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¿Cómo comenzaste las matemáticas?

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Apuntes Prácticos

Soy licenciado en matemáticas, premio fin de carrera al mejor expediente y amante apasionado de las mismas (aunque sea un amor no correspondido). Mi relación con ellas a lo mejor le sirve a alguien que me lea, de ahí que he decidido contarlo.

Con ocho y nueve años tuve un bienio glorioso en el que para desesperación de mis padres empecé a suspender una asignatura detrás de otra. Los profesores decían que mi inteligencia era superior a la media, y que básicamente me tocaba los huevos a dos manos. De ahí que la presión sobre mí comenzó a ser muy fuerte, empeorando aún más las cosas. Recuerdo que incluso suspendía trabajos manuales. Un verdadero desastre. El problema inicial (lo sé ahora) era la asignatura de matemáticas. Debíamos realizar pulcramente multiplicaciones enormes de números de cuatro y cinco cifras, con decimales, y yo era absolutamente incapaz. De hecho no sé si lo haría bien ahora. Odiaba intensamente las matemáticas y sobre todo las operaciones. Comencé a creer que era tonto, tenía compañeros medio lelos que hacían perfectamente las malditas multiplicaciones. Y eso repercutió en mi comportamiento, en la apreciación que de mí tenían los profesores y los compañeros (y lo que es peor: yo mismo), y todo fue una bola de nieve que no paraba de crecer.

Conseguí de alguna manera pasar de cursos sin repetir, y llegamos a Primero de Bachiller (en España entonces había seis cursos de Bachiller, luego un Curso de Orientación Universitaria, y de ahí a la Universidad). El primer día de clase de matemáticas el porfesor empezó así:

"A partir de ahora empiezan las cosas serias, no como hasta ahora, así que preparaos, que esto es una gran cuesta arriba"

Yo, obviamente, creí morir. Si hasta ahora había sido lo fácil, en lo que venía para mí sería simplemente imposible. Y el profesor (era un gran profesor) empezó a explicar el sistema binario de numeración, algo de lo que no habíamos ni oído hablar.

Y yo comprendí su esencia en aquel mismo momento, y disfruté, y absorbí todo lo que explicó a la primera, y me divertí, y fue maravilloso. En todo Bachiller no necesité otra cosa que atender en clase con verdadera devoción, disfrutar intensamente y hacer los ejercicios del libro. Casi ni estudié en casa. Mis notas fueron ya por siempre inmejorables, y la mejoría invadió el resto de asignaturas. Había entendido que la matemática no era un algoritmo ciego e idiota que simplemente te lleva a un resultado correcto si lo haces bien, es belleza cristalizada en fórmulas. Para seguir algoritmos están los ordenadores.

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