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5 Bound by vengeance - Cora Reilly

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Índice 
Sinopsis 
Prólogo 
Capítulo 1 
Capítulo 2 
Capítulo 3 
Capítulo 4 
Capítulo 5 
Capítulo 6 
Capítulo 7 
Capítulo 8 
Capítulo 9 
Capítulo 10 
Capítulo 11 
Capítulo 12 
Capítulo 13 
Capítulo 14 
Capítulo 15 
Capítulo 16 
Capítulo 17 
Capítulo 18 
Capítulo 19 
Capítulo 20 
Capítulo 21 
Capítulo 22 
Capítulo 23 
Capítulo 24 
Capítulo 25 
Capítulo 26 
Capítulo 27
 
 
Sinopsis 
 
Growl 
Nunca había tenido algo para sí, ni siquiera se había atrevido a soñar con poseer 
algo tan precioso. Era el hijo bastardo e indeseado que siempre había tenido que 
contentarse con las sobras de los demás. Y ahora le habían dado lo que hace unas 
pocas semanas atrás había estado fuera de su alcance, alguien a quien ni siquiera se le 
permitía admirar desde lejos, una de sus posesiones más preciadas. Arrojada a sus pies 
porque era quien era, porque estaban seguros que la rompería. Él era su castigo, un 
destino peor que la muerte, una manera de entregar el castigo final a su padre que les 
había disgustado tanto. 
Cara 
Siempre había sido la chica buena. Sin embargo, eso no la protegía. 
No sabía su verdadero nombre. La gente lo llamaba Growl a la cara y El 
Bastardo a la espalda. Ambos eran nombres que no podía haber elegido por sí mismo. 
Sus ojos lucían vacíos, un espejo devolviéndole su propio miedo. Era una de las manos 
brutales de la Camorra de Las Vegas. 
Y ahora ella estaba a su merced. 
 
Born in Blood Mafia Chronicles #5 
 
 
Prólogo 
Growl 
 
Traducido por Smile.8 
Corregido por LizC 
 
Ojos abiertos. Labios partidos. Mejillas enrojecidas. Piel pálida. Parecía una 
muñeca de porcelana: grandes ojos azules, cabello color chocolate y cremosa piel 
blanca; frágilmente hermosa, algo que él no estaba destinado a tocar con sus brutales 
manos llenas de cicatrices. Sus dedos encontraron su muñeca; el latido de su corazón 
revoloteando como un pájaro. Ella intentó luchar, intentó ser valiente, intentó hacerle 
daño, tal vez incluso matarlo. ¿Realmente había tenido la esperanza de tener éxito? 
Esperanza; hacía que la gente se volviera tonta, les hacía creer en algo más allá 
de la realidad. Él se había despojado del hábito de la esperanza hacía mucho tiempo. 
Sabía lo que era capaz de hacer. Ella había tenido la esperanza de poder matarlo. Él 
sabía que podía matarla, sin lugar a dudas. 
Su mano trazó la suave piel de su garganta, luego sus dedos se envolvieron 
alrededor de ella. Sus pupilas se dilataron pero él no aplicó presión en su toque. Su 
pulso martilleaba contra su ruda palma. Él era un cazador, y ella la presa. El fin era 
inevitable. Había venido a reclamar su premio. Es por eso que Falcone se la había 
dado a él. 
A Growl le gustaban las cosas que hacían daño. A él le gustaba hacer daño a 
cambio. Tal vez incluso lo amaba; si fuera capaz de ese tipo de emoción. Se inclinó 
hasta que su nariz estuvo a centímetros de la piel debajo de su oreja y aspiró. Ella olía 
a flores con un toque de sudor. Miedo. Supuso que también podía oler eso. No pudo 
resistirse y no tenía que hacerlo, ya no, nunca más con ella. Suya. Ella era suya. 
Descendió sus labios sobre su piel caliente. Su pulso zumbó bajo su boca donde 
la besó en la garganta. El pánico y el terror golpeaban un ritmo frenético bajo su piel. 
Y lo ponía jodidamente duro. 
 
Sus ojos buscaron los suyos, esperando (todavía esperando, la muy tonta 
mujer) y rogándole misericordia. Ella no lo conocía, no sabía que la parte de él que 
no había nacido como un monstruo había muerto hacía mucho tiempo. La misericordia 
era la cosa más alejada en su mente cuando sus ojos reclamaron su cuerpo. 
 
 
1 
Cara 
 
Traducido por Smile.8 
Corregido por LizC 
 
La primera vez que lo conocí, había estado disfrazado, vestido con un elegante 
traje negro, hecho para parecer que él era uno de nosotros. Pero aunque las capas de 
tela fina cubrían sus muchos tatuajes, no podían ocultar su verdadera naturaleza. 
Brillaba a través de él, peligrosa y fría. En aquel entonces jamás habría pensado que 
lo llegaría a conocer a él y al monstruo que tiene dentro mejor que a nadie más, y que 
volvería toda mi vida al revés. Que cambiaría todo mi ser desde mi propio núcleo. 
—No puedo creer que te dejen ir con ellos —murmuró Talia. Di la espalda al 
espejo para mirarla. Estaba sentada con las piernas cruzadas en mi silla de escritorio, 
vestida con sus pantalones de correr más andrajosos, y su largo cabello castaño 
amontonado encima de su cabeza en un moño desordenado. Su camiseta, una cosa 
gris desteñida y llena de agujeros y manchas, llevaría a nuestra madre a una crisis. 
Talia sonrió tristemente cuando siguió mi mirada—. No es como si tuviera que 
vestirme bien para nadie, sabes. 
—Hay una diferencia entre no vestirse bien y lo que estás haciendo —dije con 
un toque de desaprobación. En realidad, no estaba molesta porque mi hermana llevase 
su ropa más andrajosa, pero sabía que su único propósito era irritar a mamá, y era un 
escenario probable dada la tendencia de madre al perfeccionismo y a reaccionar de 
forma exagerada. Realmente no quería que su estado de ánimo se tornara agrio tan 
pronto antes del baile. Sería la que lo sufriría dado que padre estaba definitivamente 
fuera de cuestión a la hora de convertirse en el blanco favorito de madre. 
Madre tenía la tendencia a tomárselo como algo personal si Talia o yo no 
éramos perfectas. 
—Estoy haciendo un punto —dijo Talia con un pequeño encogimiento de 
hombros. 
 
Suspiré. 
—No, estás siendo egoísta e infantil. 
—Soy una niña, demasiado joven para una reunión social en la mansión 
Falcone —entonó Talia en su mejor imitación al tono de reproche de madre. 
—Es un evento para adultos. La mayoría de las personas tendrán dieciocho o 
mucho más. Madre tiene razón. No tendrías a nadie con quien hablar y alguien tendría 
que mantenerte vigilada toda la noche. 
—Tengo quince años, no seis. Y solo eres cuatro años mayor que yo, así que 
no actúes tan adulta —dijo indignada, levantándose de la silla de escritorio, dejándola 
girando detrás de ella, y avanzando hacia mí. Me miró de lleno, el desafío 
inconfundible en sus ojos—. Probablemente le dijiste a madre que no me lleve contigo 
porque te preocupaba tener que vigilarme y que te avergonzara ante tus oh-tan-
perfectos amigos. 
La fulminé con la mirada. 
—Estás siendo ridícula. —Sin embargo, un destello de culpabilidad pasó por 
mí ante las palabras de Talia. No había hablado con madre para que dejase a Talia en 
casa, pero en realidad tampoco había luchado mucho para que mi hermana se uniera 
a nosotros. Talia tenía razón. Había estado preocupada por tener que estar con ella 
toda la noche. Mis amigos la toleraban cuando estábamos en casa, pero ser vista con 
una chica cuatro años más joven en una reunión oficial no les sentaría bien. Una fiesta 
en casa de Falcone significaba siempre la mejor oportunidad de conocer a partidos 
elegibles y tener que cuidar a la hermana de tu amiga realmente no ayudaba con esa 
labor. Quería que esta noche sea especial. 
Algo de mi tren de pensamientos debe haberse mostrado en mi cara porque 
Talia resopló. 
—Lo sabía. —Giró sobre sus talones y salió de la habitación enfurecida, 
cerrando la puerta de un portazo tan fuerte que no pude evitar una mueca de dolor. 
Dejé escapar un pequeño suspiro, luego me giré hacia mi reflejo, revisando mi 
maquillaje y peinado por última vez. Había visto un sinnúmero de tutoriales de 
bloggers de belleza para asegurarme que conseguía el aspecto adecuado de ojosahumados. Todo tenía que ser perfecto. Madre era una crítica dura, pero Trish y 
Anastasia eran aún peor. Se darían cuenta si combinaba el tono equivocado de sombra 
de ojos con mi vestido o si mi mano temblaba mientras sostenía mi delineador de ojos, 
pero su escrutinio había hecho que mi preparación fuera meticulosa. Ellos eran la 
razón por la que nunca me equivocaba. Y para eso estaban los amigos. 
 
Mi vestido era de color verde oscuro, y mi sombra de ojos solo era unos tonos 
más claros. Perfecto. Revisé mis uñas por última vez para ver si tenían grietas, pero 
también estaban inmaculadas en su brillo de color verde oscuro. Me alisé el vestido 
un par de veces hasta que estuve satisfecha con la forma en que el dobladillo rozaba 
mis rodillas, luego también alisé mi cabello hacia atrás una vez más, por si acaso, 
girándome para ver si las horquillas todavía estaban todas en su lugar sosteniendo mi 
recogido de cabello castaño claro. 
—Cara, ¿estás lista? Tenemos que irnos —llamó madre desde abajo. 
Revisé mi reflejo y alisé mi vestido otra vez, miré mis medias, y finalmente me 
obligué a apresurarme a salir de la habitación antes de que madre perdiera la paciencia. 
Me podría haber pasado horas revisando mi vestido por posibles errores si hubiera 
tenido el tiempo. 
Madre estaba en la puerta cuando llegué abajo, dejando que el aire fresco del 
otoño entre en la casa. Estaba revisando su reloj de oro, pero cuando me vio, tomó su 
abrigo de invierno favorito, una cosa espléndida que le había costado a muchos 
armiños su vida y lo puso sobre su vestido largo. Incluso con las temperaturas siendo 
inusualmente frías para Las Vegas en noviembre, un abrigo de piel estaba 
completamente fuera de lugar, pero como madre lo había comprado hacía muchos 
años en Rusia y lo amaba totalmente, lo utilizaba cada vez que podía usarlo, sin 
importa cuán inapropiado era. 
Caminé hacia ella, ignorando a Talia que estaba apoyada en la barandilla de la 
escalera, con una expresión malhumorada en su cara. Sentí lástima por ella pero no 
quería que nadie ni nada me arruine esta noche. Padre y madre casi nunca me 
permitían asistir a fiestas y esta noche era el evento más importante del año en nuestros 
círculos sociales. Todo aquel que aspiraba a ser alguien en Las Vegas había tratado 
de conseguir una invitación a la fiesta de Acción de Gracias de Falcone. Este sería mi 
primer año asistiendo. Trish y Anastasia habían tenido la suerte de también haber 
estado allí el año pasado, y si padre no me hubiera prohibido ir también hubiera ido. 
Me sentía pequeña y dejada de lado cada vez que Trish y Anastasia hablaban sobre la 
fiesta en las semanas anteriores y posteriores, y lo habían hecho sin parar, 
probablemente a que les di la oportunidad de regodearse. 
—Dales a Trish y a Anastasia un abrazo, y a Cosimo un beso de mi parte —
dijo Talia con dulzura. 
Me sonrojé. Cosimo. Él también estaría allí. Solo lo había visto dos veces antes 
y nuestras interacciones habían sido más que un poco incómodas. 
 
—Talia, tira esos trapos horrendos a la basura. No quiero encontrarlos en 
ningún lugar de casa cuando volvamos. 
Talia elevó su barbilla obstinadamente pero incluso desde el otro lado de la 
habitación podía ver el indicio de lágrimas en sus ojos. Una vez más la culpa me 
inundó, pero me quedé plantada junto a la puerta principal. Madre vaciló, como si ella 
también se hubiera dado cuenta de lo herida que estaba Talia. 
—Tal vez el año que viene se te permitirá venir. —Lo hizo sonar como si no 
hubiera sido su decisión excluir a Talia de la fiesta. Aunque, para ser honesta, en 
realidad no estaba segura si Falcone estaría muy feliz si la gente empezase a llevar a 
sus hijos más pequeños, teniendo en cuenta que Falcone no era conocido por su 
paciencia o sentido de la familia. Incluso sus propios hijos eran enviados a internados 
en Suiza e Inglaterra, para no irritarlo. Al menos, si uno creía los rumores. 
—Ponte un abrigo —dijo madre. Tomé uno que no era de piel, lo cual no era 
una tarea fácil en el armario de madre, y seguí a madre fuera de casa. No miré hacia 
atrás a Talia mientras cerraba la puerta. Padre ya estaba esperando en el asiento del 
conductor del Mercedes negro en nuestro camino principal. Detrás de él, estaba 
estacionado otro auto con nuestros guardaespaldas. Me preguntaba cómo era para las 
personas que no siempre eran seguidas. 
Madre abrió su abrigo un poco más. Esto era Las Vegas, y no Rusia, quise 
decirle. Pero si prefería derretirse para poder caminar vestida con su abrigo de piel, 
entonces, ese era su problema. Sin dolor, no hay ganancia, supuse. Años de clases de 
ballet me habían enseñado eso. 
Madre se hundió en el asiento del pasajero mientras me deslizaba en la parte 
trasera del auto. Exploré mis medias rápidamente en busca de carreras, pero estaban 
impecables. Pensé que las empresas deberían poner una advertencia al empacarlas 
como “Solo para estar de pie, no se permite moverse”, teniendo en cuenta lo fácil que 
era conseguir que se rompan mientras no hacías nada más que caminar. Por eso había 
metido dos medias nuevas en mi bolso por si acaso. 
—Abróchense el cinturón —dijo padre. Madre se inclinó y le acarició su 
cabeza calva con un pañuelo de papel, absorbiendo las gotas de sudor que se habían 
reunido. No podía recordar a padre teniendo cabello—. Cara —dijo padre, con un 
tono molesto en su voz. 
Me puse el cinturón de seguridad rápidamente, y él sacó el auto de nuestro 
camino de entrada. 
—Cosimo y yo hemos tenido una pequeña charla esta tarde —dijo con la mayor 
naturalidad. 
 
—¿Ah, sí? —dije. Un nudo de preocupación se formó en mi estómago. ¿Y si 
Cosimo había cambiado de opinión? ¿Y si no lo hubiera hecho? No estaba segura qué 
opción hacía que mi estómago se contrajera aún más. Me obligué a mantener una 
expresión neutra cuando me di cuenta que madre me observaba por encima de su 
hombro. 
—¿Qué dijo? —pregunté. 
—Sugirió que se casen el verano que viene. 
Tragué con fuerza. 
—¿Tan pronto? 
Una pequeña mueca apareció entre las cejas de padre, pero madre habló 
primero. 
—Tienes diecinueve, Cara. Tendrás veinte el próximo verano. Esa es una 
buena edad para convertirte en una esposa, y madre. 
La cabeza me daba vueltas. Pese a que de alguna manera podía hacerme a la 
idea de ser la esposa de alguien, me sentía demasiado joven para ser madre de alguien. 
¿Cuándo iba a tener la oportunidad de ser yo misma? ¿De averiguar quién era 
realmente y quién quería ser? 
—Cosimo es un hombre decente y eso no es algo fácil de encontrar —dijo 
padre—. Es responsable, y ha sido el asesor financiero de Falcone durante casi cinco 
años. Es muy inteligente. 
—Lo sé —dije en voz baja. Cosimo no era una mala elección, no en todos los 
sentidos. Ni siquiera era feo. Simplemente no había ese aleteo que esperaba sentir 
cuando encontrase al hombre con quien tendría que casarme. Quizás esta noche. ¿No 
eran las ocasiones como una fiesta el lugar perfecto para enamorarse locamente de 
alguien? Solo tenía que estar abierta a la posibilidad. 
 
 
 
Entramos en las instalaciones de la mansión Falcone quince minutos más tarde 
y conducimos durante otros dos minutos hasta que el camino de entrada finalmente se 
abrió a una majestuosa casa palaciega y una enorme fuente frente a ella. La cosa 
arrojaba agua en tonos azul, rojo y blanco de sus estatuas romanas. Al parecer, un 
albañil de Italia había creado la cosa para Falcone. Había costado más que el auto de 
 
padre. Era solo una de las muchas razones por las que no me gustaba Falcone. Por lo 
que padre había dicho sobre el hombre, era un presumido sádico. Me alegré de que 
mi familia y yo estuviéramos en su lado bueno. Nadie quería tener a Falcone como su 
enemigo. 
Había autos caros estacionados por doquier. Por el gran número, me pregunté 
cómo todos los invitados cabrían en la casa sin pisarse los pies unos a otros. Variosbotones corrieron hacia el auto cuando se detuvo y abrieron las puertas para nosotros. 
Una alfombra roja iba por las escaleras y atravesaba la puerta principal. Negué con la 
cabeza, pero me detuve rápidamente ante una mirada de madre. Ella y padre me 
hicieron caminar entre ellos a medida que nos dirigíamos a la puerta principal. Allí, 
otro criado nos estaba esperando con una sonrisa profesional en su rostro. Ni Falcone, 
ni su esposa, estaban allí para recibirnos. ¿Por qué siquiera me sorprendía? 
El pasillo de entrada era más grande que cualquiera que hubiera visto jamás. 
Una gran cantidad de figuras de cristal de todos los tamaños se encontraban contra las 
paredes y en los aparadores, y varios enormes retratos de Falcone y su esposa estaban 
enganchados de las paredes altas. 
—Sé educada —susurró madre en voz baja mientras nos llevaban hacia las 
puertas dobles que daban al salón de baile con candelabros de cristal y mesas altas 
que bordeaban la pista de baile. Una pared estaba recubierta por una larga mesa llena 
de canapés, montones de langostinos y langostas, copas llenas de hielo picado que 
estaban cubiertas con las ostras más grandes que haya visto alguna vez, latas con 
caviar de Ossetra y cada alimento de lujo que pudieras imaginar. El botones se excusó 
cuando llegamos al interior del salón de baile y se fue corriendo hacia los próximos 
invitados. 
Una vez dentro dejé que mi mirada se deslizase por los invitados en busca de 
mis amigas. Estaba ansiosa por unirme a ellas y dejar que mis padres buscasen su 
propia compañía preferida, pero madre no me dio la oportunidad de buscar por mucho 
tiempo. Tocó mi antebrazo ligeramente y susurró en mi oído: 
—Compórtate lo mejor que puedas. Primero, vamos a tener que agradecer al 
señor Falcone por la invitación. 
Miré más allá de ella donde padre ya estaba hablando con un hombre alto de 
cabello negro. Padre sostenía sus hombros medio encorvado, como si estuviera 
intentando inclinarse ante su jefe sin de hecho tener que inclinarse. El espectáculo me 
dejó un sabor amargo en la boca. Con la palma de madre apoyada en la parte baja de 
mi espalda, me arrastré más cerca de mi padre y su jefe. Nos detuvimos a un par de 
pasos detrás de ellos, esperando que se volvieran hacia nosotras. Los ojos oscuros de 
Falcone me encontraron primero antes de que padre notara nuestra presencia. La 
 
frialdad en ellos envió un escalofrío por mi espalda. Su camisa increíblemente blanca 
de cuello y su pajarita de color negro le daban un aspecto aún más intimidante, lo cual 
ya era una hazaña propiamente dicha considerando que las pajaritas por lo general 
hacen que quien la lleva me parezca cómico. 
Tras intercambiar algunas bromas sin sentido, finalmente me desestimaron y 
corrí hacia uno de los camareros que equilibraba una bandeja llena de copas de 
champán en su mano. Estaba vestido con un esmoquin lustrosamente blanco y zapatos 
blancos pulidos. Al menos, el vestuario hacía que fuera fácil detectarlos. 
Uno de nuestros guardaespaldas me siguió a unos pasos por detrás a medida 
que me alejaba de mis padres, el otro se posicionó al borde de los invitados reunidos 
y mantuvo un ojo en mis padres. Me preguntaba por qué era siquiera necesario tener 
a nuestros guardaespaldas con nosotros en un grupo de nuestros supuestos amigos. 
Empujé el pensamiento a un lado, queriendo disfrutar de esta noche, y acepté una copa 
de champán con un rápido agradecimiento para después beber un largo trago del 
líquido burbujeante, haciendo una mueca ante el sabor agrio. 
—¿Cómo puedes hacer tal cara mientras bebes Dom Perignon, la mejor bebida 
en este mundo? —preguntó Trish, apareciendo a mi lado de la nada y robando una 
copa de champán para sí misma. 
—Es el agua de los reyes —entonó Anastasia, y era enervante no estar segura 
si lo dijo como una broma o estaba siendo mortalmente honesta. 
—Estoy tratando de acostumbrarme a él —admití, bajando la copa de mis 
labios. El alcohol estaba empezando a hacer su magia y por eso estuve agradecida 
después de la breve charla con Falcone. Mis dos amigas estaban vestidas a la 
perfección. Anastasia con un vestido plateado hasta el suelo, y Trish con un vestido 
cóctel verde claro que rozaba sus rodillas. No es que hubiera esperado algo menos de 
ellas. Me contaron por entero su viaje de compras por los nuevos vestidos para la 
ocasión. Por supuesto no me habían permitido ir con ellas a pesar de mis mejores 
intentos de convencer a mis padres. En cambio, madre me había hecho llevar un 
vestido que había comprado para Navidad el año pasado. Mi único consuelo era que 
nadie excepto mi familia me vio llevarlo, así que no me avergonzaría delante de mis 
amigos. 
—He oído que es un gusto adquirido —añadió Trish cuidadosamente. Tomó 
un pequeño sorbo de su copa, su expresión convirtiéndose en una de dicha—. Supongo 
que siempre he tenido una habilidad especial para el Dom Perignon y en el último año 
ciertamente he tenido suficientes oportunidades para conseguir adquirir su gusto, y 
tengo la intención de beberlo aún más a menudo en el futuro. —Ella y Anastasia 
compartieron una risa, y una vez más maldije a mis padres por protegerme tanto como 
 
lo hacían. Si Trish y Anastasia podían enfrentarse a los supuestos peligros de nuestro 
mundo, entonces yo también podía. 
Trish me dio una sonrisa burlona, y luego me abrazó con un brazo, cuidando 
no arruinar ninguno de nuestros peinados o maquillajes. Anastasia se limitó a sonreír. 
Su corpiño era una obra maestra de perlas y bordados. 
—Me preocupa que un hilo se salga si nos abrazamos —dijo solo a medias en 
tono de disculpa. 
—Eso es razonable —comenté, tomando otro sorbo de mi bebida obligándome 
a mantener una expresión de placer en lugar de repulsa por el sabor. Sabía que para la 
mayoría de la gente este champán estaba en lo más alto en sus bebidas de fantasías, 
pero simplemente no podía disfrutarlo. Tendría que esforzarme más si no quería ver 
de nuevo la expresión de lástima de Anastasia. 
—Una de tus horquillas está suelta —dijo. 
Mi mano libre voló hasta el lugar donde miraba y traté de encontrar la horquilla 
infractora antes de que pudiera arruinar mi peinado. De todos modos, otros invitados 
estaban lanzándome miradas, ya que era mi debut en una fiesta. No podía correr el 
riesgo de aparecer nada menos que impecable. 
—Déjame —dijo Trish y simplemente empujó la horquilla unos pocos 
centímetros hacia atrás—. Ahí. Listo. —Su sonrisa fue amable. 
¿Eso era todo? Por la reacción de Anastasia uno podría haber pensado que 
había cometido un pecado imperdonable de la moda. 
—Esta noche hay una buena selección —dijo Anastasia. Sus ojos persistiendo 
sobre un grupo de hombres detrás de nosotras dejaron claro que no estaba hablando 
del buffet. 
Los hombres en su enfoque eran al menos diez años mayores que nosotras, y 
mientras contemplaba el resto de la habitación, me di cuenta que éramos de los 
invitados más jóvenes. La mayoría de los asistentes trabajaban para Falcone. Esta era 
una fiesta para sus súbditos; dudaba que tuviera amigos. Los hombres como él no 
podían permitirse ese lujo. 
—Pero, por supuesto, ya no tienes ojos para otros hombres ahora que estás 
comprometida con Cosimo —continuó Anastasia, arrastrándome de vuelta a la 
realidad. 
 
No estaba segura de qué decir a eso. Su tono había sido extraño. ¿Estaba 
celosa? Su padre probablemente ya estaba buscando una pareja adecuada para ella, 
así que pronto también estaría comprometida. 
—Todas nos casaremos muy pronto —dije en un tono conciliador. 
—Tienes las manos en el solero más codiciado, eso seguro —dijo ella con una 
sonrisa forzada. Luego dejó escapar una risa y chocó su copa contra la mía—. Estoy 
bromeando, no te veas tan conmocionada. 
Me reí, aliviada. Realmente no quería pelear con Anastasia sobre Cosimo. 
Todas nos casaríamos con buenos partidos. 
La música se elevó y di otro sorbo a mi bebida.Estaba empezando a relajarme 
gracias al alcohol difundiéndose por mi sangre y apenas me importaban las miradas 
curiosas ocasionales de los otros invitados. En la siguiente fiesta, ya sería una de ellos 
y otra persona sería el centro de atención. 
Trish daba golpecitos con el pie en el suelo de madera al ritmo de la canción y 
tarareó unas cuantas canciones antes de que Anastasia le lanzase una mirada. Tuve 
que contener la risa. La dinámica entre ellas a veces era ridícula. 
Para mi sorpresa, me di cuenta que incluso mi guardaespaldas había 
desaparecido de mi vista para darme privacidad con mis amigas. Lenta pero 
seguramente esta noche se estaba poniendo bien. 
Sabía que Talia me pediría todos los detalles cuando regresara esta noche, pero 
nuestros padres habían tenido razón cuando había insistido en que era demasiado 
joven para un evento social en la casa de Falcone. Por supuesto que no le diría eso. 
Sería suficientemente difícil hacer que me perdonase ahora, a pesar de que unos pocos 
rumores jugosos probablemente la aplacarían. No es que fuera un miembro 
experimentado de la sociedad. Tendría que depender de Trish y Anastasia para eso. 
La molestia hacia padre se elevó dentro de mí. Tal vez se había negado a llevarme a 
una función social hasta ahora porque pensó que lo avergonzaría frente a su jefe. Le 
había oído decirle varias veces a madre lo terrible y brutal que era Falcone, así que no 
era demasiado inverosímil que padre pensara que podría encogerme de miedo delante 
de ese hombre, lo cual era ridículo. Él todavía era humano, no el monstruo que padre 
siempre lo hacía ser, e incluso si lo fuera, dudaba mucho que odiase verme encogerme 
de miedo. Por el contrario, es probable que le excitase si fuera el hombre que padre 
había descrito. 
—Son un poco demasiado viejos para mi gusto —dijo Trish, después tomó otro 
sorbo de su copa de champán, volviendo a nuestro tema anterior. 
 
—No me importa. Quiero ser tratada como una princesa por mi marido y los 
hombres mayores son más propensos a apreciarme que un chico joven —dijo 
Anastasia. Me dio una sonrisa de complicidad. Por alguna razón se sentía falsa—. Por 
lo que escuché el acuerdo entre tu familia y Cosimo está casi hecho, así que tu fiesta 
de compromiso será pronto. 
Fruncí el ceño ante el uso de la palabra “acuerdo” en cuanto a casarme con 
Cosimo. Pero a decir verdad, ese probablemente era el término que se ajustaba mejor 
a todo el arreglo. Le di un pequeño encogimiento de hombros, intentando actuar 
indiferente. No quería hablar de él esta noche, sobre todo porque el tema parecía irritar 
a Anastasia. 
—Oh, Dios mío, Falcone invitó a su monstruo —susurró Trish, agarrándome 
del brazo y casi haciendo que derramase mi champán sobre su vestido. Seguí sus ojos 
castaños ensanchados por la sorpresa hacia una esquina de la habitación donde un 
hombre alto y musculoso se apoyaba contra una pared. Estaba vestido con una camisa 
blanca que se tensaba contra su enorme pecho, un traje negro y zapatos negros de 
vestir. De hecho, no se veía tan diferente de los otros hombres en la habitación a 
excepción de la corbata que no llevaba, si tomabas solo su atuendo en consideración. 
Pero el resto de él, Dios, ten piedad. 
Se veía demasiado insulso para alguien como él. Aunque al menos lo había 
intentado, no engañaba a nadie acerca de su naturaleza. Parecía irradiar de él como 
una nube oscura de peligro. Era casi palpable incluso desde lejos. 
Padre lo había mencionado una o dos veces en susurros pero nunca lo había 
visto, y él definitivamente no era del tipo que aparece en las secciones de chismes del 
diario. Dudaba que cualquier periodista estuviera lo suficientemente loco como para 
arriesgarse a la ira de un hombre como él. 
—El Bastardo, así es como lo llama la mayoría de la gente —añadió Anastasia. 
Parecía un gato que hubiera visto un pájaro. Sabía por qué estaba tan excitada. Hasta 
ahora nada interesante había ocurrido, pero Anastasia probablemente tenía la 
esperanza de que esto tuviera el potencial de algunos chismes decente. 
—¿Cuál es su verdadero nombre? —pregunté. Una vez había tratado de 
sonsacárselo a madre, pero la mirada que me había dado había evitado que preguntase 
de nuevo. 
—No sé su nombre real. Nadie lo sabe. La gente lo llama “Growl” a la cara, y 
El Bastardo a sus espaldas. 
 
Las miré. ¿En serio? Ambos eran nombres que no era posible que hubiera 
elegido por sí mismo. Alguien tenía que saber su nombre. Al menos, Falcone. Lo sabía 
todo de sus súbditos. 
—¿Por qué la gente lo llamaría así? 
Anastasia se encogió de hombros, pero no me miró. 
—Hay algo mal con sus cuerdas vocales desde un horrible accidente. Es por 
eso que tiene esa gran cicatriz. 
No podía distinguir ninguna cicatriz desde nuestro punto de vista. Estábamos 
demasiado lejos. Supuse que Anastasia también había conseguido ese detalle de la 
fábrica de chismes. 
—¿Qué clase de accidente? 
—No lo sé. Algunas personas dicen que la mafia rusa le hizo esto, otros dicen 
que intentó suicidarse porque no está bien de la cabeza, pero nadie sabe —respondió 
Anastasia en voz baja. 
¿Quién trataría de quitarse la vida así? Y Growl no parecía del tipo de 
suicidarse. La primera historia con la Bratva sonaba mucho más probable. 
—¿Así que lo llaman Growl porque así es como suena cuando habla? —
pregunté. 
Anastasia apenas pareció registrar mis palabras, pero Trish hizo un gesto de 
confirmación. 
No pregunté por qué lo llamaban El Bastardo. Eso lo podría explicar por mi 
cuenta. Las personas en nuestro mundo no veían con buenos ojos a los niños que 
nacían fuera del matrimonio. Era anticuado y ridículo, pero hay cosas que nunca 
cambian. No sabía quiénes eran sus padres. No podían ser miembros de alto rango de 
la sociedad, eso seguro. 
Dirigí mis ojos hacia el hombre. Parecía completamente indiferente a lo que 
ocurría a su alrededor, como si esta fiesta no fuera más que otra de sus funciones. Pero 
algo me decía que a pesar del aburrimiento que mostraba, estaba alerta. Dudaba que 
mucho escapase a su atención. Tenía una copa de champán en la mano, pero todavía 
estaba llena. El cristal elegante parecía pequeño en comparación con él y me maravilló 
que no lo hubiese aplastado entre sus palmas todavía. Como si pudiera leer mi mente, 
giró su cabeza y miró directamente hacia nosotras. Trish dejó escapar un grito 
ahogado y se estremeció a mi lado, derramando unas gotas de su copa en el 
aparentemente lujoso suelo de madera. En serio no podría haber actuado más 
 
sospechosa si lo hubiera intentado. Después de un momento, tanto Trish como 
Anastasia bajaron sus cabezas, rompiendo el contacto visual. Tal vez para hacerle 
creer que no habían estado observándolo, o tal vez simplemente no pudieron soportar 
la fuerza de su mirada. Ahora entendía por qué mis padres e incluso mis amigos habían 
sonado tan aterrorizados cuando hablaban de él. Incluso desde la distancia sus ojos 
casi hicieron temblar mis rodillas. 
Sin embargo, no era solo el miedo lo que hizo que mi corazón se acelerase; 
también había algo cercano a la excitación. Era como ver a un tigre a través del cristal 
de su recinto y maravillarse de su poder. Solo que aquí lo único que le impedía atacar 
eran las normas sociales, unas a las que incluso alguien como él estaba obligado a 
acatar. La correa que Falcone tenía sobre él no era física o visible, pero estaba ahí, no 
obstante. 
Me pregunté qué estaría pasando por su cabeza. ¿Cómo se sentía rodeado de 
gente con la que no tenía casi nada en común? Era uno de ellos y, sin embargo, en 
realidad no. Un hombre de las sombras porque nadie lo quería en la luz. Cuando me 
di cuenta de cuánto tiempo lo había estado mirando, aparté mis ojos, pero mi pulso 
mantuvo su ritmo errático después. No estaba segura de cuándo había sido la última 
vez que me sentí tan… viva. Mi vida siempre serpenteaba en sus caminos 
predeterminados, pero estanoche se sentía como una aventura. 
—Oh, Dios mío, eso fue espeluznante —susurró Anastasia—. Debería haberse 
quedado en el agujero del que salió. 
No pude decir nada. Mi lengua parecía estar pegada a mi paladar. 
—¿Sigue mirándonos? —pregunté finalmente, mis ojos firmemente pegados 
en las burbujas que seguían creciendo en mi copa. 
—No, se ha ido —dijo Anastasia con gran alivio—. No puedo creer que viniera 
aquí. La gente como él debería permanecer entre ellos y no pretender que pertenecen 
entre nosotros. 
Miré hacia la esquina donde se había situado previamente, pero como 
Anastasia dijo, se había ido. Por alguna razón, me puso nerviosa el no saber a dónde 
había ido. Era una de esas personas a las que te gustaba seguirles la pista porque temías 
que pudieran sorprenderte. Y podría haber jurado que todavía podía sentir sus ojos en 
mi piel. Me estremecí. La paranoia por lo general no era mi estilo. 
Busqué en mi entorno, pero no estaba por ningún lado. Negué ante la ridícula 
sensación de ser observada. No sería bueno para mí empezar a actuar como una 
paranoica. Si me avergonzaba a mí misma aquí, pasaría mucho tiempo antes de que 
 
me invitasen a nada de nuevo. O peor, Cosimo podría decidir que no era apta para 
convertirme en su esposa. Madre y padre jamás me perdonarían si eso ocurriera. 
—Mira quién viene —dijo Trish en voz baja, y durante un momento ridículo y 
de infarto, de hecho, pensé que era Growl. 
Me di la vuelta para ver de quién estaba hablando y sentí el calor subir por mis 
mejillas. Cosimo se dirigía hacia nosotras. Estaba vestido con un traje cruzado gris, 
su cabello rubio oscuro peinado hacia atrás y gafas con montura fina en su nariz. 
—Se ve como un corredor de bolsa —comentó Trish en voz baja. 
Él manejaba el dinero de Falcone, así que no estaba muy alejada. Los trajes 
eran su segunda piel. Nunca lo había visto con ninguna otra cosa. Era un marcado 
contraste con el hombre al que había estado espiando hacía pocos segundos atrás. 
Trish y Anastasia dieron un paso a un lado, juntándose y pretendiendo darnos 
a Cosimo y a mí un poco de privacidad, lo cual en realidad era solo un pretexto ya que 
sabía que estarían vigilando nuestros labios, memorizando nuestras palabras. 
Dudaba que las utilizaran en mi contra. Eran mis amigas después de todo, pero 
no quería correr el riesgo. 
Cosimo se detuvo un poco demasiado cerca y se llevó una de mis manos a sus 
labios. Casi puse los ojos en blanco ante el gesto, aunque una pequeña parte de mí 
disfrutó de las miradas apreciativas que Trish y Anastasia intercambiaron. 
—¿Bailarías conmigo? —preguntó, con voz suave y uniforme. Eso, como el 
traje, era siempre igual. Trish lo había comparado con una máquina bien engrasada 
una vez. El término se ajustaba demasiado bien. Sus ojos se dirigieron a mis amigas, 
pero no dijo nada. No seguí su mirada, preocupada porque Anastasia se viera 
cabreada. A veces no estaba segura de qué demonios pasaba con ella. 
Dejé que me guiase hacia la pista de baile, consciente de las miradas curiosas 
de mis amigas siguiéndonos, y no eran las únicas que nos miraban. Mis padres 
también habían dirigido su atención hacia nosotros. Casi me encogí ante la fuerza de 
la atención. 
No tropieces, me dije una y otra vez a medida que comenzábamos a movernos 
con la música. 
Mientras bailábamos estrechamente, esperé un aleteo, algo, la aceleración más 
pequeña en mi pulso, pero no pasó nada. No es que Cosimo pareciera estar locamente 
enamorado de mí. No se requería amor para un matrimonio, sin embargo hubiera sido 
agradable. Cosimo intentó entablar conversación. El tiempo, lo bonito que era mi 
 
vestido, esto y aquello sobre lo que él pensaba que podría estar interesada. No podría 
haber estado más equivocado. 
Mis amigas todavía estaban observándonos a Cosimo y a mí. Sin embargo, 
“observar” no era el término correcto para la mirada que Anastasia me estaba dando. 
Realmente esperaba que encontrase un hombre para ella pronto. Conociéndola, 
probablemente solo estaba molesta porque por una vez yo estaba a la cabeza, a pesar 
de que no me hubiera importado si mi padre se hubiera tomado más tiempo para 
encontrarme alguien. Alejé mi mirada del ceño de mi amiga y dejé que mis ojos se 
asentaran en la esquina donde había estado Growl. Seguía sin estar allí. 
—Mis amigas y yo notamos un hombre antes —dije, ni siquiera segura sobre 
lo que Cosimo había estado divagando antes de que lo interrumpiera—. Mis amigas 
me dijeron que se llamaba Growl. Él se veía… 
No continué más. 
El agarre de Cosimo en mi espalda se tensó. 
—Debería haberse quedado donde pertenece —dijo Cosimo con un tono tan 
cortante que me sorprendió, luego me dio una mirada alentadora—. No te preocupes. 
Estás a salvo. Él sabe que no tiene permitido estar cerca de mujeres como tú. —Abrí 
la boca para hacer más preguntas, pero Cosimo negó—. Hablemos de otra cosa. 
No había nada más sobre lo que quisiera hablar en ese momento, pero dejé que 
la pequeña charla de Cosimo me calmase. Sin embargo, no dejé de mirar por la 
habitación en busca de Growl. 
Cosimo me llevó de nuevo donde mis amigas y una mirada pasó entre 
Anastasia y él. Su ceño fruncido, obviamente, tampoco había pasado desapercibido a 
su atención. Si fuera más valiente, la hubiera enfrentado y le hubiera preguntado cuál 
era su problema, pero definitivamente no quería problemas en mi primera fiesta. 
Cosimo se excusó y se dirigió a un grupo de hombres, entre ellos Falcone. Trish 
me dio una refrescante copa de champán. 
—¿Qué tal estuvo? 
—Bien —dije automáticamente, poco dispuesta a admitir que no me importaba 
ni un poco lo que hacía o dejaba de hacer mi futuro prometido. 
—Se veían bien juntos —dijo Anastasia con dulzura. La sorpresa surgió a 
través de mí, y me sentí relajarme de nuevo. Al parecer, Anastasia se había dado 
cuenta que no había ninguna razón para que ella estuviera celosa de mí y Cosimo. 
 
2 
Cara 
 
Traducido y corregido por LizC 
 
Me había perdido; las tres copas de champán que había tragado realmente no 
ayudaban. Esta casa era un laberinto, obviamente construida para impresionar e 
intimidar, y no tanto como un lugar para sentirse cómodo y en realidad vivir en ella. 
Por lo menos no podía imaginar alguna vez sentirme cómoda en un lugar como este, 
pero tal vez las pinturas de tamaño casi natural de Falcone también tenían algo que 
ver con eso. Sus ojos atormentadores parecían seguirme a dondequiera que fuera. 
Busqué mi celular en mi bolso y lo saqué, pero dudé. ¿Cuán vergonzoso sería 
si llamaba a Anastasia o Trish y les decía que en realidad había logrado perderme 
mientras buscaba el cuarto de baño? No me dejarían escuchar el final de sus burlas. De 
todos modos, el ambiente entre nosotras había sido tenso desde mi baile con 
Cosimo. No había necesidad de darles más municiones contra mí. 
No era la primera vez que deseaba que Talia estuviera aquí. Nos reiríamos de 
esto juntas, y ella se burlaría de mí por un largo tiempo, pero nunca con malicia o 
regodeo. No lo usaría contra mí cuando hablara con otras personas. 
Me detuve, comprendiendo con repentino horror que ni siquiera confiaba en 
mis dos mejores amigas. Sacudí la cabeza. Este era el mundo en el que vivía. “No 
puedes andar confiando en la gente, ni siquiera en los tal llamados amigos”, eso es 
lo que padre siempre decía. Siempre había sido reacia a creerlo. Puse mi teléfono en 
mi bolso. No había forma de que llamara a nadie. 
De todas formas, madre estaba fuera de toda cuestión. 
Y Cosimo. No, no necesitaba otra razón para que fuera incómodo entre 
nosotros. Y él era tan bueno como un extraño para mí. Tenía el presentimiento de que 
eso no cambiaría hasta el día de nuestra boda y tal vez un largo tiempo después. 
Con un silencioso suspiro, seguí adelante. En algún momento tendría que ver 
algo que reconociera y encontraría mi camino de regreso a la fiesta. 
 
Giré en otra esquinadesconocida, realmente se veían iguales, cuando vi a 
alguien en el pasillo a solo unos pasos delante de mí. ¡Finalmente, alguien podría ser 
capaz de apuntarme en la dirección correcta! 
Mi alegría se convirtió en shock, y luego en miedo cuando me di cuenta a quién 
me había encontrado. 
Growl. 
No se movió. Solo se quedó allí. Parecía como si hubiera estado en este 
corredor por un tiempo ya. 
Esperando a una víctima, tal vez, sugirió mi mente hiperactiva útilmente. 
Pero por mucho que quisiera burlarme internamente de la idea, tenía la 
sensación de que no estaba tan lejos. El miedo y la fascinación lucharon en mí, y me 
recordé que él no me tocaría. Mi padre era demasiado importante para Falcone, y eso 
significaba que yo también. Tal vez Growl era un asesino despiadado, apenas más que 
una máquina de matar y un monstruo, pero definitivamente era un monstruo 
inteligente o no habría llegado tan lejos. Y sin embargo, esperaba que mis 
guardaespaldas vinieran a buscarme pronto. Pero, ¿siquiera me habían visto salir de 
la fiesta? Habían intentado dar a mis amigas y a mí un poco de espacio. Ahora me 
hubiera gustado que no. 
Los ojos de Growl no mostraron nada cuando me vio. El traje le quedaba 
demasiado ajustado alrededor de sus amplios hombros y una pizca de tinta negra se 
asomaba bajo su camisa demasiado blanca. Uno de sus muchos tatuajes. Nunca los 
había visto, pero no podías ser parte de esta sociedad y no escuchar las 
historias. Incluso vestido con traje, enmascarado como uno de nosotros, no podía 
ocultar quién era. Sus tatuajes mostraban una pequeña pizca del monstruo bajo el 
costoso atuendo. Me pregunté cómo se veía sin el traje. Y el calor se disparó en mis 
mejillas ante el ridículo pensamiento. Definitivamente había bebido mucho alcohol. 
El gesto de un ceño fruncido cruzó su rostro antes de que desapareciera y me 
di cuenta del largo tiempo que había estado mirándolo otra vez, 
juzgándolo. Probablemente no había logrado esconder mis pensamientos sobre él muy 
bien. Un error que podía arruinar todo en nuestro mundo. Mis padres me habían 
enseñado mejor. 
Sin embargo, la puerta detrás de él me parecía un poco familiar. Llevaba al 
vestíbulo principal. No me moví. Regresar a la fiesta significaba acercarme a él. 
Era ridículo. Yo no era cualquiera. Y no estábamos simplemente en cualquier 
lado. Él no haría nada. Incluso él tenía reglas a las que estaba obligado y una de ellas 
 
era que yo estaba fuera de los límites, justo como todas las chicas de familias como la 
mía. Sin importar cuántas cosas absurdas dijera Anastasia, esa declaración era cierta. 
Cuadré mis hombros y tomé algunos pasos decididos hacia Growl. Más cerca 
de la fiesta, me recordé cuando mi pulso se aceleró. Por alguna razón esto se sentía 
como una cacería para mí. Growl era el cazador y yo la presa, cosa que ni siquiera 
tenía sentido ya que apenas se había movido desde mi llegada al pasillo. Pensándolo 
bien, nunca había hablado mientras yo estaba cerca. 
—Soy Cara —dije en una voz apresurada. Tal vez si podía hacerle hablar, ya 
no me parecería tan peligroso, pero él no reaccionó, solo me miró con una expresión 
ilegible, y luego la puerta detrás de él se abrió y mi madre apareció. 
Sus ojos se fijaron en mí, luego se posaron en Growl, y su expresión se volvió 
rígida. 
—Cara, tu padre y yo te estábamos buscando. Vuelve a la fiesta —dijo, 
ignorando por completo al hombre en el pasillo con nosotras. 
Asentí y pasé a toda prisa junto a Growl. Sus ojos, ámbar, no oscuros como 
parecían de lejos, me siguieron, pero permaneció en silencio. Cuando estuve de 
espaldas a él, una emoción se disparó a través de mi cuerpo y tuve que impedirme 
mirar por encima de mi hombro. 
Al momento en que madre y yo estuvimos fuera del pasillo y en el corredor 
desierto, ella agarró mi brazo en un apretón aplastante. 
—¿En qué pensabas al estar sola con ese… ese hombre? —Prácticamente 
escupió la última palabra. Sus ojos estaban completamente abiertos y casi 
frenéticos—. No puedo creer que lo dejaran entrar. Pertenece a una jaula con grilletes, 
lejos de cualquier persona decente. 
Sus uñas se clavaron en mi brazo. 
—Mamá, me estás haciendo daño. 
Ella me soltó y finalmente reconocí la emoción en su rostro. No era ira, sino 
preocupación. 
—Estoy bien —dije firmemente—. Me perdí en el camino y me encontré con… 
—Busqué en mi mente por un nombre para llamarlo aparte de Growl, que parecía 
demasiado a un apodo para usar alrededor de mi madre, pero no se me ocurrió más 
nada. 
—Cara, no puedes ir corriendo así, sin pensar en las consecuencias de tus 
acciones. 
 
—Estaba de camino al cuarto de baño. No estaba corriendo por ahí —dije. 
—Cosimo es un buen partido. Ahora, no lo arruines. 
Parpadeé, incapaz de creer a mis oídos. 
—Eso es lo que te preocupa. 
Madre respiró profundo y presionó su mano contra mi mejilla. 
—Estoy preocupada por ti. Pero eso incluye tu reputación. En este mundo, una 
mujer no es nada sin una buena reputación. Un hombre, eso es otra cosa. Pueden hacer 
lo que les plazca e incluso eso ayudará a su reputación, pero nosotras estamos 
obligadas a normas diferentes. Necesitamos ser todo lo que ellos no son. Tenemos que 
compensar sus fracasos. Para eso estamos destinadas. Nosotras, tú tienes que ser 
gentil, dócil y virtuosa. Los hombres quieren todo lo que ven. Debemos mantener 
nuestros deseos firmemente encerrados, incluso si los hombres no pueden. 
No era la primera vez que me decía algo así, pero por la manera en que acentuó 
la palabra “deseos” en su discurso me preocupó que supiera de la reacción de mi 
cuerpo ante la cercanía de Growl. 
Sin embargo, no tenía que preocuparse. Mi temor por aquel hombre, por todo 
lo que representaba y por lo que era capaz de hacer, superaba cualquier pequeña 
emoción que mi cuerpo pudiera sentir a su alrededor. 
 
Growl 
 
Growl las observó dejar el pasillo. La puerta se cerró y volvió a estar solo. Su 
olor a vainilla aún permanecía en el aire. Dulce. Las chicas así siempre elegían aromas 
dulces. No entendía por qué trataban de parecer aún más inofensivas al oler como una 
flor delicada. 
Tiró de su cuello. Demasiado apretado. La tela contra su cicatriz, lo 
odiaba. Este traje, esta camisa, no era él. 
La mirada en el rostro de su madre le había recordado por qué odiaba eventos 
como éste. La gente no lo quería alrededor. Querían que él hiciera su trabajo sucio, y 
les gustaba hablar mierdas sobre él, pero no lo querían cerca. 
 
No le importaba una mierda. 
No eran nada para él. 
Sabía que lo veían como un animal de circo. Era el escándalo de la noche. La 
chica de olor dulce también lo había estado observando. La había visto a ella y a sus 
amigas observarlo desde el salón de baile. 
Pero la chica de olor dulce lo había sorprendido. Él sabía su nombre. Por 
supuesto. Falcone había hablado sobre su padre y su familia con demasiada frecuencia 
en las últimas semanas. Cara. 
No había huido gritando, a pesar de que habían estado solos en el pasillo. Ni 
siquiera había parecido muy asustada. Por supuesto, había habido temor; siempre lo 
había, pero también había habido curiosidad. Porque él era un monstruo al que temían 
y fascinaba. 
No le importó. Ella era solo una chica. Una chica de sociedad con un vestido 
bonito y una cara aún más bonita. Le importaba una soberana mierda lo bonito. No 
significaba nada. Era fugaz, se podía quitar en un instante. Sus ojos la habían buscado 
varias veces esa noche. Había imaginado arrancarle ese bonito vestido de su cuerpo, 
imaginándose correr sus manos indignas sobre sus curvas. Luego apartó la mirada y 
salió del salón de baile antes de que pudiera hacer algo muy estúpido. Ella era alguien 
a quien no estaba destinado a tener. Alguien a quien ni siquiera debería imaginarse 
tener. Era alguien a quien admirar desde lejos. Y eso era lo mejor. 
 
Cara 
 
Ese día, poco después de regresar a casa y acostarme enla cama, mis dedos 
encontraron el punto dulce entre mis piernas, respondiendo a la necesidad que me 
había clamado desde que había visto a Growl. El manto de oscuridad arrasó mi 
resistencia y mi preocupación de ser atrapada. Incluso las palabras de mi madre que 
resonaron en mi cabeza no fueron capaces de detenerme. “Sé buena, sé virtuosa. Esto 
es pecado”. La imagen de aquel temible hombre había causado un dulce hormigueo 
en mi entrepierna, y no pude resistir. Está mal, gritaba mi mente, pero desterré la idea 
hasta que finalmente mi cuerpo se estremeció con mi liberación. 
 
Pero segundos después, una familiar sensación de estar sucia me invadió. Esto 
era pecado. Madre no había dejado de decirme esas palabras desde el día en que me 
atrapó tocándome dos meses atrás. Desde entonces, no había cedido a mis necesidades 
pecaminosas, hasta esta noche. 
Respiré profundamente, deseando que mi corazón dejara de correr. Deseando 
que mi cuerpo dejara de recordarme lo que había hecho. 
Desde que madre me había atrapado, había habido una tensión entre nosotras 
que apenas podía soportar. Evitaba mis ojos como yo evitaba los suyos. Casi me 
alegré por mi boda aproximándose rápidamente de modo que finalmente pudiera 
escapar del juicio de mi madre. Todavía sentía una oleada de flagrante vergüenza 
sobre mí cuando recordé ese día y la mirada de shock en la cara de mi madre. No 
había sido la primera vez que me tocaba a mí misma, pero sí la primera vez que había 
entendido lo malo que era en realidad. Me había jurado en ese entonces que nunca 
dejaría que mi cuerpo volviera a anular mi cerebro y ahora había roto esa promesa. En 
la protección de la noche, me atreví a dejar que mis dedos recorran mi cuerpo una vez 
más, todo por un hombre en el que ni siquiera debería pensar, mucho menos 
fantasear. Está mal. 
Era débil y pecadora, pero en los breves momentos de placer me sentía más 
viva que en cualquier otro momento de mi vida. 
 
 
3 
Cara 
 
Traducido y corregido por LizC 
 
Supe que algo estaba horriblemente mal cuando vi a padre durante la 
cena. Tenía la energía nerviosa de un animal atrapado. Los ojos de Talia volaron hacia 
mí, sus cejas oscuras disparándose en alto en una pregunta silenciosa. Siempre 
intentaba actuar como si fuera adulta, y aun así parecía pensar que siempre sabía más 
que ella. Pero siempre había más preguntas que respuestas en nuestra casa. 
Me encogí de hombros levemente y dirigí mis ojos hacia madre, pero su 
atención se centraba en padre, con la misma expresión curiosa en su rostro que Talia 
me estaba dando. Ninguna de nosotras parecía tener respuestas; padre veía 
atentamente hacia su iPhone, pero la pantalla permanecía negra. Cualquier cosa que 
esperara y ansiara, no estaba sucediendo. Sus dedos tocaban un ritmo errático en la 
caoba de la mesa de nuestro comedor, un bajo clic tras otro por sus uñas en la 
madera. Padre generalmente usaba las uñas meticulosamente cortas, pero cualquiera 
fuera la razón que lo tenía como un naufragio nervioso ante nosotros le había hecho 
olvidar su higiene personal. 
—Brando, apenas has tocado tu cena. ¿No te gusta la carne asada? —preguntó 
madre. Había pasado dos horas en la cocina preparando nuestro festín del 
domingo. En todos los otros días de la semana nuestro cocinero era responsable de la 
cocina. 
Padre saltó en su silla. Sus amplios ojos inyectados en sangre encontraron los 
de madre, luego nos vio a Talia y a mí. La inquietud se instaló en la boca de mi 
estómago. Nunca lo había visto así. Padre era tranquilo y analítico. Poco podía 
conseguir alterarlo. Pero desde la fiesta donde Falcone, parecía algo estresado. 
—No tengo hambre —dijo padre antes de que su mirada volviera a su teléfono 
celular. 
 
Eché un vistazo a la petaca que se tensaba sobre su cinturón. A padre le 
encantaba comer, y nunca dejaba que la carne asada de madre se desperdiciara. 
La pantalla de su teléfono destelló con un mensaje y el rostro de padre se quedó 
sin color. Dejé el tenedor, ya sin apetito. Pero no tuve la oportunidad de mirar otra 
vez a madre porque padre se puso en pie. Su silla se derrumbó y estrelló contra el 
suelo de madera dura. Madre también se levantó, pero Talia y yo nos quedamos 
congeladas en nuestros asientos. ¿Qué está pasando? 
—Brando, ¿qué…? 
Padre corrió antes de que madre pudiera terminar su frase. Madre lo siguió y 
después de un momento me puse de pie. Talia todavía estaba pegada a su silla. Ella 
parpadeó hacia mí. Mis ojos se dirigieron a la puerta, dividida entre correr tras 
nuestros padres para averiguar qué estaba pasando y seguir las reglas. No se suponía 
que nos levantáramos de la mesa del comedor sin permiso. No me gustaba esa regla, 
pero siempre la seguía. Después de todo, las cenas eran la única vez que nuestra 
familia tenía la oportunidad de realmente pasar tiempo de calidad juntos. 
La puerta del comedor volvió a abrirse y padre volvió, con dos armas en las 
manos. Bajó una, solo para sacar su teléfono y presionarlo contra su oreja. Me quedé 
mirando el arma en nuestra mesa. Sabía lo que padre hacía para ganarse la vida, lo 
que él era. Lo sabía desde que podía recordar, incluso si madre, Talia y yo viviéramos 
una vida bastante normal. Incluso si intentabas ser ciego a la verdad, a veces te 
golpeaba en la cara sin invitación. Pero hasta ahora, padre había tratado de mantener 
la ilusión de la normalidad a nuestro alrededor. No había sido exactamente difícil para 
él porque hasta hace unos meses Talia y yo habíamos asistido a un internado de chicas 
y solo habíamos estado en casa los fines de semana y durante las vacaciones. Y pronto 
me iría a la universidad y Talia volvería a la escuela. Nunca lo había visto mostrar 
abiertamente una pistola. Nunca había visto una pistola tan cerca. Padre estaba 
involucrado en el crimen organizado, pero muchas personas que se ocupaban del 
juego al azar estaban en Las Vegas; ni siquiera estaba segura de lo que hacía 
exactamente, salvo que manejaba la mayoría de los casinos de la Camorra. 
Madre entró al comedor, luciendo completamente fuera de sí, pero padre no 
miró en su dirección. 
—¿En cuánto estarás aquí? —siseó padre al teléfono. Él asintió después de un 
momento—. Entonces estaremos listos. Apúrate. —Finalmente se volvió hacia 
nosotras. Estaba intentando parecer tranquilo, pero fallando miserablemente—. Talia, 
Cara, por favor, hagan una maleta. Solo cosas que necesitarán por unos días. 
Madre se había convertido en un pilar de sal. 
 
—¿Nos vamos de vacaciones? —preguntó Talia con la esperanza y la 
ingenuidad que deseaba para mí. 
Padre siempre nos dejaba en paz si decíamos algo tonto. Hoy no. 
—No seas ridícula, Talia —le ladró. Ella saltó en su silla, obviamente 
sorprendida por el tono áspero. 
—¿Estamos en problemas? —pregunté cuidadosamente. 
—No tengo tiempo para discutir los detalles con ustedes. Todo lo que necesitan 
saber ahora es que no tenemos mucho tiempo, así que por favor, empaquen algunas 
cosas. 
El teléfono destelló con un mensaje. Los hombros de padre cayeron con 
alivio. Salió corriendo del comedor. Esta vez las tres lo seguimos hasta el vestíbulo 
de la casa. Padre abrió la puerta y entraron varios hombres a los que nunca antes había 
visto. Parecían robustos; todos vestidos con pantalones mal ajustados, chaquetas de 
cuero, zapatillas deportivas. 
Parecían el tipo de hombres que no querrías encontrarte en la oscuridad, o en 
absoluto. Sus ojos calculadores se deslizaron sobre mí. Eran el tipo de hombres que 
te hacían cruzar la calle para evitarlos. 
Tuve que impedir envolver mis brazos protectoramente alrededor de mi 
pecho. Si padre los había invitado, no podían ser peligrosos. 
Padre sacó un sobre del bolsillo de su chaqueta y lo tendió a uno de los 
hombres. 
El brazo de Talia rozó el mío cuando se movió un poco más cerca. Ojalá 
pudiera darle el consuelo que obviamente estaba buscando, pero mis propiosnervios 
estaban destrozados. 
El hombre miró dentro. 
—¿Dónde está el resto? —dijo con un fuerte acento. ¿Acaso eran rusos? Me 
habían parecido un poco eslavos, pero no había considerado la opción de que fueran 
de hecho rusos. Padre trabajaba para la Camorra, y no era ningún secreto que los rusos 
fueran el enemigo. 
¿No estábamos todos cometiendo traición al tener a esos hombres dentro de 
nuestra casa? Mi cabeza estaba girando, pero guardé las preguntas para mí, por temor 
a empeorar las cosas. 
 
—Lo conseguirás una vez que mi familia y yo estemos a salvo en Nueva 
York. Ese fue el trato, Wladimir —dijo padre. 
Talia me lanzó una mirada confusa, pero no me atreví a quitar los ojos de lo 
que estaba pasando. ¿Por qué íbamos a Nueva York? ¿Y qué había hecho padre para 
que necesitase que los rusos lo protejan? Raramente hablaba de negocios en nuestra 
presencia, pero cada vez que escuchaba el fragmento ocasional sobre Nueva York o 
los rusos no había sido positivo. 
Wladimir intercambió una mirada con sus compañeros, luego asintió 
brevemente. 
—Eso no será un problema. Mañana estarás en Nueva York. 
Padre se volvió hacia nosotras. 
—¿Qué siguen haciendo aquí? Les dije que hicieran sus maletas. De prisa. 
Dudé, pero madre agarró la mano de Talia y la condujo hacia la 
escalera. Después de un momento, las seguí, pero no sin volver a mirar por encima 
del hombro. Los rusos hablaban entre sí. Padre parecía confiar en ellos, o al menos 
confiaba en que querían el resto del dinero lo suficiente como para llevarnos a Nueva 
York. Eso me recordó algo. Alcancé a madre y a Talia, luego susurré: 
—¿Por qué Nueva York? Pensé que no podíamos ir allí porque la familia 
gobernante allí no se lleva bien con el jefe de padre. 
Madre se detuvo. 
—¿De dónde has oído eso? 
—No lo sé. A veces escucho cosas. Aunque, es cierto, ¿verdad? 
—Nueva York es un tema difícil. No he estado allí en mucho tiempo. 
Había anhelo en su voz. Abrí la boca para preguntarle sobre eso cuando sonó 
una explosión abajo, y entonces los hombres estaban gritando. 
—Tenemos que escondernos —susurró madre a medida que arrastraba a Talia 
hacia el dormitorio principal. 
Estaba a punto de seguirlas cuando unos pasos resonaron a toda prisa por la 
escalera. Rápidamente me empujé en la habitación más cercana, la de Talia, y me 
escondí en su apretado armario. Había un montón de ropa desechada en el suelo y la 
usé para ocultarme aún más. Todavía podía ver la mayor parte de la habitación a través 
de las rendijas en la puerta, pero con solo la tenue luz del pasillo derramándose dentro, 
era difícil distinguir mucho. Apenas tuve tiempo de agacharme y quedarme quieta 
 
cuando la puerta se abrió de golpe. Alguien entró tambaleándose. Por un momento, la 
luz golpeó la cara del hombre y lo reconocí como uno de los rusos. Estaba sangrando 
por una herida en el brazo. Se dirigió hacia la ventana. ¿Iba a saltar? Trató de empujar 
la ventana hacia arriba, pero se quedó atascada por sus movimientos frenéticos. 
Contuve mi aliento y me enterré más profundo en el montón de ropa. Otro 
hombre, mucho más alto y musculoso que el primero, se adentró y agarró al 
ruso. Todo sucedió demasiado rápido para ver mucho, pero algo me parecía familiar 
sobre el segundo hombre. Hubo una corta lucha. El ruso sacó un cuchillo pero nunca 
llegó a usarlo. El otro hombre lo agarró por el cuello y lo retorció. Ahogué un jadeo 
cuando el ruso se derrumbó, chocó con la puerta de modo que fue empujada hasta 
abrirse por completo, y finalmente cayó al suelo en un montículo sin vida. La luz 
ahora llenaba todo el centro de la habitación. Mis ojos retrocedieron hacia el 
asesino. Estaba de espaldas hacia mí. Pero lo conocía. Había soñado con él varias 
veces en el último par de semanas desde la fiesta. 
Growl, por supuesto. 
 
 
4 
Cara 
 
Traducido por Lyla 
Corregido por LizC 
 
Su camiseta negra se pegaba a su piel por el sudor, y sus brazos estaban 
cubiertos de tatuajes. Sin el traje y la actitud fría, este hombre era puro peligro. Ahora 
no había nada contenido en él. Todo en él gritaba muerte. Mi corazón latía en mi 
pecho mientras esperaba a que se volviera y me descubriera. ¿También me mataría? 
No lo haría. No podía. El estatus de mi familia todavía tenía que valer para 
algo, ¿verdad? 
Pero salió de la habitación sin mirar de nuevo al hombre que mató… o al 
guardarropa en el que me escondía. 
Solo cuando se fue y ya no oí sus pasos me atreví a respirar. Y luego un nuevo 
miedo se instaló. ¿Dónde estaba padre y qué le estaba pasando? ¿Y a madre y Talia? 
Tenía que ir a buscarlos, incluso si cada fibra de mi cuerpo me gritaba que me quedara 
donde estaba. Teníamos que estar juntos, pero dejar mi escondite era un riesgo 
enorme. Volví a mirar hacia el cadáver en el centro de la habitación. ¿También era 
nuestro destino? 
Entonces un pensamiento más esperanzador cruzó mi mente. Tal vez nos 
salvaríamos. No era una sorpresa que soldados de la Camorra, como Growl, mataran 
a los miembros de la Bratva, sus archienemigos. Tal vez había una manera de 
convencer a todos de que los rusos no habían estado aquí para nuestra protección, sino 
para matarnos. Gritos y disparos sonaron abajo. Escuché una voz familiar, la voz de 
mi padre, pero no estaba entre los gritos, ni la de Talia ni la de madre. Probablemente 
todavía estaban escondidas en el dormitorio principal. 
Cerré los ojos. No estaba acostumbrada a este mundo, a pesar de que había 
crecido alrededor de la gente que era parte de él. Pero siempre había rozado los bordes 
de la maldad en la que mi padre estaba involucrado. Ahora que fui arrojada de cabeza, 
 
no estaba segura de cómo actuar. Sin embargo, esperar como un ratón en una trampa 
no era la solución. En algún momento registrarían las habitaciones adecuadamente, y 
entonces no quería que fuera fácil para ellos. Me puse de pie y abrí la puerta 
lentamente, luego salí. Aunque ya lo sabía, me agaché junto al ruso y presioné mis 
dedos contra su garganta. Todavía estaba caliente pero no había pulso. Consideré en 
hacer RCP1, pero luego noté cómo su cuello estaba retorcido y lo descarté. 
Un violento estremecimiento inundó mi cuerpo y por un momento estuve 
segura que iba a tener un ataque de pánico, pero el sonido de voces me trajo de vuelta 
a la realidad. Me enderecé, con la mirada fija en el cuchillo que el ruso había dejado 
caer durante su lucha. Estaba a punto de tomarlo cuando las palabras del instructor de 
autodefensa que había dado un seminario de fin de semana en nuestra escuela surgió 
en mi cabeza: “Un arma que no puedes controlar es otra ventaja para tu enemigo”. 
No tenía ninguna duda de que sería desarmada en un abrir y cerrar de ojos. 
Nunca había aprendido a luchar con armas, ni a luchar en absoluto. Mis amigas y yo 
no habíamos tomado el seminario de autodefensa muy en serio. Ahora desearía 
haberlo hecho. Pero habíamos estado tan ocupadas comiéndonos con los ojos a 
nuestro instructor que no habíamos tenido tiempo para otra cosa. 
¿Cuánto tiempo había pasado? 
Talia gritó en algún lugar de la casa, y empecé a moverme sin pensar. Salí de 
la habitación a toda prisa. No estaba segura de cómo ayudarla, pero sabía que tenía 
que llegar a ella. Sin embargo, no llegué muy lejos. Me estrellé contra alguien, mi sien 
chocando con un duro hombro. Mi visión se volvió negra y me tambaleé hacia atrás, 
jadeando. Caí de rodillas. Y el dolor se disparó a través de mis piernas por el impacto. 
Después de un momento, miré hacia arriba y me encontré mirando al hombre que 
había matado justo delante de mis ojos, el hombre que me había asustado y fascinado 
desde nuestro primer encuentro. Era aún más alto así de cerca, y había una cicatriz 
larga y marchita que le rodeaba la garganta. Growl. Siempre Growl. Mi fascinación 
no dio paso a nada más que miedo cuando sus ojos se encontraron con los míos. No 
parecía humano en ese momento. 
Un asesino,un monstruo… nada humano en su expresión, sus ojos o él. 
Me agarró del brazo y me puso de pie bruscamente. Mi visión nadó de nuevo. 
—Llévela con los demás —gruñó con voz ronca. Esa voz, tan profunda y 
áspera, envió un escalofrío por mi espalda. 
 
1 RCP: siglas para reanimación cardiopulmonar. 
 
Otro hombre me tomó por el brazo y me llevó lejos. Eché otra mirada por 
encima del hombro pero, Growl, el hombre con la cicatriz y sin piedad, se había ido. 
Apenas presté atención a lo que me rodeaba y casi me caí por las escaleras cuando mi 
captor me arrastró hasta que llegamos a la sala de estar donde padre, madre y Talia ya 
estaban reunidos. Padre arrodillado en el suelo delante de Falcone, que llevaba un 
traje a rayas y una camisa blanca de cuello alto. Talia y madre de pie a unos pasos 
detrás, tan aterrorizadas como yo. Me empujaron hacia ellas y madre inmediatamente 
envolvió un brazo alrededor de mí. El otro ya estaba sujetando a Talia. Le di a madre 
una mirada interrogante pero ella estaba observando a Falcone con ojos aterrorizados. 
Finalmente, también me volví hacia él. Había sido espeluznante en su fiesta, pero hoy 
parecía realmente aterrador. 
Benedetto Falcone, jefe de padre y jefe de la mafia en Las Vegas, estaba en 
nuestra casa y la mirada en sus ojos me congeló el estómago. Que estuviera en nuestra 
sala de estar era una señal horrible. Solo podía significar que padre había metido la 
pata gravemente. Y que padre estuviera sudando profusamente solo confirmaba mis 
preocupaciones. 
En algún lugar de la casa todavía podía escuchar los sonidos reveladores de 
una pelea brutal. Me estremecí. Los hombres reunidos en esta habitación parecían 
haber venido a buscar sangre. El hombre muerto en la esquina y arriba en el dormitorio 
de Talia no parecía ser suficiente. 
Unos fuertes pasos bajaron por la escalera y unos minutos después Growl 
apareció. Sus manos y antebrazos estaban cubiertos de sangre. No estaba segura si era 
suya, pero lo dudaba. 
Falcone miró hacia él. 
—¿Está todo despejado, Growl? —preguntó con ligera curiosidad, como si ya 
supiera la respuesta y suponía que él también. Todas las historias que había escuchado 
en voces susurradas pasaron a través de mi mente. 
Growl era invencible. 
El hombre frente a mí esta noche tenía poco que ver con el hombre que había 
visto en la fiesta de Falcone. En ese entonces Growl había estado disfrazado. Mientras 
que otras personas tenían que ponerse máscaras, ese traje y su apariencia limpia 
habían sido las suyas, pero debajo de él el mismísimo monstruo había estado 
esperando despertar. Ahora no se podía confundir quién o qué era. El mejor soldado 
en las filas de la Camorra de Las Vegas, y un monstruo. Eso es lo que la gente siempre 
dice a sus espaldas y ahora también lo veía. Era una máquina de combate sin 
emociones, una mano brutal de Benedetto Falcone. 
 
—Todo está despejado —dijo Growl en aquel profundo retumbar que era su 
voz. Por primera vez pude ver la larga cicatriz alrededor de su garganta. Sus cuerdas 
vocales habían resultado heridas por el accidente que le había dado la larga cicatriz 
alrededor de su garganta. Growl no debería haber sobrevivido a una herida como esa, 
pero de alguna manera lo había hecho, y tal vez lo había convertido en el monstruo 
que era ahora, o tal vez solo había sobrevivido porque era un monstruo. 
Falcone se alejó de su soldado y Growl se desvaneció en el fondo. No estaba 
segura de cómo lograba hacerlo; un hombre con su tamaño y aura no debería ser capaz 
de mezclarse en su entorno tan fácilmente, hacerte olvidar que estaba allí. Esa 
probablemente era una de las habilidades que lo convertían en un luchador tan temido. 
Falcone se acercó a padre, obligándolo a inclinar la cabeza hacia atrás. 
—Oí que has estado ocupado estos últimos meses —comenzó Falcone con una 
lenta pronunciación agradable que hizo que los pelos de mi cuello se eleven. Su 
sonrisa era desagradable y maliciosa. Prometía castigo. 
Padre tragó con fuerza, pero no dijo nada. ¿Por qué no estaba diciendo nada? 
—¿Cuánto de mi dinero te has guardado para ti, Brando? —preguntó Falcone, 
todavía con aquella voz horriblemente agradable. 
Mi estómago se contrajo. No podía creer que padre le hubiera robado a su jefe. 
No podía haber sido tan estúpido. Todo el mundo sabía lo que le pasaba a la gente que 
se metía con Falcone. 
La sonrisa de Falcone se ensanchó e hizo un pequeño gesto con la cabeza hacia 
uno de sus hombres, quien inmediatamente salió y volvió unos momentos después, 
con Cosimo en sus talones, como siempre impecablemente vestido. ¿Qué estaba 
haciendo aquí? 
Tal vez él respondería por padre. 
Pero padre palideció al ver a mi futuro marido y supe que mi esperanza era en 
vano. Padre pareció querer decir algo pero se quedó en silencio. 
Intenté captar la mirada de Cosimo, pero sus ojos no me buscaron. ¿Por qué 
me estaba ignorando? Prácticamente estábamos comprometidos; nuestra fiesta de 
compromiso ya estaba fijada para Año Nuevo. ¿No debería cuidarme? 
Estaba mirando a padre con una expresión que me revolvía el estómago. Esto 
iba a terminar mal. 
—¿Por qué no vuelves a decirme lo que me dijiste hace unos días? —le dijo 
Falcone a Cosimo, sin quitarle los ojos a mi padre. 
 
—Después de llegar a un acuerdo sobre el compromiso con su hija, Brando 
vino a mí y me preguntó si quería ganar algo de dinero extra. Me habló del trato que 
hizo con la Bratva, y que estaba tomando dinero de ti. 
Padre no dijo nada. Quería sacudirlo, quería hacerle negar las afirmaciones 
escandalosas de Cosimo. Con cada segundo que él no lo hacía, mis esperanzas de un 
final misericordioso para esta noche desaparecieron. Traté de captar la mirada de 
Cosimo otra vez, aún esperanzada, y cuando finalmente miró hacia mí, mi corazón se 
hundió. No había emoción en sus ojos. Hoy no sería mi caballero de brillante 
armadura. 
Falcone se volvió hacia mi madre con una expresión de tiburón. Madre se puso 
rígida pero mantuvo la cabeza en alto. Era una mujer orgullosa; una de las cosas que 
más admiraba de ella. Me preocupaba que Falcone pudiera disfrutar romperla. Él era 
de ese tipo. 
Avanzó hacia madre, y padre finalmente entró en acción. 
—Ella no sabe nada. Mi familia no estaba involucrada en nada de esto. Son 
inocentes. —Su voz sonó con miedo y alarma. Y ver su terror, oírlo, me aterrorizó sin 
fin. Esto no era un juego. 
Talia se volvió hacia mí en busca de ayuda una vez más. Dios, y cómo deseaba 
saber cómo ayudarla, cómo ayudar a mi familia, pero yo era inútil. 
Falcone se detuvo justo frente a mi madre, más cerca de lo que era socialmente 
aceptable. Madre no retrocedió, aunque la mayoría de la gente lo hubiera hecho bajo 
su mirada, y esperé tener la misma fuerza si Falcone me enfrentaba. Él alcanzó su 
garganta y por un momento loco pensé que iba a estrangularla. Padre hizo un gesto 
para levantarse pero el hombre de Falcone lo empujó hacia abajo. 
Falcone rodeó con los dedos el collar de madre. 
—Pero están cosechando las recompensas de tu traición, ¿verdad? 
Padre sacudió la cabeza. 
—No compré ese collar con ese dinero… —Se interrumpió, con una expresión 
de dolor en su rostro. Esa era una declaración de culpabilidad si alguna vez había 
escuchado una. Quería llorar. Padre había robado a la mafia. Eso significaba su 
muerte, y quizás la nuestra también. Falcone no era conocido por su amabilidad. 
—¿No? —dijo Falcone con falsa curiosidad. Arrancó el collar de la garganta 
de madre. Ella jadeó y se estremeció, una mano volando para tocar su piel. Cuando 
apartó los dedos, estaban ensangrentados. La cadena de oro la había cortado. 
 
Luego señaló los pendientes de Talia. Talia retrocedió un paso. 
—¿Y esos? —Estiró el brazo por un pendiente. 
—Déjala en paz —dije antes de que pudiera detenerme. Padre y madre me 
miraron como si hubiera perdido la cabeza.Falcone se volvió hacia mí lentamente, 
con los ojos entrecerrados. Se alejó de Talia y se acercó a mí. Me tomó mucho 
esfuerzo mantenerme firme cuando todo lo que quería era correr tan rápido como mis 
pies pudieran llevarme. 
No llevaba ninguna joya llamativa que pudiera echarme en cara, o a mi padre, 
pero sabía que eso no me protegería. 
Sus ojos crueles parecieron atravesarme hasta el fondo. Traté de no mostrar mi 
repulsión y miedo. No estaba segura que tuviera éxito. No tenía experiencia en hacer 
frente al verdadero mal. 
—Eres valiente, ¿verdad? —dijo Falcone. Tenía la sensación de que no era un 
cumplido. Esperé que me hiciera algo, tal vez castigarme por mi insolencia, pero 
simplemente me miró antes de volverse sobre sus talones y regresar a mi padre. De 
alguna manera su indulgencia me preocupó aún más. Me hizo pensar que tal vez tenía 
algo peor en mente para mí más tarde. Esto no había terminado. 
—¿Me pregunto si en realidad creías que te saldrías con la tuya, Brando? —
preguntó Falcone. Tocó el hombro de padre con un gesto amistoso y burlón. 
—Siempre hice más dinero que cualquiera de tus otros gerentes. Trabajaré 
gratis durante el tiempo que quieras. Te compensaré, lo juro. 
—¿Me compensarás? —repitió Falcone—. Me traicionaste. Me robaste y diste 
mi dinero a los asquerosos rusos. Mis enemigos. ¿Cómo vas a compensármelo? 
—Haré cualquier cosa —dijo padre. 
Falcone se tocó la barbilla en contemplación. Parecía como si hubiera 
practicado el movimiento innumerables veces frente al espejo. 
—Hay algo que puedes hacer por mí. 
Padre asintió con entusiasmo, pero yo no era tan optimista. La mirada en los 
ojos de Falcone no prometía nada bueno. Falcone sacó una pistola de una funda debajo 
de su chaqueta y la sostuvo contra la cabeza de padre. 
—Puedes morir. 
Apretó el gatillo. 
 
Grité, dando un paso adelante para ayudar a mi padre, también lo hizo madre, 
pero nuestros guardias nos retuvieron. Talia gritó, un sonido agudo que hizo que los 
pelos de mi cuello se pusieran en punta. Pero padre no se derrumbó. Estaba ileso. No 
había habido una bala en la pistola. Me estremecí, mis emociones cambiando de shock 
a alivio. 
Padre cerró los ojos por un momento. Luego miró a Falcone. Definitivamente 
había alivio en su mirada, pero también temor absoluto. 
Falcone sonrió satisfecho. 
—Pero primero necesitamos saber todo lo que sabes sobre los rusos y todo lo 
que podría perjudicar mi negocio, ¿no estás de acuerdo? 
Falcone no esperó la respuesta de padre, señaló a Growl. 
—Habla con él. Y hazlo rápido. Tengo cosas mejores que hacer. —Growl no 
vaciló. Agarró a padre por el brazo, lo levantó y arrastró hasta el comedor contiguo. 
Madre, Talia y yo fuimos conducidas a un rincón y tuvimos que esperar 
mientras escuchábamos los gritos y gemidos amortiguados de padre. Talia apretó las 
palmas contra sus oídos y cerró los ojos. Madre nos abrazó con fuerza a las dos. Quise 
cerrar mis oídos a los sonidos de la tortura de padre, pero si él tenía que soportar el 
dolor, yo podría por lo menos soportar esto. 
Se hizo el silencio en la habitación contigua. La preocupación royó mis 
entrañas. ¿Y si el silencio significaba que padre había perdido su conciencia? O peor. 
La puerta crujió. Madre se puso rígida. Padre fue conducido al interior por 
Growl. Apenas podía mantenerse erguido y sin el apretón de acero del otro hombre se 
habría derrumbado. Falcone se levantó de su silla. 
—¿Todo listo? 
Growl asintió. Llevó a padre al centro de la habitación y luego lo soltó. Padre 
cayó de rodillas. Growl se mezcló de nuevo en el fondo cuando Falcone avanzó hasta 
detenerse delante de padre. 
—Me decepcionaste mucho, Brando. Es una pena, de verdad. Deberías haber 
pensado realmente en tu familia antes de decidir joderme. 
Padre tosió, luego habló con voz ronca. 
—No… no las castigues por mí… 
Falcone no le dio la oportunidad de terminar la frase. Dio la espalda a mi padre. 
 
—Growl —dijo. 
Growl se adelantó, esperando órdenes. Iba a matar a mi padre, no había otra 
opción. 
—Lo hiciste bien, Growl. —Los labios de Falcone se ensancharon—. Por eso 
tengo un regalo para ti. 
Growl permaneció inmóvil, goteando sangre y sudor, sus ojos fríos y vacíos, 
como si no hubiera nada detrás de ellos, un vacío oscuro que consumía cualquier cosa 
alrededor. Me estremecí. No recordaba que su mirada fuera tan horrible en la fiesta. 
Matar y mutilar debe haber traído al monstruo a la superficie. 
Padre empezó a sacudir la cabeza. 
—¡No puedes! 
Me asusté. 
Growl apenas miró en su dirección, pero luego sus ojos me encontraron, y no 
se movieron. Dios en el Cielo, ten piedad. 
 
 
5 
Cara 
 
Traducido por Lyla 
Corregido por LizC 
 
—Puedo y lo haré. —Falcone asintió hacia el captor de padre, que golpeó a 
padre en el estómago, haciéndolo farfullar y toser. Después abrió los brazos—. Has 
sido un buen soldado y mereces una recompensa. —Señaló hacia mí y pensé que mi 
mundo se iba a derrumbar. Podía ver mi vida desmoronándose justo ante mis ojos. 
Pero entonces todo se volvió mucho peor. El dedo de Falcone se movió de mí hacia 
mi hermana. Los ojos de Growl se lanzaron hacia ella—. Es tu elección. 
—No —grité, alejándome de mi guardia. Sin embargo, mi nueva libertad duró 
poco, cuando sus manos me agarraron por los brazos, haciéndome daño. Me estremecí 
por el dolor atravesando mi cuerpo. 
Talia estaba congelada por el miedo y el shock. 
—Por favor —dijo padre, con las manos unidas en un gesto de mendicidad—. 
Son inocentes. Castígame a mí, pero no las lastimes. 
 Falcone apenas miró en su dirección. 
—Oh, te voy a castigar, no te preocupes. Pero no será tan fácil. —Era obvio 
que se estaba divirtiendo tremendamente. Esta habitación estaba llena de monstruos, 
pero tenía la sensación de que él era el peor de ellos—. Es tu elección, Growl. Toma 
a quien quieras. Estoy seguro que disfrutarás de cualquiera de ellas —dijo Falcone 
con una sonrisa desagradable. 
No quise nada más que borrarla de su rostro, tomar la pesada escultura de 
mármol de un desnudo dios griego que mi madre tanto amaba y aplastarla contra la 
fea cara de Falcone. No sabía de dónde provenían esas ideas tan brutales. Jamás había 
sido del tipo violento, pero suponía que alguien podría ser conducido a lo peor en una 
situación como esta. 
 
Los ojos de Growl se posaron en mi cara. Habría pensado que vería mi cuerpo, 
pero su mirada nunca se alejó de mi rostro. Casi deseé que fuera diferente. Sus ojos 
eran como lagos ámbar de pura nada. No quería descubrir los horribles secretos que 
guardaban en su profundidad. 
—Oh, creo que la elección está hecha —dijo Falcone con una carcajada. 
Growl asintió levemente. 
—Ella —murmuró, sus ojos todavía pegados a mí. 
Horror, miedo, desesperación se estrellaron contra mí. También debería haber 
sido alivio. Alivio, porque Talia se había salvado, pero aunque no quería a mi hermana 
en mi lugar, no podía sentir alivio cuando mi propia vida se estaba desmoronando 
justo delante de mis ojos. 
—Entonces, muy bien —dijo Falcone de una manera condescendiente—. Es 
tuya. 
—No puedes hacer eso —rugió padre. No había esperado que quedara tanto 
poder en él. 
—Tómame a mí. Ella es solo una niña —suplicó madre, intentando alejarse de 
su captor una vez más. 
Falcone rio de nuevo, un sonido amenazador. 
—¿Quién querría a una uva pasa vieja cuando podría tener un melocotón 
jugoso? 
—Oye, cuidado con lo que dices —siseó padre. Tal vez habría admirado más 
su coraje repentino si no fuera la razón de nuestra muerte—. No voy a quedarme de 
brazos cruzados mientras insultas a mi esposa y le das a mi hija a ese… —miró a 
Growl con repugnancia—… ese monstruo. 
Falcone asintió. 
—Tienes razón. No deberías tener que ver esto. —Antes de que alguna de 
nosotras pudiera reaccionar, apuntó a padre con su arma y apretó el gatillo. Esta vez 
no fue para aparentar. La bala atravesó la sien de padre. Su cabeza