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! ~ \ • Conducta SOCia y cuestiones sociales CONTENIDO DEL CAPÍTULO MOTIVACIÓN SOCIAL Necesidades de estimulación Necesidades de comparación social Diferencias individuales RECUADRO 15-1: Arquitectura y necesidades sociales PERCEPCIÓN Y PRESENTACIÓN SOCIAL El proceso de atribución La conducta del observador La conducta del observado Consecuencias de las atribuciones RECUADRO 15-2: Manejo de impresiones AYUDA La contribución de quien ayuda La contribución de las condiciones sociales La contribución de la víctima Explicación de la ayuda humana ACATAMIENTO Conformidad Influencia de la minoría Obediencia RECUADRO 15-3: Obediencia: el caso de las sectas religiosas ACTITUDES Y ESTEREOTIPOS Actitudes Estereotipos y prejuicios Consistencia interna de las actitudes Formación de actitudes Dinámica de las actitudes Cambio de actitudes HOSTILIDADES RACIALES Evidencia del racismo Racismo: formación y dinámica Eliminación del racismo SOCIEDAD Y DIFERENCIAS SEXUALES Papeles sexuales La ventaja masculina Género y conducta Género y poder social Influencias sociales sobre la conducta del papel sexual El futuro de los papeles sexuales UN EPiLOGO RESUMEN GUiA DE ESTUDIO 11i ¡¡,1...,·¡_.,_;1.,1.,1•,.. 1 ¡~ J·li..:J·i ¡•;,:ojl,l,.IJ.Lii.:lJJI.¡ ¿FALSO O VERDADERO? 1 Las primeras impresiones persisten. Ha- biendo decidido que Néstor es listo, es proba- ble que Incluso las acciones torpes se vean como si fueran inteligentes. ¿Falso o verdadero? 2 Hay seguridad en los números. En una emergencia, uno está mejor si hay muchas personas presentes. ¿Falso o verdadero? 3 Cuando los seres humanos tienen que ele- gir entre obedecer la conciencia o una autori- dad, la mayoría acata los principios morales. ¿Falso o verdadero? 4 Con sólo poner dos miembros de dos ra- zas en contacto cercano como sucede en forma natural en una escuela integrada, se reducen los prejuicios de manera sustancial. ¿Falso o verdadero? 5 En promedio, las mujeres tienden a ser más emocionales que los hombres. ¿Falso o verdadero? ~.~-~. ¡Es posible imaginar una vida sin otros in- dividuos? ¿Puede pensarse en la total soledad en el mundo? Para la mayoría de las personas, la idea es aterradora Los seres humanos son animales sociales, criatu- ras que se agrupan, dependiendo los unos de los otros en una serie de formas durante la vida, em- pezando con el nacimiento. Los individuos en ca- da región del mundo integran sociedades que ejercen presión en casi todo lo que les concierne. Este capítulo se centra en las dimensiones so- ciales distintivas de la vivencia humana, algo que se ha tocado en casi cada uno de los capítulos de este texto; se comenzará explorando temas de psicología social. Los psicólogos sociales. en su búsqueda de información acerca de los procesos y principios sociales, estudian cómo interactúan entre sí y se influyen de modo recíproco los ani- males, en especial las personas. Para iniciar se echa una mirada de cerca a un incidente que su- giere que los individuos se encuentran mezclados en una red de criterios y reglas sociales o normas. LAS NORMAS DEL TREN SUBTERRÁNEO DE LA CIUDAD DE NUEVA YORK "Hace poco analizamos la experiencia del tren subterráneo que es tan característica de la vida de Nueva York, 'explicó el psicólogo Stanley Milgram en una entrevista (Travis, 1974, pp. 71-71).' Es una situación regulada de manera notable e intentamos sondear las nor- mas que la hacen manejable." Al comienzo de la investigación, Milgram le pidió a estudiantes de licenciatura que se aproximaran a alguien en el tren subterráneo y le solicitaran que les cediera su asiento. Los alumnos sólo se rieron; los estudiantes de posgrado de Milgram también se negaron. Sin embargo, tarde o temprano, "un alma va· liante, Ira Goodman, realizó la tarea heroica, acompanado por [un] observador. Se le indicó a Goodman que hiciera la petición en forma cortés, sin justificación inicial, a veinte pasa- jeros." Se acercó a catorce; casi la mitad le cedieron su lugar. Cuando se le preguntó por qué no había continuado, Goodman explicó, "simplemente no podía seguir; fue una de las cosas más dificiles que he hecho en mi vida". Milgram suponía que la conducta de Good- man quizás estaría diciendo algo importante con respecto al comportamiento social en ge· neral, de modo que persuadió a sus alumnos de posgrado que repitieran la acción, y él se incluyó. Milgram escribe: CONDUCTA SOCIAL Y CUESTION~t; OIU<.;IALio:> Para ser sincero, a pesar de la experiencia ini- cial de Goodman, creí que seria sencillo. Me acerqué a un usuario que se encontraba senta- do y estuve a punto de emitir la frase mágica,· no obstante, las palabras parecían atoradas en mi garganta y, sencillamente, no salían. Quedé ahí, estático después me retiré, sin cumplir la misión. Mi estudiante observador me presionó a que lo intentara una vez más, pero estaba abrumado por una inhibición paralizante. Me di- je a mí mismo: "¿qué clase de pobre cobarde eres? Le pediste a tu clase que lo hiciera. ¿Có- mo puedes regresar a ellos sin haber realizado tu propia tarea?" Al final, luego de varios intentos fallidos, me dirigí al pasajero y le musité la solicitud, "dis~ culpe señor ¿podría cederme su asiento?" Me envolvió un momento de pánico crudo; pero el hombre se paró y me dejó su lugar. Aun faltaba un segundo golpe; tomar el asiento del sujeto, me sentí agobiado por fa obligación de compor- tarme de modo que pudiera justificar mí peti- ción. Mi cabeza se hundió entre mis rodillas y percibí que palidecía; no estaba simulando. En realidad sentía como sí fuera a perecer. En casi todos los encuentros sociales, como en los trenes subterráneos, las personas poseen ex- ~.u. • ..... ~. -··-~"!\ ... .;:. I,..C 1 pectativas compartidas acerca de lo qu~ debe ha- cerse y decirse e m el uso con respecto a lo que hay que pensar y sentir. las reglas son aceptadas de manera tan generalizada por los miembros de una cultura, que dejarse guiar por ellas parece natural. Usamos ropa en pübl ico y eliminamos desechos corporales en privado; si alguien pre- gunta "lcómo estás?", no se hace un catálogo de dolores y males. El trabajo de los antropólogos demuestra que estos patrones no son universales. (Véase la Fig. 15-1.) A lo largo del capítulo se ob- FIGURA 15-1 Las normas difieren mucho de una cultura a otra, a pesar de que las personas tienden a considerar sus criterios como los "naturales". a) Las mujeres be- duinas que viven cerca del desierto de Sinaí cubren sus cuerpos y caras para proteger su castidad y el honor de los hombres. El concepto es que las mu- jeres representan tanta tentación sexual y se con· trolan tan poco que ponen en peligro el orden so- cial. Las coberturas corporales tienen el supuesto objetivo de restringir la sexualidad desatada. Des- pués de que algunos paises del Oriente Medio abandonaron la tradición del velo, muchas mujeres indicaron sentirse incómodas, vulnerables e inclu- so desnudas cuando caminan por una calle pública la primera vez que se lo quitaron (Fernea y Fernea, 1979). b) ¿Puede imaginarse a los beduinos vesti- dos como los nativos de Nigeria del norte, otra cáli· da región desértica? Claro que los que viven en Ni· geria del norte consideran que su código de vesti- do es el natural. [a) Alon ReiningertContact y b) Na- ciones Unidas.] t , , , , , .,..,_, '-' ,...,. _,, ''-'' 1 ,., .,_,., ,-._:,¡l_,t_,•¡_l,..'l.:l JJ.I serva que las normas canalizan en forma conti- nua la conducta humana. La investigación en el tren subterráneo realiza- da por Milgram indica que la gente encuentra di- fícil romper las reglas. Esto es cierto aun si el convencionalismo es trivial o incluso cuando obe- decerlo es costoso. Si uno estuviera desnudo, se- ría imposible correr en el exterior, aun para huir de un incendio. A pesar de que las normas pro- penden a ser duraderas, pueden cambiar. Hace varias generaciones. el sexo antesdel matrimo- nio, el divorcio y el trabajo para la realización no eran acciones aceptables, como lo son ahora. El primer tema aquí es la motivación social, el estudio del porqué los humanos necesitan a las personas. MOTIVACIÓN SOCIAL En capítulos anteriores se habló con respecto a lo que los niños requieren de los padres. ¿Qué bus- can los adultos en otros iguales? Han sido identi- ficadas dos grandes categorías: estimulación y comparación sociales. Necesidades de estimulación Gran parte de la motivación social quizás surge de las necesidades de regular la estimulación sen- sorial (Reykowski, 1982a). Algunas clases de so- cialización (compartir, cuidar e incluso luchar) mantienen la vida vigorosa. Otros tipos de socia- lización poseen una meta opuesta, reducir la esti- mulación excesiva o desagradable. Por ejemplo, si uno se siente tenso, preocupado o culpable, los demás proporcionan simpatía, orientación y con- fianza, las cuales facilitan la carga y tal vez nos permiten estar saludables en términos físicos y mentales (véase la pág. 416). El estudio de laboratorio respalda la idea de que los seres humanos a menudo quieren estar con otros cuando se perciben amenazados. En un experimento clásico Stanley Schachter (1959), hi- zo que alumnas universitarias fueran a su labora- torio para un estudio de "choques eléctricos in- tensos, pero no peligrosos". Durante casi diez mi- nutos un hombre austero, vestido con bata de la- boratorio, recitó de manera solemne las causas por las que el experimento era significativo. En una demora (que se suponía era para preparar el equipo para la investigación), las participantes llenaron un cuestionario que las interrogaba acer- ca de si preferían esperar solas o acompañadas. ~18 Bajo estas condiciones de generación de ansie- dad, más del 60% de las mujeres decidieron aguardar juntas. Un segundo grupo de sujetos fe- meninos tuvo una experiencia muy similar, pero estaba convencido de que los choques serían "más un cosquilleo o comezón que cualquier co- sa desagradable". En este caso, menos del 40% de las participantes prefirieron esperar acompa- ñadas. El mismo patrón de hallazgos se ha pre- sentado con diferentes poblaciones en diversos ambientes. Quizás los individuos que están ten- sos debido a amenazas físicas utilizan a los de- más para reducir la estimulación desagradable Necesidades de comparación social El contacto con las personas satisface una necesi- dad menos obvia, la comparación social (Bers y Rodin, 1984; Fazio, 1979; Festinger, 1954. y Salo- vey y Rodin, 1984). Conforme interactúan los indi- viduos, empezando cuando son niños pequeños, recopilan información con respecto a si los otros están o no de acuerdo con sus evaluaciones, per- cepciones, creencias, emociones y cosas pareci- das, y el modo en que se comparan con los de- más. ¿Por qué buscan estos cotejos las personas? Se piensa que todos Jos individuos son inseguros y dudan. Si otras personas están de acuerdo o reaccionan como uno lo hace o si uno responde mejor que ellas, entonces uno se siente más con- fiado. En el estudio de Schachter, las sujetos an- siosas que estaban dispuestas a afiliarse tal veL. querían ver si otros individuos manifestaban te- mores análogos. Dllerencias individuales los individuos difieren en lo que pretenden de otros (McAdams y cols., 1984); por ejemplo, refe- rente a la amistad. parece ser que las mujeres y los hombres con grandes requerimientos de poder (querer sentirse fuertes y tener impacto) propen- den a ser activos, asertivos en sus deseos y en control de los intercambios con los amigos. Por lo general, si estas personas motivadas por el po- der son varones, es probable que interactúen en grupos. Por el contrario, los seres humanos que tienen demasiada necesidad de intimidad (inter- cambios cercanos, cálidos y para compartir) pre- fieren relaciones de uno a uno y escuchan mucho y muestran bastante preocupación hacia el esta- do de sus amigos. (•). "''"'' 1 -' -' "'1 h· <.)I,..'I,..'¡).I·J_ r ,,..,.,.,_._, 1 · '"'' ',_.._, '-'.., ... ~,.,,_,_.._ RECUADRO 15-1 ARQUITECTURA Y NECESIDADES SOCIALES Las necesidades sociales dependen, hasta cierto punto, del ambiente físico. Los Psicólogos ambien- tales afirman que los entornos afectan la motiva- ción social a través de varios mecanismos. El color de la pintura de las paredes y la disposición del mobiliario pueden hacer que el mismo ámbito sea propicio para interacciones o las impida (Stokols, 1982). La privacidad es otra consideración clave; en ciertos ambientes está forzado a relacionarse más de lo que uno desea. En consecuencia, se siente que otros se entrometen y se siente, sobrecargado y tenso (Aitman y cols., 1981, y Stokols, 1982). Otros entornos desalientan el contacto y hacen que uno se perciba solitario. El psicólogo social Andrew Baum y sus colabora- dores 1980 y 1981) observaron la forma en que los diseños de dormitorios influyen en los requerimien- tos sociales de estudiantes universitarios. En una investigación los experimentadores asignaron de modo aleatorio a los alumnos en habitaciones en FIGURA 15·2 Planos de pasillos en dos tipos de dormitorios, los cuales Influyeron en las necesidades sociales de los habitantes, como se describe en el texto. (Basa- do en Baum y Vallns, 1979.) una de dos clases de dormitorios (véase la Fig. 15-2). Ambos dormitorios tenían recámaras dobles y proporcionaban 50 metros de espacio para cada gente. Los residentes del pasillo entraban a sus cuartos desde largos pasillos que funcionaban pa- ra otros 33 estudiantes y compartían el mismo ba- ño y estancia. El diseño de departamento dividió el espacio en pF.!queñas unidades de tres recámaras, agrupadas en torno a una pequeña estancia y un baño, que funcionaba sólo para cinco estudiantes. La arquitectura determinó las necesidades y con- ducta social. Los habitantes del corredor reporta- ron mayor hacimiento, más contacto social inde- seado y anhelos más intensos de evitar a las per- sonas. Actuaban en forma congruente, pasando menos tiempo en el dormitorio que los residentes del departamento. En un estudio posterior, Baum y sus colaboradores demostraron que al modificar el diseño del pasillo largo (dividiendo el corredor a la mitad, insertando estancias) se mejoraba el estado de ánimo de los alumnos. PERCEPCIÓN Y PRESENTACIÓN SOCIAL Ya que nuestro bienestar depende tanto de los demás, los humanos poseemos la tendencia a ob- servar personas. Conforme se mira a los otros. se intenta comprender los por qués de la conducta humana. En esta sección se enfocan las atribucio- nes sociales, conjeturas acerca de las causas de las acciones humanas (Heider, 1q76) El proceso de atribución Amanda se niega a ir al doctor, a pesar de que se encuentra enferma; Olivia ha dejado de ver a Jor- ge. [Se buscará en forma automática los motivos de su comportamiento? Existen pruebas de que los individuos tratan, de manera espontánea, de analizar a los demás, aunque no siempre se per- caten de que lo hacen (Weiner. 1985; Winter y Uleman, 1984, y Winter y cols., 1985). Es postble, sobre todo, que se hagan atribuciones con respec- to a las acciones intensas, importantes o inespe- radas de los otros, en especial, si se depende de loS sujetos en observación o cuando se anticipa un compromiso continuo con ellos (Erber y Fiske, 1984; Hastie. 1983; McCall, 1982. y Weiner, 1985). El proceso de atribución es flexible y variable (Showers y Cantor, 1985); a veces la información está ahí y se requiere poco trabajo. En ocasiones el observador debe evaluar muchas clave~ y unir- las al estilo de un detect1ve para determinar por qué alguien htzo algo (Baron, 1981, Lappin, 1981, y Welb, 1981). Para explicar la negat1va de Aman- da para visitar al médico. es probable que sea in- dispensable saber acerca de su filosofía autosufi- ciente, sobre el desastre médico de su hermano, ~u orgullo y su pobreza. Es frecuente que hayan múltiplescausas para una r:onducta particular (leddo y cob., 1984). Con respecto a\ razona- miento (véase la pág. 22ú), se utilizan muchos ataJos y reglas para hacer inferencias causale~. de modo que por lo general las atnbuciones son m- completas y a menudo equivocadas (Harvey y cols, 1981, y Mackie, 1974). Pocas personas se detienen y consideran alternativas poco relaCio- nada-, con creencias y percepciones del momento (Lord y cols., 1984)_ A pesar de que e<> probable que al principio se e<>tf> eqUivocado, el proceso de atrtbuc1ón es continuo y dmárnico. En la vida. las explicaciones siguen r:ambiando, haciéndose más prer:isas a medida que se prosigue la obser- vación (Lau, 1984) ¿Cuáles son alguno~ de los principios que determinan las atribuciones? La conducta del o~servador En el transcurso de la v1da, Jos individuos adquie- ren redes de conocimiento (expectativas, esque- mas o estereotipos) que influyen sus atnbuciones, así como sus sentimientos. memorias y pensa- mientos (Crocker y co!s., 1984; Hamilton, 1981, Pettigrew, 1981, y Srull y cols., 1985). Las expecta- tivas deciden cuáles de las atribuciones ~on acep- tables_ Supóngase que se asume que las mujeres no son confiables por sus "hormonas devastado- ras". Si se escucha que Olivia y Jorge se han se- parado, a causa de la inestabilidad de ella, es po- sible que se crea. Se tendrían dificultades si fuera a Jorge a quien se le adjudica ser demasiado emocional. Las personas poseen nociones genera- les referentes a casi todo lo que limite sus juicios sociales. En un hJbil experimento con niños de 11 y 12 años de edad que presentaban las idea.s de un distinguido científico social corno propias, se consideró que los infantes funcionaban sólo co- mo estudiantes inteligentes de secundaria (Milgram, 1984) La investigación sugiere que las primeras im- presiones pueden ser influencias potentes sobre las expectativas y las atribuciones (Kelley y Mi- chela, 1980). Habiéndose formado una noción ini- cial, es común que la gente no tome en cuenta información posterior o la haga encajar en las creencia::, anteriores. Por ejemplo, si Sf ha dec 1di- do que Alma es floja, es posible que se crea que sus_ problemas académicos presentes surgen d(' su flo¡era, a pf'sar df' que existen raíces má\ plausi, bies Las expectativas de los demás tamb1Pn rnan- 1- f¡eo.;tan un poderoo.;o 1mpa< toen las atribuc 1orH•> por ejemplo, lo que los otros alumnm piensan. · del liderazgo de Hortemia puede sobreponer~+: a \as consideraciones que uno t"1Pne acPrca de ~-u~ accionPs y los prop1os estereotipos con rP 5 rwcto di liderazgo femenil (Hrown y Ge1s, 19fl4} [)f' nJn- nera similar, si X, Y y Z comideran que S<illl '-".,ti'! sano a nivel mental, f's probable que se Pncur-'n- tren justifi{ a e iones plausibles v acPptabiPs por la soCiedad de su comportamiento Pxtral'ío ( r own \ Harvey, 198-1, y Yarkin y (Ois. 1981) Conformf' la> personas anal1zan ID> motivos dt· la. conducta. presentan prejuicios consistentes ,¡;- gunos de éstos derivan dí-' dct1tudes v valore<, (Feather, 1985) Por ejemplo, SI suele votarse po1 candidatos conservadore~. es rná., posible qur_' '(' atribuva el de-,empleo juvenil a la falta de rnoti vación y a la incompetencia, que al aparato gu bernamental deficiente o a la recpsión econOm1( '~ (explicaciones estereotipadas como libcraiP~) 1 n nuestra cultura, es característico qui-' los ohc,en il dores tomen r:omo objPtivo la~ cualidades per~u nales de los actores, en lugar de la situación o los demás individuos, como la causa prin< ipc1l d·· la-, acciones (Jellison y Crt:>en. 1981, y J C t\-'\illt·· 1984). En el caso de un conocido que no lo Sc'lltj da a uno, es posible que se con~idere e'>ff' ¡-no1 ~· der como desinterés o pretensión, en vez de rln-t \izar \as c'1rcunstanc1as ("estar preoc:upado' 'no haberlo visto a uno"). Esta tendencia a subrav,1r las disposiciones es tan real que se llama em;r fundamental de atribución o prejuicio (Harve\ Weary, 1984, y Kelley, 1979). (Véase la Fig 11-3) Los prejuicios autoadjudicados son muy co~~ nes (Harvey y Weary, 1984)_ Si hacemos algo dP sagradable, es probable que uno se ju~tifiquP considerando la influenCia de la situación o de otras personas. Por ejemplo si uno llega tarde ei motivo es el automóvil. el tránsito o alguna Ul-'1· de último minuto. Lo.s individuos generalizan el mismo tipo de excusas para quienes creen que son parecidos a ellos (Thornton, 1984). Fn cam bio, uno es muy rápido para acreditarle a lc1s CLi·1 lidades personales cualquier cosa positiva (Wea- ry, 1980): "está aprendiendo. ¡Magnífico! Se dt'bt-· a mi buena enseñanza". De igual modo, uno pro- pende a atribuirse más de lo correcto cuando se l...,.t.i¡ ~ l.i,JL' 1 ,i.¡ ·SOCIAL y (_,'i.;¡=o.)' 1,..,., i ~=-=- ..,., ... l..,.¡ J-i¡_¡=., FIGURA 15-3 El prejuicio de atribución fundamental tiende a mantener el estado de cosas (Quattrone, 1982). La mayoría de las personas consideran que la gente poderosa es más competente, logra más y es más inteligente que los individuos menos poderosos (Eagly y Steffen, 1984). Es probable que se atribu· yan las posiciones desiguales de propietario, su· pervisor y trabajadores en la fotogratia a las habili· dades variables en 1 ugar de a sus antecedentes y circunstancias. Por tanto, los poderosos poseen una doble ventaja: su poder y las percepciones de los demás de su mérito. (Cornell Capa/Magnum). trabaja en un proyecto conjunto (Thompson y Kelley, 1981) Ciertos prejuicios autoadjudicados observados en e/ laboratorio quizás se deban menos a "sal- var el propio pellejo" que a la información dispo- nible. los autoobservadores, conociendo su histo- ria y el apuro presente, pueden evaluar sus pro- pios actos en un contexto que está ausente cuan- do analizan la conducta de los demás (Eisen, 1979). Asimismo, lo que parece ser un prejuicio autoadjudicado tal vez surja de un deseo de pre- sentarse a uno mismo de manera favorable para evitar la vergüenza o con el fin de obtener apro- bación (Harvey y Weary. 1984, y Mehlman y Sny- der, 1985), tema que se abordará más adelante. No obstante que muchos individuos buscan causas que aumenten su autoestima, algunos in- terpretan los éxitos, fracasos y otros eventos con ,,,,,, carga psicológica de formas que les hacen sentir- se incapaces, un prejuicio autodevaluador Por ejemplo, es muy posible que las mujeres acredi- ten a la suerte o al trabajo duro, sus logros en la escuela, mientras que asumen totaf responsabili- dad por los fracasos (véase la pág. 365). Observa- mos que la misma estrategia se presenta en algu- nas personas deprimidas {véase la pág. 570); asL es probable que las víctimas de la violación que se deprimen, culpen del ataque a deficiencias in- ternas y estables de carácter y no a las circuns- tancias o a la casualidad. (Janoff.Bulman, 1979). La conducta del observado las atribuciones sociales también dependen de la conducta del observado • Información pública contra información priva- da. Al tratar de determinar por qué la gente ac- túa como lo hace, los individuos toman en cuen- ta, tanto la información privada (informes refe- rentes a los sentimientos y pensamientos) cómo la pública {observaciones del comportamiento). Sin embargo, uno se basa bastante en las fuentes privadas al juzgar a otros y a uno mismo (Ander- sen y Ross, 1984, y Andersen, 1984). Por ejemplo, mis sentimientos amorosos hacia Raúl, hablan más acerca de mi lealtad que un largo argumen- to. Cuando las personas se apoyan en los datos interiores para hacer atribuciones, sus impresio- nes concuerdan con los conceptos del blanco y las ideas de amigos cercanos. • Cau.sas distintivas. Conforme se desarrollan las atribuciones, se pone mucha atención en las acciones cuyas causas son, en apariencia, distin- tas (Jones y Da vis, 1965). Así, si Leo sale con una mujer inteligente que es fría y sin chiste, se con- cluye que él valora la inteligencia. Pero, si leo se cita con unamujer brillante, cálida y bella, no existe un motivo preciso para su conducta; por tan- to, la poi itica de citas de leo ofrecería pocas po- sibilidades para mferir con respecto a sus valores. • Consistencia. Cuando los individuos son con- sistentes a lo largo del tiempo y en diferentes si- tuaciones, el observador busca las causas de su comportamiento en cualidades personales. Por ejemplo, si durante años Guillermina ha hecho un berrinche en cualquier circunstancia, es probable que se piense que su respuesta está motivada por algún rasgo interno como ser 1nfantil o tener po- co control. Si los estallidos son poco frecuentes, es posible que se IPs atribuyera a los sucesos o a estados pasa¡eros: "está de mal humor"; "sus alergias la están molestando" • Consenso. El consen~o se refiere a la informa- ción concerniente a la manera en que los demás reaccionan en la misma situación. Un acto de alto consenso es común en la circunstancia; un acto de poco consenso es poco frecuente. Si la aceptación es baja, se tiende a atribuir al actor. Cuando el consenso es alto, es probable que se adjudique a otros o a la situación {Kelley y Mi- RECUADRO 15·2 MANEJO DE IMPRESIONES "El mundo entero es un escenario y todos los hom- bres y mujeres, tan sólo actores" observó Shakes- peare. A menudo, las personas controlan las imá- genes que proyectan al "manejar" gestos, expresio· nes y tonos de voz {Edinger y Patterson, ~983). En ciertos momentos uno se percata de Jo que hace; en otras ocasiones sólo se subraya una faceta de la compleja personalidad. Los psicólogos llaman manejo de Impresiones a este fenómeno (Jones y Plttman, 1982; Shlenker, 1980, y Snynder y cols., 1983). De acuerdo con sus metas, los Individuos eli- gen de entre las siguientes tácticas: chela, 1980). Si se es uno de los pocos estudian- tes que llevan pantalones de mezclilla en un gru- po, es posible que las personas lo atribuyan a al. go personal, quizás /a informalidad. Si casi todo el mundo usa pantalones de mezclilla, la gente supondrá que se debe a alguna circunstancia, co- mo !a presión social, lo que induce a hacerlo Consecuencias de las atribuciones Además de ser una interesante faceta de la V1da mental, las atribuciones manifiestan importantes atectos sobre la conducta (FOrsterling, 1985; Har- vey y Weary, 1984, y Ke/ley y Michela, 1980); por ejemplo, si se le atribuye a la estupidez persondl el reprobar una prueba, es probable que uno SP sienta mal y que no haga nada. Si se adjudica PI fracaso a una falta de esfuerzo o algo más qup uno domina, es posible que se trabaje más y sP responda mejor (Wilson y Linville, 1985). l.as ntri buciones de los individuos con respecto a !o~ de- más poseen conse¡;:uencias igual de poderosas (Kelley y Michela, 1980). Así, los cónyuges de un matrimonio en problemas, propenden a hacer atribuciones acerca de su angustia ("no nos lleva- mos bien porque ella siempre se comporta negati· va e irracional") y es probable que no hagan atri- buciones que fortalezcan la relación ("no nos lle- vamos bien porque ella tuvo un día muy difícil en el em?leo") {Ho!tzworth-Munroe y )acobson, 1985). El recuadro 15-2 analiza la tendencia hu- mana para crear impresiones, una propensión que hace muy difícil la tarea de atribución. (•) 1 El congraciarse está disef\ado para ganarse el afecto convenciendo al otro de que uno es atracti- vo como persona. El congraciador quizás se com· porte de modo que confirme la buena opinión de otro o que exprese el acuerdo con los intereses, ac- titudes o valores de alguien. 2 La intimidación crea la imagen de ser peligroso, con el objetivo de adquirir poder al generar miedo. Los padres, los maestros y los delincuentes se ba· san en esta técnica hasta cierto grado. 3 Al usar la autopromocidn los indMduos se re- presentan de manera competente o hábil para obte· ner respeto. Admitir pequerlas fallas puede aumen- 1! 11 1 !!. ~~; ¡ •. 1 r. {, ...... .,;¡ J' ,.)1.,;1,..¡)•11- ' ,.,,J,:'-''' ... ,.,,_ .......... ·,,;.,~,~ .. , ~ RECUADRO 15-2 (continuación) Íar la credibilidad. Una variante, el autosaboteo implica el establecimiento de excusas adelantadas para protegerse contra los fracasos futuros (De· Gree y Snyder, 1985; Rhodewalt y cols., 1982; Smith y cols., 1982, y C.A. Snyder y cols., 1985). Un atleta tal vez deje de practicar un poco antes de un en- cuentro importante para poder culpar una mala ac- tuación a la falta de trabajo. Para amortiguar los resultados negativos, los pesimistas defensivos es- tablecen expectativas bajas y aceleran sus esfuer- zos (Showers y Cantor, 1985) 4 La ejemplificación requiere mostrar una imagen de integridad y moralidad para lograr el respeto y elicitar culpa: seguiré laborando durante mi tiempo AYUDA Los animales muy sociales como las personas a menudo se ayudan entre sí. Por desgracia, los se- res humanos no siempre vienen al auxilio de los demás, un hecho que llamó la atención de la co- munidad psicológica en 1964 con ef asesinato de Kitty Cenovese. Una residente de Queens, Nueva York, Cenovese fue atacada y apuñalada de muerte a la vista de 33 individuos que no hicie- ron cosa alguna por ayudarla; una gente esperó quince minutos antes de llamar a la policía. Este incidente y otros similares hicieron surgir con- ciencia con respecto a las complejidades de la ayuda, motivando investigación pionera sobre fa pregunta "~:en qué circunstancias se auxilian las personas entre sí?" En el capítulo 10 se dijo que las tácticas de crianza de niños y la herencia ge- neran discrepancias individuales de la disposición a ayudar que aparecen temprano y que permane- cen estables durante largos periodos (Radke-Ya- rrow y Zahn-Waxler, 1984, y Rushton, 1984). En esta sección se enfocan fas contribuciones de quien auxilia, las condiciones sociales y la víctima. La contribución de quien ayuda Cuando se presenta una ocasión para ayudar, lo que la gente piensa y 1 a forma en que se siente determinará lo que haga. En el laboratorio y en la vida, los adultos y nifíos felices suelen efectuar actos amables (lsen y cols., 1982); por ejemplo, donan dinero para caridades y ayudan a las per- sonas que tienen dificultades para cargar libros. Los psicólogos no saben por qué la felicidad y la tendencia a auxiliar están vinculadas (Manucia y '··~ de comida puesto que sé que quieres que termine este trabajo." Los mártires y lideres que usan la ejemplificación a menudo hablan acerca de su sU- frimiento. 5 La súplica implica anunciar las debilidades y la dependencia. "Soy muy torpe"; ''tengo un problema en la espalda"; "nunca fui bueno para escribir a má- quina." Quizás el suplícante busca que se fe com- padezca o trata de escaparse de alguna tarea Inde- seable. A pesar de que cada quien depende mucho de una táctica favorita o dos, es probable que uno utilice todas las estrategias e incluso que se em- pleen varias al mismo tiempo. cols., 1984). Una posibilidad es que un buen esta- do de ánimo establece un círculo de pensamien- tos positivos; quizás los individuos ayudan en parte para perpetuar la cadena agradable. Los efectos de la infelicidad son más comple- jos. Si están sumidos en sus propios problemas, las personas tristes no son muy útiles. Pero la gente infeliz sí auxilia cuando esto mejora su es- tado de ánimo (Cunningham y cols., 1979; Manu- cia y cols., 1984, y Reykowski, 1982b). Si uno se percibe culpable o deprimido, ayudar puede aumentar la sensación de valía. El efecto buenas noticias-malas noticias es un ejemplo muy interesante de la contribución de los sentimientos y pensamientos a la conducta auxiliar. En un estudio inicial, Harvey Hornstein (1982) y sus asociados expusieron a los participan- tes en la investigación a una de dos historias en las noticias conforme esperaban que comenzara el experimento. El primer relato describía la do- nación de un riñón para salvar la vida de un des- conocido. El segundo detallaba el asesinato estilo ejecuciónde una persona anciana. A pesar de que los voluntarios parecían no percatarse del impacto de la emisión, los individuos que se ente- raron del acto humanitario eran mucho más opti· mistas acerca de la raza humana que los otros. Además, en estudios posteriores, los adultos eran más cooperativos y caritativos en el laboratorio después de oír informes referentes a la amabili- dad. Se piensa que las historias crueles perturban el vínculo social y enajenan a las personas, ha- ciendo que se inclinen hacia el egoísmo, la des- confianza y la conducta antisocial. ¿Quiénes poseen más probabilidades de ayu- dar, hombres o mujeres? la evidencia es conflicti- 11- , 1" o-~1""'·' '"''""' o.~' 1 1•, 1-1•, i"..!ll'o-~'o-~LI_,'I,;¡ JJ•i va (Senneker y Hendrick, 1983; Shotland y Hei- nold, 1985, y Ti ce y Baumeister, 1985). Para cada sexo, existen situaciones que estimulan y que in- hiben el impulso a socorrer; por ejemplo. cuando hay peligro implicado, las mujeres son menos al- truistas que los varones. La contribución de las condiciones sociales El trabajo de investigación psicológico gira en torno a las diversas condiciones sociales que afectan el comportamiento humano de ayudar. Cuando se entrevistó a los vecinos de Kitty Geno- vese para indagar por qué nadie llamó a la poli- cía de inmediato, se presentaron muchas explica- ciones. Una respuesta era "estaba seguro que al- guien más ya lo había hecho", la cual atrajo la atención de dos psicológos, Bibb Latané y John Darley (1970). Latané y Darley decidieron evaluar la hipótesis "la percepción del número de testi- gos adicionales en una emergencia influye en la disposición de las personas a auxiliar." Modela- ron la situación experimental con base en el ase- sinato de Genovese; estudiantes universitarios asistieron de manera individual a un laboratorio de psicología para participar en un experimento Un ayudante le indicaba a los sujetos que habla- rían por medio de un intercomunicador con uno, dos o cinco de los voluntarios (en realidad voces grabadas) con respecto a problemas personales asociados con la vida universitaria urbana. Duran- te el desarrollo de esta conversación arreglada, un "participante" aparentaría sufrir un fuerte ata- que epiléptico y pediría ayuda. Algunos indivi- duos creyeron que eran los únicos testigos, mien- tras que otros supusieron que había uno o cuatro espectadores más. El experimento midió la rapi- dez con que se informaba de la emergencia. Cuando los alumnos pensaban que estaban solos con la víctima, actuaron con relativa velocidad; cuando creyeron que había otras personas pre- sentes, reaccionaron con lentitud. Se ha acumumulado mucha evidencia para la idea de que los testigos únicos a una emergencia manifiestan más propensión a auxiliar que los es- pectadores en grupo (Latané y Cols., Latané y "'i- da, 1981, y Shotland y Heinold, 1985). Es posible que sean varias fuerzas las responsables de este efecto confiable. Si los otros ayudan, la gente concluye que no se requiere tanto auxilio como parecía serlo al principio; otra influencia inhibí- dora plausible es el temor de hacer el ridículo frente a un público. El efecto de difusión de la responsabilidad es una tercera causa. Si se está ~.~.~ solo y no se actúa se debe soportar la culpa Por sí mismo. Si se está con otras personas, la respon- sabilidad se comparte y es más fácil de tolerar La claridad de la circunstancia también deter- mina la ayuda. Cuando un dilema es vago y am- biguo es menos posible que los individuos inter- vengan que si es claro y específico (Scwartz y Gottlieb, 1980, y Shotland y Heinold, 1985) (véase la Fig. 15-4). Confusión acerca de lo que en reai 1 • dad sucede inhibe el auxilio al elicitar miedos dP cometer errores y hacer el ridículo. - Sentirse desconocido (anónimo) aumenta la agresión en el laboratorio Y en la vida. Ser cono- cido por otras personas incrementa la probabili- dad de ayudar (Schwartz y Gottlieb, 1980). Los FIGURA 15-f Los transeúntes ayudan a un anciano después de una caída en la acera. Es más probable que las personas auxilien, como en este caso, cuando las emergencias son bien definidas y los individuos no atraen la desgracia sobre sf mismos. (EIIis Herwing/Stock, Boston.) • • .,.,,., .J .... .,.,J·IJ. ••"~'-·w "' '-• ... ""'·""'" '•'-'"' pueblerinos, que tienden a estar bien informados entre sí, por lo general responden a las peticiones de auxilio provenientes de dPsconocidos bajo di- versas situaciones (House y Wolf, 1978, y Takoo- shian, 1976). Cuando otros individuos saben nues- tra identidad personal, el buen comportamiento se debe, al menos en parte, a la vergüenza en- gendrada por comportarse mal. Incluso si no hay otras personas presentes, el concentrarse en la propia identidad de antemano, lo inclina a uno a ayudar. Se supone que el autoenfoque aumenta el sentido de responsabilidad (Duval y cols., 1979) El buen samaritano que llega al rescate en una c'1rcunstanc·1a pel'1grosa es un tipo peculiar de gente por lo común un hombre. Estudios de en- trevista realiLados por Ted Huston y sus asocia- dos (1981), descubrieron que estos bienhechores se enojan con facilidad ante frustaciones menores, se encuentran muy comprometidos en la filosofía de respeto a la ley, dispuestos a afrontar riegos, y familiarizados y cómodos con la violencia. La contribución de la víctima La indentidad del que sufre es otra influencia so- bre el auxilio es más probables que se ayude a una mujer que a un hombre (Austin, 1979). Asi- mismo es posible que reciban auxilio las víctimas que dependen o que le agradan al que ayuda (Berkowitz, 1978; Clark, 1981 y Hornstein. 1982). los que auxilian también toman en cuenta la pe- tición del necesitado (Winer, 1980b). El requeri- miento debe parecer auténtico, algo originado por sucesos fuera del control de la víctima. Por ejemplo es más posible que se reaccione ante una gente enferma que frente a alguien que ha estado bebiendo. Cuando se subrayan las necesi- dades humanas (esperanzas, temores. conflictos y puntos fuertes) es menos probable que otros infli- jan daño (Bandura y cols., 1975) y más posible que ayuden. Explicación de la ayuda humana Hay dos importantes ideas acerca del por qué las personas auxilian a otros. la perspectiva de soli- daridad supone que 1 as emergencias producen ac- tivación fisiológica porque uno se coloca en la posición del individuo en dificultades y que se experimenta lo que esa gente siente. Al solidari- zarse, se está preocupado e inquieto por el pro- blema de otro (Batson y Cake, 1981; Hornstein, 1982; Karylowski, 1982, y Weisenfeld y cols., ........ 1984). Cuanto más empatiza uno, según esta hipó- tesis. es más probable que uno ayude. En ciertas urgencids, la solidaridad quizás sea la principal consideración y los que auxilian se apresuran a intervenir y hacer lo que pueden. En estas cir- cunstancias. son evidentes la inquietud por el otro y la falta de conciencia de uno mismo. La perspectiva de solución de problemas se re- fiere a las situaciones en que las personas se reti- ran de lo que sucede y piensan sobre la circuns- tancia de manera egocéntrica (Piliavin y cols., 1981). Al sentirse en conflicto, los que se ayudan sopesan costos contra beneficios, no siempre de modo consciente. Por el lado positivo, los valores sociales (normas) determinan que los individuos deben auxiliar Clintock y Avermaet, 1982). Ade- más, uno quiere reducir la estimulación generada por la angustia de alguien más (Piliavin y cols., 1982). Tal vez existan ganancias utilitarias (mayor autoestima, favores) como añadido (Reykowski. 1982b). Los costos, esfuerzos, peligro, vergüenza, se comparan contra las recompensas. ACATAMIENTO Como animales sociales, a menudo las personas integran grupos; igual que los pasajeros del tren subterráneo {véase la pág. 646), cada conjunto se suscribe a su propia serie de criterios o nor- mas. Los estilos de comunicación con padres y amigos quiz3ssiguen dos códigos diferentes por completo. Vestirse de manera formal está definí· do por las reglas de un cabaret y prohibidas por las de una organización estudiantil. Esta sección se concentra sobre la forma en que las normas se llevan a la práctica. En algunos casos, la presión la aplican los miembros del grupo; en otras si- tuaciones el líder del conjunto es el encargado. Conformidad Se define la conformidad como el cambio en con- ducta o creencias, producto de la presión real o imaginaria del grupo. Los psicológos distinguen entre el comportamiento de conformidad (acata- miento) y las creencias de sumisión (aceptación). En cualquier circunstancia, surgirá uno de cuatro posible patrones: acatamiento y aceptación, con- formidad sin admisión aceptación sin acatamien- to y no admisión y no conformidad. Supóngase que Eduardo se siente presionado a emborrachar- se los viernes por la noche porque todos sus ami- gos lo hacen. Nuestro análisis sugiere que Eduar- do tiene cuatro opciones. {1) Puede unirse con gusto (acatamiento, aceptación). (2) Puede confor- marse, al tiempo que siente que beber es de co- bardes (acatamiento, no admisión). (3) Puede deci- dir no beber, pero en el interior si quiere hacerlo, tal vez para agradar a su no-via (no conformarse aceptación). (4) Por último puede decidir que la bebida cuece su cerebro y destruye su hígado y permanecer independiente (no acatamiento, no admisión). Nota: Algunas personas se perciben in- cómodas si de alguna manera sobresalen. Es posi- ble que conozca a una gente que dude si debe ponerse un traje azul oscuro cuando sus amigos usan negros. Otros indi-viduos equiparan la con- formidad con "venderse" o ser "gobernados por la multitud". Si el acatamiento es valioso u obje- table depende de las consecuencias; sin duda, acatar normas crueles y limitantes es destructivo. Los linchamientos en masa son un ejemplo trági- co; el no sujetarse también puede ser autoderrotis- ta, como manejar en sentido contrario en una ca- rretera o maltratar a un niño. Incidencia de acatamiento Se analiza el trabajo de Solomon Asch (1952) en cierto detalle por que se han hecho muchas in- vestigaciones subsecuentes utilizando el modelo experimental de Asch. Se verá cómo estudió Asch la conformidad en público sin evaluar la acepta- ción, como es el caso de la mayor parte de los demás trabajos (Muscovici, 1980). Trátese de imaginar que es un participante de una de las primeras investigaciones de Asch. Cuando llega al laboratorio, el experimentador di- ce que el estudio se refiere a la percepción vi- sual. Está sentado a la mesa con otros siete "es- tudiantes" que en realidad son cbmplices del in- vestigador. A medida que comienza la investiga- ción, el experimentador coloca dos grandes tarje- tas sobre una mesa en la parte delantera de la habitación. Una muestra una sola línea vertical; la otra tres rayas verticales de diferentes longitu- des (como en ta Fig. 15-15a}. La tarea consiste en elegir la línea de la tarjeta a mano derecha que iguale la raya en la de la izquierda. Debe decir cuál fue la elección cuando llegue el turno de uno. Al estar de acuerdo con el primero y segun- do par, el trabajo parece aburrido y rutinario. En- tonces, en el tercer conjunto de tarjetas, el sujeto inicial emite una respuesta equivocada. Uno mira las líneas de nuevo, preguntándose si la persona esU loca. El siguiente aliado expresa la misma coatestación errónea. Sintiéndose asombrado, uno observa otra vez. Cuando el tercer cómplice se muestra de acuerdo con los demás, uno se in- tegra. Tal vez uno se quita los anteojos o se inc! 1 , na la silla hacia atrás o se acerca para tener una perspectiva distinta. Uno se siente ajeno y aislado cuando el resto de los cómplices dicen la misma respuesta equivocada. Cuando llega el turno de uno, ¿qué expresa uno? Uno supone que sus per, cepciones son erróneas y acata (acatamiento, aceptación). Quizás uno llegue a reevaluar el esti, mulo y a verlo de modo diferente (Al len y Wilder 1980) Es posible que uno concuerde con la multi-' tud mientras que, en privado, crea que todos los demás están equivocados (conformidad, no admi- FIGURA 15-5 a) Al estudiar la conformidad, Salomen Asch le pre- guntó a los participantes en la investigación que di)eran cuál de las lineas a la derecha igualaba la que estaba a la izquierda. b) El sujeto real (centro) aparenta asombro cuando los confederados del ex- perimentador dan las respuestas equivocadas. e) A pesar de la confusión, el joven no acata el veredic- to unánime, pero incorrecto explicando "tengo que decir lo que veo." (William Vandivert/Scientific American.) • ._ _____ ___¡ b e ''"' 1 -d~i ... 'U<.:TA SOCIAL' Y CUES, ¡()¡~J=.S SOCtALES sión). las minorías a menudo ceden ante la mayo- ría en público, pero continúan adhiriéndose a su posición original (Maass y Clark, 1984). Tal vez uno exprese con precisión lo que percibe mien- tras que, en el int~rior se cree que uno está erra- do (no acatamiento, aceptación). O quizás uno continúe creyendo y manifestando las propias sensaciones (no conformidad, no admisdn). (Véan- se las Fig. 15-15b y c.) Asch midió el acatamiento contando cuántas veces las personas daban respuestas incorrectas en situaciones en las que era casi seguro que sa- bían la solución exacta de una cuarta a una ter- cera parte de los sujetos no se conformaba del todo mientras que cerca del 15% siguió a lama- yoría en la mayor parte de los ensayos. Un parti- cipante característico adoptaba los juicios del grupo una tercera fracción del tiempo. la idea de que entre 1 S% y 20% de las personas acatan con bastante consistencia ha surgido de otras clases de investigación (Vaughan, 1964). Cuando acatan las personas Como regla general, el mundo no está dividido de manera liara en conformistas y no conformis- tas, Más bien, la gente tiene probabilidades de sujetarse bajo ciertas circunstancias. Conformidad normativa las personas propenden a ceder a los grupos con poderes y atributos es- peciales (Asch, 1951; Carron y Chelladurai, 1981; Festinger, 1950, y French y cols., 1960): (1) habili- dad de vigilancia, la habilidad para descubrir si uno obedece o no: (2) capacidad coercitiva; el poder para imponer castigos por no sujetarse; (3) cohesividad, una sensación de pertenecer y de cercanía, como en una familia o conjunto de iguales con una larga historia de interacciones personales, y (4) una gran mayoría opositora. En todos estos casos, no acatar presenta costos ele- vados: desaprobación, rechazo y castigo. Al mis- mo tiempo, obedecer proporciona aprobación, respeto, honores, promociones y cosas parecidas. El acatamiento para ganarse el apoyo del grupo o evitar su rechazo se llama conformidad normati- va. El prestigio de una gente en un conjunto es otra fuerte influencia sobre el acatamiento nor- mativo. Si las personas se sienten muy seguras, expresan lo que piensan. los que sólo están acep- tados de modo marginal también son francos, tal vez porque tienen poco que perder. los indivi- duos con una posición moderada, con mucho que ganar o perder, son las que manifiestan posibili- dades de obedecer {Dittes y Kelley, 1956). 657 Conformidad informacional Asimismo si la gen- te acata o no depende de su competencia y de la naturaleza de la actividad. 1 Competencia relativa. Cuando las personas se perciben menos capaces quE' otros miembros del grupo, adoptan los juicios grupales con mayor fa- cilidad {Wiesenthal y cols., 1976). 2 Ambigüedad y dificultad de fa tarea. Cuando un trabajo es muy difícil o confuso, con frecuen- cia los individuos hacen lo que los demás. En los estudios originales de Asch, los sujetos tenían problemas para explicar los que sucedía; debía suponer que alguien {ellos o los ayudantes) pre- sentaba percepciones defectuosas y quizás deci- dieron que era más probable que una gente' estu- viera equivocada que siete (Ross y cols., 1976). El acatamiento motivado por el deseode mejorar la precisión de la información que se posee, mani- festada en estas condiciones, se denomina con~ formidad informacionaf. Influencia de la minoría En la vida real, los miembros de minorías a menu- do afectan la opinión de la mayoría. En el labora- torio, el impacto de la minoría es fuerte si el gru- po es pequeño (seis elementos o menos); cuando el representante de la minoría tiene un seguidor y es activo, seguro y consistente (Mugny, 1982; Muscovici, 1980 y Nemeth, 1979), y si al princi~ pio, el no conformista sostenía la creencia de la mayoría antes de separarse (Tanford y Penrod, 1984). En los casos en que la mayoría es influyen- te, es posible Que las personas continúen obede- ciendo la posición de la mayoría mientras que, en privado aceptan la opinión de la minoría (Maass y Clark, 1984 y Mugny, 1982). Incluso cuando las minorías no cambian su posición es posible que tengan otros efectos benéficos como la estimula- ción a un análisis más profundo de un tema (C. Cowan y cols., 1984). Obediencia Al obedecer, las personas abandonan el juicio personal y coope~an con las autoridades. Como en el caso de la conformidad, existe sumisión frente a presiones externas ejercidas por otro. Además, tanto en la obediencia como en la con~ formidad, operan las mismas consecuencias refor- zadoras o primitivas. Los individuos obedecen pa- ra obtener recompensas como la aprobac • ..Jn, el prestigio, promociones o dinero o con el fin de ~-·· 'oJ ""'- .... _ ,,., evitar castigos como la desaprobación, multas, gol pi zas o prisión. Las soc'1edades que valoran la sumisión prnpen- den a implantarla desde temprano. Se espera que los niños reciben órdenes de padres, parientes, maestros y vecinos_ En cada grupo hay reglas. To- da esta práctit::a en la obediencia quizás produce una tendencia general a estar de acuerdo, sin po- ner en duda. al poder del que se trate. Cuando las normas son justas y sensatas y todo el mundo las sigue. la vida es segura. ordenada y sin problemas. Pero la sumisión ciega puede ser un hábito peligroso. Entre miles de ejemplos trá- gicos. viene a la mente la Alemania nazi, en don- de los ciudadanos y los soldados obedientes ma- sacraron millones de individuos. {Ver también el recuadro 15-3.) A diario se presentan conflictos mucho más sutiles entre obediencia y conciencia Un atleta tal vez tenga que aceptar o no los prin- cipios personales o las instrucciones del entrena- dor "para jugar rudo y sucio y ganar a toda cos- ta". los integrantes de una corporación quizás deban elegir entre la honestidad y el empleo Cuando las órdenes de una autoridad entran en antagonismo con la moral y los valores humanita- rios, ¿qué hacen las personas comunes? y ¿por qué? FIGURA 15-6 a) El imponente generador de choques que se utili- zó en el estudio de Stanley Milgram acerca de la obediencia. b) Al que aprende se le sujeta en posi- ción. (Stanley Milgram, 1965. Tomado de la pelfcula Obedíence, distribuida por New York Universíty Film Division y la Pennsylvania State University, PCR.) ~\\.1.\\i,~t,""""'· ----- ,.~-••• ,._. ..... '1,-\'1> ~~~l'l -~~~ Ofl~-. 1 (a) 1' •i. ~ Obediencia en el laboratorio: la investigación cl•sica de Stanley Milgram A principio de la década de 1960 Stanley Mil- gram (1974) inició la investigación acerca de pre- guntas referentes a la obediencia. Sus sujetos eran hombres, y de vez en cuando, mujeres de di- ferentes edades y ~ntecedentes sociales y educa- tivos. Como participante en uno de los primeros estudios de Milgram, el individuo se presentaría para la sesión en la University of Yale, junto con un contador de edad madura (en el centro de la Fig. 15--6b). Parece ser otro sujeto, pero en reali- dad es un colaborador del investigador. la autoridad a cargo es un estricto maestro de biología, ve~ti do con una bata blanca de laboratorio (a la dere- cha en la Fig. 15--6b). Luego que al participante sP le paga $4.50, lo mismo que al otro individuo, co- mienza una breve orientación. Se supone que el estudio se refiere a los efectos del castigo sobre el aprendizaje y la memoria. Una persona le en· señará a la otra una lista de palabras por pares y sancionará las respuestas incorrectas por medio de choques eléctricos. El contador y el sujeto juegan un volado para determinar quién será el maestro y quién el que aprenda. El volado está arreglado para que el participante asuma el papel de instructor. ~1 que aprende acompaña al experimentador a otro cuarto donde localizará la memorización. El ins- tructor los sigue y ve como atan al hombre a una silla "para evitar movimientos excesivos" y ob<>er- va que le colocan electrodos en su muñeca (Fig 15-6b). Tanto al contador como al participante se %' (b) ... ,_., ~ ,_.,,. '..,.¡ l·1 -.>l_.i(,'jJ.IL ·'1 ~ ... I.IJ-".:t' 1 .... • 1 ·-'-' ._, ... ,_., ,,. ,_,_._, les dice que los choques pueden ser "muy dolo- rosos". pero no causan "daño permanente al teji- do" 1:::1 contador afirma que está enfermo del co- razón. En el laboratorio se le dan instrucciones al su- jeto mientras que se sienta frente a un complejo generador de choques {Fig. 15-6a). Cada vez que el que aprende se equivoque el instructor admi- nistrará la contestación correcta en un intercomu- nicador y aplicará un choque, empezando con 15 voltios. Después de cada error, debe incrementar- se la intensidad del· choque un paso, recorriendo 30 pasos hasta llegar a 450 voltios. La señal "peli- gro: choque severo" marca la palanca de 375 vol- tios; otras palancas están identificadas con "fuer- te", "muy fuerte" "intenso" e "intensidad ex- trema.'' En el transcurso del estudio, el contador pro- porciona muchas respuestas equivocadas, de mo- do que cada vez se suministran choques más fuertes. De hecho, sólo parece que el que apren- de recibe el choque. El instructor y otros sujetos escuchan la~ mismas vocalizaciones. golpes y pa- tadas grabadas. A los 75 voltios, quejidos y mur- muraciones; a 150 voltios, peticiones de libertad; a 180 voltios, gritos de que el dolor es insoporta- ble; patadas y negación a continuar a 300 voltios, y silencio despué:-. de los 315 voltios. Al igual que la mayoría de los participantes, el instructor quiere detenarse; pero cada ocasión que protesta el experimentador ordena que prosi- ga ¿Continuaría? Cuarenta psiquiatras subestima- ron por mucho la cantidad de gente que obede- cería órdenes en esta situación. En la investiga- ción que se acaba de describir, cada sujeto per- sistió luego de 20 choques, y casi el 65% obede- cieron hasta el final. ¿Se aplican los resultados del experimento a la vida real? Muchos psicólo- gos creen que la información obter~ida por Mil- gram es aplicabl€ en circunstancias en donde los individuos se enfrentan a una figura de autoridad que presiona con fueua. Motivos para la obediencia ¿Por qué obedecieron las personas al experimen- tador de Milgram? No ofrecía importantes recom- pensas y no es probable que buscara castigar. Quizá la gente fue sumisa debido al prestigio de la University of Ya/e. Para descartar esta posibili- dad. Milgram realizó el experimento en un dete- riorado centro comercial cercano. El alto nivel de obediencia observado sugirió que la fama de Y ale tuvo muy poco que ver con los resultados. El sa- dismo fue una segunda hipótesis descartada por Milgram; lo hizo permitiendo que los sujetos mis- mos seleccionaran los niveles de choque. Cuando se les dejó a su criterio. las personas administrati- ron choques de nivel relativamente bajo y se de- tuvieron cuando las víctimas expresaban incomo- didad por primera vez. La explicación preferida por Milgram fue que los individuos suponen, con base en el adiestra- miento dado en la niñez que las autoridades legi- timas deben obedecerse. Durante la investigación las personas se sienten con un deber hacia la "or- ganización" y la "ciencia". Quieren ser amables; tienen promesas que deben cumplir; desean ayu- dar y les desagradan las "escenas". Enpocas pa- labras, están dominadas por una perspectiva más administrativa que moral. Conforme hacen ~us trabajos, el lenguaje protege contra las implica- ciones plenas. Los individuos se dicen ellos mis- mos que el "experimentador es el responsable de sus acciones." justifican lo que hacen en térmi- nos de metas que suenan bien: "lealtad", "disci- plina", "autosacrificio." (Hitler hablaba con res- pecto a "purificar la raza".) En el experimento de Milgram, las personas se deslizan con lentitud hacia causar niveles de su- puesto peligro. Nunca se comprometieyon a da- ñar a alguien, una condición que parece liberar su sentido de deber (Sabini y Silver, 1982). Los se- res humanos se sienten menos responsables de las acciones que no quisieron o para las que no tuvieron la intención. El modo de proceder de¡ estudio de Milgram es, a menudo, una caracterís- tica de la obediencia destructiva en la vida. Influencia sobre la obediencia Al igual que la conformidad, la obediencia de- pende de ciertas condiciones (Milgram, 1974, y Kelham y Mann, 1974). Cercanía a fa autoridad. Si está cerca de la autoridad, la gente se percibe más intimidada y obedece más. 2 Cercanía a fa víctimq. Si el que aprende está en una habitación lejana, los participantes prome- dian muchos más choques que cuando deben res- tringir a nivel físico al que aprende 3 Difusión de la responsabilidad. Si se asigna con facilidad la responsabilidad a alguien más, las personas propenden a ceder de manera leal, hasta el final. 4 Un modelo desobediente. Cuando alguien de- safía las órdenes, sólo un pequeño porcentaje de individuos (en un estudio, el10%) persiste. .... ~.·~,..,~, ... ,o rl 1-J·I·i"..:lol'.,;!..,'o-4,.J1U'JJ·I TABLA 15·1 Actitudes autoritarias Componente del autoritarismo Adherencia rígida a los valores de clase media Necesidad exagerada de someterse a otros Entrega al castigo seve- ro por desviarse de los valores convencionales Fuente: Cherry y Bayne, 1977. Actitud ejemplificada "Cada ser humano de- cente debe tener un sentimiento de amor, gratitud y admiración ha- cia sus padres." "La obediencia y el res- peto hacia los progeni- tores, los maestros, la policía, etc., son los va- lores más importantes que los padres pueden ensenar." "El uso de la pena de muerte es muy benéfico para la sociedad.'. S Actitudes autoritarias. Las personas que obe- decen por completo tienden a poseer un grán nú- mero de actitudes autoritarias. (Véase la tabla 15·1.) Consideraciones éticas Sin duda, los estudios de Milgram alteraron a los participantes. A tres de ellos les dieron ataques y la mayoría presentaba signos múltiples de ansie- dad: sudoración, tartamudeo, temblores, queji- dos, mordedura de los labios y cosas parecidas. RECUADRO 15·3 OBEDIENCIA: EL CASO DE LAS SECTAS RELIGIOSAS La conducta de los miembros de sectas religiosas es una demostración preocupante de la capacidad humana de obedecer sin objetar. El ejemplo más trágico en tiempos recientes proviene de Jones- town en Guyana, donde más de 900 personas mu- rieron en un suicidio colectivo en una comunidad aislada, en 1978. A pesar de que la Información es Incompleta, parece ser que la decisión de morir fue tomada por un solo líder, el reverendo Jim Jones. La mayoría de los seguidores de Jones bebieron con gusto agua mezClada con cianuro en !a tina que_ se muestra en la figura 15-7. La extraordinaria obediencia que lograba Jones se ejemplifica en la carta del miembro del culto Rosa Keaton, que tam- bién se presenta en la figura. - ¿Fue poco ético Milgram? Los psicólogos que piensan que la investigación fue moral dan tres argumentos. Uno, los estudios aportaron informa- ción esencial que no podría haberse obtenido de otro modo. Las preocupaciones éticas fueron ma- nejadas con cuidado; por ejemplo, al final de las sesiones, se explicaba la investigación y se le ase- guraba que su conducta era normal y que gran número de sujetos reaccionan de igual forma. In- cluso un psiquiatra entrevistaba a los que tenían probabilidad de padecer por participar en el ex- perimento. Tercero, a pesar de los sufrimientos de los individuos, el estudio tuvo un efecto bené- fico, lo más notable fue elevar la conciencia acerca de la tendencia de los humanos para so- meterse a las órdenes de un líder. Con esta nueva conciencia, es posible que las personas fueran más humanitarias en el futuro. En palabras que un participante (Milgram, 197 4, p. 59): ''lo que más me impactó fue que yo pudiera poseer la ca- pacidad para obedecer y acatar una idea central, es decir, el valor de un experimento de memoria, aun luego de que se hizo claro que continuar su- miso a este principio era a expensas de la viola- ción de otro valor, esto es, no lastimar a alguien que está indefenso y que no te daña. Como dijo mi esposa, 'te puedes llamar Eichmann.' Espero manejar de manera más efectiva los futuros con- flictos de valor con los que me enfrente." Los estudios de Milgram (y la publicidad que recibieron) transmitieron este crucial mensaje a mucha gente.{.). ¿Qué es lo que atrae a los seguidores a una sec- ta? No hay un solo factor responsable (Lotland, 1981). Los análisis del culto de Jonestown sugieren que los líderes quizás utilicen tácticas complejas para asegurar la. sumisión incondicional (Nugent, 1979, y Singer, 1979). Es característico que los líde- res de la secta inicien con el reclutamiento de per- sonas que son muy receptivas a los principios del culto. Jones buscó seguidores oprimidos, impoten- tes y enajenados, en especial, negros muy pobres. Puesto que la adhesión a una secta parece estar asociada con la dependencia de vfnculos significa- tivos, muchos cultos obtienen adeptos de las filas de jóvenes con problemas referentes a la búsque- da de un sentido de identidad en una religión y ex- periencias mfstlcas (Damre/1, 1978, y Richardson, 1978). ,., . .,., -~ ... ,J,,..,, .1·1 ~UCJI'AL r t.,.,1...11::.>' • ' ... 1 i 1=-> .,, .... , .... IJ·d-1=-> ~ RECUADRO 15·3 (continuación) Los 1 ideres de las sectas tienden a hacer buen uso de sus personalidades carismáticas; al parecer Jones era hipnotizador. La identificación con el grupo ofrece a los integrantes seguridad y una sen- sación de camaradería y significación. Jones daba a los miembros lo que se suponía era una sociedad selecta, justa y dedicada a la oportunidad y al privi- legio igualitarios. La dinámica del conjunto es crucial para mol- dear la obediencia. El aislamiento de quienes no pertenecen al culto (1ami\ia y amlgos antiguos) for- talece el poder de los Integrantes de la secta. A los miembros se les expone a presión intensa de sus iguales para lograr lealtad y conformidad, se exalta y se exige la total sumisión, son ilegales la duda y la critica. Largas y repetitivas pláticas acerca de la gloria de la causa, operando como hipnosis, tal vez sensibiHz.an a los seguidores al mensaje del culto. El líder de la secta exige, a menudo poco a poco, grandes sacrificios personales para cimentar el compromiso, la estrategia del pie en la puerta (véa- .............__----~- ~ ..... __ ___ 1,1,! se la pág. 574). Tarde o temprano, los seguidores de Jones tenían que entregar su ingreso, posesio- nes, privacidad y el control sobre sus decisiones vi- tales. En Jonestown trabajaban como esclavos ba- jo condiciones de gran privación y casi muertos de hambre. Además, muchos cultos desalientan las deserciones en forma agresiva, por medio de pre- sión e intimidación. Conforme los adeptos de la secta. intentan comprender y justificar sus accio- nes, es probable que se convenzan ellos mismos que el sufrimiento y la autonegaclón se justifican en nombre de la causa. Los miembros del culto de Jonestown que lo desafiaban eran humillados; cuando esto no funcionaba, se enfrentaban a tortu- ra física y psicológica y a amenazas de muerte.· En resumen, en Jonestown y en muchas otras sectas, las presiones por conformarse y obedecer se combinancon las técnicas de persuasión e inti- midación para crear acatamiento a las exigencias de un líder magnético en una población receptiva en grado extremo. Yíarw.< p<>l ¡,,,/"¡ /,.i "iilla!'J/1,,,,"$ <'1~•11<"1"/'"/'·' qw h" ¡•W!~''"""'"'''' a ¡,,,/,o.< IIP<.•/l,>.< </<Hm<'< ""*'' I'Utl~bl<'; "' f<f<l be//r1 f,,ry,/,a «><'«1/o;Ja J',, mw/,,,.,¡,o; a wi,•J y r1 /" ~\I,,J¡, ¡><"•!"';; ,/ >W¡o>l ::1:-\,Ju qu< a!IJ""'l 11" /ro¡,/,, ,'/(~ ./,,/,, ,.,,_,,, ~~alttw/,·.<, ./,>1•"'•' ~ l<mr¡~•" la"'''"''· '"'" ''" ll<H<"i<>IJ<Ili 10)1 ,,,¡/;<H)Ul <'11 ,//u,/, 10)<111'"' "'"l·"·l<'l]lo· )/,, 1"1'~' o•llo• «'«)· : ''''"'"'" ., .... ,.¡ ,/,• /" '''"''" ,_'\,; ,,.,,. "'1•' ,1 .. 1" ·'b"'''" ~ '"'"'/"¡ !" <IU/o>llo{,,J :J\nl«' illllo• ,/, _<d ,,),..,fur¡l< ~ l<".<¡o·luo'.<ll .'1-L.<ill '~'9 (,,,,1,/,, "1< w1i 11 /,. ""'-'") l_,¡ia "1«'</,, .f,. /u "l"•'llc ~ ./,. /uff .. .-1. ;.,.¡,, ,/,.),, o'>ilo>I)Co'< /¡, ""1-'"j,.,.,,/,, '1'"' /a ¡<¡<ull,· L/ ¡•flo·dl ,,;/,, o'> "'""' ,/,,¡,¡1);< FIGURA 15·7 El suicidio colectivo de 1978 en Jonestown, Guyana y una carta de un miembro del culto, Rosa Keaton, demuestran el extraordinario poder de la tenden- cia a obedecer. (Bettmann Newsphotos/UPI.) JJ~·, J,I..,J.ii,.¡I_.I.,..¡I,_¡'J~·I·I 1-h J-~'j(,;(_,l¡_l,)t.JiJJ.l ACTITUDES Y ESTEREOTIPOS Antes de continuar la lectura, respóndanse las si- guientes preguntas. • ,>Están mal orientados los esfuerzos guberna- mentales para controlar la inflación? • ¿Es una buena política la legalización del aborto? • lEs bueno para las personas vivir juntas antes de casarse? Sus contestaciones a estas interrogantes contiene sus actitudes. ¿Qué es una actitud? Actitudes Las actitudes tienen varías características defini- torias (Himmelfarb y Eagley, 1974). Se refieren a objetos, grupos. sucesos y símbolos de significado social. Nótese que las respuestas a las preguntas anteriores tienen implicaciones para las relacio- nes humanas. Las opiniones con respecto a los ra- diadores y volantes de automóviles no muestran efectos sociales y no podrían considerarse actitu- des Al igual que las emociones, las actitudes poseen elementos más importantes: cogniciones o creen- cias, sentimientos (vinculados con evaluaciones) y tendencias a comportarse de ciertas maneras (Breckler, 1984). Como ejemplo, tómese la opi- nión hacia la cohabitación, vivir juntos antes del matrimonio. El componente de creencia de la ac- titud es el elemento intelectual. Uno puede pen- sar que cohabitar permite a las personas que se conozcan o que contribuye a la elección de un cónyuge adecuado. Por otra parte, uno puede es- tar convencido que vivir juntos viola los princi- pios morales o que produce más problemas de los que soluciona. Los sentimientos de evaluación son evidentes, por lo general: "la cohabitación es una cosa buena y quiero hacerlo." "Es malo. No deseo participar en ello." Las tendencias conduc- tuafes se refieren a las acciones, por ejemplo, buscar una pareja para vivir o interrumpir el lazo con alguien que quiere vivir con uno. Las actitudes son aprendidas, !as personas no llegan al mundo con ellas, y al mismo tiempo son bastante persistentes, se quedan con uno durante largos periodos Estereotipos y prejuicios ¿Qué es un estereotipo? Cuando el componente de pe'lsamiento de la actitud es bastante simple 662 y rígido y se relaciona con individuos o grupos sociales, se le llama estereotipo (Ashmore, 1981) A pesar de que la palabra "estereotipo'' tiene asociaciones desagradables, los estereotipos no siempre son dañinos. En la vida diaria, los seres humanos generalizan de manera continua a part" de sus experiencias porque no pueden tratar a ca- da persona como un individuo (McCauley y cols., 1980). Los estereotipos ordenan y condensan la información con el fin de actuar de modo inteli- gente y rápido. Para sobrevivir, es necesario ser bueno al juzgar en quiénes puede confiarse y a quiénes debe temerse. Por ejemplo, uno o dos en· cuentros con artistas del engaño en juegos de po- ker, quizás conduzca a estereotipar jugadores PX- pertos de cartas como peligosos en potencia y comportarse con cautela hacia ellos. La mayor parte del tiempo, es probable que las persona~ estén conscientes del hecho de que los estereoti- pos no son válidos para cada miembro de lapo- blación y ni siquiera para la mitad de un grupo (McCauley y cols., 1980). Los estereotipo~ son destructivos en forma principal si se olvida que están basados en una pequeña muestra y que con frecuencia son injustos si se aplican por rutina a todos los individuos de una población. Los prejuicios están vinculados tanto con las actitudes como con los estereotipos. Un prejuicio es una opinión que consiste en sentimientos nega- tivos (o positivos) acerca de una gente o núch"'o de individuos, una creencia que exagera las ca- racterísticas grupales. A menudo, los prejuicios están ligados con la discriminación, comporta- miento prejuiciado (o a favor) de una persona o conjunto de ellas, con base en la pertenencia al grupo y no en méritos individuales. Consistencia interna de las actitudes Se di¡o que las actitudes de todas clases están asociadas con conductas. creencias y sentimiPn- tos. A veces existe consistencia er.tre los tres componentes. Por ejemplo, es posible que una gente odie fumar, piense que no es saludable V nunca lo haga; sin embargo, los elementos pue- den ser discordantes. A pesar de que un fumat)or fume y le guste hacerlo, él o ella quizás conside- re que la actividad es dañina. Los psicólogos se han interesado sobre todo en las condiciones de la consistencia de componen- tes (Bem, 1982; Wicklund, 1982 y Zanna y (·ol.s., 1980]. Algunos creen que las discrepancias de lo~ elementos son, en lo esencial. metodológicas. Ar· gumentan que si los investigadores hicieran las ........... , •-L•UL' 1 A· SOCIAL '1 (,'i.,IJ=..>Iii..J'I~I=.!I .!II.,..·I_,IJ•IU=..:» mediciones apropiadas, tanto de creencias como de comportamiento, tomando en cuenta el grado de compleJidad, verían armonías entre los dos (Aj- zen, 1982). En el ejemplo anterior, las ideas del fumador referentes a fumar no son tan simples como se implica. Fumar y gustar hacerlo son co- herente~ con la opinión: "uno ha de morir algún dia. Que sea del tabaco. como pudiera wr de otra cosa. Me gusta mucho fumar." Otros psicólogos razonan que el componente de creencia de una actitud es tan importante co- mo una sene de influencias sobre lo que hacen las personas (Abelson, 1982, y Zanna y Fazio, 1982); por tanto, las opiniones por ellas mismas no son suficientes para predecir la conducta. Uno debe considerar vivencias pasadas, percepciones de las normas, cogniciones, contextos y metas. Así, fuertes presiones de compañeros para expre- sar la sexualidad, tal vez sean más poderosas que las creencia~ del adolescente en la santidad de la virginidad Formación de actitudes ¿Cómo adquieren los individum las actitudes? El elemento de pensamiento de una opinión a me- nudo se basa en las experiencias e inferencia$ (ge- neralizaciones). Por ejemplo, en las noticias se es- cucha que el gobierno está tirando desperdicios tóxicos y adueñándose de áreas silvestres y ~e concluye que la administración está arruinando el ambiente. O '>e observa que el padre y el tío de uno le meten mano a los coches y se decide que los hombres tienen inclinaciones mecánicas en palabra.;; del finado Cordon Allport (1958, p. 9), "dado un minúsculo grupo de datos, [los seres humanos] se apresuran a hacer generalizaciones como si se tratara de un conjunto enorme." Las personas obtienen algunas actitudes por medio de principios conductuales de aprendizaje (véase el Cap. 3), sin percatarse de que aprende algo. Una forma de influencia es el aprendizaje por observación, sólo viendo e imitando a otros fs posible que las recompensos y los castigos (condicionamiento operanre) también intervengan. La aprobación y apoyo de padres y otras figuras importantesson motivadores potentes para la adopción de sus opiniones. Su crítica y rechazo pueden debilitar las actitudes; incluso si un asun- to es de poca trascendencia. el consenso o repu- dio de desconocidos totales puede influir sobre qué actitudes expresa una gente (lnsko, 1965) Cuando una opinión específica se asocia en re- petidas ocasiones con alguna emoción, las perso- t.l:~: nas propenden a vincularlos con base en el con- dicionamiento respondiente o clásico. En el caso de un padre que se opone de manera violenta al aborto. éste será apareado con ira y tensión cada vez que se presente el tema. 1 arde o temprano, es probable que los hijos asocien el aborto con sensaciones negativas. Se describió el principio de exposición cuando se habló de la atracción y el agrado (en el Cap 11). La investigación de Robert Zajonc (1968 y 1980) y otros (Grush, 1980, y Rhe1ngold, 1985) de- muestra que cuanto más contacto tengan las per- sonas con un objeto o gente, más afecto sentirán hacia esa cosa o individuo. La sola exposición es una influencia muy poderosa hacia las actitudes cuando no hay Información. Por ejemplo, uno no sabe mucho acerca de un candidato para la rró- xima elección. En los periódicos y en la televisión se encuentra uno el nombre del afectado o dia- rio. fl principio de exposición sugiere que, cuon- do llega el día de la elección. es posible que se favorezca a dicho contendiente y que se vote ba- sándose en esa preferencia, sin percatarse que, en realidad, la familiaridad afecta la opinión. Dinámica de las actitudes Una vez formados, las actitudes, los estereotipos y los prejuicios ejercen influencia potentes. El análisis que aquí se hace se concentra en los es- tereotipos. pero también es válido para las actitu- des y los prejuicios. Estereotipos intra y extra grupos Henri Tajfel (1981 y 1982), que pasó gran parte de su vida estudiando la dinámica de los estereoti- pos sociales, comenzó con un sencillo experimen- to de observación de puntos. Niños veían en gru- pos, puntos que atravesaban una pantalla y cal- culaban, de modo individual, la cantidad que ha- bía pasado. Después de hacer una serie de cálcu- los, se apartó a cada niño y se le dijo que estaba "sobrecalculando" o "subestimando." En ese mo- mento, a los sujetos se les daba la oportunidad para donar dinero a otros dos niños. Los benefac- tores sólo tenían un fragmento de información con respecto a los recipientes potenciales: uno era un sobre calculador y el otro un subestima- dar. Al regalar el dinero, los infantes favorecían a la persona que compartía su categoría de conteo de puntos. Claro que a nadie le importa mucho las clasifi- caciones de c0r:teo de datos. Lo que preocupa ,, 1, ,,¡,..j_.IJ'""'""JI,..¡i J-1 i..J•¡·J•.:¡.JI ... l)J_l.,l(;¡'j¡j.l son las lecciones generales del estudio de Tajfel, las cuales han sido confirmadas (Brewer. 1979; Howard y Rothbart, 1980, y Linville y Jones, 1980). Desde una edad temprana, los individuos categorizan de manera continua a las personas a su alrededor (incluyéndose a ellos mismos) con- forme a núcleos sociales. Se distingue entre el conjunto al que uno pertenece (intra grupos: "no- sotros") y los otros (extra grupos: "ellos"). Para mantener la autoestima suele asignarse cualida- des positivas a los intra grupos y peculiaridades negativas a los extra grupos. Al mismo tiempo, tendemos a exagerar la similitud entre los miem- bros del clan del cual se forma parte y las dife- rencias de los extra grupos. Al acentuar la analo- gía de individuos semejantes (asimilación) y la di- vergencia de los que son distintos (contraste} es un aspecto común del pensamiento social (Cialdi- ni y cols ., 1981 ). Los estereotipos de los grupos "nosotros" per- manecen bastante complejos (Linville y jones, 1980, y Wilder, 1978). Se considera que el propio grupo se compone de diferentes individuos y no se supone que las acciones de cualquier miembro influyen sobre todo el grupo. Por ejemplo, si uno es blanco, es poco probable que se cambie de opinión con respecto a los caucásicos cada vez que se escucha sobre un asesinato en masa co- metido por blancos. Por otro lado. las personas propenden a mantener sencillos los estereotipos de extra grupos y tiene más posibilidades de ge- neralizar hacia todo el extra grupo a partir de la conducta de un solo sujeto (Quattrone y Jones, 1980). Siendo blanco, al oír de la brutalidad de un adolescente negro, quizás uno cambie su idea acerca de los jóvenes negros en general. Debido a las propensiones para estereotipar, los individuos tienden a favorecer a los integran- tes de su propio grupo y a rechazar los de otros. Esto es cierto, sobre todo, si en el pasado ha ha- bido hostilidad entre los dos bandos (Sherif, 1982). Asimismo, es probable si las normas socia- les del grupo al que se pertenece apoyan prejui- cios negativos hacia el extra grupo. La naturaleza autoperpetuante de los estereotipos Los estereotipos propenden a autoperpetuarse, en parte a causa de que el comportamiento de la gente que estereotipa provoca que el blanco ac- túe de modo que confirma el estereotipo. La in- vestigación de Mark Snyder (1977, y Skrypnek y Snyder, 1982), sus colaboradores y otros respal- dan esta idea perturbadora. En un estudio, hom- bres veían fotografías de una mujer con la que - esperaban hablar por teléfono. Los varones con- fiaban que las damas bonitas fueran sociales, aptas y seguras de sí mismas y las mujeres feas que fueran poco sociales. ineptas, serias y torpes. Las cintas de las conversaciones telefónicas mostraron que los hombres que hablaban con la supuesta atractiva lo hacian con calor, mostrándose amistosos y ani- mados; se comportaron fríos, reservados y poco interesantes con mujeres que se asumía no eran atractivas. De hecho, la belleza de las damas va- riaba y no tenía que ver con las expectativas de los hombres. A pesar de que las mujeres descono- cían las percepciones de los varones, la conducta al teléfono parecía estar moldeada por los este- reotipos de los hombres. Cuando se les trataba con frialdad, las mujeres respondían de manera fría y distante. Si se les hablaba con calor, respondían en forma amistosa y cálida. Muchos otros estudios apoyan el mismo principio (Word y cols., 1974): cuando a los individuos se les trata según los estereotipos las personas tienden a res- ponder de manera que confirme los estereotipos. Los estereotipos pueden considerarse como es- quemas (redes de conocimiento); como tal, alte- ran percepciones y recuerdos {véase la pág. 199), con consecuencias sustanciales para la perpetua- ción de los estereotipos; otro mecanismo que los mantiene intactos (Hamilton y cols., 1985). (Véase la fig. 15-8.) Cuando grandes segmentos de la población sostienen el mismo estereotipo, los miembros de un grupo estigmatizado quizás se suscriban a él y, como resultado, adquieran las características del estereotipo (Jones y cols., 1984). En una de- mostración clásica, Amerigo Farina y sus colabo- radores (1966), le pidieron a pacientes mentales que jugaran con otra gente; la mitad de los suje- tos pensaba que su condición psiquiátrica era sa- bida por sus compañeros de juego, y el resto creía que su identidad era desconocida. En reali- dad, los camaradas de juegos ignoraban todo con respecto a la adaptación mental del paciente. Fl considerar que su identidad era conocida originó que los participantes encontraran el juego bastan· te difícil, que respondieran de manera deficiente. que se sintieran poco apreciados y que fueran vistos por observadores objetivos con relativa tensión y mal adaptados. Los pacientes que creían que se ignoraba su identidad reaccionaron mucho mejor. De igual modo, las mujeres a quie- nes se les hace creer que interactuarán con un hombre con ciertos estereotipos referentes a las damas, se presenta. en lo físico y en lo verbal, conforme a los estereotipos en algunas situado- UUJWUCTA SOCJAL y CUESliUJi~l> i>OCIALES
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