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Etica En Los Negocios-páginas-57

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112	 PrinciPios	básicos
encontrarse al vivir en comunidad. Son deseables porque son útiles ya sea “para todos en 
general o para quien posee la cualidad”.
La teoría de Pincoffs de la virtud parece más adecuada que una teoría, como la de 
MacIntyre, que confina la virtud a rasgos conectados con las prácticas, ya que las virtudes 
parecen ser disposiciones que no permiten manejar bien todas las exigencias de la vida y no 
sólo las exigencias de las prácticas. Tanto Aristóteles como Aquino, por ejemplo, sienten 
que al articular las virtudes morales, están articulando esos hábitos que permiten a una 
persona vivir una buena vida y no sólo actuar bien en las prácticas sociales.
No obstante, como se vio, Aristóteles y Aquino tenían puntos de vista distintos en lo 
que la vida humana requiere. Esto sugiere que en cierto grado lo que cuenta como virtud 
moral dependerá de las creencias personales acerca de los tipos de situaciones que en-
frentan las personas. De cualquier manera, como lo sugiere Pincoffs, “compartimos una 
buena parte de los acuerdos bien fundamentados de cómo es el tipo de persona correcta 
en general” porque las personas en todas las sociedades enfrentan problemas similares 
al vivir juntas. Los católicos, por ejemplo, tal vez reconozcan a un budista que no sólo 
es un buen budista sino también una persona de buen carácter moral: “El valor no es 
más una virtud católica que una virtud budista; la honestidad es un elogio tanto para los 
presbiterianos como para los católicos en Egipto”. Así, las virtudes morales incluyen esa 
amplia variedad de disposiciones que reconocen las personas de todas las sociedades como 
deseables porque “sirven como razones para las preferencias en las exigencias normales 
y no tan normales de la vida”. Las cuatro virtudes clásicas en las que están de acuerdo 
Aristóteles y Aquino —valor, moderación, justicia y prudencia— están en esta clase. Sin 
embargo, las tres virtudes teológicas —fe, esperanza y caridad— que agrega Aquino por 
su importancia especial para una vida cristiana no cuentan como virtudes morales porque 
son deseables sólo dentro del tipo especial de vida dedicada a la búsqueda de objetivos 
religiosos específicos. De manera similar, lo que era una cualidad admirada en la sociedad 
griega no cuenta como virtud moral porque también es deseable sólo dentro de un tipo 
específico de sociedad.
Virtudes, acciones e instituciones
Hasta ahora se ha ignorado un aspecto clave de la teoría de la virtud: ¿Cómo nos ayuda 
a decidir qué debemos hacer? ¿Una ética de la virtud hace algo más que decirnos el tipo 
de personas que debemos ser? ¿Una ética de la virtud es capaz de proporcionarnos una 
guía de cómo debemos vivir nuestras vidas, de cómo debemos comportarnos? Una de las 
mayores críticas contra la teoría de la virtud, de hecho, es que no proporciona una guía 
de cómo debemos actuar. Cuando una mujer intenta decidir si se practica un aborto, por 
ejemplo, quizá pregunte a una amiga, “¿qué debo hacer?”. En tales situaciones, no ayuda 
que nos digan qué tipo de carácter debemos tener. En esos casos, necesitamos consejos 
sobre qué tipos de acciones son apropiadas, y la teoría de la virtud parece incapaz de 
proporcionar ese consejo. Esta crítica —de que la teoría de la virtud no da una guía de ac-
ción— es natural porque la teoría de la virtud se aleja de manera deliberada de la acción y 
se centra en el carácter moral como la categoría moral fundamental. Pero aunque la virtud 
es la esencia de la teoría de la virtud, esto no significa que la teoría de la virtud no dé una 
guía de acción.
La teoría de la virtud argumenta que la meta de una vida moral es desarrollar esas 
disposiciones generales que se llaman virtudes morales y ejercerlas y exhibirlas en las mu-
chas situaciones que la vida pone ante nosotros. En la medida en que practiquemos las 
virtudes en nuestras acciones, en la medida en que nuestras acciones exhiban las virtudes 
o en la medida en que nuestras acciones nos hagan virtuosos, esas acciones serán moral-
mente correctas. Pero en la medida en que nuestras acciones sean la práctica de vicios o 
en que nuestras acciones desarrollen un carácter de vicio, en ese grado las acciones serán 
Repaso breve 2.13
Teorías de la virtud 
moral
• Aristóteles: Hábitos que 
permiten a una persona 
vivir de acuerdo con la 
razón
• Aquino: Hábitos que per-
miten a la persona vivir 
de manera razonable en 
este mundo y unirse con 
Dios en el siguiente
• MacIntyre: Disposición 
que permite a la persona 
lograr el bien, objetivo de 
las prácticas humanas
• Pincoffs: Disposiciones 
que usamos al elegir 
entre las personas o los 
intereses personales po-
tenciales futuros
teoría de la virtud La	
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moralmente incorrectas. La implicación clave de guiarse por las acciones de la teoría de la 
virtud se resumen en la siguiente afirmación:
Una acción es moralmente correcta si al llevar a cabo la acción, el agente ejerce, 
exhibe o desarrolla un carácter moralmente virtuoso, y es moralmente incorrecta 
en el grado en que al realizar la acción el agente ejerce, exhibe o desarrolla un 
carácter moralmente vicioso.
Desde esta perspectiva, entonces, lo incorrecto de una acción se determina examinando 
el tipo de carácter que tiende a producir o el tipo de carácter que tiende a generar. En 
cualquier caso, la ética de la acción depende de su relación con el carácter del agente. 
Por ejemplo, se ha afirmado que la moralidad del aborto, el adulterio o cualquier otra 
acción deben evaluarse examinando el tipo de carácter evidenciado por las personas que 
emprenden esas acciones. Si la decisión de emprenderlas tiende a desarrollar el carácter 
de una persona haciéndola más responsable, cuidadosa, con principios, honesta, abierta 
y dispuesta al sacrificio, entonces esas acciones son moralmente correctas. Sin embargo, 
si la decisión de emprender esas acciones tiende a hacer a las personas más interesadas, 
irresponsables, deshonestas, descuidadas y egoístas, entonces esas acciones son moral-
mente incorrectas. Las acciones no sólo se evalúan por el tipo de carácter que desa-
rrollan; también se condenan ciertas acciones precisamente porque son el resultado de 
un carácter moralmente vicioso. Por ejemplo, se condenan las acciones crueles porque 
exhiben un carácter vicioso y se condenan las mentiras porque son generadas por un 
carácter deshonesto.
La teoría de la virtud no sólo proporciona un criterio para evaluar las acciones, tam-
bién proporciona un criterio útil para evaluar nuestras instituciones y prácticas sociales. 
Por ejemplo, se ha aseverado que algunas instituciones económicas crean gente codiciosa, 
las grandes organizaciones burocráticas crean personas menos responsables y la práctica 
de proporcionar “ayudas” de gobierno a las personas las vuelve perezosas y dependientes. 
Todos estos argumentos, al final, evalúan instituciones y prácticas basándose en la teoría 
de la virtud. Aunque esos argumentos sean falsos, todos apelan a la idea de que las institu-
ciones son moralmente defectuosas cuando tienden a formar personalidades moralmente 
defectuosas.
Quizá no existe una manera sencilla de clasificar todas las virtudes. Hemos sugerido 
que las virtudes morales son disposiciones deseables en general porque se requieren en las 
situaciones que manejan las personas en casi todos lados. Por ejemplo, algunas disposicio-
nes son virtudes morales porque las personas en todos lados se sienten tentadas por sus 
emociones y deseos a no hacer lo que saben que deben hacer. Algunas virtudes son disposi-
ciones a emprender tipos específicos de acciones morales que se valoran en todas las socie-
dades, como la honestidad. Pincoffs sugiere que algunas disposiciones se clasificancomo 
“virtudes instrumentales” porque permiten que las personas en todos lados busquen su 
metas de manera efectiva como individuos (persistencia, esmero, determinación) o como 
parte de un grupo (cooperación); mientras que algunas son “virtudes no instrumentales” 
porque son deseables por sí mismas (serenidad, nobleza, ingenio, gracia, tolerancia, razón, 
gentileza, modestia y cortesía). Algunas virtudes son cognitivas y consisten en comprender 
los requerimientos de la moralidad hacia nosotros mismos y hacia otros, como la sabiduría 
y la prudencia. Otras virtudes son disposiciones que nos inclinan a actuar según los princi-
pios morales generales. La virtud de la benevolencia, por ejemplo, nos inclina a maximizar 
la felicidad de las personas, la virtud del respeto a otros nos inclina a tener consideración 
por los derechos de los individuos, la virtud de la imparcialidad nos inclina a comportarnos 
de acuerdo con los principios de la justicia, y la virtud del cuidado nos inclina a vivir según 
los dogmas del cuidado por otros.
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