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embates contra la Modernidad, sufridos desde la post-guerra, no dejó de poner en cuestión a la manera de hacer una historia de la cultura. Si los f...

embates contra la Modernidad, sufridos desde la post-guerra, no dejó de poner en cuestión a la manera de hacer una historia de la cultura. Si los filósofos cuestionaban a los des pilares modernos, la Razón y el conocimiento empírico de la Realidad, la idea de un autor, de un genio creativo, tan cara a la Historia Cultural, no podía evitar ser cuestionado también. Asimismo, el Progreso, idea-motor de la Historia positivista, claudicaba ante las atrocidades que la ciencia había cometido en la 2ª Guerra Mundial. Sin idea de progresión, la graduación victoriana de las culturas humanas, la jerarquización hecha a medida de la cultura europea letrada, se desmoronó. Todos estos cambios afectaron a todas las disciplinas humanas y sociales. Por su parte, los historiadores, ante el desolador panorama postmoderno que se les abrió ante sus ojos debieron replantear su disciplina, acuñada por la Modernidad decimonónica, en un nuevo mundo y negociar hasta dónde estaban dispuestos a ceder en sus principios rectores. Situación agravada con la caída, en la década de 1980, de los grandes paradigmas de las Ciencias Humanas y Sociales, el estructuralismo, el funcionalismo y el marxismo. En este marco general, es conveniente ver a la Nueva Historia Cultural como un producto de aquella negociación, aún no saldada del todo, y debe lidiar, por ello, con unos porosos y lábiles límites que amenazan con disolver la especificidad de la Historia y objeto de estudio, o tal vez de una manera de hacer historia. La Historia Cultural Clásica. Para Peter Burke la Historia Cultural ―… no tiene esencia‖ (2000:15), por lo que si buscamos una definición deberíamos buscarla en su itinerario teórico e historiográfico. Por su parte, el propio concepto ―Cultura‖ no se ha aplicado universalmente en todas las tradiciones historiográficas europeas y su polisemia hace difícil rastrear su propio itinerario conceptual al interior de la Historia. Si bien Peter Burke ubica sus antecedentes más lejanos en el interés que los renacentistas de los siglos XV y XVI tuvieron por las ―historias‖ de la pintura, la arquitectura y la escultura, nosotros entendemos que una verdadera Historia Cultural, recién puede encontrarse en el siglo XVIII, época en la que por primera vez interesa la vinculación de la cultura, como un todo abarcador de múltiples facetas, con la sociedad que la posee. No obstante, no debemos olvidar que el concepto abstracto ―cultura‖ sólo era utilizado en algunas universidades alemanas que desarrollaban una Kulturgeschichte o Historia Cultural, prefiriendo los escritores franceses, como Voltaire, los de ―civilización‖ o ―espíritu humano‖. Mientras que durante el s. XIX cuando Culture o Kultur ya se utilizaba en Inglaterra y Alemania, en Francia se continuó hablando de civilización, respondiendo claramente a una tradición historiográfica independiente. A partir de este momento, para Burke, se inicia una época clásica de la Historia Cultural con obras como ―La cultura del Renacimiento de Italia‖ (Die Kultur der Renaissance in Italien o The civilization of the Renaissance in Italy) de Jacob Burckhardt; y ―El otoño de la Edad Media‖ (Herbst des Mittelalters) de Johan Huizinga. El clasicismo del periodo vendría dado tanto por el tenor de los historiadores que en él desarrollan su actividad, como así también por el interés de aquellos de estudiar ―obras maestras‖ para encontrar su canon común. Es conveniente recordar que, tanto Huizinga como Burckhardt fueron artistas aficionados y comenzaron sus obras con el fin de comprender mejor a determinados artistas. Sin embargo, se diferenciaban de los historiadores del arte, quienes desde Vasari plantearon un desarrollo lineal y progresivo de las Artes, al buscar los nexos entre las artes para comprender el espíritu de una época (Hegel). Por ello, definieron sus trabajos como Geistesgeschichte o ―historia del espíritu o la mente‖, equivalentes a una ―historia de la cultura‖, afirma Peter Burke. Estos autores expandieron el término de hermenéutica (interpretación), que sólo se refería a los textos, a objetos y acciones, sentando una importante base para la historia cultural futura. Asimismo, el desarrollo de la historia cultural durante éste periodo estuvo marcado fuertemente por las tradiciones historiográficas nacionales. Siguiendo a Roger Chartier se pueden reconocer una serie de tradiciones vinculadas con el concepto ―Historia Intelectual‖. En primer término, encontramos la tradición norteamericana que trabajaba con dos categorías; por un lado, la intellectual history, referida a un campo particular de investigación; y, por el otro, la history of ideas, en tanto disciplina específica. En segundo término, la tradición europea, libre de influencias trasatlánticas, se constituyó a través de tres corrientes nacionales. La tradición alemana habla de Geistesgeschichte, tratado anteriormente, mientras que en la italiana no se encuentra ninguna referencia a una Storia Intellecttuale. Por su parte, la tradición francesa desarrollo un utillaje conceptual independiente en el que la Histoire des idées no existe como noción o disciplina, si no que la corriente de los Annales generó un vocabulario propio. Por ejemplo, Historia de las mentalidades, Psicología histórica, Historia social de las ideas, Historia sociocultural, entre otras. Mas, todas, exceptuando a Annales, se caracterizaron por ocuparse de las producciones culturales fácilmente individualizables como ―obras maestras‖ de la pintura o la literatura. Todas ellas susceptibles de ser vinculadas con un autor y caracterizadas como la muestra más acabada de la ―Cultura‖ de una sociedad y época dadas. Éste aspecto fue el primero en recibir críticas por parte de los postulados posmodernos y las nuevas teorías de la Historia en la última parte del siglo XX. Los historiadores ingleses de línea marxistas le objetaron que el trabajo de la Historia Cultural clásica ignoraba a la sociedad, a la que daba poca importancia. En este sentido, Edward Thompson indicó que la cultura popular había sido ubicada en un vacío de significados, actitudes y valores, por lo que propuso y pugnó por situar las producciones culturales en su contexto material. A su vez, este abordaje teórico del pasado presuponía, según los marxistas, una unidad o consenso cultural, así se realiza una sinécdoque en el que el todo era representado por una parte, ―la obra maestra‖. En esa perspectiva unitaria, y si se quiere homogénea, ya que permitía identificar épocas y estilos, anidaba la visión hegeliana del Zeitgeist (espíritu), bajo la que se ocultaban las contradicciones sociales y culturales. Por su parte, la unidad cultural se basaba en la estabilidad generada a través de la tradición, entendida como legado de objetos, prácticas y valores que una generación traspasa a la siguiente. Para que la estabilidad estuviese garantizada la recepción de lo heredado debía ser pura e inmodificable; y sobre este aspecto recaerán las críticas de Warburg, planteando la imposibilidad de transmisiones puras, haciendo especial foco en aquellos componentes de la cultura que trasponen los siglos pero variando su uso. Las Mentalidades y la Nueva Historia Cultural. 1. La Posmodernidad o un mundo de cambios perpetuos. La posmodernidad posestructuralista que signó el último tercio del siglo XX se definió por negar y oponerse a todo aquello que había representado la modernidad, principalmente a la idea de certeza que se derivaba de un conocimiento pleno del mundo a través de la razón, y a todo lo que representaba una estabilidad o continuidad respecto de un pasado. Por ello, la certeza debía destruirse a través de la desaparición de sus dos pilares, la referencialidad, respecto de una realidad cognoscible externa al sujeto, y la idea de verdad. Tal negación de toda certeza y estabilidad estuvo acompañada por la decadencia de grandes interpretaciones del mundo y su historia: el marxismo, el estructuralismo antropológico y el existencialismo. Para los posestructuralistas el marxismo era una ideología que había ―… devorado a millones de personas…‖ (Breisach, 2009: 91); mientras que el existencialismo exultaba equivocadamente al individuo como el agente más importante de la vida; y, el estructuralismo se caracterizaba por la exaltación de lo permanente y rígido, aunque en ese sistema sólo hubiera un elemento metafísico que permanecía. La negación de todo aquello que se definiera por lo estático fue vista por los intelectuales tras el Mayo Francés como una defensa del status quo. El lenguaje fue el primer elemento que al relativizarse minó la referencialidad en lo que se ha denominado giró lingüístico o linguistic turn. Desde Saussure en adelante la palabra se entendió como una construcción arbitraria, una combinación entre un significante y un significado. Por ende, la lengua era vista

Esta pregunta también está en el material:

Los_Estudios_Culturales_en_Argentina_Mir
166 pag.

Ética e Cidadania Universidad Antonio NariñoUniversidad Antonio Nariño

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