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Un seminario didáctico con Milton H. Erickson Jeffrey K. Zeig, compilador Amorrortu editores Buenos Aires Directores de la biblioteca de psicología y psicoanálisis, Colapinto y David Maldavsky A Troching Seminar with Milton H. Erickson, M.D. @ The Milton H. Erickson Foundation, 1980 Traducción, Leandro Wolfson Jorge Dedico esta obra a Martin J. Zeig y a su esposa. Unica edición en castellano autorizada por Brunner/ Mazel ¡ne. , Nueva York, y debidamente protegida en todos los países. Queda hecho el depósito que previene la ley n° 11.723. <9 Todos los derechos de la edición castellana reservados por Amorrortu editores, S.A., Paraguay 1225, 7° piso, Buenos Aires La reproducción total o parcial de este libro en forma idéntica o modificada por cualquier medio mecánico o electrónico, incluyendo fotocopia, grabación o cualquier sistema de almacenamiento y recuperación de información, no autorizada por los editores, viola derechos reservados. Cualquier utilizacIón debe ser previamente solicitada. Industria argentina. Made in Argentina. ISBN 950-518-476-X ISBN 0-87630-247-9, Brunner/Mazel,Inc., Nueva York, edición original. . IDUSTlIA CENTRAl UNAM Composición enfrío y armado: HUR, Av. Juan B. Justo 3167, 1414 Capital Federal. ImprE'so en Talleres Gráficos Edigraf. Delgado 834. Buenos Aires. Tirada de esta edición: 2.000 ejemplares. "En toda vida humana debe sobrevenir algo de confusión... y también algo de luz". "Y mi voz va contigo a todas partes, y se convielte en la voz de tus padres, de tus maestras, de tus compañeros. y en la voz del viento y de la lluvia". Milton H. Erickson lndice general Palabras preliminares Reconocimientos Acerca del doctor Milton H. Erickson Introducción El uso que daba Erickson a las anécdotas El seminario Lunes Martes Miércoles Jueves Viernes Apéndice. Comentario sobre las inducciones efectúadas con Sally y Rosa Palabras preliminares Aunque existe ya una considerable bibliografía sobre el extinto doctor Milton H. Erickson, el presente volumen merece una cálida acogida, pues no sólo brinda la oportunidad de aprender algo más sobre Erickson, sino que, merced a la trascripción de uno de sus seminarios didácticos, permite ofrecer al lector la imagen más próxima de lo que pudo ser un aprendizaje directo con él. Incluso para quienes han tenido el privilegio de participar en un seminario como este, la lectura de la obra les revelará, sin duda, muchos aspectos de la enseñanza de Erickson de los que hasta entonces no se habían percatado. Podemos asegurarlo porque el método didáctico de Erickson era tal que en la mente de su eventual discípulo la confusión siempre precedía a la iluminación, y no era sucedida de inmediato por esta. Pese al esclarecedor capítulo introductorio de Jeffrey Zeig, y a que en el apéndice de la obra se da valiosa información para entender cómo manejó Erickson la interacción durante el seminario, es probable que el lector sea atrapado por la misma secuencia de confusión e iluminación. El recurso al "aprendizaje inconciente" (tal como Erickson lo aplica en este seminario) es un método poderoso y muy penetrante; no obstante, debe admitirse que la comprensión intelectual tiene también sus méritos y sus encantos. Para quien busque esa comprensión más manifiesta, remitimos a las obras de Haley, Erickson y Rossi, Bandler y Grinder y otros comentaristas que han suministrado diversos marcos de referencia para un análisis ulterior de importantes facetas de los métodos ericksonianos. En verdad, el lector estará en mejores condiciones de apreciar este seminario si ya se ha familiarizado con esas otras obras. Estas palabras preliminares, además de permitirme introducir un libro de gran valor, constituyen para mí un placer particular, pues conocí a Erickson en un, seminario muy semejante al que aquí ha quedado registrado. Antes de ello, estuvimos trabajando unos cuantos años, junto con algunos colegas holandeses, en el desarrollo de un tipo de terapia breve que denominamos "terapia directiva". En nuestro enfoque gravitó mucho Erickson, por más que sólo lo conocíamos a través de sus escritos y los de Jay Haley. Gracias a Kay Thompson, quien colaboró con Erickson durante mucho tiempo y dictó cursos sobre hipnosis en Holanda, me enteré de que aún recibía visitantes cuando su salud se lo permitía. El doctor Thompson escribió a mi solicitud una carta de presentación, y emprendí el viaje a Phoenix, no sólo con gran curiosidad sino también con un sentimiento de respeto rayando en la reverencia. Nada sabía acerca de lo que me esperaría al llegar, aparte de la abundancia del color púrpura. Lo que más me impresionó en nuestra entrevista inicial fue la simplicidad de Erickson, el amable interés que mostró hacia mí y su total ausencia de vanidad. Expresó su complacencia por tener un visitante holandés e inició la charla narrándome una historia que, como más tarde comprendí, tenía por objeto establecer entre ambos un interés común. La anécdota se refería a la cría de ganado vacuno de raza frisona en el desierto de Arizona y a la irrigación que consecuentemente debió realizarse en la zona; me explicó que hacía muchísimo tiempo los indígenas habían cavado canales de riego, y concluyó diciendo: "Usted se preguntará cómo hicieron los trabajos de exploración del terreno necesarios para trazar los canales". Por cierto que me lo preguntaba, pero a la vez me intrigaba saber qué relación podía tener esa anécdota con el propósito de mi visita. El seminario que llevé a cabo con Erickson me dio muchas más ocasiones para la perplejidad. Era previsible que un terapeuta no convencional tuviera una manera no convencional de enseñar. Erickson lanzaba sobre el alumno una roca que después resultaba ser una imitación hecha de espuma de goma, tras lo cual decía enfáticamente: "Las cosas no son siempre romo parecen", narrando a continuación algún fragmento de terapia a modo de ejemplo. Ante una mirada superficial, los casos clínicos que él relataba tenían la apariencia de un mero entretenimiento. Algunos queríamos llegar hasta la "verdadera enseñanza", y le formulábamos preguntas aclaratorias. Erickson respondía contando alguna otra historia; a nuevas preguntas, nuevas historias, una tras otra, sin darnos tiempo a rumiar su significado, a veces intercalando algún chiste para atraer nuestra atención, otras veces sin transición ninguna. Erickson rara vez nos decía qué quería enseñarnos; a lo sumo, hacía una breve enunciación al comienzo o al final del relato. Este procedimiento nos obligaba a extraer nuestras propias conclusiones y por momentos era decepcionante. La confusión y leve malestar resultante era uno de los elementos que contribuía a esos desplazamientos regulares de nuestra atención que Erickson llamaba "los trances naturales", facilitadores del aprendizaje inconciente. Inicié el seminario con la intención de formular una serie de preguntas; nunca lo hice. Sin necesidad de ello obtuve la respuesta a algunas; a otras no las formulé porque sentía que estaba recibiendo más información de la que era capaz de manejar. Sólo gradualmente me fui dando cuenta de cuál era la estructura del seminario, y hasta mi retorno a Europa no empecé a captar qué había aprendido. Una de mis impresiones más inmediatas fue que Erickson no se preocupaba demasiado por tener siempre éxito en su terapia -mucho menos de lo que tal vez hacía suponer la bibliografía sobre él-. Subrayaba que los beneficios que podían obtenerse eran a veces límitados; quizá sólo consistirían en un mero cambio de la valoración que el paciente hacía de sí mismo y de su conducta sintomática. La mejoría directa de los síntomas no siempre era posible. Fue un alivio escuchar de sus labios que un terapeuta no puede hacer nada por algunas personas, y reconfortante enterarse de que a veces él consideraba inapropiado enfrentarse con el paciente en el propio terreno de este (como lo ilustra lacorrespondencia que mantuvo con el tartamudo que le solicitó tratamiento, infra, pág. 179). Era claro que a Erickson no lo movía el deseo de postularse como figura mítica de ningún tipo; más bien se presentaba como un artesano competente, muy interesado en trasmitir a otros sus habilidades. En vez de tratar de impresionar a sus oyentes (lo que de todos modos ocurría), se empeñaba por situarlos en la ruta que sería importante para ellos, y que él tan bien conocía. Su amor por la artesanía se evidenciaba no sólo en la colección de objetos de arte y de souvenirs que lo rodeaba, sino en la minuciosidad con que nos relataba una historia terapéutica o realizaba una inducción hipnótica. La modalidad de Erickson me recordaba a un avezado neurólogo, también un notable artesano en su oficio, a quien conocí durante mis años de formación. Generalmente se le reservaban los diagnósticos difíciles. Observaba con sumo cuidado a los pacientes desde el momento mismo de trasponer la puerta del consultorio, y superficialmente parecía cumplir, distraído y como al descuido, el examen neurológico corriente (aunque quizá sólo lo aparentaba por nosotros). No obstante, se tenía la impresión de que era llevado hacia las áreas específicas de la patología, en lugar de tener que descubrirlas mediante la pesquisa laboriosa y metódica que otros emprendían. Por supuesto, su vasta experiencia clínica le había enseñado a reconocer signos sutiles de los que nosotros ni siquiera habíamos oído hablar; muchos de ellos no estaban en los libros de texto, y algunos tal vez ni a él mismo le eran concientes. Resultado de su método era la misma engañosa simplicidad característica de Erickson. Llegaba al diagnóstico como cosa natural, con la misma admirable soltura que mostraba Erickson al averiguar elementos decisivos por la manera en que se presentaba ante él el paciente. Puede ser peligroso que los alumnos interpreten mal esta clase de simplicidad. Reparando en que no se respetan las bien establecidas reglas sobre la recolección de datos, quizá presuman que lo indicado es dejarse guiar por su intuición. Al narrar sus relatos didácticos, Erickson parecía no recoger dato alguno ni efectuar ninguna labor de diagnóstico; pero había inventádo procedimientos sumamente hábiles para aprender mucho preguntando poco, y lograba obtener la información que precisaba sin que ello se notase. Conviene que nos detengamos en el proceso diagnóstico de Erickson, ya que esto facilitará la comprensión de sus métodos. Es evidente que le interesaban otros datos que los que emplea la psiquiatría general o las terapias psicodinámicas. Parecía basarse mucho en el conocimiento del vivir efectivo del individuo, con el cual la psicología y psicopatología tradicionales vacilan en entrometerse, pese a que es el meollo de la experiencia directa cotidiana. El enfoque diagnóstico de Erickson incluía los valor:es personales, las peculiaridades y circunstancias singulares del individuo, todo lo cual aporta poco a la ciencia como conjunto de datos generalizables pero es en cambio decisivo para la capacidad de cambio del sujeto. Otro elemento de su enfoque es que Erickson no era un recolector neutral de hechos, sino un buscador de soluciones. Había desarrollado un especial talento para descubrir, en toda clase de sucesos del pasado, un significado que apuntara a un futuro positivo. A partir de toda suerte de síntomas él vislumbraba una apertura constructiva para una vida mejor. Pero más allá de sus excepcionales dotes personales, Erickson será recordado porque su método cambiará el rumbo de la psicoterapia. Allí donde otros se centraban en analizar falencias y en tratar de hallar compensación para las debilidades individuales, Erickson mostraba cómo se podían descubrir capacidades potenciales y trocar las pérdidas en ganancias. El enfoque típico del pensamiento psicoterapéutico tradicional consiste en formular una teoría general de la disfunción y luego aplicarla a casos específicos; en el punto de aplicación surgen permanentes dificultades, ya que una y otra vez se presentan variaciones individuales imprevistas que no pueden ser sometidas a control. Erickson no contribuyó mucho a la teoría según esta tradición clásica, pero brindó a la profesión un enorme caudal de ejemplos sobre la manera de adaptarse a circunstancias singulares y promover el cambio. Dejó a otros la tarea de construir, a partir de sus numerosos experimentos, teorías del cambio. A diferencia de Freud y de los que lo siguieron, Erickson no creó una cerrada escuela de partidarios con una organización destinada a conservar y custodiar sus contribuciones. Muchos terapeutas de diferentes orientaciones recibieron inspiración de él, y algunos se convirtieron en sus amigos y colaboradores íntimos. El hecho de que atrajera a varios calificados terapeutas que, como Jeffrey Zeig, que se sintieron movidos a dedicar mucho tiempo y esfuerzo en una estrecha colaboración con él, da testimonio de la riqueza de sus aportes. Estos colegas continúan reuniendo, analizando y aclarando la obra de Erickson, para ponerla a disposición de otros terapeutas. En vez de producir "ericksonianos ortodoxos", fomentó avances que se ramificaron en múltiples direcciones, lo cual ilustra elocuentemente su profundo respeto por la libertad e individualidad de sus alumnos y de sus pacientes. Varios de los aspectos señalados podrán reconocerse en las anécdotas de este libro. La que más me gusta es la referida a Betty, la enfermera suicida (pág. 139). Lo que Erickson hizo con ella es algo más que psicoterapia: es una obra de arte. significativa en muchos pIanos. Para el auditorio, fue una demostración práctica de diversos fenómenos hipnóticos. Para Betty fue una terapia, o más bien una invitación indirecta pero potente a retomar su proyecto de vida. El cambio se logró proponiéndole una visita guiada al ciclo, en sí mismo fascinante, de muerte y regeneración de la naturaleza. Repárese en este toque magistral: Erickson no puso de relieve, simplemente, el valor de la vida, sino que primero describió la muerte, confluyendo así con Betty en su marco de referencia inmediato. Esta era una de sus típicas técnicas terapéuticas, pero su importancia es mayor aún. Lo que allí hizo es especialmente digno de mención; al mismo tiempo, estaba luchando contra la habitual reacción profesional de instintivo retraimiento. ¿Qué otro terapeuta habría tenido el coraje, luego de involucrarse tan profunda y públicamente en el problema de Betty, de dejar que ella tomara su propia decisión? Consecuencia de ello fue que se lo acusara por el aparente suicidio de Betty. Pasaron muchos años antes de apreciar con claridad que el procedimiento que él había seguido fue, desde el comienzo, el más correcto y sabio. Richard Van Dyck Presidente de la Sociedad Holandesa de Hipnosis Clínica, Oegstgeest, Países Bajos, 24 de junio de 1980. /// Reconocimientos Me siento muy afortunado de poder agradecer a muchos amigos por su ayuda y apoyo para completar este manuscrito. Dick Heiman, Dale Fogelstrom y Marge Cattey me brindaron una inestimable asistencia t€cnica y posibilitaron la filmación de Erickson en videocinta. Trude Gruber y Bernd Schmid proporcionaron materiales que hicieron mucho más sencilla la trascripción total. Elizabeth Erickson, Edward Hancock y Roy Cohen tuvieron a su cargo la preparación del original y la corrección de pruebas de imprenta. Barbara Bellamy, Sherron Peters y Barbara Curtis colaboraron en el dactilografiado del manuscrito. Estoy agradecido a la señora Bellamy por ,su insistencia en lograr un trabajo perfecto. Vaya mi agradecimiento a las personas que participaron en el seminario de una semana de duración con el doctor Erickson por su cooperación relacionada con la videocinta. Debo un reconocimiento especial a muchos de los que intervinieron en mis seminarios de capacitación, llevados a cabo en Estados Unidos y Europa; ellos me dieron estimulantes ideas que,en una u otra fonna, fueron a la larga incorporadas a este libro. Lamentablemente, son demasiado numerosos para .nombrarlos de manera individual. Estoy sumamente agradecido a Sherron Peters por el cariño y el apoyo que me brindó mientras escribía esta obra. Y en memoria de mi mentor, Milton H. Erickson... diré que él me trasmitió mucho saber para que yo lo pasara, a mi vez, a otras personas, me enseñó a valorar tanto la iluminación como la confusión, y a apreciar mejor cuán maravilloso es abrir los ojos. J.Z. Acerca del doctor Milton H. Erickson Milton H. Erickson ha sido reconocido como la principal autoridad mundial en hipnoterapia y en psicoterapia estrátegica breve. Fue una de las personalidades psicoterapéuticas más creadoras, sagaces e ingeniosas de todos los tiempos. Se lo llamó "el más grande comunicador mundial" y "el máximo psicoterapeuta del siglo". No es exagerado afirmar que la historia demostrará que su contribución a la práctica de la psicoterapia breve corre pareja con la contribución de Freud a la teoría de la psicoterapia. Erickson hizo su licenciatura en psicología y su doctorado en medicina en la Universidad de Wisconsin. Entre otros antecedentes profesionales, mencionemos que fue presidente de la Sociedad Norteamericara de Hipnosis Clínica, director fundador de su Fundación de Educación e Investigaciones, director fundador de American Journal of Clinical Hypnosis, profesor asociado de psiquiatría en la Universidad Estadual de Wayne (Facultad de Medicina), miembro vitalicio de la Asociación Psicológica Norteamericana y de la Asociación Psiquiátrica Norteamericana. Es autor de más de 140 artículos científicos, en su mayoría sobre el tema de la hipnosis, y coautor de diversos libros, entre ellos Hypnotic Experience: Therapeutic Approaches to Altered States [Experiencia hipnótica: enfoques terapéuticos de los estados de conciencia alterada], Hypnotherapy: An Exploratory Casebook [Hipnoterapia: casuística exploratoria], Hypnotic Realities [Realidades hipnóticas], Practical Applications of Medical and Dental Hypnosis [Aplicaciones prácticas de la hipnosis en medicina y odontología], y Time Distortion in Hypnosis [Distorsión del tiempo en la hipnosis]. Hay además otros libros, en prensa o en preparación, que se ocupan de él. Con relación al enfoque profesional de Erickson, importa destacar que si bien creó muchos métodos permisivos novedosos de hipnosis terapéutica, se mostró muy renuente a formular una teoría. No postulaba ninguna teoría explícita de la personalidad, porque estaba firmemente convencido de que ello limitaría la psicoterapia y haría que los psicoterapeutas actuaran con mayor rigidez. Promovía la flexibilidad, la singularidad y la individualidad, como lo puso en claro en sus escritos y en su manera de vivir. Erickson se radicó en Phoenix, estado de Arizona, en 1948, donde efectuó una intensa práctica privada, viajando con frecuencia a otros lugares del país para enseñar hipnoterapia. En sus últimos años, cuando ya no le fue posible trasladarse, acudieron allí estudiosos de todo el mundo para escucharlo y aprender su método. Ocupado como estaba con su trabajo, era a la vez un hombre de hogar orgulloso de su familia y dedicado a ella. Erickson padeció gran número de problemas de salud en el curso de su vida adulta. Desde 1967 quedó confinado a una silla de ruedas por las secuelas de una poliomielitis anterior. Decía que la poliomieitis había sido su mejor maestro sobre la conducta y las potencialidades del ser humano. Tenía una falla en la visión cromática, pero le gustaba el purpura y disfrutaba mucho rodeándose de objetos de ese color o cuando los recibía como regalos especiales. Erickson fue un genio de la práctica de la psicoterapia, pero esas dotes eran eclipsadas por las que tenía para el arte de vivir. En la época de su vida en que se filmaron el grueso de las videocintas que integran este libro, sufría muchas dolencias físicas; los residuos de la polio y de un cúmulo de otros males le provocaban enormes dolores. Era prácticamente cuadripléjico, ya que apenas podía mover su brazo derecho y tenía un uso limitado del izquierdo, al par que sus piernas permanecían inmóviles. Además, sus labios estaban prácticamente paralizados, la lengua salida de sitio, y sólo tenía movimiento la mitad del diafragma. Súmese a ello que estaba imposibilitado de usar dientes postizos. Este hombre, cuya voz era su herramienta de trabajo y que se enorgullecía de su manejo del lenguaje, hablaba con dificultad, en voz baja y medida, y no era fácil entenderlo. Se tenía la impresión de que sopesaba el efecto que podía causar cada una de sus palabras. A pesar de sus muchos padecimientos físicos y de que debía esforzarse para reejercitarse en tantas cosas, Erickson era, permanentemente, uno de los seres humanos más contentos de estar vivos que es dable encontrar. Casi todos los que lo conocieron quedaron impresionados por sus cualidades personales. Era brioso y muy sagaz. Sentado junto a él, uno sentía que allí había un individuo muy alerta al "aquí y ahora", al instante. Gozaba realmente de la vida y era un excelente modelo de "buena vida". Amable, compasivo, tomaba muy en cuenta a los demás; tenía una franca y deliciosa sonrisa, y a menudo reía a carcajadas. Su manera de reírse para sí cuando algo lo divertía era contagiosa. También tenía una encantadora actitud de respetuoso asombro ante los otros. Era un individuo muy positivo, el tipo de persona que contempla las flores y pasa por alto las malas hierbas. Y alentaba a sus pacientes para que hicieran lo mismo. Lo complacían los cambios positivos de la gente; si alguien hacía uno de esos cambios, o cada vez que un paciente tenía una levitación del brazo (por más que fuera la milésima vez que Erickson lograba una levitación), se mostraba sumamente contento, asombrado y orgulloso de que su paciente la hubiera conseguido. En su mayor parte, ese sentimiento de goce y admiración era trasmitido en un plano no verbal, lo cual hacía difícil desestimarlo. Por lo demás, no se atribuía méritos personales por esos cambios positivos de sus pacientes o alumnos, comunicando más bien su satisfacción de que el sujeto se hubiera. puesto en contacto con nuevas capacidades propias y con nuevas potencialidades vitales. Erickson había nacido el 5 de diciembre de 1901, criándose en comunidades rurales de Nevada y Wisconsin. Formaba parte intrínseca de su vida una actitud propia de las personas oriundas de la campaña. Tenía visión de futuro, pero no era ambicioso. Murió el 25 de marzo de 1980, de una infección aguda. Hasta el momento de su muerte estuvo activo y gozó relativamente de buena salud. En muchos de los relatos en que abundaban sus lecciones, solía hacer referencia al trabajo con pacientes que padecían dolores crónicos, explicando que luego de haberles aplicado su técnica esos sujetos habían llevado una vida activa, hasta que de pronto cayeron en coma y murieron tranquilos. De manera similar, él perdió repentinamente la conciencia el domingo 23 de marzo, permaneciendo dos días en estado semiconciente, hasta que el martes 25, rodeado de sus familiares, dio su último y pacífico suspiro. Hasta ese súbito colapso, tuvo el cabal propósito de continuar con su plan docente. Durante gran parte de su vida profesional en Phoenix, Erickson les pedía a sus pacientes y alumnos que subieran al cerro Squaw, el más alto de la zona, de unos 350 metros; el recorrido hasta la cumbre es de cerca de dos kilómetros, y está perfectamente marcado, ya que es habitual que la gente haga la ascensión por motivos de salud o para gozar del magnífico espectáculo del valle del Phoenix. El ascenso es cansador, pero una persona sana lo puede hacer en 45 a 60 minutos; el sendero es sinuoso y tiene muchas subidas y bajadas. Una perdurable sensación de triunfo invade al que llega a la cumbre, además de ofrecerle una más vasta perspectiva y un ángulo de mira más alto sobre el mundo quelo rodea. Se rumorea que las cenizas del doctor Erickson fueron esparcidas en el cerro Squaw. Si así fuera, no habría nada más apropiado: él había hecho de ese ascenso una parte sustancial de su terapia. Ahora, para rendirle honores, la gente seguirá subiendo el cerro Squaw. Libros en los que participó Milton H. Erickson como coautor Cooper, L. F., Y Erickson, M. H., Time Distortion in Hypnosis, Baltimore: The William & Wilkins Company, 1959 Erickson, M. H., Hershman, S. y Secter, 1. l., The Practical Applications of Medical and Dental Hypnosis, Nueva York: The Julian Press, 1961. Erickson, M. H., Rossi, E. L. Y Rossi, S. l., Hypnotic Realities, Nueva York: Irvington, 1976. Erickson, M. H. Y Rossi, E. L.,Hypnolherapy: An Exploratory Casebook, Nueva York: Irvington, 1979. Erickson, M. H. Y Rossi, E. L., Experiencing Hypnosis: Therapeutic Approaches to Altered States, Nueva York: Irvington, 1981. Haley, J., ed., Advanced Techniques of Hypnosis and Therapy: Se. lected Papers of Milton H. Erickson, M. D., Nueva York: Grune& Stratton, 1967. Rossi, E. L., ed., The Collected Papers of Milton H. Erickson on Hypnosis (4 vols.), Nueva York: Irvington, 1982. Introducción Un físico suizo amigo mío me narró una anécdota acerca del célebre físico danés Niels Bohr. En una de sus conferencias el doctor Bohr exponía sobre el "principio de incertidumbre" de Heisenberg. Este principio de "complementariedad" afirma que cuando el observador de una partícula en movimiento descubre un dato referido a su localización, sacrifica un dato sobre el impulso de la partícula, y a la inversa: cuando obtiene información sobre el impulso, sacrifica información sobre la localización. Un estudiante presente preguntó a Bohr: "¿Qué es lo complementario de la claridad de la exposición?"; tras reflexionar un momento, el sabio respondió: "La precisión". Aunque posiblemente sea apócrifa, esta anécdota expresa una intelección importante. Cuando de la verdad se trata, para ser claro es menester ser simple en demasía, sacrificando así la precisión; y para ser preciso es menester que la exposición sea extensa, detallada y quizá confusa, con lo cual se sacrifica la claridad. El manuscrito a que ahora accederá el lector es trascripción de un seminario docente que el doctor Milton H. Erickson realizó con profesionales de la salud en su casa de Phoenix, Arizona, y que tuvo una duración de una semana. La manera que tiene Erickson de comunicarse es compleja y el lector apreciará su consumada precisión; pero si intenta comprender el proceso de esa comunicación, quizá advierta también cierta confusión y falta de claridad. Se impone una nota aclaratoria sobre estos seminarios docentes de Erickson. Luego de abandonar formalmente la práctica privada, Erickson continuó dedicado de manera activa a la enseñanza. Grupos de personas de todo el mundo tomaban contacto con él para pedirle que los incluyera en sus seminarios; entre ellos había médicos, psicólogos, psiquiatras y psicoterapeutas todavía no doctorados. Erickson daba estas clases todos los días, aproximadamente desde mediodía hasta las cuatro de la tarde. A medida que aumentaba su popularidad, cada vez se hizo más difícil conseguir una vacante. A fines de 1979 ya tenía completos sus horarios para el año siguiente. Entre el 30 de julio y el 4 de agosto de 1979, logré filmar en videocinta uno de estos seminarios realizados en su casa, y que constituye el grueso de este libro. No se han añadido comentarios para describir la técnica empleada por Erickson durante esa semana; he preferido dar al lector la oportunidad de consustanciarse con la trascripción y llegar a sus propias conclusiones e intelecciones sobre los métodos de Erickson. Estos ya han sido descriptos en detalle por otros autores. Haley (1973) lo hizo con un enfoque interaccional; Bandler y Grinder (1975) analizaron microscópicamente las pautas de comunicación de Erickson mediante un método lingüístico basado en la gramática trasformacional; Rossi (Erickson, Rossi y Rossi, 1976; Erickson y Rossi, 1979), en su calidad de analista de orientación junguiana, apeló a una perspectiva intrapsíquica para comprender a Erickson. Cabe especular que Erickson hizo bien en promover que su trabajo fuera descrito por teóricos con puntos de vista tan divergentes: al leer los análisis de estos autores se obtiene una perspectiva equilibrada acerca de la técnica por él utilizada. Este método se caracterizaba por su índole indirecta. Erickson enseñó en forma indirecta toda su vida, desde sus primeras conferencias. Curiosamente, también su fama se divulgó de manera indirecta, ya que ganó popularidad menos por sus propios empeños que por lo que otras personas escribieron sobre él. Con este volumen no pretendemos proporcionar un modo diferente de comprender a Erickson: la idea no es exponer algo nuevo sobre él, sino presentarlo bajo una nueva luz. A lo largo del libro se podrá percibir el decurso de sus narraciones didácticas y obtener un panorama del proceso de su comunicación. A quienes nunca estuvieron junto a él personalmente, esta obra les brinda la posibilidad de visualizarlo en acción; a quienes lo conocieron.. la de contemplarlo desde un ángulo distinto. Al escuchar a Erickson personalmente era muy difícil que su comunicación resultase clara; la gente solía decir que los "ofuscaba". Una experiencia diferente es leer sus anécdotas o verlas en videocinta; estas perspectivas permiten apreciar mejor lo que él hacía. En persona, era fácil confundirse a causa de la multiplicidad dé niveles, verbales y no verbales, en que operaba. No era infrecuente, verbigracia, que cada una de las personas, al término de una de las jornadas del seminario, dijera: "Hoy me estuvo hablando a mí". En una primera lectura, las historias didácticas de Erickson pueden parecer de fácil comprensión, pero en realidad no es así. Yo he presentado filmes y videocintas sobre Erickson en reuniones de asociaciones nacionales de profesionales, planteando a los concurrentes el siguiente desafío: "Si logran captar el 50% de lo que hace Erickson, pueden considerarse observadores y oyentes muy agudos". Tal vez en las presentes trascripciones sea más sencillo aprehender lo que hace Erickson, pero puedo repetir el mismo desafío al lector de este libro. . A título demostrativo, incluí un "Apéndice" en el que Erickson y yo comentamos una de las inducciones hipnóticas realizadas por él en el curso de la semana. La inducción hipnótica (acontecida el día martes, con Sally) duró cincuenta minutos; nuestros comentarios llevaron casi cinco horas. Sería interesante que el lector, luego de repasar el fragmento de trascripción correspondiente, compare lo que ha podido comprender con los detalles que se dan en el "Apéndice". Otras cuantas cosas deben tenerse en cuenta con respecto a los relatos didácticos de Erickson. Era un individuo muy congruente consigo mismo; narrar historias no era sólo su manera de trabajar sino su manera de vivir. Lo hacía al hablar con sus parientes, colegas, alumnos o pacientes. Si alguien le pedía un consejo, lo habitual era que respondiese con una anécdota. De ahí que este libro permita formarse una buena idea no sólo de su método terapéutico, sino también de su enfoque pedagógico. Además, se compenetraba mucho de lo que narraba, dando la impresión de que estaba reviviéndolo. Sus relatos tenían un sentido teatral; los orquestaba de una manera vívida. Por supuesto, estos aspectos no verbales se pierden en una trascripción escrita; desgraciadamente, sus gestos y ademanes, la entonación de su voz, su risa y su brío son irreproducibles. Erickson estaba tan familiarizado con sus historias, cada una de las cuales era relatada por él muchas veces, que podía aportar mucho vigor a la comunicación, tornando más penetrante aún los mensajes mediante la apelación a técnicas verbales y no verbales. El conocía la continuación del relato, y sus oyentes no. Pero además del contenidode sus anécdotas, las empleaba para comunicarse al mismo tiempo en otros niveles terapéuticos. En verdad, nunca parecía contentarlo la comunicación en un solo plano. Tal vez le molestaba la unilateralidad mental que implica hacer una sola cosa por vez. Respecto de la comunicación en múltiples niveles, a la mayoría de los psicoterapeutas se los instruye para que adviertan que, cuando sus pacientes se comunican en un nivel, el significado de lo que expresan se hallará en otros niveles: el histórico, el simbólico y otros niveles "psicológicos". Es mérito de Erickson haber demostrado que si el paciente puede comunicarse en varios niveles, también el terapeuta puede hacerlo. La comunicación terapéutica no debe ser forzosamente clara, concisa y directa; la comunicación focalizada en varios niveles a la vez puede ser una técnica poderosa, y Erickson la utilizaba de continuo. Por ejemplo, al leer este manuscrito se notará que en muchas oportunidades Erickson describía un principio, lo ejemplificaba con una anécdota y demostraba su aplicación con las personas allí reunidas, todo al mismo tiempo. Nos hemos empeñado por conservar aquí en la mayor medida posible la comunicación original. Se introdujeron mínimas modificaciones, a fin de preservar el estilo de Erickson proporcionando a la vez un texto legible. Dado que en sus inducciones hipnóticas Erickson se afanaba por obtener una precisión mayor que la corriente, las trascribimos aquí en forma literal. Preparar para su publicación las anécdotas de Erickson no ofreció mayores dificultades, pues casi siempre se expresaba con oraciones completas Y gramaticalmente correctas. Las anécdotas a que Erickson recurría dependían mucho de la composición del grupo. Si se dirigía a un grupo interesado en la atención de niños, sus relatos versaban en mayor medida sobre niños; si su auditorio se especializaba en la eliminación del dolor físico, en eso se centraban sus anécdotas. El grupo presente en la semana que aquí se "trascribe era heterogéneo, y por ende Erickson empleó una temática general, aunque dedicando cada día a uno o dos temas. Asimismo, con algunas de sus anécdotas trabajó en fonna decididamente terapéutica, a fin de ampliar la flexibilidad de algunos miembros. La conducta no verbal de Erickson durante sus.seminarios didácticos era muy interesante. Por lo común miraba al piso mientras narraba una historia, pero con la visión periférica captaba las reacciones de sus pacientes o alumnos. Tenía un limitado control de su cuerpo; si quería destacar que un mensaje terapéutico estaba dirigido a una persona en particular, modificaba la localización espacial de la voz, Erickson no se veía obligado a recurrir a inducciones formales para fijar la atención de sus oyentes; estos a menudo cerraban los ojos al entrar y salir espontáneamente de un trance en el curso de la sesión, El propio Erickson parecía entrar y salir de tales trances, como si la oportunidad de enseñar le pennitiera salir fuera de sí' mismo y aminorar así los dolores pennanentes causados por las secuelas de la poliomielitis. Referencias bibliográficas . Haley., Uncommon Therapy, Nueva York: Norton, 1973. [Terapia no convencional, Buenos Aires: Amorrortu editores, 1980.] BandJer, R. y Grinder, J., Patterns of the Hypnotic Techniques of Mílton H. Eriékson, M. D., vol. 1, California: Meta Publicions, 1975. Erickson, M, H., Rossi, E. L. y Rossi, S. 1., Hypnotic Realities, Nueva York: Irvington, 1976. Erickson, M, H. y Rossi, E- L., Hypnotherapy: An Exploratory Casebook, Nueva York: Irvington, 1979. El uso que daba Erickson a la anecdotas Uno de los signos disntivos del método de Erickson fue su uso de las anécdotas como instrumento didáctico y terapéutico. Llegó a adquirir renombre por sus precisas y focalizadas comunicaciones, adaptadas a cada paciente. Este recurso constituía un empleo sumamente elaborado y eficaz de la comunicación verbal. A fin de proporcionar al lector un marco general que le permita entender mejor la trascripción siguiente, describiré ciertos usos de las anécdotas y expondré mi primer encuentro con Erickson, en 1973, como ejemplo de este uso para una potente comunicación terapéutica en múltiples niveles. El uso de anécdotas en psicoterapia Un diccionario inglés define la "anécdota" como "una breve naortación relativa a. un suceso o incidente interesante o divertido". Las anécdotas pueden ser ficticias (p. ej., pueden ser cuentos tradicionales, fábulas, parábolas o alegorías), pero también pueden ser relatos o crónicas de genuinas experiencias y aventuras vitales. La abrumadora mayoría de las anécdotas que contaba Erickson eran descripciones verídicas de sucesos de su vida y de las de sus familiares y pacientes. Las anécdotas pueden ser empleadas en todo tipo de psicoterapia y en cualquier fase del tratamiento. No se conocen contraindicacio nes para ellas. Todas las psicoterapias tienen en común determinadas operaciones; en particular, el diagnóstico, el establecimiento de una relación empática, la ejecución de un plan de tratamiento. En cada una de estas operaciones terapeuticas pueden utilizarse anécdotas. Diagnóstico Sin interferencia ni obstáculo de la mente conciente. Erickson empleaba mucho este procedimiento indirecto para lograr cambios inconcientes con la mayor rapidez posible, En armonía con el empleo que hacía Erickson de la insinuación indirecta, también pueden emplearse anécdotas para Un observador agudo puede emplear las anécdotas para el diagnóstico usándolas proyectivamente, más o menos como lo haría con 1as Partes de este artículo fueron presentadas en la reunión de la Sociedad Norteamericana de Hipnosis Clínica celebrada el14 de octubre de 1978. un test de Rorschach. En esta circunstancia, con la anécdota suministra estímulos que dan lugar a una respuesta de significación diagnóstica. Por ejemplo, puede relatarse una historia compuesta de muchos elementos y ver a qué parte de ella reacciona el paciente. Supongamos que el terapeuta cuenta acerca de una persona con problemas conyugales, que a su vez derivaban de los que había tenido de niño con sus padres. Además, esos problemas tenían que ver con las dificultades sexuales actuales de la persona y la llevaron a hacer un consumo indebido de alcohol. Esta sucinta historia tiene varios componentes. El terapeuta observador reparará en las partes a las que reacciona el paciente de manera no verbal, y en aquella parte específica a la que reacciona diciendo algo. La información diagnóstica así obtenida puede luego profundizarse. Para ilustrar este uso diagnóstico adicional de las anécdotas daré un ejemplo tomado de mi propia experiencia clínica. Una mujer se presentó con una fobia de trece años de antigüedad y solicitó tratamiento hipnótico. En la entrevista inicial le conté una serie de anécdotas relativas a otros pacientes que habían superado sus problemas en lapsos diversos; algunos de ellos en forma inmediata e inesperada, sin una mayor comprensión de lo que les pasaba, en tanto que otros sólo los habían superado lenta y laboriosamente; a estos últimos les interesaba mucho comprender su problemática. La paciente de referencia tenía una especial manera de asentir con la cabeza, que ella no advertía concientemente: hacía una señal afirmativa ante cada parte de la anécdota relacionada con una lenta superación de los problemas, y con la misma congruencia se abstenía de todo movimiento cuando se le hablaba de una resolución inmediata. Esta pauta fue confirmada recurriendo a anécdotas similares relatadas en diverso orden. Por su gesto de asentimiento, era notorio que ella iba a superar sus problemas lentamente; no intenté, pues, ninguna medida terapéutica en la sesión inicial. En lugar de eIlo, le formulé preguntas detalladas sobre la etiología y las pautas de sus síntomas. Con dos sesiones más al mes siguiente, logré aliviada de la fobia. No fue necesario fijar reuniones más frecuentes, ya que ella mismahabía indicado que iba a cambiar con lentitud. Mientras narraba sus historias, Erickson se mantenía continuamente al tanto de las respuestas conductales de sus pacientes. A menudo no los miraba en forma directa, pero los vigilaba con su visión periférica, muy bien desarrollada. Su perceptividad era legendaria. Diligentemente se autoejercitó para notar y comprender los más sutiles matices del comportamiento humano. Su capacidad de respuesta terapéutica estaba fundada en esta agudeza diagnóstica. Ahondar en el método diagnóstico de Erickson sobrepasa los alcances de este libro, pero nunca destacaría.mos lo suficiente la importancia de la aptitud que había desarrollado para percibir con rapidez las cuestiones nucleares de cada paciente. Establecimiento del rapport Se considera que el establecimiento de una vinculación y un rapport empáticos es una de las piedras angulares de la psicoterapia; para algunos teóricos (v. gr., Carkhuff y Berenson, 1967), este es uno de los instrumentos fundamentales. Pero el método empático tiene sus bemoles. El paciente puede aprender un tipo de empatía autodiagnóstica que implica el escrutinio permanente de sus propios sentimientos, escrutinio que puede entorpecer el proceso de goce y utilización de ese flujo emocional. En algunos casos, un méto. do empático directo puede estar contraindicado o ser innecesario (p, ej., no es propio del estilo de ciertos individuos sintonizar con sus propios sentimientos); además, hay pacientes que objetan que se les señale en forma directa sus sentimientos, o les molesta. Según el enfoque de Erickson, las cosas funcionan mejor cuando lo hacen de manera automática e inconciente, o sea, establecer em. patía con un paciente y los procesos que están o no dentro de su conciencia inmediata. El paciente no necesita advertir conciente. mente que el terapeuta tuvo una respuesta empática; las anécdotas pueden emplearse para establecer rapport empático con el inconciente. Por más que la respuesta empática permanezca fuera de la con. ciencia del paciente, este suele poner de manifiesto, en forma verbal o no verbal, que el terapeuta tuvo una respuesta empática "inconsciente". llustraremos el uso de anécdotas empáticas con uno de los primeros seminarios didácticos de Erickson, realizado en su consultorio con tres alumnos en 1975. Erickson narró una anécdota sobre un paciente muy competitivo, quien acudió a verlo y le pidió que lo pusiera en estado de trance. Comentó Erickson que lo hizo pidiéndole que vigilara sus propias manos para ver cuál de ellas se elevaba primero y cuál Ilegaba primero a tocar el rostro. De este modo, apeló a la co.mpetitividad del individuo para ayudarlo a conseguir sus objetivos. A los tres estudiantes esta anécdota les pareció muy atractiva, porque Erickson estaba enseñándoles un aspecto interesante de su técnica. Pero de inmediato se puso en evidencia que la historia perseguía otra finalidad, ya que algunos de los presentes competían también por ganar para sí la atención y el tiempo de Erickson. Las anécdotas pueden emplearse en cualquier fase del proceso de tratamiento a fin de alcanzar los objetivos de la terapia. A título de ejemplo, repasaremos ocho categorías, que no se excluyen entre sí Cuando se señaló el propósito múltiple de la anécdota, Erickson analizó este otro aspecto, declarando que había notado la competencia que ellos estaban librando y que a través de esa anécdota les indicó dicho reconocimiento. Ante esto, los estudiantes podrían haber reaccionado de tres manetas: una, reconociendo concientemente su competitividad, como ocurrió; dos, comunicando, mediante alguna indicación no verbal, que reconocía esa competitividad pero aún no estaban preparados para hacerla conciente; por último, pudo pasárseles por alto el sentido de la historia, tal como se aplicaba a la situación inmediata. Cualquiera de las tres respuestas habría sido satisfactoria para Erickson, porque habría concordado con las necesidades y personalidades de esos estudiantes. El estaba dispuesto a seguir cualquier rumbo que los hechos indicasen, En esas circunstancias, dijo que quería examinar la anécdota en forma conciente porque estaban en una situación de aprendizaje. Pero había en la anécdota un tt'rcer mensaje: apuntaba a sugerir a los estudiantes, o fonarlos a adoptar, una particular reacción conducta!. Tras examinar la anécdota, Erickson añadió que no sabía hasta qué punto había competitividad entre los estudiantes, pero por cierto no deseaba que compitieran con él. Proceso del tratamiento 1. Formular o ejemplificar una opinión Mediante el uso de anécdotas puede establecerse una opinión de manera memorable y potente. Teniendo en cuenta la estructura de la memoria humana, es más sencillo recordar el tema de una anécdota que si eso mismo fuera dicho en una enunciación común. Las anécdotas quedan "fijadas en el recuerdo", al hacer que ideas sencillas cobren vivacidad. Véase el siguiente ejemplo. A comienzos de 1980 debí intervenir por primera vez en un caso vinculado con el uso forense de la hipnosis, y solicité ayuda a Erickson. El me narró lo que reproduciré a continuación, comenzando con esta frase: "Conozca al abogado del otro bando". . Me explicó que estaba testimoniando en favor de un individuo en un juicio por la tenencia de su hijo. La esposa padecía graves problemas psíquicos y el sujeto era la persona que estaba en mejores condiciones para cuidar del chico. Luego dijo que había conocido muy bien a la abogada de la esposa, y que sabía que era una persona muy rigurosa. Cuando llegó el día de prestar declaración, dijo, ella se vino muy bien preparada: tenía 14 páginas de preguntas escritas para formularle. Al subir a la tarima, ella le inquirió: "Doctor Erickson, dice usted que es un especialista en psiquiatría. ¿,En qué autoridad se basa?". "Me baso en mi propia autoridad", replicó él. Sabía que si mencionaba a alguien, esta calificada abogada comenzaría a minar su condición de especialista citando otras autoridades en pugna con la suya. Ella le preguntó entonces: "Doctór Erickson, dice usted que es un especialista en psiquiatría. ¿Qué es la psiquiatría?". Erickson respondió: "Puedo darle el siguiente ejemplo. Si yo fuera un especialista en historia norteaméricana, sin duda sabría algo respecto de Simon Girty, también llamado 'Girty el Sucio'.* Alguien que no sea un especialista en historia norteamericana no sabría nada sobre Simon Girty, también llamado 'Girty el Sucio'. Erickson contó que cuando miró al juez, este se estaba cubriendo el rostro con las manos. El secretario del juzgado buscaba una lapicera debajo de la mesa. Por su parte, la abogada procuraba sofocar una risa incontrolable. Dijo Erickson que luego de esa analogía, la abogada hizo a un lado sus papeles y dijo: "No más preguntas, doctor Erickson". Entonces Erickson me miró fijamente y me comentó: "El apellido de esa abogada era... Gertie",** contándome a continuación que cada vez que su abogado se encontraba con ella en el bando opuesto, hallaba el modo de introducir en sus argumentaciones alguna referencia a "Girty el Sucio". "Dirty Girty": la reiteración vocálica suena graciosa, más o menos como ocurriría en castellano con "Rucio el Sucio". [N. del T.] .. "Gertie" se pronuncia casi igual a "Girty" [N. del T.] La anécdota de Erickson fue entretenida e interesante, y una encantadora manera de darme su opinión. Si me hubiera dicho: "No se deje intimidar por la situación", el efecto habría sido mínimo; el mensaje, tal como él me lo trasmitió, realzó sus efectos. 2. Sugerir soluciones Erickson solía utilizar las anécdotas para sugerir una solución a su paciente, en forma directa o indirecta. Por lo común lo hacía narrando una anécdota paralela y/o narrando múltiples anécdotas con el mismo tema. Las conclusiones extraídas de estas anécdotas ofrecían una perspectiva novedosa o una solucion antes pasada por alto. Con frecuencia, la anécdota queél narraba trazaba un paralelismo con el problema del paciente pero brindando un nuevo punto de vista. Por ejemplo, si el sujeto describía los repetidos fracasos que había tenido en su vida, le contaba historias de alguien que había sufrido repetidos fracasos, pero esas historias terapéuticas eran cuidadosamente elaboradas, de tal modo que su desenlace final era un éxito. Así, cada uno de los fracasos de la historia terapéutica era a la postre interpretado como un "elemento constructivo" para alcanzar el éxito. Un buen ejemplo de una anécdota paralela que ofrece una nueva perspectiva lo encontramos en la trascripción del seminario correspondiente al día martes. Ese día Erickson practicó una inducción con Sally, haciéndole atravesar algunas difíciles y embarazosas vicisitudes; a continuación le contó el caso de un paciente que había atravesado embarazosas vicisitudes y gracias a eso se había vuelto más flexible y había tenido más éxito en la vida. También sugería a veces mediante un relato una solución que el paciente había pasado por alto; esto tiene más eficacia terapéutica que un consejo directo, que los pacientes tienden a rechazar. Se le expone al sujeto el caso de alguien con un problema semejante al suyo, que recurrió con éxito a determinada solución; queda en sus manos establecer la conexión y aplicar a su vida una solución parecida. Mediante las anécdotas se puede sugerir soluciones indirectamente, en cuyo caso el paciente es quien "tiene la idea" y puede atribuirse los méritos del cambio en vez de atribuírselos al terapeuta. Erickson solía usar un estilo indirecto contando múltiples anécdotas de igual tema. Por ejemplo, quizás introdujera una idea como la de "abordar al paciente en el propio marco de referencia de este", y luego contaba múltiples anécdotas en todas las cuales se enhebraba ese tema. (Además, invariablemente expondría el principio abordando a los allí reunidos en su propio marco.) A veces mencionaba el tema antes de contarlas, otras veces al final de la serie. Si advertía que el paciente o los alumnos habían captado el asunto en forma inconciente (o conciente), tal vez no hacía ninguna mención directa del tema, 3. Ayudar a las personas a reconocerse tal cual son Uno de los procedimientos corrientes de los terapeutas es enfrentar a los pacientes con su propia realidad, para que se vean tal como son y puedan cambiar en consecuencia. Las anécdotas proporcionan esa comprensión de un modo más o menos indirecto. Por ejemplo, hacia el final de la trascripción de la sesión del miércoles, Erickson narra algunas historias sobre psicoterapia simbólica, describiendo el caso de una pareja, compuesta por un psiquiatra y su esposa, a quienes indicó como tarea que subieran por separado al cerro Squaw y visitaran el Jardín Botánico.* Aquí Erickson apeló a una actividad física para que los pacientes, simbólicamente, se reconocieran y adoptaran las medidas apropiadas; pero también estaba dando un ejemplo a los terapeutas allí reunidos, quienes podrían aprovechar la oportunidad para reconocerse. A la anécdota del psiquiatra le sigue otra sobre un psicoanalista y su mujer. Al leerlas, uno repara en que ellas guían las asociaciones del auditorio (y del lector): es muy difícil escuchar estos relatos de boca de Erickson o leerlos sin pensar en las propias relaciones personales. Erickson solía emplear las anécdotas para guiar las asociaciones de las personas y lIevarlas a reconocerse a sí mismas, y luego tomar las medidas correspondientes. Este uso de las anécdotas a fin de guiar y provocar asociaciones tenía gran importancia dentro del método de Erickson. Le encantaba dar este ejemplo: "Si quieres que alguien te hable de su relación con el hermano, todo lo que tienes que hacer es contarle una historia sobre tu propio hermano". Erickson nos viene a recordar que el poder de cambiar permanece dormido en el paciente y debe ser despertado. Las anécdotas pueden orientar sus asociaciones, pero el cambio es en realidad obra de él. "El terapeuta sólo crea el clima, la atmósfera". 4. Sembrar ideas e intensificar las motivaciones En el caso de la paciente fóbica antes citado, se notará que todas las anécdotas que le fueron relatadas se referían a éxitos psicoterapéuticos; por ende, cumplían el propósito adicional de aumentar sus expectativas favorables. Además, permitían diagnosticar su motivación para cambiar. Por su manera de asentir con la cabeza se apreciaba que estaba dispuesta a introducir los cambios indispensables en su anterior pauta fóbica; la única cuestión era cuánto tiempo llevaría ese cambio. Erickson era perfectamente capaz de narrar una anécdota que estimulara en su paciente o alumno cierta idea básica, y luego, conociendo la secuencia de sus anécdotas, fortalecía esa idea con otra historia contada el mismo día o incluso varios días o semanas más tarde. . Esta manera de "sembrar ideas" es muy importante en la técnica hipnótica" Si e] hipnotizador quiere sugerir la levitación de un brazo, lo hará "eslabonando" sucesivos pasos o "sembrando semillas" en cadena. Por ejemplo, atraerá la atención del sujeto hacia su mano, luego le sugerirá la posibilidad de que tenga en ella alguna sensación luego su capacidad de moverla, luego la conveniencia de que realice ese movimiento, luego centrará la atención en el movimiento en sí, hasta por último sugerir su realización. Conociendo de antemano el resultado buscado, el terapeuta puede sembrar ideas que lleven a él en un momento temprano de la terapia. Esta técnica de la "siembra" era muy común en Erickson, y vígorizaba mucho el poder de su comunicación. 5. Controlor terapéuticamente la relación. Los pacientes suelen adquirir pautas de relación terapéutica inadaptadas, manipuladoras o autodestructivas. Las anécdotas son un arma eficaz para controlar la relación a fin de mantener al paciente en una posición complementaria "subordinada" o "sometida" (cf. Haley, 1963). Esta táctica puede resultar terapéutica para ciertos individuos rígidos, que tienen dificultades para obrar cómoda y eficazmente cuando están en posición subordinada: las anécdotas les enseñan a sentirse confiados por más que ocupen esa posición. Las anécdotas pueden "desequilibrar" al paciente, al punto que ya no le sea posible recurrir a sus métodos de control habituales; a la vez, lo hacen sentir más seguro al saber que hay alguien a quien no pueden manejar con sus síntomas. 6. Insertar directivas. Las anécdotas pueden emplearse para formular "directivas insertadás" (cf. Bandler y Grinder, 1975). Esta técnica consiste en tomar una frase importante de un relato y, sacándola de contexto, dirigirla explícita o tácitamente a un paciente. La formulación indirecta se haría, por ejemplo, concediendo a la frase menor importancia que la que tiene o modificando la emisión espacial de la voz al relatarla. En la trascripción del día viernes Erickson examina el desarrollo sexual del ser humano, y en medio de ese examen cuenta una historia acerca del doctor A., su supervisor en el Hospital Estatal de Worcester.* La anécdota parece fuera de contexto, pero imagínese el efecto que podría causar la última oración en un alumno que opone resistencia: allí el supervisor le sugiere que permanezca "con el rostro impasible, la boca cerrada, los ojos y oídos bien abiertos, y no se forme juicio propio hasta contar con alguna prueba efectiva que venga en apoyo de sus inferencias y sus juicios". 7. Reducir lo resistencia Por el mismo hecho de ser indirectas, las anécdotas ayudan a reducir la resistencia frente a las ideas ajenas. La anécdota estimula una asociación propia en el paciente, que puede luego actuar llevado por dicha asociación. Es difícil resistirse a una asociación que uno mismo ha establecido. La anécdota puede también exponer una idea en fonna indirecta. En cada anécdota se presentan muchas ideas, y el paciente debe participar activamente para otorgar sentido a la anécdotay decidir qué parte tiene algo que ver con él. Se fomenta así que la energía generadora del cambio provenga del paciente mismo. Los mensajes anecdóticos, a raíz de su estructura, pueden volverse prontamente inconcientes: ningún paciente puede asimilar y comprender concientemente todos los mensajes contienen una anécdota compleja. El individuo es capaz de vivenciar un cambio de conducta que acontece fuera de su percatamiento consciente pues le es posible responder a una parte de la anécdota la habra registrado concientemente. Con frecuencia se informó de pacientes que, tras haber visitado a Erickson, descubrían que estaban cambiando "por su cuenta", sin advertir el efecto que había tenido sobre ellos la comunicación terapéutica de aquel. En general, Erickson recurría a una anécdota cuando era necesario un mayor grado de insinuación indirecta; y cuanto mayor resistencia provocaban sus ideas, más indirecto y anecdótico se tornaba, Esto se funda en el principio de que el carácter indirecto de la comunicación guarda una relación proporcional con la magnitud de la resistencia percibida (Zeig, 1980b). Hay otras técnicas vinculadas con el uso de las anécdotas para diluir la resistencia. El terapeuta puede sembrar una idea en una anécdota y luego pasar rápidamente a una segunda anécdota de distinto tema. Este tipo de maniobra vuelve más difícil para el paciente resistirse a la idea presentada en la primera anécdota, y aumentan las probabilidades de que esta idea devenga "inconciente" con más rapidez. El paciente puede padecer una amnesia respecto de la primera historia. Las anécdotas pueden emplearse para distraer al paciente. Erickson sostenía que a veces las utilizaba terapéuticamente para aburrirlo, como técnica preliminar a la presentación de una idea terapéutica en un momento en que aquel tenía menos resistencia y podía responder mejor. 8. Reencuadrar y redefinir un problema Las anécdotas sirven también para "reencuadrar" [reframe] un problema. El arte del "reencuadre" ha sido descripto por diversos autores (v.gr., Watzlawick, Weakland y Fisch, 1974). Los pacientes tienen determinadas actitudes hacia sus síntomas; el reencuadre es una técnica que opera en el plano de las actitudes, brindando al sujeto la alternativa de adoptar una actitud positiva hacia la situación sintomática. La modificación de las actitudes hacia los síntomas es terapéutica. Erickson propuso que terapia es todo aquello que cambia la pauta de conducta habitual. Este cambio puede darse en una dirección favorable o inicialmente en una dirección negativa. A menudo, al cambiar la actitud del individuo hacia su síntoma cambia el propio complejo sintomático (c. Zeig, 1980b). La redefinición es una técnica que consiste en definir el problema de una manera levemente diferente a como lo hace el paciente, tras lo cual se ofrece una acción terapéutica que corregirá la nueva definición del problema, y así lo solucionará. Erickson emplea las anécdotas tanto para el reencuadre como para la redefinición. Un buen ejemplo se halla al comienzo de la sesión del miércoles, cuando le relata a Christine anécdotas sobre los dolores de cabeza.* Repárese al leerlas en cómo Erickson reencuadra y redefine el dolor de cabeza de Christine. Estas categorías no son en modo alguno exhaustivas. Pueden enumerarse los siguientes usos adicionales de las anécdotas: 1. Las anécdotas pueden ser usadas como técnicas de edificación del yo, o sea, para edificar las emociones, el pensamiento y lo la conducta del individuo, ayudándolo a llevar una vida más equilibrada. 2. En sí mismas, las anécdotas son una forma infrecuente y creativa de comunicarse, y en tal sentido sirven como "modelo" de una vida mejor. El terapeuta alienta al paciente a vivir de manera más flexible y creadora mostrándose flexible y creador en su propia comunicación. 3. Por su intermedio pueden estimularse y revitalizarse diversas pautas de sentimiento, pensamiento y acción, ayudando al individuo a tomar contacto con un recurso personal que antes le había pasado inadvertido. Erickson nos advierte que los pacientes han evidenciado, en el pasado, que poseen los recursos para resolver el problema que traen a la terapia, y las anécdotas se utilizan para recordárselo. 4. Las anécdotas pueden servir para desensibilizar a un paciente respecto de sus temores. Al trabajar con fóbicos, mediante una serie de anécdotas se aumenta y disminuye alternadamente la tensión, y así decrece el temor. Las anécdotas pueden emplearse por muy variadas razones técnicas en cualquier clase de psicoterapia, y también durante la inducción formal y natural y en el curso de una hipnosis. El uso de las anécdotas en la hipnosis Las anécdotas y la hipnosis formal tienen tres similitudes estructurales básicas: 1) En ambas, el terapeuta se dirige fundan1entalmente a un sujeto pasivo, tratando de suscitar el poder que hay dentro de él y de demostrarle que tiene la capacidad de cambiar. 2) En uno y otro caso, el rol del sujeto se define como subordinádo y complementario. 3) En ambas técnicas se trabaja a partir de los indicadores de conducta mínimos del paciente. Debido a estas similitudes estructurales, las anécdotas pueden aplicarse con suma eficacia en la hipnosis formal y natural, de un modo análogo a su uso en psicoterapia. Puede empleárselas para diagnosticar la hipnotizabilidad de un sujeto y crear rapport con él, como también en las fases de inducción y de utilización del tratamiento hipnótico. Uso diagnóstico Las anécdotas pueden emplearse diagnósticamente para evaluar la hipnotizabilidad del sujeto y el estilo de utilización del trance que manifestará. Este proceso es similar al uso diagnóstico de las anécdotas en psicoterapia que ya hemos descrito, pero en la evaluación de la hipnotizabilidad intervienen algunos factores adicionales, de los cuales tienen especial relieve los siguientes: la absorción, el estilo de respuesta, la capacidad de atención y el cóntrol. 1. Al relatar una anécdota, el terapeuta puede advertir el grado de absorción que manifiesta el sujeto. Quienes se muestran más cautivados y absorbidos por la historia suelen ser, clásicamente, los sujetos más hipnotizables. 2. Mediante las anécdotas es posible evaluar en alguna medida el estilo de respuesta de cada individuo. Hay personas que responden mejor a la sugestión directa y otras a la indirecta; las anécdotas permiten advertir a qué tipo de sugestión responde mejor el sujeto. Por ejemplo, si al narrar una anécdota el operador menciona que el protagonista tuvo que mirar súbitamente hacia arriba para ver qué hora era, la reacción del paciente dice algo sobre su estilo de respuesta 3. Las anécdotas permiten apreciar si el sujeto tiene su atención focalizada o difusa, interna o externa. Una persona más focalizada exhibirá movimientos mínimos y se centrará en una sola cosa durante períodos extensos; una más difusa se mueve con mayor frecuencia y desplaza su atención de uno a otro asunto. Las personas de atención interna se ocupan de su propia vida interior: sus sentimientos, pensamientos y movimientos; las de atención externa están más alertas a lo que sucede en torno. (Erickson disfrutaba clavando la mirada en las cosas que lo rodeaban, como un gato: su atención estaba muy orientada a lo externo.) 4. La narración permite asimismo al terapeuta averiguar algo acerca de la flexibilidad del paciente en su control de las relaciones personaJes. Hay individuos que necesitan subordinar a los demás, otros necesitan subordinarse y otros estar en un plano de igualdad. Estas necesidades salen a relucir en la reacción verbal y no verbal frente a las anécdotas "prehipnóticas". Muchos elementos más pueden utilizarse para diagnosticar el esti1o hipnótico de un individuo, pero los cuatro mencionados se avienen particularmente a ser evaluados simultáneamente con el relato de una anécdota. Al considerar este enfoque diagnóstico (y sin trascender los alcancesde este libro), resultan claras las consecuencias que esto tiene para trazar una estrategia terapéutica. Las anécdotas y directivas que imparte un terapeuta serán tanto más eficaces cuanto más se ajusten a la experiencia del paciente. Por ejemplo, no se aplicarán las mismas técnicas hipnóticas y psicoterapéuticas a un individuo sumiso, orientado hacia lo exterior y muy sensible a la sugestión directa, que a un individuo dominante, absorto en su vida interior y que responde mejor a la sugestión indirecta. Al principio, hasta aprender verdaderamente la técnica, el uso diagnóstico de las anécdotas puede ser muy fatigoso para el terapeuta, ya que al mismo tiempo que compone su relato debe prestar atención a las respuestas del paciente y ser susceptible a las sugestiones que se le imparten en el momento y las subsiguientes. Erickson empleaba a menudo las anécdotas en forma natural a manera de entrada en el trance hipnótico. Varios de sus ex pacientes me dijeron que, mientras escuchaban sus narraciones, súbitamente se vieron en estado de trance. Una de ellas me explicó que de pronto se sintió adormilada, y que al principio la fastidió dormirse mientras escuchaba a su médico, hasta que se dio cuenta de que era eso lo que Erickson quería. ¡Así pues, cerró los ojos y cayó en trance! Pautamiento Uso en la fase de inducción de la hipnosis Pueden emplearse anécdotas para establecer la pauta del estado hipnótico, vale decir, los parámetros experienciales de lo que puede significar dicho estado para un individuo en particular. Un operador puede usarlas para describir y sugerir al paciente cómo sería la hipnosis en su caso; por ejemplo, puede contarle a un individuo inexperto en la materia cómo fue la hipnosis de otro más avezado, de modo que la conducta del personaje de la anécdota se equipare y superponga con la conducta efectiva del sujeto inexperto. Con ello le estaría impartiendo a este una sugestión indirecta. Otro tipo de pautamiento del estado hipnótico. consiste en lograr que los sujetos prueben por sí mismos (cón o sin percátamiento conciente) que pueden practicar algunos de los fenómenos hipnóticos básicos, cualquiera de los cuales puede ser sugerido mediante anécdotas dirigidas. Una de las inducciones favoritas de Erickson implicaba el repaso, mediante anécdotas, de las primeras cosas aprendidas en la escuela, incluso las letras del alfabeto y el modo de formarse imágenes psíquicas y visuales de ellas sin percatarse concientemente del proceso. Estas anécdotas sugieren, y pueden provocar, muchos fenómenos hipnóticos clásicos, como la regresión a una edad anterior, la hiperamnesia, la disociación y la alucinación. Al mismo tiempo fomenta la absorción interior y la fijación interior de la atención. Las anécdotas pueden ser empleadas en la hipnosis formal. Charles Tart (1975) ha descrito correctamente este proceso como consistente en el desbaratarniento del estado de conciencia básico y el pautamiento [patterning] de un nuevo estado de conciéncia hipnótico. En cualquiera de estas dos fases pueden aplicarse anécdotas. Desbaratamiento En la fase inicial de una inducción hipnótica formal puede usarse la técnica de la confusión para facilitar el desbaratamiento de la predisposición conciente del sujeto. Las anécdotas son por sí mismas generadoras de confusión, en cuanto "desequilibran" al oyente, quien se ve instado a conferir sentido a la anécdota y comprender la pertinencia del mensaje para su situación. Además, las anécdotas causan confusión porque son ambiguas y tienen múltiples significados. Ni siquiera el más agudo oyente, al escuchar a Erickson, podía percatarse quizá de todos los mensajes que componían su anécdota, y sus posibles referentes. Las anécdotas pueden "instalar" una inducción distrayendo y despotenciando la predisposición conciente (Erickson, Rossi y Rossi, 1976), tomando así al sujeto más abierto. Uso en la fase de utilización de la hipnosis En la fase de utilización de la hipnoterapia (o sea, la que sigue a la inducción), las anécdotas pueden emplearse del mismo modo que en el tratamiento psicoterapéutico (para formular o ejemplificar una opinión, intensificar una motivación, etc.), como también para recordarle a la persona que posee dotes potenciales para aprender de las que hasta entonces no hizo uso. Por ejemplo, si se trabaja en el control del dolor físico, a través de una anécdota puede rememorarse en la hipnosis una circunstancia en que el sujeto sufrió una herida de poca gravedad y no sintió dolor sino mucho tiempo después. La historia lleva implícito que el sujeto ya tiene experiencia en el control del dolor, y que puede volver a aplicarlo. Cuando el paciente participa intensamente en el relato, puede suscitarse en él una disociación; la anécdota sirve entonces para situar al sujeto en un itinerario de pensamiento que excluya su problema sintomático. Este uso de la anécdotas es también muy eficaz en el control del dolor. Usos combinados de anécdotas. Comunicación en niveles múltiples Los psicoterapeutas han aprendido a tomar una pequeña muestra de comunicación en el nivel social e, interpretándola, añadirle significados en cuanto a lo que "realmente" sucede en el nivel psicológico del paciente. Es curioso que, si bien se percatan de que los pacientes se comunican en múltiples niveles y aplican esto en su diagnóstico, en su mayoría no han sido instruidos para utilizar ellos mismos, como herramienta terapéutica, la comunicación en múltiples niveles. Tal vez una de las principales contribuciones de Erickson a la psicología sea haber demostrado la posibilidad de este empleo terapéutico de la comunicación en múltiples niveles. El puso de manifiesto cuánto músculo puede insertarse en una comunicación terapéutica y cuánta grasa inútil puede suprimirse de ella. Para exponer la eficacia de esta comunicación en múltiples planos, relataré mi primer encuentro con Erickson, en diciembre de 1973. Las anécdotas que Erickson me contó en su trascurso ejemplifican una compleja combinación de algunos de los usos simples a que antes hice referencia. Antes de describirlas en detalle, y para preparar la escena, contaré los preliminares de ese encuentro inicial. Comencé mis estudios de hipnosis en el año 1972 y me impresionó mucho la obra de Erickson. A la sazón escribí por azar a una prima mía que estudiaba enfermería en Tucson, estado de Arizona, comentándole lo que estaba haciendo, y le dije que si tenía oportunidad de ir a Phoenix, no dejara de visitar a Erickson, "un genio de la psicoterapia". Mi prima me contestó que conocía a la penúltima hija de Erickson, Roxanna, con quien años atrás había compartido un dormitorio para estudiantes en San Francisco. Escribí entonces a Roxanna y luego a Erickson, solicitándole estudiar con él. Me respondió que podía tomarme como alumno, y en diciembre de 1973 viajé por primera vez a Pnoenix. Mi presentación fue bastante fuera de lo común. Llegué a la casa de Erickson, donde iba a alojarme como huésped, alrededor de las diez y media de la noche. Roxanna me recibió en la puerta y con un ademán me señaló a su padre, quien estaba sentado a la izquierda, cerca de la puerta, mirando televisión. "Este es mi padre, el doctor Erickson", dijo ella. Erickson alzó la cabeza lenta y mecánicamente, con movimientos breves y entrecortados. Cuando llegó al nivel de la horizontal torció el cuello hacia mí con idénticos movimientos escalonados. Captada mi atención visual, me miró a los ojos e inició una serie similar de movimientos descendentes a lo largo de la línea media de mi cuerpo. Si digo que este tipo de saludo me sorprendió e impactó, no digo toda la verdad: nadie hasta entonces me había dicho "H0LA" de esa manera. Roxanna me acompañó al otro cuarto y me explicó que su padre era un bromista. Sin embargo, la conducta de Erickson había sido una excelente inducción hipnótica no verbal; en ella no faltaba ninguno de los elementos necesarios paraprovocar la hipnosis. La confusión que me produjo desbarató mi predisposición conciente: mi expectativa era que me estrecharía las manos y me diría" ¡Hola!". Además, me ofreció un modelo de fenómeno hipnótico, al reproducir el movimiento cataléptico escalonado que exhiben los pacientes cuando levitan un brazo. Su conducta logró focalizar mi atención. Al bajar la vista por la línea media de mi cuerpo me estaba sugiriendo ir "hacia mi interior profundo". Fundamentalmente, Erickson aplicó una técnica no verbal para desbaratar mi predisposición conciente e instaurar una nueva pauta inconciente, dándome un ejemplo del poder que era capaz de trasmitir en su comunicación. A la mañana siguiente, Erickson fue acompañado por su esposa hasta la casa de huéspedes, donde sin decir palabra ni entablar ningún contacto visual conmigo se trasladó penosamente de su silla de ruedas al sillón de su consultorio. Le pregunté si pudía encender el grabador, y sin mirarme en absoluto hizo una señal afirmativa con la cabeza. Luego habló pausadamente, sin levantar la vista del piso: E. Para ayudarlo a superar el choque de todo este color púrpura... Z.: ¡Uy, uy! E.: Soy parcialmente ciego a los colores. Z.: Comprendo. E.: Y el telefono púrpura... fue un regalo de cuatro alumnos avanzados. Z.: Ajá. E.: Dos de ellos sabían que iban a ser aplazados enlas materias principales... y dos sabían que iban a ser aplazados... en las materias secundarias. Los dos que sabían que los aplazarían en las principales, pero aprobarían... las secundarias... aprobaron todos los exámenes. Los dos que sabían que aprobarían las principales y los botarían en las secundarias... fueron botados en las principales y aprobaron las secundarias. En otras palabras, seleccionaron la ayuda que yo les ofrecí. (E. mira a Z. por primera vez, fijamente.) En lo que respecta a la psicoterapia... (Aquí Erickson me expuso su enfoque terapéutico y lo discutió conmigo. A quien les interese saber cómo prosiguió esta entrevista 1os remito (c. 1980). Esta anecdota es un elegante fragmento de comunicación. Contiene muchos niveles de mensaje y es un excelente ejemplo de cómo pueden condensarse muchos de ellos en una comunicación comparativamente breve. Enumeraré los mensajes que Erickson me difirió con esa breve anecdota: 1. La anecdota (fue una inducción hipnótica por confusión. No hizo ninguna alusión a la hipnosis, pero de hecho su referencia a las materias principales y secundarias generaba confusión. Además. fijó mi atención hipnóticamente. Yo había estudiado ya su tecnica de inducción por confusión (Erickson, 1964) y la había incorporado a mi método, pero su abordaje fue tan espontáneo e inusual que no me di cuenta. Que la estaba usando conmigo. 2. La primera referencia de Erickson contenía la palabra "choque", destacada de una manera especial. En verdad, Erickson sabía perfectamente que el púrpura no era ningún choque para mí. Ya había estado en su consultorio y en su casa de huéspedes (decorada en púrpura) y ya lo había visto a él mismo vestido de color púrpura. El choque del color púrpura había quedado atrás. El énfasis de Erickson en la palabra "choque" tuvo como objeto enfocar mi atención y alertar a mi inconciente sobre el choque que en ese momento estaba sucediendo, y el que estaba por venir. 3. La conducta no verbal de Erickson también provocaba confusión. En lugar de mirarme, miraba el piso. Durante toda mi vida me habían enseñado: "Cuando hablas con alguien, míralo a los ojos". Esa conducta de Erickson desbarataba mi esquema habitual. Cuando luego me miró, la confusión y el choque aumentaron, fortaleciendo el efecto de fijar mi conducta y mi atención. 4. Uno de los efectos de esta comunicación fue que olvidé la anécdota por completo. Sólo al regresar a mi hogar y poner a funcionar el grabador en un seminario al Que asistía, escuché lo dicho entonces, y me percaté de que Erickson me había inducido una hipnosis por confusión. Fue para mí una maravillosa enseñanza y una excelente demostración de mi propia capacidad para experimentar amnesia. 5. En la anécdota misma había una serie de elementos significativos. Versaba sobre estudiantes avanzados: Erickson me abordaba en mi propio marco de referencia. Estableció un cierto vínculo conmigo hablándome de estudiantes avanzados, tema que era para mí de comprensión inmediata. 6. El contenido expreso de la anécdota portaba un mensaje. A los estudiantes avanzados que iban allí a aprender con Erickson les habían ocurrido ciertas cosas inesperadas. Yo podía vincular la anécdota con mi propia situación: algunas cosas inesperadas podrían sucederme. De hecho, ya me estaban sucediendo algunas cosas inesperadas, de las cuales no era la de menor monta que jamás nadie se había presentado ante mí de una manera tan inusual ni me había hablado de una manera tan inusual 7. Además, la anécdota hacía referencia a estudiantes que seleccionaban algo de toda la ayuda que Erickson les brindaba. Paralelamente, ello implicaba que yo, en mi calidad de estudiante, tambien seleccionaría algo (aunque tal vez en forma inesperada) de toda la ayuda y las enseñanzas que él me iba a brindar. 8. Había en la anécdota un mensaje adicional. Los estudiantes fueron a aprender con Erickson y le hicieron un regalo. A mí nunca me cobró sus clases, porque yo no estaba realmente en condiciones de pagarle. La política de Erickson era que le pagara el que pudiera; se negaba a cobrarles a quienes no tenían recursos económicos. No obstante, yo podía compensarle haciéndole un regalo. Le regalé una talla de madera Que colocó en su escritorio como había hecho con el teléfono púrpura. No estoy seguro de que en esa anécdota no estuvieran contenidas las "semillas" para que le hiciera un regalo; es posible que si le hice ese regalo, fue en parte como conducta de respuesta. 9. La anécdota estructuró el tipo de relación que habría entre nosotros. Erickson no dejó que yo tomara la palabra y me presentara. Puso en claro que la nuestra sería una relación complementaria en la que hablaría él y yo me subordinaría y escucharía. 10. Estoy casi seguro de que Erickson evaluaba también en ese momento mi estilo de respuesta. Con su visión periférica tomaba cuenta de mi reacción ante los conceptos que él iba mencionando. Por ejemplo, cuando aludió al teléfono púrpura, yo podría no haber dirigido la mirada al teléfono situado sobre el escritorio. Así, averiguaba algo referente a mi manera de responder a sus sugestiones. 11. Debe mencionarse un aspecto más de esta anécdota. En 1980 un psicólogo de Phoenix llamado Don vino a verme para pedirme que supervisara su método psicoterapéutico ericksoniano. Acepté, y en nuestra charla me explicó que en 1972 él y otros estudiantes avanzados habían ido a verlo a Erickson, y a cambio del tiempo que les dedicó quisieron regalarle un teléfono de color púrpura. Tuvieron, me dijo, muchas dificultades para gestionar el aparato en la compañía telefónica, pero al fin lo consiguieron. Más tarde, en una de nuestras sesiones de supervisión, reproduje para Don la grabación de mi entrevista inicial con Erickson. Don me contó que él y otros tres estudiantes habían pedido la ayuda de Erickson para rendir sus exámenes, y en verdad dos de ellos aprobaron los exámenes y otros dos fracasaron. ¡Por lo tanto, lo que Erickson me había relatado era absolutamente cierto! Luego de la presentación, Erickson pasó a examinar conmigo un caso de un paciente psicótico que había tratado en los comienzos de su carrera (se informa sobre él en Zeig, 1980a). También esta fue una eficaz manera de establecer rapport con un psicoterapeuta novel, tomando un ejemplo terapéutico de la década del treinta, cuando el propio Erickson era un novato. Además, escogió a un paciente psicótico a sabiendas de que yo había trabajado varios años con psicóticos. Estaba haciendo muy buen uso de lo poco que sabía sobre mí. Los dos casos siguientes que examinó conmigo fueron ejemplos
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