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Post-scriptum El tema de la lectura en voz alta ha suscitado nuevos enfoques y discusiones. La investigación se basa en tres ideas: - una lectura silenciosa y visual, como una conquista progresiva de la cultura occidental, difundidas en el mundo universitario y luego en las aristocracias laicas. No implica la presencia de oyentes, solo la subvocalización del texto leído habría permitido a entrada en la cultura de lo escrito. - una lectura en voz alta como la lectura implícita a la que apunta un gran número de obras y géneros literarios entre los siglos XVI y XVIII. El lector inscrito en la obra es un oralizador que lee en voz alta, tal vez para su propio placer, pero más generalmente para un auditorio que recibe el texto en una escucha - la lectura en voz alta en las sociedades del Antiguo Régimen como una manera de cimentar las formas de sociabilidad múltiples. Lo que están en juego son las modalidades de la articulación en tres lo público y lo privado. La lectura en voz alta es una de las prácticas constitutivas de las distintas figura de lo privado: por un lado, el hogar doméstico que se convierte en el lugar privilegiado de la intimidad; por el otro, los grupos de convivencia que permiten evitar “el aburrimiento de la soledad y el agobio de la multitud”. La lectura en voz alta se sitúa en el nacimiento de una nueva definición de lo público, comprendido como la esfera crítica donde la opinión pública puede constituirse frente a la autoridad del Estado. Una primer discusión trata sobre la validez de la primera constatación que sirve de base a la tesis de una conquista lenta y progresiva de la lectura silenciosa a expensas de la lectura necesariamente oralizada. ¿La lectura sólo con la vista era tan excepcional en la antigüedad como lo afirman los trabajos clásicos? Se sostenían tres ideas: - que los textos literarios latinos y griegos fueron escritos para una lectura en voz alta - que su lectura era muy silenciosa es muy rara, y solo se da si el lector es muy dotado de tal competencia que se ve obligado a apartarse de la práctica ordinaria - que la lectura normal de los textos no literarios es una lectura oralizada puesto que la mayoría no sabe leer de otra forma. La competencia y la práctica de la lectura en silencio están extendidas en la Antigüedad griega y romana de lo que se cree y ello nos lleva a interrogarnos sobre los posibles retrocesos de la lectura visual a fines de la Edad Media, cuando en varios lugares no coincide la lengua escrita con la lengua hablada. Esta constatación no invalida aquella de las composiciones literarias como destinadas normalmente a una lectura pública. El indicio de oralidad nos informa sobre la intervención de la voz humana en su publicación y a partir de entonces existe la atestación de la memoria de un cierto número de individuos. El uso del par oir/leer o escuchar/ver para designar dos formas de relacionarse con el texto, dos formas posibles de su actualización. En la época del libro impreso, nos enviaría a la vez a la división de los alfabetos que son potenciales lectores y los analfabetos. Dos modos de composición que dividen los textos y fragmentan las intrigas de manera tal de hacerlos compatibles con las exigencias propias de las lecturas orales, mayormente discontinuas y cuyo auditorio puede variar. La lectura en voz alta, como una forma de aprehensión de un texto literario, no se borra con el desarrollo de la cultura de lo impreso. La historia de las maneras de leer no avanza al mismo tiempo que la historia del libro y sus rupturas no pueden deducirse de las transformaciones que la afectan. Se pensó que el advenimiento de la “print cultur” implicaba una revolución radical de las prácticas culturales. La reflexión llevada a la lectura en voz alta sirve para ponernos en guardia contra una simplificación d este tipo, señalando que todos los géneros que suponen la oralización, al reunir las situaciones donde leer no es un acto de intimidad individual y silenciosa. La lectura silenciosa es considerada como si invistiera al lector, cautivado o capturado por lo que lee, al punto de olvidar la distinción entre el mundo que es el suyo y el perteneciente a los libros. Con la lectura realizada sólo con la vista, la del lector de la novela y coloquio, se conquistará mejor la imaginación, se asegurará mejor la identificación con la obra y podrá creerse lo increíble (los perros que hablan.) Se evidencian las propiedades específicas de la lectura oralizada, desmienten la ilusión de realidad a la que apuntaba el texto. Mantener una separación entre el lector y la ficción exige otros dispositivos textuales. El tema de la lectura en voz alta se encuentra en medio de varias historias: la de las obras y de los géneros, la de los modos de circulación de lo escrito, la de las formas de sociabilidad y de intimidad. Los Libros Azules Entre las lecturas campesinas tienen su lugar los títulos de la Biblioteca Azul, inventada por los Oudet en Troyes en el siglo XVII y que hace circular por el reino libros de saldo, impresos en cantidad y vendidos por medio de la venta ambulante. Su apogeo fue la época de Luís XIV y aquella donde los amigos de Gregorio constatan su éxito. Aumenta el número de editores de Troyes especializados en el género como también el repertorio de los textos incluidos en los libros. En Inglaterra y España se multiplican también los libros de gran circulación, destinados a un público popular. Se venden a un precio irrisorio y se los imprime en cientos de miles. No es una originalidad europea El cuerpo azul Los textos editados a buen precio y con tapa azul por los impresores de Troyes no fueron escritos para ese fin editorial. La práctica de los Oudet es la de sacar de los textos ya editados aquellos que parecen más convenientes para el gran público al que aspiran, aquellos que les parecen compatibles con las capacidades de su clientela. La diversidad extrema del repertorio de Troyes que incursiona en todos los géneros, períodos y literaturas. Surge la separación entre la escritura del texto y su forma editorial: cada uno de los textos de los que se apodera la Biblioteca Azul apunta a un lector implícito que no necesariamente concuerda con el comprador con el que sueñan los impresores de Troyes. El repertorio de los libritos de Troyes no es popular en sí mismo puesto que está compuesto de textos de orígenes diversos y cada uno apunta a una lectura, a un público en particular. Del total de ejemplares en depósito, los libros de religión constituyen el 42%, ficción el 28% y las obras de aprendizaje el 26.8%. la Biblioteca Azul fue un poderoso auxiliar de la Reforma Católica. Los editores de Troyes imprimieron en masa y a mejor precio que sus competidores, todo un material devoto que no es específico de ellos pero que alimenta la piedad de la mayoría en una Francia que la Reforma Católica transformó en estado de cristiandad. Los textos eruditos Los grandes equilibrios del hábeas troyano debe acompañarse de una genealogía de los textos que lo componen. Esta se remonta a un texto de la tradición erudita, vale para toda una parte de la literatura de devoción y de ejercicio impresa en Troyes y que retoma los títulos de éxito de la Reforma Católica. La misma enseñanza es válida para los textos de ficción. Los cuentos de hadas publicados por los impresores de Troyes son textos eruditos, salidos de medios aristocráticos y preciosos en el mayor momento de entusiasmo para el género, proponen a los lectores populares textos eruditos, utilizados por la cultura femenina de los salones y la Corte. Los libros prácticos de la Biblioteca Azul son ediciones en una nueva forma y para un público mayor, textos primero editados en forma clásica para la clientela corriente de los libreros parisinos o provincianos. Los impresores de Troyes sacan entonces su material del repertorio de libros disponibles para todas las rúbricas de su catálogo. Hay mucha diferencia entre la primera publicación de un texto y su entrada en la Biblioteca Azul, el repertorio de la librería de la ventaambulante está dedicado por entero a textos antiguos dados al pueblo por ser rechazados por los ciudadanos importantes. Los editores de Troyes están ávidos de novedades y se apoderan de los títulos de moda una vez expirado el privilegio de su primer editor. No puede definirse su política editorial por la calificación social de los textos que editan, ni tampoco por el género o la intención de éstos, ya que pertenecen a todos los registros de elaboración erudita. La edición de Troyes se parece a las otras ediciones provinciales y que los impresos de Champaña de contentan con reproducir éstos o aquellos texto caídos en el dominio público. Los sellos editores Los textos puestos en la Biblioteca Azul no fue dejado al azar. Todos son elegidos porque parecen poder ser comprados por un gran número de público. De aquí surge la preferencia que se le da a las historias, novelas o cuentos que obedecen a ciertas estructuras narrativas, discontinuas y repetitivas a la vez, que yuxtaponen los fragmentos, emplean varias veces los mismos motivos, ignoran las intrigas farragosas que necesitan una memorización exacta de los hechos o de los personajes. Se emplea de manera implícita la idea que tienen de las competencias culturales. Se constituyen la unidad de la biblioteca de venta ambulante y las relaciones de los textos entre sí. El trabajo operado sobre los textos por los impresos de Champaña apunta a reforzar a todo aquello que los puede unir. Por cierto, no se da en todos los casos y algunos textos no sufren alguna modificación al ingresar en la fórmula azul. Los editores de Troyes reacomodan los textos que eligieron imprimir y esto en función de los lectores que desean o piensan alcanzar. Su intervención es de tres órdenes. En primer lugar, tiende a remodelar la presentación misma del texto al multiplicar los capítulos, lo que hace menos densa la distribución del texto sobre la página. Los libros azules no son los únicos en unidades más pequeñas en los siglos XVII y XVIII, pero allí se acentúa. Se nota la inscripción en el libro de aquello que los editores piensan es su lecturas, que no es virtuosa, ni continua pero que toma el libro y lo deja. Segunda intervención: una estrategia de la reducción y la simplificación. En su mayoría, las ediciones de Troyes acortan el texto que reproducen y lo hacen de dos maneras. La primera consiste en podar el texto, en abreviar ciertos episodios y realizar a veces cortes severos. Amputan relatos juzgados superfluos, descripciones de las propiedades sociales o de los estados psicológicos de los personajes, considerados inútiles para el desarrollo de la acción. Estrechamiento de las frases, depuradas de sus relativas o incisas, supresión de adverbios o adjetivos. La reescritura reductora de los textos obedece a otras exigencias, son serias pero no fueron hechas al azar. Obedecen a dos lógicas. En primer lugar, se trata de quitarle al texto todos los rasgos de la cultura de “lo bajo”, las alusiones a las funciones naturales, las evocaciones de las actividades sexuales. Luego se trata de censurar todas las referencias a la religión y de depurar el relato todo aquello que parece blasfematorio. Su propósito es doble: moralizar los textos que lo necesitan y dividir el texto original, aunque los cortes hacen a los textos más difíciles de comprender. Una fórmula editorial En el caso de repertorio azul, aquello que es contemporáneo al lector, no es el texto, mas o menos antiguo, sino la forma impresa en la cual se da a leer. Por otro lado, lo que es popular no son tampoco los textos, que pertenecen a todos los tipos de la literatura erudita sino los objetos tipográficos que los llevan, escogidos con la doble exigencia de un menor precio y de una lectura que no sea forzosamente hábil y competente. Los libros de la biblioteca azul de un título a otro varían mucho en longitud que puede llegar a ser bastante considerable. Es variable en ellos la parte de la imagen, contienen una imagen en la carilla del título consagrada a la identidad editorial, ello explicita el título transformado en imagen, símbolo, codificada y fija. En la última página, la imagen tiene otra función pues permite fijar y cristalizar aquello que fue una lectura entrecortada e interrumpida, proporciona el recuerdo y la moraleja. El libro Azul se distingue por su aspecto físico: está encuadernado, cubierto de papel (por lo general azul). También se distingue por el precio Lectores y lecturas Su público parece más que nada ciudadano y no clasificable de manera inmediata como exclusivamente popular. Van tomando importancia en ciudades lorenesas, donde sirven de aprendizaje de la lectura y el apoyo de prácticas culturales múltiples. Es seguro que los libros azules entre 1660 y 1780, los textos de la Biblioteca Azul se hayan ido convirtiendo en un elemento de esta cultura campesina, supersticiosa y rutinaria, que denunciarán las elites revolucionarias. Lecturas de rústicos, los libros azules quedan descalificados para las elites que condenan sus textos como carentes de clase y desprecian su forma descuidada. El repertorio azul no sólo está constituido por antiguas novelas pasadas de moda y desacreditadas sino también por numerosas textos que sólo esperan para pasar de las ediciones comunes a las azules la duración del privilegio de su primer editor. La lectura que suponen o favorecen estos textos no es aquella de las ediciones eruditas y en su adquisición o posesión se invierten adhesiones que no se agotan con su lectura descifrada.
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