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Notas sobre Maquiavelo, sobre política v sobre el estado moderno (41)

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así la observación de que no existe oposición de principio entre 
principado y república, sino que se trata de la hipóstaois de los 
dos momentos de la autoridad y de la universalidad. 
A propósito del Renacimiento, de Lorenzo de Médicis: cues­
tión de "gran política y de pequeña política", política creadora 
y política de equilibrio, de conservación, aunque se tratase de 
conservar una situación miserable. Acusación a los franceses (y 
a los galos desde Julio César) de ser volubles. Y en este sentido 
los italianos del Renacimiento no fueron jamás "volubles"; antes 
bien, es preciso distinguir entre la gran política que los italianos 
hacían en el "exterior", como fuerza cosmopollta (mientras sub­
sistió dicha fuerza), y la política pequeña en el interior, la di­
plomacia pequeña, la estrechez de los programas ... , la debili­
dad de la conciencia nacional que habría demandado una acti­
vidad audaz y confiada en las fuerzas populares-nacionales. Con­
cluido el período de la función cosmopolita, nace el de la "política 
pequeña" en lo interno, el inmanente csfncrzo por impedir todo 
cambio radical. En realidad, el "pie de casa", las manos limpias, 
etc., que fueron tan reprochadas a las generaciones del 1800 no 
son más que la forma tradicional de la conciencia del fin de 
una función cosmopolita y la incapacidad de crear una nueva, 
actuando sobre el pueblo-nación. 
Moral !1 política. Se verifica una lucha. Se juzga acerca de la 
"equidad" y de la "justicia" de las pretensiones de las partes en 
contlicto. Se llega a la conclusión de que una de las partes 
no tiene razón, que sus pretensiones no son justas, o directarnente 
<¡ue carecen de sentido común. Estas conclusiones son el re­
sultado de modos de pensar muy difundidos, populares, compar­
tidos por la misma parte que resulta golpeada por la censura de 
dichos modos. Y sin embargo, esta piute continúa sosteniendo 
que "tiene razón", que está en lo "justo" y, lo que es más impor­
tante, continúa luchando, haciendo sacrificios. Todo lo cual sig­
nifica que sus convicciones no son superficiales y a flor de labios, 
no son razones polénücas. para salvar la cara, sino convicciones 
realmente profundas y activas en las conciencias. 
Significará que la cuestión está mal planteada y peor re­
suelta. Que los conceptos de equidad y de justicia son puramente 
formales. Puede ocurrir que de las dos partes en conflicto, ambas 
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tengan razón, o una parezca tener más razón que la otra "si las 
.::osas son así", pero no la tenga "si las cosas tuviesen que cam­
biar". Sin embargo, en un conflicto no es preciso analizar las cosas 
tal como están, sino el objetivo que las partes en lucha se pro­
ponen lograr con el mismo conflicto. ¿Cómo deberá ser juzgado 
este fin que aún no existe como realidad efectiva y jnzgable? 
¿Por quién podrá ser juzgado? El juicio mismo, ¿no se conver­
tirá en un elemento del conflicto, será otra cosa que una fuerza 
en juego a favor o en perjuicio de una u otra parte? En todo 
caso se puede afirmar: 1) que en un conflicto, todo juicio de 
moralidad es absurdo, porque sólo podría ser fundado sobre los 
datos de hecho existentes, que son, precisamente, los que el con­
t1icto tiende a modificar; 2) que el único juicio posible es el 
"político", es decir el de la correspondencia del medio al fin (lo 
cual implica nna identificación del fin o de los fines graduados 
en una s.ucesiva escala de aproximación). Un conflicto es "in­
moral" en cuanto aleja del fin o no crea condiciones que apro­
ximen al mismo (o sea, no crea medios eficaces para su obtención), 
pero no es (iinmorar desde otFos puntos de vista <(moralistas». 
De tal modo, no se puede juzgar al hombre político por el hecho 
de que sea más o menos honesto, sino por el hecho de que 
mantenga o no sus compromisos (y en este mantenimiento puede 
estar comprendido el "ser honesto", es decir. ser honesto pue­
de ser un factor político necesario y en general lo es, pero el juicio 
es político y no moral). El político es juzgado no por el hecho 
<le que actúa con eqnidad, sino por el hecho de que obtiene o 
no los ,rcsnltados positivos o evita un resultado negativo, un mal, 
y aqm puede ser necesario "actuar con equidad", pero como 
medio político y no corno juicio moral. 
Separació11 entre dirigentes !1 dirigidos. Asume diferentes aspec­
tos según las circunstancias y las condiciones generales. Descon­
fianza· recíproca: el dirigente teme que el dirigido lo "engañe", 
exagerando los datos positivos y favorables a la acción, y por 
ello debe tener en cuenta en sus cálculos esta incógnita que 
complica la ecuación. El "dirigido'' duda dC' la energía y del 
espíritu de resolución del dirigente y por ello se siente impulsado, 
también inconscientemente, a exagerar los datos positivos y a 
ocultar o disminuir los datos negativos. Existe un engaño recl-
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proco, origen de nuevas vacilaciones, desconfianzas, cuestiones 
personales, etc. 
Cuando esto ocurre significa que: 1) hay una crisis de di­
reccién; 2) la organización, el bloque social del ¡,rrupo en cues­
tión no tuvo aún tiempo de amalgamarse, creando la armonía 
recíproca, la recíproca lealtad; 3) pero hay un tercer elemento: 
la incapacidad del ''dirigido" para desarrollar su tarea, lo que 
significa la incapacidad ilel "dirigente" para escoger, controlar y 
dirigir su personal. 
Ejemplos prácticos. Un embajador puede engañar a su go­
bierno: 1) porque quiere engañarlo por intereses personales. Caso 
de deslealtad por traición de carácter nacional o estatal; el em­
bajador es o se transforma en el agente de un gobierno distinto 
del que representa; 2) porque desea engañarlo, siendo adversa­
rio de la política del gobierno y partidario de la política de otro 
partido de su mismo pais; por consiguiente, porque quiere que 
en su país gobierne un partido y no otro. Este es un caso de 
deslealtad que, en última instancia, puede ser tan grave como el 
precedente, aun cuando pueda estar acompañado de circunstan­
cias atenuantes, corno sería el caso de que el gobierno no hiciera. 
una política nacional y el embajador tuviese las pruebas peren­
torias de ello. Sería entonces deslealtad hacia los hombres tran­
sitorios para poder ser leal al Estailo inmanente; cuestión terrible 
porque esta justificacién sirvió a hombres indignos moralmente 
(Fouché, Talleyrand y, en menor medida, los mariscales de Na­
poleón); 3) porque no sabe que lo engaña, por incapacidad <> 
incompetencia o por ligereza ( ilescuido del servicio), etc. En este 
caso, la responsabilidad del gobierno debe ser evaluada: 1) si 
teniendo posibilidad ile una sdección ailccuada eligió mal por 
razones extrínsecas al servicio (nepotismo, corrupción, limitacio­
nes de gastos debido al cual se eligen "ricos" para la diplomacia, 
o "nobles", etc.); 2) si no tiene posibilidades de selección (Es­
tado nuevo, corno Italia en 1861-70) y no crea las condiciones 
generales para sanear las deficiencias y pmcurarse la posibilidad 
de selección. 
Ciudad y campo. Cius<>ppe De i\lichelis, "Premessc e contri­
boto allo studio dell'esodo rurale", Nuova Antologia, 16 de enero 
de 1930. Artículo interesante desde muchos puntos de vista. De 
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Michelis plantea el problema en forma bastante realista. Pero 
¿qué es el éxodo rural? Se habla de él desde hace doscientos años 
y nunca tal problema fue planteado en los ténninos económicos 
precisos. 
El mismo De Michelis olvida los dos elementos fundamenta­
les de la cuestión: l) los lamentos por el éxodo rural tienen una 
de sus razones en los intereses de los propietarios que ven ele­
varse los salarios por la competencia de las industrias urbanas 
y por el reclamo de vida más íegal", menos expuesta a los ar­
bitrios y abusos que constituyen el diario bregar de la viila rural; 
2) en el caso de Italia, no menciona la emigración de los cam­
pesinos, que es la fonna .jntcrnacional del éxodo rural hacia las 
zonas industriales y que es una crítica real del régimen agrario 
italiano en cuanto el campesinose dirige a otro lugar para tra­
bajar corno tal, mejorando su estándar de vida. Es justa la ob­
servación de De Michelis que la agricultura no sufrió con el éxodo: 
1) porque la población agraria en escala internacional no dismi­
nuyó; 2) porque la producción no disminuyó; por el contrario, 
hay superproducción tal como lo demuestra la crisis de los pro­
ductos agrícolns [en las crisis pasadas, o sea cuando correspondían 
a fases de prosperidad industrial, esto era cierto; hoy, sin embar­
go, cuando la crisis agraria acompaña a la crisis industrial, no 
se puede hablar de superproducción sino de subconsurno ]. En el 
artículo se citan estadísticas que demuestran la progresiva ex­
tensión de la superficie cultivada por cereales y en mayor medi­
da la cultivada por produetos para la industria (cáñamo, algodón, 
etc.) y el aumento de la producción. El problema es observado 
desde un punto de vista internacional (en un gmpo de 21 países), 
'" decir de la división internacional del trabajo. (Desde el punto 
de vista de las naciones en particular el problema puede cambiar 
y en esto consiste la crisis moderna, que es una resistencia reac~ 
cionaria a las nuevas relaciones munilialcs, a la intensificación. de 
la importancia del mercado mundiaL) 
El artículo cita algunas fuentes bibliográficas; será preciso 
revisarlas. Concluye con un error colosal: según De Michelis, "la 
formación de las ciudades en los tiempos remotos no fue más que 
la lenta y progresiva separación de los oficios de la actividad 
agrícola, con la cual al principio se confundia, para surgir luego 
corno actividad diferenciada. El progreso de los decenios veni­
deros consistirá, gracias sobre todo al incremento de la energía 
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