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Boletin-V_Academia-Guatemalteca-de-la-lengua

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Academia 
Guatemalteca 
de la Lengua 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Cuarta Época – Número V 
Julio 2021 
 
 
 
Reservados todos los derechos de conformidad con la ley. No se permite la reproducción total 
o parcial de este libro, ni su traducción, ni su incorporación a un sistema informático, ni su 
transmisión en cualquier forma o por cualquier medio, sea este electrónico, mecánico, por 
fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el permiso previo y escrito de los titulares del 
copyright. 
 
D.R.© Academia Guatemalteca de la Lengua -AGL- 
Correspondiente de la Real Academia Española -RAE- 
12 calle 6-40, zona 9. Of. 403-404, Edificio Plazuela. Guatemala, 01009 
Teléfono y fax: (502) 2332-2824 
Correo electrónico: academiaguatemaltecadelalengua@gmail.com 
 
Editor responsable: Gustavo García Fong 
Secretario de la junta directiva de la AGL 
 
Impreso en Centro de Impresiones Gráficas 
www.cimgra.com 
info@cimgra.com 
Ciudad de Guatemala, Guatemala 
418 
A168 Academia Guatemalteca de la Lengua 
Boletín de la Academia Guatemalteca de la Lengua 
–AGL- correspondiente a la Real Academia Española 
–RAE- [Ponencias presentadas en ocasión del XVI 
Congreso de la Asociación de Academias de la Lengua 
Española (ASALE), realizado del 4 al 8 de noviembre 
de 2019 en Sevilla, España] / Gustavo García Fong 
[Editor].— Guatemala : AGL, 2021. 
 
252 p. ; 21.59 cm. 
 
ISBN: 978-9929-8273-3-2 
 
Lingüística / Análisis lingüístico / Lingüística- 
Investigaciones / Tradición oral / Lenguaje y lenguas 
– Influencia de la música / Analogía (Derecho) / 
Interpretación del Derecho / Derecho y Lenguaje / Uso 
del lenguaje – Sentencias – Certeza jurídica / 
Lenguaje y Lenguas – Congresos, conferencias, etc. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
JUNTA DIRECTIVA DE LA ACADEMIA 
GUATEMALTECA DE LA LENGUA 
PERÍODO 2018 - 2021 
 
Directora Sra. D.ª Raquel Montenegro Muñoz 
Subdirectora Sra. D.ª Julia Guillermina Herrera Peña 
Secretario Sr. D. Gustavo García Fong 
Tesorera Sra. D.ª Gloria Hernández Montes 
 
Vocal Sra. D.ª Lucía Verdugo Urrejola 
 
 
 
ACADÉMICOS DE NÚMERO DE LA AGL 
 
Sr. D. Gustavo Adolfo Wyld Ferraté 
Sr. D. Mario Alberto Carrera Galindo 
Sra. D.ª Julia Guillermina Herrera Peña 
Sr. D. Francisco Pérez de Antón 
Sra. D.ª Ana María Urruela de Quezada 
Sr. D. Mario Antonio Sandoval Samayoa 
Sra. D.ª Carmen Matute 
Sra. D.ª Lucrecia Méndez de Penedo 
Sr. D. Francisco Morales Santos 
Sra. D.ª Delia Quiñónez Castillo 
Rvdmo. Sr. D. Gonzalo de Villa y Vásquez 
Sr. D. Dieter Hasso Lehnhoff Temme 
Sr. D. Mario Roberto Morales Álvarez 
Sra. D.ª María Raquel Montenegro Muñoz 
Sr. D. José Oswaldo Salazar de León 
Sr. D. Julio Roberto Palomo Silva 
Sr. D. Gustavo Adolfo García Fong 
Sra. D.ª María del Rosario Molina 
Sra. D.ª Gloria Hernández Montes 
Sra. D.ª Lucía Verdugo Urrejola 
Sr. D. Carlos Velásquez 
Sr. D. José Luis Perdomo 
Sr. D. Luis Aceituno 
Sra. D.ª Cecilia Cristina Echeverría Falla 
 
ACADÉMICOS CORRESPONDIENTES 
Sr. D. Antonio Porpetta Román 
Sr. D. Santiago Muñoz Machado 
 
 
 
ÍNDICE 
Presentación ........................................................................................... 11 
Ponencias presentadas en ocasión del XVI Congreso de la 
Asociación de Academias de la Lengua Española (Asale), 
realizado del 4 al 8 de noviembre de 2019 en Sevilla, España 
Lengua popular, contacto de lenguas y creatividad 
lingüística en producciones de la tradición oral guatemalteca ...... 15 
D.ª Guillermina Herrera Peña 
Análisis lingüístico y de argumentación jurídica de 
sentencias de juzgados del ramo civil en el Organismo 
Judicial de Guatemala ................................................................... 105 
D. Gustavo García Fong 
El idioma español en la música del Barroco iberoamericano ...... 143 
D. Dieter Lehnhoff 
 
Discurso de ingreso 
 
Discurso de ingreso de la académica D.ª Cecilia Cristina 
Echeverría Falla: Repensar el Quijote a la luz de la filosofía 
narrativa de Alasdair MacIntyre ................................................... 151 
 
Respuesta al discurso de D.ª Cecilia Cristina Echeverría Falla, 
por D.ª Ana María Urruela de Quezada ......................................... 213 
 
 
Colaboración 
 
Los documentos lingüísticos de la Guatemala dieciochesca 
(1690-1810) y su importancia para la diacronía del español 
guatemalteco ................................................................................. 227 
D. José Luis Ramírez Luengo 
ACADEMIA GUATEMALTECA DE LA LENGUA 
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Presentación 
 
La Academia Guatemalteca de la Lengua –AGL-, correspondiente 
de la Real Academia Española –RAE-, presenta para la consideración de 
profesionales del idioma español, investigadores, profesores, escritores, 
periodistas, estudiantes y demás interesados, el boletín de la corporación, 
correspondiente a la cuarta época, número V, julio de 2021. 
 
Este número contiene las ponencias presentadas por varios 
académicos de número de la AGL, durante el XVI Congreso de la 
Asociación de Academias de la Lengua Española (Asale), realizado del 4 al 
8 de noviembre de 2019 en Sevilla, España. Es la primera vez en la historia 
de los congresos de la Asale, en que la AGL contó con una importante 
presencia de sus académicos numerarios, pues participaron, sea como 
ponentes, como profesores invitados a impartir una cátedra universitaria, 
o como expositores de trabajos académicos, las siguientes personas: Da. 
Raquel Montenegro Muñoz (directora de la AGL y quien presentó un 
trabajo académico), Da. Guillermina Herrera Peña (subdirectora de la 
AGL y ponente), D. Dieter Lehnhoff (anterior vocal de la junta directiva 
de la AGL y ponente), D. Gustavo García Fong (secretario de la AGL y 
ponente), Da. Gloria Hernández Montes (tesorera de la AGL, profesora 
invitada a impartir una cátedra en la Universidad de Sevilla y expositora 
de trabajos académicos), y D. Mario Antonio Sandoval (exdirector de la 
AGL y profesor invitado a impartir una cátedra en la Universidad de 
Sevilla). 
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Se reproduce también el trabajo de ingreso a la AGL de la académica 
numeraria Da. Cecilia Cristina Echeverría Falla y su respectivo discurso 
de respuesta, a cargo de la académica de número Da. Ana María Urruela 
de Quezada, abordando un tema histórico, literario y filosófico de interés 
y actualidad para dichas disciplinas. 
 
También se incluye, en este número, la colaboración de don José 
Luis Ramírez Luego quien aborda los documentos lingüísticos de la 
Guatemala dieciochesca y su importancia para la diacronía del español 
guatemalteco. Este artículo tiene su origen en una conferencia sobre el 
tema que fue disertada por el autor en la ciudad de Guatemala en febrero 
de 2019. 
 
Confiamos en que la información contenida en el boletín sirva como 
referente divulgativo sobre las actividades de la AGL y contribuya a la 
consolidación y formación de competencias sobre el adecuado uso del 
idioma español en el país. 
 
 
LA JUNTA DIRECTIVA 
 
Guatemala, julio de 2021 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Ponencias presentadas 
en ocasión del 
XVI Congreso de 
la Asociación de 
Academias de la 
Lengua Española 
 (Asale), realizado del 
4 al 8 de noviembre de 
2019 en Sevilla, España 
 
 
 
 
 
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LENGUA POPULAR, CONTACTO DE 
LENGUAS Y CREATIVIDAD LINGÜÍSTICA 
EN PRODUCCIONES DE LA TRADICIÓN 
ORAL GUATEMALTECA 
 
 
 
D.ª Guillermina Herrera Peña 
 
 
 
Sumario: Introducción. 1. Sobre los relatos que han servido de base 
para el análisis. 2. Rasgos del español guatemalteco en las producciones 
analizadas: 2.1 Español guatemalteco general; 2.2 Presencia de léxico del 
habla popular y del proveniente del contacto entre lenguas; 2.3 
Anotaciones adicionales sobre los relatos base. 3. Conclusiones. 4. 
Referencias bibliográficas. Anexo. 
 
Introducción 
 
Este trabajo analizaelementos de la lengua popular del español 
guatemalteco y algunos derivados de la influencia que tiene sobre él el 
contacto con las lenguas indígenas, con énfasis en el papel que juegan en 
la creatividad lingüística. 
 
El estudio tomó como base relatos de la tradición oral recogidos por 
la autora y los contrastó con otros recolectados por ella misma y por 
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terceros. (Cf. Herrera, 2012, 2014, 2017; Polanco, 1989, 2914; Lara, 
1990, 1995 y 1996). 
 
Los relatos son representativos de tres contextos: el valle de la 
capital, el oriente del país en áreas con escasa población indígena y un 
área en donde ocurre una relación significativa entre el español, el idioma 
maya q´eqchi´ y otras lenguas mayas minoritarias en cuanto al número de 
hablantes, específicamente los departamentos de Alta y Baja Verapaz y 
Petén. 
 
Los títulos y la procedencia de los relatos base son los siguientes: La 
leyenda del Sombrerón, del valle de la capital; Tio Conejo y Tio Coyote, de 
Zacapa, en el oriente del país y El viejo tamarindo, de Petén, departamento 
del norte de Guatemala. 
 
La leyenda del Sombrerón se contrastó con El Cadejo protector y La 
Siguanaba, historias recopiladas por la autora en la ciudad de Guatemala 
y en Antigua Guatemala, respectivamente, y con El misterioso llanto de la 
Llorona, recopilada por el antropólogo e historiador Celso Lara Figueroa 
(1990). 
 
Tio Conejo y Tio Coyote se contrastó con Tío Conejo y las chancletas 
de la abuelita, El tigre, el buey y Tío Conejo, El arriero y el barbero, Los 
caites de cuero crudo y El tigre cuto, historias recopiladas por el filósofo 
y escritor Moris Polanco Barrera (Polanco, 1989 y 2014). 
 
El viejo tamarindo se contrastó con La paloma torcaz y El castigo 
de Tz´ultak´a, el Señor de los Cerros, según se los contaron a la autora en 
Cobán, en el departamento de Alta Verapaz, y La monja blanca, que le 
contaron en Tactic, también en Alta Verapaz, en ambos casos poblados 
norteños. 
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La tradición oral ofrece muchas versiones, tantas como personas las 
narran. Para su análisis, entre otros factores, deben tomarse en cuenta la 
edad y grado de escolaridad de los narradores. El momento y el contexto 
en el que se dan las narraciones ejercen también notoria influencia. 
Consecuentemente, para el presente estudio, se ha seleccionado una 
versión de cada relato base, contada en la actualidad y por un único 
narrador. 
Los narradores de los relatos están situados en un rango de edad de 
30 a 45 años, con excepción de quien narró las historias al escritor Moris 
Polanco Barrera, que se sitúa por arriba del rango, y de quien narró la 
historia al antropólogo Celso Lara Figueroa, cuya edad se desconoce. El 
grado de escolaridad de los narradores se sitúa en un rango de 6 a 10 años 
de escuela, con excepción de la fuente del antropólogo Lara Figueroa, de 
la cual se desconoce esta información. 
La tradición oral guatemalteca es sumamente rica y es una fuente 
importante para análisis lingüísticos. Es difícil, sin embargo, caracterizarla 
como una sola corriente, porque, aun cuando presenta características 
culturales y lingüísticas comunes, hay marcadas diferencias entre los 
diferentes grupos socioculturales que las producen, y las transmiten, así 
como entre los dialectos del español que estos hablan. 
En las producciones seleccionadas, si bien aparecen rasgos propios 
del español guatemalteco general, los específicos de las variantes 
lingüísticas regionales aportan elementos vitales que las distinguen. Esto 
se refiere también a la mayor o menor presencia de elementos del habla 
popular, del habla rural y de aquellos que han llegado por medio del 
contacto de lenguas. 
 
En relación con este último punto, es claro que la fisonomía del 
español guatemalteco está marcada por el contacto con las lenguas 
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indígenas. Se hablan en el país más de veinte lenguas mayas, además de 
la garífuna y la xinca, e históricamente se dio un gran influjo del náhuatl, 
el cual pervive en muchos términos. El censo de población 2018 reporta 
un 41.7 de guatemaltecos que se autoidentifican como mayas. 
 
Sin embargo, fenómenos sociales estigmatizan las lenguas indígenas. 
La estigmatización se refleja, por ejemplo, en el rechazo a incorporar 
términos indígenas contemporáneos, pero no evita que el contacto se 
manifieste en fenómenos sobre los cuales el hispanohablante tiene menos 
conciencia y en el uso de términos del náhuatl o de las lenguas mayas 
incorporados en el pasado, que se ha ido transformando, en muchos de los 
casos, hasta adquirir connotaciones novedosas. 
 
Debe señalarse, también, que en el habla popular hay un gran influjo 
del español mexicano por contacto entre hablantes y a través de la radio, 
la televisión y otros medios. A esta influencia, que se da sobre todo en el 
occidente y en el valle de la capital, se suma la que llega del español 
centroamericano al oriente del país, en donde el español resulta más 
cercano al salvadoreño y al hondureño. 
 
Finalmente, se informa de que los análisis del estudio reportan 
elementos lingüísticos particularmente productivos en cuanto a la 
creatividad, en especial aquellos que se refieren al léxico. Los análisis 
aportan también algunas observaciones fonético-fonológicas y 
morfosintácticas del español guatemalteco que aparecen como constante 
en las producciones. 
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1. Sobre los relatos que han servido de base para el análisis 
 
Algunas historias y personajes de la tradición oral, reportados como 
originales del valle de la capital o del oriente de Guatemala, aparecen en 
diferentes regiones del país. Esto se debe sin duda a las dinámicas propias 
de la tradición oral, pero también a la difusión que han logrado gracias a 
escritores muy leídos, como el Premio Nobel Miguel Ángel Asturias 
(Asturias, 2005); el creador de la novela histórica guatemalteca, José 
Milla (2007) y el gran recopilador de la tradición oral, Celso Lara 
Figueroa (1990, 1995, 1996). 
 
Algunos de estos relatos han inspirado a artistas reconocidos, como 
el cineasta Jayro Bustamente, director de la película La Llorona, 
recientemente presentada al público, o la cantautora Gaby Moreno, quien, 
por ejemplo, ha incorporado a su repertorio La leyenda del Sombrerón. Los 
nombres de los protagonistas de estas historias aparecen en otros ámbitos, 
como en la publicidad. Por ejemplo, en una marca de cerveza denominada 
El Cadejo, y en nombres de establecimientos que comercializan productos 
típicos de Guatemala. Asimismo, es importante señalar que estos relatos 
se publican recurrentemente en las páginas culturales de periódicos de 
gran tiraje y que son material de lectura en el sistema escolar. 
 
Unos cuantos relatos y personajes aparecen también en la tradición 
oral maya, como las historias del conejo y el coyote. Al respecto, es 
interesante observar el papel que tiene el conejo en la tradición maya, en 
la cual se le considera “el sabio” entre los animales. 
 
La tradición oral del valle de la capital de Guatemala se caracteriza 
por relatos de terror, cuyos personajes son enigmáticos fantasmas (o 
espantos, como se les llama comúnmente) y ánimas en pena, que viven 
aventuras generalmente trágicas. 
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Entre ellos, destacan los del Cadejo, un perro con pezuñas de cabro, 
que acompaña a los borrachos. Puede ser maligno, pero también 
compasivo y cuidar de ellos, así como de viudas, niños o personas 
especialmente vulnerables. Los de la Siguanaba, mujer que seduce a los 
hombres para luego embarrancarlos (de siguán, que en algunas lenguas 
mayas significa barranco); los del Sombrerón o Tzitzimite, enano que 
enamora a las jóvenes de pelo largo y ojos grandes, las cuales acaban 
trágicamente cuando caen en la seducción; los de la Tatuanay otros tantos 
de similar catadura, entre los cuales no faltan, como en México y en otros 
países hispanoamericanos, los de la Llorona, mujer que mató o perdió 
trágicamente a sus hijos y los busca, desconsolada, por las noches. 
 
Las historias se desarrollan en un ambiente que resalta en partes 
iguales lo tenebroso y lo mágico, con decorados melancólicos. La lengua 
usada para narrarlas guarda relación con los enigmáticos espantos, sus 
historias y su entorno. Por lo general, no incorpora muchos términos del 
habla popular, los cuales no cabrían en el género. Más bien se puede 
encontrar en las historias versos y o tópicos de índole romántica. 
 
Ilustra esta situación el siguiente fragmento de la historia El 
misterioso llanto de la Llorona (Lara, 1990: 121) 
 
Cuentan las abuelas que, por las noches, deambula una 
hermosa mujer vestida de negro cerca de los lugares obscuros 
en donde corre agua. Su tragedia se hace eco en los gritos 
plañideros, largos y agudos. Cuando llora lejos es que está 
cerca y cuando lo hace cerca es que está lejos. Dicen que 
quienes la han escuchado ya no pueden andar, su paso se hace 
más pesado y lento, y sienten un aire de frio con la presencia 
de este ser sobrenatural que casi le paraliza el corazón. Pero 
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si se oye el tercer grito y lo “halla a uno en el mismo lugar, de 
seguro que se lo gana”. 
Si escuchas un grito perdido en la oscuridad de la noche, no 
dudes en empezar a correr. 
 
También son ilustrativos los versos que el Sombrerón canta a su 
enamorada, en el relato La leyenda del Sombrerón que se ha analizado 
para este ensayo: 
 
Eres palomita blanca como la flor de limón, si no me das tu 
palabra me moriré de pasión. 
Ay...ay... mañana cuando te vayas, voy a salir al camino para 
llevarte un pañuelo de lágrimas y suspiros. 
Corazón de palo santo, ramo de limón florido, ¿por qué dejas 
en el olvido a quien te quiere tanto? 
 
Una excepción se encuentra en los relatos sobre el Cadejo, que se 
distinguen por registros diferentes, con mayor presencia del habla popular. 
Esto no sorprende, pues las aventuras ocurren en medio de cantinas y 
arrabales. 
 
Por ejemplo, en la historia El Cadejo protector: 
 
… No le hacía mal a nadie, solo era chingón. 
–Ya madurá, mijo –le decía su mamá–, parecés ishto y ya vas 
a cumplir la mayoría de edad. 
–Solo me distraigo un poco con mis amigos –respondía el 
muchacho. –No le hacemos mal a nadie. 
–El mal te lo estás haciendo a vos mismo –le decía la madre. 
–Ya es hora que te formalicés. 
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Pero, en lugar de formalizarse, el Tello iba de mal en peor. 
Poco a poco se fue alejando de sus amigos de la niñez, de las 
chamuscas y de las travesuras, y comenzó a andar en malas 
compañías. 
Él, que nunca había tomado, comenzó a chupar. Sus nuevos 
amigos eran bolos que se reunían en una cantina que estaba 
cerca del mercado. Era un lugar todo shuco, con el suelo lleno 
de chencas de cigarro, donde aquellos jóvenes que andaban 
por mal camino se ponían grandes borracheras. Cuando ya no 
tenían para comprar guaro decente, tomaban cusha. Entonces, 
al día siguiente, ni se levantaban, porque amanecían con una 
gran goma. 
 
La leyenda del Sombrerón que sirvió de base para el estudio es una 
de las muchas versiones que se cuentan. Antiguamente al personaje se le 
llamaba también Tzitzimite, pero este nombre ha caído en desuso, al 
menos en la capital, en donde se le llama también con un genérico “el 
duende”. 
 
El Sombrerón aparece en la historia seleccionada como un hombre 
de muy corta estatura; siempre viste de negro y calza botas con adornos 
dorados. En la cabeza lleva un sombrero de grandes proporciones, el cual 
esconde su mirada y sus intenciones. Colgada al hombro lleva una 
guitarra. 
 
Como en todas las versiones, el Sombrerón recorre las calles y los 
barrios antiguos de la ciudad acompañado de cuatro mulas, buscando 
jovencitas para seducirlas con canciones y los acordes de su guitarra. 
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Concreta su hechizo al amarrar las cuatro mulas frente a la casa de 
la joven de la cual se ha enamorado. Al notar su presencia, la muchacha 
queda embrujada. El Sombrerón se ocupa de perseguirla sin descanso; sin 
que se dé cuenta le trenza el cabello por las noches. Al caer en la seducción 
del Sombrerón, la jovencita deja de comer, languidece de melancolía y 
acaba muriendo. 
 
A continuación, el texto seleccionado. Al igual que en los de los 
otros dos relatos base que se exponen más adelante, en este no se presenta 
la transcripción fonética, solo se distinguen algunas palabras en las que 
ocurren características fonético-fonológicas relevantes para el análisis. El 
texto fue recogido por la autora en la ciudad capital. 
 
Un día, como a las seis de la tarde, por el barrio de Candelaria, 
aparecieron en la esquina de la casa de la Mariana cuatro 
mulas amarradas en un poste de la luz. Pasaron por allí dos 
vecinas y una de ellas dijo: ¡Ala! ¿Será el Sombrerón? Vonós 
mejor, doña Toyita, le advirtió la otra, no sea que por shutes 
nos vaya mal. ¡Púchica!, dijeron muy asustadas mientras 
observaban a las mulas. ¡El gran poder de Dios!, se persinó 
doña Toyita, y salieron corriendo. 
A esa hora, la Mariana ya se había retirado a su dormitorio y 
comenzaba a dormirse, porque estaba fatigada. Entonces, 
comenzó a oír una música muy bella y una voz dulce que se 
colaba por su ventana adornada por la buganvilia y la mata 
de [granadías]: “Eres palomita blanca como la flor de limón, 
si no me das tu palabra me moriré de pasión”, escuchó. 
Desde ese día, todas las noches, la Mariana esperaba 
ansiosamente esa música. Las melodías se oían por mucho 
tiempo, pero solo podía escucharlo la Mariana, nadie en la 
casa se daba cuenta de lo que estaba pasando. Un día, la joven 
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no aguantó la curiosidad y se asomó a la ventana y ¡cual va 
siendo su sorpresa! Vio a un [ombresío] que calzaba botitas 
con espuelas doradas y que cantaba y bailaba con su guitarra 
de plata, frente a su ventana. 
Desde entonces, la Mariana no dejó de pensar en aquel 
[ombresío]. Ya no comía, solo vivía esperando el momento de 
volverlo a escuchar. El [ombresío] la había embrujado. 
Al darse cuenta que las mulas seguían apareciendo todas las 
noches amarradas en el poste de la luz, los vecinos fueron a 
ver a los padres de la Mariana para advertirle, porque el 
[ombresío] de las mulas era el mero duende. 
Los señores se admiraron mucho, porque su hija era más bien 
amishada, hasta le costaba tener amigos. Entonces la 
aconsejaron de que no prestara atención a la seducción del 
Sombrerón, pero ella ya no se hallaba sin las dulces melodías 
de su enamorado. Las cosas fueron poniéndose cada día pior: 
hasta amanecía la patoja con su largo pelo trenzado, sin que 
se hubiera hecho trenzas para irse a acostar. 
La Mariana, cada día empioraba porque ya no comía. Solo 
estaba pendiente del anochecer, extrañando las canciones y la 
cautivante música de su enamorado. 
Ya sin saber qué hacer, los padres la mandaron a la Antigua, a 
la casa de una su tía, pero la patoja dejó diuna vez de comer 
y cada día estaba más triste. ¡Ni que tuvieran pistarrajales, la 
hubieran podido salvar sus pobres padres! Ya había caído la 
patoja en las redes del duende, él ya la consideraba suya. 
Mientras tanto el [ombresío] se volvía loco, buscándola por 
todas partes. Vivía choteando la casa, a ver si aparecía. 
Por fin la bella Mariana no soportó la tristeza y murió el día 
de Santa Cecilia. Su cuerpo fue llevado a la casa de sus padres 
para velarla. De repente, se escuchó un llanto muy triste. Era 
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el Sombrerón, que llegaba a cantarle a su amada: “Ay...ay... 
mañana cuando te vayas, voy a salir al camino para llevarte 
un pañuelo de lágrimas y suspiros”. 
Los que vieron al Sombrerón eldía del velorio cuentan que 
gruesas lágrimas rodaban por su cara mientras cantaba. Toda 
la gente lloraba al ver su sufrimiento. 
Y cuentan que, para el día de Santa Cecilia, siempre se ven, 
en el cementerio, las cuatro mulas cerca de la tumba de la 
joven. Entre las flores que aparecen todos los años adornando 
el sepulcro de la Mariana, destacan una sus rosas rojas… Por 
ratos, se escucha un dulce canto: “Corazón de palo santo, 
ramo de limón florido, ¿por qué dejas en el olvido a quien te 
quiere tanto?” 
Las madres aconsejan a sus hijas que no le hagan caso al 
Sombrerón. El oficio de él es andar traidiando, pero no le 
conviene a ninguna señorita. 
 
En el oriente del país, cuyo español constituye un dialecto 
claramente diferenciado del de la capital, aunque naturalmente con rasgos 
importantes en común, la tradición oral refleja una visión desenfadada de 
la vida. Los personajes y las historias tienen componentes de picardía y 
jocosidad mezclados con una deliciosa y aparente ingenuidad. La lengua 
usada para narrarlas incluye elementos del habla popular combinados con 
otros de la ruralidad. Las producciones retratan claramente su influencia 
en la creatividad de la lengua. 
 
Como se indicó, la historia base seleccionada para este estudio se 
titula Tio Conejo y Tio Coyote. Son muchas las fábulas que tienen como 
protagonistas a estos personajes, que se enfrentan porque el coyote 
persigue al conejo para comérselo. Tío Conejo es el listo y pícaro de la 
historia, engaña a Tío Coyote y siempre sale bien librado. Por su parte, 
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Tío Coyote acaba todo el tiempo en situaciones penosas. Son historias con 
el tema recurrente del predominio de la inteligencia sobre la fuerza bruta. 
 
A continuación, el texto seleccionado, que fue recogido por la autora 
en el oriental departamento de Zacapa. 
 
Un día, Tio Conejo estaba muy tranquilo comiendo zapotes 
arriba de un palo. Tio Coyote, como siempre, lo andaba 
cuijiando para ver dónde podía cazarlo y comérselo. Al Tio 
Conejo le gustaba casaquiarlo, así que cuando lo vio pasar, le 
gritó: 
—¡Oiga, Tio Coyote! 
—Conque ahí estás... Hasta hambre ando aguantando por 
andar detrás de vos—le dijo Tio Coyote. 
—¿Y para qué me busca, pue? —le preguntó el conejo, 
haciéndose el papo. 
—Hoy te como, ya lo vas a ver —le dijo Tio Coyote. 
—¡Púchis, Tio Coyote! ¡Qué diahuevo! ¿Por qué me va a 
comer? No soy tan buena comida, le va a doler la panza —le 
respondió Tio Conejo subiendo un poquito más por las ramas 
del palo de zapote. 
—Pues no importa, hoy te como; es demás—insistió Tio Coyote 
relamiéndose el hocico porque ya se hacía con el conejito. 
—Mire—le dijo Tio Conejo—, si tanta hambre tiene, pruebe lo 
que estoy comiendo aquí arriba, ¡viera qué rico! —y le tiró un 
pedazo de zapote maduro. 
Al coyote le gustó el zapote, hasta se relamió. Al darse cuenta, 
Tio Conejo buscó otro bien maduro, y se lo tiró también a Tio 
Coyote. 
—¿Qué tal? —le preguntó Tio Conejo, - ¿No le dije que era 
rico, pue? 
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—Sí, pero qué me voy a andar llenando con ese pushito de 
fruta que me tiraste—le respondió Tio Coyote. –Tirame uno 
grande. 
—Ta bueno, pero espérese tantito: le voy a escoger uno bien 
maduro, pue —le dijo Tio Conejo buscando entre la fruta que 
colgaba de las ramas. No cortó ni un maduro ni siquiera un 
camagüe, sino uno verde muy grande. Calculó que no le cabía 
en la boca al coyote, y le dijo: 
—Mire, aquí le va, pero no lo vaya a dejar caer, porque se 
deshace de tan maduro que está. Abra bien la boca. 
EI coyote abrió bien el hocico, y Tio Conejo le dejó caer el 
zapote. 
—¡Ayyy! —gritó el coyote cuando le cayó el zapote verde. 
¡Conejo hijoeputa! 
Entonce, aprovechó Tio Conejo para salir huyendo. Al chilazo 
se fue de ahí. 
Como pudo el coyote se quitó el zapote verde del hocico: 
trabado se le había quedado el zapote. Los dientes todo 
adoloridos le quedaron. Hasta escupió unos, porque se había 
quedado cholco. 
Muy enojado después del gran clavo, se puso a seguir las 
huellas del conejo. 
—Ah, hoy no te me librás condenado conejo —decía mientras 
lo buscaba en el monte. 
Pero ese día ya no lo halló. El conejito se había escapado. 
Corrió veloz, se fue a la cocina de su cuevita y se sirvió un 
pocío de café. 
Días después, el coyote encontró al conejo comiendo zacate. 
Cuando quiso capturarlo, el conejo se le escapó corriéndosele 
por debajo de las patas, y el coyote se puso a perseguirlo. 
— Pará, pará —le decía todo agitado ya de la carrera. 
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Pero Tio Conejo ya tenía pensado cómo librarse del coyote: se 
metió por debajo de un cerco de alambre de púas que rodeaba 
el zacatal. Como era pequeño, pasó sin dificultad. El coyote 
lo siguió lleno de furia. Pensó el pobre que también él podía 
pasar, pero no pudo, y se quedó enredado en los alambres 
aullando. 
Tio Conejo encontró un armadío y se montó sobre él, así se 
fue, muy chilero, a su cuevita a tomar café pal susto. 
 
Finalmente, el tercer relato base titulado El viejo tamarindo, fue 
recogido por la autora en Sayaxché, Petén, departamento norteño en el 
que convive el español con el maya q´eqchi´. 
 
La tradición oral de contextos como el referido se caracteriza por 
una gran influencia cultural indígena, que se manifiesta tanto en los 
personajes, como en la incorporación de costumbres y tradiciones. Tiene 
un componente esencial de magia y encantamientos y ambientes 
caracterizados por la exuberancia de la flora y fauna local. 
 
Contiene términos de la lengua indígena en contacto, aunque no 
vayan mucho más allá de topónimos y de algunos préstamos que no 
generan mayor creatividad en el español. 
 
Ilustran lo indicado, los siguientes fragmentos: 
 
Del relato La monja blanca, recogido por la autora en Tactic, 
departamento de Alta Verapaz: 
 
La muchacha se va a vivir con el Tz´ultak´a al interior del cerro, 
después de realizar las ceremonias rituales correspondientes. 
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De El castigo de Tz´ultak´a, el Señor de los Cerros, relato recogido 
por la autora en Cobán, departamento de Alta Verapaz: 
 
Cuando no se llevan a cabo las antiguas costumbres, para 
pedir permiso a Tz´ultak’a, para cazar animales, cortar 
árboles o utilizar las fuentes de agua, el Señor del Cerro 
castiga al transgresor. 
Él tenía que hacer muchas cosas que mandaba el Señor del 
Cerro; tenía que desahumar a sus perros con copal, pom; 
desahumar su casa, sus armas, dormir en el suelo frente al 
altar y, en fin, no hizo todo lo que mandaban los antiguos, que 
eran mandados por el Señor de los Cerros. 
Entonces un día se fueron a cazar el venado a como fuera; 
pero lo que pasaba era que Juan no quería cumplir con la 
costumbre de quemar candelas, copal, pom, velar una noche 
antes pidiendo ante el altar de Tz´ultak’a el permiso para 
entrar en sus campos a tentar a sus animalitos, pues Tz´ultak´a, 
que es el Señor de los Cerros y los Valles de por aquí, los tenía 
bien cuidados. 
A continuación, el texto de El viejo tamarindo: 
 
No muy lejos de Sayaxhé estaba el pueblo de Raxcholol, pero 
no era fácil llegar porque el camino era trabajoso. Después de 
pasar por el ferry el río La Pasión, se cruzaba Sayaxché y se 
tenían que caminar muchas leguas y atravesar unas aguadas. 
Por eso no llegaban muchos extraños a Raxcholol. Los turcos 
sí iban y cuando llevaban su venta era como un día de mercado, 
toda la gente se arremolinaba, porque llevaban cortes para las 
señoras, vajías, herramientas y otras cosas muy útiles. 
Cuentan que, cuando los turcos llevaban su venta a aquel lugar, 
se almiraban del aprecio que todos sentían por el matrimonio 
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de don Lucas y doña Petra. Y es que verdaderamente eran 
personas muy apreciadas por todos, decía la gente antigua. No 
dudaban los turcos en darles fiado de vez en cuando, porqueeran muy cumplidores de sus deudas. En Raxcholol, la gente 
no era caquero y todos tenían en veces alguna necesidad, pero 
no todos eran cumplidores y los turcos escogían a quién darle 
fiado. A don Lucas y doña Petra sí le daban. 
Eran personas discretas y nadie las había visto nunca shutear 
a los vecinos, tampoco hablaban mal de nadie. Por eso los 
apreciaban. 
Los esposos tenían una su casa en la entrada de Raxcholol. 
Enfrente de la casita habían dos grandes tamarindos, muy 
viejos, tal vez tenían doscientos años o eran de la época de los 
mayas, como decía la gente antigua. ¡Quién sabe! Lo cierto es 
que eran una pareja de tamarindos, porque uno era macho y 
el otro, hembra. 
Esos palos de tamarindo llamaban la atención de todos, 
porque se parecían a la pareja de don Lucas y doña Petra. 
Llevaban mucho tiempo juntos, macizos se alzaban desde el 
suelo y se llenaban de fruta cuando era la temporada. Era 
sabrosa la sombra que daban La gente decían que eran como 
el matrimonio de don Lucas y doña Petra, que parecía que no 
iba nunca a acabarse. De ahí que la gente los llamaba a ellos 
también “los tamarindo”, pues nunca se separaban, solo 
cuando don Lucas iba al monte a trabajar. 
Lo cierto es que eran una pareja muy especial, decían las 
mujeres de aquellos tiempos. Siempre andaban juntitos, iban 
juntos a la iglesia, a los bailes, a los cuchubales, al trabajadero 
que tenía el marido, a echarse algún colazo. En esa época era 
raro ver a una pareja de esposos andar juntos en todos lados, 
como a don Lucas y a doña Petra. 
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Las mujeres envidiaban ese matrimonio de ellos y les decían 
a sus maridos: ¡Qué dicha tener un marido como don Lucas! 
Y les reclamaban que las atendieran mejor, que tuvieran más 
consideración con ellas. ¡Mire!, le decía una esposa a su 
marido, tome ejemplo y sea más considerado conmigo. 
Lléveme al baile o acompáñeme a la iglesia hoy que van a 
haber bautizos. ¿Por qué no aprendés, le reclamaba otra al 
marido, ellos sí se quieren, pero vos a mí… ¡Me dijistes que 
ahora sí ibas a ir conmigo a la iglesia!, y se ponía a llorar. De 
plano era por la época, que los maridos creían que ellos 
mandaban y que a las mujeres solo les tocaba cocinar y criar 
a los hijos, pero ellos era para estar afuera, en la calle. 
Los hombres se burlaban de don Lucas. Decían que le hacía 
los mandados a su mujer, que ella lo tenía como fustán pegado 
a sus naguas, pero en el fondo también lo envidiaban, porque 
doña Petra se desvivía por él y lo atendía con mucho amor. 
A don Lucas lo que decían los hombres no le importaba, 
porque eran chirmoles y era muy feliz con su mujer. Decía que 
el amor que le tengás a tu mujer te hace querer estar viéndola 
a todas horas. 
Esa respuesta le caía requetemal a los raxchololeños, pero era 
por la envidia que sentían. Los apreciaban, al matrimonio, 
pero mejor no se llevaban mucho con ellos. Pero don Lucas y 
doña Petra vivían muy felices en su casita, con sus flores y 
yerbas y su gainero lleno de gaínas y poítos. 
Una mañana se fue don Lucas al trabajo, pero iba preocupado 
pues la Petra había amanecido enferma, con un calenturón 
que no se le bajaba. Solo le encomendó a sus vecinas que le 
echaran un ojo mientras regresaba. 
Se dirigió a su casa del patrón, pues iba a pedir unos centavos 
para llevar a su amada esposa con el doctor. 
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Mire, patrón, dicen que le dijo, ¡por vida suya! Deme un 
adelanto que tengo que llevar a mi esposa al doctor. ¿Qué le 
pasa a la Petra?, preguntó el patrón. Don Lucas dudó en 
contarle, pero se animó recordando a su esposa y le dijo: Miré 
usté, hoy amaneció con fiebre y con dolor, y le hice unos sus 
remedios, pero no se alivia. 
El patrón le dio el adelanto y don Lucas se fue de ahí muy 
agradecido. Salió de su casa del patrón al chilazo, con un 
pálpito raro, como que algo malo iba a pasar. Puyaba a 
su bestia para que corriera más y más… En eso el caballo 
trompezó con unos ramales que estaban en medio camino y don 
Lucas cayó y se dio contra unas piedras. Ahí quedó, muerto, 
tendido el pobre don Lucas. El caballo siguió trotando solo 
para avisar a doña Petra lo que había sucedido a su esposo. 
Cuando el caballo llegó a Raxcholol sin jinete, todos se 
almiraron, porque eso nunca había pasado con don Lucas. 
Él no era dado a dejar su caballo. Pero la gente se asustó de 
veras cuando el caballo se fue a parar abajo del tamarindo 
macho. Todos comenzaron a decir que algo grave le había 
pasado a don Lucas. Doña Petra oyó el laberinto de la gente y 
fue a gritar, pero el grito se le atoró en la garganta. Como pudo 
se arrastró desde la cama por una bestia y salió corriendo a 
buscar a su marido. 
Los pobladores se fueron algunos detrás para ver en qué podía 
ayudar a la pobre… Ya no pudieron hacer nada, porque doña 
Petra había divisado a su marido, muerto en el camino… 
Cuando la gente llegó, encontró tirado el cuerpo de don 
Lucas, pero a doña Petra no la encontraron nunca, y eso que 
buscaron en las sabanas, en los chololes, en las montañas, en 
los julupes y en las aguadas a ver si aparecía… Pero jamás 
apareció. 
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A los nueve días de muerto don Lucas, el tamarindo macho 
cayó, nadie se explica qué fue lo que pasó porque no estaba 
seco; solo quedó el tamarindo hembra y es el que hoy se 
encuentra en Raxcholol. Ora le llaman el viejo tamarindo. 
 
2. Rasgos del español guatemalteco en las producciones analizadas 
 
2.1 Español guatemalteco general 
 
Sin pretender exhaustividad, se presentan rasgos del español 
guatemalteco general que aparecen en los relatos analizados. 
Entre los rasgos fonético-fonológicos, es importante mencionar el 
yeísmo con elisión del fonema cuando una de las vocales que lo rodean es 
i, así como el extremado relajamiento que presenta en otras posiciones. 
Este rasgo es común tanto en la norma culta como en el habla popular. 
 
En La leyenda del Sombrerón aparece, por ejemplo, en: 
 
… su ventana adornada por la buganvilia y la mata de 
granadía (por granadillas). 
 
En Tio Conejo y Tio Coyote: 
 
… se fue a la cocina de su cuevita y se sirvió un pocío de café 
(por pocillo). 
 
En El viejo tamarindo: 
 
… la gente se arremolinaba, porque llevaban cortes para las 
señoras, vajías (por vajillas), herramientas y otras cosas muy 
útiles. 
…. el gainero lleno de gaínas y poítos (por gallinero, gallinas 
y pollitos). 
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Asimismo, es constante en los relatos la velarización de la nasal n en 
posición final de palabra, rasgo que se da en la norma culta y en el habla 
popular. 
 
Otro rasgo frecuente es el rehilamiento de r. Aunque ha ido 
desapareciendo, pervive aún en muchos hablantes. En casos de algunas 
palabras, por ejemplo, el adjetivo rico (a), muchos hablantes perciben que 
la pronunciación con rehilamiento expresa mejor la cualidad. 
Del contacto con las lenguas indígenas, la variante guatemalteca 
tiene los fonemas ortográficamente representados como tl, tz y x (o sh) y 
el ensordecimiento y fricatización de los fonemas l y y en posición final 
de palabra. Estos rasgos se dan tanto en la norma culta como en el habla 
popular. 
El grupo consonántico t+l se fonologizó en un solo fonema, que 
ocurre siempre, inclusive en palabras propias del español. 
 
En relación con x (sh), es importante mencionar que ocurre en un 
grupo numeroso de palabras percibidas por los hablantes como propiamente 
guatemaltecas. En algunos casos, las consideran vagamente como palabras 
indígenas. Para la transcripción se ha elegido escribirlas con el grafema sh, 
porque es el uso común, aunque no normado. Contrasta con la ortografía 
con x, que se usa para escribir los términos reconocidamente indígenas, y 
que aparece en nombres como Xela (Quetzatenango) o xocomil (remolino 
de aguas en el lago de Atitlán), etc. 
 
Si bien pertenecen al habla popular, muchasde las palabras con sh 
se utilizan también en el habla informal de hablantes de norma culta. Son 
elementos que propician la creatividad en la lengua por sí mismos y por 
medio de sus derivados y aplicaciones. 
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Una de estas es, por ejemplo, la palabra shute, con el significado de 
entrometido (a), y derivados como shutear, curiosear y shutencia, 
entrometimiento. Aparecen regularmente en los relatos analizados. Por 
ejemplo, en La leyenda del Sombrerón: 
 
— Vonós mejor, doña Toyita, le advirtió la otra, no sea que por 
shutes nos vaya mal. 
 
En El viejo tamarindo: 
 
Eran personas discretas y nadie las había visto nunca shutear 
a los vecinos. 
 
En la historia La paloma torcaz, shute aparece con el significado 
denotativo de espina o aguijón: 
 
Entonces la mujer lo tomó entre sus brazos y, al acariciarlo, le 
quitó el shute que tenía clavado en el cuello. 
 
La pronunciación x (sh) en estas palabras es general, con excepción 
de la variante regional del oriente del país con escasa población indígena, 
en donde puede pronunciarse como ch. 
Por ejemplo, en Tio Conejo y Tio Coyote, aparece la palabra cholco 
(desdentado, sin algunos dientes), que en el resto del país se pronuncia 
sholco. 
 
Hasta escupió unos, porque se había quedado cholco. 
 
Pero también aparece pushito (poquito), que es como se pronuncia 
esta palabra en el resto del país: 
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Sí, pero qué me voy a andar llenando con ese pushito de fruta 
que me tiraste—le respondió Tio Coyote. –Tirame uno grande. 
 
A pesar de la pronunciación con ch de muchas de estas palabras en 
el contexto del oriente del país, no es aventurado indicar que x (sh) podría 
considerarse un fonema del español guatemalteco, según puede 
observarse, por ejemplo, en los siguientes pares: 
 
Shola (cabeza) / Chola (hipocorístico del nombre propio Soledad). 
Sheca (inteligente y también una clase de pan) / checa (de chequear). 
Xela (nombre con el que se conoce comúnmente la ciudad de 
Quetzaltenango) / chela (cerveza) y también Chela, por Marcela, nombre 
propio. 
 
En cuanto a rasgos morfológicos del español guatemalteco, tal 
vez el más importante que aparece en los relatos es el voseo y sus 
correspondientes conjugaciones verbales, entre las cuales se conserva en 
el habla popular y rural el pretérito perfecto simple de indicativo: dijistes, 
comistes (también puede ocurrir como dijites, comites, etc.). 
 
Adicionalmente, la ausencia del pronombre tú (que pervive en la 
norma culta) y, por tanto, la reducción del paradigma a vos y usted para 
segunda persona singular. Ejemplo, en El viejo tamarindo: 
 
—¡Mire!, le decía una esposa a su marido, tome ejemplo y sea 
más considerado conmigo. Lléveme al baile o acompáñeme a 
la iglesia hoy que van a haber bautizos. ¿Por qué no aprendés, 
le reclamaba otra al marido, ellos sí se quieren, pero vos a 
mí… ¡Me dijistes que ahora sí ibas a ir conmigo a la iglesia!, 
y se ponía a llorar. 
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Otros rasgos comunes tienen que ver con el posesivo: por ejemplo, 
la presencia de artículos indeterminados antes de este, común tanto en la 
norma culta como en el habla popular y rural. 
 
Por ejemplo, en La Leyenda del Sombrerón: 
 
… a la casa de una su tía… 
Entre las flores que aparecen todos los años adornando el 
sepulcro de la Mariana, destacan una sus rosas rojas… 
 
En El tigre, el buey y Tio Conejo (Polanco, 2014: 23-25): 
 
… si te la quito, vos me comés. ¡Una tu patada te voy a meter! 
 
En El viejo tamarindo: 
 
Los esposos tenían una su casa en la entrada de Raxcholol. 
— Miré usté, hoy amaneció con fiebre y con dolor, y le hice 
unos sus remedios, pero no se alivia. 
 
En El Cadejo protector: 
 
Ahora lo que tenés que hacer es buscar un tu trabajo 
 
En contextos de contacto de lenguas se da duplicación del posesivo. 
Por ejemplo, en El viejo tamarindo: 
Se dirigió a su casa del patrón, pues iba a pedir unos centavos 
para llevar a su amada esposa con el doctor. 
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En el uso de posesivo y pronombre personal como dativo, pueden 
ocurrir construcciones como la siguiente que aparece en El arriero, el 
barbero y Tío Conejo (Polanco, 1989: 13-16): 
 
… una tu patada te voy a meter —le dijo, y siguió su camino. 
 
En el habla popular y rural ocurre con frecuencia falta de concordancia 
en género y número. 
 
Por ejemplo, en La leyenda de El Sombrerón: 
 
Las melodías se oían por mucho tiempo, pero solo podía 
escucharlo la Mariana, nadie en la casa se daba cuenta de lo 
que estaba pasando. 
 
En El viejo tamarindo: 
 
Los hombres del pueblo se fueron algunos detrás para ver en 
qué podía ayudar a la pobre… 
La gente decían que eran como el matrimonio de don Lucas y 
doña Petra. 
Solo le encomendó a sus vecinas que le echaran un ojo 
mientras regresaba. 
 
En El castigo de Tz´ultak´a, el Señor de los Cerros: 
 
Por más que Juan ofreció pisto y riquezas a los curanderos, 
que en aquel lugar habían famosos, no quisieron llegar por 
tratarse de un caso grave. 
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Asimismo, comúnmente aparece el artículo determinado antes del 
nombre propio. Ejemplos: 
 
En La leyenda del Sombrerón: 
 
… aparecieron en la esquina de la casa de la Mariana 
 
En El Cadejo protector: 
 
El Tello la miró agradecido de saber que estaba en su casa. 
 
En El viejo tamarindo: 
 
¿Qué le pasa a la Petra?, preguntó el patrón. 
 
En La monja blanca: 
 
…el padre de la Dominga se convence que es Tz´ultak’a el que 
desea casarse con su hija. 
 
En relación con los tiempos verbales utilizados, es notoria la ausencia 
casi total del pretérito perfecto compuesto de indicativo. Para ilustrar este 
fenómeno, nótese el tratamiento del pretérito en los relatos base según 
fueron expuestos anteriormente. 
 
Otro ejemplo, en El Cadejo protector: 
 
-Sí –dijo la señora-, de plano fue el Cadejo. ¿Te agachaste a 
verlo? ¿Te lamió en la boca? 
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Pero el Tello le aseguró que no, que solo le había olisqueado 
los pies y lo había acompañado en silencio. 
 
Son comunes también el dequeísmo, el queísmo y algunos 
fenómenos más que comparte el español guatemalteco con otras variantes 
hispanoamericanas. 
 
En La leyenda del Sombrerón: 
 
Entonces la aconsejaron de que no prestara atención a la 
seducción del Sombrerón, pero ella ya no se hallaba sin las 
dulces melodías de su enamorado. 
Al darse cuenta que las mulas seguían apareciendo todas las 
noches amarradas en el poste de la luz, los vecinos fueron a 
ver a los padres… 
 
En La Siguanaba: 
 
… su matrimonio era motivo de chirmoles y críticas y esto 
hacía de que se sintiera muy infeliz. 
 
2.2 Presencia de léxico del habla popular y del proveniente del 
contacto entre lenguas 
 
En el análisis de los relatos, se prestó especial atención al léxico 
proveniente del habla popular o del contacto de lenguas, cuyas 
connotaciones modulan o cambian los significados literales u originales, 
en función de la experiencia, los sesgos socioculturales y la intencionalidad 
de los hablantes. 
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Algunos términos del habla popular que aparecen en las historias 
son propios del español y resultan sumamente fecundos para la creatividad 
de la lengua. Por ejemplo, la palabra huevo tiene un gran número de 
derivados con diferentes connotaciones, a veces contrarias por marcas de 
entonación. 
 
La siguiente es una lista no exhaustiva de estos términos y 
expresiones: 
 
¡A huevos! significa “¡seguro que sí!”. ¡Mi huevo!, “¡seguro que 
no!”. A puro huevo, “que algo es obligatorio”. ¡Qué huevos!, “¡qué 
terrible!”. Hacer huevo, “romper”, “estrellar algo”, “chocar un vehículo”. 
Hacerle huevos, “aguantar”, “soportar”. Hacer huevos, “ayudar a 
alguien”. Ponerle huevos, “poner empeñoen algo”, “esforzarse”. ¡Qué 
hueva!, hueva, “¡qué pereza!”, “pereza”. Ahuevar, “asustar”. Huevear, 
“robar”. Huevón, “haragán”. Huevudo, “valiente”. ¡Qué de a huevo!, se 
dice de algo que “está muy bien”, pero cambiando la entonación significa 
que “alguien se está queriendo aprovechar de quien dice la frase”. 
 
Ilustra este último caso la respuesta de Tio Conejo a Tio Coyote, 
cuando el primero dice: 
 
¡Qué diahuevo! ¿Por qué me va a comer? No soy tan buena 
comida, le va a doler la panza. 
 
La expresión de Tio Conejo refiere al sentimiento de sentirse usado, 
de que alguien (el coyote) se quiere aprovechar de él. 
 
Significados relacionados son los siguientes del habla popular: 
pasearse (en alguien), columpiarse (en alguien), con el significado 
“abusar de alguien” o “de haber acabado con la reputación de alguien”. 
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Otros ejemplos de las aplicaciones de derivados de huevo, aparecen 
en El Cadejo protector: 
 
En realidad, algunos ya hueviaban cuando podían. Pero el 
Tello no era ladrón. En el fondo seguía siendo bueno. 
Ahora lo que tenés que hacer es buscar un tu trabajo y dejar 
de chupar y de andar de huevón. 
 
Es, también, sumamente productiva en el habla popular puta y sus 
derivados y aplicaciones. Como en el caso anterior, pueden tener 
significado positivo o negativo según el contexto y expresado por medio 
de marcas de entonación. 
 
¡Puta! ¡A la gran puta!, ¡Ala! ¡A la gran!, ¡Ulugrún!, ¡Púchica! o 
¡púchis!. ¡Hijo de la gran puta!, ¡Hijoeputa!, Hijoemilputas!, etc. 
 
Tio Coyote recibe el zapote verde en su hocico y exclama: 
 
¡Ayyy! (…) ¡Conejo hijoeputa! 
 
Algunos de los derivados son eufemismos sobre los cuales el 
hablante no suele ser consciente, tal el caso de ¡ala!, púchica o púchis. 
 
En La leyenda del Sombrerón: 
 
Pasaron por allí dos vecinas y una de ellas dijo: ¡Ala! ¿Será 
el Sombrerón? 
¡Púchica!, dijeron muy asustadas. ¡El gran poder de Dios!, se 
persinó doña Toyita, y salieron corriendo. 
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En Tio Conejo y Tio Coyote: 
¡Púchis, Tio Coyote! ¡Qué diahuevo! ¿Por qué me va a comer? 
No soy tan buena comida, le va a doler la panza… 
 
Destacan también las siguientes palabras y sus derivados: 
 
Pisto, que significa dinero. Por ejemplo, en La leyenda del 
Sombrerón: ¡Ni que tuvieran pistarrajales, la hubieran podido salvar sus 
pobres padres! 
 
En El arriero y el barbero (Polanco, 1989: 13-16): 
 
Cuando llegó a su casa, le dijo la esposa: 
—Dame mi pisto del chumpipe. 
 
En El castigo de Tz´ultak´a, el Señor de los Cerros: 
 
Por más que Juan ofreció pisto y riquezas a los curanderos… 
 
Pertenecen al mismo campo semántico los siguientes términos del 
habla popular: len, que significa centavo, real y peso, términos usados en 
sustitución de quetzal, que es la moneda nacional, y choca, moneda de 
veinticinco centavos. 
 
Por ejemplo, en Los caites de cuero crudo (Polanco, 1989: 17-21): 
 
¿Y a cómo los da? A dos riales. 
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Otra palabra muy propia del español guatemalteco en registros 
informales y de habla popular es traido (a), “enamorado (a)” y sus 
derivados como traidear, “enamorar”, “tontear”. 
Por ejemplo, en La leyenda del Sombrerón: 
El oficio de él es andar traidiando, pero no le conviene a 
ninguna señorita. 
 
En La Siguanaba: 
 
Era un hombre galán, con el pelo canche y los ojos zarcos, 
pero muy traidero. (Canche significa rubio.) 
 
En el mismo campo semántico están, por ejemplo, términos del 
habla popular, como colgarse, “enamorarse” y colgado (a), “enamorado 
(a)”. 
 
A continuación, algunas palabras más, muy productivas para la 
creatividad lingüística: 
 
Caquero (a) es un adjetivo muy usado que tiene el significado de 
“engreído (a)”, “presumido (a)”, “que hace alarde de riqueza”. 
 
Por ejemplo, en El viejo tamarindo: 
 
En Raxcholol, la gente no era caquero y todos tenían en veces 
alguna necesidad, pero no todos eran cumplidores y los turcos 
escogían a quién darle fiado. 
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Clavo es una palabra a la que se recurre frecuentemente con el 
significado de “problema”. Es frecuente también su derivado clavero, 
“persona que suele meterse en problemas o ponerse en evidencia”. 
 
Por ejemplo, en Tio Conejo y Tio Coyote: 
 
Muy enojado después del gran clavo, se puso a seguir las 
huellas del conejo. 
 
 
Casaquear significa “mentir”, “engañar” o “enredar por medio de 
palabras”. Por ejemplo, en Tio conejo y Tio Coyote: 
 
Al Tio Conejo le gustaba casaquiarlo, así que cuando lo vio 
pasar, le gritó… 
 
En relación con el léxico proveniente del contacto con las lenguas 
mayas, hay algunos préstamos con efectos creativos y de emotividad, 
como los siguientes: 
 
Chipe, que en algunas lenguas mayas significa “el menor de los 
hijos”, pero en español guatemalteco tiene connotaciones que van desde 
“estar llorando o lloriqueando” a “estar deprimido (a)”. Por ejemplo, en 
El Cadejo protector: 
 
… ya pará de chipiar, mejor dale gracias a Dios. 
 
Cuchubal, término que nombra una “suerte de juego en el que un 
grupo de personas da cada una cantidad de dinero mensualmente y va 
recibiendo el total”. Aparece en El viejo tamarindo: 
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…a los cuchubales… 
 
Chunero, de ch´un, que significa “cal” en algunas lenguas mayas. 
En el español guatemalteco se le llama así al “ayudante de albañil”. 
 
Ejemplo, en El Cadejo protector: 
 
…que tenía el oficio de chunero y falleció en una obra cuando 
se desprendió una pared. 
 
Chaye, “obsidiana” en algunas lenguas mayas. En español pasó a 
significar “pedazo de cristal”, “vidrio roto”. 
 
Ejemplo, en El Cadejo protector: 
 
Al rato, el suelo de la cantina estaba lleno de chayes, porque 
en el relajo habían quebrado montón de botellas y vasos. 
 
Entre los términos del habla popular aparecen algunos de origen 
náhuatl, lengua que influyó determinantemente al español guatemalteco, 
porque los españoles llegaron inicialmente de México con el acervo 
lingüístico del náhuatl y de las lenguas indígenas del Caribe para nombrar 
lo novedoso americano. Muchos de los topónimos guatemaltecos usados 
en español son de origen náhuatl, como el mismo nombre de Guatemala, 
Quetzaltenango, Huehuetenango, Chimaltenango, etc., y contrastan con 
los topónimos de las lenguas mayas para los mismos lugares. 
 
Las muchas derivaciones de la palabra chile (del náhuatl chilli) son 
sumamente versátiles, muestran y promueven la creatividad lingüística y 
se usan frecuentemente en el habla popular. Probablemente algunas de 
ellas derivan del contacto con el español mexicano actual. 
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¡Al chile!, que significa “rápidamente”. ¡Al chilazo!, 
“inmediatamente”. Chilero, “bonito”, “que luce bien”; una variante: Lero, 
lero, bien chilero, (el componente “lero” es muy guatemalteco), frase que 
significa “que luce bien”. Puede darse con sorna. Chilerear, “presumir”; 
echando chile, “rápidamente”. 
 
En el mismo campo semántico de chilerear y chilero está, por 
ejemplo, la expresión ¡Sa nigua!, usada en el habla popular. 
 
Ejemplos: 
 
En El viejo tamarindo: 
 
Salió de su casa del patrón al chilazo, con un pálpito raro, 
como que algo malo iba a pasar 
 
En Tio Conejo y Tio Coyote: 
 
Entonce, aprovechó Tio Conejo para salir huyendo. Al chilazo 
se fue de ahí… 
… así se fue, muy chilero, a su cuevita a tomar café pal susto. 
 
Caite, del náhuatl cactli, sandalia, es también un término muy usado. 
Caitudo puede aplicarse para nombrar o calificar a una persona pobre, de 
origen humilde o que se considera ignorante. Aparece, por ejemplo, en el 
título del relato Los caites de cuero crudo (Polanco, 1989: 17-21). 
 
Sin etimología definida, aparece cuaje (cuajarse) con el significado 
de “dormirse”. En el mismo campo semántico están echarse un cuaje,fondearse, términos del habla popular. 
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Por ejemplo, en La Siguanaba aparece: 
 
… quería echarse un cuaje, pero solo de pensar que se iba a 
encontrar con ella, retrasaba su llegada. 
 
También cuto, que significa “corto”. Tiene derivados interesantes 
como cutencia, por “cortedad”, que se usa en frases como ¡qué cutencia!, 
con la cual se indica, por ejemplo, que una mujer lleva un vestido muy 
corto. Aparece en el título del relato El tigre cuto (Polanco, 2014: 33-37), 
en este caso indica que el tigre no tenía cola. 
 
La variante guatemalteca del español tiene dos grupos de palabras 
que la distinguen. Los hablantes las consideran propias de Guatemala, y 
hasta signos de identidad. Se desconocen las etimologías de gran parte de 
ellas, pero los hablantes las perciben vagamente como de origen indígena. 
Son términos muy productivos para la creatividad y pueden tener muchos 
derivados y aplicaciones. Algunas tienen un componente afectivo. 
Pertenecen a la variante popular, pero también se usan en comunicaciones 
informales. 
 
Son palabras que corresponden, en su mayoría, al ámbito de la vida 
cotidiana. Para categorizarlas, se las ha dividido aquí en palabras que llevan 
x (sh) y palabras que llevan ch, por el componente afectivo que percibe el 
hablante en estos fonemas. Ilustra este fenómeno el caso de la nana rurrú, 
rurrú, rurró, que en el español guatemalteco pasó probablemente de la 
pronunciación con r rehilada a la x (sh): shushú, shushú, shushó. 
 
Algunas palabras con x (sh): 
 
Sheca, “tipo de pan integral con anís”, pero también se dice de 
“alguien muy inteligente”. 
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Por ejemplo, en El castigo de Tz´ultak´a, el Señor de los Cerros: 
 
¡Qué sheca el Juan!, decía la gente admirada… 
 
Pashte, “estropajo”. Por ejemplo, en El Cadejo protector: 
 
Me va a tocar limpiar con pashtes toda esta shuquedad... (por 
suciedad). 
 
Cusha, un “tipo de licor”. Por ejemplo, en El Cadejo protector: 
 
Cuando ya no tenían para comprar guaro decente, tomaban 
cusha. 
 
Amishar, de mish, “gato”, significa “avergonzar”; amishado (a), 
“tímido (a)”. 
 
Por ejemplo, en La leyenda del Sombrerón: 
 
Los señores se admiraron mucho, porque su hija era más bien 
amishada… 
 
Ishto (a), “niño (a)” y también “inmaduro (a)”. Deriva del maya 
Kaqchikel xta´, “niña”, “jovencita”. En el mismo campo semántico se 
encuentran otras palabras del habla popular, como patojo (a), chirís, güiro 
(a), por “niño (a)”, “joven”. 
 
Por ejemplo, en El Cadejo protector: 
 
Ya madurá, mijo –le decía su mamá-, parecés ishto y ya vas a 
cumplir la mayoría de edad. 
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… había sacado adelante sola, con la ayuda de Dios, a sus 
patojos… 
 
En La leyenda del Sombrerón: 
 
… pero la patoja dejó diuna vez de comer y cada día estaba 
más triste. 
Ya había caído la patoja en las redes del duende, él ya la 
consideraba suya. 
 
Sho, “interjección vulgar para detener una conversación o callar a 
alguien”. 
 
Por ejemplo, en El Cadejo protector: 
 
¡Sho, vieja! –le gritó el cabecilla del grupo del Tello. 
 
Shola, “cabeza”. Variante de chola. Derivados: sholón, sholotón, 
“persona que tiene la cabeza grande”. 
Por ejemplo, en La Siguanaba: 
El hombre era feo, sholotón y arrugado. 
Sholco, “desdentado”, “sin algunos dientes”. 
Por ejemplo, en La Siguanaba: 
Cojeaba y se había quedado sholco. 
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Shuco (a), “sucio (a)”, “algo que está podrido o descompuesto”, 
pero también una “clase de emparedado popular” y una “clase de tamal”; 
shuquearse, “descomponerse”; shuquedad, “suciedad”. 
Por ejemplo, en El Cadejo protector: 
Era un lugar todo shuco… 
Me va a tocar limpiar con pashtes toda esta shuquedad... 
 
Shute, ya citada anteriormente. Su significado literal es “espina”, 
“aguijón”, pero también significa “persona entrometida”. Algunos 
derivados son: shutear, “curiosear”; shutencia, “entrometimiento”. 
 
Por ejemplo, es un dicho popular: De cien problemas que tenés, diez 
son por mula y noventa por shute. 
 
Deriva de una palabra de origen maya, con el significado de “algo 
con punta aguda”. También, en algunas lenguas mayas significa “ano”. 
Algunas palabras pertenecientes al grupo con ch: 
 
Chancletas, derivado de chancla. “Sandalias para andar por casa o 
en la playa”. Aparece, por ejemplo, en el título del relato Tío Conejo y las 
chancletas de la abuelita (Polanco, 2014: 12-13). 
 
Se usa, asimismo, para nombrar un “dulce hecho con güisquil (del 
náhuatl hitzli, espina y quilitl, yerba), azúcar y canela”. En Guatemala 
güisquil tiene el significado de chayote (“un fruto”). 
 
Chamusca, “juego improvisado de fútbol”. Ejemplo, en El Cadejo 
protector: 
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Poco a poco se fue alejando de sus amigos de la niñez, de las 
chamuscas y de las travesuras… 
 
Chenca, “colilla del cigarrillo” –al cigarrillo se le llama cigarro-, “lo 
que sobra del cigarrillo ya fumado”. También es sinónimo de “cigarrillo” 
en el habla popular. 
 
Por ejemplo, en El Cadejo protector: 
 
…con el suelo lleno de chencas de cigarro… 
 
Chiclero, “vendedor informal de golosinas, que suele colocar su 
puesto en las esquinas”. Por ejemplo, en El Cadejo protector: 
 
Aunque sea de chiclero podés trabajar. Ya pará de chipiar… 
 
Chinto (a), “de colores chillantes”. Es sinónimo de chingalavista. 
Por ejemplo, en El Cadejo protector: 
 
… pintada con colores chintos y toda sucia. 
 
Chingar, aparece con el significado “hacer algo como broma o 
juego”. Entre sus derivados está chingón, “travieso”, “juguetón”; 
chingadera, “molestia seria”, pero también “travesura”. 
 
Ejemplo, en El Cadejo protector: 
 
Tello era un muchacho despreocupado, que le gustaba andar 
chingando con los amigos haciéndole bromas a los demás y 
también molestando a las patojas del barrio, allá por Guajitos. 
No le hacía mal a nadie, solo era chingón. 
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Encachimbarse, “enojarse”; cachimbazo, “golpe”. Por ejemplo, en 
La Siguanaba: 
 
Se encachimbaba por nada, así ella se hubiera esmerado en 
preparar la comida, en lavar y planchar la ropa y en tener 
muy aseada la casa. 
 
Cachimbazo se sitúa en el mismo campo semántico de otros términos 
del habla popular, como morongazo, “golpe fuerte”. Por ejemplo, en El 
Cadejo protector: 
 
Volaron los trancazos, los morongazos y las patadas. 
 
Chirmol, del náhuatl chilmolli, “salsa de chile”. Por extensión, 
“salsa de tomate”, pero también “chisme”; chirmolero (a), “chismoso”, 
“chismosa”. 
 
Ejemplo, en El viejo tamarindo: 
 
A don Lucas lo que decían los hombres no le importaba, 
porque eran chirmoles y era muy feliz con su mujer. 
 
En La Siguanaba: 
 
Era muy desgraciada, porque, para colmo, su matrimonio era 
motivo de chirmoles y críticas y esto hacía que se sintiera muy 
infeliz. 
 
Chish, “expresión de repugnancia o desagrado”. Puede indicar 
también “que se trata de poca cosa o de algo sumamente fácil”. 
Probablemente, deriva del maya xix, “migajas”, “sobras de comida”. (Cf. 
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Flores Farfán, 2013) 
 
Ejemplo, en El Cadejo protector: 
 
Chish –dijo una señora que trabajaba ahí-, qué sucio lo están 
dejando todo. 
 
Chipuste, forma generalmente despectiva para referirse a “una cosa 
pequeña que puede o no causar desagrado”. 
 
Ejemplo, en La Siguanaba: 
 
Solo quedó en el suelo un chipuste hediondo que contagió el 
aire con un olor como de azufre. 
 
Chiviarse, “avergonzarse”, chiviado (a), “avergonzado (a)”. 
Por ejemplo, en La Siguanaba: 
La pobre esposa estaba cansada y se sentía chiviada hasta de 
salir a la calle. 
 
Chonguengue, “fiesta”, “parranda”. 
 
Chotear, “vigilar”, “controlar”. También “desacreditar”. Choteado 
(a), “que ya no puede pasar inadvertido”; “señalado”, “desacreditado”.En 
el campo semántico de chotear, cuijiar, con el significado de “vigilar”. 
 
Ejemplo, en El Cadejo protector: 
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La policía ya los tenía choteados, porque como no trabajaban, 
cualquier día se ponían a robar. 
 
En La leyenda del Sombrerón: 
 
Vivía choteando la casa, a ver si aparecía. 
 
En Tio Conejo y Tio Coyote, aparece cuijiar: 
 
Tio Coyote, como siempre, lo andaba cuijiando para ver dónde 
podía cazarlo y comérselo. 
 
Choco (a), “que le cuesta ver”; choquera, “falta de vista”. Por 
ejemplo, en La Siguanaba: 
 
… y choco de los ojos. 
 
Choya, “lentitud”, “caminar perezosamente y sintiendo pesadez” 
choyudo (a), “persona que hace las cosas con lentitud o perezosamente”; 
Por ejemplo, en La Siguanaba: 
 
Iba con choya, retrasando el regreso, porque ya no quería a 
su mujer. 
 
Choconoy, “clase de gusano”, pero también “apodo para referirse a 
alguien con el pelo liso y difícil de peinar”, a quien se llama también 
quishpinudo. Asimismo, se utiliza para describir “cejas gruesas”. 
 
Ejemplo, en Tz´ultak´a, el Señor de los Cerros: 
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… era alto, con el pelo y los ojos negros, cejas de choconoy… 
 
Chompipe, chumpipe, también chunto, chumpe, significa “pavo”. 
El derivado chompipear, chumpipear es un verbo que indica “caminar 
tontamente, sin rumbo fijo, con movimientos poco articulados”, es decir, 
un significado muy diferente a pavonearse. 
 
Ejemplo, en El arriero y el barbero (Polanco, 1989: 13-16): 
 
Mirá, vos, llevame el chumpipe a venderlo. 
 
Chupar, “embriagarse”. En el mismo campo semántico están bolo, 
“borracho”; goma, “resaca”; cusha, “tipo de licor”. 
 
Ejemplos, en El Cadejo protector: 
 
Él, que nunca había tomado, comenzó a chupar. Sus nuevos 
amigos eran bolos que se reunían en una cantina que estaba 
cerca del mercado. 
… cuando el Cadejo lame la boca de un bolo, no deja de 
seguirlo por nueve días y al final se lo lleva: el bolo muere y el 
Cadejo se lleva su alma. 
Cuando ya no tenían para comprar guaro decente, tomaban 
cusha. Entonces, al día siguiente, ni se levantaban, porque 
amanecían con una gran goma. 
 
Finalmente, algunas expresiones del habla popular que aparecen en 
los relatos: 
 
Es común el apelativo muchá, de muchachos (as), que equivale a 
“ustedes”. 
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Por ejemplo, en El Cadejo protector: 
 
Muchá –les dijo a sus amigos-, miren, ya llegaron unas 
señoritas. 
 
Hacer la campaña, significa hace un favor. Por ejemplo, en El 
Cadejo protector: 
 
Vio para todos lados en la calle, a ver si veía a algún conocido 
que le hiciera la campaña de darle jalón para su casa, que 
quedaba como a doce cuadras, pero no había nadie en la calle. 
 
 
13): 
En Tío Conejo y las chancletas de la abuelita (Polanco, 2014: 12- 
 
Ay, señor, es que mire..., yo me traje las chancletas de mi 
abuelita, y allí anda ella en la calle, la pobrecita. Quiero ver 
cómo se las paso. Hágame una campaña, usted...—le dijo Tío 
Conejo al borracho. 
 
Pedir jalón, que significa “pedir que lo lleven gratuitamente en 
algún transporte”; “pedir un aventón”, autostop. 
 
Por ejemplo, en El Cadejo protector: 
 
… que le hiciera la campaña de darle jalón para su casa, que 
quedaba como a doce cuadras, pero no había nadie en la calle. 
 
Ponele, equivale a “pedir que se suponga algo”. Por ejemplo, en El 
Cadejo protector: 
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Ponele –dijo uno de los amigos del Tello-, que a estas señoritas 
se les haga noche aquí… ¿quién las va a acompañar a su casa? 
 
¡Te rayaste!, ¡estás rayado! Equivale a tener chiripa. Significa 
“tener suerte”. Por ejemplo, en El Cadejo protector: 
 
Te rayaste, Tello, dale gracias a Dios –le dijo a su hijo-, el que 
se te apareció fue el Cadejo protector. 
 
Va´a, también va. Expresión de uso muy frecuente al final de la 
frase. Es una transformación de la pregunta retórica ¿verdad? 
 
Por ejemplo, en El Cadejo protector: 
Nosotros pasamos, ¿va´a? 
Dar un colazo significa “ir de paseo”. Por ejemplo, en El viejo 
tamarindo: 
… echarse algún colazo… 
 
2.3 Anotaciones adicionales sobre los relatos base 
 
Sin pretender exhaustividad, se presentan algunos otros rasgos 
lingüísticos de los relatos utilizados como base para el análisis. 
 
En relación con la fonética, aparece el cambio, por demás común en 
español, de e en i, por ejemplo, en traidiar y diunavez, en La leyenda del 
Sombrerón; o casaquiar y diahuevo, en Tio Conejo y Tio Coyote. 
 
En este último relato, aparecen pue y entonce, que retratan la 
aspiración de s propia del dialecto del oriente de Guatemala. 
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En El viejo tamarindo, aparece almirar por admirar. 
Son interesantes, las siguientes palabras: 
Turcos, nombre con el que se llama a los comerciantes del Oriente 
Medio, generalmente libaneses y palestinos. Por ejemplo, en El viejo 
tamarindo: 
 
No dudaban los turcos en darles fiado de vez en cuando, 
porque eran muy cumplidores de sus deudas. 
 
Dar o pedir fiado, “al fiado”. 
 
Fustán, “prenda interior de mujer”. Se distingue de combinación, 
porque solo corresponde a la falda. Por ejemplo, en El viejo tamarindo: 
 
… que ella lo tenía como fustán pegado a sus naguas. 
 
Laberinto, término antiguo equivalente a “ruido”. Sigue usándose, 
aunque con poca frecuencia, en el habla rural. Por ejemplo, en El viejo 
tamarindo: 
 
Doña Petra oyó el laberinto de la gente y fue a gritar, pero el 
grito se le atoró en la garganta. 
 
Librás, de librar, con el significado de “escapar”. Por ejemplo, en 
Tio Conejo y Tio Coyote: 
 
Ah, hoy no te me librás condenado conejo —decía mientras lo 
buscaba en el monte. 
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Palo, “árbol”. Por ejemplo, en Tio Conejo y Tio Coyote: 
 
Un día, Tio Conejo estaba muy tranquilo comiendo zapotes 
arriba de un palo. 
 
En El viejo tamarindo: 
 
Esos palos de tamarindo llamaban la atención de todos, 
porque se parecían a la pareja de don Lucas y doña Petra. 
 
Camagüe, se dice de una “fruta más verde que madura”. No está 
clara la etimología de esta palabra. Por ejemplo, en Tio Conejo y Tio 
Coyote: 
 
No cortó ni un maduro ni siquiera un camagüe, sino uno verde 
muy grande. 
 
En El viejo tamarindo, es interesante el uso de julepes por “laguneta”. 
En este mismo relato aparecen palabras mayas, por ejemplo: 
Raxcholol, nombre del lugar en donde sucede la historia. La 
traducción literal del maya q´eqchi´ sería “verde conjunto arbóreo”. 
Seguramente se trata de un nombre ficticio, pues no existe ningún pueblo 
en la zona que se conozca con esa denominación. (Raxchololeños, 
gentilicio para los habitantes de Raxcholol.) 
 
Chololes, “conjuntos arbóreos que se encuentran en las sabanas”. 
 
Entre las expresiones que se dan en los relatos base destacan las 
siguientes. 
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La suplicatoria ¡por vida suya!, que aparece en El viejo tamarindo 
en boca de don Lucas cuando se dirige a su patrón. Es una fórmula antigua, 
pero pervive, sobre todo, en el habla rural. 
 
¡El gran poder de Dios!, ¡Gran poder de Dios!, también es una 
fórmula que ha ido cayendo en desuso en ambientes urbanos, pero que se 
mantiene en el habla popular y rural. Por ejemplo, aparece en La leyenda 
del Sombrerón y en El Cadejo protector, lo cual es curioso porque ocurre 
en boca del joven Tello cuando lo usual es que la utilicen personas mayores. 
 
Estas dos expresiones ocurren con patrones de entonación muy 
marcados. 
 
Hacerse el papo, “hacerse el desentendido”. Aparece más 
frecuentemente en el habla rural, por ejemplo, en Tio Conejo y Tio Coyote: 
 
…preguntó el conejo, haciéndose el papo. 
 
Hacerle los mandados (a alguien), “hacer de sirviente por temor o 
devoción”. Aparece en El viejo tamarindo: 
 
Los hombres se burlaban de don Lucas. Decían que le hacíalos mandados a su mujer… 
 
Es demás, equivale a “es por demás”. Pertenece al habla rural. Por 
ejemplo, en Tio Conejo y Tio Coyote: 
 
Pues no importa, hoy te como; es demás—insistió Tio Coyote 
relamiéndose el hocico porque ya se hacía con el conejito. 
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En relación con otros elementos lingüísticos, nótese que los adjetivos 
en los textos presentan una frecuencia equilibrada. No hay un exceso de 
calificativos y los que aparecen guardan la necesaria relevancia en las 
descripciones. 
 
En cuanto a la clase de sustantivos, predominan los concretos sobre 
los abstractos. 
 
No se da profusión de diminutivos ni de despectivos. Entre los 
diminutivos, destaca “hombrecillo”, [ombresío], en La leyenda del 
Sombrerón, porque no es usual en el español guatemalteco, en donde la 
preferencia sería “hombrecito”. Tal vez llamarle [ombresío] responda a 
la intención del hablante, que utiliza un diminutivo poco usual para 
distinguir a un ser sobrenatural, pero la terminación –illo en este término 
también se distingue de la usual en –ito, por su significado despectivo. 
 
Sobre el verbo, es interesante el uso de ir más gerundio, que se usa 
para poner énfasis en algún momento de la narración. Por ejemplo, en La 
leyenda del Sombrerón aparece va siendo: 
 
Un día, la joven no aguantó la curiosidad y se asomó a la 
ventana y ¡cual va siendo su sorpresa! Vio a un hombrecío que 
calzaba botitas con espuelas doradas y que cantaba y bailaba 
con su guitarra de plata, frente a su ventana. 
 
En cuanto a la sintaxis, ocurre alteración en el orden de las palabras 
por anteposición del tema o para conseguir énfasis sobre algún segmento 
del mensaje. 
 
Por ejemplo, en Tio Conejo y Tio Coyote: 
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Hasta hambre ando aguantando por andar detrás de vos—le 
dijo Tio Coyote. 
Los dientes todo adoloridos le quedaron. 
 
En El viejo tamarindo: 
 
Los apreciaban, al matrimonio, pero mejor no se llevaban 
mucho con ellos. 
Los pobladores se fueron algunos detrás para ver en que podía 
ayudar a la pobre… 
 
En La leyenda del Sombrerón: 
 
¡Ni que tuvieran pistarrajales, la hubieran podido salvar sus 
pobres padres! 
 
En este relato aparece una construcción propia más bien del habla 
rural: hallarse o no hallarse: 
 
… pero ella ya no se hallaba sin las dulces melodías de su 
enamorado 
 
Finalmente, se observa una mayor presencia de elementos del habla 
rural en los relatos Tio Conejo y Tio Coyote y El viejo tamarindo, 
originarios de contextos en el interior del país. 
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3. Conclusiones 
 
El estudio corrobora, una vez más, cómo la tradición oral es una 
fuente importante para el conocimiento de las variantes dialectales del 
español, del habla popular, informal y rural, así como de los efectos del 
contacto con las lenguas indígenas. 
 
Los relatos analizados, provenientes de contextos lingüísticamente 
relevantes, retratan el español guatemalteco general y características de las 
variantes dialectales habladas en dichos contextos. Asimismo, se perfilan 
como textos especialmente privilegiados para observar la creatividad de la 
lengua en dinámicas descriptivas, narrativas y de diálogo entre personajes. 
 
Por la enorme riqueza de las fuentes, el estudio no puede ser 
exhaustivo, más bien da pie a posteriores análisis. Sin embargo, ha 
arrojado información interesante con la cual trazar un primer retrato 
actualizado del español guatemalteco y de la creatividad lingüística que 
aporta al español general. 
 
El estudio reporta efectos de fenómenos sociales, como el racismo, 
que inciden en el habla. En este caso, la estigmatización que sufren las 
lenguas mayas en la actualidad como detonante de un rechazo 
generalizado a la incorporación de términos de estas lenguas al español. 
Si bien tal fenómeno sociolingüístico se alza como barrera que entorpece 
la fluidez del contacto de lenguas, por demás, natural, no evita que este se 
manifieste en aspectos en los que el hablante es menos consciente, como 
en la fonética y la morfosintaxis. Este fenómeno explica por qué en el 
estudio se han reportado situaciones resultantes del contacto de lenguas 
más allá del componente lexical. 
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Es interesante el componente afectivo que para el hablante 
guatemalteco muestran ciertos fonemas y términos que los llevan, muchos 
de los cuales aparecen en el habla popular e informal. Son términos con los 
que los hispanohablantes se identifican y reconocen como miembros de 
un grupo sociocultural. Es significativo que estos términos sean también 
elementos versátiles, que generan creatividad en la lengua. 
 
Hay unacontradicciónmarcadaentreel rechazo alaslenguasindígenas 
y la percepción de estos términos como propiamente guatemaltecos y 
signos de identidad, a pesar de que los hispanohablantes puedan 
considerarlos vagamente indígenas. No obstante, esta contradicción es la 
que se vive en Guatemala, entre el rechazo y la acogida del componente 
indígena de la sociedad, dependiendo de situaciones y contextos. 
 
4. Referencias bibliográficas 
 
Asociación de Academias de la Lengua Española (2019). Diccionario de 
americanismos. Madrid: Taurus. 
Asturias, Miguel Ángel (2005). Leyendas de Guatemala. Madrid, Alianza 
Editorial. 
Flores Farfán, J. (2013). Spanish in contact with indigenous tongues. 
Asociación Mexicana de Lingüística Aplicada. Lingüística 
Mexicana, Vol. VII. 
Herrera Peña, Guillermina (2012). Por qué el tigre tiene manchas. 
Guatemala: Editorial Santillana. 
Herrera Peña, Guillermina. (2014). El tesoro de los luceros errantes. 
Guatemala: Editorial Santillana. 
ACADEMIA GUATEMALTECA DE LA LENGUA 
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Herrera Peña, Guillermina. (2017). Héroes y aventuras I. Guatemala: 
Ediciones ASEC. 
Herrera Peña, Guillermina. (2017). Héroes y aventuras II. Guatemala: 
Ediciones ASEC. 
Herrera Peña, Guillermina. (2017). Héroes y aventuras III. Guatemala: 
Ediciones ASEC. 
Herrera Peña, Guillermina. (2017). Héroes y aventuras IV. Guatemala: 
Ediciones ASEC. 
Lara Figueroa, Celso (1990). Leyendas y casos de la tradición oral de 
Guatemala. Guatemala: Centro de Estudios Folklóricos. Editorial 
Universitaria. 
Lara Figueroa, Celso. (1995). Por los viejos barrios de la ciudad de 
Guatemala. Guatemala: Editorial Artemis-Edinter. 
Lara Figueroa, Celso. (1996). Leyendas populares de aparecidos y ánimas 
en pena en Guatemala. Guatemala: Editorial Artemis-Edinter. 
Milla y Vidaurre, José (2007). La historia de un Pepe. Guatemala: 
Editorial Piedrasanta. 
Polanco Barreda, Moris (1989). Cuentos populares de Guatemala. 
Guatemala: Universidad Rafael Landívar. Serviprensa. 
Polanco Barreda, Moris. (2914). Cuentos tradicionales del oriente de 
Guatemala contados por Efraín Polanco. Createspace Independent 
Publishing Platform. 
Real Academia Española de la Lengua (2014). Diccionario de la lengua 
española. Madrid: S.L.U. Espasa Libros. 
ACADEMIA GUATEMALTECA DE LA LENGUA 
- 67 - 
 
 
 
ANEXO 
 
OTROS RELATOS CONSULTADOS 
 
La Siguanaba 
 
Érase una vez una muchacha muy linda a la que su padre la casó 
con un hombre mucho mayor que ella, como cuarenta años le llevaba. El 
hombre era feo, sholotón y arrugado. Cojeaba y se había quedado sholco 
y choco de los ojos. Ni iba ni al médico ni al dentista, porque era muy 
codo. 
 
Además, era un hombre muy celoso y tenía grandes ataques de furia 
pensando que una mujer tan joven y bonita como ella iba a serle 
necesariamente infiel. 
 
Entonces, decidió hechizarla, para que no lo engañara, y la convirtió 
en una mujer fea y vieja como él. La pobre no vivió mucho, pero su alma 
se había vuelto negra por el rencor de lo que le había hecho su marido y, 
antes de él, su propio padre, que no había tenido compasión y la había 
entregado a un hombre malvado. Lo único que quería era vengarse, por 
eso, al morir, perdió