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Criminologia y Sistemas Penintenciarios-De Acevedo Castello-Blanco

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CX'CMINOLOG ÍA 
a y - /$%'-S 
SISTEMAS PENITENCIARIOS 
[POR EL DR. 
P. D ~ ~ ~ C E V E D O ~ASTELLO-FRANCO 
Ex-Ministro de Negocios Eclesi~sticos y de Justicia de Portugal, ._ -- , '". 
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ex-Director de establecimientos penales * . - e , * - / 
-" -. J . 
&^r< -.*u- 
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Dr. Ramiro Rugda . . .- . , , J 
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i , , ' ' a d , - 
PROFESOR DE LA UNIVERSIDAD CENTRAL 
C O N U N P R d L O G O D E L 
DR. F ~ ~ f i n f i b o Cnoneso 
Inspector General de Prisiones 
MADRID 
R E V I S T A DE LEGISLACION UNIVERSAL 
San Belrnardo, 58. 
Requerimientos anlistosos á que no he po- 
dido sustraerme, motivan este prólogo á la 
interesante obra del ilustre publicista portu- 
gués, Castello- Branco. 
Aqui, donde tan pocos libros de Aiitropo- 
logia criminal se producen, donde la legis- 
lación punitiva se encuentra tan atrasada y 
la penitenciaria es tan abigarrada y confti- 
sa; donde los medios preventivos de la cie- 
lincuencia y los sistemas para ejecutar las 
penas son tan aicáicos como ineficaces, re- 
snlttt plausible la idea del malogrado sefior 
Rueda, de verter al castellano el libro que 
se prologa, en estas concisas líneas, y de in- 
dudable 6 importante utilidad su estudio. 
El autor, que 'ha dedicado su fecunda in- 
teligencia y perseverante actividad á 10s 
- VI - 
problemas penales penitenciarios; que, como 
escritor, ha prodilcido varias obras origina- 
les en su patria y en su idioma, y traducido 
otras del francés y del italiano; y que, como 
funcionario público, ha logrado encarnar en 
la realidad y en el grado que las circunstan- 
cias permitían, su labor especulativa, ya en 
la Peni teiociaría central de Lisboa , como 
subdirector, ya en el Gobierno, como Minis- 
tro de Jiisticia, ya, en fin, en el Parlamen- 
to, como Diputado, ha tenido el acierto de 
maridar en la presente la teoría con la prác- 
tica, quitando 6 la abstracción todo lo atópi- 
co, que suele fascinar B los iliisos, defendien- 
do, no obstaiite, el ideal, para dar vida y 
organización á los hechos, sistematizando 
éstos eir vista de las leccioiles y eriseiianzas 
facilitadas por la experiencia y recogidas 
por la propja observaci.óti, ora en el ejerci- 
cio de altos cargos, ora en visitas de estudio 
á paises extranjeros. 
Ea los quince capítulos de que consta, 
trata cle las cuestiones peiiitenciarias y de 
antropologfa criminal más vitales; y si bien 
en la parte descriptiva iio desciende á los de- 
talles, y en la teórica no se da gran exten- 
sión á las materias, acaso por la variedad y 
lo complejo de éstas y el carácter conciso del 
libro, una y otra se presentan en atinadas 
sfntesis y con claridad suficiente para dar á 
conocer al lector, con facilidad y economfa 
de tiempo y de trabajo, las Prisiones que 
describe, los sistemas que expone y las es- 
cuelas y doctrinas que analiza. 
Dos naciones, Bélgica y Holanda, peque- 
ñas en territorio, nutridas en población, bri- 
llantes por su cultura, han progresado por 
extraordinario modo, sobre todo la primera, 
en arquitectura y régimen penitenciarios, y 
el Sr, Castello-Branco pone de manifiesto es- 
tos progresos, examina las causas á que han 
obedecido los factores y las fuerzas que los 
han impulsado y los sostienen. De su estu- 
dio toma la parte esencial para aplicarla en 
su pais, y logra que arraiguen y florezcan 
nuevas instituciones, como la Penitenciaria 
Central de Lisboa, que queda mencionada, 
laa colonias para jóvenes delincuentes, y 
otras cuya implantación y desa'rrollo procu- 
ra, con ostensible y laudable interés, el ve- 
cino reino lusitano. 
A nuestra Prisión Celular de Madrid dedi- 
ca el tercer capitulo para dar idea de su ern- 
plazamiento, de su estructura, de su régi- 
men interno y apreciar los inconvenienttes 
que surgen al aplicar la variedad d e trata- 
It 
- VI11 - 
mientos requeridos por la distinta condición 
legal en que se hallan los reclusos, segiln que 
son procesados 6 penados, jóvenes 6 adultos, 
politicos 6 delincuentes comunes, de estan- 
cia fija 6 transeuntes, sujetos unos al siste- 
ma celular y sometidos otros al aglomerado, 
iilconvenientes que ficilmente se compren- 
den y que malogran lo capital del pensa- 
miento que inspiró la construcción del es- 
pléndido edificio, 6 al menos dificultan gran- 
demente la realización del fin penitencia- 
rio que debiera realizar el establecimiento 
levantado para servir de modelo en su 
clase. 
Objeto del capitulo cuarto, es el sistema 
penal progresivo; y para darle á conocer 
estudia la génesis y evolución de sistemas 
anteriores de los cuales se deriva 6 por los 
cuales se provoca, dando noticia del regi- 
men de comunidad, de la servidumbre pe- 
nal inglesa, de la deportación á Maryland y 
á Virginia, en la América del Norte primero, 
y á Botany-Bay , Port- Jakson, Sydney y Nor- 
folk en la Australia y van-Diemen después; 
de las causas 6 que fué debida la supresión 
de las colonias penales que la gran Bretafia 
llev6 á sus lejanas posesiones de Ultramar, 
de la oposición y modificaciones del sistema 
- IX - 
y de su perfeccionamiento logrado por Crof- 
ton en Irlanda y generalizado después en 
Inglaterra y en las naciones más cultas de 
Europa y América. 
Partidario el autor del sistema celular, as- 
pira á que se extienda en su pais, y á tal 
e£ecto, defiende con calor y gran acopio de 
citas de crinrminalistas y frenólogos, de argu- 
mentos propios y de hechos positivos, el pro- 
yecto presentado al Parlamento en 1888 
para la construcción de nuevas penitencia- 
rfas, cuya materia desarrolla en el capitulo 
quinto. Empero, al defender el régimen ce- 
lular, quiere que actúen en él como partes 
integrantes todos los elementos que le cons- 
tituyen, el trabajo, la 'enseiianza moral, li- 
teraria, religiosa é industrial; las visitas de 
personas inteligentes, de sentimientos filan- 
trópicoa y de compasión hacia el cafdo, 
para que el aislamiento de la celda no de- 
genere en solitario y desesperante encierro, 
muy apropósito para llevar al recluso á la 
desesperación 6 á la demencia, como suele 
suceder en no pocas Prisiones de esta indole. 
En tales casos resulta insostenible por cos- 
toso y contraproducente por sus resultados. 
No trata s61o en su discurso de1 sístema celu- 
lar; se ocupa también de la colonización pe- 
- Y - 
nieenciaria, tanto interna como externa; del 
personal de funcionarios, de las distintas 
clases de reclusos, de los menores delin- 
cuentes y del tratamiento educador que de- 
be dárseles; de la eficacia del trabajo, de las 
sociedades de patronato, llamadas á hacer 
sentir su importante acción social en los es- 
tablecimientos y á tender su mano protec- 
tora á los penados cuando salen de ellos, ya 
extinguida su condena, para librarles de las 
reincidencias en que inevitable y forzosa- 
mente caen si les faltan la gufa y el apo- 
yo necesarios al dar los primeros pasos en 
la vida libre; de la libertad condicional, y 
de otros interesantes puntos, que en con- 
junto constituyen un útil 6 interesante com- 
pendio de sana doctrina y de atinada orien- 
tación penitenciarias. 
De las escuelas penales y de la crimina- 
logia, tratan los capftulos restantes, hasta el 
a6cimoquint0, dedicado A la libertad con- 
dicional de los sentenciados. 
Nueva la sistematización de los conoci- 
mientos criminológicos, el estudio que Cas- 
rello-Branco hace en esta parte de su obra, 
es evidentemente provechoso , porque en 
abreviadas sintesia da á conocer los criterios 
de 10s cl~sicos y de los positívistas de más 
- xc - 
conocido nombre y de mayor fama en la cien- 
cia; las teorfas sustentadas respecto á los 
criminales de profesión, á la antropometria , 
al trabajo, á la herencia morbosa, á la epi- 
lepsia y su acción en la delincuencia, á la 
antropología criminal y al tatuaje. 
En las páginas dedicadas á las escuelas 
clásica y positivista, se establece un parale- 
lo y se hace una clara exposición de los 
principios en que se fundan y criterios que 
sostienen una y otra en punto á delincuen- 
ciay á penalidad, y de los procedimientos 
más adecuados para disminuir la primera y 
lograr con la segunda eficacia mayor. El 
autor se inclina á las nuevas ideas, pero no 
admite todos los principios de la escuela. 
Partiendo del libro del marqués de Beccaria, 
sobre el Delito y la Pena, sigue el desarrollo 
de las doctrinas filos6ficas que fundan el de- 
recho de castigar en la libertad de determi- 
nación para obrar, que en el delincuente re- 
conocen, en la imputabilidad de los actos al 
que los realiza y en la consiguiente respon- 
sabilidad en que incurre, como ser inteli- 
gente y dotado de libre arbitrio, y en la ne- 
cesidad de corregirle, educando y cstmbian- 
do su voluntad contraria al derecho. Frente 
á estas teorias, coloca las de los positivistas, 
- XII - 
que negando la libertad en el culpable para 
determinarse, estiman los actos dafiosos que 
realiza como consecuencia fatal é ineludi- 
ble de su constitución orgánica, tanto física 
como psíquica, y del medio material y so- 
cial en que vive, haciendo descansar e1 de- 
recho punitivo en la defensa social y justi- 
ficando sus sanciones con el instinto y la ne- 
cesidad de propia conservación en la espe- 
cie, que reacciona contra el individuo que 
la ataca y se convierte en obstáculo y peli- 
gro para su normal y progresiva evolución. 
El estudio de Los criminales habituales, 
constituye un instructivo 6 interesante capi- 
tulo de sociología penal. Con mano maestra 
se describe á estos enemigos declarados de 
la sociedad, que constituyen la levadura de 
la criminalidad sangrienta y viven en cons- 
tante y abierta hostilidad á las leyes y á to- 
dos los principios de moralidad y de orden, 
y con argumentos y hechos tomados de la 
vida real, se demuestran las causas que oii- 
ginan y mantienen plaga tan nefasta como 
extendida y constante. 
-De ordinario-dice con razón y pleno 
conocimiento el autor-inician su carrera 
por la vagancia, pasando por el hurto insig- 
nificante, la embriaguez, el uso de armas 
- XIII - 
prohibidas, la resistencia á los agentes de la 
autoridad, hasta las audacias del robo y del 
asesinato. Capturados y juzgados correc- 
cionalmente en el principio de su aprendi- 
zaje, van á cumplir la sentencia en cárceles 
en donde una alegre y cínica promiscriidad 
se convierte en escuela de mútua corrup- 
ción, cuando no es escuela práctica de pic7c- 
pochets, como el célebre patio de los micos 
de la derribada Prisión del Saladero en Ma- 
drid, 6 de esgrima de navaja, como el Li- 
moeiro de Lisboa, en donde fadistas eximios, 
hace poco tiempo aún, adiestraban á los no- 
vicios en el juego de aquella arma, de uso 
tan vulgar y causa de tantos asesinatos y 
conflictos sangrientos. Las leyes, por su 
parte, reduciendo el tiempo de las conde- 
nas, 6, Ia vea que el Jurado con su mal en- 
tendida benevolencia unas veces, con su 
exagerada y en tal concepto dafiosn íilantro- 
pía otras, cuando no por móviles de origen 
más turbio, según se dice en el libro, con- 
tribuyen también á que la ola de la delin- 
cuencia habitual aumente y llegue á consi- 
derarse el delito, por gentes de tal ralea, 
como la profesión más lucrativa y menos 
peligrosa, 
Defiende el Sr. Castello-Branco la identi- 
- XIY - 
ficación de los delincuentes por medio de la 
antropometria, sin conceder á este procedi- 
miento la exagerada importancia que al- 
gunos le suelen dar. La antropometria no 
es, en realidad, otra cosa que la antigua 
filiación que se tomaba 6 los reclusos, y que 
aGn en muchas partes se toma, perfecciona- 
da con datos y mediciones de mayor preci- 
sión y fijeza, fáciles de apreciar en los indi- 
viduos y de recoger y cansignar en las hojas 
6 fichas preparadas al efecto. 
Dar otra extensión y otras proporciones 
á procedimiento tan sencillo, tan práctico y 
de tan corto aprendizaje, es sacar este ser- 
vicio de sus naturales y modestos limites 6 
invertir en él tiempo y recursos muy supe- 
riores á los que por su indole racionalmente 
requiere, distray6ndolos de otros problemas 
y atenciones que con apremio los deman- 
dan. 
Relacionado con la antropometria se halla 
el tatuaje, que el autor estudia en el capi- 
tulo catorce. Es ciertamente tino de los ca- 
racteres somáticos externos que pueden ser- 
vir y sirven para dar á conocer á los delin- 
cuentes tatuados, como lo son las cicatrices, 
deformidades, mutilaciones y otras señales 
que individualizan y concretamente deter- 
- X V - 
minan, á la persona en que se hallan. Pero 
considerar tal carácter como signo distiiti- 
7-0 de tendencias y predisposición crimina- 
les y atribuirle á una manifestación atávica, 
recordatoria y demostrativa del estado 6 ins- 
tintos de razas salvajes, cosa es que se halla 
poco conforme con lo que la realidad enr;e- 
ña, y áun que ha sido expuesto el hecho con 
gran detalle y numerosos ejemplos, y soste- 
nido el criterio con firme convicción por el 
doctor Lombroso y sus partidarios de la es- 
cuela positivista en Italia, otros ilustres es- 
critores lo rebaten, presentando sólidos ar- 
gumentos y comparaciones acertadas, que, 
á mi entender, dan al traste con la teoría 
lombrosiana en eyte punto. 
Atribuye el escritor italiano la costumbre . 
- de tatuarse á la insensibilidad fisica domi- 
nante en los pueblos primitivos; y al obser- 
var su práctica entre determinados crimi- 
nales, la estima como un salto atrás y una 
regresión á aquel estado. M. Tarde, que es-, 
tudia este carácter en su ~ h i l o s o ~ h i e Péna- 
ie, demuestra haberle encontrado en milita- . 
res,, en marinos y en gentes supersticiosas, ' 
de vida honrada y de correcto proceder, y, 
concluye diciendo: 
.Si se admite que la asimilación e del , . . cri- 
- XVI - 
mina1 al salvaje ha podido tener algfin fun- 
damento, esto se va visiblemente perdiendo, 
á medida que el crimen se manifiesta menos 
en las poblaciones atrasadas de los campos, 
y más y más en el medio corrompido y refi- 
nado de las grandes y populosas ciudades. » 
M. Proa1 aboga por las mismas ideas que su 
compatriota, y en su libro El Delito y la Pena, 
escribe: «Porque el tatuaje se usa entre loa 
soldados, los marinos y los obreros, como 
entre los criminales, ¿debe hacerse de ello 
indicio de criminalidad? Toda vez que está 
inspirado por la afición 6 el bien parecer, 
que es comdn á todos los hombres, ¿por qué 
deducir que constituye un signo caracterfs- 
tic0 de la criminalidad?, El mismo criterio 
sustenta el catedrático Aramburo en su Nue- 
ua ciencia Penal, contribuyendo á sostener 
l a referida costumbre la ociosidad en que se 
hallan los recluaos y la aglomerada confu- 
sión de la vida carcelaria. La misma opinión 
exponen otros publicistas que no se citan 
aquí, por no permitirlo ni el espacio ni el ob- 
jeto de este prólogo, A estas opiniones uni- 
mos la nuestra, por creerlas más conformes 
con la realidad que las sostenidas por el 
profesor de Tusin. 
En la ordenada exposición de materias 
- XYII - 
que va haciendo el autor, trata del trabajo 
de los penados en el articulo noveno. Sólo 
se ocupa del que pueden y deben ejecu- 
tar en obras pfiblicas 6 explotaciones agrf- 
colas. 
Si entrafia indiscutible importancia el pro- 
blema del trabajo en el interior de los recin- 
tos penitenciarios, no es menor la que tiene 
el que puede ejercitarse extramuros de las 
Prisiones por los grandes contingentes de re- 
cluso~ que las llenan. El establecimiento que 
dedica su población penal al. trabajo fitil y 
reproductivo, pone en juego el más podero- 
so resorte para mantener el orden, para re- 
formar al culpable y para resarcir a l Esta- 
do, en el grado exigible, de los dispendios 
que le ocasiona la persecución del delito y 
la imposición y ejecución de la pena. Las 
colonias penitenciarias de jóvenes deben es- 
tablecerse en todo pais culto que carezca de 
ellas y propagarse en los que ya las tienen, 
porque es el medio más eficaz para vigorizar 
el cuerpo y sanear el alma de los precoces 
delincuentes, con lo cual ae les libra del 
consumidor y nocivo encierrocarcelario y 
se logra que fecunden la tierra con su es- 
fuerzo y levanten su espiritu por obra y vir - 
tud de una labor provechosa. Los adultos, 
- XYlII - 
segdn sus condiciones y aptitudes, deben 
igualmente dedicarse á trabajos de este gé- 
nero, á construcción de edificios para aten- 
ciones oficiales, vías de comunicación, cana- 
les de riego, puertos, etc., según lo practi- 
can, con resultados fructiferos, las naciones 
que mejor entienden sus intereses, como hace 
ver el Sr. Castello-Branco en su libro. Mas, 
estos trabajos, sobre todo los de carácter 
agricola ejecutados por adultos, han de en- 
cerrarse dentro de los limites que la pruden- 
cia y la discreción aconsejan, asi en lo que 
concierne 4 las comarcas de instalación, 
como en lo que respecta á la indole de los 
establecimientos y á la clase de penados que 
á los mismos se destinen, para no caer en 
las quimeras y utopias que al presente aca- 
rician los idealistas exagerados, con lo que 
han dado en llamar «trabajo a l aire libre B. 
Nutrido de citas de ilustres pensadores se 
halla el capitulo décimo, dedicado á tratar 
de la Herencia morbosa, y con tal motivo 
inserta los juicios en que se afirma y sostiene 
la trasmisión de disposiciones físicas y éti- 
cas, fisiológicas y mentales de los progeni- 
tores á los generados. 
Los autores que de tan complejos y tras- 
cendentales problemas se ocupan, distan 
- XIX - 
mucho del acuerdo. La experiencia por si 
no parece inclinar la balanza en favor de 
inflexibles trasmisiones, enseliiándonos que 
de padres dotados de mentalidad superior 
descienden hijos idiotas y criminales, dege- 
nerados moral y Tisicamente, y no son pocos 
los casos de marcada y ostensible reciproci- 
dad que ofrecen. A nuestro parecer, m&s 
que la herencia fisiológica, influyen en la 
formación, desarrollo y proceder de los hom- 
bres, la fuerza de la tradición de la espe- 
cie, el medio ambiente y el hábito. Puntos 
son estos que no es dable desarrollar en las 
concisas y ligeras consideraciones que aquí 
hacemos, sin otro objeto que el de llamar la 
atención de los lectores del libro sobre tan 
importante y debatida materia. 
De los criminales epilépticos, de la influen- 
cia que su estado psicopático tenga en la 
producción de sus determinaciones y en la 
responsabilidad que pueda alcanzar á los au- 
tores de hechos antisociales que caen bajo la 
sanción de las leyea punitivas, trata el capi- 
tulo once. Problemas son eetos que tow re- 
solver & la Medicina legal, y que el au.t;or se 
limita á indicarlos y á citar las opiniones de 
los más autorizados escritores, que sostie- 
nen, como conclusibnn de sus respechivos cri- 
- XX - 
-t;erios, la necesidad en que la sociedad se en- 
cuentra de defenderse, ante todo, de 10s indi- 
viduos atacados por tales neurosis, como se 
defiende de aquello que pone en peligro su 
existencia Ó su sosiego. 
Octípase el capítulo trece de la antropolo- 
gía criminal, indicando el grado de adelanto 
en que se encuentra, las conclusiones que 
hasta &ora se han obtenido, los diferentes 
criterios que se mantienen respecto á los 
mismos, la necesidad de profundizar en este 
estudio, y concluye la obra con la libertad 
condicioizal de los penados. 
Esta institución, establecida hace tiempo y 
aplicada con buen éxito en la mayor parte 
de las naciones más importantes de Europa 
y América, constituye un vivo 6 intenso es- 
tímulo para transformar en sentido de la en- 
mienda la conducta del culpable, porque se 
le ofrece un medio para abreviar el tiempo 
de reclusión consignado en la sentencia. Por 
igual sntisface i las teorías correccionalistss 
y 6, los que mantienen la defensa social, como 
el En más importante y trascendental de la 
pena; pues si el penado se halla corregido, 
seg6n las primeras, no existe razón que sa- 
tisfactol-iamaute explique la continuación del 
tratamiento penal; y si el que es segregado 
- XXI - 
de la sociedad por peligroso, se convierte en 
un ser inofensivo, es lógico se abrevie su 
cautiverio. S610 á los que se encuentren en 
semejantes favorables circunstancias, deben 
limitarse las concesiones de este género. 
Para ello, como el mismo autor consigna, 
preciso es que en las Prisiones exista perso- 
nal idóneo, que al emitir los delicados infor- 
mes que la práctica de esta institución exi- 
ge, 10 haga con plena y recta conciencia y 
en vista de observaciones bastantes, para 
no convertir la instituci6n referida en medio 
de que queden impunes los delitos y la so- 
ciedad inddensa y justamente alarmada. 
Mas, preciso es tsmbien que en nuestra 
patria se consagren & tan importantes pro- 
blemas, como son los tratados por el señor 
Castello-Branco en su libro, el estudio, el 
interés y el esfuerzo, la perseverancia y el 
empeiio que por su trascendencia moral y 
social reclaman, si se quiere que España 
salga del lamentable atraso en que se en- 
cuentra, así en el orden punitivo como en 
el penitenciario. 
FERNANDO CADALSO. 
M a d ~ i d , Octubre de 1905. 
DOS PALABRAS PRELIMINARES. 
La criminalidad y los sistemas penales sor1 
asuntos que actualmente están siesido estudiados 
y discutidos con ardor por filósofos, sociólogos, 
médicos, jurisconsultos y penalistas. 
La atención convergen te de tantos escritores 
egregios, y de tan diferentes e~pecialistas, revela 
la importancia y complexidad de aquel estudio. 
Esta próximo 6 sumirse en el abisino del tiem- 
po el siglo XIX, y el problema cle la criminalidad 
todavía no alcanzó una solución definitiva. A 
pesar de los notables estudios y trabajos de tan- 
tos hombres dedicados al bien público, 5i despecho 
de los enormes sacrificios pecuiliarios que los 
Estados hall empleado en la lucha coi1 el delito, 
las estadisticas con fría é implacable severidad, 
clemueetran que ES tos esfuerzos han sido frustra- 
dos, que el crimen prevalwecoiitrn la penalidad 
y que, saliendo triuilfante de la lucha, sigue su 
camino iilsidioso y mailchado de sangre, acom- 
pariando el movimiento ascensional de la civili- 
zac,iÓn. Hanse sucedido rtipidamente y acumulado 
las leyes penales; sin embar.go, la enmienda i1.ioral 
de los condenados es un ideal, que escapa por 
ahora á los propósitos de los legisiadorcs. La 
verdad es que la cifra de los crímenes lia au- 
mentado en casi todos los pueblos cultos, y que 
las reincidencias han crecido en una progresión 
aterradora. 
«La ineficacia de la pena --decía en 1885 el 
Guarda sellos al presidente de la república fran- 
cesa- desde el triple punto de vista de la co- 
rrección, de la intimidación y de la enmieiida, 
resalta cada vez mtis de las indicaciones de la 
estadística: la ola de la reincidencia auinenta 
continuamente.» Tal era la impresión que le ha- 
bía producido la memoria de la administracióii 
de justicia eil aquel año. 
El mismo hecho reconoce11 eminentes crimi- 
nalista~ europeos, y la necesidad apremiante de 
un nuevo estudio del delito y de los sistemas 
penales inás eficaces para la represión es pro- 
clamada por una brillante pléyade de varios 
extranjeros. 
Sería lamentable vanidad que yo supusiese, 
afirmase, que venía & arrancar el problema 
de la criminalidad de las brumas que lo oscu- 
recen. Publicando estos inodestos estudios, sólo 
tengo la pretensión de sugerir A personas de 
3 
mayor competencia y superiores dotes intelectua- 
les la resolución de prestar su concurso valioso 
á una obra en que, en otros países, tan iii- 
cansableinente trabajar1 criminalistas y filósofos 
insignes. 
La naturaleza de las funciones que ejerzo ac- 
tualmente me impone, casi como deber del cargo, 
el estudio de los varios sistemas penitenciarios; y 
el contacto cuotidiano con tantos infelices mar- 
cados con el estigma del crimen me fué in- 
culcando el deseo de analizar este feilómeno 
social, utilizando también para este efecto los ele- 
mentos experimentales puestos d mi dieposición. 
Este volumen contsiene el resultado de mis 
prim9ros estudios, A que sucederá11 otros, si 
circunstancias imprevistas no vienen á impedirsu coatinuación. 
Yisita 6 los establecimientos penitenciarios belgas 
de L o ~ a i n a y de Gante. 
Habiendo sido nombrado subdirector del esta- 
blecimiento penitenciario de Lisboa, por decreto de 
26 de Junio de 1884, se me encomendó por dis- 
posicitn de 27 del mismo mes y año que vi~itase 
la penitenciaria de Lovaina, fin de estudiar 
el modo práctico cómo esttbail organizados los 
servicios en tal establecimiento. 
Cumplí la orden que nie había sido trasmitida, 
y el resultado de mi estudio y observaciones 
acerca del régimen de aquella penitenciaria y de 
la de Gaiite, constan eri la memoria que repro- 
duzco, en parte, acompañada de riotas sugeridas 
por estudios posteriores. 
La penitenciaría celular de Lovaina fué inau- 
gurada en 1860. 
Eil el conflicto de opiniones y de reííidas con- 
troversias acerca del sistema penitenciario, se 
adoptó allí el régimen de separación celular coii- 
tínua entre los condenados, según se habiti adop- 
tado en Filadelfia; pero modificado por prescrip- 
ciones racioniiles, eri armonía con la naturaleza 
humana y con la buena higiene física y moral 
de los reclusos. 
Con anterioridad d la iil~uguracióii de la pe- 
nitenciaria de Lovaina, ya existían en Bblgica 
otras prisiones, que por su construccióil y rkgi- 
men llamaban la atención, y entre éstas figuraba 
en primer lugar la de Gante, cuya administración 
hoy día es muy notable. 
El régimen de la penitenciaria de Lovairia se 
inició de un modo diverso de otros ~stableci- 
mimtos similares, á despecho de los temores y 
funestas predicciones de filósofos, criminalistas 
y filántSropos, que anunciaban como coi~secueilcias 
del aislamiento de los presos, no su moralización, 
sino la desesperaciói1, el suicidio y la enajenación 
mental. 
7 
Data del año 1835 el primer ensayo del ré- 
gimen celular en Bélgica. En la peniteilciaría de 
Gante, que existe ya desde 1772, se hicieron en 
aquel aíío 32 celdas, en donde fueron recogidos 
algunos presos, y la experiencia fué tan satisfac- 
toria, que desde luego la Administración pública 
procuró hacer ensayos idénticos en otras prisiones, 
hasta que por ti11 fué construída la penitenciaria 
de Lovaina, que es geiieralinente citada, desde el 
punto de vista de su rkgiiileil, coi110 ejemplo digno 
de seguirse y modelo que debe adoptarse. 
E ~ I Bélgica el régimcn interior de las prisiories 
se deterinina por medio de reglamentos genera- 
les, y reglnmeiltos especiales, que son el des- 
envolvimieilto pr6ctico de aquellos. Hasta l8GO 
el régimen iilteriio de las diversas prisioiles celu- 
lares de aquel país era 1)oco uniforme; pero desde 
entonces, y principalmente desde el año de 1870, 
el sistema se unificó, y verd~derainente desde esta 
época es desde cuando las prisiones celulares bel- 
gas entraron eii un periodo digno del estudio 
de cuailtos tengan que ocuparse en asunto tan 
importante, como es el de la aplicacióil de las 
leyes penales y de la reforriia cle los delincuentes. 
La unidad de los reglamentos produjo la uni- 
formidad ea las reglas disciplinarias, en la buena 
distrihucióil de las ocupaciones cuotidiailas de los 
presos, en su higiene, en su en~eííanza escolar 
y moral, e11 la gestión económica de las p~isio- 
nes y en los demas servicios c~~respoildieates. La 
8 
separación individual de los presos, base funda- 
mental del sistema penitenciario, se observa hoy 
con rigor en las prisiones czlularas caiitrales; y 
por eso vi en la prisión d v Glinte adoptadas las 
mismas prticticas cjue eri Lovaii1;i se seguiaii 
respecto & los criminales que estaban cumplien- 
do la pena de priei6n celular, pues que había 
en aquella prisióii otra clase de detenidos, los 
cuales vivían en aislamiento celular tan sólo du- 
rante la noche. 
Esta clase de presos coinprende los condena- 
dos tí trabajos forzados perpétuos, que, eri virtud 
de la Ley de 4 de Marzo de 1870, únicameiite 
son compelidos al régimen de separación celu- 
lar durante los diez primeros alios de su cuuti- 
verio; los sentenciados i'~ la pena de muerte, 
que en Bélgica todavía estu en rigor, aun cuando 
hace aííos no se ejecuta; los condenados militares 
y los menores de veintiun anos, que por decisión 
de los Tribusiales se ordena su admisión en Iiis 
casas especiales de reforma, en donde reciben la 
educación moral, la escolar y la profesional. 
La vasta penitenciaria de Gante esta dividi- 
da en cuarteles destinados 6 estas categorías de 
presos, no habiendo entre una y otra clase comu- 
nicación alguna, aun cuando los presos, que no 
se liallail cumpliendo pena celular, durante el 
día trabajen, coman y paseen eii comlin. 
En Lovaina el régimen peiliteiiciario recorre 
los trhmites siguientes: 
9 
Admitido un sentenciado, se inscribe su nom - 
bre en un registro, con las demás indicaciones á 
él referentes, prescriptas en el reglamento de la 
casa; y preguntado acerca de la religión que pro- 
fesa, se hace ineilci3n de su respuesta en el rnis- 
ino registro. Cualrjuier cantidad de dinero, ropas 
í i otros objetos que lleve consigo, son inventaria- 
dos y debidamente guardados, y se le cambia 
su traje por el que tiene adoptado el estableci- 
miento. En seguida es sometido á un examen se- 
vero por el director, por el capellán, cuaildo el 
preso profesa la religión cat,Ólica romana, por 
el médico y por el maestro de escuela, con el 
fin de averiguar cuáles son sus disposiciones 
morales, SU estado de salud, su peso, su grado 
de ii-istruccióil, la aptitud profesional y su desen- 
volvimiento intelectual. Después es presentado al 
director, que le explica el régimen del estableci- 
miento, exhortándole 6 que se resigne y á que 
se haga, por su conducta, merecedor de estima 
y consideración. Conducido en seguida el preso 
h la celda, se le da conooimiento del uso y ma- 
nejo de los objetos allí existentes y, si el preso 
no supiese leer, se le leen las disposiciones re- 
glamentarias concernientes B la disciplina y de- 
beres que le incumbe observar y cumplir sin 
murmuración ni repugnancia. 
El moviliario de las celdas consiste en una 
cama de hierro, una mesa, un banco, un peque- 
ño colgador, una escoba, una pala para limpie- 
10 
za, un cepillo de ropa, uno para el pelo, un 
peine, una toalla, una taza, vaso y cuchara de 
estaño, y además de esto hay un pequefío cru- 
cifijo, un rosario, un libro de devociones, una 
chapa de metal con el numero de la celda, un 
cuadro con el extracto del reglamento y otro que 
contiene máximas morales. Este cuadro de máxi- 
mas fue introducido en Lovaina en 1867, y está 
adoptado en las demas prisiones celulares des- 
de 1870. Cada ejemplar contiene 30 nltiximas ó 
sentencias morales, correspondiente una á cada 
día. En la penitenciaria de aquella ciudad hay 960 
cuadros, de manera que solamente de dos en dos 
años es cuando el preso repite la lectura. 
Eri los primeros días de la admisión del preso, 
éste queda aislado y entregado á sus reflexioiies, 
hasta que pide trabajo 6 libros, y en este periodo 
los empleados tienen por obligación principal vi- 
gilarlo con frecuencia, á fin de estudiar sus dic- 
posiciones morales, y hacerse cargo de su índole 
y de la influencia que en 61 opera la soledad. 
La designación de la celda para el preso, sc 
hace eii arrnonia con su aptitud profesiorial, 
hallándose agrupados y próximos, en cuanto es 
posible, aquellos que ejercen industrias idénticas 
6 ai~&logas, para facilitar su ensellailza y direc- 
ción, que esta confiada á vigilantes especiales. 
El uniforme de los presos, durante el iii- 
viam3, consiste en una chaqueta de paño de mez- 
cla, pantalones del mismo paño, camiseta de lana, 
camisa de algodón, corbata, calzoncillos, medias 
de lana, babuchas de orillos y zuecos, que usan 
en el paseo de los patios. En la celda pueden 
tener en la cabeza una gorra de paño ó tela, 
y un delantal cuando trabajan; pero cuando sa- 
len se cubren con un capuchón que no pueden 
levantar nunca en presencia de otro preso, ni 
delante de personas extrañas, excepto en virtudde orden de los guardias que los vigilan. 
Los vestidos en verano son de lienzo. 
Traen pendiente de la solapa de la chaqueta 
una chapa en que estd marcado el niímero de 
la celda respectiva. 
Las obligaciones impuestas $I los presos son 
las siguieiites: la obediencia rigurosa á las ór- 
denes de los empleados; la asistencia coii aten- 
ción y recogimieiito á los ejercicios del culto y 
6 las lecciones escolares, el desempeño del tra- 
bajo que les está ordenado, la abstención de toda 
tentativa de reconocimierito y de corresponden- 
cia con los otros presos, silencio, orden y com- 
postura en todas sus acciones, tanto en la celda 
como exteriormente, el empleo de las horas dis- 
ponibles en los días festivos para su instrucción 
moral y religiosa, y el uso del capuchón fuera 
de la celda. 
Cuando tienen que ir para la capilla, 6 para 
los patios de paseo, deben caminar unos en pos 
de otros, A distancia de cinco 6 seis pasos, el1 
marcha rápida. 
~0 se permite A los presos alimentarse por su 
cuenta: ni de modo diverso que el adoptado en 
la prisión, y únicamente pueden adquirir algu- 
nos alimentos suplementarios, en la cantina, a 
costa de la parte disponible de su gratificacibn 
de traba-jo, una ó dos v2ces por semana, con- 
forme á la graduación de la pena que los pc- 
ni tenciados están sufriendo, ó t i las reconipen - 
sas que ha y an merecido. 
La cantina es una pequeiia tienda en que se 
venden algunas sustancias alimenticias y otros 
géneros de reconocida utilidad, cuya tarifa de 
precios estii escrita en una t~blilla colocada en 
cada una de las celdas. 
Dos veces al mes pueden los sentenciados ti 
prisión menos rigurosa racibir visitas, una sola 
los condenados 6 recliisión, y una cada seis se- 
manas los condenados 4 trabajos forzados, y 
pueden igualmente escribir cartas en épocas de- 
terminadas, idénticas 9. las de las visitas, siendo 
la correspondencia, así la expedida como la re- 
cibida, sometida la inspección del Director. 
Con el fin de evitar los efectos perniciosos 
de la ociosidad, están reguladas las cosas de 
manera que los presos tengan ocupado todo el 
dia. Desde 1: de Abril hasta 30 de Septiembre se 
levantan d las ciiico, se desayuna11 g las cinco 
y media, y comienzan á trabajar desde las seis 
hasta el mediodía, teniendo desde las ocho una 
hora de paseo en 10s patios celulares, por sec- 
13 
ciones. A mediodía se les da la comida, vol- 
viendo al trabajo desde la una hasta las cinco y 
media. Estas horas de trabajo se interrumpen 
por la eilceñanza moral y escolar, que se da en 
los anfiteatros de la capilla. A las cinco y me- 
dia i2e toma iluevo alimento y se continúa el 
trabajo, desde las seis hasta las ocho y tres cuar- 
tos, dándose la señal para que los presos se 
acuesten á las nueve. 
En la penitenciaria de Gante los presos traba- 
jan, por término medio, eii cada día nueve horas y 
ocho minutos; en Lovaina diez horas y veintisiete 
minutos. Desde el 1 .0 de Enero á 15 de Febrero 
nueve horas y quince minutos, y lo mismo des- 
de 1.0 de Noviembre 6 31 de Diciembre; desde 16 
de Febrero á 30 de Marzo diez horas y quince 
minutos, y desde 1.0 de Abril A 30 de Septiembre 
once horas y quince minutos. 
El producto del trabajo de los presos se di- 
vide entre ellos y el Estado. La mitacl de la 
parte que les pertenece constituye un peculio, 
que se les entrega en el momento de recuperar la 
libertad; de 1ci. otra mitad pueden d i~po i~er como 
les plazca dentro de los limites reglameiltarios. 
El peciilio de los presos Fe coloca á gaiiar 
intereses, y forma parte de él cualquier cantidad 
que depositen á su entrada e11 la peiliteilciaria, 
y de la cual 130 les es permitido dicpoiler antes 
de adquirir la libertad. 
El trabajo es ejecutado dentro de la cdda, y 
14 
sólo como excepción se admite el ejercicio de 
alguna arte ú oficio que exija la cooperaci611 de 
mas presos; pero eil este caso especial el trabajo 
es desempeiíado bajo la inspección de un vigilail- 
te, observando los operarios absoluto silencio, 
coii el fin de que no se relacionen ni reconozcan. 
Para aniortiguar la monotonía del aislarnien- 
to, satisfacer, en cuanto es posible, los senti- 
mientos de sociabilidad que distingue á la na- 
turaleza humana, y para morigeracióil de los 
presos, el reglamento prescribe que, durante las 
horas de trabajo, sean frecuentemente visitados 
por los vigilantes y demás emplea.dos de la pri- 
sión. Al Director y Directores adjuntos incumbe 
la visita cuotidiana de veinticinco cada uno: los 
tres capellanes deben pasar en las celdas, cada uno, 
cinco horas por día; los médicos, independiente- 
mente del servicio clínico, deben visitar doce, y cada 
uno de los vigilantes veinticinco. Una tablilla fija 
el número de estas visitas y el modo cómo deben 
hacerse, 6 fin de que todos los presos sean vi- 
sitados con igualdad. 
Como estas visitas sirven, 130 sólo para ali- 
vio de los reclusos, sino también para irles, poco 
6 poco, insinuando buenos sentimientos cori el 
trato frecuente de personas de buen proceder, é 
instruidas, es indispensable que los vigilantes 
estén dotados de tales cualidades, que permitan 
considerarles como agentes de moralizacióil y 
Útiles auxiliares de los capellanes g profesores, 
funcionarios á quienes principalmente incumbe 
la árdua tarea de la instrucción escolar, moral 
y religiosa de los criminales. 
La alimentación de los presos en Lovaina es 
de buena calidad. Los alimentos contienen las 
sustancias indispensables para la forn~ación de 
la sangre y las que reclama la respiración: so11 
variados y altei-nados, y comprenden una pro- 
porción convenicnte de sustancias animales y 
vegetales. 
Eri Bélgica la alimeiltación de los presos ha 
merecido especial atención, y se ha mejorado 
considerablemente, porque la experiencia demos- 
tró que la antigua tarifa, de 4 de Julio de 1846, 
no correspondía á las necesidades del organismo, 
y por1 esta causa la prisión celular ejercía sobre 
algunos presos una deplorable in.fluencia. 
El actual Director de la penitenciaría de Gante, 
el insigne funcionario é ilustre publicista Mr. J. Ste- 
vens, fué el que, como inspector de los estable- 
cimientos penitenciarios, luchó denodadamente 6 
favor de la mejora de la alimer~tacióri de los 
presos, y h él se debe la adopción de la tarifa 
alimenticia de la penitenciaria de Lovaina, la que, 
si no satisface en absoluto las exigencias de la 
ciencia, proveyendo copiosarnerite al organismo 
en cantidad rigurosa de los elementos de que de- 
pende su equilibrio perfecto, es todavía, como 
dice su autor, una obra de transición entre la 
teoría y la practica regulada por la turifa de 
1846, notoriamente considerada como iilsuficiente 
para proveer al mínimum de las necesidades de 
hombres sujetos al empobrecimiento de fuerzas, 
que el encierro celular tiende á producir. 
La estadística se encarga de probar que la 
alimentación de los presos en la penitenciaria de 
Lovaina es suficiente; puesto que desde 1860 A 
1873, de 4.015 individuos que habían habitado 
aquel establecimiento, y que habían constituido 
uria población media anual de 500 ]-resos, no 
ocurrieron más clue 87 defunciones, y en las 
enfermerías raras veces tiene habido un número 
de presos superior al 1 por 100, con relación á 
la cifra total de los existentes. Adembs de esto, 
las enfermedades 110 difieren de aquellas que 
ordiiiariamente aparecen en Ias prisiones de rB- 
gimen común; siendo todavía menos numerosas 
que en éstas. Consta lo que queda dicho de las 
respuestas dadas por Mr. Stevens en la infor- 
mación parlamentaria, relativa a los estableci - 
mientos penitenciario^, U que se procedió en Fran- 
cia, en virtud de una proposición de ley, preseii- 
tada ii la Asaniblca Kcicional en 11 de Diciembre 
de 1871 por el Vizconde d' Haussoilville, la que 
se convirtió en la ley de 25 de Marzo de 1872. 
De la memoria acerca de la estadística de 
las prisiones belgas y de las casas eepeciales de 
reforma, referente á los 8110s cle 1878, 1879y 
1880, escrita por Mr. A. Gautier, director de pyi- 
siones y de seguridad pública, que me fué re- 
galada por su autor, consta que en las prisiones 
de Gante y de Lovaina los enfermos que esta- 
ban en tratamiento en 31 de Diciembre de 1877 
eran 35, siendo el número total de presos existen- 
tes en los dos establecimient~s 848. Desde 1.0 de 
Enero de 1878 hasta 31 de Diciembre de 1880 
habían entrado 561 y salido 676, de suerte que 
el efectivo en las dos casas en 31 de Diciembre 
de 1880 era de 733. E11 el periodo de esos tres años 
habían ingresado en las enfern~erias 484 y salido 
curados 379, uno fué enviado para una cssa de 
salud, y fallecieron 78. En 31 de Diciembre de 
1880, en Gante existian en las enfermerias 15 
presos, y en Lovaina 11. 
El1 el mismo periodo la cifra de las defun- 
ciones, según la citada memoria, filé de 3,42 
por 100 81 350, y ai~terio~mente, eil igual núme- 
ro de afios, se había dado idéiltica proporciÓi1(1). 
Estos números son elocuentes, 
(1) Hay muchos que están persuadidos que el régimen 
de prisión celillar ejerce una influencia fatal sobre la salud 
de los presos. 
En el Dictionnaire encyclopedipzce des Sciences médicales 
aparece publicado un articulo del Dr. Mery Delabost sobre 
e l sistema penitenciario, en 01 cual, con grando imparcialidad, 
se examina este asunto. 
El autor del articulo cita una memoria del médico de 
l a prisión de Mazas, el Dr. Beaiivais, el que, apoyándose 
en una práctica de 14 aííos, afirma que, en los individiios 
de buena salud, la ~eclusión celular no ejerce sensible in- 
fluencia, que las molestias espontáneas son poco frecuentes, 
9 
rr> 
El sistema celular adoptado en Lovaina mira 
principalmente la educación y moralización de 
los presos. No se prescinde de la idea del cas- 
tigo, porque los penados están bajo el peso de 
y que la mortalidad es menor que en las prisiones de r6- 
gimen colectivo. 
El aislamiento protege 4 los presos contra las epidemias 
externas: viruela, fiebre tifoidea, escarlatina, snrampiún y 
difteria. La últiiua epidemia. de cúlcra no penetró en &Iazas. 
Idéi~tico hecho aconteci6 en Lovnina en 1866, cuai~do, du- 
rante cinco meses, los hospitales de la ciudad habían tenido 
e n tratamiento 200 coI6ricos, de los que murieron la mitad. 
Mr. Stevens refiere esto en su libro Zcs prisons ccllz~laires cn 
Bklgipue, añadiendo que la fiebre tifoidea, que, despii6s de In 
tisis, es la enferm edad en el cuadro nosolbgico más frecuente 
en BBlgics, tampoco había invadido aquella penitenciaría. 
Mr. Stevens atribuye estos resultados 4 la limpieza cons- 
tante, pureza de aire y rigurosa observancia de los preceptos 
de la higiene. 
El Dr. Delabost dice además: ))Las molestias observadas 
más geiieralmente son las mismas que se observan en las 
prisiones en común y la anemia no es más predominante. El 
rbgimen celular no provoca ni agrava las enfermedades en 
general. Sin embai.go, los individuos sanguíneos, pletóricos, 
de constitución apoplética sufren dificilmente la estancia pro- 
longada en una celda; no es raro que ocurra11 congestiones 
cerebrales, hemorragias nasales 6 pulmonares.)) 
El médico de Mazas, Dr. Beauvais, afirma que el r6gimen 
19 
una austera disciplina; pero sobre todo se atiende 
á su educación moral, escolar y profesional, y, 
para conseguir este resultado, se empleaii con 
solicitud perseverante los mliis diligentes cuidados. 
La ensefianza escolar comprende: lectura, es- 
critura, aritmética, nociones elemeiitales de gra- 
mática, historia y geografía de Bélgica. Lo. asis- 
celular es funesto para los individuos escrofulosos, cuya 
molestia se agrava con una rapidez estrema y notable inten- 
sidad; y el Dr. Delabost aauce que el mismo régimen no provo- 
ca la tuberculosis espontánea, por mhs que la falta de buen 
arreglo en las celdas y la privación de los paseas al aire libre 
pueden favorecer las explosiones J e la diatesis adquirida 6 
trasmitida hereditariamente. 
Por otr a parte, efectos saliidables han sido observados por 
los Doctores Bibast y Boucber en individuos einpobrecidoa por 
l a embriaguez, por el libertinage y por la miseria. 
Hay, pues, algunas compensaciones. 
Desde 1866 4 1870, los fallecimientos ocurridos en las 
prisiones departamentales de Francia habian sido 3.556, lo que 
corresponde 4 . u término rriedio de 4,3 por 100, y en las peniten- 
ciarias centrales habian sido 2.866, qiie dan el térmiiio niedio 
c?e 3,8 por 100. En estas cárceles d régimen es colectivo. E n las 
prisiones celulares del departamento del Sena, las muertes por 
enfermedad habían sido las siguierites: en blax:is, desde 1860 á 
1873, 314, con una media de 1,2 por 100; en la Boquette, 125 con 
una media de 2 por 100, en el periodo de 21 afios; y en la Santé 
53, media 2,2 por 100, en un periodo de 7 aiios. 
Como se ve por el confronte de estos nbmeros, sacados 
de los mapas comprendidos en el libro Les recidivistes, de 
Mr. Reinach, la proporci6n de la mortalidad proveniente de 
enfermedades ha sido superior en las c4rceles de régi- 
men coiuiin. 
En una memoria de Mr. Rerden, administrador de seguridad 
piíblica y de las prisiones belgas, eii 1869, se ve que el térmi- 
20 
tencia 6 la escuela es obligatoria para todos los 
que no saben leer, y para los que no leen ni 
escriben correctamente, Cada preso que entra en 
la prisión es sometido á un examen, á fin de 
averiguar cuál es su grado de instrucción, y lo 
mismo las nociones morales que posee. 
Como la separación individual de los presos, 
no medio de las defuncioues en las prisiones de Gante, Ville- 
Vorde y Saint-Bernard, de régimen colectivo, fué de 2,95 por 
100 en el transcurso de los años da 1831 á 1860 y de 1,31 por 
100 en la cárcel celular de Lovaina en los años de 1868 
á 1868. 
E n el periodo de 1860 4 1873 en la misma penitenciaria, 
fueron 103 las defunciones, lo que corresponde á una media 
de 1,4 por 100. 
E n las c4rceles celulares de Nolnnda, desde 1861 4 1872, 
s mortalidad fué de 0,7 por 100 en una población media de 
2.881 presos, y en las cárceles de régimen en comiln la pro- 
porci6n de la mortalidad fué de 2,4 por 100 en una poblaci6n 
media de 26.492. 
E n la penitenciaria central de Lisboa murieron de enfer- 
medad 7 presos en 1886, y diez en 1887. 
Tomando por base la media de los penados, en el primer 
año la mortalidad proporcional fuB 4,1 por 100, en el segun- 
do fué de 3. Calculándose la media por el nilmero de presos 
existentes en fin del año de 1886, la media seria de 2,82, y en 
1887 sería de 2 y medio por 100; pero el primer cálculo de la 
media es nlás racional y m4s conforme á la realidad de los 
hechos. 
La tuberculosis fué la enfermedad que caus6 mayor nú- 
mero de víctimas; e n 1886 mat6 4, y 9 en 1887. 
Por el registro de entrada de presos, en que se consignan 
las observaciones de los médicos acerca de los sentenciados 4 
SU llegada, se demcestra que los individuos muertos de tu- 
berculosis no habían adquirido aquí la enfermedad: unos ya 
21 
y s u incomunicaciói~, constituye la esencia del 
régimen penitenciario, las lecciones escolares y 
morales se les dan en los anfiteatros de la ca- 
pilla por los profesores y capellailes, en las horas 
designadas en el reglamento interior. 
El profesor no hace preguntas ti los alum- 
nvs, y ninguno de ellos puede levantar la voz 
venian con la salud quebrantada: otros estaban predestina- 
dos 4 sucumbir de aquella terrible indisposición, cuyos gér- 
menes aliinentaban, habidndolos adquirido en una vida de 
miseria y de vicios, cuando no eran ya fruto de una fatal 
trasmisión hereditaria. 
JSs sensible la diferencia entre las muertes ocurridas en la 
penitenciaría de Lisboa y las que mencioné anteriormente. 
Pero conviene tener en cuenta, que si la estadística abiazase 
un número mayor de años la media podría variar considera- 
blemente, siendo tal vez excepciones, en cuanto 4 las muertes, 
los dos 4 que se refiere. Adern4s de esto, en la penitenciaría 
de Lovaina no se reciben presos mayoresde 50 años, y que no 
disfruten buena salud ni plena integridad de facultades men- 
tales. En los demás estableciinientos celulares hay precaucio- 
nes idénticas, las que no existen en el reglamento de la peni- 
tenciaria de Lisboa, habiéndose dado por esto, más de untr vez, 
el caso de entrar directamente para la enfermería presos re. 
cien venidos, y hasta fué enviado uno del Limoeiro con cami- 
sa de fuerza, pues presentaba manifestaciones de locura furiosa. 
Por falta de elementos no pude comparar la mortalidad 
de las cárceles civiles de Porto y de Lisboa, de régimen común, 
con la de la penitenciaria central. Por los ndmeros referidos 
se ve que el régimen ceiulnr, si no es mds favorable 4 la salud 
de los sentenciados, tampoco es causa de mortalidad excesiva. 
Muchos delinciientes son individuos que desde su naci- 
miento traen el estigma de una degeneración orgánica. 
>Grave es -dice Morselli- la proporción de los afectados 
de enfermedadeci nerviosas (cerca de 10 por 100), alucinacio- 
22 
durante la lecciói1, significaildo únicamente al 
profesor que tiene alguna duda sobre la que 
desea aclaraciones, enseñ8ildole el respectivo i ~ u - 
mero, yendo el profesor í i la celda á darles las 
explicaciones deseadas, y sumi~~is t r~ r l c s la en- 
señanza cuya trasmisióil no es posible hacer fueran 
de la celda. 
nes, hipocondría, epilepsia, sífilis, tuberciilosis, lo que con- 
cuerda con la opinióu valientemente susteutada por Despine 
en Piaiicia, Thoinson, Nicholsoii y Maudsley en TngI~ . t e~r~ , 
Loinbroso y Virgilio eil Italia., de qiic la dcgerieroción criiiii- 
nal hiere al orgnuis~no en todas siis fuiicioues, desde las cere- 
"lCaS.» brales á las morfoló,' 
Si muchos criminales entran en la categoría del delincz~entc 
nato de Loinbroso, como represeiit.antes dc las razas iuferiorcs, 
el regimen de la prisi6n celular constituye para ellos una niu- 
danza completa en los hábitos de su existencia. 
No debe sorprender el argumeiito de la mortalidad en las 
prisiones de aquel régimen, y de admirar es que acontezca lo 
coiitrario, esto es, que la mortalidad sea superior en las chr- 
celes do regimen en común. 
«La sducl de las razas hiimanas más salvajes -dice Dar- 
win ( L a Descendance de 1' honznze, trad. par Ediuond Barbier)- 
se altera profundamente cuaiido se trata de someterlas Q nue- 
vas condicioiies de existencia 6 nuevos hábitos, sin que para 
esto sea necesaria la mudanza de clima. Simples alteraciones 
de costumbres, por muy insigilificantes que sean, surten el 
mismo efecto que el que ordinariamente se causa eil los niños 
de tierna edad. 
»Se ha afirmado muchas veces, como lo hace notar Mac- 
naniara, que el hombre puede sufrir impuiiemente las mayo- 
res diferencias de clima y resistir considerables mudanzas en 
las condiciones de existencia; pero esta observaci6n a610 es 
verdadera cuando se aplica 9, razas civilizadas. El hombre en 
estado salvaje perece en este caso, casi tan sensible como sus 
23 
Siendo los momentos de ociosidad, no sola- 
mente los mas funestos, sino también los más 
dolorosos para los presos que vive11 en el ais- 
lamiento celular, se deriva de ahí la ilecesidad 
que tiene el profesor de habilitar eil el menor 
tiempo posible d los alumnos, para que puedan 
entregarse 5. la lectura de los libros de la biblio- 
teca, tanto para su ii~struccibn, como por pasa- 
próximos vecinos los monos antropoicles, que no sobreviven 
largo tiempo al verse desterrados de su p:~is nata1.n 
La degeneración hereditaria es, sin embargo, no s610 un 
factor importante del crimen, sino también uua causa predomi- 
nante de mortalidad por la trasmision de las diatesis. 
El profesor Virgilio, director del asilo de locos delincuentes 
de Aversa, en Italia, estudiando el carhcter de las enfermeda- 
des de los delincuentes en las dos casas penales de aquella 
ciudad, observi, que las molestias que con gran frecuencia 
atacan 4 los criniinales son las del sistema nervioso, así como 
las tisiogénicss, pulmonares, 6 de las glhndnlas lii~fhticas. 
El Dr. Penta, médico del establecimiento penal de Santo 
Stéfano, en la misma nación, del estudio patol6gico de los de- 
lincuentes dedujo que, por lo menos clínicamente, represen- 
tan en la escala humana una rnza degenerada, con un orga- 
nismo imperfecto y débil, resultrtnte de los abusos de todo 
género, y algunas veces consecuencia hereditaria; siendo por 
eso incapaces para resistir los impirlsos del delito y de triun- 
far de numerosas y graves enfermedades. La tisis es muy 
frecuente, así como otras enfermedades de carhcter dege- 
nerativo. (Rivistu di discipli?ze carceruric, anno XVLII). 
Estas iudicacjones cieiitíficas me parece que, no solsmei~te 
son confirmadas por la mortalidad de la peuiteilciaria de 
Lisboa, sino qne también la explican, disipando las presun- 
ciones 6 temores de los que juzgan las celdas penitenciarias 
como un vestíbulo de las regiones misteriosas y horrendas 
en donde la muerte cierne sus negras das. 
24 
tiempo, en los domiilgos principalmente, que son 
feriados para el trabajo profesional. 
La enselíanza n~oral y religiosa compete U los 
capellanes y por ellos se da ri los presos, ya e11 las 
celdas, ya en la capilla, en coi-iferencias, escogien- 
do para éstas asuntos propios para incpirar los 
sentimientos de lo justo, el amor de la familia, el 
de la patria y cl l-iorror al vicio y al crirneii. 
Los temas de las conferencias so11 designa- 
dos por los fiincionarios principales del estable- 
cimiento que, para escogerlos, se reunen una Tez 
por semana. 
Los profesores están obligados tí un servicio 
de seis horas por día, y frecuentemente se les 
exige un número mayor, de suerte que no pue- 
de menos sino considerarse como muy Arduo y 
laborioso el encargo que se les confía; sin em- 
bargo, si lo desempeñan con inteligencia y celo, 
pueden ser estos funcionarios, en armonía c.on 
los capellaries, los más eficaces colaboradores eri 
la obra de la redención moral de los crimiilales. 
Como el trabajo es uno de los accesorios de 
la pena, A la administración de las prisiones 
celulares incumbe la obligación de proveer de 
trabajo A los presos, y por tanto la de ordenar 
la enseñanza de aquellos que no tienen oficio, 
6 si el que tienen es incompatible con el régimen 
de la prisión, dado caso que sepan alguno. 
Nadie se atreve á dudar que el trabajo, no 
s~lamente es necesario, sino ventajoso para los 
25 
penados. Concurre 6 su moralización y les provee 
de medios para su subsistencia, cuando vuelven á. 
la libertad, y ademks de esto es provechoso pera 
el Estado. 
En la penitenciaria de Lovaina los presos 
hacen el calzado y el uniforme del ejército bel- 
ga; pero no solamente hay zapateros y sastres; 
hay también carpinteros, torneros, fabricantes de 
babuchas de orillo, tejedores, herreros, encuader- 
nadores, colchoneros, cerrajeros, copistas, etc. En- 
trando en la celda de algunos penitenciados tuve 
ocasión de ver uno que, á pluma, estaba dise- 
fíando pequeiíos mapas geogrkficos para las es- 
cuelas de instrucción primaria, trabajo ejecutado 
con gran limpieza y habilidad. 
El abastecimiento de trabajo para los presos 
es una cuestión importante, y que tiene encon- 
trado en BBlgica graves dificultades. La admi- 
nistración superior de los presidios, preocupada 
con este asunto, permitió que los directores de 
las prisiones celulares secundarias percibiesen 
un tanto por ciento del producto del trabajo de 
los presos, y hasta les autorizó 6 emprender por 
su cuenta algunas industrias. 
Son palmarios los inconvenientes de tal sis- 
tema. Los directores de prisiones no pueden, sin 
perder su prestigio y autoridad, ser empresarios 
industriales ó comerciantes. Los presos verían 
en ellos unos explotadores de sus fuerzas y fa- 
tigas, y esta idea frustraría todas las tentativas 
que aquellos funcionarios empleasen para mejorar 
su índole y coctuinbres. 
Vano empeiio ta~nbibii seria, probableme~i te, el 
de aquellos que se pilopusiesen convencer alpubli- 
co de que tales funcionarios no anteponían los iii- 
tereses egoistas al desempeiío de sus funciones 
desde el punto de vista moral y disciplinario de 
los presos: por esto en las regiones oficiales ha 
adquirido partidarios la idea de alterar en este 
punto el reglamento general de las prisimes bel- 
gas de 16 de Marzo de 1869 (1). 
En el servicio económico de la pciiiteiiciaria 
de Lovaiiia se en~plean algunos presos; pei.0 
siempre bajo el inquebrantable régimen de sepa- 
ración 8 incomuilicabilidad entre ellos. Trabajan 
en el lavadero, eil la panadería, en la cocina, 
y ejercen otros oficios, pero con el capuchún cu- 
bierto, siempre que en esas ocupaciones se cni- 
plee mCls de un preso, y bajo la ~rigilancia de 
los guardas que tienen esos servicios & su cai.go. 
Por regla general nirigún preso es admitido cn 
el se~vicio económico sin que haya cuinplido cii 
la celda la tercera parte del tienipo de la pena. 
ó un año por lo nleilos, si ésta fuere de larga 
duración. 
Cuando Mr. Stevens dirigió la penitenciaria de 
Lovaina, para probar que el régiineil de sepa- 
(1) Ya ft16 revocado en este punto por el decreto de 6 de 
Abril de 1887, 
ración era compatible con el ejercicio de varias 
artes industriales, introdujo allí algunas máqui- 
nas, con las que tres ó cuatro presos podían 
coopurar al mismo trabajo, sin iiifracción del 
régimen penal y disciplinario de la incomuni- 
cabilidad. 
En la enssñanza de las profesiones se atiende 
especialmente á que reunan los requisitos si- 
guientes: 
Qiic puedan ser ejecutadas por un hombre 
solo sin C O I ~ C U ~ S O frecuc~~te de otra persona; 
Que sean (le u11 aprendizaje relativamente fácil 
y de corta duración; 
Que estén exeiitas de insalubridad; 
Que pongan en juego tanto las fuerzas nzus- 
culares como la inteligencia; 
Que puedan suministrar á los presos, cuando 
alcancen la libertad, medios de subsistencia para 
sí y para su familia; 
Que sean, siendo posible, lucrativas para el 
Estado. 
Para la elección y división de las ocupaciones 
se consulta, no tan sólo los antecedeiztes de 10s 
presos, sino también sus fuerzas y aptitudes, y, 
tanto cuaizto es posible, su preferencia por una 
Ú otra arte ú oficio. 
En las penitenciarias de Gante y de Lovaina 
no vi celdas destinadas para sentenciados que en 
la vida libre se distiiiguiesen del común de los 
presos por su instrucción, ó por preeminencia 
de posición social, de suerte que en los dos 
establecimientos domina una perfecta igualdad 
entre los sentenciados, respectivamente al cum- 
plimiento de las penas impuestas. 
La Ley prescribe á todos la obligación del 
trabajo; sin embargo, es obvia la difivultad que 
la práctica estricta y rigurosa de la Ley tiene 
que encontrar, pues que el ejercicio de muchas 
profesiones ó artes liberales no se armoniza con 
el rhgimen celular; y por cierto no se conforma 
con el buen sentido que iildividuos que, ante- 
riormente á la prisión, lzayaii vivido con el des- 
empeilo de aquellas artes 6 profesiones, sean 
compeliclos al aprendizaje de un oficio mecánico, 
ií ocupados en los servicios económicos de la 
prisión. 
En este punto la rigidez de la Ley y el ri- 
gor reglamentario de sus disposiciones, tieileil 
que quedar necesariamente sujetos & las modifi- 
caciones aconsejadas por la prudencia y el discer- 
nimiento de quien dirige e1 establecimiento penal. 
En las prisiones celulares de Bélgica se penan 
los actos de desobediencia, de indisciplini\ y las 
infracciones del reglamento con los castigos si- 
guien tes: 
Pri17aciÓn del trabajo, de la lectura, de las 
gratificaciones del trabajo destinadas 6 compras 
de objetos en la cantina, de las visitas y de la 
correspondenci:i; 
Régimen 6 pan y agua; 
La reclusión en una celda especial, ó cri una 
celda oscura, con régimen 6 pan y agua, ó sin él. 
Las celdas de castigo tienen cama de madera 
y no como la ordinaria de las otras celdas. El 
régimen de pan y agua 110 se impone por mhs 
tiempo que por tres dias coilsecutivos; pero, si 
la reclusión dura mhs tiempo, este régimen se 
intercala con el de la alimentación ordinaria. 
En la aplicación de estas penas disciplinarias 
se tiene en cuenta, no sólo la infracción que se 
castiga, sino también el temperamento del delin- 
cuente, no aplicandose ninguna sin que sea pre- 
cedida de una amonestación hecha al preso, 9 fin 
de que la impresión moral grave en su e~pirit~u 
e1 temor del castigo, y contribuya h la enmienda. 
Todos estos castigos se anotan en un registro 
con la declaración de los motivos que los ori- 
30 
ginan, y todos los meses se da conocimiento de 
ellos, como ejemplo saludable, B todos los preFos 
reunidos en los anfiteatros de la capilla, indicán- 
dose nada más que el número del preso cas- 
tigado, la irifracción cometida y la pena que ce 
le aplicó. 
Todos los dias á las diez de la maiiana, e s 
cepto los domingos y días santos, el Director de 
la prisión, B presencia de otros empleados, re- 
cibe las denuncias de las infracciones perpetradas 
por los presos, que son acto continuo conduci- 
dos A su presencia, separadamente, á fin de ser 
oídos; dada esta audiencia, sin que haya dis- 
cusión contradictoria, el Director determina iii- 
mediatamente el castigo, 6 no ser que necesitc 
más amplia información sobre el hecho. Al de- 
lincuente se le indica tan sólo la pena y nunca 
el tiempo de su duración. 
La disciplina interior de las prisiones celula- 
res belgas es severa, pero no puede considerar- 
se excesivamente rigurosa. Los directores de las 
penitenciarías prefieren, y juzgan 11-16s adecuado 
recurrir á medios persuasi~.os que A la rudeza 
de los casligos; porque éstos, cuando son muy 
repetidos, no producen los resultados i~?oi.tilcs 
que se desea. 
La reclusión en celdas oscuras sólo se aclop- 
ta en casos excepcioilales, porque la expcrien- 
cia tiene demostrado que altera profundamente 
la salud de los presos, desmoraliza algunos y 
3 1 
da ocasión á que se practiquen frecuentes actos 
indecorosos . 
Una de las infracciones que siempre se cas- 
tiga coi1 cierta severidad, es toda tentativa que 
haga el preso para quebrantar el régimen del 
aislamiento y la separación individual. La gra- 
vedad de esta falta se le notifica cuando entra en 
la penitenciaria, á fin de que se abstenga de cual- 
quier acto encaminado á ponerle en relacióil con 
los demBs presos, y para que no sea sorpren- 
dido con el castigo de un acto que tal vez con- 
sidere como inocente. 
Así como no es grande el número de las 
penas disciplinarias, del mismo modo son limi- 
tadas las recompensas por el buen comporta- 
miento, por la aplicación, por el celo y progreso 
en el trabajo y en la inskucción. 
Las recompensas consisten en la admisión al 
servicio clom6stic0, en la extensión de la gracia 
de las visitas y de la correspondencia, en la 
autorización para hacer uso del tabaco, limitado 
Únicamente 6. las horas de paseo, y en la pro- 
puesta para el perdón ó reducción de pena. 
Excepto estas últin~as recompensas, la que 
los presos belgas solicitan m8s vivamente es la 
del permiso del uso del tabaco, y por esto mis- 
mo ilii1gÚ11 preso la puede obtener sino después 
de haber sufrido tres meses de prisióil, sin haber 
i ncurrido en algt~il castigo disciplinario, y, re- 
tirado una vez este periniso, solameilte se le 
concede después de muchos meses de conducta 
ejemplar. 
En Bélgica el número de presos descendió 
de 7.000 á 4.000, y se atribuye esta diferencia 
á los efectcs del sistema celular, que, morali- 
zando los penados, hace menos frecuentes las 
reincidencias, y también porque habiendo con 
aquel sistema disminuido la duración de la pena, 
disminuyó igualmente el numero de presos. 
Cuando se inauguró la penitenciaria de Lo- 
vaina, el 72 por 100 de los presos admitidos eran 
individuos q u e ya habían sufrido otro castigo 
anteriormente, y el 28 por 100 eran condeiiados 
por primera vez. De aquellos, 26 por 100 rein- 
cidieron después de haber cumplido la pena; de 
estos solamente el 4 ymedio por 100. Estos nú- 
meros son por cierto un testimonio poderoso res- 
pecto ti la bondad del régimen celular. 
IV. 
En general las personas que no l-ian hecho 
particular estudio del sistema penitenciario celular, 
se preocupan demasiado coi1 el teinor de que el 
aislamiento de la celdti produzca perturbación e11 
las facultades intelectuales de los preeoe, y que 
la tristeza de la soledad los arrastre á la des- 
esperación y al suicidio (1). 
En la sesión de 17 de Diciembre de 1872, en 
a que se trataba de la información pai-lamen- 
taria A que se procedió en Francia, y á la que 
ya aludí, Mr. Sterens, refiriéndose á la enajena- 
ción mental de los presos, dice: 
(1) El Doctor Mery Delabost, en un artículo 4 que me 
referí en la nota anterior, tratando de los resultados de la 
prisi6n celular prolongada, dice: 
«Con referencia 4 los casos de enajenación mental y sili- 
cidios, no parecen justificados los recelos que puedan abri- 
garse de la larga duración de la clausura celiilzr. Mr. BBrden 
establece un paralelo entre dos casas de r6gimeil distinto y 
cuya población presento aproximadamente los mismos ~ 8 - 
racter S, tanto con respecto 4 la duración de las penas, 
omo A la moralidad. La comparsción está hecha sobre un 
período de diez afios (1860 4 1869): 
La memoria de Mr. Stevens, relativa al periodo trienal 
de 1863 4 1865, da cuenta de seis suicidios, ocurridos después 
de cuatro, seis, siete, nueve, once y doce meses de celda; pero 
resulta de observaciones minuciosas y severas motivadas 
por estos acontecimientos, que ninguno puede ser atribuido á 
3 
- 
..................... Media de los presos.. 
Enagenación mental.. .................... 
Suicidios ................................. 
Tcntativas de suicidio.. ................... 
---- 
600 
20 
13 
4 
600 
14 
14 
2 
ccLos casos de enajenación mental son rarí- 
»sirnos, sobre todo entre los penados. 
»Ha ocurrido mayor número en las prisiones 
»celulares secundarias que en la casa penitencia- 
»ria de Lovaina, porque en aquellas es en don- 
»de se encierran los individuos pendientes de 
»causa, que esperan todavía su juicio, y tienen, 
la acción especifica del régimen celular, y que es menester 
indagar la causa en circunstancias extrañas al sistema. 
En este periodo (1863 h 1866, en Lovaina), fueron siete 
los casos de enajenacióu; pero ninguna de estas enfermedadeti 
mentales tuvo su origen en la desesperación de la clausura. 
Una larga prhctica de la prisión individual nos permite afir- 
mar que es preciso, para enloquecer, tener ya el germen de 
esta triste enfermedad.)) 
El Sr. Beltrani Scalia, en su libro L a rifo~nnza Pcnite,zcia?ia 
in-rt-ltalia, en las páginas 174 y siguientes, critica con mucho 
lucimiento el paralelo hecho entre la penitenciaría de Lovaina, 
la de Gante y otras de régimen colectivo, y sometiendo á 
uu examen riguroso los elementos estadísticos concernientes 
á suicidios y á casos de enajenación mental, deduce que 
el cellularismo favorece m4s el suicidio y la enajenación. 
Sin embargo, en Lovaina, cuyo régimen es severo, aun 
cuando diverso del que había sido adoptado primitivamente 
en Pensylvania, desde 1861 4 1876 h u b ~ solamente diecisiete 
casos de enajenación mental, y desde 1862 4 1869 ocurrieron 
quince suicidios. En algunos años de los comprendidos en 
los dos períodos no hubo casos de locura ni siiicidios. 
E n el parlamento fxancés, en el año coirieiite, aún se 
discutió el sistema de prisión celular, qiie fué tachado por 
Mr. Marcou de ser una invención de tiranos com el pvopósito 
de p crseguir la humnnidad, etc. 
También se trató de los efectos de la celda sobre el 
estado mental de los presos, y aludiendo á esta discusión, 
Mr. A. Rivieri, en una serie de artículos publicados en el 
35 
»en muchas ocasiones, el espíritu perturbado con 
»la incertidumbre de SU destino. Seria una in- 
»justicia atribuir su locura 6 la influencia del ré- 
»gimen celular. Para apreciar la influencia de la 
»celda sobre el preso, desde el punto de vista de 
))la enajenación mental, es menester volver la 
»atención hacia los condenados, esto es, hacia in- 
diaiio Le Monde, cita las siguientes palabras de una memoria 
del m6dico Mr. Beaiivais: tsigiiiendo el ejemplo de mi pre- 
decesor, el Dr. Jacquenin, cuya e.xperiencia en las prisiones 
fué de 50 años, afirmo que la locura causada exclusivamen- 
te por el régimen celular, es una excepción rara. Puede sin 
duda provocar accesos en los individuos predispuestos here- 
ditariamente, 6 que ya con anterioridad hubiesen siifrido 
enajenación; pero, en tesis general, solameote determina ac- 
cidentes pasajeros.» Estas mismas conclusiones so11 confii- 
mndas, dice Mr. Rivieri, por el Dr. Nottet, eminente especia- 
lista de enfermedades mentales, médico de la Roquette y 
por el Dr. I,agnan, en memoria presentada por la Acade- 
mia de Medicina cxi 12 de Abril de este afio. 
En la prisibn celular de Tours fueron acometidos de 
enajenación mental seis reclusoa, y todos ellos, en liber- 
tad, eran dados d las bebidas alcohólicas, coa msnifestacio- 
nes de debilidad mental. Idéntica observación se hizo con res- 
pecto 4 los presos de Angers. 
En las ciiatro prisiones de Seine-et-Oise, el interrogatorio 
oficial demostró que ciertas perturbaciones del sistema nervio- 
so se calmaban con el régimen y tranquilidad de la celda. 
El autor de la memoria presentada al Senado francés 
acerca del proyecto de ley sobre los enajenados, Mr. Theo- 
phile Rou~sel, en la página 212, alude 6 que, defipiiés de l a 
ley de 1838, que aquel proyecto ~ i n o á modificar, las es- 
tadísticas demostraron que había entre los penados una 
proporción considerable de alienadcs, 
En nota, afirma que se ha exagerado la influencia del 
36 
»dividuos ya suficientemente estudiados y de cuya 
»inteligencia haya perfecto conocimiento. En la 
»prisión de Lovaina, en el espacio de 4 años, 
»de 1867 á 1870, se dió solamente un caso de 
»enajenacióri mental, á pesar de que entre los 
»condenados había muchos qu?, eii el nioniento 
»de su entrada en la prisión, sin que fuesen ver- 
régimen de las prisiones y de los diferentes sistemas en la 
produccidn de la locura. La exageración ha sido mayor res- 
pecto al régimen celular, que todavía considera inicuo, aun 
cuando mitigado en su aplicación. 
Parece innegable que hay grande afinidad entre la lociirrr 
y el crimen. 
El Dr. Bruce Thomson, m6dico de la prisión de Perth, 
en Escocia, public6, despuBs de doce años de observacio- 
nes, los resultados de sus estudios psicológicos scbre 10s 
criminales, deduciendo: 
Que los delincuentes presentan, como clase, un tipo físico 
y una naturaleza fisica inferiores. 
Que los rasgos cari~cteristicos de los criminales indican 
claramente uiia degeneracidn hereditaria. 
Que las facultades intelectuales 6 morales, en los gran- 
des malvados y en los reincidentes, E I O ~ de tal modo debiles 
que su propensidn para el crimen es irresistible. 
Que el estado de inferioridad originaria de su nati-irn- 
leza física, intelectual y moral, es probablemente el origen 
de las afecciones orghnicas del cerebro y de la demencia. 
E n 6.000 presos el mismo observador anot6 en sus re- 
gistros el 12 por 100 flacos de espíritu, imbéciles, suicidas 
6 epilépticos, dejando de incluir aquellos que, fuera de astas 
categorías, habían enloquecido. 
»El rasgo más característico de los criminales, dice to- 
davía el Dr. Thomson, es su propeilsi6n pasa las afeccio- 
nes cerebrales y para la cnajenacidn confirmada. En 1869, 
entre 2.690 delincuentes, en Escocia, se contaron 67 alienados, 
37 
»daderamente locos, podían ser clasificados como 
»individuos de inteligencia débil. Actualmente es 
»menor la población del establecimiento de Gan- 
»te; sin embargo, los médicos afirman que entre 
»los individuos allí reclusos hay 53 que, según 
»su parecer, sufren un mayor ó menor grado 
»de enajenación. Estos 53 presos no viven se- 
y como en aquel niímero había muchos reincidentes, enreali- 
dad la proporción de locos es mucho mayor, el duplo tal vez. 
Aceptándose la de 57 resulta 1 entre 47 delincuentes, en tanto 
que en la población general el Dr. Loclrhart Roberston contó 
solamente 1 entre 432 habitantes en Inglaterra y en el 
país de Gales. 
((Las estadísticas judiciales de e ~ t o s iíltimos países acu- 
saban también la propensióil extrema de los delincuentes 
para la locura. De 1860 á 1868 aparecían en el censo 
1.244 alienados criminales, y de este niíinero, 199, 6 64 por 
100, habían eiiloquecido después de la sentencia. Entre 664 
individuos acusados de homicidio, de 1857 4 1867,108 ha- 
bían sido reconocidos como locos por los Tribunales,» 
E1 Dr. Marro, insigne autor del precioso libro 1 Caratteri 
de; dcli?zpzcefiti, encontró entre 600 presos en las cárceles 
de Turfn, 31,95 afectados de enajenación mental 6 con pro- 
fundas alteraciones psfqnicas. 
En la c&rcel celular de Fribiirgo, desde 1878 4 1880, 
entre 400 presos se encontraron 46 alienados, de los cuales 
solamente 6 habían enloquecido por efecto del aislamiento, 
siendo la enajeración de 40 proviniente de otras causas; 9 
eran ya locos, antes de la sentencia; 23 habían tenido delirio 
agudo con evolución benigna y rápida (Archivio di psichiatria 
sciefize pefiali ed antropologia criminnle, vol. ix, fasc. 11). 
Observaciones idéntica8 han hecho varios hombres de 
ciencia, de las que resiilta qne 108 crimiimles, en general, 
están más próximos 4 lo demencia que los individuos no1'- 
males. Gran niímero son víctima de una herencia funes- 
»parados de los otros, no han sido comprzndi- 
»dos en el i~úmero de los atacados de enajena- 
»ción mental; y á pesar de eso el nurnero de los 
~alienados de la casa de Gante ha sido superior 
»al de la cárcel de Lovaina.» 
Respecto Ci suicidios dice el mismo funcio- 
nario: 
ta. En unos la degeneración moral proviene de epilepsia, 
del alcoholismo Ú otras alteraciones mentales de sus progenito- 
res; en otros, la propensión para el delito y para la locura 
provienen de lesiones graves eil la cabeza, de ataques 
apopléticas, meningitis, abuso del alcohol, epilepsin, molestias 
del sistema nervioso y de ciertas deformidttdes del cráneo. 
Es claro, por consiguiente, que el desenvolvimiento de 
la lociira en las prisiones no debe producir extrafieza, ni 
servir de argumento contra un determinado sistema de re- 
clusión, atribuyéndole el origen de una molestia, que, en el 
mayor núniero de casos, existe latente. 
El profesor Morselli, estudiando el siiicidio entre los 
delincuentes, observó que es más frecuente entre aquellos 
que en la población libre, y más frecuente entre los que 
están pendientes de causa que entre los sentenciados. 
Mr. Legoit, en su libro Le suicide nncien e t moderne, 
afirma también que los suicidios son más frecuentes en Ins 
prisiones que en la población libre, predominando en Di- 
namarca y eii la Saxe los casos de muerte voluntaria, 
tanto en las prisiones como fuera. El mismo escritor dice: 
que parece ser m4s frecuente el suicidio eii las cárceles de 
aiuiple detención que en las casas penales, y explica el hecho 
por las circcinstancias de ser los presos súbitamente arranca- 
dos del seno de sus familias, que muchas veces quedan sin 
recursos, que ellos no les pueden suministrar con el ejer- 
cicio de l a profesión, fuerite que alimentaba mujer 6 hijos, 
y por el recelo que les inspira el desenlace del proceso. 
En la revista critica de los Archives de Antl~ro~ologie crinai- 
39 
<En la prisión de Lovaina, abierta en 1860, no 
»hubo un sólo caso de suicidio durante los dieciocho 
»priineros meses; transcurrido este tiempo hubo 
»uno, que fué luego seguido de dos más. Siendo 
»la prisión celular, esta desgracia no podía ser 
»efecto del ejemplo. Después volvió á reinar la 
»tranquilidad, y solamente en 2870 es cuando 
nelle et des sciences pénales, &m. 11, se alude á una memo- 
ria presentada á la Academie de Medicitae, en sesión de 12 
de Abril de 1887, en que se acusa a l régimen celular de 
producir aumento en el suicidio y en los casos de enaje- 
nación. «La cuestibn está casi siempre mal presentada -dice 
el critico.- Filósofos, médicos, estadistas, se equivocan a l 
reunir en una sola categoria todos los suicidas, agrup8n- 
dolos con la misma etiqueta, y asimilando todos los indi- 
viduos que se dan voluntariamente la muerte. Esta generali- 
zación es errónea. El suicidio es el desenlace de un drama, 
cuyas causas son tan diferentes, tan variadas, que es un 
error semejante al del patologista que estudiase el sintoma 
Jiebre sin atender 4 las causas que la habían producido.» 
En la penitenciaría de Lisboa, en 1886, un preso pone 
término al drama de su existencia suicid4ndose. Un cri- 
men de incendio, determinado por motivos frivolos, lo lle- 
v6 á los t.ribunales, en donde, h los 60 afíos de edad, fue 
condenado á prision celular por ocho años, seguida de de- 
gredo por doce. La causa que hnbia dado origen al crimen 
fu6 la misma que la que lo empujó al otro abismo. La catástrofe 
del último acto es la consecuencia lógica del principio del 
drama. La celda no fué mBs que el escenario. 
E n 1887 otro preso intentó suicidarse. Era un asesino, 
cuya ferocidad a610 tenia fácil explicacióu eu la epilepsia, de 
l a que sufria ataques frecueiltes. La tentativa fu6 posterior 
á un ataque violento, y tal vez una consecuencia de él. No 
hay razones ni indicios que permitan atribuirle causa diversa. 
El suicidio es un efecto de la lucha por la existencia 
»ocurrió u11 i~uevo suicidio. La víctima era un 
»soldado que estaba próximo á terminar la pena. 
>>Este ejemplo, y inuchos otros, pruebaii que 110 
»se deben atribuir al aislamiento de la celda los 
»impulsos desesperados que coi~ducen al suici- 
»dio. Nosotros no conocenzos respecto al preso 
))sino lo que sus precedentes nos eilseííail, como 
y de la seiecci6n humana, concluye Morselli, despiiés de uu 
l~irgo y miniicioso estudio de las leyes que rige11 aquel hecho 
social. Uon el sabio autor del libro Il st~icidio concuercln 
el pio£esoi Sergi diciendo: <El suicida, eil general, carece de 
aquella fuerza de resistencia por el combate de la vida, en 
el sentido más airiplio, por virtud de la cual se soportan 
derrotas 6 se alcanzan victorias. Hay el suicida loco, NO- 
nomaniaco, el suicida por amor, por miseria, el incapaz de 
sufrir privaciones 6 el trabajo, el suicida deliiicuente, el que 
despues de haber robado y disipado el dinero ltjeno se sus- 
trae & la persecucibn y h la cárcel, matándose, 6 por scn- 
tirniento de honra, y hay hasta cl suicido por causa de una 
diversión 6 juego prohibido. Al contrario de estos suicidas, 
hay individuos que escogen otra mujer, cuando la qiie ama- 
ban fué desleal, 6 les desprecia; que saben sufrir laa pri- 
vaciones y asiduamente trabajan para sf y para los demás, 
venciendo las dificiiltades de la vida; que resisten la tenta- 
ci6n dcl hurto, 6 que gunrdan religiosamente el depbsito 
de dinero ajeno; que desdeñan 6 no se cuidan de los placeres 
que no se consiguen sin grandes sacrificios 6 deshonestamente.» 
Rivista d i discipline carcerarie, anuo XVII, fasc. 9 e. 10). 
Estos son los valerosos combatientes en la bntnlla de 
la existencia, los que alzan el pend6n de la victoria; los 
otros sou loa dkbiles, los cobardes, los degeaeradoa que, por in- 
feriorisad ingenita 6 adquirida, son impotentes para lu lucha 
y huyen d d campo de batalla, recurrieiido al siiicidio. 
El sentimentalismo vibra ante el especthculo trágico de 
una muerte voluntaria; pero la humanidad no alcanzaría el 
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»también su condena y su proceder en la c6rcel; 
»pero no leemos en el fondo de su conciencia, 
»y por esto no conocemos ni sus sentimientos, 
»ni, sobre todo, su remordimiento. » 
De la memoria de MF. Gautier, administra- 
dor de las prisiones y de seguridad pública, re- 
lativa á los años de 1878 6 1880, consta que, 
grado de civilización actual si no hubiese habido una constante 
eliminación de los individuos