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Etica En Los Negocios-páginas-139

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La	ética	de	La	producción	y	marketing	de	artícuLos	de	consumo	 293
osha exigió a los hospitales y a otros patrones de trabajadores 
del área de la salud que (a) pusieran contenedores para objetos 
punzo cortantes (contenedores seguros para agujas) a dispo-
sición de los trabajadores, (b) prohibieran la práctica de sos-
tener la tapa en una mano e insertar la aguja con la otra y (c) 
proporcionaran información y capacitación a los empleados 
para prevenir los pinchazos.6
La utilidad de estos lineamientos fue cuestionada.7 Los 
enfermeros trabajaban en situaciones de emergencia de alto 
estrés que requerían de una acción rápida, y con frecuencia 
se veían presionados por el tiempo, tanto por la gran canti-
dad de pacientes que atendían como por las necesidades y las 
demandas tan variables de éstos. En un ambiente de trabajo 
como éste, era difícil seguir los lineamientos recomenda-
dos por las agencias. Por ejemplo, una fuente de pinchazos 
de aguja de alto riesgo es la técnica de colocar la tapa en una 
aguja (después de utilizarla) sosteniendo la tapa en una mano e 
insertando la aguja en la tapa con la otra. Los lineamientos de 
osha advertían de los peligros de la técnica de las dos manos 
y recomendaban que la tapa se colocara en una superficie y 
el enfermero utilizara la técnica de “arponeo” con una mano 
para tapar la aguja. Sin embargo, con frecuencia los enferme-
ros se veían presionados por el tiempo y, sabiendo que llevar 
una aguja contaminada es extremadamente peligroso, y al no 
encontrar una superficie disponible donde colocar la tapa de la 
aguja, utilizaban la técnica de las dos manos.
Varios análisis sugirieron que el ambiente donde traba-
jan los enfermeros no permite que se eviten los pinchazos de 
aguja con simples lineamientos. La doctora Janine Jaegger, 
experta en lesiones por pinchazos de aguja, argumentó que 
“tratar de enseñar a los trabajadores del área de la salud el uso 
seguro de aparatos peligrosos es similar a tratar de enseñar a 
alguien a conducir con seguridad un automóvil defectuoso... 
Hasta ahora, toda la atención se ha centrado en los trabajado-
res del área de la salud y en sus dedos temblorosos, en lugar de 
enfocarse en el diseño del producto peligroso... Necesitamos 
todo un nuevo surtido de dispositivos en los que la seguridad 
sea parte integral del diseño”.8 El Department of Labor y el 
Department of Health and Human Services, en una consulta 
conjunta coincidieron en que “se deben utilizar controles de 
ingeniería como método principal para reducir la exposición 
de los trabajadores a sustancias dañinas”.9
El riesgo de contraer enfermedades que ponen en peligro 
la vida por el uso de agujas y jeringas en lugares de atención 
sanitaria ha sido bien documentado desde inicios de la década 
de 1980. Por ejemplo, artículos en revistas médicas de 1980 
y 1981, reportaron el “problema” de las “heridas por pique-
tes y pinchazos de agujas” entre los trabajadores del área de 
la salud.10 Varios artículos de 1983 se refirieron al creciente 
riesgo de lesiones que enfrentaban los trabajadores en los hos-
pitales debido a agujas y objetos filosos.11 En 1984 y 1985, los 
artículos manifestaban la alarma por el número creciente de 
casos con hepatitis B y sida, debidos a pinchazos de agujas.
Aproximadamente el 70% de todas las agujas y las jerin-
gas que utilizaban los trabajadores estadounidenses del área de 
la salud eran fabricados por Becton Dickinson. A pesar de la 
crisis emergente, Becton Dickinson decidió que no modifica-
ría el diseño de sus agujas y jeringas a principio de la década de 
1980. El hecho de ofrecer un nuevo diseño no sólo implicaría 
grandes inversiones en ingeniería, remodelación y marketing, 
sino que significaba ofrecer un producto nuevo que tendría 
que competir con su producto más representativo, la jeringa 
estándar. Según Robert Stathopulos, que trabajó como in-
geniero en Becton Dickinson de 1972 a 1986, la compañía 
deseaba “disminuir lo más posible la inversión de capital” en 
cualquier dispositivo nuevo.12 De este modo, durante la mayor 
parte de la década de 1980, Becton Dickinson optó por no 
hacer nada más que incluir en cada caja de jeringas con agujas 
una advertencia del peligro de los pinchazos y de los peligros 
de la técnica de las dos manos.
El 23 de diciembre de 1986, la oficina de patentes de Es-
tados Unidos expidió el número de patente 4,631,057 a Norma 
Sampson, una enfermera, y a Charles B. Mitchell, un ingeniero, 
para una jeringa rodeada por un tubo, el cual podía jalarse para 
cubrir y proteger la aguja dentro de la jeringa. Gracias al análi-
sis de Sampson y Mitchell, su invento resultó ser el dispositivo 
más efectivo, fácil de usar y fácil de fabricar, capaz de proteger 
a los usuarios de los pinchazos de agujas, especialmente en “pe-
riodos de emergencia y otros momentos de gran estrés”.13 A 
diferencia de otros diseños de jeringas, el suyo tenía la forma 
y el tamaño de una jeringa estándar, por lo que los enfermeros 
que ya estaban familiarizados con el diseño de la jeringa están-
dar tendrían pocas dificultades para adaptarse a él.
Un año después de que Sampson y Mitchell patentaron 
su jeringa, Becton Dickinson les compró la licencia exclusiva 
para fabricarla. Pocos meses después, Becton Dickinson em-
pezó a realizar pruebas de campo de los primeros modelos de 
la jeringa, con un modelo de 3 cc. Los enfermeros y el perso-
nal de los hospitales se entusiasmaron cuando les mostraron el 
producto. Sin embargo, advirtieron que si la compañía vendía 
el producto a un precio demasiado elevado, los hospitales, con 
la presión del incremento de sus presupuestos, no podrían ad-
quirir las jeringas seguras. Puesto que las preocupaciones por 
el sida seguían aumentando, la compañía decidió comerciali-
zar el producto.
En 1988, una vez completadas las pruebas de campo, Bec-
ton Dickinson tuvo que decidir cuáles jeringas se venderían 
con las fundas protectoras. Las fundas se podían colocar en las 
jeringas de tamaño más común, incluyendo jeringas de 1, 3, 5 y 
10 cc. Sin embargo, la compañía decidió vender sólo la versión 
de 3 cc con la manga protectora. De todas las jeringas utiliza-
das, casi la mitad era de 3 cc, aunque los enfermeros preferían 
las jeringas más grandes, de 5 y 10 cc, para extraer sangre.
La jeringa de 3 cc se comercializó en 1988 con la marca 
Safety-Lok Syringe y se vendió a los hospitales y consultorios 
médicos a un precio de entre 50 y 75 centavos de dólar, que 
Becton Dickinson describió como “super precio”. Para 1991, 
la compañía había bajado el precio a 26 centavos por unidad. 
En esa época, una jeringa regular sin dispositivo de protección 
costaba ocho centavos la unidad, con un costo de fabricación 
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de cuatro centavos. La información acerca del costo de fabri-
cación de la nueva jeringa de seguridad era secreta, pero una 
estimación seria establecería los costos de fabricación de cada 
jeringa Safety-Lok entre 13 y 20 centavos en 1991.14
La diferencia entre el precio de una jeringa estándar y el 
“super precio” de la jeringa de seguridad era un obstáculo para 
los compradores de los hospitales. Cambiar a la nueva jeringa 
de seguridad aumentaría los costos de las jeringas de 3 cc a los 
hospitales en un factor de 3 a 7. Un impedimento igualmente 
importante para el cambio era el hecho de que la jeringa sólo 
estaba disponible en el tamaño de 3 cc y, por lo tanto, como 
sugirió un estudio, tenía “aplicaciones limitadas”.15 Los hospi-
tales se muestran renuentes a adoptar y a adaptarse a un pro-
ducto que no está disponible para todo tipo de aplicaciones que 
debe enfrentar. En particular, los hospitales con frecuencia ne-
cesitan las jeringas grandes de 5 cc y 10 cc para extraer sangre, 
y Becton Dickinson no las había fabricado con el protector.
En 1992, la enfermera Maryann Rockwood (su nombre 
fue cambiado para proteger su privacidad), estaba trabajandoen una clínica en San Diego, California, que atendía a pacien-
tes con sida. Un día utilizó una jeringa estándar Becton Dic-
kinson de 5 cc para extraer sangre de un paciente que estaba 
infectado con sida. Después de extraer la sangre contaminada, 
la transfirió a un tubo de ensayo estéril llamado tubo Vacutai-
ner insertando la aguja a través del tapón de hule, el cual sos-
tenía con la otra mano. Por accidente se picó un dedo con la 
aguja contaminada, y al poco tiempo fue diagnosticada como 
vih positiva.
Maryann Rockwood demandó a Becton Dickinson ale-
gando que, puesto que tenía el derecho exclusivo de la patente 
de Sampson y Mitchell, la compañía tenía la obligación de 
proveer la jeringa de seguridad en todos sus tamaños, y que al 
no sacar al mercado los otros tamaños, había contribuido a su 
lesión. Ella afirmó que otro factor contribuyente era el precio 
que Becton Dickinson había fijado a su producto, lo cual había 
impedido que patrones como el de ella compraran los tamaños 
que sí fabricaba. Becton Dickinson silenciosamente mantuvo 
éste y muchos otros casos similares fuera de los tribunales por 
medio de montos no revelados.
Para 1992, finalmente osha había exigido que las clíni-
cas y los hospitales aplicaran a sus trabajadores vacunas gra-
tuitas para la hepatitis B y que proporcionaran cajas seguras 
para desechar agujas, ropa, guantes y máscaras protectoras. La 
Food and Drug Administration (fda) también estaba consi-
derando la posibilidad de exigir que los patrones introdujeran 
gradualmente el uso de agujas de seguridad para evitar pin-
chazos, como las jeringas con funda que Becton Dickinson 
ya estaba proporcionando. Sin embargo, si la fda o la osha 
exigieran el uso de jeringas y agujas de seguridad, esto dañaría 
el mercado estadounidense de las jeringas y agujas estándar de 
Becton Dickinson, obligándolo a invertir grandes cantidades 
en equipo nuevo de fabricación y en una nueva tecnología. Por 
lo tanto, Becton Dickinson envió a su director de marketing, 
Gary Cohen, y a otros dos altos ejecutivos a Washington d.c., 
a informar de manera privada a funcionarios del gobierno que 
la compañía se oponían firmemente a la exigencia de la aguja 
de seguridad, y que este asunto debía dejarse “al mercado”. 
Posteriormente, la fda decidió no exigir a los hospitales la 
compra de agujas de seguridad.16
Al año siguiente, un importante competidor de Becton 
Dickinson anunció que planeaba vender una jeringa de segu-
ridad basada en una nueva patente, que era muy similar a la de 
Becton Dickinson. Sin embargo, a diferencia de esta compa-
ñía, el competidor indicó que vendería su aparato de seguri-
dad en todos los tamaños, y a un precio mucho menor. Poco 
después del anuncio, Becton Dickinson declaró que también 
había decidido fabricar su jeringa Safety-Lok en toda la gama 
de tamaños comunes. En ese momento, la empresa se nombró 
a sí misma “líder” del mercado de jeringas de seguridad.
Sin embargo, en 1994, el evaluador más confiable de ins-
trumentos médicos, un grupo sin fines de lucro llamado ecri, 
publicó un reporte que afirmaba que después de hacer prue-
bas, había determinado que aunque la jeringa Safety-Lok de 
Becton Dickinson era más segura que su propia jeringa están-
dar, “ofrece poca protección contra los pinchazos de aguja”. El 
siguiente año esta mala evaluación de la Safety-Lok Syringe 
fue reforzada por la u.s. Veteran’s Administration, que cali-
ficó a esta jeringa por debajo de los productos de seguridad de 
otros fabricantes.
La tecnología de las agujas de seguridad dio un paso gigan-
tesco en 1998, cuando Retractable Technologies, Inc., presentó 
una nueva jeringa de seguridad que logró que los pinchazos 
de aguja fueran prácticamente imposibles. La nueva jeringa de 
seguridad, inventada por Thomas Shaw, un apasionado inge-
niero y fundador de Retractable Technologies, creó una jeringa 
con una aguja asegurada a un resorte interno que la empujaba 
automáticamente dentro del barril de la jeringa después de 
usarla. Cuando el émbolo de la jeringa se metía por completo, 
la aguja regresaba a la jeringa más rápido de lo que los ojos po-
dían ver. La nueva jeringa de seguridad, llamada Vanishpoint, 
sólo requería de una mano para operar y fue ovacionada por 
grupos de enfermeros y médicos. Por desgracia, a Retractable 
le resultó difícil la venta de su nueva jeringa automática debido 
a un nuevo fenómeno que surgió en la industria médica.
Durante la década de 1990, los hospitales y las clínicas 
habían tratado de disminuir costos al reorganizarse alrededor 
de pocos distribuidores grandes llamados Organizaciones de 
Compras en Grupo o gpo (por sus siglas en inglés). Un gpo es 
un agente que negocia precios de suministros médicos en re-
presentación de sus hospitales miembros. Los hospitales se hi-
cieron miembros de los gpo al convenir que comprarían entre 
el 85 y el 95% de sus suministros médicos a los fabricantes 
designados por ellas, y entonces su poder de compras con-
juntas permitió que los gpo negociaran precios más bajos para 
ellos. Los gpo más grandes eran Premier con 1,700 hospitales 
miembros, y Novation con 650. No obstante, las gpo fueron 
acusados de ser presas de “conflictos de intereses”, porque 
quienes les pagaban no eran los hospitales para quienes traba-
jaban, sino los fabricantes con los que negociaban los precios 
(los gpo recibían de cada fabricante un porcentaje acordado 
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