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Notas sobre Maquiavelo, sobre política v sobre el estado moderno (30)

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tratando de obtener que la fuerza aparezca apoyada sobre el 
consenso de la mayoría que se expresa a través de los órganos 
de la opinión pública -periódicos y asociaciones- que, con este 
fin, son multiplicados artificialmente. Entre el consenso y la fuerza 
está la corrupción-fraude (que es característica de ciertas situa­
ciones de ejercicio difícil de la función hegemónica, cuando pre­
senta demasiados peligros el empleo de la fuerza) que tiende 
a enervar y paralizar a las fuerzas antagónicas atrayendo a sus 
dirigentes, en forma abierta o solapada, cuando existe un peligro 
inmediato, y lleva así la confusión y el desorden a las filas' 
enemigas. 
En el período ele la posguerra, el aparato hegemónico se 
agrieta y el ejercicio de la hegemonía se vuelve permanentemente 
difícil y aleatorio. El fenómeno es presentado y tratado bajo dis­
tintos nombres y en sus aspectos secundarios y derivados. Los 
más triviales son: "clisis del'principio de autoridad" y "disolución 
del régimen parlamentario". Es claro que sólo se describen las 
manifestaciones "teatrales" del fenómeno en el terreno parlamen­
tario y del gobierno político, presentándolas justamente como el 
fracaso de algunos "principios" (parlamentario, democrático, etc.) 
y como la "crisis" del principio de autoridad (otras hablarán del 
fracaso de este principio en forma no menos superficial y supers­
ticiosa). La crisis se manifiesta en la práctica como una dificul­
tad siempre creciente para formar los gobiernos y como una per­
manente inestabilidad de los mismos gobiernos, que tiene su 
origen inmediato en la multiplicación de los partidos parlamen­
tarios y en las permanentes crisis internas de cada uno de ellos 
(es decir, que se verifica en el interior de cada partido lo que 
tiene lugar en el conjunto del parlamento: dificultades de go­
bierno e inestabilidad de dirección). Las formas de este fenómeno 
son también, en cierta medida, de corrupción y de disolución 
moral; cada fracción de partido cree tener la receta infalible para 
detener el debilitamiento de todo el partido y recurre a cualquier 
medio en su afán por lograr su dirección o al menos por partici­
par en ella, así como en el parlamento el partido cree ser el 
único que debe fmmar el gobierno para salvar al país, o pretende 
al menos, para dar su apoyo al gobierno, participar lo más am­
pliamente posible: de ahí los cavilosos y minuciosos acuerdos 
que no pueden dejar de ser personales y hasta llegan a parecer 
escandalosos y caen frecuentemente en la traición y la per-
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fidia. Quizás en la realidad la corrupción personal es menor de 
lo que parece, ya que es todo el organismo político el que está 
corrompido por la descomposición de la función hegemónica. El 
hecho de que los interesados en que la crisis se resuelva desde 
su punto de vista finjan creer y proclamen a grandes voces que 
se trata de la "corrupción" v de la "disolución" de una serie de 
"principios" (inmortales o r:o), tiene su justificación. Cada uno 
es el mejor juez en la elección de las armas ideológicas más 
apropiadas para el logro de los fines propuestos y la demagogia 
puede ser considerada como un arma excelente. Pero la cosa se 
transforma en cómica cuando el demagogo no sabe que lo es y 
actúa prácticamente como si fuese verdad que el hábito hace al 
monje y el birrete al cerebro. Maquiavelo se transforma así en 
Stenterello. 
La crisi~ .en Francia. Su gran lentitud de desarrollo. Los parti­
dos pohhcos franceses eran muy numerosos también antes de 
1914. Su multiplicidad formal depende de la riqueza de eventos 
rev.?lucionarios y políticos en Francia desde 1789 al "affaire Drey­
fus . Cada uno de estos acontecimientos ha dejado sedimentos y 
residuos que se consolidaron en partidos, pero siendo las diferei~­
cias mucho menos importantes que las coincidencias, en realidad 
ha reinado siempre en el parlamento el régimen de los dos par­
tidos liberales-democráticos (variada gama del radicalismo) y 
conservadores. Se puede decir, mejor, que dadas las circunstan­
cias particulares de la formación político-nacional francesa la 
multiplicidad de los partidos fue muy útil en el pasado por cw;nto 
permitió una vasta obra de selecciones individuales y creó un 
gran número ele hábiles hombres de gobierno. Y esta es una ca­
racterística francesa. A través de dicho mecanismo muy suelto ,. 
articulado, cada movimiento de la opinión pública encontraba u~ 
reflejo inmediato y una composición. La hegemonía burguesa es 
muy fuerte y tiene muchas reservas. Los intelectuales están muy 
concentrados (Instituto de Francia, universidades, grandes pe­
riódicos y revistas de París) y aunque numerosísimos, son en 
el fondo muy disciplinados en )os centros nacionales de cultura. 
La burocracia civil y militar tiene una gran tradición y ha al­
canzado un elevado grado de homogeneidad activa. 
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La debilidad interna más peligrosa para el aparato estatal 
(militar y civil) consistía en la alianza del clericalismo y del 
monarquismo. Pero la masa popular, aunque católica, no era cle­
rical. En el "affaire Dreyfus" culminó la lucha por paralizar la 
influencia clerical-monárquica en el aparato estatal y por dar 
al elemento laico una neta supremacía. La guerra no debilitó la 
hegemonía, por el contrario la reforzó; no se tuvo tiempo de 
pensar: el Estado entró en guerra y casi de inmediato el terri­
torio fue invadido. El pasaje de la disciplina de paz a la de gue­
rra no demandó una crisis demasiado grande; los viejos cuadros 
militares eran tan vastos como elásticos; los oficiales subalternos 
y los suboficiales eran quizás los más seleccionados del mundo y 
los mejor adiestrados para las funciones de dirección inmediata 
de las tropas. Comparación con otros países. La cuestión de los 
";uditi" y del volunlarismo; la crisis de los cuadros determinada 
por la superación de los oficiales de reserva, que tenían por otro 
lado una mentalidad antitética con la de los oficiales de carrera. 
En otros países los "arditi" representaron un nuevo ejército de 
voluntarios una selección militar, que tuvo una función táctica 
primordial.' El contacto con el enemigo sólo fue buscado a través 
de los "arditi", quienes constituían una especie de velo entre el 
enemigo y el ejército de leva (función de las ballenas de los 
corsés). La infantería francesa estaba formada en su gran ma­
yoría por cultivadores directos, es decir, por hombres provistos 
de una reserva muscular y nerviosa muy rica, lo cual tornó muy 
difícil el colapso físico provocado por la larga vida de trinchera 
'el consumo medio ele un ciudadano francés es de alrededor de 
~.500.000 calorías anuales, mientras que el consumo del italiano 
es menor ele 1.000.000). En Francia el proletariado agrícola es 
mínimo, el campesino sin tierra es siervo de factoría~ o sea, ·vive 
b misma vida que los patrones y no conoce bs privaciones lle 
la desocupación ni aun estacional; el verdadero proletariado se 
confunde con b mab vida rural y está formado por migrantes 
que viajan de un lado a otro del país realizando pequeños tra­
bajos marginales. La comida de trinchera cm mejor que en otros 
países y el pasado democn\tico, rico en luchas y en expcrienc.i~s 
recíprocas, había creado el tipo del ciudadano moderno tamb1en 
en las clases subalternas, en el doble sentido del hombre de 
pueblo que se sentía ciudadano, pero que ad(·mi1s era conside­
rado como tal por los supel'iores, por las clases dirigentes, o sea, 
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no era insultado y maltratado por bagatelas. No se formaron así 
durante la guerra los sedimentos de rabía envenenada y soca­
rrona que se formaron en otros lugareS. Las luchas internas de 
la posguerra no tuvieron por ello una gran aspereza y en especial 
no se verificó la inaudita oscilación de las masas rurales ocurrida 
en otros lugares. 
La crisis endémica del parlamentarismo francés indica que 
existe un malestar profundo en el país, pero no adquirió todavía 
un carácter radical, aún no puso en juego cuestiones intangibles. 
Se produjo una ampliaciónde la base indmtrial y por consiguien­
te un crecimiento urbano. Masas de campesinos se trasladaron a 
la ciudad, mas no porque existiese desocupación en el campo o 
un hambre insatisfecha de tierra sino porque en la ciudad se 
está mejor, se obtienen más satisfacciones, cte. (el precio de la 
tierra es muy bajo y muchas tierras buenas son abandonadas a 
los italianos). La crisis parlamentaria refleja (hasta el presente), 
por sobre todo un desplazamiento normal de las masas (no debido 
a una cri,is económica aguda), con una búsqueda laboriosa de 
nuevos equilibrios de representación y de partidos y un vago 
malestar que es sólo premonitorio de una posible gran crisis 
polftica. La misma sensibilidad del organismo político conduce 
a exagerar fom1almentc los síntomas de malestar. Hasta ahora se 
ha tratado, más que otra cosa, de una serie de luchas por la distri­
bución de los impuestos y de los beneficios estatales; de allí 
entonces la crisis de los partidos centristas y del radical en pri­
mer lugar, que representa las ciudades medias y pequeñas y a 
los campesinos más avanzados. Las fuerzas políticas se preparan 
para las grandes luchas futuras y buscan una mejor coordinación: 
las fuerzas extraestatalcs hacen sentir más sensiblemente su peso 
e imponen sus hombres de una manera más brutaL 
El punto culminante de la crisis parlamentaria francesa fue 
alcanzado en 1925, por lo que es necesario partir de las at'titudes 
asumidas frente a aquellos acontecimientos, considerados decisi­
vos, para dar un juicio sobre la consistencia política e ideológica 
de L' Action fran~aise. Maurras denunció la gangrena total del 
régimen republicano y su grupo se preparó para la toma del po­
der. Frecuentemente, ~Iaurras es considerado como un gran es­
tadista y como un grandísimo Realpolitiker; en realidad, sólo es 
un jacobino a la inversa. Los jacobinos empleaban un cierto len­
guaje, eran convencidos fautores de una ideología determinada; 
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