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grupo de criaturas más o menos idénticas, excepto por el sexo si las especies son sexuadas. Todas pueden cruzarse con las otras, y producir descend...

grupo de criaturas más o menos idénticas, excepto por el sexo si las especies son sexuadas. Todas pueden cruzarse con las otras, y producir descendencia fértil. Todas están convenientemente localizadas en el mismo lugar, de modo que no hay escasez de oportunidades para cruzarse. Supongamos que por alguna razón este único grupo comienza a dividirse en dos o más tipos genéticamente diferentes. Entonces parece haber dos razones inmediatas por las que esta división no debería evolucionar en una división duradera de dos especies distintas, grupos que no se cruzan, por no hablar de dos grupos que no pueden producir descendencia fértil cuando se cruzan, dos especies distintas. Una razón es genética. En las etapas tempranas de la división, los dos tipos nuevos pueden cruzarse y no hay una barrera geográfica que los detenga. Porque los tipos nuevos son pequeños en número pero la población principal es grande, los apareamientos de los nuevos tipos serán casi siempre miembros de la población principal. Pero luego, los nuevos genes serán anegados por los existentes. De modo que tan pronto como un grupo comience a adquirir diferencias genéticas, esos cambios se extinguirán, ahogados en la piscina del gen principal, y el resultado recrea la composición genética de la especie original. Este es el problema del «flujo genético». Presenta una fuerza estabilizadora que mitiga los efectos de la especiación simpátrica. Otra objeción es evolutiva. Al menos uno de los nuevos tipos difiere de la población original. Para que este nuevo tipo evolucione, las criaturas de ese tipo deben ser más aptas que la población original. Pero si la pertenencia al nuevo tipo hace a alguna criatura en concreto más apta, entonces lo mismo debe aplicarse para todas las demás. De modo que, ¿por qué no cambian todas del mismo modo y de ese modo se quedan juntas como una única especie? Las especies podrían dejarse llevar, como un todo, pero no deberían dividirse. Ya he explicado por qué el concepto de «aptitud» necesita ser tratado con cuidado, pero el razonamiento esbozado se aplica para cualquier significado específico que esté vinculado al término. La apariencia es hermética. Por lo tanto, parece como si la especiación simpátrica fuese imposible. Y eso es lo que la mayoría de los biólogos pensaba hasta más o menos finales de la década pasada. Entonces una serie de modelos teóricos y observaciones, la mayoría en laboratorios, pero de vez en cuando en la naturaleza, hicieron que algunos se replanteasen la cuestión. Y ha resultado que los razonamientos en contra de la especiación simpátrica no son tan sólidos como parecían. De acuerdo, algo tiene que parar el flujo genético de volver a unir a la división en ciernes antes de que realmente se lleve a cabo. Pero el aislamiento geográfico, como en el caso alopátrico, no es la única posibilidad. No es necesario para los organismos que se les impida físicamente cruzarse. Es suficiente que, por alguna razón, no lo hagan. Un caso que hay que tener en cuenta es el del elefante africano (digo «el», pero ya verás cómo se desarrolla la historia). Cuando estaba en el colegio, nos enseñaron que había dos especies de elefante, el africano y el asiático. Casi todos los taxonomistas estaban de acuerdo con eso, pero durante un siglo más o menos, unos pocos inconformistas se siguieron haciendo preguntas sobre los elefantes de los bosques y la sabana en África. Ningún elefante podía considerarse una sílfide, pero los elefantes de los bosques eran considerablemente menos voluminosos que los de la sabana, y hay otras diferencias en lo que se refiere al comportamiento que sugerían a estos taxonomistas que en realidad debían de ser dos especies de elefante africano: los del bosque y los de la sabana. Es un sinsentido, decía el resto, los bosques están pegados a las sabanas, así que los elefantes en los bosques pueden cruzarse con los de la planicie y el flujo genético hará el resto. Quizá sean dos subespecies distintas, pero no pueden ser especies diferentes. La discusión se alargó todo un siglo, sin llegar a ninguna conclusión. Entonces, en 2001, Science informó que un sistema de identificación de ADN, establecido para seguir el rastro del marfil obtenido por caza furtiva, demostraba que los elefantes africanos constituían dos especies diferentes. Los investigadores estaban esperando ligeras variaciones entre la genética del elefante del bosque y el de la sabana, consistentes con el hecho de ser subespecies, pero las diferencias entre los elefantes del bosque y de la sabana eran mayores de lo esperado. Las pruebas del ADN mostraban que las especies se separaron hace alrededor de 2,5 millones de años. De hecho, la diferencia genética entre los elefantes del bosque africano y los de la sabana es el 58% de la que hay entre cualquiera de ellos y el elefante indio. De modo que ahora la mayoría de los taxonomistas aceptan que hay dos especies de elefantes en África: el elefante del bosque Loxodonta cyclotis y el elefante de la sabana (o monte), L. africana. Entonces, ¿por qué el flujo genético no volvió a unir a las poblaciones en una única especie? Aunque los bosques son colindantes con la sabana y es cierto que los elefantes del bosque pueden aparearse con los de la planicie, raramente lo hacen. Una razón es obvia: no tienen demasiadas oportunidades. Una hembra y un macho deben encontrarse accidentalmente en los límites del bosque justo cuando ambos están listos para aparearse, lo que en los elefantes es una porción de tiempo bastante pequeña. Incluso si se las arreglan, a ella tiene que gustarle él, y con frecuencia no le gusta. De modo que aunque las zonas geográficas se superpongan, o al menos estén contiguas, el flujo genético no vuelve a unir a las dos especies. Algunos taxonomistas alegan que la historia del elefante africano es todavía una especiación alopátrica, de hecho, el límite del bosque actúa como una frontera geográfica. Pero mientras alegaban que había tan solo una especie gracias al flujo genético inter

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