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Etica En Los Negocios-páginas-115

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la ética y El Entorno natural 239
tratar de hacer una auditoría social (un informe de los costos y beneficios sociales por las 
actividades de la empresa). Quienes defienden que una corporación debe medir y reportar 
los impactos sociales de sus actividades se han visto forzados a “reconocer que la meta de 
medir todos los impactos de todas las acciones sobre todas las condiciones y todos los pú-
blicos, con el uso de técnicas y unidades estándar, excede considerablemente las capacida-
des actuales, y que los compromisos y modificaciones son inevitables”.131 Como resultado 
de esta incapacidad para medir los beneficios, las llamadas auditorías sociales suelen ser 
sólo descripciones cualitativas de los que la empresa hace. Sin medidas cuantitativas defi-
nidas de los beneficios derivados de sus intentos de reducir la contaminación, una empresa 
no tiene forma de saber si sus esfuerzos son efectivos en términos de costos desde el punto 
de vista social.
Estas dificultades de medición presentan problemas técnicos importantes para los 
enfoques utilitarios de la contaminación. Además, el uso del análisis de costo-beneficio 
utilitario algunas veces se basa en suposiciones que son incongruentes con los derechos 
morales de las personas. Los defensores de este análisis utilitario suponen a veces que los 
beneficios de cierta tecnología o de algún proceso de manufactura a todas luces sobrepa-
san sus costos, y que entonces está moralmente permitido imponer los procesos en los 
ciudadanos sin su consentimiento. Por ejemplo, un informe reciente del gobierno hace las 
siguientes recomendaciones:
En tanto que los problemas nucleares incluyen cada vez más aspectos altamente 
emocionales, como lo evidencian los estados que han indicado que no están dis-
puestos a permitir desechos nucleares dentro de sus fronteras, tal vez sea imposi-
ble obtener el apoyo público y político necesario para que un estado dado acepte 
desechos nucleares. En último caso, si no es posible obtener la aprobación del 
estado de lugares de depósito dentro de un tiempo establecido, es posible que el 
gobierno federal haga obligatoria la selección. Mientras que esa acción no sería 
sencilla, sería necesaria si ha de resolverse el problema de los desechos en un 
tiempo razonable.132
Sin embargo, las recomendaciones de este tipo parecen violar el derecho moral bá-
sico que fundamenta las sociedades demócratas: las personas tienen un derecho moral a 
ser tratadas sólo como han aceptado de antemano ser tratadas (véase el capítulo 2, segunda 
sección). Si las personas no han dado su consentimiento para soportar los costos de una 
tecnología (e indican esta voluntad, por ejemplo, mediante su legislación local, audiencias o 
encuestas de opinión), entonces su derecho moral de dar su consentimiento se viola cuando 
se les imponen estos costos de todas maneras. Usar sólo los análisis de costo-beneficio para 
determinar si debe adoptarse una nueva tecnología o un proceso de manufactura ignora la 
cuestión de si los costos implicados son aceptados voluntariamente por quienes deben pa-
garlos o si fueron impuestos de manera unilateral por otros violando sus derechos.
Cabe destacar que aunque el derecho de consentir parece implicar que las decisiones 
concernientes al control de la contaminación siempre deben dejarse en manos de los ciuda-
danos comunes, esta implicación no es necesariamente correcta. Las personas pueden dar 
su consentimiento informado para un proyecto riesgoso sólo si tienen una comprensión 
adecuada del proyecto y sus riesgos. No obstante, la tecnología contemporánea suele ser 
tan compleja que aun los expertos están en desacuerdo cuando se estiman y evalúan los 
riesgos que ésta podría tener (por ejemplo, los científicos discrepan mucho acerca de la 
seguridad de usar energía nuclear). Por eso, quizá sea imposible que los ciudadanos comu-
nes comprendan y evalúen los riesgos que cierta tecnología contaminante les impondrá. 
Entonces, en principio sería imposible que den su consentimiento informado.
En vista de todos los problemas que surgen por los enfoques de mercados o los análisis 
de costo-beneficio para la contaminación, tal vez otros enfoques sean más adecuados. En 
particular, parece que las prohibiciones absolutas de la contaminación, todavía incorpo-
radas en muchas leyes federales, y la teoría de derechos en la que se basan, al menos en 
auditoría social un 
informe de los costos y los 
beneficios sociales de las 
actividades de la empresa.
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240 Los nEgocios y sus inTERcAmbios ExTERnos: EcoLogíA y consumidoREs
la actualidad, son un enfoque más adecuado para los aspectos de contaminación que el 
utilitarismo. De otra manera, sugieren algunos escritores, cuando es imposible evaluar los 
riesgos de manera confiable, es mejor elegir sólo los proyectos que no representan riesgos 
de daños irreversibles. Por ejemplo, si existe una probabilidad de que la contaminación 
de cierta tecnología tenga consecuencias catastróficas que continuarán asediándonos para 
siempre, entonces debe rechazarse la tecnología en favor de otras que no cierren nues-
tras opciones de manera permanente. Otros sugieren que cuando no es posible evaluar 
los riesgos, debemos, con toda justicia, identificar quiénes son más vulnerables y quiénes 
tendrían que soportar los costos más altos si las cosas salen mal, y luego dar los pasos nece-
sarios para asegurar que estén protegidos. Por ejemplo, las generaciones futuras y los niños 
deben protegerse contra nuestras decisiones de contaminar. Por último, otros sugieren que 
cuando resulta imposible medir los riesgos, el único procedimiento racional es primero 
suponer que ocurrirá lo peor y luego elegir la opción que nos afectará menos cuando las 
cosas salgan mal (esta regla se conoce como regla maximin de la teoría de probabilidad). No 
está claro qué enfoque, si lo hay, debe adoptarse cuando falla el análisis de costo-beneficio 
utilitario.
Ecología social, ecofeminismo y las demandas de cuidado
Las dificultades inherentes a los enfoques de costo-beneficio y de los derechos para los 
problemas éticos que surgen por la degradación ambiental han llevado a muchos a buscar 
enfoques alternativos. Se ha argumentado, de hecho, que las teorías de costo-beneficio y 
las basadas en los derechos incluyen un tipo de pensamiento calculador y racionalista que 
es responsable de las crisis ambientales. El pensamiento costo-beneficio supone que la na-
turaleza debe medirse y usarse de manera eficiente, mientras que las teorías basadas en los 
derechos conciben a los seres humanos y otras entidades en términos individuales e igno-
ran sus relaciones con el resto de la naturaleza. Estas formas de pensamiento, se ha dicho, 
están estrechamente ligadas con el tipo de sociedad en la que vivimos.
Muchos pensadores han afirmado que las crisis ambientales que enfrentamos tienen 
sus raíces en los sistemas sociales de jerarquía y dominio que caracterizan a nuestra socie-
dad. Este punto de vista, ahora conocido como ecología social, sostiene que mientras no 
cambien los patrones de jerarquía y dominio, será imposible controlar las crisis ambien-
tales. En un sistema de jerarquía, un grupo tiene el poder sobre otro y los miembros del 
grupo superior dominan a los del grupo inferior y hacen que sirvan a sus fines. Los ejem-
plos de sistemas jerárquicos incluyen las prácticas sociales como el racismo, el sexismo y las 
clases sociales, lo mismo que las instituciones sociales de derechos de propiedad, el capita-
lismo, la burocracia y los mecanismos de gobierno. Esos sistemas de jerarquías y dominio 
van de la mano con la destrucción ambiental que tiene lugar en nuestro entorno y con las 
formas económicas de manejar el ambiente. Murray Bookchin, el defensor más reconocido 
de este punto de vista, escribió:
Debemos observar las formas culturales de dominio que existen en la familia, 
entre generaciones, sexos, razas y grupos étnicos, en todas las instituciones de ad-
ministraciónpolítica, económica y social y, de manera muy significativa, la forma 
en que experimentamos la realidad como un todo, incluyendo la naturaleza y las 
formas de vida no humanas.133
Los sistemas de jerarquía y dominio, sugiere Bookchin, facilitan la generación de una 
mentalidad cultural amplia que promueve el dominio en muchas formas, incluyendo el 
domino de la naturaleza. El éxito se identifica como dominio y control: cuanto mayor 
sea el número de individuos que trabajan para una persona, mayor es la riqueza, poder y 
estatus de esta última, y mayor es el éxito que se le reconoce. El éxito también se identifica 
ecología social Las crisis 
ambientales que enfrenta-
mos tienen sus raíces en 
los sistemas sociales de 
jerarquía y dominio que 
caracterizan a nuestra 
sociedad.
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