las páginas? ¿Hny «sobaduras» u ?tros s~gnos de uso? ¿Ha sido anotado? ¿Hizo X alguna referencia. a~ libro? ¿Cuándo lo ley6 X? Etcétera. Entre otras cosas, es el conoc1m1ento de los libros que poseía Newton, por el que puede docu~entar~e su interés por la alquimia (cf. capítulo 2). Cuando se de¡an ~a~ de cien volúmenes que pueden clasificarse como obras de al.~utmta al morir, debe concluirse por lo menos que la persona .en cuesuon estaba seriamente interesada por la alquimia. Los obituarios y los artículos recordatorios de c~e estilo s~n fuen- tes valiosas, pero problemáticas. Son problemáucas prect.samentc porque la finalidad primordial del obituario no es. dar una. m forma- ción histórica fidedigna,sino glorificar al personaJe y la vtda de,~~ persona muerta. Los obituarios suelen ser siempre ;etrato~ no cnu- cos o, por lo menos, favorables, de una vida. Es mas, habttu~lmentc son escritos por los colegas o qiscípulos del difunto, para qUienes el obituario tenderá a servir de vínculo con la historia activa de la tra- dición de su disciplina. En resumen, los obituarios son ejemplos del tipo de historiografía mítica que se ha estudiado en e.l capítul~, 10. El repaso de las bibliografías..solerá ser una buena mtroduccJOn a una obra de historia de la ciencia. Las bibliografías pueden ordenarse de manera muy distintas, por ejemplo, bibliografía de un tema o disciplina durante un determinado período, o bib~iografí~s ~e ci~n tíficos determinados. Para muchos científicos, extsten btbltograftas más 0 menos completas, que en algunos casos llegan a más de mil obras publicadas. Las bibliografías completas no sólo deberían conte- ner las obras científicas originales, sino también las obras de natu- raleza no técnica, además de las reseñas , la información sobre tra- ducciones a lenguas extranjeras, los números publicados y el número de ediciones. Las bibliografías de literatura secundaria tienen tam- bién un enorme valor práctico. Las bibliografías habituales de lsJS, que abarcan toda la historia de la ciencia más reciente, constituyen . . d'bl 1l un instrumento 1mprescm 1 e. 13. Isis Critica[ Bibliography (anual); también el Bt~llctm Signalétiq11c (tres veces !11 afio). l 1 l 170 INTRODUCCIÓN A LA HISTORIA DE LA CIENCIA El proceso de investigación histórica empieza por una situación del problema. El historiador elige su planteamiento del problema según su deseo de tratar un determinado tema. Formula preguntas en torno al tema, forma una idea de qué es lo que quiere saber. Estas cuestiones llevarán luego, naturalmente, a determinadas fuen- tes que posiblemente podrán responder a las preguntas y que proba- blemente traerán también consigo otras nuevas. El planteamiento original del problema se transformará a lo largo del proceso de inves- tigación, en parte a consecuencia del estudio de las fuentes. El primer estadio consistirá en rastrear e identificar las fuentes que tengan que ver con el problema que se ha definido. Esta puede ser una tarea muy ardua, dependiendo de la naturaleza del tema de que se trate y de su situación en el tiempo. Solerá ser buena idea empezar por las fuentes secundarias, en particular por las obras que otros historiadores escribieron sobre ese tema u otros parecidos. De ese modo, puede uno ahorrarse un trabajo de referencias que ocupa mucho tiempo, y conseguir dar relativamente pronto un panorama de las fuentes que se necesitarán para una investigación más de cer- ca. No importa hasta qué punto sea exhaustiva su búsqueda de fuen- tes, el caso es que el historiador nunca logrará basar su estudio en todas las fuentes pertinentes. Es imposible saber si podría hallarse más información pertinente en otras fuentes no consultadas; y, sin embargo, fuentes que nada tenían que ver pueden pasar a convertirse en importantes. Es la interpretación de las fuentes lo que determina su pertinencia respecto a la cuestión planteada por el historiador. Una vez que el historiador ha elegido sus fuentes, debería, en principio, examinar su autenticidad. En otras palabras, debería estar alerta ante la posibilidad de que hubieran sido falseadas. No conoz- co más que un solo caso de verdadera superchería en la historia de la ciencia, pero es tan enorme y grotesco que vale la pena que se men- cione.14 Se refiere a cierto Vrain-Lucas, que fabricó millares de docu- 14. Merton (1957). Un fraude científico mejor conocido es el caso Pilt· down. Los fósiles de Piltdown fueron «descubiertos» en 1912 y durante cua- renta años fueron aceptados generalmente como vestigios de un hombre prehi~ tórico. Sólo en 1953 se supo a ciencia cierta que el hombre de Piltdown era un fraude cuidadosamente planeado. Véase la discusión en Brannigan (1981), pp. 133-142. El hombre de Piltdown era una superchería de la ciencia de la paleontología, no realmente de la historia de la ciencia. En este sentido es dis- tinto del caso Vrnin-Lucas. LAS PUENTES 171 mentas históricos falsos en la década de 1860, incluidas cartas de Lutero, Galileo y Newton (por no mencionar a Poncio Pilatos y Ma- rfa Magdalena -todas en francés). Entre los documentos debidos a la inventiva de Vrain-Lucas estaba un carteo entre Newton (que con- taría 11 años de edad) y Pascal, por el que se desvelaba que este último fue el descubridor de la ley de la gravedad. El hecho más molesto en el asunto de Vrain-Lucas fuera tal vez el hecho de que sus fuentes caseras fueron tomadas en serio por varios científicos franceses, cuyo patriotismo y vanidad científica recibieron un fuerte impulso de esos documentos falsos. La crítica histórica es el proceso en virtud del cual se analizan críticamente las fuentes con vistas a establecer su autenticidad y fia- bilidad.15 El objetivo es evaluar la proximidad que las fuentes tienen respecto a la realidad histórica, suponiendo de antemano que ningu- na fuente da un fiel reflejo del pasado, sino que sólo pueden ser señales más o menos completas procedentes del pasado. Es impor- tante definir si la fuente es auténtica o no, si son correctas o no su datación e información respecto a la localización, si su supuesto autor es su verdadero autor o no, etc. Las fuentes que no son autén- ticas en este sentido no tienen por qué ser supercherías (aunque las fuentes falsificadas no son nunca auténticas). Puede haber muchas razones por las que la información inmediata desvelada por la fuente no revele sus verdaderos orígenes. Sarton ejemplificaba cómo inclu- so una fuente primaria aparentemente fidedigna puede darnos unas informaciones falsas. En el colofón de una de las primeras ediciones de la obra geográfica de Ptolomeo (cosmografía), la edición se fecha en MCCCCLXII, es decir 1462. Pero es casi seguro que esta fecha está equivocada y que el libro no fue editado hasta quince años más tnrde.16 La investigación fundamental del análisis de las fuentes consiste en establecer la fiabilidad de In fuente. ¿Representa esa fuente una realidad histórica? ¿Cuán fiable es su información? Como hemos mencionado ya, puede haber muchas razones pam no aceptar inme- diatamente la información que da una fuente primaria sin realizar más investigaciones. La información que nos da es normalmente la versión que el autor da de la realidad y debe ser siemore evaluada 15. Bloch (1953). pp. 90-100. l6. Sarton (1936), p. 13. 172 1N1'RODUCCIÓN A LA liiS1'0RIA DE LA CIENCIA dentro del contexto en el que aparece. Hay que analizar los motivos que tenía el autor para escribir lo que escribió, establecer los moti- vos que se ocultan detrás de la fuente. ¿A quién iba dirigida origi- nalmente la fuente? ¿En qué circunstancias se escribió? Y ante todo y sobre todo hay que comparar la información que da la fuente con otros testimonios referidos al acontecimiento del que trate la fuen- te; comparar en parte con otras fuentes y examinar detalladamente el contenido utilizando lo que generalmente se sabe sobre el tema y su época. La datación errónea de la edición de la Geografía de Pto- lomeo mencionada anteriormente no fue debida a una acción cons- ciente, por ejemplo; el editor o impresor difícilmente habría podido tener algún motivo para datar el libro en 1462, cosa que debió deber- se a un simple error de imprenta. El error puede reconocerse como t al comparándolo con otras ediciones de la obra de Ptolomeo (la primera de las cuales data de 1475) y por los comentarios contem- poráneos de la obra . Como demostraremos en el siguiente capítulo, el meollo de toda critica de las fuentes es la comparación de los distintos testimonios. Pensemos en un determinado acontecimiento A que ppsiblemente sucedió en el pasado. Para determinar si A es verdadero o falso ' tenemos una seriede fuentes distintas que dan distintos testimonios, T1, T2, TJ, ... Normalmente, algunos de estos testimonios corrobo- rarán A y otros no; podemos llam::~r a esos testimonios T + y T- rcspectivamente. Pueden darse entonces diversas situaciones: 1. Si A se halla daramente en conflicto con el conocimiento cien- tífico generalmente admi tido, conch.¡iremos inmediatamente que A no tuvo lugar y que T + es o bien falso o bien ha sido malinterpre- tado. Esto vale también en caso de que no haya fuentes con T - . Nótese, sin ~mbargo, que el conocimiento que se utiliza aquí para evaluar A es el saber generalmente admitido del propio tiempo y que, por lo tanto, esa valoración no puede ser nunca más segura ·que dicho saber. 2. Si sólo existen T+ o T-, y no hay motivos especiales para rechazar o admitir A, el asunto es algo trivial. En un caso de este estilo concluiremos, naturalmente, que A tuvo lugar o que no. 3. Si hay testimonios contradictorios, por ejemplo entre Ttf-y TT, hay dos situaciones posibles: ,3a. Si hay más t~stimonios (TJ1 T4~ . .. )1 ~e compararán con T1 LAS FUENTES 173 y T2. Si T3 = Tt, T4 = TT, etc., concluiremos que TT hay que recha- zarlo y que efectivamente A tuvo lugar; . . , 3b. si los únicos testimonios son T 1 y 1'2, el htstonador . tendra que valorar si es T 1 o T2 el que da una relación más «plausible» ? «razonable» de los hechos. El historiador puede verse forzado a admt· tir que no es plausible distinguir entre la fiabilidad ?e Tt Y la de T2 y que no puede decidirse el conocimiento que se tiene de A sobre la base de las fuentes disponibles. 4. Pudiera darse el caso de que T1 no estuviera realmente en conAicto con T2, T 3, ... , pero que T1 no se viera corroborado por ningún otro testimonio independiente. En tal caso, Tt tendrfa una condición única respecto a otros testimonios acerca de A. Normal- mente, la admisión de T 1 exige una correspondencia con otros testi- monios. La falta de esa correspondencia de testimonios hará que la suma total de los testimonios T1, T2, TJ, ... resulte ininteligible e incoherente. Por lo tanto concluiremos que hay que rechazar Tt. 5. La falta de unos testimonios suplementarios no pueden utili- zarse, sin embargo, automáticamente como fundamento para rechazar T1. Marc Bloch nos recuerda que: 17 Los reactivos utilizados para comprobar los testimonios no de: herían utilizarse con brutalidad. Casi todos los principios raciona- les casi todas las experiencias que guían las pruebas, si se las lle~a demasiado lejos, tocan sus límites en los principios o ex~e riencias contrarios. Como toda lógica que se respete, la críttca histórica tiene sus contradicciones o, por lo menos, sus paradojas ... pnra tener por auténtico un ~estimonio, el ~étod? exige que de: muestre cierta correspondencia con los test1momos cercanos. St aplidramos este precepto literalmente, no obst.an.te, ¿qué pasa~~a con el descubrimiento? Pues hablar de descubnm1ento es tambten hablar de sorpresa y desemejanza. Una ciencia que se limite a afirmar que algo sucede invariablemente tal y como cabe esperar difícilmente sería de provecho o divertida. Como ejemplo, tenemos testimonios documentales de que Leo- nardo da Vinci se interesó seriamente por los principios det vuelo Y que esbozó planos de máquinas voladoras. Estos testimonios n_o se corresponden con otros testimonios contemporáneos, pues evtden- 17. Bloch (1953), p. 120. 174 INTRODUCCIÓN A LA JIISTORIA DE LA CIENCIA temente Leonardo fue el único que estudió la posibtlidad de volar durante el Renacimiento. Sin embargo, admitimos que lo esbozo~ de Leonardo son fuentes auténticas, precisamente en cuanto co~,trtbu ción enormemente original, que constituye más una cxpreswn de su genio que la de las condiciones generales de su época. 12. EVA LUACIÓN DE LAS FUENTES Toda evaluación de materiales primarios publicados implicará la cuestión de si realmente puede atribuirse el texto a su :mtor; o de cuánto tiene de auténtica expresión del pensamiento de su autor. No puede suponerse incuestionablemente que cada palabra de una publi- cación científica corresponde a su autor. Puede haber muchas razones para ello. Por ejemplo, es bien conocido que durante mucho tiempo las instituciones académicas han tenido una tradición según la cual los catedráticos, directores, médicos-jefe y demás personal situado en lo más alto aparecen como autores de escritos que en realidad son obra y están basados en el trabajo de investjgadores más jóvenes. Es más, se debería ser consciente de que las fuentes publicadas han pasado siempre hasta cierto punto el filtro que supone el aparato de la publicación; gue los editores de revistas, por ejemplo, pueden haber cambiado el escrito realizado por el autor, en ocasiones mucho, y no necesariamente con el consentimiento de su autor. Antiguamen- te el editor tenía derecho e incluso la obligación de modificar el ma- terial presentado, de manera bastante libre. En casos como éste , no puede utilizarse la fuente publicada corno expresión fidedigna de los puntos de vista exactos del autor. Hoy día, los nrtfculos científicos son criticados y editados por árbitros; la versión gue se publica suele ser una segunda o tercera versión del manuscrito original y, por lo tanto, no una fuente adecuada de información detallada acerca de los puntos de vista del autor. Los esbozos en sucio y las versiones manuscritas anteriores a la publicación resultarán mucho más ade- cuadas para este objetivo. Los problemas relacionados con la historiografía anacrónica y dia- crónica respectivamente quedan al descubierto cuando se analizan las fuentes escritas en una lengua significativamente distinta de la Helge, Kragh 1 Helge, Kragh 2 Helge, Kragh 3 Helge, Kragh 4 Helge, Kragh 5 Helge, Kragh 6 Helge, Kragh 7 Helge, Kragh 8 Helge, Kragh 9 Helge, Kragh 10 Helge, Kragh 11 Helge, Kragh 12 Helge, Kragh 13 Helge, Kragh 14 Helge, Kragh 15 Helge, Kragh 16 Helge, Kragh 17 Helge, Kragh 18 Helge, Kragh 19
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