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Aristoteles Retorica-páginas-28

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parecen admitir ser de dos maneras, ya que acerca de las 6 
cosas que es imposible hayan sucedido o sean o estén de 
otra manera, nadie se mete a dar consejo, si así las consi­
dera, pues nada adelantaría.
E l SILOGISMO Y LA INDUCCIÓN E N LA RETÓRICA! SU CARÁC­
T E R E N ELLA.
Cabe hacer silogismo y concluir o bien a partir de cosas 
establecidas primero mediante silogismo, o bien sobre co­
sas de que no se ha hecho silogismo, pero que necesitarían io 
silogismo, porque no son admitidas (29). Necesariamente, 
de estos razonamientos, el uno no se puede bien seguir por 
su longitud (y el que debe decidir se supone que es un hom­
bre sencillo); el otro no es persuasivo porque no procede de 
premisas en que se está de acuerdo n i de cosas admitidas; 
de manera que es necesario que el entimema y el ejemplo 
sean sobre cosas capaces de ser por la mayor parte también is 
de otro modo, el ejemplo como inducción, el entimema 
como silogismo, y silogismo de menos premisas y muchas 
veces menores que las del silogismo primero (30); pues si al­
guna de ellas es cosa sabida, no es preciso decirla, porque 
el propio oyente la pone, como cuando se ha de afirmar que 
Dorieo (31) ha triunfado en unos juegos en que se dan 
por premio coronas, es suficiente decir que ha triunfado en 20 
Olimpia, y que los juegos de Olimpia tienen coronas por 
premio po se requiere añadirlo, pues todos lo saben.
Como hay pocas premisas necesarias para los silogis­
mos retóricos (pues la mayoría de cosas sobre las que hay 
juicios y consideraciones admiten ser también de otro modo, 
es acerca de cosas sobre las que se actúa, sobre las que se 
delibera y se considera, y las cosas que se hacen todas son 25 
de este género, y ninguna, por decirlo así, de ellas es nece­
saria), las proposiciones sobre lo que es frecuente y las po­
sibles es preciso concluirlas a partir de otras tales, mas las
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necesarias proceden de las necesarias, lo que también sa­
bemos por los Analíticos [pr. I 8, 29 b 29 ss.? (31 a)]; es 
evidente que las premisas de que se dicen los entimemas, 
unas serán necesarias, pero la mayoría, de las frecuente­
mente verdaderas; y puesto que se dicen los entimemas de 
lo verosímil y de los indicios, resulta que es necesario que 
de aquello y estos cada uno se identifique con una clase 
de entimema correspondiente (31 b).
Lo V ER O SÍM IL Y LOS IN D IC IO S.
Lo verosímil es lo que ocurre general, mas no absoluta­
mente, como algunos definen, sino que versa sobre lo que 
cabe sea de otra manera y se relaciona con aquello respecto 
de lo cual es verosímil (32) como lo universal respecto de 
lo particular; pero de los indicios uno es de tal modo como 
lo individual respecto de lo universal, otro, como lo uni­
versal respecto de lo particular (33). De los indicios es «ar­
gumento concluyente» (34) el que es necesario, y el no ne­
cesario carece de nombre en cuanto a la diferencia. Llamo 
necesarias a aquellas premisas de las que procede el silo­
gismo; por eso es argumento concluyente el que, entre los 
indicios, es necesario. Y cuando se cree que no cabe refutar 
la proposición, entonces se cree llevar argumento conclu­
yente de demostrado y concluido, pues «conclusión» (τέκμαρ) 
y «fin» (ιτέρας) significa lo mismo en la lengua antigua.
De los indicios, una clase es como lo particular respecto 
de lo universal: así si alguien dijera que es indicio de que los 
sabios son justos, que Sócrates fuera sabio y justo. Esto (34 a) 
es un indicio, pero refutable, aun siendo verdad lo que se 
dice, porque no es silogismo. Otra clase es como si alguien 
dijera que es indicio de que alguien está enfermo el tener 
fiebre, o de que ha parido el tener leche, y ese es necesario; 
el cual es el único entre los indicios que es argumento con­
cluyente, pues es el único que, si fuere verdadero, es irrefu-
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