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tratando de obtener que la fuerza aparezca apoyada sobre el consenso de la mayoría que se expresa a través de los órganos de la opinión pública -periódicos y asociaciones- que, con este fin, son multiplicados artificialmente. Entre el consenso y la fuerza está la corrupción-fraude (que es característica de ciertas situa ciones de ejercicio difícil de la función hegemónica, cuando pre senta demasiados peligros el empleo de la fuerza) que tiende a enervar y paralizar a las fuerzas antagónicas atrayendo a sus dirigentes, en forma abierta o solapada, cuando existe un peligro inmediato, y lleva así la confusión y el desorden a las filas' enemigas. En el período ele la posguerra, el aparato hegemónico se agrieta y el ejercicio de la hegemonía se vuelve permanentemente difícil y aleatorio. El fenómeno es presentado y tratado bajo dis tintos nombres y en sus aspectos secundarios y derivados. Los más triviales son: "clisis del'principio de autoridad" y "disolución del régimen parlamentario". Es claro que sólo se describen las manifestaciones "teatrales" del fenómeno en el terreno parlamen tario y del gobierno político, presentándolas justamente como el fracaso de algunos "principios" (parlamentario, democrático, etc.) y como la "crisis" del principio de autoridad (otras hablarán del fracaso de este principio en forma no menos superficial y supers ticiosa). La crisis se manifiesta en la práctica como una dificul tad siempre creciente para formar los gobiernos y como una per manente inestabilidad de los mismos gobiernos, que tiene su origen inmediato en la multiplicación de los partidos parlamen tarios y en las permanentes crisis internas de cada uno de ellos (es decir, que se verifica en el interior de cada partido lo que tiene lugar en el conjunto del parlamento: dificultades de go bierno e inestabilidad de dirección). Las formas de este fenómeno son también, en cierta medida, de corrupción y de disolución moral; cada fracción de partido cree tener la receta infalible para detener el debilitamiento de todo el partido y recurre a cualquier medio en su afán por lograr su dirección o al menos por partici par en ella, así como en el parlamento el partido cree ser el único que debe fmmar el gobierno para salvar al país, o pretende al menos, para dar su apoyo al gobierno, participar lo más am pliamente posible: de ahí los cavilosos y minuciosos acuerdos que no pueden dejar de ser personales y hasta llegan a parecer escandalosos y caen frecuentemente en la traición y la per- 126 fidia. Quizás en la realidad la corrupción personal es menor de lo que parece, ya que es todo el organismo político el que está corrompido por la descomposición de la función hegemónica. El hecho de que los interesados en que la crisis se resuelva desde su punto de vista finjan creer y proclamen a grandes voces que se trata de la "corrupción" v de la "disolución" de una serie de "principios" (inmortales o r:o), tiene su justificación. Cada uno es el mejor juez en la elección de las armas ideológicas más apropiadas para el logro de los fines propuestos y la demagogia puede ser considerada como un arma excelente. Pero la cosa se transforma en cómica cuando el demagogo no sabe que lo es y actúa prácticamente como si fuese verdad que el hábito hace al monje y el birrete al cerebro. Maquiavelo se transforma así en Stenterello. La crisi~ .en Francia. Su gran lentitud de desarrollo. Los parti dos pohhcos franceses eran muy numerosos también antes de 1914. Su multiplicidad formal depende de la riqueza de eventos rev.?lucionarios y políticos en Francia desde 1789 al "affaire Drey fus . Cada uno de estos acontecimientos ha dejado sedimentos y residuos que se consolidaron en partidos, pero siendo las diferei~ cias mucho menos importantes que las coincidencias, en realidad ha reinado siempre en el parlamento el régimen de los dos par tidos liberales-democráticos (variada gama del radicalismo) y conservadores. Se puede decir, mejor, que dadas las circunstan cias particulares de la formación político-nacional francesa la multiplicidad de los partidos fue muy útil en el pasado por cw;nto permitió una vasta obra de selecciones individuales y creó un gran número ele hábiles hombres de gobierno. Y esta es una ca racterística francesa. A través de dicho mecanismo muy suelto ,. articulado, cada movimiento de la opinión pública encontraba u~ reflejo inmediato y una composición. La hegemonía burguesa es muy fuerte y tiene muchas reservas. Los intelectuales están muy concentrados (Instituto de Francia, universidades, grandes pe riódicos y revistas de París) y aunque numerosísimos, son en el fondo muy disciplinados en )os centros nacionales de cultura. La burocracia civil y militar tiene una gran tradición y ha al canzado un elevado grado de homogeneidad activa. 127 La debilidad interna más peligrosa para el aparato estatal (militar y civil) consistía en la alianza del clericalismo y del monarquismo. Pero la masa popular, aunque católica, no era cle rical. En el "affaire Dreyfus" culminó la lucha por paralizar la influencia clerical-monárquica en el aparato estatal y por dar al elemento laico una neta supremacía. La guerra no debilitó la hegemonía, por el contrario la reforzó; no se tuvo tiempo de pensar: el Estado entró en guerra y casi de inmediato el terri torio fue invadido. El pasaje de la disciplina de paz a la de gue rra no demandó una crisis demasiado grande; los viejos cuadros militares eran tan vastos como elásticos; los oficiales subalternos y los suboficiales eran quizás los más seleccionados del mundo y los mejor adiestrados para las funciones de dirección inmediata de las tropas. Comparación con otros países. La cuestión de los ";uditi" y del volunlarismo; la crisis de los cuadros determinada por la superación de los oficiales de reserva, que tenían por otro lado una mentalidad antitética con la de los oficiales de carrera. En otros países los "arditi" representaron un nuevo ejército de voluntarios una selección militar, que tuvo una función táctica primordial.' El contacto con el enemigo sólo fue buscado a través de los "arditi", quienes constituían una especie de velo entre el enemigo y el ejército de leva (función de las ballenas de los corsés). La infantería francesa estaba formada en su gran ma yoría por cultivadores directos, es decir, por hombres provistos de una reserva muscular y nerviosa muy rica, lo cual tornó muy difícil el colapso físico provocado por la larga vida de trinchera 'el consumo medio ele un ciudadano francés es de alrededor de ~.500.000 calorías anuales, mientras que el consumo del italiano es menor ele 1.000.000). En Francia el proletariado agrícola es mínimo, el campesino sin tierra es siervo de factoría~ o sea, ·vive b misma vida que los patrones y no conoce bs privaciones lle la desocupación ni aun estacional; el verdadero proletariado se confunde con b mab vida rural y está formado por migrantes que viajan de un lado a otro del país realizando pequeños tra bajos marginales. La comida de trinchera cm mejor que en otros países y el pasado democn\tico, rico en luchas y en expcrienc.i~s recíprocas, había creado el tipo del ciudadano moderno tamb1en en las clases subalternas, en el doble sentido del hombre de pueblo que se sentía ciudadano, pero que ad(·mi1s era conside rado como tal por los supel'iores, por las clases dirigentes, o sea, 123 no era insultado y maltratado por bagatelas. No se formaron así durante la guerra los sedimentos de rabía envenenada y soca rrona que se formaron en otros lugareS. Las luchas internas de la posguerra no tuvieron por ello una gran aspereza y en especial no se verificó la inaudita oscilación de las masas rurales ocurrida en otros lugares. La crisis endémica del parlamentarismo francés indica que existe un malestar profundo en el país, pero no adquirió todavía un carácter radical, aún no puso en juego cuestiones intangibles. Se produjo una ampliaciónde la base indmtrial y por consiguien te un crecimiento urbano. Masas de campesinos se trasladaron a la ciudad, mas no porque existiese desocupación en el campo o un hambre insatisfecha de tierra sino porque en la ciudad se está mejor, se obtienen más satisfacciones, cte. (el precio de la tierra es muy bajo y muchas tierras buenas son abandonadas a los italianos). La crisis parlamentaria refleja (hasta el presente), por sobre todo un desplazamiento normal de las masas (no debido a una cri,is económica aguda), con una búsqueda laboriosa de nuevos equilibrios de representación y de partidos y un vago malestar que es sólo premonitorio de una posible gran crisis polftica. La misma sensibilidad del organismo político conduce a exagerar fom1almentc los síntomas de malestar. Hasta ahora se ha tratado, más que otra cosa, de una serie de luchas por la distri bución de los impuestos y de los beneficios estatales; de allí entonces la crisis de los partidos centristas y del radical en pri mer lugar, que representa las ciudades medias y pequeñas y a los campesinos más avanzados. Las fuerzas políticas se preparan para las grandes luchas futuras y buscan una mejor coordinación: las fuerzas extraestatalcs hacen sentir más sensiblemente su peso e imponen sus hombres de una manera más brutaL El punto culminante de la crisis parlamentaria francesa fue alcanzado en 1925, por lo que es necesario partir de las at'titudes asumidas frente a aquellos acontecimientos, considerados decisi vos, para dar un juicio sobre la consistencia política e ideológica de L' Action fran~aise. Maurras denunció la gangrena total del régimen republicano y su grupo se preparó para la toma del po der. Frecuentemente, ~Iaurras es considerado como un gran es tadista y como un grandísimo Realpolitiker; en realidad, sólo es un jacobino a la inversa. Los jacobinos empleaban un cierto len guaje, eran convencidos fautores de una ideología determinada; 129
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