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03 Bound by Hatred - Cora Reilly

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Sinopsis 
 
uando Gianna vio cómo su hermana Aria se casaba con un hombre que 
apenas conocía, se prometió a sí misma que no permitiría que le 
sucediera lo mismo. 
Matteo “La Hojilla” Vitiello fijó sus ojos en Gianna al momento en que la vio 
en la boda de su hermano Luca, y Rocco Scuderi está más que dispuesto a darle a su 
hija, pero Gianna no tiene intención de casarse por otra razón que el amor. Unos 
meses antes de la boda, Gianna escapa de sus guardaespaldas y huye. Tiene bastante 
dinero para huir a Europa y comenzar una vida nueva. Pero permanecer sin ser 
detectada cuando la mafia está buscándola es un desafío que le lleva todo, 
especialmente cuando uno de sus mejores cazadores y asesinos está detrás de ella: 
Matteo Vitiello. 
Después de seis meses huyendo, Gianna finalmente se establece en una rutina 
tentativa en Múnich, pero luego Matteo y un par de soldados de su padre la 
encuentran con otro hombre. 
A pesar de sus súplicas matan a su novio, y Gianna se ve obligada a casarse 
con Matteo. Sus emociones alternando entre la culpa por haber arrastrado a un 
inocente en su mundo y el odio hacia Matteo, Gianna está decidida a hacer de la 
vida de su marido un infierno. Pero Matteo es un maestro en los juegos mentales y 
su lucha por el poder pronto se convierte en noches de pasión alimentadas por el 
odio. 
 
Born in Blood Mafia Chronicles #3 
 
C 
 
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Prólogo 
Gianna 
Traducido por DariiB 
Corregido por Anna Ancalimë y Paop 
 
iré mi imagen en el espejo fijamente. Mi barbilla estaba cubierta de 
sangre y más goteaba del corte en mi labio inferior y por mi camiseta. 
Mi labio ya estaba hinchado, pero estaba feliz de encontrar mis ojos 
secos, sin señal de una sola lágrima. 
Matteo apareció detrás de mí, elevándose por encima, sus ojos oscuros 
escudriñando el desastre de mi cara. Sin su sonrisa de tiburón típica y la diversión 
arrogante, lucía casi tolerable. 
—No sabes cuándo callarte, ¿verdad? —Sus labios se crisparon en una 
sonrisa de superioridad, pero de alguna manera se veía incorrecto. Había algo 
inquietante en sus ojos. La mirada en ellos me recordó a la que había visto cuando 
había tratado con los prisioneros rusos en el sótano. 
—Tampoco tú —dije, luego me estremecí ante el dolor que atravesó mi labio. 
—Cierto —dijo con una voz extraña. Antes de que tuviera tiempo de 
reaccionar, me agarró por las caderas, me giró y me levantó sobre el lavamanos—. 
Es por eso que somos perfectos el uno para el otro. 
La sonrisa arrogante estaba de vuelta. El bastardo se acomodó entre mis 
piernas. 
—¿Qué estás haciendo? —siseé, retrocediendo hasta el borde del lavamanos 
para poner más distancia entre nosotros, empujando su pecho. 
No se movió, era demasiado fuerte para mí. La sonrisa se hizo más grande. 
Agarró mi barbilla e inclinó mi cabeza. 
—Quiero echarle un vistazo a tu labio. 
—No necesito tu ayuda ahora. Quizás debiste haber impedido que mi padre lo 
rompiera en primer lugar. 
M 
 
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—Sí. Debí haberlo hecho —dijo sombríamente, su pulgar tocando 
ligeramente la herida mientras separaba mis labios—. Si Luca no me hubiese 
retenido, habría metido mi cuchillo en la puta espalda de tu padre, y al diablo las 
consecuencias. Quizás aún lo haga. 
Soltó mi labio y sacó un largo cuchillo curvado de la funda debajo de su 
chaqueta antes de retorcerlo en su mano con una mirada calculadora en su cara. 
Luego sus ojos parpadearon hacia mí. 
—¿Quieres que lo mate? 
Dios, sí. Me estremecí ante el sonido de la voz de Matteo. Sabía que estaba 
mal, pero después de lo que mi padre había dicho hoy, quería verlo rogando por 
misericordia y sabía que Matteo era capaz de poner a cualquiera de rodillas, y eso 
me excitaba de una forma horrible. Esa era exactamente la razón por la cual quería 
salir de esta vida, por qué aún quería irme. Tenía potencial para la crueldad, y esta 
vida era la razón de ello. 
—Eso significaría la guerra entre Chicago y Nueva York —dije simplemente. 
—Ver a tu padre desangrarse hasta la muerte a mis pies valdría la pena el 
riesgo. Tú lo vales. 
 
 
6 
Uno 
Matteo 
Traducido por DariiB 
Corregido por Anna Ancalimë y Paop 
 
a primera vez que vi a Gianna era una jovencita desgarbada de catorce 
años con una gran bocaza, pecas salpicando su rostro y un cabello rojo 
indomable. Era todo lo que no se suponía que fuera una adecuada chica 
italiana; quizás esa era la razón por la cual la encontré entretenida. Pero era una 
niña, y aunque apenas era cuatro años mayor, ya había sido un hombre de la mafia 
durante cinco años, asesinando a varias personas y follando mi debida cuota de 
mujeres. Desde el momento en que Luca y yo volvimos a Nueva York, ocupados 
con asuntos de la mafia y chicas fáciles de sociedad, no le di ni un segundo 
pensamiento a la ruda pelirroja, casi había olvidado todo sobre Gianna cuando Luca 
y yo volvimos a Chicago tres años después para su boda con Aria. 
Luca se había metido en la cabeza que quería ver a Aria antes de la boda. 
Oficialmente, porque quería asegurarse que estuviera tomando la píldora pero sabía 
que en realidad era solo porque estaba deseoso por ver cómo había crecido. Y 
maldita sea, la chica había madurado muy bien. Cuando apareció detrás de su 
hermana Liliana en el marco de la puerta de su suite en el Mandarín Oriental, mis 
ojos no sabían qué parte de ella comprobar primero. Era caliente. También era la 
prometida de Luca y estaba muy firmemente fuera de los límites. Sin mencionar que 
era demasiado recatada para mi gusto. 
Pero demonios, al momento en que entré a la suite, Aria fue la última cosa en 
mi mente. Mi mirada se fijó en la chica con el llameante cabello rojo descansando en 
el sofá, sus largas piernas cruzadas casualmente y apoyadas encima de la mesa de 
café. De repente, el recuerdo olvidado por mucho tiempo de su rudeza resurgió y 
con él, mi interés en ella. No era la torpe chica desgarbada que solía ser. 
Definitivamente no era desgarbada. 
Había desarrollado todas las curvas correctas en los lugares correctos, y su 
rostro se había librado de las pecas. A diferencia de la mayoría de las chicas, sabía 
que no estaba impresionada por mí. Para ser honestos, me miraba como si fuera una 
L 
 
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cucaracha a la que quisiera aplastar bajo sus botas. Con una sonrisa, me dirigí 
directamente a ella, nunca huyo de un desafío. Especialmente un desafío tan 
caliente. ¿Qué era la vida sin la emoción de quemarse? 
Gianna se enderezó de inmediato, sus botas negras aterrizando en el suelo con 
un golpe sordo, y luego entrecerró sus ojos hacia mí. Si pensó que eso me detendría, 
estaba completamente equivocada. Desafortunadamente, la chica Scuderi más joven 
se metió en mi camino y me dio su versión de una sonrisa coqueta. 
—¿Puedo ver tu arma? 
Si Gianna hubiera preguntado eso, un millón de respuestas inapropiadas 
habrían salido de mi boca, pero Liliana era un poco demasiado joven para ellas. Qué 
desperdicio de oportunidad. 
—No, no puedes —dijo Aria, antes de que tuviera la oportunidad de 
encontrar una respuesta adecuada para esos oídos más jóvenes. Siempre tan 
apropiada, esa chica. Gracias a Dios, padre la había elegido para Luca y no para mí. 
—No deberían estar aquí a solas con nosotras —murmuró Gianna, sus ojos 
moviéndose de Luca hacia mí. Demonios. En serio, tenía algo diferente—. No es 
apropiado. 
Luca no pareció muy impresionado con ella. Era evidente que acababa con 
sus nervios. Algo que ella ya teníamos en común. 
—¿Dónde estáUmberto? ¿No debería estar custodiando esta puerta? —
preguntó. 
—Probablemente está en el aseo o fumándose un cigarrillo —dijo Aria. 
Casi me reí. ¿Qué clase de idiotas trabajaban para los Scuderi? Las cosas en 
Chicago parecían seguir reglas muy diferentes. Podía decir que Luca estaba al borde 
de estallar. Había estado muy agitado durante días, probablemente porque sus bolas 
estaban por explotar. 
—¿Sucede a menudo que las deja sin protección? —preguntó. 
—Oh, todo el tiempo —soltó Gianna, luego puso los ojos en blanco hacia su 
hermana—. Verás, Lily, Aria y yo nos escapamos cada fin de semana porque 
tenemos una apuesta de quién puede ligar con más chicos. 
Grandes palabras para una chica que probablemente nunca había visto una 
polla en la vida real. Por la mirada que Luca me disparó, probablemente pensaba lo 
mismo. Y Gianna en verdad no sabía nada sobre mi hermano si pensó que era una 
buena idea burlarse de él así. 
 
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Luca caminó hacia su pequeña novia. 
—Quiero tener unas palabras contigo, Aria. 
Gianna se levantó de un salto como una tigresa decidida a proteger a su cría. 
—¡Estaba bromeando, por el amor de Dios! 
De hecho, trató de meterse entre Luca y Aria, lo cual era una jodida mala 
idea. Antes de que Luca perdiera la cabeza, la agarré por la muñeca y la arrastré 
lejos. 
Los ojos azules de Gianna centellearon con furia. Me había equivocado. Su 
rostro no se había librado de todas sus pecas. Así de cerca, pude verlas 
espolvoreadas en su nariz, pero de alguna manera la hacían lucir aún más hermosa. 
—Suéltame o te voy a romper los dedos —siseó. 
Me encantaría verte intentarlo. La solté con una sonrisa que solo pareció 
enojarla más si el estrechamiento de sus ojos era alguna indicación. 
Luca empezó a alejar a Aria. 
—Vamos. ¿Dónde está tu habitación? 
Gianna miró entre Luca y yo. 
—¡Voy a llamar a nuestro padre! No puedes hacer eso. 
Por supuesto a Luca no le importó ni mierda. Scuderi le había dado a Aria 
años atrás; definitivamente no le importaría si Luca probaba su mercancía unos días 
antes de la boda. La puerta se cerró y Gianna se dirigió hacia ella enfurecida. Agarré 
su mano una vez más antes de que pudiera molestar a Luca aún más. Esta chica 
realmente no sabía lo que era bueno para ella. 
—Dales algo de privacidad. Luca no le arrancará la ropa antes de la noche de 
bodas. 
Gianna se sacudió mi mano. 
—¿Crees que eso es gracioso? 
—¿De qué están hablando? —preguntó Liliana. 
La puerta de la suite se abrió y Umberto entró, lanzándome una mirada 
furiosa. El viejo aún no me había perdonado por insultar a su esposa hace tres años. 
—Gianna, Liliana, vengan aquí —dijo bruscamente. Levanté una ceja en su 
dirección. ¿Le preocupaba que las lastimara? Si esa fuera mi intención, 
 
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definitivamente no estarían de pie a mi lado, ilesas, a estas alturas. Romero puso sus 
ojos en blanco detrás de Umberto y sonrió. Por supuesto, el viejo lo captó y sus 
dedos se acercaron un poco más a su porta cuchillo. 
Hazlo, viejo. Ha pasado demasiado tiempo desde que tuve una buena pelea. 
Liliana obedeció de inmediato y caminó hacia su guardaespaldas. Como era 
de esperarse, Gianna permaneció junto a la puerta del dormitorio de su hermana. 
—Luca arrastró a Aria al dormitorio. Están allí solos. 
Umberto comenzó a dirigirse hacia la puerta, pero bloqueé su camino. 
Romero estaba cerca detrás de él. No es que lo necesitara para detener al viejo. 
Umberto intentó intimidarme. Era, al menos, ocho centímetros más bajo que yo, y 
no importa cuán buen luchador con cuchillo era, lo abriría con el mío antes de que 
pudiera incluso parpadear. De hecho, mis dedos ansiaban hacerlo. 
—Aún no están casados —dijo, como si eso fuera una noticia para mí. 
—Su virtud está segura con mi hermano, no te preocupes. 
Los labios de Umberto se tensaron. Tenía la sensación de que quería 
comenzar una pelea tanto como yo. Antes de que las cosas se pusieran entretenidas, 
la puerta de la habitación se abrió y Aria salió. Lucía como si hubiera visto un 
fantasma. Le di a Luca una mirada. ¿Realmente tenía que asustar a su prometida a 
unos días de su boda? 
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Umberto. 
—Deberías prestar más atención en el futuro y mantener tus descansos al 
mínimo —le dijo Luca. 
—Me fui solo unos pocos minutos y había guardias delante de las otras 
puertas. 
Aburrido por la pelea, regresé mi atención a la pelirroja. 
Gianna puso las manos sobre sus caderas, de alguna manera empujando su 
pecho hacia fuera. En serio tenía un cuerpo para morirse. Me pregunté si Scuderi ya 
la había arreglado con algún perdedor de la Organización. 
Gianna encontró mi mirada. 
—¿Qué estás mirando? 
Dejé que mis ojos vagaran a lo largo de ella. 
—Tu cuerpo caliente. 
 
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—Entonces sigue mirando. Porque eso es todo lo que alguna vez llegarás a 
hacer con mi cuerpo caliente. 
—Basta —advirtió Umberto. 
Gianna en realidad no debería haber dicho eso. Siempre disfrutaba de la 
cacería. Mientras que Luca no se molestaba si una chica resultaba ser trabajosa, 
siempre había preferido ir detrás de una conquista difícil. 
Los ojos entrecerrados de Gianna me siguieron cuando Luca, Romero y yo 
dejamos la suite. Sonreí para mis adentros. La chica tenía fuego. 
Luca suspiró. 
—No me digas que has puesto los ojos en la pelirroja. Es un dolor en el culo. 
—¿Y qué? Definitivamente haría mi vida más interesante. 
—¿Qué? ¿Matar rusos y tener a una nueva chica en tu cama cada noche no es 
suficiente para ti? 
—Me gusta cambiar las cosas de vez en cuando. 
—No puedes tenerla. Está fuera de límites. No le diré a padre que provocaste 
una guerra con la Organización porque te follaste a la hija de Scuderi. Hay solo una 
forma en la que podrías tener a la pelirroja en tu cama y es si te casas con ella, y eso 
no va a suceder. 
—¿Por qué no? 
Luca se detuvo brevemente. 
—Dime que estás bromeando. 
Me encogí de hombros. Realmente no quería casarme todavía, o en ningún 
momento a decir verdad, pero padre había estado insistiendo por meses. Cada mujer 
que sugirió hasta ahora había sido aburrida como el infierno. 
Luca agarró mi hombro. 
—No le pedirás a Scuderi la mano de su hija esta noche. 
—¿Eso es una orden? —pregunté tranquilamente. 
—No. Un consejo. —Luca sonrió engreído—. Si te lo ordenara, lo harías solo 
para molestarme. 
—No soy un adolescente impulsivo —dije, luego sonreí porque Luca me 
conocía demasiado bien. 
 
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—Solo quiero que te tomes tu tiempo. Podrías encontrar la rudeza de Gianna 
fascinante ahora, pero dudo que eso dure más que unos días. Te conozco. Al 
momento en que la cacería termine y tengas lo que quieres, perderás todo el interés. 
Pero esta vez, estarías estancado con ella para siempre. 
—No te preocupes. Tengo toda la intención de anotar esta noche. Eso me 
hará olvidar todo sobre Gianna. 
 
 
12 
Dos 
Gianna 
Traducido por Dustie y Greece Paradise 
Corregido por Anna Ancalimë y Paop 
 
La boda de Aria y Luca 
 
sta boda era una farsa. Aria se alejó de Luca y tomó mi mano al 
momento en que nos sentamos. Era obvio lo infeliz que era. Estaba 
haciendo un gran esfuerzo por ocultarlo, pero para mí era tan claro 
como el día. Por supuesto, a nadie le importaba ni poco. Era casi normal que la 
novia fuera forzada a casarse, así que la infelicidad era un hecho. Nadie preguntaba 
alguna vez lo que queríamos. A nadie nunca le importaba. Ni siquiera a las otras 
mujeres. 
Entonces hice una promesa que estaba determinada a mantener: no iba a 
terminar en un matrimonio sin amor. No me importaba si era mi deber o si mi honor 
lo dictaba; nada en este mundo olvidado por Dios haría que me case por nada más 
que amor. 
Matteo siguió mirándome al otro lado de la mesa, con esa molesta sonrisa 
arrogante en su cara. Me había observado lascivamente durante toda la boda hasta 
ahora. Tenía que admitir que no se veía tan mal en ese chaleco gris claro, camisa 
blanca y pantalonesde vestir. De algún modo, su figura alta y musculosa resaltaba 
más vestida de esa manera. Por supuesto me mordería la lengua antes de admitir a 
alguien que encontraba a Matteo tolerable, especialmente cuando su personalidad no 
era nada menos que insufrible. 
Aria apretó mi mano bajo la mesa aún más fuerte por algo que Luca le había 
dicho. Ignoraba que Matteo estaba coqueteando conmigo. Ignoraba cualquier cosa 
además de su angustia. 
Apreté su mano, pero entonces, se abrió la pista de baile y pronto fuimos 
separadas cuando Luca la guio a su primer baile como pareja casada. Me puse de pie 
E 
 
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rápidamente, desesperada por escabullirme a la playa donde podría estar sola, pero 
Matteo me acorraló al borde de la pista de baile, con la misma sonrisa arrogante de 
siempre en su sorprendente rostro. ¿Por qué el bastardo tenía que verse tan bien? 
Su cabello oscuro estaba revuelto intencionalmente y sus ojos eran tan 
oscuros, que casi parecían negros. Era imposible no mirarlo. Por supuesto, era 
perfectamente consciente del efecto que tenía en la mayoría de las mujeres y, 
obviamente, esperaba que también me derritiera ante él. El infierno se congelaría 
antes que eso pase. 
Se inclinó sin quitarme los ojos de encima. 
—¿Me concedes este baile? 
Mi estómago dio un estúpido vuelco al ver su sonrisa. Era mucho más 
llevadero que la mayoría de los hombres de la mafia, pero tenía el presentimiento 
que solo era una cubierta. Tal vez había perfeccionado la rutina del “chico de al 
lado”, pero bajo eso había un depredador en espera, listo para atacar. No iba a ser su 
presa. 
Padre me observaba desde su lugar en la mesa, así que no tuve más opción 
que asentir en respuesta a la pregunta de Matteo, o arriesgarme a una gran escena. 
No es que me importara, pero no quería añadirle más estrés a Aria. Ya estaba al 
borde. 
Matteo tomó mi mano y descansó su palma en mi espalda baja, el calor de su 
piel filtrándose a través de la delgada tela de mi vestido. Mi estómago se revolvió, 
pero forcé en mi cara una máscara de aburrimiento. Odiaba cómo mi cuerpo parecía 
reaccionar a Matteo. Si me permitieran interactuar con otros hombres, 
probablemente no estaría impresionada con él. ¿Verdad? 
Le eché un vistazo. Así de cerca pude ver que sus ojos eran castaños oscuro 
con un anillo casi negro por fuera. Tenía negras pestañas gruesas y una sombra de 
barba cubriéndole las mejillas y barbilla. Su sonrisa se amplió y giré mi cabeza a 
otro lado, enfocándome en los invitados bailando a nuestro alrededor. Todos estaban 
riendo y sonriendo, disfrutando. Desde afuera parecía una fiesta maravillosa. Era 
fácil dejarse llevar por el jardín de la mansión que estaba decorado a la perfección. 
Era tan jodidamente fácil dejar que la brisa viajando hacia nosotros desde el océano 
nos aleje de la realidad. Una atmósfera única que solo un lugar como los Hampton 
podía ofrecer convenciendo a todos que la vida era un sueño. 
Pero yo sabía la verdad. 
 
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Matteo se acercó más, nuestros cuerpos presionándose entre sí de modo que 
podía sentir cada centímetro de sus músculos tan bien como las armas escondidas 
bajo su chaleco. Me retorcí, a pesar de que una parte de mí quería inclinarse, 
acercarse más y reclamar su boca con un beso. Eso sin duda, sería el escándalo de la 
boda. 
Padre se pondría furioso. Y eso fue casi suficiente para que quisiera hacerlo. 
¿Por qué las chicas debían ser forzadas a esperar por su primer beso hasta que 
estuvieran casadas? Era ridículo. Sentí lástima por Aria al tener que experimentar su 
primer beso frente a todos los invitados de la boda. Eso no me iba a pasar. No me 
importaba a quién tendría que sobornar para que me bese. 
Matteo se inclinó un poco, con una sonrisa burlona curvando su boca. 
—Te ves hermosa, Gianna. La mirada enojada va realmente bien con tu 
vestido. 
Antes de que pudiera detenerme, una risa estalló de mis labios. Intenté 
cubrirla con una tos, pero Matteo no lo creyó a juzgar por la mirada en su cara. 
Maldita sea. Entrecerré los ojos, en vano. Decidí ignorar a Matteo por el resto de 
nuestro baile, esperando que mi cuerpo hiciera lo mismo, pero entonces el bastardo 
comenzó a mover su pulgar de arriba hacia abajo en mi espalda y cada terminación 
nerviosa en mí pareció sacudirse a la vida. 
Quería besarlo, y no solo para enojar a mi padre y a cualquier otro hombre en 
nuestro mundo que pensara que estaba bien mantener a las mujeres con una correa. 
Quería besarlo porque olía delicioso y esa era exactamente la razón por la que 
necesitaba alejarme de él rápidamente. 
Tristemente, Matteo parecía tener la intención de volverme loca, porque 
después de nuestro primer baile se las arregló para robarme otros dos bailes y, para 
mi completa molestia, mi cuerpo no dejó de reaccionar a su cercanía. Tenía la 
sensación de que él lo sabía, y era por eso que seguía acariciando mi espalda tan 
suavemente, pero no podía pedirle que se detenga sin admitir que me estaba 
molestando, y alguna parte de mí no quería que lo haga. 
Era casi media noche cuando la gente comenzó a gritarle a Luca para que 
lleve a Aria a la cama. Ella no consiguió esconder su pánico. Cuando se levantó y 
tomó la mano extendida de Luca, sus ojos se encontraron con los míos, pero 
entonces Luca ya se la estaba llevando lejos, seguidos por una multitud de hombres 
gritando. La ira se apoderó de mí. Me puse de pie, determinada a seguirlos y 
ayudarla. Mi madre agarró mi muñeca, deteniéndome en seco. 
—No es de tu incumbencia, Gianna. Siéntate. 
 
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La fulminé con la mirada. ¿No se suponía que ella nos protegería? En su 
lugar, observaba sin una pizca de compasión. Me aparté bruscamente, disgustada 
con ella y con todos a nuestro alrededor. 
Padre se paraba junto a Salvatore Vitiello, que gritaba algo que sonó como: 
“¡Queremos ver sangre en las sábanas, Luca!” 
Casi lo aborrezco. Qué bastardo. Nueva York y sus tradiciones enfermas. A 
pesar de la mirada de advertencia de mi padre, me volví y seguí a los hombres. Luca 
y Aria ya casi estaban en la casa y tuve problemas pasando a través de los invitados 
masculinos para llegar a ellos. Ni siquiera estaba segura de lo que iba a hacer si los 
alcanzaba. No podía solo jalar a Aria a nuestra habitación y cerrar la puerta. Eso no 
detendría a nadie, menos a Luca. El tipo era una bestia. 
Algunos de los hombres hicieron comentarios obscenos en mi dirección pero 
los ignoré, mis ojos estaban firmemente enfocados en la cabeza rubia de Aria. Casi 
alcancé el frente de la multitud cuando Aria desapareció en la habitación principal y 
Luca cerró la puerta. Mi aliento se detuvo, la preocupación y el enojo tomando el 
protagonismo en mi cuerpo. 
Estaba debatiéndome entre irrumpir en la habitación para patear el trasero de 
Luca, y correr tan lejos como fuera posible para así no tener que escuchar lo que 
estaba pasando tras la puerta. La mayoría de los invitados regresaban a seguir 
bebiendo, solo Matteo, que estaba gritando sugerencias repugnantes a través de la 
puerta y unos cuando mafiosos más jóvenes de Nueva York seguían por ahí. 
Retrocedí, sabiendo que no había nada que pudiera hacer por Aria, y odiándolo aún 
más que nada. Tan a menudo Aria me había protegido de mi padre en el pasado, y 
ahora que necesitaba protección, era incapaz de ayudarla. 
Decidí ir a mi habitación en lugar de regresar a la fiesta. No estaba de humor 
para enfrentar a mis padres de nuevo. Eso solo me llevaría a una gran pelea con papá 
y realmente no necesitaba eso hoy en mi plato. Antes de que pudiera pasar por el 
corredor hacia mi habitación, dos tipos se interpusieron en mi camino. No sabía sus 
nombres. No eran mucho más grandes que yo, tal vez de dieciocho años. Uno de 
ellos aún tenía cuerpo de niño y acné. El otro era más alto y se veía más como una 
amenaza. 
Intenté esquivarlos, pero el más alto bloqueó mi camino. 
—Piérdanse —dije, mirando furiosa a los dos idiotas.—No seas aguafiestas, pelirroja. ¿Me pregunto si también eres pelirroja ahí 
abajo? —Apuntó entre mis piernas. 
 
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Mis labios se curvaron con disgusto. Como si no hubiera escuchado eso 
antes. 
El tipo con acné bufó de risa. 
—Podríamos intentar averiguarlo. 
De repente, Matteo estaba ahí. Tomó al alto del cuello y sostuvo un largo 
cuchillo afilado en la entrepierna del tipo. 
—O… —dijo con una voz inquietantemente calmada—. Podemos averiguar 
cuánto tiempo llevará que te desangres como un cerdo después que te corte el pene. 
¿Cómo suena eso? 
Usé ese momento para empujar mi rodilla contra las bolas del tipo con acné. 
Se quejó y cayó de rodillas. Probablemente no debí disfrutarlo tanto como lo hice. 
Matteo levantó su oscura ceja hacia mí. 
—¿Quieres darle a este también? 
No necesitó decirlo dos veces. En su lugar, lancé una buena patada y también 
mandé al segundo tipo de rodillas. Ambos chicos miraron a Matteo con los ojos 
llenos de miedo, ignorándome por completo. 
—Váyanse de una jodida vez antes de que decida cortar sus gargantas —dijo 
Matteo. 
Se alejaron como perros con la cola entre las patas. 
—¿Los conoces? —pregunté. 
Matteo envainó su cuchillo. No parecía tan ebrio como se veía en la fiesta. 
Tal vez todo había sido apariencias. Una mirada rápida a mi alrededor me hizo 
darme cuenta que estábamos solos en esta parte de la casa y, por el modo en que el 
ritmo de mi corazón se aceleró y mi estómago revoloteó, supe que esto no era en 
realidad una buena idea. 
—Son los hijos de dos de nuestros soldados. Ni siquiera son mafiosos aún. 
Introducirlos en la mafia probablemente no los volvería mejores humanos. 
—Podía haberlo manejado por mí misma —dije. 
Matteo escaneó mi cuerpo una vez más. 
—Lo sé. 
 
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Esa no era la respuesta que había esperado y no estaba completamente segura 
si estaba burlándose de mí o no. 
—Es curioso cómo puedes actuar como un caballero de armadura brillante un 
segundo y al siguiente estás animando a tu hermano a asaltar sexualmente a mi 
hermana. 
—Luca no necesita ánimos, créeme. 
—Me pones enferma. Todo esto lo hace. —Me di la vuelta y me alejé, pero 
Matteo me alcanzó y me cerró el paso con su brazo contra la pared. 
—Tu hermana estará bien. Luca no es cruel con las mujeres. 
—¿Se supone que eso me tranquilice? 
Matteo se encogió de hombros. 
—Conozco a mi hermano. Aria no saldrá lastimada. 
Estudié su rostro. Parecía serio. Quería creerle pero, por lo que había 
presenciado, Luca no era para nada un hombre gentil. Era brutal, cruel y frío. 
—Mierda, realmente quiero besarte —dijo Matteo con voz áspera, 
sorprendiéndome. 
Mis ojos se abrieron más. No se movió. Solo se quedó parado frente a mí con 
su brazo apoyado contra la pared y sus ojos oscuros taladrando los míos. No 
estábamos comprometidos, gracias a Dios, así que hablarme de esa manera era más 
que inapropiado. Mi padre se volvería loco si hubiera escuchado. Debería estar 
ansiosa, avergonzada por lo menos, por sus palabras, pero en su lugar me encontré 
preguntándome cómo sería besar a alguien. Las chicas en mi clase ya habían besado 
y hecho mucho más. Solo Aria, yo y las otras chicas de las familias de mafiosos eran 
protegidas por guardaespaldas. ¿Cómo sería besar a alguien prohibido? ¿Hacer algo 
que una chica buena no debería hacer? 
—Entonces, ¿por qué no lo haces? —me escuché decir. Campanas de alarma 
sonaron en mi cabeza pero las ignoré. 
Esta era mi elección. Si no fuéramos quienes éramos, si no hubiéramos 
nacido en este jodido mundo, si Matteo no fuera un mafioso y un asesino, entonces 
tal vez podría haberme enamorado de él. Si nos hubiéramos conocido como dos 
personas normales, entonces tal vez podríamos habernos convertido en algo. 
Matteo se acercó más a mí. Por alguna razón, retrocedí hasta que encontré la 
pared, pero Matteo me siguió y pronto estaba atrapada entre la roca fría y su cuerpo. 
 
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—Porque hay reglas en nuestro mundo y romperlas tiene consecuencias. 
—No pareces alguien que siga las reglas. —No estaba segura por qué lo 
estaba alentando. No quería su atención. Quería salir de este jodido mundo y esta 
jodida gente. Involucrarme de cualquier modo con alguien como él lo haría 
imposible. 
Matteo sonrió sombríamente. 
—No lo soy. —Alcanzó mi cara y pasó sus dedos lentamente por mi cabello. 
Me estremecí ante el toque ligero. Ni siquiera me gustaba Matteo, ¿verdad? Era 
molesto, arrogante y no sabía cuándo callarse. 
Es como tú. 
Pero mi cuerpo quería más. Tomé su chaleco, mis dedos arrugando el 
material suave. 
—Yo tampoco. No quiero que mi primer beso sea con mi esposo. 
Matteo dejó salir una risa tranquila y estaba tan cerca que pude sentirla más 
que escucharla. 
—Esta es una mala idea —murmuró, sus labios a escasos centímetros de los 
míos, sus ojos más oscuros y desprovistos de su lúdica habitual. 
Mis entrañas parecían arder con necesidad. 
—No me importa. 
Y entonces Matteo me besó, al principio suavemente como si no estuviera 
seguro que estuviera hablando en serio. Tiré de su chaleco, queriendo que deje de 
ser cuidadoso y Matteo aplastó su cuerpo contra el mío, su lengua deslizándose entre 
mis labios, enredándose con la mía, sin darme tiempo a preguntarme qué estaba 
haciendo. Sabía a whisky y algo más dulce, como la más deliciosa trufa de whisky 
que pudiera imaginar. Su cuerpo irradiaba calor y fuerza. Su mano acunó mi nuca 
mientras su boca encendía mi cuerpo con necesidad. 
Dios, no era de extrañar que padre no nos quisiera cerca de los hombres. 
Ahora que sabía lo bien que se sentía besar, no quería dejar de hacerlo. 
Hubo un jadeo, y Matteo y yo nos separamos. Todavía estaba aturdida 
cuando mis ojos se posaron en mi hermana Lily, quien estaba congelada en el 
pasillo, probablemente de camino hacia su habitación. Tenía los ojos completamente 
abiertos. 
 
19 
—¡Lo siento! —soltó, luego dio unos pocos pasos vacilantes en nuestra 
dirección—. ¿Esto significa que se van a casar? 
Resoplé. 
—No, para nada. No me voy a casar con él. Esto no significa nada. 
Matteo me lanzó una mirada y casi me sentí mal por mis palabras groseras, 
pero era la verdad. No tenía ninguna intención de casarme con un hombre de la 
mafia, sin importar lo bien que bese o cuánto pueda hacerme reír. Los hombres de 
nuestro mundo eran asesinos y torturadores. No eran buenos hombres, ni siquiera 
hombres decentes. Eran malos, corrompidos hasta la médula. Nada podía cambiar 
eso. A lo mejor de vez en cuando lograban imitar a los chicos normales, 
especialmente Matteo, quien tenía ese acto controlado hasta el más mínimo detalle, 
pero al final era solo una máscara. 
Matteo se volvió hacia Lily. 
—No le digas a nadie lo que viste, ¿de acuerdo? 
Me alejé de él, necesitando un poco de distancia entre nosotros. ¿Cómo pude 
haberle dejado besarme? Tal vez tenía suerte y estaba más ebrio de lo que 
aparentaba. Tal vez no recordaría absolutamente nada mañana por la mañana. 
—De acuerdo —dijo Lily con una sonrisa tímida. 
Matteo me dio una mirada cómplice antes de pasar junto a Lily y doblar la 
esquina. Al momento en que se fue, Lily corrió hacia mí. 
—¡Lo besaste! 
—Shhh —dije mientras caminábamos por el pasillo. 
—¿Puedo dormir en tu habitación esta noche? Le dije a madre que podía. 
—Sí, seguro. 
—¿Cómo fue? —preguntó en un susurro callado—. El beso, quiero decir. 
Al principio quise mentir pero luego opté por la verdad. 
—Maravilloso. 
Lily soltó una risita y me siguió al interior de la habitación. 
—¿Entonces vas a besarlo otra vez? 
Quería hacerlo, pero sabía que esa sería una muy mala idea. No quería darle a 
Matteo ninguna idea. 
 
20 
—No. No volveré a besar a Matteo otra vez. 
Debí haber sabido que no sería tan fácil. 
 
 
 
Al día siguiente, un par de horas antes de que mi familia tuviera que irse a 
Chicago, Matteo me atrapó sola frente a mi habitación. No trató de besarme pero se 
detuvo muy cerca. Habría sido tan fácilsuperar la distancia entre nosotros, agarrar 
su camisa y tirar de él contra mí. En lugar de eso, puse mis defensas en su lugar y lo 
fulminé con la mirada. 
—¿Qué quieres? 
Matteo chasqueó la lengua. 
—Anoche, cuando estuvimos solos, no me trataste tan fría. 
—Esperaba que estuvieras demasiado ebrio para recordar. 
—Siento decepcionarte. —Si no dejaba de sonreír con esa sonrisa arrogante 
retorcería su cuello, o lo besaría, todavía no lo había decidido. Sin duda, la opción 
número uno era la mejor opción. 
—Fue cosa de una sola vez. No significó nada. Aún no me gustas. Lo hice 
solo porque quería hacer algo prohibido. 
—Hay muchas otras cosas prohibidas que podríamos hacer —murmuró, 
dando un paso más cerca y envolviéndome con su olor. 
—No, gracias. 
—¿Por qué? ¿Ya estás perdiendo tu valentía? Podría pedirle a tu padre tu 
mano en matrimonio si estás cansada de las cosas prohibidas. 
—Claro —dije sarcásticamente—. Nunca me casaré contigo, eso es una 
promesa. Y de todos modos, ahora que Aria ya está atrapada en Nueva York, padre 
no me mandaría lejos. 
Matteo sonrió. 
—Si tú lo dices. 
Su exceso de confianza me hizo estallar. Empujé mi dedo contra su pecho. 
 
21 
—Crees que eres irresistible, ¿verdad? Pues no lo eres. Tú, Luca y todos los 
otros hombres de esta maldita mafia creen que son oh-tan-fantásticos. Déjame 
decirte algo: si no fueran tan jodidamente ricos y no llevaran una puta pistola por 
dondequiera que vayan, no serían mejores que cualquier otro allí afuera. 
—Aún sería atractivo y todavía podría matar a la mayoría de los debiluchos 
de allí afuera solo con mis manos. ¿Qué hay de ti, Gianna? ¿Qué serías sin la 
protección de tu familia y el dinero de tu padre? 
Respiré profundamente. Sí, ¿qué sería yo sin todo eso? Nada. Nunca había 
tenido que hacer nada por mí misma, nunca se me había permitido hacerlo, pero no 
por falta de deseo. 
—Libre. 
Matteo se echó a reír. 
—Nunca serás libre. Ninguno de nosotros lo es. Todos estamos enjaulados 
por las reglas de nuestro mundo. 
Por eso es que quiero salir de este mundo. 
—Tal vez. Pero un matrimonio contigo jamás será mi jaula. —Me fui 
ofendida, sin darle otra oportunidad de replicar. 
 
 
22 
Tres 
Matteo 
Traducido por Greece Paradise y Paop 
Corregido por Anna Ancalimë y Paop 
 
al vez Gianna no lo entendía todavía, pero el matrimonio sería su jaula 
sin importar si lo quería o no. 
Ayer por la noche, después de nuestro beso, volví a la fiesta para beber 
hasta terminar inconsciente cuando me encontré con el bastardo de mi padre y 
Rocco Scuderi, hablando de Gianna y sus planes para casarla con un vejestorio que 
era conocido por su mano dura con las mujeres. No dije nada entonces porque 
conocía a mi padre. Si pensaba que quería a Gianna porque la deseaba, me gustaba o 
para protegerla de un destino peor, nunca estaría de acuerdo en arreglarme con ella. 
Ahora en la mañana, después de la presentación de las sábanas, busqué a 
Luca y lo encontré en su camino hacia el dormitorio principal con Aria a su lado. 
—Bueno, par de tortolitos, tendrán que posponer su sesión de apareamiento. 
Necesito hablar contigo, Luca —dije. 
Luca y Aria se dieron la vuelta. Las mejillas de Aria se tornaron de un rojo 
vivo y miró hacia mi hermano con una mezcla de preocupación y vergüenza. Él me 
fulminó con la mirada antes de bajar la mirada a su esposa. 
—Adelántate. Comprueba si las criadas empacaron todas tus cosas. Regresaré 
pronto. —Ella desapareció rápidamente en el dormitorio. 
—Las sábanas eran falsas, ¿no? Mi gran hermano malvado perdonó la 
virginidad de su pequeña novia. 
Luca frunció el ceño mientras se acercaba a mí. 
—Baja tu jodida voz. 
—¿Qué pasó? ¿Tomaste demasiado y no conseguiste levantarlo? 
—Vete a la mierda. Como si el alcohol alguna vez me hubiera detenido —
dijo. 
T 
 
23 
—Entonces, ¿qué? 
Luca me fulminó con la mirada. 
—Empezó a llorar. 
Me reí entre dientes. Me estiré hacia la funda del cuchillo alrededor de su 
antebrazo y la empujé hacia arriba, revelando una pequeña herida. Luca arrebató su 
brazo de mi toque. 
—Te cortaste. 
Luca pareció estar considerando cortarme en pedazos muy pequeños. Ya que 
todavía necesitaba su ayuda, decidí mantener mis burlas a un mínimo. 
—Lo sabía. Anoche le dije a Gianna que no necesitaba preocuparse por Aria. 
Tienes un punto débil por las damiselas en apuros. 
—No te… —Frunció el ceño—. ¿Estuviste a solas con Gianna? 
Asentí, luego lo llevé lejos del dormitorio, en caso de que Aria estuviera 
intentando escuchar a escondidas. Simplemente le contaría todo a su hermana. 
—La besé, y sabe incluso mejor de lo que se ve. 
—Mierda, no puedo creer que tuviste más acción que yo en mi propia maldita 
noche de bodas —murmuró Luca. 
—Las damas no pueden resistir mi encanto. 
Apoyó su mano en mi hombro. 
—Esto no es broma, Matteo. A la Organización no le resultará gracioso si vas 
por ahí quitando la virginidad a sus chicas. 
—No le quité la virginidad a nadie. La besé. 
—Sí, como si ese fuera siempre el final del asunto. 
—Quiero quitarle su virginidad. Pero no soy idiota. 
“¿De verdad?”, decía la expresión de Luca. 
—Quiero casarme con ella. 
Luca se detuvo bruscamente. 
—Dime que estás bromeando. 
 
24 
—No lo hago. Es por eso que necesito tu ayuda. Padre no hablará con Scuderi 
en mi nombre si piensa que quiero a Gianna por cualquier otra razón que no sea el 
rencor o la venganza. Lo conoces. 
—¿Y qué es lo que quieres que haga? 
—Ayúdame a convencerlo que me odia y me insulta, y que quiero casarme 
con ella para hacerla miserable. 
—¿No es esa la verdad? La chica no te soporta, y tú la quieres por eso. 
¿Cómo es eso diferente a la historia que vamos a decirle a padre? 
—No quiero hacerla miserable. 
Luca se veía dudoso. 
—El resultado final podría ser el mismo. Esa chica te va a volver loco, lo 
entiendes, ¿verdad? En realidad no estoy seguro de quererla en Nueva York. 
—Lidiarás con eso. Y Aria estará feliz de tener a su hermana con ella. 
—Realmente crees haberlo pensado todo, ¿no? 
—Lo hice. Y padre seguro elegirá alguna perra para mí que me hará 
miserable lo suficientemente pronto. 
—Así que en su lugar prefieres elegir a tu propia perra para que te haga 
miserable. 
Me quité su mano de encima. 
—Gianna no es una perra. 
—Quieres golpearme por ella —dijo Luca con una sonrisa retorcida. 
—Quiero golpearte por un montón de razones. 
Luca sacudió la cabeza. 
—Bien. Vamos a encontrar a padre. 
Recorrimos el corredor y bajamos las escaleras hacia la oficina de padre. 
Estaba saliendo de la habitación. Me obligué adoptar una máscara de furia. 
—No puedo creer su jodido descaro. 
—No hay nada que puedas hacer —me dijo Luca y luego se volvió hacia 
padre—. La pelirroja Scuderi provocó a Matteo. 
Padre alzó las cejas con ligero interés. 
 
25 
—¿Cómo así? —Hizo un gesto para que entráramos a su oficina, después 
cerró la puerta. 
Pretendí estar furioso mientras Luca inventaba alguna historia ridícula que 
terminaba con Gianna diciéndome que su padre jamás la cedería a Nueva York y 
que nadie podía convencerlo de lo contrario. 
—Lo hizo sonar como si yo estuviera por debajo de ella, como si 
estuviéramos por debajo de ellos. Quiero que la perra pague. No me importa lo que 
quiere. La quiero en mi cama. 
La emoción brilló en los ojos de padre. El sádico en serio se creía esa mierda, 
porque en su mente retorcida, sedienta de poder y crueldad, tenía sentido. 
—Supongo que puedo hablar con Scuderi. Se alegrará de deshacerse de ella. 
Es una chica problemática. —Su sonrisa se ensanchó—. Tendrás que enseñarle 
modales, Matteo. 
—No te preocupes —dije. Le enseñaré un montón de cosas. 
Dos días después, mi padre y Scuderi llegaron a un acuerdo y Gianna era mía. 
Ahora solo tenía que encontrar un buen momento para decírselo. 
 
Gianna 
 
A veces, de noche, cuando revivía nuestro beso, me preguntaba si tal vez 
Matteo y yo juntos no éramos tanmala idea. Pero entonces Aria me llamó y me 
contó cómo encontró a Luca engañándola, y ese fue el tipo de llamada de atención 
que necesitaría desesperadamente. Los hombres de la mafia siempre mataban, 
siempre engañaban, siempre arruinaban todo lo que tocaban. No dejaría que nadie 
me trate así. Ni siquiera les daría la oportunidad de intentarlo. Sin importar lo mucho 
que mi cuerpo quisiera besar a Matteo otra vez, me juré que lo alejaría. Un beso ya 
había sido demasiado. Si lo dejaba acercarse de nuevo, él nunca me dejaría en paz. 
Por supuesto, cuando visité Nueva York un par de semanas después de la 
boda de Aria, Matteo estaba allí en el apartamento de Luca para cenar con nosotros. 
La sonrisa que me dio cuando Aria me condujo a la mesa hizo que mi sangre hierva. 
¿Le había dicho a alguien de nuestro beso? Ni siquiera le conté a Aria sobre eso, y 
siempre le contaba todo a Aria. Esta sería una larga cena. 
 
 
26 
 
 
Al otro día, convencí a Aria para ir a un club, desesperada por olvidar a 
Matteo. Era mi primer bocado de libertad y, chico, tenía un buen gusto. No tan 
bueno como el de Matteo, me recordó una voz fastidiosa, que pronto quedó 
silenciada por los sonidos inundando la pista de baile en Sphere. Era una experiencia 
emocionante dejar que extraños me den un buen vistazo, que me deseen. Nunca 
antes había vestido tan sensual, nunca me lo habían permitido, y no podía dejar de 
sentirme extrañamente poderosa. Estaba bailando con un tipo alto cuando de repente 
fue apartado a empujones de mi lado por nada menos que el jodido Matteo Vitiello. 
—¿Qué diablos estás haciendo? —gruñó. 
—¿Qué diablos estás haciendo tú? No te metas en mis asuntos. 
Mi compañero de baile había recuperado el equilibro y se acercó a nosotros, 
pero antes de que pudiera decir algo, Matteo le dio un codazo justo por debajo de las 
costillas, haciéndolo caer de rodillas, y entonces, dos gorilas aparecieron y se lo 
llevaron arrastrando. 
Me detuve en aturdido silencio. 
—¿Has perdido la puta cabeza? 
Matteo acercó su cara a la mía y agarró mi brazo con fuerza. 
—No volverás a hacer esto nunca. No voy a dejar que coquetees con otros 
tipos. 
—No estaba coqueteando con nadie, estaba bailando. —Luego realmente 
comprendí sus palabras—. ¿Con otros tipos? ¿Así que piensas que porque nos 
besamos una vez puedes decirme qué hacer con mi vida? Noticia de último 
momento: no eres mi dueño, Matteo. 
Sonrió arrogante. 
—Oh, pero lo soy. —Sus ojos oscuros vagaron por mi ceñido vestido corto, 
permaneciendo mucho tiempo en mis piernas desnudas—. De cada centímetro de ti. 
Me solté de su agarre. 
—Estás loco. Aléjate de mí. 
 
27 
Se fue con Luca sin decir otra palabra, pero dejó conmigo a uno de sus 
estúpidos guardaespaldas babuinos. Estaba tan enojada, quería correr detrás de él y 
golearlo hasta hacerlo polvo. 
En su lugar me dirigí a Aria, que parecía perdida mientras permanecía 
inmóvil en el centro de la pista de baile. 
—Ese idiota —murmuré. 
Después de un momento, sus ojos se posaron en mí. 
—¿Quién? 
—Matteo. El tipo tuvo el nervio de pedirme que no baile con otros hombres. 
¿Quién se cree que es? Mi dueño. Qué se joda. —Aria parecía a kilómetros de 
distancia—. ¿Estás bien? 
Asintió. 
—Sí. Vamos a la barra. —Los dos perros falderos de Luca, Romero y Cesare, 
nos siguieron y Aria los atacó—. ¿Pueden vigilarnos de lejos? Me están volviendo 
loca. 
Aturdida, vi cómo se abalanzó a la barra y ordenó bebidas para nosotras. 
Romero y Cesare nos observaban con ojos de halcón desde lejos. Tanto para un 
poco de libertad y diversión. El enojo contra Matteo resurgió de nuevo, pero me lo 
tragué. No le dejaría arruinarme la noche. 
—Puedes ir a bailar —dijo Aria con una sonrisa temblorosa, aferrándose a su 
bebida como si fuera su salvavidas. 
—En unos minutos. Te ves pálida. 
—Estoy bien. 
No se veía bien, y no estaba segura por qué no quería decirme lo que le estaba 
molestando. Aunque en realidad no tenía derecho a quejarme. Después de todo, 
todavía no le había hablado del beso. 
—De verdad necesito ir al baño —dije después de varios minutos de silencio. 
—Necesito sentarme durante unos minutos más. 
Dudé, preguntándome si era buena idea dejarla, pero no era como si estuviera 
sola. Después de todo, Romero nunca la dejaba fuera de vista, gracias a la 
posesividad de Luca. 
 
28 
Me dirigí a la parte trasera del bar donde estaban los baños, intentando no 
descargar mi ira con Cesare que era como una sombra molesta. Cuando regresé al 
bar unos minutos más tarde, el infierno se había desatado. Aria se tambaleaba y 
Cesare tenía que sostenerla de pie mientras Romero tenía su cuchillo enterrado en la 
pierna de un idiota. 
—Vas a seguirnos. Si intentas correr, morirás —gruñó Romero. 
—¿Aria? —susurré, mi corazón martillando en mi pecho. No parecía 
escucharme. 
—Agarra su bebida. Pero no bebas —dijo Cesare. 
Recogí la copa, demasiado alterada para molestarme por su tono 
condescendiente. 
Caminamos a la parte de atrás y luego hacia abajo a un sótano. Las piernas de 
Aria apenas la sostenían. Me quedé a su lado todo el tiempo. Cuando entramos en 
una especie de oficina, mis ojos se fijaron en Matteo que estaba reclinado en una 
silla. Su mirada se centró en mí antes de observar el resto de la escena. Se puso de 
pie. 
—¿Qué está pasando? 
—Probablemente drogas —dijo Romero. 
¿Drogas? Entrecerré los ojos hacia el hijo de puta que había drogado a mi 
hermana. Quería golpearlo, pero la expresión en el rostro de Matteo dejó claro que 
obtendría mi deseo. Sus ojos me hicieron una promesa. Sabía que era retorcido, pero 
de alguna manera me hizo querer besarlo aún más. 
Algo estaba tan mal conmigo. 
 
 
 
Aria y yo nos fuimos antes que Luca y Matteo comenzaran a encargarse del 
bastardo, y Romero nos condujo por la puerta trasera hacia un todoterreno. Mi 
corazón se apretó cuando me senté en el asiento trasero con la cabeza de Aria en mi 
regazo. Estaba tan indefensa. Le acaricié el cabello mientras escuchaba sus 
divagaciones. La idea de que alguien quisiera hacerle daño me asustó mucho. Esta 
era probablemente la primera vez que me alegré por nuestros guardaespaldas. Sin 
ellos, ese maldito enfermo habría secuestrado a Aria y la habría violado. Pero sabía 
 
29 
que obtendría lo que se merecía, y estaba extrañamente bien con eso. Odiaba la 
mafia y todo lo que representaba, pero en este momento no sentía pena por el 
atacante de Aria. Tal vez esta era una señal de lo mucho que esta vida me había 
formado, una señal de lo dañada que estaba. No podía sacar la mirada del rostro de 
Matteo de mi cabeza. Ese destello de emoción cuando sacó su cuchillo antes que 
Aria y yo saliéramos de la habitación. Él y Luca eran unos monstruos. Todavía no 
estaba segura quién era más peligroso de los dos. Pero lo peor era que, una parte de 
mí se sentía atraída por el lado monstruoso de Matteo. 
 
 
 
Había transcurrido casi un mes desde que vi a Matteo por última vez. De 
alguna manera, sus palabras de que era suya no dejaban mi mente. Cada vez que 
revivía nuestro beso, las traía a la vanguardia de mi mente para dejar que mi cólera 
removiera cualquier tipo de anhelo que sintiera mi cuerpo. La única razón por la que 
aún recordaba ese estúpido beso era porque las cosas en casa estaban mal. Peleaba 
con mi padre constantemente, la mayor parte del tiempo por mi hábito de decir lo 
que pensaba, algo así como hoy. 
—Me importa una mierda lo que se espera de mí. 
Mi madre me hizo callar, con los ojos sorprendidos, pero no quería escuchar. 
Si mi padre me decía una vez más que debía comportarme como una dama decente, 
me volvería loca. 
—¿Por qué es tan difícil que lo entiendas? No quiero ser una señora, 
definitivamente no quiero ser una buena esposa para algún idiota mafioso algún día. 
Preferiría cortarme la garganta que terminar así. 
Lo vi venir, pero ni siquiera intenté evitarlo. La mano de mi padre golpeómi 
cara. Era una de sus bofetadas más suaves, aquellas que usualmente no era una 
buena señal. Golpeaba fuerte cuando no tenía palabras para romper mi espíritu. Si 
me trataba con contemplaciones, no me gustaría lo que tenía que decir. Me agarró 
por los hombros con fuerza hasta que lo miré. 
—Entonces tal vez deberías ir a buscar un cuchillo afilado, Gianna, porque 
Vitiello y yo decidimos que vas a casarte con su hijo Matteo. 
Mi boca se abrió. 
—¿Qué? 
 
30 
—Debes haberle causado una buena impresión porque le pidió a su padre que 
hiciera este arreglo. 
—¡No puedes hacer eso! 
—Puedo. Y no fue mi idea. Matteo parecía muy inflexible sobre casarse 
contigo. 
—Ese bastardo. 
El agarre de mi padre aumentó y me estremecí. Lily solo se quedó mirando 
con sus enormes ojos azules. Ella y Aria solo habían experimentado ocasionalmente 
el lado más duro de padre. Por lo general, reservaba las bofetadas y la crueldad para 
mí, la hija mala. 
—Esta es exactamente la razón por la que me alegro que te vayas de nuestro 
territorio. Si te casara con uno de nuestros soldados, tendría que castigar a uno de los 
míos por matarte a golpes por tu insolencia, pero si Matteo Vitiello te tortura para 
que recobres algún sentido, estaré libre de responsabilidades porque no puedo 
arriesgarnos a una guerra con Nueva York. 
Me tragué el dolor. Sabía que mi padre me quería menos, y no era como si 
necesitara su aprobación o afecto, pero sus palabras dolieron de todos modos. 
Madre, por supuesto, no dijo nada, solo veía hacia su plato mientras doblaba y 
desplegaba su estúpida servilleta. Los ojos de Lily estaban llenos de lágrimas, pero 
sabía que era mejor no abrir la boca cuando padre estaba de mal humor. Ella y Aria 
siempre habían sabido mejor con la auto-preservación que yo. 
—¿Cuándo tomaste la decisión? —pregunté firmemente, tratando de 
enmascarar mis sentimientos. 
—Matteo y su padre se acercaron a mí inmediatamente después de la boda de 
Aria. 
Y de repente supe cuándo Matteo había decidido casarse conmigo: cuando le 
dije la mañana después de nuestro beso que jamás me casaría con él. El cabrón 
arrogante no pudo aceptar el golpe a su orgullo. Se casaba conmigo para probar un 
punto: que conseguía cualquier cosa que quería, que tenía el poder mientras yo era 
una marioneta en las manos de la mafia. 
—No me casaré con él o cualquier otro. No me importa lo que digas. No me 
importa lo que digan los Vitiello. Me importa una mierda. 
Padre me sacudió duro hasta que mis oídos empezaron a sonar. 
 
31 
—Harás lo que te digo, niña, o te juro que te golpearé hasta que olvides tu 
nombre. 
Lo fulminé con la mirada. Nunca había odiado a nadie como odiaba al 
hombre que estaba frente a mí y, sin embargo, parte de mí, alguna esperanzada, 
estúpida y débil parte lo amaba. 
—¿Por qué haces esto? No es necesario. Ya le dimos a Aria para hacer las 
paces. ¿Por qué me obligas a casarme? ¿Por qué no me dejas ir a la universidad y ser 
feliz? 
Los labios de padre se curvaron con repugnancia. 
—¿Ir a la universidad? ¿Eres realmente así de estúpida? Vas a ser la esposa 
de Matteo. Vas a calentar su cama y llevar sus hijos. Fin de la historia. Ahora vete a 
tu habitación antes de que pierda la paciencia. 
Lily me lanzó una mirada suplicante. Lo que una vez había sido el trabajo de 
Aria era ahora de Lily: mantenerme fuera de problemas. Si no hubiera sido por ella, 
habría continuado la pelea. No me importaba que padre me golpeara una y otra vez, 
no cambiaría mi forma de pensar. 
Di media vuelta y corrí a mi habitación donde agarré el teléfono y me arrojé 
en la cama. Marqué a Aria con rapidez y después del segundo timbre contestó. Al 
oír su voz, las lágrimas que había estado conteniendo, escaparon. Al menos, nuestro 
bastardo padre no podía verlas. 
—Aria —susurré. 
Las lágrimas surgiendo más rápido. 
—Gianna, ¿qué pasó? ¿Qué está pasando? ¿Estás herida? 
—Padre me ha cedido a Matteo. 
Las palabras sonaron tan ridículas. Nadie en el mundo exterior ni siquiera las 
entendería. No era un mueble que pudiera ser cedido a alguien y sin embargo esa era 
mi realidad. 
—¿Qué quieres decir con que te ha cedido a Matteo? 
—Salvatore Vitiello habló con padre y le dijo que Matteo quería casarse 
conmigo. ¡Y padre estuvo de acuerdo! 
—¿Padre dijo por qué? No entiendo. Ya estoy en Nueva York. No necesita 
casarte también con alguien de la familia. 
 
32 
—No sé por qué. Tal vez padre quiere castigarme por decir lo que pienso. Él 
sabe lo mucho que desprecio a nuestros hombres, y lo mucho que odio a Matteo. 
Quiere verme sufrir. 
Esa no era exactamente la verdad. En realidad no odiaba a Matteo, al menos 
no más de lo que odiaba a todos los demás hombres de la mafia. Odiaba lo que 
representaba y lo que hacía, odiaba que hubiera pedido mi mano a padre, como si mi 
opinión no importara. 
—Oh, Gianna. Lo siento mucho. Tal vez pueda hablar con Luca y él puede 
hacer que Matteo cambie de opinión. 
—Aria, no seas ingenua. Luca lo sabía desde el principio. Es el hermano de 
Matteo y el futuro Capo. Algo así no se decide sin que él no esté involucrado. 
—¿Cuándo tomaron la decisión? 
Después que fui lo suficientemente estúpida como para besarlo. 
—Hace unas semanas, incluso antes de ir a visitarte. 
No podía decirle que había sucedido en su boda. Aria solo encontraría una 
forma de culparse por mi miseria. 
—¡No lo puedo creer! Voy a matarlo. Él sabe cuánto te amo. Sabe que no lo 
hubiera permitido. Habría hecho cualquier cosa para evitar el acuerdo. 
Aria sonaba sorprendentemente como yo en ese momento, y aunque mi 
corazón se hinchaba de amor por ella, por su voluntad de protegerme, no podía 
permitirlo. Tal vez Aria no lo veía, pero Luca era un monstruo y no quería que la 
lastimara, no por mí, no cuando ya era demasiado tarde. 
—No te metas en problemas por mí. De todos modos, es demasiado tarde. 
Nueva York y Chicago ya se dieron la mano en cuanto a esto. Es un trato cerrado y 
Matteo no dejará que me escape de sus garras. 
Y supe que era cierto. Aunque él decidiera que no me quería, nunca lo 
admitiría. Siempre pensé que podía evitar el matrimonio, que encontraría una 
manera de ir a la universidad, que hallaría una vida lejos del mundo de la mafia. 
—Quiero ayudarte, pero no sé cómo —dijo Aria miserablemente. 
—Te amo, Aria. La única cosa que me impide cortarme las venas en este 
momento es saber que mi matrimonio con Matteo significa que voy a vivir en Nueva 
York contigo. 
 
33 
Nunca había considerado el suicidio como una opción válida, nunca me había 
sentido lo suficientemente miserable como para hacerlo. Pero a veces parecía la 
única opción que me había dejado la vida, la única manera de decidir mi propio 
destino y arruinar los planes de mi padre era en realidad la muerte. Pero nunca lo 
haría realmente. No podía herir a mis hermanas de esa manera, y a pesar de todo, me 
aferraba demasiado a la vida. 
—Gianna, eres la persona más fuerte que conozco. Prométeme que no vas a 
hacer nada estúpido. Si te haces daño, no podría vivir conmigo. 
—Eres mucho más fuerte que yo, Aria. Tengo una bocaza y una ostentosa 
bravuconería, pero tú eres resistente. Te casaste con Luca, vives con un hombre 
como él. No creo que yo pudiera haberlo hecho. No creo que pueda. 
Había visto vislumbres de la oscuridad de Matteo en Nueva York cuando se 
ofreció a matar al atacante de Aria para hacerme feliz, y después en sus ojos cuando 
había estado cubierto de sangre como Luca. No había habido arrepentimiento ni 
culpa en su mirada entonces. A veces pensaba que era el más peligroso de los dos 
porque tenía menos control. A veces pensaba que escondía lo mal que estaba con su 
personalidad extrovertida. 
—Lo resolveremos, Gianna —dijo Aria. 
Sabía que no podía hacer nada. 
 
 
 
Esa noche el jodido Matteo Vitiello de hecho se atrevió a llamar a mi 
teléfono. Lo ignoré. De ninguna puta forma iba a hablarle. No después de loque 
había hecho. Si pensó que esto se había terminado, si pensó que había ganado, 
entonces estaba equivocado. 
 
 
34 
Cuatro 
Matteo 
Traducido por Camii y FerEsq 
Corregido por Anna Ancalimë y Paop 
 
staba listo para que este maldito día termine. Primero el funeral de 
padre y ahora, horas de discusiones con Cavallaro y Scuderi sobre las 
maneras de mantener a los rusos a raya y mostrarles quién es el jefe. No 
era como si necesitara tiempo para hacer luto. Luca y yo no habíamos tenido ningún 
otro sentimiento por nuestro padre en un largo tiempo excepto odio y desprecio, 
pero tampoco era fanático de los funerales y todo lo que implicaban. Especialmente 
ver a mi madrastra llorar falsamente había irritado mis putos nervios. ¿Realmente 
pensaba que alguien en realidad creía que extrañaba a su marido sádico? 
Probablemente escupió en su cadáver cuando nadie miraba. Era lo que yo quería 
hacer. 
La única cosa buena de toda esta penosa experiencia había sido Gianna, quien 
había asistido al funeral con su familia. Había ignorado mis llamadas desde que 
descubrió lo de nuestro matrimonio una semana atrás, pero no podía evitarme para 
siempre. De hecho, estaba esperando nuestro primer encuentro privado. Amaba 
cuando se enojaba. 
Después de la reunión, estaba yendo a buscar mi moto cuando oí pasos detrás 
de mí. Me giré, encontrando a Luca corriendo hacia mí, con el teléfono presionado 
contra su oreja y una expresión atormentada en su rostro. 
Antes de poder preguntarle lo que se le había metido en el trasero, bajó el 
teléfono y dijo: 
—Llamó Cesare. Los rusos están atacando la mansión. Romero está tratando 
de mantener a todos a salvo pero son demasiados. 
—¿Dónde están Gianna y Aria? 
—No lo sé, maldita sea. Tendremos que tomar el helicóptero. 
E 
 
35 
Seguí a Luca hacia el auto. Aceleró al momento en que estuvimos sentados. 
Nunca debimos permitir que Aria y Gianna dejaran los Hamptons sin nosotros. 
Habíamos pensado que estarían más protegidas allí. Creímos que nuestros enemigos 
atacarían la ciudad en donde muchos miembros de la Organización y de los nuestros 
se habían reunido a honrar a mi padre. Habíamos sido unos jodidos idiotas. 
Luca golpeó el volante. 
—Voy a cazar a cada maldito ruso si lastiman a Aria. 
—Estaré a tu lado —dije. No me importaba a cuántos de ellos tendría que 
cortar en pequeñas piezas para llegar a Gianna. Maldita sea. 
Cuando finalmente aterrizamos cerca de nuestra mansión en los Hamptons, 
Luca y yo no hablamos. Ambos sabíamos que era probable que hubiéramos llegado 
demasiado tarde. 
—Están bien —le dije. 
Bajamos del helicóptero y corrimos a toda prisa hasta el vestíbulo de la 
mansión. Saqué mi cuchillo de la garganta de algún idiota y me enderecé cuando 
uno de los bastardos rusos gritó desde el interior: 
—Tenemos a tu esposa, Vitiello. Si quieres verla en una sola pieza es mejor 
que detengas el combate y sueltes tus armas. 
Luca miró en mi dirección. 
—No hagas nada estúpido, Matteo. 
—No eres el único que tiene algo que perder —dije severamente—. Gianna 
también está ahí. 
Asintió, luego avanzó lentamente. Lo seguí unos pocos pasos atrás. Mis ojos 
encontraron primero a Aria. Uno de los subjefes rusos, un maldito llamado Vitali, 
sostenía un cuchillo contra su garganta. Luca mataría al bastardo. 
—Entonces, ¿ésta es tu esposa, Vitiello? —preguntó Vitali, pero apenas oí. 
Gianna estaba tumbada en el suelo, con un enorme hematoma en su frente. 
Podía decir que estaba temblando, por miedo o dolor, no estaba seguro. Sus ojos 
azules encontraron los míos. Un enorme idiota ruso se alzaba sobre ella. La sed de 
sangre inundó mi cuerpo. Giré los cuchillos en mis manos, tratando de decidir cuál 
parte de su cuerpo cortaría primero, probablemente la mano que había usado para 
pegarla. 
 
36 
Gianna no apartó sus ojos de mí, como si supiera que estaba por arreglar esto. 
No dejaría que ninguno de esos malditos la lastimaran más ahora que estaba aquí. Y 
por Dios, los haría pagar, haría que se arrepintieran del día que pusieron sus ojos en 
ella, los haría arrepentirse del maldito día en que nacieron. 
—Déjala ir, Vitali —gruñó Luca. 
—No lo creo —respondió Vitali con ese molesto acento—. Tomaste algo que 
nos pertenece, Vitiello, y ahora tengo algo que te pertenece a ti. Quiero saber dónde 
está. 
No estaba seguro de lo que hizo el bastardo de la Bratva porque mantuve mis 
ojos en el captor de Gianna así como en los que estaban detrás de él, pero Luca dio 
un paso más amenazante, y entonces se detuvo. 
—Bajen sus armas o cortaré su garganta. 
Cuando los cerdos aprendan a volar, hijo de puta. 
Hubo un ruido sordo, luego otro. Mis ojos volaron a Luca, quien había 
arrojado sus armas al piso. No podía creerlo. Entrecerró sus ojos hacia mí. 
¿En serio? Por la mirada en su rostro, lo era. Bajé mis cuchillos lentamente. 
Gianna cerró los ojos como si pensara que todo estaba acabado. No había terminado, 
estaba lejos de hacerlo. No antes de que hubiera matado a cada jodido bastardo en la 
habitación y los hiciera arrepentirse del día en que nacieron. 
—Tu esposa sabe deliciosa. Me pregunto si sabe así de delicioso en todas 
partes —dijo Vitali mientras acercaba a Aria contra él como si fuera a besarla. Podía 
decir que Luca estaba a segundos de atacar. 
El idiota ruso detrás de Gianna pateó su trasero con su zapato y sonrió. Su pie 
sería la segunda cosa que cortaría, y me tomaría mi maldito tiempo matándolo. 
Vitali lamió el mentón de Aria. Ella lucía como si estuviera por vomitar. 
Luego, alcanzó su bolsillo trasero y sacó una navaja suiza. ¿En dónde diablos la 
había encontrado? Para el momento en que la clavó en la pierna de Vitali, caí de 
rodillas, agarré mi arma con la mano izquierda y uno de mis cuchillos con la 
derecha. Disparé cuatro veces seguidas. Dos balas atravesaron las canillas del 
cabrón que había pateado a Gianna, la tercera rompió cada hueso en su mano 
derecha, la cuarta rompió el cráneo del otro bastardo. Arrojé el cuchillo al mismo 
tiempo. Perforó el ojo del ruso número tres. 
Corrí hacia Gianna, deslicé mi brazo bajo su cuerpo y la cargué a un lado 
donde estaba protegida por un gran aparador de madera. Me arrodillé frente a ella y 
 
37 
disparé a otro ruso, después a otro más. El rostro de Gianna se encontraba 
presionado contra mi rodilla, así que puse mi palma sobre su coronilla, acariciando 
su revoltoso cabello rojo. 
Una mujer lloró. Mis ojos escanearon alrededor rápidamente hasta que se 
detuvieron en Luca quien estaba sosteniendo a una inmóvil Aria entre sus brazos. 
Me congelé, mi corazón golpeando feroz contra mi pecho. 
—¡No! —gimió Gianna con voz ronca. Intentó sentarse pero sus brazos se 
rindieron y cayó contra mí—. ¡Aria! 
Envolví mis brazos a su alrededor y ella me observó aterrorizada. 
—¡Ayuda a Aria! ¡Ayúdala! —susurró. 
Trató de pararse nuevamente. La ayudé, envolví un brazo alrededor de su 
cintura, pero no la dejé ir con su hermana. Luca parecía como si fuera a matar a 
cualquiera que se atreviera a acercarse. Había una expresión en su rostro que nunca 
antes había visto. Liderando una vida de brutalidad, Luca y yo teníamos el potencial 
para estallar. Pero hasta ahora no había pensado que hubiera algo en este planeta que 
pudiera de hecho llevar a Luca al borde. 
Gianna empezó a llorar. Toqué su mejilla. 
—Tranquila. Aria estará bien. Luca no la dejará morir. 
Por el bien de todos esperaba estar en lo correcto. Gianna se inclinó contra 
mí, sus manos aferrando fuertemente mi camisa. Miré abajo, hacia ella. 
Cuando Aria finalmente abrió los ojos, Gianna dejó escapar un sollozo y 
presionó su rostro contra mi pecho. Agarré su cabeza y luego le di un suave beso. 
No reaccionó. Probablemente estaba en shock. 
—¿Qué hay de Gianna, Lily y Fabi? —preguntó Aria con voz débil. 
Gianna levantó la cabeza, pero no se alejó. 
—Bien. 
Luca mantuvo a Aria entre sus brazos y después de una discusiónla llevó 
escaleras arriba hacia uno de los dormitorios. El doctor ya estaba en camino. 
Gianna intentó pararse por su cuenta pero se balanceó y tuvo que agarrar mi 
brazo. Sus ojos perdieron el enfoque por un momento antes de posarse sobre mí una 
vez más. No dijo nada, solo me miró. Pasé mis yemas suavemente sobre el golpe en 
su frente. 
 
38 
—¿Este es el único lugar en donde estás herida? 
Ella se encogió de hombros, luego hizo una mueca. 
—Me duele el costado y mis costillas. 
—Oye Matteo, ¿qué hay de este idiota? —preguntó Romero, apuntando al 
ruso que había pateado a Gianna. 
—¿Es el único sobreviviente? 
—Al menos hay otro más —respondió Romero. 
—Bien. Pero ese es mío. Lo interrogaré. 
—Ese es el tipo que me golpeó en la cabeza —dijo Gianna suavemente. 
—Lo sé. 
Ella estudió mi cara pero no estaba seguro lo que estaba buscando. Sus ojos 
se cerraron por un momento, pero los abrió de nuevo rápidamente. 
—Necesitas acostarte —dije. 
Ni siquiera trató de protestar, lo cual era una mala señal. Apreté mi agarre en 
ella y la llevé hasta las escaleras. 
—¿Matteo? —llamó Romero. 
Lo miré por encima de mi hombro y al otro hombre. 
—Volveré en un minuto. Desháganse de los cuerpos, y lleven a los dos 
sobrevivientes al sótano. 
Romero asintió. 
—Bien. 
Entonces, sus ojos se deslizaron al cuerpo de Cesare en el suelo. No había 
nada que pudiéramos hacer por él. Lo había conocido por un largo tiempo. Había 
sido un buen soldado leal. El tiempo de lamentar su pérdida vendría, pero no era 
ahora. 
Ayudé a Gianna a subir las escaleras, y prácticamente la cargué por el pasillo 
hacia una de las habitaciones de invitados. Realmente quería llevarla a la habitación 
en la que dormía cuando nos quedábamos en la mansión pero no quería tener una 
maldita pelea, no hasta que Gianna estuviera lo suficientemente bien para una 
disputa equitativa. Se acostó sobre la cama y cerró los ojos con un gemido. 
 
39 
Me incliné sobre ella. 
—Quiero echar un vistazo a tus costillas. No me golpees. 
Sus ojos se abrieron lentamente, y el destello de una sonrisa apareció en sus 
labios. Me pregunté si era porque tenía una conmoción cerebral o si finalmente 
había aceptado nuestro matrimonio inminente. 
Subí su camisa, revelando centímetro a centímetro de pálida piel y sedosa, 
pero antes de que en mi mente pudieran aparecer fantasías, encontré el primer golpe. 
Uno grande sobre su cintura y dos pequeños sobre su caja torácica. Gentilmente, 
presioné sobre el golpe en su cintura pero se alejó de mi toque con un siseo. 
—Mierda, eso duele. 
Apreté los dientes. No podía esperar a bajar al sótano y tener unas palabras 
con el idiota que la lastimó. Deslicé mis manos más arriba, trazando suavemente sus 
costillas. 
Tembló. 
—¿Qué estás haciendo? 
—Quiero ver si tus costillas están rotas —contesté. 
—Quieres aprovecharte de la situación para tocarme, admítelo. 
Su intento de humor quedó arruinado por su voz temblorosa, pero decidí 
seguir el juego. No necesitaba saber que estaba pensando en una forma de prolongar 
el sufrimiento de su atacante. 
Sonreí pícaramente. 
—Estaremos casados en menos de un año, entonces podré tocarte cuándo y 
dónde quiera. 
Su sonrisa murió y se giró, cerrando los ojos. Tal vez no había aceptado 
nuestro matrimonio todavía… 
Me enderecé. 
—Necesito regresar abajo. Enviaré al doctor cuando termine con tu hermana. 
Deberías descansar un poco. No camines alrededor de la casa. 
No abrió sus ojos, no dio ninguna indicación que me hubiera escuchado en lo 
absoluto. 
 
40 
Salí y cerré la puerta. El doctor ya estaba encaminándose hacia mí, una de sus 
asistentes, una mujer joven cuyo nombre seguía olvidando, se encontraba a unos 
pasos detrás de él. 
—¿En dónde está Aria? —preguntó con su voz ronca de fumador. 
Apunté al dormitorio principal. 
—Cuando termines con Aria, atiende a Gianna. No creo que esté gravemente 
herida pero quiero estar seguro. 
Dio un asentimiento breve, sin detenerse en ningún momento. Nadie quería 
hacer esperar a Luca. 
—Llámame antes de entrar. Quiero estar ahí cuando revises a Gianna. 
Doc tenía más de sesenta pero eso no significaba que lo quería solo con 
Gianna, no después de casi perderla. 
Se detuvo brevemente, fijando sus pálidos ojos en mí. 
—¿Es tuya? 
—Sí. 
Asintió simplemente, y luego continuó hacia la habitación principal. Me giré 
y avancé a las escaleras. 
Cuando entré en el sótano, los dos sobrevivientes rusos estaban atados a 
sillas. Tito, uno de nuestros mejores agentes, se encontraba apoyado contra una 
pared, con los brazos cruzados. Romero estaba a su lado. Otro soldado, Nino, ataba 
un goteo al idiota que iba a desgarrar. El otro ruso estaba en mejor forma y no 
necesitaba una transfusión… todavía. Una vez Tito también pusiera las manos sobre 
el pobre bastardo, eso cambiaría. 
Tito se enderezó e inclinó la cabeza. 
—Espero que no hayas empezado todavía —le dije. 
—Estábamos esperándote —dijo Tito. 
—¿Te parece que Tito ya empezó su trabajo? —preguntó Nino con ansiedad. 
El chico tenía una fascinación enfermiza por la tortura. 
—Bien. —Caminé hacia el atacante de Gianna. Él me fulminó con la 
mirada—. ¿Cómo te llamas? —pregunté. 
—Vete a la mierda —dijo con un pesado acento inglés. 
 
41 
Le sonreí a Tito, Romero y Nino. Luego desenvainé mi cuchillo y lo sostuve 
en alto para que el bastardo ruso lo admirara. 
—¿Seguro que no quieres decirme tu nombre? 
Escupió frente a mis pies. 
—¿Dónde está la puta pelirroja? Su coño estaba llamándome. 
Nino le dio un codazo a Romero con una sonrisa ansiosa. Tito había sacado 
su propio cuchillo y lo estaba limpiando en sus pantalones. 
—Palabras duras para un hombre muerto —dije ligeramente. 
—No te diré nada. 
—Eso es lo que todos dicen. —Me acerqué más—. Veamos lo duro que eres 
realmente. Veinte minutos es lo máximo que me ha costado conseguir el nombre de 
alguien. 
Golpeé mi puño contra su costado, justo sobre su riñón izquierdo. Mientras 
jadeaba para respirar, permití que Tito comenzara su trabajo en el otro bastardo ruso. 
Doce minutos más tarde, descubrí que el hombre que estaba delante de mí se 
llamaba Boris y había estado trabajando para la Bratva en Nueva York durante seis 
años, antes había estado en San Petersburgo. Todavía estaba reacio a darme más que 
la información básica. Hice una pausa, mirando fijamente su rostro cubierto de 
sangre. 
—¿Seguro que no tienes una respuesta a mi pregunta? 
Tosió, la sangre escurriendo sobre su camisa. 
—Vete a la mierda. 
—Puedo hacer esto toda la noche, pero puedo prometerte, no será bonito. 
 
Gianna 
 
Me cansé de esperar a que apareciera el doctor. Ya no me sentía tan mareada, 
y apenas me estremecí cuando me enderecé. Y para ser honesta, estar sola me 
asustaba después de lo que había sucedido hoy. Estaba segura que todos moriríamos, 
y mi cuerpo todavía no estaba convencido de lo contrario. Mi pulso era rápido y 
 
42 
estaba cubierta de sudor. Todo porque la mafia tenía una cuenta pendiente con la 
Bratva. 
Salí de mi habitación y vacilé en el pasillo. Mis ojos se dirigieron hacia el 
final donde estaba el dormitorio principal. Probablemente, Luca y el doctor todavía 
estaban cuidando de Aria. Me sacarían si intentaba entrar, o peor, me encerrarían en 
el dormitorio de invitados para que no pudiera andar por la casa. Decidí ir en busca 
de Lily y Fabi en su lugar. Saqué mi teléfono del bolsillo y envié un mensaje a mi 
hermana. 
¿Dónde estás? 
En lugar de contestar, se abrió una puerta y la cabeza rubia oscura de Lily 
apareció. Su cara estaba hinchada por el llanto y sus ojos se veían enormes y 
temerosos. Cuando su mirada se posó en mí, corrió en mi dirección y me abrazó. 
—¿Dónde está Fabi? —pregunté cuando pude respirar de nuevo. Mis costillas 
palpitaban ferozmente por su abrazo, pero no quería que supiera que estaba herida. 
Parecía aterrorizada así como estaba. 
—Dormido. Le dieron una especie de píldorapara dormir porque estaba 
teniendo un ataque de nervios. —Me miró—. Estaba tan asustada, Gianna. Pensé 
que todos íbamos a morir, pero Romero nos protegió a Fabi y a mí. 
Sus mejillas se pusieron rojas. Su enamoramiento por Romero había crecido 
rápidamente en los últimos meses. No tenía la fuerza para decirle qué tipo de 
hombre debía ser si Luca lo había elegido como protector de Aria. Lily se daría 
cuenta muy pronto de que estábamos rodeados por los malos, no por caballeros de 
brillante armadura. 
—¿Qué hay de Aria? Romero solo dijo que estaba bien antes de que nos 
dejara solos en la habitación y me dijo que no vagara por la casa porque era 
demasiado peligroso. 
—Le dispararon en el hombro, pero el doctor está cuidando de ella. Estará 
bien. 
Eso es lo que esperaba. Mis ojos se dirigieron hacia el dormitorio principal 
otra vez. Tendría que intentar entrar más tarde, cuando el Doc y Luca se hubieran 
ido. 
—Regresa a tu habitación, volveré pronto. —Me volví para irme, pero Lily 
me siguió como un cachorrito perdido. 
—¿A dónde vas? —preguntó ella. 
 
43 
—Abajo. Quiero ver el daño. 
—Voy contigo. 
Suspiré. Aria le habría dicho a nuestra hermana que no, pero era hipócrita de 
mi parte decirle a Lily que se comportara cuando rara vez había seguido órdenes en 
mi vida. Lily ya no era una niña pequeña. 
—Muy bien, pero mantén la calma y mantente alejada de los hombres. 
Lily puso los ojos en blanco. 
—No estoy interesada en ellos. 
—No dije que lo estuvieras, pero ellos podrían estar interesados en ti. 
Realmente no quería tener que explicarle a Luca que había tenido que matar a 
uno de sus hombres porque había tocado a Lily. Por supuesto, primero tendría que 
encontrar una manera de hacerlo. Nos dirigimos abajo. El vestíbulo de entrada era 
un desastre. Sangre y vidrios rotos cubrían el suelo. Al menos los cadáveres habían 
desaparecido, pero un rastro de sangre me llevó a un montón de rusos muertos. En 
serio esperaba que no trataran el cuerpo de Umberto así. Mi pecho se tensó, pero 
luché contra la tristeza. Umberto había elegido esta vida. La muerte era parte del 
juego. 
Bloqueé la vista de Lily de los cadáveres y la arrastré hacia la sala de estar, 
que no estaba en mucha mejor forma. Los sofás blancos definitivamente tendrían 
que ser reemplazados. No creía que cualquier lejía en el mundo pudiera sacar las 
manchas. Lily hizo un pequeño sonido angustiado y la empujé más adelante, 
lamentando haber permitido que viniera conmigo. Un par de hombres estaban 
tomando un descanso para fumar en la terraza, y nos miraron cuando pasamos. No 
parecían molestos por la sangre. Caminé más rápido. 
—Oye —protestó Lily, pero la ignoré. Si hubiera estado sola, no me habría 
importado, pero no quería poner a mi hermana en peligro. 
Nos dirigimos a la parte trasera de la casa donde estaba la cocina, y casi 
tropezamos con otro hombre. 
—Miren por dónde van —dijo, luego hizo una pausa y en realidad nos vio. 
No lo conocía y no tenía interés en saber quién era. 
Empujé a Lily, pasándolo. Sus ojos nos siguieron hasta el fondo del corredor. 
Cuando doblamos la esquina, nos encontramos cara a cara con una puerta de acero, 
que había quedado entreabierta. Un grito de dolor se arrastró desde abajo y me hizo 
temblar. 
 
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Lily me agarró con más fuerza del brazo, con los ojos azules muy abiertos. 
—¿Qué fue eso? 
Tragué fuerte. Tuve una buena idea de lo que estaba pasando, pero no iba a 
decirle eso. 
—No lo sé. —Di un paso más cerca de la puerta, luego vacilé. No podía 
llevar a Lily conmigo, pero no podía dejarla sola en el pasillo cuando había tantos 
tipos espeluznantes dando vueltas. Abrí la puerta y eché un vistazo por la larga y 
oscura escalera. La luz se derramaba desde algún lugar del sótano. Lily estaba casi 
presionada contra mi espalda, su aliento caliente contra mi cuello. 
—No quieres ir allí abajo, ¿verdad? —susurró. 
—Sí, pero te quedarás en las escaleras. 
Lily me siguió unos pasos y le di una mirada de advertencia. 
—Quédate ahí. Prométemelo. 
Otro grito se escuchó desde abajo. 
Lily se estremeció. 
—Bueno. Lo prometo. 
No estaba segura si lo decía en serio, pero se veía tan asustada que estaba 
dispuesta a asumir el riesgo. Avancé los escalones restantes, pero me detuve en el 
último, asustada de lo que podría ver. Exhalando, seguí y encontré un enorme 
sótano. La bilis se disparó por mi garganta. No era estúpida. Sabía lo que la mafia 
les hacía a sus enemigos, sobre todo si querían sacar información de ellos, pero oír 
historias y de hecho enfrentarse a la horrenda realidad eran dos cosas muy 
diferentes. 
Apoyé mi mano contra el muro áspero, mis dedos contrayéndose alrededor 
del borde duro. Dos hombres estaban atados a sillas. Matteo y un hombre alto y muy 
musculoso parecían estar a cargo de sacarles información, mientras Romero 
permanecía detrás, pero también debe haber tomado parte en su tortura porque tenía 
las manos cubiertas de sangre y también su ropa. Pero no era nada comparado con el 
aspecto de Matteo. Su camisa blanca estaba cubierta de sangre, sus mangas 
enrolladas revelaban una piel cubierta de sangre. Había rojo, rojo y más rojo, tantos 
tonos diferentes. Pero lo peor, Dios lo peor, era su rostro. No había piedad, ni 
misericordia, ni nada. Tampoco había entusiasmo ni avidez, eso fue a lo que intenté 
aferrarme. Por lo menos, no se desvió de lo que estaba haciendo. No parecía sentir 
nada, a juzgar por su expresión. 
 
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Siempre había sabido que su tranquila actitud juguetona y coqueta era una 
máscara para encubrir la fea verdad, pero por otra parte, saber y confirmarlo de una 
manera tan brutal eran dos zapatos muy diferentes. Tal vez si hubiera sido más 
ingenua podría haberme convencido que Matteo estaba haciendo esto porque había 
tenido que enterrar a su padre hoy, porque estaba triste y necesitaba una salida para 
el dolor, pero realmente lo sabía. Esto era un asunto común. El dolor no tenía nada 
que ver. 
Uno de los rusos atados era el hombre que me había herido y sabía que era 
por eso que Matteo lo había elegido como su víctima. 
Siempre había querido salir del mundo en el que había nacido, este mundo 
brutal y jodido que conocía, pero en ese momento de hecho tomé la decisión de 
intentar huir. Sin importar el costo, sin importar lo que necesitaría y lo que tendría 
que hacer, escaparía de este infierno. ¿Cómo podía alguien querer quedarse después 
de ver esto? 
Sabía que la gente se acostumbraba a estas cosas, pero no quería 
acostumbrarme a ellas. Ya podía decir que tenía menos problemas con la sangre 
cada vez que la veía. ¿Cuánto tiempo más pasaría hasta que ver a alguien siendo 
torturado no me hiciera nada? ¿Cuánto tiempo más hasta que la voz en mi cabeza 
diciendo que el bastardo ruso se lo merecía y que habría hecho lo mismo conmigo si 
se diera la oportunidad, no sería un susurro tranquilo sino un grito rugiente? 
Algo me rozó el brazo y me eché hacia atrás, apenas ahogando un grito de 
sorpresa. Lily estaba a mi lado, y luego todo pasó muy rápido. Abrí la boca para 
enviarla de vuelta, pero al mismo tiempo sus ojos se fijaron en la escena en medio 
de la habitación, y supe que las cosas se pondrían muy feas. Lily había gritado antes, 
pero eso no había sido nada en comparación con el sonido que se liberó de sus labios 
cuando vio la sangre y los hombres. ¿Has escuchado alguna vez sobre sonido que 
hacen los corderos cuando los sacrifican? Imaginé que era algo así. 
En realidad, me alejé estremecida de Lily. Sus ojos se abrieron de par en par, 
luego se dilataron con asombro, su rostro adquiriendo una expresión que me asustó 
por completo. Todos miraron hacia nosotras. Matteo soltó al ruso, entrecerró sus 
oscuros ojos sobre mí, como si fuera la que estaba haciendo algo mal. Lily siguió 
gritando, un grito agudo que hizo que los vellos de mi cuello se eleven. 
—¡Romero! —gruñó Matteo, señalando a mi hermana—. Encárgate