Descarga la aplicación para disfrutar aún más
Vista previa del material en texto
mili a, qué significado es preciso asignarle.) Se trata de dar una nueva forma al núcleo vivo de las aspiraciones contenidas en aquellas creencias (y por consiguiente de innovar, determinar mejor aquellas aspiraciones), y no de destruirlas. El sar~asmo de derecha trata, en cambio, de destruir justamente el contemdo de las aspiraciones (pero no -entendámonos ~ien- e.~ las ma~a~ P?PU lares, puesto que entonces se destruina tamb1en el cnsban~~mo popular, sino en los intelectuales), y por ello el ataque a la for ma" no es más que un expediente "didáctico". Con1o sien1prc ocurre, las primeras manifestaciones originales del sarcasmo tuvieron imitadores y papagayos; el estilo se trans formó en una "estilística", llegando a ser una suerte de mecanis mo, un anagrama, una jerga que podía dar lugar a observaciones punzantes (por ejemplo, cuando_ la "palabra ·:.civiliz~ción" está siempre acompaiíada por el adjetivo sediCente , es hc1to pensar que se cree en la existencia de una "civilización" ejemplar, abs u·acta, o al menos que se comporta como si se lo creyese; y, de ese modo, de la mentalidad crítica e historicista se pasa a la men talidad utópica). En la forma originaria el sarcasmo debe ser considerado como una expresión que pone de relieve las contra dicciones de un período de transición; se trata de mantenc_r . el contacto con las expresiones subalternas humanas de las vieJaS concepciones y al mismo tiempo se acentúa la separación de las expresiones dominantes y dirigentes, en espera de que las nuevas concepciones, con la solidez adquirida a través ~el des_arrollo histórico dominen hasta adquirir la fuerza de las creencias po pulares,_' Estas nuevas concepciones fueron ya adquiridas sólida mente por quien adopta el sarcasmo, pero deben ser ~xpresa~.as Y divulgadas en actitud "polémica", de otra manera sena una uto pla" porque aparecería como ~'arbitrio" in~i~idu~l .o d~. cenáculo. Por otro lado, por su misma naturaleza, el h1stonciSmO no puede concebirse a sí mismo como ca paz de ser expresado en forma apodíctica o predicativa y debe crear un gusto estilístico nuevo, hasta un lenguaje nuevo como medios de lucha intelectual. El "sarcasmo" ( eomo la "ironía" en el plano literario más restringido de la educación de pequeños grupos) aparece por lo tanto como el componente literario de una serie de exigencias teóricas y prác ticas que superficialmente pueden aparecer :;omo. inexo~able,;nente contradictorias; su elemento esencial es el apaswnamwnto , que se transforma en criterio de la potencia estilística individual (de 186 ! 1 ¡ l 1 la sinceridad, de la convicción profunda opuesta al papagayismo y al mecanicismo). Desde este punto de vista es preciso examinar las últimas anotaciones de Croce en el prefacio de 1917 al volumen sobre El materialismo hist6rico, donde se habla de la "maga Alcina" y al gunas observaciones sobre el estilo de Loria. Véase también el ensayo de Mehring sobre la "alegoría" en el texto alemán, etc." Fetichismo. Cómo se puede describir el fetichismo. Un organis mo colectivo está constituido por individuos que lo forman en cuanto se dan y aceptan activamente una jerarquía y una dirección determinada. Si cada uno de los componentes concibe al organismo colectivo como una entidad extraña a sí mismo, es evidente que este organismo no existe más de hecho, sino que se transforma en un fantasma del intelecto, en un fetiche. Hay que estudiar si este modo de pensar, muy difundido, no es un residuo de la tras cendencia católica y de los viejos regímenes paternalistas y se aplica comúnmente a una serie de organismos como el Estado, la Nación, los partidos políticos, cte. Es natural que suceda en la Iglesia, ya que, al menos en Italia, el trabajo secular del Centro vaticano para liquidar toda traza de democracia interna y de in tervención de los fieles en la actividad religiosa ha sido plenamente logrado y se transformó en una segunda naturaleza de los fieles, aunque haya determinado precisamente esa forma especial de ca tolicismo que es propia del pueblo italiano. Lo sorprendente y característico es el hecho de que este tipo de fetichismo se reproduzca en la consideración de los organismos "voluntarios", no "públicos" o estatales, como los partidos y sin dicatos. Se es inducido a concebir las relaciones entre el individuo y el organismo como un dualismo, y a una actitud crítica exterior del individuo hacia el organismo (si la actitud no es de una ad miración entusiasta, falta de crítica). De todas maneras una re lación fetichista. El individuo espera que el organismo actúe aun- 11 Fro.nz Mehring, Karl 1-.Iarx als Denker Mensch und Revolutioniir. Ein Sammelbuch herausgegeben van D. Riazanov, Viena, 1928. (N. del E.) De este libro existe una versión castellana: Marx como hombre, pensador !J recolucionarío, Lautaro, Buenos Aires, 1946. El trabajo al cual se refiere Grarnsci se Barna Carlos Marx y la alegoría, por Franz Mehring, pp. 47-53, de b cit. edición. (N. del T.) que él no lo haga y no reflexiona que por ser la suya una actitud muy común, el organismo es necesariamente inoperante. Por otro lado, hay que reconocer <¡ue estando muy difundida una concep ción determinista y mecánica de la historia (que pertenece al sentido común y cstú ligatln. a In. pasividad de las grandes masas populares), al observar t:ada individuo que no obstante su falta de intervención algunas cosas ocurren, termina pensando que por encima de los individuos existe una entidad fantasmagórica, la abstracción del organiomo colectivo, una especie de divinidad autónoma, que no piensa eon ninguna cabeza concreta, pero que sin embargo piensa, que no se mueve con determinadas piernas de hombreo, pero que se mueve, etc. Podría parecer que algunas ideologías, como la del idealismo actual (de Ugo S pirita), que identifican individuo y Estado, de-. berían reeducar las conciencias individuales; pero no me parece que esto ocurra en los hechos, ya que la identificación es mera mente verbal y verbalista. Y lo mi~mo puede decirse de toda forma de "centralismo orgánico" fundado en el presupuesto -ver· dadero sólo en momentos excepcionales de enardecimiento de las pasiones populares- de que la relación entre gobernantes y go bernados está dada por el hecho de que los gobernantes concretan los intereses de los goben•ados y "deben" por lo tanto lograr su consenso. O sea que debe verificarse la identificación del indivi duo con el todo, siendo el tod<' (cualquiera que fuese el organis mo) representado por loo dirigentes. Así como para la Iglesia católica un concepto tal no sólo es útil sino necesario e indispen sable -toda forma de intervención desde abajo disgregaría a la Iglesia, como se oboerva en las Iglesias protestantes-, para otros organismos es una cuestión vital el logro de un consenso no pasivo e indirecto, sino activo y directo, o sea la participación de los in dividuos, aunque esto provoque la apmiencia de disgregación y de tumulto. U na conciencia colectiva y un organismo viviente se forman sólo después de que la multiplicidad se ha unificado a tra vés de la fricción de los individuos y no se puede afirmar que el "si lencio" no sea multiplicidad. Una orquesta en la que cada instru mento ensaya por ou cuenta, da la impresión de la más horrible cacofonía; estas pruebas, sin embargo, son la condición necesaria para que la orquesta actúe como un solo "instrumento". 188 Maquiavelismo y antimaquiavelismo. Charles Benoist escribe eo el prefacio a Le rtwehiavélisme. Premiere Partie: Avant Machiavel (París, Plan, 1907): "Hay maquiavelismo y maquiavelismo; hay un maquiavelismo verdadem y uno falso; hay un maquiavelismo que es de 1-.,!aquiavelo y otro que algullfls veces es de sus díscípu los, pero mas frecuentemente de los enemigos de Maquiavelo; son ya dos, o ?'ejor tres maquiavelismos: el de Maquiavelo, el de los maqUJavelistas y el de los antimaquiavelistas. Pero he aquf uo cuarto: el de quienesjamás leyeron una línea de Maquiavelo y s~ sirven. inoportunamente de los verbos (!), sustantivos y adje tivos ,denvados .de su nombre. Es por ello que Maquiavelo no cleb~r1a ser considerado responsable de todo aquello que después de el se complacieron en hacerle decir el primero o el último re cién llegado". Un poco baboso este señor Charles Benoist. 189
Compartir