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Las emociones en Psicología social

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Las emociones en Psicología social
• Presentar la relación existente entre emoción y Psicología social.
• Mostrar los conceptos que guardan relación con las emociones.
• Examinar la evolución histórica en el estudio de las emociones.
• Analizar la taxonomía, leyes y funciones emocionales.
• Estudiar los efectos del contexto social sobre las emociones.
• Exponer las diferencias culturales en torno a las emociones.
• Explorar qué influencia tienen las emociones sobre la salud.
Objetivos
 ¿Por qué este tema en un manual de Psicología social?
Las personas tendemos a hablar de comportamientos emocionales cuando observamos cier-
tas expresiones, como una sonrisa, cuando apreciamos ciertos cambios fisiológicos, como el 
sonrojo, o cuando experimentamos estados de ánimo como la tristeza. Nuestra tendencia es 
atribuir significado a los comportamientos propios y ajenos. Los significados emocionales son 
uno más de esos significados.
En este capítulo repasaremos cómo la Psicología social ha abordado la atribución de emo-
ciones a ciertos comportamientos, especialmente a los no verbales relacionados con la expresión 
facial. Veremos cómo lo que aparentemente son atribuciones universales plantean algunos in-
terrogantes todavía sin resolver. Pensemos en algunos ejemplos: qué ocurre cuando un gallego 
siente morriña, es decir, esa sensación de añoranza, melancolía y nostalgia por la lluvia, a la que 
se añade una mezcla de tristeza y recuerdo por ese verde específico, que caracteriza al paisaje 
tan particular del noroeste español. ¿Podemos presuponer que este sentimiento es universal, 
que va a ser experimentado por todas las personas? Y si vemos lágrimas en un rostro, ¿podemos 
decir con total seguridad que esa persona está triste? Intentaremos despejar estos interrogantes 
a lo largo del presente capítulo, ya que la Psicología social trata de dilucidar cómo influye el 
contexto social en las emociones que se sienten y en las interpretaciones que hacemos sobre los 
sentimientos de otros.
Las emociones y la Psicología social están profundamente interconectadas. En este senti-
do, Parrott (2001, p. 1) expone que las emociones son en sí mismas sociales y los fenómenos 
sociales son en sí mismos emocionales. Este juego de palabras cobra especial sentido cuando 
analizamos ciertos fenómenos sociales, como el hecho de tener que emitir un discurso ante 
una audiencia y el consiguiente miedo al ridículo que sienten algunos oradores al hablar en 
público. O las emociones de ira o tristeza que sentimos cuando nos critican otras personas. 
Pero incluso cuando estamos solos y nos emocionamos, es muy probable que sea por pensar 
en hechos en los que intervienen otras personas. Son muy escasos los ejemplos de situaciones 
que nos provocan emociones y que no tienen que ver con contextos sociales, por ejemplo el 
asco a l probar un a limento en mal estado, pero aun en casos como éste es probable que nuestra 
reacción esté mediada por el contexto social: las normas sociales aprendidas nos dirán cómo 
actuar (por ejemplo, poner cara de asco y escupir, aguantar o incluso sonreír).
Además de lo expuesto hasta ahora sobre el hecho de que las emociones están inscritas 
en el contexto social que rodea a la persona, no podemos pasar por alto que la cultura, como 
marco social más amplio, también influye sobre el significado que otorgamos a los eventos. 
Así, por ejemplo, dependiendo de la cultura, cuando estamos en un funeral podemos llorar 
o no. Es decir, las culturas promueven diferentes actitudes, valores y autoconceptos (Páez,
Fernández, Ubillos y Zubieta, 2003) que van a determinar cómo interpretamos los hechos.
Estas cuestiones serán analizadas en los estudios transculturales que se muestren a lo largo del 
presente capítulo.
Bien mirado, no debería sorprendernos el estudio de las emociones en un manual de Psi-
cología social. De hecho, las emociones son un ingrediente esencial de muchos procesos que 
estudia la disciplina, y, como se verá a lo largo de este texto, es inevitable conectar la agresión 
con la ira o enfado, el altruismo con los sentimientos de culpa o la empatía, el prejuicio con el 
miedo, o la persuasión con los sentimientos de miedo que inducen los mensajes. Por lo tanto, 
para analizar muchos de los fenómenos sociales se hace necesario el estudio de las emociones.
A la vista de lo anterior, este capítulo intentará proporcionar un marco teórico sobre las 
emociones, con el objetivo de explicar por qué su estudio es importante para la Psicología 
social. Seguidamente, se presentará un conjunto de definiciones para delimitar el término 
emoción diferenciándolo de otros conceptos, para pasar luego a analizar algunos modelos 
que a lo largo de la historia se han ido gestando en torno al estudio de las emociones. A través 
de toda la exposición se verá cómo el contexto social influye sobre los procesos emocionales. 
Además, se mostrarán algunos estudios que confirman las diferencias transculturales en rela-
ción con la vivencia emocional y, finalmente, se mencionarán algunas aportaciones del campo 
de las emociones sobre la salud.
 El concepto emoción y su delimitación respecto a otros 
términos afectivos
Cuando nos piden que describamos cómo nos sentimos, todos emitimos respuestas que inclu-
yen una gama de afectos, sentimientos y otros términos emocionales. Pero otra cuestión bien 
distinta es intentar describir desde la ciencia qué es emoción, ya que, aunque en apariencia es 
sencillo, no resulta una tarea fácil. Quizás esto es debido a que, como pasa con la mayoría de 
los conceptos de la Psicología social, solemos entremezclar lo que las personas legas opinan 
sobre este tema con las descripciones precisas que los psicólogos realizan sobre esta cuestión.
En esta línea, Russell y Lemay (2000) sugieren que esta diferenciación en el tratamiento 
sobre la emoción lleva a discriminar entre una aproximación meramente descriptiva (cómo 
describen los conceptos las personas en su vida cotidiana) y una más prescriptiva, desarro-
llada desde la Psicología con el método científico, para tener en cuenta todos los procesos 
emocionales. Nosotros, en un manual de la disciplina, optamos por esta última perspectiva, 
desde donde trataremos de mostrar las definiciones que sobre el concepto de emoción han ido 
proponiendo diferentes modelos teóricos.
Definiciones del concepto emoción
No existe una definición única ni precisa del concepto emoción, pero sí puede expresarse su 
significado teniendo en cuenta las aportaciones de diferentes autores y perspectivas. Así, Paul 
Ekman (1992) define la emoción como un patrón adaptativo de reacción corporal, en gran 
medida innato, producto de la filogénesis, que tiene como componentes esenciales atributos 
fisiológicos y motórico-expresivos, en particular faciales.
Paul Ekman (Universidad de California en San Francisco). Sus 
investigaciones se centran en las expresiones emocionales. Ba-
sándose en Darwin, supone la existencia de emociones básicas
ligadas a la supervivencia del individuo y de la especie. Realizó 
estudios transculturales que le llevaron a trabajar con pueblos 
alfabetizados y no-alfabetizados en diferentes continentes con 
objeto de comprobar si el reconocimiento de las expresiones 
emocionales era universal. 
Por el contrario, desde la perspectiva del procesamiento de la información, las emocio-
nes se consideran un fenómeno semántico, archivado en la memoria, junto con conductas 
fisiológicas y motoras. Así, las emociones serían un proceso interactivo entre dimensiones 
expresivo-motoras, esquemático-perceptivas y conceptuales abstractas (Leventhal, 1984).
Una definición clásica de las emociones es la que las califica como un constructo subyacen-
te a reacciones subjetivas (vivencia o sentimiento y verbalización), fisiológicas y conductuales 
(motórico-expresivas y de acción). 
• El componente subjetivo suscita bastante controversia ya que, muchas veces, la cuestión
importante es determinar si se trata de un estado de sentimiento, de un procesocognitivo,
o de una combinación de sentimiento y cognición.
• Por lo que respecta al componente fisiológico, es relevante la actividad del sistema nervioso
autónomo y del sistema nervioso somático.
• El componente motor o conductual-expresivo se fundamenta en la observación de los
gestos y posturas corporales, los cambios faciales, o la entonación de la voz, así como
en aspectos que denotan la preparación para la acción o afrontamiento (Izard, Kagan y
Zajonc, 1984).
Por su parte, Klaus Scherer (1984), desde una perspectiva más integradora, amplía la tríada 
reactiva —expuesta en la definición anterior— y especifica cinco componentes de los estados 
emocionales, a saber: 
• El componente de evaluación cognitiva.
• El de expresión motora.
• El de motivación o de intención y realización de conducta.
• El de sentimiento subjetivo.
• El componente fisiológico de activación.
En la actualidad existe una aproximación, cada vez más consensuada, que comparte la idea 
de que es imposible dar una definición cerrada de la categoría emoción y opina que es mejor 
definir dicho concepto en términos de prototipo, aceptando la existencia de límites borrosos 
que permiten que un mismo ejemplo o atributo típico pueda en algunas ocasiones solaparse 
en varias categorías. Esta perspectiva presupone la existencia de características prototípicas 
asociadas (Fehr y Russell, 1984; Shaver, Schwartz, Kirson y O’Connor, 1987.
Así, existiría un núcleo de definición que, según los construccionistas sociales, estaría 
formado por: 
• Los atributos de activación fisiológica.
• La vivencia de pasión o descontrol.
• Una situación causal.
• Una tendencia de acción, unida a normas sociales.
Es decir, esta perspectiva prototípica concibe la emoción como una secuencia de antecedentes 
y reacciones fisiológicas, expresivas y conductuales, si bien ningún componente de la emoción 
es necesario ni suficiente. Así, por ejemplo, para que se produzca la emoción de alegría no es ni 
necesario ni suficiente manifestar la reacción expresiva que se caracteriza por la sonrisa.
Por tanto, la emoción puede ser definida como un conjunto de respuestas o de procesos 
activados por un estímulo desencadenante (Philippot, 1993, pp. 177-179). Piénsese, por ejem-
plo, en la muerte de un ser querido. Este estímulo produce la emoción de tristeza, la cual se 
puede caracterizar por los siguientes atributos típicos: postura decaída, llorar, hablar poco o 
nada, abandono del contacto social, sentir añoranza y nostalgia, así como por una sensación 
de impotencia, entre otros.
Rom Harré y Gerrod Parrott, en el libro The Emotions, sugieren que “la emoción está so-
cialmente constituida, pero es también socialmente constituyente: la clase de pueblo que somos 
depende en un grado significativo de los tipos de emociones que estimamos y que valoramos” 
(Harré y Parrott, 1996, p. 112).
W. Gerrod Parrott (Universidad de Georgetown). El Profesor
Parrott está interesado en el concepto de emoción y en las
funciones sociales de la vergüenza, la culpa, la envidia y
los celos, así como en la influencia de la autorregulación
emocional sobre el pensamiento.
Además, la emoción sería un fenómeno relativamente aislado en el tiempo, que experimen-
tamos con independencia de nuestra voluntad y que se produce con respecto a una situación, 
objeto o persona concreta que es personalmente relevante. A diferencia de los estados de ánimo, 
en las emociones las personas sí saben cuál es su origen (Averill, 1997, cit. en Fernández-Dols, 
Carrera y Oceja, 2002, p. 235).
Por último, no queremos dejar de destacar la propuesta clarificadora de James Russell y Lisa 
Feldman Barrett (1999). Estos autores critican la falta de concreción del concepto de emoción, 
su amplitud excesiva y el problema derivado del hecho de que incluya, como si fueran semejan-
tes, fenómenos claramente diferentes. Su propuesta alternativa es:
• Introducir el concepto de core affect (o núcleo afectivo) para aludir a los procesos elementales 
básicos de placer y activación que subyacen a las emociones y de los que somos conscientes. 
Aquí se ubicarán los modelos teóricos del afecto.
• Formular el concepto de episodio emocional prototípico para referirse a las categorías emo-
cionales específicas que implican causas, reacciones afectivas, cognitivas y conductuales. 
Aquí encajarían los modelos de producción y reconocimiento de tales episodios emocio-
nales específicos. 
Con esta diferenciación entre core affect y episodio emocional prototípico resulta ya posible 
entender por qué en el núcleo afectivo se encuentran las experiencias universales de placer 
y activación, que luego se traducirán diferencialmente en episodios emocionales concretos 
según el contexto social y cultural donde tenga lugar la experiencia.
Términos relacionados con el concepto emoción
Vistas algunas de las definiciones que se han propuesto sobre la emoción, ahora es preciso 
diferenciar este término de otros que normalmente se utilizan como sinónimos. En concreto, 
estado de ánimo, afecto, sentimiento y pasión.
Estado de ánimo
Se diferencia de las emociones en que dura más tiempo, tiene menor intensidad y es difuso y 
global. Sin embargo, como sugieren Fernández-Dols y colaboradores, estos tres elementos no 
son excluyentes, ya que hay emociones de larga duración (por ejemplo, la tristeza) y estados 
de ánimo relativamente breves (por ejemplo, la euforia). Aunque el carácter difuso y global es 
un criterio que suele ser útil para diferenciar entre ambos conceptos, es decir, mientras que las 
emociones son sobre algo, los estados de ánimo carecen de un objeto concreto (por ejemplo, 
“hoy me siento mal y todo me da igual”), la emoción a veces también puede ser general (por 
ejemplo, miedo a toda relación social) (Fernández-Dols y cols., 2002).
Afectos
Las emociones y los estados de ánimo tienen en común que son afectos. Los afectos poseen va-
lencia, que puede ser positiva o negativa, así como una alta o baja activación; es decir, permiten 
a las personas conocer el valor e intensidad que tienen las distintas situaciones ante las cuales 
el organismo se activa o no (para una descripción más pormenorizada del espacio afectivo, 
véase el Modelo circumplejo más adelante).
Algunos autores consideran que la característica que mejor describe los afectos es que en 
ellos no intervienen los procesos cognitivos. Zajonc (1968, 1984), al estudiar el efecto de mera 
exposición, que presenta con el lema “las preferencias no necesitan inferencias”, señala que un 
estímulo que hemos visto con frecuencia de forma subliminal y, por tanto, sin análisis, nos 
gusta más que otro que hemos observado menos frecuentemente. En otras palabras, sentimos 
mayor afecto positivo hacia él sin ninguna razón. 
Esta propuesta radical contrasta con los modelos cognitivos de las emociones. En este 
sentido, el tema de las drogas es ilustrativo. La droga (por ejemplo, el placer que produce el 
tabaco) es un estímulo capaz de engañar al sistema emocional en la medida en que produce 
reacciones afectivas positivas, es decir, hace que el organismo valore dicho estímulo como 
positivo, cuando en realidad un análisis de sus consecuencias llevaría a evaluarlo muy nega-
tivamente. En la vida este tipo de errores afectivos es frecuente. Por lo tanto, saber si lo que 
sentimos es resultado de un análisis objetivo o una mera reacción automática es algo difícil 
de lograr, y esto no tendría mayores consecuencias si no fuera porque los afectos determinan 
muchos de nuestros comportamientos de riesgo (Fernández-Dols y cols., 2002; González, 
Barrull, Pons y Marteles, 1998).
Sentimiento
El sentimiento es una expresión subjetiva de la emoción; es decir, la evaluación que la per-
sona realiza cada vez que se enfrenta a una situación (Carlson y Hatfield, 1992; Izard, Kagan 
y Zajonc, 1984). Así, las emociones son consideradas como procesos intensos pero breves, 
mientras que los sentimientos son impresiones profundas, adquiridas en el proceso de so-
cialización, por ejemplo,amor a nuestra pareja, odio a nuestros enemigos, rencor hacia un 
familiar (Fernández-Abascal, 2003).
Pasión
La pasión es un proceso afectivo muy profundo, de gran intensidad, y que es capaz de domi-
nar la actividad de la persona. Según Averill (1990), la pasión se encuentra fuera del control 
personal. Se diferencia de las emociones en que es un estado de mayor duración e intensidad 
y que conlleva la focalización en un único objetivo relacionado con el objeto de pasión. Las 
pasiones pueden estar encaminadas hacia el desarrollo personal, como sucede con la pasión 
por la música, pero también pueden obstaculizar el desarrollo personal y social, como ocurre 
con la pasión desmedida por el poder o la fama.
Cuadro : Los conceptos estado de ánimo, sentimiento y pasión comparados con el de 
“emoción”.
Duración Intensidad Carácter
Estado de ánimo Mayor que la emoción Menor Difuso y global
Sentimiento Mayor que la emoción Menor Profundo
Pasión Mayor que la emoción Mayor Profundo
Una vez expuestos los términos que guardan relación con la vivencia emocional, a conti-
nuación trataremos de presentar los diferentes enfoques que históricamente han abordado el 
estudio de las emociones.
Tradiciones teóricas en el estudio de la emoción
En este apartado presentamos algunos modelos explicativos sobre las emociones. En primer 
lugar, nos referiremos a la perspectiva biológica, para pasar después a exponer las teorías que 
guardan relación con los aspectos cognitivos.
Orientación biológica
El psicólogo norteamericano William James, en 1884, formuló la primera teoría moderna de la 
emoción. Por su parte, el fisiólogo danés Carl Lange llegó a conclusiones similares (Lange, 1885). 
William James (1842-1910). Fue el primero en 
hacer explícitas las ideas del evolucionismo de 
su época e integrarlas en la Teoría de la emoción.
Uno de sus méritos está en haber señalado que 
la emoción es el resultado de un proceso. Para 
que haya emoción tiene que haber cambios en los 
centros motores y sensoriales.
Según la orientación psicofisiológica de James-Lange, los estímulos provocan cambios 
fisiológicos en nuestro cuerpo, y las emociones son el resultado de estas transformaciones fi-
siológicas. Cuando observamos, por ejemplo, que un oso gris nos amenaza, se van a producir 
cambios en nuestro organismo, como la aceleración de la frecuencia cardiaca, la respiración 
más profunda, la descarga de adrenalina, etc. Estas alteraciones fisiológicas, cuando son perci-
bidas por la persona, dan origen a las emociones, en este caso al miedo. Así, tal y como indica 
James (1890), sentiríamos miedo porque temblamos. 
Figura 1: Teoría de James-Lange. 
En contraposición a la teoría de James-Lange, Walter Cannon propuso en 1927 otra, que 
pronto fue modificada por Philip Bard (1934) y se conoce como la Teoría de Cannon-Bard.
Ésta postula que, cuando una persona se enfrenta a un evento que le afecta de alguna manera, 
el impulso nervioso viaja directamente al tálamo, donde el mensaje se divide. Así, una parte 
va hacia la corteza para originar las experiencias subjetivas (como miedo, ira, tristeza, alegría, 
etc.), mientras que la otra va al hipotálamo para determinar los cambios periféricos neuro-
vegetativos (síntomas). Por lo tanto, las reacciones físicas y la experiencia emocional ocurren 
conjuntamente, no una después de la otra. Por eso, cuando vemos al oso sentimos miedo y 
nos echamos a correr de manera simultánea, por lo que ninguna de estas acciones precede 
a la otra. Este hecho señala un aspecto importante, y es que lo que se percibe se interpreta y 
desencadena la respuesta emocional.
Walter Cannon (1871-1945)
Dentro de la orientación biológica es conveniente mencionar la Teoría del feedback facial 
(Izard, 1968, 1971, 1977, 1993; Zajonc, 1980). Según esta teoría, la expresión facial y la postura 
corporal son esenciales para experimentar una emoción. Por ello, la conducta expresiva es un 
elemento clave para definir la experiencia emocional, no sólo como fuente de información 
para que los otros interpreten nuestras emociones, sino como información para nosotros mis-
mos sobre qué emoción debemos sentir.
En la actualidad se ha retomado esta perspectiva bajo el epígrafe de embodiment theories. En 
ellas se establecen relaciones entre los cambios fisiológicos y neurofisiológicos y la experiencia 
subjetiva de actitudes, percepción social y emociones (Niedenthal, Barsalou, Winkielman, 
Krauth-Gruber y Ric, 2005). Estas relaciones explicarían, por ejemplo, que movimientos de 
afirmación con la cabeza (como acuerdo) asociados a la lectura de un mensaje persuasivo con-
sigan generar actitudes más positivas hacia el contenido del mensaje que cuando se lee el mismo 
mensaje moviendo negativamente la cabeza (como desacuerdo) (Wells y Petty, 1980). 
En línea con la propuesta de James, según la cual la percepción consciente de los cambios 
corporales genera la percepción de la propia emoción, las teorías del embodiment defienden que 
las respuestas corporales facilitan el procesamiento cognitivo de los estímulos emocionales. 
Así, se ha podido comprobar que imitar la expresión facial del modelo sobre el que tenemos 
que hacer un juicio emocional facilita la exactitud del reconocimiento (Niedenthal, Brauer, 
Halberstad y Innes-Ker, 2001; Wallbott, 1991). Recientes trabajos de Damasio y colaboradores 
(Adolphs, Damasio, Tranel, Cooper y Damasio, 2000) muestran que los pacientes con lesiones 
en el córtex somatosensorial tienen problemas en el reconocimiento de expresiones faciales 
emocionales, probablemente por no poder ayudarse de la mímica y la auto-percepción de los 
cambios en la propia cara para el reconocimiento.
Perspectiva cognitiva
Cuando las personas hablan de cognición y emoción suelen referirse a dos facultades menta-
les distintas. La primera es fría, sosegada y avanza hacia las conclusiones por medio de reglas 
lógicas. La segunda es apasionada y llega a las conclusiones a través de los sentimientos. Sin em-
bargo, que la emoción se defina como opuesta a la cognición no implica que en las emociones 
estén ausentes los procesos cognitivos. Muchos de los malos entendidos entre distintos modelos 
teóricos se explican por la cerrazón en defender esta dicotomía, razón versus emoción, en vez de 
dedicar los esfuerzos a conocer sus interrelaciones. 
Las teorías cognitivas sobre la emoción que a continuación se recogen parten del supuesto 
de que todo estímulo o situación debe ser primero identificado, reconocido y clasificado antes 
de pasar a evaluarlo y antes de que sea capaz de suscitar o activar una respuesta emocional a 
dicha interpretación. La cognición, entendida como atribución de significado a la situación 
que rodea a la persona que se emociona, es una condición previa necesaria de la elicitación de 
la emoción.
Aportación de Schachter y Singer
Una orientación cognitiva muy conocida es la Teoría bifactorial de Schachter y Singer (1962), 
que defiende la participación tanto de respuestas fisiológicas como cognitivas en la generación 
de emociones. Su propuesta está inspirada en los trabajos del doctor Marañón (1924), que 
cayó en la cuenta de que en algunas situaciones sus pacientes se “emocionaban” al recibir una 
inyección de adrenalina.
Gregorio Marañón (1887-1960)
Más tarde, Cantril y Hunt (1932) observaron que la reacción emocional dependía del signi-
ficado emocional atribuido a los estímulos que acompañaban a la inyección del activador del 
sistema nervioso autónomo. 
Parecían, por tanto, necesarios dos factores, uno de activación fisiológica y otro de significa-
do cognitivo. Con estos antecedentes, Schachter y Singer afirmaron que la situación (ambiente) 
donde nos encontremos al sentir la activación nos dará las pistas sobre cómo debemos responder 
ante dicho estado. Es decir, los eventos situacionales asociados a la activación le dan significado 
emocional o de otro tipo. En respuesta a las sensaciones de activación, buscamos en el ambiente 
las causas de esas reacciones. Lascausas o antecedentes que seleccionamos juegan un papel im-
portante en la determinación de la etiqueta que damos a nuestra activación y, por ende, en la 
determinación de la emoción que experimentamos. Así: 
• Si nos sentimos activados después de ver una película de terror, quizás denominemos
nuestra emoción como “miedo”. 
• Si en lugar de esto, nos sentimos activados en presencia de una persona que nos resulta
atractiva, el mismo "desasosiego físico" puede ser etiquetado como “amor”. 
En resumen, qué emoción o qué episodio emocional experimentemos dependerá del sig-
nificado que demos a la activación fisiológica que sintamos. Ese significado obedecerá a su 
vez a la situación donde se encuentre el individuo y a su interpretación de dicha situación 
(significado emocional de la activación fisiológica).
Stanley Schachter (1922-1997)
Lo que se acaba de exponer podría considerarse una confirmación parcial de la tesis de 
James (véase la orientación biológica), aunque la Teoría de Schachter-Singer también requiere 
de una valoración cognitiva, sin la cual no hay emoción.
Figura . Teoría bifactorial de Schachter-Singer.
Varios años más tarde, Schachter (1978) propuso que la emoción procede de un cambio 
visceral, que implica una variabilidad sobre la activación que es evaluada cognitivamente y 
definida como una u otra emoción. 
Mandler (1985) acepta esta propuesta con algunas matizaciones, ya que advierte que la 
experiencia emocional no requiere de una atribución consciente de significado de la activa-
ción, y plantea que el origen de la emoción es el trabajo cognitivo. Este autor, en su modelo, 
da prioridad al análisis de la situación, al que seguiría la activación y todo ello daría lugar a la 
experiencia consciente de la emoción.
Además, en las últimas décadas del siglo pasado, una serie de estudios han postulado que 
el pensamiento, en particular, la evaluación cognitiva de las circunstancias que concurren, 
explicaría muchos de los procesos emocionales. El concepto de appraisal, propuesto por 
Magda Arnorld (1960), abrió el camino para que investigadores como Lazarus (1984, 1991), 
Scherer (1984, 1997), Frijda (1988) y Weiner (1985, 1986, 1990) hiciesen hincapié en el análisis 
de la situación, y en cómo las personas evalúan y valoran los sucesos que les rodean. De esa 
evaluación o appraisal surgirá la emoción.
Por tanto, estos autores sostienen que la perspectiva cognitiva sobre las respuestas emo-
cionales es necesaria para analizar los estados afectivos y para tratar constructos como las 
percepciones, pensamientos y creencias. Veamos a continuación cada una de sus aportaciones.
Aportación de Lazarus
Para Richard Lazarus, la emoción es el resultado de un proceso de valoración cognitiva de la 
situación, los recursos de afrontamiento y los posibles resultados empleando dichos recursos.
Richard S. Lazarus (Universidad de Califor-
nia en Berkeley). Su mayor contribución 
ha sido el estudio de los factores cogni-
tivos que están implicados en el estrés y 
en la emoción. A partir de sus investiga-
ciones, encontró que las circunstancias 
del contexto explicativo de un evento con 
contenido doloroso modificaban el grado 
de emoción que sentían los participantes 
en el experimento.
En suma, los procesos emocionales están organizados en una secuencia temporal en la cual 
se pueden distinguir dos fases:
Primera fase: en ella tienen lugar los procesos primarios, donde el estímulo da lugar:
• A una evaluación de la situación (appraisal), a través de la cual se interpreta el estímulo o
la situación como emoción.
• A las respuestas:
• Subjetivas, es decir, la experiencia subjetiva de la emoción.
• Expresivas, los movimientos faciales y posturales y las respuestas vocales no lingüísticas.
• Fisiológicas, respuestas corporales distintas de las expresivas, relacionadas con la pre-
paración del organismo para la reacción, sea ésta de actividad o de pasividad.
Segunda fase: es la de los procesos secundarios, los que se encargan de transformar cogni-
tiva y socialmente las informaciones procedentes de la evaluación de: 
• Los recursos de afrontamiento:
• Éstos son reacciones cognitivo conductuales que tienen por objetivo que el organismo
se adapte adecuadamente a la situación emocional. Las reacciones pueden ser de mini-
mización, negación, exageración o re-definición.
• Los procesos primarios (véase la primera fase).
Los procesos están constituidos por la interpretación, la memorización y las tentativas de
regulación de los procesos primarios y de sus consecuencias. Por tanto, los procesos secun-
darios, que, por lo general, intentan redefinir la situación o verla de otro modo, incluyen las 
estrategias de afrontamiento que permitirían hacer frente a las consecuencias psicológicas y 
sociales de la emoción (Lazarus, 1984, 1991; Philippot, 1993) (véase la Figura 11.3). 
Figura : La secuencia temporal de los procesos emocionales. 
En resumen, la emoción es un conjunto de fenómenos que, en una primera fase, com-
prende la interpretación de una situación, y que trae consigo cambios subjetivos, expresivos y 
fisiológicos y, en una fase posterior, da lugar a procesos de interpretación y de regulación que 
también forman parte de ella.
Lazarus (1994) también plantea una serie de cuestiones centrales relacionadas con cada 
emoción. Éstas se resumen a continuación:
Cuadro : Cuestiones centrales relacionadas con cada emoción.
Emoción Cuestiones centrales
Alivio
Amor
Ansiedad
Asco
Celos
Compasión
Culpabilidad
Envidia
Esperanza
Felicidad
Ira*
Miedo
Orgullo
Tristeza
Vergüenza
Condición penosa o incongruente que ha cambiado para mejor o ha desaparecido
Participar de un afecto, aunque no sea necesariamente correspondido o recíproco
Enfrentamiento a una amenaza desconocida
Impresión desagradable causada por algo que repugna física o moralmente
Resentimiento contra una tercera persona por la pérdida o miedo a perder el apoyo o 
afecto del otro
Conmoverse ante el sufrimiento del otro, con el deseo de ayudarle
Haber trasgredido un imperativo moral
Desear lo que otra persona tiene
Temerse lo peor, pero esperando que mejore la situación
Hacer progresos razonables hacia la consecución de una meta
Una ofensa degradante contra mí o contra los míos
Un peligro físico, inmediato, concreto y abrumador
Intensificación del autoconcepto por ganar méritos para conseguir un objeto o meta vá-
lidos, bien por uno mismo, o bien por alguna persona o grupo con quien uno se identifica
Haber experimentado una pérdida irreparable
Fracaso en el intento de alcanzar un “yo ideal”
* A lo largo de este capítulo, la emoción de ira se etiqueta también como cólera, enfado y enojo.
Aportación de Scherer
Antes de exponer la contribución de Scherer, hemos de señalar que sorprende el grado de 
convergencia respecto a la naturaleza de las dimensiones del appraisal. En este sentido, las 
investigaciones empíricas apoyan la noción de que un número limitado de dimensiones 
de evaluación o appraisal son suficientes para explicar la elicitación y diferenciación de los 
estados emocionales.
Klaus Scherer (Universidad de Ginebra). Es 
fundador del grupo de investigación sobre 
emociones en Ginebra. En este marco anali-
za los procesos de evaluación (appraisal) y 
su influencia sobre las expresiones emocio-
nales y los patrones de reacción fisiológica, 
así como sobre el sentimiento emocional. 
Además, ha estudiado cómo influye la cul-
tura sobre las emociones.
En el trabajo de Scherer (1997) se encuentran de forma resumida los aspectos más frecuen-
temente utilizados en la medición del appraisal. Estos son:
• Las características intrínsecas de los eventos, como, por ejemplo, el grado de novedad (los
eventos o situaciones pueden ser familiares o de carácter súbito, y, también, pueden ser
predecibles o no).
• El significado del evento o situación para las necesidades o metas de la persona.
• La habilidad de la persona para afrontar o manejar las consecuencias del evento, lo que
incluye evaluar la propia responsabilidadsobre el evento o la situación.
• La relación del evento con las normas y los valores sociales.
Para cada aspecto de la situación se analizan distintas variables (véase el Cuadro 11.3).
Cuadro Indicadores implicados en la evaluación de la situación.
• El tiempo, las expectativas, la probabilidad y la capacidad de predicción (ejemplo, una situación
inesperada).
• El carácter placentero y la importancia para los objetivos deseados (la situación puede ser placentera
o no).
• El poder de la persona para influir en el acontecimiento y afrontar sus consecuencias (el resultado de
la valoración del placer o del dolor conducirá a respuestas de aproximación o de evitación).
• La confrontación del acontecimiento con las normas culturales y sus coincidencias con una auto-
imagen real o ideal (la relevancia de la situación y su relación con las normas sociales y las metas que,
en ese momento, tengan importancia para la persona).
Aportación de Frijda
Para poder analizar la compleja estructura de la experiencia emocional se hace necesario el 
empleo de diversas leyes, las cuales pueden agruparse según la clasificación que realizó Nico H. 
Frijda.
Cuadro: Leyes emocionales.
Ley del significado situacional 
Ley del interés
Ley de la realidad aparente
Ley del sentimiento comparado
Ley del cambio
Ley de la habituación
Ley de la asimetría hedónica
Ley de conservación del momento 
emocional 
Ley de cierre (o gestalt) 
Ley de control o cuidado de las 
consecuencias
Ley de menor carga y mayor 
beneficio 
Las emociones surgen en respuesta a las estructuras de signifi-
cado de una situación dada
Las emociones surgen en respuesta a acontecimientos que son 
importantes para las metas, motivos o intereses de la persona
Las emociones van a ser elicitadas por acontecimientos evalua-
dos como reales, y la intensidad de éstas se corresponderá con 
el grado de realidad que se esté dispuesto a asumir
La intensidad de una emoción depende de la relación entre un 
acontecimiento y algún marco de referencia respecto al cual se 
evalúa dicho acontecimiento
La presencia de condiciones favorables o desfavorables facilitará 
la aparición de la respuesta emocional, pero es necesario que esas 
condiciones se den como fruto de cambios reales o esperados
Los fenómenos de habituación afectan tanto a condiciones 
placenteras como adversas. Así, la efectividad de una fuente 
de placer disminuye a medida que se produce una habituación, y 
también podemos llegar a habituarnos a situaciones extremada-
mente negativas e incluso dolorosas
El placer es siempre contingente con el cambio, y desaparece con 
la satisfacción continuada, mientras que el dolor puede persistir 
en el tiempo, es decir, si se mantienen las condiciones adversas
Los momentos emocionales retienen su capacidad para elicitar 
las emociones indefinidamente, a menos que sean contrarresta-
dos por exposiciones repetidas que podrían llegar a permitir que 
se dieran los fenómenos de extinción o de habituación
Las emociones tienden a estar cerradas a juicios que relativicen 
su impacto, y a los requerimientos de metas y objetivos que van 
más allá de los que inicialmente se tenían
Un impulso emocional primario elicita un segundo impulso pri-
mario que tiende a modificar esa primera respuesta emocional 
según sean sus posibles consecuencias
Cuando una situación puede ser vista desde distintas alternati-
vas, existe una tendencia a percibirla desde aquella óptica que 
minimice la carga emocional negativa y/o maximice una ganan-
cia emocional positiva
De este conjunto de leyes destacaremos las cuatro primeras. Así, según Frijda (1988): 
• La Ley del significado situacional es una de las principales, ya que se centra en la formulación 
de un fenómeno del que ya se ha hablado, el del appraisal. Explica cómo un mismo hecho
puede ser interpretado de manera diferente por distintos grupos sociales. Por ejemplo,
la “muerte de un ser querido” para alguien que cree en la reencarnación puede no ser un 
hecho tan traumático como lo es para alguien que no cree en ella.
• La Ley del interés es complementaria de la anterior. Este principio postula que hechos que 
a muchas personas les parecen irrelevantes son para otras motivo de intensas emociones,
y viceversa. Un ejemplo claro es el drama que supone para un adolescente un granito
en la cara, mientras que ese mismo adolescente no se inmuta ante los suspensos de sus
calificaciones escolares.
• La Ley de la realidad aparente plantea interesantes cuestiones, como el papel de la imagina-
ción en nuestra vida emocional, o el hecho de que ciertos peligros no provocan reacciones
emocionales intensas hasta que sus efectos negativos se materializan. Pensemos en los
efectos emocionales que produce la simple sospecha de infidelidad de la pareja.
• Con la Ley del sentimiento comparado, Nico Frijda recupera algunas de las preocupaciones
de Stanley Schachter. El marco de referencia serían los demás, por lo que la emoción surge
a través de la determinación de cuál es nuestra situación en comparación con la situación
de los demás. Esta ley explica, por ejemplo, cómo podemos “acostumbrarnos” a situa-
ciones dramáticas dejando de emocionarnos con ellas: tras ver todos los días atentados y
muertos en Irak, muchas personas pueden seguir sus conversaciones frente a un televisor
que muestra cadáveres reales. O cómo, paradójicamente, podemos sentirnos ofendidos
porque un vecino ha adquirido un coche mejor que el nuestro, sabiendo que lógicamente
son millones los que poseen mejores vehículos.
Las tres últimas leyes que se mencionan en el Cuadro 11.4 no se refieren, como las anterio-
res, a los factores que determinan la emoción, sino a sus consecuencias.
Aportación de Weiner
La distinción de Lazarus entre la evaluación de los procesos primarios y secundarios va a dar 
lugar a dos tipos de emociones: las generales y las específicas. Pero donde se muestra de forma 
más clara esta diferenciación es en la Teoría atributiva de las emociones de Bernand Weiner 
(1985, 1986, 1990). Este autor analiza cómo las personas realizan inferencias causales sobre los 
acontecimientos.
Weiner distingue dos fases en el proceso emocional-cognitivo:
• Primera fase: en ella tiene lugar una evaluación primaria tras la situación. Esta evaluación
elicita una emoción general, de carácter positivo o negativo. Imaginemos que la persona se
cruza con su mejor amigo y éste no la saluda. Este acontecimiento genera una emoción de
carácter negativo.
• Segunda fase: la persona intenta buscar una explicación a la conducta inesperada de su ami-
go. Utiliza para ello tres dimensiones bipolares: interna-externa, controlable-incontrolable
y estable-inestable. Supongamos que en este caso la atribución es externa (las circunstancias
de aglomeración en que se cruzó con su amigo hacían difícil que éste la viera), incontrolable
(el amigo poco podía hacer para remediar esa situación, puesto que no era esperable que la
persona estuviese en ese lugar en ese momento) e inestable (generalmente la persona y su
amigo evitan las situaciones de aglomeración). Este resultado de la atribución causal genera
emociones específicas (en este caso, de alivio), y corresponde a la valoración secundaria de
los resultados.
El modelo de Weiner se presenta esquematizado en la Figura : 
Proceso emocional-cognitivo. 
* Emociones específicas en función de las tres dimensiones de la atribución causal.
De esta manera, Weiner asocia en un proceso emocional-cognitivo la unión entre cogni-
ción y emoción, y muestra, por un lado, las emociones generales relacionadas con la evaluación 
primaria de la situación y, por otro, las emociones vinculadas con la valoración secundaria de 
los resultados, es decir, con las dimensiones causales a las que se adscriben (Weiner, 1986).
Siguiendo este proceso cognitivo-emocional, Johnson-Laird y Oatley (1989) diferencian 
entre emociones básicas y complejas. Así, por ejemplo, la venganza sería una emoción com-
pleja (secundaria) a partir de la valoración de la emociónbásica de ira. A lo largo del siguiente 
apartado trataremos de presentar los supuestos que deben cumplir las emociones básicas y de 
mostrar cómo se clasifican las emociones.
 Taxonomía de las emociones
Algunos autores defienden la existencia de un conjunto de emociones universales que denomi-
nan básicas. Éstas se iniciarían con rapidez y durarían unos segundos cada vez, son distintas 
cualitativamente entre sí y de ellas se derivarían el resto de las emociones. 
Es decir, las emociones básicas serían como los colores primarios en la naturaleza. Los 
investigadores discrepan respecto a su número, pero la mayoría de ellos incluyen en su lista 
las siguientes: alegría, tristeza, enfado, miedo, sorpresa y asco (Ekman, Friesen y Ellsworth, 
1972; Ekman, 1984).

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