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Notas sobre Maquiavelo, sobre política v sobre el estado moderno (45)

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mili a, qué significado es preciso asignarle.) Se trata de dar una 
nueva forma al núcleo vivo de las aspiraciones contenidas en 
aquellas creencias (y por consiguiente de innovar, determinar 
mejor aquellas aspiraciones), y no de destruirlas. El sar~asmo de 
derecha trata, en cambio, de destruir justamente el contemdo de las 
aspiraciones (pero no -entendámonos ~ien- e.~ las ma~a~ P?PU­
lares, puesto que entonces se destruina tamb1en el cnsban~~mo 
popular, sino en los intelectuales), y por ello el ataque a la for­
ma" no es más que un expediente "didáctico". 
Con1o sien1prc ocurre, las primeras manifestaciones originales 
del sarcasmo tuvieron imitadores y papagayos; el estilo se trans­
formó en una "estilística", llegando a ser una suerte de mecanis­
mo, un anagrama, una jerga que podía dar lugar a observaciones 
punzantes (por ejemplo, cuando_ la "palabra ·:.civiliz~ción" está 
siempre acompaiíada por el adjetivo sediCente , es hc1to pensar 
que se cree en la existencia de una "civilización" ejemplar, abs­
u·acta, o al menos que se comporta como si se lo creyese; y, de 
ese modo, de la mentalidad crítica e historicista se pasa a la men­
talidad utópica). En la forma originaria el sarcasmo debe ser 
considerado como una expresión que pone de relieve las contra­
dicciones de un período de transición; se trata de mantenc_r . el 
contacto con las expresiones subalternas humanas de las vieJaS 
concepciones y al mismo tiempo se acentúa la separación de las 
expresiones dominantes y dirigentes, en espera de que las nuevas 
concepciones, con la solidez adquirida a través ~el des_arrollo 
histórico dominen hasta adquirir la fuerza de las creencias po­
pulares,_' Estas nuevas concepciones fueron ya adquiridas sólida­
mente por quien adopta el sarcasmo, pero deben ser ~xpresa~.as Y 
divulgadas en actitud "polémica", de otra manera sena una uto­
pla" porque aparecería como ~'arbitrio" in~i~idu~l .o d~. cenáculo. 
Por otro lado, por su misma naturaleza, el h1stonciSmO no puede 
concebirse a sí mismo como ca paz de ser expresado en forma 
apodíctica o predicativa y debe crear un gusto estilístico nuevo, 
hasta un lenguaje nuevo como medios de lucha intelectual. El 
"sarcasmo" ( eomo la "ironía" en el plano literario más restringido 
de la educación de pequeños grupos) aparece por lo tanto como 
el componente literario de una serie de exigencias teóricas y prác­
ticas que superficialmente pueden aparecer :;omo. inexo~able,;nente 
contradictorias; su elemento esencial es el apaswnamwnto , que 
se transforma en criterio de la potencia estilística individual (de 
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1 
la sinceridad, de la convicción profunda opuesta al papagayismo 
y al mecanicismo). 
Desde este punto de vista es preciso examinar las últimas 
anotaciones de Croce en el prefacio de 1917 al volumen sobre El 
materialismo hist6rico, donde se habla de la "maga Alcina" y al­
gunas observaciones sobre el estilo de Loria. Véase también el 
ensayo de Mehring sobre la "alegoría" en el texto alemán, etc." 
Fetichismo. Cómo se puede describir el fetichismo. Un organis­
mo colectivo está constituido por individuos que lo forman en 
cuanto se dan y aceptan activamente una jerarquía y una dirección 
determinada. Si cada uno de los componentes concibe al organismo 
colectivo como una entidad extraña a sí mismo, es evidente que 
este organismo no existe más de hecho, sino que se transforma 
en un fantasma del intelecto, en un fetiche. Hay que estudiar si 
este modo de pensar, muy difundido, no es un residuo de la tras­
cendencia católica y de los viejos regímenes paternalistas y se 
aplica comúnmente a una serie de organismos como el Estado, la 
Nación, los partidos políticos, cte. Es natural que suceda en la 
Iglesia, ya que, al menos en Italia, el trabajo secular del Centro 
vaticano para liquidar toda traza de democracia interna y de in­
tervención de los fieles en la actividad religiosa ha sido plenamente 
logrado y se transformó en una segunda naturaleza de los fieles, 
aunque haya determinado precisamente esa forma especial de ca­
tolicismo que es propia del pueblo italiano. 
Lo sorprendente y característico es el hecho de que este tipo 
de fetichismo se reproduzca en la consideración de los organismos 
"voluntarios", no "públicos" o estatales, como los partidos y sin­
dicatos. Se es inducido a concebir las relaciones entre el individuo 
y el organismo como un dualismo, y a una actitud crítica exterior 
del individuo hacia el organismo (si la actitud no es de una ad­
miración entusiasta, falta de crítica). De todas maneras una re­
lación fetichista. El individuo espera que el organismo actúe aun-
11 Fro.nz Mehring, Karl 1-.Iarx als Denker Mensch und Revolutioniir. Ein 
Sammelbuch herausgegeben van D. Riazanov, Viena, 1928. (N. del E.) 
De este libro existe una versión castellana: Marx como hombre, pensador 
!J recolucionarío, Lautaro, Buenos Aires, 1946. El trabajo al cual se refiere 
Grarnsci se Barna Carlos Marx y la alegoría, por Franz Mehring, pp. 47-53, 
de b cit. edición. (N. del T.) 
que él no lo haga y no reflexiona que por ser la suya una actitud 
muy común, el organismo es necesariamente inoperante. Por otro 
lado, hay que reconocer <¡ue estando muy difundida una concep­
ción determinista y mecánica de la historia (que pertenece al 
sentido común y cstú ligatln. a In. pasividad de las grandes masas 
populares), al observar t:ada individuo que no obstante su falta 
de intervención algunas cosas ocurren, termina pensando que por 
encima de los individuos existe una entidad fantasmagórica, la 
abstracción del organiomo colectivo, una especie de divinidad 
autónoma, que no piensa eon ninguna cabeza concreta, pero que 
sin embargo piensa, que no se mueve con determinadas piernas 
de hombreo, pero que se mueve, etc. 
Podría parecer que algunas ideologías, como la del idealismo 
actual (de Ugo S pirita), que identifican individuo y Estado, de-. 
berían reeducar las conciencias individuales; pero no me parece 
que esto ocurra en los hechos, ya que la identificación es mera­
mente verbal y verbalista. Y lo mi~mo puede decirse de toda 
forma de "centralismo orgánico" fundado en el presupuesto -ver· 
dadero sólo en momentos excepcionales de enardecimiento de las 
pasiones populares- de que la relación entre gobernantes y go­
bernados está dada por el hecho de que los gobernantes concretan 
los intereses de los goben•ados y "deben" por lo tanto lograr su 
consenso. O sea que debe verificarse la identificación del indivi­
duo con el todo, siendo el tod<' (cualquiera que fuese el organis­
mo) representado por loo dirigentes. Así como para la Iglesia 
católica un concepto tal no sólo es útil sino necesario e indispen­
sable -toda forma de intervención desde abajo disgregaría a la 
Iglesia, como se oboerva en las Iglesias protestantes-, para otros 
organismos es una cuestión vital el logro de un consenso no pasivo 
e indirecto, sino activo y directo, o sea la participación de los in­
dividuos, aunque esto provoque la apmiencia de disgregación y 
de tumulto. U na conciencia colectiva y un organismo viviente se 
forman sólo después de que la multiplicidad se ha unificado a tra­
vés de la fricción de los individuos y no se puede afirmar que el "si­
lencio" no sea multiplicidad. Una orquesta en la que cada instru­
mento ensaya por ou cuenta, da la impresión de la más horrible 
cacofonía; estas pruebas, sin embargo, son la condición necesaria 
para que la orquesta actúe como un solo "instrumento". 
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Maquiavelismo y antimaquiavelismo. Charles Benoist escribe eo 
el prefacio a Le rtwehiavélisme. Premiere Partie: Avant Machiavel 
(París, Plan, 1907): "Hay maquiavelismo y maquiavelismo; hay 
un maquiavelismo verdadem y uno falso; hay un maquiavelismo 
que es de 1-.,!aquiavelo y otro que algullfls veces es de sus díscípu­
los, pero mas frecuentemente de los enemigos de Maquiavelo; son 
ya dos, o ?'ejor tres maquiavelismos: el de Maquiavelo, el de los 
maqUJavelistas y el de los antimaquiavelistas. Pero he aquf uo 
cuarto: el de quienesjamás leyeron una línea de Maquiavelo y 
s~ sirven. inoportunamente de los verbos (!), sustantivos y adje­
tivos ,denvados .de su nombre. Es por ello que Maquiavelo no 
cleb~r1a ser considerado responsable de todo aquello que después 
de el se complacieron en hacerle decir el primero o el último re­
cién llegado". Un poco baboso este señor Charles Benoist. 
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