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Aristoteles Retorica-páginas-69

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uno admirados o entre aquellos que a uno le admiran. Tam­
bién los de trato y convivencia agradable (22), y lo son los 
fácilmente accesibles y los que no echan en cara las equivo­
caciones y los que no son amigos de disputas y'discordias, 30 
ya que todos estos son reñidores, y los que pelean parece 
que quieren lo contrario que uno. Y los que son hábilés (23) 
en echar pullas y en soportarlas, pues unos y otros tienden a 
lo mismo, ya que son hábiles en aguantar burlas y en ha­
cerlas adecuadamente. Y a los que ensalzan los bienes que 35 
uno tiene, y de entre éstos, sobre todo, los que uno teme i38i b 
no tener. Y a los que son limpios de aspecto, de vestido, de 
todo lo suyo. Y a los que no echan en cara ni las faltas ni 
los favores, pues los que hacen lo uno o lo otro son critico­
nes. Y a los que no son rencorosos ni guardan los agravios, 
sino que se prestan a avenencia, pues tales cuales son para 
los demás se supone que serán para uno. Y a los que no di­
cen lo que está mal ni lo saben, lo mismo en el que está 
cerca que en uno mismo, sino lo que está bien, porque eso 
es lo que hace el bueno. Y quienes no resisten a los que es­
tán iracundos o excitados, pues los que tal hacen buscan 
también pelea. Y a los que de algún modo se portan con 
uno con atención, bien con admiración, bien considerán- 10 
dole a uno excelente, bien disfrutando en la compañía de 
uno, y que experimentan los mismos sentimientos acerca 
de las cualidades en que uno desea más ser admirado o pa­
recer que es hábil o agradable. Y a los semejantes y que se 
dedican a lo mismo; con tal que no estorben y no se ganen 
la vida con lo mismo, porque entonces sucede aquello de 15
«el alfarero contra el alfarero».
Y a los que desean lo mismo, con tal que quepa que 
ellos participen a la vez, pues si no, sucede también lo di­
cho. Y a aquellos respecto de los cuales se está en tal dis­
posición que no se siente vergüenza en cuanto a cosas
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opinables (24), y sin despreciarlos. Y a aquellos ante los 20 
que se siente vergüenza en cuanto a cosas de verdad. Y 
a los que compiten con uno o por los que se quiere ser 
emulado mas no envidiado, a éstos o se les ama o se 
quiere que sean amigos de uno. Y aquellos a los cuales 
se ayuda a lograr bienes, con tal que no vayan a sobre­
venirle a uno males mayores. Y a los que de modo se- 25 
mejante aman o a los ausentes o a los presentes; por eso 
cada uno ama a los que son tales para con los muertos de 
uno. Y, en general, a los muy amigos de sus amigos y que 
no los abandonan en la dificultad, pues aman sobre todo 
entre los buenos a los que son buenos como amigos. Y a 
los que no fingen para con uno, y tales son los que dicen 
los defectos de uno, porque ya se ha dicho que no tenemos 30 
vergüenza de los amigos en cuanto a cosas opinables, y así 
si se tiene vergüenza, no se es amigo, mas el que no siente 
vergüenza parece amigo. Y a los que no son temibles y a 
aquellos en quienes tenemos confianza, porque nadie ama 
al que teme.
Especies de amor son la camaradería, familiaridad, pa­
rentesco y demás semejantes.
Causas de la amistad son el favor, y el hacerlo sin ser 35 
rogado, y el hacerlo sin ostentación, pues así parece que se 
ha hecho por causa del mismo amigo y no por otra razón.
De l a e n e m i s t a d y e l o d i o .
Acerca de la enemistad y el odio es claro que cabe estu- 1382 a 
diarios por los contrarios. Causas de enemistad son la ira, 
la vejación, la calumnia. La ira en verdad proviene de lo 
que le afecta a uno mismo, pero la enemistad también cabe 
sin que le afecte a uno mismo, porque si llegamos a com­
prender que uno es tal o cual cosa, le tomamos odio. Y la 
ira siempre es sobre lo individual, como contra Calías o Só- s 
crates, mas el odio es también contra géneros, pues odia todo