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Y ahora le habían dado lo que hace unas pocas semanas atrás había estado fuera de su alcance, alguien a quien ni siquiera se le permitía admirar desde lejos, una de sus posesiones más preciadas. Arrojada a sus pies porque era quien era, porque estaban seguros que la rompería. Él era su castigo, un destino peor que la muerte, una manera de entregar el castigo final a su padre que les había disgustado tanto. Cara Siempre había sido la chica buena. Sin embargo, eso no la protegía. No sabía su verdadero nombre. La gente lo llamaba Growl a la cara y El Bastardo a la espalda. Ambos eran nombres que no podía haber elegido por sí mismo. Sus ojos lucían vacíos, un espejo devolviéndole su propio miedo. Era una de las manos brutales de la Camorra de Las Vegas. Y ahora ella estaba a su merced. Born in Blood Mafia Chronicles #5 Prólogo Growl Traducido por Smile.8 Corregido por LizC Ojos abiertos. Labios partidos. Mejillas enrojecidas. Piel pálida. Parecía una muñeca de porcelana: grandes ojos azules, cabello color chocolate y cremosa piel blanca; frágilmente hermosa, algo que él no estaba destinado a tocar con sus brutales manos llenas de cicatrices. Sus dedos encontraron su muñeca; el latido de su corazón revoloteando como un pájaro. Ella intentó luchar, intentó ser valiente, intentó hacerle daño, tal vez incluso matarlo. ¿Realmente había tenido la esperanza de tener éxito? Esperanza; hacía que la gente se volviera tonta, les hacía creer en algo más allá de la realidad. Él se había despojado del hábito de la esperanza hacía mucho tiempo. Sabía lo que era capaz de hacer. Ella había tenido la esperanza de poder matarlo. Él sabía que podía matarla, sin lugar a dudas. Su mano trazó la suave piel de su garganta, luego sus dedos se envolvieron alrededor de ella. Sus pupilas se dilataron pero él no aplicó presión en su toque. Su pulso martilleaba contra su ruda palma. Él era un cazador, y ella la presa. El fin era inevitable. Había venido a reclamar su premio. Es por eso que Falcone se la había dado a él. A Growl le gustaban las cosas que hacían daño. A él le gustaba hacer daño a cambio. Tal vez incluso lo amaba; si fuera capaz de ese tipo de emoción. Se inclinó hasta que su nariz estuvo a centímetros de la piel debajo de su oreja y aspiró. Ella olía a flores con un toque de sudor. Miedo. Supuso que también podía oler eso. No pudo resistirse y no tenía que hacerlo, ya no, nunca más con ella. Suya. Ella era suya. Descendió sus labios sobre su piel caliente. Su pulso zumbó bajo su boca donde la besó en la garganta. El pánico y el terror golpeaban un ritmo frenético bajo su piel. Y lo ponía jodidamente duro. Sus ojos buscaron los suyos, esperando (todavía esperando, la muy tonta mujer) y rogándole misericordia. Ella no lo conocía, no sabía que la parte de él que no había nacido como un monstruo había muerto hacía mucho tiempo. La misericordia era la cosa más alejada en su mente cuando sus ojos reclamaron su cuerpo. 1 Cara Traducido por Smile.8 Corregido por LizC La primera vez que lo conocí, había estado disfrazado, vestido con un elegante traje negro, hecho para parecer que él era uno de nosotros. Pero aunque las capas de tela fina cubrían sus muchos tatuajes, no podían ocultar su verdadera naturaleza. Brillaba a través de él, peligrosa y fría. En aquel entonces jamás habría pensado que lo llegaría a conocer a él y al monstruo que tiene dentro mejor que a nadie más, y que volvería toda mi vida al revés. Que cambiaría todo mi ser desde mi propio núcleo. —No puedo creer que te dejen ir con ellos —murmuró Talia. Di la espalda al espejo para mirarla. Estaba sentada con las piernas cruzadas en mi silla de escritorio, vestida con sus pantalones de correr más andrajosos, y su largo cabello castaño amontonado encima de su cabeza en un moño desordenado. Su camiseta, una cosa gris desteñida y llena de agujeros y manchas, llevaría a nuestra madre a una crisis. Talia sonrió tristemente cuando siguió mi mirada—. No es como si tuviera que vestirme bien para nadie, sabes. —Hay una diferencia entre no vestirse bien y lo que estás haciendo —dije con un toque de desaprobación. En realidad, no estaba molesta porque mi hermana llevase su ropa más andrajosa, pero sabía que su único propósito era irritar a mamá, y era un escenario probable dada la tendencia de madre al perfeccionismo y a reaccionar de forma exagerada. Realmente no quería que su estado de ánimo se tornara agrio tan pronto antes del baile. Sería la que lo sufriría dado que padre estaba definitivamente fuera de cuestión a la hora de convertirse en el blanco favorito de madre. Madre tenía la tendencia a tomárselo como algo personal si Talia o yo no éramos perfectas. —Estoy haciendo un punto —dijo Talia con un pequeño encogimiento de hombros. Suspiré. —No, estás siendo egoísta e infantil. —Soy una niña, demasiado joven para una reunión social en la mansión Falcone —entonó Talia en su mejor imitación al tono de reproche de madre. —Es un evento para adultos. La mayoría de las personas tendrán dieciocho o mucho más. Madre tiene razón. No tendrías a nadie con quien hablar y alguien tendría que mantenerte vigilada toda la noche. —Tengo quince años, no seis. Y solo eres cuatro años mayor que yo, así que no actúes tan adulta —dijo indignada, levantándose de la silla de escritorio, dejándola girando detrás de ella, y avanzando hacia mí. Me miró de lleno, el desafío inconfundible en sus ojos—. Probablemente le dijiste a madre que no me lleve contigo porque te preocupaba tener que vigilarme y que te avergonzara ante tus oh-tan- perfectos amigos. La fulminé con la mirada. —Estás siendo ridícula. —Sin embargo, un destello de culpabilidad pasó por mí ante las palabras de Talia. No había hablado con madre para que dejase a Talia en casa, pero en realidad tampoco había luchado mucho para que mi hermana se uniera a nosotros. Talia tenía razón. Había estado preocupada por tener que estar con ella toda la noche. Mis amigos la toleraban cuando estábamos en casa, pero ser vista con una chica cuatro años más joven en una reunión oficial no les sentaría bien. Una fiesta en casa de Falcone significaba siempre la mejor oportunidad de conocer a partidos elegibles y tener que cuidar a la hermana de tu amiga realmente no ayudaba con esa labor. Quería que esta noche sea especial. Algo de mi tren de pensamientos debe haberse mostrado en mi cara porque Talia resopló. —Lo sabía. —Giró sobre sus talones y salió de la habitación enfurecida, cerrando la puerta de un portazo tan fuerte que no pude evitar una mueca de dolor. Dejé escapar un pequeño suspiro, luego me giré hacia mi reflejo, revisando mi maquillaje y peinado por última vez. Había visto un sinnúmero de tutoriales de bloggers de belleza para asegurarme que conseguía el aspecto adecuado de ojosahumados. Todo tenía que ser perfecto. Madre era una crítica dura, pero Trish y Anastasia eran aún peor. Se darían cuenta si combinaba el tono equivocado de sombra de ojos con mi vestido o si mi mano temblaba mientras sostenía mi delineador de ojos, pero su escrutinio había hecho que mi preparación fuera meticulosa. Ellos eran la razón por la que nunca me equivocaba. Y para eso estaban los amigos. Mi vestido era de color verde oscuro, y mi sombra de ojos solo era unos tonos más claros. Perfecto. Revisé mis uñas por última vez para ver si tenían grietas, pero también estaban inmaculadas en su brillo de color verde oscuro. Me alisé el vestido un par de veces hasta que estuve satisfecha con la forma en que el dobladillo rozaba mis rodillas, luego también alisé mi cabello hacia atrás una vez más, por si acaso, girándome para ver si las horquillas todavía estaban todas en su lugar sosteniendo mi recogido de cabello castaño claro. —Cara, ¿estás lista? Tenemos que irnos —llamó madre desde abajo. Revisé mi reflejo y alisé mi vestido otra vez, miré mis medias, y finalmente me obligué a apresurarme a salir de la habitación antes de que madre perdiera la paciencia. Me podría haber pasado horas revisando mi vestido por posibles errores si hubiera tenido el tiempo. Madre estaba en la puerta cuando llegué abajo, dejando que el aire fresco del otoño entre en la casa. Estaba revisando su reloj de oro, pero cuando me vio, tomó su abrigo de invierno favorito, una cosa espléndida que le había costado a muchos armiños su vida y lo puso sobre su vestido largo. Incluso con las temperaturas siendo inusualmente frías para Las Vegas en noviembre, un abrigo de piel estaba completamente fuera de lugar, pero como madre lo había comprado hacía muchos años en Rusia y lo amaba totalmente, lo utilizaba cada vez que podía usarlo, sin importa cuán inapropiado era. Caminé hacia ella, ignorando a Talia que estaba apoyada en la barandilla de la escalera, con una expresión malhumorada en su cara. Sentí lástima por ella pero no quería que nadie ni nada me arruine esta noche. Padre y madre casi nunca me permitían asistir a fiestas y esta noche era el evento más importante del año en nuestros círculos sociales. Todo aquel que aspiraba a ser alguien en Las Vegas había tratado de conseguir una invitación a la fiesta de Acción de Gracias de Falcone. Este sería mi primer año asistiendo. Trish y Anastasia habían tenido la suerte de también haber estado allí el año pasado, y si padre no me hubiera prohibido ir también hubiera ido. Me sentía pequeña y dejada de lado cada vez que Trish y Anastasia hablaban sobre la fiesta en las semanas anteriores y posteriores, y lo habían hecho sin parar, probablemente a que les di la oportunidad de regodearse. —Dales a Trish y a Anastasia un abrazo, y a Cosimo un beso de mi parte — dijo Talia con dulzura. Me sonrojé. Cosimo. Él también estaría allí. Solo lo había visto dos veces antes y nuestras interacciones habían sido más que un poco incómodas. —Talia, tira esos trapos horrendos a la basura. No quiero encontrarlos en ningún lugar de casa cuando volvamos. Talia elevó su barbilla obstinadamente pero incluso desde el otro lado de la habitación podía ver el indicio de lágrimas en sus ojos. Una vez más la culpa me inundó, pero me quedé plantada junto a la puerta principal. Madre vaciló, como si ella también se hubiera dado cuenta de lo herida que estaba Talia. —Tal vez el año que viene se te permitirá venir. —Lo hizo sonar como si no hubiera sido su decisión excluir a Talia de la fiesta. Aunque, para ser honesta, en realidad no estaba segura si Falcone estaría muy feliz si la gente empezase a llevar a sus hijos más pequeños, teniendo en cuenta que Falcone no era conocido por su paciencia o sentido de la familia. Incluso sus propios hijos eran enviados a internados en Suiza e Inglaterra, para no irritarlo. Al menos, si uno creía los rumores. —Ponte un abrigo —dijo madre. Tomé uno que no era de piel, lo cual no era una tarea fácil en el armario de madre, y seguí a madre fuera de casa. No miré hacia atrás a Talia mientras cerraba la puerta. Padre ya estaba esperando en el asiento del conductor del Mercedes negro en nuestro camino principal. Detrás de él, estaba estacionado otro auto con nuestros guardaespaldas. Me preguntaba cómo era para las personas que no siempre eran seguidas. Madre abrió su abrigo un poco más. Esto era Las Vegas, y no Rusia, quise decirle. Pero si prefería derretirse para poder caminar vestida con su abrigo de piel, entonces, ese era su problema. Sin dolor, no hay ganancia, supuse. Años de clases de ballet me habían enseñado eso. Madre se hundió en el asiento del pasajero mientras me deslizaba en la parte trasera del auto. Exploré mis medias rápidamente en busca de carreras, pero estaban impecables. Pensé que las empresas deberían poner una advertencia al empacarlas como “Solo para estar de pie, no se permite moverse”, teniendo en cuenta lo fácil que era conseguir que se rompan mientras no hacías nada más que caminar. Por eso había metido dos medias nuevas en mi bolso por si acaso. —Abróchense el cinturón —dijo padre. Madre se inclinó y le acarició su cabeza calva con un pañuelo de papel, absorbiendo las gotas de sudor que se habían reunido. No podía recordar a padre teniendo cabello—. Cara —dijo padre, con un tono molesto en su voz. Me puse el cinturón de seguridad rápidamente, y él sacó el auto de nuestro camino de entrada. —Cosimo y yo hemos tenido una pequeña charla esta tarde —dijo con la mayor naturalidad. —¿Ah, sí? —dije. Un nudo de preocupación se formó en mi estómago. ¿Y si Cosimo había cambiado de opinión? ¿Y si no lo hubiera hecho? No estaba segura qué opción hacía que mi estómago se contrajera aún más. Me obligué a mantener una expresión neutra cuando me di cuenta que madre me observaba por encima de su hombro. —¿Qué dijo? —pregunté. —Sugirió que se casen el verano que viene. Tragué con fuerza. —¿Tan pronto? Una pequeña mueca apareció entre las cejas de padre, pero madre habló primero. —Tienes diecinueve, Cara. Tendrás veinte el próximo verano. Esa es una buena edad para convertirte en una esposa, y madre. La cabeza me daba vueltas. Pese a que de alguna manera podía hacerme a la idea de ser la esposa de alguien, me sentía demasiado joven para ser madre de alguien. ¿Cuándo iba a tener la oportunidad de ser yo misma? ¿De averiguar quién era realmente y quién quería ser? —Cosimo es un hombre decente y eso no es algo fácil de encontrar —dijo padre—. Es responsable, y ha sido el asesor financiero de Falcone durante casi cinco años. Es muy inteligente. —Lo sé —dije en voz baja. Cosimo no era una mala elección, no en todos los sentidos. Ni siquiera era feo. Simplemente no había ese aleteo que esperaba sentir cuando encontrase al hombre con quien tendría que casarme. Quizás esta noche. ¿No eran las ocasiones como una fiesta el lugar perfecto para enamorarse locamente de alguien? Solo tenía que estar abierta a la posibilidad. Entramos en las instalaciones de la mansión Falcone quince minutos más tarde y conducimos durante otros dos minutos hasta que el camino de entrada finalmente se abrió a una majestuosa casa palaciega y una enorme fuente frente a ella. La cosa arrojaba agua en tonos azul, rojo y blanco de sus estatuas romanas. Al parecer, un albañil de Italia había creado la cosa para Falcone. Había costado más que el auto de padre. Era solo una de las muchas razones por las que no me gustaba Falcone. Por lo que padre había dicho sobre el hombre, era un presumido sádico. Me alegré de que mi familia y yo estuviéramos en su lado bueno. Nadie quería tener a Falcone como su enemigo. Había autos caros estacionados por doquier. Por el gran número, me pregunté cómo todos los invitados cabrían en la casa sin pisarse los pies unos a otros. Variosbotones corrieron hacia el auto cuando se detuvo y abrieron las puertas para nosotros. Una alfombra roja iba por las escaleras y atravesaba la puerta principal. Negué con la cabeza, pero me detuve rápidamente ante una mirada de madre. Ella y padre me hicieron caminar entre ellos a medida que nos dirigíamos a la puerta principal. Allí, otro criado nos estaba esperando con una sonrisa profesional en su rostro. Ni Falcone, ni su esposa, estaban allí para recibirnos. ¿Por qué siquiera me sorprendía? El pasillo de entrada era más grande que cualquiera que hubiera visto jamás. Una gran cantidad de figuras de cristal de todos los tamaños se encontraban contra las paredes y en los aparadores, y varios enormes retratos de Falcone y su esposa estaban enganchados de las paredes altas. —Sé educada —susurró madre en voz baja mientras nos llevaban hacia las puertas dobles que daban al salón de baile con candelabros de cristal y mesas altas que bordeaban la pista de baile. Una pared estaba recubierta por una larga mesa llena de canapés, montones de langostinos y langostas, copas llenas de hielo picado que estaban cubiertas con las ostras más grandes que haya visto alguna vez, latas con caviar de Ossetra y cada alimento de lujo que pudieras imaginar. El botones se excusó cuando llegamos al interior del salón de baile y se fue corriendo hacia los próximos invitados. Una vez dentro dejé que mi mirada se deslizase por los invitados en busca de mis amigas. Estaba ansiosa por unirme a ellas y dejar que mis padres buscasen su propia compañía preferida, pero madre no me dio la oportunidad de buscar por mucho tiempo. Tocó mi antebrazo ligeramente y susurró en mi oído: —Compórtate lo mejor que puedas. Primero, vamos a tener que agradecer al señor Falcone por la invitación. Miré más allá de ella donde padre ya estaba hablando con un hombre alto de cabello negro. Padre sostenía sus hombros medio encorvado, como si estuviera intentando inclinarse ante su jefe sin de hecho tener que inclinarse. El espectáculo me dejó un sabor amargo en la boca. Con la palma de madre apoyada en la parte baja de mi espalda, me arrastré más cerca de mi padre y su jefe. Nos detuvimos a un par de pasos detrás de ellos, esperando que se volvieran hacia nosotras. Los ojos oscuros de Falcone me encontraron primero antes de que padre notara nuestra presencia. La frialdad en ellos envió un escalofrío por mi espalda. Su camisa increíblemente blanca de cuello y su pajarita de color negro le daban un aspecto aún más intimidante, lo cual ya era una hazaña propiamente dicha considerando que las pajaritas por lo general hacen que quien la lleva me parezca cómico. Tras intercambiar algunas bromas sin sentido, finalmente me desestimaron y corrí hacia uno de los camareros que equilibraba una bandeja llena de copas de champán en su mano. Estaba vestido con un esmoquin lustrosamente blanco y zapatos blancos pulidos. Al menos, el vestuario hacía que fuera fácil detectarlos. Uno de nuestros guardaespaldas me siguió a unos pasos por detrás a medida que me alejaba de mis padres, el otro se posicionó al borde de los invitados reunidos y mantuvo un ojo en mis padres. Me preguntaba por qué era siquiera necesario tener a nuestros guardaespaldas con nosotros en un grupo de nuestros supuestos amigos. Empujé el pensamiento a un lado, queriendo disfrutar de esta noche, y acepté una copa de champán con un rápido agradecimiento para después beber un largo trago del líquido burbujeante, haciendo una mueca ante el sabor agrio. —¿Cómo puedes hacer tal cara mientras bebes Dom Perignon, la mejor bebida en este mundo? —preguntó Trish, apareciendo a mi lado de la nada y robando una copa de champán para sí misma. —Es el agua de los reyes —entonó Anastasia, y era enervante no estar segura si lo dijo como una broma o estaba siendo mortalmente honesta. —Estoy tratando de acostumbrarme a él —admití, bajando la copa de mis labios. El alcohol estaba empezando a hacer su magia y por eso estuve agradecida después de la breve charla con Falcone. Mis dos amigas estaban vestidas a la perfección. Anastasia con un vestido plateado hasta el suelo, y Trish con un vestido cóctel verde claro que rozaba sus rodillas. No es que hubiera esperado algo menos de ellas. Me contaron por entero su viaje de compras por los nuevos vestidos para la ocasión. Por supuesto no me habían permitido ir con ellas a pesar de mis mejores intentos de convencer a mis padres. En cambio, madre me había hecho llevar un vestido que había comprado para Navidad el año pasado. Mi único consuelo era que nadie excepto mi familia me vio llevarlo, así que no me avergonzaría delante de mis amigos. —He oído que es un gusto adquirido —añadió Trish cuidadosamente. Tomó un pequeño sorbo de su copa, su expresión convirtiéndose en una de dicha—. Supongo que siempre he tenido una habilidad especial para el Dom Perignon y en el último año ciertamente he tenido suficientes oportunidades para conseguir adquirir su gusto, y tengo la intención de beberlo aún más a menudo en el futuro. —Ella y Anastasia compartieron una risa, y una vez más maldije a mis padres por protegerme tanto como lo hacían. Si Trish y Anastasia podían enfrentarse a los supuestos peligros de nuestro mundo, entonces yo también podía. Trish me dio una sonrisa burlona, y luego me abrazó con un brazo, cuidando no arruinar ninguno de nuestros peinados o maquillajes. Anastasia se limitó a sonreír. Su corpiño era una obra maestra de perlas y bordados. —Me preocupa que un hilo se salga si nos abrazamos —dijo solo a medias en tono de disculpa. —Eso es razonable —comenté, tomando otro sorbo de mi bebida obligándome a mantener una expresión de placer en lugar de repulsa por el sabor. Sabía que para la mayoría de la gente este champán estaba en lo más alto en sus bebidas de fantasías, pero simplemente no podía disfrutarlo. Tendría que esforzarme más si no quería ver de nuevo la expresión de lástima de Anastasia. —Una de tus horquillas está suelta —dijo. Mi mano libre voló hasta el lugar donde miraba y traté de encontrar la horquilla infractora antes de que pudiera arruinar mi peinado. De todos modos, otros invitados estaban lanzándome miradas, ya que era mi debut en una fiesta. No podía correr el riesgo de aparecer nada menos que impecable. —Déjame —dijo Trish y simplemente empujó la horquilla unos pocos centímetros hacia atrás—. Ahí. Listo. —Su sonrisa fue amable. ¿Eso era todo? Por la reacción de Anastasia uno podría haber pensado que había cometido un pecado imperdonable de la moda. —Esta noche hay una buena selección —dijo Anastasia. Sus ojos persistiendo sobre un grupo de hombres detrás de nosotras dejaron claro que no estaba hablando del buffet. Los hombres en su enfoque eran al menos diez años mayores que nosotras, y mientras contemplaba el resto de la habitación, me di cuenta que éramos de los invitados más jóvenes. La mayoría de los asistentes trabajaban para Falcone. Esta era una fiesta para sus súbditos; dudaba que tuviera amigos. Los hombres como él no podían permitirse ese lujo. —Pero, por supuesto, ya no tienes ojos para otros hombres ahora que estás comprometida con Cosimo —continuó Anastasia, arrastrándome de vuelta a la realidad. No estaba segura de qué decir a eso. Su tono había sido extraño. ¿Estaba celosa? Su padre probablemente ya estaba buscando una pareja adecuada para ella, así que pronto también estaría comprometida. —Todas nos casaremos muy pronto —dije en un tono conciliador. —Tienes las manos en el solero más codiciado, eso seguro —dijo ella con una sonrisa forzada. Luego dejó escapar una risa y chocó su copa contra la mía—. Estoy bromeando, no te veas tan conmocionada. Me reí, aliviada. Realmente no quería pelear con Anastasia sobre Cosimo. Todas nos casaríamos con buenos partidos. La música se elevó y di otro sorbo a mi bebida.Estaba empezando a relajarme gracias al alcohol difundiéndose por mi sangre y apenas me importaban las miradas curiosas ocasionales de los otros invitados. En la siguiente fiesta, ya sería una de ellos y otra persona sería el centro de atención. Trish daba golpecitos con el pie en el suelo de madera al ritmo de la canción y tarareó unas cuantas canciones antes de que Anastasia le lanzase una mirada. Tuve que contener la risa. La dinámica entre ellas a veces era ridícula. Para mi sorpresa, me di cuenta que incluso mi guardaespaldas había desaparecido de mi vista para darme privacidad con mis amigas. Lenta pero seguramente esta noche se estaba poniendo bien. Sabía que Talia me pediría todos los detalles cuando regresara esta noche, pero nuestros padres habían tenido razón cuando había insistido en que era demasiado joven para un evento social en la casa de Falcone. Por supuesto que no le diría eso. Sería suficientemente difícil hacer que me perdonase ahora, a pesar de que unos pocos rumores jugosos probablemente la aplacarían. No es que fuera un miembro experimentado de la sociedad. Tendría que depender de Trish y Anastasia para eso. La molestia hacia padre se elevó dentro de mí. Tal vez se había negado a llevarme a una función social hasta ahora porque pensó que lo avergonzaría frente a su jefe. Le había oído decirle varias veces a madre lo terrible y brutal que era Falcone, así que no era demasiado inverosímil que padre pensara que podría encogerme de miedo delante de ese hombre, lo cual era ridículo. Él todavía era humano, no el monstruo que padre siempre lo hacía ser, e incluso si lo fuera, dudaba mucho que odiase verme encogerme de miedo. Por el contrario, es probable que le excitase si fuera el hombre que padre había descrito. —Son un poco demasiado viejos para mi gusto —dijo Trish, después tomó otro sorbo de su copa de champán, volviendo a nuestro tema anterior. —No me importa. Quiero ser tratada como una princesa por mi marido y los hombres mayores son más propensos a apreciarme que un chico joven —dijo Anastasia. Me dio una sonrisa de complicidad. Por alguna razón se sentía falsa—. Por lo que escuché el acuerdo entre tu familia y Cosimo está casi hecho, así que tu fiesta de compromiso será pronto. Fruncí el ceño ante el uso de la palabra “acuerdo” en cuanto a casarme con Cosimo. Pero a decir verdad, ese probablemente era el término que se ajustaba mejor a todo el arreglo. Le di un pequeño encogimiento de hombros, intentando actuar indiferente. No quería hablar de él esta noche, sobre todo porque el tema parecía irritar a Anastasia. —Oh, Dios mío, Falcone invitó a su monstruo —susurró Trish, agarrándome del brazo y casi haciendo que derramase mi champán sobre su vestido. Seguí sus ojos castaños ensanchados por la sorpresa hacia una esquina de la habitación donde un hombre alto y musculoso se apoyaba contra una pared. Estaba vestido con una camisa blanca que se tensaba contra su enorme pecho, un traje negro y zapatos negros de vestir. De hecho, no se veía tan diferente de los otros hombres en la habitación a excepción de la corbata que no llevaba, si tomabas solo su atuendo en consideración. Pero el resto de él, Dios, ten piedad. Se veía demasiado insulso para alguien como él. Aunque al menos lo había intentado, no engañaba a nadie acerca de su naturaleza. Parecía irradiar de él como una nube oscura de peligro. Era casi palpable incluso desde lejos. Padre lo había mencionado una o dos veces en susurros pero nunca lo había visto, y él definitivamente no era del tipo que aparece en las secciones de chismes del diario. Dudaba que cualquier periodista estuviera lo suficientemente loco como para arriesgarse a la ira de un hombre como él. —El Bastardo, así es como lo llama la mayoría de la gente —añadió Anastasia. Parecía un gato que hubiera visto un pájaro. Sabía por qué estaba tan excitada. Hasta ahora nada interesante había ocurrido, pero Anastasia probablemente tenía la esperanza de que esto tuviera el potencial de algunos chismes decente. —¿Cuál es su verdadero nombre? —pregunté. Una vez había tratado de sonsacárselo a madre, pero la mirada que me había dado había evitado que preguntase de nuevo. —No sé su nombre real. Nadie lo sabe. La gente lo llama “Growl” a la cara, y El Bastardo a sus espaldas. Las miré. ¿En serio? Ambos eran nombres que no era posible que hubiera elegido por sí mismo. Alguien tenía que saber su nombre. Al menos, Falcone. Lo sabía todo de sus súbditos. —¿Por qué la gente lo llamaría así? Anastasia se encogió de hombros, pero no me miró. —Hay algo mal con sus cuerdas vocales desde un horrible accidente. Es por eso que tiene esa gran cicatriz. No podía distinguir ninguna cicatriz desde nuestro punto de vista. Estábamos demasiado lejos. Supuse que Anastasia también había conseguido ese detalle de la fábrica de chismes. —¿Qué clase de accidente? —No lo sé. Algunas personas dicen que la mafia rusa le hizo esto, otros dicen que intentó suicidarse porque no está bien de la cabeza, pero nadie sabe —respondió Anastasia en voz baja. ¿Quién trataría de quitarse la vida así? Y Growl no parecía del tipo de suicidarse. La primera historia con la Bratva sonaba mucho más probable. —¿Así que lo llaman Growl porque así es como suena cuando habla? — pregunté. Anastasia apenas pareció registrar mis palabras, pero Trish hizo un gesto de confirmación. No pregunté por qué lo llamaban El Bastardo. Eso lo podría explicar por mi cuenta. Las personas en nuestro mundo no veían con buenos ojos a los niños que nacían fuera del matrimonio. Era anticuado y ridículo, pero hay cosas que nunca cambian. No sabía quiénes eran sus padres. No podían ser miembros de alto rango de la sociedad, eso seguro. Dirigí mis ojos hacia el hombre. Parecía completamente indiferente a lo que ocurría a su alrededor, como si esta fiesta no fuera más que otra de sus funciones. Pero algo me decía que a pesar del aburrimiento que mostraba, estaba alerta. Dudaba que mucho escapase a su atención. Tenía una copa de champán en la mano, pero todavía estaba llena. El cristal elegante parecía pequeño en comparación con él y me maravilló que no lo hubiese aplastado entre sus palmas todavía. Como si pudiera leer mi mente, giró su cabeza y miró directamente hacia nosotras. Trish dejó escapar un grito ahogado y se estremeció a mi lado, derramando unas gotas de su copa en el aparentemente lujoso suelo de madera. En serio no podría haber actuado más sospechosa si lo hubiera intentado. Después de un momento, tanto Trish como Anastasia bajaron sus cabezas, rompiendo el contacto visual. Tal vez para hacerle creer que no habían estado observándolo, o tal vez simplemente no pudieron soportar la fuerza de su mirada. Ahora entendía por qué mis padres e incluso mis amigos habían sonado tan aterrorizados cuando hablaban de él. Incluso desde la distancia sus ojos casi hicieron temblar mis rodillas. Sin embargo, no era solo el miedo lo que hizo que mi corazón se acelerase; también había algo cercano a la excitación. Era como ver a un tigre a través del cristal de su recinto y maravillarse de su poder. Solo que aquí lo único que le impedía atacar eran las normas sociales, unas a las que incluso alguien como él estaba obligado a acatar. La correa que Falcone tenía sobre él no era física o visible, pero estaba ahí, no obstante. Me pregunté qué estaría pasando por su cabeza. ¿Cómo se sentía rodeado de gente con la que no tenía casi nada en común? Era uno de ellos y, sin embargo, en realidad no. Un hombre de las sombras porque nadie lo quería en la luz. Cuando me di cuenta de cuánto tiempo lo había estado mirando, aparté mis ojos, pero mi pulso mantuvo su ritmo errático después. No estaba segura de cuándo había sido la última vez que me sentí tan… viva. Mi vida siempre serpenteaba en sus caminos predeterminados, pero estanoche se sentía como una aventura. —Oh, Dios mío, eso fue espeluznante —susurró Anastasia—. Debería haberse quedado en el agujero del que salió. No pude decir nada. Mi lengua parecía estar pegada a mi paladar. —¿Sigue mirándonos? —pregunté finalmente, mis ojos firmemente pegados en las burbujas que seguían creciendo en mi copa. —No, se ha ido —dijo Anastasia con gran alivio—. No puedo creer que viniera aquí. La gente como él debería permanecer entre ellos y no pretender que pertenecen entre nosotros. Miré hacia la esquina donde se había situado previamente, pero como Anastasia dijo, se había ido. Por alguna razón, me puso nerviosa el no saber a dónde había ido. Era una de esas personas a las que te gustaba seguirles la pista porque temías que pudieran sorprenderte. Y podría haber jurado que todavía podía sentir sus ojos en mi piel. Me estremecí. La paranoia por lo general no era mi estilo. Busqué en mi entorno, pero no estaba por ningún lado. Negué ante la ridícula sensación de ser observada. No sería bueno para mí empezar a actuar como una paranoica. Si me avergonzaba a mí misma aquí, pasaría mucho tiempo antes de que me invitasen a nada de nuevo. O peor, Cosimo podría decidir que no era apta para convertirme en su esposa. Madre y padre jamás me perdonarían si eso ocurriera. —Mira quién viene —dijo Trish en voz baja, y durante un momento ridículo y de infarto, de hecho, pensé que era Growl. Me di la vuelta para ver de quién estaba hablando y sentí el calor subir por mis mejillas. Cosimo se dirigía hacia nosotras. Estaba vestido con un traje cruzado gris, su cabello rubio oscuro peinado hacia atrás y gafas con montura fina en su nariz. —Se ve como un corredor de bolsa —comentó Trish en voz baja. Él manejaba el dinero de Falcone, así que no estaba muy alejada. Los trajes eran su segunda piel. Nunca lo había visto con ninguna otra cosa. Era un marcado contraste con el hombre al que había estado espiando hacía pocos segundos atrás. Trish y Anastasia dieron un paso a un lado, juntándose y pretendiendo darnos a Cosimo y a mí un poco de privacidad, lo cual en realidad era solo un pretexto ya que sabía que estarían vigilando nuestros labios, memorizando nuestras palabras. Dudaba que las utilizaran en mi contra. Eran mis amigas después de todo, pero no quería correr el riesgo. Cosimo se detuvo un poco demasiado cerca y se llevó una de mis manos a sus labios. Casi puse los ojos en blanco ante el gesto, aunque una pequeña parte de mí disfrutó de las miradas apreciativas que Trish y Anastasia intercambiaron. —¿Bailarías conmigo? —preguntó, con voz suave y uniforme. Eso, como el traje, era siempre igual. Trish lo había comparado con una máquina bien engrasada una vez. El término se ajustaba demasiado bien. Sus ojos se dirigieron a mis amigas, pero no dijo nada. No seguí su mirada, preocupada porque Anastasia se viera cabreada. A veces no estaba segura de qué demonios pasaba con ella. Dejé que me guiase hacia la pista de baile, consciente de las miradas curiosas de mis amigas siguiéndonos, y no eran las únicas que nos miraban. Mis padres también habían dirigido su atención hacia nosotros. Casi me encogí ante la fuerza de la atención. No tropieces, me dije una y otra vez a medida que comenzábamos a movernos con la música. Mientras bailábamos estrechamente, esperé un aleteo, algo, la aceleración más pequeña en mi pulso, pero no pasó nada. No es que Cosimo pareciera estar locamente enamorado de mí. No se requería amor para un matrimonio, sin embargo hubiera sido agradable. Cosimo intentó entablar conversación. El tiempo, lo bonito que era mi vestido, esto y aquello sobre lo que él pensaba que podría estar interesada. No podría haber estado más equivocado. Mis amigas todavía estaban observándonos a Cosimo y a mí. Sin embargo, “observar” no era el término correcto para la mirada que Anastasia me estaba dando. Realmente esperaba que encontrase un hombre para ella pronto. Conociéndola, probablemente solo estaba molesta porque por una vez yo estaba a la cabeza, a pesar de que no me hubiera importado si mi padre se hubiera tomado más tiempo para encontrarme alguien. Alejé mi mirada del ceño de mi amiga y dejé que mis ojos se asentaran en la esquina donde había estado Growl. Seguía sin estar allí. —Mis amigas y yo notamos un hombre antes —dije, ni siquiera segura sobre lo que Cosimo había estado divagando antes de que lo interrumpiera—. Mis amigas me dijeron que se llamaba Growl. Él se veía… No continué más. El agarre de Cosimo en mi espalda se tensó. —Debería haberse quedado donde pertenece —dijo Cosimo con un tono tan cortante que me sorprendió, luego me dio una mirada alentadora—. No te preocupes. Estás a salvo. Él sabe que no tiene permitido estar cerca de mujeres como tú. —Abrí la boca para hacer más preguntas, pero Cosimo negó—. Hablemos de otra cosa. No había nada más sobre lo que quisiera hablar en ese momento, pero dejé que la pequeña charla de Cosimo me calmase. Sin embargo, no dejé de mirar por la habitación en busca de Growl. Cosimo me llevó de nuevo donde mis amigas y una mirada pasó entre Anastasia y él. Su ceño fruncido, obviamente, tampoco había pasado desapercibido a su atención. Si fuera más valiente, la hubiera enfrentado y le hubiera preguntado cuál era su problema, pero definitivamente no quería problemas en mi primera fiesta. Cosimo se excusó y se dirigió a un grupo de hombres, entre ellos Falcone. Trish me dio una refrescante copa de champán. —¿Qué tal estuvo? —Bien —dije automáticamente, poco dispuesta a admitir que no me importaba ni un poco lo que hacía o dejaba de hacer mi futuro prometido. —Se veían bien juntos —dijo Anastasia con dulzura. La sorpresa surgió a través de mí, y me sentí relajarme de nuevo. Al parecer, Anastasia se había dado cuenta que no había ninguna razón para que ella estuviera celosa de mí y Cosimo. 2 Cara Traducido y corregido por LizC Me había perdido; las tres copas de champán que había tragado realmente no ayudaban. Esta casa era un laberinto, obviamente construida para impresionar e intimidar, y no tanto como un lugar para sentirse cómodo y en realidad vivir en ella. Por lo menos no podía imaginar alguna vez sentirme cómoda en un lugar como este, pero tal vez las pinturas de tamaño casi natural de Falcone también tenían algo que ver con eso. Sus ojos atormentadores parecían seguirme a dondequiera que fuera. Busqué mi celular en mi bolso y lo saqué, pero dudé. ¿Cuán vergonzoso sería si llamaba a Anastasia o Trish y les decía que en realidad había logrado perderme mientras buscaba el cuarto de baño? No me dejarían escuchar el final de sus burlas. De todos modos, el ambiente entre nosotras había sido tenso desde mi baile con Cosimo. No había necesidad de darles más municiones contra mí. No era la primera vez que deseaba que Talia estuviera aquí. Nos reiríamos de esto juntas, y ella se burlaría de mí por un largo tiempo, pero nunca con malicia o regodeo. No lo usaría contra mí cuando hablara con otras personas. Me detuve, comprendiendo con repentino horror que ni siquiera confiaba en mis dos mejores amigas. Sacudí la cabeza. Este era el mundo en el que vivía. “No puedes andar confiando en la gente, ni siquiera en los tal llamados amigos”, eso es lo que padre siempre decía. Siempre había sido reacia a creerlo. Puse mi teléfono en mi bolso. No había forma de que llamara a nadie. De todas formas, madre estaba fuera de toda cuestión. Y Cosimo. No, no necesitaba otra razón para que fuera incómodo entre nosotros. Y él era tan bueno como un extraño para mí. Tenía el presentimiento de que eso no cambiaría hasta el día de nuestra boda y tal vez un largo tiempo después. Con un silencioso suspiro, seguí adelante. En algún momento tendría que ver algo que reconociera y encontraría mi camino de regreso a la fiesta. Giré en otra esquinadesconocida, realmente se veían iguales, cuando vi a alguien en el pasillo a solo unos pasos delante de mí. ¡Finalmente, alguien podría ser capaz de apuntarme en la dirección correcta! Mi alegría se convirtió en shock, y luego en miedo cuando me di cuenta a quién me había encontrado. Growl. No se movió. Solo se quedó allí. Parecía como si hubiera estado en este corredor por un tiempo ya. Esperando a una víctima, tal vez, sugirió mi mente hiperactiva útilmente. Pero por mucho que quisiera burlarme internamente de la idea, tenía la sensación de que no estaba tan lejos. El miedo y la fascinación lucharon en mí, y me recordé que él no me tocaría. Mi padre era demasiado importante para Falcone, y eso significaba que yo también. Tal vez Growl era un asesino despiadado, apenas más que una máquina de matar y un monstruo, pero definitivamente era un monstruo inteligente o no habría llegado tan lejos. Y sin embargo, esperaba que mis guardaespaldas vinieran a buscarme pronto. Pero, ¿siquiera me habían visto salir de la fiesta? Habían intentado dar a mis amigas y a mí un poco de espacio. Ahora me hubiera gustado que no. Los ojos de Growl no mostraron nada cuando me vio. El traje le quedaba demasiado ajustado alrededor de sus amplios hombros y una pizca de tinta negra se asomaba bajo su camisa demasiado blanca. Uno de sus muchos tatuajes. Nunca los había visto, pero no podías ser parte de esta sociedad y no escuchar las historias. Incluso vestido con traje, enmascarado como uno de nosotros, no podía ocultar quién era. Sus tatuajes mostraban una pequeña pizca del monstruo bajo el costoso atuendo. Me pregunté cómo se veía sin el traje. Y el calor se disparó en mis mejillas ante el ridículo pensamiento. Definitivamente había bebido mucho alcohol. El gesto de un ceño fruncido cruzó su rostro antes de que desapareciera y me di cuenta del largo tiempo que había estado mirándolo otra vez, juzgándolo. Probablemente no había logrado esconder mis pensamientos sobre él muy bien. Un error que podía arruinar todo en nuestro mundo. Mis padres me habían enseñado mejor. Sin embargo, la puerta detrás de él me parecía un poco familiar. Llevaba al vestíbulo principal. No me moví. Regresar a la fiesta significaba acercarme a él. Era ridículo. Yo no era cualquiera. Y no estábamos simplemente en cualquier lado. Él no haría nada. Incluso él tenía reglas a las que estaba obligado y una de ellas era que yo estaba fuera de los límites, justo como todas las chicas de familias como la mía. Sin importar cuántas cosas absurdas dijera Anastasia, esa declaración era cierta. Cuadré mis hombros y tomé algunos pasos decididos hacia Growl. Más cerca de la fiesta, me recordé cuando mi pulso se aceleró. Por alguna razón esto se sentía como una cacería para mí. Growl era el cazador y yo la presa, cosa que ni siquiera tenía sentido ya que apenas se había movido desde mi llegada al pasillo. Pensándolo bien, nunca había hablado mientras yo estaba cerca. —Soy Cara —dije en una voz apresurada. Tal vez si podía hacerle hablar, ya no me parecería tan peligroso, pero él no reaccionó, solo me miró con una expresión ilegible, y luego la puerta detrás de él se abrió y mi madre apareció. Sus ojos se fijaron en mí, luego se posaron en Growl, y su expresión se volvió rígida. —Cara, tu padre y yo te estábamos buscando. Vuelve a la fiesta —dijo, ignorando por completo al hombre en el pasillo con nosotras. Asentí y pasé a toda prisa junto a Growl. Sus ojos, ámbar, no oscuros como parecían de lejos, me siguieron, pero permaneció en silencio. Cuando estuve de espaldas a él, una emoción se disparó a través de mi cuerpo y tuve que impedirme mirar por encima de mi hombro. Al momento en que madre y yo estuvimos fuera del pasillo y en el corredor desierto, ella agarró mi brazo en un apretón aplastante. —¿En qué pensabas al estar sola con ese… ese hombre? —Prácticamente escupió la última palabra. Sus ojos estaban completamente abiertos y casi frenéticos—. No puedo creer que lo dejaran entrar. Pertenece a una jaula con grilletes, lejos de cualquier persona decente. Sus uñas se clavaron en mi brazo. —Mamá, me estás haciendo daño. Ella me soltó y finalmente reconocí la emoción en su rostro. No era ira, sino preocupación. —Estoy bien —dije firmemente—. Me perdí en el camino y me encontré con… —Busqué en mi mente por un nombre para llamarlo aparte de Growl, que parecía demasiado a un apodo para usar alrededor de mi madre, pero no se me ocurrió más nada. —Cara, no puedes ir corriendo así, sin pensar en las consecuencias de tus acciones. —Estaba de camino al cuarto de baño. No estaba corriendo por ahí —dije. —Cosimo es un buen partido. Ahora, no lo arruines. Parpadeé, incapaz de creer a mis oídos. —Eso es lo que te preocupa. Madre respiró profundo y presionó su mano contra mi mejilla. —Estoy preocupada por ti. Pero eso incluye tu reputación. En este mundo, una mujer no es nada sin una buena reputación. Un hombre, eso es otra cosa. Pueden hacer lo que les plazca e incluso eso ayudará a su reputación, pero nosotras estamos obligadas a normas diferentes. Necesitamos ser todo lo que ellos no son. Tenemos que compensar sus fracasos. Para eso estamos destinadas. Nosotras, tú tienes que ser gentil, dócil y virtuosa. Los hombres quieren todo lo que ven. Debemos mantener nuestros deseos firmemente encerrados, incluso si los hombres no pueden. No era la primera vez que me decía algo así, pero por la manera en que acentuó la palabra “deseos” en su discurso me preocupó que supiera de la reacción de mi cuerpo ante la cercanía de Growl. Sin embargo, no tenía que preocuparse. Mi temor por aquel hombre, por todo lo que representaba y por lo que era capaz de hacer, superaba cualquier pequeña emoción que mi cuerpo pudiera sentir a su alrededor. Growl Growl las observó dejar el pasillo. La puerta se cerró y volvió a estar solo. Su olor a vainilla aún permanecía en el aire. Dulce. Las chicas así siempre elegían aromas dulces. No entendía por qué trataban de parecer aún más inofensivas al oler como una flor delicada. Tiró de su cuello. Demasiado apretado. La tela contra su cicatriz, lo odiaba. Este traje, esta camisa, no era él. La mirada en el rostro de su madre le había recordado por qué odiaba eventos como éste. La gente no lo quería alrededor. Querían que él hiciera su trabajo sucio, y les gustaba hablar mierdas sobre él, pero no lo querían cerca. No le importaba una mierda. No eran nada para él. Sabía que lo veían como un animal de circo. Era el escándalo de la noche. La chica de olor dulce también lo había estado observando. La había visto a ella y a sus amigas observarlo desde el salón de baile. Pero la chica de olor dulce lo había sorprendido. Él sabía su nombre. Por supuesto. Falcone había hablado sobre su padre y su familia con demasiada frecuencia en las últimas semanas. Cara. No había huido gritando, a pesar de que habían estado solos en el pasillo. Ni siquiera había parecido muy asustada. Por supuesto, había habido temor; siempre lo había, pero también había habido curiosidad. Porque él era un monstruo al que temían y fascinaba. No le importó. Ella era solo una chica. Una chica de sociedad con un vestido bonito y una cara aún más bonita. Le importaba una soberana mierda lo bonito. No significaba nada. Era fugaz, se podía quitar en un instante. Sus ojos la habían buscado varias veces esa noche. Había imaginado arrancarle ese bonito vestido de su cuerpo, imaginándose correr sus manos indignas sobre sus curvas. Luego apartó la mirada y salió del salón de baile antes de que pudiera hacer algo muy estúpido. Ella era alguien a quien no estaba destinado a tener. Alguien a quien ni siquiera debería imaginarse tener. Era alguien a quien admirar desde lejos. Y eso era lo mejor. Cara Ese día, poco después de regresar a casa y acostarme enla cama, mis dedos encontraron el punto dulce entre mis piernas, respondiendo a la necesidad que me había clamado desde que había visto a Growl. El manto de oscuridad arrasó mi resistencia y mi preocupación de ser atrapada. Incluso las palabras de mi madre que resonaron en mi cabeza no fueron capaces de detenerme. “Sé buena, sé virtuosa. Esto es pecado”. La imagen de aquel temible hombre había causado un dulce hormigueo en mi entrepierna, y no pude resistir. Está mal, gritaba mi mente, pero desterré la idea hasta que finalmente mi cuerpo se estremeció con mi liberación. Pero segundos después, una familiar sensación de estar sucia me invadió. Esto era pecado. Madre no había dejado de decirme esas palabras desde el día en que me atrapó tocándome dos meses atrás. Desde entonces, no había cedido a mis necesidades pecaminosas, hasta esta noche. Respiré profundamente, deseando que mi corazón dejara de correr. Deseando que mi cuerpo dejara de recordarme lo que había hecho. Desde que madre me había atrapado, había habido una tensión entre nosotras que apenas podía soportar. Evitaba mis ojos como yo evitaba los suyos. Casi me alegré por mi boda aproximándose rápidamente de modo que finalmente pudiera escapar del juicio de mi madre. Todavía sentía una oleada de flagrante vergüenza sobre mí cuando recordé ese día y la mirada de shock en la cara de mi madre. No había sido la primera vez que me tocaba a mí misma, pero sí la primera vez que había entendido lo malo que era en realidad. Me había jurado en ese entonces que nunca dejaría que mi cuerpo volviera a anular mi cerebro y ahora había roto esa promesa. En la protección de la noche, me atreví a dejar que mis dedos recorran mi cuerpo una vez más, todo por un hombre en el que ni siquiera debería pensar, mucho menos fantasear. Está mal. Era débil y pecadora, pero en los breves momentos de placer me sentía más viva que en cualquier otro momento de mi vida. 3 Cara Traducido y corregido por LizC Supe que algo estaba horriblemente mal cuando vi a padre durante la cena. Tenía la energía nerviosa de un animal atrapado. Los ojos de Talia volaron hacia mí, sus cejas oscuras disparándose en alto en una pregunta silenciosa. Siempre intentaba actuar como si fuera adulta, y aun así parecía pensar que siempre sabía más que ella. Pero siempre había más preguntas que respuestas en nuestra casa. Me encogí de hombros levemente y dirigí mis ojos hacia madre, pero su atención se centraba en padre, con la misma expresión curiosa en su rostro que Talia me estaba dando. Ninguna de nosotras parecía tener respuestas; padre veía atentamente hacia su iPhone, pero la pantalla permanecía negra. Cualquier cosa que esperara y ansiara, no estaba sucediendo. Sus dedos tocaban un ritmo errático en la caoba de la mesa de nuestro comedor, un bajo clic tras otro por sus uñas en la madera. Padre generalmente usaba las uñas meticulosamente cortas, pero cualquiera fuera la razón que lo tenía como un naufragio nervioso ante nosotros le había hecho olvidar su higiene personal. —Brando, apenas has tocado tu cena. ¿No te gusta la carne asada? —preguntó madre. Había pasado dos horas en la cocina preparando nuestro festín del domingo. En todos los otros días de la semana nuestro cocinero era responsable de la cocina. Padre saltó en su silla. Sus amplios ojos inyectados en sangre encontraron los de madre, luego nos vio a Talia y a mí. La inquietud se instaló en la boca de mi estómago. Nunca lo había visto así. Padre era tranquilo y analítico. Poco podía conseguir alterarlo. Pero desde la fiesta donde Falcone, parecía algo estresado. —No tengo hambre —dijo padre antes de que su mirada volviera a su teléfono celular. Eché un vistazo a la petaca que se tensaba sobre su cinturón. A padre le encantaba comer, y nunca dejaba que la carne asada de madre se desperdiciara. La pantalla de su teléfono destelló con un mensaje y el rostro de padre se quedó sin color. Dejé el tenedor, ya sin apetito. Pero no tuve la oportunidad de mirar otra vez a madre porque padre se puso en pie. Su silla se derrumbó y estrelló contra el suelo de madera dura. Madre también se levantó, pero Talia y yo nos quedamos congeladas en nuestros asientos. ¿Qué está pasando? —Brando, ¿qué…? Padre corrió antes de que madre pudiera terminar su frase. Madre lo siguió y después de un momento me puse de pie. Talia todavía estaba pegada a su silla. Ella parpadeó hacia mí. Mis ojos se dirigieron a la puerta, dividida entre correr tras nuestros padres para averiguar qué estaba pasando y seguir las reglas. No se suponía que nos levantáramos de la mesa del comedor sin permiso. No me gustaba esa regla, pero siempre la seguía. Después de todo, las cenas eran la única vez que nuestra familia tenía la oportunidad de realmente pasar tiempo de calidad juntos. La puerta del comedor volvió a abrirse y padre volvió, con dos armas en las manos. Bajó una, solo para sacar su teléfono y presionarlo contra su oreja. Me quedé mirando el arma en nuestra mesa. Sabía lo que padre hacía para ganarse la vida, lo que él era. Lo sabía desde que podía recordar, incluso si madre, Talia y yo viviéramos una vida bastante normal. Incluso si intentabas ser ciego a la verdad, a veces te golpeaba en la cara sin invitación. Pero hasta ahora, padre había tratado de mantener la ilusión de la normalidad a nuestro alrededor. No había sido exactamente difícil para él porque hasta hace unos meses Talia y yo habíamos asistido a un internado de chicas y solo habíamos estado en casa los fines de semana y durante las vacaciones. Y pronto me iría a la universidad y Talia volvería a la escuela. Nunca lo había visto mostrar abiertamente una pistola. Nunca había visto una pistola tan cerca. Padre estaba involucrado en el crimen organizado, pero muchas personas que se ocupaban del juego al azar estaban en Las Vegas; ni siquiera estaba segura de lo que hacía exactamente, salvo que manejaba la mayoría de los casinos de la Camorra. Madre entró al comedor, luciendo completamente fuera de sí, pero padre no miró en su dirección. —¿En cuánto estarás aquí? —siseó padre al teléfono. Él asintió después de un momento—. Entonces estaremos listos. Apúrate. —Finalmente se volvió hacia nosotras. Estaba intentando parecer tranquilo, pero fallando miserablemente—. Talia, Cara, por favor, hagan una maleta. Solo cosas que necesitarán por unos días. Madre se había convertido en un pilar de sal. —¿Nos vamos de vacaciones? —preguntó Talia con la esperanza y la ingenuidad que deseaba para mí. Padre siempre nos dejaba en paz si decíamos algo tonto. Hoy no. —No seas ridícula, Talia —le ladró. Ella saltó en su silla, obviamente sorprendida por el tono áspero. —¿Estamos en problemas? —pregunté cuidadosamente. —No tengo tiempo para discutir los detalles con ustedes. Todo lo que necesitan saber ahora es que no tenemos mucho tiempo, así que por favor, empaquen algunas cosas. El teléfono destelló con un mensaje. Los hombros de padre cayeron con alivio. Salió corriendo del comedor. Esta vez las tres lo seguimos hasta el vestíbulo de la casa. Padre abrió la puerta y entraron varios hombres a los que nunca antes había visto. Parecían robustos; todos vestidos con pantalones mal ajustados, chaquetas de cuero, zapatillas deportivas. Parecían el tipo de hombres que no querrías encontrarte en la oscuridad, o en absoluto. Sus ojos calculadores se deslizaron sobre mí. Eran el tipo de hombres que te hacían cruzar la calle para evitarlos. Tuve que impedir envolver mis brazos protectoramente alrededor de mi pecho. Si padre los había invitado, no podían ser peligrosos. Padre sacó un sobre del bolsillo de su chaqueta y lo tendió a uno de los hombres. El brazo de Talia rozó el mío cuando se movió un poco más cerca. Ojalá pudiera darle el consuelo que obviamente estaba buscando, pero mis propiosnervios estaban destrozados. El hombre miró dentro. —¿Dónde está el resto? —dijo con un fuerte acento. ¿Acaso eran rusos? Me habían parecido un poco eslavos, pero no había considerado la opción de que fueran de hecho rusos. Padre trabajaba para la Camorra, y no era ningún secreto que los rusos fueran el enemigo. ¿No estábamos todos cometiendo traición al tener a esos hombres dentro de nuestra casa? Mi cabeza estaba girando, pero guardé las preguntas para mí, por temor a empeorar las cosas. —Lo conseguirás una vez que mi familia y yo estemos a salvo en Nueva York. Ese fue el trato, Wladimir —dijo padre. Talia me lanzó una mirada confusa, pero no me atreví a quitar los ojos de lo que estaba pasando. ¿Por qué íbamos a Nueva York? ¿Y qué había hecho padre para que necesitase que los rusos lo protejan? Raramente hablaba de negocios en nuestra presencia, pero cada vez que escuchaba el fragmento ocasional sobre Nueva York o los rusos no había sido positivo. Wladimir intercambió una mirada con sus compañeros, luego asintió brevemente. —Eso no será un problema. Mañana estarás en Nueva York. Padre se volvió hacia nosotras. —¿Qué siguen haciendo aquí? Les dije que hicieran sus maletas. De prisa. Dudé, pero madre agarró la mano de Talia y la condujo hacia la escalera. Después de un momento, las seguí, pero no sin volver a mirar por encima del hombro. Los rusos hablaban entre sí. Padre parecía confiar en ellos, o al menos confiaba en que querían el resto del dinero lo suficiente como para llevarnos a Nueva York. Eso me recordó algo. Alcancé a madre y a Talia, luego susurré: —¿Por qué Nueva York? Pensé que no podíamos ir allí porque la familia gobernante allí no se lleva bien con el jefe de padre. Madre se detuvo. —¿De dónde has oído eso? —No lo sé. A veces escucho cosas. Aunque, es cierto, ¿verdad? —Nueva York es un tema difícil. No he estado allí en mucho tiempo. Había anhelo en su voz. Abrí la boca para preguntarle sobre eso cuando sonó una explosión abajo, y entonces los hombres estaban gritando. —Tenemos que escondernos —susurró madre a medida que arrastraba a Talia hacia el dormitorio principal. Estaba a punto de seguirlas cuando unos pasos resonaron a toda prisa por la escalera. Rápidamente me empujé en la habitación más cercana, la de Talia, y me escondí en su apretado armario. Había un montón de ropa desechada en el suelo y la usé para ocultarme aún más. Todavía podía ver la mayor parte de la habitación a través de las rendijas en la puerta, pero con solo la tenue luz del pasillo derramándose dentro, era difícil distinguir mucho. Apenas tuve tiempo de agacharme y quedarme quieta cuando la puerta se abrió de golpe. Alguien entró tambaleándose. Por un momento, la luz golpeó la cara del hombre y lo reconocí como uno de los rusos. Estaba sangrando por una herida en el brazo. Se dirigió hacia la ventana. ¿Iba a saltar? Trató de empujar la ventana hacia arriba, pero se quedó atascada por sus movimientos frenéticos. Contuve mi aliento y me enterré más profundo en el montón de ropa. Otro hombre, mucho más alto y musculoso que el primero, se adentró y agarró al ruso. Todo sucedió demasiado rápido para ver mucho, pero algo me parecía familiar sobre el segundo hombre. Hubo una corta lucha. El ruso sacó un cuchillo pero nunca llegó a usarlo. El otro hombre lo agarró por el cuello y lo retorció. Ahogué un jadeo cuando el ruso se derrumbó, chocó con la puerta de modo que fue empujada hasta abrirse por completo, y finalmente cayó al suelo en un montículo sin vida. La luz ahora llenaba todo el centro de la habitación. Mis ojos retrocedieron hacia el asesino. Estaba de espaldas hacia mí. Pero lo conocía. Había soñado con él varias veces en el último par de semanas desde la fiesta. Growl, por supuesto. 4 Cara Traducido por Lyla Corregido por LizC Su camiseta negra se pegaba a su piel por el sudor, y sus brazos estaban cubiertos de tatuajes. Sin el traje y la actitud fría, este hombre era puro peligro. Ahora no había nada contenido en él. Todo en él gritaba muerte. Mi corazón latía en mi pecho mientras esperaba a que se volviera y me descubriera. ¿También me mataría? No lo haría. No podía. El estatus de mi familia todavía tenía que valer para algo, ¿verdad? Pero salió de la habitación sin mirar de nuevo al hombre que mató… o al guardarropa en el que me escondía. Solo cuando se fue y ya no oí sus pasos me atreví a respirar. Y luego un nuevo miedo se instaló. ¿Dónde estaba padre y qué le estaba pasando? ¿Y a madre y Talia? Tenía que ir a buscarlos, incluso si cada fibra de mi cuerpo me gritaba que me quedara donde estaba. Teníamos que estar juntos, pero dejar mi escondite era un riesgo enorme. Volví a mirar hacia el cadáver en el centro de la habitación. ¿También era nuestro destino? Entonces un pensamiento más esperanzador cruzó mi mente. Tal vez nos salvaríamos. No era una sorpresa que soldados de la Camorra, como Growl, mataran a los miembros de la Bratva, sus archienemigos. Tal vez había una manera de convencer a todos de que los rusos no habían estado aquí para nuestra protección, sino para matarnos. Gritos y disparos sonaron abajo. Escuché una voz familiar, la voz de mi padre, pero no estaba entre los gritos, ni la de Talia ni la de madre. Probablemente todavía estaban escondidas en el dormitorio principal. Cerré los ojos. No estaba acostumbrada a este mundo, a pesar de que había crecido alrededor de la gente que era parte de él. Pero siempre había rozado los bordes de la maldad en la que mi padre estaba involucrado. Ahora que fui arrojada de cabeza, no estaba segura de cómo actuar. Sin embargo, esperar como un ratón en una trampa no era la solución. En algún momento registrarían las habitaciones adecuadamente, y entonces no quería que fuera fácil para ellos. Me puse de pie y abrí la puerta lentamente, luego salí. Aunque ya lo sabía, me agaché junto al ruso y presioné mis dedos contra su garganta. Todavía estaba caliente pero no había pulso. Consideré en hacer RCP1, pero luego noté cómo su cuello estaba retorcido y lo descarté. Un violento estremecimiento inundó mi cuerpo y por un momento estuve segura que iba a tener un ataque de pánico, pero el sonido de voces me trajo de vuelta a la realidad. Me enderecé, con la mirada fija en el cuchillo que el ruso había dejado caer durante su lucha. Estaba a punto de tomarlo cuando las palabras del instructor de autodefensa que había dado un seminario de fin de semana en nuestra escuela surgió en mi cabeza: “Un arma que no puedes controlar es otra ventaja para tu enemigo”. No tenía ninguna duda de que sería desarmada en un abrir y cerrar de ojos. Nunca había aprendido a luchar con armas, ni a luchar en absoluto. Mis amigas y yo no habíamos tomado el seminario de autodefensa muy en serio. Ahora desearía haberlo hecho. Pero habíamos estado tan ocupadas comiéndonos con los ojos a nuestro instructor que no habíamos tenido tiempo para otra cosa. ¿Cuánto tiempo había pasado? Talia gritó en algún lugar de la casa, y empecé a moverme sin pensar. Salí de la habitación a toda prisa. No estaba segura de cómo ayudarla, pero sabía que tenía que llegar a ella. Sin embargo, no llegué muy lejos. Me estrellé contra alguien, mi sien chocando con un duro hombro. Mi visión se volvió negra y me tambaleé hacia atrás, jadeando. Caí de rodillas. Y el dolor se disparó a través de mis piernas por el impacto. Después de un momento, miré hacia arriba y me encontré mirando al hombre que había matado justo delante de mis ojos, el hombre que me había asustado y fascinado desde nuestro primer encuentro. Era aún más alto así de cerca, y había una cicatriz larga y marchita que le rodeaba la garganta. Growl. Siempre Growl. Mi fascinación no dio paso a nada más que miedo cuando sus ojos se encontraron con los míos. No parecía humano en ese momento. Un asesino,un monstruo… nada humano en su expresión, sus ojos o él. Me agarró del brazo y me puso de pie bruscamente. Mi visión nadó de nuevo. —Llévela con los demás —gruñó con voz ronca. Esa voz, tan profunda y áspera, envió un escalofrío por mi espalda. 1 RCP: siglas para reanimación cardiopulmonar. Otro hombre me tomó por el brazo y me llevó lejos. Eché otra mirada por encima del hombro pero, Growl, el hombre con la cicatriz y sin piedad, se había ido. Apenas presté atención a lo que me rodeaba y casi me caí por las escaleras cuando mi captor me arrastró hasta que llegamos a la sala de estar donde padre, madre y Talia ya estaban reunidos. Padre arrodillado en el suelo delante de Falcone, que llevaba un traje a rayas y una camisa blanca de cuello alto. Talia y madre de pie a unos pasos detrás, tan aterrorizadas como yo. Me empujaron hacia ellas y madre inmediatamente envolvió un brazo alrededor de mí. El otro ya estaba sujetando a Talia. Le di a madre una mirada interrogante pero ella estaba observando a Falcone con ojos aterrorizados. Finalmente, también me volví hacia él. Había sido espeluznante en su fiesta, pero hoy parecía realmente aterrador. Benedetto Falcone, jefe de padre y jefe de la mafia en Las Vegas, estaba en nuestra casa y la mirada en sus ojos me congeló el estómago. Que estuviera en nuestra sala de estar era una señal horrible. Solo podía significar que padre había metido la pata gravemente. Y que padre estuviera sudando profusamente solo confirmaba mis preocupaciones. En algún lugar de la casa todavía podía escuchar los sonidos reveladores de una pelea brutal. Me estremecí. Los hombres reunidos en esta habitación parecían haber venido a buscar sangre. El hombre muerto en la esquina y arriba en el dormitorio de Talia no parecía ser suficiente. Unos fuertes pasos bajaron por la escalera y unos minutos después Growl apareció. Sus manos y antebrazos estaban cubiertos de sangre. No estaba segura si era suya, pero lo dudaba. Falcone miró hacia él. —¿Está todo despejado, Growl? —preguntó con ligera curiosidad, como si ya supiera la respuesta y suponía que él también. Todas las historias que había escuchado en voces susurradas pasaron a través de mi mente. Growl era invencible. El hombre frente a mí esta noche tenía poco que ver con el hombre que había visto en la fiesta de Falcone. En ese entonces Growl había estado disfrazado. Mientras que otras personas tenían que ponerse máscaras, ese traje y su apariencia limpia habían sido las suyas, pero debajo de él el mismísimo monstruo había estado esperando despertar. Ahora no se podía confundir quién o qué era. El mejor soldado en las filas de la Camorra de Las Vegas, y un monstruo. Eso es lo que la gente siempre dice a sus espaldas y ahora también lo veía. Era una máquina de combate sin emociones, una mano brutal de Benedetto Falcone. —Todo está despejado —dijo Growl en aquel profundo retumbar que era su voz. Por primera vez pude ver la larga cicatriz alrededor de su garganta. Sus cuerdas vocales habían resultado heridas por el accidente que le había dado la larga cicatriz alrededor de su garganta. Growl no debería haber sobrevivido a una herida como esa, pero de alguna manera lo había hecho, y tal vez lo había convertido en el monstruo que era ahora, o tal vez solo había sobrevivido porque era un monstruo. Falcone se alejó de su soldado y Growl se desvaneció en el fondo. No estaba segura de cómo lograba hacerlo; un hombre con su tamaño y aura no debería ser capaz de mezclarse en su entorno tan fácilmente, hacerte olvidar que estaba allí. Esa probablemente era una de las habilidades que lo convertían en un luchador tan temido. Falcone se acercó a padre, obligándolo a inclinar la cabeza hacia atrás. —Oí que has estado ocupado estos últimos meses —comenzó Falcone con una lenta pronunciación agradable que hizo que los pelos de mi cuello se eleven. Su sonrisa era desagradable y maliciosa. Prometía castigo. Padre tragó con fuerza, pero no dijo nada. ¿Por qué no estaba diciendo nada? —¿Cuánto de mi dinero te has guardado para ti, Brando? —preguntó Falcone, todavía con aquella voz horriblemente agradable. Mi estómago se contrajo. No podía creer que padre le hubiera robado a su jefe. No podía haber sido tan estúpido. Todo el mundo sabía lo que le pasaba a la gente que se metía con Falcone. La sonrisa de Falcone se ensanchó e hizo un pequeño gesto con la cabeza hacia uno de sus hombres, quien inmediatamente salió y volvió unos momentos después, con Cosimo en sus talones, como siempre impecablemente vestido. ¿Qué estaba haciendo aquí? Tal vez él respondería por padre. Pero padre palideció al ver a mi futuro marido y supe que mi esperanza era en vano. Padre pareció querer decir algo pero se quedó en silencio. Intenté captar la mirada de Cosimo, pero sus ojos no me buscaron. ¿Por qué me estaba ignorando? Prácticamente estábamos comprometidos; nuestra fiesta de compromiso ya estaba fijada para Año Nuevo. ¿No debería cuidarme? Estaba mirando a padre con una expresión que me revolvía el estómago. Esto iba a terminar mal. —¿Por qué no vuelves a decirme lo que me dijiste hace unos días? —le dijo Falcone a Cosimo, sin quitarle los ojos a mi padre. —Después de llegar a un acuerdo sobre el compromiso con su hija, Brando vino a mí y me preguntó si quería ganar algo de dinero extra. Me habló del trato que hizo con la Bratva, y que estaba tomando dinero de ti. Padre no dijo nada. Quería sacudirlo, quería hacerle negar las afirmaciones escandalosas de Cosimo. Con cada segundo que él no lo hacía, mis esperanzas de un final misericordioso para esta noche desaparecieron. Traté de captar la mirada de Cosimo otra vez, aún esperanzada, y cuando finalmente miró hacia mí, mi corazón se hundió. No había emoción en sus ojos. Hoy no sería mi caballero de brillante armadura. Falcone se volvió hacia mi madre con una expresión de tiburón. Madre se puso rígida pero mantuvo la cabeza en alto. Era una mujer orgullosa; una de las cosas que más admiraba de ella. Me preocupaba que Falcone pudiera disfrutar romperla. Él era de ese tipo. Avanzó hacia madre, y padre finalmente entró en acción. —Ella no sabe nada. Mi familia no estaba involucrada en nada de esto. Son inocentes. —Su voz sonó con miedo y alarma. Y ver su terror, oírlo, me aterrorizó sin fin. Esto no era un juego. Talia se volvió hacia mí en busca de ayuda una vez más. Dios, y cómo deseaba saber cómo ayudarla, cómo ayudar a mi familia, pero yo era inútil. Falcone se detuvo justo frente a mi madre, más cerca de lo que era socialmente aceptable. Madre no retrocedió, aunque la mayoría de la gente lo hubiera hecho bajo su mirada, y esperé tener la misma fuerza si Falcone me enfrentaba. Él alcanzó su garganta y por un momento loco pensé que iba a estrangularla. Padre hizo un gesto para levantarse pero el hombre de Falcone lo empujó hacia abajo. Falcone rodeó con los dedos el collar de madre. —Pero están cosechando las recompensas de tu traición, ¿verdad? Padre sacudió la cabeza. —No compré ese collar con ese dinero… —Se interrumpió, con una expresión de dolor en su rostro. Esa era una declaración de culpabilidad si alguna vez había escuchado una. Quería llorar. Padre había robado a la mafia. Eso significaba su muerte, y quizás la nuestra también. Falcone no era conocido por su amabilidad. —¿No? —dijo Falcone con falsa curiosidad. Arrancó el collar de la garganta de madre. Ella jadeó y se estremeció, una mano volando para tocar su piel. Cuando apartó los dedos, estaban ensangrentados. La cadena de oro la había cortado. Luego señaló los pendientes de Talia. Talia retrocedió un paso. —¿Y esos? —Estiró el brazo por un pendiente. —Déjala en paz —dije antes de que pudiera detenerme. Padre y madre me miraron como si hubiera perdido la cabeza.Falcone se volvió hacia mí lentamente, con los ojos entrecerrados. Se alejó de Talia y se acercó a mí. Me tomó mucho esfuerzo mantenerme firme cuando todo lo que quería era correr tan rápido como mis pies pudieran llevarme. No llevaba ninguna joya llamativa que pudiera echarme en cara, o a mi padre, pero sabía que eso no me protegería. Sus ojos crueles parecieron atravesarme hasta el fondo. Traté de no mostrar mi repulsión y miedo. No estaba segura que tuviera éxito. No tenía experiencia en hacer frente al verdadero mal. —Eres valiente, ¿verdad? —dijo Falcone. Tenía la sensación de que no era un cumplido. Esperé que me hiciera algo, tal vez castigarme por mi insolencia, pero simplemente me miró antes de volverse sobre sus talones y regresar a mi padre. De alguna manera su indulgencia me preocupó aún más. Me hizo pensar que tal vez tenía algo peor en mente para mí más tarde. Esto no había terminado. —¿Me pregunto si en realidad creías que te saldrías con la tuya, Brando? — preguntó Falcone. Tocó el hombro de padre con un gesto amistoso y burlón. —Siempre hice más dinero que cualquiera de tus otros gerentes. Trabajaré gratis durante el tiempo que quieras. Te compensaré, lo juro. —¿Me compensarás? —repitió Falcone—. Me traicionaste. Me robaste y diste mi dinero a los asquerosos rusos. Mis enemigos. ¿Cómo vas a compensármelo? —Haré cualquier cosa —dijo padre. Falcone se tocó la barbilla en contemplación. Parecía como si hubiera practicado el movimiento innumerables veces frente al espejo. —Hay algo que puedes hacer por mí. Padre asintió con entusiasmo, pero yo no era tan optimista. La mirada en los ojos de Falcone no prometía nada bueno. Falcone sacó una pistola de una funda debajo de su chaqueta y la sostuvo contra la cabeza de padre. —Puedes morir. Apretó el gatillo. Grité, dando un paso adelante para ayudar a mi padre, también lo hizo madre, pero nuestros guardias nos retuvieron. Talia gritó, un sonido agudo que hizo que los pelos de mi cuello se pusieran en punta. Pero padre no se derrumbó. Estaba ileso. No había habido una bala en la pistola. Me estremecí, mis emociones cambiando de shock a alivio. Padre cerró los ojos por un momento. Luego miró a Falcone. Definitivamente había alivio en su mirada, pero también temor absoluto. Falcone sonrió satisfecho. —Pero primero necesitamos saber todo lo que sabes sobre los rusos y todo lo que podría perjudicar mi negocio, ¿no estás de acuerdo? Falcone no esperó la respuesta de padre, señaló a Growl. —Habla con él. Y hazlo rápido. Tengo cosas mejores que hacer. —Growl no vaciló. Agarró a padre por el brazo, lo levantó y arrastró hasta el comedor contiguo. Madre, Talia y yo fuimos conducidas a un rincón y tuvimos que esperar mientras escuchábamos los gritos y gemidos amortiguados de padre. Talia apretó las palmas contra sus oídos y cerró los ojos. Madre nos abrazó con fuerza a las dos. Quise cerrar mis oídos a los sonidos de la tortura de padre, pero si él tenía que soportar el dolor, yo podría por lo menos soportar esto. Se hizo el silencio en la habitación contigua. La preocupación royó mis entrañas. ¿Y si el silencio significaba que padre había perdido su conciencia? O peor. La puerta crujió. Madre se puso rígida. Padre fue conducido al interior por Growl. Apenas podía mantenerse erguido y sin el apretón de acero del otro hombre se habría derrumbado. Falcone se levantó de su silla. —¿Todo listo? Growl asintió. Llevó a padre al centro de la habitación y luego lo soltó. Padre cayó de rodillas. Growl se mezcló de nuevo en el fondo cuando Falcone avanzó hasta detenerse delante de padre. —Me decepcionaste mucho, Brando. Es una pena, de verdad. Deberías haber pensado realmente en tu familia antes de decidir joderme. Padre tosió, luego habló con voz ronca. —No… no las castigues por mí… Falcone no le dio la oportunidad de terminar la frase. Dio la espalda a mi padre. —Growl —dijo. Growl se adelantó, esperando órdenes. Iba a matar a mi padre, no había otra opción. —Lo hiciste bien, Growl. —Los labios de Falcone se ensancharon—. Por eso tengo un regalo para ti. Growl permaneció inmóvil, goteando sangre y sudor, sus ojos fríos y vacíos, como si no hubiera nada detrás de ellos, un vacío oscuro que consumía cualquier cosa alrededor. Me estremecí. No recordaba que su mirada fuera tan horrible en la fiesta. Matar y mutilar debe haber traído al monstruo a la superficie. Padre empezó a sacudir la cabeza. —¡No puedes! Me asusté. Growl apenas miró en su dirección, pero luego sus ojos me encontraron, y no se movieron. Dios en el Cielo, ten piedad. 5 Cara Traducido por Lyla Corregido por LizC —Puedo y lo haré. —Falcone asintió hacia el captor de padre, que golpeó a padre en el estómago, haciéndolo farfullar y toser. Después abrió los brazos—. Has sido un buen soldado y mereces una recompensa. —Señaló hacia mí y pensé que mi mundo se iba a derrumbar. Podía ver mi vida desmoronándose justo ante mis ojos. Pero entonces todo se volvió mucho peor. El dedo de Falcone se movió de mí hacia mi hermana. Los ojos de Growl se lanzaron hacia ella—. Es tu elección. —No —grité, alejándome de mi guardia. Sin embargo, mi nueva libertad duró poco, cuando sus manos me agarraron por los brazos, haciéndome daño. Me estremecí por el dolor atravesando mi cuerpo. Talia estaba congelada por el miedo y el shock. —Por favor —dijo padre, con las manos unidas en un gesto de mendicidad—. Son inocentes. Castígame a mí, pero no las lastimes. Falcone apenas miró en su dirección. —Oh, te voy a castigar, no te preocupes. Pero no será tan fácil. —Era obvio que se estaba divirtiendo tremendamente. Esta habitación estaba llena de monstruos, pero tenía la sensación de que él era el peor de ellos—. Es tu elección, Growl. Toma a quien quieras. Estoy seguro que disfrutarás de cualquiera de ellas —dijo Falcone con una sonrisa desagradable. No quise nada más que borrarla de su rostro, tomar la pesada escultura de mármol de un desnudo dios griego que mi madre tanto amaba y aplastarla contra la fea cara de Falcone. No sabía de dónde provenían esas ideas tan brutales. Jamás había sido del tipo violento, pero suponía que alguien podría ser conducido a lo peor en una situación como esta. Los ojos de Growl se posaron en mi cara. Habría pensado que vería mi cuerpo, pero su mirada nunca se alejó de mi rostro. Casi deseé que fuera diferente. Sus ojos eran como lagos ámbar de pura nada. No quería descubrir los horribles secretos que guardaban en su profundidad. —Oh, creo que la elección está hecha —dijo Falcone con una carcajada. Growl asintió levemente. —Ella —murmuró, sus ojos todavía pegados a mí. Horror, miedo, desesperación se estrellaron contra mí. También debería haber sido alivio. Alivio, porque Talia se había salvado, pero aunque no quería a mi hermana en mi lugar, no podía sentir alivio cuando mi propia vida se estaba desmoronando justo delante de mis ojos. —Entonces, muy bien —dijo Falcone de una manera condescendiente—. Es tuya. —No puedes hacer eso —rugió padre. No había esperado que quedara tanto poder en él. —Tómame a mí. Ella es solo una niña —suplicó madre, intentando alejarse de su captor una vez más. Falcone rio de nuevo, un sonido amenazador. —¿Quién querría a una uva pasa vieja cuando podría tener un melocotón jugoso? —Oye, cuidado con lo que dices —siseó padre. Tal vez habría admirado más su coraje repentino si no fuera la razón de nuestra muerte—. No voy a quedarme de brazos cruzados mientras insultas a mi esposa y le das a mi hija a ese… —miró a Growl con repugnancia—… ese monstruo. Falcone asintió. —Tienes razón. No deberías tener que ver esto. —Antes de que alguna de nosotras pudiera reaccionar, apuntó a padre con su arma y apretó el gatillo. Esta vez no fue para aparentar. La bala atravesó la sien de padre. Su cabeza