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Notas sobre Maquiavelo, sobre política v sobre el estado moderno (32)

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campesinas, superando las disiuencias entre religión y polltica, 
haciendo del cur::. nó sólo el guía espiritual (en el campo indivi­
dual-privado) sino también el guía social en el campo econó­
mico-político. La derrota de Maurras es indudable (como la de 
Hugemberg en Alemania); su concepción es falsa debido a su 
exagerada perfección lógica. Esta derrota, por otro lado, fue vista 
por el mismo Maurras precisamente al comienzo de su polémica 
con el Vaticano que coincidió con la crisis parlamentaria francesa 
de 1925 (no ciertamente por casualidad). Cuando los ministerios 
se sucedían en forma rotativa, L'Action franqaise declaró estar 
lista para asumir el poder y apareció un artículo en el cual se 
invitaba a Caillaux a colaborar, el mismo Caíllaux para quien se 
anunciaba continuamente el pelotón de fusilamiento. El episodio 
es clásico: la política de Maurras del abstencionismo apriorista, 
osificada y racionalista, de las leyes naturales "siderales» que 
rigen la vida de la sociedad francesa, estaba condenada al ma­
rasmo, a la quiebra y a la abdicación en el momento decisivo. 
En dicho momento, se observa que las grandes masas de energías 
liberadas por la crisis no se dirigen enteramente a los estanques 
creados en forma artificial, sino que, por el contrario, siguen las 
vías realmente trazadas por la política real precedente, se des­
plazan hacia los partidos que fueron siempre activos o que na­
cieron como hongos sobre el mismo terreno de la crisis. Al margen 
de la estupidez de creer que en 1925 podía ocurrir la quiebra 
del régimen republicano por una crisis parlamentaria (el intelec­
tualismo antiparlamentario conduce a tales alucinaciones mono­
maníacas); si hubo alguna quiebra fue la de la moral de Maurras, 
quien a pesar de todo no se apartará. de su estado de iluminación 
apocalíptica y de su grupo que se sintió aislado y debió apelar 
a Caillaux v Cía. 
En la ~on<->epción de Maurras existen muchos elementos si­
milares a los de ciertas teorías formalmente catastróficas del 
economismo y del sindicalismo. Con mucha frecuencia se dio esta 
trasposición al campo político y parlamentario de concepciones 
nacidas en el terreno económico y sindical. Todo abstencionismo 
político en general, y no sólo el parlamentario, se basa en una 
concepción similar mecánicamente catastrófica: la fuerza del ad­
versario se quebrará en forma matemática si con un método ri­
gnrosamentc intransigente se la boicotea en el campo gnbe:na­
mental (a la huelga económica se acoplan la hudga y el b01cot 
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político). El ejemplo clásico es el de los clericales italianos luego 
de 1870 que imitaron y generalizaron algunos episodios de la 
lucha de los patriotas contra el dominio austríaco, ocurridos es­
pecialmente en Milán. 
La afirmación repetida con frecuencia por Jacques Bainville 
en sus ensayos históricos de que el sufragio universal y el ple­
biscito podían (habrían podido) y podrán servir también a la 
legitimidad, así como sirvieron a otras corrientes politicas ( espe­
cialmente a Bonaparte), es muy ingenua porque está ligada a un 
ingenuo y necio sociologismo; el sufragio universal y el plebiscito 
son concebidos como esquemas abstractos, al margen de las con­
diciones de tiempo y de lugar. Es por ello necesario anotar: 1) 
que toda sanción otorgada por el sufragio universal y el plebiscito 
se produjo luego de que la clase dominante se había concentrado 
fuertemente en el campo politico, o más aún, en el campo polí­
tico-militar, alrededor de una personalidad "cesarista", o luego 
de que una guerra hubiese creado una situación de emergencia 
nacional; 2) que en la realidad de la historia francesa han exis­
tido diferentes tipos de "sufragio universal", a medida que cam­
biaron históricamente las relaciones económico-políticas. Las crisis 
del sufragio universal fueron determinadas por las relaciones entre 
París y la provincia, o sea entre la ciudad y el campo, entre las 
fuerzas urbanas y el campesinado. Durante la Revolución, el blo­
que urbano parisino guió de una manera casi absoluta a la pro­
vincia formándose así el mito del sufragio universal que siempre 
debía dar la razón a la democracia radical parisina. Es por ello 
que París quiso el sufragio universal en 1848, pero éste permitió 
la constitución de un parlamento reaccionario-clerical que facilitó 
a su vez la carrera a Napoleón III. En 1871 París dio un gran 
paso adelante, al rebelarse ante la Asamblea Nacional de Ver­
salies, formada sobre la base del sufragio universal, "comprendien­
do" así en forma implícita que entre "progreso" y sufragio pueden 
existir conflictos; pero esta experiencia histórica, de un valor in­
estimable, se perdió inmediatamente porque sus portadores 
fueron rápidamente destruidos. Por otro lado, luego de 1871, Pa­
rís perdió en gran parte su hegemonía politico-democrática sobre 
el resto de Francia por diversas razones: 1) porque se difundió 
en toda Francia el capitalismo urbano creándose en todo el terri­
torio el movimiento radical socialista; 2) porque París peruió de­
finitivamente su unidad revolucionaria y su democracia se escin-
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d!6 :,On ~ íocialcs y partidos antagónicos. El desanollo del 
1ufrqio Wí!YCISal y de la democracia coincide cada vez más con 
el Af~ en toda Francia del partido Radical y de la lucha 
4~ aí'U'IIlllCÍÓn que se torna más fácil o, mejor aún, que 
eí ~VOioc:fda. .Por el desarrollo del llamado sindicalismo revolu­
cioallrlo.,Ea realidad, el abstencionismo electoral y el economismo 
do Jós sindicalistas constituyen la apariencia '"intransigente" del 
ahandono,por parte de París de su papel de cabeza revoluciona­
rla de Francia; son la expresión del chato oportunismo que siguió 
a la sangría de 1871. El radicalismo unifica así en el plano ínter­
medio de la mediocridad pequeño burguesa a la aristocracia 
obrera de la ciudad con el campesino ocioso de la campaña. 
Después de la guerra continuó el desarrollo bist6rico, tronchado 
a sangre y fuego en 1871, pero en una forma incierta, informe, 
oscilante y, en especial, privado de cerebros pensantes. 
La Rivista d'ltalia del 15 de enero de 1927 resume un artí..,ulo de 
J. Vialatoux publicado en la Chronique Sociale de France algunas 
semanas antes. Vialatoux rechaza la tesis sostenida por Jacques 
Maritain en Une opinion sur Charles Maurras et le deooir des 
catholiques (París, Plan, 1926), según la cual entre la fílosofia y 
la moral pagana de Maurras y su polftica existiría s6lo una rela­
ción contingente, de manera que si se toma en consideración la 
doctrina politica, abstrayéndola de la filosofía, podemos caer en 
algún peligro, como en todo movimiento humano, pero no hay 
en esto nada de condenable. Para Vialatoux la doctrina política 
deriva precisamente (o por lo menos es inescindible) de la con­
cepción pagana del mundo. 
[Con respecto a este paganismo es preciso distinguir y es­
clarecer entre la caparazón literaria plena de referencias y metá­
foras paganas y el núcleo esencial constituido por el positivismo 
naturalista tomado de Comte y en forma mediata del sansimonis­
mo, el cual entra en el paganismo sólo por la jerga y la nomen­
clatura eclesiástica.] El Estado es el fin último del hombre: 
realiza el orden humano con la sola fuerza de la naturaleza [o 
sea "humanas" en contraposición a "sobrenaturales"], !vfaurras es 
definible por sus odios más que por sus amores. Odia al cristia­
nimlo primitivo (a la concepción del mundo contenida en los 
Evangelios, en los primeros apologistas, etc., al cristianismo hasta 
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el edicto de !vfilán, en suma, cuya creencia fundamental era la 
de que la venida de Cristo había anunciado el fin del mundo 
determinando con ello la disolución del orden político roman~ 
en una anarquía moral destructora de todo valor civil y estatal), 
ya que era para él una concepción judaica. En este sentido Mau­
rras quiso descristianizar la sociedad moderna. Para Maurras la 
Iglesia católica ha sido y será cada vez más el instrumentopara 
esta .d:scristianizaci6n. De allí que distinga entre cristiatúsmo y 
catohcismo, exaltando a este último como la reacción del orden 
romano a la anarquía judaica. El culto católico, sus devociones 
s~persticíos~s, fiestas, pomposas solemnidades, liturgia, imágenes, 
forrnulas, ntos sacramentales, su jerarquía imponente, son como 
un s~luda blc hechizo para domar la anarquía cristiana, para in­
muruzar el veneno judaico del cristianismo auténtico. Según Via­
lat?ux •. el nacionalismo de L'Action fran~aise no es más que un 
,episodiO de la historia religiosa de nuestro tiempo. [En este sen­
tido todo movimiento político no controlado por el Vaticano es 
un episodio de la historia religiosa, o sea, toda la historia es 
historia religiosa. De todas maneras es necesario agregar que el 
odiO de Maurras contra todo lo que sea protestante y de origen 
anglogermánico -romanticismo, Revolución francesa, capitalismo, 
etc.- no es más que un aspecto de este odio contra el cristiimismo 
primitivo. ~ería preciso rastrear en Augusto Comte los orígenes 
d~ esta actitud ?e~eral hacia el catolicismo, que no es indepen­
diente del renacimwnto libresco del tomismo y del aristotelismo]. 
El llamado "centralismo orgánico" se funda en el principio de 
que un grupo político es seleccionado por "cooptación" en torno 
a un '"portador infalible de la verdad", a un "iluminado de la 
razón" que ha encontrado las leyes naturales infalibles de la evo­
lución históri<:a, infalibles aunque sea a largo alcance y aunque 
los acontecimientos "parezcan" contradecirlas. La aplicación de 
las leyes de la mecánica y de la matemática a los hechos sociales 
que sólo puede tener un valor puramente metafórico, se trans: 
forma en el úníeo y alucinante motor intelectual (en el vacío). 
El nexo entre el centralismo orgánico y las doctrinas de Maurras 
es evidente. 
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