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Forever (Broken 3) - A E Murphy

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3 
Créditos 
 
Moderadora: Nelshia & Mimi 
 
 
 
 
Recopilación y Revisión 
Sttefanye 
 
 
Diseño 
Dabria Rose 
 
Traductoras 
Alixci 
Brisamar58 
chivisil 
Cjuli2516zc 
Clau 
JandraNda 
Kane 
Kath 
Lauu LR 
Maria_clio88 
Mimi 
Mona 
Nana.Marie 
Patyx 
Rosaluce 
Correctoras 
Clau 
Dabria Rose 
Desiree 
Kath 
Maye 
Sttefanye 
 
 
 
4 
Sinopsis 
 
 
El período de luna de miel para Nathan y Gwen ha terminado, con sus bebés 
creciendo y sus carreras corriendo a toda velocidad. Algunos dirían que la 
comunicación es la clave para una relación exitosa, pero para un hombre que nunca 
tuvo que comunicarse y una mujer que necesita demasiado hacerlo, ¿cómo van a 
lograrlo? Los desafíos que enfrentan, el poco tiempo libre que tienen y la atención 
de sus hijos causan problemas en sus esfuerzos. ¿Su amor es lo suficientemente 
fuerte como para afrontarlo todo o las circunstancias y las fuerzas exteriores los 
separarán? 
 
 
 
5 
Capítulo uno 
—¡Dillan! 
Algo se rompe; suena como el pequeño tren de juguete de Dillan contra la 
puerta. Al menos espero que sea su tren de juguete. El pequeño destructor ha roto 
más platos de los que poseemos. 
—Él está poseído. —Escucho gritar a Nathan y sonrío cuando pequeños pies 
martillan sobre el suelo de madera, seguidos por el sonido de pies más grandes. Las 
carcajadas de Dillan hacen eco en la gran casa. Bufo—. ¡Está poseído! 
—¡Te escuché! —grito desde debajo de las escaleras, aguantándome la risa. 
Alzo suavemente a Emily, nuestra hermosa niñita de un año, sacándola de su cuna 
y llevándola cargada por las escaleras. 
—Mamá —murmura suavemente y descansa su cabeza en mi hombro. Sus 
dedos van a su boca y los chupa mientras miramos a Dillan correr por el pasillo, su 
pequeño trasero desnudo tembloroso mientras pasa. Su risa es malvada. Sabe 
exactamente cuántos problemas está causando. Simplemente adora molestar a su 
papi. 
—Juro por todo lo que es sagrado… —Nathan se detiene a mi lado y ambos 
miramos a Dillan golpear la puerta de la cocina. Él suspira y me da la vuelta en sus 
brazos, aplastando a Emily entre nosotros. Ella hace un sonido de incomodidad así 
que la coloco en el suelo y levanto mi cabeza de nuevo para recibir su beso—. Tienes 
que irte. 
—Lo sé. —Presiono mis labios sobre los suyos y sonrío cuando siento sus 
dedos desplazarse por mi mejilla y hacia mi cabello—. ¿Estarán bien? 
—Oh, oh —dice Emily y Nathan se tensa. 
—¡Tú pequeño…! 
Me giro y aprieto los labios cuando veo a Dillan sosteniendo su parte superior 
con las manos, soltando un chorro de pis en la pared al lado de la cocina. 
Sale corriendo, riendo como la pequeña molestia loca que es. 
—Dillan —regaño—. ¡Ahora papi va a tener que limpiar todo con cloro! 
Agarro a Emily antes que pueda gatear hasta el charco y salpicarse en él. Sí, 
esto ha pasado antes. 
—Pronto estará entrenado en cuanto al uso del sanitario. Sigue perseverando 
—le aseguro a Nathan, quien tiene a Dillan sujeto con sus brazos extendidos. 
Nathan me mira, así que tomo eso como mi señal para marcharme. 
—¡Los amo! —les grito antes de depositar a Emily en el suelo y salir corriendo 
de la casa. 
 
 
6 
Hoy es mi primer día de entrenamiento para ser Chef luego de haber dejado el 
Valentine’s apenas hace tres semanas. Solo he trabajado tiempo parcial desde que 
Emily cumplió los ocho meses así que sé cuán desafiante va a ser esta nueva 
aventura. 
Kerim Dal, el chef más importante del Reino Unido va a entrenarme. ¡A MÍ! 
Él es un genio culinario. He intentado y probado el noventa por ciento de sus 
recetas y colocado mi sello de aprobación en todas menos una extraña creación de 
berenjenas a la menta. No era fanática de esa en particular, pero estaba segura que, 
si hubiese tenido sentido del gusto para eso, me habría encantado. 
Si hubiese podido aplaudir y gritar mientras conduzco, lo estaría haciendo en 
este preciso momento. 
No es hasta que me estaciono en la parte de afuera del restaurante “Little 
Ambrosia” que mis nervios comienzan a manifestarse realmente. La construcción 
es elegante, enorme y… ¿dije elegante? Para ser un chef sin entrenamiento, 
comenzar aquí es algo surreal. Soy extremadamente afortunada. 
Mi teléfono vibra en mi bolsillo, así que lo saco, usando el momento de 
distracción para centrarme. 
Sasha: Lo tienes. 
Mamá: Tráeme las sobras. 
Nathan: Te amamos. Yo te amo y estoy muy orgulloso de ti. 
A Nathan es el único al que le respondo: 
Gwen: Gracias Bob Esponja <3 
Metiendo de nuevo mi celular en mi bolso, salgo del auto y camino hacia la 
entrada. Según las instrucciones que recibí, un uniforme estaría esperándome en el 
cuarto de empleados al lado de la cocina. 
¿Dónde está la cocina? 
El lobby es enorme; las paredes son poco más que puertas de paneles de 
vidrio con cortinas de malla recogidas a los lados. Me muevo hacia el primer set 
que encabeza la gran habitación. Apesta a dinero. El tema es muy de la realeza y 
florido. Sillas de aspecto pesado rodean grandes mesas redondas a su vez rodeadas 
por mesas redondas más pequeñas. No hay cabinas aquí, pero sí mesas en las 
esquinas, parcialmente escondidas tras divisores de dos metros ofreciendo un poco 
de privacidad. 
—¡No! —escucho gritos y el fuerte sonido de cacerolas desde el fondo de la 
habitación. Diviso la cocina al final de una gran abertura en la pared. Por supuesto, 
el personal de cocina estará a la vista. Eso no me pone más nerviosa, para nada—. 
No pones batatas y chirivías con el cordero. ¡Es demasiado dulce! 
Mis dientes se encuentran con mi labio inferior, y muerden duro. Mis pies de 
pronto se sienten débiles. No estoy segura que pueda moverme. 
Gwen: Este lugar es legítimamente genial… genial como un billón 
de dólares 
 
 
7 
Sasha: ¿Y Nathan no te ha llevado allí todavía? 
 
Observo mientras dos hombres en uniformes blancos de chef se manotean 
frenéticamente gritando en otro idioma mientras una mujer vestida con una 
chaqueta de doble capa a juego agita algo en una cacerola sobre una de las muchas 
estufas. Mi boca cae abierta cuando el hombre de la izquierda, al cual reconozco 
como Kerim Dal, agarra al hombre de la derecha, quien creo que es su chef 
ejecutivo y sobrino (gracias Wikipedia), y lo empuja un metro hacia atrás antes de 
lanzar otro plato contra la pared. Un plato lleno de comida. ¿Así es como se 
comportan cuando el restaurante está lleno? 
Ahora estoy asustada. 
Como si sintiera mis pensamientos, los ojos de Kerim cortan la zona de 
asientos del oscuro restaurante y me encuentra, paralizada, mi bolso sobre un 
hombro, y sin duda temblando. Sus ojos se estrechan y le dice algo más al chef 
ejecutivo antes de salir a reunirse conmigo a través de un conjunto de puertas 
dobles de color gris con un letrero de salida. Una puerta más pequeña en el otro 
lado de la abertura tiene la palabra “entrada” impresa sobre ella. 
—Tú —grita Kerim dirigiéndose a mí. Tiene al menos doce centímetros de 
altura por encima de mí—. ¿Qué estás haciendo aquí? 
—Yo… —Retrocedo mientras él continúa acercándose—. Soy Guinevere 
—¿Guinevere? —Sus labios, sombreados por una barba estrecha y bien 
recortada, se curvan con confusión. 
—Hoy comienzo mi entrenamiento. 
—¿Y entraste por la puerta principal? 
Mi boca se abre completamente. No estoy segura por qué de pronto soy un 
objetivo. 
—¿Se supone que no debía? 
—¿Qué de…? —Sus ojos casi negros se abren con sorpresa, el contraste hace 
que su piel casi del color del caramelo oscuro parezca más oscura—. ¿En serio? 
¿Qué chef entra por la puerta principal? 
Quiero irme a casa. 
—Entras por la cocina, por la puerta trasera, o no entras —responde, su acento 
turco ligero, pero aun así notorio. Mis ojos siguen su brazo el cual hace señas hacia 
el área de la cocina—. ¿Estoy asumiendo que también estacionaste en el 
estacionamiento de clientes? 
En este punto, siento que el silencio es la mejor opción. 
—Y Nathan me aseguró que eras inteligente… siguientechiste. Mueve tu 
maldito auto y vuelve por la entrada apropiada o lárgate. Y trae tu cerebro contigo. 
—Con eso, se gira sobre sus talones y vuelve pisoteando a la cocina. 
Creo que puedo llorar. 
 
 
8 
—Maldito idiota —murmuro en lugar de sollozar como quiero. Salgo del 
restaurante por el camino que vine. He tratado con peores que él. Me niego a 
derrumbarme. Especialmente en mi primer día—. Puedo con esto. 
Me toma un momento, pero cuando finalmente encuentro la entrada secreta 
para los autos de los empleados, estaciono en un lugar que espero no sea reservado, 
y me dirijo por las grandes puertas dobles de metal. Una de ellas está mantenida 
abierta con un extintor de incendios. Conduce a una pequeña área de baldosas 
blancas y otro conjunto de puertas dobles. 
La puerta de la derecha se abre y el chef ejecutivo, cuyo nombre se me escapa, 
pasa como un trueno, lanzando su sombrero al suelo mientras se marcha. Se 
detiene en los escalones de piedra que conducen al estacionamiento y grita hacia el 
cielo. 
—No te preocupes por él. Siempre es así —dice la chica y me hace señas para 
que entre a la cocina. 
—Llegas siete minutos tarde —grita Kerim sumergiendo su dedo en una salsa 
blanca en una cacerola en la estufa antes de chuparlo en su boca—. Mejor, Umut. 
—¡Vete a la mierda! —grita el chef ejecutivo y Kerim le pone los ojos en 
blanco. 
—¿Eres Gwen? —pregunta, sabiendo perfectamente que soy Gwen. 
Asiento. 
—Bueno. ¡Patience! —grita, y lo primero en que pienso es que me está 
diciendo que tenga paciencia, pero luego la mujer que me hizo entrar aparece a mi 
lado—. Llévala a cambiarse. Muéstrale la cocina. —Invade mi espacio personal y 
estrecha sus ojos negros—. Si necesitas decirlo dos veces, no es lo suficientemente 
buena para esta cocina. 
—Sin presiones entonces —murmuro y sus fosas nasales se dilatan. 
—Esta, mi querida niña —su tono es pesado y con desdén—, es la cocina de 
los condenados. Este es uno de los restaurantes más concurridos y más costosos en 
todo el Reino Unido. La presión es increíble, pero tu novio… 
—Prometido —lo corrijo innecesariamente. 
—Me aseguró que podrías manejarlo —gruñe, claramente enojado por el 
hecho que abriera mi boca para hablar sin su permiso. No puedo evitarlo. Es una 
enfermedad. 
Antes que pueda responder, Patience, la mujer de treinta y tantos con un 
hermoso cabello rubio arena asomándose desde de su sombrero blanco, me jala 
hacia una puerta al fondo a la izquierda. 
—Este es el cuartel de los empleados al que vamos a tomarnos un momento si 
tenemos el tiempo para tomarnos un descanso. —La habitación es acogedora, tiene 
un sofá, una cama y dos puertas que indican los sanitarios de damas y caballeros. 
Noto una salida de emergencias secundaria y una ventana que permite la entrada 
de mucha luz, a pesar que las persianas están abajo—. Rara vez tenemos tiempo de 
 
 
9 
tomarnos un descanso, así que no te sorprendas si la única vez que ves esta 
habitación es para colgar tus cosas cuando llegas. 
Coloco mis cosas en el área designada y me despido de mi teléfono. 
—Comenzarás con Delphine —me dice Patience—. Ella maneja la despensa. 
Hoy aprenderás cómo trabajamos en equipo y cómo van las cosas. Te sugiero te 
estudies la despensa ahora, porque si lo echas a perder, no habrá segundas 
oportunidades. 
—Exactamente —dice Umut, dándome una sonrisa de disculpa—. No es nada 
personal. Todos sufrimos así al principio. 
—¿Cuántos han venido antes que yo? —pregunto, intentando no tragar con 
miedo. 
—Demasiados, la mayoría ya entrenados en las cocinas más finas —susurra 
Patience, sus ojos verdes claro brillando—. La mayoría de ellos renunciaron antes 
que terminara el día. —Me guía hacia la despensa—. Estudia hasta que te llame. No 
vamos a complicarte el día. 
—Gracias. —Me deja cerca de la pesada puerta de metal que luce mejor 
construida que una caja fuerte—. Santa mierda —murmuro entre dientes. ¿En qué 
demonios me metí? 
 
La luz del salón está encendida cuando entro en el estacionamiento 
residencial justo frente a nuestra casa de tres habitaciones. Por el precio que 
pagamos por esta pequeña edificación en Londres podríamos haber comprado una 
mansión en la frontera o en un pueblo pequeño de Bretaña. Desafortunadamente la 
necesidad obliga. Después que la casa de campo se quemó, tuvimos que decidir qué 
hacer con la tierra y Nathan necesitaba estar cerca de su negocio recién abierto. 
Había prosperado tanto con su línea de joyería que pudo abrir otro en Newcastle. 
Londres es el lugar en el que tenemos que estar, y por suerte, todo ha salido 
bien, dado que mi nuevo trabajo también es aquí. Si nos hubiésemos quedado en 
Skegness donde vive mi mamá, yo no habría tenido esta oportunidad y Nathan 
tendría que pasar fuera cinco de las siete noches de la semana. 
Veo las cortinas retorcerse en la ventana de la sala y hacer un movimiento. 
Espero que Nathan haya tenido un mejor día que yo. 
Mis dedos consiguen la cremallera de mi chaqueta y la bajan mientras cruzo la 
calle de un solo sentido y preparo mis llaves para abrir la puerta en silencio. 
La puerta se abre antes que tenga oportunidad y soy jalada dentro por el 
hombre que amo en el lapso de un segundo. 
Patea la puerta para cerrarla y me presiona contra ella. 
—Cuidado —gimo, mi voz en apenas un susurro. El hecho que no se escuche 
ruido significa que los niños están dormidos—. Me duele por todas partes. 
 
 
10 
Sus ojos castaños encuentran los míos en la débil iluminación y la parte 
posterior de sus nudillos acaricia mi mejilla. 
—Sé cómo hacerte sentir mejor. 
—¿En serio? —Levanto una ceja, escéptica. Si está pensando lo que creo que 
está pensando, eso definitivamente no va a hacerme sentir mejor. 
Grito cuando me levanta en sus brazos y me lleva a la sala de estar, donde el 
aroma de vainilla y cerezas se instala suavemente en el aire. 
—¿Qué estás haciendo? —Me río cuando su mano encuentra la lámpara y la 
apaga, dejando nada más que luz de las velas iluminando el espacio. 
—Cuidándote —afirma y finalmente me pone en el suelo. Se dirige a donde los 
cojines del sofá están acomodados en una línea en el suelo, una fina manta y una 
toalla enrollada sobre ellos. 
—Estoy confundida. 
Su sonrisa en respuesta es tan hermosa que todavía, hasta el día de hoy, me 
quita el aliento. 
—Quítate los zapatos. 
—Ummm…. 
—Solo hazlo —ordena, su tono exasperado, así que rápidamente me quito los 
zapatos de cuero negro y flexiono mis tobillos. Sus manos deslizan mi chaqueta por 
mis brazos antes de lanzarla al sofá desnudo—. Me encanta esto. —Sus dedos me 
hacen cosquillas en el espacio entre mis omoplatos—. Tienes un rastro de vellos 
muy finos. —Sus labios tocan el espacio por el que vagaba su mano. Un escalofrío 
me recorre lentamente la columna, retorciendo y girando a lo largo de mis 
nervios—. Te hace lucir brillante. 
—No, creo que solo es sudor. —Me giro en sus brazos—. No deberías tocarme, 
estoy asquerosa. 
—Quédate quieta. —Se ríe y levanta mi delgado chaleco por encima de mi 
cabeza—. ¿Cómo estuvo tu primer día? 
—Difícil —admito, cerrando mis ojos cuando sus manos acarician mis brazos y 
me hacen cosquillas en el interior de mis muñecas—. Estoy tan cansada. 
—Apuesto a que sí. —Sus labios encuentran mi mandíbula mientras sus 
manos desabrochan mi pantalón negro que cae a mis tobillos—. Da un paso afuera. 
Doy un paso atrás, poniendo un pequeño espacio entre nosotros. Sus ojos 
miran mi cuerpo, un resplandor hambriento en profundidades de un marrón casi 
como el chocolate. 
—Tu belleza me cautiva —dice, tendiéndome la mano. La tomo y le permito 
que me lleve a las almohadas—. Boca abajo. 
Cuando estoy cómodamente situada en las almohadas, inmediatamente me 
libera de mi sujetador y gotea aceite caliente en mi espalda. 
 
 
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Me río suavemente y me estremezco, aunque pronto detiene esa acción 
separando mis muslos y arrodillándose entre ellos después de librarse de su 
camiseta y jean. 
—Deja de reír. 
—Bueno —murmuro,apoyando mi cabeza en los brazos cruzados—. Me 
consientes. 
—Me parece recordar todos esos días en los que llegaba a casa exhausto del 
trabajo y tenías preparado este diseño exacto para mí. 
—¿Qué puedo decir? Soy una prometida muy cariñosa. —Sus manos 
comienzan a regar el aceite en mi piel. Sonrío cuando siento el cuero de sus 
guantes. No los usa a menudo, pero todavía tiene sus desencadenantes, sustancias 
pegajosas y granuladas entre ellos. El camino a la recuperación es largo, pero estoy 
muy orgullosa de cuán lejos ha llegado—. Eso se siente tan bien. 
Sus pulgares cavan profundamente en mi cuello, empujando el aceite 
alrededor de la superficie de mi piel, alejando los dolores. Gimo fuerte, incapaz de 
contenerlo, y siento que su polla vestida con el bóxer se endurece. Golpea mi muslo 
y sonrío contra mi brazo. Me encanta que todavía pueda excitarlo solo por ser yo. 
Me hace sentir poderosa y hermosa. Me hace sentir sexy. 
—Entonces, ¿fue tan aterrador como esperabas? —Su voz es suave, 
mimándome mientras me sumerjo en una ola de relajación. 
Murmuro un sí. 
—¿Fue bueno contigo? 
—No hubo tiempo para ser bueno. Desde el segundo en que abrió el 
restaurante, fue un caos —murmuro—. Solo le pasé ingredientes a todos y me 
familiaricé con la cocina. 
—Bien. —Sus manos cavan sendas profundas hasta mis caderas y luego giran 
alrededor de mi ombligo antes de regresar—. Te extrañamos. 
—¿Tommy usó su orinal? 
—Aún no. 
Ambos suspiramos. Está resultando muy difícil de entrenar. 
—Lo hará cuando esté listo —añade Nathan y espero que tenga razón—. Al 
menos se fueron a la cama con bastante facilidad. 
—Eso es porque te quedaste atado a la rutina. 
—Exactamente. —Sonríe y hace círculos con sus fuertes dedos alrededor de 
mis mejillas de mi trasero—. Tienes la piel más lisa. 
—Deja de trazar mis rayas de tigre —digo, mientras sus dedos siguen las 
estrías en mis caderas. 
—Son hermosas. 
—Voy a hacerme un bronceado de rocío para cubrirlas. 
 
 
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Su pulida mano conecta con mi mejilla derecha. Grito y me agito mientras la 
picadura cosquillea a través de mi piel. 
—No harás tal cosa. Además, esas mujeres anaranjadas insisten en conseguir 
transferencias a sus pobres esposos. 
—Me encanta cómo supones que todos están casados. 
—Soy un tipo anticuado. Ahora cállate y déjame frotarte. 
—Frota —insisto y cierro los ojos—. Te amo. 
—Lo sé —murmura juguetonamente y hace cosquillas en mis costillas. 
—¿Me vas a hacer ducharme antes de acostarme? 
Oigo la sonrisa en su voz. 
—Naturalmente. 
Suspirando pesadamente, vuelvo a cerrar los ojos. 
—Bueno, no dejes de frotar hasta que no haya un solo espasmo de dolor en mi 
cuerpo. 
—Sí, señora. 
—Me consientes. 
—¿Tienes hambre? Ni siquiera pensé en eso. 
—No, tengo que probar más comida de la que puedo soportar durante el 
trabajo. —Me mojo los labios al recordar—. Es tan bueno. No consigues los 
ingredientes de calidad que utilizan en el supermercado local, ¿sabes? 
Se desliza sobre mi cuerpo y trabaja en mis piernas. 
—Quiero besar cada centímetro de ti, pero estás toda aceitada. 
Sonriendo, sacudo mi trasero. 
—Entonces, solo sigue frotando. Si todavía estoy aceitosa, entonces no has 
terminado. 
—Sí, señora. 
—¿Es retorcido que me encante cuando me llames así? 
—Sí. —Sus dedos resbaladizos y cubiertos de cuero se deslizan alrededor de 
mi ombligo. Un jadeo se me escapa cuando levanto las caderas unos centímetros y 
otra almohada se coloca debajo de mi ingle. 
—¿Te importa si lo hacemos a la antigua? —pregunta, su voz juguetona y 
profunda. Antes que tenga la oportunidad de responder, lo siento empujando 
contra mí, abriendo mis pliegues con los pulgares. Libero un gemido de puro placer 
mientras se hunde en mis profundidades. Cada centímetro de él me trae un 
hormigueo doloroso al que dudo me acostumbre alguna vez. Sus manos se mueven 
de nuevo a mis caderas y frotan los patrones profundos. 
Me siento dividida entre dormir con el lento masaje o moverme contra él para 
conseguir que se mueva más rápido. Mi cuerpo es un lío de contradicciones. 
 
 
13 
—He estado esperando toda la noche por esto —admite—. Toda la semana, 
incluso. 
—¿Han pasado siete días? —pregunto. Normalmente no pasamos de dos, pero 
ambos hemos tenido demasiado que hacer esta semana—. Dejaste de moverte. 
—Ha sido una semana —me dice como explicación. 
—¿Y? 
—Y... —Sus caderas se unen a mi culo, enterrando su longitud entera en mí. 
Gime; gimo y siento que su longitud se contrae dentro de mí. Está tan cerca de 
acabar. 
No debería reír, pero esto no ha ocurrido antes. 
—Me siento así de bien, ¿eh? 
—Lo haces. —Se pierde la broma completamente, o tal vez no y él también 
está bromeando—. Ahora deja de hablar; me estás distrayendo. 
—¿Cómo puedo distraerte? Estás literalmente enterrado hasta las pelotas. 
Su risa vibra a través de su cuerpo y directamente en el mío. Creo que estoy 
tan cerca de venirme como él ahora mismo. Qué extraño par hacemos. Empieza a 
empujar lentamente y su mano sigue masajeando. Luego, de repente, se encoge y 
dice: 
—Además, deja de llamarme Bob Esponja. 
—Bueno, eso fue algo al azar. —Trato de mirarlo por encima del hombro, pero 
su mano empuja mi cabeza hacia la almohada—. Me estás asfixiando. 
—Te gusta. 
No está equivocado. Sus dedos se enredan en mi cabello y tiran bruscamente 
hasta que giro la cabeza. Me empujo con las manos. 
—Ahora cállate mientras te follo —ordena y aumenta su velocidad. Empujo 
hacia atrás para encontrarme con él y cada vez que lo hago, el ardor profundo se 
extiende por mis miembros y mi ombligo hasta que baila a lo largo de mi espina 
dorsal y pulsa a través de mis venas—. Tienes que llegar allí. 
—Estoy ahí. 
—Ahora —suplica. Me lo imagino apretando los dientes con fuerza para ganar 
alguna apariencia de control. 
Como si mi cuerpo estuviera amañado a su mando, me estremezco y mi 
vientre se llena de placer. Mi pecho se endurece y me resulta difícil respirar. 
—Ugh... —gruñe Nathan, golpeando sus caderas contra las mías tan duro que 
probablemente dejará moretones, pero no me importa. Es intenso—. Cristo, te 
amo. Me encanta esto. Me encanta hacer esto. 
—A mí también. —Sonrío, desplomándome contra la almohada mientras mi 
orgasmo se disipa, dejándome sin aliento y saciada. Él se levanta casi de inmediato, 
dejando su bóxer en el suelo—. ¿Ducha? 
 
 
14 
—Es el aceite. Lo siento. Está en todas partes. 
—Es algo bueno que te ame. —Me arrastro para levantarme, bostezando de 
manera poco atractiva, y lo sigo por el oscuro pasillo hasta la estrecha escalera, la 
cual cruje en el cuarto y el décimo escalón. 
 
 
 
15 
Capítulo dos 
Balanceo a Dillan en mi cadera mientras los dos miramos a Nathan 
intentando alimentar a Emily. Ella es demasiado quisquillosa. No es que no le guste 
la comida, más bien es que le gusta comer sola. No creo que Nathan esté listo para 
aceptar el hecho de que ella está en una edad en la que, se supone, tenemos que 
enseñarla a usar una cuchara. 
—Abre —dice en una alegre voz de bebé—. Abre grande. Ahhhhh. 
Escucho la cuchara sonar contra la silla de comer y me estremezco. 
—Eres traviesa. —Se ríe, todavía usando su voz feliz. Se gira hacia mí, su 
sonrisa se ha ido—. Es imposible. 
Asiento estando de acuerdo. 
—Es tu hija. 
—Cabello —dice Dillan y entierra su rostro en mis rizos. 
—Amo cuando hace eso. —Es tan cálido, y suave, luce exactamente como 
Caleb. Mientras crece es difícil mirarlo, y aunque tengo a Nathan, todavía lucho con 
el hecho de que Caleb se esté perdiendo tanta vida. Está perdiéndose a su hijo, y su 
hijo se lo está perdiendo a él. Si bien Nathan es un excelente padre, Caleb nunca 
tendrá ese nivel de felicidad en su vida. 
—Está obsesionado —puntualiza Nathan—. Adora el cabello. 
—Síp —estoy de acuerdo—. Nuestros hijos son raros. 
Se levanta, rindiéndose y entregándole el tazón y la cuchara a Emily, quien 
hace un desastre en los primeros cinco segundos. Su cabello ligero y fino estácubierto por el pegote naranja que escogimos para su almuerzo. 
—¿Estás ansiosa por tu segundo día? 
Arrugo la nariz como forma de mostrarle que estoy sinceramente 
aterrorizada. 
—No creo estar hecha para la vida en la cocina. 
—Todos los trabajos son difíciles al principio. —Se inclina para besar mis 
labios y Dillan protesta golpeando su mejilla con una mano rechoncha—. Solo estás 
entrenando. Para esta fecha, el año próximo, serás mejor que Kerim. Ya verás. 
Lo encuentro tan difícil de creer, pero agradezco todo el apoyo. 
—Tu fe en mí es asombrosa. 
—Bueno, todavía tenemos tres horas antes de que tengas que irte. —Toma a 
Dillan de mis brazos y lo coloca en el suelo. Emily permanece atada en su silla de 
comer a mi izquierda, aplastando felizmente los gruesos trozos naranja en su tazón 
con las manos—. ¿Qué quieres hacer? 
 
 
16 
—Bueno, hay muchas cosas que me encantaría hacer, o, lo que es más 
importante —doy un paso hacia él, envuelvo mis brazos a su alrededor y meto mis 
dedos en los bolsillos traseros de su jean—, me encantaría hacérselo a alguien… 
—Eres insaciable —susurra y mis ojos se cierran anticipando el beso que sé 
que vendrá. Chupa mi labio inferior—. Ojalá pudiera inclinarte sobre este 
mostrador... 
Sonriendo, me retiro y levanto una ceja. 
—Realmente estás en eso en este momento, ¿no? 
—Tiene sus ventajas. 
—Simplemente te gusta jalar mi cabello. —Mi boca se abre—. No crees que 
Dillan haya visto... 
—¡No! —prácticamente grita, horrorizado—. ¡Por supuesto que no nos ha 
visto! 
—Estaba bromeando —lo calmo, dándome cuenta de mi error. Decir que 
Nathan todavía tiene problemas con respecto a su horrible crianza sería un 
eufemismo. Estamos trabajando en ello—. Lo siento; eso no fue una buena broma. 
Se aleja y sé que el momento ha desaparecido. Solo necesita tiempo. 
—Vamos, cariño —le digo suavemente a Emily y desabrocho sus amarres—. 
Vamos a limpiarte. 
Nathan finge estar buscando algo en la nevera, pero puedo decir que solo 
necesita un tiempo a solas. 
—Te amo —digo por encima de mi hombro mientras camino hacia el pasillo. 
Dillan nos sigue, agarrando su tren de juguete apretado contra su pecho. 
—Te awooo —copia Dillan y le sonrío. 
Nathan no responde; solo sigue mirando fijamente a la nevera. Suspirando 
pesadamente, llevo a Emily por las escaleras, cerrando la portezuela de seguridad 
detrás de mí para evitar que Dillan nos siga y rápidamente la aseo en el lavabo del 
baño. 
No es hasta que regreso abajo, con una bebé limpia y vestida en mis brazos, 
que Nathan finalmente ha recuperado su simpatía. Me besa en el segundo que 
puede agarrarme y todo está bien en el mundo. 
Así que no somos perfectos. Estamos lidiando con ello lo mejor que podemos. 
—Yo también te amo —responde. Tarde, pero responde. 
—No tienes que decírmelo. Ya lo sé —le aseguro, y coloco a Emily en el suelo. 
Inmediatamente busca a su hermano. Su vínculo amor-odio es hermoso hasta que 
uno de ellos está gritando. 
—Me gusta decírtelo. 
—Me gusta que me lo digas, pero me lo demuestras lo suficiente cada día. 
 
 
17 
—Eres tan poco necesitada, ¿y te preguntas por qué quiero casarme contigo? 
—Sus labios encuentran mi mandíbula—. Dejemos que los niños nos utilicen como 
pared de escalar mientras miramos infinidad de coloridos programas de televisión 
con loros bailando y títeres. 
—Oooh, nuestras vidas son tan emocionantes —me burlo y vamos a la sala de 
estar. 
—¿Has pensado en la boda? —pregunta Nathan después de enredar su cuerpo 
con el mío en el sofá. Emily se trepa en sus piernas y le exige que juegue con ella. 
Como siempre, acepta. Su pequeña risita mientras la atrae hacia él y la mordisquea 
en el cuello derrite mi corazón. 
—Yo, uh... —Me vuelvo a enfocar—. Tengo unos cuantos lugares que quiero 
que veamos, pero… 
—¿Qué? 
—Bueno, en realidad no conocemos a nadie a quién invitar —admito con 
solemnidad—. Y no quiero contratar un lugar enorme para una boda pequeña. 
—Siempre podríamos huir. 
—Mmm... —Es romántico, pero me encanta la idea de planear una boda. 
—Las bodas íntimas son más bonitas, ¿no? 
Pongo los ojos en blanco. 
—En este punto seremos tú, los niños, mi mamá y yo. 
—Y Tommy y Sasha. —Sonríe, y yo suelto un gruñido cuando Emily se 
arrastra hacia mí. Dillan, viendo a su hermana acercarse, se pone inmediatamente 
celoso y exige que lo levante—. No te preocupes. —Nathan me acaricia la mejilla 
con la nariz—. Todo saldrá bien. Solo date prisa y déjame darte mi apellido. 
—Lo haré. 
—¿Cuándo? —Su pulgar tira del anillo en mi mano izquierda. 
—Déjame concentrarme en el entrenamiento, ¿de acuerdo? 
Sonríe, se inclina y me besa la punta de la nariz. 
—De acuerdo, tienes razón. Demasiada presión. 
—¿Quieres que te haga algo para cenar antes de ir a trabajar? Puedes 
calentarlo más tarde. 
—Otra razón por la que quiero hacerte mi esposa. —Prácticamente soy 
empujada para salir del sofá—. No sé si te has dado cuenta, pero te traje todos los 
ingredientes para hacer esa pasta de chile que me encanta. 
Me río, veo hacia el cielo y camino hacia la cocina. Espero no perder nunca mi 
pasión y amor por la cocina, a pesar de las tensiones que mi nuevo trabajo puede 
poner en mí. 
 
 
 
18 
—Te volverás más rápida —me tranquilizan mientras rebano una papa. 
—Si tú lo dices —balbuceo. 
Siento que mi brazo se balancea hacia atrás mientras estoy girando y mi jefe... 
el jefe de cocina... está directamente sobre mi rostro. 
—¿Qué clase de charla es esta? Si no tienes fe en ti misma, ¿por qué yo debería 
tener fe en ti? —Deja un cuchillo al lado de la papa y sus ojos castaños se 
entrecierran con molestia—. Corta la maldita cosa y alégrate por ello o sal de mi 
maldita cocina. 
Lo odio. Dice demasiadas groserías. Ahora entiendo por qué Nathan odia 
cuando digo palabrotas. Es un lenguaje tan poco atractivo. Por lo menos tiene los 
ojos bonitos y su aliento siempre huele a menta. Si me gritara con un aliento 
horrible, ya habría renunciado. 
—Tiene un punto —dice Patience, encogiéndose de hombros—. Nos estás 
frenando tal como estás. 
—Ella es toda una alegría, ¿verdad? —Un joven que se presentó como Sean 
sonríe del otro lado de la mesa. Está pelando las papas que estoy cortando, aunque 
en realidad es el limpiador designado. 
No hago comentarios. No quiero criticar a la gente con la que trabajo en mi 
segundo día, o nunca. Simplemente sonrío y me concentro en las papas. 
Papas. 
Solo papas. 
Hablando de comenzar desde cero. Estoy tan nerviosa; no quiero estropearlo. 
No quiero decepcionar a nadie. Sé que puedo hacerlo mejor. 
Quiero decir, sé cómo pelar y cortar una condenada papa. Si estuviera sola, 
me daría una bofetada. 
—Necesitamos cebollas picadas —grita Kerim cuando termino mi última 
papa—. Rápido. 
—¡Sí, chef! —grito por el ruido de la cocina e introduzco un trozo de chicle en 
mi boca. Un pequeño truco para que tus ojos no lloren es masticar chicle mientras 
cortas las cebollas. Aunque cuando agarro el cubo lleno de cebollas, me doy cuenta 
que necesito más que masticar chicle en mi arsenal para impedir que mis ojos 
lloren. Quiero llorar solo de ver la montaña. Afortunadamente, soy muy buena 
picándolas. Sé que puedo hacer esto rápidamente. 
 
Tengo un descanso de quince minutos cuando el restaurante se calma a las 
once de la noche. Normalmente llamaría a Nathan, pero tengo la sensación de que 
estará durmiendo, así que en su lugar llamo a Sasha para reportarme. Han pasado 
varios días desde la última vez que hablamos como se debe. Sé que definitivamente 
está despierta porque acaba de actualizar su estado en Facebook hace dos minutos. 
 
 
19 
—Hola, forastera —me saluda inmediatamente, su tono feliz. 
—No tengo mucho tiempo; estoy tomando un descanso. —Tomo mi bebida y 
compruebo la hora en mi teléfono. Tengo exactamente seis minutos. 
—Me honra haber sido la elegida. —Se ríe un poco—. ¿Qué tal el trabajo? 
—Estoy agotada. 
—Solo es tu segundo día; lo superarás. 
—Uy. —Sonrío—. Gracias porel apoyo. 
—De nada. ¿Cómo lo está haciendo Nathan? 
—Mejor de lo que esperaba —admito, pensando en el guapo hombre con 
quien comparto mi vida—. Me encanta. Es tan bueno conmigo. 
—Sí —está de acuerdo—. Hablando de compañeros, creo que Tommy me va a 
pedir que me case con él. 
Mi mandíbula golpea el suelo. 
—¿Estás bromeando? 
—No, últimamente ha estado muy nervioso y sigue jugando con algo en su 
bolsillo. 
Con eso, bufo. 
—¿Estás segura de que no está jugando consigo mismo? 
—Difícilmente. 
—Te necesitamos de nuevo allá adentro —grita Patience a través de las 
puertas dobles—. ¡Ahora! 
Suspirando pesadamente, me levanto. 
—Tengo que irme. 
—Eso escuché. 
—Hablaremos más sobre Tommy y su bolsillo mañana. 
—Te quiero, perra. 
—Te amo más, imbécil. 
Cuelgo y me apresuro. Estaba disfrutando de estar sentada. Estoy tan 
cansada. 
—Come —demanda Kerim, deslizando un peculiar plato rojo delante de mí—. 
No te envenenará. 
—Gracias —murmuro, sin mirarle a los ojos mientras tomo un pedazo de 
berenjena con mi tenedor y lo pongo en mi lengua. Oh Dios mío. No puedo evitar 
gemir. Eso es demasiado bueno. 
—¿Te gusta? 
—Es asombroso. 
 
 
20 
Tomo un pedazo de cordero y cebolla y los mastico lentamente para saborear 
cada segundo. No me había dado cuenta de cuán hambrienta estaba. 
Kerim inclina la cabeza hacia un lado mientras me mira comer y me parece un 
poco desconcertante. 
—Termínatelo todo. Toma un café. Necesito que te quedes hasta las cuatro. 
Parpadeo. 
—Pero cerramos a medianoche. 
—Sí. —Es todo lo que dice antes de volver a su trabajo. Lo miro fijamente, 
preguntándome por qué me está obligando a quedarme tan tarde. Sin embargo, no 
discutiré, tan cansada como estoy. Quiero estar aquí. Necesito estar aquí. Tal vez 
esta es una prueba para ver si tengo lo que se necesita para lograr estar en su 
cocina. Espero que sí. Todo lo que puedo hacer es intentarlo. 
—De acuerdo, chef —murmuro y termino mi deliciosa comida. 
 
Llega la medianoche y comienza la limpieza. Más que todo tenemos a alguien 
designado para limpiar mientras la noche avanza, pero todos nos lanzamos a la 
tarea al final del día. No es hasta que todas las luces están apagadas, excepto la 
tenue luz blanca sobre la unidad central, y todo el mundo se ha ido que Kerim 
finalmente reaparece de la sala de profesores. 
—Ven. —Me señala la gran superficie metálica bajo la luz—. Esta noche te 
enseñaré dos cosas. 
—Bueno. 
—Uno, cómo cortar con los ojos cerrados. 
Mis ojos se amplían involuntariamente cuando lleva un cuchillo largo y plano 
a la mesa seguido de un cubo de zanahorias, papas y puerros. 
Cuando rodea la mesa y sostiene una larga bufanda de plata, inmediatamente 
doy un paso hacia atrás. Mi rostro sin duda está tan asustado como mi corazón. 
Pensamientos interminables de él atándome y mutilándome aparecen en mi mente. 
Quiero decir, ¿qué tan bien conocemos a este tipo? Por lo que sabemos, podría 
estar cocinando seres humanos en vez de cordero. ¿Si quiera reconocemos el sabor 
del cordero? 
¿Por qué me estoy preguntando cómo saben los seres humanos? 
El mundo se vuelve negro mientras el suave tejido plateado hace cosquillas 
sobre el puente de mi nariz. 
—¿Quieres que maneje un cuchillo afilado sin ver? 
—No inmediatamente; te ayudaré. 
Siento su pecho contra mi espalda y todo mi cuerpo se tensa. Nunca he estado 
tan cerca de otro ser humano en los últimos dos años, a excepción de Nathan. No 
me gusta. Me hace sentir incómoda. 
 
 
21 
—Relájate. —Sus manos cubren las mías y las guían hasta el cuchillo y la 
papa—. Quiero que aprendas los tamaños que requieren nuestras recetas. 
—¿Sin la vista? 
 Su risa sopla aliento contra mi oreja. 
—Así aprendí y aprendí rápido. 
—Perderé un dedo. 
—No, tendrás más cuidado porque... 
—No tengo vista. —Termino y dejo salir mi respiración. Sus manos sacuden 
las mías sueltas y hacen un trabajo rápido deslizándose a través de la papa—. Las 
zanahorias son más fáciles, ya que tenemos la rebanadora, pero todavía tienes que 
trabajar con la rebanadora y saber los tamaños. 
—Lo tengo. 
—Chef —se queja. 
—Lo siento —murmuro y se aclara la garganta, un empujón persistente para 
que termine como él quiere que lo haga—. Chef. Lo siento, chef. 
—Dentro de esta cocina no soy tu amigo. No soy amigo de tu marido. No te 
conozco más allá de esta cocina mientras estoy en esta cocina. Así que cuando te 
grito —sus manos continúan moviendo la mía, cortando cuidadosamente la papa—, 
no es nada personal; todo es profesional. Le digo esto a todo mi personal y lo 
mantengo. ¿Lo entiendes? 
—Sí, chef. 
—No habrá argumentos personales que no involucren a esta cocina en un 
radio de dos kilómetros de esta cocina. 
—S-sí Chef. 
—No habrá coqueteo o conversación con otros miembros de esta cocina, a 
menos que sea en un descanso, e incluso entonces no se establecerán apegos 
personales —gruñe, cortando el último trozo de la papa. Siento su textura suave y 
húmeda bajo mis dedos—. No habrá reuniones fuera del trabajo. No quiero drama 
en esta cocina. La naturaleza humana nos obliga a actuar como locos cuando 
estamos enojados con otro. ¿Lo entiendes? 
—Creo que sí. —Quiero aclarar mi garganta y mojar mis labios que se han 
secado de los nervios. 
Su tono es alto, incrédulo. 
—¿Solo crees que lo entiendes? 
—No —corrijo rápidamente—. Entiendo, chef. 
—Bien, entonces dilo la maldita próxima vez. —Me libera—. Sigue cortando 
esos mismos tamaños. Estabas prestando atención, ¿no? 
—Difícil no hacerlo cuando está tratando de entrar en mi cuerpo, chef —
comento y su risa en respuesta me sorprende. 
 
 
22 
—Bueno. Puede haber esperanza para ti todavía. Ahora, corta. 
 
 
 
23 
Capítulo tres 
El sol está brillando en el cielo cuando finalmente llego a casa. Son casi las 
cinco de la mañana e incluso a tal hora, el tráfico en Londres puede ser una batalla. 
Silenciosa y lentamente desbloqueo la puerta delantera y entro. Está oscuro 
salvo por las pequeñas luces en la pared, iluminando tenuemente mi camino. 
No puedo recordar un tiempo en que haya llegado a casa con un Nathan 
dormido. Es surrealista. 
Se ve tan lleno de paz. Casi no me atrevo a desvestirme por si lo despierto, 
pero de alguna manera lo hago. Una vez que estoy desnuda, me siento en la cama y 
beso su sien. Está acostado bocabajo, sus brazos abrazando la parte inferior de su 
almohada. Sus labios apretados en la forma de un corazón torcido. Beso la esquina 
y paso mis dedos por su brazo. 
Ni un solo gramo de mí recuerda caer dormida. Cuando finalmente despierto 
a mediodía del día siguiente, es para encontrar una nota al lado que dice: 
“He llevado a los niños a la tienda. No quería despertarte. 
Duerme bien; llámame cuando estés levantada. Te extraño.” 
x N x 
Sonriendo, rápidamente recojo mi cabello y busco mi bolso y teléfono. Mi 
cuerpo duele mucho del día anterior. Intento enfocarme en el lado positivo… todo 
el peso que perderé y el músculo que ganaré. 
Desafortunadamente, debido a estar tan malditamente cansada cuando llegué 
a casa, no puse mi teléfono a cargar, así que para usarlo tengo que enchufarlo al 
cargador. Esto significa que no puedo cocinar y hablar al mismo tiempo y estoy 
famélica, pero mi pareja significa más para mí que mi estómago, así que el llamarlo 
gana. 
Suspiro. 
Al segundo en que mi teléfono se enciende, repica. El rostro de mi mamá y su 
número iluminan la pantalla. Contemplo colgar, pero le debo una llamada. 
—¿Cómo va todo? ¿Es maravilloso? ¿Estás aprendiendo mucho? —parlotea, 
apenas haciendo una pausa entre cada pregunta—. He estado intentando llamarte 
toda la mañana… 
—Estaba durmiendo —explico, sonriendo ante el frenetismo con el que está 
hablando—. Llegué tarde anoche; sí, es maravilloso; es duro, pero estoy 
aprendiendo. 
—¿Necesitas que vaya y me quede por un tiempo? ¿Ayudarte con los niños? 
—No, estamos bien. Dejaremos eso para cuando estemos desesperados. —Mi 
mamá vendría enseguida, pero solo consigue un tantode tiempo libre en el trabajo. 
 
 
24 
Nunca la obligaría a usar su tiempo vacacional si no estuviera desesperada. Somos 
afortunados de tenerla. 
—Deberías considerar contratar una niñera. 
—Nathan está seguro de que puede ocuparse y lo está haciendo fantástico 
hasta ahora. 
—Hasta ahora —enfatiza las palabras—. Solo es el segundo día. 
—Oh, mujer de poca fe. —Mi sonrisa se convierte en un ceño—. No seas tan 
negativa. 
—Lo siento, no es mi intención. Los extraño, chicos. 
Mi sonrisa regresa y así lo hace la suavidad en mi voz. 
—También te extrañamos. Emily puede decir “Nana” ahora. Ve tus fotos y 
vídeos y su rostro se ilumina. 
—Bien. Besa esas regordetas mejillas por mí. 
—Lo haré, pero tengo que irme. Necesito llamar a Nathan. 
—¿Dónde está? 
—En la tienda, lo más probable. Ama llevar a los niños allí. Los clientes los 
aman. —Reviso mi teléfono cuando vibra con cada mensaje entrante que he 
recibido durante el tiempo que ha estado apagado—. Te llamaré después. Te quiero. 
—Adiós, cariño. También te quiero. 
La línea se desconecta y no pierdo ni un segundo en llamar a mi único. 
—Oye, estás viva. —Suena feliz y también sin respiración. Amo el profundo y 
ronco sonido de su voz. Despierta mi propia alma. 
—Apenas, me duele. —Se ríe ante mi gemido—. Los extraño; ¿dónde están, 
chicos? 
—Estamos almorzando después de un placentero paseo por Hyde Park. 
Oigo a Dillan gritar: 
—¡Paloma! 
Nathan suspira y me río. 
—O era un placentero paseo —murmura muy bajo para que solo yo lo escuche. 
—Sabes cuánto ama los pájaros. 
—No, no es eso… ¿puedo volver a llamarte? 
—¿Qué? ¿Por qué? —Mi corazón empieza a latir con rapidez—. ¿Qué pasa? 
—Mi, mmm… mi madre. 
Santa mierda. Mi rostro se sonroja con fuego. Estoy tan enojada al saber que 
está incluso a ocho kilómetros de mis hijos. 
—Más le vale no intentar hablar contigo. 
 
 
25 
—Por supuesto que no lo hará, pero preferiría que no viera a nuestros hijos. 
Te llamaré. —Cuelga antes de poder protestar, no que fuera a hacerlo. Claramente 
necesita ambas manos libres para alejar a los niños de esa malvada bruja. 
Hablando de sus padres, el juicio de su papá es pronto. Tuvo un ataque al 
corazón dos meses después de que casi nos matara y pospusieron el evento, aunque 
no ha sido dejado en libertad mientras tanto. No estoy totalmente segura de cómo 
ha sido tratado; Nathan odia hablar sobre ello. Lo que sé es que está mirando a una 
sentencia de por vida. Solo espero que su influencia en el mundo de los negocios, su 
dinero y su falta de antecedentes criminales no influyan en eso. 
Ese hombre es un monstruo y merece cada gramo de dolor y castigo que 
reciba. Si pudiera personalmente dispararle en el rostro, lo haría. 
Su madre no es mejor. Viles monstruos, ese par. 
Sin embargo, pensar tan oscuras ideas difícilmente me hace poner mejor. No 
debería estar pensando en ellos en absoluto. 
Respira profundo. 
Nathan no me llama de nuevo y no quiero molestarlo si está acompañando a 
los niños, así que me tomo el tiempo a solas para hacer los deberes y tomar una 
ducha. Tengo que estar en el trabajo a las cuatro, por suerte no demasiado pronto, 
así que tengo tiempo para recuperarme, aunque realmente me gustaría ver a mis 
bebés antes de desaparecer por doce horas de nuevo. 
Gwen: ¿Están viniendo a casa siquiera? Tengo que irme de nuevo 
pronto. 
Nathan: Estamos en camino. El tráfico es terrible. Beso. 
Siempre lo es, pero estoy demasiado asustada de usar el metro sola. Crecí en 
una pequeña ciudad y las grandes me asustan. Al momento en que tenga una 
oportunidad, me iré de Londres y volveré al campo. Tan horribles como son los 
recuerdos que esa casa contenía, fue el primer lugar que alguna vez sentí de verdad 
como hogar. Extraño el silencio. Extraño los olores. Extraño cómo se sentía estar 
allí con Nathan. Sonrío cuando mi mente invoca un recuerdo de la vez que Nathan 
se me declaró en una carta y la evité durante días. Esto entonces desencadena el 
recuerdo de la conversación que tuve con Sasha anoche. 
Gwen: ¿Te lo ha pedido ya? 
Sasha: No ha llegado aún a casa del trabajo. 
Gwen: Oh… 
Sasha: ¿Debería revisar su bolsillo? 
Gwen: ¡Absolutamente no! Deja que lo haga a su manera. 
Sin embargo, me sorprende que Tommy no haya mencionado nada. Hablé con 
él el pasado viernes. No nos mandamos muchos mensajes estos días; llamamos y 
conversamos. Odia mandar mensajes; siente como si fuera demasiado impersonal. 
Eso y que no quiere perder tiempo tecleando cuando puede tener lo que necesita 
decir en menos de cinco minutos. 
 
 
26 
Sasha: ¿No husmearías? 
Gwen: Nop. 
Sasha: Aburrido. ¿Dónde está la emoción en eso? 
Poniendo los ojos en blanco, pero con una amplia sonrisa, dejo el teléfono y 
voy a la cocina. Necesito comer antes del trabajo. Debido a que dormí hasta tarde, 
mi reloj corporal está todo mal. No desayuné hasta el almuerzo y a pesar de que no 
tengo hambre aún, no sé a qué hora tendré un descanso en el trabajo y seré capaz 
de comer, así que voy a abastecerme con comida energética ahora. Una ensalada de 
fruta y un poco de yogur griego deberían servir. Espero. 
También tomo un par de analgésicos con mi comida para ayudar con el dolor. 
—Siento llegar tan tarde —grita Nathan cuando entra, pero no me preocupa 
eso. Solo estoy feliz de verlo y a mis pequeñas linduras. 
Dillan corre para saltar sobre mí y de inmediato entierra su rostro en mi 
cabello. Nathan equilibra a Emily en su cadera y frota su nariz contra la de él. La 
manera en que le sonríe con ojos soñolientos que combinan con los de él, casi me 
derrite. 
—¿Qué pasó con tu madre? —pregunto, sin querer arruinar este precioso 
momento, pero necesito saber. 
Se encoge de hombros y sus ojos evitan los míos. 
—Nada. 
De alguna manera, no le creo. 
—¿Nada? 
—Sí, nada. —Ahora encuentra mis ojos, sus cejas se alzan con indignación—. 
Hablo en serio. Tomé a los niños y nos fuimos. 
—¿No te vio? 
Se encoge de hombros y frota la nariz de Emily. Ella ríe y golpea las mejillas 
de él con ambas manos. 
—Extrañamos a mami, ¿verdad? 
—Sí. —Dillan sonríe, haciéndome sonreír de la misma forma. 
—Los amo a todos. —Beso a Nathan firmemente en los labios y luego a mi 
pequeña, mientras Dillan se aferra fuertemente a mi cuello, y luego lo beso a él 
también—. ¿Han tenido un buen día? 
—¡El mejor! Hemos vendido dijes de Forever Connected; solo quedan unos 
pocos. 
—Se están haciendo muy populares. —Sonrío, orgullosa de él por todos sus 
logros. 
—Voy a tener que diseñar y hacer unos nuevos. He tenido unas pocas 
solicitudes. 
 
 
27 
—¿Tal vez puedes hacer una competición o algo? ¿Ver si la gente puede 
diseñar el suyo propio y el que más te guste, gana todo un brazalete o algo? 
—Mmm —tararea pensativamente—. No es mala idea; tendré que hablarlo con 
los otros. 
—¿Cuán malo es el tráfico? 
—Atasco. 
Besándolo una vez más, doy un paso atrás y paso mis dedos por el fino cabello 
de Emily. 
—Debería irme entonces o voy a llegar tarde. ¿Podemos hablar sobre esto más 
tarde? —Tomando a nuestra hija de sus brazos y maniobrando a Dillan en los 
suyos, compartimos un abrazo de grupo y numerosos besos, y luego estoy en 
camino. 
Estoy agradecida de tener mañana la noche libre o creo que podría morir. 
 
Como esperaba, el tráfico es loco, pero estoy diez minutos antes de tiempo 
cuando finalmente llego al trabajo. El alivio que siento es sustancial. Sin embargo, 
podría tener que empezar a tomar el metro; me ahorraría un montón de tiempo y 
dinero. ¡Simplemente es tan terrorífico! 
—Bien, estás aquí. Prueba esto. —Una cuchara es forzosamente empujada en 
mi boca por Kerim. Patience está a su lado, pareciendo esperanzada. 
La sopa agria toca mi lengua y no estoy segura de ser una fan. 
—¿Cómo está? —pregunta Patience. 
—Demasiada sal —declaro y Harold, el chef ayudante, aplaude y grita: 
—Te lo dije. 
—Diablos —sisea Patience, frunciéndome el ceño como si fuera mi culpa que 
arruinara el plato. 
—La próxima vez ni se te ocurra discutiro estás despedida —le grita Kerim a 
ella, lanzando la cuchara sobre el mismo mostrador en el que cortamos las papas a 
horas tempranas—. Si digo que es mierda, entonces es mierda. 
—Pero… 
—No, eres el segundo chef. ¡ME sigues! —grita Kerim, su nariz a un 
centímetro de la de ella—. ¿Entiendes? 
—Sí, chef —murmura, sus mejillas sonrojándose con humillación. 
—Ven. —Kerim agarra mi brazo y me saca por la puerta—. Me seguirás. 
Necesitamos ordenar la carne. 
—¿Estará bien la cocina sin ti? 
 
 
28 
—Probablemente no, pero necesitamos ordenar carne. —Medio me arrastra 
alrededor del restaurante—. Necesitas aprender los mejores cortes contra los 
peores cortes ya que ese será tu trabajo a partir de la próxima semana. 
—¿Por qué? 
—Porque tienes que aprender la calidad de la carne, la del pescado, debes 
saberlo todo. 
Mis piernas apenas pueden mantenerse al día con sus largas zancadas. 
Nos detenemos en la esquina y dos grandes camionetas tipo cava y sin 
etiquetas aparecen a la vista. 
Los hombres dentro salen de los asientos del conductor como si llevaran a 
cabo un movimiento sincronizado. Casi me río cuando ambos se rascan sus cabezas 
al mismo tiempo, aunque la acción termina cuando solo el primer hombre en la 
primera camioneta abre la puerta deslizante en el lateral. 
Kerim entra primero y luego me lleva junto a él. 
Hay bandejas llenas de carnes rojas en la izquierda, todas cuidadosamente 
selladas y contenidas, y lo mismo para las carnes blancas a la derecha. 
—Necesitamos carne de ganso, cordero, res, pollo y pato —me espeta Kerim—. 
¿Ves esto? —Levanta un abultado y pequeño pato—. Esto no es bueno. ¿Por qué? 
—Porque… mmm… —No veo imperfecciones. 
—Porque no está equilibrado. Hay demasiada grasa. 
—Entonces, ¿sin grasa? —inquiero. 
Pone los ojos en blanco. 
—La carne siempre debe tener grasa. La grasa contiene un montón de sabor y 
hace que las salsas sepan bien. Necesita estar equilibrado. Siete por ciento de grasa 
para el noventa y tres por ciento de carne para los patos. Son demasiado pequeños 
para permitir más. —Arroja el pato al contenedor detrás de él—. ¿Me sigues? 
—Tiene sentido. —Observo mientras hábilmente toquetea cada bolsa 
individual de carne, buscando los mejores cortes, hasta que tiene cuatro bandejas 
de plástico llenos de las carnes que necesita. Paga al hombre de la camioneta de un 
paquete de dinero metido en el bolsillo del pecho de su chaqueta blanca. 
—De acuerdo, ahora el pescado. 
—Sinceramente no sé mucho sobre pescado. 
Se vuelve para mirarme con fijeza, su rostro una máscara sin expresión. Luego 
se gira de nuevo hacia la segunda furgoneta mientras el hombre de la primera lleva 
las bandejas hacia el restaurante. 
—Entonces te enseñaremos eso también. —Agita su mano y, como antes, 
entramos en la segunda camioneta y de inmediato examina la gran cantidad de 
pescados dentro. No puedo distinguir una merluza de un róbalo. Esto va a requerir 
alguna seria investigación. 
 
 
29 
 
—Apestas —insiste Nathan al segundo en que entro en casa. Sujeta su nariz 
con sus dedos—. Medio desearía no haberte esperado levantado ahora. 
—Lo sé; lo siento. He estado en la pescadería durante la pasada hora 
estudiando pescados. 
—¿Estudiando pescados? —Suena taponado por ser incapaz de respirar por la 
nariz. Empiezo a quitarme la ropa al segundo en que sostiene una bolsa de basura 
abierta para mí—. Eso suena… raro. 
—No puedo diferenciar entre el bacalao y cualquier otro pescado —admito, 
dejando caer mis bragas en el suelo con mis leggings—. Bueno, puedo ahora, pero 
antes no. 
—Bonito. 
—Soy inmune al olor. ¿Estoy horrible? 
—Aún te lo haría. —Se inclina para presionar sus labios contra los míos, pero 
hace una rápida retirada—. Después de que te hayas duchado. 
—Cobarde —grito burlonamente y subo las escaleras. Nathan me sigue de 
cerca con una botella de desinfectante en una mano y una esponja en la otra. Si 
planea limpiarme con eso, tendremos problemas. 
Soy forzada a ducharme tres veces antes de que esté satisfecho y para el final 
de la tercera vez, la casa huele a desinfectante y Nathan está dormido en la cama, la 
botella de limpiador vacía descansando a su lado en la mesita de noche. 
Además, mi piel está roja, pero huelo a frambuesas, así que no estoy 
totalmente infeliz por ello. 
Es una buena cosa que lo ame. 
 
Soy despertada cuando un niño aterriza pesadamente sobre mi estómago. 
Suelto un “uf” cuando el aire es sacado. Un lío de rizos castaños cosquillea en mi 
nariz y las risitas de Dillan mientras sube por mi cuerpo, hacen de este repentino 
despertar el mejor tipo de ello. 
—Mami —grita y sube mi párpado. 
—¡Oye! —Apartando su mano, nos doy la vuelta y muerdo su regordete y 
pequeño hombro. 
—Noooo. —Se ríe histéricamente y me aleja. 
Obviamente, me detengo cuando es demasiado para él. 
—Te quiero. 
—Te quiedo —responde y acepta mi beso—. Papi uh-oh. 
—¿Papi qué? 
 
 
30 
—Uh-oooooh. —Frunce el ceño y se revuelve para salir de debajo de mí. Me 
siento y observo la habitación vacía. 
—Dónde está tu papi, me pregunto —murmuro, saliendo de la cama. Cierro la 
puerta del dormitorio para que el pequeño terror no pueda escapar, y rápidamente 
me visto—. ¿NATHAN? 
No responde, así que levanto a Dillan en mis brazos y doy un paso en el 
oscuro pasillo que aún huele a desinfectante. 
—¿Nathan? 
Puedo oírlo hablar y suena como si procediera de la cocina. No puedo 
entender lo que está diciendo. 
Cuando entro en la bien iluminada habitación, de inmediato diviso a Emily en 
su sillita alta comiendo rodajas de banana. Nathan debe haber dejado a Dillan en 
mi habitación e irse. Está de pie en la puerta que dirige a nuestro pequeño jardín 
trasero y parece estar atrapado en una profunda conversación. Su tono es tan bajo 
que apenas puedo oírlo. 
Cuando siente mi presencia, rápidamente espeta: 
—Tengo que irme. Ahora. —Y luego cuelga el teléfono. 
—¿Qué diablos fue todo eso? —pregunto con brusquedad, sintiéndome 
desinformada y un poco nerviosa. 
—Nada —responde. Su ceño se frunce, haciendo las líneas en su frente 
profundas y preocupantes—. Solo cosas de la tienda. Odio cuando me molestan en 
casa. 
Parpadeo, dudando de su mentira. 
—¿Desde cuándo? 
—Desde ahora —espeta en respuesta, pero rápidamente se suaviza cuando ve 
que me ha molestado—. Lo siento. Es solo que han estado llamando sin parar toda 
la mañana y por cosas estúpidas. He estado despierto desde las seis. Dillan me ha 
estado volviendo loco, sacando todo de los armarios. 
—¿Están rotos los cierres para niños? 
—El inteligente y pequeño bastardo descubrió cómo abrirlos. —Soy atraída a 
sus brazos y besada lenta y maravillosamente. Tan maravillosamente que olvido 
todo lo demás por un momento—. O los mejoramos o lo atamos a su silla. —Un 
plato repiquetea en el suelo, pero por fortuna no se rompe. 
—Dillan —lo regaño, y lo alejo del peligro inmediato—. Ven, vamos a jugar en 
la habitación mientras papi limpia a tu hermana. —Antes de salir por completo, me 
vuelvo hacia mi futuro esposo—. ¿Estás seguro de que no quieres contratar una 
niñera? No es que no podamos permitírnoslo ahora. 
—No, podemos manejar esto —espeta, ofendido por mi sugerencia. 
—Bien, lo siento. No dudo de ti. Es solo que no quiero que te excedas con el 
trabajo. 
 
 
31 
—Lo sé, solo… no quiero que sean criados por otras personas. —Sus labios se 
tuercen en una mueca. 
—Solo tendría que ser por un día o dos a la semana. Solo para darte un 
descanso. 
—No, ¿de acuerdo? Estamos bien. Ahora, ¿tienes hambre? 
Asiento. 
—Hambrienta. ¿Tú? 
—Igual. ¿Cocino? 
—Improvisaré algo de avena y luego podemos ir a la tienda para resolver las 
miles de llamadas que al parecer has estado recibiendo. 
—No pasa nada. —Me hace un ademán con la mano—. Está resuelto. 
Llevemos a los niños a jugar en su lugar. 
Asiento en acuerdo. 
—Eso ciertamente suena como un mejor plan. 
—Me alegra que estés de acuerdo. Me encargaré del bolso de cambio; haz la 
avena y discutiremossobre quién lleva a Dillan y quién a Emily. 
—Como nuestra rutina habitual. —Sonrío, riendo un poco—. Amo nuestra 
vida —murmura y me aprieta contra su pecho. Meto mi cabeza bajo su barbilla y 
pregunto—: ¿Y tú? 
—Por supuesto. 
—¿Eres feliz? 
—Un cien mil por ciento. 
—Yo también. —Me alejo y alcanzo el armario que guarda la avena. 
—Lo sé. —Sonríe con arrogancia antes de azotar mi trasero y salir de la cocina. 
Los niños lo siguen de cerca. 
 
 
 
32 
Capítulo cuatro 
—¡Él todavía no me ha preguntado! —chilla Sasha antes de tener la 
oportunidad de decir hola. 
—¿Alguna vez pensaste que tal vez estés equivocada y él no va a hacerlo por 
ahora? 
Hay una larga pausa, donde incluso ha parado de respirar. 
—¡MIERDA! 
—Cálmate. 
Tengo que mantener el teléfono alejado de mi oído para evitar cualquier daño 
a largo plazo. 
—Probablemente tienes razón, oh Dios mío... ¿y si me está engañando? 
Ojos en blanco. 
—No te está engañando. 
—Pero… 
—Sasha… 
—Está bien, está bien, pero ¿y si lo está? 
—Voy a colgar. 
—¡No! Está bien, lo siento, dejaré de obsesionarme. Cuéntame de ti. ¿Cómo 
están los niños? 
Me hundo en mi asiento y apoyo mis pies en la mesita de café. 
—Están fabulosos. Dillan usó el inodoro dos veces ayer. 
—¿El inodoro? 
—Sí, no le gustaba la bacinica, así que le compramos un adaptador de inodoro 
para niños y un escalón. Es tan adorable. 
—Guácala. —Se ríe—. Solo una madre cursi como tú, podría encontrar lindo el 
entrenamiento para ir al baño. 
—Lo que sea, ayer fue un buen día. 
—¿Y qué sobre hoy? 
—Bueno, hemos estado en la tienda toda la mañana así que tuvo que usar 
pañales. 
—No sé lo qué es eso. —Toma un ruidoso trago de algo—. Me encanta el café. 
—A mí también. 
 
 
33 
—Entonces, ¿cómo piensas que se declarará cuando me proponga 
matrimonio? 
Y volvemos a eso. 
—Pregúntale a él; tal vez te lo diga. 
—Eres pésima en esto. 
—Adiós, Sasha. —Me río. 
—Espera, tal vez tú puedas preguntar... 
Cuelgo antes de que pueda terminar. De ninguna manera estoy siendo 
arrastrada a su locura. No esta vez. 
Kerim: Te necesito en el trabajo ahora mismo. Patience está 
enferma. 
Mierda. 
—¡Nathan! —llamo y un instante después aparece en la puerta. 
—¿Sí? 
—Tengo que ir al trabajo. 
Cierra sus ojos. 
—Pero acabamos de dormir a los niños. 
—Lo sé, pero necesito hacer una buena impresión. 
Él asoma su labio inferior en un mohín. 
—Lo entiendo. No te preocupes. —Acercándose, extiende su mano y me jala 
de mi posición cómoda—. Al menos tuvimos todo el día de ayer y de hoy juntos. 
—Exactamente. 
Me dejo caer como un peso muerto, sabiendo que me atrapará. 
Él gruñe, sosteniéndome bajo los hombros mientras me cuelgo de él como un 
fideo sumamente pesado. 
—Quizás, tengas que arrastrarme hasta allá. 
—Levántate. —Se ríe. Me encanta hacerlo reír. Sin embargo, no me encanta lo 
suficiente como para levantarme—. Vamos, Gwen. O vas a trabajar duro o te quedas 
y me dejas usar tu cuerpo en deliciosas maneras que me complazcan. 
—Ugh, ahora has hecho que ser un adulto sea aún más difícil. 
—Simplemente ignóralo. Tienes niños… 
—No seas incitador. —Me pongo derecha y le doy un puñetazo en el brazo. 
—No estoy seguro de que sea la palabra propicia en este escenario. 
Exhalando, estiro mi cuerpo y le frunzo el ceño. 
—No me corrijas cuando estoy siendo linda. 
—¿Cuándo fuiste linda? 
 
 
34 
—Vete al diablo. —Sonrío y agarro mi teléfono del sofá. 
Gwen: Salgo ahora. Beso 
Nathan, que me observó escribir por encima de mi hombro, se queja de 
inmediato: 
—¿A qué viene el beso? —Su tono apesta a celos y a disgusto. 
Inmediatamente lamento mi error y no solo porque mi pareja lo ha señalado y 
que eso lo ha hecho sentir incómodo, sino porque acabo de enviarle un beso a mi 
jefe. 
—Hábito total. Sinceramente no quise enviar eso. —Mis dientes se hunden en 
mi labio inferior y es doloroso. Me lo merezco—. ¿Crees que estará extrañado? 
—Creo que estará pensando con su polla. 
Nathan no está acostumbrado a sentir cosas, a veces puede reaccionar 
exageradamente ante situaciones como ésta. No es controlador de modo alguno y 
nunca me impide disfrutar, pero cuando se trata de hombres, se pone nervioso. No 
puedo culparlo por eso y lo estoy ayudando a superarlo. 
—No seas tonto. Kerim es extremadamente... extremadamente estricto en la 
regla de ninguna fraternización en el lugar de trabajo. Ni siquiera nos deja 
descansar al mismo tiempo. 
—Confío en ti. Simplemente no quiero que piense que tiene un chance. 
No puedo dejar de reír. 
—¿Por causa de una “beso” accidental en un mensaje de texto? 
—Ve a trabajar —dice, empujándome hacia la puerta—. Antes de que cambie 
de opinión. 
—Ya voy, ya voy. 
Kerim: Date prisa. Tienes veinte minutos. 
Qué idiota. ¿Cómo espera que llegue en veinte minutos? 
 
—Oh, ni siquiera estoy bromeando —le gruño a Tommy por teléfono—. Él era 
todo, “llegas tarde”. Como... ni siquiera debería estar ahí. 
—¡Qué imbécil! Pero tienes mucha suerte de estar ahí. 
—¿Y crees que no lo sé? Por eso solo digo, “lo siento, chef. Sí, chef”, como una 
tonta sumisa. 
—Has estado leyendo esas novelas de látigo y cadenas otra vez, ¿verdad? 
—Sí, durante mi descanso en el trabajo. —Pongo los ojos en blanco hacia el 
cielo—. Entonces... ¿nada nuevo que añadir aparte de lo habitual? 
—¿Nuevo como en qué? 
 
 
35 
—No lo sé —miento porque estoy buscando información sobre la propuesta—. 
Solo preguntaba. 
—Nada que no te haya dicho ya. ¿Por qué? ¿Qué pasa? —De repente, suena 
aterrado—. Aunque Sasha ha estado actuando rara últimamente. 
Oh no. 
—¿Sí? 
—Sí, la atrapé buscando entre mis bolsillos. Aunque no le dije que la había 
visto. ¿Alguna idea de lo que se trata todo eso? 
Oh, querido. 
Sasha, ¿qué estás haciendo, perra loca? 
—Nop, ¿por qué no le preguntas? —El nivel de comunicación de ellos es muy 
por debajo de la media. 
—Le pregunté qué estaba mal. No dijo nada, y al día siguiente la atrapé 
buscando en mis bolsillos. —Se aclara la garganta—. ¿Cree que tengo una aventura? 
Porque literalmente no paso tiempo lejos de ella, excluyendo las horas de trabajo. 
—Yo uh... me tengo que ir. Creo que Dillan está llorando. 
—No uses al mocoso como excusa para escapar de una conversación 
incómoda. —Se ríe. 
—¿Por qué más lo tuve? —Miro a mis hermosos bebés que están durmiendo 
felizmente en el sofá, una delgada manta arrojada sobre los dos—. Y no lo llames 
mocoso. Es un ángel. 
—Si tú lo dices —se mofa. Sé que está bromeando. Le encanta lo travieso que 
es Dillan. Él le enseñó casi todo—. Vendré a visitarte pronto con la mujer psicópata 
que amo. 
—Asegúrate de hacerlo; te extrañamos. 
—Cómo corresponde. —Oigo una puerta cerrarse de su lado—. Está en casa. 
Me tengo que ir o comprobará mi teléfono después. Hablamos más tarde. 
—Hasta más tarde. 
Apoyo la cabeza contra la pared, disfrutando de este momento de paz. Me 
duele el cuerpo. Me duele el cerebro. No sé cómo la gente trabaja tan duro y lo 
disfruta. No he tenido la oportunidad de disfrutar de las cosas que estoy 
aprendiendo porque estoy muy cansada. 
¿Me metí en esto demasiado rápido? 
No. Es solo el comienzo; me acostumbraré. Pronto Kerim me permitirá 
cocinar algo. Hasta ahora todo lo que he hecho es cortar, picar, trocear, limpiar y 
verlo ordenar cosas para la despensa. Todos tenemos que empezar de cero y, 
teniendo en cuenta que estoy entrando en esto a ciegas, sin título universitario bajo 
mi manga, es un gran logro simplemente estar ahí y aguantando. Estoy más 
sorprendida de que todavía no me hayan despedido. Kerim me odia. Me lo dijo en 
dos ocasiones cuando estropeé la longitud de una punta de espárragos. Se suponía 
 
 
36 
que debía cortarlos todos a la misma longitud y estaba segura de que lo hice, pero 
estaba fuera por un milímetro. 
En serio. 
Un jodido milímetro. 
Pero cuando uno trabaja en un restaurante de veinte millones de estrellas, 
todo debe ser perfecto y no estoy quejándome al respecto. Ojalá no fuera tan 
agresivo.Me da pánico y cuando me entra pánico, cometo más errores. 
Como ahora, solo pensar en cómo me asusta, me está haciendo entrar en 
pánico. 
Dillan se sienta recto, como un suricato asomándose sobre el césped. Me río 
de lo repentino de eso y abro mis brazos listos para darle la bienvenida cuando 
camina hacia mí. 
—Mami. 
Me acaricia el cabello que descansa sobre mi hombro. Tuve que cortarlo un 
montón, después del incendio, así que no es tan largo como me gustaría, pero le 
falta poco. El cabello toma tanto tiempo en crecer. 
La puerta de la sala de estar se abre y Nathan asoma la cabeza. Es tan guapo, 
especialmente ahora que se ha afeitado y no tiene un montón de barba alrededor de 
su boca. 
—¿Cuándo es tu próximo día libre? 
Me encojo de hombros. 
—Te lo haré saber. 
—Pensé que podríamos pedirle a Jeanine que cuide a los niños. Quiero 
llevarte a cenar por la noche. 
Hurra. 
—¿Noche de cita? 
—Si así es como quiere llamarlo. 
—¡Yay! —murmuro en voz baja—. Noche de cita. 
—Eres adorable. 
—Gracias. —Le doy mi sonrisa más cursi y Dillan hace lo mismo, simplemente 
para copiarme—. ¿A dónde me estás llevando? 
—Aún no he llegado tan lejos. Ya te lo haré saber. 
—Oh, ¡emocionante! 
Le soplo un beso y me sopla otro de vuelta. No puedo negar el hecho que 
somos una pareja enfermizamente dulce. Incluso me resulta nauseabundo lo feliz 
que somos a veces. Me preocupa también porque la felicidad como esta no dura 
para siempre, de acuerdo con todos los demás en el mundo. Necesitamos ser 
 
 
37 
infelices más a menudo de modo que cuando una explosión venga, no sea tan 
grande. 
Estoy siendo tonta. 
Este hombre magnífico caminó a través del fuego por mí y eligió morir a mi 
lado. ¿Cómo podríamos ser infelices? 
—Me estás mirando fijamente. —Frunce el ceño; realmente no le gusta cuando 
hago eso. 
—No puedo evitarlo. 
Alzando una ceja, desaparece de nuevo en el pasillo y un instante después lo 
oigo silbar para sí mismo. Es feliz. Lo sabría si no lo fuera. 
—Mamá —susurra Emily y veo estirar sus bracitos regordetes mientras sus 
piernas se extienden tan altas que los dedos de su pie derecho golpean sus labios. 
—¡Emmy! —grita Dillan y se aleja de mí para evitar que su hermanita se caiga 
del sofá. 
Los amo tanto a ambos. 
 
—¡Sí, chef! —grito por milésima vez en diez minutos. 
—Tienes esto, Gwen —me susurra Ahmet al oído mientras pasa. Ahmet es el 
nombre del Chef Ejecutivo. Finalmente, conseguimos presentarnos entre las 
numerosas discusiones que tiene con Kerim. Pero teniendo en cuenta lo mucho que 
pelean, parece que no hay cariño perdido entre ellos. Aparentemente son primos, 
pero tienen un vínculo fraternal. Es agradable. Puedo entender por qué Kerim 
quiere mantener a todos separados. Este lugar, aunque se griten mucho el uno al 
otro, es una máquina bien engrasada. Un problema en el engranaje y se partiría en 
dos. Cualquier persona puede ver cuánto esfuerzo ha puesto Kerim para crear el 
equipo perfecto. 
No puedo ser la única persona que meta la pata. 
—Bien —me dice Patience cuando deslizo la bandeja de verduras cortadas en 
rodajas hacia ella—. Otra semana y te reirás. 
Seguro que tiene razón. 
—Prepara el pato —grita Kerim y al principio lo ignoro porque no puede estar 
hablando conmigo. 
—¿Disculpa? —Un pato, en un pequeño plato metálico es prácticamente 
arrojado en mi dirección. 
—¿Cómo lo prepararías? 
Santa mierda. Esto está sucediendo. 
El problema es, que nunca he cocinado pato. Como si lo supiera, Kerim viene 
a mi lado. El bullicio de la cocina es más fuerte que su voz. 
 
 
38 
—Solo tienes media hora. Prepáralo como te gusta. Enloquece. Quiero ver de 
qué estás hecha. 
—Sin presión entonces. 
—No entres en pánico; simplemente diviértete. La razón de hacer esto es 
porque es lo que amas y supuestamente eres buena en ello. Confía en tus instintos, 
tu talento. Si existe, pronto lo sabremos. 
Con eso se aleja, dejándome a mí y al pato pelado en medio de la cocina. 
Mierda. 
Hago trampa y lo mantengo simple. Si tuviera que comer pato, quisiera que la 
piel fuera crujiente y salada, el resto partido en pedazos como el queso en tiras. 
¿O debo seguir la receta que Kerim ha enseñado a los demás? No estoy 
totalmente segura de cuál es la fórmula. 
Cuando se ha terminado de cocinar y llega el momento de probarlo, Kerim lo 
hace, pero no me da su apreciación aparte del hecho de que no lo escupe. En mi 
opinión personal no es terrible. Le vendrían bien algunas papas y salsa. 
—Vuelve a cortar y elimina la grasa de esta carne de ternera. Hay demasiado. 
Mi error —grita Kerim desde la cocina—. Jamal, lávate las malditas manos antes de 
tocar el equipamiento, idiota. 
—Sí, chef. —El hombre se lanza con aceite rojo cubriéndolo hasta los codos. 
Nunca he manejado tanta carne cruda en mi vida. Hay un chiste sucio ahí en 
alguna parte. 
 
 
 
39 
Capítulo cinco 
Nathan se sube al asiento del conductor, con una sonrisa feliz en su rostro. 
Flexionando sus manos cubiertas por guantes, me mira y luego golpea con ritmo el 
volante. 
—¿Estás lista? 
—Después de la semana que he tenido, ¿en serio lo preguntas? 
Me acerca y coloca sus labios contra mi frente. 
—Has trabajado mucho. 
—Igual que tú. —Él incansablemente pone mis necesidades antes que las 
suyas. 
—Estoy acostumbrado y las tiendas lo están haciendo muy bien, estoy 
pensando en abrir otra. 
Sonriendo, coloco los brazos alrededor de su cuello, inclinándome sobre la 
consola para apretar más fuerte. 
—¡Eso es increíble! Estoy tan feliz por ti. 
—Gracias. —Parece incómodo, no por como lo sostengo, sino por el tema. 
Siento como si tuviera algo que decirme. Cuando tengo este sentimiento, por lo 
general es correcto. 
—¿Dónde piensas abrir otra? 
Su teléfono nos sorprende a los dos al mismo tiempo que un auto, queriendo 
estacionar en el espacio que estamos a punto de desocupar, nos llama la atención 
con la bocina. 
Busco su teléfono, como es lo normal mientras él conduce. Normalmente 
responderé y pediré que devuelvan la llamada. Apenas mis dedos tocan los bordes, 
él me lo arrebata y lo deja caer en el espacio hueco de la puerta, debajo de la 
tiradera. 
¿Qué acaba de suceder? 
—Mmm... ¿qué fue todo eso? 
—Solo una compañía llamando. Probablemente queriendo ayudarme a 
reclamar mi seguro de protección de pagos. —Se ríe, e inmediatamente sé que está 
mintiendo—. Nada de qué preocuparse. 
Avanza de regreso en el estacionamiento, mirando el auto de Jeanine 
mientras pasamos. Tenemos tanta suerte de tenerla a solo una hora de distancia; 
siempre está dispuesta a ayudar cuando la necesitamos. 
—¿Nada de qué preocuparme? —repito, saboreando sus palabras en mi lengua 
y deseando que eliminen mi preocupación. 
 
 
40 
No quiero ser paranoica, pero solo hay una razón en la que puedo pensar para 
que me oculte su teléfono por primera vez en toda nuestra relación y dudo que sea 
por una fiesta sorpresa. Si fuera un mensaje de texto, entendería su vacilación de 
dejarme verlo, no que yo lo fuera a intentar. Nunca he intentado. Pero porque es 
una llamada telefónica, seguramente fue mi madre llamando para hablar de un 
secreto que no conozco, ella actuaría de forma natural para no hacerme sospechar. 
A menos que sea una llamada del juzgado y no de alguien que conocemos. En 
cuyo caso puedo entender su vacilación para permitirme responder a la llamada. 
Me duele la cabeza. Nada de esto es correcto. 
—Así que, pensé que podíamos ir a comer algo antes de ir a ver esa película de 
la que has estado hablando durante meses. 
Esto me anima un poco, aunque no lo suficiente para que me emocione por 
completo, ya que mi mente es una tormenta de preguntas. No quiero ser el tipo de 
mujer que revisa su teléfono, destruyendo su privacidad debido a mi propia 
paranoia. Debería confiar en él. Si no puedo confiar en él entonces no debería estar 
con él. 
—Eso es genial. Me muero de hambre. —Me obligo a sonreír, no porque él la 
vea ya que sus ojos están en el camino. 
—Bien. —Sumano abandona el volante y encuentra su teléfono en el espacio 
hueco. Oigo un pitido mientras lo apaga y el pánico en mi corazón establece una 
profunda cicatriz—. Vamos. 
—Quiero palomitas de maíz. 
Él frunce el ceño; tiene tal aversión a ellas. 
—Bien. 
—Y nachos con queso fundido. 
—¿En serio? —Su disgusto me divierte. 
—Sí. 
—Tu funeral. 
Suelto un suspiro y miro por la ventana durante un largo momento. 
—¿Quién llamaba? 
—Nadie, como dije. 
Le doy una mirada de soslayo, esperando que mi incredulidad se proyecte en 
él. 
—Entonces, ¿por qué apagas el teléfono? 
—Porque no quiero que se altere nuestra velada. Apagué el tuyo también. 
¿Lo hizo? Lo saco de mi bolso y miro la pantalla negra, que no responde. 
—¿Cuándo? 
—De regreso a casa. 
 
 
41 
—¿Qué hay con los niños? ¿Jeanine? 
—Estarán bien. Tengo mi teléfono secundario en vibración. —Golpea el pecho 
de su chaqueta—. Contra mi corazón. 
Mi pánico se disipa cuando reconozco mi ridiculez. No lo hacía para ser 
furtivo. Lo estaba haciendo puramente porque no veía nada malo en ello. Estoy 
haciendo un problema. 
Él caminó a través del fuego por mí. Me recuerdo y dejo que la preocupación 
se retire como una manta húmeda de mi piel. 
—Lo siento por crearlo. Soy la reina del drama. No tengo ninguna razón para 
no confiar en ti. —Coloco mi mano en su muslo y paso mis dedos hasta su 
entrepierna. Se estremece y se desplaza en su asiento—. Te lo recompensaré 
después. 
Durante unos segundos no dice nada. Lo atribuyo al hecho que lo estoy 
molestando mientras conduce, definitivamente no es el movimiento más seguro, 
así que dejo de tocarlo a través de su pantalón. Su gemido de decepción me hace 
reír. La lenta velocidad con que su pene crece a lo largo de su muslo me hace reír 
más fuerte. 
—Vas a lidiar con esto antes de comer. Sabes que voy a estar duro durante 
horas de lo contrario. 
—Podría darte una follada furtiva con la mano en el cine si tienes suerte. 
—Tan romántica. —Él toma mi mano y la coloca de nuevo en su sólida ingle—. 
Ugh, eso se siente genial. 
—Apenas te estoy tocando. 
—Bueno, todavía se siente realmente bien. —Le doy una palmada en el muslo 
y cruzo los brazos, sonriendo con malicia cuando sisea entre los dientes y se frota el 
muslo con las yemas de los dedos—. A veces me olvido de lo perra que puedes ser. 
—No me insultes. Tengo vagina, ¿recuerdas? 
—Por favor, no puedes negarme el sexo, aunque quisieras. Soy demasiado 
bueno para persuadirte. 
No está equivocado. 
—Estoy tan feliz que estemos haciendo esto. 
—Yo también. 
Compartimos una sonrisa. 
—Entonces, ¿dónde vamos a comer? 
—Hay una tienda de delicatessen abierta a la vuelta de la esquina; solo 
tomamos algo rápido. La película comienza en media hora. ¿A menos que quieras 
comer después? 
—¡Diablos, no! —grito, ante su aborrecible sugerencia—. Entonces no puedo 
tener palomitas de maíz. 
 
 
42 
—Oh, querida —comenta sarcásticamente—. Qué trágico. 
—¿Qué pasa contigo y las palomitas de maíz? 
—¿Qué pasa contigo y el brócoli? 
—El brócoli es vil. 
—Eres una chef. No debes odiar el brócoli. Estoy seguro que te desagrade un 
vegetal tan básico es contrario a las reglas. 
—Buen punto. No le diré a Kerim. —Me estremezco ante la idea que encuentre 
algo más para gritarme. 
—¿Cómo van las cosas en el trabajo? No hemos tenido oportunidad de hablar 
mucho esta semana. 
—Genial. —Sé que me quejo mucho, pero mi respuesta es honesta—. Me 
encanta, todo, incluso las partes estresantes. 
—¿Estás aprendiendo mucho? 
—Estoy tratando, aunque es difícil de aprender cuando estás constantemente 
atrapado en una zona de la cocina. 
Frunce el ceño pensativo. 
—¿Tal vez esté esperando que tomes la iniciativa? 
Su punto es excelente. 
—Intentaré ser audaz. 
—Puedes hacerlo. Eres la mejor cocinera que conozco, lo cual es afortunado 
para mí porque me encanta la comida y me quedé contigo. 
Es demasiado dulce. 
Nos adentramos en la pequeña tienda de delicatessen y un aroma dulce y 
picante flota en el aire. Mientras examinamos los numerosos alimentos frescos, 
escucho un grito agudo con voz femenina. 
—¿Nathan? 
Nathan se pone tenso a mi lado. 
—Hola, Millie. 
—¿Millie? —pregunto, con una ceja alzada cuando la mujer detrás del 
mostrador le envuelve en un abrazo que es demasiado familiar. 
Su hermoso cabello rubio plateado está atado en un moño y escondido debajo 
de una malla de cabello. Lleva mucho maquillaje. 
—No sabía que trabajabas aquí —afirma él, sin hacer ningún esfuerzo por 
presentarme después de liberarse de un abrazo incómodo de un solo brazo, el otro 
brazo queda tenso a su costado. 
—Sí, acabo de empezar el mes pasado. ¿Han sido —suelta la respiración a 
través de sus labios— cuatro años? 
 
 
43 
—Mmm —está de acuerdo y se aclara la garganta. 
—¿Qué estás haciendo aquí? ¿Estás ocupado? Termino pronto; sería genial 
ponernos al día. —Sus ojos finalmente llegan a mí parada cerca de su costado—. 
Oh, lo siento, ¿estás esperando para que te atiendan? 
—Estábamos tomando algo rápido para comer antes de ir al cine. —Nathan se 
interpone y retrocede para poner algo de distancia entre ellos. 
—Oh, me disculpo. No me di cuenta que estaban juntos. Tal vez podamos 
ponernos al día en otra ocasión. —Se mueve de regreso atrás del mostrador y estoy 
agradecida por el espacio entre ellos. No me gusta la química que fluye aquí; es 
demasiado familiar—. Lo siento tanto por Caleb. 
—Una tragedia —responde Nathan mientras mi corazón palpita de duelo. 
—¿Ves mucho a su hijo? Dejó uno atrás, ¿verdad? 
—En realidad... —empiezo, pero Nathan me interrumpe como si ni siquiera 
hubiera empezado a hablar. 
—Sí. —Me mira—. ¿Sabes lo que quieres? 
—Solo un enrollado de ensalada de pollo —digo con ira, sintiéndome frustrada 
por ignorarme. Dudo que lo coma todo, ya que no estoy particularmente 
hambrienta. 
—¿Cuánto tiempo llevan juntos? 
—Hace poco más de dos años —le respondo—. Estamos comprometidos. 
—Qué adorable. —Sus palabras parecen despreocupadas y sin interés—. 
¿Cómo está tu madre? 
—Bien. —Nathan toma mi mano en la suya—. Tomaré lo mismo que Gwen. 
—Seguro. —La otra chica detrás del mostrador se pone a hacer mientras Millie 
se encarga del pago. 
—Es tan bueno verte de nuevo. —Millie suspira, mirando amorosamente a 
Nathan. Sí... jodidamente adorable. Sus ojos son grandes, azules y redondos. Se 
parece a Bambi. Me siento casi amenazada. Nunca he estado en una posición con 
Nathan donde me haya hecho sentir amenazada. 
—Sí. —Nathan me aprieta la mano mientras sus labios tocan mi sien—. 
Estamos un poco cortos de tiempo así que... 
—Siempre fuiste puntual. —Se ríe y coloca un enrollado envuelto en una bolsa 
de plástico—. ¡Oh! —Rápidamente escribe algo en un pedazo de recibo. Cuando se 
lo entrega a mi prometido y veo que es su número, me convierto en una mezcla de 
rojo de ira y verde de envidia. Especialmente cuando él dobla la estúpida cosa y la 
mete en el bolsillo—. Llámame y nos reuniremos. Sería bueno ponernos al día. 
—Claro —responde Nathan y toma la bolsa que ella sostiene—. Nos vemos 
después. 
¿Nos vemos después? 
 
 
44 
Tal vez estoy siendo irracional, pero ¿puedo matarla? 
La mano de Nathan deja la mía y la presiona contra mi espalda mientras me 
guía de la tienda. 
—Bueno, qué amable de tu parte el presentarme —gruño en el segundo que 
cruzamos la calle. 
Él parece sorprendido. 
—¿A quién? 
¿Está bromeando? 
—A Millie. 
—Oh, lo siento, estaba... conmocionado. —Frunce el ceño y su mano va al 
bolsillo de su chaqueta donde está su número de teléfono—. Hace mucho que no la 
veo. Luce diferente. 
¿Ella se ve diferente? 
—Está bien, vas a tener que empezar a explicar o voy a ponerme más 
paranoica. ¿Quién era ella? 
—Una vieja amiga. —Presiona el botón de sus llaves y el auto se desbloquea. 
Subo al asiento del pasajero antes de presionarlo preguntando: 
—¿Una vieja amiga? 
—Sí, solía estar en el parque cerca de la casa de mis padres cuando éramos 
niños. —Sonríe melancólicamente—.