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Cómo sanar tu árbol genealógico Octavio Déniz

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Contenidos:
Introducción
Los ejercicios prácticos de este libro
Requisitos para trabajar con tu árbol genealógico
La psicogenealogía
La psicogenealogía
Todo conecta con todo. Los sistemas
Los límites del sistema
Las normas del sistema
El contrato individual
El destino
A cada uno su lugar. Los rangos en la familia
Sistemas dentro de sistemas. Los subsistemas familiares
Cómo trazar tu genograma
El genograma como mapa del mundo interior
Símbolos usados en el genograma
Recogiendo los primeros datos
Recopilar datos a través de Internet
Recopilando información de registros públicos
Recopilando información a través de la memoria familiar
Creando un genograma por capas
El cronograma familiar
Un instante en el tiempo. El gráfico sincrónico
El átomo de las relaciones personales
Sanando tu árbol genealógico
La transmisión de las normas familiares
Ejercicio Práctico. Descubriendo las normas familiares
(reflexión)
La programación familiar se manifiesta en el nombre
Ejercicio Práctico. Los nombres de tu genograma
(reflexión)
Ejercicio Práctico. Los significados de los nombres
(reflexión)
Las repeticiones familiares
La maldición recurrente. El síndrome del aniversario
Ejercicio Práctico. Rastreando las repeticiones (reflexión)
Ejemplo. Vincent Van Gogh
Los huecos del genograma
Ejercicio Práctico. Conociendo a las generaciones del
pasado (reflexión)
Conversaciones en voz baja. Los secretos de familia
Las consecuencias del secreto familiar
Cuándo y cómo desvelar un secreto propio
Ejercicio Práctico. Estrategias alternativas para revelar un
secreto (psicomagia)
Ejercicio Práctico. Descubriendo el secreto familiar oculto
(reflexión)
Sangre contaminada. La vergüenza generacional
Ejercicio Práctico. Dar voz al excluido (dinámica)
Ejemplo. La familia Hitler
En el lugar de los padres. La parentificación
Ejercicio Práctico. La parentificación (dinámica)
No serás más que tus padres. La neurosis de clase
Ejercicio Práctico. Tratando la neurosis de clase
(dinámica)
Cuando duele el padre. Síntomas de un padre débil
Cuando la madre sufre. Síntomas de una madre herida
Ejercicio Práctico. Traer de vuelta al progenitor ausente
(dinámica)
La vida que trae la muerte. Fallecimiento en el parto
Ejercicio Práctico. Reconociendo a la mujer muerta en el
parto (psicomagia)
Corazones rotos. Los problemas de pareja
Ejercicio Práctico. Honrando a las parejas anteriores
(dinámica)
Ejercicio Práctico. Conectando con los progenitores para
encontrar pareja (dinámica)
Ocupando el lugar de otro. Hijos de reemplazo
Significado de la posición de los hermanos
Ejercicio Práctico. Ocupando el lugar entre los hermanos
(dinámica)
Ejemplo. Las hermanas Brontë
Extraños bajo el mismo techo. Hermanos que no se
reconocen como tales
Relaciones prohibidas. El incesto genealógico
Ejercicio Práctico. Los nudos incestuosos del árbol
(reflexión)
Ejemplo. Charles Darwin
Un viaje sin retorno. La emigración
Ejercicio Práctico. Sanando el dolor de la emigración
(reflexión y psicomagia)
Dolor hereditario. La enfermedad generacional
Ejercicio Práctico. Devolviendo una enfermedad
heredada (psicomagia)
Ejercicio Práctico. Sanando el dolor de conflictos o
catástrofes (reflexión y psicomagia)
La maldición del fracaso. Los problemas económicos y
laborales
Ejercicio Práctico. Rompiendo la maldición de fracaso
(dinámica)
Ejercicio Práctico. Reescribir la historia familiar
(reflexión)
Epílogo. Ahora puedes crear tu futuro
Bibliografía
Introducción
“El oro que cae en el barro no se pudre.”
Alejandro Jodorowsky
La cita que encabeza este libro, que pertenece a uno de los
grandes teóricos del mundo psicogenealógico, Alejandro
Jodorowsky, contiene una verdad esencial que pretendo
desarrollar a lo largo de esta obra.
Este libro habla de familias, y de cómo la historia familiar
resuena en cada uno de nosotros. No hay ninguna familia que no
se mueva, de un modo u otro, en el barro del dolor, de la
pérdida, de la enfermedad o del fracaso. Pero tampoco hay
ninguna familia que no produzca una pepita de oro bajo la forma
de cada uno de sus miembros. El barro del que provenimos, el
barro bíblico del que estamos formados, no es sino la excusa de
aquello que nos ha creado, llámese dios, la naturaleza, el azar o
el anima mundi, para producir el oro que somos.
Como veremos a lo largo de este libro, ningún sistema familiar
es perfecto, y todos de alguna manera han tenido que padecer, a
lo largo del tiempo, los rigores de la historia, los conflictos, las
catástrofes, el hambre o la opresión de ciertas normas sociales.
Pero todas las familias han producido oro: seres ejemplares,
legendarios, bondadosos, o simplemente personas normales que
hicieron lo posible para que sus hijos tuvieran una vida mejor.
En la perfecta imperfección de este vida que vivimos, cada
existencia es la suma de cientos, de miles de vidas de
antepasados que están presentes en nuestros genes, en las
historias que nos han contado, en los rasgos de nuestro carácter,
en los silencios que nos han sido transmitidos.
Todos tus antepasados viven en ti. Aquellos que murieron
antes de tiempo, los que infligieron la ley, las mujeres que dieron
su vida dando a luz a un nuevo ser, los enfermos crónicos, los
emigrantes, los accidentados, los que partieron a la guerra y no
volvieron; y los que volvieron, pero con el alma desgarrada por el
dolor sufrido o causado a otros. Todos ellos están en ti.
También los héroes, los patriotas, los rebeldes, los que tuvieron
una vida relajada, las mujeres libres y los hombres brillantes que
habitan tu historia familiar, todos están en tu interior. De todos
ellos, de los felices y los desdichados, de sus genes, y también de
sus historias personales, surge el átomo inicial de la persona que
eres ahora.
Todos llevamos en nuestro interior parte de un dolor
transgeneracional que se manifiesta en lo que somos ahora, en
nuestros conflictos y en nuestras dudas. Por eso es necesario
conocer las historias, desvelarlas e incluso imaginarlas, de
manera que podamos sanar ese dolor y convertirnos en seres más
libres.
A través de este libro te llevaré a conocer conceptos que quizá
desafíen tu concepción de la realidad. Algunas de esas ideas
pueden causarte algún rechazo, algunas quizás te parezcan
absurdas. No sería sorprendente que así fuera, puesto que
aquello de lo que aquí se habla, la conciencia transgeneracional,
es algo que ha sido completamente menospreciado en nuestro
mundo occidental. Conceptos como la conciencia del clan, la
persistencia de la memoria generacional, el funcionamiento
sistémico de la familia, la inocencia o la culpa heredadas,
desafían mucho de lo que conocemos acerca de nosotros mismos.
Ahora bien, lo más sorprendente del mundo psicogenealógico
es que sus presupuestos tienen una lógica profunda que resuena
en nuestro interior como una verdad que llegara de un tiempo
lejano, libre de contaminaciones ideológicas, indiferente a todo
aquello que es políticamente correcto. Además, existe una
vertiente práctica, un camino de sanación que cuando se hace
efectivo, funciona. Un camino de curación interior que tiene un
efecto casi inmediato en el alma.
De modo que gracias a sencillos ejercicios, muchos de los
cuales se explican en las páginas que siguen, podemos comenzar
a liberarnos de una carga que en ocasiones ni siquiera teníamos
consciencia de llevar sobre nuestros hombros.
Este libro está dividido en tres partes. La primera, denominada
“La psicogenealogía”, nos ayudará a entender qué es esta
corriente de pensamiento que vuelve a estar cada vez más
presente en la conciencia occidental. Aquí se darán algunas
pinceladas esenciales para entender lo más central del
pensamiento psicogenealógico y se profundizará en temas que
son esenciales para comprender el resto de la obra.
En la segunda parte, que he titulado “Cómo trazar tu
genograma”, te presento una guía práctica para poder trazar este
gráfico genealógico tan necesario para comprender las tramas
profundas de la conciencia familiar. El genograma es mucho más
que un árbol genealógico al uso, ya que contiene informaciónmuy útil para desentrañar los problemas transgeneracionales que
pueden estar acuciando nuestro presente. Además, este libro
añade algunos elementos de análisis más, como el cronograma
familiar y social, así como el átomo personal, que te permitirán
descubrir aspectos esenciales de ti y de tus antepasados. Todos
estos gráficos generacionales serán necesarios para completar la
tercera parte de este libro.
En esa tercera parte, que se denomina “Sanando tu árbol
genealógico”, se ofrecen datos más precisos acerca de diversos
problemas transgeneracionales que son comunes a muchas
personas y en los que espero que encuentres respuestas a tus
dudas vitales. Aquí he incorporado bastantes ejercicios prácticos
que te ayudarán a sanar aquellos nudos familiares que puedan
estar actuando sobre ti. Además, se incluyen algunos ejemplos de
sistemas familiares famosos, así como referencias a casos reales,
tratados por mí en los últimos años.
El objetivo final de este libro es el de reconocer y sanar los
patrones más nocivos de tu árbol genealógico, al tiempo que
refuerzas los dones más positivos. En definitiva, dar un impulso a
la energía vital que viene de tus antepasados y que se proyecta
en tu presente, en tu futuro y en el futuro de tus descendientes.
Te invito a que te introduzcas en este fascinante mundo de la
psicogenealogía, a que explores tu genograma y a que empieces
un camino de sanción transgeneracional que espero sea muy
positivo para ti.
Los ejercicios prácticos de este
libro
A lo largo de este libro te ofrezco diversos ejercicios prácticos
que puedes realizar a la vez que vas dibujando el mapa
genealógico de tu familia. Los ejercicios que se presentan en esta
obra tienen una pretensión sanadora, de manera que puedas, con
algo de paciencia, comenzar a deshacer algunos de los nudos
que se presentan en tu historia familiar.
En verdad, la mera confección de un genograma completo ya
se puede considerar de por sí un acto sanador, puesto que abre
tu conciencia a la realidad de tu familia, tanto en el aspecto de
cuáles son sus dinámicas ocultas como sus evidencias más claras.
Pero en este libro queremos ir más allá de la mera comprensión
teórica y avanzar hacia una plena sanación, que se alcanza de
un modo real a través de la práctica.
Los ejercicios prácticos de este libro se distribuyen en tres
categorías.
Ejercicios de reflexión
Este tipo de actuaciones requiere el uso de tu mente y tu
capacidad de análisis racional. Los ejercicios reflexivos te ayudan
a entender diversos aspectos del sistema familiar, encontrando
conexiones que en un primer momento no serían evidentes. Para
realizarlos sólo se requiere algo de tiempo para poder reflexionar
acerca de diversas cuestiones. Las respuestas que se den a las
mismas deben ser lo más honestas posible, dando así espacio a
que surja un nuevo conocimiento que te ayude a entender la
dinámica familiar desde una perspectiva más amplia.
Para los ejercicios de carácter reflexivo tan sólo se necesita un
cuaderno, un bolígrafo y algo de tiempo. A través de estas
prácticas, se formularán una serie de preguntas que te harán
pensar. Escribe cada pregunta en tu cuaderno y tómate un tiempo
para contestar a las mismas. Si no encuentras la respuesta, deja
la cuestión en blanco y sigue con el resto de las preguntas.
Debajo de cada respuesta, te aconsejo que dejes un espacio
vacío, para añadir datos o reflexiones que puedan llegar en otro
momento. Como descubrirás, a medida que te introduzcas en el
territorio del análisis genealógico, cada vez te resultará más fácil
hacer las conexiones necesarias para que la verdad familiar salga
a la luz. Por ese motivo, una pregunta en blanco no debe ser una
fuente de desánimo, sino que debes sentir que es un acicate para
que tu mente se active en busca de las respuestas.
En cualquier caso, no pienses que ninguna respuesta es
definitiva. Lo que eres capaz de descubrir en este momento es
sólo una pequeña fracción de lo que podrás ver más adelante.
Simplemente deja que tu mente esté abierta a nuevas
percepciones y éstas llegarán, a veces en el momento más
inesperado para ti.
Dinámicas
Los ejercicios dinámicos requieren movimiento y se realizan
preferentemente con tu cuerpo y sus sensaciones. No es necesario
tener ninguna capacidad física especial para realizarlos, ni es
preciso disponer de una especial sensibilidad. Lo único que
necesitas es dejar que tu cuerpo se manifieste en cada momento.
Los ejercicios dinámicos que se presentan en este libro están
basados en distintas fuentes, tales como Constelaciones Familiares
y en menor medida, otras como Bioenergética o Terapia Gestalt,
por citar las más importantes.
Estas prácticas son esenciales para poder llegar a un
conocimiento pleno de la dinámica familiar, puesto que los
ejercicios de tipo mental sólo acceden a una capa muy
determinada de nuestro entendimiento, la relacionada con la
mente consciente y racional.
A diferencia de la mente, que está condicionada por muchas
ideas y creencias, impuestas o aceptadas libremente por nosotros,
el cuerpo físico no se presta tan fácilmente a la manipulación.
Cuando sentimos placer o dolor, lo hacemos siempre en tiempo
presente, y de acuerdo a estímulos que son reales. Por ejemplo,
no podemos engañar al cuerpo para que un golpe recibido no
sea doloroso, y nunca observarás a tu cuerpo quejarse por una
contusión sufrida hace un año, sino por algo que le está
sucediendo ahora mismo. En definitiva, el cuerpo siempre dice la
verdad y es bastante fiable como herramienta de
autoconocimiento.
Este tipo de ejercicios debe ser realizado en soledad, a menos
que se indique lo contrario, en un lugar tranquilo donde no
existan interrupciones. No se requiere de mucho espacio físico
para su realización, una habitación despejada o un poco de
espacio libre dentro de un cuarto algo amplio es lo más
adecuado, pero si no dispones de esa facilidad, basta con tener
un par de metros cuadrados en los que te puedas mover con
libertad.
Te recomiendo además que realices estas prácticas con ropa
cómoda y con los pies descalzos o bien con calcetines gruesos si
sientes frío. Evita llevar joyas, prendas apretadas o que no te
permitan moverte con facilidad. Si dispones de una alfombra
sobre la que poder realizar estas prácticas, lo harás de un modo
más cómodo y agradable. Además, para este tipo de ejercicios
necesitarás algunos elementos que puedes encontrar fácilmente en
casa, como cojines, sillas u hojas de papel.
Psicomagia
Los ejercicios psicomágicos son una variante del pensamiento
mágico tradicional. En este tipo de actividades, que surgen del
pensamiento de autores como Alejandro Jodorowsky, se intenta
conectar con la mente inconsciente a través del único lenguaje
que ésta puede entender, el pensamiento creativo asociado
tradicionalmente a la magia. A través de sencillos actos puntuales,
descubrirás que existe una dimensión desconocida en nuestra
mente cuyo poder sanador es excepcionalmente grande.
Los actos psicomágicos requieren en ocasiones que hagas uso
de materiales fáciles de obtener. Pero por encima de cualquier
otro requisito, requieren el deseo de llevarlos a cabo. Los actos
que se detallan en este libro suelen ser bastante fáciles de realizar
y no hace falta tener un valor especial ni ningún conocimiento
particular para su ejecución. Por supuesto, en todo aquello que
deba ser realizado al aire libre, se requiere una dosis normal de
precaución para no correr ningún riesgo físico. También hay que
tener en cuenta que ninguna ley debe ser quebrantada a la hora
de realizar un acto psicomágico.
Ahora que ya conoces los tres tipos de ejercicios que te voy a
proponer en las siguientes páginas, te aconsejo que antes de
realizarlos, leas el libro por completo, de manera que tu visión del
mundo psicogenealógico sea lo más amplia posible. De este
modo, ganarás en profundidad en tus percepciones, actos e
interpretaciones.
Estos ejercicios deben ser realizados una sola vez, ya que en
líneas generales, ninguno de ellos necesita ser repetido. Por
supuesto,los efectos no son siempre inmediatos y hay que tener
un poco de paciencia para poder notar sus beneficios. En
general, los efectos positivos se pueden observar varios días o
semanas después de su realización. En algunas raras ocasiones el
efecto es casi inmediato, pero lo más aconsejable es tener
paciencia.
En todo caso, si al cabo de un par de meses después de
haberlos realizado no has notado ningún cambio, puedes
repetirlos. Pero te aconsejo que no los vuelvas a realizar si no es
estrictamente necesario. En muchas ocasiones, el cambio ya se
está produciendo, pero la impaciencia nos impide darnos cuenta.
A partir de mi experiencia de muchos años trabajando con
problemas generacionales, he podido comprobar la eficacia de
todos y cada uno de estos ejercicios. También puedo atestiguar
que son seguros, si se realizan correctamente, y que en todo
caso, no tienen efectos negativos asociados. Ahora bien, cuando
estamos sanando alguna herida muy profunda, puede que a
nuestro alrededor empiecen a producirse cambios repentinos que
no siempre son bien admitidos por algunas personas. Pero con
paciencia y confianza, todos estos cambios conducen a un buen
final.
Como es lógico, algunos ejercicios te resultarán más fáciles y
otros más complicados, ya que cada uno de nosotros tenemos
cierta facilidad para unas tareas mientras que otras se nos hacen
más difíciles. Así, las personas más racionales tendrán más
facilidad para realizar los ejercicios reflexivos, mientras que
aquellos que estén más en contacto con su cuerpo, se sentirán
más a gusto con las dinámicas. Por otra parte, la dimensión
mágica, que conecta directamente con la mente inconsciente, que
se asocia a los ejercicios psicomágicos, puede agradar a unas
personas y puede resultar completamente desconcertante para
otras. En todo caso, te animo a que realices todos los ejercicios
que se proponen y que sientas que puedan ser de utilidad para ti.
Hay que dejar claro también que el autor de este libro declina
toda responsabilidad por la práctica inadecuada, ilícita o con
riesgo evidente, de los ejercicios contenidos en este libro. Todo lo
expresado en este volumen se entiende como una serie de
consejos o sugerencias basados en la práctica personal del autor,
pero no es en ningún caso un método infalible, y sobre todo no
pretende suplantar el necesario consejo de médicos, psicólogos,
psiquiatras u otros profesionales de la salud, en los casos en que
sea necesaria su ayuda.
Estoy seguro de que algunos de estos ejercicios te van a
sorprender y quizás te revelen aspectos de tu ser que no
imaginabas. Es imposible saber si algo es efectivo o no hasta que
no se prueba y si quieres obtener el máximo beneficio de este
libro, es recomendable abordarlo con una mente abierta y libre
de prejuicios, como se explica en el capítulo siguiente.
Requisitos para trabajar con tu
árbol genealógico
Existen una serie de requisitos necesarios para comenzar el
trabajo de sanación del árbol familiar. Estas capacidades, que
todos poseemos y que también podemos aprender a desarrollar
un poco más cada día, nos permitirán adentrarnos en la historia
familiar sin cargas o prejuicios que dificulten la tarea.
Entre esos requisitos, se pueden destacar los siguientes.
Rigor
En un estudio psicogenealógico hay dos tipos de datos. Por un
lado están aquellos que son hechos factuales y que pueden ser
verificados en documentos. Por ejemplo, la fecha de nacimiento
de una persona, o el tiempo durante el cual un hombre ha
prestado servicio militar. Por otro lado, existen datos que forman
parte de relatos familiares que no pueden ser verificados. Por
ejemplo, las descripciones acerca de cómo era el carácter de
alguien que no hemos conocido personalmente.
Sea cual sea el origen de los datos, es esencial que seamos
rigurosos con la información que recojamos durante nuestra
investigación, anotando todo lo que pueda ser de interés del
modo más preciso posible, sin quitar ni añadir nada de nuestra
cosecha.
Apertura
En una investigación genealógica, debemos permanecer
abiertos a la verdad, sea la que sea. La verdad nos hace libres y
por ese motivo, hay que estar dispuestos a manejar datos que
quizá no nos agraden, que ofendan nuestras creencias o que
desafíen lo que creíamos saber de nuestros familiares.
La indagación que se propone en este libro no es para
personas pusilánimes, sino para aquellos que se atreven a
conocer aquello que está oculto, para los que desean liberarse de
los nudos generacionales, sean del tipo que sean. La recompensa
de esta apertura es una vida más libre de obstáculos para
nosotros y nuestros descendientes.
No juzgar
Como consecuencia de lo anterior, es importante, al menos
cuando se está investigando el árbol familiar y trabajando con los
ejercicios prácticos de este libro, evitar todo juicio moral acerca
de nuestros antepasados.
Esto no quiere decir que uno no pueda tener un criterio ético
sobre lo que está bien o mal. Simplemente, se trata aquí de no
extender ese criterio a nuestros antepasados, a los que podríamos
llegar a juzgar de un modo demasiado severo desde una posición
de comodidad que no fue la suya.
Por ejemplo, ¿se pueden juzgar los hechos que comete un
hombre que ha sido forzado a participar en una guerra? Sería
fácil hacerlo si tenemos en cuenta que nosotros no nos hemos visto
en esa situación. Pero como es lógico, una cuestión es ver los
problemas de otras personas desde una posición neutral, y otra
muy distinta, encontrarnos en esas mismas situaciones. Así, matar
a otras personas, aunque sea en la guerra, es algo deplorable.
Pero todo aquel que se haya visto obligado a cumplir órdenes
bajo una severa amenaza contra su integridad física, quizá vea
las cosas de una perspectiva muy diferente.
De este modo, aunque uno pueda estar legítimamente en
contra de la guerra, resultará difícil juzgar a aquellos que se
hayan visto obligados a participar en ellas contra sus deseos.
Flexibilidad mental
Entrar en el mundo transgeneracional puede ser un buen
ejercicio mental, que nos obligará a pensar de un modo diferente
al que estamos acostumbrados. Un ejemplo lo hemos visto en el
apartado anterior, con respecto a los juicios morales. Pero hay
otros desafíos importantes para nuestra comprensión de la
realidad.
Hay que tener en cuenta que, desde el punto de vista
generacional, el tiempo no existe. De este modo, las historias de
los antepasados están presentes y tienen repercusión en lo que
estamos viviendo ahora, mostrando su impacto también hacia el
futuro. La parte más positiva de este enfoque es que podemos
resolver ahora problemas que vienen arrastrados del pasado
familiar, mejorando así la calidad de vida no sólo de las personas
que viven actualmente, sino de las que aún no han nacido.
Además, hay que tener en cuenta la perspectiva sistémica, de
la que hablaremos más adelante. Una perspectiva que nos obliga
a mirar a los individuos no como seres aislados, sino como parte
de algo más amplio, de un sistema familiar en el que las
relaciones que se establecen entre las personas son tan
importantes como las propias personas. De este modo, todos
realizamos actos que son incomprensibles si se intentan analizar
desde la perspectiva de un yo aislado del mundo, pero
perfectamente razonables si se encuadran dentro de una lealtad
ciega al clan al que pertenecemos. Un ejemplo claro de esto es
cuando defendemos a “los nuestros” contra toda lógica, sólo
porque nos sentimos más cerca de ellos que de quienes les
atacan.
Sin una mente abierta difícilmente podremos comenzar nuestra
inmersión en el mundo genealógico. Espero que tú mantengas esa
mente despejada en las páginas que siguen y que me acompañes
a buscar oro a través del conocimiento de la psicogenealogía y
los sistemas familiares.
La psicogenealogía
La psicogenealogía
Este libro trata acerca del enfoque psicogenealógico y cómo
nos puede ayudar de un modo definitivo a mejorar diversos
aspectos de nuestra vida. Ahora bien, cabe preguntarse ¿qué es
la psicogenealogía y de dónde surge esta corrientede
pensamiento?
Podemos entender la psicogenealogía como el estudio, de
inspiración psicológica, de la herencia familiar que recae sobre
cada ser humano. La idea esencial que está detrás de la
comprensión psicogenealógica del ser humano es que, detrás de
los síntomas y los conflictos que vivimos en nuestra vida presente,
están presentes los problemas sin resolver de nuestros
antepasados.
Así, podemos entender cómo muchos comportamientos
extraños, enfermedades repentinas, desgracias o bloqueos en el
amor, el trabajo o la economía, suceden en nuestra vida sin que
aparentemente haya una causa reconocible que los esté
provocando. A través del análisis genealógico, se vuelve fácil de
entender cómo por ejemplo, el nieto necesita emigrar del mismo
modo que lo hizo su abuelo, cómo muchos se autolimitan para no
superar a sus progenitores, o cómo los hijos repiten patrones de
comportamiento nocivos que se remontan a varias generaciones
atrás.
La visión psicogenealógica, que puede parecer extraña a
nuestra percepción del ser humano, basada en el estudio de la
personalidad o el carácter individual, es muy común en casi todas
las culturas tradicionales del planeta. En realidad, este saber no
hace sino unirnos con algo ancestral, el reconocimiento de que
estamos conectados con nuestros antepasados, en otras palabras,
que la historia familiar, con sus promesas y sus amenazas, es muy
importante para la construcción de lo que somos.
Entender que el colectivo tiene un poder muy fuerte sobre el
individuo es algo que aún nos cuesta asumir, pero que tiene una
gran importancia cuando ese colectivo es nuestra propia familia,
representada no sólo por la influencia evidente que nuestros
padres tienen sobre nosotros, sino por toda la historia familiar, ya
que ésta tiene un peso considerable a la hora de definir quiénes
somos y de mostrarnos cuáles son los caminos correctos o
incorrectos en la vida, como veremos más adelante.
La psicogenealogía surge y se desarrolla entre Europa y
Estados Unidos durante el siglo XX, gracias a las investigaciones
de varios estudiosos, entre los que destacan nombres como el
psicólogo de Standford, Gregory Bateson, el psicoanalista Murray
Bowen, el psiquiatra húngaro-norteamericano Ivan Boszormenyi-
Nagy, la investigadora Anne Ancelin Shützenberger, el artista
franco-chileno Alejandro Jodorowsky, el terapeuta Bert Hellinger,
así como personajes como Nicholas Abraham, Maria Torok,
Vincent de Gaulejac y muchos otros.
Aunque existen diversas visiones dentro de esta disciplina,
nosotros vamos a desarrollar, a lo largo de este libro, un enfoque
ecléctico, que toma lo mejor de cada corriente. De este modo,
acogemos tanto la idea tradicional de que una persona solo es
feliz cuando está en armonía con los deseos de su sistema
familiar, como el concepto, más contemporáneo de que todos
necesitamos crear nuestro propio camino, individualizarnos y
generar así un destino propio que nos ayude a ser más felices.
Todo conecta con todo. Los
sistemas
Para comprender realmente todo el pensamiento
transgeneracional es muy importante entender el concepto de
“sistema” y las implicaciones de esta palabra, puesto que en todo
momento estaremos hablando de “sistema familiar” y a veces
hablaremos también del “sistema social”.
Un sistema es una organización de cualquier tipo, en la cual,
sus miembros tienen una estrecha conexión entre sí. De este
modo, todo lo que sucede dentro de un sistema afecta de una
manera u otra a todos los miembros del mismo.
Dentro de la visión sistémica, es muy importante entender que
las relaciones que se dan entre los miembros del sistema son tan
importantes como los propios componentes del mismo. Así, en una
familia son tan importantes las relaciones de poder o cómo se
expresa el amor, como las personas que configuran esa familia.
Esto se debe a que no podemos entender a la familia como una
colección de individuos aislados, sino que éstos están conectados
por hilos invisibles. Sin ellos, no podríamos entender nada de lo
que sucede entre esas personas. Así, el mismo hombre que es
resolutivo en su trabajo puede vivir dominado por su esposa en el
hogar, expresando en cada sistema, laboral y familiar, un rol
diferente sin dejar de ser la misma persona.
Vivimos en un universo de sistemas dentro de sistemas. En
nuestro caso, nos interesamos específicamente por dos sistemas, el
social, que engloba a todo lo que nos rodea en nuestro país y de
un modo más extenso en la región del mundo a la que
pertenecemos, que es Occidente, y el sistema familiar más
reducido al clan del que cada uno forma parte.
Los sistemas familiares son tan variados como familias existen
en el mundo, y no hay dos iguales. Asomarse al interior de un
sistema puede producir perplejidad, y si no lo crees, recuerda la
primera vez que saliste de tu casa para ir a comer o a jugar a
casa de tu mejor amigo o amiga de la infancia. ¿Acaso no
descubriste costumbres extrañas para ti, relaciones de parentesco
que no eran exactamente iguales a las que conocías de tu hogar?
Cuando somos niños, adoptamos nuestro sistema como algo
normal, y pensamos (con el pensamiento mágico de los niños),
que todas las familias son como la nuestra. Pero muy pronto, al
empezar a socializarnos con otros niños, descubrimos que esto no
es así y que cada familia es un mundo. Lo que nos parecía
normal, no es habitual en todas las casas, y hay comportamientos
ajenos que vienen a abrirnos una nueva dimensión de las
relaciones familiares.
A medida que nos asomamos al mundo de las familias
descubrimos que hay sistemas donde impera el amor, y en otros
donde gobierna la disciplina. Hay familias rígidas, flexibles y
desestructuradas. Existen sistemas familiares gobernados por la
ley, que producen jueces y policías, y sistemas que viven al
margen de la ley, que dan lugar a delincuentes. Hay sistemas de
médicos y sistemas de enfermos. Los hay de artistas o de
“personas de orden”. Hay sistemas donde la mujer es poderosa
hasta el punto de empequeñecer al hombre, y hay otros donde la
norma es la sumisión de la mujer al deseo del varón. Hay sistemas
donde se concibe a los hijos con amor, y otros donde se conciben
con vergüenza o bajo el temor del pecado. Los hay también
donde los hijos sólo se producen mediante la violación de la
mujer, o negando al hombre cualquier posibilidad de ejercer
como padre. Y así hasta el infinito.
Dentro del pensamiento psicogenealógico, es importante
entender el significado de “nudo sistémico”, del que hablaremos
en varias ocasiones a lo largo de esta obra.
Un nudo sistémico es un conflicto no resuelto en algún punto
del árbol familiar. En otras palabras, aquello que se soluciona no
genera dolor transgeneracional, sino los temas que quedan
pendientes, lo que se oculta, lo que se teme, lo que no se sana
correctamente. Si tenemos en cuenta que muchas veces nuestros
antepasados no contaron con medios para resolver algunos de
sus problemas más graves, no es extraño que todos carguemos
con algunos nudos sistémicos en nuestro pasado familiar.
Ahora bien, en el mundo transgeneracional, el concepto de
“pasado” no se refiere a algo que esté fuera de nuestro alcance.
De hecho, los nudos sistémicos, los problemas no resueltos por
nuestros antepasados están muy vivos en nuestro interior en este
preciso momento, y actúan de un modo insidioso en nuestra vida
actual.
En los sistemas familiares no existe el tiempo ni el espacio. De
este modo, lo que sucedió a algún antepasado lejano puede muy
bien estar actuando en tu vida presente, como si fuera una
bendición o como una maldición, ya que esa persona está muy
viva dentro de tu ser. No hace falta que hayas conocido a ese
antepasado, ni es preciso vivir en el mismo país o región. Todo lo
que ha existido en la familia, existe dentro de ti, y probablemente
también todo lo que pueda existir en el futuro.
Esto tiene dos derivadas. La primera, que ya hemos visto, es
que podemos estar sufriendo conflictos en nuestra vida que no
están directamente relacionados con nuestros propios actos,sino
que vienen heredados de conflictos familiares ancestrales que
están sin resolver. La segunda, de tipo positivo, es que podemos
resolver esos conflictos familiares que actúan en nosotros. En
algunos casos, puede suceder que al desatar el nudo familiar que
hemos heredado, se den cambios en las personas de nuestro
entorno, aunque esto no siempre se puede asegurar.
En todo caso, uno no debe trabajar en sí mismo para resolver
los conflictos de otros miembros de la familia, sino para desatar
los propios nudos y acceder a una vida más plena. Si lo que te
sana a ti, sana a tu pareja, a tus padres o a tus hermanos, es una
excelente noticia, pero ese no debería ser tu primer objetivo,
puesto que nadie puede hacer nada por los otros que no haya
hecho antes para sí mismo.
Hay que reseñar que existe una excepción a lo dicho. Los hijos
siempre sienten la mejoría de sus padres, independientemente de
la edad que tengan. De manera que todo lo que resuelvas en ti va
a tener un efecto muy positivo sobre tus hijos, si los tienes. Ni
siquiera es preciso que les expliques nada de lo que hagas, si no
lo deseas. Ellos notarán cambios positivos en sus vidas de un
modo automático y sorprendente, por lo que se puede decir que
sanar tu árbol genealógico es el mejor regalo que les puedes
hacer a tus descendientes, aparte, claro está, de haberles dado la
vida.
Hay dos elementos básicos que definen a cada sistema, que
son los límites que establece con respecto a otros sistemas y las
normas internas por las cuales se rige. Veremos esos temas a
continuación.
Los límites del sistema
Un sistema se define, entre otras cosas, por los límites que
establece hacia el exterior y por cómo se organiza interiormente.
La cuestión de los límites es importante en la medida en que nos
permite reconocer qué es lo que pertenece al mismo y qué es lo
que puede considerarse foráneo.
Los límites externos del sistema se establecen siempre con
respecto a los demás sistemas. Cuando hablamos del sistema
familiar, que es el tema central de este libro, es fácil entender que
una familia define sus límites en contraposición al resto de las
familias. El factor de cierre de esa frontera es el apellido común
que todos comparten, y que es la señal identitaria que les une a
un tronco común y les convierte en ramas de un mismo árbol.
En el plano interno, los límites se establecen a través de los
rangos familiares, que estudiaremos con detenimiento en un
capitulo posterior.
Ahora bien, teniendo en cuenta que los límites externos son lo
que define a un sistema, también es preciso tener en cuenta que,
en ningún caso, estos límites son impermeables a todo lo que está
fuera de la familia. Un sistema familiar forma parte de un sistema
mayor que él, que es la sociedad. Entre ambos, existe una serie
de conexiones que hacen que las normas sociales, por ejemplo,
influyan en los miembros de una familia, o que ésta se vea
influida por acontecimientos que afectan a todo el conjunto social,
como puede ser un conflicto, una catástrofe natural, una crisis
económica, o por el contrario, un período de prosperidad.
También existe una influencia en sentido contrario, desde la
familia al sistema social, puesto que toda la sociedad está
formada por individuos que forman parte de familias. Las ideas
que hemos recibido, los modelos que nos han ayudado a crecer,
se transmiten desde la familia al conjunto y en cierto modo,
impregnan al sistema más amplio en el que estamos envueltos.
Observando de cerca al sistema familiar, que suele
representarse como un árbol del que brotan diversas ramas,
tenemos que comprender que, si cada extremidad representa a un
individuo, ningún árbol genealógico puede subsistir sin el injerto
de nuevas ramas. Todas las familias son heterogéneas, y todos
somos hijos de padres mezclados, ya que ningún árbol podría
prosperar mucho tiempo siguiendo un esquema de
consanguineidad.
Esta entrada de nuevos individuos al sistema familiar es
esencial para la renovación del clan. Las personas que entran a la
familia a través de la unión con los individuos que ya forman
parte de ella, aportan nuevas ideas, formas diferentes de hacer
las cosas, normas novedosas y también nuevas prohibiciones. En
el plano biológico, cada vínculo con alguien externo aporta una
carga genética diferente, que viene a refrescar el ADN de la
familia. Esto le da oportunidad de mejorar o al menos de cambiar
los patrones genéticos ya existentes.
Desde el punto de vista del sistema, la persona que entra es,
en primer término, un elemento extraño. Pero si lo miramos desde
el punto de vista del otro sistema que viene a unirse al nuestro,
nosotros también somos para ellos elementos extraños que entran
a formar parte de su árbol genealógico. Estas conexiones, por
más que sean imprescindibles para que el árbol siga creciendo,
no son siempre bien recibidas. Depende del grado de apertura
que tenga el árbol receptor que el nuevo individuo sea aceptado
o rechazado.
En todo caso, aunque un árbol parezca cerrado en sí mismo,
impermeable a la entrada de nuevos miembros, está, como hemos
visto, necesitado de savia nueva. De modo que aunque la
recepción sea fría en algunos casos, esta inclusión de alguien
nuevo se hace completamente necesaria para su evolución, por lo
que el nuevo miembro acaba siendo aceptado, de buen grado o
a regañadientes. Solamente en aquellas familias que buscan
deliberadamente su propia extinción (caso que ya estudiaremos
más adelante), se evita por todos los medios que entre sangre
nueva a renovar al clan.
Las normas del sistema
Como ya hemos visto, todo sistema se define en primer lugar
por sus fronteras exteriores. Así, cada familia lo es en función de
que lleva un apellido diferente a las demás. El segundo elemento
definitorio de cualquier sistema son sus normas internas, que
varían de una familia a otra.
Las reglas internas del sistema son esenciales para entender
qué es lo que se espera de cada miembro del clan, qué es lo
permitido y qué es lo que se castiga. El conjunto de normas que
puede tener un sistema familiar puede ser extenso o breve, pero
no hay una familia que no tenga sus reglas internas. Esas normas
indican, por ejemplo, hasta qué punto se admite la expresión de
sentimientos intensos, qué es lo que está permitido hacer o decir
en torno a la mesa, cómo se habla de la sexualidad a los niños,
hasta dónde se admite que llegue una mujer en el mundo laboral,
o qué vestimentas se consideran decentes o indecentes, por citar
unos pocos ejemplos.
Algo que distingue a unos sistemas de otros es que
determinadas familias son más estrictas en el cumplimiento de sus
normas que otras. Las familias rígidas suelen tener además un
conjunto más amplio de prohibiciones y una variedad de castigos
para los que las incumplen. En cambio, hay familias que parecen
no estar regidas por ninguna norma, aunque esto nunca es
totalmente cierto. Las familias desestructuradas podrían ser un
ejemplo de sistema sin normas, pero en realidad, cuando se
estudian con detenimiento, se descubre que tienen también reglas
internas. La diferencia es que estas normas suelen estar ocultas y
parecen estar encaminadas a que cada individuo tenga una vida
tan desdichada como sea posible.
Por último, hay familias donde existe un mayor grado de
libertad en el cumplimiento de las normas, son los sistemas
flexibles, en los que las reglas internas se van adaptando a cada
situación y tienen mayor facilidad para soportar la disidencia de
sus miembros.
Las normas o reglas internas del sistema permanecen
relativamente estables a lo largo del tiempo, pero si se observan a
través de las generaciones, vemos que experimentan ciertos
cambios, así que el sistema también sufre mutaciones. Esto se
debe a que, por una parte, la sociedad evoluciona, y con ella
cambian lo que es aceptable e inaceptable para los individuos y
para las familias. Costumbres que hace años eran imposibles,
como las uniones no matrimoniales, o incluso los matrimonios
entre personas del mismo sexo, son hoy en día habituales, y
fuerzana muchos sistemas familiares, anclados en el pasado, a
aceptarlas como parte de un proceso que difícilmente tendrá
marcha atrás.
Por otro lado, la propia dinámica del árbol familiar exige que
deban entrar a él, como esquejes, individuos de otros árboles.
Como ya hemos visto, ninguna familia puede perdurar si no es a
través de las uniones con individuos que pertenecen a otras
familias. Éstas, como es lógico, traen consigo sus propias normas,
sus costumbres y sus tabúes. Esta dinámica es imparable, y trae
consigo una obligatoria renovación del árbol, que no es sólo
genética, sino también ideológica y normativa.
Por último, existen en todos los sistemas, hombres y mujeres
que están dispuestos a romper las normas, que se atreven a
desafiar las prohibiciones y que permiten que los sistemas
progresen y no acaben asfixiados por sus propias reglas. Estas
personas, que están a la vanguardia, suelen ser aquellos que
viven su existencia en los límites del sistema o fuera de él, y
pagan un precio por ello. En muchos casos, son los que tienen
que buscar ayuda psicológica, los heridos, los desplazados, los
marginados, pero también los que iluminan el camino que otros
seguirán después. La primera mujer que se divorcia, el primer
joven que se declara abiertamente homosexual, el primer hombre
que rechaza la profesión impuesta. Todos ellos son la esperanza
del sistema porque se enfrentan a las reglas y las cambian.
Dicho esto, conviene saber que para comprender cabalmente
un sistema, es preciso definir con la mayor claridad posible,
cuáles son sus reglas internas, qué es lo esperado y lo deseado
para cada miembro del clan. Conocer estas normas es esencial
para que podamos reconocer qué parte de las mismas nos
ayudan a crecer y cuáles pueden ser un obstáculo en nuestro
camino.
Las reglas internas
Las normas familiares pasan de una generación a la siguiente
por dos vías principales. La primera engloba a todo aquello que
es explícito. La segunda se relaciona con lo implícito, que es todo
aquello que se da por supuesto, pero de lo que nadie habla con
claridad.
Así, las normas explícitas son aquellas de las que se habla
abiertamente y se suelen enseñar a los niños de manera verbal y
como imperativo. Por ejemplo: “los domingos hay que ir a la
iglesia”, “las niñas no dicen palabras feas” o “los niños no
lloran”.
En cambio, las normas implícitas no son expresadas en voz
alta, sino que representan todo aquello que se da por sentado.
Estas normas no se aprenden con tanta facilidad como las
anteriores, puesto que nadie le dice al infante con claridad lo que
puede o no puede hacer, sino que su conocimiento se adquiere
siempre por vía indirecta. De este modo, una niña puede
aprender una norma según la cual las chicas no pueden jugar al
fútbol cuando quiere hacerlo y descubre que sus primos y
hermanos varones nunca le pasan el balón.
Algunas normas familiares no son sino una derivación de las
normas sociales al uso. Por ejemplo, muchas de las normas
sexistas que se dan en el seno de las familias no hacen sino
reflejar el machismo de la sociedad que rodea al clan. Pero otras
normas no tienen un encaje inmediato en el colectivo, sino que
son propias de la familia. La mayor parte de estas normas
privativas de la familia suelen ser implícitas, es decir, no
expresadas verbalmente.
Por ejemplo, una norma implícita y exclusivamente familiar
podría ser que todo hombre tiene derecho a tener una amante
una vez casado, o que en cada generación tiene que haber una
joven soltera que se quede embarazada y se convierta en la
oveja negra de la familia. Evidentemente, ninguna de estas
normas familiares se expresa de viva voz, pero es aprendida a
través de la transmisión de la conciencia del clan que pasa de
unos familiares a otros a través del tiempo.
Otro ejemplo para que nos quede bien clara la distinción entre
los dos tipos de normas podría ser el siguiente. Una familia puede
tener normas explícitas acerca de cómo deben comportarse las
mujeres adolescentes a la hora de acudir a su primera cita con un
hombre, como por ejemplo, qué tipo de vestidos son convenientes
o inconvenientes, qué horarios son permisibles, etcétera. Junto a
estas normas, hay otras de las que nadie habla, pero que se
intentan hacer llegar a la joven de un modo indirecto. Por
ejemplo, una norma implícita en estos casos podría ser: “no se
puede tener sexo en tu primera cita”. Si el sexo es un tema tabú
en la familia, quizá alguien recuerde oportunamente el caso
desgraciado de la tía abuela que se quedó embarazada estando
soltera. De este modo, el mensaje es transmitido.
El problema de las normas implícitas es que éstas nunca son
del todo claras. Siguiendo el ejemplo anterior, la joven podría
interpretar el mensaje como: “puedes tener relaciones sexuales
siempre que tengas cuidado de no quedar embarazada”, cuando
lo que se le quería transmitir es: “una chica que se entrega a un
hombre la primera noche, es igual que una prostituta”. La
diferencia entre un concepto y otro es bastante relevante, y puede
tener consecuencias si no se entiende con claridad.
Existen diversos tipos de normas en cada sistema familiar, y
aunque aquí vamos a tratar algunas de ellas, hay que entender
que la línea divisoria entre ellas no siempre está bien definida,
puesto que una norma afectiva puede tener implicaciones
morales, o una norma financiera conecta con criterios
emocionales y también con prohibiciones, como veremos más
adelante.
Así que algunos tipos de normas comunes en las familias son
las siguientes.
Normas morales, que tienen que ver con lo que se siente
como éticamente correcto o incorrecto en el sistema. Por ejemplo,
qué se entiende por un comportamiento “honrado”, o bien normas
relativas al comportamiento con las personas del sexo opuesto.
Qué es ser un buen o un mal hijo, cómo cuidar de los padres
ancianos, si los hermanos deben compartirlo todo o se admiten
privilegios con alguno de ellos, etcétera.
Normas materiales, que se relacionan con el dinero y las
posesiones. Aquí se estipula cómo se obtiene el dinero, quién
puede conseguirlo y cómo se administra. Así por ejemplo, hay
sistemas familiares donde el dinero sólo se puede obtener con
unas ocupaciones concretas, mientras que otras no son
admisibles. O bien, el dinero es algo que sólo puede ser
conseguido por los hombres, mientras que las mujeres se ocupan
de administrarlo.
Normas afectivas, que indican cómo se pueden manifestar
las emociones y los apegos sentimentales. Por ejemplo, si está
permitido manifestar el cariño hacia la pareja o los hijos de modo
abierto, o bien si esto es algo que se oculta. También cuál es el
vínculo que se establece en las relaciones íntimas o cómo se
puede ejercer la paternidad o la maternidad.
Por ejemplo, puedo citar el caso de una familia en la que la
norma era que las mujeres tuvieran hijos con hombres que no se
hacían cargo de la descendencia. Así, varias generaciones de
mujeres habían criado solas a sus hijas. Esta norma se convirtió,
con el tiempo, en algo asfixiante, puesto que impedía cualquier
tipo de paternidad responsable en el núcleo del clan.
Como es lógico, una norma como ésta nunca se manifiesta de
manera verbal, y es por tanto implícita. Ninguna madre le dice a
su hija: “te prohíbo ser feliz con un hombre”. Pero lo cierto es que
todas las mujeres, de manera inconsciente, buscaban tener hijas
con hombres que eran incapaces de hacerse cargo de ellas.
Cuando una mujer se atrevió a casarse con un hombre
responsable y decidido a tener descendencia, se encontró con
que le resultaba muy difícil quedarse embarazada, manifestando
así el nudo generacional que la atenazaba.
Las prohibiciones
En el terreno de las normas, hay que prestar especial atención
a las prohibiciones del sistema, es decir, a todo aquello que es
directamente inadmisible para el clan, a los tabúes o las
negaciones a ultranza. Como norma general, nos encontramos
ante una prohibición cuando podemos constatar que hay una
condena efectiva para aquellos que se atreven a desafiarla.
Las prohibicionesson de especial importancia a la hora de
analizar el conjunto de normas internas de un sistema familiar,
puesto que marcan el territorio de lo que es estricto e ineludible.
De hecho, no todas las normas son claras, y algunas se prestan a
interpretación, o bien son reglas de menor importancia cuya
violación no acarrea ninguna consecuencia. Pero todo aquello
que lleva consigo una prohibición es taxativo y no suele estar
sujeto a interpretación, ni se puede ser tibio en su cumplimiento.
Pensemos por ejemplo, en las normas fundacionales de la
religión judeocristiana, que son los diez mandamientos dados a
Moisés en el monte Sinaí. Entre los mandamientos hay normas
que parecen formuladas de un modo estricto, pero que en
realidad, dan espacio a múltiples formas de interpretación, como
“honrarás a tus padres”. En cambio, hay también prohibiciones
estrictas que no admiten, en principio, ninguna escapatoria, como
por ejemplo: “no matarás”.
Las prohibiciones suelen ser muy estrictas y se observa con
claridad su efecto sobre aquellos que se atreven a incumplirlas.
Por ejemplo, recuerdo el caso de una familia en la que todos los
hombres tenían que permanecer bajo el techo paterno, incluso
después de casarse con una mujer. Además, existía la norma de
que cada hombre aportara una parte de su salario a sus padres,
en vez de compartirlo íntegramente con su propia esposa e hijos,
como sería razonable.
Cuando un hombre decidió romper con esa norma, yéndose a
vivir a una casa independiente y dejando de pasar una pensión a
sus progenitores, fue expulsado del sistema. Sus hijos se
convirtieron en nietos de segunda clase para sus abuelos, y toda
la familia se refería a ellos con un mote despectivo. Este es el
poder de una prohibición y las consecuencias que se sufren
cuando alguien decide romper con ella.
Por regla general, aunque no siempre, las prohibiciones
pueden tener tres orígenes posibles, que suelen estar vinculados al
origen de los secretos familiares que analizaremos en un capítulo
posterior. Estas tres fuentes que dan origen a prohibiciones suelen
estar relacionadas con la sexualidad, y por tanto con la
descendencia; con el dinero y todo lo relacionado con el mundo
material, y finalmente con la muerte y sus rituales.
A la hora de tratar con las normas y las prohibiciones
familiares es esencial entender lo siguiente. La conciencia del clan
se impone a todo nuevo miembro de un modo inconsciente y allí
permanece hasta que la persona decide hacerla consciente de
nuevo. Es decir, el niño que nace, acepta y toma a su familia tal
como es. No la cuestiona, sino que la asume como algo natural y
la incorpora, con todas sus normas, explícitas e implícitas, de un
modo que queda profundamente grabado en su inconsciente
personal. Como la mayor parte de estos aprendizajes se realizan
a una edad muy temprana, es muy difícil que el niño o la niña
puedan hacer una reflexión crítica sobre ellos. Simplemente los
asumen como propios y los interiorizan sin más.
Por este motivo, las normas y prohibiciones tienen una
presencia tan importante en nuestra conciencia, más allá de toda
lógica y afectando de un modo tan poderoso a nuestros actos,
porque viven en un espacio de nuestro ser que es profundo y que
permanece a oscuras. Y es por ese motivo, por el que las normas
y prohibiciones se deben hacer conscientes, para que pierdan ese
poder y se conviertan en una fuerza más amable que nos ayude a
conocer qué somos y cuál es el contrato que, sin darnos cuenta,
hemos firmado con nuestra familia.
El contrato individual
Tanto las normas familiares como las prohibiciones forman
parte de lo que podemos denominar el “contrato individual”. Este
contrato, que contiene elementos explícitos e implícitos, representa
la parte de la norma que corresponde a cada individuo concreto.
El contrato varía de un individuo a otro, y como las propias
normas, sufrirá ciertos cambios a lo largo del tiempo.
El contrato se puede entender como la suma de todo lo que
una persona recibe del sistema familiar, tanto como norma, como
en el plano de los deseos o las expectativas que se han puesto
sobre ella. Este término es también conocido como “escenario de
vida” en el trabajo del psiquiatra transaccional Eric Berne, o
como “el proyecto paterno depositado en el hijo” por parte de
Vincent de Gaulejac.
Este proyecto o contrato recibido se basa en la necesidad
esencial del sistema familiar de asignar a cada persona una meta
y un conjunto de herramientas que se relacionan, de manera
esencial, con el propósito del propio árbol. Para llevar a cabo
estas tareas, contamos con el deseo innato del ser humano de
subsistir, con la fuerza de la vida que recibimos de nuestros
antepasados a través de nuestros padres. También con el deseo
íntimo de cada persona de configurarse como un individuo único,
dueño de sí y de su destino.
Todas las potencias que convergen en cada persona: la
programación familiar que comienza mucho antes de su llegada
al mundo, las influencias sociales del momento, los
acontecimientos que le alcanzan a lo largo de su vida y su propia
necesidad de individuación, refuerzan y al mismo tiempo
cuestionan el poder de ese contrato.
El contrato personal no es por tanto una fuerza fatalista que
nos lleva sin remedio por el camino trazado por el sistema
familiar, sino una guía que nos impulsa, pero que viene
condicionada por muchas circunstancias internas y externas que
lo modifican y lo perfeccionan.
Precisamente, es a través del estudio de nuestro sistema
familiar como empezamos a comprender cuál es nuestro propio
contrato, y es también gracias a las herramientas sanadoras de
las que nos provee la psicogenealogía, como podemos liberarnos
de los elementos más limitantes de ese proyecto, conservando las
más positivas, de manera que nos ayuden a desarrollarnos como
seres más plenos y autoconscientes.
Los contratos que se pueden recibir son tan variados como
diversos son los sistemas familiares y los individuos que los
forman. Como veremos en un capítulo posterior, dedicado a los
diferentes rangos familiares, cada posición en el sistema tiene
unas connotaciones particulares, como las tienen el orden del
nacimiento, el nombre que se nos impone y muchos otros aspectos
que iremos analizando en páginas posteriores.
Existen por tanto, cláusulas del contrato que permiten alejarse
de la familia, mientras que otras nos obligan a permanecer muy
cerca de ella. Hay contratos para fracasar en los negocios, para
cuidar de los padres ancianos o para triunfar y hacer brillar el
apellido familiar. Sin duda, hay también contratos que obligan a
la persona a sanar el árbol familiar, aunque esa sanación sólo se
alcanza curando antes el propio dolor individual.
Ahora bien, cabe preguntarse ¿por qué, dentro del amplio
sistema familiar a una persona le corresponde un determinado
contrato y no otro? ¿Cómo se reparten los papeles en el drama o
en la comedia del clan?
La respuesta a esta cuestión no es sencilla, puesto que esta
distribución de papeles se debe, en verdad, a una multiplicidad
de causas y no todas están del todo claras aún. Por un lado, es
evidente que en las familias, pertenecer a un sexo o a otro es una
cuestión de extremada importancia a la hora de recibir un
determinado mandato. Por más que en los tiempos actuales se
hayan equiparado las oportunidades profesionales de hombres y
mujeres, la realidad es que los roles sociales y familiares de
ambos sexos siguen siendo muy diferentes. Si además volvemos
nuestra mirada de manera retrospectiva y analizamos las
generaciones que vivieron hace cincuenta, cien o doscientos años
atrás, es evidente que la diferenciación debía ser más grande
aún.
Mucho se ha discutido acerca de qué porcentaje es biológico
y qué porcentaje es social en el hecho de que hombres y mujeres
tengan ciertas características diferenciadas, pero de lo que no
cabe duda es que esas diferencias existen en la mayor parte de
los casos, y no es probable que dejen de existir, ya que la
biología nos marca en mayor medida de lo que creemos. Así,la
mayor parte de las mujeres están más conectadas a los aspectos
emocionales de la experiencia y dan mayor importancia a las
relaciones con otras personas que el promedio de los hombres.
Estos a su vez suelen ser más autosuficientes y más volcados a los
aspectos racionales de la experiencia. Sin perjuicio de que haya
hombres y mujeres que rompen estos cánones, en la mayor parte
de los casos la realidad es que hombres y mujeres estamos
hechos de una materia similar, pero que se expresa de diferente
manera.
Así que el sexo de cada hijo que nace en una familia, le
condiciona, en primer lugar, a cumplir unos u otros roles en
función de cómo estén organizadas las normas del clan.
Por otra parte, el orden de nacimiento es también un elemento
muy importante para determinar qué es lo que una persona está
destinada a hacer. Como veremos, en algunas familias se espera
que el primogénito continúe con el negocio familiar, mientras que
en otras, la tarea de éste consiste en casarse y dejar todas las
responsabilidades del cuidado de los padres ancianos a sus
hermanos menores.
Algo tan simple como los rasgos físicos de una persona,
pueden también determinar la naturaleza de su contrato. El hecho
de que la niña que acaba de nacer se parezca tanto a su tía que
tomó los hábitos de monja y privó a los abuelos de una línea de
descendencia, puede conllevar que esta persona, una vez
convertida en mujer, sienta una presión formidable para traer
niños al sistema. Lo mismo se puede decir de los rasgos
psicológicos de una persona, que pueden llevar a que contraiga
un contrato familiar relacionado con esos mismos rasgos. Así por
ejemplo, si alguien es de naturaleza rebelde en una familia
demasiado estricta, puede hacer que se le imponga la tarea de
ser “la oveja negra” del sistema, es decir, la persona sobre la que
recaen todas las culpas y que acaba convirtiéndose en un chivo
expiatorio donde se vuelquen todas las tensiones que no pueden
ser expresadas de otro modo.
De una manera o de otra, sea a través del contexto social, sea
por el sexo del individuo, por el lugar que ocupa o simplemente
por su aspecto o su temperamento básico, o simplemente porque
hay que repartir los papeles y a esa persona le ha tocado ese, la
realidad es que cada uno de nosotros debe asumir el contrato que
se le otorga en el momento de su nacimiento. De este modo, tan
importante como conocer las normas y las prohibiciones de la
familia, es importante que cada persona indague en cuál puede
ser el contrato familiar que se le ha impuesto, de manera que
pueda entender las obligaciones y las expectativas que el sistema
ha puesto sobre sus hombros.
A partir de ese conocimiento, uno puede comenzar la tarea de
abandonar aquellos caminos que no le conducen a ningún
resultado positivo, y tomar en cambio todo lo bueno que el
sistema familiar le haya donado. Con estas cartas en la mano,
una persona puede de verdad comenzar a labrar su propio
destino, con respeto por sus antepasados, pero diseñando
realmente su propio futuro.
El destino
Cuando hablamos de genealogía y destino, hay que aclarar
que el destino genealógico no es necesariamente una fuerza
sobrenatural que nos impulse a vivir experiencias sobre las que no
tenemos ningún control y que pueden ser muy limitantes. El
destino, como decían los clásicos, bien puede ser una proyección
del propio carácter y deseos. Pero alcanzar ese destino positivo
requiere un cierto esfuerzo y un cierto nivel de conciencia. A este
tema dedicaremos el presente capítulo.
El destino como maldición
La primera concepción que se tiene del destino por parte de
muchas personas es precisamente como una especie de hecho
fatalista, es decir, algo que va a ocurrir de manera inevitable en
nuestra vida. Esta idea del destino conecta directamente con los
aspectos menos deseables del contrato individual, pero se
extiende más allá.
Existen acontecimientos en la vida humana que no pueden ser
evitados y que tienen sobre las personas un peso muy grande,
para bien o para mal. Un ejemplo de ello puede ser el hecho de
padecer las consecuencias de un conflicto armado. Si alguien
tiene la desgracia de pasar por esta experiencia, y sobre todo si
pierde a seres queridos o si sufre algún tipo de daño físico o
emocional, va a quedar marcado para siempre.
Ahora bien, más allá de los grandes conflictos o catástrofes,
para la mayor parte de las personas, el destino vivido como
maldición no es otra cosa que la manifestación en su vida de su
contrato individual. Así por ejemplo, en un sistema donde los hijos
son maltratados de manera sistemática, resulta casi inevitable
pasar por esta dolorosa experiencia. De hecho, en un sistema así,
es el maltrato lo que hace que cada individuo se sienta unido al
clan, del mismo modo que en algunas instituciones como la
universidad o el ejército, se permiten las bromas hacia los novatos
como una forma perversa de acogimiento dentro del colectivo.
En muchos casos, el contrato individual de una persona
contiene no sólo una serie de normas acerca de lo que puede ser
o no, de lo que le está permitido desarrollar o no, sino que indica
cómo debe ser cada etapa de su vida de un modo tan minucioso
que, cuando se conoce de manera consciente, resulta pavoroso
comprobar cómo nos ha ido condicionando a cada paso sin que
nos diéramos cuenta.
En cualquier caso, sea cual sea la manera en que se
experimente esta parte menos deseable del destino personal, no
cabe duda de que hay que establecer algunas estrategias de
afrontamiento que nos permitan salir adelante con el menor daño
posible.
La primera de estas estrategias consiste, sin lugar a dudas, en
reconocer cuál es nuestro contrato individual, puesto que este
conocimiento nos permitirá prepararnos para lo inevitable. En
segundo lugar, es importante aceptar lo que quiera que haya
sucedido en nuestra vida y entender que, aún de lo peor, se
puede extraer algo bueno. Este destino negativo debe ser
asumido en toda su integridad, sin intentar trasladarlo a otros. De
este modo, nos hacemos fuertes y deshacemos nudos que podrían
afectar a nuestros descendientes.
Ahora bien cuando el destino nos trae algo positivo, en forma
de un premio o de una situación favorable, es preciso
agradecerlo y disfrutarlo al máximo. Así, nuestros ancestros
pueden sentir que han hecho algo bueno al traernos al mundo, y
del mismo modo, abrimos la puerta a que nuestros descendientes
aprendan a saborear la vida.
El destino como realización personal
Ahora bien, como ya se ha insinuado en páginas anteriores,
el destino no es algo que deba producirse de manera inexorable.
Entender los términos de nuestro contrato individual nos permite
reconocer todo aquello de lo que no es fácil escapar, pero
también qué es lo que podemos cambiar.
Por ejemplo, si el destino que se nos reserva es el de cuidar
del negocio familiar y ese no es nuestro deseo, ¿qué nos impide
cambiar de rumbo? ¿Por qué no podemos reclamar nuestra
autonomía para decidir hacer otras cosas? Y si de todos modos,
la decisión es la de continuar con el negocio, ¿por qué no
adaptarlo a nuestros gustos? Existe una gran diferencia entre
hacer lo que se espera de nosotros, o bien tomar las herramientas
que se nos dan y darles un uso diferente.
El destino puede verse así como un espacio de realización
personal, en el que no podemos escapar del todo de ciertas
influencias ambientales (a fin de cuentas, no está en nuestras
manos evitar una crisis económica global o una guerra), pero en
el que podemos aprender a desarrollar nuestras mejores
cualidades para crecer y convertirnos en individuos más sabios y
verdaderamente libres.
Hay que entender que en todos nosotros existe una guerra
soterrada entre la programación familiar, con sus aspectos
limitantes y también con sus partes más positivas, y el deseo de
construirnos como seres individuales. La gran aportación del
pensamiento psicogenealógico en este punto es el siguiente: no
podemos estar totalmente separados de las influencias familiares,
y pensar lo contrario es buscar una libertadilusoria, pero
podemos tomar lo mejor de esas influencias y actualizarlas de
manera que los aspectos más limitantes minimicen su efecto sobre
nosotros.
Así que en el eterno debate entre libertad y destino, la
psicogenealogía nos dice que no tenemos por qué elegir un sólo
aspecto de la realidad, sino que tenemos que tener en cuenta los
dos. Existe un destino prefijado por nuestra familia, pero en la
medida en que ponemos luz sobre él, lo podemos transformar en
autentica y madura libertad.
La inocencia y la culpa
Desde el punto de vista psicogenealógico, cuando una
persona se enfrenta a los múltiples dilemas de la existencia,
puede experimentar dichas vivencias desde el punto de vista de la
inocencia o de la culpa. Precisamente, es la culpa la que nos
impide, en muchos momentos, actualizar un destino fatal y
convertirlo en algo más constructivo.
A la hora de tomar decisiones, y como resultado de nuestro
sistema social, basado en la ideología judeocristiana, tenemos la
tendencia inconsciente de buscar aquellas experiencias que nos
hagan sentir inocentes, rechazando todo lo que nos traiga una
sensación de culpa.
Por ejemplo, en una separación matrimonial, aquel que
plantea el divorcio tiene que cargar sobre sí la culpa de la
separación. Este es uno de los motivos por los cuales las rupturas
se vuelven en ocasiones campos de batalla emocionales entre dos
personas. Al dolor de la pérdida, que es natural, se suma muchas
veces el peso de una culpa que se lanza en una u otra dirección,
como un fardo pesado del que ninguno se quiere hacer cargo.
Esto hace que muchas parejas soporten durante demasiado
tiempo una convivencia imposible, ya que ninguno desea cargar
con la culpa de ser quien inicie los trámites de la separación.
Cada uno reclama sobre sí la inocencia, y desea descargar la
culpa en el otro.
Sucede esto también entre los hermanos. Cuando uno de los
hermanos decide salirse de la parte más negativa de su contrato
individual, reclamando para sí una libertad a la que tiene
derecho, el resto de ellos, en vez de aceptar esa libertad (incluso
la libertad de equivocarse) le somete al peso de la culpa.
En realidad, todos estos problemas se reducirían sin todos
aceptáramos nuestra parte de responsabilidad (que no de culpa),
en aquello que hacemos o dejamos de hacer. Sólo así
recuperamos la inocencia de poder actuar con libertad, en el
acierto o en el error. Porque la inocencia del que lanza sobre el
otro el paquete de la culpa, es una falsa inocencia. En un sistema,
todos son responsables de todo, sea en mayor o en menor
medida. Y sólo cuando todos se hacen responsables, en la
medida en que sea posible, se sale del juego de culpables e
inocentes y se vuelve a una posición de partida en que todos son
verdaderamente libres dentro de sus obligaciones.
Entender la influencia del deseo de inocencia y del uso de la
culpabilidad son elementos clave para comprender muchas de las
acciones humanas, sobre todo de aquellas que se realizan dentro
de un sistema, ya que todos los sistemas tienen dentro de sí una
contabilidad de hechos “buenos” y “malos” que influye de
manera determinante en nuestra vida y en nuestras decisiones.
A cada uno su lugar. Los rangos
en la familia
Como ya hemos visto, un sistema familiar se define
básicamente a través de dos elementos: los límites que establece
con el resto de los sistemas y las normas que impone a sus
miembros. Esto es lo que diferencia a una familia de otra y lo que
hace que los miembros de ese sistema se sientan parte de él.
Ahora bien, dentro del sistema existe también un sistema de
jerarquías que es importante conocer. Estas jerarquías, que se
conocen como “rangos”, establecen cuáles son los subgrupos a
los que cada cual pertenece, del mismo modo que marca qué tipo
de relaciones se pueden establecer con los demás miembros del
sistema, dependiendo de si pertenecen a nuestro mismo rango o
no.
Hay que aclarar que una persona puede pertenecer a varios
rangos, según el lugar del árbol desde el que se la observe. Esto
es fácil de entender, ya que un abuelo lo es para su nieto, al
tiempo que es marido para su esposa y padre para sus hijos. De
este modo, los rangos se establecen siempre alrededor de cada
individuo del sistema, determinando distintos tipos de pertenencia
y diferentes relaciones con los demás miembros de la familia.
Dentro de la línea genealógica directa, existen al menos cinco
rangos esenciales a considerar: el de los abuelos, el de los
padres, el de los hermanos, el rango de la pareja y el rango de
los hijos, que puede extenderse a los nietos. Vamos a conocer
cada una de estas posiciones genealógicas a continuación.
El rango de los abuelos nos permite realizar una conexión
familiar con el pasado del clan. Desde esta perspectiva, los
abuelos son muy importantes, ya que ayudan a que el relato
familiar pase a las siguientes generaciones y son una fuente viva
de conocimientos muy necesarios para todos. Además, los
abuelos suelen ser buenos elementos para reconocer cuáles son
las normas familiares, así como para entender cómo han ido
evolucionando esas normas a través de las generaciones. No hay
que olvidar tampoco que en algunos casos, los abuelos se
convierten en padres sustitutos, sobre todo cuando los padres
están incapacitados o no están presentes.
El rango que está antes de los abuelos, es decir, el de los
bisabuelos, nos enlaza directamente con los mitos familiares y con
el pasado remoto. Esto es así porque usualmente no tenemos
posibilidad de conocer a los bisabuelos, pero sí tenemos
información sobre ellos, y probablemente sobre sus antepasados.
De este modo, no son una presencia tangible en nuestra
conciencia, pero sí permanecen en ella a través de lo que otros
nos han contado acerca de sus vidas.
El rango de los padres tiene una importancia capital para
entender nuestro lugar dentro del sistema familiar y de la vida en
general. Los padres tienen una influencia muy directa en nosotros
y son el modelo esencial que nos servirá para formar conceptos
como lo masculino o lo femenino en nuestro interior, como ya
veremos. No hay más que hablar con una persona que haya
tenido una infancia dura en relación con sus padres para
entender cómo nos puede afectar el vínculo paterno-filial cuando
éste no es sano.
Más allá de estas cuestiones, que son evidentes para todos, en
la psicogenealogía se tiene en cuenta la importancia de la
energía paterna y materna en la formación del alma de cada
persona. El padre nos otorga una energía activa, que nos conecta
con el mundo material y con la sociedad. La madre nos trae una
energía receptiva, que sirve para acercarnos a nuestro ser
emocional y a todo lo relacionado con el cuidado, la nutrición y
la integración afectiva del mundo que nos rodea. Donde el padre
exige poner en marcha proyectos, la madre nos impulsa a dotar a
esos proyectos de significado. Ambas energías son precisas, y si
tenemos una mala conexión con alguna de ellas se generarán
conflictos en nuestra vida.
Nunca hay que olvidar que los padres, antes de serlo, son
pareja, aun en el caso de que fuera una pareja breve o
momentánea. Sin el vínculo sexual entre dos personas, no hay
descendencia, y por tanto, en el orden genealógico se observa
primero a la pareja y luego a sus hijos. Esto es así incluso en los
casos de adopción, vientres de alquiler o inseminación artificial.
En todos ellos hay una concepción previa, que se da entre un
óvulo y un espermatozoide que sólo pueden ser donados por un
hombre y una mujer. De este modo, cada ser humano tiene
siempre unos padres biológicos, de los cuales hereda la carga
genética. Éstos son los progenitores que deben ser tenidos en
cuenta en primer lugar y es a las personas a las que nos
referiremos cuando realicemos cualquier ejercicio con los padres.
Si eres una persona adoptada, puedes también realizar esos
ejercicios con tus padres de adopción, pero siempre que hayas
tenido en cuenta a tus progenitores naturales en primer lugar.
El rango de los hermanos indica a todos los hijos que han
nacido delmismo padre y la misma madre aun cuando no se
hayan criado bajo el mismo techo. También los hijos de uniones
anteriores o posteriores de alguno de los padres que se educan
como hermanos de los hijos de la pareja.
Los hijos, como los hermanos, se tienen en cuenta siempre
según su orden de nacimiento incluyendo a los abortos y a los
fallecidos al nacer. Se ubican nombrando primero al primogénito,
luego al segundo y así hasta el último. Como veremos el orden es
esencial en este rango, y cuando se quiebra éste, otorgando por
ejemplo al menor la responsabilidad del mayor, se crean
conflictos generacionales que tienen serias consecuencias.
El rango de la pareja incluye, por supuesto a las personas
que forman un vínculo entre sí. Para los efectos de este libro,
resulta indiferente el tipo de relación que se establezca entre las
personas, siempre que ambas lo entiendan como un vínculo de
pareja o siempre que esa unión pueda ser vista ante la sociedad
como tal. Ocurre, en ocasiones, que algunas personas parecen
querer avergonzarse de vínculos pasados, quizás porque el
resultado de la relación no fue el deseado o quizás porque no era
lo conveniente desde el punto de vista moral o social. Esta
personas se niegan a sí mismas la realidad de que lo que
vivieron, bueno o malo, fue un vínculo de pareja. Establecen así
una zona de sombra en su propia conciencia, que probablemente
traerá consecuencias negativas a sus descendientes.
Así por ejemplo, a la hora de analizar el vínculo entre nuestros
padres, es muy necesario saber qué relaciones anteriores tuvieron
con otras personas. En el caso de que la relación anterior fuera un
matrimonio, sin duda será un hecho conocido, puesto que algo
así no puede ser negado ni ocultado. Pero en ocasiones, los
padres esconden la existencia de algún antiguo noviazgo, por
vergüenza social o por no incomodar a la pareja actual, y eso
nunca tiene un buen resultado para los hijos. En el caso de que
los progenitores o nosotros mismos no tengamos bien integradas a
todas nuestras parejas anteriores, presentaremos un ejercicio que
puede ayudar a solucionar este problema.
El rango de las parejas incluye por tanto no sólo a aquellos
que se han unido por matrimonio legal, sino a los que han
convivido como pareja de hecho, así como a todas las personas
con las que se han mantenido relaciones sexuales. También se
deben incluir aquí a las personas que han mantenido un vínculo
romántico de carácter platónico, siempre que sea significativo,
como por ejemplo, un noviazgo que no desembocó en matrimonio
o en relaciones íntimas.
Si bien entre hermanos es muy importante el orden, en el
mundo de la pareja se vuelve esencial el equilibrio como fuerza
activa para el desarrollo del vínculo.
El rango de los hijos engloba a todos los descendientes de
una pareja. Los hijos se representan aquí desde el punto de vista
de los padres, a diferencia del rango de los hermanos, que los
observa desde la perspectiva de éstos. De este modo,
distinguimos la mirada que los padres tienen sobre sus hijos, de la
que tienen unos hermanos con respecto a otros.
Desde el punto de vista de la psicogenealogía, tanto los hijos
abortados por causas naturales como aquellos que se abortan
voluntariamente, son también considerados hijos de la pareja,
puesto que son el fruto de una unión sexual y son personas en
potencia. Esto se hace con independencia del criterio moral que
se tenga acerca del aborto. Simplemente se trata de constatar un
hecho que ocurrió.
También se consideran, como es lógico, aquellos que han
fallecido al nacer, o mortinatos, así como los muertos a temprana
edad. Como ocurre con los hermanos, los hijos se ubican siempre
por orden de nacimiento, desde el mayor al menor.
El espacio de los hijos es un lugar muy importante dentro de
cualquier sistema familiar, puesto que ellos representan siempre la
proyección que dicho sistema hace hacia el futuro. El nombre que
se le pone al hijo, la educación que se le da, las expectativas que
se ponen sobre él, son condicionantes muy poderosos que
muestran cómo desea evolucionar el sistema, o por decirlo en
otras palabras, hacia dónde se dirige la familia.
Todos somos, como mínimo, hijos, así que todos tenemos la
experiencia de este rango familiar. Pero el ser hijos no es algo
que deba marcar para siempre nuestra vida. Las personas tienen
un impulso natural, que es el de abandonar la órbita de los
padres para poder establecerse como individuos adultos. Este
impulso, que cada cual realiza del modo que considera oportuno,
es una de las claves de la evolución de los sistemas humanos.
En psicogenealogía, se considera que los niños, especialmente
los menores de 7 a 8 años de edad, viven completamente
sumergidos en el inconsciente familiar. Por eso no es extraño que
manifiesten síntomas diversos cuando la familia está pasando por
un período de crisis. Es a partir de la adolescencia y la juventud,
cuando la persona se va separando de esa matriz, abriendo para
sí un camino que le conducirá a convertirse en individuo.
Como nota final a este capítulo, hay que señalar que a lo
largo de este libro hablaremos de los hijos o los hermanos usando
el género neutro del idioma castellano. Esto se hace para evitar
repeticiones farragosas del tipo: “hijos e hijas” o “hermanas y
hermanos”. En todos los casos en que el sexo no sea relevante, se
entiende que nos referimos tanto a los varones como a las mujeres
por igual.
Sistemas dentro de sistemas. Los
subsistemas familiares
Las familias, siendo como son un amplio sistema, contienen
dentro de sí pequeños universos que se generan tanto por
afinidades entre diversos miembros, como por todo lo que se
deriva de la convivencia bajo un mismo techo. Estos subsistemas
familiares representan a su manera una concreción a pequeña
escala del gran sistema del clan, compartiendo con éste no sólo a
una parte de sus miembros, sino heredando también gran parte
de sus normas y prohibiciones.
Los sistemas menores de una familia o subsistemas presentan
límites porosos con el resto de individuos del clan, y no pueden
ser considerados plenamente como sistemas independientes, pero
al mismo tiempo, pueden tener una lógica interna que difiera, en
mayor o menor grado, de lo que se puede observar en la familia
observada al completo.
Por ejemplo, un subsistema familiar puede estar constituido por
los padres e hijos que viven bajo el mismo techo y que se
relacionan, de manera cotidiana, con el gran sistema familiar a
través de las visitas a los abuelos, del contacto con los tíos y
primos, etcétera. Este subsistema, que es el más habitual, está
sufriendo en la actualidad un cambio, debido a la aparición de
las familias reconstituidas, en las cuales se juntan bajo el mismo
techo personas de diverso origen. Así, pueden coincidir como
hermanos los hijos de los padres habidos con parejas anteriores
junto a los hijos que tengan ahora en común.
En estos casos, no cabe duda de que los hijos habidos con
parejas anteriores traen consigo una parte de su sistema familiar
de orden, con el que pueden seguir manteniendo contacto o no,
pero que no deja de tener una influencia definitiva en su ser. Junto
a esto, se suma la energía del nuevo sistema al que pertenecen, y
que les viene dado por la nueva pareja de su progenitor y los
hermanos que vienen a sumarse a su vida.
Así, a la hora de analizar una familia de este tipo, no cabe
otro recurso que estudiar todas las influencias hasta donde sea
posible, dando especial prioridad a aquellas que nos lleguen por
línea directa, y dejando como menos importantes las que
provengan de sistemas con los que no tenemos una relación de
parentesco directo.
Como se ha indicado, en ocasiones los subsistemas familiares
se generan a través de afinidades entre las personas, siendo éste
uno de los elementos interesantes a analizar en todo árbol
genealógico. En ocasiones, una persona tiene una cercanía
especial con uno de sus tíos y su familia, mientras que se siente
más alejado de otros tíos. La cercanía física entre las familias o la
proximidad

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