Una madre sabe. Oliver fue rechazado por su mamá y eso casi lo mata. Cuando mi amiga lo llevó a su casa, ella insistía en que su perra, que acababa de parir una camada, le permitió mamar. También le dio suero subcutáneo. Mi hija lo adopto cuando su condición fue estable.
Al final del año, ¡Su cartilla de salud tenía tanto contenido como el diccionario de la Real Academia Española! El pobre era atormentado por todo tipo de enfermedades extrañas – una de sus fosas nasales siempre estaba seca – se le hicieron varias placas de rayos X y se le practicaron varias operaciones exploratorias – ¿Quién se lo hubiera imaginado? Se le tuvieron que extraer varios órganos. Se le practicaron dos operaciones carísimas por sus ligamentos desgarrados (común en el caso de los pitbulls). Era intolerante a varias medicinas y alimentos, por lo que estuvo sujeto a dietas especiales.
Gracias a dios, mi hija lo amaba mas que a nada en este mundo y era lo suficientemente observadora como para hacer notar ciertos detalles cruciales a los veterinarios. Al final, un veterinario dijo que él era “especial.” Y me empecé a imaginar al perro tomando el autobús para niños especiales cada mañana.
Solía saltar a los autos de los desconocidos y una vez fue abatido por un gato – a pesar de que es un pitbull terrier americano de raza pura (si es que eso existe). Vivió casi trece años y no hay un solo día en el que no piense en él (después de todo, fue mi primer perro de raza grande).
Aceptémoslo – su madre sabia lo que le deparaba el futuro – no sabemos cómo lo supo – pero él no hubiera sobrevivido de no ser por todos los cuidados y devoción que recibió.
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Comportamento Organizacional
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