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Hary Nicol Trujillo. Paradojas matemáticas. Paradoja de la biblioteca de Babel no toda actividad humana, en tanto se la entienda como introduciendo un cambio, una novedad en el mundo, está, por eso mismo, malentendida, ya que (en términos borgeanos) su minucioso registro consta en alguno de los infinitos anaqueles de La Biblioteca de Babel. El cuento de Jorge Luis Borges “La Biblioteca de Babel” (1941) presenta, a nuestro juicio, la demostración filosófica de una tesis que podría formularse como “La creación no es posible”. En este sentido, tal vez sería más apropiado ubicarlo en el género de ensayo filosófico que en el de cuento o ficción literaria[1]. El objeto de estudio de este cuento-ensayo sería la actividad denominada “creación”. Esa actividad consiste, tal como se la entiende comúnmente, en la voluntaria introducción en la realidad de alguna novedad que antes de dicho acto creativo no existía. En este sentido, el concepto de creación debería enmarcarse en el más general concepto de acción. Ambos, a su vez, dependerán de una teoría acerca del movimiento que podría partir de definiciones como las siguientes: si el movimiento es la “ocupación de sitios distintos en instantes distintos” (“Prólogo” a Historia de la eternidad), la acción será aquella especie de movimiento caracterizada por provenir de la decisión voluntaria de un agente libre. Y la creación será aquella acción que intente y consiga agregar alguna nueva entidad al mundo[2]. Creemos que la filosofía de Borges destruye minuciosamente el sentido común de la mayoría los términos que quieren sustentar las definiciones esbozadas: movimiento, acción, voluntad, libertad, creación. Nos concentraremos aquí en esta última. Suelen considerarse dos tipos de sujetos como capaces de ejecutar la acción creativa: Dios y los hombres. Así, tendríamos una creación divina y una creación humana. Dentro del contexto cultural y religioso en el que estamos inmersos, el del judeo-cristianismo, la creación divina opera a partir de la nada. El concepto de creatio ex nihilo resume la curiosa operación según la cual el material de la mayor obra creativa jamás realizada es la nada. Parece inevitable que, para semejante prodigio, el Creador deba poseer, como uno de sus atributos, la omnipotencia. En nuestra opinión, Borges demuestra que ni aún así podremos evitar señalarle a la divinidad su más absoluta impotencia respecto a la actividad creativa analizada. A lo sumo, como se verá más adelante, “Dios” podrá ser el nombre del conjunto de la totalidad de lo que es posible que exista (un sinónimo de “Universo”, o “Biblioteca”). Respecto de la creación humana, nadie se atreve a afirmar que procede de la nada. Sin embargo parece confundírsela, tal como se aplica el término comúnmente, con otro tipo de acción: la denominada “descubrimiento”, en la cual el objeto producido preexiste al acto productor del sujeto, que simplemente se limita a develarlo, a iluminarlo de la zona sombría en la que se encontraba existiendo. O, a lo sumo, lo que podría hacer el agente humano sería combinar una serie de materiales dotándolos de una “nueva” configuración, novedad que lo autorizaría a atribuirse su paternidad. En ocasiones, a estas “creaciones humanas” (no menos extrañas que las supuestas “creaciones divinas”) también les puede ser añadido un juicio de valor estético, que, en el marco de cierta indiferencia en cuanto a los valores éticos y estéticos que parece sostener Borges, puede ser indistintamente la belleza o la monstruosidad (tema que excede los límites de este trabajo)[3]. Sin embargo, creemos que Borges refuta esta concepción materialista de la creación, al demostrar cómo todas las configuraciones posibles que surgen de la materia primordial de una cosa creada (el cuento-ensayo analiza el campo de la creación artística llamado literatura) ya existen simbólicamente, ya son en tanto posibilidad, modo de existencia que es tan real como aquel modo material sobre el cual un ser humano cree poseer un derecho que le otorga la autoría sobre cierto objeto por él “creado”. Esta refutación borgeana es válida para cualquier clase de artificio, ya que, dados los elementos básicos, atómicos, de los que parte el supuesto artífice, está dada también la totalidad de sus posibles combinaciones, a priori de la actividad del sujeto[4]. Más aún, como intentamos sugerir en las páginas anteriores, la posibilidad de realizar cualquier clase de acción es rechazada por la filosofía borgeana como lo atestigua su devoción por el argumento eleático que refuta el movimiento. O, al menos, como señala Nuño, que muestra que la tesis contraria, discretista, que postula el movimiento, lleva a absurdos, lo cual debería hacernos considerar seriamente la hipótesis de un universo que sea “un todo homogéneo, un perfecto continuum inmutable” (o.c., p. 78, nota al pie 1). En resumen, no sólo la actividad entendida en sentido restringido (creativo), sino toda actividad humana, en tanto se la entienda como introduciendo un cambio, una novedad en el mundo, está, por eso mismo, malentendida, ya que (en términos borgeanos) su minucioso registro consta en alguno de los infinitos anaqueles de La Biblioteca de Babel.. REFERENCIAS https://www.teseopress.com/orange/chapter/la-imposibilidad-de-la-creacion-en-la-biblioteca- de-babel/
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