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LITERATURAS DA LINGUA ESPANHOLA POESIA Livro-Texto Unidade II

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LITERATURAS DA LÍNGUA ESPANHOLA - POESIA
Unidad II
La Poesía Hispanoamericana
 Durante Unidad I nos dedicamos a estudiar la poesía en lengua española producida en España 
desde sus orígenes hasta nuestros tiempos. Ahora que vamos a estudiar la Literatura Hispanoamericana, 
tenemos que tomar el mismo cuidado al empezar: definir claramente nuestro objeto de estudio. Al fin y 
al cabo, ¿qué es la Literatura Hispanoamericana?
Como la entendemos aquí, es el conjunto de las literaturas escritas en español (o castellano) 
producidas en América desde la época del Descubrimiento del continente por los europeos hasta los días 
de hoy. Geográficamente, el “área” de la Literatura Hispanoamericana comprende los territorios de los 
siguientes países actuales: México, Guatemala, Honduras, Nicaragua, El Salvador, Costa Rica, Panamá, 
Cuba, República Dominicana, Puerto Rico, Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Paraguay, 
Uruguay, Argentina y Chile. Muchos países, ¿verdad? Lo que nos lleva a una segunda consideración.
Cuando estudiamos la Literatura Española, tenemos la oportunidad de conocer la literatura nacional 
de un único país. Por motivos prácticos y por tradición, al estudiar la Literatura Hispanoamericana 
tratamos de las literaturas nacionales de casi una veintena de países a la vez. Por esto, nuestro trabajo 
forzosamente tiene que ser distinto. No vamos a empezar por la Literatura Mexicana desde sus principios 
y seguir hasta los días de hoy para, enseguida, hacer lo mismo con la Literatura Guatemalteca y así 
sucesivamente. ¡Para eso necesitaríamos unos veinte libros!
Lo que haremos en la Unidad II es tratar el conjunto de la Poesía Hispanoamericana desde la época 
del Descubrimiento hasta hoy, tratando de poner en relieve en cada momento lo que creemos que 
es fundamental para la comprensión de la cultura del continente como un todo. De este modo, en el 
período colonial nuestra mirada estará puesta especialmente en los actuales México y Perú (antiguos 
Virreinatos de Nueva España y del Perú), ya que estos fueron los principales centros de los comienzos de 
la conquista y de la colonización de América.
Por otro lado, daremos especial atención a la Argentina en el siglo XIX, el período de la Independencia 
y de la construcción nacional, por entender que el caso del país platino nos sirve de modelo, de paradigma, 
para entender los procesos de independencia y construcción nacional que ocurren en casi toda América.
Por supuesto, no obstante la atención especial a determinados países, escritores y movimientos 
literarios a veces locales, trataremos de ver un poco de toda Hispanoamérica, de sus artistas y escritores, 
siempre en búsqueda de los rasgos que los hacen tan distintos entre sí y de los otros y, sin embargo, tan 
unidos por un abstracto sentido de pertenencia a una cultura única: la hispanoamericana.
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Unidad II
5 DESCUBRIMIENTO Y CONQUISTA
Tras la llegada de Colón en 1492 y de los primeros conquistadores, España pasa a reinar sobre gran 
parte del continente americano. En su gran Imperio, la idea es encontrar riquezas, anexar tierras y 
extender el poder del Rey y de la Iglesia Católica. Junto a tantos aventureros vienen los cronistas y es 
de ellos que nos llegan las primeras informaciones sobre las tierras, las gentes, los animales, los ritos etc. 
Aunque dichas crónicas carezcan de un valor literario, son fundamentales al hacernos imaginar un poco 
la sorpresa y el choque entre civilizaciones tan distintas.
Por su sentido narrativo y su estructura en prosa, podrás conocerlas y entenderlas en el material 
dedicado a la prosa en lengua española. De ese periodo, lo más int41eresante que podemos encontrar 
en poesía es la obra de Ercilla.
5.1 Crónicas reales: Alonso de Ercilla y Zúñiga
No debes olvidar que todas las noticias que nos llegan de ese período vienen a través de la mirada de 
los españoles: unos que se fijaban en el proceso de la conquista únicamente – Colón, Cortés, Bernal Díaz 
del Castillo –, otros que, por un motivo o por otro, le echaron un vistazo a los indígenas y a su cultura sin 
los motivos absolutamente pragmáticos de los primeros – Cabeza de Vaca y Bartolomé de Las Casas. Con 
todo, en ambos casos se tratan de españoles que vinieron a América y escribieron sobre lo que vieron. Los 
indígenas, habitantes primitivos del continente, aparecen como máximo como personajes de las crónicas.
Caso un poco diferente es el español Ercilla. Alonso de Ercilla y Zúñiga (Madrid, 1533 (?), 1594) 
fue educado en la corte, donde su madre era dama de la emperatriz, sirvió como paje al príncipe 
Felipe, futuro Felipe II, y le acompañó en sus viajes por Flandes e Inglaterra. Ercilla es un escritor de 
considerable importancia dentro del llamado Siglo de Oro español. Su “participación” en la literatura 
hispanoamericana por cierto no es lo que le asegura un lugar en la historia literaria. Además, después de 
un breve pasaje por América, su vida literaria se da en España. Aun así, escribe la obra que es considerada 
la epopeya fundadora de Chile, La araucana, poema épico publicado en Madrid en tres partes a partir 
del año 1569 (la segunda en 1578 y la tercera y última en 1589):
No las damas, amor, no gentilezas
de caballeros canto enamorados,
ni las muestras, regalos y ternezas
de amorosos efectos y cuidados;
mas el valor, los hechos, las proezas
de aquellos españoles esforzados,
que a la cerviz de Arauco no domada
pusieron duro yugo por la espada.
Cosas diré también harto notables
de gente que a ningún rey obedecen,
temerarias empresas memorables
que celebrarse con razón merecen,
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LITERATURAS DA LÍNGUA ESPANHOLA - POESIA
raras industrias, términos loables
que más los españoles engrandecen
pues no es el vencedor más estimado
de aquello en que el vencido es reputado.
Suplícoos, gran Felipe, que mirada
esta labor, de vos sea recebida,
que, de todo favor necesitada,
queda con darse a vos favorecida.
Es relación sin corromper sacada
de la verdad, cortada a su medida;
no despreciéis el don, aunque tan pobre,
para que autoridad mi verso cobre.
Quiero a señor tan alto dedicarlo,
porque este atrevimiento lo sostenga,
tomando esta manera de ilustrarlo,
para que quien lo viere en más lo tenga;
y si esto no bastare a no tacharlo,
a lo menos confuso se detenga
pensando que, pues va a vos dirigido,
que debe de llevar algo escondido.
Y haberme en vuestra casa yo criado,
que crédito me da por otra parte,
hará mi torpe estilo delicado,
y lo que va sin orden, lleno de arte;
así, de tantas cosas animado,
la pluma entregaré al furor de Marte:
dad orejas, Señor, a lo que digo,
que soy parte dello buen testigo85.
Así empieza el poema épico La araucana, dedicado a la gran empresa de los ejércitos españoles 
en el Nuevo Mundo, particularmente de la conquista de tierras que hoy pertenecen a Chile por los 
españoles de Hernán Cortés. Después Ercilla empieza una amplia descripción geográfica del país y de 
las costumbres de los araucanos. Entre las costumbres que nos cuenta, una que pone de relieve es la 
existencia de hechiceros y de su poder entre los indígenas:
Usan el falso oficio de hechiceros,
ciencia a que naturalmente se inclinan,
en señales mirando y en agüeros
85 ERCILLA Y ZUÑIGA, Alonso. La araucana. Disponible en: <http://www.actiweb.es/escribarte/archivo2.pdf>, p. 3-4. 
Accedido el: 30 sep. 2016. 
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Unidad II
por las cuales sus cosas determinan;
veneran a los necios agoreros
que los casos futuros adivinan:
el agüero acrecienta su osadía
y les infunde miedo y cobardía.
Algunos destos son predicadores
tenidos en sagrada reverencia,
que sólo se mantienen de loores,
y guardan vida estrecha y abstinencia.
Estos son los que ponen en errores
al liviano común con su elocuencia,
teniendo por tan cierta su locura,
como nos la Evangélica Escritura86.
Aunque su visión católica cristiana lo lleve a despreciar la religión de los araucanos y algunos de sus 
ritos, es indudable la admiración que siente por ese pueblo, al que describe de forma majestuosa: cuenta 
cómo viven, la forma como luchan, sus rituales de guerra, su valor y fuerza:
Son de gestos robustos, desbarbados,
bien formados los cuerpos y crecidos,
espaldas grandes, pechos levantados,
recios miembros, de niervos bien fornidos;
ágiles, desenvueltos, alentados,
animosos, valientes, atrevidos,
duros en el trabajo y sufridores
de fríos mortales, hambres y calores.
No ha habido rey jamás que sujetase
esta soberbia gente libertada,
ni estranjera nación que se jatase
de haber dado en sus términos pisada,
ni comarcana tierra que se osase
mover en contra y levantar espada.
Siempre fue esenta, indómita, temida,
de leyes libre y de cerviz erguida.
El potente rey Inga, aventajado
en todas las antárticas regiones,
fue un señor en estremo aficionado
a ver y conquistar nuevas naciones,
y por la gran noticia del Estado
86 Id., ibid., p. 14.
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LITERATURAS DA LÍNGUA ESPANHOLA - POESIA
a Chile despachó sus orejones;
mas la parlera fama desta gente
la sangre les templó y ánimo ardiente.
Pero los nobles Ingas valerosos
los despoblados ásperos rompieron,
y en Chile algunos pueblos belicosos
por fuerza a servidumbre los trujeron,
a do leyes y edictos trabajosos
con dura mano armada introdujeron,
haciéndolos con fueros disolutos
pagar grandes subsidios y tributos.
Dado asiento en la tierra y reformado
el campo con ejército pujante,
en demanda del reino deseado
movieron sus escuadras adelante.
No hubieron muchas millas caminado,
cuando entendieron que era semejante
el valor a la fama que alcanzada
tenía el pueblo araucano por la espada87.
El poema de Ercilla entonces cuenta como los araucanos se disponen a resistir a la amenaza de los 
españoles, pero están muy divididos para elegir un jefe supremo. Por consejo del cacique Colocolo, el 
mayor de todos los presentes, deciden dar el mando a quien lleve más lejos un grueso tronco sobre sus 
espaldas:
Caciques del estado defensores:
codicia de mandar no me convida
a pesarme de veros pretensores
de cosa que a mi tanto era debida
porque, según mi edad, ya véis, señores,
que estoy al otro mundo de partida;
mas el amor que siempre os he mostrado,
a bien aconsejaros me ha incitado.
“¿Por qué cargos honrosos pretendemos
y ser en opinión grande tenidos,
pues que negar al mundo no podemos
haber sido sujetos y vencidos?
Y en esto averiguarnos no queremos,
estando de españoles oprimidos:
87 Id., ibid., p. 15-16.
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mejor fuera esa furia ejecutalla
contra el fiero enemigo en la batalla.
“Qué furor es el vuestro, ¡oh araucanos!,
que a perdición os lleva sin sentillo?
¿Contra vuestras entrañas tenéis manos,
y no contra el tirano en resistillo?
Teniendo tan a golpe a los cristianos
¿volvéis contra vosotros el cuchillo?
Si gana de morir os ha movido
no sea en tan bajo estado y abatido.
“Volved las armas y ánimo furioso
a los pechos de aquellos que os han puesto
en dura sujeción, con afrentoso
partido, a todo el mundo manifiesto;
lanzad de vos el yugo vergonzoso,
mostrad vuestro valor y fuerza en esto,
no derraméis la sangre del Estado
que para redimiros ha quedado.
(…)
“Pares sois en valor y fortaleza,
el cielo os igualó en el nacimiento;
de linaje, de estado y de riqueza
hizo a todos igual repartimiento;
y en singular por ánimo y grandeza
podéis tener del mundo el regimiento,
que este gracioso don no agradecido
nos ha el presente término traído.
“En la virtud de vuestro brazo espero
que puede en breve tiempo remediarse;
mas ha de haber un capitán primero,
que todos por él quieran gobernarse.
Este será quien más un gran madero
sustentarse en el hombro sin pararse,
y pues que sois iguales en la suerte,
procure cada cual de ser más fuerte”88.
88 Id., ibid., p. 30-32.
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LITERATURAS DA LÍNGUA ESPANHOLA - POESIA
La prueba es ganada por Caupolicán. Éste ocupa Tucapel para evitar que la ciudad caiga en manos 
del capitán español Pedro de Valdivia, quien, derrotado por el cacique Lautaro, es perseguido hasta 
Santiago dejando en manos de los araucanos la ciudad de la Concepción, que es saqueada e incendiada.
Ocurren otras muchas escaramuzas entre españoles y araucanos, dejando a un sinfín de muertos.
Francisco de Villagrán, con nuevas tropas enviadas por el marqués de Cañete, ataca al cacique 
Lautaro cercado en un fuerte y extermina a todos los araucanos, incluido Lautaro:
Villagrá con silencio y paso presto
había el áspero monte atravesado,
no sin grave trabajo, que sin esto
hacer mucha labor es escusado.
Llegado junto al fuerte, en un buen puesto,
viendo que el cielo estaba aún estrellado
paró, esperando el claro y nuevo día,
que ya por el oriente descubría.
De ninguno fue visto ni sentido:
la causa era la noche ser escura
y haber las centinelas desmentido,
por parte descuidada por segura;
caballo no relincha ni hay ruido,
que está ya de su parte la ventura:
ésta hace las bestias avisadas
y a las personas, bestias descuidadas.
(…)
Lautaro a la sazón, según se entiende,
con la gentil Guacolda razonaba;
asegúrala, esfuerza y reprehende
de la desconfianza que mostraba.
Ella razón no admite y más se ofende,
que aquello mayor pena le causaba,
rompiendo el tierno punto en sus amores
el duro són de trompas y atambores.
Mas no salta con tanta ligereza
el mísero avariento enriquecido
que siempre está pensando en su riqueza,
si siente de ladrón algún ruido,
ni madre así acudió con tal presteza
al grito de su hijo muy querido
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temiéndole de alguna bestia fiera,
como Lautaro al són y voz primera.
Revuelto el manto al brazo, en el instante
con un desnudo estoque y él desnudo,
corre a la puerta el bárbaro arrogante,
que armarse así tan súbito no pudo.
¡Oh pérfida Fortuna! , ¡oh inconstante!
¡cómo llevas tu fin por punto crudo,
que el bien de tantos años, en un punto,
de un golpe lo arrebatas todo junto!
(…)
Pero aquellos que nunca el miedo pudo
hacerlos con peligros de su bando,
poniendo osado pecho por escudo
están la antigua riña averiguando;
la desnuda cabeza del agudo
cuchillo no se vee estar rehusando,
ni rehusa la espada la siniestra,
ejercitando el uso de la diestra.
Que el joven Corpillán, no desmayado
porque su espada y mano vino a tierra
antes en ira súbita abrasado,
contra la parte del contrario cierra;
y habiendo ya la espada recobrado,
la diestra, que aun bullendo el puño afierra,
lejos con gran desdén y furia lanza,
ofreciendo la izquierda a la venganza.
Flaqueza en Millapol no fue sentida
viéndole atravesado por la ijada
y la cabeza de un revés hendida,
ni por pasalle el pecho una lanzada;
que de espumosa sangre a la salida
vino la media lanzaacompañada,
dejando aquel lugar della vacío,
aunque lleno de rabia y nuevo brío:
que a dos manos la maza aprieta fuerte
y con furia mayor la gobernaba:
bien se puede llamar de triste suerte
aquel que el fiero bárbaro alcanzaba;
con la rabia postrera de la muerte
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una vez el ferrado leño alzaba,
mas faltóle la vida en aquel punto,
cayendo cuerpo y maza todo junto89.
 Ya en la segunda parte del texto, los indígenas se reúnen en asamblea y surgen diferencias y desafíos 
entre los caciques. Los araucanos asaltan el fortín español de Penco y las naves, pero son rechazados y el 
cacique Tucapel, herido, huye. Los españoles, habiendo recibido refuerzos, entran en el estado de Arauco 
y, pese al heroísmo de los caciques Tucapel, Rengo y Galvarino, consiguen vencer en la batalla. Al final, 
le cortan las manos a Galvarino, quien reacciona con valor ante el suplicio:
Donde sobre una rama destroncada
puso la diestra mano, yo presente,
la cual de un golpe con rigor cortada,
sacó luego la izquierda alegremente,
que del tronco también salió apartada,
sin torcer ceja ni arrugar la frente;
y con desdén y menosprecio dello
alargó la cabeza y tendió el cuello,
diciendo así : “Segad esa garganta
siempre sedienta de la sangre vuestra,
que no temo la muerte ni me espanta
vuestra amenaza y rigurosa muestra,
y la importancia y pérdida no es tanta
que haga falta mi cortada diestra
pues quedan otras muchas esforzadas,
que saben gobernar bien las espadas.
“Y si pensáis sacar algún provecho
de no llegar mi vida al fin postrero,
aquí, pues, moriré a vuestro despecho,
que si queréis que viva, yo no quiero;
al fin iré algún tanto satisfecho
de que a vuestro pesar alegre muero,
que quiero con mi muerte desplaceros,
pues sólo en esto puedo ya ofenderos”90.
La discordia vuelve a surgir entre los araucanos, y Tucapel y Rengo se desafían a singular 
combate. La tercera y última parte de La araucana empieza contándonos el fin que tuvo la batalla 
con ambos caciques heridos. Caupolicán consigue apaciguarles y, engañado por Andresillo, les lanza 
imprudentemente al asalto de los españoles:
89 Id., ibid., p. 275-282.
90 Id., ibid., p. 438.
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La más fea maldad y condenada,
que más ofende a la bondad divina,
es la traición sobre amistad forjada,
que al cielo, tierra y al infierno indina,
que aunque el señor de la traición se agrada
quiere mal al traidor y le abomina;
¡tal es este nefasto maleficio,
que indigna al que recibe el beneficio!
(…)
Con muestra del designio diferente
dio Andresillo señal de su alegría,
diciendo que sin duda nuestra gente
ya según su costumbre dormiría;
luego, disimulada y quietamente,
sin más se detener, de compañía
entraron en el fuerte preparado
el falso engañador y el engañado91.
 Los araucanos son destrozados por los españoles, que hacen prisionero a Caupolicán. El gran jefe 
indígena, antes de sufrir el suplicio final, se hace cristiano:
Si a vergonzoso estado reducido
me hubiera el duro y áspero destino,
y si ésta mi caída hubiera sido
debajo de hombre y capitán indino,
no tuve así el brazo desfallecido
que no abriera a la muerte yo camino
por este propio pecho con mi espada,
cumpliendo el curso y mísera jornada;
“mas juzgándote digno y de quien puedo
recebir sin vergüenza yo la vida
lo que de mí pretendes te concedo
luego que a mí me fuere concedida;
ni pienses que a la muerte tengo miedo,
que aquesa es de los prósperos temida,
y en mí por esperiencia he probado,
cuán mal le está el vivir al desdichado.
91 Id., ibid., p. 598-608.
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LITERATURAS DA LÍNGUA ESPANHOLA - POESIA
“Yo soy Caupolicán, que el hado mío
por tierra derrocó mi fundamento,
y quien del araucano señorío
tiene el mando absoluto y regimiento.
La paz está en mi mano y albedrío
y el hacer y afirmar cualquier asiento
pues tengo por mi cargo y providencia
toda la tierra en freno y obediencia,
“Soy quien mató a Valdivia en Tucapelo,
y quien dejó a Purén desmantelado;
soy el que puso a Penco por el suelo
y el que tantas batallas ha ganado;
pero el revuelto ya contrario cielo,
de vitorias y triunfos rodeado,
me ponen a tus pies a que te pida
por un muy breve término la vida.
“Cuando mi causa no sea justa, mira
que el que perdona más es más clemente
y si a venganza la pasión te tira,
pedirte yo la vida es suficiente.
Aplaca el pecho airado, que la ira
es en el poderoso impertinente;
y si en darme la muerte estás ya puesto,
especie de piedad es darla presto.
“No pienses que aunque muera aquí a tus manos,
ha de faltar cabeza en el Estado,
que luego habrá otros mil Caupolicanos
mas como yo ninguno desdichado;
y pues conoces ya a los araucanos,
que dellos soy el mínimo soldado,
tentar nueva fortuna error sería,
yendo tan cuesta abajo ya la mía.
“Mira que a muchos vences en vencerte,
frena el ímpetu y cólera dañosa:
que la ira examina al varón fuerte,
y el perdonar, venganza es generosa.
La paz común destruyes con mi muerte,
suspende ahora la espada rigurosa,
debajo de la cual están a una
mi desnuda garganta y tu fortuna.
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Unidad II
“Aspira a más y a mayor gloria atiende,
no quieras en poca agua así anegarte,
que lo que la fortuna aquí pretende,
sólo es que quieras della aprovecharte.
Conoce el tiempo y tu ventura entiende,
que estoy en tu poder, ya de tu parte,
y muerto no tendrás de cuanto has hecho,
sino un cuerpo de un hombre sin provecho.
“Que si esta mi cabeza desdichada
pudiera, ¡oh capitán! satisfacerte,
tendiera el cuello a que con esa espada
remataras aquí mi triste suerte;
pero deja la vida condenada
el que procura apresurar su muerte,
y más en este tiempo, que la mía
la paz universal perturbaría.
“Y pues por la experiencia claro has visto,
que libre y preso, en público y secreto,
de mis soldados soy temido y quisto,
y está a mi voluntad todo sujeto,
haré yo establecer la ley de Christo,
y que, sueltas las armas, te prometo
vendrá toda la tierra en mi presencia
a dar al Rey Felipe la obediencia92.
 Todos los obstáculos están removidos ante los conquistadores que se dirigen hacia la nueva tierra 
sometida al imperio de Felipe II.
Pese a sus virtudes, la victoria de los españoles es inevitable. Los araucanos, durante la campaña, 
son comparados a héroes épicos como Ulises y Aquiles, y el poema imita los recursos de la épica 
tradicional presente en la Odisea, de Homero, o en Os Lusíadas, de Camões. Al pueblo vencido, en lugar 
de humillación, se ofrecen laureles por su honra y coraje.
Curiosamente, los españoles no sobresalen como máximos héroes del poema, al estilo de Vasco da 
Gama en Os Lusíadas o Ulises en la Odisea; ellos comparten protagonismo con Lautaro o Caupolicán, 
héroes araucanos que defendieron su pueblo hasta la muerte. Y esa importancia que se da a los héroes 
indígenas conforma el primer escrito literario hispanoamericano de gran importancia.
Aunque La araucana y los demás escritos no sean documentos de exactitud histórica comprobada, 
antes lo contrario, esos textos sin duda nos traen mucho del espíritu de la época, de cómo se dio, y con 
qué ideas, la conquista, y luego la colonización del continente americano. De todos modos, todavía falta 
92 Id., ibid., p. 661-664.
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LITERATURAS DA LÍNGUA ESPANHOLA - POESIA
algo para el próximo paso de la Literatura Hispanoamericana: una vida literaria local, consecuencia, por 
supuesto, de una vida social, política y económica también locales.
6 EL BARROCO Y EL ILUMINISMO
6.1 El Barroco: Sor Juana Inés de la Cruz
Si hasta principios del siglo XVII lo que hemos visto de la Poesía Hispanoamericana lo produjeron 
escritores españoles – o nacidos en América que buscaban en España su vida literaria, su existencia 
como escritores –, ya a mediados de este mismo siglo podemos ver las colonias españolas en América 
ya establecidas. Se crean los Virreinatos de Nueva España – actuales México, países de Centroamérica y 
del Caribe – y del Perú – toda Sudamérica, con excepción de Brasil y de la Guyana – y muchos centros 
– especialmente México y Perú, pero también con menor importancia Asunción, Buenos Aires, Caracas 
y otras ciudades – ya tienen una vida social y cultural desarrollándose, por supuesto que dentro del 
ámbito de la metrópolis española.
Es en ese contexto que surge la primera gran escritora del continente: Sor Juana Inés de la Cruz 
(San Miguel de Nepantla, México, 1648 – Ciudad de México, 1695). En 1690 se da a conocer su Carta 
athenagórica, una contestación teológica a un sermón del gran escritor y orador luso-brasileño padre 
Antonio Vieira. La publica el Obispo de Puebla y junto a ella va una carta firmada con el seudónimo de 
Sor Filotea de la Cruz (probablemente el propio obispo), en la que la ficticia monja le aconseja a Sor 
Juana a tomar cuidado con lo que escribe.
Eso se justifica, si pensamos que estamos en una colonia en pleno siglo XVII: ¡imaginen una monja, 
es decir, una mujer, tratar de discutir intelectualmente un tema teológico con el consagrado religioso 
Antonio Vieira! Realmente el escándalo no era por poca cosa. Sor Juana, sin embargo, no se intimida 
y da a conocer su Respuesta a Sor Filotea, una carta en que la escritora mexicana demuestra todo 
el conocimiento que tenía de la retórica y en la que cuenta su vida y su pasión por el estudio y por el 
conocimiento. Tan grande era esa pasión que no podría hacerse la tonta y no decir lo que creía que tenía 
que decir sobre lo que fuese, incluso sobre los sermones de Vieira.
En otras poesías suyas, Sor Juana utiliza la lengua de forma magistral y consigue, a través de temas 
mundanos, construir todo un razonamiento acerca de los “hombres necios” que la perseguían por su 
inteligencia y audacia:
Hombres necios que acusáis
a la mujer, sin razón,
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis;
si con ansia sin igual
solicitáis su desdén,
por qué queréis que obre bien
si las incitáis al mal?
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Unidad II
Combatís su resistencia
y luego, con gravedad,
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.
(...)
Con el favor y el desdén
tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.
Opinión, ninguna gana,
pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata,
y si os admite, es liviana.
Siempre tan necios andáis
que, con desigual nivel,
a una culpáis por cruel
y a otra por fácil culpáis.
¿Pues cómo ha de estar templada
la que vuestro amor pretende?,
¿si la que es ingrata ofende,
y la que es fácil enfada?
Mas, entre el enfado y la pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y quejaos en hora buena.
Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas,
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.
¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada:
la que cae de rogada,
o el que ruega de caído?
¿O cuál es de más culpar,
aunque cualquiera mal haga;
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la que peca por la paga
o el que paga por pecar?
¿Pues, para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis (...) 93.
Al fin y al cabo, las presiones para que abandonara la vida intelectual y se dedicara a su vida de 
monja – es decir, rezar y no mucho más que eso – tuvieron éxito y Sor Juana prácticamente se recogió 
al silencio hasta su muerte, muy debilitada por el contacto con los pobres enfermos que trataba.
Antes, sin embargo, escribió bastante poesía, como Primero sueño, obra que más estimaba:
Piramidal, funesta de la tierra
nacida sombra, al cielo encaminaba
de vanos obeliscos punta altiva,
escalar pretendiendo las estrellas;
si bien sus luces bellas
exentas siempre, siempre rutilantes,
la tenebrosa guerra
que con negros vapores le intimaba
la vaporosa sombra fugitiva
burlaban tan distantes,
que su atezado ceño
al superior convexo aún no llegaba
del orbe de la diosa
que tres veces hermosa
con tres hermosos rostros ser ostenta;
quedando sólo dueño
del aire que empañaba
con el aliento denso que exhalaba.
Y en la quietud contenta
de impero silencioso,
sumisas sólo voces consentía
de las nocturnas aves
tan oscuras tan graves,
que aún el silencio no se interrumpía.
Con tardo vuelo, y canto, de él oído
mal, y aún peor del ánimo admitido,
la avergonzada Nictímene acecha
93 CRUZ, Sor Juana Inés de la. Primero sueño y otros textos. Buenos Aires: Losada, 1998. p. 70.
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Unidad II
de las sagradas puertas los resquicios
o de las claraboyas eminentes
los huecos más propicios,
que capaz a su intento le abren la brecha,
y sacrílega llega a los lucientes
faroles sacros de perenne llama,
que extingue, sino inflama
en licor claro la materia crasa
consumiendo; que el árbol de Minerva
de su fruto, de prensas agravado,
congojoso sudó y rindió forzado.
Y aquellas que su casa
campo vieron volver, sus telas yerba,
a la deidad de Baco inobedientes
ya no historias contando diferentes,
en forma si afrentosa transformadas
segunda forman niebla,
ser vistas, aun temiendo en la tiniebla,
aves sin pluma aladas:
aquellas tres oficiosas, digo,
atrevidas hermanas,
que el tremendo castigo
de desnudas les dio pardas membranas
alas, tan mal dispuestas
que escarnio son aun de las más funestas:
éstas con el parlero
ministro de Plutón un tiempo, ahora
supersticioso indicio agorero,
solos la no canora
componían capilla pavorosa,
máximas negras, longas entonando
y pausas, más que voces, esperando
a la torpe mensura perezosa
de mayor proporción tal vez que el viento
con flemático echaba movimiento
de tan tardo compás, tan detenido,
que en medio se quedó tal vez dormido94.
La influencia de los grandes poetas españoles se hace notar, no apenas en su Primero sueño, sino 
también en muchos de sus sonetos, como el que reproducimos abajo:
94 Id., ibid., p. 38-39.
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Procura desmentir los elogios que a un retrato de la poetisa inscribió la verdad que llama pasión95
Este, que ves, engaño colorido,
que del arte ostentando los primores,
con falsos silogismos de colores
es cauteloso engaño del sentido;
éste, en quien la lisonja ha pretendido
excusar de los años los horrores,
y venciendo del tiempo los rigores,
triunfar de la vejez y del olvido:
es un vano artificio del cuidado,
es una flor al viento delicada,
es un resguardo inútil para el hado,
es una necia diligencia errada,
es un afán caduco y, bien mirado,
es cadáver, es polvo, es sombra, es nada.
Al leer el soneto, podemos comprobar la influenciade Góngora – que por su vez ya había tomado 
prestado el tema del carpe diem de un poema de Garcilaso de la Vega (el español, no el inca peruano).
 Recuerda
Carpe diem: del latín, significa “aprovecha el día”. En la literatura se 
entiende como una exhortación a aprevechar el presente, pues el futuro 
es incierto.
La verdad es que tanto Garcilaso como Góngora, y después Sor Juana e incluso el brasileño Gregorio 
de Matos, beben en la fuente de la tradición retórica y poética clásicas, que remontan a la cultura de la 
Antigua Grecia. De todos modos es interesante ver como el tema se va “retrabajando” de poeta a poeta. 
Vea como lo tratan Góngora y Gregorio:
Soneto CLXVI96
Mientras por competir con tu cabello,
oro bruñido el sol relumbra en vano;
mientras con menosprecio en medio el llano
mira tu blanca frente el lilio bello;
95 Id., ibid., p. 60.
96 Id., Poesía lírica del Siglo de Oro, p. 212.
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mientras a cada labio por cogello,
siguen más ojos que el clavel temprano;
y mientras triunfa con desdén lozano
del luciente cristal tu gentil cuello;
goza cuello, cabello, labio y frente,
antes que lo que fue en tu edad dorada
oro, lilio, clavel, cristal luciente,
no solo en plata o vïola troncada
se vuelva, mas tú y ello juntamente
en tierra, en humo, en polvo, en sombra, en nada.
(Luis de Góngora)
A Maria dos Povos, sua futura esposa97
Discreta, e formosíssima Maria,
Enquanto estamos vendo a qualquer hora,
Em tuas faces a rosada Aurora,
Em teus olhos e boca o Sol, e o dia:
Enquanto com gentil descortesia
O ar, que fresco Adônis te namora,
Te espalha a rica trança voadora,
Quando vem passear-te pela fria:
Goza, goza da flor da mocidade,
Que o tempo trata a toda ligeireza,
E imprime em toda a flor sua pisada.
Oh não aguardes, que a madura idade,
Te converta essa flor, essa beleza,
Em terra, em cinza, em pó, em sombra, em nada.
(Gregorio de Matos)
La comparación que hemos hecho nos demuestra por fin lo siguiente: Sor Juana Inés de la Cruz es la 
primera escritora notable a nacer vivir y morir en América, sin nunca haber ido a España. Sin duda hay 
rasgos en su carácter y en su obra que tienen un color local mexicano. Con todo, el sistema artístico-
cultural en que está insertada la monja mexicana es todavía el sistema español.
Seguramente ni ella ni nadie en su época la consideraba una escritora mexicana como si 
“mexicano” fuera algo autónomo, algo más que una parte del Virreinato de Nueva España, 
97 MATOS, Gregório de. Poemas escolhidos. São Paulo: Cultrix; 1997, p. 319.
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algo más que una parte del Imperio Español. Con todas sus características locales, con todas 
las particularidades de su historia, los mexicanos eran todavía parte de España, como eran los 
catalanes, gallegos o andaluces.
 Para saber más
Para conocer más de la vida y la obra de Sor Juana Inés de la Cruz 
puedes ver la siguiente película:
YO, la peor de todas. Dir. María Luisa Bemberg, Argentina, 1990. 105 min.
Faltaba, todavía, un sentimiento genuinamente nacional.
6.2 El Iluminismo: Olmedo y Heredia
A fines del siglo XVIII, Hispanoamérica ya tenía más de dos siglos de historia como colonia española. 
El Virreinato de Nueva España – creado en 1535 – sufrió algunos cambios, y el Virreinato del Perú 
– creado en 1542 – se fragmentó, con la creación de los Virreinatos de Nueva Granada – en 1717, 
comprendiendo los actuales Venezuela, Colombia, Panamá y Ecuador – y del Río de la Plata – en 1716, 
comprendiendo los actuales Argentina, Uruguay, Paraguay y Bolivia. Todos esos cambios, con todo, no 
alteraban la condición de colonizados de los hispanoamericanos.
Con las ideas del Iluminismo europeo, la Revolución Francesa (en 1789) y la Independencia 
Estadounidense (1776), los aires empiezan a cambiar en Hispanoamérica. Ideas de una autonomía social, 
cultural y política poco a poco ganan fuerza y repercusión de norte a sur del subcontinente. Hasta que 
llegue la final autonomía política en el siglo XIX, muchos escritores contribuirán con sus textos para 
crear un ambiente cultural original que justificará y dará soporte a la independencia política. Entre ellos 
estarán Bello, Olmedo y Heredia.
 Observación
El Iluminismo fue una época histórica y un movimiento cultural 
e intelectual europeo basado en la razón, al contrario de la fe antes 
predominante.
José Joaquín de Olmedo (Guayaquil, Ecuador, 1780 / 1847) era el mayor del famoso triunvirato 
de poetas del Neoclasicismo. Después de una carrera política en que fue ministro, vicepresidente de 
Ecuador y alcalde de Guayaquil por diversas veces, Olmedo pudo finalmente dedicarse a la poesía con 
exclusividad. Su poema más importante, “La victoria de Junín”, una oda al triunfo del ejército de 
Simón Bolívar – uno de los grandes libertadores de América – en la lucha por la independencia peruana, 
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sigue los parámetros de la poesía neoclásica, con su búsqueda por la inspiración en las fuentes latinas y 
griegas, como podemos ver en el fragmento abajo:
Siento unas veces la rebelde Musa,
cual bacante en furor, vagar incierta
por medio de las plazas bulliciosas,
O sola por las selvas silenciosas,
O las risueñas playas
que manso lame el caudaloso Guayas;
otras el vuelo arrebatada tiende
sobre los montes, y de allí desciende
al campo de Junín, y ardiendo en ira,
los numerosos escuadrones mira,
que el odiado pendón de España arbolan,
Y en cristado morrión y peto armada,
cual amazona fiera,
se mezcla entre las filas la primera
de todos los guerreros,
Y a combatir con ellos se adelanta,
triunfa con ellos y sus triunfos canta.
(...)
Sonó su voz [Simón Bolívar] “Peruanos,
mirad allí los duros opresores
de vuestra patria; bravos Colombianos
en cien crudas batallas vencedores,
mirad allí los enemigos fieros
que buscando venís desde Orinoco:
suya es la fuerza y el valor es vuestro,
vuestra será la gloria;
pues lidiar con valor y por la patria
es el mejor presagio de victoria.
Acometed, que siempre
de quien se atreve más el triunfo ha sido;
quien no espera vencer, ya está vencido” 98.
El más joven del trío de poetas fue José María Heredia (Santiago de Cuba, 1803 – Toluca, México 
1839), el primero de una larga lista de grandes escritores cubanos. En su corta vida escribió una poesía 
más rica estéticamente que la de sus contemporáneos Olmedo y Bello, en la que se destacan los poemas 
“En el teocalli de Cholula” y “Niágara”, este último es un canto a la magnífica cascada ubicada en la 
frontera entre Canadá y los Estados Unidos.
98 OLMEDO, José Joaquín de. “La victoria de Junín”. Ed. Biblioteca Virtual Universal. Disponible en: <http://www.
biblioteca.org.ar/libros/131684.pdf>. Accedido el: 30 sep. 2016.
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Con una sensibilidad poética, algo diferente a la de sus antecesores, la obra de Heredia agrega 
a la estética neoclásica un desgarre de sentimientos que lo acerca al primer romanticismo. Por eso, 
muchos críticos ya consideran al poeta cubano como un prerromántico, o de hecho como el primer 
poeta romántico de Hispanoamérica:
Niágara
Templad mi lira, dádmela, que siento
En mi alma estremecida y agitada
Arder la inspiración. ¡Oh! ¡cuánto tiempo
En tinieblas pasó, sin que mi frente
Brillase con su luz...! Niágara undoso,Tu sublime terror sólo podría
Tornarme el don divino, que ensañada
Me robó del dolor la mano impía.
Torrente prodigioso, calma, calla
Tu trueno aterrador: disipa un tanto
Las tinieblas que en torno te circundan;
Déjame contemplar tu faz serena,
Y de entusiasmo ardiente mi alma llena.
Yo digno soy de contemplarte: siempre
Lo común y mezquino desdeñando,
Ansié por lo terrífico y sublime.
Al despeñarse el huracán furioso,
Al retumbar sobre mi frente el rayo,
Palpitando gocé: vi al Oceano,
Azotado por austro proceloso,
Combatir mi bajel, y ante mis plantas
Vórtice hirviente abrir, y amé el peligro.
Mas del mar la fiereza
En mi alma no produjo
La profunda impresión que tu grandeza.
Sereno corres, majestuoso; y luego
En ásperos peñascos quebrantado,
Te abalanzas violento, arrebatado,
Como el destino irresistible y ciego.
¿Qué voz humana describir podría
De la sirte rugiente
La aterradora faz? El alma mía
En vago pensamiento se confunde
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Al mirar esa férvida corriente,
Que en vano quiere la turbada vista
En su vuelo seguir al borde oscuro
Del precipicio altísimo: mil olas,
Cual pensamiento rápidas pasando,
Chocan, y se enfurecen,
Y otras mil y otras mil ya las alcanzan,
Y entre espuma y fragor desaparecen.
¡Ved! ¡llegan, saltan! El abismo horrendo
Devora los torrentes despeñados:
Crúzanse en él mil iris, y asordados
Vuelven los bosques el fragor tremendo.
En las rígidas peñas
Rómpese el agua: vaporosa nube
Con elástica fuerza
Llena el abismo en torbellino, sube,
Gira en torno, y al éter
Luminosa pirámide levanta,
Y por sobre los montes que le cercan
Al solitario cazador espanta.
Mas ¿qué en ti busca mi anhelante vista
Con inútil afán? ¿Por qué no miro
Alrededor de tu caverna inmensa
Las palmas ¡ay! las palmas deliciosas,
Que en las llanuras de mi ardiente patria
Nacen del sol a la sonrisa, y crecen,
Y al soplo de las brisas del Océano,
Bajo un cielo purísimo se mecen?
Este recuerdo a mi pesar me viene...
Nada ¡oh Niágara! falta a tu destino,
Ni otra corona que el agreste pino
A tu terrible majestad conviene.
La palma, y mirto, y delicada rosa,
Muelle placer inspiren y ocio blando
En frívolo jardín: a ti la suerte
Guardó más digno objeto, más sublime.
El alma libre, generosa, fuerte,
Viene, te ve, se asombra,
El mezquino deleite menosprecia,
Y aun se siente elevar cuando te nombra.
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¡Omnipotente Dios! En otros climas
Vi monstruos execrables,
Blasfemando tu nombre sacrosanto,
Sembrar error y fanatismo impío,
Los campos inundar en sangre y llanto,
De hermanos atizar la infanda guerra,
Y desolar frenéticos la tierra.
Vilos, y el pecho se inflamó a su vista
En grave indignación. Por otra parte
Vi mentidos filósofos, que osaban
Escrutar tus misterios, ultrajarte,
Y de impiedad al lamentable abismo
A los míseros hombres arrastraban.
Por eso te buscó mi débil mente
En la sublime soledad: ahora
Entera se abre a ti; tu mano siente
En esta inmensidad que me circunda,
Y tu profunda voz hiere mi seno
De este raudal en el eterno trueno.
¡Asombroso torrente!
¡Cómo tu vista el ánimo enajena,
Y de terror y admiración me llena!
¿Dó tu origen está? ¿Quién fertiliza
Por tantos siglos tu inexhausta fuente?
¿Qué poderosa mano
Hace que al recibirte
No rebose en la tierra el Oceano?
Abrió el Señor su mano omnipotente;
Cubrió tu faz de nubes agitadas,
Dio su voz a tus aguas despeñadas,
Y ornó con su arco tu terrible frente.
¡Ciego, profundo, infatigable corres,
Como el torrente oscuro de los siglos
En insondable eternidad...! ¡Al hombre
Huyen así las ilusiones gratas,
Los florecientes días,
Y despierta al dolor...! ¡Ay! agostada
Yace mi juventud; mi faz, marchita;
Y la profunda pena que me agita
Ruga mi frente, de dolor nublada.
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Unidad II
Nunca tanto sentí como este día
Mi soledad y mísero abandono
y lamentable desamor... ¿Podría
En edad borrascosa
Sin amor ser feliz? ¡Oh! ¡si una hermosa
Mi cariño fijase,
Y de este abismo al borde turbulento
Mi vago pensamiento
Y ardiente admiración acompañase!
¡Cómo gozara, viéndola cubrirse
De leve palidez, y ser más bella
En su dulce terror, y sonreírse
Al sostenerla mis amantes brazos...!
¡Delirios de virtud...! ¡Ay! ¡Desterrado,
Sin patria, sin amores,
Sólo miro ante mí llanto y dolores!
¡Niágara poderoso!
¡Adiós! ¡adiós! Dentro de pocos años
Ya devorado habrá la tumba fría
A tu débil cantor. ¡Duren mis versos
Cual tu gloria inmortal! ¡Pueda piadoso
Viéndote algún viajero,
Dar un suspiro a la memoria mía!
Y al abismarse Febo en occidente,
Feliz yo vuele do el Señor me llama,
Y al escuchar los ecos de mi fama,
Alce en las nubes la radiosa frente99.
El poema, lleno de imágenes fuertes, feroces, ya indica el sentimiento del Romanticismo, al contrario 
de la perfección y cierto comedimiento de la estética neoclásica.
7 LAS INDEPENDENCIAS Y LA CONSTRUCCIÓN DE LA NACIÓN
En 1807 Napoleón Bonaparte invade España, que ya venía viviendo una política convulsionada 
a causa de disputas por el trono, y convierte a su hermano, José I, en el rey. También Portugal 
es ocupado enseguida, provocando la huída de la familia real portuguesa hacia Brasil, con la 
instalación de la corte en Río de Janeiro en 1808. Estos hechos históricos fueron fundamentales 
para el paso decisivo en la historia de los países latinoamericanos: la independencia.
99 HEREDIA, José María. “Niágara”. Disponible en: <http://mith2.umd.edu/eada/html/display.php?docs=heredia_
niagara.xml>. Accedido el: 30 sep. 2016. 
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La maniobra de la corte portuguesa le garantizó la manutención del Imperio con el cambio de 
su sede de Lisboa a Río de Janeiro. Ya el caso hispánico fue diferente: con la caída del rey español, 
reemplazado por el hermano de Napoleón, las colonias se sienten faltas de un poder legítimo en la 
metrópolis. En otras palabras, los hispanoamericanos – como de resto los españoles – no reconocen la 
autoridad real de José I y, si los españoles empiezan una guerra de independencia contra la dominación 
napoleónica, con el vacío de poder, los hispanoamericanos marchan rumbo a la salida más natural en 
aquel momento: la constitución de gobiernos locales independientes. Para entender mejor ese proceso, 
algunas observaciones se hacen necesarias. Vamos a ellas.
En primer lugar, la Independencia Hispanoamericana no llega desde luego por la actuación indirecta 
de Napoleón Bonaparte simplemente. Ya había en América, como hemos visto, una conciencia cultural 
local, si no nacional. Los acontecimientos políticos en Europa sólo le dan a las antiguas colonias 
hispanoamericanas la oportunidad de la emancipación, influenciadas que estaban por el Iluminismo, el 
liberalismo político, la Revolución Francesa y la Independencia Norteamericana.
En segundo lugar, debemos tener conciencia de que, aunque frecuentemente tratadas como un 
proceso único, las Independencias Hispanoamericanas presentan importantes diferencias de región a 
región, de colonia a colonia. En México y Perú, los primeros y más importantes centros del poder español 
en América, el sentimiento de fidelidad al poder de la metrópolis era más fuerte que, por ejemplo, en 
Argentina, histórica y geográficamente más distante y marginal dentro del Imperio Español. Así, la 
independencia que llegade manera más tranquila, casi naturalmente en esta, encuentra resistencias 
mucho más fuertes en aquellos.
Para tratar el proceso de construcción política y cultural de las nuevas naciones hispanoamericanas, 
tomaremos aquí el caso de Argentina – y colateralmente el de las provincias del antiguo Virreinato del 
Río de la Plata. No debemos perder la perspectiva, sin embargo, de que procesos análogos – aunque con 
las consabidas diferencias regionales – ocurren en toda Hispanoamérica.
7.1 La identidad nacional
Como hemos dicho, trataremos a partir de ahora el caso de la independencia y de la formación 
cultural de Argentina en el siglo XIX. El país consigue una especie de independencia “de hecho” ya en 
1810 – a causa del vacío de poder en la metrópolis española, las provincias del Plata pasan a gobernarse 
autónomamente –, aunque el país sólo se declare oficialmente como nación independiente en 1816.
El primer problema que encuentran las antiguas colonias tras la independencia es cómo organizarse 
geográfica y políticamente. El Virreinato del Río de la Plata, por ejemplo, comprendía varias regiones: el 
Alto Perú – actual Bolivia –, el Paraguay, el Uruguay y las actuales provincias argentinas – con excepción 
de la región patagónica, administrativamente subordinada a la Capitanía General de Chile, Virreinato del 
Perú, pero en la práctica no habitada por europeos, es decir, territorio indígena virtualmente intocado. 
¿Cómo seguirían después de la independencia? ¿Formarían un país único basado en las fronteras del 
antiguo virreinato? Pronto la realidad política, económica y cultural comprobaría que las antiguas 
divisiones coloniales no servirían para las jóvenes naciones hispanoamericanas.
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Bolivia, por su independencia económica a causa de las minas de plata de Potosí y por su 
identidad cultural andina más cercana a la peruana que a la argentina, y Paraguay, por su economía 
también autónoma y por ser Asunción un centro urbano no subordinado a Buenos Aires, pronto 
forman naciones separadas y autónomas. Uruguay sería por muchos años motivo de disputa entre 
Argentina y el Imperio Portugués, primero; después, con el Brasileño,– recuerden que Uruguay 
ya fue una provincia brasileña con el nombre de Provincia Cisplatina. La “solución” de la disputa 
fue la creación de la República Oriental del Uruguay, independiente de los dos vecinos gigantes y 
poderosos. Las provincias restantes pasaron a formar entonces la República Argentina, no sin los 
conflictos que veremos más adelante.
7.1.1 El romanticismo
El romanticismo, como sabemos, es un movimiento estético nacido en Europa y trasplantado a 
América, donde ganará algunas características propias. La preponderancia del sentimiento y de la pasión 
sobre la razón, de lo popular sobre lo clásico, por ejemplo, son características comunes al romanticismo 
hispanoamericano y el europeo. La valoración del sentimiento nacional, por otro lado, no es igual en los 
dos lados del Atlántico.
El romanticismo alemán, por ejemplo, tenía entre sus características el nacionalismo por ser aquel 
momento el de formación de la nación, el de la unificación nacional – el estado-nación alemán moderno 
se forma en la guerra franco-prusiana en 1871. Portugal y España ya se habían unificado y constituido 
como estados-naciones más de tres siglos antes y, por eso, el nacionalismo no ha sido una característica 
destacada en sus artistas románticos.
Los países latinoamericanos, sin embargo, habían conseguido sus independencias recientemente y 
estaban creando sus identidades nacionales, pero la base principal de sus culturas y de sus influencias 
culturales eran todavía las antiguas metrópolis, es decir, la literatura brasileña seguía las corrientes de la 
portuguesa, la hispanoamericana seguía la española.
Con eso, las obras románticas latinoamericanas carecían de originalidad cuando seguían con 
mucha reverencia los modelos de las antiguas metrópolis y ganaban interés y relieve cuando 
se insertaban en un proyecto de formación cultural de las naciones que recién habían nacido. 
Un buen ejemplo brasileño es José de Alencar: más que preocupado con la elaboración estética 
revolucionaria de una novela, el escritor buscó describir la sociedad brasileña naciente – en sus 
novelas “urbanas”, como Senhora o Luciola – y crear para el pueblo brasileño un origen mítico – 
en las novelas “indígenas”, como O guarani o Iracema. Otros trataron de la formación del pueblo 
brasileño a través de la figura del indígena – I-Juca Pirama, de Gonçalves Dias – o del negro – O 
navio negreiro, de Castro Alves.
En Argentina, como dice el crítico Dámaso Martínez: “En este período – y en todo el siglo XIX – la 
literatura y el arte no se conciben en el Río de la Plata de otra forma que subordinadas a una dinámica 
social y política (…)”100. Así, el gran escritor romántico argentino es Esteban Echeverría (Buenos Aires, 
100 ECHEVERRÍA, Esteban. La cautiva / El matadero – Prólogo y notas de Carlos Dámaso Martínez. Buenos Aires: 
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1805 – Montevideo, 1851), figura también destacada en la política rioplatense y autor de dos obras 
claves del período: el poema La cautiva y el cuento El matadero.
La cautiva es un poema narrativo en verso, dividido en nueve partes y un epílogo que trae un 
sinnúmero de características típicas del Romanticismo, como la mujer idealizada, el héroe idealista y 
la pasión sin frenos. El escenario, por otro lado, es típicamente argentino, con las praderas inhóspitas y 
pobladas de indígenas salvajes. Diferentemente de la caracterización del indígena idealizado – con alma 
y modales de caballero europeo – de algunas obras de la literatura brasileña, en La cautiva el indígena 
representa la naturaleza que tiene que ser conquistada y sometida, como vemos en el fragmento abajo:
¿Quién es? ¿Qué insensata turba
con su alarido perturba,
las calladas soledades
de Dios, do las tempestades
sólo se oyen resonar?
¿Qué humana planta orgullosa
se atreve a hollar el desierto
cuando todo en él reposa?
¿Quién viene seguro puerto
en sus yermos a buscar?
¡Oíd! Ya se acerca el bando
de salvajes atronando
todo el campo convecino.
¡Mirad! Como torbellino
hiende el espacio veloz.
El fiero ímpetu no enfrena
del bruto que arroja espuma;
vaga al viento su melena
y con ligereza suma
pasa en ademán atroz.
¿Dónde va? ¿De dónde viene?
¿De qué su gozo proviene?
¿Por qué grita, corre, vuela,
clavando al bruto la espuela,
sin mirar alrededor?
¡Ved que las puntas ufanas
de sus lanzas, por despojos,
llevan cabezas humanas,
cuyos inflamados ojos
respiran aún furor!
Losada, 2000. p. 14.
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Unidad II
Así el bárbaro hace ultraje
al indomable coraje
que abatió su alevosía;
y su rencor todavía
mira, con torpe placer,
las cabezas que cortaron
sus inhumanos cuchillos,
exclamando: – “Ya pagaron
del cristiano los caudillos
el feudo a nuestro poder101-102.
Con esta caracterización de europeos – heroicos e ideales – e indígenas – salvajes y bárbaros, aunque se 
les reconozca ciertas cualidades, como la bravura en las batallas – se va formando el ideal de civilización para 
Echeverría: una nación “europeizada” que ocupa un lugar singular en la geografía – y, por consiguiente, en la 
historia – mundial. La cautiva, como muchas obras románticas de diversas literaturas, busca la creación de una 
epopeya fundadora nacional y carga en sí los ideales de nación del que la escribe.
 RecuerdaEpopeya es un poema narrativo extenso que relata hechos heroicos 
realizados por personajes históricos, legendarios o por un pueblo.
Por fin, para que esos ideales tengan alcance y penetración entre la gente, se busca también un 
acercamiento al gusto popular, en este caso con el uso de la métrica popular de los octosílabos – esta 
métrica varía en el desarrollo del largo poema, aunque se trate de no perder en ningún instante el tono 
popular, rehusándose los versos de métrica clásica:
Y no lejos de la turba,
que charla ufana y hambrienta,
atado entre cuatro lanzas,
como víctima en reserva,
noble espíritu valiente
mira vacilar su estrella;
al paso que su infortunio,
sin esperanza, lamentan,
rememorando su hogar,
los infantes y las hembras.
Arden ya en medio del campo
cuatro extendidas hogueras,
101 El feudo a nuestro poder: quiere decir que pagaron tributo.
102 Id., ibid., p. 127-128.
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cuyas vivas llamaradas
irradiando, colorean
el tenebroso recinto
donde la chusma hormiguea.
En torno al fuego sentados
unos lo atizan y ceban;
otros la jugosa carne
al rescoldo o llama tuestan;
aquél come, éste destriza.
Más allá alguno degüella
con afilado cuchillo
la yegua al lazo sujeta,
y a la boca de la herida,
por donde ronca y resuella,
y a borbollones arroja
la caliente sangre fuera,
en pie, trémula y convulsa,
dos o tres indios se pegan
como sedientos vampiros,
sorben, chupan, saborean
la sangre, haciendo murmullo,
y de sangre se rellenan.
Baja el pescuezo, vacila,
y se desploma la yegua
con aplausos de las indias
que a descuartizarla empiezan.
Arden en medio del campo,
con viva luz las hogueras;
sopla el viento de la pampa
y el humo y las chispas vuelan.
A la charla interrumpida,
cuando el hambre está repleta,
sigue el cordial regocijo,
el beberaje y la gresca,
que apetecen los varones,
y las mujeres detestan.
El licor espirituoso
en grandes bacías echan;
y, tendidos de barriga
en derredor, la cabeza
meten sedientos, y apuran
el apetecido néctar,
que, bien pronto los convierte
en abominables fieras.
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Unidad II
Cuando algún indio, medio ebrio,
tenaz metiendo la lengua
sigue en la preciosa fuente,
y beber también no deja
a los que aguijan furiosos,
otro viene, de las piernas
lo agarra, tira y arrastra
y en lugar suyo se espeta.
Así bebe, ríe, canta,
y al regocijo sin rienda
se da la tribu: aquel ebrio
se levanta, bambolea,
a plomo cae, y gruñendo
como animal se revuelca.
Este chilla, algunos lloran,
y otros a beber empiezan.
De la chusma toda al cabo
la embriaguez se enseñorea
y hace andar en remolino
sus delirantes cabezas.
Entonces empieza el bullicio,
y la algazara tremenda,
el infernal alarido
y las voces lastimeras,
mientras sin alivio lloran
las cautivas miserables,
y los ternezuelos niños,
al ver llorar a sus madres.
Las hogueras entretanto
en la obscuridad flamean,
y a los pintados semblantes
y a las largas cabelleras
de aquellos indios beodos,
da su vislumbre siniestra
colorido tan extraño,
traza tan horrible y fea,
que parecen del abismo
précita, inmunda ralea,
entregada al torpe gozo
de la sabática fiesta103.
103 Id., ibid., p. 130-134.
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Nuevamente puedes ver cómo Echeverría describe a los indígenas a través de las palabras “turba”, 
“chusma”, “vampiros”, “abominables fieras”, “animal”, “beodos” (borrachos), “inmunda ralea”… Desde 
luego, el sentido de “nación” no pasa por reconocer a los indígenas como parte de ella. Algo distinto 
verás en la obra de José Hernández.
7.1.1.1 Una nación literaria: Martín Fierro y la poesía gauchesca
La generación romántica argentina luchó contra la dictadura de Rosas usando la literatura y el 
discurso intelectual. Es verdad, sin embargo, que los caudillos tenían una gran base de apoyo popular, 
especialmente entre los más pobres y la población del campo. Al campesino, que vivía prácticamente 
aislado con su familia cuidando el ganado – vacas y ovejas especialmente – se lo llamó gaucho, tipo 
también común en Uruguay e incluso en Brasil – los “gaúchos” del Rio Grande do Sul. Si para algunos 
intelectuales como Sarmiento el gaucho era como un símbolo de la barbarie que se debería combatir en 
nombre de la civilización – de matriz europea – también hubo una literatura que lo retrataba sin el tono 
acusatorio: la literatura gauchesca.
Se considera como primer escritor de la literatura gauchesca a Bartolomé Hidalgo (1788-1822), 
quien exalta al gaucho como combatiente en las guerras de independencia. Lo sigue Hilario Ascasubi 
(1807-1875), que toma el personaje del gaucho para retratar las luchas políticas entre unitarios y 
federales. Parcial, Ascasubi transforma al gaucho unitario en héroe contra el mal representado por el 
federalismo. Con Fausto (1866), de Estanislao del Campo (1834-1880), el gaucho asume un tono 
gracioso y lo gauchesco de la obra no va mucho más allá del lenguaje y del vocabulario presuntamente 
usado por el hombre del campo que le narra a un amigo una obra que vio en el teatro. La obra maestra 
del género no llega hasta la publicación de Martín Fierro por José Hernández (Partido de San Martín, 
Provincia de Buenos Aires, 1834 – Belgrano, Buenos Aires, 1886).
Hernández publica su Martín Fierro en dos partes: El gaucho Martín Fierro, en 1872 y La vuelta 
de Martín Fierro, en 1879. Su gran obra es el prototipo de la poesía gauchesca. El largo poema 
de casi 5.000 versos cuenta la historia del gaucho Martín Fierro, que es llevado a la fuerza a la 
frontera sur del territorio habitado por los blancos en Argentina para luchar contra los indios (y 
así “poblar la nación”, uno de los proyectos de Sarmiento y otros). Inconformado con las pésimas 
condiciones del front, decide desertar y volver a su casa, pero al llegar no ve más que ruinas: ya 
no están su mujer ni sus hijos:
Volvía al cabo de tres años
de tanto sufrir al ñudo
resertor104, pobre y desnudo,
a procurar suerte nueva;
y lo mesmo105 que el peludo
enderesé pa mi cueva.
104 Resertor: desertor.
105 Mesmo: mismo.
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No hallé ni rastro del rancho:
¡solo estaba la tapera!
¡Por Cristo si aquello era
pa enlutar el corazón!
¡Yo juré en esa ocasión
ser más malo que una fiera!
¡Quien no sentirá lo mesmo
cuando ansí106 padece tanto!
Puedo asigurar107 que el llanto
como una mujer largué:
¡Ay, mi Dios: si me quedé
más triste que Jueves Santo!
Sólo se oiban108 los aullidos
de un gato que se salvó;
el pobre se guareció
cerca, en una vizcachera:
venía como si supiera
que estaba de güelta109 yo.
Al dirme110 dejé la hacienda
que era todito mi haber;
pronto debíamos volver,
sigún111 el Juez prometía,
y hasta entonces cuidaría
de los bienes la mujer.
......................................
Después me contó un vecino
que el campo se lo pidieron;
la hacienda se la vendieron
pa pagar arrendamientos,
y qué sé yo cuantos cuentos;
pero todo lo fundieron,
106 Ansí: así
107 Asigurar: asegurar.
108 Oiban: oían.
109 Güelta: vuelta.
110 Dirme: irme.
111 Sigún: según.
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Los pobrecitos muchachos,
entre tantas afliciones,
se conchabaronde piones;
mas ¡qué ivan112 a trabajar,
si eran como los pichones113
sin acabar de emplumar!
Por ay andarán sufriendo
de nuestra suerte el rigor:
me han contado que el mayor
nunca dejaba a su hermano;
puede ser que algún cristiano
los recoja por favor.
¡Y la pobre mi mujer,
Dios sabe cuánto sufrió!
Me dicen que se voló
con no sé qué gavilán:
sin duda a buscar el pan
que no podía darle yo.
No es raro que a uno le falte
lo que a algún otro le sobre:
si no le quedó ni un cobre,
sinó de hijos un enjambre,
¿qué más iba a hacer la pobre
para no morirse de hambre?
¡Tal vez no te vuelva a ver,
prenda de mi corazón!
Dios te dé su protección
ya que no me la dio a mí.
Y a mis hijos dende114 aquí
les hecho mi bendición.
Como hijitos de la cuna
Andarán por ay sin madre;
ya se quedaron sin padre,
y ansí la suerte los deja
112 Ivan: iban.
113 Pichones: pollos de paloma casera.
114 Dende: desde.
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Unidad II
sin naides115 que los proteja
y sin perro que les ladre.
Los pobrecitos tal vez
no tengan ande abrigarse,
ni ramada ande ganarse,
ni rincón ande meterse,
ni camisa que ponerse,
ni poncho con que taparse.
Tal vez los verán sufrir
sin tenerles compasión;
puede que alguna ocasión,
aunque los vean tiritando,
los echen de algún jogón116
pa que no estén estorbando.
Y al verse ansina117 espantaos
como se espanta a los perros,
irán los hijos de Fierro,
con la cola entre las piernas,
a buscar almas más tiernas
o esconderse en algún cerro.
Mas también en este juego
voy a pedir mi volada:
a naides le debo nada,
ni pido cuartel ni doy,
y ninguno dende hoy
ha de llevarme en la armada.
Yo he sido manso primero,
y seré gaucho matrero
en mi triste circunstancia:
aunque es mi mal tan projundo118,
nací y me he criao119 en estancia,
pero ya conozco el mundo120.
115 Naides: nadie.
116 Jogón: fogón.
117 Ansina: así, de esa forma.
118 Projundo: profundo.
119 Criao: criado.
120 HERNÁNDEZ, José. Martín Fierro. Madrid: Cátedra, 2001, p. 146-149.
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A partir de ese momento se vuelve “gaucho malo”: siempre metido con la bebida y con las peleas 
acaba matando a un negro, es perseguido por la policía y es un marginado de la sociedad. En un 
enfrentamiento con la policía, conoce al sargento Cruz, que acaba por simpatizar con el sufrimiento del 
gaucho, se junta a él y parten los dos a cruzar la frontera y vivir entre los indígenas. Esta es la historia 
de la primera parte del poema.
La segunda parte, La vuelta de Martín Fierro, nos muestra la vida de Fierro y Cruz entre los indígenas, 
la muerte de Cruz, la soledad de Martín Fierro y su regreso a la civilización, donde se reencontrará con 
sus hijos y tratará de vivir nuevamente integrado a la sociedad.
El lenguaje de la obra reproduce el lenguaje del gaucho – aunque el propio Hernández fuera un 
hombre de la ciudad –, como podemos ver en los versos que empiezan el poema, en los cuales Martín 
Fierro se presenta:
Aquí me pongo a cantar
al compás de la vigüela121,
que el hombre que lo desvela
una pena estrordinaria122
como la ave solitaria123
con el cantar se consuela.
Pido a los Santos del Cielo
Que ayuden mi pensamiento;
Les pido en este momento
Que voy a cantar mi historia
Me refresquen la memoria
Y aclaren mi entendimiento.
Vengan Santos milagrosos,
Vengan todos en mi ayuda,
Que la lengua se me añuda
Y se me turba la vista;
Pido a Dios que me asista
En una ocasión tan ruda.
Yo he visto muchos cantores,
Con famas bien obtenidas,
Y que después de adquiridas
No las quieren sustentar:
Parece que sin largar
121 Vigüela: viola (por guitarra).
122 Estrordinaria: extraordinaria.
123 La ave solitaria: el ave solitaria.
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Se cansaron en partidas.
Mas ande124 otro criollo pasa
Martín fierro ha de pasar,
Nada lo hace recular125
Ni las fantasmas lo espantan;
Y dende que todos cantan
Yo también quiero cantar.
Cantando me he de morir
Cantando me han de enterrar,
Y cantando he de llegar
Al pie del eterno padre:
Dende el vientre de mi madre
Vine a este mundo a cantar.
Que no se trabe mi lengua
Ni me falte la palabra:
El cantar mi gloria labra
Y poniéndome a cantar,
Cantando me han de encontrar
Aunque la tierra se abra126.
Sin embargo, más importante que reproducir el lenguaje del gaucho, el gran mérito de Hernández 
es darle voz a sus sentimientos, sus angustias y sus problemas. La obra hace una defensa del gaucho 
y de su medio de vida, contrariando la tesis de Sarmiento de que el estilo de vida gauchesco, viviendo 
en la soledad de los campos, estimularía y correspondería a la barbarie que debe ser combatida por 
la civilización europea. Hernández le da la palabra al gaucho para que este presente su versión de los 
hechos, según el propio Martín Fierro, “males que conocen todos, pero que naides contó”127:
Y atiendan la relación
Que hace un gaucho perseguido,
Que padre y marido ha sido
Empeñoso y diligente,
Y sin embargo la gente
Lo tiene por un bandido.
Ninguno me hable de penas,
Porque yo penado vivo,
124 Ande: donde.
125 Recular: retroceder.
126 Id., ibid., p. 111-112.
127 Id., ibid., p. 190.
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Y naides se muestre altivo
Aunque en el estribo esté:
Que suele quedarse a pie
El gaucho más alvertido128.
(…)
Estaba el gaucho en su pago
Con toda siguridá129,
Pero aura... !barbaridá130!,
La cosa anda tan fruncida,
Que gasta el pobre la vida
En juir131 de la autoridá132.
(…)
Ansí133 empezaron mis males
Lo mesmo134 que los de tantos;
Si gustan... en otros cantos
Les diré lo que he sufrido:
Después que uno está... perdido
No lo salvan ni los santos135.
Como en este apartado tratamos de la formación de las identidades nacionales de las naciones 
hispanoamericanas, podemos ver que en el caso de la Argentina, la identidad que se forma tiene la 
tendencia a basarse siempre en las dicotomías: civilización y barbarie; cultura europea y cultura gauchesca; 
Buenos Aires y el Interior. Otras naciones tendrán sus propios procesos de formación de identidad, con 
sus luchas, sus ideas, sus intelectuales, su literatura. Nos queda, no obstante, la constatación de que, 
luego de las independencias, el siglo XIX verá en toda Latinoamérica un proceso de consolidación: las 
provincias independientes se vuelven naciones, el pueblo se reconoce en las naciones y la cultura nace 
de esos procesos.
128 Alvertido: advertido.
129 Siguridá: seguridad.
130 Barbaridá: barbaridad.
131 Juir: huir.
132 Autoridá: autoridad.
133 Ansí: así.
134 Mesmo: mismo.
135 Id., ibid., p. 114-121.
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7.2 El Modernismo y Rubén Darío
Muy lejos del Río de la Plata, en Centroamérica nace un escritor que hará de su obra (y de su 
vida) un marco del cosmopolitismo, una literatura que no parece atenta a las cuestiones nacionales, 
hispanoamericanas, o mismo contemporáneas. Su nombre: Rubén Darío (Metapa, Nicaragua, 1867 – 
León, Nicaragua, 1916).
Como hemos podido ver al estudiar la Poesía Española, Darío es el creador y principal nombre del 
Modernismo hispánico y su forma de crear y de ver la literatura realiza la hazaña de influir en la 
LiteraturaEspañola, hasta entonces la principal matriz de las ideas culturales de Hispanoamérica.
 Recuerda
Modernismo hispánico = Parnasianismo y Simbolismo brasileños.
A partir de influencias de otras literaturas europeas – especialmente la francesa –, el escritor 
nicaragüense propone una nueva forma de hacer poesía en lengua española, abandonando los modelos 
clásicos a la vez que deja también de lado las formas tradicionales de la poesía hispánica. Su idea es crear 
una literatura libre, que sólo obedezca a la inspiración y a las ideas del poeta. En sus propias palabras:
¿Y la cuestión métrica? ¿Y el ritmo?
Como cada palabra tiene un alma, hay en cada verso, además de la armonía verbal, una melodía 
ideal. La música es sólo de la idea, muchas veces136.
La idea de Darío para la literatura – y para la poesía más especialmente – es que ella vive por sí: el 
arte tiene función en lo bello, no en lo social. Lo que busca el poeta centroamericano es que el escritor 
se profesionalice y no sea una simple faz secundaria del político. Por eso, su poesía sufre algunas veces la 
acusación de ser alienada, de no reflejar la realidad hispanoamericana, como cuando el poeta ambienta 
sus poemas en escenarios lejanos en el tiempo y en el espacio, como en el clásico “Era un aire suave…”, 
que leemos a continuación:
Era un aire suave, de pausados giros;
el hada Harmonía rimaba sus vuelos,
e iban frases vagas y tenues suspiros
entre los sollozos de los violoncelos.
Sobre la terraza, junto a los ramajes,
diríase un trémolo de liras eolias
cuando acariciaban los sedosos trajes
sobre el tallo erguidas las blancas magnolias.
136 DARÍO, Rubén. “Palabras liminares”. Poesía. Caracas: Fundación Biblioteca Ayacucho, 1985. p. 180.
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La marquesa Eulalia risas y desvíos
daba a un tiempo mismo para dos rivales,
el vizconde rubio de los desafíos
y el abate joven de los madrigales.
Cerca, coronado con hojas de viña,
reía en su máscara Término barbudo,
y, como un efebo que fuese una niña,
mostraba una Diana su mármol desnudo.
Y bajo un boscaje del amor palestra,
sobre rico zócalo al modo de Jonia,
con un candelabro prendido en la diestra
volaba el Mercurio de Juan de Bolonia.
La orquesta perlaba sus mágicas notas,
un coro de sones alados se oía;
galantes pavanas, fugaces gavotas
cantaban los dulces violines de Hungría.
Al oír las quejas de sus caballeros
ríe, ríe, ríe la divina Eulalia,
pues son su tesoro las flechas de Eros,
el cinto de Cipria, la rueca de Onfalia.
¡Ay de quien sus mieles y frases recoja!
¡Ay de quien del canto de su amor se fíe!
Con sus ojos lindos y su boca roja,
la divina Eulalia ríe, ríe, ríe.
Tiene azules ojos, es maligna y bella;
cuando mira vierte viva luz extraña:
se asoma a sus húmedas pupilas de estrella
el alma del rubio cristal de Champaña.
Es noche de fiesta, y el baile de trajes
ostenta su gloria de triunfos mundanos.
La divina Eulalia, vestida de encajes,
una flor destroza con sus tersas manos.
El teclado harmónico de su risa fina
a la alegre música de un pájaro iguala,
con los staccati de una bailarina
y las locas fugas de una colegiala.
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¡Amoroso pájaro que trinos exhala
bajo el ala a veces ocultando el pico;
que desdenes rudos lanza bajo el ala,
bajo el ala aleve del leve abanico!
Cuando a medianoche sus notas arranque
y en arpegios áureos gima Filomela,
y el ebúrneo cisne, sobre el quieto estanque
como blanca góndola imprima su estela,
la marquesa alegre llegará al boscaje,
boscaje que cubre la amable glorieta,
donde han de estrecharla los brazos de un paje,
que siendo su paje será su poeta.
Al compás de un canto de artista de Italia
que en la brisa errante la orquesta deslíe,
junto a los rivales la divina Eulalia
la divina Eulalia, ríe, ríe, ríe.
¿Fue acaso en el tiempo del rey Luis de Francia,
sol con corte de astros, en campos de azur?
¿Cuándo los alcázares llenó de fragancia
la regia y pomposa rosa Pompadour?
¿Fue cuando la bella su falda cogía
con dedos de ninfa, bailando el minué,
y de los compases el ritmo seguía
sobre el tacón rojo, lindo y leve el pie?
¿O cuando pastoras de floridos valles
ornaban con cintas sus albos corderos,
y oían, divinas Tirsis de Versalles,
las declaraciones de sus caballeros?
¿Fue en ese buen tiempo de duques pastores,
de amantes princesas y tiernos galanes,
cuando entre sonrisas y perlas y flores
iban las casacas de los chambelanes?
¿Fue acaso en el Norte o en el Mediodía?
Yo el tiempo y el día y el país ignoro,
pero sé que Eulalia ríe todavía,
¡y es cruel y eterna su risa de oro!137
137 Id. Antología poética. Buenos Aires: Losada, 1998, p. 57-59.
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LITERATURAS DA LÍNGUA ESPANHOLA - POESIA
En el poema podemos ver el escenario de un baile grandioso, probablemente en la corte de 
Luis XIV de Francia, en el cual una marquesa, Eulalia, es cortejada por dos galanes: el vizconde y 
el abate. Tras provocarlos y dirigirles miradas a ambos, acaba por entregarse furtivamente en los 
brazos de un paje.
Aunque el propio yo lírico sugiera la corte del Rey Sol como escenario del poema, al mismo tiempo 
dice que ignora el tiempo y el lugar de la historia, como si en realidad no le importara. Y de verdad que 
no importa mucho, si leemos el poema como alegoría de la creación poética: Eulalia (nombre de origen 
griego que significa “el habla buena”) es la poesía que se insinúa entre los aspirantes a poeta. Por más 
que se esfuercen, la poesía es “una dama caprichosa” que sólo se entrega a algunos.
De todos modos, aunque para Rubén Darío lo esencial de la poesía es que no tiene tiempo ni lugar, 
para sus detractores su literatura no trata de América, de sus temas y de sus problemas. Y eso que el 
escritor nicaragüense vivió en su juventud en El Salvador, se mudó a Chile con 21 años, viajó por varios 
países centroamericanos (Nicaragua, Honduras, Guatemala, El Salvador) como corresponsal del periódico 
argentino La Nación, estuvo en Cuba, España, Panamá y Costa Rica, vivió cinco años en Argentina, se 
dividió entre España y Francia ya como poeta consagrado y visitó muchos países, entre ellos México, 
Uruguay y Brasil.
Con una formación poética adquirida entre tantos viajes por tantas partes de América, acusarle a 
Darío de no ser “tan hispanoamericano como debería” llega a ser un disparate. La verdad es que en una 
lectura atenta de su obra encontramos, entre marquesas, duques, princesitas y ambientes afrancesados, 
también una preocupación por el pensar en Hispanoamérica, como en el poema “A Roosevelt”, del cual 
presentamos dos fragmentos:
¡Es con voz de la Biblia, o verso de Walt Whitman,
que habría que llegar hasta ti, Cazador!
Primitivo y moderno, sencillo y complicado,
con un algo de Washington y cuatro de Nemrod.
Eres los Estados Unidos,
eres el futuro invasor
de la América ingenua que tiene sangre indígena,
que aún reza a Jesucristo y aún habla en español.
(…)
Tened cuidado. ¡Vive la América española!
Hay mil cachorros sueltos del León Español.
Se necesitaría, Roosevelt, ser por Dios mismo,
el Riflero terrible y el fuerte Cazador,
para poder tenernos en vuestras férreas garras138.
138 Id., ibid., p. 119-120.
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Unidad II
En este poema Darío manifiesta la preocupación latinoamericana por la influencia de los Estados 
Unidos, representados