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Del monopolio de la televisión pública al triunfo de la televisión privada Por Dominique Wolton Reinado, desgaste y deterioro del modelo de la televisión privada El modelo original de la televisión pública y la continuación de su legitimidad duró hasta la década de 1980 en la cual la televisión privada, durante mucho tiempo rechazada, finalmente se impuso. Después de la guerra hubo tres ideas que estuvieron en la base de la televisión pública en Europa. En primer lugar, el temor suscitado por ese nuevo medio de comunicación social, aún más inquietante que la radio, pues sumaba imagen. Se consideró que los medios de comunicación de masas eran peligrosos y que por lo tanto debían ser controlados por el poder público. Seguidamente hubo una instintiva reacción negativa contra el modelo de organización privada de la televisión norteamericana, la cual se desarrolló ampliamente durante la guerra. La “nacionalización” de la televisión estaba todavía más justificada que la radio a fin de sustraerla a los demonios de las utilidades mercantiles. Por último, se impuso la idea, difundida entre los primeros profesionales de la televisión, los políticos, los intelectuales, y la elite cultivada en general, de que la televisión, bien utilizada, puede ser un fantástico instrumento de democratización cultural. Las televisiones se organizaron en Europa sobre un modelo público y en oposición a la televisión privada. A partir de 1955 existen en Europa dos modelos de organización de la televisión: un modelo inglés de coexistencia, relativamente equilibrada, de dos cadenas públicas y dos privadas y un modelo continental de televisión pública. En el umbral de la década de 1990, la historia de la televisión europea se divide en 3 épocas: 1) 1950 – 1970: El dominio del modelo de televisión de servicio público: Al principio fue la era de los pioneros. La ideología del servicio público consiste en hacer programas educativos y populares. La cuestión del control público, sobre todo en Francia, oscureció el entusiasmo y los proyectos de los fundadores. En aquella época a nadie le sorprendía ese control y todo el mundo consideraba normal que el nombramiento de los directores encargados de la televisión y de la información tuviera un carácter político. La desconfianza respecto de la televisión, y más precisamente la dificultad para formarse una opinión sobre lo que ella debería ser, resurgió en la década del 60, cuando se intentó saber si hacía falta una segunda cadena y en término de cuanto tiempo. La hostilidad tocante al dinero corruptor se manifestó también mediante el rechazo generalizado de la publicidad comercial. 2) 1970 – 1980: El enfrentamiento de los dos modelos: La televisión privada, rechazada hasta ese momento apareció como algo inevitable y hasta deseable. El público no criticaba la televisión pública, y hasta la apreciaba, solamente quería más imágenes al tiempo que crecía el parque de aparatos de televisión. Pero, ante la 1 reticencia de la televisión pública a abrirse y renovarse, el público, comenzó a soñar con el fruto prohibido (tv. privada). El discurso hostil de los partidarios de la televisión pública comenzó a parecer gastado. El imperialismo cultural norteamericano produjo menos temor y hasta suscitó el deseo de ver, si juzgamos por el éxito que muy pronto obtuvieron las series norteamericanas. La aparición y el éxito de la videocasetera acentuaron el deseo de libertad. A fines de la década de 1970 los grupos de comunicación se fortalecieron y aprovecharon el abandono del monopolio de producción para lanzarse al terreno del audiovisual. La televisión pública se ahogaba porque era incapaz de renovar el personal, los equipos, los proyectos y las generaciones. Y allí es donde les cabe la real responsabilidad a los poderes públicos y a los dirigentes. La televisión pública quedó identificada con la politización y la burocracia sindical; llegó a ser objeto permanente de antagonismos y de polémicas de idéntica mala fe entre la izquierda y la derecha y terminó dando la sensación de que nunca podría regenerarse. 3) 1980 – 1990: La fluctuación: Casi en todas partes se impone la televisión privada, no tanto por sus virtudes propias como por las repetidas insuficiencias de la televisión pública que, por otra parte, se pone a imitarla. Se llega así a una especie de desvitalización del modelo, hasta de alienación en comparación con la televisión privada, combativa durante tantos años. Más tiempo de cultura, de capacidad de proposición de sus profesionales, de los políticos, de los investigadores, de las oficinas de estudios podrían haber evitado que este aggiornamento se transformara en alienación y hasta en adhesión. Prevalece entonces la idea principal de que la televisión ya no esté comprometida con la política y de que el Estado trate de hacerla libre. Mientras se considera el dinero privado como una mayor garantía de libertad que el dinero público. Esta idea fundadora, en parte falsa, evidentemente, se impuso en la década de 1980. El público, al pedir que el juego de la competencia le permita juzgar directamente, sólo ha tenido una actitud sencilla y razonable. La televisión no podía seguir siendo el único dominio de la comunicación vedado al dinero privado, siendo así que éste domina la prensa escrita, la publicidad, las editoriales y, en gran medida, la radio. La televisión privada se convertía en símbolo de libertad y de progreso. En menos de 5 años todo el equilibrio del sistema audiovisual francés se invirtió. En 1983 había 3 cadenas de televisión, todas ellas públicas; en 1988 había 7 pero 4 eran privadas. El intento de crear in vínculo de derecho entre el Estado y la televisión no funcionó. Así fue como Europa a fines de la década de 1980 entró, desordenamente y quizá demasiado tarde, en una lógica de la competencia y lo hizo en condiciones que no auguraban nada bueno, por lo menos al comenzar la década de 1990, en cuanto a la capacidad de las televisiones públicas para enfrentar tal competencia. El contexto actual: intercambio ideológico, coexistencia, crisis de reflexión. 2 Frente a los dos problemas (qué porcentaje debe existir entre los dos sectores de la televisión y qué orientación general debe darse a los sistemas mixtos) se comprueba el mismo silencio. La televisión ha quedado atrapada en tres coacciones: la económica, la consumista y la tecnológica, sin otra orientación que una simple adaptación con sentido común. Se pueden distinguir así, 5 factores de la actual situación en Francia y en casi todos los países de Europa. 1. Un intercambio ideológico: El deseo de liberarse de una reflexión difícil e incierta sobre el papel de la televisión permite instituir la idea de “dejar hacer – dejar pasar” como una nueva regla de conducta. El modernismo empírico ha llegado a ser la ideología de base y el pragmatismo, las leyes de mercado y las siempre renovadas promesas de los prodigios futuros de las nuevas tecnologías constituyen el credo de un pensamiento al fin adulto sobre la condición y el papel que debe desempeñar la televisión. Se da la desregulación como una forma acabada de una política de regulación, es decir, reducir al mínimo la coacción y dejar librada a las leyes del mercado y al talento de los profesionales la tarea de diseñar el perfil de la televisión de mañana. 2. El consenso respecto del “empirismo modernista” El empirismo modernista significa: que gane el mejor y basta de coacciones inútiles. En suma. Hay que trivializar la televisión, hay que volver a situarla en el lugar que le corresponde, el de un espectáculo y una industria del espectáculo, hay que movilizar a los mejores sin dejar de aprovechar las nuevas posibilidades técnicas, la demanda del público y de un sector en expansión. Entre l arcaísmo de la televisión estatal, con frecuencia politizada y el juego abierto de la competencia, todos parecen preferir el segundo. Es decir, la modernidad y su sanción: correr riesgos. La ideadominante del modernismo ambiente es entonces promover una televisión que satisfaga dos objetivos simples: la información y la realización de programas espectaculares que puedan conseguir un buen rating. La mayor parte de los profesionales y de los políticos piensan que semejante objetivo resulta ampliamente suficiente como expresión que define una política de la televisión. 3. El cambio de paradigma: del modelo político dominante al modelo económico dominante: En los que se refiere a la televisión el paradigma era político en los dos sentidos de la palabra: por un lado, se desconfiaba de la influencia política y cultural que pudiera tener la televisión; por otro lado, se pensaba que su importancia como medio de comunicación de masas imponía que la televisión fuera objeto de una política de orientación y escapara a las leyes del mercado. Hoy (sería 1995, ya que el texto es de esa época) el paradigma es de carácter económico también el los dos sentidos de la palabra. La televisión ya no debe ser una actividad de excepción sino que, como todas las demás actividades, hasta la cultural, debe regirse por las leyes del mercado, con la verdad de los precios, la sanción que les quepa a los productos 3 que no sepan atraer al público, el beneficio, la legitimidad de recurrir a la publicidad y un mínimo de rentabilidad. Y viceversa, someterse a las leyes del mercado no conduce fatalmente a la realización de malos productos, como lo atestigua el éxito de todas las series norteamericanas en el mundo. Actividad económica también en el segundo sentido de la palabra: la televisión es una industria como las demás, ciertamente cultural, pero industrial al fin, y está sometida por ello a las leyes inherentes del mercado: fusiones, concentración, quiebras, alianzas, conquistas de mercado, como se ve habitualmente en las editoriales, las empresas discográficas o los cinematógrafos. Un cambio de tono acompaña a esta mutación: de un discurso político bastante embarazado, y por último desconfiado sobre la televisión, se ha pasado a un discurso más optimista, abierto y emprendedor. Este cambio de paradigma corresponde en Europa a una apertura, casi a una liberación de la cual se ven por el momento sólo las ventajas y ninguno de sus inconvenientes. Esta apertura se transformó un fenómeno inimaginable hace 10 años. Esta conversión al economismo se une a la ideología general de la construcción europea, que todos los días plebiscita y hasta santifica las virtudes irremplazables del mercado como si finalmente fueran los únicos valores básicos. 4. La fascinación por las nuevas tecnologías: En 20 años no ha cesado de crecer la curiosidad por las nuevas tecnologías de la comunicación (NTC). El economicismo y el tecnicismo se fortalecieron gracias al sentimiento de que mañana se iniciará una nueva era, de la cual no se puede estar ausente a riesgo de quedar superados y hasta en ridículo. Siempre gana esta especie de urgencia del modernismo técnico que descalifica todos los demás discursos con l pretexto de que son anticuados. Por lo que se ama de la prospectiva técnica y científica no es el hecho de que pronostique realmente el futuro, ya que nunca se indagan retrospectivamente la validez o la falta de validez de sus predicciones, sino que dé hoy sentido al futuro. En la esfera de la comunicación y particularmente en la de la televisión, las promesas concernientes a los servicios futuros casi no tienen límites y exageran, por un estricto proceso de analogía, los cambios ocurridos en la esfera de las telecomunicaciones y de la informática. El interés de la prospectiva es borrar la diferencia entre las distintas técnicas de comunicación y globalizar esos cambios con una frase irrisoria: la revolución de la comunicación. Hay algo sofocante en ese movimiento de anticipación permanente que proyecta a los actores a un futuro inevitable al cual deben adaptarse si no quieren resultar anticuados, superados. Y hay tanto que pensar para el futuro que el hoy, y hasta el ayer, quedan descalificados. Ser moderno se convierte así en el imperativo categórico. Según la prospectiva siempre es urgente actuar, transformarse, despegarse del presente a fin de proyectarse hacia un futuro que, aun en su versión más irónica sólo puede alcanzarse tras una fase de dolorosa gestación. 5. La televisión entre el tecnicismo y el economicismo: 4 Todo se desarrolla en el sentido del modernismo, como si la pareja antagónica de ayer, televisión pública – televisión privada, dejara su lugar a otra técnico – económica. Oponerse a la ideología del modernismo empírico ambiente y recordar que la televisión, al tener que ver con la comunicación humana y social, exige ambiciones y proyectos diferentes de aquellos regidos por una ideología puramente económica y técnica. Las dos posiciones del debate actual son: si el hecho de liberar a la televisión de toda orientación obligada y las perspectivas de un futuro promisorio en el plano técnico, social y financiero bastan para asegurar el futuro; o bien si, teniendo en cuenta la naturaleza del medio, su importancia social y el papel que desempeña en el espacio ampliado de la comunicación, no debería seguirse una nueva indagación teórica. 5
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