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Evaluación final. Noviembre. Programa 2017-2019 Alumna: Navajas Berizonce María Sol Numero de legajo: 116858/0 1. a) En “El mercado de los bienes simbólicos”, Bourdieu utiliza el concepto de campo para referirse a los espacios de lucha donde se disputa el poder. Son de carácter autónomo, deciden sus propias reglas, se rigen por criterios de valoración específicos y eligen a sus autoridades. Están conformados por agentes, que pueden ser tanto personas como instituciones. Existen diversos tipos de campos, algunos muy opuestos entre sí como el campo artístico y el campo económico. En el primero, se valora la originalidad por sobre el capital económico, mientras que en el segundo se valora el capital económico por sobre el capital simbólico. Podría decirse que la economía de los bienes simbólicos no se rige por la maximización del beneficio económico. Dentro del campo artístico se encuentra el campo literario, que a su vez se subdivide en dos circuitos. Por un lado, el subcampo de la producción restringida está vinculado a las pequeñas librerías y editoriales independientes. Sus publicaciones son de carácter innovador y juvenil, y requieren de tiempos largos de selección. Priorizan el capital simbólico sobre el capital económico, apostando a un lector futuro que en muchos casos aún no existe. Este es un riesgo que están dispuestos a correr quienes se especializan en literatura, aunque ello signifique un bajo número de ventas. Por otro lado, el subcampo de la gran producción se vincula con las editoriales masivas, librerías y autores que ya han tenido éxito en el mercado. Su inversión es de menor riesgo porque apuntan al lector pasado, reproducen formulas preestablecidas y responden a demandas preexistentes. Responden al polo comercial y manejan tiempos cortos, regidos por la inmediatez de los tiempos contemporáneos. En esta esfera del campo literario, no interesa tanto el capital simbólico como el capital económico. Teniendo en cuenta las subdivisiones del campo literario ya expuestas, me atrevería a afirmar que el espacio más propicio para Hacer época es el subcampo de la producción restringida. A pesar de que ambos modos de producción (el del arte puro y el del arte comercial) están vinculados por su oposición, en el primero operan intereses que exceden lo económico y que desafían a la industria cultural. Es de carácter más autónomo, pues se distancia del mercado al apuntar a un público reducido. Se relaciona con el concepto de Hacer época porque no se sirve únicamente de tiempos pasados, sino que innova y experimenta de acuerdo a las necesidades y demandas específicas del público actual. Puede considerarse arte puro porque no responde a un fin último de venta, sino que busca conmover a los lectores. Se acerca más a la idea del arte por el arte, a diferencia del subcampo de la gran producción. Allí la finalidad es de interés económico, apuntado a lectores voraces que consumen libros como forma de entretenimiento. El arte comercial para ganar dinero, no se distancia del mercado sino que depende de él. b) Mukarovsky plantea que dentro de una sociedad existe un sistema de normas que regulan, ordenan y contienen la consciencia colectiva. Las normas sociales otorgan a las personas ciertos valores que reflejan un contexto y una comunidad determinados. Las instituciones son las encargadas de controlar estos valores sociales, al mismo tiempo que los determinan mediante la imposición de un canon. El arte comercial de la gran producción de la que hablaba Bourdieu, responde a los estándares (asignados a partir de las normas sociales) y los reproduce masivamente. La norma no se impone al valor. Por el contrario, en el subcampo de la producción restringida el valor estético se impone por sobre la norma estética. La función estética predomina en el arte, mientras que fuera de este campo es una función secundaria. Las grandes obras de arte hacen que el valor se imponga a la norma, mientras que fuera del arte la norma se impone al valor. Hay una inversión, pues para el arte, una obra que refleja y reproduce la norma como espejo no es buen arte. El placer estético en el arte se mezcla con el displacer, con la tensión. Podría decirse que se lleva a cabo un desplazamiento intencional de la estructura artística. Cuando Mukarovsky dice: “Así ocurre siempre en la historia del arte: ninguna etapa evolutiva corresponde plenamente a la norma recibida de la etapa anterior, sino que, transgrediéndola, crea una norma nueva” (“La función, la norma y el valor estéticos como hechos sociales” 156) se refiere a que las sociedades reescriben las obras del pasado en el momento en que las leen. Los valores varían dependiendo del contexto social y de las normas dictadas por la consciencia colectiva. Las obras del pasado responden a los valores de las sociedades en las que fueron creadas. Cuando una obra intenta permanecer en el tiempo, debe adaptarse a las nuevas normas impuestas por las sociedades del momento. Las tradiciones se sirven de cánones pasados y trasladan valores anteriores a tiempos contemporáneos, donde las normas quizás ya no son las mismas y, por ende, los valores ya no aplican de la misma forma que aplicaban a las sociedades pasadas. El arte es el encargado de transgredir las normas anteriores e introducir nuevas, más acordes a los valores contemporáneos. 2. El cuento El perseguidor de Julio Cortázar está narrado en primera persona por Bruno Testa, un periodista y crítico musical a quien se le ha encargado escribir la bibliografía del famoso saxofonista, Johnny Carter. El músico representa la imagen del artista pasional, sensible e irracional. Es absolutamente imprevisible; incendia su cuarto de hotel, pierde su saxo, es hospitalizado. Su forma de entender la realidad es distinta a la del común de la gente, pues desea vivir en el tiempo de la música, un tiempo fuera del tiempo. Johnny es un perseguidor de la realidad más allá del tiempo real, y sólo logra introducirse en esa realidad por medio de la música. Pero su música es particular, porque va más rápido que él y está destinada al público del futuro. Esto es bien representado en el cuento con la escena del tren, donde Johnny dice: “esto lo estoy tocando mañana”. Es necesario trastocar el lenguaje para describir la simultaneidad que genera la música. El lenguaje es lineal y pertenece al mundo de lo racional. Bruno es un hombre de letras que no logra alcanzar jamás con sus palabras el arte de Johnny. La verdadera explicación no se puede explicar, porque el arte solamente se puede sentir. En el momento en que Bruno verbaliza la música de Johnny, sabe que hay algo que se pierde. No va a lograr sintetizar mediante el discurso racional, el arte sensible. Poniendo en relación el cuento de Cortázar con lo planteado anteriormente por Bourdieu, quisiera destacar que la imagen de artista de Cortázar difiere mucho de la imagen de artista del sociólogo. El primero presenta un Johnny pasional, adelantado a su época y poseedor de un don que lo excede. Se trata de un “elegido” inentendido que, por momentos pareciera demasiado incluso para sí mismo. En cambio, el artista, para Bourdieu, es producto de una construcción social. Pertenece a una época y a una sociedad determinadas, y viene a transgredir la norma (en el caso de Johnny, la idea del tiempo lineal). Se puede decir que Johnny Carter es un artista que Hace época. Su música es innovadora y produce un tiempo nuevo, un tiempo propio que sólo logra alcanzar en el instante en que toca. Bourdieu dice: “hacer existir una nueva posición más allá de las posiciones establecidas” y es exactamente lo que hace el saxofonista de Cortázar. Toca para un público del futuro, un público que aún no existe, en lugar de reproducir formulas predeterminadas para un público conocido y un mercado ya estudiado.Reflejar estos estándares envejece y enferma el campo artístico, porque no alimenta las luchas internas por el poder. Y el campo se define por esas mismas tensiones. 3. La muerte y la brújula es un cuento policial escrito por Borges en 1944. Un narrador omnisciente cuenta la historia del detective, Lönnrot, que debe investigar tres asesinatos producidos en un Buenos Aires que parece extranjero. El primer crimen sucede en el Hotel du Nord el día 3 de diciembre. La victima es M. Yarmolinky. El segundo crimen tiene lugar en la antigua pinturería, el día 3 de enero. La victima es Daniel Azevedo. El tercer crimen sucede en Liverpool House el día 3 de febrero. El nombre de la víctima se confunde (Ginzberg, Ginsburg o Gryphius). La serie de muertes están conectadas y forman un triángulo equilátero en el mapa de la ciudad. Pero Lönnrot descubre un cuarto punto, anticipando la siguiente muerte en el Triste Le Roi el día 3 de marzo. Se acerca a la escena del próximo crimen y espera atrapar al asesino (Scarlach), sin imaginar que la víctima al final sería él. Desde la propuesta de Eco, diría que Lönnrot es el Lector Modelo porque es el único que interpreta las huellas que Scarlach (el Autor Modelo) va dejando. El Autor Modelo engaña al Lector Modelo para que caiga en su trampa y vaya por sí solo al lugar del cuarto punto. El Lector Modelo (o Lector Ideal) reacciona de la forma que el Autor Modelo prevee y espera. La cooperación textual entre ambos debe darse para que un texto funcione, porque para Eco todo texto es perezoso o económico en el sentido de que postula cierta competencia gramatical del destinatario (postula un Lector Modelo). El lector forma parte del mismo mecanismo generativo del texto que lee. La interpretación es una dialéctica entre la estrategia del Autor Modelo y la respuesta del Lector Modelo. En La muerte y la brújula Scarlach quiere que Lönnrot interprete sus huellas para llevarlo hacia donde lo quiere tener, y así lo hace. También se puede analizar el cuento de Borges a partir de los planteos de Littau. En “La fisiología de la lectura” y “El lector en la ficción”, habla sobre el suceso de la fiebre lectora: la adicción a la lectura extensiva que provocaba la sobreidentificación del lector con los personajes ficticios. Era mal visto porque estimulaba al cuerpo antes que a la mente; generaba una catarsis excesiva que se entendía como escapista. Derivó en el conocido “bovarismo” donde los lectores imitan la literatura, pero nunca consiguen que el mundo real se convierta en la ficción que ellos tanto anhelan. Littau avanza en la historia e introduce las vanguardias del S. XX, que modificaron la concepción de lector voraz. Kafka, Joyce, Woolf, Proust, entre otros, apelan a lectores distanciados y terminan con la enfermedad mimética que había sido el bovarismo. Las revoluciones de 1848 en Europa permitieron el advenimiento de las vanguardias, dejando atrás el problema de la sobreidentificación. Pero con los lectores más intelectuales, surgió el problema de la sobreinterpretación de los textos. Y este es precisamente el error del personaje de Borges, Lönnrot, quien creía haber descifrado el plan del asesino y terminó perdiendo la vida cuando la realidad afloró. Pensaba que había encontrado un patrón que ni el mismo criminal conocía, pero en realidad sólo estaba interpretando las huellas que Scarlach le había dejado. Y es que la lectura del cuento de Borges es principalmente interpretativa. El Lector Modelo no se corre de lo que se espera que interprete. No hay una lectura utilitaria, pues esta requeriría de un Lector que comprende los mecanismos del texto y los desafía, otorgándole un uso distinto del que el Autor había previsto.
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