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En los últimos siglos, la modernidad y el capitalismo han organizado la vida económica y social en torno a la lógica del orden, la centralización y...

En los últimos siglos, la modernidad y el capitalismo han organizado la vida económica y social en torno a la lógica del orden, la centralización y la construcción jerárquica. A pesar de ello, Escobar (2005) reconoce que, en décadas recientes, el ciberespacio y las ciencias de la complejidad, han visibilizado un modelo diferente para la organización de la vida sociocultural. En su propuesta, el autor hace una distinción entre diferentes tipos de estructuras de red, que corresponde a la diferencia entre jerarquías y mallas. Las mallas, al contrario que las jerarquías, están basadas en: una descentralización de la toma de decisiones; estructuras no jerárquicas; auto organización; y heterogeneidad y diversidad. Estos dos principios se encuentran mezclados y en operación en la mayoría de los ejemplos de la vida real, y uno puede ser origen del otro. Tomando en cuenta la propuesta anterior, consideramos que la configuración de la cultura de los pixadores y de los escritores de graffiti, tanto a nivel local como global, se corresponde con la estructura de la malla. Pero al mismo tiempo se encuentra atravesada por, y ella misma atraviesa las estructuras de red organizadas de manera jerárquica, las cuales son características del postimperialismo. Dichas interrelaciones implican que a pesar de que los sujetos de este estudio se identifiquen globalmente como pixadores, y escritores de graffiti o graffiteros, no dejan de adscribirse a denominaciones locales, mediante las cuales se define la identificación que los sujetos tienen con los niveles de integración sociocultural, presentes dentro del Estado-nación al que pertenecen. Los niveles de integración sociocultural son determinantes para el pleno desarrollo y funcionamiento de la cultura de los pixadores y la de los escritores de graffiti. Gracias al funcionamiento de lo cultural, los pixadores y los graffiteros pueden autopercibirse como una colectividad permanente en el tiempo-espacio, con una identidad que mantiene algunos aspectos relativamente estables, la cual tiene como objetivo común apropiarse estéticamente de las ciudades sea en condiciones de producción legales o ilegales. Una de las características esenciales de la cultura es según Guillermo Bonfil Batalla (1987), su dinamismo o en sus propias palabras el cambio. En su propuesta, la idea de una cultura estática es aberrante, porque el cambio, la transformación, sostiene el autor, es la forma de ser de la cultura. Además de ser dinámica o cambiante, Bonfil entiende a la cultura como un universo discreto de rasgos concretos, es decir, como repertorio de recursos sociales. Este repertorio de rasgos y recursos, es lo que da especificidad a cada cultura particular. Al conocer el repertorio de rasgos concretos y recursos sociales los pixadores y los escritores de graffiti pueden participar de su propia cultura y relacionarse de una manera específica con la colectividad. Esto se justifica en el hecho de que la cultura es un fenómeno colectivo y no individual. Al participar de su cultura, los pixadores y los graffiteros, hacen evidentes los aspectos relacionales de las culturas locales y globales de pixadores y escritores de graffiti, utilizando el repertorio de recursos sociales a su disposición. El estudio sistemático relativo a la problemática de la mundialización de la cultura ha sido planteada anteriormente por Renato Ortiz (1998). Su crítica se ocupa de la cuestión nacional y de cómo ésta ha dejado de ser el elemento nodal de la explicación antropológica. Para entender el problema de la mundialización en su totalidad, Ortiz asegura que la perspectiva analítica debe librarse de las restricciones locales y nacionales. Esto exige la contextualización global de los diversos objetos de estudio abordados desde la antropología. Sin duda este punto de vista desterritorializado propuesto por Ortiz converge con el punto de vista de la etnografía multilocal propuesta por Marcus, que se ha expuesto más arriba y el cual se ha adoptado para la realización de este artículo. Otra postura acerca de la cultura la cual resulta imprescindible, es la propuesta lotmaniana pues en ella se concibe no solo los signos y la comunicación visual como un texto, sino que la cultura misma se constituye como un complejo texto estructurador de textos dentro de una compleja trama textual. La semiótica de la cultura es una propuesta desarrollada por la Escuela de Tartu, su principal teórico fue Iuri Mijailovich Lotman (1996), quien realizó importantes aportes al desarrollo de la teoría semiótica en general, y su articulación con la cultura. En primer lugar, la semiosis fue definida por Lotman como la realización de los procesos comunicativos y la producción de nueva información, mientras que la semiosfera es el espacio semiótico fuera del cual es imposible la existencia misma de la semiosis. Desde la semiótica de la cultura propuesta por Iuri M. Lotman (1996), se concibe a la cultura como una inteligencia colectiva, como una memoria colectiva y como una compleja trama textual. Al concebirse como memoria, se le considera un mecanismo que permite la conservación y transmisión de ciertos textos y la elaboración de otros nuevos. Para el caso que nos ocupa, el texto conservado y trasmitido mediante la memoria colectiva, es la cultura de los escritores de graffiti de Nueva York y el nuevo texto elaborado a partir de éste, es la cultura de los escritores de graffiti de México y Brasil. Al concebir la cultura como una memoria colectiva, Lotman nos da la pauta para poder rastrear los textos primigenios los cuales, según esta propuesta, deben preceder al lenguaje, y además son la materia prima de la que se elaboran todos los textos de una cultura dada. El fenómeno de la cultura entendido desde la semiótica es paradójico pues en ella se conjuntan su variabilidad histórica y su carácter dinámico. Los aspectos semióticos de la cultura (por ejemplo, la historia del arte) se desarrollan, más bien, según leyes que recuerdan las leyes de la memoria, bajo las cuales lo que pasó no es aniquilado ni pasa a la inexistencia, sino que, sufriendo una selección y una compleja codificación, pasa a ser conservado, para, en determinadas condiciones, de nuevo manifestarse. Consideramos que la cultura está sometida a las leyes del tiempo y simultáneamente posee mecanismos que le permiten poner resistencia al tiempo y a su movimiento. El más importante de esos mecanismos ha sido definido por Lotman como la memoria de la cultura o la memoria colectiva (1996: 109). En esta propuesta, se plantea por una parte que los símbolos, conservados en la cultura, llevan en sí información sobre los contextos (o también los lenguajes), y, por otra, que para que esa información «se despierte», el símbolo debe ser colocado en algún contexto contemporáneo, lo que inevitablemente transforma su significado. Así pues, la información que se reconstruye se realiza siempre en el contexto del juego entre los lenguajes del pasado y del presente (Lotman 1996: 111). La cultura de los escritores de graffiti en México y Brasil reutiliza los símbolos de la cultura global de los escritores de graffiti recontextualizándolos y resignificándolos, mediante la construcción y constante reactualización de su cultura en su propia ciudad. Al concebir la cultura de este modo, ponemos énfasis en la perspectiva semiótica y en las relaciones de sentido que se establecen a través de los sistemas de clasificación. Concebida de tal manera, damos peso a la propuesta de Lotman (1996) en la cual la cultura se presenta como un complejo texto estructurador de textos o como una compleja trama textual en sí misma. Debido a la importancia que tienen en toda cultura, nos interesamos especialmente por los sistemas de clasificación, porque mediante ellos se sistematiza, se organiza, se ordena la realidad y al mismo tiempo se favorece al mecanismo de la memoria. Esos sistemas de clasificación tienen que estar expresados en códigos restrictos o elaborados (Douglas 1978), los cuales, a su vez forman parte del código lingüístico de la cultura dada. La interacción de los sujetos depende en gran medida de la dimensión social del código lingüístico, es a través de él como se establece el orden, la clasificación, y también el sistema simbólico. El orden es la exigencia básica para la comunicación, ese orden está dado por el sistema de clasificación, por esa razón Douglas plantea al sistema de clasificación como una dimensión social en la que debe hallarse el sujeto. Los sistemas de clasificación se componen por los conceptos, términos o categorías que los sujetos utilizan para designar la totalidad de elementos presentes en su cultura. En el caso de la cultura de los escritores de

Esta pregunta también está en el material:

Espacialidades y Ritualizaciones
358 pag.

Semiologia e Semiotécnica Universidad Antonio NariñoUniversidad Antonio Nariño

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