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En esta causa, la concentración del oxígeno en el aire que entra en los alvéolos al principio de la aspiración es baja y no se diferencia de la en ...

En esta causa, la concentración del oxígeno en el aire que entra en los alvéolos al principio de la aspiración es baja y no se diferencia de la en el aire espirado. El volumen de la zona muerta se puede aumentar artificialmente a condición de respirar a través de un tubo largo. Cada uno que lo trataba de hacer se habrá fijado, seguramente, en que en tal caso es necesario aumentar la profundidad (el volumen) de la respiración. Es obvio que en el caso de hacer el volumen de la zona muerta igual a la aspiración máximamente posible (es decir, de cerca de 4,5 dm3), resulta que después de varias aspiraciones el hombre comenzará a asfixiarse, por cuanto el aire fresco, en general, dejará de entrar en los alvéolos. De este modo, la existencia de zona muerta en el sistema respiratorio de los mamíferos es un evidente «descuido» por parte de la Naturaleza. Muy a pesar nuestro, la Naturaleza, al crear los pulmones de los mamíferos cometió también un segundo error. Este defecto está relacionado con el hecho de que el movimiento del aire en los pulmones cambia de dirección al pasar de la aspiración a la espiración. Por esta razón, casi la mitad del tiempo los pulmones, prácticamente, no actúan, ya que el aire fresco no entra en los alvéolos durante la fase de espiración. Como resultado, para el final de la espiración la concentración del oxígeno en el aire alveolar disminuye una vez y media en comparación con su concentración en la atmósfera. Como quiera que durante la aspiración el aire aspirado rico en oxígeno se mezcla en los alvéolos con el aire que se encontraba en éstos anteriormente, la mezcla obtenida —la cual, precisamente, es la que intercambia los gases con la sangre— contiene oxígeno en concentración menor que la atmósfera. A raíz de ello, para los mamíferos, la saturación de la sangre con oxígeno siempre será menor que en aquel caso hipotético en que el aire, todo el tiempo, hubiera pasado a través de los pulmones en una sola dirección, independientemente de la fase de respiración. Por supuesto, en los pulmones de los mamíferos cuya tráquea sirve simultáneamente tanto para la entrada, como para la salida del aire es imposible realizar ese movimiento unidireccional de la mezcla respiratoria. En cambio, en los pájaros la Naturaleza otra vez logró la perfección. Además de los pulmones ordinarios, los pájaros son poseedores de un sistema complementario que consta de cinco o más pares de bolsas aéreas comunicadas con los pulmones. Las cavidades de estas bolsas se ramifican profusamente en el cuerpo y penetran en algunos huesos, a veces, incluso en los pequeños huesecillos de las falanges de los dedos. Como resultado, el sistema respiratorio del pato ocupa cerca del 20% del volumen del cuerpo (2% corresponde a los pulmones y 18%, a las bolsas aéreas), mientras que en el hombre tan sólo un 5%. Las bolsas aéreas no solamente disminuyen la densidad del cuerpo, sino también contribuyen a insuflar el aire a través de los pulmones en una sola dirección.

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