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campesinas, superando las disiuencias entre religión y polltica, haciendo del cur::. nó sólo el guía espiritual (en el campo indivi dual-privado) sino también el guía social en el campo econó mico-político. La derrota de Maurras es indudable (como la de Hugemberg en Alemania); su concepción es falsa debido a su exagerada perfección lógica. Esta derrota, por otro lado, fue vista por el mismo Maurras precisamente al comienzo de su polémica con el Vaticano que coincidió con la crisis parlamentaria francesa de 1925 (no ciertamente por casualidad). Cuando los ministerios se sucedían en forma rotativa, L'Action franqaise declaró estar lista para asumir el poder y apareció un artículo en el cual se invitaba a Caillaux a colaborar, el mismo Caíllaux para quien se anunciaba continuamente el pelotón de fusilamiento. El episodio es clásico: la política de Maurras del abstencionismo apriorista, osificada y racionalista, de las leyes naturales "siderales» que rigen la vida de la sociedad francesa, estaba condenada al ma rasmo, a la quiebra y a la abdicación en el momento decisivo. En dicho momento, se observa que las grandes masas de energías liberadas por la crisis no se dirigen enteramente a los estanques creados en forma artificial, sino que, por el contrario, siguen las vías realmente trazadas por la política real precedente, se des plazan hacia los partidos que fueron siempre activos o que na cieron como hongos sobre el mismo terreno de la crisis. Al margen de la estupidez de creer que en 1925 podía ocurrir la quiebra del régimen republicano por una crisis parlamentaria (el intelec tualismo antiparlamentario conduce a tales alucinaciones mono maníacas); si hubo alguna quiebra fue la de la moral de Maurras, quien a pesar de todo no se apartará. de su estado de iluminación apocalíptica y de su grupo que se sintió aislado y debió apelar a Caillaux v Cía. En la ~on<->epción de Maurras existen muchos elementos si milares a los de ciertas teorías formalmente catastróficas del economismo y del sindicalismo. Con mucha frecuencia se dio esta trasposición al campo político y parlamentario de concepciones nacidas en el terreno económico y sindical. Todo abstencionismo político en general, y no sólo el parlamentario, se basa en una concepción similar mecánicamente catastrófica: la fuerza del ad versario se quebrará en forma matemática si con un método ri gnrosamentc intransigente se la boicotea en el campo gnbe:na mental (a la huelga económica se acoplan la hudga y el b01cot 134 1 1 1 1 político). El ejemplo clásico es el de los clericales italianos luego de 1870 que imitaron y generalizaron algunos episodios de la lucha de los patriotas contra el dominio austríaco, ocurridos es pecialmente en Milán. La afirmación repetida con frecuencia por Jacques Bainville en sus ensayos históricos de que el sufragio universal y el ple biscito podían (habrían podido) y podrán servir también a la legitimidad, así como sirvieron a otras corrientes politicas ( espe cialmente a Bonaparte), es muy ingenua porque está ligada a un ingenuo y necio sociologismo; el sufragio universal y el plebiscito son concebidos como esquemas abstractos, al margen de las con diciones de tiempo y de lugar. Es por ello necesario anotar: 1) que toda sanción otorgada por el sufragio universal y el plebiscito se produjo luego de que la clase dominante se había concentrado fuertemente en el campo politico, o más aún, en el campo polí tico-militar, alrededor de una personalidad "cesarista", o luego de que una guerra hubiese creado una situación de emergencia nacional; 2) que en la realidad de la historia francesa han exis tido diferentes tipos de "sufragio universal", a medida que cam biaron históricamente las relaciones económico-políticas. Las crisis del sufragio universal fueron determinadas por las relaciones entre París y la provincia, o sea entre la ciudad y el campo, entre las fuerzas urbanas y el campesinado. Durante la Revolución, el blo que urbano parisino guió de una manera casi absoluta a la pro vincia formándose así el mito del sufragio universal que siempre debía dar la razón a la democracia radical parisina. Es por ello que París quiso el sufragio universal en 1848, pero éste permitió la constitución de un parlamento reaccionario-clerical que facilitó a su vez la carrera a Napoleón III. En 1871 París dio un gran paso adelante, al rebelarse ante la Asamblea Nacional de Ver salies, formada sobre la base del sufragio universal, "comprendien do" así en forma implícita que entre "progreso" y sufragio pueden existir conflictos; pero esta experiencia histórica, de un valor in estimable, se perdió inmediatamente porque sus portadores fueron rápidamente destruidos. Por otro lado, luego de 1871, Pa rís perdió en gran parte su hegemonía politico-democrática sobre el resto de Francia por diversas razones: 1) porque se difundió en toda Francia el capitalismo urbano creándose en todo el terri torio el movimiento radical socialista; 2) porque París peruió de finitivamente su unidad revolucionaria y su democracia se escin- 135 " ,",", " , ::-- -,: : .. -,r;- },::< d!6 :,On ~ íocialcs y partidos antagónicos. El desanollo del 1ufrqio Wí!YCISal y de la democracia coincide cada vez más con el Af~ en toda Francia del partido Radical y de la lucha 4~ aí'U'IIlllCÍÓn que se torna más fácil o, mejor aún, que eí ~VOioc:fda. .Por el desarrollo del llamado sindicalismo revolu cioallrlo.,Ea realidad, el abstencionismo electoral y el economismo do Jós sindicalistas constituyen la apariencia '"intransigente" del ahandono,por parte de París de su papel de cabeza revoluciona rla de Francia; son la expresión del chato oportunismo que siguió a la sangría de 1871. El radicalismo unifica así en el plano ínter medio de la mediocridad pequeño burguesa a la aristocracia obrera de la ciudad con el campesino ocioso de la campaña. Después de la guerra continuó el desarrollo bist6rico, tronchado a sangre y fuego en 1871, pero en una forma incierta, informe, oscilante y, en especial, privado de cerebros pensantes. La Rivista d'ltalia del 15 de enero de 1927 resume un artí..,ulo de J. Vialatoux publicado en la Chronique Sociale de France algunas semanas antes. Vialatoux rechaza la tesis sostenida por Jacques Maritain en Une opinion sur Charles Maurras et le deooir des catholiques (París, Plan, 1926), según la cual entre la fílosofia y la moral pagana de Maurras y su polftica existiría s6lo una rela ción contingente, de manera que si se toma en consideración la doctrina politica, abstrayéndola de la filosofía, podemos caer en algún peligro, como en todo movimiento humano, pero no hay en esto nada de condenable. Para Vialatoux la doctrina política deriva precisamente (o por lo menos es inescindible) de la con cepción pagana del mundo. [Con respecto a este paganismo es preciso distinguir y es clarecer entre la caparazón literaria plena de referencias y metá foras paganas y el núcleo esencial constituido por el positivismo naturalista tomado de Comte y en forma mediata del sansimonis mo, el cual entra en el paganismo sólo por la jerga y la nomen clatura eclesiástica.] El Estado es el fin último del hombre: realiza el orden humano con la sola fuerza de la naturaleza [o sea "humanas" en contraposición a "sobrenaturales"], !vfaurras es definible por sus odios más que por sus amores. Odia al cristia nimlo primitivo (a la concepción del mundo contenida en los Evangelios, en los primeros apologistas, etc., al cristianismo hasta 136 el edicto de !vfilán, en suma, cuya creencia fundamental era la de que la venida de Cristo había anunciado el fin del mundo determinando con ello la disolución del orden político roman~ en una anarquía moral destructora de todo valor civil y estatal), ya que era para él una concepción judaica. En este sentido Mau rras quiso descristianizar la sociedad moderna. Para Maurras la Iglesia católica ha sido y será cada vez más el instrumentopara esta .d:scristianizaci6n. De allí que distinga entre cristiatúsmo y catohcismo, exaltando a este último como la reacción del orden romano a la anarquía judaica. El culto católico, sus devociones s~persticíos~s, fiestas, pomposas solemnidades, liturgia, imágenes, forrnulas, ntos sacramentales, su jerarquía imponente, son como un s~luda blc hechizo para domar la anarquía cristiana, para in muruzar el veneno judaico del cristianismo auténtico. Según Via lat?ux •. el nacionalismo de L'Action fran~aise no es más que un ,episodiO de la historia religiosa de nuestro tiempo. [En este sen tido todo movimiento político no controlado por el Vaticano es un episodio de la historia religiosa, o sea, toda la historia es historia religiosa. De todas maneras es necesario agregar que el odiO de Maurras contra todo lo que sea protestante y de origen anglogermánico -romanticismo, Revolución francesa, capitalismo, etc.- no es más que un aspecto de este odio contra el cristiimismo primitivo. ~ería preciso rastrear en Augusto Comte los orígenes d~ esta actitud ?e~eral hacia el catolicismo, que no es indepen diente del renacimwnto libresco del tomismo y del aristotelismo]. El llamado "centralismo orgánico" se funda en el principio de que un grupo político es seleccionado por "cooptación" en torno a un '"portador infalible de la verdad", a un "iluminado de la razón" que ha encontrado las leyes naturales infalibles de la evo lución históri<:a, infalibles aunque sea a largo alcance y aunque los acontecimientos "parezcan" contradecirlas. La aplicación de las leyes de la mecánica y de la matemática a los hechos sociales que sólo puede tener un valor puramente metafórico, se trans: forma en el úníeo y alucinante motor intelectual (en el vacío). El nexo entre el centralismo orgánico y las doctrinas de Maurras es evidente. 137
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