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Richeri, Giuseppe y Lasagni M. Cristina: “La calidad de la red” En el campo de la ética se plantea la relación o comunicación del canal con el público. En este ámbito en particular asumen relevancia algunas cuestiones ligadas a las funciones de la tv pública como de la comercial. En el ámbito de la ética (pero no solamente) se tienen en cuenta los criterios referidos a la identidad y al reconocimiento de un canal, además de otras evaluaciones sobre estándares técnicos y sobre la producción de los programas. Algunos parámetros de calidad son considerados requisitos necesarios y solamente válidos ya sea para los canales públicos como para los comerciales. Los criterios válidos para todos los canales ▪ La calidad técnica Entre los elementos que se consideran necesarios y no variables aludimos al criterio de estándar técnico, la calidad de la “producción” de los programas (representación, audio, luces, puesta en el aire…), como da por sentado la mayoría de los entrevistados. ▪ La identidad, el reconocimiento La identidad del canal consiste principalmente en el hecho de que son perceptibles: una editorial, un proyecto global bien definido y un reconocimiento, aunque formal, que tiene que ver con el estilo expresivo, con el modo de relacionarse con el público y de hacerlo interactuar. Una narración que se desarrolla a través de diversos géneros. Identidad significa también el hecho de que el canal tiene una gran conciencia del público al cual se dirige. A través de la línea editorial, es decir, de los intereses más importante, un canal se relaciona mejor con un tipo de público. Este sentido de pertenencia es el “valor agregado” que un canal conquista si tiende a crear una fuerte identidad; se trata de un elemento muy importante para determinar el éxito del canal y contribuir a la formulación de un juicio de calidad que no depende estrechamente del cálculo de los espectadores. El canal debe, antes que nada, tratar de entender cuál es su función respecto de los otros canales y elaborar una política editorial. Se trata, entonces, de asumir una serie de valores, prever un sector del público y elegir un lenguaje, se trata de una elección editorial, de una visión del mundo que nace de un estilo narrativo capaz de recorrer todos los programas. La capacidad de proseguir una política editorial significa creer en la elección que han hecho y, en consecuencia, darle una transmisión el tiempo de mejorarse, de afirmarse, y al público, el tiempo de habituarse a las propuestas que no repiten solamente fórmulas ya consolidadas. Los temas de la identidad y de la diferenciación se entrecruzan con la cuestión del equilibrio entre los programas comprados y los programas producidos. Generalmente, de hecho, los productos televisivos que un canal compra, son programas que han sido producidos para los canales internacionales; deben, por lo tanto, trabajar sobre estereotipos generales que puedan funcionar con públicos culturalmente muy diferentes, y esto no puede sino producir un efecto de achatamiento global de la oferta televisiva, una imagen de homogeneización de la oferta de los diferentes canales. Desde el punto de vista del contenido, la auto-producción contiene el respecto de los valores de la cultura local, de adaptación, que el producto internacional no permite. A través de la representación de temas y contextos de la vida cotidiana del pueblo, de hecho, se produce la conciencia de la identidad con el espectador, que puede reconocer en la programación del canal elementos cercanos a su propia vida. La identidad del canal cambia según algunos elementos de calidad, sobre todo respecto de la relación que este instala con su público. Entre el medio televisivo y el propio público debe establecerse un convenio de fidelidad. Si los programas no expresan esta relación, si no hacen visible una emisión respecto de otros, justamente sobre la base de elementos creadores de confianza, el canal no consolida la relación con su público. La confianza se transforma en uno de los elementos constitutivos de la identidad del canal y de la relación que ésta instaura con su público. Confianza significa que el canal “no me maltrate, que cumpla sus promesas, que me ayude a vivir mejor, que me ayude a leer la realidad, a simplificarla, que se mi amigo, que me haga compañía, que no me traicione”. Se trata de características que se pueden atribuir a un interlocutor, casi la calidad de una persona. Estas son cuestiones que se le piden a un amigo más que a un producto. En este sentido, la tv inaugura una tendencia a la personalización del producto, a la creación de relaciones, que se refieren al consumo en general y que en el medio televisivo puede encontrar factores de reforzamiento. Pero la identidad de un canal consiste también en elementos que no tienen que ver solamente con su programación. Es importante que el canal no solamente se relacione con los sucesos, sino también que sepa crearlos, volverse protagonista. Los criterios relativos Mientras que elementos como la identidad y el reconocimiento son determinados por un juicio de calidad respecto de todos los canales, otros criterios varían y son, por el contrario, relativos a una serie de parámetros. Ante todo, la calidad de un canal se evalúa con criterios relativos a la función para la que ha nacido y al sistema en el que opera. ▪ La diversificación de la oferta Muchos de los elementos de calidad de un canal serán, de hecho, diversos según se trate de un canal generalista o de un canal temático. Si se trata de canales temáticos o de sectores, en efecto, la calidad consiste predominantemente en la extrema localización y personalización, en la parcialidad, en la fuerte identificación con un género, por ejemplo, o con un sector del público. El discurso será opuesto si se analiza la calidad de los canales generalistas, que constituyen la casi totalidad de la programación actual. De cualquier modo, el canal generalista, debe de hecho satisfacer el mismo criterio del sistema en su totalidad y, por lo tanto, debe comprender en su interior criterios de diversificación de la oferta que puedan conciliarse aun con elementos de identidad y de pertenencia. Un importante elemento de calidad consiste en ser generalista hasta el final: o sea, la capacidad de utilizar todos los géneros de la tv, de lograr dialogar con toda clase de públicos. El ser una televisión joven y vieja, baja y alta, de derecha y de izquierda. Es un problema de equilibrio político, y es el ser lo más posiblemente equidistante respecto del sistema. De cualquier modo que se le articule, la diversificación permaneces como uno de los criterios guía para la búsqueda de la calidad. ▪ El objetivo editorial La calidad consiste también en la capacidad de corresponder a un preciso objetivo editorial; esto hace al hecho de que algunos elementos sean considerados factores de calidad en un contexto y no lo fuesen cuando el contexto cambiase. Redes públicas y redes comerciales Los criterios de calidad no son los mismos, si al ser juzgado, es un canal comercial o un canal público; o mejor, algunos requisitos son requeridos a ambos, pero comparando con el canal público, las exigencias y las expectativas son mucho más numerosas. Las redes comerciales Para que el servicio público el concepto de integración respecto de la oferta comercial no es para descartar. Esto no quiere decir que los canales estatales deben trabajar para tres espectadores. Pero hay algunas tipologías de programas que tienen necesidad de tiempos de maduración que la tv comercial no puede permitirse y, por el contrario, pueden tener escuchas absolutamente relevantes. Reglas y deberes La tv es pedagógica independientemente de sus propias intenciones. Lo es por la misma relación que se entable con el público. Por lo tanto, también la tv llamada “comercial” desarrolla en realidad una función importante respecto de la cultura del país en el que opera. Esta función es tan reconocida queen este momento, la ley no deja completamente libre la TV comercial pero le pide dedicar una parte de la programación a la información. Hay quienes se unen para pedir “cuotas” de programación para todos los canales, públicos y privados: cada canal generalista, aun privado, debería ser obligado a dedicar una parte de sus programas al crecimiento cultural de las personas. La tv es una institución ligada a una concesión, y ésta debe estar subordinada a determinados criterios. La concesión es, por lo tanto, un elemento más, que transforma la tv comercial en una empresa cuyas dinámicas no pueden ser solamente determinadas por el mercado. Mientras que sea objeto de una concesión no es totalmente libre, no se puede eximir a la tv privada de una serie de responsabilidades. Las redes públicas La tv pública debe cumplir una serie de obligaciones; el servicio público se diferencia del privado por una serie de finalidades complejas que los privados no necesariamente tienen. Un canal público debe ponerse objetivos diferentes de uno privado, principalmente por el hecho de que existe un contrato que une el canal y los ciudadanos, contrato que se establece a través del pago de un canon. Existe el canon y el contrato, por lo tanto, las expectativas son diferentes. Veamos entonces cuáles deberían ser las obligaciones de un canal público. A partir de la idea del pacto que el canal establece con los ciudadanos, estas obligaciones podrían configurarse en el concepto de “responsabilidad”: a) Responsabilidad respecto de la calidad de su programación b) Responsabilidad social respecto del público c) Responsabilidad política d) Responsabilidad económica a) Responsabilidad respecto de la calidad de su programación Si utilizamos de manera amplia el concepto de calidad podríamos decir que existe respecto de la tv pública, una fuerte expectativa de programas que tienden a la calidad. Hoy, la tv pública es demasiado comercial, no hay más tiempo para la experimentación. Existe la tendencia a rehacer siempre y solamente los mismos programas, aquellos que han funcionado desde su debut. Por lo tanto, una obligación fundamental del servicio público debería ser la de experimentar e investigar. En este sentido se configura un escenario que hemos visto ya, en el cual el servicio público debería trabajar para integrar lo que la oferta comercial no arriesga o no quiere ofertar. b) Responsabilidad social respecto del público La tv pública está en gran parte financiada por un canon pagado indistintamente por todos los ciudadanos. Aunque fuera solo por esto, la red pública debe prestar particular atención a la complejidad de la sociedad y asumir dos obligaciones: la de responder a las exigencias de cada clase social y la de dar expresión y representar la realidad en su complejidad y diversidad. c) Responsabilidad de naturaleza política La comunicación televisiva interfiere con otras prácticas sociales, como las electorales y de representación democrática. Por eso debe ser forzada a cumplir algunas obligaciones. La pluralidad de las voces y de las posiciones políticas representadas es, por lo tanto, la primera obligación política de la red pública; este principio es particularmente sostenido por quien está fuertemente convencido del rol de la TV en la formación de la opinión pública. d) Responsabilidad de naturaleza económica Existe la responsabilidad de tipo económico, en tanto los recursos empleados en un tv pública provengan en gran parte de los ciudadanos. Esto significa, de parte del canal público, compromisos que tienen que ver con el balance y la gestión de la empresa. Mientras que la tv comercial, en lo que respecta a las inversiones, puede seguir también sólo una lógica de empresa, a la tv pública se le exigen compromisos e inversiones aun más allá de los que tienen un inmediato retorno económico. ¿La TV pública debe entretener? Ningún tipo de entretenimiento Los que sostienen que debe ser un servicio para los ciudadanos utilizan ante todo un argumento de naturaleza económico-política que conciernen al rol del Estado: amplios sectores del espectro político, aun en la izquierda, sostienen que el Estado debe quedar fuera de la producción. Según algunos, hacia una orientación similar va la “producción de entretenimientos”, y la tv pública debe, en cambio, dedicarse a programas de servicio, también entendidos en un sentido amplio (“esto que los privados no se interesan hacer”) que comprende los documentales, y las transmisiones de información y de debate político. Pero la televisión debe hacer soñar Son opiniones diametralmente opuestas, las de los que sostienen que eliminar el entretenimiento de la tv pública significaría condenarla a la marginalidad, excluirla del gran juego de la creación de modelos y de los imaginarios colectivos, transformándola en un ghetto: “Aquello a lo cual el público no renunciaría nunca son los programas que lo hacen soñar. Se trata de ver cómo son hechos, qué contenidos transmiten”. Por otra parte, otros sostienen que excluir la tv pública del entretenimiento significaría también excluirla del gran juego de la creación, del imaginario colectivo, y convertirla en poco importante desde el punto de vista de la difusión de los valores y los modelos. Por lo que el problema no residiría tanto en los géneros que la tv pública transmite como en las intenciones y los contenidos que estos géneros vehiculan. La comunicación con el público El punto de partida del canal generalista es la oferta, no la demanda. La tv generalista tiene una historia unidireccional. Otro modo para articular la relación entre la demanda y la oferta es el de acrecentar los gustos del público, transformarlo en más exigente. El camino para permitir al público experimentar aun con programas diferentes de los habituales –por ej. Culturales, científicos o de la naturaleza- pasa, según algunos, por la divulgación y por la individualización de un lenguaje televisivo que sepa relatar también temas y contextos insólitos o considerados difíciles. Lo que cuenta no es el género ni el contenido, sino la calidad del programa. Una idea de público bastante diferente es expresada por quienes piensan que el gusto público puede ser, en muchos casos, menor que la oferta televisiva. En este caso, el esfuerzo cualitativo de un canal consiste en llegar a conciliar una demanda que va en una dirección y un proyecto editorial que no achate completamente esta tendencia. Secundar el público tiene un sentido además activo: significa tener en cuenta lo que son los deseos, las inquietudes, pero también tratar de descubrir cuáles son las expectativas inexpresadas. “Como todos inevitablemente siguen la mayoría de aquello que quiere el público, todos terminan por hacer las mismas cosas. En cambio, se necesita saber proponer al público otros caminos innovadores, para ver si, de todos modos, no va a despertar expectativas y necesidades que habían permanecido inexpresadas”.
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