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J J McAvoy - Children Of Vice 06 - Vicious Minds Parte 03

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Staff 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Contenido 
 
Sinopsis Capítulo 13 
Capítulo 01 Capítulo 14 
Capítulo 02 Capítulo 15 
Capítulo 03 Capítulo 16 
Capítulo 04 Capítulo 17 
Capítulo 05 Capítulo 18 
Capítulo 06 Capítulo 19 
Capítulo 07 Capítulo 20 
Capítulo 08 Capítulo 21 
Capítulo 09 Capítulo 22 
Capítulo 10 Capítulo 23 
Capítulo 11 Epílogo 
Capítulo 12 Posdata 
 
 
 
 
 
Sipnosis 
 
CALLIOPE 
 
Sé que me odias. 
¿Dices que he arruinado a la familia? 
¿Que he llevado a Ethan por el mal camino? 
Dices que todo es culpa mía. 
¿No has aprendido ya que los débiles son devorados por los 
fuertes? 
Sólo el más despiadado, el más vicioso, puede estar en la cima. 
Venga lo que venga... que quede claro que se lo merecen. 
Te dije que te inclinaras, ¿no? 
Ahora es mi momento. 
Con amor, 
Señora Callahan 
 
 
 
 
 
MELODY 
 
¿Te odio? Pequeña, no eres digna de mi odio. 
¿Arruinaste mi familia? No me hagas reír. 
Cientos lo han intentado antes que tú y han fracasado. 
Cientos lo intentarán después de ti y fracasarán de nuevo, 
Porque, pase lo que pase, somos fuertes. 
Tú predicas sobre ser despiadado o vicioso... 
Yo soy esas palabras personificadas. 
La única inclinación será de ti hacia mí. 
Prepárese, señora Callahan. 
 
La verdadera Señora Callahan está llegando. 
 
Children Of Vice # 6 
 
 
 
UNO 
“Es una historia muy oscura de 
codicia, traición y venganza... 
y en el corazón de todo ello había una hermosa chica” 
~ Emerson Winn ~ 
 
ETHAN 
 
Caminé por los pasillos acribillados de mi casa el día después de 
mi boda, el sonido del silencio resonaba con cada paso que daba. 
Todo el mundo, excepto una persona, lloraba alrededor del cuerpo 
de mi tía Coraline. Y cuando entré en nuestro dormitorio, esa 
única persona estaba ahora sentada tranquilamente en el borde 
de la cama, ya no llevaba su segundo vestido de novia sino un 
sencillo vestido blanco y gris, con una botella de vino tinto en la 
mano. Cerré la puerta tras de mí y eché el cerrojo. 
—¿Darcy te ha amenazado? —habló con frialdad. 
—Dice que lo llamen Killian ahora —dije mientras caminaba hacia 
ella. 
—Eso encaja mucho mejor —murmuró y bebió de la botella—. Sin 
embargo, tiene un largo camino por recorrer antes de ser el 
hombre que tú quieres que sea. Y mucho menos un verdadero 
rival contra ti. 
—Ahora te has convertido en el enemigo número uno, Calliope. 
Nunca te perdonarán. 
 
Se rio, sacudiendo la cabeza. 
—No necesito su perdón. No me importa su perdón. Ellos no son 
la razón por la que estoy aquí. Tú lo eres, así que ¿por qué no me 
preguntas por qué? 
—Porque creo que sé por qué —respondí, colocando mi arma 
contra su cráneo—. Pero podría estar equivocado. Estoy 90% 
seguro de que no lo estoy. Pero ese 10% siempre es una perra 
fastidiosa. 
Me miró fijamente, sin inmutarse. 
—¿Podrías incluso apretar el gatillo? 
—Lamentablemente, sí. Ya lo sabes. —Tiré hacia atrás del 
martillo—. Quedaría mal matarte después de una boda tan 
pública o de una renovación de votos, o de una tapadera, o de una 
distracción, o de lo que sea que lo llamemos hoy. 
—Sí, lo sería. La gente diría que estás maldito. Que todas las 
mujeres de tu brazo acaban muertas. —Ella sonrió y bebió de 
todos modos a pesar del arma—. Se necesitaría mucho esfuerzo 
para limpiar esto. 
BANG. 
Disparé la botella junto a nosotros. Calliope giró la cara para 
protegerse, pero eso no impidió que el vino la salpicaran a ella e 
incluso a mí. 
—Ha sido un desperdicio de buen vino —refunfuñó, limpiándose 
la mejilla, pero yo volví a acercar el arma a su rostro. Ella se limitó 
a mirarla y luego volvió a mirarme con ojos cansados—. Ya sabes 
que te voy a contar la verdad. Y por qué lo de hoy tenía que pasar 
como pasó... tanto por tu plan como por el mío. Entonces, ¿para 
qué sirve el arma? Si no la usaste cuando Fiorello estaba aquí 
conmigo, ¿por qué la vas a usar ahora? 
 
—Porque ahora puedo demostrar que estoy molesto, muy 
jodidamente molesto. —Sabía lo que me iba a decir. Vi que 
nuestros dos caminos se habían convertido finalmente en uno. 
Sólo odiaba el hecho de que tuviera que unirse de esta manera, 
justo sobre el cuerpo de mi tía. 
—¿A quién más de esta familia podría haber elegido? —susurró, 
presionando su mano sobre la mía e inclinándose hacia el arma—. 
La gente muere en la guerra, Ethan. No estábamos aquí cuando 
empezó, pero aún así tenemos que luchar. Tú lo sabías. Se supone 
que todos en esta familia lo saben. Cora lo sabía. Ella dijo que era 
la regla número uno de la familia. 
La regla número uno de los Callahan. Matas por la familia. Mueres 
por tu familia porque no puedes confiar en nadie más. 
Lentamente bajé mi arma. No había nadie más aquí que nosotros. 
Mis padres estaban ahora huyendo por sus vidas. Fiorello y el 
resto de los enemigos de mi familia estaban celebrando esta 
victoria contra nosotros. Esta victoria que Calliope les había 
entregado en mano y yo había permitido. Nadie escuchaba ni 
espiaba. Por primera vez, podíamos decir la verdad clara y 
abiertamente antes de que el tablero de guerra se restableciera. 
—Vamos a repasarlo todo, desde el principio, Calliope. 
—Está bien, pero después, o me das vino o me das la muerte. 
—Trato hecho. 
 
 
 
 
 
 
UN AÑO DESPUÉS 
LIAM - PRESENTE 
 
Podía recordarlo. 
Casi como si fuera ayer. 
La maldita y clara señal que debería haber seguido. 
La que Melody había mostrado pero que yo no entendía. Que ella 
misma no entendía entonces. 
Fue hace unos veinte años; ese día, entré y la vi sentada detrás de 
mi escritorio en el estudio con una mirada extraña en su rostro. 
Lo recordé. 
 
LIAM - HACE 20 AÑOS 
 
—¿Acaso quiero saberlo? —pregunté cuando entré en el estudio 
sólo para verla sentada en mi silla, con las piernas y los brazos 
cruzados, mirando a la nada... en silencio. Y por alguna razón, 
todavía no había descubierto, después de todos estos malditos 
años, por qué su silencio era siempre tan condenadamente 
ruidoso. Melody no me respondió. Se limitó a sentarse allí, perdida 
en cualquier pensamiento asesino que bullera en su mente, lo que 
era una respuesta en sí misma. Tenía que saber qué era lo que la 
afectaba tanto. Especialmente después de la semana que 
acabábamos de pasar. 
—¿Mel? 
 
—Hmmm —respondió, levantando la cabeza al escuchar mi voz, 
sus ojos marrones finalmente se encontraron con los míos. 
—¿Qué pasa? 
—Nada —mintió, sacudiendo la cabeza antes de exhalar y arrojar 
su teléfono para recoger cualquier trabajo en el escritorio en el que 
iba a fingir estar interesada. 
—Entonces, ¿ahora nos mentimos el uno al otro? —Afirmé, 
acercándomea la barra y sirviéndome un poco de brandy—. Bien. 
Ahora es el momento de decirte que me gusta tu corte de cabello. 
Es lindo. 
Su cabeza se volvió hacia mí, y los planes asesinos que había 
estado dirigiendo a otra persona, los cambió inmediatamente 
hacia mí. Su mandíbula se quebró hacia un lado mientras se 
inclinaba hacia atrás en su silla. 
—¿Es tu forma de decirme que no te gusta mi cabello? 
Sonreí antes de dar un sorbo a mi bebida. 
—¿No te diste cuenta por mi rostro? 
—Eres un maldito idiota —refunfuñó, desviando su atención de mí 
y volviéndola a su trabajo. 
Me aproximé a un lado del escritorio y traté de tocarle el cabello, 
pero con la velocidad del rayo me apartó la mano como si fuera 
una mosca. 
—Si no te gusta, jodidamente no lo toques —se burló de mí. 
—Me encanta tu cabello. Sólo odio que te lo cortes. 
Puso los ojos en blanco. 
—Todavía me pasa de los hombros. 
 
—Apenas —hice un mohín antes de beber. 
Ella suspiró. 
—¿Has venido a molestarme? 
—Sí —sonreí—. Pero ya estabas molesta cuando llegué, así que 
ahora tengo curiosidad por saber quién ha estado irritando a mi 
esposa en mi lugar. 
—Tienes tres hijos, Liam, ¿cuándo piensas dejar de serlo tú? 
—Ah, ¿entonces son los niños los que te molestan? —pregunté, 
ignorando su comentario antes de negar con la cabeza—. No, 
incluso cuando te llevan al borde de la locura, no tienes esa 
mirada en los ojos. 
—¿Y qué mirada es esa, Obi-Wan Kenobi1? 
Sonreí como un loco con gas hilarante, poniendo la mano sobre el 
corazón. 
—¿Qué? —me espetó. 
—Después de todos estos años y de tanto esfuerzo, por fin te has 
unido a mí en el lado oscuro... ¿lo entiendes? ¿Lado oscuro? Star 
Wars... 
—Te dispararé —me espetó. 
—Sabes que esa amenaza se vuelve menos temible cada vez que 
me disparas. —Respondí con una leve sonrisa. 
—¿Qué tal si dejas de hacer que te amenace? 
—¿Qué tal si me dices qué te pasa la primera vez que te lo 
pregunte? 
1 — Obi-Wan Kenobi. Personaje ficticio de la saga Star Wars. 
 
—¿Qué tal si escuchas cuando digo que no pasa nada? —Me di 
cuenta por la mirada de sus ojos que estaba molesta. 
—Entonces, ¿no pasa nada? 
—Eso es lo que he dicho. 
—Entonces, ¿por qué estabas mirando a las paredes? 
—No estaba mirando. 
—Estabas mirando. Lo sé, te vi; no te viste a ti misma. 
Ella exhaló. 
—Liam, sólo estaba pensando. 
—¿Sobre qué? 
—¿Debo compartir todos mis pensamientos contigo? 
—No, pero sería muy útil, nena. —Le guiñé un ojo y me preparé 
para agacharme por si acaso. 
—No vas a dejarme sola hasta que lo descubras, 
¿verdad? —cuestionó. 
Levanté mi vaso hacia ella. 
—Bingo. 
Ella resopló. 
—De todos los hombres del mundo con los que podría haber 
acabado... te tengo a ti. 
—¿No tienes suerte? ¿Quién más podría...? 
—Cuidado con tu próxima frase, esposo —sus ojos se 
entrecerraron mientras se cruzaba de brazos. 
 
Sonreí y lo dejé pasar. Al entregarle un vaso, la miré ahora. 
—Llevas todo el día sumida en tus pensamientos. ¿Qué pasa? ¿En 
serio? Sé que, si fuera lo suficientemente serio como para ser una 
preocupación, ya lo sabría. Pero incluso los pequeños problemas 
merecen mi atención. 
—No te lo he dicho porque me vas a descartar —refunfuñó ella, 
terminando el resto de su brandy. Hizo una mueca. Lo odiaba 
pero, sin embargo, se lo bebía siempre que se lo daba. 
—Pruébame de todos modos. 
—Bien —afirmó, levantando su teléfono para que lo viera. 
Leí el mensaje pero no lo entendí. 
—¿Qué tiene que ver un billete de avión cualquiera con nosotros? 
—Mira el nombre. 
Volví a comprobarlo. 
—¿Calliope Affini? ¿Quién es y por qué nos importa? 
—¿Recuerdas la pequeña chica con la que hablé en la fiesta de 
cumpleaños de Wyatt y Dona? 
Volví a pensar, recordando vagamente, aunque hacía sólo unos 
días. Habíamos hablado con tantos inútiles que todos se 
difuminaban. 
—¿La pequeña chica con la que Ethan estaba en el 
baño? —añadió. 
—¿La mocosa que inundó el baño de invitados de la planta 
baja? —solté, molesto. 
Uno de los hombres de seguridad me había notificado después de 
la fiesta que habían visto a Ethan entrar con una chica. Cuando 
 
hablé con Ethan al respecto, se limitó a desentenderse, diciendo 
que ella era rara. Y yo estaba más centrado en explicarle por qué 
no debería estar en el baño con chicas... al menos no a su edad. 
—Esperaba que te molestara que estuviera sola con tu precioso 
Ethan. Sin embargo, mandarla a Italia es un poco duro, Mel. Son 
sólo niños. No saben... 
—No soy yo quien la envía. 
Hice una pausa. 
—Entonces, ¿por qué nos importa de nuevo? 
—Tiene un billete de ida a Lazio, Italia. ¿Sabes quién vive en Lazio, 
Italia? —preguntó, y antes de que pudiera responder, lo hizo—. 
Fiorello Orsini. ¿Sabes quién es Fiorello Orsini? 
—Solía trabajar para tu padre, ¿verdad? 
—¿Mi padre solía llamarlo mano sinistra? 
—¿Mano izquierda? —Me reí—. Los apodos que se le ocurren a tu 
gente. 
—Una mano derecha es una ayuda indispensable, alguien con 
quien se puede contar, alguien que es un soldado y está dispuesto 
a seguir todas las órdenes, de la manera más eficiente. ¿Pero un 
hombre-izquierda? Es difícil de controlar. Hace el trabajo, pero no 
de la manera más bonita o mejor. Sigue las órdenes, pero también 
tiene una mente propia y a veces desea tomar el control. No 
importa lo que hagan, siempre están torcidos. 
—¿Y a Fiorello le pareció bien ese apodo? —Solté una risita porque 
me pareció más un insulto que un honor. 
—Mi padre sólo me dijo eso —dijo sin humor, con un tono serio 
que no entendí del todo—. Mi padre me advirtió que nunca me 
acercara demasiado a Fiorello, lo cual me resultó extraño. Me crié 
 
rodeada de hombres malos. Sin embargo, nunca me había 
advertido de nadie más que de Fiorello Orsini. Normalmente, no 
habría hecho caso, para averiguar la verdad sobre él por mí 
misma. Si fuera completamente una bala perdida, mi padre no lo 
hubiera contratado. 
—¿Y qué descubriste? 
—Fiorello es un completo y absoluto psicópata. 
—Mel, odio tener que decírtelo, pero la gente dice que somos 
psicópatas. —De hecho, nos han llamado sociópatas, narcisistas, 
sociópatas narcisistas, la lista es interminable. 
—¿Violan a las mujeres por diversión? —Ella pregunta. 
Mi ceja se levantó ante eso, y ella simplemente asintió. 
—Me lo imaginaba. 
—Al parecer le gustaba una “buena pelea” en sus mujeres. Y no 
era asunto de mi padre mientras hiciera su trabajo y no nos 
jodiera. Todos eran criminales de alguna manera. Mi padre nunca 
se preocupó por otras mujeres más que por mí... y quizás por mi 
madre. Pero ese no es mi punto. Lo que quiero decir es que, por 
muy duro y brutal que fuera mi padre conmigo, por muy 
depravado que fuera con sus enemigos, seguía queriendo que 
estuviera lo más segura posible. —Frunció el ceño mientras su 
dedo golpeaba el vaso de brandy, ahora vacío—. Tenemos una hija 
de la misma edad que esta Calliope. ¿Hay alguna razón para que 
envíes a Dona con un hombre como Fiorello Orsini? 
Hice un chasquido con la mandíbula hacia un lado, ahora molesto 
por la simple pregunta. Volví a mirar el teléfono. 
—¿Quién diablos envía a su pequeña a un violador? 
—El hijo de un violador —contestó con tranquilidad. 
 
—¿Qué? 
—Roman Affini solía ser Michelangelo Orsini... el único hijo de 
Fiorello Orsini, después de que tu padre matara a sus otros hijos. 
Ahora sí que se estaba entendiendo. 
—¿Esa familia de don nadie a la que insistes en invitar a todos 
nuestros malditos eventos porque crees que están buscando 
venganza? ¿Cuánto tiempo ha pasado? Me advertiste de ellos 
cuando nos casamos. Y no han hecho otra cosa que fabricar lápiz 
de labios y sombra de ojos. ¿Ahora te preocupas porque su hija se 
va a vivir con su abuelo violador loco? 
—Nadie deja de lado los asesinatos de sus hijos. Mi instinto me 
dice que algo está muy mal en esa familia. Sóloque no puedo 
poner el dedo en la llaga. Se me escapa algo. 
Suspiré, tirando el teléfono sobre la mesa. 
—Entonces, ¿qué quieres hacer? ¿Ir a masacrarlos a todos? 
—Sabía que me ibas a descartar, joder —maldijo, levantándose de 
la silla. 
—No te estoy descartando. —En cierto modo lo hacía—. Sólo digo 
que un billete de avión no es una prueba de un complot masivo 
contra nuestra familia. 
—Ella me dijo que iba a ser más fuerte. —Me miró fijamente—. Y 
ahora se va al infierno... donde una pequeña se convierte en 
ceniza o en fénix. 
—Qué poético —respondí, poniéndome de pie—. Pero ahora 
tenemos enemigos reales a los que enfrentarnos. Hoy. No hagamos 
nuevos. Como dije antes, si te molesta, matémoslos y sigamos 
adelante. Pero tienes que tener en cuenta que no vamos a tener 
seguidores leales si seguimos matando a familias leales. Su familia 
no nos ha hecho nada. Lo has comprobado. 
 
—¿Me lo recuerdas? Fui yo quien te lo dijo. ¿Sabes qué? No 
importa. Lo que sea. Esto es por lo que no quería hablar contigo 
de esto para empezar. Voy a... 
—Relájate —dije, poniendo mi mano en su muslo. Al ver su rostro, 
no pude evitarlo—. No puedes planear matar a pequeñas chicas 
con el ceño fruncido. Te parecerás a un villano de Disney... 
!Ah! —me agarré la nariz, dando un paso atrás por la fuerza de su 
puño. Si hubiera sido más fuerte, me la habría roto. 
—Cuidado, no puedes seguir siendo molesto y recibir golpes así. 
Ya no eres tan joven como antes. Podrías acabar como Humpty 
Dumpty2 —replicó, dando un paso alrededor del escritorio hacia la 
puerta. 
—Yo también te amo —refunfuñé, frotándome la nariz. 
SLAM. 
Por encima del dolor, puse los ojos en blanco y levanté su teléfono 
olvidado, mirando de nuevo el billete de avión. 
—Su instinto —murmuré. 
¿Qué problemas podría causar una pequeña chica don nadie? 
Pero era raro que sus padres la mandaran lejos. No, no caeré en 
esa madriguera. Con que uno de nosotros se obsesionara con 
futuras amenazas era suficiente. Calliope Affini u Orsini, o lo que 
fuera, no era mi puto problema. 
 
 
 
2 — Humpty Dumpty. es un personaje de una canción infantil inglesa. Es 
representado como un huevo antropomórfico. En la canción hacen mención a 
que se cayó y se rompió. 
 
LIAM - PRESENTE 
 
¡Calliope Affini u Orsini, o como carajo se llame, es ahora mi puto 
problema! 
¡BANG! 
—¡Por el puto amor de Dios! —grité, arrojando el cuerpo fuera de 
mí y a un lado como el saco de mierda que era. Me agarré a la 
barandilla de la escalera y me levanté del suelo—. ¡Soy demasiado 
viejo para esta maldita mierda! 
—¿Quieres dejar de gritar, por favor? —preguntó Melody mientras 
se movía entre los cuerpos en el suelo. 
—No, no voy a dejar de gritar. De hecho, ni siquiera he empezado 
a gritar de verdad, joder. —Miré fijamente y señalé a la cámara de 
seguridad—. ¡Ustedes! ¡Sí, quiero decir ustedes, hijos de puta! 
Malditos bastardos con cara de mierda. Ha pasado un maldito 
año. Estoy cansado de matarlos, cada dos malditos días. Salgan, y 
terminemos con esto, maldita sea. 
—La conexión de seguridad se cortó hace una hora —dijo ella, 
poniéndose en pie tranquilamente para situarse frente a mí. La 
sangre le salpicaba el rostro y le manchaba las manos. Se le había 
salido el cabello de la trenza y tenía cortes en los labios y la ceja—. 
Nadie te está escuchando, perra, excepto yo. 
Haciendo una pausa, sujetando mi arma con una mano y la 
barandilla con la otra, exhalando profundamente, finalmente 
encontré la fuerza para volver a hablar. 
—Durante el último año, me han disparado una docena de veces, 
me he roto la mitad de los huesos, casi pierdo el ojo, me han 
arrancado un trozo de cabello y ahora... —Señalé mis 
pantalones—. Me ha vomitado encima como si fuera una basura 
 
desechable por un enano asesino, porque ¿por qué no iba a haber 
un enano asesino en este carnaval de putos asesinatos de circo? 
Lo siguiente, seguro será luchar contra el ¡Payaso It! A pesar de 
todo, creo que me he ganado el derecho a quejarme un poco. 
—Claro, ¿pero tiene que ser conmigo? —preguntó ella—. Sí, ¿te 
acuerdas de mí? La mujer que ha estado a tu lado, rompiendo mis 
huesos, recibiendo disparos, casi quemándose viva. A mí también 
me gustaría quejarme, pero no tenemos tiempo. Quizá la próxima 
vez, cuando te diga con veinte años de antelación que te 
preocupes... 
—¡Lo sabía, joder! —¡Lo sabía!— ¡Sabía que habías estado 
esperando para decirme te lo dije desde hace meses! 
—¿Pero no te lo dije? 
—¡Por el amor de Dios, Mel! ¿Cómo iba a saber que estaban 
levantando un ejército? ¡Tu instinto mágico no me dijo todo eso! 
—¡Sabía que era un problema! —Mel contesta. 
—Por eso dije que siguieras adelante y la mataras, pero que 
tuvieras una razón válida. Ahora estás... 
—¿Qué es ese olor? —Ella hizo una pausa para preguntarme. 
Yo también hice una pausa. Y sólo cuando ambos nos quedamos 
callados oímos el silbido junto con el olor a gasolina. Miré los ojos 
inyectados en sangre del enano mientras se movía ligeramente, 
con una sonrisa en el rostro mientras encendía una cerilla con las 
manos. 
—¡Joder! 
—¡Ventana! 
Corriendo hacia ella, sentí el calor y vi la llamarada elevarse como 
una bola de fuego del infierno en el reflejo del cristal antes de 
 
bracear, mientras atravesábamos el cristal. El cielo nocturno se 
difuminó antes de que el torrente de agua fría me envolviera. 
Pedazos de escombros, madera, vidrio y metal volaron al agua con 
nosotros. Al hundirme hasta el fondo, busqué a Melody, pero ella 
me encontró primero. Su mano se unió a la mía, señalando la 
esquina opuesta de la piscina. Incluso bajo la gruesa capa de 
agua, podía oír cómo la casa estallaba en llamas sobre nosotros. 
Parecía que habían pasado horas, pero teníamos que asegurarnos 
de que no había nadie afuera. Lentamente, levanté la cabeza fuera 
del agua detrás de un trozo de silla rota. 
La ausencia de disparos era una buena señal. 
Saliendo del agua hacia el borde, tomé aire antes de correr hacia 
el lado de Melody de la piscina, metiendo el brazo. Un segundo 
después, ella salió a flote. 
¡BANG! 
—¡Liam! 
Realmente soy demasiado viejo para esto, pensé al ver su hermoso 
rostro pasar por delante de mí y caer al agua. 
Maldita sea su instinto. 
Y maldita sea esa maldita perra, Calliope. 
 
 
 
 
 
 
 
ETHAN 
 
—Estás pensando en mí? —preguntó ella, metiendo la cabeza 
delante de la mía como si fuera un maldito pájaro cuco. 
—No. 
—Qué raro, podría jurar que sentí que alguien me 
maldecía —respondió, tomando asiento en mi regazo, incluso 
moviéndose un poco para ponerse cómoda. El olor a vainilla y a 
rosa de su largo cabello castaño llenaba ahora mi nariz. Sus 
labios rojos se estiraron en una leve sonrisa. Sus ojos grises se 
clavaron en mí al acercar su rostro—. Y como estás enfadado 
conmigo, he pensado que deberíamos hablarlo antes de que me 
vaya. 
—Calliope, estoy tratando de leer. —Agité la tablet junto a su 
cabeza por si no se había dado cuenta. 
—Estoy pensando en hacer una cena familiar esta semana. —Ella 
no lo miró aunque se dio cuenta, pero no le importó—. Hoy es la 
noche de la cita. 
—Calliope... 
—¿Qué te parece? ¿Cena o la ópera? 
Giré la cabeza, volviendo a mirar el documento que estaba 
leyendo. 
—Que sea cena. 
Realmente no tenía sentido que hablara. Ella era totalmente capaz 
de mantener una conversación sin mí. 
 
—Ethan, se supone que debes intervenir y decir: ¿Pero no vas a 
estar cansada después de pasar toda la tarde en el almuerzo, mi 
amor, la mia anima? 
Continué. 
—Y tendrías razón. Estaría cansada. Asesinar presidentes y 
tramar la caída de los mayores criminales del mundo son, en 
realidad, menos agotadores que las farsas de los aspirantes a 
aristócratas de esta ciudad, que fingen saber o dar una mierda por 
el arte. ¿Pero qué puedo hacer? El trabajo es el trabajo. Debo serfalsa con ellos. Pero después de eso, soy libre y toda tuya. La 
noche de la cita es importante, y nada puede cambiar eso. 
Me removí en mi asiento, tratando de ignorarla, pero ella era 
Calliope, y siempre tenía que ganar la guerra, aunque fuera en mi 
contra. Me besó un lado de mi rostro antes de acercar sus labios a 
mi oído. 
—PD. Te he ofrecido para que hables en el baile del gobernador 
mañana por la noche. 
Inmediatamente, aparté mi mirada de la tablet y me quedé 
mirando su rostro, que ahora estaba, si cabe, a menos de un 
centímetro del mío. Puso sus brazos sobre mis hombros. 
—No te preocupes. He escrito el discurso por ti, ya que no te 
importa. Y antes de que preguntes “si ibas a escribirlo, por qué no 
das el maldito discurso tú misma” recuerda que es un discurso en 
honor a la primera mujer gobernadora de la historia de este 
estado. Significa más viniendo de ti, el hijo de la primera 
gobernadora, que de tu esposa trofeo. 
—Eres un trofeo muy pesado. —La fulminé con la mirada. 
—Es porque estoy hecho de oro macizo, jefe. —Su sonrisa se 
amplió y me besó rápidamente los labios antes de retirarse. Se 
levantó de mi regazo para ajustarse la falda hasta la rodilla de su 
 
vestido de cóctel rojo de cuello redondo. Me di cuenta de que 
parecía una seductora chica pin-up de época, desde el estilo de su 
cabello hasta su cintura ajustada, pasando por el collar de 
diamantes que llevaba en el cuello. 
—¿No se supone que esto es un almuerzo benéfico? —Le pregunté. 
—Lo es. 
—El vestido podría ser un poco excesivo. 
—Tonterías. Las señoras decidieron subastarnos en citas para 
recaudar dinero este año —dijo, inclinándose lo suficiente como 
para que yo pudiera ver la parte superior de su pecho—. Y como 
mi esposo se negó a venir, tengo que esforzarme un poco más, ¿no 
crees? Si no, ¿cómo alguien va a pujar por mí? 
—La última vez que lo comprobé, se suponía que todos 
subastaban arte, no a ustedes mismas. 
—Deberías haberlo comprobado de nuevo. Además, el arte es tan 
aburrido de hacer todos los años. Necesitábamos mezclarlo un 
poco. 
Hice lo mejor que pude para no mostrar el fastidio que sentía 
surgir en mí, especialmente porque sabía que Calliope estaba 
haciendo esto a propósito. 
—Entonces, cuando dices que las damas decidieron subastar, 
quieres decir que tú lo decidiste. 
Sin ninguna vergüenza, asintió, besando un lado de mi rostro. 
—Pero no te preocupes; realmente no tienes que venir. 
—No lo haré —afirmé con frialdad, levantando de nuevo la 
Tablet—. De hecho, estoy aún más enfadado contigo. En lugar de 
explicarte, has cambiado la subasta para ponerme celoso, para 
 
distraerme de mi enfado original contigo. ¿Parezco tan irreflexivo 
como para ser manipulado tan fácilmente? Adelante, diviértete. 
—¿Por qué tendría que distraerte? —tuvo la audacia de 
preguntar—. No he hecho nada de lo que avergonzarme. 
—¿Lo has hecho alguna vez? 
—No —respondió ella, a pesar de mi sarcasmo—. Y no te 
preocupes, me lo pasaré en grande. Mientras tú te enfurruñas 
aquí enfadado por mierdas del pasado que yo no puedo cambiar, 
ni lo haría. 
—¿Ni lo harías? —Mi agarre se tensó, pero me negué a mirarla—. 
¿De verdad? 
—¿Vienes o no? 
—Ya he dicho que no. 
—Imbécil. 
La ignoré, así que tomó su bolso de la mesa y se levantó para irse. 
—Sólo recuerda, mientras me divierto, que te ofrecí una rama de 
olivo, y la rechazaste. 
SLAM. 
Mirando la puerta por un momento, levanté la tableta para 
lanzarla, sólo para que la puerta se abriera, y me detuve. Sin 
embargo, Calliope no volvió a entrar. 
—¿Todavía hay problemas en el paraíso? —preguntó el tío Neal, 
enarcando una ceja mientras miraba hacia el pasillo y luego hacia 
mí—. ¿Qué ha pasado esta semana? Habían estado muy 
enamorados estos últimos meses... todo lo que podían estar, 
supongo. 
—¿Necesitas algo? —pregunté. 
 
Se rio, entrando en el estudio. 
—¿No puede un tío comprobar cómo está su sobrino de vez en 
cuando? 
—Eso depende de lo que esté comprobando —murmuré, frotando 
un lado de mi cabeza, tratando de distraerme del pensamiento de 
mi loca esposa. 
—¿Hay algún tema por el que no te importe que te 
comprueben? —volvió a presionar. 
Y no lo había. Así que no contesté. En su lugar, me senté allí 
haciendo exactamente lo que ella dijo que haría, enfurruñándome. 
Lo peor era que ni siquiera podía cerrar los ojos sin olerla o 
recordar ese maldito vestido que llevaba. 
—Toma. 
Miré el vaso con brandy. 
—Son las diez de la mañana, tío. 
—Y son las cuatro de la tarde en Dublín —dijo, empujando el vaso 
hacia mí—. Los problemas con las esposas bajan más fácilmente 
con el licor marrón. 
—Mmm. —Tomé el vaso, lo removí y me acomodé en mi asiento 
mientras él tomaba asiento en el sillón de cuero frente a mí. 
—¿Por qué se pelearon? 
No respondí. 
—Sea lo que sea por lo que estén peleando, déjenla ganar —dijo, 
dando un sorbo a su bebida, lo que me hizo entrecerrar los ojos 
hacia él. ¿Qué clase de consejo era ese, especialmente viniendo de 
él? Todos en esta familia parecían creer que yo cedía demasiado 
con ella. 
 
—No me mires así. Lo digo por tu bien —añadió. 
—¿Es así? 
—Es así. —Se burló de mi tono—. No me fiaba de ella cuando llegó 
aquí. Pero después del último año, ahora estoy seguro de que es la 
única en el mundo que puede manejarte de verdad. 
—¿Manejarme? —¿Era yo un jabalí? 
Asintió. 
—Sí, manejarte. O vas a negar que estás mucho más relajado y 
libre desde que Calliope entró en esta casa. 
Lo miré fijamente. Si eso es cierto, ¿por qué mandó a sus hijos 
fuera de esta casa? es lo que quería decir, pero en lugar de eso me 
centré en este tema. 
—Estoy tan relajado como siempre —mentí. 
—Son las 10 de la mañana. Estás leyendo, tomando una bebida 
con tu tío y enfadado con tu esposa. 
Ahí estaba esa palabra de nuevo. Enfadado. 
—Yo no te invité aquí, tío. 
—Y si fuera hace un año, ya te habrías ido. De hecho, ni siquiera 
habrías estado en la casa en este momento. En cambio, estarías 
en South Bend revisando los suministros. O teniendo una reunión 
privada con el jefe de otra familia. O estarías en alguna reunión 
matutina con políticos. 
—Tengo una reunión a las dos. 
—De verdad. ¿Una reunión? ¿Sólo una? ¿Por qué? —presionó—. 
¿Porque tu esposa se encarga de los políticos, de sus esposas, de 
las reuniones de la comunidad, de las organizaciones benéficas, 
de todas las cosas que odias, mientras tú te centras en el negocio? 
 
Ella sólo te dice cuándo tienes que aparecer y sonreír para las 
cámaras. Y tú lo prefieres así. Desde que eras joven, nunca te ha 
gustado ensuciarte las manos de verdad. Prefieres utilizar a otras 
personas para conseguir lo que quieres. Y me he dado cuenta de 
que Calliope te permite utilizarla en lo que necesites. 
—Fíjate menos, tío. Fíjate menos —respondí antes de dar un sorbo 
a mi bebida. 
—¿Por qué? ¿Me he tropezado con un gran secreto? —Se rio de 
mí—. Bueno, no quiero entrar en tu punto de mira. Lo único que 
digo es que, después de lo que le pasó a Cora, esta familia podría 
haberse desmoronado. De hecho, todavía estamos heridos. Pero 
gracias a que Calliope y tú siguen como lo hacen, arrastrándonos 
hacia adelante como si nada hubiera pasado, remendando las 
grietas sobre la marcha, hemos llegado hasta aquí. El negocio es 
ahora tan fuerte como siempre; las familias han ido recuperando 
la confianza en ustedes. La ciudad está más tranquila, y ustedes 
dos son la pareja del año. Bravo. Levantó su vaso hacia mí antes 
de terminar su bebida. 
Hice un chasquido con mi mandíbula. Esto era demasiado 
conveniente y unilateral a favor de Calliope. 
—Ella te dijo que vinieras aquí y me contaras todo esto, ¿verdad? 
Sonrió, dejando el vaso sobre la mesa. 
—Lo que la señora Callahan quiere, la señora Callahan lo 
consigue. Buena suerte en la subasta benéfica. 
Negué con la cabeza, terminando mi bebida mientras se iba. 
Calliopeera realmente implacable. Era una de las cosas que me 
gustaban de ella. Pero cada vez que utilizaba sus artimañas 
conmigo, me daban ganas de estrangularla. No me gustaba ser 
controlado por nadie, y sin embargo me encontraba bajo su 
maldito pulgar de todos modos. Sabía exactamente qué botones 
 
apretar. Me levanté de la silla, tomé mi chaqueta y me ajusté los 
gemelos antes de dirigirme a la puerta. 
Al salir, Dino, mi guardaespaldas personal, se apartó de la pared y 
se acercó a mí. Asintió una vez con la cabeza. No dije nada y me 
dirigí a la entrada de la casa. A cada paso, me debatía entre 
abofetear o burlarme de mí mismo. Habían pasado muchas cosas 
en un año. Pero lo más importante había sido el cambio de imagen 
de Calliope y de mí en la ciudad. Las noticias de la mañana nos 
llamaban el renacimiento de la vieja realeza americana. 
¿Esposa trofeo? 
Pasó de no ser reconocida en absoluto a ser la mujer que todos 
querían ser. 
Calliope era ahora una princesa con la misión de ser reina. 
Al salir al exterior, el familiar viento frío de noviembre sopló a mi 
alrededor, provocando escalofríos en mi piel. El 30 de diciembre 
estaba a la vuelta de la esquina. Calliope estaba de pie frente al 
Bentley, con una chaqueta de piel blanca colgada sobre los 
hombros. Me devolvió la mirada. Sus ojos se entrecerraron y, sin 
decir nada, se dirigió al auto mientras Monk le abría la puerta. 
Con Dino y los demás aquí, había sido relegado a conductor. 
Adelantándome, empujé la puerta para cerrarla antes de que ella 
pudiera entrar. 
Ella suspiró. 
—¿De verdad? 
Me acerqué y le toqué un lado de la cara. 
—A veces me molestas mucho. 
—Lo mismo... 
 
Acercando sus labios a los míos, la besé y, como siempre, me 
devolvió el beso, introduciendo su lengua en mi boca. Su cuerpo 
se apretó contra el mío; pude sentir cómo sus pezones se 
endurecían a través del vestido. Me retiré y la miré con dureza. 
—Ve a cambiarte. 
—No. 
—¿Quién rechaza ahora una rama de olivo? 
—Castígame por eso esta noche. Llegamos tarde, y cuanto más 
tiempo me tengas en el frío, peor será. 
—Maldito seas. 
Ella sonrió. 
—Así que fuiste tú quien me maldijo. 
—Estoy seguro de que no soy el único —murmuré, asintiendo 
para que nos abrieran la puerta. 
Sólo cuando estuvimos dentro puso su mano en la mía y dijo: 
—Pero la tuya es la única que me importa. Ahora, ven para que 
pueda contarte el plan de juego. 
El hecho de que la amara me molestaba, maldición. 
 
 
DOS 
“Tengo una maldad dentro de mí, 
real como un órgano” 
~ Gillian Flynn ~ 
 
CALLIOPE 
 
El último año había sido el mejor de mi vida. Fue como un sueño, 
como todo lo que siempre había deseado pero que no sabía cómo 
hacer realidad. Por fin lo tenía todo. Salí a la calle con la mejor 
ropa, zapatos y joyas, con el mejor hombre del brazo. Nos pusimos 
de pie, orgullosos y erguidos, ante los vítores, los aplausos y los 
flashes de las cámaras. Nuestras fotos aparecerían en las portadas 
de las revistas y se enviarían a todos los hogares de la ciudad... 
incluso del país. Todo lo que quería era mío con un simple 
susurro. Cuando entraba en una habitación, todo el mundo giraba 
la cabeza y me prestaba atención, quisiera o no. Incluso mi 
padrastro, mi madre y mis hermanas ya no podían ignorarme. 
Habían mejorado a la hora de ocultar su evidente odio y miedo y 
se habían convertido en buenas marionetas. La familia de Ethan 
también. Todos habían caído en la fila. 
Y además, el mayor regalo de todos era mi hija, que por fin era 
feliz. Era libre de llamar a su padre o a mí, y libre de llamarse a sí 
misma Callahan. 
Sí, eso era la perfección... pero la perfección también era una 
ilusión. Bajo esta gran fachada de familia y lujo había sangre. Algo 
que yo había derramado. Otra que había sido derramada mucho 
 
antes que yo. Se filtraba y se derramaba por cada rincón, grieta y 
abertura que tocaba, pisaba o abría. ¿Cómo no perder la cabeza? 
¿Cómo seguía sonriendo? Cómo continué a pesar de la sangre que 
cubría mis manos... no, no eran sólo mis manos en este momento; 
estaba cubierta de sangre de pies a cabeza. Pero seguí adelante 
porque todos los demás también lo hacían. Este mundo era un 
cementerio, y los que vivían lo hacían para bailar sobre los 
muertos. 
—Oh, pero yo no he matado a nadie —decían algunos, como si 
fueran menos monstruos, como si no vieran a los que sí mataban 
y desviaban la mirada. Como si no vivieran en una gran nación 
que se ha convertido en esa nación a base de embrutecer a los 
débiles y a los impotentes. Como si no supieran que viven en un 
privilegio traído por alguien con las manos ensangrentadas. 
¿Era yo un monstruo? 
Porque maté y mentí para llegar aquí. 
¿Era yo un monstruo? 
No. No lo era. 
Era como ellos. Débil hasta que decidí no ser débil. Impotente 
hasta que decidí no serlo. Cubierta de sangre como ellos o sus 
abuelos o sus bisabuelos. 
No era un monstruo. 
Era algo mucho peor. 
Era un ser humano. 
Me pusieron en esta tierra para luchar por llegar a la cima, contra 
otros humanos, de manera que no me avergonzara. No me 
arrepentiría. Ni siquiera me lavaría la sangre de mis manos. Sí, 
esta era yo. Y no importaba lo malvada, cruel o despiadada que 
alguien me considerara... aún así iban a girar la cabeza y darme 
 
respeto. Porque sabían, en el fondo, que la clase de persona que 
eras no importaba mientras estuvieras en la cima. 
—En el último año, tomó las riendas y ha demostrado ser una luz 
guía, una fuerza inamovible de cambio y bien. Nos ha aportado 
muchas ideas únicas y creativas, como la que hoy nos trae aquí. 
Ella ha donado su tiempo para elevar a las mujeres y los niños, 
así como ha creado más de doscientas nuevas oportunidades para 
los adolescentes huérfanos en todo el estado, lo que les permite no 
sólo ver, sino ser parte de las bellas artes. Señoras y señores, 
tengo el honor y el privilegio de presentarles a una de las mujeres 
más amables y caritativas que he tenido el placer de conocer, la 
presidenta de la Asociación Femenina de Bellas Artes de Chicago, 
Calliope Orsini Callahan, ayúdenme a darle la bienvenida al 
escenario —anunció Fatimah Gupta, la esposa del ex alcalde de 
Chicago, el hombre al que Ethan mató y colgó de un puente. Se 
giró para darme la bienvenida al escenario con la sonrisa más 
falsa en su rostro. 
Ethan, siempre un caballero en público, me dio el brazo para 
ayudarme a levantarme de la mesa. Pude ver la diversión en sus 
ojos ante su presentación. Pero lo ignoré y me adelanté, subí a las 
escaleras del escenario mientras todos los demás aplaudían. Allí, 
Fatimah me abrió los brazos y yo a ella. Nos besamos la mejilla, y 
casi me recordó a Judas cuando besó a Jesús. No es que yo fuera 
Jesús. Pero Fatimah había sacado mucho provecho de la muerte 
de su esposo durante el último año, aprovechando cada mirada 
para obtener simpatía, apoyo y poder. Haciendo de viuda afligida a 
pesar de que había tenido una aventura muy seria e incluso 
estaba embarazada del hijo de su amante, al que hizo pasar por el 
de su marido muerto. Y saber eso la hacía tolerable. 
—Gracias, gracias —sonreí, asintiendo cuando los aplausos se 
apagaron—. Decir que estoy agradecida a la Asociación Femenina 
de Bellas Artes de Chicago, por haberme nombrado su presidenta, 
sería una mentira. Cuando me lo pidieron, no pensé que estuviera 
 
cualificada, sobre todo después de haber sido miembro durante 
tan poco tiempo. Pero después de ver la cantidad de papeles, 
ahora entiendo por qué se lo dieron a la chica nueva. 
Algunos se rieron mientras otros se limitaron a sonreírme. 
—Cuando anunciamos una subasta de mujeres para la 
recaudación de fondos de este año, los grupos de derechos de la 
mujer y otras líderes del empoderamiento femenino me 
arremetieron por crear una atmósfera de sexismo… palabras de 
una, Molly Wright, en Twitter esta mañana. Otra dijo que era 
arcaicoy francamente poco original. 
—Boo... 
—No, no abucheen. —Sacudí la cabeza—. No creo en los 
abucheos; creo en el dinero. Y si pudieran pagar una cifra lo 
suficientemente grande como para no celebrar este evento, una 
cantidad que proporcionara cientos de servicios que promovieran 
y elevaran a artistas, gestores, comisarios... tanto hombres como 
mujeres... de toda esta ciudad, habría aceptado esa oferta. Pero 
no lo hicieron. Así que aquí estamos. Mujeres de mentes abiertas y 
libre albedrío... —Sonreí, mirando a Ethan— viendo lo mucho que 
nuestros esposos están dispuestos a derramar por nosotros. Ya he 
informado al mío para que llame al banco y les dé un aviso. 
Eso provocó más risas. Algunos hombres incluso levantaron sus 
copas hacia Ethan mientras éste negaba con la cabeza. 
Finalmente, se limitó a asentir, con una pequeña sonrisa en los 
labios. 
—Pero en serio —hablé, atrayendo de nuevo su atención hacia 
mí—. Las bellas artes, de hecho, todo el arte, diría que siempre se 
ha centrado en una cosa... la belleza. La apreciación de la belleza 
en nuestra humanidad. Desde El nacimiento de Venus de Sandro 
Botticelli hasta La Chica del Pendiente de Perla de Johannes 
Vermeer, pasando por la Mona Lisa de Leonardo da Vinci. Los 
 
artistas han contemplado a las mujeres de carne y hueso y han 
dicho que esta belleza debe ser recordada para siempre. Las 
bellezas que están hoy aquí para esta subasta pueden quedar 
grabadas para siempre en la historia. Las tres mejores, serán 
pintadas y expuestas en el Museo de Bellas Artes de Chicago por 
el pintor de renombre mundial, Antonello Torre Di Bello, que está 
aquí hoy. 
Le hice un gesto y se levantó de su asiento en medio de una ronda 
de aplausos. 
—Así que, sin más preámbulos, señoras y señores, abran sus 
carteras y comencemos. Fatimah. —Me hice a un lado para que 
ella pudiera empezar. 
Se adelantó, pero antes de que pudiera bajar las escaleras, dijo: 
—Señora Callahan, ¿a dónde cree que va? Es obvio que usted es 
nuestra primera concursante. 
Sacudí la cabeza. 
—Mi esposo tiene la tendencia a exagerar. No querría que nadie 
más se sintiera incómodo desde el principio... 
—¡Un dólar! 
Me giré para ver a Ethan sosteniendo una paleta de subasta en el 
aire con una sonrisa completa en su estúpida boca por esa oferta 
vergonzosa. Hice un chasquido con la mandíbula hacia un lado, 
con los ojos entrecerrados sobre él. Volviendo a mirar a Fátimah, 
sonreí y asentí. 
—Supongo que soy la primera, y la oferta inicial es de un dólar. 
Obviamente, no me gusta. 
—Muy bien. Dos dólares. —Ethan gritó. 
Iba a matarlo después. 
 
Si él quería jugar así. Yo también lo haría. 
Miré a Dino, que estaba detrás de él, hacia la esquina de la 
habitación. Sin embargo, no me miraba a mí, el traidor. 
—Señor Callahan, aparentemente usted es ciego a su 
bendición —dijo Antonello Torre Di Bello, levantando su paleta. 
Sus ojos azules brillaban como los de un superhéroe—. Veinte mil 
por la belleza de los ojos grises. 
Ante eso, le guiñé un ojo. Porque había que tener bolas. 
Normalmente, nadie más pujaría contra un Callahan, 
especialmente Ethan Callahan, en su cara... por su mujer. Pero 
desde que lo hizo, todos los demás ya no tenían miedo de hacerlo. 
—25,000. 
—25.000 al hombre de traje gris. —Fatimah finalmente se acordó 
de hacer su trabajo. 
—50,000. 
—50.000 para el hombre de la derecha. 
Dejé de escuchar, francamente, todos estos números eran 
demasiado bajos, y me molestó mucho que Ethan me hubiera 
puesto en este maldito camino. No me gustaba estar aquí de pie 
más de un segundo. Se lo había dicho en el auto. Por eso se 
suponía que debía empezar con dos millones, y luego yo me reiría 
y me alejaría mientras él se establecía en cinco. 
Y aquí estábamos llegando a los 200.000 dólares. Ethan no 
levantó su paleta. En su lugar, estaba desplazándose por su 
teléfono. El hijo de puta estaba haciendo esto sólo para 
enfadarme. Oh, definitivamente iba a sostener uno de estos y 
dejar que lo comprara alguna mujer poco atractiva con labios de 
rana. 
—Tenemos 350.000 dólares... 
 
—$3,000,000. 
Se hizo un silencio en la sala y miré a Ethan, aunque sabía que no 
era su voz, porque quería ver si alguien había pujado mientras él 
fingía que no le importaba. Pero la mirada de rabia en sus ojos me 
dijo que no era el caso. Así que me giré de nuevo para ver a una 
mujer vestida con un traje blanco de tres piezas, zapatos rojos de 
Christian Louboutin y grandes gafas de sol negras de Christian 
Dior sobre su rostro, sosteniendo una paleta. Su cabello oscuro, 
con un solo mechón de canas en la parte delantera, se detenía 
justo por debajo de los hombros. Todo el mundo la miraba como si 
hubiera puesto en pausa la habitación con un mando a distancia. 
Aunque no sabían quién era, sentían quién era. 
—5.000.000 de dólares —la voz de Ethan rompió el silencio. 
Ella inclinó la cabeza y sonrió. 
—5,500,000. 
—6,000,000. 
—6.500.000 —respondió ella. 
Ethan se levantó de su silla. 
—7 millones de dólares. 
—7,5 —respondió la mujer, cruzando una pierna sobre la otra. 
—Señora —dijo Ethan mientras cruzaba el pequeño pasillo hacia 
ella—. Mi esposa y yo estamos teniendo una pequeña disputa. Y 
no me gustaría gastar tanto hoy. ¿Me harías el favor de retirarse? 
—No. —Ella respondió tranquilamente. 
—$50,000,000. —Ethan levantó su paleta. 
Ugh. Joder, ahora la gente hablaría de que habíamos malgastado 
tanto dinero. 
 
—55 millones de dólares —replicó la mujer, levantándose de la 
silla—. Lo siento, señor Callahan. Mi esposo y yo nos hemos 
interesado mucho por su esposa. Así que, por desgracia, es usted 
quien tendrá que retirarse. 
—Mi padre me enseñó que un Callahan siempre se sale con la 
suya. —La voz de Ethan era gélida. 
—Y yo que creía que un Callahan sólo recibía una bala. —Ella 
sonrió. 
Mierda, esto estaba en espiral. Me dirigí al podio para hablar 
cuando Ethan sacó un arma. Lo que hizo que Dino y todos los 
demás guardias hicieran lo mismo. 
—Tú lo sabrías, ¿no es así madre? 
Se quitó las gafas ante los jadeos de la sala, pero a mí me 
preocupaba más la luz roja que brillaba en su sien y la otra en la 
mía. 
—¿De verdad creías que los dejaríamos hacer esto a los 
dos? —preguntó ella. 
—¡Ethan! —grité, tratando de moverme, pero era demasiado tarde. 
BANG. 
El sonido hizo que un escalofrío recorriera mi columna vertebral. 
—¡Ethan! 
 
 
 
 
 
ETHAN 
 
—¡Ethan! —gritó Calliope, levantándose bruscamente de la cama, 
con los ojos muy abiertos y enloquecidos, mirando a la izquierda y 
a la derecha de la habitación antes de volver a mirarme a mí, 
tumbado en la cama a su lado. 
—Oh, Dios. Sólo ha sido un sueño. —Exhaló con una mano sobre 
el corazón—. Un maldito sueño. 
—Los sueños son cosas buenas. Las pesadillas son cosas malas. 
Entonces, ¿fue algo bueno lo que pasó, o quieres decir que sólo 
fue una pesadilla? —Respondí. 
Su cabeza se giró hacia mí, mirándome fijamente. Y en lugar de 
usar sus palabras, tomó la almohada de su espalda y me la lanzó 
a la cara. La atrapé y la devolví a su sitio, a mi lado. Se pasó las 
manos por el cabello, pensando durante un largo momento, 
respirando profundamente. 
Cerrando el libro, lo puse en la mesita de noche. 
—¿Qué pasó en esta pesadilla tuya? 
—Nada —susurró, y se dispuso a salir de la cama cuando le 
agarré la muñeca y la atraje de nuevo junto a mí. No me miró a los 
ojos. 
—Desde la subasta de esta mañana, has estado en una nebulosa. 
¿Estás bien? 
Permaneció en silencio durante tanto tiempo que pensé que se 
había olvidado de que yo estaba aquí. Lentamente se volvió hacia 
mí, con un rostro confuso: 
—No recuerdo la subasta. 
 
—¿Qué? 
—Recuerdo que me subí al auto, llegué, y de repente, estaba de 
vuelta. —El ceño de su rostro se frunció. Y pude ver el sudor en 
su cuello—. Creo que se desvaneció mi memoria. ¿Por qué ibaa 
desvanecerse? Algo va mal. Me conozco. Me he perdido algo. 
Me acerqué y le puse la mano en la frente. 
—Tienes fiebre. 
—¿Fiebre? —Se levantó para tocarse el pulso y me miró, con los 
ojos muy abiertos. Rápidamente se liberó de mi agarre y se levantó 
para ir directamente al pie de la cama. Allí levantó la otomana, 
rebuscando en ella con la misma rapidez. 
—¿Y qué estás haciendo? 
—¡Creo que alguien me ha envenenado! —espetó furiosa, abriendo 
una pequeña caja de música y sacando un frasco de cristal con un 
líquido amarillo. 
—¡Calliope! ¡Es sólo fiebre! —grité cuando la loca se bebió lo que 
fuera que había en ese frasco. 
—Yo... no sólo tengo fiebre y desvanecimiento. —Jadeó antes de 
que su cuerpo empezara a temblar tanto que me apresuré a 
agarrar su lado derecho para sostenerla—. Si vomito rojo, estoy 
equivocada, si es negro, estoy en lo cierto... ¿quieres apostar? 
—Estás loca —le murmuré, ayudándola a levantarse. Ella era 
capaz de hablar; en cambio, se desplomó en mis brazos—. 
¡Calliope! 
Temblando, se dio la vuelta, tosiendo sangre negra sobre un lado 
de la cama, al verla, sonrió, jadeando en busca de aire, con las 
manos cerradas en puños mientras escupía maldiciones. 
—Maldita Melody. 
 
Así que no era ella la que estaba loca. 
Era yo. 
Yo por olvidar brevemente el tipo de mujer que era mi madre. 
Tomando mi teléfono, marqué un número. 
—¿Qué es...? 
—¡Ven aquí ahora! 
 
 
 
 
TRES 
“Apuñala el cuerpo y se cura, 
pero hiere el corazón y la herida dura toda la vida” 
~ Mineko Iwasaki ~ 
 
ETHAN 
 
—¿Qué mierda ha tomado? —preguntó Wyatt, limpiándose las 
manos mientras se levantaba del lado de Calliope. 
Se había desmayado casi inmediatamente después de toser aquel 
vómito negro. Ahora estaba tumbada en la cama, temblando, con 
el rostro tan rojo que parecía haberle salido una urticaria desde la 
base del cuello hasta la parte superior de la cabeza. Estaba claro 
que le dolía. 
—Como no soy un experto en venenos y el frasco no estaba 
etiquetado, no lo sé —respondí, agarrándome la muñeca sólo para 
impedirme atravesar la puta pared con la mano—. ¿Cómo está 
ella? 
—Bien, o al menos tan bien como se puede estar después de 
haber sido envenenada. La fiebre es la forma que tiene el cuerpo 
de combatir lo que sea que haya atacado su sistema. Le di algunos 
antibióticos generales, ya que no sé lo que tomó. Sabré más por la 
mañana —susurró, mirando por encima de sus hombros—. Y yo 
que pensaba que era casi indestructible. 
—¿Te divierte? —Porque yo no lo estoy, maldición 
 
—Eso no es lo que quería decir... 
Agarré su camisa, acercando su rostro al mío. 
—Hermanito, incluso ahora, casi un año después, sé que te sigue 
cayendo mal, y que no confías en ella. Así que no me mientas en 
la cara y me digas que no era eso lo que querías decir. Ayúdala y 
luego vuelve a fingir que confías en mí. 
Su rostro se agarrotó, sus dientes rechinaron. 
—Sigues pidiéndonos a todos que confiemos en ti sin darnos la 
razón para hacerlo. 
—¡La razón es que somos familia! 
—¿De verdad? —espetó—. ¡De verdad! La tía Coraline también era 
parte de la puta familia; también confiaba en ti, ¡Y ahora está 
muerta! Y la historia que nos contaron no tiene sentido ni para mí 
ni para nadie. ¡Ni entonces, ni un año después! Desde que 
Calliope llegó a nuestra casa, es como si estuviéramos malditos. El 
tío Declan está tan deprimido que ya no habla. Tuve que ponerle 
un puto tubo de alimentación cuando dejó de comer, maldición. 
Darcy... lo siento, Killian rara vez muestra su rostro por aquí. Esta 
familia se ha ido a la mierda, y tú ni siquiera parpadeaste. 
Seguiste presionando, como si todo fuera perfecto. ¿Y ahora está 
un poco enferma y estás dispuesto a luchar? ¿Dónde estaba toda 
esa energía antes? 
Idiotas. 
Todos ellos. 
Eran idiotas que nunca pudieron pensar más allá de su propio 
entendimiento. No podían racionalizar. No podían ver lo que yo 
veía, y por eso se cagaban en todo cada puta vez. 
 
—Como siempre, hermanito, tu mente no está donde necesito que 
esté. —Solté su camisa, empujándolo a un lado para poder 
sentarme junto a su cama. 
—Ella te ciega, Ethan. Ojalá pudieras ver lo que todos los demás 
ven. 
—Vete. —Gruño. 
Se quedó parado. 
—He dicho que te vayas antes de que sospeche que tú mismo la 
has envenenado. 
Suspirando y murmurando en voz baja, tomó sus cosas y salió de 
la habitación. Cuando se fue, puse la mano junto a su mejilla. 
—Por lo visto, hemos calculado mal, la mia anima —murmuré, 
apartando el cabello de su rostro—. ¿Y qué pasó con lo de que 
eras buena con los venenos? 
Esperé su respuesta ingeniosa, pero no hubo ninguna. Estaba 
tumbada, temblando. Cuanto más la miraba, más me enfadaba. 
Enfadado con ella por estar en esta situación. Enfadado conmigo 
mismo por no haberme dado cuenta... y más enfadado con la 
gente que le hizo esto. 
Ring. 
Ring. 
—¿Qué pasa? —Dije, levantando el teléfono. 
—Jefe —dijo Dino Tacinelli— no hay cintas de la subasta de hoy, 
en ningún sitio. Ni siquiera hay ya una grabación de un móvil 
colgada en internet. 
—Lo que quieres decir es que alguien las borró. 
—Sí. 
 
Me reí amargamente y colgué. Por supuesto, no sería tan fácil. 
Nada era fácil en una guerra. Especialmente en una civil. Sin 
embargo, yo -como decía Wyatt- no veía el mundo como los demás 
porque no era como los demás. Mis padres, mi hermano y todos 
los demás, parecían olvidar quién era yo. Podían borrar todas las 
cintas del mundo, pero no podían borrar mi mente. Sentada en la 
cama junto a ella, con la espalda apoyada en el cabecero, cerré los 
ojos, rebobinando hacia esta mañana. 
 
HORAS ANTES 
 
—¡Vendido, a ese apuesto joven de negro! —gritó y sonrió. 
Poniendo los ojos en blanco, me limité a beber, observando cómo 
casi saltaba, chocando los cinco con algunas mujeres, hasta que 
volvió a nuestra mesa, ocupando su lugar a mi lado. 
—¿Alguna vez te cansas? —Le pregunté. 
—No. —Me guiñó un ojo, tomando la cereza del borde del vaso y 
metiéndosela en la boca—. Es mi superpoder. 
—De todas las cosas que podrías tener como 
superpoder —respondí mientras la camarera le traía a Calliope una 
copa, pero ella hizo un gesto de desestimación. Luego se lo pensó y 
la tomó, de todos modos, comiéndose la cereza de la misma y 
dándome la bebida—. ¿Por qué has hecho que te sirvan mimosas 
hawaianas si no te gustan las piñas? 
—Porque tu madre siempre las hacía servir ya que son más caras. 
Si cambiara las cosas, parecería que soy mezquina e intento 
ensombrecer su memoria —me susurró—. Dame uno o dos años 
más y este menú cambiará. 
 
PRESENTE 
 
Mis ojos se abrieron de golpe al darme cuenta de lo que había 
pasado. 
Nadie había puesto nada en su comida o bebida. 
Ella no había bebido. 
El veneno estaba dentro de las cerezas. 
El antídoto estaba en las mimosas o en la piña. Cuando maldijo a 
mi madre, pensé que mi madre se había disfrazado de alguna 
manera y había venido esta mañana. Pero eso sería demasiado 
arriesgado, no con todos nuestros hombres y algunos de nuestra 
familia alrededor. No después de lo que había hecho Calliope la 
última vez que se habían acercado demasiado. No, ella había 
dicho: “Maldita Melody” porque el veneno era de sus mimosas 
hawaianas. 
De alguna manera, alguien sabía que a Calliope no le gustaban las 
piñas y estaba seguro de que no cambiaría el menú. 
Mirando su cuerpo tembloroso, exhalé profundamente. Sí, 
habíamos calculado mal... mantuvimos al resto de la familia en la 
oscuridad para mantenerlos al margen de esto. Y ahora estaban 
contra nosotros. 
Malditos traidores. 
 
 
 
 
 
WYATT 
 
—¿Cómo está? —fue lo primero que preguntó Helen cuando entré 
en la habitación. 
—De alguna manera lo descubrió y se dio un antídoto. 
—¿Cómo? —se mofó, arrojando con rabia el paño que tenía en las 
manos a la palangana con agua que había junto a la cama, antesde volver la cabeza hacia mí. Sus ojos marrones estaban furiosos, 
cansados y todavía llenos de dolor. 
Me acerqué, dejé el bolso y me coloqué frente a ella. 
—Helen, cariño, sé que estás disgustada, pero no puedes seguir 
así. 
Ella se apartó. 
—¿Cómo se supone que voy a seguir adelante, Wyatt? ¿Cómo? 
Mira a mi padre. 
No quería hacerlo. 
El hombre que ahora yacía en la cama junto a ella no era el tío 
que conocía. El tío que conocía estaba alerta, siempre dispuesto a 
dar consejos, a romperme las bolas; era fuerte y vivaz. No este 
hombre roto que yacía en la cama. Había perdido peso, negándose 
a comer la mayoría de los días. Casi se suicidó la primera semana 
después de la muerte de la tía Cora. Si no fuera porque Helen se 
cernía sobre él, entrando a toda prisa en el baño cuando no 
respondía, no habría vivido. Desde entonces… y durante un año… 
había pasado todo su tiempo libre vigilándolo... y planeando la 
caída de Calliope Callahan. 
 
—Ya no puedes ni mirarlo —susurró, acercándose para tomar el 
paño de la palangana y usarlo para terminar de limpiar las manos 
de su padre—. Está aquí, sufriendo, y tú has ido a ver a esa zorra. 
—¿Qué quieres que haga, Helen? —Sentía como si estuviera 
cayendo más y más profundo en el infierno cada día—. Si no 
hubiera ido a ayudar, Ethan se daría cuenta. Entonces tú serías 
la siguiente que perdería. No puedo permitir eso. Si tengo que 
mantenerla viva para salvarte, entonces lo haré por el tiempo que 
sea necesario, pero preciso que des un paso atrás. Por favor, nena. 
Por favor. 
Sus labios temblaron y sus ojos volvieron a llenarse de lágrimas. 
—Ella mató a mi madre. Mi mamá fue amable con ella, la aceptó, 
y ella la pisoteó como un felpudo. Es malvada, y la mataré aunque 
sea lo último que haga. 
Tragué con fuerza. Levantándome, besé la frente de Helen. 
—Volveré. ¿De acuerdo? No seas estúpida mientras esté afuera. 
Helen no dijo nada, y eso sólo hizo que el miedo dentro de mí 
creciera. 
—Helen, por mi bien, por favor, prométemelo. 
—Por ahora. No haré nada. Por ahora —murmuró Helen—. 
Necesito pensar de todos modos. 
Eso era lo mejor que iba a conseguir, así que no dije nada más, 
agarrando mi bolso de trabajo de la esquina y dirigiéndome a la 
puerta. Esta... esta era la mierda de la que hablaba. Nuestra gran 
familia había caído en esto... mentiras, puñaladas por la espalda, 
traición, veneno. Pensé en todas las lecciones que mis padres me 
habían enseñado mientras salía de la habitación y me dirigía al 
garaje. La forma en que una familia caía era cuando se dividía 
desde adentro. Y eso era lo que nos había hecho Calliope. Nos 
 
había arrebatado a Ethan con amor, y luego a la tía Coraline con 
odio, dejándonos al resto a recoger los pedazos. 
¿Qué diablos podíamos hacer? 
Defenderme. 
Ese era mi instinto. 
Cuando alguien ataca a la familia, luchas hasta la muerte. 
¿Pero qué se suponía que debía hacer cuando estaba luchando 
contra mi hermano? Mi madre había hecho todo lo posible para 
asegurarse de que Ethan y yo nunca termináramos en bandos 
opuestos. Sin embargo, aquí estábamos, agarrándonos por el 
cuello. 
¿Era realmente así como debía ser? 
Sentado en mi auto, volví a respirar profundamente, apoyando la 
cabeza en el volante. 
—Eso no va a ayudar. 
Conocía esa voz. Nos perseguía a todos. 
Levantando lentamente la cabeza, miré por el espejo retrovisor 
para encontrar los ojos marrones de mi madre, sentada como si 
fuera su auto y yo su conductor personal. Su cabello era negro, 
excepto por un mechón gris plateado en la parte delantera. 
Llevaba un traje negro, pero no llevaba joyas. Casi se confundía 
con el interior del auto. 
Así era exactamente como lo había hecho la primera vez. 
 
 
 
 
WYATT 
DOS MESES ANTES 
 
—¿Ha terminado por esta noche, Doctor Callahan? —preguntó la 
enfermera desde detrás del puesto de urgencias. 
—Sí —dije, quitándome la credencial—. Buenas noches... 
—Ummm, ¿quieres tomar un café conmigo? —dijo rápidamente. 
Era casi medianoche. ¿Dónde diablos creía ella que podía 
conseguir un café a esta hora? Esa no era la cuestión, supuse. 
Era lo interesado que estaba. 
—Mi novia se enfadaría. Pero, gracias por la oferta. —Hice todo lo 
posible por ofrecer una sonrisa amable antes de darme la vuelta y 
caminar hacia los ascensores con mi bolso al hombro. Dentro, 
pulsé el botón del sótano antes de apoyarme en el panel, 
buscando en mi teléfono. 
Hoy no había respondido a ninguno de mis mensajes de texto. 
¿Había comido? ¿O incluso se había duchado hoy? No estaba 
seguro. Helen tenía el corazón roto antes, pero desde que había 
recibido ese paquete, estaba devastada, sabiendo que yo tenía 
razón. Algo no tenía sentido sobre cómo había muerto su madre. 
Toda esa noche no tenía sentido. Y no tenía sentido por culpa de 
la maldita Calliope. Lo sabía. La mujer era una serpiente, un 
cáncer. Nos estaba matando a todos desde adentro. ¿Y Ethan? Ni 
siquiera tenía palabras para el maldito Ethan. 
Salí al estacionamiento y me dirigí al tercer puesto; las dos 
primeras eran para el jefe del hospital y la presidenta de la junta 
directiva, aunque no debería haber tenido ningún puesto. Pero las 
reglas eran diferentes para los Callahan. Desbloqueé la puerta, 
 
dejé mi bolso en el asiento del copiloto y me recosté, cerrando los 
ojos. 
—¿Por qué la gente nunca revisa el asiento trasero de sus autos al 
entrar? 
Esa voz. 
Me di la vuelta tan rápido que casi me golpeé con el volante, y vi a 
los dos sentados despreocupadamente... mi madre, vestida con 
una camisa abotonada y unos jeans, mirándome fijamente con 
sus ojos marrones, y mi padre, a su lado, vestido con un jersey 
verde y unos jeans también. 
—Uno pensaría que nuestros hijos serían más inteligentes —dijo 
mi padre, llevándose a la boca una cucharada de gelatina de 
hospital. 
¿Estaba adentro? 
—Está mirando fijamente. ¿Crees que está en shock? —Mi madre 
se acercó y me puso la mano en la frente. 
Al contacto con su palma, di un pequeño salto hacia atrás. 
—Parece bastante consciente —respondió mi padre—. Si no, 
estamos en el hospital. Si lo dejamos afuera, alguien acabará 
viéndolo. 
—¿No te preocupa más que la gente los vea a los dos? —espeté—. 
¿Qué mierda están haciendo los dos aquí? 
—¿Me está maldiciendo? —preguntó mi madre, mirando a mi 
padre. 
—Sí. Por eso Dona es mi favorita —dijo para mi disgusto. 
Poniendo los ojos en blanco, me acomodé en mi asiento 
encendiendo el motor. 
 
—¿A dónde vamos? —Preguntó mi padre. 
—No sé qué harán ustedes, pero yo me voy a casa. —Respondí. 
—¿No es la mansión un poco deprimente ahora 
mismo? —preguntó mi madre. 
No dije nada, saliendo del estacionamiento antes de que alguien 
me viera. Nunca había agradecido tanto los cristales tintados. 
—Calliope mató a tu tía —continuó mi madre a pesar de que yo no 
respondía. 
—Lo sé —dije, agarrando el volante. 
—Gracias a nosotros, ya sabes. —Mi madre recalcó. 
De nuevo, no dije nada porque ¿qué podía decir? 
—¿Cómo está tu tío? —preguntó mi padre, con la voz ahora 
pesada y el ánimo ensombrecido. 
—Roto... todavía. 
—Tsk —fue todo lo que escuché de él, y cuando lo observé por el 
espejo retrovisor, estaba miraba por la ventana con furia. 
—Hay que detenerla —dijo mi madre. 
—¿Ella o ellos? —repliqué. 
—Ella es la razón por la que él está actuando así... 
—Madre, con todo respeto, Ethan es el maldito hermano mayor. 
Se supone que debe guiarnos. Se supone que ustedes lo 
prepararon para liderarnos, ¿y ahora culpas a una mujer por 
hacerlo caer? No, también es su culpa. 
El silencio. 
Tanto silencio que era ensordecedor. 
 
—¿Quieres matar a tu hermano? —Preguntó mi madre de forma 
rotunda. 
Respiré profundamente, sintiendo que la amargura se filtraba. 
—¿No me has preparado para no hacerlo? 
—Por lo visto, no se me da bien conseguir que mis hijos hagan lo 
que necesito que hagan. Así que poreso te lo 
pregunto —responde. 
Al detenerme en el semáforo en rojo, me frotó un lado de la 
cabeza. 
—Es mi hermano. Me ha ayudado... me ha salvado docenas de 
veces. Pero también ha puesto mi vida en peligro una docena de 
veces. No quiero matarlo. ¿Pero qué pasa si él quiere... no, qué 
pasa si esa mujer quiere que me mate? ¿O si luego va por Helen? 
¿Y entonces qué? ¿Se supone que debo darme la vuelta y 
aceptarlo? 
—No —mi padre finalmente habla de nuevo. 
—Entonces, vamos a salvarlo de ella. —Añadió mi madre. 
—Cómo demonios... —Hice una pausa, no quería seguir 
maldiciendo a mi madre pero sinceramente—. ¿Cómo? 
—Conduce por el paso subterráneo. —Ella asintió hacia adelante. 
Hice lo que me dijo, atravesando la zona industrial de la ciudad. 
Siguió dirigiéndome hasta que llegamos a un garaje destartalado. 
—Entra. 
Cuando lo hice, la vieja y oxidada puerta del garaje cayó detrás de 
nosotros, con un fuerte portazo, y mis padres abrieron sus 
puertas saliendo. 
 
—Supongo que debo estacionar, entonces —murmuré para mí, 
poniendo el auto en el puesto de estacionamiento y saliendo a un 
charco de agua sucia. Miré las manchas en los bajos de mis 
pantalones. 
—Cuidado en donde pisas —dijo mi padre un poco tarde con una 
sonrisa divertida en su rostro. 
—¡Gracias! —siseo. 
—Te has hecho alto —dijo mirándome de arriba a abajo. 
He tenido la misma altura desde que era adolescente. Un poco 
más de músculo, pero aparte de eso, seguía siendo el mismo. 
Supongo que ese no era el punto. 
—Más alto y más fuerte. Creo que ahora puedo ganarte en uno de 
esos combates de boxeo. 
Su ceja se levantó. 
—¿Pelearías con un viejo? 
—No eres viejo. Aunque las canas te sientan bien. 
Se rio y se acercó a mí, tirando de mí para abrazarme. Había 
pasado tanto tiempo desde la última vez que abracé a mi padre. 
Tanto que no recordaba cuándo había sido la última vez. Me dio 
una palmadita en la nuca. 
—Yo también te he echado de menos, chico. 
Le devolví el abrazo y, cuando nos separamos, se giró. Tenía los 
brazos abiertos por completo. 
—Vamos, Mel, deberíamos abrazar al que quiere abrazarnos. 
—Ethan entrará en razón. —Lo fulminó con la mirada antes de 
mirar hacia mí y agarrar mi rostro entre sus palmas, antes de 
abrazarme—. Menos mal que sigues siendo sensato... ¡Al menos 
 
cuando no estás en un maldito tiroteo! ¿Fue el año pasado? ¡Casi 
te mueres! ¿Por qué no te levantaste? Si tu hermano no está ahí, 
siempre necesitas a alguien que te vigile la espalda... 
—Mamá —me reí. ¿Cómo me hizo sentir como un niño otra vez?— 
Papá dijo que me abrazara, no que me diera un sermón hasta la 
muerte. 
Y así lo hizo. Y honestamente... había olvidado lo buenos que eran 
sus abrazos, incluso después de un sermón. 
—Yo... pensé que te habíamos perdido en ese entonces. —Dijo, 
con preocupación en su voz. 
—Soy demasiado terco para morir. 
—Bien. —Su voz se quebró y se apartó. 
Noté que sus labios temblaban. Pero ella lo superó y me paso sus 
manos por mis hombros. 
—No tenemos mucho tiempo. Tu padre y yo necesitamos tu ayuda 
para ayudar a tu hermano. ¿Puedes hacerlo con nosotros? 
—Con mucho gusto. 
 
WYATT – PRESENTE 
 
—Eres realmente audaz al volver así —murmuré—. ¿Cómo has 
entrado? 
—Es mi casa. Aunque cambie partes de ella y sustituya a las 
personas que están adentro, siempre será mi casa, y puedo 
encontrar la manera. 
—No deberías haberlo hecho —dije, saliendo del garaje. 
 
—¿Por qué debería tener miedo de alguien que está postrada en 
una cama? 
—Ella no está postrada en la cama. Va a superar la noche. Ahora, 
por favor, acuéstate —le dije, y afortunadamente lo hizo, mientras 
los guardias me abrían las puertas de hierro. 
—¿Va a sobrevivir? —dijo mientras se sentaba de nuevo—. Bueno, 
me decepcionaría si muriera antes de poder matarla yo misma. 
—¿Entonces por qué enviaste esos textos e información a Helen, 
exponiendo que Calliope había matado a la tía Cora? —Solté, 
molesto. 
—¿Por qué no lo haría? 
Agarré el volante con fuerza. 
—¡Para evitar que se convierta en una imprudente! Por suerte, 
¡Ethan cree que eres tú y no Helen! 
—¿Por suerte? —espetó—. ¿Crees que es una suerte que mi hijo 
piense que soy la villana de la historia de su vida? ¿Crees que es 
una suerte que yo esté en esta posición, luchando contra mi hijo? 
Me mordí el interior de la mejilla mientras me dirigía a la 
autopista. 
—Le di mi corazón y mi alma a esta familia, Wyatt —dijo, 
respirando lentamente—. Se lo di todo en bandeja de oro, ¿y ahora 
me lo echa en cara por culpa de esa estúpida perra que está 
siendo utilizada para la venganza de otra perra? ¿Qué sentido 
tenía todo esto? Toda la gente que aplastamos, toda la sangre y la 
violencia, las drogas y el poder, ¿qué sentido tenía si así es como 
termina? 
—No vamos a terminar así. —No lo permitiría. 
 
—Por eso le envié esos mensajes de texto a Helen —afirmó 
mamá—. Para que ella te lo enseñara. Y tú sabrías que fui yo 
quien los envió aunque ella no lo hiciera. Tú eres con quien tu 
padre y yo contamos para salvar a Ethan. 
—Madre, no hay que salvar a Ethan. —¿No podía ver eso?— Él 
está enamorado de ella. 
—Entonces puede amar a la muerta y superarlo. Como hizo con la 
otra. 
—Ivy. Y esa situación todavía me confunde. ¿Desde cuándo Ethan 
se convirtió en un actor tan bueno? Era como si fuera una 
persona diferente. Pero da igual. Digamos que todo era falso. Lo 
que tiene con Calliope es diferente. Es más oscuro y profundo. 
¿Cuándo alguien en esta familia ha superado bien la muerte de 
alguno de nuestros seres queridos? 
Hasta hoy, mi abuela seguía llorando la pérdida de mi abuelo. Mi 
tío estaba casi en su propio lecho de muerte por la pérdida de mi 
tía. Podía recordar la época en la que supuestamente había 
muerto mi propia madre y lo desconsolado que estaba mi padre en 
ese momento. Todavía no sabía si actuaba o no en aquella época, 
pero la imagen de él llorando seguía grabada en mi memoria. 
—Tu hermano es fuerte; lo superará. —Esa fue su única 
respuesta. 
Sacudí la cabeza. Esto sí que era un infierno. Nadie atendía a 
razones, sólo los demonios sobre sus hombros. 
—¿Dónde está papá? —Habían pasado dos meses desde que se 
pusieron en contacto conmigo a través de Helen. Y rara vez 
aparecían separados, si es que aparecían. 
—Curándose. 
—¿Curando de qué? 
 
—Un disparo en el hombro a través de uno de los pequeños 
francotiradores de Calliope —murmuró con amargura. 
—¿Debería acudir...? 
—No —interrumpió ella—. Deberías ir a trabajar y seguir con tu 
vida como lo haces normalmente. Tu padre está bien. De todos 
modos, se está quejando de mí. Pero con este atentado contra su 
vida, es probable que Ethan se ponga paranoico. 
No podía creer que este fuera el mismo hermano que siempre 
había conocido. Ethan, el titiritero, era ahora Ethan, la marioneta. 
El rey del hielo y de la nieve estaba derretido en un charco por 
una chica. 
—¿Qué pasa si Ethan no se puede salvar, mamá? ¿Qué hacemos 
entonces? 
Ella no respondió. Siempre había dicho que yo era su favorito. 
Pero ahora parecía que había sido Ethan todo el tiempo. 
—Tus ganas de salvarlo me están poniendo un poco celoso, 
mamá —admití cuando salí de la autopista en dirección a la 
Avenida del Hospital Callahan. 
Por el espejo retrovisor, vi la comisura de sus labios. 
—Lucharía igual de duro por cualquiera de los dos. He luchado 
igual de duro por todos ustedes. Pero todos son unos malcriados y 
unos desagradecidos, así que no se dan cuenta de todo mi puto 
trabajo duro. 
—Malcriado y desagradecido... ouch. Dime cómo te sientes 
realmente. 
—Dirías algo más que “ouch” cuando haya terminado. 
Me reí de eso. Una parte de mí se preguntaba si así podría haber 
sido si hubieran “vivido”, si no hubieran desaparecido. Si 
 
hubiéramos crecido con ella y papá hasta este mismo momento, 
¿habríamos tenido ella y yo más conversacionescomo esta? Para 
empezar, ¿habría caído Ethan en la trampa de Calliope? 
—¿Alguna vez te arrepientes? —pregunté mientras estacionaba en 
mi lugar en el hospital. 
—¿Arrepentirme de qué? 
—¿De dejarnos? 
De nuevo, no respondió a la pregunta. Colocó un teléfono móvil en 
la consola entre los asientos delanteros. 
—Actuamos mañana. 
—¿Mañana? —Había querido esperar unos días más antes de 
actuar—. ¿Por qué mañana y no a la gran inauguración de la 
nueva iglesia? 
—Porque la han envenenado hoy. No esperará un golpe 
consecutivo contra su vida —respondió—. Lo haremos en el baile 
del gobernador. 
Sacudí la cabeza. 
—No creo que vaya a ir. Apenas ha tenido energía para mantener 
los ojos abiertos esta noche, y mucho menos para ir a un baile 
elegante y fingir que es una mujer de la alta sociedad. 
—No está fingiendo. Ella es una socialité. Ella prospera en ese tipo 
de escena. Le gusta, los ojos de todos sobre ella. Va asistir aunque 
tenga que arrastrarse. 
—¿Y si no lo hace? 
—Seguimos con el plan original. Lo más probable es que Calliope 
esté mejor en unos días. 
—De acuerdo —asentí. 
 
—Bien, que pases una buena noche en el trabajo. 
—¿Se supone que debo dejarte aquí? 
—Sí, ahora vete. 
Puse los ojos en blanco y me reí. 
—Ethan lo saca de ti. 
—¿Qué? 
—Nada —dije, saliendo del auto como si ella no estuviera allí, 
cerrando las puertas como lo haría normalmente antes de caminar 
hacia los ascensores. No tenía ni idea de cómo saldría ella. Pero 
tampoco sabía cómo había entrado. 
Eso era lo que Ethan había obtenido de ella... la capacidad de 
guardar secretos y hacer lo imposible. 
 
 
CUATRO 
“La infancia es un largo, largo camino, 
desde el cual ese bosque oscuro y susurrante de 
la muerte parece un destino imposible” 
~ Lauren DeStefano ~ 
 
ETHAN 
 
—¡Pero mamá lo prometió! —Gigi resopló enfadada, no le gustaba 
nada que fuera yo quien la ayudara a arreglarse hoy. Se había 
negado cuando vinieron las criadas, diciendo que iba a esperar a 
su madre. Incluso mi abuela dijo que la ayudaría, pero Gigi se 
empeñó en que la única persona que quería era Calliope. El único 
problema era que su madre seguía en la cama. 
—Gigi —dije, arrodillándome frente a ella—. Mamá está un poco 
enferma. Necesita descansar. Sé que estás emocionada por la obra 
del colegio, pero ¿no quieres que mamá se mejore? 
Frunció el ceño, cruzando los brazos. 
—Mamá nunca se pone enferma, papá. 
—Bueno, ahora lo está... 
—Entonces quiero verla. ¡Ahora! —ordenó. 
Mi ceja se alzó ante el cambio en su tono de voz. ¿Estaba copiando 
a su madre? ¿O a mí? De acuerdo. Bien. 
 
—No me importa lo que quieras —dije también, poniéndome más 
alto. 
Se quedó con la boca abierta, como si no lo hubiera esperado. 
—Papá, no dices que no. 
Al parecer, la había mimado demasiado. 
—¿Ves cómo cambian las cosas? He dicho que no. Así que ve a 
ponerte el disfraz para no llegar tarde. ¡Ahora! 
Gigi hizo un mohín, abrazando mis piernas, y yo la miré sin 
comprender. Poco a poco perdió el mohín y soltó mis piernas 
mientras se daba la vuelta y se dirigía a su armario. Sacudí la 
cabeza, viéndola marchar. Realmente era increíble. Durante el 
último año, verla crecer y cambiar ha sido divertido y a la vez 
difícil. Al parecer, estaba de nuevo en la fase de prueba de los 
límites. Era la princesita del castillo y lo sabía. 
—Qué bien que hayas pisado fuerte ahora —dijo mi abuela 
mientras entraba lentamente. 
Esa era otra cosa que cambiaba... ver cómo mi hija se volvía más y 
más enérgica a medida que mi abuela lo hacía menos. No era 
drástico; ni siquiera era como si estuviera a las puertas de la 
muerte. Sólo se notaba. 
—A tu padre le costó más hacerlo con tu hermana. 
—Lo recuerdo —respondí. 
—¿Cómo está Calliope? —preguntó en voz baja—. Ya hay rumores 
en la casa desde que no tuvo su reunión matutina con el personal. 
—Se pierde un día y actúan como si estuviera en su lecho de 
muerte —refunfuñé. 
 
Desde que se hizo cargo de la casa, Calliope se había asegurado de 
empezar la mañana con una reunión informativa con el personal, 
estableciendo la agenda del día, repasando la jornada anterior, 
aplaudiendo a algunos y corrigiendo a otros. Era como si 
estuvieran en el ejército. Ella no necesitaba hacer todo eso, y sin 
embargo insistía. 
—Al personal le gusta ella. Están preocupados porque no es 
normal que se ausente —me tranquilizó. 
—¿Estás seguro de que les gusta? ¿O están fingiendo? —pregunté, 
sintiendo que la molestia en mí aumentaba de nuevo—. Ya no 
puedo ver quién es leal o no. 
—¿Te refieres al personal o a la familia? 
Miré su rostro, con algunas arrugas más que el año pasado; 
parecía cansada. 
—Estoy hablando de todos, Nana. Debes saber lo que está 
pasando. 
—Lo sé. —Ella frunció el ceño—. Y no me gusta. 
Yo también fruncí el ceño, apartando la mirada de ella. 
—Entonces, ¿también crees que estoy ciego? 
—No lo sé —dijo con pesadez en su respiración—. No sé nada. 
¿Quién tiene razón? ¿Quién está equivocado? ¿Qué causó qué? 
¿Quién hizo qué? ¿Qué pasa después? Nunca lo he sabido. No soy 
lo suficientemente inteligente. 
No me gustó la forma en que lo dijo. 
—¿Qué quieres decir? 
—Quiero decir que yo era mediocre. Tu abuelo también era 
mediocre. Tuvo que trabajar muy duro después de la muerte de su 
 
hermano. Se esforzó una y otra vez. Y fue duro y agotador para él, 
por eso se alegró tanto cuando tu padre parecía tener un instinto 
para eso. Quería hacer su parte y volver a ser mediocre 
conmigo. —Sonrió para sí misma—. Los planes que hicieron tu 
padre y tu madre estaban por encima de mi cabeza. Los planes 
que tú haces están por encima de mi cabeza. No entiendo nada de 
eso. Lo he asumido y simplemente quiero ser un apoyo. 
—Y a quién apoyas. 
—A la familia Callahan... ustedes se encargan de todo lo demás. 
Yo me centraré en cosas más sencillas... como mi bisnieta. 
Y justo en el momento, se oyó un golpe en la puerta de su 
armario, y me precipité hacia ella. 
—Gigi... 
—Estoy bien —dijo, y cuando abrí la puerta, estaba saltando, 
tratando de subirse la cremallera. Cuando me vio, frunció el 
ceño— ¡Papá, vete! Me estoy preparando. 
—Pero tu cremallera... 
—Ya lo tengo. 
¿Ya estaba en la etapa en la que no podía ayudarla a vestirse? 
Eso fue rápido. 
Eso me disgustaba. 
Ella saltó de nuevo, tratando de alcanzar la parte trasera de su 
disfraz de Campanilla. No estaba segura de por qué su colegio 
hacía Peter Pan en noviembre, pero estaba muy emocionada por 
eso y por el papel que había conseguido. Cuando le pregunté por 
qué, ya que no tenía líneas, me dijo que era porque podía hacer 
caras todo el día a los niños que no le gustaban y no se metía en 
problemas. 
 
RAS. 
Fue el siguiente sonido, y ella se congeló, volviéndose a mirar 
hacia mí, y yo intenté no reírme. Se parecía mucho a su madre 
con sus expresiones compartidas. 
—¡Oh, no, papá! 
—¿Ves lo que pasa cuando comes demasiado bauducco 
chocottone? 
Los dos nos giramos al oír esa voz. 
—¡Mamá! —gritó Gigi, corriendo hacia ella. 
Estaba de pie en una bata oscura con ojeras aún más oscuras 
alrededor de los ojos. Su piel había palidecido y su cabello 
disperso era un desastre. Estaba claro que seguía enferma, pero 
Gigi no pareció darse cuenta, agarrando la mano de su madre y 
llevándola a su armario. 
—Papá dijo que estabas enferma, pero sabía que vendrías. 
—¿Yo, enferma? Yo no me pongo enferma —mintió, mirándome. 
Me dio un parpadeo lento y una sonrisa como si eso fuera 
suficiente para hacerme creer que estaba bien para estar de pie y 
no en la cama. 
—Se lo dije. —Gigi también me sonrió. 
Recordé cuando mis padres me mentían. Cuando me decían que 
estaban bien cuando no lo estaban. Suspirando, me arrodillé ante 
ella y giré a mi hija para que mirara a su madre. 
—Ethan —Calliope parecía saber lo que estaba haciendo. 
Pero negué con la cabeza, ya que no iba a parar.

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