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que podría ocunir como consecuencia de una prolongada crisis de desocupación. A la cuestión del alcohol está ligada la cuestión sexual. El abuso y la irregularidad de las funciones sexuales es, después del alcoholismo, el enemigo más peligroso de las energías nerviosas y ( es una observación corriente que el trabajo "obsesionante" provoca 1 depravaciones alcohólicas y sexuales. Las tentativas realizadas por Ford de intervenir, mediante un cuerpo de inspectores, en la vida privada de sus dependientes y controlar cómo gastaban su salario y cómo vivían, es un indicio de estas tendencias todavía "priva- '"L das" o latentes que pueden transformarse, en cierto momento, en ideología estatal, injertándose en el puritanismo tradicional, vale decir, presentándose como un renacimiento de la moral de los pio- ncros, (k! "v<>rdadero" amC'ricanismo, etC'. El hecho más notable del fenúmcno-nortcamcricano en relación con estas manifestacio nes <·s el dístm1ciamiento que se ha fo1mado y que S<' irá acentuan do cada n·z m;Ís <'ntrc la moralidad-costumbre de los trabajadores y la d<' los otros estratos d<' la población. ' El prohibicionismo ha dado ya un ejemplo de tal separación .. ¿Quién consumía el alcohol introducido de contra bando en los Es tados Unidos? El alcohol se había convertido en una mercancía de gran lujo y ni aun los más altos salarios podían permitir su con sumo a los más amplios estratos de las masas trabajadoras. Quien trabaja por un salarío, con un horario fijo, no tiene tiempo de dedi carse a la búsqueda del alcohol, de dedicarse al deporte, de eludir las leyes. La misma observación se puede hacer respecto de la scmalidad. La "caza de la mujer" dvmanda demasiados loisirs; en el obrero de nuevo tipo se repetirá, de otra manera, lo que ocurre en los villorrios campesinos. La relativa estabilidad de las uniones sexuales campesinas está ligada estrechamente al sistema de tra hajo dd campo. El campesino que regresa a su casa por la tarde luego de una larga y fatigante jornada de trabajo, desea la Vene ren• facilcm parabilemr¡ue (le la que habla Homcio; q no está dis puesto a ronronear en torno a las mujeres de fortuna; ama a su mujer, segura, intachable, que no cometerá adulterios y que no reclamará la comedia de la seducción y del estupro para ser po seída. Parece que así la función sexual se mecaniza, pero en reali dad se trata del nacimiento d<' una nn<'va forma de unión sexual 0 Venerem facilem parabílemque: el amor fácil está siempre a rní alcance. Cita del J10ota latino llorado {S<Ítims, Libro Il, versículo 119) (N. del T.) 308 sin los colores "deslumbrantes" del oropel romántico propio del pequeño burgués y del bohémien desocupado. Aparece claramen te que el nuevo industrialismo desea la monogamia, quiere que el hombre-trabajador no disipe sus energías nerviosas en la búsqueda desordenada y excitante de la satisfacción sexual ocasional. El obrero que va al trabajo después de una noche de ~excesos» no es un buen trabajador, la exaltación pasional no puede marchar de acuerdo con los movimientos cronometrados de los gestos produc tivos ligados a los más perfectos automatismos. Este complejo de compresiones y coerciones directas e indirectas ejercidas sobre la masa obtendrá indudablemente resultados y surgirá una nueva for ma de unión sexual de .la cual la monogamia y la estabilidad rel,¡¡ tiva deben, según parece, ser los elementos característicos y funda mentales. Sería interesante conocer los resultados estadísticos de los fe nómenos de desviaciones de las costumbres sexuales oficialmente preconizados en los Estados Unidos, analizados por grupos socia les: se verificará que por lo general los divorcios son particular mente numerosos en las clases altas. Esta separación entre la mora lidad de las cla,cs trabajadoras y la de elementos cada vez más numerosos de las clases dirigentes, en los Estados Unidos, parece ser uno de los fPnómenos más interesantes y ricos en eonsí'Cuencias. Hasta hace poco tiempo el norteamericano era un pueblo de tra bajadores: la "vomeióu laboriosa" era un elemento inherente no sólo a la clase obrera, sino también una <.maliciad <·specífica de las clases dirigentes. El hecho de que un millonario continua'" prácticamente trabajando hasta que la enfermedad o la vejez lo obligasen al reposo y que su actividad ocupase un número elevado de hora' en su jornada, constituye un fenómeno típicamente norte americano, y una nortcamericanada de lo más extravagante para el europeo medio. Se ha subrayado precedentemente que esta di· ferencia entre norteamericanos y europeos está dada por la ausen· cia de "tradiciones" en los Estados Unidos, en la medida en qno tradición significa igualmente residuo pasivo de todas las formas sociales superadas por la historia. En los Estados Unidos en cambio es reciente todavía la "tradición'' de los pioneros, es decir, de fuer tes individualidades cuya "vocación laboriosa» había alcanzado la mayor intensidad y vigor, de h9mbrcs (!Ue directamente, y no por el trámite de un ejército de esclavos y de siervos, entraban en enér gico contacto con las fuerzas naturales pnru dominnrlas y explotar las victoriosamente. Son estos residuos pasivos los t1uc en Europa 309 resisten al americanismo ("representan, dicen ellos, la calidad, "etc.") porque comprenden instintivamente que las nuevas formas -de producción y de trabajo los barrerían implacablemente. Pero :si es verdad que en Europa, en este caso, las antiguallas aún no ·enterradas serían definitivamente destruidas, ¿qué comienza a pro ducirse en los mismos Estados Urúdos? El fenómeno del distancia· miento de la moralidad arriba mencionada muestra que se están creando márgenes de pasividad social cada vez más amplios. Pare ce que las mujeres cumplen un papel dorrúnante en este fenómeno. El hombre-industrial continúa trabajando aunque sea millonario, pero su esposa y sus hijas se transforman cada vez más en "mamÍ· feros de lujo". Los concursos de belleza, los concursos para selec cionar actrices de cine (recordar las 30.000 muchachas italianas que en 1926 enviaron su fotografía en traje de baño a la Fox), el teatro, etc., seleccionando la belleza femenina mundial y poniéndola en concurs~, sus~tando una mentalidad de prostitución; es la "trata de ~cas legah7.ada por las clases altas. Las mujeres, ociosas, via ¡an, atraviesan continuamente el océano para venir a Europa, esca pan al prohibicionismo patrio y contraen "matrimonios~ estaciona· les (recordar que a los capitanes de marina de los Estados Unidos se les retiró la facultad de celebrar matrimonios a bordo porque muchas parejas se casaban al partir de Europa y se divorciaban antes del desembarco en América) : es la prostitución real que se desborda, apenas oculta bajo frágiles formalidades jurídicas. Estos fenómenos propios de las clases altas tornarán más difí cil la coerción sobre las masas trabajadoras para conformadas a las necesidades de la nueva industria; en todo caso determinan una fractura psicológica y aceleran la cristalización y la saturación de los grupos sociales, tomando evidente su transformación en castas . ' como ocumó en Europa. Taylor y el americani.mw. Eugerúo Giovanetti ha escrito en el Pegaso de mayo de 1929 un artículo sobre "Federico Taylor e ramericanismo", en el que afirma: "La energía literaria, abstracta, nutrida de retórica generali7.ante, ya no está en condiciones de en tender la energía técnica, cada vez más individual y aguda, tejido originalísimo de voluntad singular y de educación especializada. La literatura energética mantiene todavía su imagen demasiado có moda del Prometeo desencadenado. El héroe de la civilización téc- 310 nica n~ es un desencadenado; es un silencioso que sabe arrastrar por los cielos su férrea cadena. No es un ignorante que se divie.rte, es un estudioso en el mejor sentido de la palabra, porque studiUm significaba 'punta viva'. Mientras la civilización técnicao mecarú cista, como quieren llamarla, elabora en silencio este tipo de héroe mordaz, el culto literario de la energía no crea más que un bellaco en las nubes, un afanoso soñador". Es notable que no se haya tratado de aplicar al americanis· mo la fórmula de Gentile sobre "la filosofía que no se enuncia en fórmulas, pero que se afirma en la acción"; todo lo cual es signi ficativo e instrnctivo, ya que si la fórmula tiene algún valor es jus tamente el americanismo quien puede reivindicarlo. En cambio, cuando se habla del americanismo se encuentra que es ~meca· nicista", grosero, brutal, es decir, "pura acción" y se le contrapone la tradición, etc. Pero esta tradición, ¿por qué no es tomada tam· bién como base filosófica, como la filosofía enunciada en fórmulas por aquellos movimientos para los cuales la filosofía se afirma en la acción"? Esta contradicción puede explicar muchas cosas: por ejemplo, la diferencia entre la acción real, que modifica esencial mente tanto al hombre como a la realidad externa (vale decir la cultura real), como es el americanismo, y el gladiadorismo _necio que se autoproclama acción y modifica sól<: el ~ocabulan~, no las cosas, el gesto externo y no el hombre mtenor. La pnmera está creando un porvenir que es intrínseco a su actividad objetiva y que se prefiere silenciar. El segundo sólo crea fantoches perfec· donados, recortados sobre un figurón retóricamente prefijado y que caerán en el vacío a penas se corten los hilos externos que le dan una apariencia de movimiento y de vida. Cantidad y calidad. En el mundo de la producción estos térmi· nos no sí<Tnifican otra cosa que "buen mercado" y"alto precio" res· pectivam~ntc, vale decir, satisfacción o no de las necesidades _el~ mentalcs de las clases populares y tcndcnciCl a elevar o a depnm1r su tenor de vida. Todo el resto no es mús que un folletín, del cual Gurrliclmo Ferrero ha escrito el primer capítulo. En una empresa nación gue tiene disponible mucha mano de obra y pocas materias primas (lo que es discutible ya que cada nación-empresa se "crea" sus propias materias primas) ·¡a palabra "calidad" significa sólo la voluntad de emplear mucho tmbajo sobr>~ poca materia, pcrfeccio- 311
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