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El Teatro de Quevedo 
(Conferencia pronunciada en el Colegio Mayor Santa. Teresa 
de Jesús, de la Universidad de M atirid, el 25 de abril de1 I945.J 
N o un sol que muere y se apaga, sino un sol que nace y 
resplandece, es lo que, en buen discursar debe festejarse; pero, 
tratándose de los varones insignes que decoran la patria, toda 
ocasión es buena .para recordarlos y enaltecerlos. 
El gran español D. Francisco de Quevedo y Villegas falle-
ció, cristianamente, en Villanueva de los Infantes el 8 de sep-
tiembre de -1645. La España culta, y quisiéramos que toda Es-
paña, se dis¡;>one a solemnizar este centenario con varios actos 
conmemorativos. Correspóndale al Colegio Mayor de Santa Te-
resa la honra de organizar el primero, siquiera sea con la mo-
destia que le inflige mi intervención en él. 
I 
GENERALIDADES. 
QUEVEDO, AUTOR DRAMÁTICO.-'SÍempre ejerciÓ el teatro fas-
cinadora atracción sobre la gente de letras. Los éxitos del no-
velista, del lírico o del épico, son remotos e invisibles; el del 
dramático es tangente y. presenciable, y en ninguna otra forma 
logra el poeta gozar más directamente los · halagos del triunfo 
42 BOLETÍN PE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA 
ni el homenaje del aplauso, pues, t:omo dijo Cervantes (Adjunta 
al Parnaso) , "es cosa de grandísimo gusto y de no menos jm-
portancia ver salir mucha gente de la comedia, todos contentos, 
y estar el poeta que la compuso, a la puerta del teatro, recibiendo 
el parabién de todos". 
No supo sustraerse a esta fascinación D. Francisco de Que-
vedo, y a escribir para la ·escena dedicó algunos de los breves 
? 
ocios que su ajetreado vivir pudo consentirle. Porque con ser 
Quevedo alta y principal figura de nuestra historia literaria y 
con ser tan copiosos y 'excelentes los frutos de su pluma, no 
puede enjuiciársele como a un escritor de oficio. 
Dotóle el cielo de inteligencia prócer, memoria felicísima 
e ingenio extraordinario; allególes él erudición inmensa, gran-
jeada por continuo estudio. Comía leyendo, tenía en la cámara 
una mesilla de ruedas, con libros y yesca, para acercar al lecho, y 
en los viajes llevaba, acomodados en. bizazas, cerca de cien peque-
ños volúmenes. Más de cinco mil llegó a juntar en su aposento, 
cifra considerable en sus días y en persona tan poco sedentaria y 
que le acredita de lector y estudioso. Latín, griego, hebreo, fran-
cés (caso raro entonces en Castilla), portugués, italiano (versifi-
caba en ambos fácilmente), historia, humanidades, leyes, moral, 
filosofía, patrística, escritura, teología, en que fué maestro, nada 
bastó a sus afanes insaciables. 
Es un sabio, un pensador, un político, que encauza las luces 
de su mentalidad poderosa . a las más severas ·especulaciones. La 
política, en la mejor acepción de . la palabra, absorbe su vida y 
sus actividades. Por ella viaja, por ella escribe, por ella lucha, 
por ella evacua comisiones y de~empeña embajadas y por ella 
sufre persecuciones, cárceles . y trabajos, resultando, a la vez, 
un gran escritor y un gran patriota. Como Vitoria, Suárez, Ma-
riana, Nieremberg, Navarrete, Saavedra Fajardo y tantos ilus-
tres escritores, preocúpase de la realidad y de los problemas 
vivos de la patria, siempre predilectos a los buenos y más en-
tonces, cuando la vida del mundo era la vida de España. 
Quevedo literato es un regajo de Quevedo político, que es-
cribe a vuela pluma, y como a hurtadillas, en las horas de eno-
joso insomnio o en la forzosa ociosidad de las jornadas. Y, sin 
· embargo, todos los temples vibran en sus obras. En prosa, d·esde 
EL TEATRO DE QUEVEDO 
la ascética elevación de La cuna, y la sepultura hasta el desenfa-
do picaresco de las Pnnnáticas contra las cotorreras; en verso, 
desde la épica grandeza de sonetos lapidarios a la jocosa garru-
lería de las letrillas burlescas. Son sus poesías descansaderos 
de meditaciones y otras tareas, y las festivas, desahogos del 
ingenio, como fugaces nubecillas de vapor exudadas de un ma-
traz puesto al fuego. Por eso las tuvo en poco, con ser tan 
.admirables y por todos siempre aplaudidas. 
Así el teatro. Labor briosa pero atropellada, sin preparación 
ni lima; obrillas chispeantes, sí, por ser suyas, pero escritas de 
una vez, sin tachones, y de seguro a Jo que saliere. Este carácter 
<le improv:isación es común a casi todos los autores de su época, 
que es la de creación en la poesía dramática, época hervorosa de 
los aciertos y de las caídas; el plan, la corrección, el pulimento, 
vienen después, en el tranquilo tiempo de la imitación, en la 
segunda mitad del siglo XVII. 
Por otra parte, debió de faltar espontaneidad a ü .... .:ha de su 
-obra de teatro. Dos comedias perdidas sabemos que fueron im-
provisadas por requerimiento de magnates; de encargo fueron 
también las loas, y una con asunto forzado. Otras piezas lo 
s erían igualmente, y las obras que así se componen carecen de 
la frescura y adorno que infunde la inspiración y rinde la com-
p lacencia. 
Sea como quiera, todos los temas característicos del gran 
polígrafo se reflejan en sus obras dramáticas. La de mayor 
extensión es política y en serio, según .cumple a quien de la 
política había hecho oficio y principal estudio. En las menores, 
siempre satíricas, asoman las facecias contra el matrimonio y 
-contra las mujeres: suegras, viejas, coquetas, malcasadillas, bus-
conas, pedigüeñas, etc.; contra los médicos, venteros, corchetes, 
escribanos, barbilindos, vanidosos, capigorrones, etc.; contra los 
culteranos y contra la fauna sombría de mendigos, daifas, rufia-
nes, jaques, espadachines, galeotes, ladrones y asesinos pobladores 
de esas estampas patibularias e infrapicarescas que el autor gus-
taba grabar, a veces crudas, como al aguafuerte. 
Error sería, pues, considerar a Quevedo como un verdadero 
autor dramático, al modo de Lope, de V élez o de Tirso. Ni es-
cribió bastante para ello, ni , acaso, a ello se prestasen su vena 
44 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA 
poco lír!ca y su intención siempre en sátira. Tuvo, como Lucia-
no, propensióil a los témas fantásticos y simbólicos y gustó, 
como Séne.ca, de la concisión y profundidad de la frase; sacri-
ficando a lo mejor lo claro por lo nuévo, y estas cualidades de 
sus dechados preferidos no son muy apropiadas a la escena. 
Por eso luce más en los géneros menores, libres y jov~ales, y 
más tolerantes a lo quimérico y al concepto, a la mordacidad y 
al chiste, que la imitatoria naturalidad de las farsas serias. 
QuEVEDO Y LA COMEDIA.-Aunque de poesía dramática dejó 
escrito, no fué para tratar como pragmático, sino más bien romo 
censor' de ella. Su natural satírico le inclinaba a señalar defec-
tos, mas aquí, como en todo, bueno será rebajar lo exagerado 
y lo debido al regodeo. 
Preocupóse del teatro clásico hasta acometer la traducción 
de algunas tragedias griegas y latinas, que no llegaron a térmi-
no, y comentó en sus lecturas los Meneemos, la M os~elleria. y el 
Trinum:o, de Plauto, y el Eunuco, de Terencio (Aut. Esp., .U, 
so6 y 507). Muéstrase instruído en la historia del entonces cre-
ciente teatro español, de que nombra algunas producciones (pró-
logo a la Eufrosina, Aut. Esp., II, 492), y de refilón, y siempre 
en broma, espolvoreó sus gracias sobre casi todos los géneros 
dramáticos del tiempo, apelando sobre los detalles que más l,e 
afectaban. 
Componer ootos sacrmnentales entiende que es dar que decir 
a Satanás, pedir el alma, lldver ángeles a pura nube y dejar a 
Plutón sin ánima, que todas se las lleva el Buen Pastor '(Entro-
metido, Aut. Esp., 372). Censura que siempre ·entre el diablo 
con gran brío, hablando a gritos, metiendo bulla y saliendo como 
cohete, mientras ·Cristo calle, aunque más puede, y burla que, 
pues los autores pueden decir Padre Eterno, no digan Padre 
Eterna!, ni Satán, sino Satanás (Visita de los chistes, Aut. 
Esp., 346). 
Acusa a las loas de llamar, sin remedio, "senado" al audito-
rio y de poca variedad en los argumentos, trayendo al caso con 
enojosa persistencia la ya manida nave destrozada quese acoge 
a puerto (Buscó1t, Aut. Esp., 523). 
Parécele que escribir comedias no es más ni menos que 
EL TEATRO DE QUEVEDo 45 
gastar doce pliegos de papel de entradas y salidas para casar 
un lacayo sin amonestaciones (Entrometido, Aut. Esp., 372). 
Tilda los tranquillos y batilogias recibidos, como que todos los 
lacayos sean cobardes y hambrientos todos los graciosos y que 
las dotes hagan el enredo. Si un vasallo se arrodilla ante el rey, 
dice: "Dame esos pies", y el rey responde: "Los brazos será 
mejor", y la razón seri responder: "¿Con qué andaré yo des-
pués?". Que se mire por Ia honra de las infantas al fin de las 
comedías, que no ·se hagan sus trazas con bandos y papeles y, 
sobre todo, que no terminen siempre en casamiento, cosa peor 
que los palos de los ·entremeses, "porque son palos y mujer" 
(Visita de los chistes, Aut. Esp., 346). 
- Critica las comedias de santos con sus árirmas del Purgatorio 
y sus demonios ridículos, haciendo bu, bu al salir y ri,; ri al 
entrar, y los disparates en que caían los autores, buscando no-
vedad, como el Arca de Noé, del poeta de Majalahonda, que 
toda se hacía entre animales (Busc6n, Aut. Esp., 501-524), anti-
. cipándose a Chanteclai1· y otras semejantes. Menciona la come-
dia de San Alejo, probablemente la de Juan López de Ubeda, 
incluida en su Cancionero (Alcalá, 1579), pues no será la del 
P. Calleja, ms. de la Biblioteca Nacional, ni menos la de Mo-
reto, compuesta en fecha muy posterior. Cita también Ta imagi-
naria de Nuestra Setiiora, del Rosario, si es que no quiera refe-
rirse a la desconocida de D. Pedro Herrero o a alguno de los 
autos anónimos que con ese título · se guardan manuscritos en 
la Nacional. Con todo, reconoce que hay comedias buenas (Idem) . 
Deshonrar mujeres, afrentar maridos, tachar costumbres,en-
tretener con la malicia, viene a ser el objeto de los entremeses 
(Visita. de los chistes, Aut. Esp., 346), a quienes debe, empero, 
desagraviarse, pues todos les dan de palos. Verdad que alguna 
vez acaban "en barbería, guitarricos y cántico", o séanse en 
música; que es peor (Entrometido, Aut. Esp., 373). Suplica 
dejen de terminar en palos y los tiene por cosa de monas (Bus-
cón, Aut. Esp., sor). En la Perinola (Aut. Esp., 467) cita el 
entremés del Hablador, pero sin expresar cuyo sea. 
Y a en serio, aprueba la función didáctica o moralizadora de 
la comedia, ensalzando. "por el estilo, dulzura, afectos y se~ten­
cias" las de Lope de Vega, "cuyo nombre ha sido universal-
4Ó BOLETÍN ;DE LA REAL ACADEMIA ESPA ÑOLA 
merite proberbio de todo lo bueno" ( Aprob. de lc.s Rimas di? 
Burguillos, Aut. Esp., Il, 498), como "de muy honesta ense-
ñanza y _otros tantos ejemplos elegantes y entretenidos para la 
advertencia moral" ( Aprob. de la veinte y un<J, par te, Aut. Esp., 
II, 500) y "de espanto por el número demasiado para un siglo 
de ingenios, cuanto más para uno sólo" (Pról. a la Eufrosina, 
Aut. E sp., II, 492). 
Y en la práctica a ellas se acomoda, aceptando el sistema 
lopesco, ya triunfante, como en el teatro menor sigue los derro-
teros marcados por Quiñones de Benavente, no sin cierta ori-
ginalidad. 
Relacionado Quevedo con la mayoría de los escritores de 
su tiempo, también lo estuvo con varios ingenios dramáticos o 
"poetas cómicos", según entonces les llamaban. 
Todos los autores, dice, saben guineo "en volviendo las r, l, 
y al contrario, como Francisco,· Flancisco" (Libro de todas lw 
cosas, Aut. Esp ., 480). Quevedo los mete humorísticamente en 
el infierno, mas no entre los otros condenados, sino entre los 
procuradores, "por ser oficio de ambos hacer marañas" ( Alguar 
cil alguacilado, Aut. Esp. , 304). Encocóranle los farsantes poe-
tas, lamentando su excesivo número, así de directores como de 
cómicos simples. Asevera que zurcían sus obras con retazos de 
las que representaban y también de las hurtadas cuando se la s 
venían a leer los autores, pues no existió recitante capaz de 
hacer una copla de otro modo (Buscón, Aut. Esp., 524). ¿Qué 
diría Andrés de Claramonte? 
Mas también rconoce cómo a Lope "siguen dichosamente 
muchos que hoy es-criben este entretenimiento decente" (Pról. a 
la Eufrosina, Aut. Esp., II, 492). 
Elogiáronle Cervantes, Montalbán, Claramonte y, sobre todos, 
Lope en diversas ocasiones. Correspondió el polígrafo aproban-
do las Rimas del licenciado Tomé de Burguillos (Madrid, 1634) 
y la V.l?inte y u1w. parte verdad,era de las convedias del F énix 
de EspGJí a (Madrid, 1635), mantuvo con él correspo~dencia 
epistolar y le aludió y nombró en vad os pasajes, jugando en 
uno con su nombre: "Lope de Vergas" (E l N iiío y Peralvillo 
de Madrid). 
Lo mi smo y en cl mismo lugar jugó con el de Mira cí..:: 
EL TEATRO DE QUEVEDO 41 
Mescua ("Mira de Mosca"), y en el Buscón cita otra vez a Lope 
y al doctor Fray Alonso Ramón, mercedario. 
Dirigió una chria,, o alabanza retórica, a El buen 1·epúblico 
(Salamanca, I6II), de Agustín de Rojas Villandrando, cómico 
y poeta, y una carta a los lectores de la comedia Eufrosina, tra-
ducida de lengua portuguesa en castellana por el capitán D. Fer-
nando de Ballesteros y Saavedra (Madrid, 1631). 
Estrecba amistad sostuvo, hasta la colaboración, con el cor-
tesano poeta don Antonio Hurtado de Mendoza, "el discreto 
de Palacio", y con Mateo Montero, también vate palatino, en 
com¡:ianía del cual formó en la comitiva regia de la .viajata a 
Andalucía de 1624. 
En cambio figuró entre los adversarios del corcovado D. Juan 
Ruiz de Alarcón, cuyo infeliz Anticristo memora en el entremés 
de El Niño, y profesó implacable saña al bondadoso Juan Pérez 
de Montalbán, contra quien disparó la Perinola, denostándole 
con rigor, injusto. 
QuEVEDO Y LOS BAILEs.- Numerosas danzas y bailes se usa-
ban en el siglo XVII. 1¡>ero no era lo mismo danzar que bailar. 
La danza grave, solemne, mesurada; el baile vivo, espontáneo, 
ruidoso. La danza era aristocrática, adecuada a palacios y sa-
raos; el baile, popular, apropiado a la calle y al teatro. Había 
rígida etiqueta de danzar; el baile gozaba de mayor holgura 
consintiendo la interpretación de los bailarines. En las bodas 
reales de Valencia (1599), cuando Felipe III danzó con su es-
posa, el Archiduque Alberto los contempló de pie y descubierto, 
cortesía devuelta por el Rey cuando el Archiduque danzó con 
su novia, la Infanta Clara Eugenia. Al bailar en los teatros la 
Chacona, rebullía la "cazuela" y los "mósqueteros" vitoreaban 
descompuestos. Por estos y otros escándalos fueron los bailes 
varias veces prohibidos. 
Muchos escritores aluden a ellos y a las danzas, pero nin-
guno los describe con detalle. Aunque Quevedo fuese cojo, se-
interesó por las gracias de Tersícore, y es quien mayor número 
de ellas enumera. Cúpole · presenciar cómo estos bailes bullan-
gueros iban reemplazando a las sesudas danzas, y a lamentarlo, 
BOLETÍN íDE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA 
en . broma, dedicó un romance (Aut. Esp., 215), achacando la 
culpa al tiempo: 
Las fiestas y los saraos 
nos los trueca en mojigangas 
y lo que entonces fué culpa 
hoy nos lo vende por gracia. 
Los maestros de danzar, 
con sus calzas atacadas, 
yacen por esos rincones 
dirigiendo telarañas. 
De estas danzas arrinconadas menciona Alta., Baja, Cahallero, 
H a.cha, Pall!ana., Peso, Pie de Gibao. Bailes cita muchos y" hasta 
personifica algunos en E l entrometido,· Lá duetña y el soplón, La. · 
ropwejera, La-s sacadoras, l,(ls valientes y Las cortes de los 
ba,iles. He aquí su lista: 
¡Ay, ay, a)'!, Barrabás, Botica,rio, Bra:vos, Ca.narrio, Capona, 
Carrasca,, C atrretería, Conde Clatros, C orruja,, Chacona, Ejecutor 
de la vara, Escm:ramán, Gatatumba, Golo1uirón, Guiriguirigay, 
Hurruá, Juan jvfalliz, Jua.n Redondo, Maldegollada~ Mariatnilla, 
Ma.rigarrulleta., jVfiguel de Silva, Na.queracuza, Perico, Perinola, 
Pir01lda, Polvillo, RastrOj Rastrojo, Ronquillo, Santurde, Segui-
dillas, Sonsacona.s, Tabaco, Tengue tengue, Tt4o, Va.quería,, Vi-
lla-no, Zwnba.palo y Zarabanda .. 
De muchos solamente conocernos el nombre; algunos sonfamosos, como la Chacona, Escarramán, el Villano y, sobre 
todos, la escandalos·a Zarabanda. 
Abomina nuestro autor las. letras de estos bailes, cantadas 
por los pinches y mozas de fregadero, suponiéndoles inventadas 
por el "Poeta de los pícaros", a quien, por su invención, mete 
en el infierno, pues nadie estará en él con 'tanta ni tan sucia 
causa (El entrometido, Aut. Esp., I, 371). 
QuEVEDO Y LA FARÁNDPLA.-Como era habitual en los escri-
. tares de entonces, tuvo Quevedo trato con cómicos y cómicas. 
Siempre humorista, plañe la triste suerte de los "faranduleros 
miserables de bululú" (recitantes sueltos), que coloca enracima-
dos en el infierno, asentando de paso que si ellos mismos no se 
EL TEATRO DE QUEVEDO 49 
fuesen allá "los diablos no irían .POr ellos" (Las zahurdos de 
Plutón, Aut. Esp., JII). 
En· el Buscón (Aut. E~p., 523) alude a la alegre y bulliciosa 
vida de la farándula; a los viajes de las compañías cómicas que 
iban por las ciudades viajando -en carromatos, hombres y mu-
jeres promiscuos; a los oficios acumulados por excusar gastos, 
~omo aquella bailarina "que también hacía las reinas y papeles 
graves de la· comedia"; y a la transitoria prosperidad de los 
~'autores", que solía acabar en la cárcel, ejecutados por deudas. 
Habla allí de las astucias de los empresarios para sonsacarse 
los buenos cómicos unos a otros, y de la habilidad y gracia de 
algunas faranduleras, hermosas pero no esquivas, punzando la 
-interesada complacencia de sus cónyuges. 
Tal vez con esta compañía, que no era de la legua, intente 
recordar la de Baltasar Pinedo, nombrado en la novela, reci-
tante famoso y acomodado que ensalza Lope, de quien estrenó 
alg.unas comedias, y que representó en-varios pueblos de España, 
entre ellos Toledo, como el "autor" de Pablos, donde trabajó 
-en 1004 y I613, por lo menos. - · 
El buscón reprende los gestos de Pinedo, mas aprueba "el 
reposo natural de Sánchez", que será Jerónimo Sánchez, ·casado 
·con la célebre actriz María de los Angeles, que también fué 
poetisa. Dignábase llamar "bonico" a Morales; Pedro de Mo-
rales, el amigo de Cervantes, según Fernández Guerra ; pero 
-debe ser el famoso Juan de Morales Medrano, que tuvo aquel 
.apodo. 
Saca Quevedo en el lindo entremés de La venta toda la 
·compañía de Guevara, tal vez por justificar -el chiste que luego 
hace la moza mesonera, pues no hay recuerdo de ningún direc-
tor o empresario de ese nombre ·en aquellas fechas. El célebre 
gracioso Juan Bezón, hermano de Rojas Zorrilla, sale a escena 
en El caballero de la tenaz.a, y en El niño se recuerda la aven-
tura del actor Diego Vallejo en el estreno del Anticristo, cuando 
-se negó a volar por la cuerda, haciéndolo por él Luisa de Ro-
bles, diestramente. Al suceso dedicó· nuestro poeta unas ·redon-
-dillas sueltas copiadas en el ms. de Gallardo, 108 de la Bibliotec~ 
de Menéndez Pelayo, e. impresas por Astrana Marín (Obras 
.de Quevedo, versos, u7). 
4 
50 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA 
Dos veces habló D. Francisco del célebre matrimonio escé-
nico Juan de Morales y Jusepa Vaca, cuya ~ompañía representó, 
por lo visto, el entremés de Las cortes de los bailes. Al final de 
éste consta breve pero rotunda afirmación de la dignidad del 
marido y de la virtud de su bella y murmurada esposa. Mas,_ 
años adelante, mudó de parecer, o ellos de conducta, pues la 
pluma satírica escribió un diálogo mordaz acusándoles de prac-
ticar en la madurez lo que en el verdor de la edád no habían, 
querido. Imprimió el diálogo Artigas tomándolo del ros. de Ga-
llardo, en la Biblioteca de Santander '(Teatro inédito de Que-
vedo, Madrid, .1927). 
También alude a la famosa Jerónima de Burgos, "la señora . 
Gerarda" de Lope, que declamó las dos loas quevedescas, y-
por nuestro autor conocemos el alias de la Roma, que le aaban .. 
A María de Córdoba, farsante insigne, conocida con el nom-
bre de "Amarilis", dedicó Quevedo un ingenioso romance (Aut. 
Esp., 69), que es entusiástico elogio -y contraste con los flechazos. 
disparados por Villamediana a esta acttiz que tanto rastro dejó--
de sí ·en nuestras letras, por su hermosura, encomiada por .los. 
poetas y por su arte encomiado por Caramuel. Posiblemente, los. 
respetos al Duque de Osuna, galanteador de la histrionisa, 
según dicen, contuvieron las zumbas del señor de la Torre de-
Juan Abad. Su entremés El zurdo alarncemlor fué representado-
por la .compañía de Andrés de la Vega, esposo de "Amarilis". 
CAUDAL DRAMÁTICO DE QUEVEDO.- En ple~o día y casi al 
aire libre se representó nuestro teatro clásico en los llamados'. 
"corrales", por serlo frecuenteménte, y en patios entre casas, en 
las poblaciones. Solía comenzar el espectáculo a las dos en- el 
invierno y a las cuatro en el verano, ocupando dos horas o dos. 
horas y media de la tarde. En tiempo de Quevedo comenzaba 
por un tono tañido por los músicos con guitarras, vihuelas y-
arpa; detrás iba la loa; después la primera jornada de la come-
dia; luego el entremés; a continuación la · segunda jornada; en· 
pos el baile, y, por fin, la tercera jornada, todo seguido, pues. 
no se conocían los entreactos: Más tarde dióse término con la 
mojiganga o con el fin de f iesta, el cual,-tras· sucesivas ttansfor-
EL TEATRO DE QUEVEDo 51 
maciones, vino a hacerse sainete, único género menor supervi-
viente hasta nuestra época. 
Todos los usados en la suya cultivó Quevedo y en todos 
dejó muestras de su ingenio incomparable. Varias son conocidas 
hace mucho, otras allegó la erudición moderna ; quiera el des-
tino que los futuros gocen las que hoy desconocemos. Mas no 
todo lo escrito se conserva, antes ha desaparecido buena parte. 
La manera como los antiguos entendían la propiedad lite-
raria favoreció estas pérdidas. Sabido es que los poetas ven-
dían sus obras a los "autores" o empresarios de las compañías 
que las representaban, quienes resistían imprimirlas por con-
servar la exclusiva. Manuscritas rodaban por la farándula, en 
copias cada vez más mendaces, y las que se gastaban ante el 
· público solían destruirse, y cuando no, eran refundidas o ama-
ñadas por los mismos cómicos, varíos de los cuales fueron 
poetastros, cuyo· menguado oficio conocía muy bien y afeó en 
el Buscón (Aut. Esp., 523) Quevedo. 
Las más afortunadas venían a parar en algún librero que 
las daba a luz, ora sueltas, ora en tomos facticios de Partes 
de comedias (doce, generalmente), hoy de mucha rareza. Son 
poquísimos los autores españoles que editaron en persona sus 
obras dramáticas, y esto explica las atribuciones caprichosas, las 
lagunas y los yerros de que aparecen plagadas. 
Además, tuvief9n los teatros grandes enemigos. Los mora-: 
listas cla~aron en contra, consiguiendo cerrarlos varias veces, 
y desde el púlpito excitaron a los fieles a la · destrucción de las 
comedias, para quienes solía ser .funesta la cuaresma. Distin-
guiéronse en esta campaña los jesuítas, que aspiraban a suplan-
tar con obras morales; representadas en sus colegios, las mera-
mente literarias de los corrales. Todavía hemos presenciado, 
hace años, un verdadero auto de fe de obras de teatro, qubma-
das en público, después de una misión jesuítica, en cierta ciudad 
universitaria. 
Tales motivos causaron la escasez de estas producciones, 
que viene a resultar el género menos abundante en las bibli~­
tecas y el más raro en l9s mercados bibliográficos, de suerte que, 
con ser todavía mucho lo conservado, superior a lo de ninguna 
BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA 
otra nación del mundo, no es sino pequeño resto de lo escrito 
por nuestros clásicos. 
A estas causas generales se añaden otras en el caso de Que-
vedo. De 'mano en mano corrieron los versos que compuso, 
siendo buscadísimos por todos y por todos celebrados y aduci-
dos de memoria en corrillos y tertulias ; mas pocos se impri-
mieron en sus días y ninguno por él mismo. Fuéronlo póstumos, 
bajo la escasa atención d~ su sobrino D. Pedro Alderete (1670) 
y antes (1648) por la cuidadosa en demasía de su amigo el 
humanista don JusepeAntonio González de Salas, traductor de 
Aristóteles, hombre erudito, pero escritor estrafalario, que se 
atrevió a corregirlos y a enmendarlos, adjudicándoles títulos 
apriorísticos y con frecuencia impropios. Mas sólo en la parte 
mínima que pudo hallarse entre los curiosos, y después hallán-
dose ha seguido, porque la mayoría de las poesías de Quevedo 
se extraviaron a la hora de su muerte. "Sumo dolor causa el 
referirlo, plañe Salas (Aut. Esp., III, 348) ; no fué de veinte 
partes una lo que se salvó de aquellos ~ersos". 
Una· loa por lo menos, aunque sin darle este nombre, incluyó 
González de Salas en El Parnaso e.spañol (Madrid, 1648) y 
otra loa allegó D. Florencia Janer, desconociendo su carácter 
(Poesías de Quev.edo1 Aut. Esp., 497); siete bailes publicó Sa-
las en el Parnaso español (r648), y otros tres que no lo parecen; 
un entremés se halla en las colecciones del siglo xvn, amén de 
los apócrifos; cuatro más imprimió don Pedro Alderete en Las 
tres musas últimas castellanms (Madrid, 1670) y otros cuatro 
Astrana Marín en las Obras comple•ta.s de Qu.evedo (Madrid, 
1932), y una comedia y un acto de otra dió a la estampa don 
Miguel Artigas en el .Tea.tro inéáito de Quevedo (Madrid, 1932). 
A esto, pues, se reduce el catálogo dramático de nuestro 
autor, en lo que tenemos por seguro, si bien más escritos de 
esta clase corran con su nombre, como de otros corren y co-
rrieron sin ser suyos, ·que no podía librarse escritor tan famoso 
de las atribuciones y supuestos de que muchos sus coev.os se 
quejaron. Poco es si se compara con el resto de su producción 
ingente, mas sin ser la parte principal de ella, no resulta la 
menos interesante ni la que le honra menos, pues la garra del 
león asoma con frecuencia dentro de su moderada copia. 
EL TEATRO DE QUEVEDO 
II 
LoAs. 
LAs DE QUEVEDO.- Herederas de los "prólogos" clásicos y 
de los "introitos" -renacientes, las loas fueron introducciones 
destinadas a congraciarse el auditorio antes de empezar la co-
media. Alaban ésta, primeramente, o al autor, o a· los autores, 
o al pueblo en que se hacen, o a los asistentes que la escuchan ; 
mas pronto su gran número hizo posible clasificarlas y los pre-
ceptistas las dividieron en "comendaticias, satíricas, declarativas 
y mixtas" y las exigencias del público forzaron a los poeta~ a 
buscar novedad en los asuntos, escribiéndolas en alabanza de 
los meses, de los días, de los colores, dt: las letras, de las na-
ciones, del silencio, del amor, de la mosca y hasta de los ladro-
nes; en pro y en contra de las mujeres; refiriendo cuentos y 
sucedidos, glosando refranes, presentando enigmas, etc., de todo 
lo cual ofrece muestra Agustín de Rojas Villandrando, espe-
cialista en el género. 
Después de él siguieron desarrollándose, cada vez más soli-
citadas y hasta dividiéndose en .clases bien definidas: loas sacra· 
mentales, loas de Nuestra Señora y de los Santos, loas de fiestas 
reales, loas para casas particulares y loas de presentación de 
compañías, no poco interesantes para la historia del histrionismo. 
Quevedo parece mirarlas con desdén, como otros las mira-
ron, mas concluyó por componerlas, a semejanza · de muchos 
grandes escritores del tiempo. Dos, por lo menos, de sus roman-
ces son indisputables loas, ambas ofrecen algunos versos co-
munes y ambas fueron deClamadas por la misma histriona en 
hábito masculino. 
Compuso la primera (Aut. Esp., 226) para la comedia de 
Tirso de Malina Amor y celos hac-en discretos "y la recitó una 
comedianta, a quien llaman la Roma., en hábito de hombre" 
(Salas), ·empero de .las ren()va.das pragmáticas contra este "re..: 
volver de sexos", que deda el P . Mariana. 'La misma loa mani-
fiesta : 
54 BOLETÍN DE I .A REAL ACADEMIA ESPAÑOLA 
¡ Vive cribas ! que he de echar, 
aunque les pese, la loa, 
hoy que de faldas y sayas 
desenvaino la persona. 
La comedia que os hacemos, 
contra justicia se nombra: · 
Amores y celos haéen 
discretos; raz6n impropia. 
Y, en efecto, consiste la loa (Aut. Esp., 226) en contra-
decir donosamente el título de la pieza, haciendo notai: los dis-
lates que por amor y por celos cometieron dioses y héroes y 
los simples mortales, inclusivos los oyentes, a quienes se invita ~. 
que juzguéis lo que sentís 
por vuestras entrañas propias, 
mientras el autor ·Y yo 
nos entendemos a coplas. 
Y o sustentaré lo dicho 
cuerpo a cuerpo a las hermosas, 
rabia a rabia 'a los barbados, 
araño a araño a las tontas, 
a las viejas hueso a hueso," 
trapo a trapo a las fregonas, 
coz a coz a los lacayos 
y chism~ a . chlsme a las monjas. 
La obra de Tirso se representó en Sevilla, por la compañía 
de Pedro Valdés, en 1616, según parece, con que ésta será la 
fecha de la loa. · 
Dice la otra una farsanta, también vestida de varón, ale-
grimdose con bizarría de abandonar las ropas femeninas que 
ocultaban los atractivos de su persona, pues 
grande desdicha es traer 
lo más del cuerpo a la sombra 
anochecidos los miembros 
y entre tinieblas .la gloria. 
Andar de manto y sotana, 
nuy licenciada de ropa, 
EL :rEATRO DE .QUEVEDO 
es bueno para quien pisa, 
a lo tefll!,ZaS, SU rosca. 
¿ Han· de criar estas · ligas 
telaraña!', en las roSa.s? 
¿Son murciélagos mis bajos 
que no hay sol que los conozca? 
.... ............. , ........................... ,, .. 
Las hermosuras pasteles, 
que cubren huesos y moscas, 
con poca carne se v~lgan 
de hojaldres encubridoras, 
que · yo renuncio al amparo 
de lo que la vista· estorba 
y quiero mostrar sin velos 
. mi talle, pues que no es 111onja. 
55. 
Halló Janer este romance entre los papeles .de D. Serafín 
:Estébanez Calderón con · una nota explicando haberse copiado. 
-del origin~, que poseía el Conde de Saceda, el cual · llevaba en 
-cabeza la palabra Roma~ de mano de. Quevedo, "por donde 
parece sátira contra :esta ciudad en tiempo que empezó a usar 
vestiduras cortas, dejando las largas", por lo que la imprimió 
-con título de Contra las costumbres de Roma (AW:. Esp., 497). 
Pero, según la apostilla de González de Salas al romance 
:anterior, Roma fué el apodo de la histrionisa que lo recitó en 
el teatro, o sea la célebre Jerónima de Burgos, esposa de Pedro 
Valdés, "autor", en efecto, de la compañía que hizo la comedia 
-de la loa antecedente. Era de Valladolid, había sid.o "placera" 
'() vendedora en el mercado, fué muy amada de Lope, quien 
-compuso para ella La daatU!- Boba, y t~vo compañía como "auto-
Ta" después de viuda. Tan hábil como hermosa, aunque chata, 
vióse muy cortejada y favorecida, gustando, al parecer, del traje 
hombruno por lucir su gentileza. Ella misma juega con su remo-
~uete en ambas loas : 
. ~celentísimo .senado, 
ésta e$ palabra de Roma. 
········-·····,.···••t•• ... •······, .. , ......... . 
Anfriso; mi pie es tan breve 
que pudo expedirle Roma. 
BOLETÍN DE ,LA REAL ACADEMif. ESPAÑOLA 
Astrana Marín publica como loas otros cuatro romances, 
que, en verdad, pudieron serlo, aunque faltan las pruebas. Dos 
de ellos h.acen la presentación de sendas mozas del partido, que 
a tanto llegaba el desenfado quevedesco; otra es la linda sátira 
de los coches con motivo de su restricción en I6II, a que mu-
chos ingenios aludieron, y el cuarto, Romance sayagüés bur-
lesco, describe, en rústico, una comitiva regia. 
Lo mismo pudo añadir IJláS, tal que La confesión de los 
mantos (Aut. Esp., 158), que hace juego con la de los coches, 
el de lJas calvas (Aut. Esp., 173), el de Las viejas (Aut. Esp .. 
177) y otros muchos, pues, como entendía Fernández Guerra, 
tal vez "no pocos" de los admirables romances quevedescos 
habrán hecho veces de loa en su tiempo, siendo claro que muchos 
resultan bien a propósito y su jocosidad y salpimienta les ha;:e 
harto eficaces para infundir benevolencia en el auditorio que 
iba a presenciar la comedia. 
Según D. Basilio Sebastián Castellanos, en cierto códice de 
Obras de Quevedo guardado en la biblioteca de D. Luis María 
de Candamo, residente en Londres, se contenían otras dos loas 
intituladas El cuervo y re/cencerro y Madridrevuelto (Barrera, 
Ca,tálogo, pág. 3II). Podrá ser, aunque no sin sospecha de false-' 
dad, como todo lo del referido códice, cuya misma existencia es 
problemática. 
. III 
Co~IAS. 
CoMEDIAS PERDIDAS.-González de Salas escribe en El Par-
n.aso . español (A u t . Esp., 359): "Pero si de nuestro poeta no 
quedó tragedia consumada, valentísimos fragmentos vi yo dig-
nos de veneración suma y una tragicomedia per.fecta ya y otra 
menos e1 último acto." 
Las tragedias serían traducciones de los clásicos, pues el 
mismo Salas informa: :'Por muchos años conferimos ros dos 
en la valiente empresa de traer a nuestro lenguaje alguna de 
las tragedias superiores de griegos o latinos .. ; y ambos lo em-
prendimos no una vez sola, desfa:lleciertdb en la dificultad de la 
perstverancia." 
EL TEATRO DE Ql.JEVEDO 57 
Acaso fuesen las tragicomedias obras de asunto mitológico, 
como El marido más firme o el Laberinto de Creta, de Lope, 
que sería lo entendi<lo como tragicomedia por el buen D. Jusepe. 
En Ia biografía de nuestro satírico compuesta por el abad 
D. Juan Antonio de Tarsia, tan autorizada por razón de fecha 
(Madrid, 1663)., se afirma cómo Quevedo dejó de su letra una 
memoria de libros y papeles suyos extraviados y cómo en dicha 
memoria se mencionaban "algunas comedias de las cuales dos1 
viviendo el autor, se representaron con aplauso de todos". 
Según los Avisos, de Pellicer, manuscritos en la Biblioteca 
Nacional, por encargo del Marqués de Eliche, yerno del Conde-
Duque, compusieron Quevedo, D. Antonio de Mendoza y Ma-
teo Montero, una comedia "llena de muy donosos chistes", re-
presentada en Palacio el 9 de julio de 1625, para celebrar los 
días de la reina Doña Isabel de Borbón. 
Quien más miente .medra más.--Con el mismo ·Hurtado de 
Mendoza, y en un solo día, escribió nuestro autor otra comedia 
"poblada de agudezas y galanterías cortesanas" bajo título de 
Quien más miente . medra más, encargada por el Conde-Duque 
para la fiesta que se dió a los reyes la noche de San Juan de 1631 
en los jardines del Conde de Monterrey. En · el mismo festejo se 
hicieron además La. noche d~ San Juan, compuesta ·en tres días 
. por Lope de Vega y tres bailes de Quiñones·. de Benavente. 
Según la Relación de la fiestá, publicada por D. Casiano Pelli-
cer al final de su Origen y progresos del histrionismo, que da la 
noticia, representó la obra de Quevedo la compañía de Manuel · 
Vallejo, excelente cómico, "autor" de título, uno de los funda-
dores de la Cofradía de la Novena, esposo de la virtuosa María 
de Riquelme (que dijo la loa), cuyo arte y hermosura celebró 
D. Juan Caramuel. 
Añade la Relación que "en muchas comedias de las ordina-
rias no se vieron tantos sazonados chistes como en esta sola" ; 
y dícese que, sentidas las damas de Palacio por los aludidos 
chistes, al parecer dispar¡¡.dos contra las mujeres y el matri-
monio, determinaron vengarse del autor casándole, corno 1~ . con-
siguieron, con ayuda de los Duques de Medinaceli. Pero debe 
de ser cuento, pues el malogrado y tardío matrimonio de Ow•-
5$ BOLETÍN PE.LA .REAL ACADEMIA .ESPAÑOLA 
vedo se celebró en 1634. Acaso corresponda a esta desconocida 
.pieza el Fragniento de escena de que se trata abajo. 
Ticknor, en su Historia, de la literatura., y Mesonero Roma-
nos, en los Dramáticos contemporáneos de Loff, suponen ser 
-esta misma la comedia intitulada Los emp.éños del mentir, de 
D. Antonio de Mendoia. No lo parece, por no guardar seme-
janza con el estilo quevedesco, por expresarse en ella corres-
,ponder a un autor solo, por t-ener alusiones a sucesos ocurrido_s 
-en 16.33 y 1634 (batalla de Nordlingen) y no h¡:tberse, acaso, 
.puesto en escena hasta 1637 . . 
La priva;¡za desleal y voluntad por la faona (?).-Comedia .des-
-conocida achacada a Quevedo en el índice de la colección que 
.fué del Conde de Saceda. · 
Cmn:i)!AS CONSERVADAs.-Desde que en 186o publicó D. Ca-
yetano Albert<;> de la Barrera -su no envejecido Catálogo del 
Teatro arntiguo español supieron los curiosos la existencia de 
ciertas comedias de Quevedo. Dió allí noticia de ellas (pág. 312) 
D. Aureliano Fernández Guerra, como existentes en un . ma-
nuscrito del segundo tercio del siglo xvn, que había pertenecido 
.a la librería de D. Ambrosio de la Cuesta y Saavedra y des-
pués a la del bibliófilo D. Bartolomé José Gallardo, de cuya 
.mano contenía apostillas, y a la sazón paraba en poder de un so-
brino. Y desde entonces suspiraron todos por ver sacadas de 
:molde tan raras piezas. Tras de sesenta y siete años de espera, 
_pudo al fin cumplirse este deseo, pues habiendo pasado el manus-
-crito a la Biblioteca Menéndez Pelayo, de Santander, de allí las 
extrajo D. Miguel Artigas p~ra imprimirlas en el volumen 
Teatro inédito de don Francisco de Quevedo y Villego.s (Ma-
-drid, 1927), que forma parte de la "Biblioteca Selecta de Clási-
cos Españoles", de la Real Academia Española. 
Cómo ha de seq- el privado.-Una de las allí incluídas, es 
-comedia esencialmente política y panegírica del Conde-Duque, 
·encaminada a reflejar las esperanzas encendidas en los esf)añoles 
·por los primeros hechos ·de Felipe IV. 
Supónése desarrollada en N ápoles, pero se ven ·bien claras 
las alusiones a MadriQ. Representan sus personajes los más 
-notables de la Corte madrileña disfrazados con nombres de la 
EL TEATRO DE QUEVEDO 59 
napolitana, muchos de los cuales son anagramas. El Rey Don 
Fernando significa el Monarca español y el autor procura darlo 
así a entender al público: 
Cuando el pueblo te miró 
debajo del palio entrar 
.entre tu pueblo a reinar, 
tantas veces te aclamó 
que, como son F y E 
el principio de tu nombre, 
no se oía en ningún hombre 
sino Fe, todo era .Fe. 
En el Marqués de V alisero se figura Olivares y en el Duque 
'<le Sarrtabal a D. Baltasar de Z.úiíiga, tío del Conde-Duque. 
Los proyectados desposorios de la infanta Doña María (Mar-
garita en la obra) y el Príncipe de Gales (de Dinamarca en el 
-drama), algo desfigurados con la supuesta rivalidad del Prín-
>Cipe de Transilvania, que también· cuent~ partidarios en Pala-
-cio, y el final casamiento de la Princesa con éste, que en la co-
media representa al Rey de Hungría; el suplicio de D. Rodri-
.go Calderón; la covertura del favorito or-denada por el Rey, 
movido de una plática del Padre Florencia; la erección de la 
estatua de Felipe lii (Don Juan en la comedia) en la Casa de 
·Campo; la alusión a las grandes fiestas en agasajo del Príncipe 
luterano; la del amago de Cádiz por los ingleses ; la sorpresa 
· -de los galeones de Indias . por piratas de Holanda; el falleci-
miento· de la Marquesa de Eliche, hija del Conde-Ouque (hijo 
-en la escena), etc., son otros tantos episodios· históricos que .de-
-coran y ambientan la obra. 
Tres cortesanos felicitan al nuevo Monarca y discurren acer-
'Ca del sobrenombre que debe esforzarse en merecer. Uno opina 
:por 'el de Santo, otro por el de Sabio, otro por el de Prudente; 
mas el Rey opta por el de Justiciero y, en profecía retrospec-
tiva, anuncia la muerte de Calderón y la mudanza de consejeros. 
y aun de consejos, como había ocurrido. 
Siguiendo el parecer de los tratadistas, Quevedo entre ellos,. 
trátase de elegir vali~o y el Rey demanda cuál debe ~er la prin-
-cipal Virtud del candidato. Responde uno que la vigilancia, otro 
6Q BOLE:r'ÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA 
que la .fidelidad y Olivares que el desinterés. Agrada la res-
puesta .a Don :Felip€ y le manda cubrir entregándole los papeles. 
A instanci~s del Conde-Duque, el de Sartabal es agregq.do al 
despacho y, con motivo de la inscripción proyectada para 'el 
monumento al Rey difunto, expone el autor su concepto del 
valido: 
Es un ministro de ley, 
es un brazo, uh instrumento 
por donde pasa el aliento 
a la voluntad del Rey. 
Al ministro SIÍngular, 
.aunque pueda aconsejar, 
no le- toca decidir. 
Los inconvenientes de la privanza están sugeridos por el 
bufón: 
Si no hay pan, tiene el valido 
la culpa, 1 abrásele un rayo!, 
porque no llovió por mayo, 
porque pormayo ha llovido; 
si está sin tratos la tierra 
el privado lo ha causado; 
si hay paz, es mandria el privado; 
es violento si hay guerr.a. 
En fin, si al ·vulgacho modo 
todas las cosas no van, 
habéis de ser un Adán, 
que tiene culpa de todo. 
En el suceso de las pretensiones del inglés, que la comedia 
desarrolla con detalle, hace notar Quevedo la noble;za y lealtad 
del Rey y del valido, que tropezaron, como es cierto, con la 
cuestión religiosa y con la poca franqueza del Príncipe. El pú-
blico escucharía con agrado estas palabras de Olivares : 
Mira que tu padre, santo 
Rey, y tu abuelo el prudente, 
con odio mortal miraron 
los no católicos que 
EL TEATRO DE QUEVE!)() 
el Pontífice Romano 
niegan; pues ¿han de mirar 
nietos suyos declarados 
enemigos de la Iglesia? 
Advierte, 
señor, que destos contratos 
todo el útil ha de ser 
ganar el alma de Carlos. 
Pero hacelle tu cuñado, 
si.n ser hijo de la Iglesia, 
ni lo apruebo ni lo alabo, 
romo también las de la Infanta Margarita: 
¿Yo tengo de ser esposa, 
yo tbgo de dar la mano 
a hombre de otra religión? 
Cierto, señor, que me espanto 
que tu Majestad lo escuche, 
61 
y la plegaria de Don Felipe por la solución de los conflictos ma-
trimoniales que hubi-era sido tan ventajosa a la causa pública: 
Yo os ofrezco, 
Señur divino y humano, 
por la fe vuestra que vive 
.en mi pecho y en mis labios, 
que no sólo no me venza 
ser el Príncipe Don Carlos 
embajador de sí mismo, 
que pudiera obligar tanto, 
. ni todos los intereses 
que tiene representados . 
su deudo para mis reinos, 
su unión para mis contratos. 
Pero si pensara ser 
de cuanto tenéis criado 
tan único y raro duefio 
como el Sol entre los astros, 
no me hiciera apartar 
jamás del precepto sacro 
que me ordena vuestra ley 
y advierte vuestro Vicario. 
62 BOLETÍN DE LA REAL .A.CADEMIA ESI'AÑOLA 
Describense los grandes festejos con que se obsequió <:~! de 
Gales: 
y -vimos en un solio dos deidadés 
y en un mismo epiciclo dos estrellas, 
y se indica su despecho al retirarse desairado : 
¡ Viven los cielos 
que he de tomar con el brazo 
de mi poder la venganza ! 
Píntase asimismo la agresión de los daneses a Taranto, 
que por la semejanza del terreno 
llaman el Cádiz de este mar Tárreno, 
demostrando referirse a la de los ingleses al puerto andaluz, 
que, en efecto, hizo Carlos, ya Rey de Inglaterra (1625). 
Desahuciado el de Gales, el supuesto embajador de Transil-
vania solicita el casamiento de su Rey con la Infanta; a lo que 
el hermano Don Felipe accede. Descúbrese el embajador y, re-
conociéndole, exclama Don Felipe: 
¡Señor, Vuestra Majestad 
está en mi palacio! Deme 
los brazos y a Margarita 
la mano, pues la merece 
por gran galán y gran Rey. 
La inesperada muerte del· hijo de Valisero (trasunto de 
la 1\.farquesa de Eliche) coge de golpe al privado, mas no por 
eso suspende las audiencias. 
Súfrase el dolor en tanto 
que yo cumplo con mi oficio; 
acudamos al servicio 
del Rey primero que al llanto. 
Y viene a depurarle de ambiciones y a confirmarle en el des-
interés: 
EL TEATRO DE QUEVEDO 
c\diós siempre malogrado 
anhelo de más crecer, 
que'es forzoso obedecer 
a golpe tan declarado. 
Con uno solo ha quitado 
el cielo cuanta ocasión 
pudo cebar la ambición 
y ser disculpa la culpa, 
y así pecar sin disculpa 
fuera pecar ~1n perdón. 
En fin, la obra presenta a Olivares como modelo de validos, 
celoso, trabajador, cristiano, prudente, patriota, desinteresado. 
asequible, vigilante y devoto de las personas reales: 
¿Por ventura, mi tesoro 
es causa del común daño? 
¿ Recibo, vendo o · engaño? 
Conde de Castelomar, 
como obremos bien nosotros 
y estén las culpas en otros, 
dejémoslos murmurar. 
Aunque me retiro a ver 
papeles, bien puede entrar 
el que me quisiere hablar ; 
para todos he de ser. 
Habla un cortesano : 
' Viste más común que yo, 
tiene tan escasa mesa 
que si a indecente no pasa 
a indigna de suya llega. 
A Dios da parte del día 
y tan cabal la que resta 
a todos, que es un mdnistro 
que a los demás avergüenza. 
Y ·el mismo Marqués dice: 
N o quiera Dios que en corrillos 
de aqueste presente tiempo, 
BOLETÍN DE -LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA 
-ni en las historias guardadas 
para siglos venideros, 
se diga que tu criado, 
el Marqués de Valisero, 
recibió de ti tesoros 
ni una almena de .tu Imperio. 
Pregunta un pretendiente : 
Señor Marqués, 
¿el Rey premia indignos? 
y responde V alisero : 
Vuesamerced atrevido; 
diga de mí cuanto mal 
quisiere y cualq~ier defecto, 
pues hay tantos, y el respeto 
a la persona real 
debido no .se le pierda, 
Es 
que a no estar en este puesto 
no me viera tan modesto. 
¿De qué importa hablarme a mí? 
Al Rey, deidad superior, 
se ha de suplicar primero, 
que el dueño de todo es ; 
mi recuerdo entra después 
con los papeles. 
Hácese, a la véz, el elogio de Felipe IV, a quien se pinta re-
-suelto, enérgico y continente. Pintar como querer. 
Con que en esta acción mostramos 
cómo ha de ser el buen Rey, 
cómo ha de ser el privado. 
Quevedo parece sincero en su adhesión a_Olivares al·escri-
bir esta apología, si bien tal adhesión haya tenido final trágico, 
-como es sabido. 
Como obra literaria, es una comedia en tres actos, · de la 
:hechura usual en el tiempo, con mudanzas de escena, amores, 
EL .TEATRO bE QUEVEDO 65 
·discreteas, relaciones largas, gracioso (Violín), boda y abundante 
-polimetría:· romances, redondillas, octavas, décimas y sonetos. 
Dada su índole, ofrece poco interés dramático y acción floja y 
·diluída. El asunto teatral aparente son los incipientes amores 
. ·de Serafina, dama de Palacio, con el Rey, que aquí se ofrece 
.apocado y tímido, bien diverso de lo que era, y que al cabo se 
domina a sí propio luego de consultar sus escrúpulos cop el 
:Conde-Duque. 
No hizo más Alejandro; 
vencedor soy de mí mismo 
y acepta la amistad que buenamente la dama le ofrece en un 
soneto: 
¿Viste de un monte las espaldas Jlenat-. 
de rizos ampos de la intacta nieve? 
¿Viste Wla fuente donde el alba bebe 
escondida en celajes de azucenas? 
¿Viste en· espumas, viste en las arenas 
reflejos del rubí, que el cielo mueve, 
o al cisne en su candor cuando se atreve 
a competir la voz con las sirenas? 
Pues más puro, más blanco, más honesto, 
más limpio, más intacto, más brillante, 
es el amor que anima el a!ma mía. 
Poco lo encarecí, que poco es esto; 
sombras son de mi amor, puro y constante, 
la nieve, el sol, la fuente, el oisne, el día. 
Escrita con menos artificio del usual en · el autor, ofrece 
muestras de improvisación, aunque no carezca de rasgos inge-
niosos ni de situaciones interesantes. Los versos, fáciles y sen-
cillos, son excelentes, con especial los metros largos. 
En cuanto a su fecha, pónesela H ;rnández Guerra "poco 
.antes del año 1628". Poco después, o ese año mismo, deber~ 
decirse, pues los desposorios de Doña María con el Monarca 
húngaro, recordados . en la obra, fueron en 3 de septiembre y 
por aquellas datas comenzaron las desavenencias entre Quevedo 
y Olivares. 
N o constan indicies de representación, ni acaso haya subido 
5 
66 BOLETÍ N DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA 
nunca a la escena, pues los sucesos le quitaron actualidad pron-
tamente y las persecuciones del autor enfriarían sus entusias--
mos por ell!-1 y por el laudado. 
Pedro V ázquez de Escamillas.-Contenida en el mismo có- : 
dice (manuscrito de la Biblioteca de Menéndez Pelayo, núm. 108) 
que la anterior e impresa, como ella, por Artigas en el Teatro · 
inédito de Quevedo (Madrid, 1927). 
"Representación española" la llama el códice y sólo consta·. 
el principio del primer acto, no habiendo escrito más el autor, 
según nota el texto, que añade: "su original tiene D. Diego de 
Arroyo y Figueroa, mi amigo". 
Escamilla fué, según parece, un desaforado jaque sevillano,. 
que, como 'el mismo Quevedo refiere en el baile de Los rvaliCntes,_ 
de enfermedad de cordel 
murió cercado de guardas. 
Preséntase en la comedia como libertado de galeras por .el: 
propio Don Juan de Austria, enpremio a la hazaña realizada_ 
en Lepanto, a cuyo combate asistía como galeote. 
Remaba yo en las galeras 
de España y con estas manos; 
viendo muertos en la mía, 
mi capitán, los soldados, 
soltóme de la cadena 
y, a pesar de los contrarios, 
libré mi galera y solo 
pasé por todos sÚs bajos. 
Su aparición en escena no puede ser más dramática. Esta--
mos en Sevilla. A nado cruza el Guadalquivir, bajo disparos . 
de arcabuz, huyendo de la justicia (dejaba dos muertos en 
Triana), y sale "con la espada en la boca, desnudo, -en gregues-
cos de lienzo y muy mojado", a tiempo de sosegar, arrogante y 
solemne; la riña de cuatro valentillos que se alebran sólo de· 
escuchar su riombre. Su nombre y sus hazañas, pues el propia-· 
héroe las relata en un magnífico romance de germanía. Pieza. 
EL TEATRO DE QUEVEDO 
de rey este romance. Es, sin duda, una de las mejores jácaras 
de Quevedo, que las hizo insuperables. 
Discípulo soy del guro, 
que mejor enjibo el cambio, 
y que a la bola y salud 
enclaba con red de payo; 
bien me entenderéis, pues sois 
polluelos de lo germano, 
mas yo quiero clarearme 
y entreveréis lo que gario. 
Salí de Córdoba huyendo, 
llegué a Sevilla cansado, 
híceme allí jardinero 
del corral de los Naranjos. 
Ya no hay corral ni ladrones 
ni cosa buena, acabaron 
Gayoso y el Tonelero, 
Bayanduces y Buharro. 
Allí, como a el mar soberbic' 
bajan los arroyos claros, 
las pob~es fuentes, los ríos, 
a dar el tributo usado, 
bajaban a darme el suyo 
albaneseros, lagartos, 
bruhadores, astilleros, 
los péinabolsas y macos, 
garrampiés medio vestidos, 
ahorcaborricas cuatro, 
. Cerbellón, joyas de oro, 
Centellas, piezas de pafio. 
Éntranse y cambia el giro de la obra enderezándose a zahe-
rir la moda culterana, otra de las grandes fobias del poeta. Sale 
Don Pedro, galán al uso, dec.lamando en afectado lirismo: 
Pues · quita primavera al tiempo el cefío, 
y el verano risuefío · 
restituye' a la tierra sus 'colores, 
y donde vimos nieve vemos flores, 
y las plantas vestidas 
gozan las verdes vidas, 
dando a la voz del pájaro pintado 
68 BOLETÍN J)E LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA 
las ·ramas sombras y silencio el prado, 
sal, doña Ana, que quiero 
que, viéndote primero, 
agradezca sus flores este llano 
más a tu blando pie que no a1 verano. 
Asómase, en efecto, Doña Ana cultiparlando a la noche, y 
conociendo al chichisveo le pinta de este modo : 
N o hay plaga que no tenga : 
es lindo, es -godo, es necio, es porfiado, 
gestero, entrometido, 
cobarde, valentón, miserable y presumido 
y culto, sobre todo, y sri se queja 
más quiero dos alanos a la oreja. 
Y para confirmarlo, así se explica el tórtolo: 
No purpuráis· ra·zones 
con los corales, que en precioso arcano 
en claustros de rubí guardan preciosos 
orbes, que el día llora, 
perlas, sí, que riendo muestra aurora. 
Cesa lo escrito. •Imposible resulta columbrar el argumento 
ni la intención del autor. Desde luego, sería pieza de burlas; 
pero de todas suertes lástima causa ver sin terminarse una 
obra cuyos principios tanto ofrecen y donde tan a maravilla se 
reflejan "el genio y el ingenio de Quevedo". 
Fragmento.-En el mismo manuscrito xo8 de la Biblioteca 
Menéndez Pelayo; ·impreso pm: Artigas (1927). 
Son once hermosas redondillas de una escena de comedia 
escrita en el reverso de una carta. Dialogan Don Juan y Don Ro-
drigo, éste recién c_asado. 
- Según lo que habéis mostrado, 
¿ estaréis arrepentido? 
- No estoy, mas estoy marido, 
y ayer no estaba casado. 
Quien alcanzó lo que quiere 
nunca quiere lo que alcanza. 
EL TEATRO DE QUEVEDO 
Hoy quiero menos. que ayer 
lo mismo que ayer quería; 
ayer, porque no tenía; 
hoy, porque Jlego a tener. 
El querer siguic:ndo Vü 
la pretensión por aviso; 
lo que se tiene se quiso, 
pero no se quiere ya. 
Posiblemente la comedia tiraría contra el matrimonio. 
69 
CoMEDIAS APÓCRIFAs.-Impresas y manuscritas se atribuye-
ron ligeramente a Quevedo algunas comedias que no le corres-
ponden. 
Bien harya quien a los suyos parece.-Pieza en tres actos, con-
tenida en el manuscrito de Gallardo, donde están las anteriores, 
por lo cual fué publicada por Artigas como de D. Francisco, 
según entendía también D. Aureliano. Pero no tiene nada de 
nuestro polígrafo. Está firmada .en Toledo, a 24 de abril de 1522, 
por D. Luis Cemúsculo de Guzmán, poeta,de quien dió noticias 
Rarriírez de Arellano en '·el Boletín de• la Real Academia. de 
Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toled<o (octubre de 1919). 
El premio. de la. J¡.ermosura,-Supuesta de Quevedo en un ma-
nuscrito de la Biblioteca Nacional, es la "Fiesta real" de Lope 
de Vega, impresa en la Décima-sexta. parte de sus comedias (Ma-
drid, 1621). 
El mejor Rey de Borgoña,-Obra de D. Juan de Quevedo 
Arjona, achacada a D. Francisco en el texto original que exis-
tió en la Biblioteca de Osuna, mediante groseras raspaduras. 
Otro, con el· nombre de su verdadero autor, se conserva en la 
Nacional. 
El castigo de la culpa.-Atribuída por D. Basilio Sebastián 
Castellanos (Obras de Quevedo, VI, 355), refiriéndose proba-
blemente a la comedia Hacer gloria de la culpa., del referido 
Quevedo Arjona, también supuesta quevedesca por el mismo, 
así como la de El retraJdo, que es una insulsa sátira contra nues-
tro autor escrita por D .. Juan de Jáuregui. 
¡Qué villano es el amor !-Comedia anónima, incompleta e 
70 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA 
inédita, que perteneció a · Durán · y hoy para en la Biblioteca 
Nacional ; es. posterior a Quevedo. 
IV 
ENTREMESES. 
QUEVEDO ENTREMESISTA. - Con los entremeses llegamos al 
verdadero palenque teatral de Quevedo. Acomodábansele bien 
estas graciosas piececillas, descansaderos ingeridos en la repre-
sentación del drama, hijos afortunados de los "pasos" y "colo-
quios" de Rueda y Timoneda, y padres fecundos de los más 
aventajados sainetes de los siglos XVIII y XIX. Por breves y 
jocundos, ya burlescos, ·ya satíricos, pero siempre cómicos y 
propensos a la caricatura, de diálogo chispeante y observación 
sagaz, esbozos de caracteres y de costumbres, son los entremeses 
tesoros de lenguaje, de curiosidad y regocijo. En los mismos 
días de Quevedo los sublimó Cervantes a la perfección máxi-
ma, que nadie pudo igualar, y en los mismos días les daba 
forma y sistema Luis . Quiñones de Benavente. No desdefiaron 
el género las altas plumas de V élez, Salís, Salas Barbadillo, 
Calderón, Moreto, Bances, Zamora, etc., y fué tal su boga que 
apenas hubo autor dramático que no compusiese entremeses, dis-
tinguiéndose Suárez Deza, Cáncer, Navarrete y Ribero, Avella-
neda, Bernardo de Quirós, López de Armesto, Monteser, Ol-
medo, Villaviciosa, Matos Fragoso, Marchante y el Íecundo 
Francisco de Castro. 
No ofrecen los de Quevedo carácter de novedad en su es-
tructura, sujetándose al tipo ya consolidado por el laborioso en-
tremesista de Toledo. Los asuntos suelen reproducir, como en 
esquema, temas burlescos tratados por el autor en otras OQras, . 
y la forma, siempre versificada, sigue la pauta benaventina de 
los pareados endecasílabos, tan propicios a la comicidad pbr su 
mismo sonsonete, romances, endecasílabos y eptasílabos, no siem· 
pre rigurosos, dejando con frecuencia versos sueltos. Pero Que-
vedo, siempre Quevedo, suele derrochar en ellos los primores 
de su restiio y las sales de su ingenio, a veces algo gruesas, 
EL TEATRO DE QUEVEDO 71 
-como el tolerante género admitía. Más que aboc~tar asuntos 
·dentro de la angostura de la urdimbre, coricretóse a salpicarlos 
·de . epigramas y de pullas, bosquejando caracteres ridículos y 
exprimiendo su vena cáustica, .pues siempre son satíricos. Termi-
nan de todas las maneras posibles: con música, con palos "como 
entremés", con baile, con canto y baile, lo más general, y con 
canto y palos, que es extraordinario. 
Cinco son conocidos desde antiguo, cuatro de los cuales im-
primió Aldrete, sobrino del autor, aunque sin noticia de fechas, 
ni ocasión de escribirse, ni lugar de representarse. Otros cuatro, 
y no los peores, fueron dados aconocer por Astrana Marín, dos 
·de ellos según textos autógrafos que poseía Femández Guerra. 
Cuatro, El cabaltero de la tenaza, El t~iño, El marido parn-
tasma y aun Los refr(J¡nú del viejo celoso, van en contra de las 
mujeres y sus astucias para ganar a los hombres, bordoncillo 
babitual en Quevedo. Otros dos, El hospital de los malcasados 
y El zurdo alanceador., corresponden al recurso, tópico en estas 
piezas, de presentar variedad de tipos descogidos, pero encua-
·drados en un marco común, tal que El hospital de los podridos, 
anónimo ; El tribunal de los mafaderos, El busca, oficios, El co-
cinero de amor, El caballero bailarrín y El comisario contra 
los malos gustos, de Salas Barbadillo; El comismrio de figuras y 
El casmmentero, de Castillo Solórzano; El exatninador de Miser 
Palomo (dos partes), de Mendoza, y otros posteriores, como La 
plaza del Retiro, anónimo, Las malcontentas, Las civilidades, 
El murmurador y El Martinillo (dos partes), todos de Bena-
vente; el Juez de los impertinentes, de Navarrete y Ribera, y 
hasta algunos sainetes de D. Ramón de la Cruz. El marión, de 
resbaladizo asunto, debió de alcanzar gran éxito, pues tuvo se-
gunda parte. 
Solamente de dos entremeses han podido rastrearse, con 
alguna probabilidad, las fechas: El niíio, de 1618, y El zurdo 
-ala1weador, de 1624. Las de los demás son conjeturables. Sin 
embargo, podemos aceptar como etapa entremesi! de Quevedo 
la que va de 1618 a 1624. 
ENTREMESES PERDIDOS.· - No todos los entremeses escri tos 
por Quevedo llegaron a nosotros. En el libelo dicho El tribunal 
BOLETÍN iDE LA REAL ACADEMIA f;SPAÑOLA . \ . 
de la. justa venganza (Valencia, 1635) cítase como fracaso de-
nuestro autor el "friísimo cuanto bien silbado entremés" Carra.-
quí me voy, carra.quí me iré (título tomado de un cantarcillo po-
pular), hoy perdido. Posible es que también lo esté otro con 
nombre o asunto de Diego M areno, según pudiera deducirse 
.de la alusión, algo oscura, inserta al final de El sueño de la. 
muerte. 
ENTREMESES CONSERVADOS.-El caballero de la tena.za~-Jm­
preso en la Flor de entrenu:ses y sainetes de diferent'es autores 
(Madrid, 1657). Lanzada a las ninfas de petitoria. 
Pinta la brega entre Doña Anzuelo, dama pedigüeña, y Don 
Tenaza, caballero ahorrador. 
-Espere, ¿qué es aquello que relumbra 
en el dedo menor r 
-La gatatumba. 
-¡Valiente diamantón, por vida mía! 
¡Con qué gracia su luz la vista ofende 1 
-Pues mejor se defiende. 
-Déjemele probar; alargue el dedo. 
-Está clavado a él, y ansí no puedo, 
que como soy un poco descuidado, 
porque no me la claven, la he clavado. 
Termina con un gracioso aire cantado: 
En el real de las hembras 
grandes alaridos dan, 
los hombres los dan mayores 
porque les piden el real. 
Atribúyenle la fecha de 1619. 
Nómbrase en esta obrilla al aplaudido gracioso Juan Bezón. 
cuyo verdadero nombre era Gregorio de Rojas, como hermano 
del célebre poeta D. Francisco de Rojas Zorrilla. Fué . marido 
de la Bezon:a (Ana María de Peralta) y padre putativo de la 
célebre Francisca· Bezón, hija, al parecer, del poeta D. Fran-
cisco. 
Este tipo <.lt:: la tomajona abunda en los entremeses, como 
EL TEATRO DE QUEVEDO . 73 
se ve en La buscona, de Navarrete y Ribera, y ·en Don Ga~feros 
':; la.s busconas de Madrid, Don Pegote y La; pedidora, de Calde-
rón de la Barca. El mismo Quevedo insistió en él con su baile 
de Las sacadoras y su entremés de El niño. 
El marido pa.ntasma,-Impreso en Las tres musas últimas 
castellanas (Madrid, 1670). Otra sátira contra 'el matrimonio y 
en especial contra las suegras y parientes de la esposa. 
Muñoz quiere casarse con mujer sin madre, tías, amigas, 
vecinas, visitas, coche ni Prado. 
-Mujer sin madre, ¿dónde podrá hallarse? 
-Ella es invención nueva. 
- Vusté perdió linda ocasión en Eva; 
mas ya .que no tenía 
madre, suegra ni tía, 
tuvo culebra. 
Duérmese Muñoz y, en sueños, oye y ve a su amigo Lobón, 
casado, padeciendo entre suegros, casamentero y dueña. 
-j Muñoz, Muñoz !, contigo hablo, 
cachimarido como cachidiablo. 
-¿Quién eres que me llamas 
con voz triste y temblando? 
O estás en penas o te están casando; 
a pantasma le suenas al oído. 
-Poco es pantasma, soy hombre marido. 
Entra Doña Oromasia de Brimbronques, que hace de sí mis-:-
ma esta desenfadada etopeya: 
- Yo me quiero casar sin resistencia, 
y tengo hambre canina de marido, 
y me casara luego 
con una sarta dellos, si los hallo. 
Yo soy una mujer mocha de tías, 
yo soy muy ahusada de linaje, 
yo soy calva de amigas y parientas, 
no tengo madre, ni conozco padre, 
ni en mi vida he tenido mal de madre; 
y sé que .. el buen Muñoz me va buscando 
y en mí tiene la esposa que desea 
)4- BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA 
Soy echada en la piedra, ¿qué más quiere?, 
y no soy melindrosa 
como algunas mirladas; 
dos ratones traeré por arracadas. 
No grito, ni porfío, 
siempre trato de entierros; 
tengo arañas de estrado como perros, 
y soy tan recogida, 
que no ando por la villa, y antes quiero 
que ande por mí la villa al retortero. 
Recházala Muñoz, escarmentado con lo que ha visto, mas 
vuelve a aparecérsele Lobón, ya viudo, y le aconseja casarse, 
por el gusto de enviudar. La boda se celebra con canto y baile al 
son del estribillo : 
Yo que lo sé, que lo vi, que lo digo; 
yo que lo vi, que lo digo y lo sé. 
El niiio, o El niño y Pcrt;Jlvillo de .1\fadrid.-Impreso en Las 
tres musas últimas castella.nos (Madrid, 1670). Nueva repulsa 
de busconas y pedigüeñas. 
Perico, niño, quiere · partirse a la Corte; previénele la madre 
<.:ontra sus peligros. Hv.lla por el camino al amolador Juan Fran-
cés, que le muestra el Peralvillo de Madrid, esto es, cinco vícti-
mas de las mujeres, traspasados por vestidos, galas, joyas, co-
midas, pleitos, comedias, obsequios, etc., como por las saetas de 
la Santá Hermandad se veían los ajusticiados en el verdadero 
Peralvillo. 
Y de este Peralvillo que ahora lloras 
los cuadrilleros son estas señoras, 
que con dacas buídas 
y tomas penetrantes, 
si no los asaetean, 
los ajoyan y piden y tiendean. 
Idea fundamental de las Cartas del Caba1lero de la T.ena(Za, 
de donde se reproducen graciosos detalles, como el de ta bolsa 
o "bolsicalavera" entre dos tibias enlazadas y su instructiva 
moraleja: 
EL TEATRO DE QUEVEDO 
A voces está diciendo 
con aquella boca abierta, 
desdentada de doblones, 
al talegón que está cerca: 
"Tú que me miras a mí, 
tan triste, mortal y feo, 
mira, talegón, a ti, 
que como me ves te vi, 
y veráste cual me veo." 
'75 
Y a en Madrid, llegan tres a pedirle, aun siendo un niño ; 
pero él se niega como bien aleccionado. 
-N o veo que a darme nada te acomodes. 
¡Lástima fué no dar contigo Herodes! 
-Y o soy, aves diabólicas con manto, 
el Niño de la Guarda sin ser santo 
y seré, si porfían, 
y anda el enredo listo, 
el niño de la piedra, vive Cristo. 
-Cantemos al muchacho. 
-Si me cantan, darélas. 
-¿ Qué darás? 
-Atención a las vihuelas. 
Y, en efecto, al son de ellas éantan las damas, y los hom-
bres las persiguen con el zurriago, pues dice el Niño : 
Todos den y nadie amague. 
¡ Quien tal hace que tal pague ! 
Relaciónase con este entremés el romance de El novicio en 
!a Corte (Aut. Esp., 189), incluído en el Parnaso espaiiol. 
Hay en la obrilla una acerada burla al estreno del Anti-
cristo, comedia de Alarcón, silbada por la ruindad de sus ému-
los. En el mismo pasaje se recuerda .la aventura del "autor'' 
Diego Vallejo, quien, debiendo volar por una maroma, no se 
atrevió a hacerlo y voló por él Luisa de Robles, con mucha 
destreza. Estos detalles fechan el entremés -en r6r8. 
Diego Vallejo fué padre de Manuel Vallejo, "autor de títuc 
lo" y comediante notable. Luisa de Robles tuvo novelesca his-
toria no bien esclarecida. Parece que, casada -con Juan de Laba-
76 BOLETÍN PE .LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA 
día ·y después con el famoso Alonso de Olmedo, regresó su 
primer marido, que se daba por mue:-to, deshaciéndose el se-
gundo matrimonio. Era buena actriz y figuró en varias com-
pañías.La. ropa,vt:jetra.-lmpreso en Las tres últimas musas C(IJ.S~e­
llanas (Madrid, 1670). Burla de la vanidad y coquetería. 
Supónese que la "Ropavejera de la vida" vende "retacillos de 
persona", como son dientes, barbas, cabelleras, guedejas, lejías 
contra las arrugas, tinturas, mudas y unturas para el rostro, 
pantorrillas postizas, etc. Por remediar se, acuden una dama a · 
comprar muelas, otra a dejar arrugas, un vejete buscando pan-
torrillas, barbas un lampiño y juventud una dueña. 
- ·r o le daré niñez por ocho días ; 
mas ha de hervir la cara en dos lejías. 
- Herviré, por ser moza, un día entero 
en la caldera de Pero Botero. 
Entran los músicos diciendo : 
-Nuestro baile del Rastro está tan viejo 
que n~· le queda ya sino el pellejo; 
queremos, si es posible, remendalle 
con los bailes pasados. 
- Remendaréle por entrambos lados 
que no se le conozcan las puntadas ; 
para lo cual muestra el acervo que tiene Clasificado en "bailes" 
(cuyos nombres son masculinos) y "bailas" (los que los tienen 
femeninos): 
Zarabanda., Pironda, la Chacona, 
e ormja y V llq!Uría, 
y los bailes aquí Ca-rretería, 
¡ay, ay!, Rastrojo, Escarramán, Santu.rd.:: 
"V a limpiando con un paño las caras a tod9s", mientras 
cantan y bailan. 
EL TEATRO DE QUEVEDO 
Una fiesta de toros 
es mi morena, 
pícaros y ventana, 
ru~do y merienda. 
Quéjase que le pido 
quien no me ha dado; 
déme y quéjese Juego, 
pese al bellaco. 
77 
Asunto parecido tienen otros entremeses, como El remendón 
de la naturaleza, de Salas Barbadillo; el Barbador, de Castillo 
Solórzano, y alguno de Benavente. 
La. venta,.-Impreso anónimo en la Segunda. parte de las co-
m.edia.r del nUJestro Tirso de Moli'JUI (Madrid, 1627) y en los 
Entremeses nuevos de diversos autores (Zaragoza, 1640) y en 
Las tres musas últim(Js ca.Stellana.s (Madrid, 1670). Contra los 
figoneros, mesoneros, hosteleros y demás congéneres, a los cua-
les nuestro autor hace arder en los Infiernos. Por verlo entre 
comedias de Tirso, le achacó este entremés Fernández Guerra, 
.pero no todo lo de aquel tomo pertenece al Mercedario, según 
declaración del mismo. Abonan la autenticidad de La venta el 
estilo, 'Cl hecho de ser reconocido tal por Aldrete, sobrino de 
Quevedo, y por la jácara final, obra legítima del satírico. 
La m'oza de una venta descubre en sus cantos los gatuperios 
culinarios del ventero, adobador de gatos, burros, lechuzas, gra-
jos, picazas, ratones y otras alimañas. 
Ventero murió mi padre, 
Satanás se lo llevó, 
porque no piense el infierno 
que hubo sólo un mal ladrón. 
Ayúdale un estudiante con más hambre que dineros, el cual 
dice, mirando al casquet~ del huésped: 
Veleta llamo a aquesa monterilla, 
y en su postura sólo 
conozco luego qué avechucho corre. 
Estando encasquetada, corre, oveja; 
en estando. de lado, corre, cabra.; 
78 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA 
en estando abollada, corre, gato; 
en coronilla, como agora, corre, 
picaza, o grajo para el ·mediodía, 
<"n borrasca de col o nabería. 
Hace la moza relación mordaz del yantar de unos arrieros 
y rechaza los floreos de un mozo de mulas, que se declara 
muerto por ella : 
Pues no sepa 
el huésped que estáis muerto, porque al punto. 
si acaso nos escucha, 
os venderá a los huéspedes por trucha. 
Protesta el estudiante de la cuenta del gasto; ármase zipi-
zape, y cesa al llegar "Guevara y toda su compañía", muy a: 
tiempo para decir la moza : 
Al Seor Guevara démosle la cena 
y será calidad, si ·se repara, 
que seremos Ladrones de Guevara ; 
y replicar el estudiante: 
En esta pobre choza 
todos somos Hurtados de Mendoza. 
y para poner fin a este lindo juguete, uno de los mejores del 
autor, cantando y bailando la célebre jácara quevedina: 
Todo se sabe, Lampuga, 
que ha dado en chismoso el diablo. 
El "autor" Guevara aquí citado puede ser Juan de Guevara 
o Pedro Cerezo de Guevara, recitantes por los años de 1614-16, 
aunque no consta que ninguno formase compañía. 
Supónesele de 1622. 
El marión (primera y segunda parte).- Impreso suelto por 
Francisco Juan de Velasco (Cádiz, 1646) y por Astrana Marín, 
según ejemplar del impreso hallado en la. librería de Fernández 
EL TEATRO DE QUEVEI?O 79-
Guerra: Ob.. comp. de Quevedo (Madrid, 1932). Vejamen de 
mancebos barbilindos y maridos pusilánimes. 
Constanzo, pisaverde afeminado, es requerido de amores ·por 
tres damas que le rondan, le dan música y se baten por él. Sale 
Constanzo a despartirlas y son todos sorprendidos por el padre 
del mancebo, terminando con baile la primera parte. En la segun-
da, Constanzo se ha casado, o le casaron, y la esposa le maltrata 
de palabra y obra. Sosiéganles los vecinos ; llega una amigota de 
la mujer a buscarla; renuévase la trifulca; entran los músicos. 
y todo termina bailando Don Constanzo. 
Sorprende el suceso de esta bufonada, especie de mundo a~ 
revés, cuyo chiste radica ·en que. el galán habla y obra como 
dama y las damas como galanes. 
Hay entremés de Quiñones de Benavente con el mismo título· 
y carácter, pero en nada se parece al de ·Quecedo. En cambio, el 
llamado Los lvf arriones, del propio Benavente, fué sin duda escri-
to a vista del quevedesco, mejorándolo. dentro de lo espinoso del 
asunto y templando sus grotescas exageraciones. Hay también 
~na Mojiganga. del Mundo aJ revés, anónima, de fines del si-
glo xvu, donde lo grotesco de la forma mitiga la salacidad del' 
asunto. 
Conjetúrase de 1623. 
El hospital de los malcasados.-Impreso por Astrana Marín,. 
según texto autógrafo que perteneció a Fernández Guerra : 
Obras completas de Quevedo (Madrid, 1932). Vejación de Hi-
meneo. 
Un tracista finge establecer cierto hospital para curación 
de malcasados. A él acuden la mujer de un poeta y la de un 
viejo; uno viudo doce veces y esposo de .mujer joven y otro. 
casado con vieja. Aprovecha el autor ~sta ocasión para zaherir,. 
dé paso, a sus amigos los médicos.: 
- Pues yo los daré sanos ó el)terrados. 
- Así curamos todos los doctores, 
pues con cuatro recetas y una mula 
y el doctor, que hace en todo seis personas, 
aserrando madera por las calles, 
cuantos enfermos caen entre sus manos 
a las de Dios se van por quedar sanos. 
So BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA 
Mientras el falso _doctor les receta medicamentos burlescos, 
llama _la justicia a la puerta y, por engañarla, simulan los de 
dentro representar una comedia de la Degollación de los Ino-
centes. Atúrdese el alguacil, y dos niños, aparecidos allí sin 
saber cómo, dan tras él y el escribano con el matapecados, con 
que se acaba el entremés. No ·es de los mejores. Tiene un aire 
con El juez de los divorcios, de Cervantes. 
Los refraJ~eS del viejo celoso.-Impreso por Astrana Marín, 
según texto autógrafo que perteneció a Fernández Guerra: Obr(JIS 
comple.tas de Quevedo (Madrid, 1932). También contra los ma-
trimonios desiguales por edad. 
Realmente hay dos asuntos en esta graciosa piececilla. Re-
cuerda el primero el Viejo celoso cervantino y consiste en lo~ 
devaneos de cierta casádita casquivana con el sopista Rincón, 
que así la requiebra : 
Justa, querida Justa, de quien gusta 
mi alma que a quererte bien se ajusta. 
Justa, a quien mi deseo humilde implora 
que de justa te vuelvas pecadora. 
Justa, más deseada que una envidia 
y más .. introducida que un abuso ; 
Justa, más justa. que un zapato a] uso; 
Justa, que tienes a lo que imagino 
todas las propiedades del buen vino : 
buen color:, buen olor, mas ¿quién se atreve 
a decir del sabor sin que lo pruebe? 
Vuelve a deshora el vejete marido, y la mujer finge sacarle 
una paja del ojo para que en tanto pueda salir el capigorrón, 
sin ser visto. 
-¿Sale? 
-Ya sale. 
-Mucho está doliendo. 
¿Sale, válgame Dios? 
-Ya va saliendo. 
- No la dejes acá. 
-No haré, marido. 
-¿Ha salido, mujer? 
EL TEATRO DE QUEVEDO 81 
-Sí, ya ha salido. 
-Mira bien si salió. 
-Ya salió fuera, 
que no os dejara yo si no saliera. 
Forma el segundo argumento la presentación de varios tipos 
-imaginarios, de los de la Visita de los chistes,oonforme el vejete 
1os va nombranqo casualmente. Así comparecen; quejándose de 
1a costumbre de sacarlos a plaza, Calainos, "de francés, a lo gra-
doso"; Villadiego, Juan de la Encina, "con ramas de encina 
~ubierto"; Maricastarña., "de dueña"; Perico el de .los Palotes, 
«cargado de ellos"; la dueña Quintafí,ona., "con un rosario al 
cuello, con muletas"; el Rey que rabió, "amortajado, la cara 
blanquizca". Puesto en. su tribunal, va llamando a M arta con 
sus pollos y al Otro y, por fin, a 
Mateo Pico, 
Agrajes, Cochitehervite, 
Chisgarabís, Trochemoche, 
Bobo de Coria, mi amigo, 
a la Mari Ro badil/a, 
doña Fáfula, a quien digo. 
¿Oís, Pedro de Urdemalas?,· 
estad bien apercibidos. 
Vos, Pero Grullo, llegad, 
y haced esto que os suplico, 
que es castigar al vejete, como lo hacen con el matapecados. 
Le asignan el año 1624. 
Arreglo de la segunda parte del presente es el entremés de 
Las sombras, de que hablamos entre los apócrifos, y plagio des-
aforado de la pnmera el de El cesto y el sacristán, de Francisoo 
<le Castro (Cómico festejo, Madrid, 1742). Otros muchos hay 
parecidos a la primera parte, como La capa, y las figuras y Los 
linoiudos, anónimos; La burla de Pantoja., de Moreto; Angulo, 
<le Quiñones, etc. En Las Carnestolendas, entremés de Calderón, 
salen igualmente el Rey que rabió, Perioo de los palotes y otras 
-figuras semejantes. 
El Zurdo alanceador.:-Impreso por Diego Flamenco (Segovia, 
1628), hoy rarísimo, y por Astrana Marín, Ob. de Quevedo 
6 
82 BOLETÍN DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA 
(1932). La autenticidad de esta pieza está avalada por su inge-
niosa bizarría y por una carta autógrafa del Pad~e· André~ 
Mendo, jesuíta (Salamanca, 20 de noviembre de 1632), que lo.. 
menciona como de Quevedo. 
Sale un Juez pesquisidor contra enfadosos, con tantas facul-
tades que 
hasta en las almas puedo hacer procesos 
y sacar enfadosos de los huesos. 
Traigo por alguaciles zahoríes 
que ven el enfadoso que se encierra 
siete varas debajo de la tierra. 
Infórmase de los "Antogicalvos", respondiendo Zaraza: 
- Digo, señor, que hay calvos y calvanos, 
calvinos y calvísimos, calvunos, 
calva Anás, calva Herodes, calva Judas. 
- Padre Zaraza, en buena calavera, 
calva lucia y teñida con ribete, 
ha de llamarse chúrrete calvete; 
y de las "Niñas añejas", o sea 
las viejas que, pintadas y añadidas, 
carreteras del tiempo, 
quieren hacer cejar atrás las vidas, 
dando a entender que pueden, con engaños, 
hacia la cuna retrasar los años. 
Reparando luego 
Vuesarced me parece figurita 
que cuando entré n~ me quitó el sombrero, 
quitándoselo yo, y he sospechado 
qu~ tiene doncellez su cortesía. 
Dígame por su vida; y no se corra, 
¿es gorra fija o regatón de gorra? 
- Todos me llaman gorra perdurable. 
EL TEATRO DE QUEVEDO 
- Desdichado de vos, que en el enfado 
gorra eterna! es caso reservado, 
y no puedo, por vía de buen gobierno, 
absolver de bonete !Sempiterno. 
El alguacil conduce a la buscona Luisa, doctora en pedir, la 
cual expone su congoja: 
Señor, yo la diré sin falta alguna. 
Han dado en enfadarse unos mozuelos, 
destos que para el gasto me dan celos, 
de que yo saque a pasear mis manos, 
unas veces puliéndome el tocado, 
otras para mirar, con tejadillo, 
haciendo· un gateado en el soplállo, 
porque hago las señas sobre el manto 
y porque quiero alzar los aladares, 
que si me enfadan mucho, 
haré que salgan a tomar consuelo 
de bolsa en bolsa, no de pelo en pelo. 
Sucédela Don Bonzales, "con antojos y muleta y zurdo", 
acusándose de enfadoso, pues cuando cabalga a la jineta va 
por la calle 
·cara de comezón, haciendo gestos, 
sordo de gorra, rostro ·repujado, 
marqués de habla, duque de persona, 
barba cola de pato juguetona 
y por más devoción de caballero, 
me voy disciplinando de sombrero. 
Voy- caballereando a todos lados : 
"Bésoos. las manos ; Bésoos las manos" ; 
"Servitor, Servitor, Servitorísimo", 
y voy besoteando de manera 
que se enfadan el Prado y la Carrera. 
Tiene este personaje, entre otras mañas, la de presentarse 
como alanceador en las fiestas de toros, mas procurando hallarse 
siempre lejos de la fiera. 
El caballo 'discreto, que conoce 
cuán poco entremetido soy con toros, 
84 BOLETÍ~ DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA 
de p-arte de mi miedo y su pellejo 
toma el "Aparta, Aparta", por consejo, 
y apártase del toro 
con saltos y carreras, 
y yo se lo agradezco muy de veras. 
Y por cumplir con plaza y con ventanas 
le echo la culpa, y voy diciendo a gritos : 
"¡ Oh ! qué maldita bestia desbocada, 
Argel, en fiq"; pero en llegando a casa, 
en la caballeriza, yo y el potro 
nos pedimos perdón el uno al otro. 
Según la impresión segoviana de este entremés, "represen-
tóle Amarilis en Sevilla" y para el caso sería escrito, pues 
Don Bonzales habla <le Utrera como de lugar próximo. Amarilis 
fué, como es sabido, la célebre comedianta María de Córdoba, 
ensalzada por Caramuel, cantada por varios, codiciada por mu-
chos, y esposa del "autor" Andrés de Vega. Quevedo parece 
haber profesado buena amistad a esta actriz, tan diestra como 
hermosa, y festajada, según dicen, por el Duque de Osuna. 
Estuvo en Sevilla con la compañía de su marido, intervitliendo 
en las fiestas con que el Duque de Medina Sidonia obsequió a 
Felipe IV, en 1624, fecha a que corresponderá el entremés. 
ENTREMESES APÓCRIFos.-Además de estos nueve entreme-
ses genuinos, otros corren impresos como de Quevedo, pero que, 
a nuestro entender, no le corresponden y cuya atribución haría 
agravio a su memoria. Tres están contenidos ·en los Entreml!sf!s 
nuevos de diversos autores (!Jcalá, 1643), y ellos y dos más, 
de menos limpia procedencia, hallaron cabida en la Biblioteca 
de Autores Españoles, de Rivadeneyra {Obras de Quevedo, III, 
501 y sigs.) ; pero no en El Pantll.So espaií<Jl, ni en Las tres 
1Íltimas musas castellanas. Son La. cndll?maniada fingúia., La in-
fanta. PalOJnCona., El médico, El muerto y Las sombras. 
·La endemoniada fingida y chistes de Bacalla.o.-Cítase una 
impresión suelta del XVII, de que dicen tuvo ejemplar Barbieri, 
y se alude vagamente a otra de principios del siglo último. La 
atribución procede del tomo de Comedi(JS portuguesas de Simón 
Machado, estampado en Lisboa en 1700 y sin autoridad, por 
EL TEATRO DE QUEVEDO ss 
tanto. Nada tiene de Quevedo. Es obra evidentemente posterior 
y muy mediocre. 
LQ¡ infanta Palancona.-Cítase una impresión suelta y anóni-
ma de 1625 ; fué incluido en los Entremes~ nWe-vo.s de diversos 
a.utores (Zaragoza, 1640) como de Félix Persio Bertiso, poeta 
sevillano, a quien se achacó igualmente La vida del pícaro (Se-
villa, 1650), y se habla de otras impresiones de fines del si-
glo XVIII y de principios del XIX. La atribución descansa, como 
en la anterior, en la edición de las obras portuguesas de Ma-
chado. No es propiamente entremés, sino breve comedia burlesca 
escrita en disparates, como las de Cáncer y Velasco o las que 
representaban a veces, improvisadas, los mismos poetas ante 
Felipe IV. Si realmente existe edición de 1625, será la más anti-
gua comedia burlesca de España. 
El médico.-lmpreso en los Entremtses nuevos de diversos 
atUtores (Alcalá, 1643), atribuído a Quevedo. Pero no parecen 
ser suyos ni la simpleza de invención, ni la grosería de detalle, 
ni la frialclad de! diálogo, ni el estilo b~jo y desmayado, ni la 
versificación ramplona. Posteriores hay otros entremeses con 
igual título y asunto semejante debidos a Francisco de Castro, 
Alvarez de Toledo, Navarrete y Ribera, Avellaneda, Torres 
Villarroel, etc. En El médico y el caduco, de Navarrete y Ribera, 
la imitación es visible hasta en los detalles. 
El muerto.-lmpreso en la misma colección que el anterior 
(Alcalá, 1643), con atribución a Quevedo. Aunque mejor des-
empeñado que El médico, pueden aplicársele, atenuadas, las 
mismas censuras. Asunto ya usado por Rueda· y · Timoneda, 
tuvo éxito, siendo después imitado y refundido con títulos de 
Panduro y Poyatas, El muerto fingido, El muerto resucitado, 
Pandurico, etc. Según Astrana-

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