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1 2 Esta traducción fue realizada sin fines de lucro por la cual no tiene costo alguno. Es una traducción hecha por fans y para fans. Si el libro logra llegar a tu país, te animamos a adquirirlo. No olvides que también puedes apoyar a la autora siguiéndola en sus redes sociales, recomendándola a tus amigos, promocionando sus libros e incluso haciendo una reseña en tu blog o foro. 3 Índice Sinopsis Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16 Capítulo 17 Capítulo 18 Capítulo 19 Epílogo Próximo Libro Biografía del autor 4 5 Sinopsis iliana Scuderi ha estado enamorada de Romero desde el primer momento en que lo vio. Después de que sus hermanas fueran casadas por razones tácticas, espera que se le permita elegir un marido para sí, pero cuando su padre la promete a un hombre con más del doble de su edad esa esperanza queda aplastada. Ningún ruego podrá hacerle cambiar de opinión. Romero siempre ha ignorado el coqueteo de Lily. Su edad y estatus la hacían estar fuera de límites, pero incluso alguien tan obediente como él solo tiene cierto control. Desearla cuando se supone que debe casarse con otro hombre podría significar una guerra entre Nueva York y la Organización de Chicago, y Romero siempre ha puesto a la Cosa Nostra primero. Lily sospecha que sus hermanas y Romero arriesgarían todo por ella, pero ¿su felicidad vale tanto? ¿Es el amor digno de una guerra entre la Cosa Nostra y la Organización? Born in Blood Mafia Chronicles #4 L 6 Prólogo Liliana Traducido por Dustie Corregido por Paop abía que estaba mal. Si alguien lo descubría, si mi padre lo descubría, nunca me dejaría salir otra vez de Chicago. Ni siquiera me dejaría salir de nuevo de la casa. Era absolutamente incorrecto e inapropiado para una dama. La gente seguía hablando mal de Gianna después de todo ese tiempo. Se aprovecharían de la oportunidad de encontrar una víctima nueva, ¿y qué sería mejor que atrapar a otra hermana Scuderi en el acto? Y en el fondo, sabía que era exactamente como Gianna cuando se trataba de resistir la tentación. Simplemente no podía. La puerta de Romero no estaba cerrada. Me deslicé en su habitación de puntillas, aguantando la respiración. No estaba ahí pero podía escuchar el agua corriendo en el baño adjunto. Me arrastré en esa dirección. La puerta estaba entreabierta. Miré a través de la abertura. En los últimos días había aprendido que Romero era una criatura de hábitos, así que lo encontré bajo la ducha como esperaba. Pero desde mi punto de vista no podía ver mucho. Abrí la puerta y entré. Me quedé sin aliento al verlo. Me daba la espalda y era una vista gloriosa. Los músculos de sus hombros y espalda se flexionaban mientras lavaba su cabello castaño. Naturalmente, mis ojos se sumergieron más abajo a su trasero perfectamente moldeado. Nunca había visto a un hombre así, pero no podía imaginar que alguien se pudiera comparar a Romero. Comenzó a girarse. Debí haberme ido entonces. Pero me quedé mirando asombrada hacia su cuerpo. ¿Estaba excitado? Se tensó cuando me vio. Sus ojos capturaron mi mirada antes de deslizarse por mi camisón y piernas desnudas. Y entonces encontré la respuesta a mi pregunta. En realidad, no había estado excitado antes. Oh, demonios. S 7 Mis mejillas se calentaron a medida que lo veía ponerse más duro. Era todo lo que podía hacer para no cruzar la distancia entre nosotros y tocarlo. Romero abrió la puerta de la ducha sin ninguna prisa y envolvió una toalla alrededor de su cintura. Entonces salió. La esencia de su picante gel de ducha se metió en mi nariz. Avanzó hacia mí lentamente. —Sabes —dijo con una voz extraña—. Si alguien nos encuentra así, podrían hacerse la idea equivocada. Una idea que podría costarme la vida y a ti tu reputación. Aún seguía sin poder moverme. Era de piedra, pero mis entrañas parecían arder, parecían licuarse en ardiente lava roja. No podía mirar a otro lado. No quería. Mis ojos permanecieron clavados en el borde de la toalla, en la fina línea de vellos oscuros despareciendo por debajo de ella, en la deliciosa V de sus caderas. Mi mano se movió, por voluntad propia, alcanzando el pecho de Romero, necesitando sentir su piel bajo las puntas de mis dedos. Romero atrapó mi muñeca antes de poder tocarlo, su agarre casi doloroso. Mi mirada se alzó de golpe, medio avergonzada y medio sorprendida. Lo que vi en el rostro de Romero me hizo estremecer. Se inclinó hacia delante, acercándose cada vez más. Mis ojos se cerraron lentamente, pero el beso que quería nunca llegó. En su lugar escuché el crujido de la puerta. Miré a Romero. Solo había abierto la puerta del baño ampliamente. Por eso se había acercado, no para besarme. La vergüenza me invadió. ¿Cómo pude pensar que estaba interesado en mí? —Tienes que irte —murmuró mientras se enderezaba. Sus dedos seguían enrollados alrededor de mi muñeca. —Entonces, suéltame. Lo hizo al instante y dio un paso atrás. Me quedé donde estaba. Quería tocarlo, quería que me tocara. Maldijo y luego estaba sobre mí, una mano acunando mi nuca, la otra en mi cadera. Casi podía saborear sus labios tan cerca. Su toque me hizo sentir más viva que nunca. —Vete —dijo con voz áspera—. Vete antes de que rompa mi juramento. — Fue mitad plegaria, mitad orden. 8 Uno Liliana Traducido por Dustie Corregido por Paop odavía me estremecía cuando pensaba en mi primer intento embarazoso coqueteando con Romero. Mi madre y hermana Aria me habían advertido siempre que no provoque a los hombres y nunca había sido tan atrevida con nadie como lo había sido con Romero ese día. Había parecido seguro, como si no hubiera manera de que me lastimara sin importar la provocación. Había sido joven y estúpida, solo tenía catorce y ya estaba convencida de que sabía todo lo que se debía saber sobre los hombres, el amor y todo lo demás. Faltaban unos días para de la boda de Aria con Luca cuando mandó a Romero a proteger a mi hermana. Era un gran asunto escoger un guardaespaldas para tu futura esposa; solo alguien que tuviera tu absoluta confianza podía estar tan cerca, pero no era eso por lo que siquiera confiaba en Romero. Romero se había visto terriblemente apuesto en su camisa blanca, pantalones negros y chaleco escondiendo su pistolera. Y por alguna razón, sus ojos castaños se habían visto más amables de lo que estaba acostumbrada a ver en los hombres de nuestro mundo. No había podido alejar mi mirada de él. No estaba segura de lo que había estado pensando o lo que esperaba conseguir, pero al momento en que Romero se sentó, me había acomodado en su regazo. Se tensó debajo de mí, pero algo en sus ojos me habían hecho enamorarme de él ese día. A menudo en el pasado, cuando coqueteaba con los soldados de mi padre, había visto en sus ojos que no dudarían en aprovecharse de mí si no fuera por mi padre. Pero con Romero sabía que nunca tendría que preocuparme a que tomara más de lo que estaba dispuesta a dar. Al menos, así me había sentido ese día. Parecía ser un hombre bueno, como los que solo podía admirar de lejos porque no los encontrabas en la mafia. Como un caballero en armadura brillante, alguien sacado de los sueños de las chicas tontas, chicas como yo. T 9 Solo unos meses después, descubrí que Romero no era quien creía, quien quería que fuera y como lo había hecho parecer. Ese día todavía me persigue después de todo este tiempo. Podría ser el momento en que mi enamoramiento por Romero desapareció para siempre. Mis padres nos habían llevado a Gianna, Fabiano y a mí a Nueva York con ellos para asistir al funeralde Salvatore Vitiello, aunque ni siquiera conocía al padre de Luca y Matteo. Había estado muy emocionada de ver a Aria de nuevo. Pero ese viaje se convirtió en una pesadilla, mi primera probada real de lo que significaba ser parte de nuestro mundo. Luego de que los rusos atacaron la mansión Vitiello, estaba sola con mi hermano Fabi en una habitación donde Romero nos había llevado después que la famiglia bajo el comando de Luca vino a nuestro rescate. Alguien le había dado a mi hermano un tranquilizante porque estaba completamente alterado después de ver que le dispararan en la cabeza a nuestro guardaespaldas. Por mi parte estaba extrañamente tranquila, casi en trance mientras me acurrucaba junto a él en la cama, mirando a la nada y pendiente de cualquier ruido. Cada vez que alguien pasaba por nuestra habitación, me tensaba, preparada para otro ataque. Pero entonces Gianna me escribió, preguntándome dónde estaba. Nunca antes me había movido tan rápido en mi vida. Me tomó menos de dos segundos saltar de la cama, cruzar la habitación y abrir la puerta. Gianna estaba de pie en el corredor, con su cabello rojo por todas partes. Al momento en que salté a sus brazos, me sentí mejor y más segura. Desde que Aria se había mudado, Gianna había tomado el rol de madre sustituta mientras nuestra propia madre estaba ocupada con sus responsabilidades sociales y atendiendo todos los caprichos de nuestro padre. Cuando Gianna decidió mirar abajo, el pánico me invadió. No quería estar sola justo ahora y Fabi en realidad no iba a despertar por un par de horas más, así que a pesar de mi miedo en cuanto a lo que encontraríamos en el primer piso, seguí a mi hermana. La mayor parte del mobiliario de la sala estaba arruinado por la pelea con los rusos y la sangre cubría casi cada superficie. Nunca me había mareado demasiado por la sangre o por nada realmente. Fabi siempre venía a mostrarme sus heridas, especialmente cuando había pus porque no la hubiera limpiado bien. E incluso ahora, a medida que pasábamos por todas las manchas rojas en las alfombras y sofás blancos, no era la sangre en sí lo que hacía revolver mi estómago. Era el recuerdo de los acontecimientos. Ya ni siquiera podía oler la sangre porque los pisos habían sido limpiados con algún tipo de desinfectante. Estuve agradecida cuando Gianna se dirigió a otra parte de la casa, pero entonces escuché el primer grito proveniente del sótano. Me habría dado la vuelta y pretendido que no había escuchado nada. Sin embargo, Gianna no. 10 Abrió la puerta de acero, que conducía a un sótano. La escalera estaba oscura pero desde algún lugar de la profundidad del sótano se derramaba luz. Me estremecí. —No quieres ir allí abajo, ¿verdad? —murmuré. Debí haber sabido la respuesta. Era Gianna. —Sí, pero te quedarás en las escaleras —dijo Gianna antes de comenzar su descenso. Dudé solo un segundo antes de ir tras ella. Nadie había dicho nunca que era buena siguiendo órdenes. Gianna me fulminó con la mirada. —Quédate ahí. Prométemelo. Quise discutir. Ya no era una niña. Pero entonces alguien gritó abajo y los vellos en mi nuca se erizaron. —Bueno. Lo prometo —respondí rápidamente. Gianna se giró y bajó los escalones restantes. Se congeló cuando alcanzó el último antes de entrar finalmente al sótano. Solo podía ver una parte de su espalda pero por el modo en que sus músculos se tensaron sabía que estaba perturbada. Hubo un grito ahogado y Gianna se estremeció. A pesar del temor golpeando en mis sienes, bajé. Necesitaba saber lo que veía mi hermana. No era alguien que se asustara fácilmente. Incluso cuando lo hacía supe que iba a arrepentirme, pero no podía resistirme. Estaba harta de ser excluida de todo, de ser siempre demasiado joven, de que me recordaran cada día que necesitaba protegerme de mí misma y de todo lo que me rodeaba. Para el momento en que mis pies tocaron el piso del sótano, mis ojos se dirigieron al centro del lugar. Al principio, ni siquiera comprendí lo que estaba pasando. Era como si mi cerebro me estuviera dando una oportunidad de escapar y no saber más, pero en lugar de huir, me quedé y miré. Mi mente quedó sobrecargada, absorbiendo cada detalle, cada espantoso detalle delante de mí. Detalles que todavía recordaba vívidamente años más tarde. Dos de los rusos que nos atacaron estaban ahí, atados a las sillas y luego estaba la sangre. Matteo y otro hombre los estaban golpeando y cortando, hiriéndolos. Mi visión se tornó borrosa y el terror subió por mi garganta. Y entonces mi mirada se fijó en Romero, sus amables ojos castaños, que no se veían tan amables como los recordaba. Sus manos, también, estaban cubiertas de sangre. El hombre bueno y caballero en armadura brillante con el que había fantaseado, ese hombre no existía. Un grito escapó de mi cuerpo, pero solo podía decirlo por la presión en mi pecho y garganta. No oía nada más allá de un rugido sordo en mis 11 oídos. Todo el mundo me miraba como si yo fuera la loca. No estoy segura de lo que pasó después de eso. Recuerdo fragmentos. Unas manos tomándome, unos brazos sosteniéndome fuerte. Palabras tranquilizadoras que no hicieron nada. Recuerdo un pecho cálido contra mi espalda y el olor a sangre. Hubo un breve dolor ardiente cuando Matteo me inyectó con algo antes de que mi mundo se transformara en una inquietante calma. El terror seguía ahí, pero quedó silenciado. Mi visión era aún más borrosa pero podía distinguir a Romero arrodillándose a mi lado. Me levantó y se enderezó conmigo en sus brazos. La calma forzada triunfó y me relajé contra su pecho. Justo frente a mis ojos una mancha roja arruinaba su camisa blanca. Sangre del hombre que había torturado. Lentamente, el terror trató de surgir a través de la medicación, pero fue inútil y dejé de pelear. Mis ojos se cerraron a medida que me resignaba a mi destino. Romero Como hombres de la mafia era nuestra tarea mantener seguros a esos que juramos proteger: los débiles, los niños, las mujeres. Yo, en particular, había dedicado mi vida a ese objetivo. Muchas de mis tareas involucraban herir a otros, ser brutal y frío, pero mantener a la gente a salvo siempre me hace sentir que había más de mí que lo malo. No es que importara; si Luca me lo pedía, haría todas las cosas malas imaginables. Era fácil olvidar que a pesar de nuestra propia ética, moral y códigos, los mafiosos éramos lo que la mayoría de la gente percibía como malvados. Recordé nuestra verdadera naturaleza, de mi naturaleza real cuando escuché el grito de Liliana. Los gritos de los rusos no me habían conmovido. Había escuchado esos, y peores, antes. Pero ese grito agudo e interminable de una chica a la que teníamos que proteger fue como una jodida puñalada en el estómago. Su expresión y mirada fueron lo peor; me mostraban exactamente lo que era. Tal vez un hombre bueno habría jurado ser mejor, pero era bueno en mi trabajo. Y la mayor parte de los días lo disfrutaba. Incluso el rostro aterrorizado de Liliana no me hizo querer ser otra cosa que no fuera un hombre de la mafia. En aquel entonces no me había dado cuenta que ese vislumbre de brutalidad no era ni siquiera la peor manera de arruinar su vida. 12 Liliana Me desperté con algo cálido y suave debajo de mí. Mi mente seguía lenta pero los recuerdos eran claros y enfocados, más enfocados que los de mi entorno cuando finalmente me atreví a abrir los ojos. Un movimiento en la esquina atrajo mi atención. Romero se apoyaba contra la pared frente a mí. Rápidamente hice un chequeo de la habitación en la que estaba. Era una habitación de huéspedes y estaba sola con Romero detrás de una puerta cerrada. Sin los efectos persistentes de lo que sea que Matteo me hubiera inyectado antes, habría comenzado a gritar de nuevo. En cambio, miré en silencio a medida que Romero se acercaba hasta mí. No estaba segurapor qué incluso había pensado que era inofensivo, ahora cada uno de sus movimientos gritaban peligro. Cuando casi había llegado a la cama, me estremecí, presionándome contra la almohada. Romero hizo una pausa, sus ojos oscuros suavizándose, pero su amabilidad ya no podía engañarme, no después de lo que había visto. —Está bien. Estás a salvo. Nunca me había sentido tan insegura en mi vida, hasta ahora. Quería recuperar mi dichosa ignorancia. No dije nada. Romero tomó un vaso de agua de la mesita de noche y me lo ofreció. Mis ojos buscaron la sangre en la piel de sus manos pero debe haberlas limpiado a fondo. No había ni el menor indicio de rojo, ni siquiera entre sus dedos o bajo sus uñas. Probablemente tenía mucha práctica limpiando sangre. La bilis subió por mi garganta con el pensamiento. —Necesitas beber, niña. Mis ojos volaron hasta su rostro. —No soy una niña. El fantasma de una sonrisa cruzó por el rostro de Romero. —Claro que no, Liliana. Busqué burla en sus ojos, un indicio de la oscuridad que había estado ahí en el sótano, pero se veía como el hombre bueno que quería que sea. Me senté y tomé el vaso. Mi mano tembló pero me las arreglé para no derramarme el agua encima. Después de dos sorbos le regresé el vaso a Romero. 13 —Pronto podrás ir con tus hermanas, pero primero, Luca quiere hablar contigo de lo que viste —dijo tranquilamente. El miedo me atravesó como una navaja fría. Me deslicé fuera de la cama cuando alguien tocó y Luca entró un momento después. Cerró la puerta. Mis ojos moviéndose rápidamente de él a Romero. No quería quebrarme como antes, pero podía sentir otro ataque de pánico presionando a través de las drogas en mi torrente sanguíneo. Nunca había estado a solas con ellos, y después de los eventos de hoy, era demasiado. —Nadie te va a lastimar —dijo Luca con su voz profunda. Intenté creerle. Aria parecía amarlo, así que no podía ser malo y no había estado ahí abajo en el sótano torturando a los rusos. Arriesgué otra mirada hacia Romero, cuyos ojos descansaban en mí. Bajé el rostro. —Lo sé —dije eventualmente, lo que probablemente sonó tanto a una mentira como se sintió. Inspiré profundamente y nivelé mi mirada en la barbilla de Luca—. ¿Querías hablar conmigo? Luca asintió. No se acercó, tampoco Romero. Tal vez mi temor era tan claro como el día para ellos. —No puedes decirle a Aria de lo que viste hoy. Se angustiará. —No se lo diré —prometí rápidamente. Nunca tuve la intención de contárselo. No quería recordar los acontecimientos, mucho menos decirle a nadie sobre ellos. Si pudiera, los borraría de mi memoria instantáneamente. Luca y Romero intercambiaron una mirada, entonces Luca abrió la puerta. —Eres mucho más razonable que tu hermana Gianna. Me recuerdas a Aria. De algún modo sus palabras me hicieron sentir como una cobarde. No porque Aria lo fuera. Era valiente y también Gianna, ambas a su modo. Me sentí como una cobarde porque acepté guardar silencio por razones egoístas, porque quería olvidar y no porque quisiera proteger a Aria de la verdad. Estaba bastante segura que ella lo hubiera podido manejar mejor que yo. —Puedes llevarla con Gianna, pero asegúrate que no vaguen por la casa otra vez —le dijo a Romero. —¿Qué hay de Aria? —exclamé. Luca se tensó. 14 —Está dormida. Puedes verla después. —Con eso se fue. Envolví mis brazos alrededor de mi cintura. —¿Mis padres saben lo que pasó? —Sí. Tu padre los recogerá una vez que termine con los negocios y entonces los llevará de vuelta a Chicago. Probablemente en la mañana. —Romero esperó pero no me moví. Por alguna razón mi cuerpo se erizó ante la idea de acercarme a él, lo cual era ridículo teniendo en cuenta que no hace mucho tiempo había fantaseado con besarlo. Abrió la puerta ampliamente y dio un paso atrás. —Estoy seguro que tu hermana Gianna está ansiosa por verte. Tomando una respiración profunda, me obligué a caminar en su dirección. Su cuerpo estaba relajado y su expresión era amable, y a pesar del terror y miedo que seguía hirviendo dentro de mi cuerpo, mi estómago revoloteó ligeramente mientras pasaba por delante de él. Tal vez era la conmoción. No podía seguir enamorada de él después de hoy. 15 Dos Liliana Traducido por Camii Corregido por Paop iempre que pensaba que había superado lo que pasó en septiembre, algo me recordaría ese día y mi estómago se apretaría en un fuerte nudo nuevamente. Como hoy, cuando Gianna y yo caminábamos en dirección a Matteo, Aria y Luca. Padre finalmente se había dado por vencido y nos permitió a mi hermana y a mí visitar Nueva York para celebrar mi décimo quinto cumpleaños. —¿Estás bien? —preguntó Gianna en voz baja, sobresaltándome en mi nerviosismo creciente. Únicamente estar de nuevo en Nueva York y ver a Matteo y Luca era suficiente para llenar mi nariz con el dulce hedor a sangre fresca. —Sí —respondí rápido. Ya no era una niña pequeña que necesitaba a sus hermanas mayores para protegerla—. Estoy bien. Aria corrió hacia nosotras cuando casi los alcanzábamos y arrojó los brazos a nuestro alrededor. —Las extrañé tanto. Reunirme con mi hermana, hacía imposible evitar que sonriera. Incluso caminaría nuevamente hacia ese sótano si eso significaba que podía verla otra vez. Aria me miró de arriba abajo. —Ahora eres tan alta como yo. Aún recuerdo cuando no querías ir a ningún lado sin sostener mi mano. Miré alrededor rápidamente, pero por suerte no había nadie que pudiera haberla oído. S 16 —No digas nada como eso cuando Romero esté cerca. ¿Dónde está, de todas formas? —Me di cuenta demasiado tarde lo idiota que soné, y me ruboricé enseguida. Aria rio. —Probablemente en su apartamento. Me encogí de hombros, pero era muy tarde. No había olvidado la sangre en sus manos pero por alguna razón ya no estaba asustada de él como lo estaba de Matteo e incluso Luca. Y me percaté precisamente de eso cuando avanzamos hacia ellos. Mi corazón se aceleró y pude sentir un ataque de pánico formándose en mi interior. No había tenido uno en semanas, así que peleé contra este desesperadamente. —La cumpleañera —dijo Matteo sonriendo. ¿Cómo este chico encantador podía ser la misma persona que había visto cubierta de sangre en el sótano? —Aún no —dije. Ya podía sentir el pánico disminuyendo. En la vida real, Matteo no era tan aterrador como en mis recuerdos—. A menos que tengas un regalo anticipado para mí. —Me gusta la forma en que piensas —dijo guiñándome un ojo. Tomó mi maleta y luego me tendió su brazo. Observé a Gianna. —¿No vas a cargar el equipaje de Gianna? —No quería que ella pensara que estaba coqueteando con su prometido aunque la mayoría del tiempo no parecía agradarle demasiado. —Luca se puede encargar de ello —dijo Matteo. Gianna lo fulminó con la mirada antes de sonreírme. —Ve. Acepté su mano. No estaba segura por qué ella lo despreciaba tanto. Y había empezado antes de lo del sótano, así que no era eso. Pero no era de mi incumbencia y de todas formas Gianna no hablaba de sus emociones conmigo. Para eso estaba Aria. En sus mentes siempre era demasiado joven para entenderlo. Pero sabía más de lo que pensaban. 17 Cincuenta minutos después, llegamos al edificio de apartamentos de Aria y Luca. Observé mi reflejo en los espejos del ascensor, asegurándome que el maquillaje estuviera en su lugar y no tuviera nada entre los dientes. Habían pasado meses desde la última vez que había visto a Romero y quería dar una buena impresión. Pero cuando entramos al apartamento, él aun así no estaba ahí. Mis ojos recorrieron el lugar, y a la final Aria se inclinó hacia mí, susurrando: —Romero no está aquí porque Matteo y Luca están aquí para protegernos. —No lo estaba buscando —dije rápidamente, pero no me creyó. Miré a otro lado antes de que pudiera notar mi rubor. —Por supuesto—dijo sonriendo complaciente—. Vendrá más tarde cuando ellos tengan que irse por trabajo. La emoción burbujeó en mi interior, pero también estaba mezclada con algo de mareos y nervios. Había tenido pesadillas ocasionales sobre esa noche en el sótano, no particularmente con Romero pero me preguntaba si un encuentro en la vida real traería de vuelta las partes más terribles. Pero esa ni siquiera era la razón por la que estaba nerviosa. Hasta ahora, él siempre me había ignorado, bueno no a mí, sino a mi coqueteo. Me trataba como una niña. Quizás finalmente mostraría más interés, o algún interés en absoluto. Después de todo, estaba cumpliendo quince años y no era como si no hubiera atrapado a muchos de los soldados de mi padre mirándome. Tal vez no era su tipo, sin importar mi edad. Ni siquiera sabía si estaba saliendo con alguien o estaba comprometido. Durante la cena pude notar que Aria y Gianna intercambiaban miradas ocasionales. No estaba segura de lo que significaban. ¿Estaban hablando de mí? El ascensor hizo un ruido ostentoso y comenzó a bajar a quien sea que lo llamó. —Ese es Romero —comentó Aria. Luca la miró extrañado pero no reaccioné en absoluto, simplemente asentí como si no me importara, pero no era así, y estuve agradecida por la advertencia de Aria. —Tengo que ir al baño —dije intentando sonar casual. Gianna puso los ojos en blanco. Tomé mi cartera del suelo y me apresuré hacia el baño de invitados. Cuando cerré la puerta, oí que las del ascensor se abrieron. Un momento después la voz de Romero resonó. Era profunda pero no brusca. Amaba el sonido. Me miré al espejo, retoqué mi maquillaje rápidamente y acomodé mi cabello rubio oscuro. No era tan brillante y lindo como el de Aria y tampoco tan llamativo 18 como el pelirrojo de Gianna pero podía haber sido peor. Los otros notarían que me había ido al baño para arreglarme, por lo menos mis hermanas, pero no me importó. Quería lucir bien para Romero. Intentando aparentar estar relajada, salí del baño. Romero se había sentado y estaba cargando un plato con lo que quedaba de nuestro postre: tiramisú y panna cotta. Se encontraba en la silla justo a mi lado. Miré a Aria preguntándome si ella tuvo algo que ver con eso. Me sonrió disimuladamente, pero Gianna ni se molestó en esconder su diversión. Realmente esperaba que no me avergonzara frente a todos. Caminé directo a la silla, esperando parecer adulta y relajada, pero aparte de una rápida sonrisa, Romero no me prestó más atención. La decepción se estableció pesadamente en mi estómago. Me senté junto a él y tomé un sorbo de agua, en realidad más que nada para hacer algo que por estar realmente sedienta. Si pensé que su obvio desinterés en mí sería la mayor vergüenza del día, estaba muy equivocada. Una vez que Matteo y Luca se fueron por alguna reunión de trabajo, se volvió obvio que Gianna y Aria estaban buscando una oportunidad para estar solas. Podrían haberme pedido que me fuera pero aparentemente también necesitaban deshacerse de Romero. Aria se inclinó adelante y susurró en mi oído: —¿Puedes distraer a Romero por un rato? Es importante. —No tuve la oportunidad para negarme o preguntar nada. —Romero, ¿por qué no juegas Scrabble con Lily? Luce extremadamente aburrida y Aria y yo necesitamos un momento para tener una charla de chicas —dijo Gianna intencionadamente. Mi rostro ardió de vergüenza. Sabían que destetaba que me pusieran en vergüenza de esa forma. Lo había hecho sonar como si él necesitara cuidarme mientras ambas discutían cosas importantes. Romero se acercó desde la cocina donde había estado revisando su celular y se detuvo a mi lado en la mesa. Apenas podía mirarlo. ¿Qué pensaba de mí ahora? Decidí mirarlo a través de mis pestañas. No parecía molesto pero eso no significaba que en realidad quisiera pasar la noche entreteniéndome. Era un guardaespaldas, no un niñero. —Tu hermana luce como si en realidad preferiría pasar tiempo contigo —le dijo a Gianna. Entonces fijó sus ojos castaños en mí—. ¿Segura que quieres jugar Scrabble conmigo? —me preguntó, y no pude evitar sonreír. Pocas personas me preguntaban alguna vez lo que quería, incluso mis hermanas ocasionalmente olvidaban que era una persona con sus propias opiniones y deseos. 19 Ellas me dieron una mirada significativa. Tenía que convencer a Romero que quería jugar o les arruinaría las cosas. —Sí, en serio quiero jugar contigo. Amo ese juego. ¿Por favor? —dije con una sonrisa brillante. Ni siquiera recordaba cuándo fue la última vez que lo jugué. Nuestra familia nunca había sido de juegos de mesas. Romero miró a mis hermanas. Había un indicio de sospecha en su rostro. —Podrían unirse a nosotros —dijo. —Preferiría jugar solo contigo —añadí en un tono coqueto. Gianna me guiñó cuando él no miraba—. Mis hermanas odian el juego al igual que todos los que conozco. Eres mi única esperanza. Una sonrisa tiró de su labio y asintió. —De acuerdo, pero sé paciente. Ha pasado un buen tiempo desde que jugué. Jugar Scrabble con Romero en realidad fue muy divertido. Era la primera vez que realmente pasábamos tiempo a solas. Levanté la mirada de la palabra que recién había armado, debatiendo si debería realizar la pregunta que estaba ardiendo un hoyo en mi estómago. Él estaba ocupado armando su siguiente palabra. Sus cejas oscuras estaban fruncidas de una forma adorable. Quería inclinarme sobre la mesa y besarlo. —¿Tienes novia? —exclamé cuando ya no pude contenerlo. Y entonces quise morir en ese momento. Aparentemente, no necesitaba a mis hermanas para avergonzarme. Lo hacía muy bien por mi cuenta. Levantó la mirada. Había sorpresa y diversión en su rostro. Pude sentir un rubor subiendo por mi cuello. Bien hecho, Lily. Había sonado como una idiota. —¿Esa es tu forma de distraerme del juego para poder ganar? Reí, agradecida que no estuviera enojado por preguntar algo tan personal. Regresó la atención a las letras frente suyo, y mi diversión cayó cuando me di cuenta que no había respondido mi pregunta. ¿Significaba eso que tenía novia? No podía preguntar nuevamente sin sonar desesperada. Me hundí aún más en mi silla, molesta. Mis ojos se dirigieron al techo de la terraza donde estaban mis hermanas. Aria y Gianna probablemente creían que no estaba segura que planeaban algo. Creían que era ajena a todo lo que pasaba alrededor de mí. Solo porque estaba coqueteando con Romero. Sin embargo, eso no significaba que no notara las miradas 20 secretas que habían compartido. No les pregunté porque sabía que de todas formas no me contarían, y me sentiría mucho más como la quinta rueda. No lo hacían con malas intenciones, pero igual dolía. Aria lucía triste por algo que Gianna había dicho. Tuve que resistir la necesidad de ir y probar mi suerte. —Es tu turno. —La voz de Romero me hizo saltar. Me ruboricé y rápidamente revisé las palabras en el tablero, pero mi concentración estaba dispersa. —¿Quieres parar? —preguntó después de un par de minutos. Sonaba como algo que él quería. Probablemente estaba completamente aburrido. Asentí, empujando mi decepción a un lado. —Sí. Iré a leer un poco en mi habitación. —Me levanté, esperando que mi rostro no delatara mis emociones, pero no tuve que preocuparme. Él me dio una sonrisa distraída y levantó su celular para revisar los mensajes. Me alejé lentamente. No levantó su mirada de nuevo. Tenía que averiguar una forma de llamar su atención, y no con juegos estúpidos. Aria había decorado todo el apartamento con globos por mi cumpleaños, como si fuera una niña de jardín de infantes. Había pensado que quizás podríamos ir a uno de los clubes de Luca pero él e incluso Aria se habían negado a llevarme. La cantidad de comida sobre la mesa hacía parecer como si fuera una fiesta enorme, pero solo éramos nosotros y las dos hermanas menores de Romero. Aria le había pedidoque las trajera. Me sentía como la niña perdedora sin amigos que necesitaba a su hermana mayor para encontrarle amigos. Quizás debí haberme quedado en Chicago, al menos así podía haber pasado el día con mis amigas. Cuando Romero llegó con sus hermanas puse la sonrisa más brillante que pude. —Feliz cumpleaños, Liliana —dijo entregándome un sobre. Era un bono para una librería—. Aria dijo que amas leer. —Sí, gracias —dije pero de alguna manera había esperado un regalo diferente de su parte. Algo personal, algo que mostrara que yo era especial. 21 —Estas son mis hermanas. —Apuntó a la chica más alta con rizos castaños gruesos—. Ella es Tamara, tiene quince años como tú. —Sonreí y también ella pero parecía tan avergonzada como me sentía—. Y ella es Keira, tiene doce años. Estoy seguro que se llevarán muy bien. —Era obvio que se suponía que debía pasar mi tiempo con ellas porque todavía era demasiado joven para estar con Aria, Luca y los otros. Eso me molestó, aunque Tamara y Keira parecían lo suficientemente agradables, pero no había venido a Nueva York para una fiesta de niños. Con otra sonrisa, Romero se dirigió a Luca y Matteo, y yo dirigí a sus hermanas hacia Aria, Gianna y la comida. Hice mi mejor esfuerzo para disfrutar la noche y ser agradable con las hermanas de Romero pero quería algo especial por mi cumpleaños, algo con lo que había estado soñando durante un largo tiempo. Cuando noté que Romero se dirigió a la terraza por una llamada, también me escabullí. Los demás estaban lo suficientemente ocupados para no notar ni ausencia un par de minutos. Romero hablaba por el celular y no me notó al principio. Lo seguí lentamente y vi cómo se inclinaba contra el balcón. Sus mangas estaban enrolladas hasta los codos, revelando sus musculosos antebrazos. Cuando sus ojos se posaron en mí, juntó las cejas en un ceño fruncido y se enderezó. Me acerqué más y me detuve a su lado. Colgó y puso el celular en su bolsillo. —¿No deberías estar adentro con tus invitados? —preguntó sonriendo, pero pude notar que no era tan honesta como la usual. Me acerqué un poco y le sonreí. —Necesitaba un poco de aire fresco. Sus ojos estaban alerta a medida que me observaba. —Deberíamos volver. —Hay algo que quiero por mi cumpleaños —dije en voz baja—. Algo que solo tú puedes darme. —Había repetido esas palabras en mi mente incontables veces pero en voz alta no sonaron ni la mitad de coquetas que en mi imaginación. —Lily —comenzó, su cuerpo estallando con tensión. No quería oír lo que estaba por decir. Rápidamente me paré de puntillas e intenté besarlo. Me agarró por los hombros antes de que mis labios alcanzaran los suyos y me alejó como si tuviera una enfermedad infecciosa. 22 —¿Qué estás haciendo? —Me soltó y retrocedió unos pasos—. Eres una niña, y yo un soldado de la famiglia. No soy un juguete con el que puedes jugar cuando estás aburrida. No había esperado ese tipo de reacción de su parte. Sorpresa y conmoción, sí, pero ¿enojo? No. —Solo quería besarte. No quiero jugar. Me gustas. Romero negó con la cabeza y apuntó con el mentón hacia la puerta de vidrio. —Entra. Tus hermanas empezarán a preguntarse dónde estás. Sonó como un hermano mayor, y esa era la última cosa que quería que sea. Me giré antes de caminar con prisa. Mi corazón se marchitó en mi pecho. Por alguna razón nunca consideré un rechazo de Romero. Había fantaseado con nuestro primer beso tan seguido que la opción de que nunca sucediera jamás cruzó mi mente. Me esforcé el resto de la noche para mantener una expresión feliz, especialmente cada vez que veía a Romero. En realidad estuve agradecida de regresar a Chicago. No volvería a verlo por un largo tiempo, el suficiente para superarlo y encontrar alguien más para enamorarme. Romero Sabía que Liliana estaba enamorada de mí. Aria lo había mencionado antes, pero nunca esperé que la chica actuara guiada por sus sentimientos. Era una niña linda. Una niña. No tenía ni el mínimo interés en ella y cuanto más rápido lo entienda, mejor. Había lucido tan jodidamente herida cuando la rechacé, pero no tuve opción. Incluso si no fuera todavía una niña, no podía haber dejado que me besara. Cuando regresé al salón principal, Luca me llamó. —¿Qué fue eso? ¿Por qué Liliana estaba fuera contigo? Por supuesto que lo había notado. Él nunca se perdía ningún detalle. —Intentó besarme. Las cejas de Luca se alzaron. —Asumo que la alejaste. 23 —¿En serio tienes que preguntar? Tiene la edad de mi hermana. —Su edad ni siquiera es el problema principal. Al menos ante los ojos de su padre. —Lo sé. —Era un soldado, y chicas como ella estaban destinadas a permanecer en su propio círculo social. Luca suspiró. —Esa chica será tan problemática como Gianna, si no peor. Tenía el presentimiento que quizás estaba en lo correcto. 24 Tres Liliana Traducido por Camii Corregido por Paop ómo pudo hacer eso! ¡Desde el día que nació no ha sido nada más que problemas! —Las palabras de padre retumbaron por toda la casa. Fabiano me echó un vistazo como si supiera las respuestas a sus preguntas. Sin embargo, toda mi mente era un gran signo de interrogación. No estaba exactamente segura de lo que había sucedido, pero entendía lo esencial. Gianna había desaparecido mientras estaba en Nueva York con Aria. Ahora todo el mundo estaba buscándola. No me sorprende que Aria no me hubiera pedido que también la visitara. No es que hubiera estado demasiado entusiasmada en regresar a Nueva York después de mi último encuentro embarazoso con Romero cuatro semanas atrás. Pero aun así me dolía que ellas hubieran hecho planes a mis espaldas, a escondidas de todos. Bajé las escaleras, haciéndole señas a Fabi para que se quedara dónde estaba, y luego avancé lentamente hacia la oficina de padre. Madre estaba ahí, llorando. Padre estaba al teléfono, por su tono todavía enojado pero más moderado asumí que hablaba con el Jefe Cavallaro. Él era la única persona a la que padre respetaba verdaderamente. Madre me divisó en la entrada y sacudió la cabeza rápidamente, pero di un paso hacia delante entrando a la oficina. Sabía que era mejor permanecer lejos de padre cuando estaba en un estado de ánimo como este, incluso aunque usualmente golpeaba a Gianna y no a mí, pero mi hermana ahora se había ido. Padre colgó y me miró entrecerrando los ojos. —¿Te permití entrar? Su voz me golpeó como un látigo pero me mantuve firme. —¿Qué le pasó a Gianna? —¡C 25 Madre me envió una mirada de advertencia. —Tu hermana huyó. Probablemente se quedará embarazada de algún idiota y arruinará su reputación y la de nuestra familia. —Tal vez regrese —sugerí. Pero de alguna forma sabía que no lo haría. Esto no era un impulso del momento. Lo había planeado, probablemente durante meses. Eso explicaba todo el secretismo con Aria durante nuestra última visita a Nueva York. ¿Por qué no me habían dicho? ¿No confiaban en mí? ¿Pensaban que correría a contarle a padre en la primera oportunidad que tuviera? Y entonces, otro pensamiento se enterró en mi mente. Si ella se había ido, si no se casaba con Matteo, ¿quién lo haría? El miedo me inundó. ¿Y si padre me hacía casar con Matteo? Había esperado poder casarme por amor ahora que mis hermanas ya habían sido casadas por razones tácticas. Tal vez era un pensamiento egoísta en una situación como esta, pero no podía evitarlo. Una imagen de Romero saltó en mi cabeza. Sabía que era tonto pensar en él cuando se trataba de matrimonio. Incluso si Gianna regresaba y todavía se casaba con Matteo, sería casi imposible convencer a padre que me diera a un soldado, especialmente a uno de Nueva York. Y además, estaba el problema que ni siquiera me quería y yo me había prometido a mí misma superarlo. Sabía todo eso, pero eso no significaba que no pudiera tener esperanza y soñar,algunas veces sentía que era todo lo que podía hacer. —¿Cuántos hombres habrán tenido a Gianna para ese momento? No valdrá nada incluso si regresa —espetó padre. Me estremecí, horrorizada por sus palabras tan duras. ¿No valdrá nada? Seguramente nosotras éramos para él solo una mercancía para vender. ¿Más que un delgado pedazo de carne entre nuestras piernas? Padre agarró mis hombros con fuerza, sus ojos fulminando los míos. Retrocedí pero no me soltó. —No creas que no veo cómo miras a mis soldados. Eres demasiado parecida a Gianna para tu propio bien. No permitiré que otra hija me avergüence. —No lo haré —susurré. Padre nunca antes me había hablado en ese tono. Su expresión y palabras me hicieron sentir indigna y sin valor, como si necesitara limpiarme de mis pensamientos impuros. —Así es. No me importa si tengo que encerrarte en tu habitación hasta el día de tu boda para proteger tu reputación y honor. 26 Esto no se trataba de mi honor y reputación. No me importaban. Todo esto era solo por mi padre. Siempre se trataba de los hombres de la familia, de lo que ellos querían y esperaban. —Rocco, Lily es una chica buena. No hará nada —dijo madre cuidadosamente. Eso no era lo que me decía usualmente. Siempre me advertía que era demasiado coqueta, muy consciente de los efectos que mi cuerpo tenía en los hombres. Pero estuve agradecida por su apoyo porque casi siempre permanecía en silencio cuando padre atacaba a Gianna de la misma forma. Padre me soltó y se giró hacia ella. —Era tu trabajo criar a chicas decentes. Por tu bien, espero que tengas razón y Liliana no siga los pasos de Gianna. —La amenaza en su voz me hizo temblar. ¿Cómo podía ser tan horrible con su propia esposa? Madre se puso pálida. Retrocedí y nadie intentó detenerme. Corrí rápidamente escaleras arriba. Fabi me esperaba, sus ojos estaban completamente abiertos y curiosos. —¿Qué sucedió? —preguntó con miedo. Negué con mi cabeza en repuesta, no estaba de humor para recapitular todo lo sucedido y me dirigí rápidamente hacia mi habitación. Nunca había sido el centro de la ira de padre. Pero ahora que Gianna también se había ido, me vigilaría aún más, asegurándose que fuera la señorita perfecta que siempre quiso que sus hijas sean. Siempre me había sentido libre, nunca entendí por qué Gianna se sentía tan restringida por nuestra vida, pero ahora empezaba a darme cuenta. Las cosas cambiarían ahora. En los meses transcurridos desde el escape de Gianna, las cosas en casa habían estado tensas en el mejor de los casos. Padre había perdido el control hasta con las cosas más pequeñas. Solo me había golpeado dos veces, pero Fabi no había sido tan afortunado. Aunque peor que la violencia era su constante sospecha, la forma en la que me vigilaba como si fuera otro escándalo en proceso. Mi jaula dorada se había vuelto más pequeña, por más que eso haya parecido imposible antes. Esperaba que las cosas cambiaran ahora que Matteo había atrapado a Gianna y la estaba trayendo a Chicago. Quizás eso apaciguaba a padre, aunque parecía muy lejos 27 de calmarse la última vez que lo vi. No estaba exactamente segura de lo que había sucedido pero por lo que había oído, Gianna había sido atrapada con otro hombre y ese era el peor de los casos en nuestro mundo. Padre probablemente me pondría cadenas para evitar que haga lo mismo. —¿Cuándo estarán aquí? —preguntó Fabiano por centésima vez. Su voz tenía un tono quejoso y tuve que controlarme para no gritarle de frustración. Habíamos estado esperando en el descanso del primer piso por veinte minutos y se me agotaba la paciencia. —No lo sé —susurré—. Quédate quieto. Si madre se da cuenta que no estamos en nuestras habitaciones estaremos en problemas. —Pero… Se oyeron unas voces por debajo. Entre ellas, la de Luca. Se las arreglaba para llenar una casa con ella, algo sorprendente considerando lo grande era. —¡Están aquí! —Fabiano salió corriendo y lancé detrás de él mientras asaltaba las escaleras. Divisé a Gianna inmediatamente. Llevaba el cabello castaño y lucía absolutamente exhausta pero aparte de eso era la hermana que recordaba. Padre a menudo había hecho sonar que sería una nueva persona si alguna vez regresaba, una persona horrible y sin valor. Padre nos dirigió una mirada furiosa cuando nos vio, pero no me importó. Corrí hacia Gianna y envolví mis brazos a su alrededor. La había extrañado demasiado. Cuando escuché por primera vez que Matteo la había atrapado, me preocupó que la matara, así que verla ilesa era un gran alivio. —¿No les dije que se quedaran arriba? —siseó padre. —Lo siento. Fueron demasiado rápidos —dijo madre. Miré de reojo sobre mi hombro para observar la disculpa en su rostro a medida que bajaba. Desde la huida de Gianna, padre había estado al borde constantemente y también arremetía contra ella. Sus gritos me habían despertado más de una vez en las noches. No estaba tan segura cuándo se había vuelto tan violento. No lo recordaba siendo así cuando era más joven o quizás había estado menos atenta a esas cosas. —Lily, Fabi, vuelvan a sus habitaciones —ordenó padre. Solté a Gianna y estaba a punto de protestar pero Fabi se anticipó. —Pero padre, no hemos visto a Gianna desde hace un siglo —gruñó Fabi. 28 Padre avanzó hacia nosotros y me tensé. Rara vez me golpeaba pero lucía furioso. Nos agarró enfurecido y nos alejó de ella. Después nos empujó hacia las escaleras. —Arriba, ahora. Tropecé por la fuerza de su empuje, pero cuando recuperé mi equilibrio me paré y no me moví. No podía creer que no nos dejara hablarle después de no haberla visto en tanto tiempo. —Está bien —dijo Gianna pero su rostro contaba una historia diferente. Lucía herida y triste, por más que usualmente no fuera alguien quien mostrara ese tipo de emociones—. Podemos hablar más tarde. Mis ojos se dirigieron a alguien detrás de ella: Romero. Se alzaba fuerte y erguido, sus ojos enfocados fijamente en mi padre. No lo había visto en siete meses y durante este tiempo pensé que había superado mi enamoramiento, pero verlo ahora hizo que mi estómago revoloteara con mariposas. Regresé mi atención a padre por su explosión repentina. —No, no puedes. No te quiero alrededor de ellos. Ya no eres mi hija, y no quiero que tu podredumbre contagie a Liliana —gritó. Parecía que nada más le encantaría que matarla. Eso me asustó. ¿No debería amarnos, a sus hijos, sin importar nada? ¿Si alguna vez hacía algo que él desaprobara, también me odiaría de esa forma? —Eso es una mierda —dijo Matteo. —Matteo —dijo Luca—. Esto no es asunto nuestro. —Mis ojos se clavaron en ellos y luego de nuevo en Romero quien tenía la mano debajo de su chaleco. Una retorcida parte de mí quería verlo en acción. Seguramente era increíble en situaciones de pelea, y una parte incluso peor sabía que madre, Fabi y yo estaríamos mejor si padre se iba. Madre envolvió sus dedos alrededor de mi muñeca y tomó la mano de Fabi. —Vamos —dijo insistentemente, arrastrándonos hacia las escaleras. —Estás en lo cierto. Esta es mi familia, y Gianna sigue sujeta a mis reglas, no olvides nunca eso —dijo padre. —Pensé que ya no era tu hija, así que, ¿por qué no tengo que escucharte? Mi cabeza se giró de golpe, aturdida por el veneno en la voz de Gianna. 29 —Mucho cuidado —dijo padre—. Todavía eres parte de la Organización. — Parecía que la hubiera golpeado si no fuera porque Matteo la sostenía por la cintura. Madre intentó empujarme pero Romero alzó la vista en ese momento y nuestros ojos se encontraron. Su rechazo en mi cumpleaños todavía estaba fresco en mi mente y aun así sabía que todavía quería besarlo. ¿Por qué a veces queríamos algo que era imposible? ¿Algo que solo nos lastimaba? 30 Cuatro Liliana Traducido por Syrklena, Camifl y F.Anax Corregido por Paop veces sentía que tenía que probarmeante padre todos los días. Esperaba a que lo arruinara todo como Gianna, pero no estaba segura de cómo incluso eso sería posible; nunca me dejaba fuera de su vista. A menos que empezara algo con uno de mis viejos guardaespaldas, no había manera de que pudiera ensuciar mi honor. Pero padre no había perdonado a Gianna todavía, y por eso no la había visto en casi dos años. Se le prohibió venir a Chicago, y no se me permitió viajar a Nueva York. Si no fuera por el sigilo de Aria, ni siquiera habría podido hablar con Gianna por teléfono. A veces incluso sentía rabia hacia Gianna porque su fuga había convertido mi vida en un infierno. Tal vez padre habría sido menos estricto si Gianna hubiera seguido las reglas. Y luego había momentos en que la admiraba por su atrevimiento. No hubo noche en la que no soñara con la libertad. En realidad no quería escaparme, pero deseé poder tener más libertad en mi vida. Libertad para citas, libertad para enamorarme y estar con esa persona. Ni siquiera recordaba cómo se sentía estar enamorada. Al igual que a Gianna, no había visto a Romero en casi dos años. Lo que había sentido por él en aquel entonces, no había sido amor, ni siquiera cerca. Había sido admiración y fascinación, ahora lo sabía. Pero tampoco había habido nadie más. Por supuesto, era difícil encontrar a alguien para enamorarse si ibas a una escuela solo de chicas y no se te permitía ir a ninguna parte sola. El ruido de cristales rompiéndose escaleras abajo me sacó de mis pensamientos. Salté de mi cama y abrí mi puerta. —¿Madre? —llamé. Había salido toda la mañana. No hubo respuesta, pero podía oír a alguien moviéndose en la cocina. Salí furtiva de mi habitación y bajé las escaleras—. ¿Madre? —Lo intenté de nuevo cuando casi había llegado a la puerta de A 31 la cocina. Aún sin respuesta. La abrí y entré. Una botella de vino estaba rota en el suelo, su vino rojo derramado alrededor. Madre estaba arrodillada junto a ella, su falda color crema absorbiendo el líquido lentamente, pero no parecía darse cuenta. Estaba mirando fijamente un fragmento en la palma de su mano como si tuviera la respuesta a todas sus preguntas. Nunca la había visto así. Caminé hacia ella—. ¿Mamá? —Casi nunca la llamaba así, pero me pareció la elección correcta en este momento. Levantó la vista, sus ojos azules desenfocados y llorosos. —Oh, ¿estás en casa? ¿Dónde más estaría?, quise preguntar, pero en lugar de eso aferré su hombro y pregunté: —¿Qué pasa? ¿Estás bien? Miró fijamente otra vez al pedazo quebrado de cristal en su mano, entonces lo dejó caer al suelo. La ayudé a ponerse de pie. No se podía mantener firme y podía oler el alcohol en su aliento. Todavía era temprano para que empezara a beber, y en realidad no lo hacía frecuentemente. —Fui al doctor. Me quedé helada. —¿Estás enferma? ¿Qué sucede? —Cáncer de pulmón —dijo encogiéndose de hombros—. Etapa tres. —¡Pero nunca fumaste! ¿Cómo es eso posible? —Puede suceder —dijo—. Pronto voy a tener que comenzar la quimioterapia. Envolví mis brazos alrededor de ella, sintiéndome impotente y pequeña bajo el peso de esa noticia. —¿Padre lo sabe? —No pude localizarlo. No contesta su teléfono. Por supuesto que no. ¿Por qué debería responder a una llamada de su esposa? Probablemente estaba con una de sus amantes. —Tenemos que decirle a Aria y Gianna. Ellas necesitan saber. Madre me agarró del brazo con fuerza. 32 —No —dijo con firmeza—. Arruinará su Navidad. Aún no quiero que lo sepan. No hay razón para preocuparlas. De todos modos, no he hablado con Gianna en mucho tiempo, y Aria ya tiene suficiente como la esposa de un Capo. —Pero mamá, ellas querrían saber. —Prométeme que no se lo dirás —exigió. Asentí lentamente. ¿Qué más podía hacer? Dos horas más tarde oí que padre volvía a casa y otros treinta minutos después, los ligeros pasos de madre se escucharon por las escaleras y luego la puerta del dormitorio principal se cerró. Subió sola. ¿Padre estaba abajo? Salí de mi habitación y fui a su oficina en el primer piso. Después de un momento de vacilación, llamé. Necesitaba hablar con él. Nuestra fiesta de Navidad sería en dos semanas y ahora que madre estaba enferma, Gianna debería ser invitada. Ella y madre deberían tener la oportunidad de pasar un tiempo juntas y reconciliarse. —Adelante —dijo padre. Abrí la puerta y asomé la cabeza, medio esperando verlo devastado y llorando, pero estaba inclinado sobre unos papeles, trabajando. Entré, confundida. —¿Madre ha hablado contigo? —Tal vez no le había hablado de su cáncer. Él alzó la vista. —Sí, lo hizo. Comenzará el tratamiento con el mejor médico de Chicago la próxima semana. —Oh, está bien. —Hice una pausa, esperando que padre diga algo más, pero me observó sin una pizca de emoción en su rostro—. Estaba pensando que madre necesita el apoyo de su familia ahora más que nunca. De toda su familia. Padre alzó las cejas. —¿Y? 33 —Creo que deberíamos invitar a Gianna a nuestra fiesta de Navidad. Ella y madre no se han visto en mucho tiempo. Estoy segura que madre estaría muy feliz de volver a ver a Gianna. El rostro de padre se oscureció. —No voy a tener esa puta en mi casa. Tal vez Matteo la ha perdonado e incluso se casó con ella a pesar de sus transgresiones, pero yo no soy así de amable. No, amable definitivamente no era una palabra que usaría para describir a mi padre. —Pero madre necesita todo el apoyo que pueda recibir. —No, y esa es mi última palabra —gruñó—. Y tu madre no quiere que la gente sepa de su enfermedad. Solo empezarían a preguntar si invitáramos a Gianna. Actuaremos como si nada está mal. Ni siquiera se lo dirás a tus hermanas ni a nadie más, ¿entendido? Asentí. Pero ¿cómo podía ocultar ese tipo de secreto de todo el mundo? La casa estaba muy bien decorada para nuestra fiesta de Navidad. Todo era perfecto. El olor de carne asada y del puré de patatas con trufas inundaba las habitaciones, pero no podía disfrutarlo. Madre había pasado ayer y la mayor parte de esta mañana vomitando por su tratamiento. Con varias capas de maquillaje, no se podía notar lo pálida que estaba, pero yo sabía. Solo padre y yo sabíamos. Ni siquiera Fabi tenía idea. Aria y Luca llegaron minutos antes que los otros invitados. De todos modos, se quedaron en un hotel, así que no fue demasiado difícil ocultarles el secreto del estado de Madre. Aria sonrió brillantemente cuando me vio y me abrazó. —Dios, Lily, te ves tan hermosa. Sonreí con fuerza. Había estado tan emocionada cuando hace unas semanas encontré el vestido plateado porque me hacía sentir adulta y acentuaba mis curvas de la manera correcta, pero hoy mi emoción debido a algo como una prenda de vestir parecía ridículo. Aria se apartó y estudió mi cara. 34 —¿Está todo bien? Asentí rápidamente y dirigí mi atención a Luca que esperaba pacientemente detrás de mi hermana para su turno. Me dio un rápido abrazo. Aún me resultaba extraño que me saludara de esa manera. —Padre todavía está en su oficina y madre en la cocina —expliqué. Al menos esperaba que madre no estuviera en el baño, vomitando otra vez. Luca pasó junto a mí y mi mirada aterrizó en Romero que había estado escondido detrás del enorme cuerpo de Luca. Mis ojos se abrieron de par en par al verlo. No esperaba que viniera. El año pasado Luca había venido solo con Aria. Después de todo, era más que capaz de protegerla. —Hola —dije casualmente, sonando mucho más tranquila de lo que me sentía. No había conseguido superar mi enamoramiento con Romero, pero me di cuenta con alivio que ya no era un lío tembloroso alrededor de él. Los últimos meses y semanas me habían cambiado. Romero Luca tenía negocios que hacer con Scuderi y Dante Cavallaro; esa era la única razón por la que había venido a Chicago con ellos. Y ahora que estaba en el umbralde la mansión de Scuderi, mirando a Liliana, me pregunté si no debí haber inventado una excusa. La última vez que había visto a Lily era una niña, y aunque aún no era una mujer, había crecido mucho. Era jodidamente impresionante. Era difícil no mirarla. Era fácil olvidar que aún quedaban algunos meses hasta que llegara a la edad adulta, fácil olvidar que estaba fuera de mi alcance. Inclinó la cabeza a modo de saludo y retrocedió un paso. ¿Adónde se había ido la chica coqueta que se ruborizaba fácilmente? Tenía que admitir que estaba triste de que no me diera su sonrisa coqueta, aunque siempre me había molestado en el pasado. Seguí a Luca y Aria dentro de la casa. Podía oír los pasos de Lily detrás de mí, podía oler su perfume de flores e incluso ver su delgada silueta por la esquina de mi ojo. Me costó mucho no mirar por encima de mi hombro para conseguir otro buen vistazo. 35 Pasé el siguiente par de horas observándola discretamente a medida que fingía estar ocupado custodiando a Aria, de todos modos, no es que tuviera mucho que hacer. Pero cuanto más observaba a Lily, más me daba cuenta que algo andaba mal. Siempre que pensaba que nadie le prestaba atención, parecía desinflarse, su sonrisa cayendo, sus hombros derrumbándose. Era una buena actriz cuando le dedicaban toda su atención, pero sus pocos momentos de desdicha fueron suficiente para mí. A lo largo de los años como guardaespaldas, había aprendido a ser consciente incluso de las señales más pequeñas. Cuando salió de la sala y no volvió, la preocupación me invadió. Pero no era mi responsabilidad. Aria lo era. Miré a la esposa de Luca. Estaba profundamente inmersa en una conversación con su madre y Valentina Cavallaro. Me excusé entonces. Ella estaría a salvo aquí. Luca estaba justo al otro lado de la habitación en lo que parecía una discusión con Dante y Scuderi. Una vez que me encontré en el vestíbulo, dudé. No estaba seguro adónde había ido Liliana y difícilmente podía buscarla en toda la casa. Si alguien me encontraba, podrían pensar que estaba espiando para Luca. Un sonido en el corredor a mi derecha atrajo mi atención y después de asegurarme que estaba solo, lo seguí hasta que la vi. Se apoyaba contra la pared, con la cabeza echada hacia atrás, los ojos cerrados. Me di cuenta que estaba intentando mantener la calma, y aun así, era un espectáculo para contemplar. Jodidamente hermosa. Un día, un hombre sería muy afortunado al casarse con ella. La idea no me sentó bien, pero no prolongué mi extraña reacción. Caminé hacia ella, asegurándome que mis pasos fueran audibles para que así supiera que ya no estaba sola. Se tensó, sus ojos abriéndose abruptamente pero cuando me vio, se relajó una vez más y se giró. No estaba seguro de qué hacer con su reacción ante mi presencia. Me detuve a un par de pasos de ella. Mi mirada recorrió sus largas y esbeltas piernas, luego me moví rápidamente hacia su cara. —Liliana, ¿estás bien? Has estado fuera por mucho tiempo. —¿Por qué insistes en llamarme Liliana cuando todo el mundo siempre me llama Lily? —Abrió los ojos de nuevo y sonrió amargamente. Maldición, tenía unos increíbles ojos azules—. ¿Mi hermana te pidió que me vigilaras? —preguntó acusadoramente. Como si necesitara que alguien me lo pidiera. Había sido casi imposible mantener los ojos apartados de Liliana esta noche. —No, no lo hizo —respondí simplemente. 36 La confusión se apoderó de sus ojos azules, entonces giró su cara a un lado, dejándome observar su perfil. Su barbilla tembló, pero tragó fuerte y su expresión se estabilizó. —¿No tienes que vigilar a Aria? —Luca está allí —dije. Me acerqué un poco más, demasiado cerca. El perfume de Lily se metió en mi nariz, haciéndome querer enterrar mi cara en su cabello. Dios, estaba perdiendo la jodida razón—. Puedo decir que algo está mal. ¿Por qué no me lo cuentas? Lily entrecerró los ojos. —¿Por qué? No soy tu responsabilidad. Y la última vez que nos vimos no parecí agradarte mucho. ¿Todavía estaba enojada conmigo por evitar que me besara en su cumpleaños hace más de dos años? —Tal vez puedo ayudarte —dije en su lugar. Suspiró, sus hombros derrumbándose un poco más. Con esa expresión de cansancio, de alguna manera parecía mayor, como una mujer adulta, y tuve que recordarme una vez más mi promesa y juramento. Sus ojos se llenaron de lágrimas cuando me miró, pero no cayeron. —Oye —dije suavemente. Quería tocarla, quitarle el cabello de la cara. Mierda. Quería mucho más que eso, pero me quedé donde estaba. No podía ir por ahí tocando a la hija del Consigliere de la Organización. Ni siquiera debería estar a solas con ella. —No puedes decírselo a nadie —dijo. Dudé. Luca era mi Capo. Había ciertas cosas que no podía evitar. —Sabes que no puedo prometerte eso sin saber lo que me vas a decir. —Y entonces me pregunté si tal vez estaba embarazada, si tal vez alguien le había roto el corazón, y la idea me enfureció. Se suponía que no debía quererla, no debía añorarla, y sin embargo… —Lo sé, pero no se trata de la Organización o la famiglia, es… —Bajó la mirada y tragó con fuerza—. Dios, se supone que no debo decírselo a nadie. Y lo odio. Odio que sigamos con la farsa cuando las cosas se están desmoronando. Esperé pacientemente, dándole el tiempo que obviamente necesitaba. 37 Sus hombros comenzaron a temblar, pero seguía sin llorar. No estaba seguro de cómo lo hacía. —Mi madre tiene cáncer. Eso no era lo que esperaba. Aunque, ahora que lo pensaba, su madre se veía pálida a pesar de la gruesa capa de maquillaje en su rostro. Tomé el hombro desnudo de Lily e intenté ignorar lo bien que se sentía, lo suave que era su piel. —Lo siento. ¿Por qué no le cuentas a Aria? Pensé que ella y tú hablaban de todo. —Gianna y Aria hablan de todo. Soy la hermana pequeña, la quinta rueda. — Sonaba amargada—. Lo siento. —Suspiró, obviamente intentando controlar sus emociones—. Padre me prohibió decirle a alguien, incluso a Aria, y aquí estoy, contándotelo. —No le diré a nadie —prometí antes de que pudiera pensarlo en realidad. ¿Qué estaba haciendo prometiendo ese tipo de cosas a Lily? Luca y la famiglia eran mi prioridad. Tenía que considerar las consecuencias si la esposa del Consigliere estaba enferma. ¿Eso lo debilitaría y a la Organización? Luca podría pensar así. Y no solo eso, se suponía que debía proteger a Aria. ¿No era mi trabajo decirle que su madre estaba enferma? Ese era el problema si empezabas a pensar con tu polla. Entonces las cosas siempre se complicaban. Lily inclinó la cabeza hacia un lado con una expresión curiosa. —¿No lo harás? Me apoyé contra la pared a su lado, preguntándome cómo iba a salir de esto. —Pero ¿no crees que deberías decírselo a tu hermana? Es su madre. Merece saber la verdad. —Lo sé, ¿crees que no lo sé? —susurró desesperadamente—. Quiero decírselo. Me siento tan culpable por mantenerlo en secreto. ¿Por qué crees que me estoy escondiendo en el pasillo? —Entonces dile. —Padre se pondría furioso si lo descubriera. Ha estado al borde durante mucho tiempo. A veces pienso que necesita solo un pequeño incidente y me meterá una bala en la cabeza. 38 Sonaba jodidamente asustada por su propio padre. Y el bastardo era aterrador. Tomé su mano. —¿Te ha hecho algo? Estoy seguro que Luca podría encontrar una manera de mantenerte a salvo. —¿De qué mierda estaba hablando? Scuderi convencería a Dante para comenzar una guerra si Luca le quitaba a su hija menor. Nunca te involucrabas en los problemas familiares de otras personas. Esa era una de las reglas más importantes en nuestro mundo. —Padre no lo permitiría —dijo con toda naturalidad. En realidad no era la niña que conocí. Este mundo le quitó su inocencia demasiado pronto—. Y no hizo nada, pero estaría furioso si fuera en contra de sus órdenes directas. —Conoces a tu hermana, jamásle diría a nadie. —Entonces tendría que soportar ocultar el secreto y ni siquiera sería capaz de hablar con madre sobre él. ¿Por qué todo es tan complicado? ¿Por qué no puedo tener una familia normal? —No podemos elegir a nuestra familia. —Y en mi caso, ni siquiera mi futuro marido —dijo, luego sacudió la cabeza—. No sé por qué lo dije. Esto no es lo que debería preocuparme ahora mismo. —Miró hacia abajo a mi mano, que todavía estaba sosteniendo la suya. La solté. Si Scuderi o uno de sus hombres nos atrapaba así, Scuderi tendría una nueva razón para perder el maldito control. —¿Sabes qué? Se lo diré —dijo Lily de repente. Se enderezó y me dirigió una sonrisa agradecida—. Tienes razón. Aria merece saber la verdad. Ahora que ya no se apoyaba en la pared, estábamos aún más cerca. Debí haber retrocedido y mantenido mi distancia, pero en lugar de eso mis ojos cayeron atraídos a sus labios. Lily me sorprendió al alejarse. —Gracias por tu ayuda. —La observé girar en la esquina y entonces se fue. Liliana Mi corazón martillaba en mi pecho, no solo porque había estado a solas con Romero y apenas había logrado irme sin besarlo, sino porque estaba decidida a ir en 39 contra de las órdenes de padre. Tal vez Romero había dicho la verdad y no le diría a mi hermana y Luca sobre mi madre, pero en serio, ¿por qué ocultaría un secreto por mí? No éramos una pareja, ni siquiera amigos. No éramos nada el uno para el otro. El pensamiento se asentó como un gran peso en mi estómago. Era mejor si le decía a Aria ahora mismo. Al final lo descubriría, y quería que fuera por mí. La encontré en la sala de estar, con un plato con jamón en la mano. Estaba hablando con Valentina. Caminé hacia ellas y Valentina me notó primero. Hubo un destello de lástima en sus ojos verdes antes de que me sonriera. ¿Lo sabía? Por supuesto, lo sabía. Probablemente, padre le había dicho a su jefe Dante de inmediato, y Dante le había dicho a su esposa. ¿Acaso padre también les habría dicho a otras personas? ¿A personas que pensaba más merecedora de la verdad que su propia familia? —Hola, Val —dije—. ¿Puedo robarte a Aria por un momento? Tengo que hablar con ella. Aria me lanzó una mirada interrogante, pero Valentina asintió solemnemente. Uní nuestros brazos y recorrí la habitación con ella casualmente. No quería que padre o madre sospecharan. Capté la mirada de Romero al otro lado de la sala. Estaba de pie junto a Luca y Dante, pero estaba mirando hacia mí. Me dio un pequeño asentimiento alentador y de alguna manera ese pequeño gesto me hizo sentir mejor. En los últimos dos años me había convencido que la cosa con Romero no era más que una tontería, pero ahora ya no estaba tan segura. —Lily, ¿qué está pasando? Has estado actuando muy extraño toda la noche —susurró Aria a medida que nos dirigíamos hacia el vestíbulo. —Te lo voy a decir en un momento. Quiero que estemos a solas. El rostro de Aria se nubló de preocupación. —¿Ha ocurrido algo? ¿Necesitas ayuda? La llevé arriba y entré en mi habitación. Cuando la puerta se cerró detrás de nosotras, solté a Aria y me hundí en mi cama. Aria se sentó a mi lado. —Es madre —dije en un susurro—. Tiene cáncer de pulmón. —Tal vez debí habérselo soltado de una manera menos directa, pero eso no habría hecho las noticias menos horribles. Aria me miró con los ojos muy abiertos, luego se desplomó contra la pared, soltando un suspiro entrecortado. 40 —Oh, Dios. Pensé que se veía agotada, pero creí que era por otra pelea con padre. —Todavía siguen peleando y eso está haciendo todo peor. Aria envolvió su brazo alrededor de mí y por un momento nos abrazamos en silencio. —¿Por qué no me lo ha dicho ella? —Padre no quiere que nadie sepa. En realidad me prohibió decírtelo. Aria retrocedió. —¿Te lo prohibió? —Quiere mantener las apariencias. Creo que está avergonzado por la enfermedad de madre —vacilé—. Por eso no te lo dije enseguida. No sabía qué hacer, pero hablé con Romero y me convenció a que te lo diga. Aria estudió mi cara. —Romero, ¿eh? Me encogí de hombros. —¿Le dirás a Gianna cuando vuelvas a Nueva York? —Por supuesto —dijo Aria—. Odio que no pueda estar aquí —suspiró—. Quiero hablar con madre sobre esto. Necesita nuestro apoyo, pero ¿cómo podemos dárselo si se supone que no debemos saberlo? No lo sabía. —Odio cómo está actuando padre. Es tan frío con ella. Aria, tienes tanta suerte de tener un marido que se preocupa por ti. —Lo sé. Un día también lo tendrás. Realmente esperaba que tuviera razón. La vida con alguien como mi padre sería un infierno que no podría sobrevivir. Cada día, madre se desvanecía un poco más. A veces sentía que todo lo que tenía que hacer era mirar hacia otro lado por un momento y su piel ya adquiría un 41 tono más oscuro de gris y había perdido aún más peso. Incluso su hermoso cabello se había ido por completo. Era imposible mantener en secreto su enfermedad. Todo el mundo lo sabía. Cuando otras personas estaban alrededor, padre jugaba a ser un marido cariñoso y preocupado, pero cuando estábamos solos en casa apenas podía soportar la presencia de madre, como si le preocupara que lo fuera a contagiar. Me tocó apoyarla mientras intentaba pasar mi último año en la escuela. Aria, Gianna y yo hablábamos por teléfono casi todos los días. Sin ellas no podría haber sobrevivido. Y por las noches, cuando estaba acostada en la oscuridad y no podía dormir de preocupación y miedo, recordaba la forma en que Romero me había mirado en nuestra fiesta de Navidad, como si me hubiera visto por primera vez, en realidad me vio como una mujer y no solo una niña estúpida. La mirada en sus ojos castaños me hacía sentir más cálida, incluso si era solo un recuerdo. Un suave golpe me hizo sentarme. —¿Sí? —pregunté en voz baja. Por favor, no dejes que madre vomite de nuevo. Quería una noche sin el olor ácido en mi nariz. Me sentí mal por la idea. ¿Cómo podía pensar algo así? La puerta se abrió y Fabi asomó la cabeza antes de entrar. Su cabello oscuro estaba desaliñado y estaba en pijama. Todavía no había subido sus barreras de modo que podía decir que había llorado, pero no lo mencioné. Fabi había cumplido doce hace algunos meses y era demasiado orgulloso para admitir sus sentimientos a nadie, incluso a mí. —¿Estás dormida? —¿Parezco dormida? —pregunté en broma. Sacudió la cabeza, luego metió las manos en los bolsillos de sus pantalones de pijama. Era demasiado mayor para acostarse conmigo porque tuviera miedo de algo. Padre habría arrancado la cabeza a Fabi si lo hubiera encontrado con lágrimas en su rostro en mi habitación. La debilidad no era algo que padre toleraba en su hijo, o en nadie realmente. —¿Quieres ver una película? —Me deslicé a un lado—. De todos modos, no puedo dormir. —Solo tienes películas de chicas —dijo como si le estuviera pidiendo un gran favor, pero se dirigió a mi estantería de DVD y escogió algo. Luego se sentó a mi lado con la espalda contra la cabecera de mi cama. La película comenzó y la vimos en silencio durante mucho tiempo. 42 —¿Crees que mamá va a morir? —preguntó Fabi de pronto, su mirada fija en la pantalla. —No —dije con toda la convicción que no sentía. Hoy era mi decimoctavo cumpleaños, pero no habría fiesta. Madre estaba demasiado enferma. No había lugar en nuestra casa para celebraciones o felicidad. Padre ya no estaba en casa, siempre se iba por negocios, y recientemente Fabi había empezado a acompañarlo. Así que me quedaba sola con madre. Por supuesto, había una enfermera y nuestra criada, pero no eran familiares. Madre no las quería cerca, de modo que era la única que se sentaba en su cama después de la escuela, leyéndole, tratando de fingir que su habitación no olía a muerte y desesperanza. Aria y Gianna habían llamado por la mañana para desearme un feliz cumpleaños. Sabíaque querían visitarnos, pero padre lo había prohibido. Ni siquiera por mi cumpleaños podía ser agradable. Dejé el libro que le había leído a madre. Estaba dormida. El ruido de su ventilador auxiliar, un clic y un chasquido, llenaba la habitación. Me puse de pie, necesitando caminar un poco. Mis piernas y espalda estaban rígidas de estar sentada todo el día. Caminé hacia la ventana y miré fuera. La vida seguía avanzando alrededor de mí. Mi teléfono zumbó en mi bolsillo, sacándome de mis pensamientos. Lo saqué y encontré un número desconocido en mi pantalla. Lo presioné contra mi oído. —¿Hola? —susurré mientras salía al pasillo para no molestar a mi madre, a pesar de que los ruidos apenas la despertaban. —Hola, Liliana. Me quedé helada. —¿Romero? —No podía creer que me hubiera llamado, y entonces una idea horrible me golpeó, y la única explicación para su llamada—. Dios, ¿les pasó algo a mis hermanas? —No, no. Lo siento, no quise asustarte. Quería desearte un feliz cumpleaños. —Su voz era suave, cálida y profunda, y me tranquilizó como la miel al dolor de garganta. 43 —Oh —dije. Me apoyé contra la pared a medida que mi pulso volvía a la normalidad una vez más—. Gracias. ¿Mi hermana te dijo que era mi cumpleaños? —Sonreí ligeramente. Podía imaginar a Aria haciendo eso, con la esperanza de animarme. Aunque no habíamos hablado de eso, estaba bastante segura que sabía que todavía me gustaba Romero después de todo este tiempo. —No tuvo que hacerlo. Sé cuándo es tu cumpleaños. No dije nada, no sabía qué decir. ¿Recordaba mi cumpleaños? —¿Tienes planes para tu cumpleaños? —No. Me quedaré en casa y cuidaré a mi madre —dije cansadamente. No podía recordar la última vez que había dormido durante la noche. Si madre no me despertaba porque vomitaba o sentía dolor, entonces permanecía despierta mirando a la nada. Romero guardó silencio en el otro extremo, y luego con una voz aún más suave dijo: —Todo estará mejor. Sé que las cosas parecen desalentadoras ahora mismo, pero no siempre serán así. —Has visto mucha muerte en tu vida. ¿Cómo puedes soportarlo? —Es diferente si es alguien que te importa el que está muriendo, o si está relacionado con otros asuntos. —Él tenía que tener cuidado con lo que decía por teléfono, así que me arrepentí de haberlo dicho, pero escuchar su voz se sentía demasiado bien—. Mi padre murió cuando tenía catorce años. No éramos tan cercanos como me habría gustado, pero su muerte fue la única que en realidad me afectó hasta ahora. —Madre y yo no somos tan cercanas como muchos de mis amigos lo son con sus madres, y ahora que está muriendo me arrepiento. —Aún hay tiempo. Tal vez más de lo que piensas. Quería que tuviera razón, pero en el fondo sabía que era solo cuestión de semanas para que madre perdiera su batalla. —Gracias, Romero —dije en voz baja. Quería ver su rostro, quería oler su olor reconfortante. —Haz algo que te haga feliz hoy, aunque sea solo algo pequeño. —Esto me está haciendo feliz —admití. 44 —Eso es bueno —comentó. Y le siguió el silencio. —Tengo que irme ahora. —De pronto mi admisión me avergonzó. ¿Cuándo dejaría de hacerlo? No era buena en ocultar mis emociones y lo odiaba. —Adiós —dijo Romero. Terminé la llamada sin decir otra palabra, luego miré mi teléfono durante mucho tiempo. ¿Estaba interpretando demasiado en la llamada de Romero? Tal vez quería ser cortés y llamar a la hermana de la esposa de su jefe en su decimoctavo cumpleaños para ganar algunos puntos de bonificación. Pero Romero no parecía ser esa clase de persona. Entonces, ¿por qué había llamado? ¿Tenía algo que ver con la forma en que me había mirado en nuestra fiesta de Navidad? ¿Estaba empezando a gustarle tanto como me gustaba? Dos semanas después de mi cumpleaños, la salud de mi madre empeoró aún más. Su piel estaba como papel y fría, sus ojos vidriosos por los analgésicos. La agarraba con cuidado, con miedo a lastimarla. Se veía tan frágil. En el fondo sabía que no faltaba mucho más. Quería creer que ocurriría un milagro, pero ya no era una niña pequeña. Lo sabía. A veces desearía seguir siendo esa chica ingenua que solía ser. —¿Aria? —dijo madre con voz vaga. Me enderecé en mi silla y me incliné más cerca. —No, soy yo, Liliana. Los ojos de madre se centraron en mí y sonrió suavemente. Lucía horriblemente triste en su rostro desgastado. Había sido tan hermosa y orgullosa alguna vez, y ahora solo era una sombra de esa mujer. —Mi dulce Lily —continuó. Apreté los labios. Madre nunca había sido demasiado afectuosa. Nos había abrazado y leído historias a la hora de acostarnos y en general intentó ser la mejor madre que sabía ser, pero casi nunca nos llamó por apodos. —Sí, aquí estoy. —Al menos hasta que padre intentara echarme de nuevo. Si fuera por él, madre estaría encerrada lejos de todos los que amaba, solo atendida por las enfermeras que había contratado hasta que finalmente falleciera. Intentaba 45 decirme que era porque quería protegerla, dejando que una mujer orgullosa fuera recordada como solía ser y no solo por su enfermedad, pero presentía que ese no era su incentivo principal. A veces me preguntaba si estaba avergonzado de ella. —¿Dónde están tus hermanas? ¿Y Fabi? —Miró por encima de mi cabeza como si esperara verlos allí. Bajé mi mirada a su barbilla, incapaz de verla a los ojos. —Fabi está ocupado con la escuela. —Esa era una mentira descarada. Padre se aseguró que Fabi estuviera ocupado con solo-Dios-sabe-qué, así que no pasaba demasiado tiempo con nuestra madre. Como si padre se preocupara que su enfermedad se contagiara a Fabi si se acercaba demasiado—. Aria y Gianna estarán aquí pronto. No pueden esperar a verte de nuevo. —¿Tu padre las llamó? —preguntó madre. No quería mentirle otra vez. Pero ¿cómo iba a decirle que mi padre no quería que vinieran a visitar a nuestra moribunda madre, que ni siquiera sabrían que estaba a punto de morir si no las hubiera llamado? Llené su vaso con agua y lo sostuve hasta sus labios. —Tienes que beber. Madre tomó un pequeño sorbo, pero luego volteó la cabeza. —No tengo sed. Mi corazón se rompió cuando volví a colocar el vaso sobre su mesita de noche. Busqué algo para hablar con mi madre, pero lo que realmente quería contarle, mi enamoramiento por Romero, era algo que no le podía confiar. —¿Necesitas algo? Podría traerte una sopa. Dio un pequeño movimiento de cabeza. Me estaba observando con una expresión extraña y empezaba a sentirme incómoda. Ni siquiera estaba segura por qué. Había tal desamparo y anhelo en su mirada que hablaba a un lugar oscuro dentro de mí. —Dios, ya ni siquiera recuerdo cómo es ser joven y despreocupada. ¿Despreocupada? No me había sentido despreocupada en mucho tiempo. —Hay tanto que quería hacer, tuve tantos sueños. Todo parecía posible. —Su voz se hizo más fuerte, como si la memoria sacara energía de algún lugar profundo de su cuerpo. 46 —Tienes una casa hermosa y muchos amigos e hijos que te quieren —le dije, pero incluso mientras lo decía sabía que no era lo correcto a decir, y odié este sentimiento de siempre hacer lo incorrecto, de no ser capaz de ayudar. —Así es —dijo con una sonrisa triste. Que se desvaneció lentamente—. Amigos que no visitan. No podía negarlo y ni siquiera estaba segura que padre fuera la razón de que se mantuvieran alejados o si en realidad nunca se habían preocupado por mi madre en primer lugar. Abrí la boca para decir algo, otra mentira por la que me sentiría culpable más tarde, pero madre siguió hablando. —Una casa que fue pagada con dinero de sangre. Mi madre nunca había admitido que padre estaba haciendo cosas horribles por nuestro dinero y nunca había tenido la impresión de que le importara demasiado. El dinero y el lujo eran las únicas cosas que padre siempre le había dado libremente, así como a nosotros.