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Resumen_Filosofia

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UNIDAD I
 ANTIGUEDAD
Platón “Diálogos” República
La República es, probablemente, la obra más importante de Platón. Allí se puede encontrar toda una concepción antropológica de la cual ha derivado uno de los conceptos del hombre que más arraigo han tenido en Occidente y un punto de partida para la evolución de la psicología. Además, se encuentra su teoría de la educación y concepción de la sociedad.
En la composición de la República se distinguen cinco secciones: 1) perteneciente al libro I, que constituye un diálogo socrático sobre la justicia; 2) compuesta por los libros II y IV, donde se traza el proyecto político de Platón; 3)incluyendo a los libros V y VII, que es la sección más estrictamente filosófica de la obra; 4) conformando a los libros VIII y IX, donde se exponen los tipos de constituciones políticas posibles, con su probable origen y desenlace, y los tipos correspondientes de hombres que suponen; 5) finalmente, la sección que constituye el libro X, como un apéndice sobre la poesía y un mito escatológico que corrobora lo dicho acerca de las recompensas del justo.
Si bien la obra tiene unidad, se advierten cambios de argumentación, interrupciones o regresos a puntos ya ha tratados, razones por la cual los estudios han elaborado tres hipótesis: 1. Ha habido, en la vida de Platón, dos ediciones de la República: una que vio la luz no más tarde del 390 a.C. que comprendía el libro I, lo esencial de los actuales II y IV, el comienzo del V y algunas páginas del VI y VII; y una segunda edición, alrededor del 370, en la que el material fue reelaborado, quedando de la manera en que se lo conoce hoy: 2. El libro I fue publicado como obra independiente, con el título Trasímaco, alrededor del 390; y 3. La República fue compuesta a lo largo de dos décadas a partir, aproximadamente, del 390. La hipótesis aceptada hoy en día, es la última.
Sócrates
En casa de Polemarco se encuentra Céfalo, su padre, quien conversa con Sócrates sobre su vida en la vejez. Este último está interesado en saber su postura sobre el umbral de la vejez, si se trata de una parte penosa de la vida, o no, a lo que Céfalo responde que, si bien muchas personas de su misma edad se lamentan por echar de menos la juventud, y con ella las borracheras, los festines y el sexo, él considera que se ha liberado de estas actividades tan agradablemente como si se hubiese liberado de una multitud de amos enloquecidos.
Otra de las quejas de sus pares es el modo irrespetuoso en el que son tratados por sus familias y que creen que se debe al signo de la vejez, mientras que Céfalo difiere en este sentido, alegando la falta de respeto al carácter de los hombres. Si un hombre es moderado y tolerante, también la vejez será una molestia mesurada, en caso contrario, tanto la vejez como la juventud resultarán difíciles a quien sea.
 Sócrates relaciona esta respuesta con el estado económico en el que Céfalo se encuentra, y le dice que muchos pensarían que le es fácil sobrellevar la vejez por poseer abundante fortuna, por lo cual tiene un modo de consolarse. Céfalo concuerda por una parte en este sentido, aunque también alega que ni el hombre razonable soportaría con mucha facilidad la pobreza en la vejez, ni el insensato se volvería tolerante a esa edad por ser rico. Dentro de los beneficios de la riqueza, advierte que esta contribuye en gran parte a no engañar ni mentir involuntariamente, ni a adeudar sacrificios a un Dios o dinero a un hombre, y por consiguiente, el temor a la muerte y al Hades que atormenta aquellos hombres que han actuado injustamente, es una sensación a la que no se encuentra expuesto.
 De esta última respuesta surge entonces, la duda de Sócrates sobre qué es considerado ser justo, a lo que Polemarco interviene justificando a la justicia como el decir la verdad y devolver lo que a cada uno lo que se le debe, citando la postura de Simónides. Sócrates difiere tomando este ejemplo: Si alguien recibiera armas de un amigo que está en su sano juicio, pero si éste enloqueciera y las reclamara, cualquiera estaría de acuerdo en que no se las debe de devolver, y que aquel que las devolviese no sería justo, ni tampoco si quisiera decir la verdad a quien estuviera en tal estado. Polemarco concuerda en este punto, pero insiste en que Simónides al hablar de justicia se refiere a que los amigos deben obrar bien con sus amigos, nunca mal, y a los enemigos se les debe dar lo que corresponde: algún mal.
Haciendo un análisis más profundo sobre el tema, Sócrates llega a la conclusión, según lo que Polemarco afirma, de que, en cierto modo, la justicia es un modo de robar, bien que para provecho de los amigos y perjuicio de los enemigos, ya que quien es hábil para guardar algo es hábil también para robarlo, ejemplificando que un buen guardián de un campamento militar, es el mismo que sabrá apoderarse de los planes militares y otras cosas del enemigo. Polemarco se percata del error y dice que lo natural es amar a los que considera buenos, y odiar a los que se consideran malos, por lo que sería justo perjudicar a los injustos y beneficiar a los justos.
Pero en este caso Sócrates advierte que si es propio del hombre justo perjudicar a algún hombre, entonces estos se volverán peores respecto de la excelencia de los hombres ya que aquellos que sean perjudicados se volverán necesariamente injustos. Además, agrega que tal como la función del calor no es enfriar, sino de su contrario, la función del bueno no es perjudicar, sino de su contrario. De tal modo no es función del justo perjudicar, sea a un amigo o a otro cualquiera, sino de su contrario, el injusto. En este punto Polemarco se da por vencido y termina por darle la razón.
Al debate se suma Trasímaco, quien da a conocer su propia teoría sobre qué es la justicia. El define lo justo como aquello que le conviene al más fuerte, tal como cada gobierno implanta las leyes en vista de lo que es conveniente para él, y una vez implantadas, manifiestan que lo que le conviene a los gobernantes es justo para los gobernados, y al que se aparte de ello lo castigan por infringir las leyes y actuar injustamente. A esta respuesta Sócrates advierte una contradicción, ya que cuando los gobernantes ordenan a los gobernados que hagan ciertas cosas, a veces se equivocan respecto de lo que es mejor para sí mismos, y como es justo que los gobernados hagan lo que se les ordena, entonces lo justo también sería hacer lo que no les conviene a los gobernantes. A esto Trasímaco insiste en sostener su definición, alegando que aquel que se equivoca no puede ser considerado como gobernante porque no se puede llamar artesano a aquel que carece del conocimiento de ese arte. De tal modo, Sócrates vuelve a refutar sus caracterizaciones al explicar que un médico no actúa según lo que le conviene, sino que actúa según lo que le conviene al enfermo, y del mismo modo actúan los gobernantes y cada artesano, examinan y disponen lo que le al gobernado y a aquel para el que emplea su arte.
 Queriendo mantener su postura contra la de Sócrates, Trasímaco adhiere que en todo sentido el hombre justo tiene menos que el injusto argumentando que cuando ambos hombres se asocian, al disolverse la asociación el justo nunca tendrá más que el injusto, y del mismo modo, en los asuntos concernientes al Estado, cuando se establecen impuestos, aunque sus bienes sean iguales, el justo pagará más, y el injusto menos. De este modo, la injusticia es más fuerte, más libre y de mayor autoridad que la justicia. Sócrates difiere, y dice que no cree que la injusticia sea más provechosa que la justicia. Para justificarse explica que cada arte aporta un beneficio particular, y si no se le añade un salario, el artesano no se beneficiará con su arte. Por esta razón, es evidente que ningún arte ni gobierno organiza lo que le beneficia a sí mismo, sino que, organiza y dispone lo que beneficia al gobernado, atendiendo a lo que conviene a aquel que es el más débil. Si llegara a haber un Estado de hombres de bien, probablemente se desataría una lucha por no gobernar, tal comosucede ahora para gobernar, y allí se tornaría evidente que el verdadero gobernante, por su propia naturaleza, no atiende realmente a lo que le conviene a él, sino al gobernado, de manera que todo hombre inteligente preferiría ser beneficiado por otro antes que ocuparse de beneficiar a otro.
Es importante para Sócrates demostrar que Trasímaco está en un error al considerar que el hombre injusto vive una vida mejor que el justo porque él considera que puede ser sacrílego estar presente cuando se injuria a la justicia, por lo tanto debe acudir en su defensa siempre que pueda.
El discurso de Trasímaco, quien se rinde frente a Sócrates, es retomado por Glaucón para poder conseguir una buena respuesta de por qué la justicia es más provechosa que la injusticia, a lo que comienza explicando que por naturaleza es bueno el cometer injusticias, malo el padecerlas, y que lo malo del padecer injusticias supera en mucho a lo bueno de cometerlas. De este modo, cuando los hombres no pueden evitar una situación y elegir la otra, juzgan ventajoso concertar acuerdos entre unos hombres y otros para no cometer injusticias ni sufrirlas. Esto da lugar a la implantación de leyes y convenciones mutuas, y a lo prescrito por la ley se lo llama “legítimo” y “justo”, dando lugar al origen y a la esencia de la justicia. Bajo este análisis, lo justo es deseado no como un bien, sino estimado por los que carecen de fuerza para cometer injusticias. 
En segundo lugar, Glaucón apunta al hecho de que los que cultivan la justicia no la cultivan voluntariamente sino por impotencia de cometer injusticias. Si tanto el justo como el injusto tuvieran el poder de hacer lo que cada uno de ellos quiere, probablemente sorprenderían al justo tomando el mismo camino que el injusto, movido por la codicia que toda criatura persigue por naturaleza como un bien. Para explicarse toma el ejemplo de Giges, un pastor que encuentra un anillo con la capacidad de volverlo invisible. Con esta propiedad, logra introducirse en la residencia del rey, y, seduciendo a la reina, lo asesina y se apodera del gobierno. En apoyo de su argumento, Glaucón declara que, si existiesen dos anillos iguales y se otorgaran uno a un hombre justo y el otro a uno injusto, no habría nadie tan íntegro que preservara firmemente en la justicia y soportara abstenerse de los bienes ajenos, sin tocarlos, cuando podría tanto apoderarse impunemente de lo que quisiera del mercado. En esto, el hombre justo no haría nada diferente del injusto, lo que prueba que nadie es justo voluntariamente, sino que es forzado a serlo.
Adimanto se suma al discurso exponiendo que, si se dotara a un hombre de la más perfecta a injusticia, y de la misma forma se dotara a otro hombre de la más perfecta justicia, el hombre injusto, actuaría injustamente pero conservaría una reputación de justo que no merece, ya que si es perfectamente injusto nunca sería visto cometiendo un delito, y si esto sucediese tendría el poder de convencer a los demás de su inocencia. En cambio el hombre justo, siguiendo este análisis, no le interesa parecer bueno, sino serlo, por lo que sin cometer injusticia, poseería la mayor reputación de injusticia, y sería sometido a tales castigos que terminaría por creer que no hay que querer ser justo, sino parecerlo, tal como anhela el injusto. 
Luego, para reforzar sus argumentos, alega que, el injusto no debería preocuparse por la acción de los dioses. Esto se debe a que, por un lado, si los dioses no existen o no se mezclan con los humanos, el injusto no debe preocuparse en ocultarse de ellos. En caso contrario, si existen y se preocupan por los hombres, (aunque no se sabe más de ellos que por los poetas y las leyendas), el justo no sufriría sus castigos pero rechazaría sus ganancias, mientras que el injusto, en cambio, obtendría las ganancias, y cuando cometiera alguna falta, imploraría a los dioses persuadiéndolos para evitar ser castigados, reafirmando una vez más el poder de la injusticia sobre la justicia. 
 Para refutar lo anteriormente expuesto, Sócrates menciona el origen del Estado. Este nace cuando cada una de las personas no se autoabastece por sí sola, sino que necesita de muchas cosas, entre las cuales las más importantes serían: en primer lugar, la provisión de alimentos con vista a existir y a vivir; en segundo lugar, la necesidad de una vivienda, y en tercer lugar, la necesidad de vestimenta y cosas de esa índole. Tales necesidades sólo serán satisfechas si se cuenta con los trabajadores necesarios que se dediquen a cada actividad, y como cada persona solo puede hacer una actividad con eficiencia a la vez, la cantidad de población necesaria aumentaría junto con las necesidades. A su vez, sería necesario importar productos que no puedan producirse, para la cual se necesita otorgar algo a cambio. De esta forma la producción debería ser aún mayor que la que se necesita para proveer al Estado propio, por lo que la cantidad de trabajadores se incrementaría aumentando la población. Cumpliendo con todos estos factores, se podría decir que se origina un Estado perfecto, donde la población construirá sus casas, vivirá desnuda y descalza en verano, y arropada suficientemente en invierno. Se alimentará de harina de trigo o cebada y se recostará en lechos formado por hojas. Estará a gusto en compañía y no tendrán hijos por encima de sus recursos para precaverse de la pobreza y la guerra. A este concepto de Estado, Glaucón lo juzga como Estado de cerdos, reclamando aquellas características propias de un Estado lujoso, al cual se le añaden los muebles y las decoraciones, los manjares y perfumes, y donde ya las necesidades básicas no son suficientes, sino que se requieren de otras actividades y productos que darán a un lugar a un Estado mucho más grande y con una mayor multitud de gente, el cual ya no cabe en el territorio ocupado para alimentar a toda su población, viéndose obligado a amputar el del vecino, así como los vecinos deberán recurrir al mismo recurso, dando lugar a la guerra. La guerra en sí, es producto de la ciudad inflamada, y como tal necesita de un ejército cuyos hombres solo se aboquen a aquella actividad, como el médico solo se aboca a curar a los enfermos. 
Se puede identificar así, una tensión entre ambas ciudades. Por un lado el Estado sano que plantea Sócrates, pero que Glaucón califica como la ciudad de los cerdos por carecer de lujos y comodidades a las que hoy en día nos vemos acostumbrados. Y por otro lado, la ciudad inflamada, producto de la superpoblación y la codicia por bienes que no son necesarios para vivir, los que llevan a una guerra que es causa de las mayores calamidades tanto públicas como privadas.
Se plantea ahora, cual es el alma y las características que debe tener el guardián de la ciudad. En cuanto a sus cualidades corporales, deberá poseer agudeza en la percepción, rapidez en la persecución de lo percibido, y también fuerza y valentía en caso de tener que luchar. 
En cuanto al alma, Sócrates plantea que el guardián debe ser fogoso. Debe ser manso con sus compatriotas y feroz con el enemigo, tal como lo son los perros de raza por naturaleza. Pero a estas características le adhiere la cualidad de ser filósofo por naturaleza y, aludiendo una vez más a los perros, indica que los mismos al ver a un desconocido, aunque no hayan sufrido antes nada de malo de su parte, se enfurecen con él; en cambio, al ver a un conocido, aunque éste jamás les haya hecho bien alguno, lo reciben con alegría; es decir que el perro es amante del conocimiento, o sea, filósofo.
Respecto a su educación, tanto Adimanto como Glaucón concuerdan con Sócrates con que debe ser la misma que fue descubierta hace ya mucho tiempo: la gimnástica para el cuerpo y la música para el alma. Se debe comenzar, en primer lugar, con la música, la cual estaría acompañada de discursos verdaderos y falsos. Al referirse a discursos falsos, hace referencia a los mitos, para lo cual se debe supervisar a los forjadores de mitos y admitirlos cuando estén bien y rechazarlos en caso contrario. Deberíanser censurados entonces, todos aquellos mitos que promulguen mentiras innobles, y también aquellos que admitan que los dioses hagan la guerra a dioses, se confabulen o combatan unos a otros, para exigir que los que van a guardar el Estado consideren como lo más vergonzoso el disputar entre sí. Además, es necesario que las madres no intenten asustar a sus hijos contándoles indebidamente mitos según los cuales ciertos dioses rondan de noche con apariencias semejantes a las de muchos extranjeros, porque las cualidades de los dioses son perfectas, y por consiguiente, todo lo que es excelente, sea por naturaleza o por arte, o por ambas a la vez, es lo que menor modificación admite por obra de otro. Y, en tal caso, es imposible que un dios esté dispuesto a alterarse, ya que al ser el más bello y mejor posible, ha de permanecer siempre en su propia forma.
ARISTÓTELES – ÉTICA NICOMÁQUEA – ÉTICA EUDEMIA
LIBRO I
Toda arte y toda investigación e, igualmente, toda acción y libre elección parecen tender a algún bien; por esto se manifiesta que el bien es aquello hacia lo que todas las cosas tienden.
Pero como hay muchas acciones, artes y ciencias, muchos son también los fines, así como el fin de la medicina es la salud; el de la construcción naval, el navío; y el de la estrategia, la victoria.
Entonces, si de las cosas que hacemos hay algún fin que queramos por sí mismo, y las demás cosas por causa de él, y lo que elegimos no está determinado por otra cosa, entonces, el conocimiento de este bien tendrá un gran peso en nuestras vidas. Lo importante ahora, es determinar cuál es este bien, y a cuál de las ciencias o facultades, pertenece. Parecería que ha de ser la suprema y directiva en grado sumo, esta sería la política. En efecto, esta es la que regula qué ciencias son necesarias en las ciudades y cuáles ha de aprender cada uno y hasta qué extremo. Las facultades más estimadas, como la estrategia y la economía, le están subordinadas, por lo que su fin, incluirá los fines de las demás ciencias, de modo que constituirá el bien del hombre. 
Cada uno juzga bien aquello que conoce, y de estas cosas es un buen juez. Así, cuando se trata de la política, el joven no es un discípulo apropiado, ya que no tiene experiencia en las acciones de la vida, y los razonamientos parten de ellas y versan sobre ellas; además, siendo dócil a sus pasiones, aprenderá en vano y sin provecho, puesto que el fin de la política no es el conocimiento, sino la acción. 
Volviendo al fin y meta de la política, tanto el vulgo como el culto concordarán en que es la felicidad, y pensarán que vivir bieny obrar bien es lo mismo que ser feliz. Sin embargo, no todos coinciden al definir qué es la felicidad. Algunos la asocian con las cosas tangibles y manifiestas como el placer, el honor, la riqueza; incluso una misma persona puede opinar distintas cosas: si está enferma, piensa que la felicidad es la salud; si es pobre, la riqueza: y si es consciente de su ignorancia, es la sabiduría. Pero algunos creen que, existe otro bien en sí y que es la causa de que todos aquellos sean bienes. Según Hesíodo “el mejor de todos los hombres es el que por sí mismo comprende todas las cosas; es bueno, asimismo, el que hace caso al que bien lo aconseja; pero el que ni comprende por sí mismo ni lo que escucha a otro retiene en su mente, éste, en cambio, es un hombre inútil. 
El vulgo y los más groseros identifican la felicidad con el placer, y por eso aman la vida voluptuosa, una de los tres principales modos de vida, junto con la política y la contemplativa. Los hombres mejor dotados y los activos creen que el bien son los honores, ese es el fin ordinario de la vida política. Sin embargo, este bien es más superficial, y radica más en los que conceden honores que en el honrado, y el bien es algo propio y difícil de arrebatar. Por otro lado, esos hombres parecen perseguir los honores para persuadirse a sí mismos de que son buenos, buscan ser honrados por los hombres sensatos y por los que los conocen, y en opinión de estos hombres, la virtud es superior. Si bien este es uno de los fines de la política, este concepto es incompleto ya que puede ser que el que posee la virtud permanezca inactivo toda su vida y no se puede considerar feliz a alguien que vive así.
 Retomando el concepto de que cada actividad se realiza con un fin determinado se puede decir que si hay algún fin de todos los actos, éste será el bien realizable. Pero los fines son varios, y algunos de éstos son elegidos por otros, aunque lo mejor parece ser algo perfecto. Por consiguiente, al bien que se busca por sí mismo se lo reconoce como el más perfecto; éste sería el caso de la felicidad, ya que es elegida por ella misma y nunca por otra cosa, mientras que los honores, el placer, la inteligencia y toda virtud, son deseados en verdad pero también son deseados porque se cree que gracias a estas cosas es posible ser feliz. En cambio, nadie busca la felicidad por estas cosas, ni en general por ninguna otra.
Esto mismo sucede con la autarquía, pues el bien perfecto parece ser suficiente. Suficiente no en relación con uno mismo, con el ser que vive una vida solitaria, sino también en relación con los padres, hijos y mujer, y en general, con los amigos y ciudadanos, puesto que el hombre es un ser social por naturaleza. Entonces se considerará suficiente lo que por sí solo hace deseable la vida y no necesita nada, y se cree que tal es la felicidad. Es lo más deseable de todo, sin necesidad de añadirle nada. En pocas palabras, la felicidad es algo perfecto y suficiente, ya que es el fin de los actos.
Es necesario estudiar si la felicidad es posible conseguirla si se logra captar la función del hombre, pero ¿cuál será precisamente esta función? El vivir es también común a las plantas, por lo que se debe dejar de lado la vida de nutrición y crecimiento, al igual que la sensitiva, ya que también es propia de los animales y aquí se busca lo propio del hombre. De esta forma resta la última actividad que es la razón. Entonces, si la función del hombre es una actividad del alma que implica la razón y si esta función es específicamente propia del hombre y del hombre bueno, entonces la función del hombre es llevar una cierta vida, realizando acciones razonables; y la del hombre bueno será la misma pero haciéndolas bien y hermosamente, y cada una se realiza bien según su propia virtud; por lo que se puede concluir que el bien del hombre es una actividad del alma de acuerdo con la virtud.
Dividiendo los bienes en tres clases: los exteriores, los de alma y los del cuerpo, se puede decir que los del alma son más importantes y son los bienes por excelencia; y las acciones y las actividades anímicas se las refiere al alma. De este modo, el fin consiste en ciertas acciones y actividades, así se desprende de los bienes del alma y no de los exteriores. Correspondiente a este razonamiento, el hombre feliz vive bien y obra bien, y eso es relacionado con la buena vida y la buena conducta. Entonces, será evidente que todas las condiciones requeridas para la felicidad se encuentren en nuestra definición, así, para algunos será la virtud, para otros la prudencia, para otros la sabiduría, etc. Consecuentemente se puede concluir que la felicidad es la virtud o alguna clase de virtud, pues la actividad conforme a la virtud es una actividad propia de ella. En general las cosas virtuosas gustan al que ama la virtud. Ahora bien, para la mayoría de los hombres los placeres son objeto de disputa, porque no lo son por naturaleza, mientras que las cosas que son por naturaleza agradables son agradables a los que aman las cosas nobles. De la misma forma, las acciones de acuerdo con la virtud será por sí mismas agradables, y también serán buenas y hermosas. Por consiguiente, la felicidad es lo más hermoso y lo más agradable.
Sin embargo, la felicidad necesita también de los bienes exteriores, porque es imposible o muy difícil hacer el bien cuando no se cuenta con recursos. Muchas cosas se hacen por medio de los amigos o la riqueza o el poderpolítico, pero la carencia de algunas cosas empaña la dicha, porque uno cuyos hijos o amigos fuera buenos y éstos hubiesen muerto no podría ser feliz del todo. De este modo, la felicidad parece necesitar también de la prosperidad, y por esta razón algunos la identifican con la buena suerte, mientras que otros con la virtud. De aquí surge el problema de si la felicidad radica en nosotros, si puede adquirirse, o si procede de una fuente que exterior como los dioses, o es al azar. De cualquier modo, la felicidad sigue pareciendo ser el más divino de los bienes, ya que el premio y el fin de la virtud es lo mejor, y esto es algo divino y venturoso. Entonces concluiremos que la felicidad es una actividad del alma de acuerdo con la virtud, y retomando el concepto de política que se definió como el mejor bien, que pone mayor cuidado en hacer a los ciudadanos de una cierta cualidad, esto es, buenos y capaces de acciones nobles, no se podrá considerar como feliz a un animal o a un niño, ya que la felicidad requiere una virtud perfecta y una vida entera, ya que muchos cambios y azares de todo género ocurren a lo largo de la vida.
POLÍTICA – ARISTÓTELES
LIBRO I
Comunidad política y comunidad familiar
 Toda ciudad es una cierta comunidad, la cual está constituida con miras a algún bien, en vista de lo que les parece bueno todos obran en todos sus actos. Por estas razones para Aristóteles, la ética no puede ser separada de la política. En efecto, si el objetivo de la ética consiste en la determinación de un bien supremo que sea el fin de todas nuestras actividades y respecto del cual todos los demás bienes no sean más que medios, entonces ese objeto también es el de la política, cuya misión es dirigir con miras al bien común todas las actividades humanas dentro de la ciudad. 
La comunidad constituida naturalmente para la vida es la casa, y la primera comunidad formada de varias casas a causa de las necesidades no cotidianas es la aldea, la cual parece ser en su forma natural una colonia de la casa. Y la comunidad perfecta de varias aldeas es la ciudad, que tiene el nivel más alto de autosuficiencia, nacida a causa de las necesidades de la vida pero que subsiste para el vivir bien. Por esto la ciudad es el fin de todas las comunidades. Consecuentemente, como la naturaleza es un fin, la ciudad es una de las cosas naturales, y como el hombre es por naturaleza un ser social, todo aquel insocial por naturaleza y no por azar será un ser inferior o superior al hombre.
La razón por la cual el hombre es un ser social es porque la naturaleza lo dotó de la palabra, y la naturaleza no hace nada en vano. También los animales poseen la voz como signo del dolor y del placer, pero la palabra es propio del hombre, la cual los convierte en el único ser con sentido del bien y del mal, de lo justo y de lo injusto, y de todos los demás valores; y su participación comunitaria de estas cosas constituye la casa y la ciudad. 
La ciudad, por naturaleza, es anterior a la casa y al individuo, porque necesariamente el todo es anterior a la parte. Esto quiere decir que el individuo que no puede vivir en comunidad, o no necesita nada por su propia suficiencia, no es miembro de la ciudad, sino una bestia o un dios. En todos los individuos existe por naturaleza la tendencia hacia tal comunidad, pues así como el hombre perfecto es el mejor de los animales, también apartado de la ley y de la justicia, es el peor de todos, ya que el hombre está provisto naturalmente de armas al servicio de su sensatez y de su virtud. De este modo, se considera a la justicia como un valor cívico, porque es el orden de la comunidad civil, y la virtud de la justicia es el discernimiento de lo justo. 
Hablando de la administración de la casa, es importante decir que la casa perfecta está integrada por esclavos y libres, y las partes primeras y mínimas son el amo y el esclavo, el marido y la esposa, el padre y los hijos, es decir, las relaciones heril, conyugal y procreadora. 
En primer lugar se analizará la relación del esclavo y el amo: es notable que la propiedad es una parte de la casa y el arte de adquirir; y como las posesiones son un instrumento para la vida y la propiedad es una multitud de instrumentos, entonces el esclavo es una posesión animada, y todo subordinado es como un instrumento previo a los otros instrumentos. Los llamados instrumentos son de producción mientras que las posesiones son instrumentos de acción, y como la vida es acción y no producción, el esclavo entonces es un subordinado para la acción. 
La naturaleza del esclavo es clara, el que, siendo hombre, no se pertenece por naturaleza a sí mismo, sino a otro, es esclavo por naturaleza. Frente a esto, se estudia si es justo y mejor para alguien ser esclavo o no, y si toda esclavitud es en contra de la naturaleza. En este caso, mandar y obedecer no sólo son cosas necesarias, sino también convenientes, y ya desde el nacimiento algunos están destinados a obedecer y otros a mandar.
El ser vivo está constituido, en primer lugar, de alma y de cuerpo, de los cuales uno manda por naturaleza y el otro es mandado. Consecuentemente es posible observar en el ser vivo el dominio señorial y político, ya que el alma ejerce sobre el cuerpo un dominio señorial y la inteligencia sobre el apetito un dominio político y regio. En esto resulta evidente que es conforme a la naturaleza y conveniente para el cuerpo ser regido por el alma y para la parte afectiva ser gobernada por la inteligencia y la parte dotada de razón, mientras que la inversión o igualdad de esta relación sería perjudicial para todos. 
Esta misma relación se identifica en el macho y la hembra, ya que uno es superior y otro inferior, por naturaleza uno manda y el otro obedece, y en todas las relaciones de los hombres con otros seres ocurre lo mismo. La naturaleza quiere incluso hacer diferentes los cuerpos de los libres y los de los esclavos: unos fuertes para los trabajos necesarios, y otros inútiles para estos pero útiles para la vida política. Sin embargo, muchas veces sucede lo contrario, unos esclavos tienen cuerpos de hombres libres, y otros, almas. Lo más justo sería entonces establecer los esclavos y libres respecto del alma, pero no es tan fácil ver la belleza del alma como la del cuerpo, por eso algunos son libres y otros esclavos por naturaleza, y para éstos el ser esclavos es conveniente y justo.
Las posturas frente a la esclavitud producen una controversia. Existe un tipo de esclavitud que surge en virtud de una ley, la cual es producto del acuerdo de los vencedores de la guerra; por eso, en este caso, la virtud tiene también la máxima capacidad de obligar, resultando la apariencia de que no existe la fuerza sin la virtud. Consecuentemente, algunos opinan que la justicia es benevolencia, mientras que otros piensan que la justicia es que mande el más fuerte.
 El poder del amo y el poder político son diferentes, ya que uno se ejerce sobre esclavos y el otro sobre hombres libres. Además el gobierno doméstico es una monarquía, ya que en toda casa es gobernada por uno solo, mientras que el gobierno político es sobre hombres libres e iguales. 
Si bien el amo, el esclavo y el libre no se llaman así en virtud de una ciencia, se puede decir que existe una ciencia del amo y otra del esclavo. La ciencia del amo es la que enseña a servirse de esclavos, ya que el amo no lo es por adquirir esclavos, sino por saber servirse de ellos. El amo sólo debe mandar lo que el esclavo debe saber hacer.
En cuanto a la crematística, se puede decir que no es lo mismo que la economía, ya que lo propio de ésta es la adquisición, mientras que la de la otra es la utilización. Tal capacidad adquisitiva ha sido dada por naturaleza a todos los animales. De esta manera, las plantas existen para los animales, y los demás animales para el hombre; los domésticos para su servicio y alimentación, y los salvajes, al menos una parte de ellos, con vistas al alimento y otros para servirse de vestimenta y otros instrumentos. Por consiguiente, si la naturaleza, como ya se hadicho, no hace nada en vano, entonces todos estos seres los ha producido a causa del hombre. Y es por esto que el arte de la guerra será, en cierto modo, un arte adquisitivo por naturaleza que debe ser utilizado contra los animales salvajes y contra aquellos hombres que, habiendo nacido para obedecer, se niegan a ello. Este arte de adquisición natural es propio para los que administran la casa y la ciudad y la verdadera riqueza proviene de este arte, pero ningún instrumento de arte alguna es ilimitado ni en cantidad ni en magnitud. 
Pero además existe otra clase de arte adquisitivo, que es la crematística, para el cual no existe límite alguno de riqueza y propiedad. Para explicar este concepto primero es necesario entender que cada objeto de propiedad tiene un doble uso; uno es el propio del objeto y el otro como objeto de cambio. Por ej: el zapato puede ser utilizado como calzado o como objeto de cambio.
De ahí surge entonces el comercio de compra y venta, lo cual no tiene ninguna función en la primera comunidad, esto es, en la casa, pero sí cuando la comunidad es mayor. 
La crematística surge al inventarse la moneda, cuyo empleo fue necesario al hacerse más grande la ayuda exterior para importar lo que hacía falta y exportar lo que abundaba, ya que no eran fáciles de transportar todos los productos naturalmente necesarios. Una vez inventada la moneda, surge la otra forma de la crematística: el comercio de compra y venta que, con la experiencia, fue adquiriendo un carácter cada vez más técnico, derivando en el concepto de riqueza propio de la actualidad que la define como la abundancia de dinero. De estos hechos surge la creencia actual de que la función de la economía doméstica es conservar o aumentar la riqueza monetaria indefinidamente, cuyo causante es el afán de vivir, y no el de vivir bien. Así, muchos buscan aquello que contribuye a los placeres corporales, y como eso pareciera depender de la propiedad, se dedican al negocio y buscan el arte que les produzca ese placer excesivo. Sin embargo, lo propio del arte militar o la medicina no es producir dinero, sino la victoria y la salud, pero algunos convierten estas facultades en crematísticas, como si ese fuera su fin y fuera necesario que todo respondiera a ese fin. Esta última, entonces, se define como la crematística no necesaria, diferente a la que sí lo es, que es naturalmente parte de la administración doméstica relacionada con el alimento y con un límite preciso.
Ramificaciones de la crematística:
En la crematística hay partes de utilidad concreta. Así, en la crematística propiamente dicha, a propósito del ganado será necesario ser experto en qué razas son las más ventajosas y dónde y cómo, y luego del cultivo de la tierra. De la crematística basada en el cambio, la más importante es el comercio, dividida en embarque, transporte y venta; seguida por la usura y en tercer lugar por el trabajo asalariado. Una tercera forma de crematística, intermedia entre las anteriormente mencionadas por su participación en la natural y en la de cambio, es la que refiere a los productos de la tierra que, sin frutos, son útiles, por ej, la explotación de bosques y toda clase de minería.
Relaciones familiares: autoridad paternal y marital
Retomando las partes de la administración doméstica, es necesario, además del dominio del amo sobre el esclavo, el gobierno sobre la mujer y los hijos, pero como seres libres en ambos casos, aunque no con el mismo tipo de gobierno, ya que a la mujer se la gobierna como un ciudadano y a los hijos monárquicamente. En efecto, el hombre es por naturaleza más apto para mandar que la mujer, y el de más edad y maduro más que el más joven e inmaduro. Por lo tanto se puede decir, que cada uno de ellos posee una virtud diferente: el esclavo no tiene en absoluto la facultad deliberativa; la mujer la tiene, pero sin autoridad; y el niño la tiene, pero imperfecta. Así sucede con las virtudes morales: todos deben participar de ellas pero no de la misma manera, sino sólo en la medida en que es preciso a cada uno para su función, mientras que el que manda de poseer perfecta virtud ética.
Descripción del Estado Ideal
Correspondiente a la división de bienes, realizada anteriormente, en externos, los del cuerpo y los del alma, se dijo que todos ellos son necesarios para la felicidad del hombre. Sin embargo,, los bienes exteriores tienen un límite, y su exceso perjudica o no sirve de nada a los que lo poseen; en cambio, cada uno de los bienes relativos al alma, cuanto más abundan más útiles son, atribuyéndoles no sólo la belleza, sino también la utilidad. 
Acudiendo a los mismos elementos, la ciudad mejor será la más feliz y próspera; pero es imposible que le salgan bien las cosas a los que no obran bien y no hay obra buena ni del individuo ni de la ciudad sin virtud y prudencia. En pocas palabras, la vida mejor, tanto para el individuo particular como para las ciudades en común, es la que está acompañada de virtud dotada de recursos suficientes como para poder participar en las acciones virtuosas. 
La felicidad de cada uno de los hombres es la misma que la de la ciudad, ya que aquél que crea que la felicidad del ciudadano se basa en su riqueza, también considerará feliz a una ciudad que es rica. El problema será definir qué vida es preferible y qué régimen de organización será mejor. En tal caso, es evidente que el régimen mejor es esa organización bajo la cual cualquier ciudadano puede prosperar y vivir felizmente, pero se discute si la vida virtuosa está ligada a la vida política y práctica o más bien, desligada de todas las cosas exteriores, como una vida contemplativa que, según algunos, es la única filosófica. 
 Algunos creen que el único régimen feliz es el despótico y tiránico, pero niegan que sean gobernados de esta forma ya que no es justa. Piden que se los gobierne con justicia, pero en lo que respecta a los demás no se cuidan para nada de la justicia, lo cual es absurdo a menos que por naturaleza unos sean dominables y otros no dominables como se mencionó anteriormente.
Se podría decir que una ciudad que esté bien gobernada podría ser feliz, pero en este caso su régimen no deberá estar orientado hacia la guerra ni hacia el dominio de los enemigos, lo cual no existe. Por estas razones, es evidente que todos los cuidados relativos a la guerra deben ser considerados buenos pero no como el fin supremo de todo, sino como medios para este fin. 
 Analizando el tipo de vida que debe llevar el hombre aspirante a la felicidad, se puede decir que tanto la vida política como la vida totalmente desligada a la misma tienen ventajas y desventajas. 
Es evidente que la vida del hombre libre es mejor que la del amo, porque nada respetable es servirse de un esclavo como esclavo, ya que el dar órdenes acercas de las necesidades cotidianas no tiene nada en común con la nobleza. De todos modos, pensar que toda autoridad es despótica no es correcto, ya que no es igual la autoridad que se ejerce sobre los hombres libres y la que se ejerce sobre los esclavos. 
Por otra parte, alabar más la inactividad que la acción tampoco es verdad, debido a que la felicidad es una actividad; y además las acciones de los hombres justos y prudentes tienen como resultado muchas y nobles obras. 
Bajo este análisis, se puede llegar a la conclusión de que siempre que alguien sea superior en virtud y en capacidad para realizar las mejores acciones, a ése es noble seguirle y justo obedecerle. Pero debe poseer no sólo la virtud, sino capacidad que le haga apto para la acción. De este modo, si se toman estas afirmaciones como exactas y se considera a la felicidad como prosperidad, entonces la vida activa será la mejor, tanto para la ciudad como para el individuo. 
Retomando el concepto de ciudad ideal, es necesario establecer los recursos de la misma, los cuales refieren, en primer lugar, al número de personas: cuántos y de qué condición deben ser por naturaleza, y al territorio: cuál debe ser su extensión y su cualidad.
La mayoría de la gente cree que la ciudad feliz convieneque sea grande, y si bien esto es verdad se confunden al considerar qué tipo de ciudad es grande o pequeña porque juzgan la magnitud de una ciudad por el número de habitantes. En este caso se debe mirar, no la población, sino el poder. En efecto, hay también una función de la ciudad, y como tal, aquella que pueda cumplirla mejor, ésa será considerada la más grande. Por otro lado, al juzgar una ciudad por el número de habitantes, no se debe hacer según cualquier clase de gente, ya que entre la población se encuentra un gran número de esclavos y extranjeros, sino teniendo en cuenta sólo los que son parte de la ciudad y constituyes sus partes propias. De tal modo, una ciudad de la que salen muchos obreros manuales pero pocos hoplitas no será considerada grande, ya que no es lo mismo una ciudad grande que muy populosa. Esto es porque es muy difícil, tal vez imposible, que la ciudad demasiado populosa sea regida por buenas leyes. La ley, en efecto, es un cierto orden, y la legislación es necesariamente una buena ordenación, y un número excesivamente elevado no puede participar del orden. 
Igualmente, la ciudad que se compone de demasiado pocos habitantes no es autosuficiente, y la ciudad ha de serlo, así como la que se compone de demasiados será autosuficiente en sus necesidades esencias, como un pueblo, pero no como una ciudad, porque no sería fácil tener una constitución.
Por eso, la ciudad primera es la que está formada de ese mínimo de gente que sea un grupo humano autosuficiente respecto a vivir bien en una comunidad política. Puede ser, sin embargo, que la ciudad exceda ese número convirtiéndose en una ciudad mayor, pero el límite ideal de la misma será, entonces, el mayor número posible de población para la autarquía de la vida, y que pueda se r abarcada fácilmente en su totalidad.
Correspondiente al carácter natural de los ciudadanos, se puede decir que los mismos deben basarse en la raza helénica, la cual es valiente, evitando vivir una vida sometimiento y esclavitud, e inteligente, lo cual deriva en la organización política que les confiere la capacidad de mandar a sus vecinos. En pocas palabras, para dejarse conducir dócilmente por el legislador hacia la virtud, los hombres tiene que ser de natural inteligente y animoso. 
 En cuanto al territorio, será preferible aquél que tenga las cualidades más autárquicas, lo que significa que será el que produzca de todo, ya que autosuficiente es tener todo y no carecer de nada. En extensión y magnitud deben ser tales que los habitantes puedan llevar una vida holgada, con libertad y prudencia al mismo tiempo. 
La configuración del territorio debe ser inaccesible para los enemigos y de fácil salida para los habitantes. Además, como se dijo que el número de habitantes debía ser abarcable, lo mismo sucederá con el territorio. Y con decir abarcable, se refiere a que debe ser fácil de recorrer. 
En cuanto al emplazamiento dela ciudad, conviene que se establezca una situación favorable tanto respecto al mar como respecto a la tierra, pero en cuanto a la comunicación con el mar se han abierto diversos debates. Por un lado, la llegada de extranjeros educados en otras leyes y el exceso de población no son convenientes para el buen orden, y esto se origina del uso del mar, al enviar y recibir una multitud de comerciantes, lo cual es contrario a la buena marcha política. 
Por otro lado, si esto no sucede así, es mejor, para la seguridad y la abundancia de productos necesarios, que la ciudad y el país tengan acceso al mar. Así, sería más fácil resistirse a los enemigos, y aquellos que necesitan ser salvados pueden ser fácilmente socorridos tanto por tierra como por mar, al igual que para causar daños a los atacantes, se conseguirá mejor por uno de los dos si se tiene acceso a ambos. Además, es una necesidad del país que todo cuanto no se encuentre en él haya que importarlo y exportar el excedente de sus productos, ya que en su interés y no en el de las demás la ciudad debe ser comerciante.
 En cuanto al poder naval, lo mejor es tenerlo hasta cierto límite, y el número y magnitud de este poder debe ser considerado de acuerdo con el modo de vida de la ciudad. Si se aspira a una vida de hegemonía y política, necesariamente este poder debe ser proporcionado a sus empresas. Pero el exceso de población de marinos no es necesario que se incorporen a la ciudad, ya que la tropa marinera no se constituye como una parte de la ciudad, porque se trata de una tropa libre, perteneciente a la infantería. 
Respecto a los elementos sin los cuales la ciudad no podría existir, las llamadas partes, son seis:
· El alimento
· Los oficios, ya que la vida necesita muchos instrumentos
· Las armas, debido a que los miembros de una comunidad deben necesariamente tener armas, incluso en sus casas, por causa de los que se rebelan y para proteger y defenderse de los que intentar atacarlos
· Abundancia de recursos, para tener con qué cubrir las necesidades propias y las de la guerra
· El cuidado de lo divino, a lo que llaman culto
· Y un órgano que juzgue sobre lo conveniente y justo entre unos y otros
Si alguno de estos elementos falta, es imposible que la comunidad sea absolutamente autárquica. De este modo, habrá un cierto número de agricultores que suministren el alimento; artesanos; clase militar; clase rica; sacerdotes y los jueces de lo que es necesario y conveniente.
La pregunta es si todos deben participar en todos estos servicios, lo cual dependerá del régimen establecido: en las democracias, participan todos de todas las actividades, mientras que en las oligarquías sucede lo contrario.
Como se dijo que en la ciudad más perfectamente gobernada y que posee hombres justos en sentido absoluto y no relativo al principio de base del régimen, los ciudadanos no deben llevar una vida de trabajador manual ni de mercader, porque esto es considerado innoble y contrario a la virtud; ni tampoco deben ser agricultores ya que se necesita ocio para el nacimiento de la virtud y las actividades políticas.
Además, puesto que la ciudad conlleva una clase militar y una que delibera sobre lo conveniente y juzga sobre la justicia, estas serían las partes principales de la ciudad, cuyas funciones corresponden a distinta madurez de la vida. Si bien una clase requiere fuerza y la otra prudencia y esto conllevaría a la atribución de dos personas diferentes, es imposible que los que sean capaces de emplear o resistir la violencia vivan siempre sometidos, por lo que en este sentido dichas funciones deben atribuírsele a las mismas personas. Puesto que los que disponen soberanamente de las armas son también dueños absolutos de la permanencia o no del régimen. Entonces ambas funciones serán atribuidas a las mismas personas pero en dos grupos diferentes: la fuerza a los jóvenes y la prudencia a los más viejos. De tal manera, las propiedades deben estar en las manos de estas dos clases, ya que es necesario que tengan abundancia de recursos, y así serían entonces los considerados ciudadanos, mientras que los trabajadores manuales no participan de la ciudad al igual que cualquier otra clase que no sea artesana de la virtud.
Faltaría entonces, establecer quienes serán los sacerdotes. Nuevamente está claro que ni un labrado ni un trabajador manual debe ser sacerdote, ya que conviene que sean los ciudadanos los que honren a los dioses. Y puesto que el cuerpo de ciudadanos está dividido en dos clases, la militar y la deliberativa, y, por otra parte, conviene dar el culto a los dioses y asegurar el descanso a los retirados por la edad, es a estos últimos a quienes se les debe atribuir las funciones sacerdotales.
Comida en común y régimen de las tierras
Respecto a las comidas en común, todos están de acuerdo en que es útil para las ciudades bien organizadas. Y si bien deben participar de ella todos los ciudadanos, no es fácil que los pobres puedan aportar lo suyo. Por eso el territorio se divide en dos partes: una debe ser de dominio común y otra de los particulares, y cada una de ellas se la divide de nuevo en dos partes. Dela tierra común, una parte se destina al servicio de los dioses y otra al gasto de las comidas en común; y de la de los particulares, una parte está cerca de la frontera y otra cerca dela ciudad, para que sean asignados dos lotes por ciudadano y todos participen de los dos lugares. Así, se mantiene la igualdad y la justicia. 
En cuanto a los agricultores, es mejor que sean los esclavos pero no todos de la misma tribu, así serán útiles en su trabajo y no representarán un peligro de sublevación. Otra solución es que sean periecos de raza bárbara y de un natural semejante a los esclavos citados. De ellos, los que trabajan en lotes particulares deben ser propiedad de los dueños de la hacienda, y los que trabajan en la tierra comunal, serán propiedad pública.
Plan general de la ciudad
La ciudad se construirá en el lugar conveniente respecto del régimen dispuesto. Así, una acrópolis conviene a la oligarquía y a la monarquía, una llanura al régimen democrático, y a la aristocracia no conviene ninguna de las dos cosas, sino más bien varios lugares fortificados. La disposición de las casas particulares, por su parte, se considera más agradable y útil si la ciudad está bien trazada en sus calles y según el gusto más moderno. Sin embargo, para la seguridad de las guerras conviene lo contrario, como era antiguamente, haciendo difícil la salida de la ciudad a la tropa extranjera y difícil para los atacantes encontrar su camino. Por eso, es necesario participar de ambos sistemas y evitar trazar regularmente toda la ciudad, sino algunos sectores y lugares, así la misma irá bien tanto para la seguridad como para la belleza. 
También será necesario que la ciudad esté rodeada de murallas y que éstas sean cuidadas para que a su vez se constituyan como un adorno adecuado de la ciudad y útiles para los usos propios de la guerra.
Organización de diversas funciones públicas
Los edificios destinados al culto de los dioses y las más importantes mesas comunes de los magistrados conviene que tengan un lugar apropiado y que sea el mismo, el cual será aquel que presente manifiesta evidencia respecto a su situación excelente y más seguridades respecto a las partes vecinas de la ciudad. 
Al pie de este lugar se debe construir una plaza que debe estar limpia de toda mercancía, y a la que no tendrá acceso ni trabajador manual ni campesino, ni cualquier otro de esa clase, si no es llamado por los magistrados. En la misma pueden ser instalados los gimnasios de adultos.
La plaza del mercado debe ser distinta y separa de la precedente, y tener un emplazamiento que permita reunir fácilmente a todos los productos tanto transportados por mar como los provenientes de la región. 
Las mesas comunes de los sacerdotes tendrán su lugar en torno a los edificios de los templos, así como todas las magistraturas deberán instalarse junto a plaza o algún lugar público de reunión, como la plaza de mercado.
La organización en el campo debe imitar la anteriormente expuesta. Allí los magistrados, llamados inspectores de bosques o agrónomos, deben tener necesariamente puestos de guarda y mesas comunes para la vigilancia, y además debe haber templos repartidos por todo el país, dedicados unos a los dioses y otros a los héroes.
La educación en la ciudad ideal
Se dijo que la felicidad consiste en el ejercicio y uso perfecto de la virtud absolutamente, y al hablar de lo absoluto se habla de lo que está bien. 
El hombre bueno puede hacer buen uso de la pobreza, la enfermedad y los demás infortunios, pero la felicidad consiste en sus contrarios, por eso los hombres suelen pensar que los bienes exteriores son causa de la felicidad.
Además se dijo que una ciudad es buena cuando los ciudadanos que participan de su gobierno son buenos, y como todos los ciudadanos participan del gobierno es necesario examinar como un hombre puede hacerse bueno. Ahora bien, buenos y dignos llegan a ser los hombres gracias a tres factores: la naturaleza, el hábito y la razón. Primero hay que ser hombre por naturaleza con cierta cualidad de cuerpo y alma. Pero hay algunas cualidades que de nada sirve poseerlas de nacimiento porque los hábitos las hacen cambiar, inclinándose hacia lo peor y hacia lo mejor. Pero además, el hombre es guiado por la razón, de modo que es necesario que los tres factores se armonicen uno con el otro.
Como la comunidad política está compuesta por gobernantes y gobernados, la educación deberá corresponder a la distinción de estas funciones. Y si bien los gobernantes serán indiscutiblemente distintos de los gobernados, es necesario que todos participen por igual de las funciones de mandar y obedecer. Así como la naturaleza ha proporcionado la distinción al hacer a individuos de la misma especie a unos más jóvenes y a otros más viejos, a los primeros les va bien ser gobernados y a los segundos gobernar. Por consiguiente, en un sentido los gobernantes y los gobernados son los mismos, y en otro, son distintos, de modo que su educación debe ser en parte la misma y en parte distinta, porque, en efecto, el que se propone gobernar bien debe haber sido gobernado primero.
La vida tomada en su conjunto se divide en trabajo y ocio, en guerra y paz, y de las acciones, unas son necesarias y útiles, y otras nobles. Consecuentemente, un hombre debe ser capaz de trabajar y de guerrear, pero más aún, de vivir en paz y tener ocio, y llevar a cabo las acciones necesarias y útiles, pero todavía más las nobles. Es a estos objetivos a los que hay que orientar la educación de los que aún son niños y de las demás edades. Y como se explicó que las mismas cosas son las mejores para el individuo y para la comunidad, éstas serán las que el legislador debe imbuir en las almas de los ciudadanos. Pero como de las virtudes útiles para el ocio y su disfrute, muchas se ejercitan en el trabajo, porque es necesario poseer muchas cosas para que sea posible llevar una vida de ocio, la ciudad debe ser prudente, valerosa y resistente. Así, es necesario valor y resistencia para el trabajo, la filosofía para el ocio, la prudencia y la justicia para los dos momentos a la vez, y a través de la participación en estas virtudes, la ciudad se propone ser feliz y digna. 
El problema ahora es decidir, si los hombres deben ser educados antes por la razón o por los hábitos. Debido a que la razón y la inteligencia son para el hombre el fin de su naturaleza, la generación y el ejercicio de los hábitos deben organizarse en vista de estos fines. Además, así como el alma y el cuerpo son dos, también existes dos partes en el alma: la irracional y la racional, que corresponden a su vez a dos estados: el deseo y la inteligencia; pero igual que el cuerpo es anterior a la generación del alma, así también la parte irracional es anterior a la dotada de razón. Por eso, es necesario que el cuidado del cuerpo preceda al del alma, y luego el cuidado del deseo. Sin embargo el cuidado del deseo es en función de la inteligencia, y el cuidado del cuerpo en función del alma. Así, el legislador que debe ocuparse de que los cuerpos de los educandos sean lo mejor posible, debe intervenir, en primer lugar, en la unión conyugal, y en cuándo y en qué condiciones el hombre y la mujer deben tener relaciones conyugales unos con otros. Luego debe prestar atención a la sucesión de los hijos: no deben quedar demasiado por debajo en edad los hijos de los padres ni que las edades estén demasiado próximas. De esta manera establece como edad ideal para la unión conyugal, a los 18 años de la mujer y 37 años del hombre, y que lo dicho se realice en invierno. La sucesión de los hijos serpa cuando éstos lleguen a su plenitud y los padres estén ya en el declive de la edad, hacia los setenta años. En cuanto a la educación de los mismos, debe estar ejercitada en trabajos no violentos ni orientados en una sola dirección como las actividades de los hombres libres. 
En cuanto a la crianza de los niños, debe existir una ley que prohíba criar a ninguno defectuoso y poner un límite numérico a la procreación. Además, desde pequeños deben ser sometidos al frío,lo cual es buen para salud y para las actividades futuras de la guerra. En cuanto a los relatos históricos y los mitos que puedan escuchar, de éstos se ocuparán los magistrados llamados inspectores de niños, mientras que los juegos deberán ser, en mayor parte, imitaciones de las tareas serias de sus vidas futuras.
Como la crianza de los nacidos hasta los siete años debe realizarse en la casa, es importante que los inspectores cuiden de que pasen el menor tiempo posible con los esclavos, y deben ser desterradas las representaciones o pinturas indecentes, al igual que el uso de un lengua indecente. Esto se debe a que, por naturaleza, uno siempre se encariña con lo primero, por eso hay que hacer que todo lo malo sea extraño a los jóvenes. 
UNIDAD II 
RENACIMIENTO
TOMÁS MORO – UTOPÍA
Rafael describe la morfología de la isla de Utopía como una isla más ancha en el centro, en ningún tramo es más angosta, excepto en sus extremos, los que gradualmente se estrechan y se curvan como si hubiesen sido trazados con compás. Se la puede imaginar como una luna creciente, con sus puntas separadas por una extensión donde fluye el mar, para esparcirse luego en un lago o estanque enorme, que está completamente protegido del viento por la tierra, y de esta forma el agua nunca es peligrosa. En su interior, la isla funciona casi en su totalidad como un puerto donde los barcos pueden navegar en cualquier dirección, lo cual resulta beneficioso para todos.
La boca de la bahía tiene una gran cantidad de rocas y bajíos, de las cuales una sola roca no representa ningún peligro para la navegación porque se eleva muy alto fuera del agua, y tiene construida en ella una torre que siempre está defendida por una guarnición. Pero las demás rocas son mortales porque no se ven. Sólo los utopianos saben dónde están los canales seguros, y sin ellos ningún barco extranjero podrá entrar al puerto.
Se dice, sin embargo, que Utopía fue, originariamente, una península y no una isla. Fue conquistada por alguien llamado Utopos, quien es el responsable de la transformación de la tierra de un conjunto de salvajes ignorantes en lo que es actualmente la nación más civilizada del mundo. En el momento del desembarco y toma de control del país, lo primero que hizo fue abrir un canal a lo largo del istmo que conectaba a Utopía con el continente para que el mar la rodeara por completo.
Actualmente, hay 54 grandes ciudades en la isla, todas con el mismo idioma, la misma legislación, costumbres e instituciones. Todas están construidas sobre un mismo plano y en la medida que lo permite su ubicación son todas casi idénticas. 
Cada año se reúnen en Amaurota, capital del país por su centralidad y por ser accesible desde cualquier punto del mismo, tres de los más viejos y experimentados ciudadanos de cada ciudad para discutir los asuntos generales de la isla. Y ninguna de las ciudades tiene la intención de ensanchar sus confines ya que no toman a la tierra como propiedad sino como suelo cultivable.
Sus casas están distribuidas con equipo agrícola en todo su territorio y a regulares intervalos, y los habitantes de la ciudad van a vivir allí por turnos. Cada una tiene lugar para cuarenta adultos y dos esclavos pertenecientes a la casa. Cada casa es administrada por un matrimonio mayor de suma confianza, bajo la supervisión de un filarca, (jefe de tribu), que tiene a su cargo 30 de estas viviendas.
Cada año vuelven a la ciudad 20 personas de cada casa habiendo permanecido dos años en el campo y son reemplazadas por otras veinte, quienes aprenden el oficio agrícola de aquellos que llevan un año en el lugar, y doce meses después los entrenados se convierten en instructores, evitando así el riesgo de escasez de víveres. Si bien el período habitual del trabajo en el campo es de dos años para que nadie esté obligado a llevar una vida más dura, aquellos que lo deseen pueden permanecer allí por más tiempo.
La ciudad de Amaurota, por ser sede del Senado, tiene una especial importancia. Está construida sobre la ladera de una colina y el plano del terreo es casi cuadrado. Se extiende desde la cima hasta el río Anhidro, y se une con la otra orilla de éste a través de un puente arqueado sobre pilares de piedra. El mismo está ubicado en la zona más distante del mar, de manera tal que los barcos puedan tener libre acceso a todas las zonas de la ciudad. Hay también otro río, no muy grande, que brota de la colina y corre hacia abajo atravesando la ciudad por el medio hasta reunirse con el Anhidro. Las áreas de la ciudad se extienden hasta la principal fuente del río, pudiendo aprovechar el agua para que fluya por los distritos bajo la ciudad por un sistema de canales de barro cocido. Cuando este sistema no es viable se utilizan grandes cisternas para recoger el agua de lluvia.
La ciudad está rodeada por una muralla alta y gruesa, con torres y fortines a espacios frecuentes. Las calles fueron diseñadas en función del tráfico y para estar protegidas del viento. Los edificios son elegantes, en forma de terraza, y se sitúan frente a frente a lo largo de toda la calle. Las fachadas está separadas por una calle de veinte pies de ancho y en el fondo de las mismas hay un jardín tan largo como la misma calle, el cual es limitado por los fondos de las otras calles. Cada casa tiene una puerta de calle y una puerta trasera que da al jardín. En ambos casos son puertas vaivén de doble hoja que se abren cuando se las toca, dando la posibilidad de que cualquiera entre o salga, ya que allí no existe la propiedad privada y las casas son asignadas por sorteo y se cambian cada diez años. Los utopianos son aficionados a la jardinería donde siembran tanto frutas como flores. 
En cuanto a su sistema de gobierno, la población se divide en grupos de treinta casas de familia, donde cada uno de estos grupos elige anualmente a un funcionario denominado sifogrante. Por cada diez sifograntes, y las familias que representa, hay un traniboro o protofilarca.
Cada ciudad tiene 200 sifograntes, quienes son responsables de elegir al alcalde mediante la votación secreta, después de jurar solemnemente que votarán por aquel que consideren más capacitado. El alcalde permanece en su cargo de por vida a menos que sea sospechado de querer instalar una tiranía. Los traniboros son elegidos anualmente al igual que los demás cargos municipales.
Los traniboros tienen reuniones con el alcalde para tratar asuntos públicos y ninguna cuestión que afecte a la ciudadanía en general puede ser resuelta hasta que no se haya debatido el tema durante tres días. Es un delito capital discutir tales asuntos en otro sitio que no sea en el consejo o en las asambleas locales, para así evitar que el alcalde y los traniboros tramen pasar por sobre los interés del pueblo y reformar la Constitución. Por la misma razón, cualquier problema importante es llevado a la asamblea de los sifograntes, quienes los tratan con todas las familias y luego informan su opinión al consejo. Otra norma importante es que ninguna cuestión puede someterse a debate en el mismo día en que es propuesta. Se propone hasta que se lleva a cabo la próxima sesión porque, de lo contrario, alguien puede decir lo primero que se le ocurra de forma equivocada y mantener su postura por vergüenza, en lugar de considerar lo mejor para la comunidad. 
En cuanto a las condiciones de trabajo, todos se dedican a la agricultura sin importar el sexo. La misma es parte de la educación de cada niño, quienes la aprenden en la escuela pero regularmente son llevados al campo para que vean como se trabaja y para que ellos mismos la pongan en práctica.
Además de la agricultura, cada persona aprende un oficio propio que puede ser procesar la lana o el lino, o ser un herrero, albañil o carpintero. Todos usan el mismo tipo de ropa, con pequeñas variantes de acuerdo al sexo y estado civil, por lo que la moda nunca cambia. La mayoría de los niños son criados para realizar los mismos oficios que sus padres, y en caso de querer otra profesión, estos son adoptados por una familia que lo practique.La función principal del sifogrante entonces, es percatarse de que no haya nadie sin hacer nada y lograr que cada uno se ocupe de su trabajo. La jornada laboral de un utopiano corresponde a seis horas, las cuales son suficientes para producir lo necesario para una vida confortable. El trabajo se divide en tres horas a la mañana y tres horas a la tarde, y durante el resto del día las personas pueden distraerse con alguna actividad que les resulte afín.
De los eximidos del trabajo común no sobrepasan los 500. Entre ellos se encuentran los sifograntes, y aquellos hombres liberados de forma permanente de sus ocupaciones para que puedan concentrarse en sus estudios. Este último privilegio es otorgado por recomendación de los sacerdotes, y ratificado por el voto secreto de los sifograntes. Si el estudiante no logra resultados satisfactor retorna a la clase trabajadora. En cambio aquellos trabajadores manuales que estudian con gran dedicación en su tiempo libre logrando buenos resultados, quedan exceptuados de practicar su oficio y son promovidos a la clase de los letrados. De esta última clase provienen los diplomáticos, los sacerdotes, los traniboros y los alcaldes. 
En Utopía, las autoridades nunca fuerzan a la gente a trabajar más de lo necesario, ya que el objetivo principal de su economía es otorgar a cada persona tanto tiempo libre del trabajo físico fatigoso como lo permitan las necesidades de la comunidad, para poder así cultivar su mente, lo cual es considerado el secreto de una vida feliz.
En cuanto a su organización social, la más pequeña unidad social es la casa, sinónimo de familia. Cuando una niña crece y contrae matrimonio, se une a la casa de su marido, pero los jóvenes de cada generación permanecen en la suya bajo el control del pariente masculino mayor. 
Cada ciudad consta de 6000 casas, sin contar las del campo, y cada una de ellas tiene por ley entre 10 y 16 adultos, para conservar una cantidad de habitantes estables. A su vez, cada ciudad está dividida en cuatro distritos de iguales dimensiones, y en el centro de cada uno hay un mercado de compras propio. Allí los productos de cada casa son almacenados en depósitos y luego distribuidos de acuerdo a su especie en los distintos negocios. Cuando la cabeza de una de las casas necesita algo de estos negocios va y lo pide, sin pagar nada porque hay más que suficiente de todo lo que es necesario y por lo tanto no hay riesgos de que alguien pida más de lo que necesita. Ninguna criatura viviente es naturalmente voraz excepto por miedo a la escasez o por vanidad, lo cual no existe en Utopía. 
Otra norma en Utopía refiere a la prohibición de traer algo sucio o antihigiénico dentro de la ciudad por miedo a contaminar el ambiente y causar así enfermedades. La primera preocupación entonces es para los enfermos en los hospitales. Hay cuatro hospitales en los suburbios apenas se sale de las murallas, y cada uno de ellos tiene el tamaño de una pequeña ciudad. Estos hospitales están bien administrados, tienen suministros médicos de todo tipo y hay cantidad de médicos experimentados siempre disponibles, por lo que un enfermo prefiere ser atendido en el hospital antes que en su propia casa. 
En cuanto a los viajes de los utopianos, si alguien quiere visitar amigos en otra ciudad o simplemente quiere conocer una ciudad determinada puede obtener un permiso para trasladarse, el cual es otorgado por el sifogrante y traniboro correspondientes, y en el mismo se especificará la fecha de regreso. Tendrá a su disposición un carro con un esclavo para que conduzca a los bueyes y los cuide. No es preciso llevar equipaje porque donde se vaya se está como en casa y se tiene todo lo necesario. Si permanece más de 24 hs, se espera que el visitante lleve a cabo su oficio habitual. Si alguien es encontrado fuera de su distrito sin el permiso correspondiente, es llevado de vuelta a su casa, deshonrado y castigado con dureza como desertor, y si reincide, el castigo es la esclavitud. Aun así, si uno siente la necesidad de ir al campo cerca de la ciudad, lo puede hacer siempre y cuando obtenga permiso del padre y su esposa no se oponga. De igual modo, no podrá obtener comida a menos que haya realizado un trabajo de acuerdo con su oficio en el lugar visitado. Así, esté donde esté, el utopiano siempre tendrá que trabajar, no hay excusa para la vagancia. 
Una de las características más notables de los utopianos es que no utilizan el dinero. Lo guardan para el caso de alguna eventualidad, pero mientras tanto el oro y la plata no reciben más respeto que aquel que su valor intrínseco merece, el cual se encuentra por debajo del hierro, sin este último el hombre no podría vivir. Este sistema constituido es totalmente opuesto al establecido en el resto del mundo, en lo que atañe al modo en el que se atesora el oro. De acuerdo con este sistema, los platos y vasos están hechos de materiales relativamente baratos, como el vidrio y el barro. Pero la plata y el oro son las materias primas utilizadas, tanto en las casas particulares como en los comedores comunitarios, para enseres tan humildes de un equipamiento doméstico como los orinales. También se utilizan cadenas y grilletes de oro para sujetar a los esclavos, quien es forzado a deambular con coronas y gargantillas de oro al cometer un delito realmente vergonzoso. DE esta forma, hacen todo lo que esté a su alcance para lograr que estos metales sean algo ignominioso. Así, si algún día tuvieran que desprenderse del oro y la plata que poseen, un destino que en cualquier país sería considerado como una tragedia, a nadie en Utopía le importaría. Lo mismo ocurre con las jodas. No se ocupan de buscarlas, pero si eventualmente las encuentras se las entregan a los niños quienes las lucen con orgullo, hasta que llegan a la edad suficiente para darse cuenta de que sólo las usan los niños de guardería, y las abandonan como un acto de respeto por sí mismos. 
Los utopianos no pueden entender como en otros países pueden dar tanta importancia a algo tan insignificante como el dinero. Y lo que más les disgusta es la manera que tienen algunas personas de admirar a un hombre rico, como si esto lo convirtiera en una mejor persona. 
Por otro lado, son expertos en astronomía, y han inventado instrumentos para conocer las posiciones y los movimientos del Sol, la luna y otros cuerpos celestes, mientras que en lo que respecta a la astrología jamás han pensado en absoluto.
Dentro del campo de la ética han establecido una distinción en tres tipos de “bien”: el psicológico, el fisiológico y el ambiental. También discuten sobre temas tales como la virtud y el placer, pero su principal punto de argumentación es la naturaleza de la felicidad humana, de qué factor o factores depende. En este punto de vista se inclinan al hedonismo, ya que creen que la felicidad humana depende en gran medida o totalmente del placer, y basan sus justificaciones en argumentos extraídos de la religión.
El primer principio es que toda alma es inmortal y ha sido creada por un Dios del amor, quién desea para ella la felicidad. El segundo es que todos serán premiados o castigados en el otro mundo por el bien o mal comportamiento de éstos. Para ellos, la felicidad es el bien supremo hacia el que están impulsados por medio de la virtud, lo cual significa que se deben seguir los propios impulsos naturales, tal como Dios quería al crearlos. Esto incluye obedecer al instinto de ser razonables en lo que se elige tanto como en lo que se rechaza. La razón misma también les enseña a amar y reverenciar a Dios Todopoderoso, a quien le deben su existencia y su capacidad de ser felices, y luego a llevar una vida tan alegre y agradable como les sea posible, ayudando a los demás seres de su especie a concretar el mismo fin. 
De esto modo, los utopianos consideran el goce de la vida, o sea, el placer, como el objetivo natural de todos los esfuerzos humanos, y lo natural es sinónimo de virtuoso. Pero para perseguir los propios intereses no deben dejarse a un lado los ajenos. De acuerdo a este principio,es adecuado en la vida privada cumplir con lo que se promete, y en la vida pública, obedecer las leyes con respecto a la distribución de los bienes, materias primas del placer. Ellos definen al placer como toda actividad o estado, mental o físico, que es naturalmente disfrutable. De acuerdo con su punto de vista, los hombres están compelidos por la razón, tanto como por el instinto, a gozar de cualquier modo natural que no dañe a otros o interfiera con placeres más elevados o no produzca desagradables efectos posteriores. Pero los seres humanos han llegado a formar parte de una necia conspiración para llamar deleitables a muchas cosas que nada tienen que ver con este término, convirtiéndose así, en obsesionados por formas ilusorias del placer. En esta categoría incluyen al tipo de personas que consideran superiores a otros por estar vestidos con mejores ropas, por ejemplo. Otro caso de placeres estúpidos, es el de la caza. Esta es considerada por los utopianos como por debajo de la dignidad de los hombres libres y la dejan como una actividad propia de los carniceros, que son los esclavos. Y creen que estos considerados “placeres” argumentados en que la mayoría de la gente los disfruta, se debe solamente a la reacción subjetiva de la misma causada por malos hábitos.
A los verdaderos placeres los dividen en dos categorías: los mentales y los físicos. Los mentales provienen de la satisfacción que uno obtiene al comprender algo o al contemplar la verdad, e incluyen los recuerdos de una vida bien vivida y la expectativa confiada de las cosas buenas por venir. En cuanto a los físicos, estos son subdivididos en dos grupos. Primero están aquellos que llenan todo el organismo con un sentido consciente de gozo, al reemplazar sustancias físicas que han sido quemadas por el calor natural del cuerpo, como cuando se come y se bebe, o por la descarga de algún exceso, como las relaciones sexuales. Aun así hay placeres que no satisfacen ninguna necesidad orgánica ni alivian ninguna incomodidad, simplemente actúan sobre los sentidos y monopolizan las reacciones. Tal es el ejemplo del placer dela música.
El segundo tipo de placer físico surge del tranquilo y regular funcionamiento del cuerpo, es decir, de un estado de salud no perturbado por dolencias menores, otorgando una sensación de bienestar. 
De cualquier modo se sienten inclinados en primer término hacia los placeres de la mente, a los que consideran de primordial importancia, atribuyéndolos a un adecuado comportamiento y a una buena conciencia. Y dentro de los placeres físicos, el preferido es el de la buena salud.
Físicamente son personas muy activas, llenos de energía y más fuertes de lo que su altura sugiere. Gracias a una dieta balanceada se hacen resistentes a las malas condiciones climáticas, y a través de un cultivo cuidadoso de la tierra corrigen las deficiencias del suelo. De esta forma han logrado obtener la expectativa de vida más alta del planeta y la tasa de enfermedad más baja. 
Personalmente, la gente es amigable e inteligente y con gran sentido del humor. Aunque disfrutan del ocio son capaces de trabajar duro cuando es necesario y nunca se cansan de usar su cerebro.
Los turistas extranjeros son bien recibidos cuando tienen algún talento especial para ofrecerles o cuando han viajado mucho y conocen diferentes países, ya que les encanta saber sobre lo que ocurre en otras partes del mundo. 
En cuanto a los esclavos referidos anteriormente, estos son convictos utopianos o delincuentes condenados en otros países, los cuales son adquiridos en grandes cantidades. Ambos tipos de esclavos son sometidos a trabajos forzosos y están encadenados, pero los utopianos son tratados con mayor rigor que los extranjeros porque se los juzga por haber sucumbido en la delincuencia aun cuando han tenido la oportunidad de una educación de primer nivel y una crianza profundamente moral. Otra clase de esclavos es la de extranjeros que pertenece a la clase trabajadora y que prefieren vivir en Utopía en esclavitud antes que en su propio país en miserable pobreza. Esta plebe es tratada con respeto y gentileza, salvo por el hecho de ser obligados a trabajar más duramente, y si desean dejar el país pueden hacerlo en cualquier momento y nunca se retiran con las manos vacías. 
 La eutanasia, cuando es llevada a cabo oficialmente, se la considera como una muerte honorable, mientras que el suicidio por motivos que no son considerados válidos, provoca la pérdida de los derechos de entierro o cremación para el que lo comete, y su cuerpo es arrojado a un pozo sin ceremonia alguna. 
A las mujeres no se les permite casarse hasta los 18 años y los hombres deben esperar algunos años más. Los jóvenes condenados por tener relaciones sexuales prematrimoniales son severamente castigados e inhabilitados para contraer matrimonio, salvo que sean perdonados por el alcalde. Los utopianos son monógamos estrictos, por lo que la mayoría de las parejas se separa sólo a causa de muerte, a excepción de adulterio o un mal comportamiento intolerable, en cuyo caso la parte inocente puede volver a casarse, mientras que la parte culpable es deshonrada y condenada al celibato de por vida. Ocasionalmente, el divorcio por mutuo consentimiento es permitido sobre la base de incompatibilidad si ambos han encontrado compañeros alternativos que pueden hacerlos más felices. 
Los adúlteros son penalmente sentenciados a servidumbre del tipo más desagradable. Pero para los demás delitos no hay penas fijas establecidas. Son los maridos los encargados de castigar a las mujeres y los padres de castigar a sus hijos, a menos que la falta sea tan seria que necesite la intervención de las autoridades. La pena usual para un delito grave es la esclavitud, y cualquiera que deliberadamente intente cometer un delito es tratado por la ley como si en efecto lo hubiera cometido.
El sistema utopiano no consiste sólo en el impedimento del delito sino también en incentivos para el buen comportamiento en forma de honores públicos. Así, colocan en las plazas estatuas de aquellos que se han destacado por sus importantes servicios a la comunidad.
El sistema utopiano tiene pocas leyes, ya que son innecesarias y nunca hacen tratados con nadie. Ellos sostienen que los tratados hacen que las personas se consideren entre sí como enemigas naturales, y creen que nadie debe ser visto como un enemigo si todavía no te ha hecho daño. La naturaleza humana constituye un tratado en sí misma, y los seres humanos están unidos de un modo mucho más efectivo por la benevolencia, más que por los contratos, por los sentimientos, más que por las palabras. 
Con esto llegamos al tema dela guerra, la cual es detestada por los utopianos. La consideran una actividad bestial, aunque los seres humanos son más adictos a ella que cualquier otra bestia. Si bien reciben entrenamiento militar a intervalos regulares para que no sean incapaces de pelear si es necesario, es difícil que entren en una guerra, salvo en caso de defensa propia, para repeler invasores en un territorio amigo, o para liberar a las víctimas de una dictadura; algo que hacen con espíritu humanitario porque sienten piedad por ellas. De todos modos, otorgan apoyo militar a los “poderes amigos” en caso de guerras defensivas y en los intentos de represalia por actos de agresión. 
En tiempos de guerra, su mayor objetivo es obtener aquello que no pudieron obtener por medios pacíficos, o castigar a los agresores tan severamente que nunca más se atrevan a hacer algo semejante. En el momento en que la guerra es declarada, utilizan agentes secretos para ubicar gran cantidad de bandos en los puntos más visibles del territorio enemigo; éstos portan el sello oficial del gobierno utopiano y ofrecen una importante recompensa por asesinar al rey enemigo o a los individuos considerados como los más importantes instigadores de políticas enemigas contra Utopía. La recompensa por traerlos vivos es el doble que por matarlos, sumado al perdón y la libertar por traicionar a sus propios aliados. El hecho es que la gente