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Moni 
 
Julyerr 
Vani 
Diana 
Mary 
Mel Rowe 
Diss Hersig 
Julie 
Nikky 
Annabelle 
ElyCasdel 
Jasiel Odair 
Adriana Tate 
NnancyC 
Miry GPE 
Val_17 
Niki 
Aimetz Volkov 
Anty 
Jadasa 
Youngblood 
Dannygonzal 
Mire 
Michelle♡ 
vals<3 
Alex Phai 
Valentine Rose 
DiaNaZ 
Fany Keaton 
Sofia Belikov 
Geraluh 
Alexa Colton 
Laura Delilah 
Nelshia 
Daniela Agrafojo 
♥...Luisa...♥ 
becky_abc2 
Sahara 
Aimetz Volkov 
AriannysG 
Daliam 
Esperanza 
Val_17 
Key 
Vane Farrow 
Laurita PI 
Niki 
Lucinda Maddox 
Mire 
Valentine Rose 
Amelie 
Vane Hearts 
Daniela Agrafojo 
Paltonika 
GypsiPochi 
Jasiel Odair 
Victoria 
Sammy 
ElyCasdel 
Miry GPE
 
Vane Farrow 
 
Fany Keaton 
 
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Sinopsis 
Capítulo 1 
Capítulo 2 
Capítulo 3 
Capítulo 4 
Capítulo 5 
Capítulo 6 
Capítulo 7 
Capítulo 8 
Capítulo 9 
Capítulo 10 
Capítulo 11 
Capítulo 12 
Capítulo 13 
Capítulo 14 
Capítulo 15 
Capítulo 16 
Capítulo 17 
Capítulo 18 
Capítulo 19 
Capítulo 20 
Capítulo 21 
Capítulo 22 
Capítulo 23 
Capítulo 24 
Capítulo 25 
Capítulo 26 
Capítulo 27 
Ripped 
Sobre el autor
 
 
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Él no es bueno para ella. 
Ella odia que él pueda tener razón. 
Brook Dumas encontró a Remington Tate en REAL, y ahora es el turno 
de su mejor amiga Melanie de encontrar al hombre que haga a su corazón 
cantar. Después de años de buscar, una noche en la lluvia, el fuerte y 
misterioso Greyson King viene a su rescate. Es atrevido, y tal vez justo el 
amante, amigo y protector que había estado buscando. Cuando hacen el amor, 
él dice su nombre como si significara algo. Como si ella significara algo, y eso 
es todo lo que ella siempre ha querido. 
Él desaparece por días sin decir una palabra, y cuando está alrededor, 
dice que la lastimará. Pero cuando está lejos, su corazón duele más. 
Entonces Melanie descubre el oscuro mundo que él ha estado 
determinado en mantener oculto, y sospecha que sus primeros encuentros al 
azar pudieron no haber sido al azar después de todo. 
Atrapada en una caída libre de emociones, Melanie no tiene a nadie que 
la atrape más que el hombre del que debería huir... 
Pero, ¿qué haces cuando tu Príncipe Encantador se ha convertido en un 
Villano? 
Real, #4 
 
 
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sustantivo 
 Una persona sin principios; una persona, especialmente un hombre, que no 
es lo que parece. Un sinvergüenza. 
 
verbo 
 
Engañar 
Destruir 
 Actuar como un canalla 
 
adjetivo 
 
No pertenecer, un hombre que no pertenece. Renegado, savaje, e 
impredecible, uno que se desvía de la norma; ejemplo, un policía sin 
escrúpulos. O tal vez incluso un príncipe encantador canalla... 
 
 
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Cero 
Traducido por Julieyrr 
Corregido por Sahara 
 
Greyson 
Tengo mi polla enterrada profundamente dentro del coño de una mujer 
maullando cuando me doy cuenta por primera vez del clic en mi puerta 
delantera. Salgo de ella y agarro un puñado de sábanas, tirándoselas y gime en 
protesta por ya no tener mi polla. 
—Cúbrete, dulzura, tienes tres segundos… 
Dos. 
Uno. 
El primero en materializarse en mi puerta es Derek. —Tu padre te quiere. 
—Al lado de él está mi idiota medio hermano, Wyatt, y no se ve muy contento 
de verme. ¿Qué puedo decir? Es mutuo. 
Me pongo mis pantalones. —¿Los envió a los dos? —pregunto, casi 
riendo—. Si fuera una chica, supongo que este sería el momento en que mis 
sentimientos son heridos. 
Los hombres entran en la habitación, registrando el territorio con gestos 
rápidos en sus ojos. No me ven llegar. En menos de un segundo, tengo a Derek 
inmovilizado contra la pared y a Wyatt en una llave al cuello. Los dirijo hasta la 
puerta mientras observo el resto de los hombres entrar. Siete de ellos, además 
de los dos retorciéndose en mi agarre. La escuadra de nueve miembros que 
compone el Underground dirigido por mi padre, cada hombre aquí con un nivel 
diferente de habilidades. Ninguno, ni uno solo de ellos, tan hábil como yo. 
—Sabes muy bien que, si esto te involucra, sería una misión de nueve 
hombres —dice Eric Slater, el hermano de mi padre y su mano derecha, 
mientras pasa al interior. Eric es severo, silencioso y peligroso. Es mi tío y lo 
más parecido a un tío que tuve mientras crecía. Me enseñó a vivir entre la 
privada y pequeña mafia de mi padre, no, no a vivir. Me enseñó a sobrevivir. A 
tomar mis circunstancias y prosperar. Gracias a él, crecí más inteligente, más 
 
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fuerte, más mezquino. Aprendí todo lo que había que aprender, multiplicado a 
la milmillonésima potencia. El poder es matar o morir. No importa si usarás la 
habilidad, es un seguro. ¿Escuchaste alguna vez sobre seguros, chico? Las 
personas que tienen seguro rara vez los utilizan. Son quienes no tienen una 
mierda los que terminan necesitándolo. ¿Ves esa flecha? Úsala. ¿Ves ese 
cuchillo? Manéjalo, lánzalo, aprende cómo utilizar la menor cantidad de esfuerzo 
para hacer la mayor cantidad de daños… 
Tengo todo tipo de seguros. Toda mi mente es un ordenador programado 
para pensar lo peor de una situación, todo en menos de un segundo. En este 
momento, sé que es un hecho que todos estos hombres están armados. 
Algunos llevan dos armas, bajo sus calcetines, en la parte baja de sus espaldas 
o en las solapas delanteras de sus chaquetas. Eric mira mis ojos escanear 
todos y cada uno de ellos, sonríe, claramente orgulloso de mí. Abre su 
chaqueta y ve la pistola en su cadera. —¿Quieres tocar mi pieza? Aquí tienes, 
Grey. —La saca y la extiende, el cañón en su mano. 
Dejo ir a los dos hombres de mis manos cuando siento que Wyatt está a 
segundos de perder el conocimiento. Los empujo hacia atrás, luego con un 
empujón los envío a estrellarse contra la pared. —Me importa una mierda lo 
que quiera decirme —declaro. 
Eric ve alrededor de mi dormitorio. Mi apartamento está perfectamente 
limpio. No hago desastre. Tengo una reputación y me gusta escuchar cuando 
un alfiler cae… la razón por la que escuché a estos idiotas entrar en mi estudio 
en primer lugar. —¿Todavía follando a esas putas? Con esa jodida cara, puedes 
conseguirte una diosa, Grey. 
Observa la mujer en mi cama. No es una obra maestra, es cierto, pero se 
ve muy bien apretada contra el colchón con su culo al aire, y no espera 
absolutamente nada de mí, excepto dinero. Dinero que puedo darle. Dinero y 
polla, ambos de los cuales tengo en abundancia. 
Agarro el vestido en el suelo y lo tiro hacia la puta. —Es hora de salir y 
volver a casa, cariño. —Entonces hacia Eric—: Mi respuesta es no. 
Tomo un par de billetes de una pila en mi mesita de noche y los empujo 
en la mano extendida de la puta. Hace un gran show de ponerlos en su 
sujetador y los hombres se apartan para dejarla pasar, algunos de ellos 
silbando mientras se voltea. 
Eric se acerca a mí y baja la voz. —Tiene leucemia,Greyson. Tiene que 
pasarle las riendas a su hijo. 
—No me veas como si puedo sentir algo de lástima. 
—Limpió su acto. No más muertes. Todos los negocios son estrictamente 
financieros ahora. No tenemos más enemigos abiertos. El Underground es una 
empresa bastante exitosa y quiere pasársela oficialmente a su hijo. ¿Eres lo 
suficientemente sangre fría para negarle su última petición? 
 
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—Qué puedo decir, su sangre corre por mis venas. —Agarro una 
camiseta negra y me la pongo de un tirón, no por modestia, sino para poder 
comenzar a cargar mis bebés. Mi Glock, una Ka-Bar, dos cuchillos más 
pequeños, dos estrellas de plata. 
—Chico… —Da un paso hacia mí y encuentro su único ojo oscuro, no el 
falso, no lo he visto en varios años. Fue quien me enseñó a usar una .38 
especial—. Se está muriendo. —Destaca de manera significativa, curvando su 
mano sobre mi hombro—. No será largo. Le quedan seis meses, si no menos. 
—Me sorprende que piense que me importaría. 
—Tal vez cuando hayas terminado de ser un mujeriego, comenzarás a 
preocuparte. Nosotros —Señala a los hombres en el cuarto—, queremos que 
seas quien tome el control. Seremos leales a ti. 
Cruzo mis brazos y miro a mi medio hermano, Wyatt, “el Whiz”, la 
mascota de mi padre. —¿En tanto sea su perro faldero y haga lo que él dice? 
No, gracias. 
—Seremos fieles a ti —subraya—. Sólo a ti. 
Sacude su cabeza hacia los chicos. Uno de ellos corta el centro de su 
palma. Pronto todos lo siguen. 
Sangre comienza a gotear en mi piso. 
Eric agacha su cabeza y corta su propia palma. —Estamos 
comprometiéndonos contigo. —Extiende su mano ensangrentada. 
—No soy su líder —digo. 
—Serás nuestro líder cuando te des cuenta de que tu padre finalmente 
está dispuesto a revelar la ubicación de tu madre. 
Hielo se propaga a través de mis venas y mi voz se endurece cuando Eric 
la menciona. —¿Qué sabes de mi madre? 
—Él sabe dónde está y eso morirá con él si no vienes con nosotros. La 
morfina lo vuelve delirante. Te necesitamos de vuelta, Greyson. 
Mi cara no revela nada de la confusión que siento. Mi madre. Lo único 
bueno que recuerdo. Nunca olvidaré la expresión de su cara cuando maté por 
primera vez. Justo frente a ella, perdí mi humanidad y dejé que mi madre viera 
que su hijo se había convertido en un animal. —¿Dónde está? —gruño. 
—Está volando al lugar de una lucha; tenemos un avión listo para que te 
reúnas con él allí. 
Meto cosas en una bolsa de lona negra. Una computadora portátil. Más 
armas. Cuando tratas con mi padre, no puedes tratar con él de forma correcta. 
Mi padre me enseñó a ser retorcido. Supongo que aprendí del mejor. Agarro mi 
cuchillo Leatherman, cortando profundamente en mi palma y la golpeo en la 
 
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mano de Eric, nuestra sangre mezclándose. —Hasta que la encontremos —le 
susurro. Los otros hombres se acercan y sacudimos nuestras manos. 
Busco en sus ojos y me aseguro de que encuentren mi mirada. Hay una 
amenaza en mis ojos y sé que, si me conocen, van a prestarle atención. 
No importa lo que se habla en palabras, qué actos son cometidos, nunca, 
jamás apartaré mis ojos de otra persona. La forma en que parpadean a la 
izquierda o a la derecha, un pequeño parpadeo, me dice más que cuando 
hackeas la computadora de alguien. Pero lo hago también. 
No confío en nadie. Mi mano derecha no confía en mi izquierda. Pero 
mientras el más poderoso de los nueve hombres se encuentra frente a mí, en el 
que menos confío es en Eric Slater. Da la casualidad que es el único por quien 
me preocupo más, también. Él y mi amigo C. C. Hamilton, pero C. C. me ha 
estado visitando, incluso después de que me fui, en secreto ayudándome a 
rastrear a mi madre. Confío en él tanto como podría confiar en un ser humano. 
Lo que todavía significa que lo interrogo hasta la mierda cada vez que entra. 
Nunca puedo estar seguro de si mi padre sabe que se está reuniendo conmigo. 
Demonios, incluso con el juramento de sangre, tendré que probar todas y 
cada una de las lealtades de estos hombres antes de que puedan obtener 
cualquier indicio de confianza de mi parte. 
 
 
 
Ahora, un viaje en avión más tarde, nos encontramos con mi padre en 
una habitación cerrada, cableada con cámaras, en el Underground de Los 
Ángeles. El Underground es nuestro medio de vida. Un lugar donde los 
luchadores se enfrentan uno contra el otro en cada temporada, dos o tres veces 
a la semana. Organizamos eventos, vendemos boletos, programamos peleas en 
almacenes, bares, estacionamientos, donde sea que podamos conseguir gente y 
una buena oferta. Sólo los boletos nos hacen una fortuna. Pero el juego de lado 
nos da diez veces más. 
Esta noche, estamos en un almacén convertido en bar atestado de gente 
gritando y peleas ruidosas. Solía gustarme la planificación estratégica de los 
lugares en los que las peleas se llevarían a cabo, qué luchadores se enfrentaría 
a quién después, pero todo está siendo organizado por el resto del equipo. 
Todo, desde la organización, a las peleas, a las apuestas. 
Me dirijo hacia abajo con Eric mientras las peleas están en marcha, mis 
ojos escaneando la multitud, midiendo el número de espectadores, la ubicación 
de las cámaras de seguridad, las salidas. 
 
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Accedemos a un pequeño pasillo oscuro y luego nos detenemos en la 
última puerta antes de que Eric la abra. —¿Tomo tu presencia aquí esta noche 
como la aceptación de mi oferta? —dice mi padre al momento en que la puerta 
se abre y entro. Reviso la habitación por las salidas, ventanas, número de 
personas. 
Se ríe, pero no es un sonido fuerte. 
››Cuando termines de preguntarte si tengo un francotirador alrededor 
listo para golpearte, tal vez te acercarías. Uno podría pensar que mi sola 
presencia te ofende. 
Sonrío con frialdad. Julian Slater es llamado “Slaughter”1 entre sus 
enemigos; ha sido sospechoso como un hombre que silencia sus problemas de 
la manera antigua. Incluso débil y en una silla de ruedas, nunca subestimaré 
el daño que mi padre puede hacer. En un mundo que mide las propias 
capacidades destructivas, mi padre sería la bomba nuclear y no lo sabrías. El 
bastardo ya está lanzándome vómito verbal. —Te ves como un toro, Greyson. 
Apuesto a que aún cambias neumáticos por diversión y lo haces con un par de 
putas en tu sueño. Daría más de un centavo por saber cuáles son tus 
pensamientos en este momento, y sabes cuán tacaño puedo ser. Demonios, 
sabes lo que hago si un solo centavo me es robado. 
—Lo recuerdo claramente. Siendo yo quien hacia el trabajo sucio por ti. 
Así que vamos a ahorrarte ese centavo. Estoy pensando ¿por qué esperar a que 
mueras? Podría romper tu tanque de oxígeno en este momento y encargarme 
de ti muy bien. —Lentamente, sostengo su mirada con una sonrisa fría, 
sacando mis guantes de cuero negro del bolsillo de mis pantalones y 
comenzando a deslizar una mano dentro. 
Me mira por un momento callado. —Cuando termines de ser 
irrespetuoso, ve y barre y con todo, Greyson. 
Uno de los chicos se adelanta con un traje. 
Calmadamente, deslizo mi mano en mi otro guante de cuero. 
—Como antes, nadie sabrá tu nombre —comienza mi padre en un tono 
más suave—. Sabes que puedes tener el dinero y la vida que quieras como mi 
hijo, de hecho, te demando que vivas como un príncipe. Pero necesito tu cabeza 
y corazón en esto. El trabajo es lo primero y obtendré tu palabra en eso. 
—No tengo corazón, pero puedes tener mi cabeza. El trabajo es todo lo 
que es y todo lo que siempre ha sido. SOY mi trabajo. 
Silencio. 
Nos estudiamos el uno al otro. 
 
1 Masacrador en español. 
 
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Puedo ver el respeto en sus ojos, incluso, tal vez, un poco de miedo. Ya 
no soy un niño de trece años de edad, fácilmente intimidado por él. 
—Durante los últimos cinco años de tu ausencia, mis clientes… —
comienza—, no han visto ninguna debilidad de nuestra parte en el 
Underground. No podemos perdonar un solo centavo adeudado o vamos a servistos como débiles, y en este momento hay muchas recolecciones que quedan 
por hacer. 
—¿Por qué no tienes a tus secuaces haciéndolo? 
—Porque no hay nadie tan limpio como tú. Ni siquiera los luchadores 
saben quién eres. Cero rastro. Estás dentro, estás fuera, sin víctimas y una 
tasa de éxito del cien por ciento. 
Eric saca la vieja Beretta de mi padre y me la ofrece como un símbolo de 
paz y cuando la encuentro en mi mano, casi un kilogramo de acero, me 
encuentro volteándola y apuntando a la frente de mi padre. —¿Qué si en su 
lugar tomo tu Beretta Storm y te animo a comenzar a decirme dónde está mi 
madre, primero? 
Me mira con frialdad. —Cuando termines el trabajo, te revelaré la 
ubicación de tu madre. 
Ladeo la pistola en su lugar. —Puedes morir primero, viejo. Estás bien 
encaminado ya y quiero verla. 
Mi padre parpadea una mirada a Eric y luego a mí. Me pregunto si Eric 
realmente será “leal” a mí mientras mi padre se sienta allí, casi como cuando 
ruegas. 
—Si muero —comienza mi padre—, su ubicación te será revelada de 
manera segura en un sobre, ya en un lugar seguro. Pero no voy a revelarte 
ninguna mierda hasta que me demuestres a través de la recolección de todos 
los nombres en esta lista que me deben, que eres, incluso después de estos 
años de estar apartado, leal a mí. Haz eso Greyson, y el Underground es tuyo. 
Eric se acerca a un cofre cercano y saca una larga lista. 
—No usaremos tu nombre real —susurra Eric mientras la extiende—. 
Eres el Enforcer ahora, nuestro Recolector; vas con tu viejo alias. 
—Cero —dicen casi con reverencia el resto de los hombres en la 
habitación. Porque tengo cero identidad y dejo cero rastros. Paso a través de 
los teléfonos móviles como paso por los calcetines. Soy un nada, un número, ni 
siquiera un humano. 
—Tal vez ya no respondo a ese alias —murmuro, curvando los dedos 
dentro de mis guantes de cuero antes de extender y abrir la lista. 
—Responderás a él porque eres mi hijo. Y quieres verla. Ahora cámbiate 
y cumple con la lista. 
 
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Exploro los nombres de arriba abajo. —¿Cuarenta y ocho personas para 
chantajear, asustar, torturar o simplemente robar con el fin de obtener la 
ubicación de mi madre? 
—Cuarenta y ocho personas que me deben, que tienen algo que me 
pertenece, que necesita ser recuperado. 
Un escalofrío familiar se asienta profundamente en mis huesos mientras 
agarro el traje de la percha y me dirijo a la puerta, tratando de calcular cuánto 
tiempo me llevará obtener información pertinente sobre cada uno de estos 
deudores. Cuántos meses me llevará reunirme con ellos, tratar de negociar de 
la forma amable, luego de la manera dura. 
—Oh, e hijo —dice, su voz cobrando fuerza mientras me doy la vuelta—. 
Bienvenido de vuelta. 
Le envío una sonrisa helada. Porque no está enfermo. Apostaría esta lista 
en eso. Pero quiero encontrar a mi madre. La única cosa en mi vida que he 
amado. Si tengo que matar para encontrarla, lo haré. 
—Espero que tu muerte sea lenta —le susurro a mi padre, viéndolo a sus 
ojos fríos color teja—. Lenta y dolorosa. 
 
 
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Héroe 
Traducido por Vani & Diana 
Corregido por Aimetz Volkov 
 
Melanie 
A veces la única manera de detener una fiesta de compasión es una 
verdadera fiesta. 
La expectativa zumba en el aire mientras cuerpos calientes se empujan, 
mi cuerpo tenso entre los otros bailarines. Puedo sentir la diversión que nos 
rodea girando como torbellino a mis costados, intoxicándome. 
Mi cuerpo está resbaladizo por bailar, mi sedosa camiseta de color 
dorada y mi falda a juego aferrándose a mis curvas de una forma que me dice 
que probablemente debería haber usado sujetador. El roce de la tela húmeda 
sólo causa que mis pezones empujen la seda y atraigan varios ojos masculinos 
sagaces en mi dirección. 
Pero es demasiado tarde ahora, y la multitud está drogada con la 
música, el baile. 
Me detuve por aquí esta noche, cuando uno de mis clientes, para quien 
decoré este pequeño bar-restaurante, invitó a mi jefe y todos los colegas. Dije 
sólo una bebida, pero he tomado un par extra, y la mitad vacía en mi mano es 
ahora seriamente la última. 
Un hombre se acerca. 
No me pierdo su repentina sonrisa quiero follarte. —¿Quieres bailar 
conmigo? 
—¡Ya lo estamos! —digo, moviéndome un poco con él, moviendo mis 
caderas con más fuerza. 
El chico envuelve un brazo alrededor de mi cintura y me jala más cerca. 
—Quiero decir, si quieres bailar conmigo a solas. ¿En algún otro lugar? 
Lo miro, sintiéndome un poco drogada y mareada. ¿Quiero bailar con él? 
 
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Es lindo. No sexy, pero lindo. Realmente, lindo es imposible, Jose. Pero 
borracha, lindo es completamente factible. Trato de hallar la respuesta en mi 
cuerpo. Un cosquilleo. Un deseo. Y nada. Hoy aún me siento... sin esperanza. 
Sonriendo para aliviar el golpe, me alejo de él, pero se presiona cerca de 
mi cuerpo y me susurra descaradamente al oído—: Tengo muchas ganas de 
llevarte a tu casa. 
—Por supuesto que sí. —Río, rehusando la bebida que ofrece con una 
sacudida, juguetona, pero firme de mi cabeza. 
Creo que estoy demasiado borracha ya, y tengo que conducir a casa. 
Pero no quiero agraviar a un posible cliente, por lo que lo beso en la 
mejilla y digo—: Pero gracias. —Y me alejo. 
Me toma por la muñeca, me detiene y me gira, su mirada caliente y 
lujuriosa. —No. En serio. Quiero llevarte a tu casa. 
Le doy un repaso. Luce rico y un poco titulado, el tipo que siempre me 
usa, y de repente me siento aún más desesperanzada, más vulnerable. En 
menos de un mes, mi mejor amiga se va a casar. El efecto de esa boda en mí no 
es malo, es peor. Mucho peor de lo que nadie podría haber imaginado. Mis ojos 
arden, cuando pienso en ello, porque mi mejor amiga, Brooke, tiene todo, el 
bebé, el adorado esposo, lo que ha sido mi sueño durante tanto tiempo, no 
puedo recordar haber tenido otro sueño. 
He aquí un hombre que quiere tener sexo conmigo, y una vez más me 
siento tentada a caer. Porque siempre caigo. Siempre me pregunto si, tal vez él, 
es el único para mí. Lo siguiente que sé, es que me despierto a solas con un 
puñado de condones y sintiéndome más sola que nunca, y me recuerdo una 
vez más que soy sólo buena para una sola noche. Soy la reina de nadie, la 
Brooke de nadie. Pero Dios, alguien dígame, ¿cuándo dejare de besar ranas? 
Nunca, ese es el cuándo. Si deseas el príncipe, tienes que seguir intentándolo 
hasta que un día te despiertas y eres Brooke, y los ojos de un hombre están 
brillando sobre ti y sólo por ti. 
—Mira, te lo he hecho una y mil veces —susurro, triste y sin esperanza 
sacudiendo la cabeza. 
El hombre levanta las cejas. —¿De qué estás hablando? 
—Tú. Te lo he hecho. —Lo señalo, de arriba abajo, su elegante apariencia 
y vestimenta, el peso de mi tristeza y decepción aplastándome aún más—. Lo 
he hecho... una y mil veces. Y simplemente no funcionará. —Me vuelvo para 
salir, pero me atrapa y me da vuelta otra vez. 
—Rubia, nunca lo has hecho conmigo —replica. 
Lo miro otra vez, tentada de simplemente a llevarlo a casa y hacernos 
sentir bien. 
 
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Pero esta tarde, estaba en la casa de mi mejor amiga, donde la atrapé 
siendo besada profundamente por su chico, un beso bastante largo y caliente; 
él le murmuraba cosas sexys todo el tiempo, diciéndole que la amaba con una 
voz que sonaba profunda y tierna, y quise llorar. 
Mis entrañas están todavía cálidas y sensibles con el recuerdo, y ni 
siquiera bailar toda una noche ha tenido éxito en hacerme olvidar lo 
verdaderamente sin amor que me siento. Después de ver la forma en que mi 
mejor amiga es besada, realmente besada, y después de saber que tendrá 
menos tiempo para mí ahora que tiene otras prioridades en su nueva y 
hermosa familia, estoy empezando a sentir más que nunca, que nunca 
encontraré la clase de amor que ellos tienen. Ella siempre fue responsable, 
siempre una buena chica, pero yo soy... yo. 
La divertida. 
La aventura de una noche.—Vamos, rubia —insta en mi oído, sintiendo mi indecisión. 
Suspiro y me volteo. Me jala más cerca, y me mira a la boca como si me 
fuera a convencer con un beso. Soy una tocadora. Brooke me llama su bicho de 
amor. Me encanta la cercanía, el contacto, lo anhelo como anhelo el aire. Pero 
nunca siento realmente el toque de un hombre llegar más allá de mi piel. Sin 
embargo, siempre estoy tentada porque sigo pensando que EL ÚNICO está a la 
vuelta de la esquina y no puedo dejar de probar. 
Inclinándome y luchando contra la tentación de besar a una rana más, 
busco el último gramo de convicción y le digo otra vez—: No. En serio. Gracias. 
Me voy a casa. —Estoy metiendo mi cartera bajo el brazo, preparándome para 
irme, cuando un ruido sordo hace que las ventanas tintadas de la pared 
resuenen. 
Las puertas se abren y un par entra, empapados, la mujer agitando el 
pelo suelto húmedo, riendo. 
—Oh dios mío —chillo, mi estómago desplomándose cuando me doy 
cuenta que está jodidamente lloviendo. 
Corro hacia la puerta cuando un hombre agarra el mango con una mano 
enguantada de negro y cortésmente la abre para mí. Casi me tropiezo y agarra 
mi codo para sostenerme. —Con cuidado —dice en voz baja, mientras me 
estabiliza en mis pies, y parpadeo desesperadamente a través de la calle al 
Mustang azul claro. Todo lo que tengo a mi nombre. Todo lo que tengo para 
vender porque necesito desesperadamente el dinero y ¿quién lo va a querer 
ahora? Es un convertible y un poco viejo, pero es tan lindo como único, con 
asientos blancos en el interior que coinciden con la capota. Pero ahora está 
fuera en esta lluvia, con su capota abajo, convirtiéndose en mi 
propio Titanic con ruedas. 
Toda mi vida se hunde justo con él. 
 
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—Supongo por esa mirada de cachorro triste en tu cara que ese es tu 
coche —dice esa voz baja. 
Sin poder hacer nada asiento y levanto mis ojos al desconocido. Un 
relámpago atraviesa la distancia, iluminando sus rasgos. 
Y no puedo hablar. 
O pensar. 
O respirar. 
Sus ojos me sostienen y no los dejaré ir. Miro en sus profundidades 
mientras que también registro que su rostro es impresionante. Mandíbula 
dura, pómulos altos, frente fuerte. Su nariz es clásica, elegante, y por debajo 
sus labios están llenos y curvados, firmes y... Dios, es comestible. Su cabello 
oscuro se voltea juguetonamente en el viento. Es alto y ancho de hombros y 
está vestido con pantalones oscuros y un jersey de cuello negro que le da un 
aspecto elegante y peligroso. 
Pero sus ojos. 
Son de un color indescifrable, pero no es el color, es la mirada, el brillo 
increíble. Enmarcados con gruesas pestañas negras, sus ojos brillan tanto 
como las luces más brillantes que he visto nunca. A medida que evalúa en 
silencio mis rasgos, sus ojos entrecerrados se sienten tan poderosos como los 
Rayos X, y parecen brillantes sobre todo porque yo, yo, de alguna manera he 
hecho algo para divertir a este hombre, este... mierda, no tengo nombre para él. 
Excepto Eros. Cupido mismo. Dios del amor. En carne y hueso. 
Solía pensar que Cupido utilizaba una flecha, pero no me siento como si 
hubiera sido atravesada por una flecha. Me siento como si hubiera sido 
golpeada. Por un cohete. 
Mientras sigo aquí de pie, quedando anonadada por los más de un metro 
ochenta de sensualidad, agarra las llaves de mi mano con una mano 
enguantada y pone la otra en mi cadera para sostenerme en el lugar. Y lo 
siento. Siento el toque correr bajo mis caderas, anudando mi estómago, 
pulsando en mi sexo, directamente debajo de mis muslos, curvando los dedos 
de mi pie. —Quédate aquí —dice a mi oído, entonces levanta el cuello de su 
campera hasta que se convierte en una capucha, y corre a través de la calle. 
Lo veo dirigirse a donde mi coche se está empapando. El viento azota por 
las calles con tanta fuerza, que tengo que utilizar las dos manos para tratar de 
aplanar mi falda para que no se vuele hasta mi cintura. 
—¡Levanta la capota! —Me obligo a gritar a través de la lluvia torrencial, 
de repente determinada mientras salva mi coche. 
—¡Yo me encargo, princesa! —Salta en el asiento delantero, enciende el 
coche, y la capota empieza a subir hasta que... ya no. 
Se queda atascada. 
 
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Después de un chillido de protesta, el hijo de puta se inicia de vuelta 
hacia abajo. 
—Mierda, ¡Joder! —Me apresuro a la calle y de repente las gotas de lluvia 
me bombardean como pequeñas balas de cañón, mojándome en un segundo. 
Juro que les quiero gritar ¡Jódete! Mi coche, la única cosa en mi vida que no ha 
sido una mierda, se arruinó y quiero gritar. 
—¿Me estás tomando el pelo? ¡Ve bajo el techo! —El hombre salta y luego 
se quita el jersey en un rápido movimiento. Extiende el material por encima de 
mi cabeza, usándolo para protegerme de la lluvia mientras me lleva al pequeño 
toldo sobre la entrada del edificio. 
—¡No! Te ayudaré. ¡Mi precioso coche! —Lloro y empujo a su pecho, 
tratando de conseguir que retroceda, pero es una cabeza más alto y está 
construido de acero. 
—Yo me encargo de tu coche —promete. Me entrega su abrigo empapado 
y añade—: Sostén esto. —Antes que vuelva a correr. 
Lleva una camiseta blanca de cuello redondo, y se aferra a su torso 
esculpido mientras intenta tirar la capota de mi coche en forma manual. 
Las gotas de lluvia escurren por sus brazos desnudos, el algodón 
empapado de su camisa pegado en su pecho, revelando todos los músculos que 
existen. Mierda. Es magnífico, fuera de serie; simplemente me rompió el Radar 
de Hombres Calientes. No puedo apartar mis ojos de cada centímetro de su 
cuerpo o la forma en que se mueve. 
Un trueno sacuda la ciudad de nuevo cuando finalmente engancha la 
capucha de mi coche y me señala para que me acerque. Abre la puerta de mi 
coche desde el interior, y me apresuro en el asiento del pasajero y la cierro 
detrás de mí. 
Mis ropas frías y empapadas, se aferran a mi piel, mientras se sienta 
detrás del volante, viéndose grande y varonil, y de repente estamos 
cómodamente instalados en el pequeño, casi apretado interior de mi coche. Los 
asientos están inundados con agua, y cuando me muevo para mirarlo un poco, 
me escucho emitir un chapoteo que hace que mis mejillas ardan en vergüenza. 
—No puedo creer esto —susurro—. Mi mejor amiga me dice que soy la 
única idiota con un convertible en Seattle. 
Sus ojos se abren con diversión. —Me gusta tu coche. —Alcanza el 
tablero de instrumentos, y la mano que corre sobre esto, está cubierta en un 
elegante guante de piel de cordero que hace que mi piel cosquillee con piel de 
gallina. Mueve su gran torso en mi dirección con una sonrisa irresistiblemente 
devastadora—. Todo lo mojado se seca; no te preocupes, princesa. 
Casi no puedo soportar la forma en que dice mojado. 
 
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O la forma en que una gota de lluvia se aferra a sus pestañas oscuras. 
Agua cae de sus bronceados y musculosos brazos. Su cabello está peinado 
hacia atrás, mejorando la cara hermosa que tiene. He visto obras de arte y 
hombres hermosos, edificios hermosos y habitaciones hermosas, pero en este 
momento mientras me mira, no recuerdo haber visto algo como él. 
Es un diez. Nunca, nunca he dado con un diez. Y la forma en que me 
mira... He visto esa mirada antes. La mirada que Remington Tate le da a 
Brooke. Esa mirada. Me la está dando a mí y me estoy muriendo por dentro. 
¿Puedo morir por una mirada? Y si solo una mirada puede matarme, entonces, 
¿qué haría con un solo toque? 
—Entonces —dice en voz baja, con su voz matizada. Espera un poco 
antes de hablar de nuevo, y me sorprende que todavía solo ve mi cara, no mi 
pecho mojado, no mis piernas desnudas, está mirando nada más que mis ojos 
mientras acaricia distraídamente en círculo mi volante—. ¿Quieres ir a un 
lugar conmigo? —pregunta, luego, extiende su mano con el guante negro 
mojado para colocar mi pelo detrás de mi oreja. 
Lo que siento va más allá de la lujuria, casi no puedo responder. 
Tiemblo. —Sí —digo, mareadade deseo. 
Me da una sonrisa que acelera mi pulso, con la mano persistente en mi 
rostro por un segundo más, y luego cambia mi coche a en marcha y nos 
empuja a las calles lluviosas. El aire entre nosotros crepita en el silencio. 
El único sonido audible fuera es la lluvia y el trueno. El interior del coche 
está dominado por su respiración. Sus respiraciones son profundas y lentas, 
pero las mías son rápidas y nerviosas. 
Huele... como un bosque húmedo. Con un toque de cuero. Sus ojos están 
en el camino, pero estoy consciente de su presencia. La forma en que su pecho 
se expande en su camiseta mojada. Su perfil está en las sombras y las luces de 
la ciudad titilan en su rostro a medida que pasamos. Sus vaqueros mojados se 
aferran a sus muslos duros. Creo que los dos sabemos que vamos a hacerlo. 
Vamos a tener nuestras manos uno encima del otro en cuestión de 
minutos, y el conocimiento está causando estragos en mi cerebro. Me siento 
como un diablito del sexo que acaba de salir. Tengo una cosa por los pezones 
de hombre y sus pezones están sobresaliendo deliciosamente en esa camiseta 
blanca y sus vaqueros son... Dios, sus pantalones están estirados al punto de 
la ruptura. Me desea. Quiere hacerlo conmigo. Este increíblemente hermoso 
hombre que me vuelve bizca con el deseo. 
—¿Siempre eres tan callada? —pregunta en una voz extrañamente ronca, 
y lanzo mis ojos a su cara; esa sonrisa en su rostro realmente me llega. 
—Tengo m-mu-cho-cho-cho f-frío. 
 
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Señala a un hotel que sé que es caro, incluso para comer en él, pero no 
parece importarle mientras va camino a la entrada. —Parece que es el lugar 
más cercano donde podemos secarnos. 
—Sí, es perfecto —digo, con demasiada ansiedad. 
Me gustan las cosas perfectas, las cosas bellas, cosas que son muy 
animadas y divertidas. ¿Mis padres como pareja? Perfecto. Por lo general soy la 
imagen perfecta de mí misma. ¿Pero esta noche? Deslizo una mano por mi 
cabello mientras cruzamos el vestíbulo y no puedo imaginar cómo me veo. Rata 
mojada parece una buena apuesta. ¿Por qué, porqué, por qué me veo como 
una mierda en este momento? 
Mientras pide llaves de la habitación en la recepción, examino su trasero 
en sus pantalones vaqueros, el ajuste de su ropa, y me parece que no puedo 
acallar los pálpitos. 
Mientras chapoteo mi camino en el ascensor junto con un montón de 
personas, me froto los brazos y trato de evitar que mis dientes castañeen. Me 
sonríe a través de una pareja, y su sonrisa enciende una chispa de malicia en 
mí y le devuelvo la sonrisa. 
Lo sigo a la habitación y luego al enorme cuarto de baño de mármol. 
Toma el abrigo de mi mano y lo cuelga a un lado, entonces, sin previo aviso, 
extiende una mano a su camiseta y se la quita con un tirón que hace que todos 
sus músculos ondulen. —Quítate los zapatos —murmura. Me descalzo de ellos 
y los pateo a un lado. 
Cuando me enderezo, mi aliento casi me ahoga cuando veo su pecho 
desnudo. Brazos musculosos, cada músculo posible marcado. Hay una delgada 
línea de cabello que viaja bajo su ombligo en la cintura de sus pantalones 
vaqueros. Abdominales rasgados, garganta gruesa, y esos labios, labios 
hermosos y para besar. Dios. Tiene una cicatriz, una grande en el lado 
izquierdo de las costillas, y una oleada de solidaridad me recorre, entonces me 
doy cuenta que me está desnudando. 
Mi pulso salta en entusiasmo y mis pezones se endurecen. —¿Qué hace 
una chica como tú en un lugar como este? —pregunta con las cejas fruncidas 
sobre sus ojos, y me pongo a temblar cuando despega mi camisa. 
En un impulso toco la cicatriz en su pecho con mi dedo. —¿Qué te pasó? 
Abre la cremallera de mi falda y mientras tira hacia abajo, se inclina y 
toma mi oreja entre sus dientes y da un tirón juguetón. —Sabes que la 
curiosidad mató al gato, ¿verdad, pequeña gatita? —murmura en mi oído, 
instando a mis brazos arriba para que pueda tirar de mi camisa. 
Sonrío borracha y abro la boca para responder, pero me besa. Me toma 
por sorpresa y me agarro de sus hombros para sostenerme, sorprendida por mi 
propia respuesta a su caliente, sedosa, y salvaje boca. Mi propia hambre se 
desata en un torrente. Sus labios abren los míos, con hambre. Entierro mis 
 
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manos en su cabello mojado para que no deje de besarme, y muevo mis 
caderas mientras su lengua empuja dentro. Escalofríos de deseo me recorren 
mientras se inclina sobre mí, comiéndome con su boca cuando mi cabeza cae 
hacia atrás y un ruido de placer sale de mi garganta. 
Me estremezco al tiempo que le ruego que por favor toque mis pezones. 
—Estás borracha —susurra mientras me mira sólo en mi ropa interior, 
sus ojos salvajes por el calor cuando mis pezones casi pinchan el aire. 
—Sólo mareada —susurro, casi un gemido—. Por favor, no te detengas, 
anhelo todo. 
Con una notable mandíbula tensa, levanta la mano y siento su mano 
enguantada pasar a través de mi cabello… entonces me mira, sus ojos 
destellando cuando parece recordar que está usando guantes. 
Se los quita, uno por uno. —¿Estás segura? —dice. 
Un escalofrío me recorre cuando veo sus manos. Fuertes, grandes, 
bronceadas. Oh Dios. De repente siento esas manos en mi cintura y me levanta 
hasta la losa de mármol, lo que facilita su cuerpo entre mis piernas. —
¿Segura? —insiste. 
Me mira fijamente y comienza a pellizcar mis pezones, casi puedo ver la 
rigidez de su auto-control, si digo que no, se detendrá, pero asiento, entonces 
gime y aprieta mis pezones en la forma más deliciosa mientras se inclina, 
enlazando sus labios con los míos, esta vez más duro. Súper duro. Hundiendo, 
enredando, fuerte y hambrientamente su lengua alrededor de la mía, chispas 
de placer se disparan desde mis pezones a mis pies, de mi boca a mi sexo. La 
losa de mármol, la habitación, el hotel, todo desaparece hasta que son 
solamente calientes, potentes y húmedos labios moviéndose con los míos. 
Saboreándome. Sus manos acariciando mis pechos, desplazándose por mis 
costados. Mis pensamientos giran, su beso y tacto despertando mi pasión como 
nunca antes. Mis manos presionando su pecho húmedo y cuando toco el metal 
de un piercing en su pezón izquierdo, casi muero. 
—Oh Dios —jadeo, la intensidad es abrumadora como el dolor de mi 
trasero por el frío del mármol—. Llévame a la cama. 
Me carga hasta la habitación, tirándome en la cama como si lo tomara en 
serio. Flexiona las manos a sus costados mientras se quita sus vaqueros y saca 
un condón. Oh Dios. Sus manos son enormes, bronceadas y con dedos largos. 
Hay una cicatriz en la palma de su mano. Realmente las quiero sobre mí. 
Dentro de mí. Baja mis bragas y desabrocha mi sujetador. 
—Mi nombre es Melanie —suspiro, apoyándome en la cama mientras me 
desnuda. 
Desnudo. Se mueve con una gracia depredadora que envía mi corazón a 
estrellarse contra mi caja torácica y un torrente de necesidad entre mis 
piernas. Susurra—: Mi nombre es Greyson, Melanie. —Junta mi mano con la 
 
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suya y comienza a besarme al mismo tiempo que le colocamos el condón, y 
puedo sentir el latido de su corazón bajo mi mano. 
Me encanta la forma como sigue besándome, nuestras manos tocando su 
dureza, enorme, gruesa y palpitante, a medida que conseguimos ponerle el 
condón, una piscina de necesidad se acumula entre mis muslos. 
Mete un dedo en mi coño y observa como mis ojos se retuercen. —Quiero 
jodidamente estar dentro de ti —susurra, besando mi garganta. Gira la cabeza 
para amortiguar mi grito de asombro y toma mi boca—. Voy a darte la mejor 
follada de tu vida, princesa. —Su lengua húmeda se arrastra lentamente a lo 
largo de mi oreja—. Voy a chuparte hasta que me duela la mandíbula. —Su voz 
baja me vuelve tan loca que puedo sentir un cosquilleo recorrer mi nuca 
mientras sostiene la parte posterior de mi cabeza y comienza a besarme otra 
vez—. Hacer que te corras tan fuerte como puedas. 
Me pone tan mojada, mi cuerpo empieza a arquearse mientras sigue 
chupando mis pechos, haciéndomejadear. 
Deslizo mi brazo por los músculos de su pecho. Me elevo hacia arriba y 
muevo la cabeza hacia la fuente de su aliento y gimo de la única manera que sé 
cómo hacerle pensar en besarme. Lo hace. Gira su cadera y presiona contra mí 
como si necesitará el contacto y hace un suave gruñido cuando hunde su 
mano entre mis piernas. 
Lo deseo tanto, que duele. 
Separo más mis piernas y grito cuando me toma. Me retuerzo mientras 
mi cuerpo comienza a apretarse. 
—Me voy a venir —gimo suavemente—. Lo siento... se sientes 
demasiado... bueno... No puedo... 
—Córrete —rechina—, está todo bien, lo haremos otra vez en un rato... 
córrete... 
Puro éxtasis al rojo vivo irradia por todo mi cuerpo, mis rodillas caen 
abiertas, mis emociones están girando y se debilitan, mi cuerpo está apretado, 
agarrando y soltando el suyo, sus embestidas disparan corrientes a través de 
mí hasta que hago lo que su cuerpo pecador me obliga a hacer, y me corro 
como un cohete. 
Jadeo por la fuerza de mi orgasmo, retorciéndome y arqueándome debajo 
de él. Empuja tan profundo como puede, me estremezco incontrolablemente y 
lloriqueo en agradecimiento cada vez que se encuentra completamente dentro 
mío, haciéndome sentir... lo opuesto de solitaria. Lo contrario de triste o vacía. 
Y cuando mi clímax se derrumba y todavía está allí, cada grueso, caliente y 
duro centímetro de él cómodamente en mis manos, mis ojos parpadean 
abriéndose y lo veo mirándome, con esa mirada, salvaje, hambrienta, casi 
exclusiva, pero también extrañamente respetuosa y gentil cuando comienza a 
moverse de nuevo con experta precisión, nuestros ojos enganchados, mientras 
 
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me folla suavemente haciendo que estrellas bailen a través de mi visión al 
tiempo que otro delicioso clímax crece y crece. 
No lo espero, pero me corro de nuevo. Duro. Si es posible, aún más 
fuerte, porque las paredes de mi sexo están adoloridas y sensibles, y mi clítoris 
palpita cada vez que sus caderas embisten contra mí, y el placer crece 
exponencialmente hasta que se destroza en un estallido de puro placer. Mis 
uñas se entierran en su piel. Grito su nombre, casi asustada de la intensidad. 
Amortigua mis gritos con su boca, y esta vez su lengua se desplaza alrededor 
de la mía acortando su nombre a Grey. Gruñe como si le gustará saborear su 
nombre en mi boca, sus músculos están flexionados contra mí cuando se 
corre, su pecho rozando contra mis senos y se viene conmigo. 
Cuando sus estremecimientos desaparecen tras los míos, rueda a su 
espalda y, porque todavía está dentro de mí y tiene ambos brazos a mi 
alrededor, acabo rodando con él. Nos tumbamos en silencio, sin aliento por un 
momento, enredados y sin preocuparnos donde están nuestros brazos, o que 
pierna está enredada entre la del otro. Estoy absolutamente aturdida, jodida y 
malditamente abrumada, casi espero ver pedazos de mí esparcidos por el suelo. 
Después de un par de minutos, dejo escapar un ruido de protesta, con 
ganas de levantarme. Me libera, permitiéndome caminar de puntillas al baño 
para limpiarme. Me sigue, anudando el condón, y mientras me lavo las manos 
llegan detrás de mí para tomar el jabón y lavarse sus manos junto con las mías 
cuando nuestras miradas se encuentran en el espejo. Veo mi reflejo y... no, no 
me veo como una rata mojada. Mis mejillas están rosadas, mi cabello está 
despeinado por la cama, y cuando me sonríe y rodea mi seno desde atrás, estoy 
acabada. —Vuelve a la cama y puedo hacerte jadear un poco más —susurra en 
mi piel. 
—Yo no jadeo —digo, tomando su mano, la que está en mi pecho y lo 
arrastro hacia la cama conmigo. 
—Jadeas, gimes, gritas y ahora vas a hacer todo de nuevo para mí. 
—¡Yo no hice eso! —digo mientras me tumbo en la cama, y cuando se 
monta sobre mí, me siento perfectamente sobria. Ya no estoy ni borracha. Sé 
que voy a recordar cada centímetro de su rostro, intenso y voraz, y cuando 
empieza a jugar con mis senos y empiezo a jadear mientras que arrastra sus 
dedos a lo largo de mi caja torácica, rodeando mi ombligo, mirándome con una 
sonrisa que dice saber exactamente lo que está haciendo. Sonrío de nuevo, 
porque los chicos malos siempre van a ser mi perdición, y toco el aro en su 
pezón, sintiendo su erección ampliarse contra mis caderas mientras levanto la 
cabeza y empiezo tranquilamente a chuparlo. Sé cómo jugar estos juegos 
también, mi sexy dios del sexo, eso creo—. Ahora quien jadea —murmuro 
juguetonamente. 
—Creo que eres jodidamente caliente —dice al tiempo que se gira y me 
lleva con él, presionando mi cabeza a su anillo del pezón como si quisiera que 
chupe más fuerte. Su cuerpo se estremece con el placer, y el deseo se junta 
 
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entre mis muslos mientras sigo tirando con los dientes y uso mi lengua, 
sintiéndolo crecer fuerte y palpitante contra mí. 
Toda la noche jugamos con el otro, coqueteando, saboreando, 
acariciando, follando. 
Cada toque, cada susurro, todo lo que comparto de mí con él se siente 
tan bien; como un cable eléctrico conectado al enchufe correcto, siento un 
nuevo flujo de fuerza en mí, casi euforia. 
Durante nuestras ardientes sesiones de besuqueo, lo encuentro 
observándome a través de sus gruesas pestañas oscuras, una curiosidad 
juguetona brillando en sus ojos. 
Pregunta sobre mí como si realmente quisiera saber, y siento que nos 
conocemos desde antes... en algún lugar prohibido y oscuro. 
Cuando me besa apasionadamente en la boca durante otra sesión de 
besuqueo, le respondo con la intensidad de un desastre natural y esto puede 
ser uno, pero no hay nada que me detenga, nada lo detiene de tenerme 
y consumirme. 
Alrededor de las cinco de la mañana su teléfono suena por tercera vez. 
Todavía nos besamos con una vaga intensidad y mis labios se sienten ásperos, 
rojos e hinchados y mis senos están deliciosamente adoloridos, pero todavía 
estoy rogando por más. Volviéndose exasperado por el zumbido, finalmente 
responde ásperamente—: Más vale que sea bueno. 
Me doy la vuelta en mi estómago para darle espacio para hablar y 
estudio tranquilamente su perfil. Sus ojos y una de sus manos siguen la curva 
de mi trasero mientras habla en el receptor. 
Mientras discute de lo que pienso que es un negocio en voz baja y ronca 
que apenas puedo entender, memorizo el rastro de sus abdominales, moviendo 
mis dedos a lo largo de su estómago. Me aproximo al borde de su regazo y, 
mientras sigue tocando mi culo con una gran mano, beso su polla dura y lamo 
el semen de la punta, lo que lo hace apretar sus ojos por un momento y 
exhalar bruscamente. 
Cuando finalmente abre los ojos, son duros y fríos. Dice una lista de 
números en el receptor, luego cuelga y permanece pensativo, y ahí es cuando 
presiento que se está alejando. 
Me incorporo en la cama con una sensación enferma. Esto es todo, y 
luego se confirma mi sospecha cuando su glorioso cuerpo se levanta de la 
cama donde estaba. Lo veo desaparecer en el baño, un sentimiento de 
desesperación ardiendo en mis huesos. Sé lo que viene, ¿no? Lo sé. La mirada 
que creí haber visto anoche era un engaño. Un engaño por la bebida. Un 
engaño por la luz. Un truco de mierda y debería haberlo sabido. Ahora estoy 
muriendo por dentro y no es de emoción. ¿Esta pequeña fantasía? ¿Esta 
conexión fugaz que pensé que tenía con alguien? Se terminó. 
 
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No es una conexión. O incluso es real. Fue un poco de alcohol, algo de 
lluvia, algunas hormonas y un par de líneas sexys me hicieron creer que se 
encontraba realmente interesado en mí como nunca lo ha estado en su vida. 
—Tengo un vuelo temprano y tengo que encargarme de una última cosa 
antes de irme. —Regresa con su ropa apuñada en sus manos y salta 
rápidamente dentro de sus vaqueros. Su mandíbula está un poco apretada, 
como si no estuviera disfrutando esto más que yo. 
—Por supuesto —digo, y espero sonar bastante indiferente. Todos estos 
orgasmos y esos embarazosos ruidos que hice para él hacen esto 
extremadamente incómodo porque perdíel control. Oh Dios mío, enloquecí, 
enloquecí con un completo desconocido. 
Me mira y luego abre la boca por un momento antes de que cualquier 
cosa realmente salga. —Es jodidamente complicado… tú no me quieres en tu 
vida. 
—No. Por favor no lo hagas. No tienes que hacer esto. Dejémoslo así. Sé 
cómo sigue esto. Adiós, ten una agradable vida. Adiós, Pepe. 
Nos miramos y susurra—: No debería haberte tocado. —Se dirige a la 
puerta. Miro su amplia espalda mientras pongo mi cara valiente. He hecho esto 
un millón de veces. Estoy poniendo muros alrededor de las partes donde más 
duele así no hará ni una poquito de daño. Ni una pizca. 
—Uno de mis hombres aspiró tu auto anoche. —Se detiene con la mano 
en el picaporte, luego regresa y presiona las llaves en mi mano, y 
curiosamente, besa mis párpados—. Tus ojos —susurra. Luego se va. 
Mi estómago literalmente duele cuando la puerta se cierra detrás de él. 
Me dejo caer en la cama después del sexo más delicioso de mi vida, 
completamente... devastada. Una aplastante soledad se asienta sobre mí, 
magnificada mil veces desde cuando entré en esa fiesta hace sólo unas horas, 
la esperanza de sentirme mejor. Una rana más. No. Dios, no era una rana. ... 
Era algo sin nombre. Y ahora se ha ido. Y esa conexión fugaz que estaba tan 
segura de haber sentido también desaparece. 
Y estoy verdaderamente e inexplicablemente devastada. 
Una tonelada de ladrillos se encuentran justo en mi corazón mientras 
recojo mis cosas del baño, y cuando me doy cuenta de que todo aún sigue 
húmedo, me estremezco, lucho para poner la ropa sobre mi cuerpo. No puedo 
encontrar mis bragas. Miro alrededor de toda la suite. Cuando observo debajo 
de la cama, te juro que todavía puedo sentirlo en mi hinchado coño cuando me 
inclino. Greyson. 
Mieeeeerda, incluso su nombre es sexy. 
—¿Realmente tomó mis bragas? —Sin creerlo, voy a buscar por el otro 
lado de la cama, negándome a recordar cuan sensual me sentí cuando me las 
quitó. 
 
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Mientras busco debajo de la falda de la cama, oigo un chasquido seguido 
de pasos. Levanto mi cabeza hacia la puerta y parpadeo en confusión. ¿Volvió? 
Está parado delante de mí. Un dolor tan profundo que desconozco me abruma. 
Mis entrañas se agitan al pararme. Su oscuro cabello castaño está 
deliciosamente despeinado y combina muy bien con sus ojos, que son como 
todas las copas en un bar que reflejan la luz, brillando casi antinaturalmente 
sobre mí. Es alto y escultural, pero rezuma un poder innombrable, casi 
antinatural sobre mí. Cuando me mira con esos ojos, y parado tan lejos, de 
alguna manera distante e intocable, sólo me hace querer tocarlo aún más. 
—¿Olvidaste algo? —digo. Me muero de vergüenza al haber sido 
sorprendida hablando sola de esta manera. Me hace sentir tan femenina y 
vulnerable como nunca me he sentido en mi vida. 
—No tomé tus bragas. —Señala a una lámpara y frunce el ceño 
levemente, como si no puede entender como terminaron ahí. Están colgando 
justo encima de la pantalla. 
Mis mejillas arden de un rojo intenso. —Gracias —murmuro débilmente 
y las quito de la pantalla—. Me gustan mucho estas bragas. 
Cruza sus brazos y en silencio me mira ponérmelas. —Me gustan mucho 
también. Parecen especialmente hermosas en ese culo tuyo. 
Me deslizo en ellas y pretendo estar absorta en mis uñas cuando se 
acerca y cae en sus talones junto a mí y voltea mi cabeza a la suya. El timbre 
de su voz se reduce a un nivel más íntimo. —Quiero llevarte a casa. —Mis 
dedos comienzan a curvarse, y continúa con esa voz ronca y baja hasta que 
todo mi estómago se siente como un nudo—: Y quiero tu número de teléfono, 
para cuando regrese a la ciudad pueda volver a verte. 
—¿Por qué? —contrarresto. 
—¿Por qué no? 
—Ni siquiera sabes mi apellido —acuso. 
—Sé la longitud de tus piernas. —Se estira para tocar un mechón de mi 
cabello con sus dedos largos, sus ojos nunca dejando los míos—. Sé que tienes 
cosquillas detrás de las rodillas. Que te gusta jadear en mi oreja. —Se apoya 
contra la pared y me observa—. Sé que me gustaría besarte otra vez. Que 
sabiendo que estabas en esa cama, no pude ni llegar al maldito ascensor. 
Quería ver estos... —Se inclina y frota mis ojos con sus pulgares—. Una vez 
más. De modo que el analista de riesgos en mí dice que no. Esta es una mala 
idea. Pero te ves como una mujer decidida, y mi suposición es que irás a ese 
bar, continuamente, escogiendo hombres hasta que encuentres lo que sea que 
buscabas. Y mi analista de riesgos dice que eso es mucho peor. ¿Quiénes serán 
esos hombres? ¿A quién escogerás, Melanie? 
Me siento avergonzada de nuevo, pero no quiero que lo sepa, así que me 
encojo de hombros. 
 
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—Bueno, tal vez te sorprenda saber que no estoy de acuerdo con eso. 
Puede que te sorprenda saber que, si algún hombre va a hacerle cosas a ese 
cuerpo tuyo, seré yo. —La mirada. Oh Dios, la mirada. —Entonces —Una 
pregunta inquisitiva se encuentra en sus ojos—. ¿Te puedo llevar a casa? 
Dios. Estoy indefensa ante esa mirada. Esa mirada que he querido, he 
memorizado, no quiero que rompa mis paredes y me haga llorar, pero estoy un 
poco borracha y hoy las paredes están hechas de papel. Y apesto en 
autodefensa. 
—Tan caballeroso de tu parte volver. Harás que mis ojos se pongan 
llorosos. 
—Es cierto. Y cuando tu orgasmo fue más fuerte, también soltaste un 
par de lágrimas. 
Mis mejillas se encienden cuando recuerdo, y ruedo los ojos. —Si tú lo 
dices. 
—Lo digo. Ese fue el punto culminante de mi noche. 
Ato mis zapatos color rojo remolacha, y se quita la camisa. —Esto está 
seco. Póntelo. 
Me deslizo en su camisa, su aroma y su calor me inundan mientras lo 
veo ponerse una camisa húmeda cuello de tortuga, y es con total incredulidad 
que salgo de la habitación con él, con este hermoso Dios, sintiendo su mano en 
la parte baja de mi espalda, guiándome al ascensor, sus ojos estudiando mi 
perfil con una extraña sonrisa. 
—No es exactamente lo que habías imaginado cuando te despertaste esta 
mañana, ¿no? 
Mi cuerpo está tan bien follado que apenas puedo caminar, y mis ojos, 
mis ojos duelen, no puedo decirle que todos los días de mi vida he tratado de 
imaginarlo. —No es exactamente lo que me imaginaba —le digo—. Hoy no era 
para nada como me lo imaginaba. 
Ladea mi cabeza y me besa. No con lujuria. Sólo un beso. 
Un beso después del sexo que alcanza los niveles más profundos en mí, 
abriendo mis terminaciones nerviosas y me hace sentir expuesta, necesitada y 
en carne viva, y tengo que luchar para no llorar de verdad como cuando haces 
ese último deseo con tu último centavo y se hace realidad. 
Los hombres se han burlado de mí, me han arruinado, me han usado y 
me han abusado. Me gusta entrar en peleas verbales. Me gusta maldecir, 
escupir, gritar y ser yo misma. Nadie me ha hecho llorar mientras sólo hablo 
conmigo. Nadie me ha hecho llorar, salvo esa única vez y ahora este hombre, 
que me está dando la mirada, parece lograrlo. 
—¿Cuál es tu apellido? —susurro. 
 
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—King. —Sonríe con una sonrisa que hace derretir mi ropa interior—. No 
bromas de la realeza, por favor. 
Me río y luego extiendo mi mano como si apenas nos hemos conocido. —
Meyers. 
Toma mi mano en un cálido apretón, firme y los dedos de mis pies se 
vuelven a curvar. Me suelta y saca su teléfono, escribe una contraseña y me lo 
entrega, mirándome con ojos que parecen los ojos más inteligentes que he 
visto. —¿Meyers, puedes escribir tu número de teléfono por mí? 
Lo añado bajo El Pedazo De Trasero Más Caliente Que He Tenido. 
La insinuación de una sonrisa tira las esquinas de sus labios, lo 
suficiente para provocarme cosquilleos. —Lindo. 
Escribe algo sobre su teclado y mi teléfono vibra con un nuevo mensaje. 
Y preciso. 
Sonrío, y me observa, usando esa súper sexy casi sonrisa. 
De repente no puedo explicarlo, y no estoy segura de haber sentido, el 
tipo de felicidad que siento ahora. 
Me lleva a casa en mi propio auto y cuando llegamosa mi edificio, sube 
el ascensor conmigo, me acompaña a mi puerta y roza un beso en mi frente 
mientras frota la punta de sus pulgares sobre los rabillos de mis ojos y 
susurra—: Estaré en contacto pronto. 
Cuando deslizo mi agitado, deliciosamente jodido cuerpo en mi cama 
alrededor de una hora antes del amanecer, no puedo dormir. Juego con 
nombres para su perfil en mi teléfono. Demonio del sexo. Máquina del sexo. 
Dios del sexo. Dios Playboy. Me decido con Greyson y susurro—: Greyson. —El 
nombre rueda por mi lengua como el terciopelo. 
Aprieto mis ojos y me siento a punto de convulsionar por toda mi cama. 
Le escribo a Brooke, Pandora y Kyle, en un grupo. 
Yo: Conocí a alguien. Chicos acabo de conocer a ALGUIEN. ¡No es un 
idiota! En realidad, me trajo a casa y todo el camino hasta mi puerta. 
¡¡AAAAA!! Muéranse, chicos, si alguien me arruina el día mañana, ¡les 
corto la cabeza! 
Kyle: Estarás muy ocupada pensando en tu nuevo hombre para 
pensar en la mía. 
Pandora: Amiga. ¿Estás usando éxtasis? 
Brooke: ¿QUÉ? ¡Cuéntamelo todo! 
 
 
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Ella 
Traducido por Mary 
Corregido por AriannysG 
 
Greyson 
Le doy la vuelta a mi teléfono vibrando tan pronto como estoy fuera del 
edificio. —Tal vez te estés preguntando por qué estás atado a una cabina de un 
baño con este particular número en la pantalla de tu teléfono —murmuro en el 
receptor—. Bien, estuviste a punto de hacer algo que te iba a costar tu polla. 
Estuviste a punto de tocar algo que no tienes derecho a tocar, ¿lo 
entiendes? Tienes una deuda que pagar. Tienes tres días. Tic toc tic toc. —
Cuelgo y lanzo el teléfono al suelo. Luego agarro mi otro teléfono y marco el 
número de Derek. 
—Ven a recogerme. —Le doy la dirección, luego camino un par de 
cuadras y desecho el teléfono antes de levantar la vista al edificio en el que la 
dejé. 
En el momento que Derek aparece en una camioneta oscura, salto y abro 
la guantera. Saco mi boleto, identificación falsa incluida. —Lleva esto a la 
bodega. No te muevas. El número veinticuatro hará un pago pronto. ¿Cómo 
está tu esposa? 
 —Bien. ¿Conseguiste hacer algo de trabajo? 
—Cuándo no lo hago —digo. 
Melanie. La había visto antes. He estado observándola desde lejos. Es la 
clase de chica que quieres follar, pero nunca supe cuánto hasta que vi que 
escogería a uno de mis clientes en el bar. Por dios, noqueé a ese hombre hasta 
la inconciencia sin siquiera conseguir el pago. Solo quería derribarlo porque 
malditamente seguro que no se iba a ir con ella. Nadie lo hará. 
Acaricio mi teléfono con mi mano enguantada y resisto la urgencia de 
escribirle algo. Cualquier cosa. He visto a esta mujer ir por hombres al igual 
que uso teléfonos. La he visto dejar cuartos de hoteles como un desastre sexy y 
ardiente. La he visto salir luciendo perfecta. La he visto reír, llorar, he visto su 
 
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rostro en las mujeres que he follado, la he visto en mis sueños y cuando me 
despierto. Lo que esta mujer quiere es algo que no puedo darle. Pero soy 
atraído, retorcido, anudado, útil, e inútil cuando la miro. 
Me gusta obsérvala girar y sacudir su cabello, coquetear por los 
alrededores, cruzar sus piernas, curvar sus labios, mirar sus uñas. 
Me gusta la manera en que caza su siguiente hombre; me gustaba 
observarla porque en algún lugar, en el fondo, sabía que tendría suficiente, y 
su caza terminaría el día que decidiera dejarle saber que intentaba ser ese 
hombre. 
SU JODIDO PRINCIPE AZUL. 
Ella me está condenando. 
Estoy a mitad de camino, veinticuatro nombres más, y entonces Cero 
puede ser nada. No debí haberla tocado, pero lo hice. Debería dejar de tocarla, 
pero no lo haré. Mis chicos, mis muchachos, nunca pueden saber que hay un 
talón de Aquiles en alguna parte de mi cuerpo y que tiene su nombre en él. 
La única razón por la que los chicos pueden creer que estoy cerca de ella 
es porque su nombre pasó a estar en mi lista. 
 
 
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Él 
Traducido por Mel Rowe 
Corregido por Daliam 
 
Melanie 
No siempre fui una hija única. Nací con una gemela idéntica. Ella nació 
primero con casi tres kilos, y la seguí pesando un poco más. 
Mi madre dice que las dos éramos preciosas, pequeñas y de color rosa, 
pero nunca parece que pueda manejar el resto. Fue papá quien eventualmente 
me contó toda la historia. Que no nació perfecta... que nací con un riñón 
funcionando mal y mi gemela con una condición cardíaca grave. Las dos 
luchábamos para vivir y en una hora se hizo evidente que su lucha era la más 
dura. 
Cuando su corazón falló, me dieron su riñón. 
La llamaron Lauren, y la sepultaron junto a la madre de mi padre. Cada 
año, mi cumpleaños es mi día triste del año. Pero voy a visitar su tumba con 
mis flores favoritas, como mi hermana gemela, imagino que serían sus favoritas 
también, y luego tengo la fiesta más salvaje del mes, porque tengo la sensación 
de que ella quiere que merezca la pena. —Quiero que me enseñes que eres 
alegre y feliz, siempre —me dice mi madre alegremente. Así que lo hago. 
Incluso cuando ese dolor de la pérdida nunca desaparece, estoy decidida a ser 
feliz. 
Mis padres me dijeron que querían que fuera feliz porque estaban muy 
contentos de que hubiera sobrevivido. Así que trato de vivir feliz y nunca, 
nunca les muestro que no lo soy. 
Mi padre cuenta mis sonrisas y dice que tengo cinco sonrisas en total y, 
por tanto, siempre me aseguro de que llegue a ver una de ellas. 
Estoy viviendo por dos personas. Estoy tratando de meter en una sola 
vida lo que podrían llenar dos. Así que me levanto cada mañana y me pongo el 
rostro perfecto y me prometo que tendré un día perfecto y algún día la familia 
perfecta. Pero estoy fallando. 
 
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Y mis padres lo saben. 
—Tu madre desea que, un día, cuando te cases y te establezcas, tal vez 
tendrás gemelos —me dijo mi papá una vez, con nostalgia. 
—Eso sería lindo —le dije con el corazón encogido y una gran sonrisa en 
mi cara. 
A veces me pregunto si ella estaría ya casada. Lauren. A veces tengo un 
mal día y estoy segura de que tal vez ella habría hecho a mis padres más 
orgullosos o más felices que yo. Lo único que sé con certeza es que, si la 
hubieran elegido, ella haría los mismos esfuerzos que yo para vivir felizmente. 
Ni siquiera voy a ser exigente con tener gemelos, pero sueño con 
enamorarme del chico perfecto y tener una niña y nombrarla Lauren. 
Sueño con mi chico tanto que me duele. Sueño con esa mirada, como la que 
Greyson me lanzó, diciéndome que este hombre, este de aquí, este ser humano 
vivo, cree que soy lo suficiente. Piensa, y se alegra, de que la que sobreviviera 
fuera yo. Porque a veces me hubiera gustado que, si sólo uno de nosotros lo 
hubiera hecho, hubiera sido Lauren. 
 
 
 
El día después de Greyson… 
Saliendo de la esquina del Starbucks café está Pandora, una de mis tres 
mejores amigos. La devoradora de hombres. Bueno, no devoradora de hombres. 
Es supremamente independiente, oscura, sombría y reservada. Pero eso está 
bien porque yo soy feliz, platicadora y luminosa, así que encajamos. Bueno. 
Tratamos de hacerlo. Hoy ella va por su aspecto rudo tipo Angelina Jolie y su 
lápiz de labios oscuro habitual y esas botas que consiguió en rebajas que le 
llegan a los muslos. Incluso cómo camina intimida a los hombres mientras 
lleva nuestros cafés habituales hasta donde estoy esperando en la esquina, 
este era su día de comprar el café, después de todo, y, sin decir una palabra, 
las dos sorbemos y cruzamos la calle de camino a Interiores Susan Bowman. 
Se podría decir que hacer las cosas lucir bonitas es lo que Pandora hace 
para ganarse la vida, pero lo veo como arte. Porque hay algo en una habitación 
de bienvenida que puede alegrar tu día malo, y me gusta hacer feliz a la gente, 
incluso en ese pequeña forma. 
—Bueno —me presiona. 
Sonrío en secreto contra la tapa de mi café. 
 
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—Bueno, ¿qué? —le digo. Quiero hacerla rogar porque soy un poco 
malvada. Ella lo sacade mí. Lo que pasa con Pandora y yo es que somos muy 
diferentes. Por eso siempre es un tira y afloja con ella, que ambas disfrutamos 
en secreto, supongo. 
—Bueno qué carajo. Háblame del príncipe que te encantó para quitarte 
los pantalones. 
—Pandora, no puedo siquiera... Simplemente NI SIQUIERA puedo. —Mi 
sonrisa me duele en la cara y le lanzo una mirada que dice “Me folló hasta el 
cerebro y me encantó”—. Fue… —De fuera de este mundo. Perfecto. Más allá de 
perfecto—. No sabía que existiera el sexo así. Nunca supe que podía sentir el 
tacto de un hombre en mis HUESOS. 
Mientras llegamos a nuestro piso y nos dirigimos a nuestros escritorios 
en forma de L, situados justo al lado del de la otra, no puedo dejar de sonreír. 
En verdad, nunca he experimentado nada como esto antes. Casi me 
siento tímida de compartirlo con ella. Pero al mismo tiempo, me siento como si 
quisiera conseguir un altavoz y decirles a mis compañeros de trabajo que creo 
que puedo, simplemente puedo, ¡haber encontrado al ELEGIDO! 
—¡Bueno, no pares ahí, virgen tímida! Cuéntame el resto —insiste 
Pandora, al encender su equipo—. Chica, comprar el café de Starbucks hoy me 
da derecho a algunos detalles sangrientos. 
—Yo compré el café de ayer y nunca obtengo una mierda de ti —le 
respondo mientras me siento y distraídamente froto la pequeña marca detrás 
de mi oreja, casi un chupetón—. No te voy a dar detalles escabrosos, esos son 
para que yo fantaseé. Pero, Pan, cómo conectamos. Cómo me miraba. Y miraba 
y miraba y no podía dejar de mirarme. 
—Oh, chica, realmente estás en éxtasis. —Suspira y apoya la cabeza en 
la palma de la mano como si tuviera un dolor de cabeza. Sé que odia cuando 
estoy en mi mejor estado de ánimo, así que sólo sonrío, empiezo a tararear, y 
me pregunto qué diría mi madre si supiera de esto. 
Yo me había casado y te había tenido antes de los veinticinco años, me ha 
contado toda mi vida. 
Y le digo que tendré veinticinco en tres semanas y tengo grandes amigos 
y una maldita carrera. 
Pero ahora, tal vez, hay un chico... 
Mientras Pandora y yo empezamos a mezclar y combinar telas para 
nuestras tareas actuales, mi mente vuela a mi teléfono. 
Tengo esta regla de que el último que recibió un mensaje debe ser el que 
reciba un mensaje la próxima vez. 
Greyson envió “Y precisa” la noche anterior y, antes de darme cuenta, le 
mando un mensaje de nuevo. 
 
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¿Estás ahí? 
Para ser honestos, no sé qué esperar. Este es un territorio desconocido 
para mí. Apenas sé cómo me llamo hoy. 
Un momento me encontraba en una fiesta con tanta gente... 
Y entonces estaba con él. 
Y él conmigo. 
Totalmente centrado en mí. 
Y lo que me asusta, no, lo que me persigue, no es que me dio los mejores 
orgasmos de mi vida, a pesar de que me sacudieron, sino que sentí algo. Que 
su toque fue más allá de mi piel, que entró en mí. 
Mi piel se pone de gallina placenteramente recordando cómo nuestros 
ojos se encontraron mientras hacíamos el amor, y sigo mirando mi teléfono, 
esperando a que me mande un mensaje. 
 
 
 
Dos días después de Greyson… 
Hoy estamos decorando una de las nuevas casas de mi cliente. En 
Interiores Susan Bowman no importa quién esté a cargo del proyecto, todo el 
mundo colabora en “el” día en que la entrega real y disposición de los muebles 
se lleva a cabo. Básicamente funciona así: 
Me encuentro con un cliente y consigo su presupuesto y gusto. 
Hago una propuesta, detallando el costo aproximado, habitación por 
habitación, y propongo el concepto de decoración. 
Hago los planos de las habitaciones, tomo medidas de habitaciones y 
luego entrego los archivos PDF con los precios de varias opciones y las 
imágenes y muestras de tela, con base en los conceptos que hemos discutido. 
Una vez que el cliente aprueba nuestras elecciones, le muestro todo a 
Susan, consigo su sello de aprobación y entonces ordeno las telas, los muebles, 
las cortinas, las alfombras y tapices, y todo se envía al almacén de la empresa, 
donde es comprobado, ensamblado y tapizado. Y, entonces, comienza la 
diversión. Para que realmente lleguemos a fijar una fecha, por lo general 
cuando nuestro cliente está fuera de la ciudad, y llegaremos a hacer todo lo 
que nos ha tocado visualizar mentalmente en la vida real. 
 
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Soy una persona visual, y esto es lo que hago. Es lo que me gusta. Desde 
que tenía tres años, visualizaba todo. Desde la forma en que vestiría para el 
primer día en la escuela. A la forma que cierto chico me miraba. Cómo el 
maestro sonreía con deleite a la manzana que mi madre siempre me hacía 
llevar. Ella decía que, si ponía una manzana en su mano, estaría poniendo su 
corazón en mi bolsillo. Siempre me sentí ridícula dándoles la manzana, pero mi 
madre es muy grande en ser “generosa” con todo el mundo y siempre está 
dando cosas, incluso abrazos. ¡Sí! Ha hecho carteles de ABRAZOS GRATIS en 
eventos de caridad y simplemente abraza a todo el mundo, y me ha llevado con 
ella. Así que supongo que soy genial con los abrazos también. Simplemente se 
sienten bien. En cualquier caso, complacer a la gente y vivir una vida feliz, 
relajada y colorida es lo que me gusta. 
—¿Dónde va a ir esto? —me pregunta Pandora mientras desenvuelve una 
bonita lámpara de cristal. 
—Oh, esa pequeña hermosura va a la habitación de la niña —le digo, y 
entonces reviso todos mis archivos por tercera vez hoy—. Se acabó esa vieja 
vanidad rosa y este pequeño compañero. —Le doy una patada a una pequeña 
otomana a rayas que es tan divertida que toma todo mi esfuerzo no abrazarla—
. ¿No es lindo? 
—Lo que es lindo es cómo sigues sacando el teléfono como si fuera un 
cálido y viviente cachorro. 
—¡Oh, calla! Estoy revisando mi señal. 
Y mi señal se ve… bien. 
Hmm. 
Interesante. 
NINGÚN mensaje. Todavía. 
A veces los chicos necesitan empujones. Están asustados. Fue 
demasiado intenso. Me dio “la” mirada. En este momento, podría estar sentado 
en casa pensando—: ¿Qué demonios, Greyson? 
Quiero decir, es muy posible que pudiera estar teniendo problemas como 
yo. No puedo ir a dormir sin masturbarme. Así que lo hago. Él me hizo pensar 
sólo en él, su piel, su toque, y lo deseo... Lo ansío… Lo necesito de nuevo, joder. 
Mentalmente me registré en el Adictos Anónimos a Greyson y sólo él puede 
remediar mi enfermedad. 
Así que, por el bien de ayudarlo, en aras de facilitar la pequeña punzada 
de decepción que está empezando a crecer en el lado izquierdo de mi pecho, 
infiernos, por el bien de que sepa que estoy definitivamente interesada todavía 
y, por favor, amigo, si te gusté en absoluto, haz lo que dijiste y llámame, 
considero romper mi regla de oro de los mensajes de texto y tal vez enviarle 
uno otra vez. 
 
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¿Debería? 
Las reglas dicen que no debería. Pero nunca me han gustado las reglas, y 
Greyson no se ve como un hombre de normas tampoco. 
¿Qué debo hacer? 
Quiero preguntarle a Pandora pero ya aborrezco la sonrisa en su 
rostro. Quiero que sepa la verdad, que quiero que me llame. No quiero jugar a 
juegos. No con él. 
Aun así, me obligo a meter mi teléfono en mi bolso y recordarme que 
Roma no se construyó en un día, y tampoco ningún tipo de relación que valga 
la pena. 
—Melanie —dice Pandora, con sus labios en una línea fina negra. 
Parpadeo inocentemente y sonrío. —¿Qué? 
—Acéptalo. Era un idiota. 
—No. 
—Lo es. 
—¡NO! 
—Lo es. 
 
 
 
Cuatro días después de Greyson… 
—¿Todavía nada? —pregunta Pandora. 
Quiero gemir cuando se acerca a mi escritorio, donde esperaba poder 
esconderme de ella y sus ojos negros acuciantes. Pero resulta que hoy es ella la 
que tiene una sonrisa enojada y plana, y soy la que tiene el ceño fruncido. 
El lunes no sabía mi nombre; estaba en el séptimo cielo. El martes 
todavía me sentía esperanzada y optimista, en la tercera nube. Hoy no sólo he 
vuelto a la tierra, caí un par de muescas hasta el purgatorio o incluso todo el 
camino hasta el infierno. Todo lo quesé es que hoy es jueves, y he oído zip, 
cero, nada de él en varios días. 
Como una tonta, he estado sonriendo, mirando a mi teléfono y esperando 
algo, pero, para ser honestos, mi teléfono ha comenzado a sentirse como una 
carga pesada, inmóvil en mi bolso, y su silencio me está diciendo cosas, cosas 
que GREYSON probablemente no tiene las pelotas de decirme él mismo. 
 
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Fue bueno. Para una aventura de una noche. Gracias por la mierda. No 
vas a escuchar de mí otra vez. 
—Todavía no hay nada —le digo a la defensiva a Pandora mientras me 
levanto y llevo mi teléfono al baño de mujeres. Me encierro en el interior y voy a 
lavarme la cara en el lavabo. Pienso en los ojos color avellana con motas de 
color verde y la mirada que Greyson King seguía dándome... y me siento tan 
miserable y más que decepcionada, poco a poco escribo otro mensaje mientras 
una fuente de emoción sigue creciendo en mi pecho. 
Sigo pensando que te imaginé. 
Espero un par de minutos. Me lavo las manos, las seco, reviso mi 
teléfono, me miro las uñas, reviso mi teléfono. Hay un golpe en la puerta y uno 
de mis colegas llama—: ¿Hay alguien ahí? 
Mierda. 
Le grito—: ¡Ya salgo! —Entonces me paseo un poco, vuelvo a leer el 
mensaje que le envié, incluyendo la cara triste y, de repente, me siento como la 
tonta más grande del mundo. 
Esta mañana lo busqué en Google y, sorprendentemente, nada de nada. 
No hay rastro de Greyson King en Internet. Podría haber sido un 
fantasma. 
Un fantasma que no responde a mis mensajes, que no está interesado en 
mí, que no siente la conexión que me ha estado comiendo y royendo, 
inquietantemente consumiéndome. 
Un fantasma que yo, la borracha Melanie, inventé para dejar de sentirme 
sola. 
 
 
 
 
 
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Requiere Trabajo Ser Un Imbécil 
 
Traducido por Diss Herzig 
Corregido por Esperanza 
 
Greyson 
No puedo recordar a nadie jodiendo con mi cabeza más de lo que mi 
padre lo hace, así que no estoy seguro de lo que me está sucediendo, excepto 
que estoy distraído como la mierda esta semana. 
Melanie está en lo profundo de mi maldita cabeza y profundo bajo mi 
puta piel. 
Estoy tratando de sacarla de mis pensamientos conscientes, pero ahí 
está. En mi subconsciente. Jugando con mi anillo del pezón como si fuera su 
propio juguete personal. 
Quería saborearla. Ahora la he probado, pero no estoy satisfecho. 
Quiero hacerla jadear como si acabara de ganar el maratón de Nueva 
York, Hacerla gemir como si estuviera por ganar el maldito concurso Nacional 
de Gemidos. Y quiero hacerla sonreír como ella lo hizo cuando la llevé a casa. 
He estado esforzándome para concentrarme, mantener la cabeza en el 
juego, los ojos abiertos. 
Pero Cristo. 
Ella no lo está haciendo fácil. 
Esta semana he trabajado dos marcas más en mi lista. También me he 
dado cuenta de que la leucemia de mi padre es real, al menos los expertos que 
traje lo han confirmado. 
Él se instaló en una casa residencial de dos pisos, cerca de donde la 
temporada de Underground comenzará en un mes. Y es extraño. Incluso su voz 
tiene un timbre diferente. Su mirada no es tan dura. Cuando entré, me 
preguntó cómo iba. 
 
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—Logré la mitad de la lista... 
—No la lista. ¿Cómo te va? 
 Lo miré, y no con confusión, sino con una lenta, rabia latente. —Has 
hecho un gran trabajo en ser un imbécil durante veinticinco años. No lo 
cambies ahora. —Me alejé. 
—¿Por qué no? —llamó, tosiendo por el esfuerzo que se tardó en decir 
eso. 
Silenciosamente hervía en el interior, apreté los puños, mis nudillos 
mordiendo mis guantes de cuero. —Debido a que no cambiará nada. 
Ahora estoy fuera de la casa, trabajando en mi tercera marca, pero ella 
todavía está en mi cabeza. Sigo viendo sus ojos verdes, ojos verdes que se 
volvieron de un oscuro esmeralda mientras se corría como un maldito cohete, 
revolviéndose y retorciéndose debajo de mí. Es un diamante precioso que cada 
ladrón quiere robar, ese gatito que cada perro quiere perseguir, la yegua que 
quieres montar, sujetar y dominar, pero no completamente. Oh, no, no todo 
porque su salvajismo te excita. Su salvajismo te hace más salvaje. Te vuelve 
jodidamente hambriento. 
Infierno, en estos días pasados me siento como si no hubiera comido en 
cien mil jodidas semanas. 
¡Maldita sea! Fuera de mi cabeza, princesa. 
Me acomodo en la mesa del parque cuando mi objetivo por fin aparece. 
Me siento detrás de un periódico abierto con mi semiautomática SIG 
oculta y firmemente debajo, mis gafas de aviador blindando mis ojos mientras 
pasa. 
Puedo mantener mi voz lo suficientemente baja como para no alarmar a 
nadie, pero lo bastante fuerte para ser escuchado por la pobre mierda que 
estoy aquí para agarrar. —Siéntate —le digo. 
Salta al sonido de mi voz y revisa dentro de su bolsillo por lo que asumo 
que es un método de auto-defensa. —Un tipo como tú, no puede verlo, pero 
hay varios tiradores apuntándote desde todos los ángulos. Así que lo mejor 
sería sentarte. 
Cae como plomo en la silla que pateo hacia él. —Entonces —le digo, 
doblando el periódico y nivelándolo con mi atención, mientras mi 
semiautomática SIG sigue estando, debajo del periódico doblado, apuntando a 
su corazón. 
Deslizo mis gafas aviadoras a la cima de mi cabeza y me inclino hacia 
atrás mientras estudio al hombre. De mediana edad, probablemente se ha dado 
cuenta que estará atrapado en un trabajo de mierda por el resto de su vida y 
pensó que podía apostar su camino a una vida mejor, y en su lugar se puso 
peor. 
 
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—Pasé por tu casa ayer a dejar un pequeño presente, pero tenía miedo 
de que tu esposa vería el contenido, y considerando la naturaleza... 
Con mi mano libre, le deslizo un sobre de papel manila. Sus manos 
tiemblan mientras lo abre. La sangre se drena de su rostro mientras las 
imágenes de él y su amante desnuda caen fuera. —Santa... —jadea. 
—Te tiene agarrado por las pelotas, ¿huh? —Me inclino para que pueda 
oírme bien. Mi sangre pulsa caliente mientras saco de mis pensamientos a mis 
propias pelotas, y mi propio pequeño sexy problema desnudo, conduciéndome 
a más de una pequeña locura últimamente—. Pensaste que podías follar a esta 
chica una vez y alejarte, pero no pudiste. Era salvaje y te gustó eso. Te miró 
como si fueras el maldito regalo de Dios al género femenino; te debe haber 
gustado eso también. 
Hago una pausa durante tres latidos del corazón mientras mi marca se 
pone cada vez más y más pálida. —Apuesto a que estás obsesionado con la 
forma en que se siente, la forma en que su cabello huele, cómo sonríe, cómo 
camina, cómo coquetea con otros putos hombres... Bueno, Hendricks, estoy 
aquí para decirte que le debes al Underground $168,434 dólares por tus 
pérdidas en el juego, y estamos listos para cobrar. —Me recuesto y deslizo mis 
aviadores de vuelta sobre mis ojos—. No puedes mantener a tu coño sobre mi 
dinero. ¿Queda claro? 
El tipo está pálido como un fantasma, así que es seguro asumir que 
estamos jodidamente claros aquí. 
Recojo el periódico, SIG y todo, dentro del bolsillo de mi chaqueta. —Uno 
de mis hombres te verá aquí, mañana. —Cuando me levanto, me agacho y 
digo—: Tengo copias de estas fotos. Las obtendrás cuando pagues por lo que 
debes, pero no me pruebes. Tengo una motivación tan fuerte como la tuya. —
Mi madre. Mi libertad. Y mis propias jodidas bolas, en un torbellino sobre una 
chica de cabellos dorados, ojos verdes y una sonrisa que me destripa. Sí, estoy 
en mierda aún más profunda que este pobre tipo. 
Cuando el objetivo se va, C.C. y yo vamos a revisar con el equipo en 
silencio. Todos ellos se encuentran en el “yate”, como un Gran Hermano 
enfermo en casa de mar, incluyendo las cámaras de vigilancia. 
Mi padre se sienta allí, contento de estar fuera de la casa y conseguir la 
esencia de la planificación. En cuanto al equipo... 
Tengo las pestañas en Derek para asegurarme de que no está 
traicionando lo que sabe, pero el resto, siempre estoy observando,