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crisis de la filosofía en colombia

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*Este artículo fue escrito a propósito del Simposio de Filosofía de la Liberación coordinado por la Asociación de Filosofía y Liberación (AFyL) de México. La revista 
ha publicado estas ampliaciones a partir de los archivos entregados. Puede ser que la información no esté completamente actualizada. Los escritos son 
originales y han sido sometidos a revisión por pares al momento de fundar la revista en 2018. 
 
 
Esta obra podrá ser distribuida y utilizada libremente en medios físicos y/o digitales. La versión de distribución permitida es la publicada por Cuadernos de 
descolonización y liberación (post print). Su utilización para cualquier tipo de uso comercial queda estrictamente prohibida. Licencia CC BY NC SA 4.0: 
Reconocimiento-No Comercial-Compartir igual-Internacional 
 
 
 
 
 
 
Cuad. descolonización lib., 2020, núm. 5, edición continua, e6547820 
Artículo depositado en Zenodo. DOI https://doi.org/10.5281/zenodo.6547820 
Publicado en PDF http://ediciones.nuestramerica.cl/ojs/index.php/cuadernosafyl/article/view/e6547820 
Crisis de la filosofía en Colombia 
Crise da filosofia na Colômbia 
Crisis of philosophy in Colombia 
 
Andrés Cruz Arévalo 
Universidad Nacional de Colombia 
facruza@unal.edu.co 
 
Resumen: En la actualidad la filosofía en Colombia se ha sumido en una profunda crisis que se refleja en la ausencia de reflexión en torno a las 
problemáticas que existen hoy en nuestra sociedad. En efecto, hay un nocivo aislamiento académico por parte de los filósofos en el que a lo 
sumo se desarrolla la historia de las ideas filosóficas, pero se descuida el objeto mismo del filosofar, esto es: el análisis concreto y situado de la 
realidad vigente. 
Palabras clave: filosofía, Colombia, sociedad, crisis, academia, praxis. 
 
Resumo: Atualmente, a filosofia na Colômbia mergulhou em uma profunda crise que se reflete na ausência de reflexão sobre os problemas 
que existem hoje em nossa sociedade. Com efeito, há um isolamento acadêmico prejudicial por parte dos filósofos em que, no máximo, se 
desenvolve a história das ideias filosóficas, mas negligencia-se o próprio objeto do filosofar, ou seja: a análise concreta e situada da realidade 
atual. 
Palavras-chave: filosofia, Colômbia, sociedade, crise, academia, práxis. 
 
Abstract: Nowadays philosophy in Colombia has been plunged into a deep crisis reflected in the lack of reflection about the current problems 
in our society. In fact, there is a harmful academic isolation by philosophers in which history of philosophical ideas is developed, but neglecting 
the real object of philosophy: a situated and concrete analysis of current reality. 
Key words: philosophy, Colombia, society, crisis, academy, praxis. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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Introducción 
El título del presente escrito no pretende hacer otra cosa que enfatizar uno de los aspectos 
sintomatológicos en el cual se refleja el cúmulo de problemáticas que ha poseído históricamente 
nuestra sociedad y, sobre todo, la impotencia de sus miembros para reflexionar acertadamente sobre 
ellas y proponer posibles soluciones y alternativas que permitan a la comunidad la realización de su 
vocación de vida, esto es, su voluntad de vivir, esta es una categoría que no se aborda desde 
Schopenhauer ni tampoco desde la crítica que realiza la voluntad de poder Nietzscheana, sino desde 
la filosofía política latinoamericana. (Dussel 2011, 20). 
Con todo, es de aclarar que este ensayo no pretende sentenciar el fracaso de la filosofía en nuestro 
país sino evidenciar la crisis que atraviesa, puesto que a pesar de poder rescatar de la historia un 
discreto número de filósofos y sus postulados, es notoria la carencia que existe respecto del desarrollo 
en este ámbito y que configura así la ausencia de una filosofía colombiana que atienda de manera 
puntual al análisis de nuestra realidad. 
Para desarrollar el tema abarcaré tres estadios principales de la problemática en los que se 
establecen las rupturas dialógicas necesarias para un desarrollo adecuado de la filosofía, los cuales 
son: 
 
Primer estadio: ruptura de la relación universidad-sociedad 
La filosofía no ha sido un campo de estudio y disertación sobresaliente en nuestro país, para muestra 
de ello hemos de enfocarnos inicialmente en la academia, la cual debería llevar las banderas de su 
realización bajo el contexto soportado. Sin embargo, ha sucedido todo lo contrario. La apuesta de 
las universidades no se ha enfocado de modo alguno en la filosofía, a lo sumo se aborda la historia 
de la filosofía, la historia de las ideas y de los pensamientos, las reflexiones que distintos pensadores 
han realizado, pero lo filosófico en sí mismo no es contemplado siquiera de una manera distante, 
¿cuál es acaso el tema de la filosofía? “La filosofía no piensa la filosofía, cuando es realmente filosofía 
y no sofística o ideología. No piensa textos filosóficos, y si debe hacerlo es sólo como propedéutica 
pedagógica para instrumentarse con categorías interpretativas. La filosofía piensa lo no-filosófico: la 
realidad. Pero porque es reflexión sobre la propia realidad del filósofo parte de lo que ya es, de su 
propio mundo, de su sistema, de su espacialidad.” (Dussel 2011, 20) 
Sin embargo, dicha realidad es abandonada y sepultada bajo los distractores sofísticos posmodernos 
causando que el neófito en filosofía asuma una ruta de estudio casi escolástica con la cual 
probablemente jamás en su vida identificará y abordará un verdadero problema filosófico. He aquí 
el clímax del descaro institucional: estas universidades otorgan el título de “Filósofo” a sus graduados, 
en ese sentido se resalta la misma paradoja que supone el hecho de que una institución certifique a 
alguien como filósofo. “El hábito no hace al monje y el filósofo no es un título, es una forma necia de 
ser.” (Vallejo, 2009, cursivas propias), cuando en realidad el desarrollo de la Filosofía por parte de 
aquellos –no en su historia o en sus diálogos, sino en su praxis- se encuentra ausente. La evidencia de 
esto se encuentra en la sociedad: un país en conflicto como el nuestro requiere de manera urgente 
análisis filosóficos situados y concretos que permitan categorizar, desde sus experiencias, diferentes 
postulados que atiendan a las condiciones vigentes, pero la realidad es que carecemos de tales 
postulados. Las discusiones de los intelectuales se han centrado en los últimos hitos del lenguaje, en 
discusiones sobre el ejercicio hermenéutico en torno a los llamados “microrrelatos” y en las 
trivialidades que soporta la ¿lógica? posmoderna, desatendiendo inevitablemente la realidad en la 
que se encuentra inserta. 
 
 
 
 
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Lo anterior no presupone un accionar concerniente únicamente al ámbito señalado ya que 
precisamente eso es un comportamiento derivado de la escisión de la vida académica y la vida 
cotidiana, es decir, así como el policía que cuando porta su uniforme es “policía” pero cuando finaliza 
su turno laboral y se lo retira es sencillamente “ciudadano” sin armas, de igual manera se ha asumido 
el filósofo: cuando estoy escribiendo, cuando estoy en clase, cuando estoy en la academia me 
asumo como filósofo o estudiante de filosofía, pero cuando acaba la sesión sencillamente vuelvo a 
ser un “yo” aislado, esto es, una persona sin más que no tiene cosa alguna que aportar ya que no se 
encuentra dentro de su contexto académico (zona de confort). ¡Cuán grande es esta farsa! Se ha 
asumido a la filosofía como cualquier otra profesión, es más, se ha asumido como profesión: ¿Filósofo?, 
¿qué clase de profesión puede ser esa? Esto no es muestra más de que la mal llamada “filosofía” de 
nuestro país es una apuesta corrupta ya que se ha mercantilizado,se ha inscrito bajo reglas que no 
le corresponden, se ha reemplazado la vocación por la profesión. 
Pues bien, el ser filósofo sólo puede ser asumido de una manera holística, dicha vocación sólo puede 
ser referida en tanto que su accionar atraviesa los diversos campos a los cuales pertenece el sujeto: 
lo social, lo económico, lo político, lo moral, lo sentimental, lo familiar, lo personal, lo ético, etc. Por 
tanto, es profundamente ridículo asumir la figura de un “filósofo de a raticos”, puesto que el filósofo 
sólo puede ser asumido desde el ámbito de la totalidad y su accionar ha de ser consecuente con 
ello. 
Sin embargo, haciendo énfasis en lo ya mencionado, dicha consecuencia no se ve reflejada: el 
pretendido filósofo una vez se retira de su proyectado “campo de acción” y “retorna” a su 
cotidianidad, realiza juicios que no son fruto del uso de sus herramientas académicas aplicadas a la 
realidad, sino que son causados por el mero uso de su sentido común. De esta manera el presente 
actor cae en lo que Nietzsche llamó la corrupción por antonomasia de la razón: confundir la causa 
con el efecto (Nietzsche 2004, 51), a tal punto de realizar juicios a priori sin efectuar en todo caso un 
análisis profundo que escinda las causas de las consecuencias para identificar la raíz de los sucesos, 
puesto que si de algo se ha tratado la filosofía, incluso desde sus primeros tiempos, es del asombro del 
hombre ante el universo y de su esfuerzo por encontrar las explicaciones y las causas primeras 
(Aristóteles). Esto, atendiendo siempre a su contexto: en la antigüedad a su aspecto teológico-
ontológico, hoy en día la necesidad es invocada desde nuestras condiciones materiales e ideológicas 
que configuran la realidad vigente. 
Se puede afirmar, sin embargo, que estos errores son comprensibles: la configuración del currículo 
académico de las universidades ha establecido como punto de partida una cosmovisión 
eurocéntrica de lo filosófico a raíz de los postulados de la temporalidad y la “conceptualidad” que 
ha sido entendida como un postulado que se presenta de manera lógica pero que no es más que el 
esbozo ideológico inherente a la concreción del proyecto económico heredado de Europa: el 
capitalismo, que afirma lo que “es” en su proyecto de mundialización negando para tal fin cualquier 
espectro de alteridad o que represente algún peligro a la ejecución del proyecto neoliberal referido 
a: periferia-centro, materias primas-industrialización, explotados-explotadores; es decir, el proceso 
radica en estudiar los postulados en un orden cronológico para entender conceptos que nos 
permitan entender conceptos posteriores y dominar los diálogos filosóficos. El anterior es el más 
frecuente error orgánico de la academia colombiana y Latinoamericana. En efecto, dicho postulado 
sólo causa la introyección del prisma Europeo en los ojos latinoamericanos, por lo que el estudiante 
de filosofía se inmersa en los postulados de Parménides: lo que es, es, lo que no es, no es, reafirmando 
–sin saberlo, lo terrible es que sin saberlo- la experiencia europea de la invasión (mal llamada 
descubrimiento) en 1492, que transformó el “yo conquisto” de Colón en el “Yo pienso” de Descartes 
(el ego como fundamento) que analiza la realidad desde la totalidad que tiene como fundamento 
al ser, esto es, una filosofía de la identidad que cimienta en el neófito latinoamericano las bases para 
que aprenda a negarse a sí mismo, al afirmar una identidad que no le corresponde sino que es 
impuesta. 
 
 
 
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Este descuido causa la división entre los problemas materiales reales sociales (geopolíticos) y la 
discusión de categorías y pseudoproblemas filosóficos formales (Dussel, 2011) que toman su auge en 
Europa (y su recorrido transatlántico hasta Norteamérica) lo cual hace que no haya una reflexión seria 
de los problemas que afronta nuestro país. Cabe resaltar la advertencia del profesor Dussel: “al mismo 
tiempo, tan importante como saber elegir un tema es saber descalificar falsos problemas. La filosofía 
del centro nos da una amplia gama de falsos problemas, con sus tácticas de distracción, con sutileza, 
modas; parecieran a veces ser los bufones del sistema que lo entretienen; son admirados por sus 
ocurrencias, por sus juegos lógicos de prestidigitación” (Dussel 2011, 261) La no descalificación de 
estos falsos problemas hace que la academia asuma un camino y la realidad colombiana otro 
(ruptura de la relación universidad-sociedad). 
 
Segundo estadio: ruptura de la temporalidad. El proxenetismo filosófico 
El problema sigue atizándose, tanto así que en la actualidad la Filosofía no sólo no aporta lo que 
debería aportar, sino que contribuye a la prolongación del profundo estado inconsciente, 
ignominioso e individualista en el que se encuentra nuestra sociedad. Efectivamente, la Filosofía se ha 
tornado en la prostituta que cualquiera usa en cualquier momento para justificar cualquier capricho 
del pensamiento. El “portador” la utiliza a su conveniencia cuando lo desea invirtiendo la 
temporalidad del proceso, pues se supone que la reflexión filosófica nos ha de llevar a determinadas 
conclusiones. Sin embargo sucede lo contrario, las conclusiones existen a priori y con ellas buscamos 
postulados filosóficos que justifiquen a las mismas: si soy creyente, no busco la filosofía para cuestionar 
o dudar de la deidad o de la religión sino para reafirmarlos y encontrar acaso más argumentos que 
den tranquilidad a mi conciencia; si soy socialista dogmático no busco analizar la realidad desde ella 
misma sino que indago en quienes ya conozco de antemano que sustentan mi forma de pensar y 
sostienen mi postura; si soy un conformista y me gusta la vida que tengo y no poseo intención de 
ayudar a transformar la sociedad, justifico esta posición en el fin de la historia de Fukuyama asumiendo 
que ya nada se puede hacer y que lo mejor es adaptarse a la realidad y preocuparse por el desarrollo 
y el éxito individual; si soy ateo, o anarquista, o hippie, o racista, o nihilista, o existencialista, o cínico, 
entre otros, sucede lo mismo. Cada cual ya tiene sus “verdades” innegociables que no son producto 
de una reflexión filosófica, -ni de una praxis comprometida- sino de un estado de conciencia y 
vivencia dogmática en la cual oculto la profunda angustia de perder mi “identidad”, causando que 
la filosofía se degenere en ideología, pero en el mayor de los casos en dogma. Recordemos, pues, las 
palabras de Estanislao Zuleta: “DOGMA. Llamaremos así a toda convicción que haya llegado a ser 
para quien la posee –o la padece- una referencia de su propia identidad; algo que por lo tanto no 
puede ser perdido –por ejemplo, superado- sin que se abra inmediatamente la cuestión esencial de 
la angustia: ¿quién soy yo ahora que no pienso así, ahora que no creo en esto?” (Zuleta 2000, 17) 
No se trata entonces de despreciar las herramientas que otorgan diversos autores, ni de no perseguir 
los sueños propios o de crear una homogeneidad de pensamiento. De lo que se trata es de volver a 
lo filosófico propiamente dicho, de asumir con amor y responsabilidad esta ardua, incómoda, 
contestataria y conflictiva tarea, de encontrar las causas de las situaciones y de no confundirlas con 
sus consecuencias, de poder seguirnos maravillando ante el mundo, de usar los instrumentos que nos 
aportan otros pensadores, pero como eso, como simples instrumentos donde lo relevante radique 
siempre en la realidad, en mirar un poco más allá de la razón dominante; la función del filósofo en la 
sociedad es esa, no tanto dar respuestas y otorgar soluciones para todo sino fomentar las preguntas 
que lleven a las personas a ver lo que se esconde detrás del fenómeno y así entre todos dejar de 
reproducir la lógica imperante y comenzar a construir un pensamiento propio ysituado. 
 
 
 
 
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Tercer estadio: ruptura de la teoría y praxis. El filósofo ha muerto 
Ya lo anunciaba Marx en su vieja y conocida tesis sobre Feuerbach, “Los filósofos no han hecho más 
que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo.” (Marx 1970, 
57). Sin embargo, tal vez en aquel momento en que fue escrita, esta tesis no contaba aún con toda 
la densidad pragmática con la cual debe ser analizada hoy. 
La historia de la filosofía ha estado ligada tradicionalmente con la búsqueda del saber. El filósofo no 
fue aquel que buscaba conocer para hacer algo, todo lo contrario, buscaba saber por el solo hecho 
de desear saber. Bien lo refiere Aristóteles en su Metafísica: “Es obvio, pues, que no la buscamos por 
ninguna otra utilidad, sino que, al igual que un hombre libre es, decimos, aquel cuyo fin es él mismo y 
no otro, así también consideramos que ésta es la única ciencia libre: solamente ella es, efecto, su 
propio fin” (Aristóteles 1994, 77). 
Así pues, la misión del filósofo no fue distinta a la búsqueda mencionada. La Filosofía y la praxis no 
estuvieron necesariamente vinculadas. Sin embargo, bajo las actuales condiciones de existencia este 
paradigma debe ser abandonado inmediatamente: la agudización de las contradicciones sociales, 
hacen que la búsqueda del saber sea condicionada y limitada a las esferas impuestas por las élites 
dominantes. La búsqueda del saber es ahora, la búsqueda del “saber para ellos” no puede ser, de 
manera alguna, un saber libre. A la par de tal agudización, el pueblo, que carece cada vez más de 
una conciencia como cuerpo colectivo y se desvanece su solidez en escueta masa, requiere a gritos 
la intervención –no redención- del intelectual orgánico gramsciano. No obstante, hasta que el filósofo 
–en nuestro caso- no tome una posición real, situada y concreta, abandonando las modas 
intelectuales posmodernas para asumir una praxis comprometida, no podrá desarrollar los elementos 
teóricos necesarios para su desarrollo pleno como filósofo, puesto que “la teoría sigue a la praxis, no 
la anticipa. La “crítica” sigue al hambre, y justifica teóricamente la utopía del “desear comer”.” (Dussel 
1994, 247). En aquel momento de acción conjunta popular el filósofo empezará a ser verdaderamente 
filósofo, el filósofo empezará a ser, pues “sólo hay realidad en la acción”, postulaba (Sartre 2006, 47). 
Ahora, y después de las experiencias del siglo XX, el camino se torna aún más pedregoso. Somos 
herederos del supuesto fin de la historia y del crepúsculo de las utopías, no tanto por la descripción 
categórica que ha llegado a realizar un “pensador”, sino porque es lo que lamentablemente está 
inserto a diario en nuestras vivencias. La evolución del fenómeno ideológico es devastadora: aquellos 
pocos que se atreven a pensar su situación aceptan las ruinas sobre las que está cimentado el hoy 
como única realidad posible, como algo inherente no al ayer sino al mañana. Nos es más fácil 
imaginar el advenimiento de la catástrofe que un ligero cambio en el modo de producir y de 
interactuar material y espiritualmente con el mundo. Y los pocos que se atreven a desafiar el proyecto 
vigente lo hacen siendo esclavos del recuerdo. Si bien es cierto que Marx abrió un camino en el que 
la filosofía se realiza mediante la transformación de la realidad que efectúa el proletariado, dicho 
camino lo hizo fundamentado en su vigencia, en su materialidad práctica, pero hoy sólo vemos 
deambular a los espectros del ayer, a los que tornaron al marxismo en el suspiro de la criatura 
oprimida. ¡Basta de todo ello!, ¿dónde quedaron quienes se atrevían a soñar nuevos horizontes?, no 
es tiempo ya de solamente leer el viejo manifiesto, ¡hay que construir uno nuevo! 
El filósofo ha muerto, ha caído, la figura eterna del filósofo echado en el suelo observando las estrellas 
aislado de toda realidad ha desaparecido, su recuerdo es un recuerdo académico, nostálgico, sólo 
un paradigma obsoleto de las ideologías y sus herencias. Es necesario el nacimiento del filósofo social, 
del filósofo nuevo, la existencia de un filósofo vivo, situado en el contexto al que pertenece, con 
responsabilidad social, compromiso y ética. ¿Quiénes más pueden acaso transformar la infamia sino 
aquellos que son conscientes de ella? El filósofo ha muerto, ¡viva el hombre de praxis! 
 
 
 
 
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Referencias 
Aristóteles. 1994. Metafísica. Madrid. Editorial Gredos. Traducción de Tomás Calvo Martínez. 
 
Descartes, R. 2007. Meditaciones acerca de la filosofía primera, seguida de las objeciones y 
respuestas. Bogotá. Universidad Nacional de Colombia. 
 
Dussel, E. 2011. Filosofía de la Liberación. Bogotá. Fondo de Cultura Económica. 
 
Nietzsche, F. 2007. Cómo se filosofa a Martillazos. México, D.F. Grupo editorial Tomo. 
 
Marx, K., Engels, F. 1970. Ludwig Feuerbach y el fin de la filosofía clásica alemana. Moscú. Editorial 
progreso. 
 
Marquínez, G. 1986. ¿Qué es eso de… Filosofía Latinoamericana? –introducción al filosofar-. Bogotá. 
Editorial el Búho. 
 
Sartre, J.P. 2006. El existencialismo es un humanismo. México. Universidad Nacional Autónoma de 
México. Presentación de Bolívar Echeverría 
 
Vallejo, F. 2009. Discurso presentado el 24 de Septiembre de 2009 al recibir el doctorado honoris causa 
en la Universidad Nacional de Colombia. 
 
Zuleta, E. 2000. Elogio de la dificultad y otros ensayos. Bogotá. Fundación Estanislao Zuleta.