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Hat Trick - Coralee June Carrie Gray

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Esta traducción fue realizada sin fines de lucro por lo cual no tiene 
costo alguno. 
Es una traducción hecha por fans y para fans. 
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3 
Créditos 
 
Proyecto compartido por los foros: 
Endless Love~ Bookzinga ~ Lucky Girls 
 
TRADUCCIÓN 
Flochi 
Jessibel 
LizC 
Kiki 
OnlyNess 
 
CORRECCIÓN 
Flochi 
Lelu 
LizC 
Mar 
 
LECTURA FINAL 
Claudia 
 
DISEÑO 
Bruja_Luna_ 
 
 
 
 
4 
Índice 
 
 
Créditos 3 
Dedicatoria 5 
Sinopsis 6 
Capítulo 1 7 
Capítulo 2 13 
Capítulo 3 23 
Capítulo 4 30 
Capítulo 5 37 
Capítulo 6 45 
Capítulo 7 55 
Capítulo 8 61 
Capítulo 9 68 
Capítulo 10 74 
Capítulo 11 83 
Capítulo 12 90 
Capítulo 13 97 
Capítulo 14 106 
Capítulo 15 112 
Capítulo 16 121 
Capítulo 17 129 
Capítulo 18 137 
Capítulo 19 146 
Capítulo 20 157 
Capítulo 21 167 
Capítulo 22 174 
Capítulo 23 186 
Capítulo 24 193 
Capítulo 25 202 
Capítulo 26 210 
Capítulo 27 217 
Capítulo 28 225 
Capítulo 29 231 
Capítulo 30 236 
Capítulo 31 243 
Capítulo 32 251 
Capítulo 33 257 
Capítulo 34 265 
Epílogo 274 
Sobre las autoras 279
 
 
 
 
 
5 
 
Dedicatoria 
 
 
 
Por el brillo. Aportas un poco de brillo y venganza a nuestras vidas, 
y te queremos por ello. 
 
 
 
6 
Sinopsis 
 
 
Hat Trick es una comedia romántica de hockey independiente con un 
héroe engreído y una heroína hilarante. 
 
Mi novio estrella del hockey me engañó no con una, sino con TRES 
conejitas del hielo. En. La. misma. Noche. 
Triplete, hijo de puta. 
Estaba enfadada, ¿de acuerdo? Furiosa. Renuncié a la carrera de mis 
sueños por él y ¿cómo me pagó? Solo quería hacerle daño, tanto como él me 
lo hizo a mí. Así que me acosté con un par de estrellas de hockey. De un 
equipo rival. Oops. La mejor cura para un corazón roto es un orgasmo. 
Joni, Noah y Hatch aliviaron el dolor causado por mi ex infiel. Fue el 
perfecto acuerdo de rebote sin ataduras. Ahora tengo tres jugadores de 
hockey comparando palos. 
Uno no es más que un enganche. El otro es un pegajoso etapa-cinco. 
Y el otro está tratando de que me despidan de mi nuevo trabajo. 
Y… Diablos, uno de ellos podría ser el amor de mi vida. 
Este es un Triplete para recordar. 
 
 
 
7 
Capítulo 1 
 
 
—No puedo creer que estés haciendo esto. ¿Sabes cuánto cuesta este 
auto? Ochenta mil dólares. ¿Y si presenta cargos? ¿Por qué no escuchamos 
una canción de Carrie Underwood y nos imaginamos arruinando su auto en 
lugar de hacerlo? Oh, mierda. No, no lo hagas… 
Tomé la gigantesca caja de purpurina y la tiré en el asiento delantero 
del Range Rover de mi novio infiel mientras reía. Estaba funcionando con 
pura rabia y adrenalina mientras mi mejor amiga tenía un maldito ataque 
de pánico. 
—Oh, Dios. Esto es malo. Esto es muy malo. —Danielle me observó 
horrorizada mientras recogía un puñado de purpurina rosa y lo lanzaba por 
las rendijas de ventilación. 
—Se lo merece —gruñí. Sabía que cualquiera que pasara por aquí 
vería a una mujer al límite. Chad tenía suerte de que ver sangre me hiciera 
sentir mareada, o me habría puesto en plan Pesadilla en Elm Street. 
Apuñalada. Me sentía apuñalada. Y un poco llorosa. Pero no valía la pena 
llorar. 
—Sé que estás molesta. Solo estoy preocupada por ti —susurró 
Danielle. A pesar de que esto iba en contra de cada hueso pacifista de su 
delgado cuerpo, se quedó vigilando la calle oscura mientras yo bombardeaba 
con purpurina el auto de Chad. 
—Había tres mujeres en ese vídeo, Danielle —maldije—. Dejé mi 
trabajo por este hombre. El trabajo de mis sueños. Me mudé al otro lado del 
país y aguanté su horario loco porque pensé que era el indicado. ¿Y luego 
tuvo la audacia de hacer un triplete con tres conejitas mientras estaba de 
viaje? Pensé que íbamos a casarnos. —Grité al cielo nocturno. 
Saqué un tubo de lápiz labial rojo de mi bolso y escribí la palabra 
Tramposo en su parabrisas. A él le encantaba este tono de rojo en mí. Le 
gustaba especialmente cuando le hacía una mamada con él puesto. Nunca 
más. 
 
 
8 
—Oh, mierda. Probablemente debería hacerme una prueba de ETS —
susurré—. ¿Y si esto ha estado sucediendo desde siempre y ahora tengo 
todas las enfermedades que existen? —Comencé a hiperventilar y me debatí 
sobre destrozar los asientos de cuero con mis propias manos. 
—Bueno, entonces es bueno que tu mejor amiga sea también tu 
ginecóloga, ¿eh? —respondió Danielle, tratando de aplacar mi ánimo—. ¿Por 
qué no dejamos de destruir su auto y vamos por un poco de vino? Puedes 
venir a mi consultorio mañana y te haré algunas pruebas. 
Dejé caer mis hombros en señal de derrota. Maldito Chad. ¿Por qué 
no podía simplemente guardar su palo de hockey en los pantalones? Sabía 
que salir con el mejor jugador de la liga tendría sus desventajas. Él era 
demasiado sexy para su propio bien. Solo que nunca imaginé que llegaría a 
esto. 
Danielle se acercó a mí como una experta negociadora de rehenes, con 
una mano extendida y lista para desarmarme del brillo. Sabía que tenía 
razón, no debería destruir un auto que valía dos años de mi salario. Por lo 
menos, dos años de mi salario antes que este imbécil me convenciera de 
dejar mi trabajo y mudarme con él. Dijo que me cuidaría mientras buscaba 
un nuevo trabajo. Un trabajo perfecto. Dijo que estaría mejor con él. ¿En 
qué estaba pensando? Ahora estoy sin hogar, desempleada y soltera. 
Debería haber sabido que no debía confiar en él. 
Danielle estaba a un metro de mí, con el brazo medio extendido. Sin 
duda tenía la intención de usarlo para alejarme del auto, pero pensar en mi 
trabajo me hizo sentir una nueva oleada de ira. Me aparté y tiré el bolso al 
suelo. Los ojos de Danielle se abrieron como platos mientras yo rebuscaba 
frenéticamente en mi bolso ridículamente enorme. 
—Peyton, ¿qué estás...? —empezó a preguntar Danielle. Mi risa 
maníaca la interrumpió cuando encontré el pequeño envase de laca para el 
cabello que guardaba en mi bolso en caso de emergencias estáticas. Corrí 
hacia la parte delantera del auto y apunté el bote de aerosol al volante. 
Apretando el dedo en el gatillo, descargué toda la botella de spray húmedo 
y pegajoso. 
—¡Buena suerte trayendo a las conejitas a casa contigo ahora, hijo de 
puta! —le grité al desastre que tenía delante, satisfecha de que él encontraría 
purpurina durante meses. Oh, me gustaría ser una mosca en la pared 
cuando tuviera que explicar de dónde venía toda la purpurina a su nueva 
novia. 
 
 
9 
Imbécil arrogante. 
—De acuerdo, cariño, es hora de irnos —arrulló Danielle mientras 
tomaba mi mano—. El entrenamiento está a punto de terminar, y realmente 
no quiero estar aquí cuando Chad descubra que su posesión más preciada 
se ha convertido en una bola de discoteca. 
De todos modos, ya no me quedaba nada de lucha, así que dejé que 
me llevara lejos de la escena de mi súper cliché crimen. Nunca pensé que 
sería esa chica. La exnovia loca que se desborda y acaba con una canción 
country escrita sobre ella. Pero aquí estábamos. 
—¿Puedo quedarme contigo unos días? —pregunté a Danielle 
mientras regresábamos a su minivan—. O al menos hasta que encuentre un 
nuevo trabajo y un lugar donde vivir. —Sollocé. Esta mañana, cuando mi 
madre me envió el vídeo que era tendencia en Pornhub (no quería ni pensar 
en por qué mi madre estaba navegando casualmente por Pornhub), tuve un 
colapso total. Fue hecho la semana pasada en Atlanta después que su 
equipo ganara un campeonato. Debo ser masoquista, porque lo vi entero. 
Toda. La maldita. Cosa. Fue un video de dos horas lleno de follar y chupar 
y hablar sucio borracho. Habría sido un poco caliente si no se sintiera como 
si mi corazón estuviera siendo arrancado de mi pecho. 
Una vez que terminé de verlo, tomé unabolsa de basura y tiré todas 
mis pertenencias en ella, luego llamé a Danielle para que viniera a 
recogerme. Porque, oh sí, yo tampoco tenía auto. Iba a comprarme uno 
nuevo, ya que mi viejo Honda apenas había llegado hasta aquí. 
—Sabes que puedes quedarte conmigo todo el tiempo que quieras. Sin 
embargo, ¿será extraño tener a los miembros del equipo en la casa? A Brock 
no le gusta Chad, pero es el capitán del equipo… —respondió con 
nerviosismo. Mi mejor amiga estaba casada con uno de los mejores 
delanteros de la liga, así es como nos conocimos. 
—Solo será por unos días. Tengo unos ahorros guardados para 
emergencias. Y, con suerte, no tomará mucho tiempo encontrar un nuevo 
trabajo. Tengo un currículum increíble, ya sabes —respondí con una 
sonrisa—. Y para responder a tu otra pregunta, no, no será incómodo. El 
hecho que tu encantador marido trabaje con mi ex infiel no significa que de 
repente dejaré de hablarte. Presentarme a ti fue probablemente lo único 
bueno que hizo Chad por mí. 
Danielle sonrió y dejó escapar un suspiro de alivio. 
 
 
10 
—De acuerdo, bien. Porque eres como mi única fuente de interacción 
humana desde que tuve a los trillizos, y creo que estaría devastada si dejaras 
de hablarme. 
—Nunca —le prometí mientras ponía su minivan en marcha y se 
dirigía al bar de vinos—. Mi trabajo es tan específico. Quizá no pueda 
quedarme en Boston —admití—. Tendré que ir a donde sea que esté el 
trabajo. 
Danielle hizo un mohín. 
—Lo sé, un trabajo de gestión de eventos en equipo es difícil de 
encontrar. Quizá Brock pueda hablar bien de ti aquí con los Bruins. 
—¿Para poder pasar todos los días haciendo arreglos de viaje para mi 
famoso ex infiel? No, gracias —respondí riendo—. Voy a tener que mantener 
la mente abierta. Tal vez pueda contactar con otros equipos de la liga. Podría 
llamar a los Flyers de Filadelfia. Me fui en buenos términos, y aunque sería 
muy vergonzoso, estoy segura de que hablarían bien de mí. Diablos, volvería 
si no me han reemplazado ya. 
—La NHL está organizando una conferencia en Chicago en un par de 
semanas —ofreció Danielle—. Yo no puedo ir, porque tengo tres mamás a 
punto de dar a luz y estaré de guardia, pero Brock puede llevarte. Puedes 
volver a ponerte en contacto con algunos profesionales y jugadores de la 
industria y ver si hay alguna oferta de trabajo. Quiero decir, no has estado 
aquí tanto tiempo. Estoy segura de que no te han olvidado. Antes tenías una 
lista de equipos que se morían por trabajar con la mejor coordinadora del 
negocio. —Una punzada de tristeza golpeó mi pecho. Realmente era la mejor, 
la mejor de las mejores. No podía creer que hubiera renunciado a todo eso 
por el maldito Chad. 
Forcé una sonrisa. 
—Eso sería genial. ¿En serio? ¿A Brock no le importaría? —pregunté. 
—Sabes que Brock te considera como una hermana. Estaría 
encantado de ayudar. 
—Es el mejor —grité, con los ojos llorosos—. Voy a estar bien, 
¿verdad? Estaré bien. Aunque Chad me haya contagiado alguna asquerosa 
ETS y no pueda encontrar trabajo y mi vida esté arruinada. 
Danielle se detuvo en el estacionamiento del bar de vinos. 
 
 
11 
—¿Deberíamos pedir prosecco? Creo que este es un día de prosecco. 
—Tráeme el merlot —sollocé, con los mocos cayendo por mi rostro. 
Estaba en pleno llanto feo. Danielle, que obviamente se sentía incómoda por 
mi deprimente despliegue de lágrimas, tomó rápidamente su bolso de diseño 
y prácticamente corrió hacia la puerta de nuestro lugar habitual de vinos. 
¿Qué mierda había hecho? Sabía que no podía hacer esto. Estaba 
viviendo mi mejor vida, gestionando eventos y viajes para uno de los equipos 
más atractivos de la liga cuando conocí a Chad. Seis meses. Seis meses fue 
todo lo que necesitó su polla mágica para engañarme y convencerme de dejar 
mi trabajo y mudarme a Boston. Me dejé embrujar por su polla y sus 
habilidades orales. Me pidió que me mudara con él a Boston, y dije que sí. 
Dejé todo y lo seguí hasta aquí. ¿Y para qué? Otros seis meses con un idiota 
infiel y sin nada a mi nombre. Un año de mi vida desperdiciado. ¿Qué iba a 
hacer? 
Mi teléfono comenzó a sonar y miré el identificador de llamadas. 
Chad Baby Honeybuns Snookums era su nombre en mi teléfono. Era 
una broma entre nosotros cuando empezamos a salir, pero ahora me daba 
asco. Debatí durante un largo momento antes de contestar la llamada. 
—Imbécil —grité en cuanto contesté—. ¿Un triplete porno? ¡Me mudé 
al otro lado del país por ti, Chad! 
—¿Qué mierda le hiciste a mi auto? —Sonaba histérico. 
Bien. 
—¿Oh? ¿Te gusta? —Siseé—. A la mierda tu auto. ¿Dónde están mis 
disculpas? Deberías estar suplicando mi perdón ahora mismo, no 
preocupándote por tu maldito auto. Arrástrate como si tu polla dependiera 
de ello. 
Me imaginé a Chad sentado en su bomba de purpurina Range Rover 
y me sentí un poco mejor. 
—Lo siento, Peyton. No creí que te fueras a enterar. Solo fue una 
diversión inofensiva. Una de las chicas lo subió a Pornhub. Mi agente está 
enojado. —Quería darle un puñetazo en la polla por sonar tan 
despreocupado. 
Resoplé. 
 
 
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—¿Tu agente está enojado? ¿Y yo qué? —grité—. Y no fue una 
diversión inofensiva. Me engañaste, Chad. 
—Lo siento, cariño. Es que no pensé que fuera para tanto. Fue solo 
una vez. No es como si estuviéramos casados. 
¿Cómo diablos no sabía la mierda de persona que era antes de hoy? 
—Estábamos en una relación comprometida, Chad. Me mudé contigo. 
¿Cómo pudiste ser tan egoísta? ¿Cómo pudiste ser tan imbécil? ¡Cómo es 
que he tardado tanto en darme cuenta de la maldita mierda de persona que 
eres! 
—Necesitas calmarte —argumentó Chad—. Solo ven a casa, podemos 
hablar de las cosas. 
—No quiero hablar. No quiero ni siquiera mirarte. Gracias por los 
orgasmos, Chad, pero me merezco algo mejor. Ya he terminado. Vete a la 
mierda. A la mierda tu maldito culo, tu maldita cara de mierda, tu maldita 
vida, hijo de puta. —Definitivamente, ahora estaba gritando tonterías. 
Estaba tan enojada que solo quería mandarlo a la mierda una y otra vez—. 
Espero que tengas una vida terrible. ¡Espero que tengas una calvicie de 
patrón masculino temprana y un trastorno de disfunción eréctil! ¡Y para que 
conste, creo que eres un gigantesco montón de mierda humeante! 
Finalicé la llamada y apreté los puños. Que se joda Chad. Que se vaya 
al maldito infierno. Ya estaba harta. Recuperaría mi vida, aunque eso me 
matara. 
 
 
 
13 
Capítulo 2 
 
 
—Manning —respondí cuando el hombre bien vestido de la recepción 
me preguntó por el nombre de mi reserva. Entrecerré los ojos para leer su 
nombre. Dennis estaba impreso en la etiqueta que llevaba prendida 
pulcramente a la chaqueta de su traje. 
—¿Es para Peyton? —preguntó levantando una ceja. 
—Sí —traté de no gemir—. Lo seeeé. Comparto nombre con uno de los 
jugadores de fútbol americano más famosos del mundo —dije con tono 
aburrido—. Realmente debería haber entrado en la gestión de equipos de la 
NFL. Lástima que terminase en el hockey. 
—Oh, ¿estás aquí para la conferencia de la NHL de este fin de semana? 
—El rostro de Dennis se iluminó, olvidando temporalmente su diversión con 
mi nombre—. Soy un gran fan de los Hawks. Hicieron una gira con la Copa 
Stanley por toda la ciudad después de su última victoria en el veinticinco, 
¡y pude tocarla! 
Había estado en este hotel muchas veces a lo largo de mi carrera, ya 
que era el más cercano al United Center. Los veteranos miembros del 
personal estaban acostumbrados a ver jugadores, periodistas y 
reclutadores. Ya ni siquiera pestañeaban. Dennis debía ser nuevo aquí para 
emocionarse tanto. Especialmente por mí, una vagabunda, desempleada, 
soltera, pero libre de ETS (jodidamente gracias). 
—Seguro que sí —respondió Brock por mí—. Peyton está aquí como 
mi invitada y debería tener un tratamiento VIP —dijo con un guiño. Agradecí 
que estuviera aquí moviendo las cosas. Él ya estaba registrado ya que no 
tuvo que perder cinco minutos explicando su nombre. 
—Sí, señor —dijo Dennis, enderezándose.Definitivamente reconoció 
a Brock. Me di cuenta de que estaba luchando contra el impulso de pedir 
un autógrafo. Después de un momento de teclear, Dennis me entregó la llave 
de la habitación. 
 
 
14 
—Gracias, Dennis —dije con una sonrisa, esperando secretamente 
que el estatus de capitán del equipo de Brock me diera una mejora de 
habitación. 
Dennis nos dirigió a un ascensor y nos hizo saber que podíamos hacer 
nuestros pedidos de desayuno hasta las diez de la mañana siguiente. 
Caminamos hacia el área que él había señalado y, en cuanto nos perdimos 
de vista, Brock agarró la llave de mi habitación. 
—Vigésimo segundo piso, no está mal. 
—¿Qué has conseguido? —pregunté, tomando de nuevo mi tarjeta 
llave. 
—El vigésimo tercero. Un piso más arriba —bromeó, entrando en el 
ascensor—. No se lo digas a mi mujer, pero estoy encantado de poder dormir 
toda la noche. A los trillizos les están saliendo los dientes, y me encantan 
los pequeños duendes, pero sus llantos incesantes son algo sacado de una 
película de terror. No sé cómo lo hace Danielle. 
Brock negó con la cabeza. El marido de mi mejor amiga era como un 
hermano para mí. Era un tipo fornido al que le faltaba un diente delantero. 
Calvo, pálido y fuerte como el infierno. Era bueno en su trabajo, pero aún 
mejor como marido de mi mejor amiga. El tipo era amable, cariñoso y 
divertido. Me alegraba que Danielle tuviera un hombre como él, y ver cómo 
ambos criaban a sus tres hijos era adorable. Reforzaba el hecho que quería 
eso para mí. 
Maldito Chad. 
—¿Cómo lo llevas? —preguntó Brock. 
—Bien. Mas o menos. Ya me lo preguntaste esta mañana mientras 
preparaba el desayuno. 
El rostro de Brock se torció en una expresión que no reconocí. 
—Sí. Sobre eso —dijo. 
Mis ojos se entrecerraron hasta convertirse en rendijas. 
—¿Sobre qué? 
—No tienes que sentirte mal por quedarte con nosotros. Sé que 
quieres ayudar, pero por favor deja de cocinar para nosotros. Realmente 
extraño la cocina de mi esposa. 
 
 
15 
Incliné la cabeza hacia atrás y me reí. 
—¿No te gustaron mis rollos de canela quemados? 
—Ni siquiera nuestro perro se los comería —contestó inexpresivo—. 
Mira. En serio, eres bienvenida todo el tiempo que necesites. Eres de la 
familia, Peyton. Chad es un idiota, y odio que te haya hecho esto, pero mi 
esposa te ama. Yo también me preocupo por ti. Solo por favor, por el amor 
al hockey, deja de intentar hacernos comida, porque todos estamos 
hambrientos. Danielle me hizo salir a escondidas a las cuatro de la mañana 
por un McDonald's hace unos días. 
—¿Cuándo hice mi pollo a la parmesana? ¡Ambos se comieron todo el 
plato! —exclamé. 
—Lo tiramos cuando no estabas mirando —admitió tímidamente—. 
Ya ayudas mucho con los trillizos. Realmente no necesitas ayudar en la 
cocina. 
Puse los ojos en blanco. 
—Me parece justo. No te someteré más a mi terrible cocina. 
Cuando el ascensor se detuvo en mi piso y las puertas se abrieron, 
saqué mi estúpidamente grande maleta, despidiéndome de Brock con la 
mano. 
—¡Pero conseguí una nueva receta de lasaña que me muero por 
probar! — Me las arreglé para gritar antes que se cerraran las puertas. 
Encontré mi habitación y acerqué la llave al panel negro junto al 
picaporte. Cuando el click electrónico y la luz verde parpadeante indicaron 
que podía entrar, giré la manilla y entré. 
Santa. Mierda. Definitivamente, obtuve una mejora. 
Mi teléfono comenzó a sonar. Miré el identificador de llamadas y vi el 
nombre de Chad. Rechacé inmediatamente la llamada. 
Estaba enojada. 
Probablemente iba a estar en el evento, y me negaba a dejar que me 
viera con un aspecto que no fuera jodidamente perfecto. Iba a conseguir un 
trabajo. Iba a lucir tan malditamente deliciosa que él se arrepentiría de 
haberme engañado alguna vez. Iba a recoger los pedazos de mi corazón 
destrozado y cortarle la garganta con los bordes irregulares. 
 
 
16 
 De acuerdo. Demasiado lejos. Tal vez necesitaba calmarme un poco. 
Después de ducharme y prepararme para el evento, desempaqué el 
vestido sexy que había traído de mi bolsa de ropa y lo colgué. Era hora de 
hacerle pagar a Chad. Abrí la cremallera de la bolsa y pasé los dedos por el 
material negro que se ajustaba perfectamente a mis curvas. Deslizando el 
vestido por mi cabeza, sonreí por el escote pronunciado que llegaba a mi 
caja torácica. Mis pechos estaban a la vista, y se veían increíbles. Chad 
podía comerse su maldito corazón. 
Extendí la mano hacia atrás para subir la cremallera y no se movió. 
Succioné mi estómago y lo intenté de nuevo, pero fue inútil, el vestido era 
demasiado ajustado. Mi pequeño vestido negro asesino no encajaba. Tal vez 
fuera por todas las donas que había comido durante las últimas dos 
semanas, pero lo que antes era mi vestido normal de fóllame ahora era mi 
¿qué mierda he estado comiendo en el último mes? vestido de la vergüenza. 
Marqué rápidamente el número de Danielle y resistí las ganas de 
llorar. 
—¡Danielle, no puedo ponerme esto! —grité en mi teléfono mientras 
me retorcía en el espejo de cuerpo entero de mi habitación de hotel. Ni 
siquiera le di la oportunidad de saludar. Mi cabello rubio claro estaba 
perfecto, ¿y el maquillaje ahumado que apliqué?… Impecable. 
Complementaba mi piel bronceada maravillosamente. Mis enormes pechos 
se estaban desbordando de mi sostén y había afeitado cada centímetro de 
mi cuerpo desde el cuello para abajo. El único problema era que mi vestido 
de noche de talla cuatro debía ser de un generoso talla seis. 
—Solo necesitas un alfiler de gancho para sujetar la parte superior de 
la cremallera, una faja y una chaqueta, tal vez. —Danielle sonrió 
amablemente desde el videochat. Ni siquiera la mala conexión a Internet 
pudo ocultar su sonrisa que se convirtió en una leve mueca cuando me 
ofreció amablemente—: Te dije que te lo probaras antes de salir. 
—Eso no me sirve ahora —me quejé—. Y no tengo una faja. 
—Brock tiene envoltura plástica. Lo usa para ponerse hielo en las 
rodillas y lo lleva consigo a donde quiera que vaya. Corre a su habitación 
rápidamente y toma un poco. 
—¿Quieres que me envuelva como el almuerzo de ayer? —dije 
inexpresivamente. 
 
 
17 
—Realmente no tienes ninguna otra opción. La gala comienza en 
menos de una hora —respondió Danielle. 
—De acuerdo —dije con una maldición—. Llámalo y hazle saber que 
estoy en camino. No tengo tiempo de explicarle por qué necesito una 
envoltura de plástico. 
Si no hubiera pasado horas maquillándome, habría estado 
revolcándome en la autocompasión cuando abrí la puerta de mi hotel y 
comencé a correr hacia los ascensores. Para mi horror, las puertas de acero 
del único ascensor que funcionaba en nuestra ala del hotel de veintitantos 
pisos comenzaron a cerrarse. En mi desesperación, me arrojé en su camino, 
rezando para que fuera uno de esos ascensores con sensores automáticos y 
no uno de los que me aplastaría hasta la muerte. 
Después de dos aterradores segundos en los que las puertas me 
apretaron lo suficiente como para hacerme caber en mi vestido, la presión 
disminuyó y las puertas volvieron a abrirse. 
—¡Hoy no, Satanás! —grité triunfalmente mientras caía el resto del 
camino hacia el ascensor, justo contra una pared de sólidos músculos. 
—Ummmph —gimieron unos abdominales duros como piedras. 
Miré hacia arriba para ver a Noah Heartland, delantero izquierdo de 
los Dallas Stars. 
Santo guacamole. 
Noah era el epítome de alto, moreno y guapo. Su cabello castaño 
oscuro estaba despeinado y sus cálidos ojos brillaban con diversión 
mientras me miraba fijamente y me preguntaba: 
—¿Qué piso? 
—¿Eh? —pregunté, atrapada en una fantasía que implicaba lamer el 
chocolate de su cincelada mandíbula—. ¡Oh, umm, veintitrés! —tartamudeé 
al darme cuenta que mis manos seguían en su pecho, sujetándome de mi 
caída al entrar. Con una sonrisa torpe, las retiré y me giré hacia el panel del 
ascensor, pulsando el botón. 
—Por desgracia, va a tardar un minuto. Me atrapaste en mi camino 
de regresodel gimnasio. Estoy en el tercer piso, así que estás atrapada 
conmigo. —Oh, maldición. Mi anterior necesidad frenética de llegar a la 
habitación de Brock lo antes posible quedó olvidada por completo—. 
 
 
18 
Entonces, ¿qué hay en el piso veintitrés por lo que vale la pena lanzarse a 
un ascensor? 
—Envoltura plástica —dije con dificultad antes de arrepentirme al 
instante de mi respuesta. 
—¿Oh? ¿Tienes algunas sobras que necesitas guardar? 
Miré a Noah de arriba abajo una vez más. Tenía una pequeña astilla 
en su diente frontal y un brillo en sus ojos que me atrajo. 
De ninguna manera. De ninguna manera. Ya había salido con una 
estrella del hockey, y mira a dónde me llevó eso. No podrías pagarme para 
que lo hiciera de nuevo. Supongo que no importaba si era honesta con él o 
no. Me importaba muy poco lo que Noah pensara de mí. 
—En realidad, necesito envolverlo alrededor de mi estómago para que 
este vestido realmente me quede —respondí mientras alisaba la tela sobre 
mi estómago—. He comido un millón de donas espolvoreadas en las últimas 
dos semanas, y mi pobre vestido no puede soportar el reciente aumento de 
peso. 
Los ojos ardientes de Noah me miraron de arriba abajo de una manera 
lenta y persistente que hizo que mi vagina llorara. 
—En mi opinión, parece que te queda perfecto. 
Tragué saliva mientras cambiaba mi peso entre mis pies y revolvía 
nerviosamente mi cabello. 
—Oh. Gracias. —Noah sonrió, y la visión de su sexy sonrisa me hizo 
dejar caer la llave del hotel al suelo—. Oh mierda —maldije antes de 
agacharme a recogerla. 
Gran. Error. 
Escuché el sonido de mi vestido rasgándose antes de sentir la fresca 
brisa a mi lado. El desgarro iba desde la caja torácica hasta la cadera, y mi 
pecho lateral estaba a la vista. 
Intenté agarrar la tela, pero fue inútil. Noah ni siquiera se molestó en 
ocultar el hecho de que estaba mirando. Cuando nuestras miradas se 
cruzaron, se quedó con la boca abierta y las cejas levantadas en señal de 
sorpresa. 
 
 
19 
—Oh mierda, es correcto —repitió mientras lamía sus labios. A los dos 
nos llevó unos buenos diez segundos actuar. El ascensor sonó, lo que 
significaba que las puertas iban a abrirse de nuevo, y él rápidamente se 
quitó la sudadera con capucha y me la arrojó. Me la puse en dos segundos, 
el material me tragó entera, pero me cubrió. 
Un hombre mayor entró en la cabina y abracé la sudadera con fuerza 
alrededor de mi pecho. El hombre sonrió y empezó a hablar jovialmente del 
tiempo. Era más bien gritar. Creo que estaba tratando de decirle a todo el 
hotel cuánto disfrutaba del clima cálido. Su mujer y él pensaban que haría 
mucho más frío, y habían comprado cazadoras a juego para su gran viaje a 
la Ciudad del Viento. 
Sonreí cortésmente y verifiqué tres veces que mis pezones estaban 
bien metidos dentro de la sudadera con cremallera de Noah. La sudadera 
desprendía un leve aroma a spray corporal Axe y al sudor persistente del 
entrenamiento de Noah, y extrañamente no lo odié. Mi mente 
instantáneamente comparó a Noah con Chad. La ropa de Chad siempre olía 
a bolas sudadas después de un entrenamiento. 
El ascensor volvió a sonar y las puertas se abrieron lentamente en el 
piso de Noah. Deslizó su brazo alrededor de mi cintura e intentó guiarme 
con él. No me moví. 
—Este no es mi piso. 
—Lo sé. —Se inclinó hacia mí y me preguntó con un susurro ronco—
: ¿Pero preferirías devolverme mi sudadera aquí o en la intimidad de mi 
habitación? 
Apreté los labios en una delgada línea y lo evalué. Imbécil. 
—Puedo dejarla en la recepción —dije con los dientes apretados. 
—Tengo un kit de costura en mi habitación. Puedo arreglar tu vestido 
en una hora. Con un poco de ingenio, puedo incluso agregarle medio 
centímetro para darte más espacio para respirar. 
Mi boca se abrió. 
—¿Coses? 
—¿Te bajas en este piso? —preguntó el hombre ruidoso, con su voz 
retumbando a mi alrededor. 
 
 
20 
—Una vez hice una costura Petersham Peek exactamente en diez 
minutos. 
No tenía ni la maldita idea de lo que era una costura Petersham Peek, 
pero sonaba importante e impresionante. 
—Bien —respondí bruscamente—. Lidera el camino. 
Salimos del ascensor, y Noah mantuvo su gran mano en la base de mi 
espalda, guiándome hacia una habitación al final del pasillo. 
—Estoy compartiendo habitación con uno de mis compañeros de 
equipo. Voy a llamar primero para asegurarme que no se está masturbando. 
—Tropecé por la forma descuidada en que Noah soltó esa pequeña 
información. Al ver mi expresión de desconcierto, se rió—. Tenemos una 
regla sobre la masturbación mientras la otra persona no está. Él vive en un 
estado constante de frustración sexual, así que hice una gran producción 
de extender mi entrenamiento matutino para que pudiera tener el espacio 
para sí mismo. 
—Eres un buen amigo —bromeé. 
Noah apretó su pecho. 
—Es lo mínimo que puedo hacer. 
Noah llamó a la puerta y silbó para sí mismo, dando tiempo a 
quienquiera que estuviera al otro lado de la puerta para que terminara. Las 
personas tenían diferentes mecanismos de afrontamiento. Ni siquiera había 
mirado mi vibrador desde que Chad me jodió. Algunas personas se 
excitaban, otras comían donas y aumentaban dos tallas de ropa. 
—Entra —una voz profunda retumbó desde el otro lado. 
—¿Estás vestido? Tengo a alguien conmigo. 
Me quedé mirando al suelo y esperé un poco más hasta que se oyeron 
los movimientos de los pies. 
—Sí, estoy bien. 
Noah me sonrió de manera alentadora antes de acercar su tarjeta llave 
a la cerradura electrónica y girar el pomo. 
Santo cannoli. 
 
 
21 
El hombre que estaba al otro lado de la puerta llevaba unos 
pantalones de chándal grises colgando de su cuerpo, mostrando el cinturón 
de Adonis más definido que había visto en mi vida. Estaba sin camiseta, su 
cabello oscuro revuelto y salvaje. Tenía los labios brillantes, como si acabara 
de aplicarse un poco de lápiz labial, y la ligera capa de vello facial en su 
mandíbula le daba un aspecto robusto. Lo miré de arriba abajo y mis 
mejillas se calentaron. 
—Hola, soy Joni. —Extendió su mano para estrechar la mía, y tragué 
saliva mientras la miraba fijamente. De repente, me pregunté si esa era la 
mano. Es decir, la mano que usaba para acariciar su pene hasta el olvido 
terapéutico. 
Sintiendo mi malestar, Joni se giró para mirar a Noah. 
—¿Le has contado lo de nuestro acuerdo de masturbación? ¿Por qué 
siempre se lo cuentas a las chicas? — Se volvió a girar hacia mí—. Me lavé 
las manos, ya sabes. Soy higiénico, por el amor de Dios. No puliría la 
barandilla sin lavarme después. 
Solté una risita, sobre todo porque me sentía incómoda, antes de 
decidirme a estrechar su mano. Sí. Esto no era incómodo en absoluto. No 
llevaba la sudadera de Noah mientras mi pobre vestido pendía de un hilo. 
No estaba desempleada. Soltera. Mis ojos se llenaron de lágrimas. 
—Es un placer conocerte —dije con un resoplido. 
Los ojos de Joni se agrandaron y miró a Noah. 
—Oh. ¿Se encuentra bien? 
—Estoy genial. Estoy bien. Estoy lista para arreglar mi vestido para 
poder terminar de prepararme —respondí. Ante mis palabras, Joni me miró 
de arriba abajo, dándose cuenta de repente de que llevaba una sudadera 
húmeda sobre un vestido de noche—. Conocí a Noah en el ascensor hace un 
momento. Se me rompió el vestido y el pobre tuvo que ver que mis pechos 
se volvían rebeldes —le expliqué. Cara, conoce a palma. 
—¿Oh? Afortunado Noah. —Joni lamió sus labios y se acercó. Había 
una llamarada en sus ojos cerúleos que me hizo temblar. 
Noah, que había permanecido callado durante nuestro intercambio, 
se echó a reír. 
 
 
22 
—¿Por qué no arreglamos tu vestido? ¿Y por qué no vas a hacer 
ejercicio o algo así, Joni? —Añadió Noah, con su voz más fuerte de lo 
necesario. 
—Ya hice ejercicio hoy. Creo que me gustaría quedarme aquí y ver... 
Lo siento, ¿cómo te llamas, preciosa? 
—Peyton —dije—. Peyton Manning. 
Noah y él intercambiaron miradas, pero ambos hombres tuvieron el 
buen sentidode no comentar mi ridículo nombre. Maldito sea mi nombre 
por producir atletas famosos. Joni continuó: 
—Me quedaré aquí y me aseguraré que Peyton no necesite nada. 
—Estoy seguro que no quiere que la mires lascivamente mientras 
arreglo su vestido —respondió Noah—. Además, necesito que vayas a 
recoger nuestros trajes de la tintorería al final de la calle. 
Joni frunció el ceño. 
—Bien. —El hombre grande se giró hacia mí—. ¿Me dejas invitarte a 
una copa esta noche en el evento? 
Sonreí. 
—Nunca digo que no a las bebidas gratis. 
Joni lamió sus labios. 
—Es una cita. 
 
 
 
23 
Capítulo 3 
 
 
—Entonces, ¿qué hiciste mal para que solo te dieran el tercer piso? 
¿Le gritaste a Dennis en la recepción? —pregunté, usando mis manos para 
cubrir mis pezones mientras Noah evaluaba los daños en mi pobre y 
sobrecargado vestido. Estábamos de pie en el salón de su impresionante 
suite. Yo estaba frente al espejo de cuerpo entero, al estilo de Say Yes to the 
Dress, mientras Noah me rodeaba con aguja e hilo en la mano. 
—Nada —dijo encogiéndose de hombros—. Prefiero estar más cerca 
del suelo. De esta manera no tengo que esperar en los ascensores. A menos, 
claro, que el hotel decida poner el gimnasio en un piso más arriba. 
—Por supuesto —repetí. Como si ese fuera un problema al que me 
enfrentara constantemente. 
Mi teléfono comenzó a sonar. Mierda, probablemente era Brock 
preguntando dónde estaba después de recibir una llamada de SOS de 
Danielle. Se suponía que debía estar en su habitación, envolviéndome en un 
rollo entero de papel de plástico. Estaba tratando de averiguar cómo 
contestar mi teléfono sin volver a mostrarle a Noah la mercancía cuando él 
lo agarró y respondió por mí. 
¿Estaba salvando mi vestido y evitando que mis llamadas fueran al 
buzón de voz? Mi héroe. 
—Teléfono de Peyton Manning, ¿puedo preguntar quién llama? 
Vaya. Tenía una gran voz telefónica. Si su carrera multimillonaria 
como jugador de hockey fracasara alguna vez, podría ser totalmente un 
recepcionista. 
Esperé con una sonrisa. Probablemente Brock estaba muy 
confundido. El ceño de Noah se arrugó al mirarme. 
—¿Chad Northwood? 
Mi corazón se salió por mi trasero. ¿Por qué diablos estaba llamando 
Chad? ¿Y por qué tuvo que contestar Noah? Olvidando mis pezones, extendí 
 
 
24 
mi mano para agarrar el teléfono. Los ojos de Noah se posaron en mí y me 
sonrojé. Olvidando la llamada, su mirada oscura y hambrienta se clavó en 
mi pecho como si estuviera hecha de oro puro. 
—No. Soy Noah Heartland. Peyton no mencionó un novio. 
Tomé el teléfono y comencé a hablar, al margen del pudor. 
—Deja de llamarme, Chad. Hemos terminado. 
La voz de Chad era un gruñido enojado. 
—¿Por qué estás con el capitán del equipo de los Dallas Stars, Peyton? 
¿Es esta tu manera de vengarte de mí? Eres una puta de mierda. ¿Él? ¿De 
verdad? ¿Estás follando con él? 
La ira nubló mi juicio y empecé a gritar en el auricular. 
—Ya no puedes opinar sobre a quién me follo, Chad. Me engañaste, 
¿recuerdas? Y sí. Ahora mismo estoy en la habitación de hotel de Noah 
Heartland, haciendo que devore mi coño como si fuera la mejor maldita 
comida de su vida, así que vete a la mierda. Deja de llamarme. Y para que 
conste, estaré en el evento esta noche. Será mejor que te mantengas alejado 
de mí, o haré que lo que le hice a tu precioso auto parezca un juego de niños. 
Finalicé la llamada, con el pecho agitado. No fue hasta que Noah se 
aclaró la garganta que me di cuenta de lo que había hecho. 
—Dios mío, lo siento mucho. Estaba tan enojada con él que… 
—La mejor comida de mi vida, ¿eh? 
—A veces mi boca funciona más rápido que mi cerebro —dije, 
sintiendo el calor llegar a las puntas de mis orejas mientras se ponían 
rojas—. ¿Podemos fingir que no acabo de mentir sobre montar tu rostro para 
vengarme de mi ex? 
Noah me miró de nuevo lentamente. 
—O… podríamos aprovechar que tenemos la habitación para nosotros 
solos. Es decir, no querríamos convertirte en una mentirosa, ¿verdad? 
Los ojos de Noah se nublaron de pura lujuria, y mi clítoris se encendió 
como el Cuatro de julio ante la perspectiva de ser lamido. Cálmate, chica, le 
dije mentalmente a mi palpitante protuberancia. No tenemos tiempo para 
esto. 
 
 
25 
—Puedo darte el mejor orgasmo de tu vida y arreglar tu vestido en 
veinte minutos —dijo. Maldita sea, era como un sexy y puntual lector de 
mentes. 
—Probablemente no deberíamos —dije, aunque no lo decía en serio. 
Me pareció que era lo que se suponía que había que decir antes de hacer 
algo imprudente. No estaba aquí para echar un polvo. Estaba aquí para 
encontrar un nuevo trabajo. 
—¿Por qué no deberíamos? —cuestionó Noah. 
—¿Porque la gala de bienvenida empieza en menos de una hora… y 
porque te acabo de conocer? —La sutil elevación de mi tono hizo que mi 
declaración sonara como una pregunta. Estaba tratando de convencerme a 
mí misma de esto y fracasando miserablemente—. Apenas te conozco. 
—¿Qué mejor manera de conocernos? —respondió con suavidad. Mis 
piernas temblaron. Dio un paso más cerca. 
—Literalmente, acabo de salir de una relación. 
—Con Chad, nada menos. Odio a ese tipo. 
Me reí con nerviosismo. 
—Ya somos dos. 
—¡Algo tenemos en común! —replicó Noah—. Los dos odiamos a Chad. 
Ya sabes lo que dicen… 
Mi respiración de aceleró. 
—¿Oh? 
—Deberías follarte al enemigo de tu enemigo —contestó Noah antes 
de pasar su mano por sus abdominales. 
—Yo, eh, no estoy segura de que la frase sea así. 
 Noah sonrió, su sonrisa cegadora era tortuosa y traviesa. 
—Me gusta más mi versión. 
Sabía que era una mala idea, pero Noah parecía el tipo de hombre que 
no debías dejar pasar. La resistencia por sí sola haría… 
No. Realmente no debería. Acabo de salir de una relación terrible, y 
yo… 
 
 
26 
Pero ¿y si esto era lo que necesitaba? Un polvo rápido para salir y 
superar a Chad de una vez por todas. Además, Noah odia a los Boston 
Bruins. Sería la venganza perfecta. 
Además, había peores polvos de rebote que un dios del hockey. 
—¿Prometes seguir arreglando mi vestido? —pregunté, con la cabeza 
ladeada mientras lo evaluaba por un momento más. 
—Lo juro —se apresuró a decir Noah como un adolescente ansioso por 
ver tetas por primera vez. 
A la mierda, pensé. Solté mi vestido y lo dejé caer al suelo. La decisión 
dividida hizo que mi corazón galopara salvajemente en mi pecho. ¿Qué 
mierda estaba haciendo? 
—Y esto es solo un polvo rápido y sin ataduras. Como puedes ver, soy 
un desastre en este momento, y no necesito nada complicado. 
Loca. Me estaba volviendo loca. Esta no era yo. Yo no me follaba a 
tipos al azar quince minutos después de conocerlos. Necesitaba estar 
concentrada, ¿no? Conseguir un maldito trabajo y… 
—Sin complicaciones. Entendido. 
Antes que pudiera cambiar de opinión, Noah se despojó de sus 
pantalones y cerró la brecha entre nosotros, presionando sus labios contra 
los míos. Su lengua separó mis labios y encontró la mía, tomando el control. 
Hacía mucho tiempo que no me besaban así; la lengua de Chad era más 
bien un fideo flácido. Un fideo flácido predecible, por cierto. Giraba su 
lengua tres veces a la izquierda, tres veces a la derecha, luego la pasaba por 
mi labio inferior y repetía. 
Tenía que dejar de pensar en Chad. Debía concentrarme en el hombre 
alto, moreno y guapo que en ese momento tenía su magistral lengua dentro 
de mi boca. 
Noah deslizó sus manos por mi cuerpo, dejándolas vagar. Después de 
explorar las curvas de mis caderas y golpear mi trasero, las deslizó hacia 
arriba para burlarse de mi pezón. 
—Esto es lo que quería hacer en el ascensor —dijo, agachándose y 
cubriendo mi pecho con su boca. Sus dientes rozaron mi pezón y gemí, 
arqueando la espalda por reflejo. Casi había olvidado lo bien que se sentía. 
 
 
27 
Noah me levantó, con mis tres kilos de más, y me llevó fácilmente a 
una de las camas de la habitación. Me tumbó antes de arrancarse la 
camiseta, revelando unos abdominales perfectamente esculpidos. Si noestuviera tumbada delante de él, habría pensado que estaban pintados con 
aerógrafo. 
—¿Por qué los jugadores de hockey tienen los mejores cuerpos? —
Hice un mohín. Me encantaban los jugadores de hockey. 
Noah sonrió y empezó a besarme de arriba a abajo, con sus labios 
suaves pero exigentes. 
—Deja de hablar —me ordenó—. Y quítate las bragas. 
Sus dedos se engancharon alrededor de la cintura de mi tanga negra 
y levanté las caderas para que pudiera quitármelas. Noah las lanzó al otro 
lado de la habitación y me retorcí mientras besaba el interior de mi muslo. 
Sus grandes manos, callosas de tanto sostener un palo, separaron mis 
piernas. Usando mis codos para levantarme, estiré el cuello para mirar a 
Noah. 
—Recuerda, veinte minutos. No quiero llegar tarde. 
Me encogí ante mi propio comentario. ¿Qué mierda me pasaba? Había 
un dios entre mis piernas, y yo estaba tratando de micro gestionar su sexy 
horario. 
—En serio, Peyton. Deja de hablar. —Me dedicó una sonrisa que 
habría derretido mis bragas si no las hubiera tirado al otro lado de la 
habitación. Su cabeza bajó hasta perderse de vista y yo volví a apoyar la 
cabeza en la almohada. 
Noah continuó besando el interior de mi muslo y se detuvo justo antes 
de llegar a mi vértice. Cambiando al otro lado, me acarició dejando un 
camino de besos húmedos y calientes con su lengua. Mi ardiente necesidad 
de que su boca estuviera sobre mí ya no tenía nada que ver con el tiempo. 
—Noah, por favor —gemí, con mi clítoris palpitando por él. Mis 
pliegues hinchados suplicaban su contacto mientras su lengua y sus manos 
recorrían todo mi cuerpo excepto la parte de mí que enviaba el canto de 
sirena. 
Mis caderas se movieron hacia delante y dejé escapar un gemido de 
alivio cuando su lengua encontró mi clítoris. Noah sujetó mis muslos 
 
 
28 
mientras me retorcía debajo de él. Recorrió mi abertura, pasando la lengua 
mientras avanzaba. Este hijo de puta sabía lo que estaba haciendo. 
Soltando uno de mis muslos, Noah deslizó su mano hacia mi centro y 
deslizó sus dedos dentro de mi calor resbaladizo y húmedo. Mis caderas se 
balancearon hacia adelante y hacia atrás contra su boca, siguiendo el ritmo 
de sus dedos. 
La habitación del hotel se derritió a mi alrededor mientras Noah me 
arrancaba un orgasmo de forma experta. Mis músculos se tensaron y ya no 
importaba nada más que la sensación de la lengua y los dedos de Noah 
trabajando juntos para alcanzar mi éxtasis. 
Las olas de placer se redujeron hasta convertirse en una suave 
ondulación y mi cuerpo se desplomó contra las suaves sábanas blancas. 
Noah se arrastró por debajo de las mantas y se acostó a mi lado, mientras 
la sábana sobre él formaba una impresionante tienda de campaña. 
Me miró fijamente con una sonrisa de comemierda. Normalmente, mi 
cerebro estaría funcionando y podría formar pensamientos y palabras para 
borrar esa mirada de suficiencia de su rostro, pero yo estaba completamente 
hecha papilla. Además, después de eso, él merecía lucir esa sonrisa. 
Diablos, tal vez incluso le compraría una medalla. 
—Joder —maldije. Noah era condenadamente bueno. Todos los 
pensamientos sobre mi caótica vida se esfumaron. Era como si su polla 
tuviera el poder de borrar mis recuerdos. 
—Oh —jadeó Noah antes de lamerse los labios—, aún no he terminado 
contigo. 
Noah se movió sobre mí y se colocó entre mis muslos. 
—¡Condón! —exclamé. Me negaba a tener sexo de rebote con un 
completo desconocido que resultara en un embarazo o en uno de esos 
regalos que se siguen dando. 
Noah metió la mano en la mesita de noche y tomó un condón 
magnum. Y luego hizo el movimiento sexy. Rompió el envoltorio de papel de 
aluminio con los dientes y se puso el condón con una mano, sin dejar de 
mirarme. Había algo en el sexo seguro que realmente me excitaba. 
Demonios, sí, Noah Heartland. Enfundando esa polla, adicta al sexo. 
Noah apoyó su frente en la mía y presionó en mi entrada. 
 
 
29 
—¿Estás lista, preciosa? 
Joder, sí, estaba lista. Agarré su trasero y lo apreté. 
—Fóllame —supliqué, sin importarme lo desesperada que sonaba. Sin 
necesidad de más instrucciones, Noah se deslizó dentro de mi resbaladizo 
canal con facilidad. Flexionó los abdominales y comenzó a empujar 
salvajemente, con su cuerpo musculoso y atlético perfectamente 
sincronizado. Su gruesa polla me llenó y tocó mis partes más sensibles. 
—Joder, tienes un coño tan estrecho —gimió. 
Envolví mis piernas a su alrededor y lo dejé embestirme como si su 
vida dependiera de eso. El control de los músculos, la forma en que mordía 
su labio. Era poético. 
Fue el mejor sexo de rebote que jamás había tenido 
Y cuando se vino, no soltó un gemido de niña como Chad. No. Gruñó 
como un maldito hombre. Cabalgué sobre las olas de felicidad, y él se 
derrumbó sobre mí. Ambos nos quedamos acostados así mientras 
intentábamos recuperar el aliento. Pero no por mucho tiempo. 
—Muy bien. Prometí arreglar tu vestido —dijo Noah antes de 
levantarse y tirar el condón usado a la basura. 
Casi me sorprendió la eficacia con la que pasó de follarme hasta 
volarme los sesos a arreglar mi pobre vestido de noche. 
Me senté y sostuve las sábanas sobre mi pecho. Gracias por los 
orgasmos, Noah Heartland. 
De repente, mi corazón se sintió un quince por ciento menos roto. 
 
 
 
30 
Capítulo 4 
 
 
Noah era un dios. No lo decía solo porque hubiera conseguido 
arrancarme tres orgasmos en menos de quince minutos, sino porque su 
trabajo manual con mi vestido había salvado mi día. Él me veía admirar el 
vestido sobre mi cuerpo en el espejo de cuerpo entero, sin camisa todavía y 
con la piel reluciente de sudor. 
—Esto es increíble. Gracias, Noah. Por… todo. ¿Dónde aprendiste a 
coser? 
—Mi madre era costurera. Me sentaba en el suelo de su taller mientras 
ella remendaba la ropa antes que pudiera caminar. —Sonreí ante ese 
pequeño dato. Eso hacía que la follada y la carrera que estaba a punto de 
hacer se sintiera un poco menos… impersonal. Pasó el pulgar por su labio 
inferior antes de guardar la aguja y el hilo—. Podríamos saltarnos la gala y 
quedarnos aquí… —ofreció. 
—Realmente desearía poder hacerlo. Tienes una polla mágica, Noah. 
—Él se rió entre dientes ante mi afirmación. Me sorprendió lo fácil que fue 
esto. No hubo ninguna incomodidad. No me sentí atada. Era una profesional 
de aventuras de una noche—. Pero estoy aquí por negocios. En realidad, 
estoy buscando un trabajo. 
—¿Oh? —Ladeó la cabeza y me miró con genuino interés—. ¿Por qué 
estás buscando un nuevo trabajo? 
—Dejé mi último puesto con los Flyers para mudarme a Boston y estar 
con Chad. Estoy segura que sabes cómo funcionó eso para mí ahora que su 
vídeo de orgía en Pornhub se ha vuelto viral. Realmente necesito encontrar 
un nuevo trabajo para poder dejar de dormir en el sofá de Brock y Danielle. 
Noah asintió. 
—Ya veo. Bueno, debería haber un montón de gente en la gala de esta 
noche que podría ayudarte con eso. Hazme saber si quieres que te presente 
a alguien. Estaría feliz de conectarte. De nuevo —sonrió. 
 
 
31 
—¡Eso sería genial! —dije, ignorando su provocación. Incapaz de 
mantener la emoción burbujeante fuera de mi voz, continué—: Como, 
realmente genial. Gracias. 
—No hay problema —dijo él, todavía sonriendo. 
—Um, de acuerdo. Entonces, ¡adiós! —dije torpemente y me dirigí a la 
puerta, dispuesta a comenzar la fiesta que era mi nuevo comienzo. Antes 
que pudiera alcanzar la manija, escuché el familiar click de la puerta al 
abrirse, y segundos después se abrió. 
—Buen momento, Joni —le dije al momentáneamente sorprendido 
jugador de hockey. Supongo que no esperaba que hubiera alguien al otro 
lado de la puerta de su habitación. Se recuperó rápidamente y me lanzó una 
sonrisa galardonada. 
—Oh ¿sí? —preguntó, enarcando una ceja. 
—Estoy segura de que Noah te informará—respondí antes de volver a 
dirigirme a él—. Supongo que nos veremos por ahí —dije, sin estar del todo 
segura de cuál era la etiqueta apropiada para dejar una aventura deuna 
noche, y me escabullí detrás de Joni hacia el pasillo. 
—Hombre, se supone que tienes que llamar a la puerta —escuché a 
Noah reprendiendo a Joni mientras la puerta se cerraba detrás de mí. 
Después de un paseo de la vergüenza vestida súper formalmente 
hasta mi propia habitación para arreglar rápidamente mi cabello y 
maquillaje, subí a la habitación de Brock para que pudiéramos bajar juntos. 
Odiaba ir a estas cosas sola. 
Brock abrió la puerta al segundo golpe, como si hubiera estado 
esperando junto a la puerta. Parecía de un millón de dólares con su traje 
gris marengo y su corbata a rayas a juego. Sus ojos estaban llenos de 
preocupación mientras sostenía una caja de envoltura plástica y me la 
ofrecía. 
—Aquí está la envoltura. ¿Danielle dijo que tenías algún tipo de 
emergencia con el vestido? —dijo, confundido—. Te esperaba hace cuarenta 
y cinco minutos. ¿Está todo bien? 
—Todo está perfecto —respondí con una sonrisa. Tenía ese brillo post-
orgásmico y apenas podía ocultarlo. Brock no parecía convencido. 
—¿Has tomado algo? ¿Xanax? 
 
 
32 
Me sonrojé. 
—No. Yo… acabo de conocer a alguien. 
—¿Conociste a alguien? —preguntó con escepticismo, arqueando una 
ceja—. ¿Acabas de tener una aventura? 
Mi boca se abrió. 
—¿Cómo lo supiste? 
Brock extendió la mano con una risa y empujó mi cabello ondulado 
hacia un lado. 
—Tienes un chupón en el cuello. Y aunque sea asqueroso admitirlo, 
estás como, radiante. —Se estremeció de disgusto. 
Pasé la palma de mi mano por la piel y lo miré con horror. 
—Mierda. 
—Solo dime que no fue Chad. Cualquiera menos Chad. Por favor, dime 
que no te has reconciliado con él —suplicó Brock—. Sé que él está aquí y es 
fácil, pero tú eres mejor que eso. 
Tenía casi decidido enojarme con Brock por siquiera haberlo sugerido. 
—No. Absolutamente no —le contesté—. En realidad, fue Noah 
Heartland. Nos conocimos en el ascensor, y bam, quince minutos después… 
Es como si estuviera en la universidad otra vez... oye, ¿qué estás haciendo? 
Brock sacó su teléfono móvil. 
—Tengo que llamar a Danielle —dijo, con un tono preocupado y 
abatido. Lo miré arqueando una ceja. 
—¿Por qué? 
Se lo acercó a la oreja. 
—Mi mujer me dijo que la llamara si hacías algo estúpido. Y acostarte 
con el capitán de un equipo rival quince minutos después de conocerlo es 
una jodida estupidez. No eres una conejita del hielo, Peyton. 
—Una aventura no me convierte en una conejita —dije, arrebatándole 
el teléfono de la mano y colgando. No quería decirle a Danielle todavía lo que 
había hecho. Tener a tu mejor amiga como ginecóloga hacía que compartir 
tus escapadas sexuales fuera un poco más difícil. Su primera pregunta 
 
 
33 
sería: ¿Usaste protección? Luego me recordaría todas las enfermedades que 
podría contraer. Luego chocaría los cinco por ser una mujer fuerte e 
independiente—. No me avergüences sexualmente, hermano —le dije 
mientras le dirigía a Brock una mirada severa—. Antes de enamorarte de 
Danielle, te follabas a todo Boston si no recuerdo mal. 
Frunció el ceño. 
—Bien. Pero ten cuidado. Mi esposa me dijo que te cuidara. Eres como 
una hermana pequeña para mí, Pey. Solo quiero asegurarme que estás a 
salvo y que no haces cosas impulsivas porque tu ex es un imbécil. 
Sabía que Brock solo se preocupaba por mí, pero aun así no quería 
que matara mi subidón post-orgasmo. 
—Vamos, ¿de acuerdo? Me estoy divirtiendo. Estoy a salvo. Y Noah se 
ofreció a presentarme a algunas personas esta noche. Estoy emocionada por 
ir allí y hacer una red de contactos. Tengo un cortejo serio que hacer. 
Brock me miró con aire protector un momento más antes de dejar el 
tema. 
—Haz una red de contactos a tu gusto, pero nada de cortejar. Sobre 
todo, no como lo hiciste con Noah —refunfuñó como el hermano mayor que 
era. 
—Bien, nada de cortejos —repetí para aplacarlo antes de dejar que me 
guiara al salón de baile. En cuanto lo perdiera de vista, iba a cortejar por 
completo. 
 
 
 
Asentí cortésmente mientras el tipo con un traje barato cuyo nombre 
no recordaba divagaba sobre estadísticas de hockey. Iba a matar a Brock 
por dejarse acorralar por esta bolsa de bostezos. Volviendo a inclinar la copa 
de vino que sostenía en la mano, la bebí de un solo trago. 
—Ups, se me acabó. —Sonreí a Charlie o Brian o Jerry y agité mi copa 
vacía para que la viera—. Solo voy a correr al bar. 
Solté un suspiro de alivio cuando me alejé lo suficiente como para 
poder desaparecer entre la multitud sin que su rostro me encontrara de 
 
 
34 
nuevo. Dejé mi copa vacía en una bandeja y resistí el impulso de tomar una 
nueva cuando una alegre morena vestida de blanco y negro me ofreció una 
de su bandeja. Necesitaba tener todo el ingenio posible si quería convencer 
a alguien de que me diera un trabajo esta noche. 
El salón de baile del hotel estaba tenuemente iluminado con un arco 
iris de luces estroboscópicas de fiesta, y el DJ ponía la música lo 
suficientemente alta como para que no se pudiera mantener una 
conversación con un tono normal. Nunca entendí por qué querían este tipo 
de ambiente para un evento que se suponía que era para conectar con 
colegas, pero ¿qué sé yo? Al menos nadie pensó que una máquina de humo 
sería una buena idea. 
Escaneé la sala buscando a Brock cuando Noah me llamó la atención. 
Me saludó con la mano y le devolví un breve saludo a medias. Estaba a 
punto de darme la vuelta para reforzar mi vibra de una sola vez, pero él se 
me adelantó. Levantó su copa, guiñó un ojo y se giró para hablar con otra 
persona. 
Perfecto. Me alegro de no haber tenido un pegajoso etapa cinco en mis 
manos. Mi madre solía decirme que nunca saliera con un rebote, y me he 
ceñido a esa metodología toda mi vida. Noah era bueno lamiendo clítoris, 
pero no iba a llevar esto más lejos. Él satisfizo una necesidad orgásmica por 
mí, pero todavía me estaba curando. 
Recorrí la sala y sonreí como el gato de Cheshire cuando vi a Robert 
Park, entrenador en jefe de los Dallas Stars, de pie junto a una mesa de 
buffet llena de comida. Bingo. 
Comencé a caminar hacia él con mi cara de juego, preparada para 
dejarlo boquiabierto. Bueno, estaba caminando. Todo iba de maravilla hasta 
que me estrellé contra una dura pared de músculos. 
—Joder —maldijo antes de agarrarme de los codos para 
estabilizarme—. Mira por dónde vas. 
Levanté la cabeza para mirar al hombre grosero frente a mí. Estaba 
mirando por dónde iba. Tenía los ojos de águila puestos en Robert Park, por 
el amor de Dios. Hombre Grosero tenía piel pálida, cabello rapado y un labio 
partido. Sus ojos helados recorrieron mi cuerpo de arriba a abajo, 
deteniéndose en mi escote por un momento antes de volver a subir para 
observar mi rostro. Era guapo de una manera misteriosa. Y con nuestros 
cuerpos muy juntos, podía sentir cada músculo duro a través de la tela de 
su costoso traje. 
 
 
35 
Mi libido asomó su traviesa cabeza y se excitó al sentir sus ásperas 
manos en mi cuerpo. El hombre era tan alto que tuve que inclinar la cabeza 
hacia arriba para poder observarlo bien. 
—Hola —susurré, olvidando momentáneamente que hacía unos 
segundos él había sido un grosero hijo de puta conmigo. Su ceño se frunció 
con confusión por mi voz entrecortada, pero no me soltó. En todo caso, 
consiguió acercarme más. 
Espera un segundo... 
—Eres Hatch Yavonovich —jadeé—. Portero de los Dallas Stars. El 
mejor portero de la liga. Nadie es tan rápido como tú —tartamudeé. En 
realidad, no era chica de estadísticas, ya que la mayoría de los equipos 
tenían especialistas para eso. Principalmente me limitaba a coordinar los 
viajes, a organizar el equipo y a utilizar las redes sociales para celebrar las 
victorias, como cualquier otro aficionado. ¿Pero Hatch? Tenía una gran 
cantidad de seguidores. Probablemente tenía algo que ver con todas las fotos 
sin camiseta que publicaba, pero da igual. 
Él se relajó un poco, como si estuviera acostumbrado a que los fans 
lo desnudaran con la mirada. 
—¿Eres fan? —preguntó. 
—Solíatrabajar para los Flyers —le expliqué. La comprensión se 
apoderó de él—. De hecho, me estoy dirigiendo a Robert Park para ver si me 
contrata con Dallas. Fue un placer conocerte… 
—Puedo presentarte —se apresuró a decir—. ¿Cómo te llamas? —Por 
fin soltó mi brazos y me tendió la mano para estrecharla. 
Sonreí. 
—Peyton. Peyton Manning. —Arqueó las cejas, pero no hizo ningún 
comentario sobre mi nombre. Diez puntos para el señor Yavonovich. 
—Encantado de conocerte, Peyton —dijo, con un brillo de diversión 
aún persistente en sus ojos. Extendí mi mano para estrechar la suya, pero 
en lugar de los dos golpes universales y la liberación, Hatch agarró mi mano 
con las dos suyas y la sostuvo—. ¿Y qué puedo decirle a Robert que es lo 
que haces? 
Mi mano hormigueó con electricidad donde su piel tocó la mía. Mi 
corazón latía más rápido, enviando ondas de calor a través de mi cuerpo 
 
 
36 
hasta llegar a su destino final entre mis piernas. Santo cielo, ¿qué estaba 
pasando? Fui por un apretón de manos, no por una especie de juego previo 
de brujería. 
Hatch me miraba como si esperara que dijera algo. Intenté pensar 
mientras mi vagina palpitaba. Oh cierto, me hizo una pregunta. 
—Soy coordinadora de equipo. Algunos dirían que la mejor de la liga 
—logré decir. 
—Perfecto, vamos. —Hatch dejó caer una de sus manos de nuevo a su 
costado, pero la otra siguió sujetando la mía con fuerza. La utilizó para 
guiarme hacia donde estaba Robert. 
 
 
 
37 
Capítulo 5 
 
 
—¡Hatch, es bueno verte! —exclamó Robert, dándole una palmada en 
la espalda—. Puedo confiar en que te estás portando bien, ¿verdad? —Me 
miró de arriba a abajo, pensando claramente que era una conejita del hielo. 
—En realidad —comenzó Hatch antes que yo pudiera intervenir para 
corregir a Robert—, Peyton está aquí para hablar contigo. 
—¿Conmigo? —Robert se atragantó con la mini tarta que acababa de 
meterse en la boca. Hatch claramente no había captado las vibraciones de 
la conejita. 
—Sí, ella es tu nueva asistente. Está especializada en la coordinación 
de equipos. 
—¿En serio? —preguntó Robert. Tenía un marcado acento 
neoyorquino y ojos amables. 
Bueno, eso fue audaz por parte de Hatch. Nos conocíamos hace cinco 
minutos. Sin embargo, yo no era el tipo de mujer que deja que un hombre 
haga todo el trabajo por mí, así que sonreí amablemente a mi nuevo 
compañero y luego me dirigí directamente a Robert. No iba a dejar que Hatch 
me consiguiera el trabajo porque le gustaran mis tetas. 
—Hola, señor Park, soy Peyton Manning. Es un placer conocerlo. 
Esperaba que tuviera un momento para hablar conmigo sobre lo que los 
Stars están haciendo actualmente para la coordinación del equipo. —Moví 
mi mano libre del agarre de Hatch y se la ofrecí a Robert. 
—En realidad, estamos entre coordinadores en este momento. 
Estamos buscando un sustituto. Aparte de lo obvio, tu nombre me suena 
familiar. ¿Ha trabajado con otros equipos? —preguntó, y aproveché la 
oportunidad para hablar de mí. Aquí era donde destacaba como licenciada 
en comunicaciones. Siempre sobresalí en las entrevistas. 
Me puse a explicar rápidamente mi experiencia, mis logros y mi 
formación. La conversación era fluida, estábamos en sintonía, y todo el 
tiempo Hatch permaneció a mi lado, observándome con su mirada 
 
 
38 
inquisitiva. Unas cuantas veces, sorprendí al hombre imponente asintiendo 
o levantando las cejas con sorpresa. 
—Apuesto a que los Flyers lamentaron perderte. ¿Cómo terminaste 
aquí en Chicago? —preguntó Robert. Era una pregunta para la que no me 
había preparado y que definitivamente quería evitar. Era vergonzoso haber 
dejado una carrera exitosa y mudarme al otro lado del país por un hombre 
que me engañó. 
Me retorcí un poco, cambiando mi peso de un pie a otro mientras 
intentaba inventar una excusa razonable que no hiciera parecer que estaba 
dispuesta a salir con jugadores y a renunciar en un instante. Nadie quería 
contratar a conejitas del hielo. 
—En realidad, no estoy radicada aquí en Chicago; estoy aquí como 
invitada de Brock Lewis esta noche —hice una pausa—. Ahora mismo, estoy 
haciendo un trabajo independiente en Boston. Antes de los Flyers, estuve 
en Seattle trabajando con algunos equipos de hockey y béisbol de ligas 
menores. 
—Interesante —dijo Robert—. ¿Y por qué buscas un nuevo puesto? 
Ahí estaba. La pregunta directa que no pude evitar. Porque mi ex, 
quien me convenció de mudarme a Boston en primer lugar, es una basura 
tramposa, pensé. Pero, por supuesto, no podía decir eso. 
Sonreí ampliamente y proyecté toda la confianza, real y falsa, que 
pude reunir antes de responder a su pregunta. 
—Estoy lista para un cambio. Lo sé, lo sé —dije, levantando las manos 
en un gesto simulado de me has atrapado—. Parece un poco pronto para 
estar lista para un cambio. Si bien me ha encantado trabajar como 
autónoma estos últimos meses, mi verdadera pasión es el equipo. Quiero 
asentarme en un equipo en el que pueda verme durante al menos los 
próximos cinco o diez años, si no más. 
—¿Y no crees que podrías hacer eso en Boston con los Bruins? 
Diablos, no. 
Sabía lo que realmente me estaba preguntando. Quería saber, si me 
contrataba, si yo también dejaría las Estrellas en seis meses. 
 
 
39 
—No, por desgracia. Al principio pensé que encajaríamos bien, pero 
no hubo magia con los jugadores —le dije. Técnicamente era cierto, 
simplemente él no necesitaba saber todos los detalles. 
—Estoy sintiendo la magia —añadió Hatch con entusiasmo. Me sonrió 
y asintió de manera alentadora. 
—Honestamente, yo también —dije con mi mejor voz de vendedora. 
Aunque le estaba respondiendo a Hatch, miraba a Robert directamente a los 
ojos—. De hecho, ya he tenido la oportunidad de conocer a varios de sus 
jugadores y, hasta ahora, he conectado con todos ellos. —Con algunos más 
que con otros. Podía sentir mis mejillas enrojecerse al recordar los quince 
minutos de cielo que pasé con Noah—. De hecho, Noah Heartland fue quien 
me dijo que debía hablar contigo. 
—Eh ¿en serio? —Parece que Robert era un hombre de pocas 
palabras. 
—Sí, pero no quiero monopolizar tu tiempo aquí. Me encantaría darte 
mi tarjeta y continuar esta conversación más tarde… —Encontré mi 
tarjetero en mi bolso y saqué una para él. 
—Gracias, señorita Manning. Estaré en contacto. —Robert tomó la 
tarjeta con una sonrisa. Se dio la vuelta y saludó a un jugador canadiense 
al otro lado de la habitación, y sentí que mi sonrisa desaparecía de mi rostro. 
Mierda. Esperaba haberlo manejado bien. 
—Lo hiciste genial. Estoy impresionado —dijo Hatch con una sonrisa 
maliciosa antes de bajar la cabeza para que estuviéramos más cerca—. 
Entonces, ¿cuál es la verdadera razón por la que estás buscando trabajo? 
De cerca, podía oler su aliento a menta. Mi corazón hizo este estúpido 
y caótico aleteo que no tenía sentido. ¿En qué demonios estaba pensando? 
—Tal y como he dicho. Soy muy exigente con las personas con las que 
trabajo. Tengo que vibrar con los jugadores. 
—¿Estamos vibrando ahora mismo? —preguntó con un tono ronco. 
Tragué saliva. 
—Posiblemente. —Él sonrió, mostrando una sonrisa que no parecía 
estar jodida por los discos canallas. Era brillante y seductora—. Sin 
embargo, mi vibra tiene que ser estrictamente profesional ahora mismo. 
Él se dio cuenta. 
 
 
40 
—¿Qué imbécil jugador de hockey te lastimó? —preguntó. 
Entrecerré los ojos. 
—No sé a qué te refieres. Si me disculpas… 
Alargó la mano y agarró suavemente mi brazo. 
—No es mi intención entrometerme. Es que lo veo en tu rostro. Hay 
muchos imbéciles en este deporte. Toman a las chicas lindas, las mastican 
y luego las escupen. Lo he visto suceder muchas veces. —No estaba 
planeando llorar en este banquete, pero por alguna razón, mis alergias 
decidieron golpear justo en ese momento. Una capa de niebla llenó mi visión, 
y apreté la mandíbula—. Mierda. No quise molestarte. —Y como un maldito 
caballero, sacó un auténtico pañuelo del bolsillo de su pecho y me lo entregó.—¿Solo consuelas a las mujeres que lloran con regularidad, eh? —
pregunté antes de secarme las lágrimas, es decir, la alergia. 
—Mi madre me educó bien. Así que, profesionalmente hablando, 
¿puedo invitarte a una copa y preguntarte sobre el último equipo para el 
que trabajaste? Mi contrato termina después de esta temporada y estoy 
analizando todas mis opciones. 
Dejé escapar un suspiro de alivio. Era raro conocer a un hombre 
dispuesto a respetar un límite firme cuando lo establecías. 
—Sí. Me encantaría. Trabajar para Beth Charleston fue lo mejor. 
—¿Oh? Sigue, me encanta escuchar lo increíble que soy —dijo una 
voz familiar a mi espalda. Me giré y miré fijamente a mi antigua jefa. No solo 
era la primera mujer entrenadora de este deporte, sino también la más 
joven. También era una de las personas más geniales que conocía. 
—¡Beth! —exclamé antes de envolverla en un enorme abrazo. Ella no 
se inmutó. Mi antigua jefa no tenía miedo de ser cariñosa y a la vez ruda. 
Era conocida por cuidar a los jugadores que necesitaban citas nocturnas y 
todavía patearles el trasero en los entrenamientos a la mañana siguiente. 
La liberé de mi abrazo. Beth era musculosa, baja y tenía el cabello rojo 
brillante que siempre llevaba recogido en un moño. Rara vez la veía sin 
pantalones de yoga y una sudadera, pero hoy llevaba un traje, 
probablemente para hacer una declaración. Ella se veía deslumbrante. 
—¿Escuché que estás buscando trabajo? —preguntó con el típico 
estilo de Beth, yendo directamente al grano. Normalmente tampoco me 
 
 
41 
gustaban las conversaciones triviales, pero creo que hubiera preferido 
hablar sobre el clima inusualmente cálido a sumergirme directamente en el 
error que fue dejar su equipo. 
—Sí —respondí tímidamente. Sentí que mis mejillas se calentaban 
ligeramente con el resplandor rosado de la vergüenza. 
—Interesante —respondió mientras ladeaba la cabeza—. Ojalá 
estuviera en condiciones de aceptarte de nuevo. Sabes que lo haría sin 
dudarlo. —Me sonrió cálidamente—. ¿Recuerdas aquella vez que me 
conseguiste un avión privado a las tres de la mañana durante una 
tormenta? Necesitaba estar en Nueva York para una reunión, y no solo me 
llevaste allí a tiempo, sino que tenías un atuendo nuevo para mi reunión 
esperándome en el hotel, lavado en seco y todo. 
—Sí. Hago lo mejor que puedo —tarareé. 
—¿Era Robert Park con quien te vi hablando? —preguntó Beth. 
—Sí —dije con un poco más de confianza, mi vergüenza se disipó 
gracias a sus elogios. 
Hatch jugueteó con el dobladillo de su camisa y sonrió mientras 
miraba entre Beth y yo mientras hablábamos. Estoy segura de que le 
resultaba tan incómodo como a mí, pero no se fue. Si los roles se hubieran 
invertido, definitivamente ya habría fingido ver a un colega y habría salido 
corriendo. 
—No quiero sobrepasarme, pero Robert y yo nos conocemos desde 
hace tiempo. Nuestros padres eran amigos de la infancia. Yo solía molestarlo 
mucho. Cuando era solo una niña, le rogaba que hiciera fiestas de té 
conmigo mientras él solo intentaba ser un adolescente y verse cool delante 
de sus amigos o presumir ante las chicas. Estaría encantada de charlar con 
él en tu nombre. 
No me rehusaba en absoluto de usar mis conexiones para salir 
adelante. Estaba desesperada por conseguir un trabajo. 
—¡Beth, eso sería increíble! En serio, muchas gracias. —Volví a 
rodearla con mis brazos y la apreté. Esta mujer era un regalo del cielo; no, 
era incluso mejor, era como un hada madrina. Mi hada madrina que fue 
 
 
42 
enviada a este oscuro y ruidoso salón de baile de hotel para hacer bibidi 
Babidi bu1 y conseguirme un nuevo trabajo. 
—Ni lo menciones, estoy feliz de hacerlo. Siempre has trabajado duro 
y eres excelente en lo que haces. Los Star serían afortunados de tenerte. 
Ahora que eso está fuera del camino, ¿podemos hablar de un video que 
involucra a cierto exnovio tuyo? 
—Oh, eh, mira la hora. Hatch y yo íbamos a salir. —Agarré a Hatch 
de la mano y me esforcé por ignorar la sacudida de electricidad que viajó a 
través de mi palma donde nuestra piel se tocaba. Apartándolo de Beth, le 
hablé mirándola por encima de mi hombro—. Ha sido un placer verte, te 
llamaré mañana, ¿quizás podamos almorzar? Gracias de nuevo, eres un 
salvavidas. 
Una vez que salimos del ruidoso salón de baile y llegamos al vestíbulo 
maravillosamente silencioso, dejé de caminar y me giré para mirar a Hatch, 
con la intención de preguntarle dónde quería tomar esa copa. 
—¿Resulta que ese cierto ex novio que hizo un vídeo es el mismo 
imbécil jugador de hockey que te lastimó? —preguntó Hatch. Su tono era 
medio burlón, pero también curioso. 
—¿Te has enterado del reciente triplete de Chad Northwood? —
pregunté con el ceño fruncido. Sus cejas se alzaron mientras me miraba. 
—Oh, mierda, me enteré de eso. Puede que también lo haya visto. No 
estabas en él, ¿verdad? 
Dejé escapar un suspiro. Todo el mundo en esta sala probablemente 
sabía sobre el último truco publicitario de Chad en Pornhub, así que no 
había manera de ocultarlo. Solo deseaba poder fingir que no había sucedido. 
—No, yo era la estúpida novia sentada en casa, esperándolo mientras 
él se follaba a tres conejitas del hielo. 
—Ouch —respondió Hatch mientras se agarraba el pecho—. Menudo 
imbécil. Odio a ese tipo desde el campeonato de 2018. ¿Tenía a alguien como 
tú y lo tiró todo por la borda? —Me sentí halagada por sus palabras. 
 
1 Canción de la Cenicienta https://youtu.be/cCk_j2rLN8A 
https://youtu.be/cCk_j2rLN8A
 
 
43 
—Los hombres como Chad siempre buscan la próxima victoria. Solo 
me costó dejar una carrera y mudarme al otro lado del país para ver eso —
admití. 
—Parece que necesitas un trago. ¿Puedo…? —Su oferta fue 
interrumpida por el timbre del teléfono móvil—. Mierda. —Hatch sacó el 
móvil del bolsillo del pecho de su chaqueta y comprobó el identificador de 
llamadas—. Lo siento mucho. Tengo que contestar. 
Asentí. 
—Sí. Claro, no hay problema. 
Hatch me miró fijamente por un momento más antes de responder a 
su teléfono. Su voz era suave y tierna. 
—Hola, cariño, ¿está todo bien? 
Mi estómago literalmente dio un vuelco. ¿Cariño? ¿Este tipo hablaba 
en serio? Involuntariamente miré su dedo de la alianza y busqué una línea 
de bronceado. Estaba coqueteando absolutamente conmigo, ¿y tenía un 
cariño en la otra línea llamándolo? 
Hablaron durante un minuto. Le hizo algunas preguntas e incluso le 
dijo que tuviera dulces sueños. Vaya. Todos los jugadores de hockey eran 
iguales. Para cuando finalizó la llamada, yo tenía una ceja levantada. 
—Ha sido un placer charlar contigo, Hatch —mentí antes de extender 
mi mano para que la estrechara. A pesar de sus intenciones escabrosas, me 
proporcionó una presentación de Robert Park. Tenía que ser cortés y 
profesional, aunque quisiera robarle el teléfono y hacerle saber a Cariño que 
su hombre era un hijo de puta tramposo y mentiroso. 
Miró mi mano y luego a mí. 
—Oh. Estaba pensando que podríamos tomar una copa. 
—Gracias, pero tengo más personas que conocer. No quisiera 
entrometerme en ninguna de tus futuras llamadas telefónicas. 
Él frunció el ceño. 
—Estuve literalmente al teléfono durante tres minutos. No es posible 
que te ofendas por eso. 
¿En serio era tan arrogante? ¿Por qué todos los hombres eran tan 
despistados? 
 
 
44 
—Claro que puedo, cariño —dije con dulzura, enfatizando mucho esa 
última palabra. Hatch me miró fijamente, con la boca ligeramente abierta y 
la confusión grabada en su rostro perfectamente simétrico. De acuerdo, 
probablemente no sea super profesional, pero estábamos literalmente 
hablando de mi sucio y tramposo ex cuando su novia llamó. No podía creer 
su descaro, que pensara que estaría bien con eso. 
Giré sobre mis talones y me dirigí a los ascensores, dejando a Hatch 
detrás de mí estupefacto. 
 
 
 
45 
Capítulo 6 
 
 
Todavía estaba echando humo mientras cruzaba el vestíbulo y no vi a 
Joni hasta que fue demasiado tarde. Me encontré con él mientras caminabaa toda velocidad. Me estrellé y me quemé por el impacto. Ouch. 
—Uf, tengo que dejar de encontrarme así con jugadores de hockey. 
—¿Eh? —preguntó Joni, frotando el lugar de su pecho que se había 
llevado la peor parte de la fuerza. 
—Nada, no importa. Lo siento. ¿Estás bien? —Miré su amplio pecho y 
me encontré feliz de tener una excusa para mirar. Estos jugadores, hombre. 
Estaban todos jodidamente marcados; era como si hubieran sido esculpidos 
con arcilla de un hombre ultrasecreto por el mejor artista del mundo. 
—Sí, estoy bien. —Sonrió, al notar que miraba fijamente su impecable 
físico—. Sí que tienes fuerza para ser una persona tan pequeña. 
Awww, cree que soy pequeña. 
Me reí como una idiota y succioné mi vientre aún más fuerte. Aparté 
con el dedo un mechón de cabello rubio que se había soltado, haciendo girar 
las puntas. 
Ugh, ¿qué me pasaba? Un poco de atención de un hombre y me 
convertía en papilla. Nop, no lo hice, salí de la niebla. Yo era una mujer 
fuerte e inteligente que no complacía a hombres excesivamente atractivos. 
Especialmente los que sabían que me había acostado con su compañero de 
piso. 
—¿Vas a volver a tu habitación? Yo también he dado por terminada la 
gala. Si te apetece, ¿quizás podría comprarte la bebida que te prometí antes? 
Apenas son las nueve. Estás absolutamente preciosa, y sería una pena dejar 
que ese vestido se desperdiciara. 
—Me encantaría —respondí rápidamente. Había sopesado mis 
opciones durante exactamente dos segundos. Opción uno, podría volver a 
mi habitación y estar enfadada toda la noche u, opción dos, podría salir y 
 
 
46 
divertirme un montón jugando con este Adonis de hombre. Era una 
obviedad. 
De acuerdo, tal vez me complaciera un poco. 
Dejé que me rodeara con su brazo y me llevara al bar del hotel 
mientras soñaba despierta con lo que la noche podría depararnos; ir a su 
habitación no era una opción. No quería imaginarme la cara que pondría 
Noah si entrara y me viera bailando el tango horizontal con su compañero 
de habitación. 
—Esto no es raro, ¿verdad? 
—¿Qué? ¿El hecho que quiera beber del mismo arroyo que mi 
compañero de equipo? No. La diversión es diversión —respondió con tono 
arrogante. 
—Esa es una… extraña analogía. Es que no me gustaría que fuera 
incómodo… 
—¿Noah te propuso matrimonio? —preguntó Joni en broma. 
—No —respondí. 
—¿Y estás buscando tener algo de diversión sin ataduras? 
Tragué saliva. 
—Solo quiero una distracción —admití. 
—Soy bueno con las distracciones. Algunos incluso podrían llamarme 
experto. —Esquivamos a la gente mientras caminábamos hacia los 
ascensores. Probablemente no era profesional salir con otro jugador de 
hockey para pasar un rato sexy, pero me dolía y la gente hacía cosas 
imprudentes cuando les dolía. 
Estaba a punto de lanzar la precaución al viento y dejar que Joni me 
mostrara de lo que era capaz, pero desafortunadamente, alguien me detuvo 
abruptamente. 
—¿Chad? —exclamé incrédula. Chad llevaba un traje azul marino y 
un vaso lleno de whisky en la mano. Noté un poco de brillo en su cuello, y 
tuve que esforzarme para no reírme al verlo. Sus profundos ojos marrones 
se clavaron en mí, y aunque él estaba equivocado, por alguna razón, 
instintivamente bajé la mirada. Como si él tuviera derecho a enojarse 
conmigo por algo. 
 
 
47 
—¿Qué demonios estás haciendo? —me preguntó antes de mirar a 
Joni—. ¿Ya no puedes estar conmigo, así que simplemente te acuestas con 
todos los jugadores de hockey que puedas encontrar? 
Joni gruñó. Me dieron ganas de hacer (La) Reportera del crimen en el 
bien definido y musculoso trasero de Chad. 
—Primero que nada, en caso de que lo hayas olvidado, soy yo quien 
terminó la relación. ¡Eres tú quien no puede estar conmigo! —exclamé 
manteniendo la voz uniforme. De ninguna manera iba a dejar que me 
avergonzara. 
—¿Qué estás haciendo aquí? Ya no estás en esta industria —
cuestionó antes de pisar fuerte como un cavernícola privilegiado y 
desagradable. 
—Estoy aquí para encontrar un trabajo. Ya sabes, desde que dejé mi 
carrera por ti, como tan amablemente señalaste. Pero pensé que mientras 
estoy aquí, debería intentar tener mi propio Triplete. Hiciste que pareciera 
tan divertido en el video. 
—Estoy muy incómodo, pero también un poco excitado —interrumpió 
Joni. Mierda. Pelear con mi ex delante de un potencial compañero de cama 
era una mala forma. Probablemente parecía que pertenecía a un episodio de 
Real Housewives. Se suponía que iba a encontrar un nuevo trabajo mientras 
estaba aquí, y ahora estaba... joder. Tan tonta. 
—Cállate, hombre. Es mi novia de la que estás hablando —dijo Chad 
mientras daba un paso adelante y empujaba a Joni. Ni siquiera tuve tiempo 
de dejar salir el “qué mierda” de mis labios antes que Joni estuviera en el 
rostro de Chad. 
—Tu exnovia, hombre. Ex —dijo Joni con una voz mucho más 
calmada de lo que implicaba su lenguaje corporal. Joni no era mucho más 
alto que Chad, pero su pecho hinchado, sus puños cerrados y su actitud de 
no me jodas hicieron que Chad se alejara de él. Me recordó a un cachorro al 
que regañaban por cagar en la alfombra—. La has jodido y ahora ella es libre 
de hacer lo que quiera y con quien quiera, ¿entendido? 
Mierda. Esto no era bueno. Por muy caliente que se viera Joni 
defendiendo mi honor, lo último que necesitaba era que uno de los jugadores 
de mi potencial nuevo equipo fuera arrestado por agresión en mi nombre en 
medio de la gala de bienvenida. Tenía que disipar esto y ya. 
 
 
48 
—Joni, no vale la pena —dije suavemente y apoyé con suavidad mi 
mano en su hombro. En medio de un furioso concurso de medición de 
pollas, recé en silencio al dios de los jugadores de hockey para que Joni 
retrocediera. Él se giró hacia mí, su expresión se relajó mientras la rabia 
abandonaba sus ojos. Volvió a mirar a Chad durante un momento antes de 
retroceder. Dio un paso atrás, colocándose a mi lado y envolvió un brazo 
alrededor de mi hombro, haciendo su reclamo. 
—Regresa a tu habitación y ponte sobrio —le dije a Chad—. El hecho 
que me hayas metido la polla por un tiempo no significa que seas mi dueño. 
No quiero volver a verte este fin de semana. Ni nunca, en realidad. —Sin 
darle a Chad la oportunidad de responder, tomé la mano de Joni y comencé 
a caminar de vuelta hacia los ascensores, tirando de él detrás de mí. 
—Um, el bar está por allí —dijo Joni, señalando en la otra dirección. 
—Sí, lo sé. No vamos a ir al bar del vestíbulo. Tengo un minibar 
perfectamente bueno en mi habitación —resoplé, todavía alterada por 
nuestro altercado con Chad. Qué descaro el de ese hombre. Me convenció 
de mudarme al otro lado del país, de que renunciara a mi carrera, a mi vida 
y a mis amigos solo para engañarme con tres conejitas y subirlo a la red 
para que lo viera todo el mundo de Pornhub. Y después de todo eso, todavía 
esperaba que me doblegara por él. 
Me doblegaría, pero no por él. 
 
 
 
—Entonces… 
—Entonces… 
Joni y yo nos sentamos en el borde de mi cama, ambos agarrando una 
botella de cerveza ridículamente cara. ¿Dieciocho dólares por beber Coors 
en mi habitación? ¿Realmente había llegado a esto? 
—Esto es incómodo, ¿verdad? —pregunté antes de tomar un buen 
sorbo. Quizá no debería haber invitado a Joni a subir. Más que nada, quería 
quitarme el vestido e irme a dormir. 
—Quiero decir, no tiene por qué ser… —dijo Joni antes de ponerse de 
pie—. En realidad, debería agradecerte. 
 
 
49 
Arqueé una ceja mientras él comenzaba a desabrochar lentamente su 
camisa. Cada botón revelaba una pulgada sexy de sus impresionantes 
músculos. 
—¿Por qué deberías agradecerme? En todo caso, yo debería darte las 
gracias a ti. Chad es un completo imbécil. 
—Lo he odiado durante años —admitió Joni—. Y quizá sea una mierda 
admitir esto, pero quiero que él piense en lo fuerte que te hice venir la 
próxima vez que nos enfrentemos. 
Terminó de quitarse la camisa y luego comenzó a trabajar en su 
cinturón. 
—Entonces, los dos estamos en la misma página