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SWEETER THAN HATE A DARKER THAN LOVE PRECUELA 0.5 NOTA Los autores (as) y editoriales también están en Wattpad. Las editoriales y ciertas autoras tienen demandados a usuarios que suben sus libros, ya que Wattpad es una página para subir tus propias historias. Al subir libros de un autor, se toma como plagio. Algunas autoras ya han descubierto los foros que traducen sus libros ya que algunos lectores los suben al Wattpad, y piden en sus páginas de Facebook y grupos de fans las direcciones de los blogs de descarga, grupos y foros. ¡No subas nuestras traducciones a Wattpad! Es un gran problema que están enfrentando y contra el que luchan todos los foros de traducción. Más libros saldrán si no se invierte tiempo en este problema. Igualmente por favor, no subas capturas de los PDF a las redes sociales y etiquetes a las autoras, no vayas a sus páginas a pedir la traducción de un libro cuando ninguna editorial lo ha hecho, no vayas a sus grupos y comentes que leíste sus libros, ni subas capturas de las portadas de la traducción, recuerda que estas tienen el logo del foro o del grupo que hizo la traducción. No continúes con ello, de lo contrario: ¡Te quedaras sin Wattpad, sin foros de traducción y sin sitios de descarga! STAFF SINOPSIS No debería haber escuchado las cosas que oí. No debería haber atraído su atención. Ahora siento su mirada como un toque. Visceralmente. Por supuesto. El asesino ruso me tiene en la mira y sólo hay una salida. Su cama. Menos mal que me atrae el peligro. ÍNDICE Prólogo Parte I 1 Mina 2 Yan 3 Mina 4 Yan 5 Mina Parte II 6 Yan 7 Mina 8 Mina 9 Mina 10 Yan 11 Mina 12 Yan 13 Mina PRÓLOGO 30 KILÓMETROS A LAS AFUERAS DE BUDAPEST, 23 AÑOS ANTES —Mami. —La niña tira de la manga de su madre desde el asiento trasero—. Mami, ¿me das una galleta? Está aburrida y hambrienta. Está oscureciendo y todo lo que puede ver por la ventana del coche son árboles y nieve. Están tomando la ruta panorámica, dijo papá, una ruta bonita. Pero es una ruta más larga y ella no la encuentra tan bonita. Preferiría que tomaran el tren a la casa de la abuela Hanna como siempre. —No querida, cenaremos pronto. —Su madre se da la vuelta en el asiento del pasajero para mirarla. Las esquinas de sus ojos azules se arrugan con una cálida sonrisa, su pelo rubio ondeando suavemente alrededor de su cara mientras dice—. Sólo espera un poco más, ¿de acuerdo? —Bien. —La niña suspira y mira por la ventana. Árboles, nieve y más árboles. La cinta negra del asfalto serpenteando a través del bosque. Todo es aburrido, aburrido, aburrido, pero es una buena niña y sabe que no debe quejarse. Las comidas adecuadas son importantes. Escuchar a los padres es importante. Y si su madre dice que pronto habrá una cena, ella confía en que así será. Ella se encuentra medio dormida cuando su padre de repente pisa el freno, las malas palabras que sólo ha oído en la televisión salen de su boca. Su pequeño cuerpo se mueve hacia adelante, mantenido en su lugar sólo por el cinturón de seguridad que la corta cuando el coche se detiene. —¡Ay! —Se frota la frente donde golpeó el duro cojín del asiento trasero—. ¡Papi, eso dolió! —Calla, Mina. —La voz de su padre es extrañamente tensa mientras mira fijamente al frente—. Sólo cállate, ¿de acuerdo, cariño? Parpadeando, la niña baja la mano y sigue su mirada. Dos hombres están parados frente al auto. ¿De dónde han salido? ¿Estaban parados en la carretera de esa manera? ¿Por eso papi frenó tan fuerte? Un hombre se acerca y golpea la ventana del conductor con algo duro y puntiagudo. El estómago de ella cae como un pájaro y de repente siente frío y mareos. Porque la cosa dura y puntiaguda es una pistola y el otro hombre, el que está delante del coche, también está apuntando con un arma al parabrisas. Ambas armas son negras y de aspecto peligroso, como las que se muestran en las películas, no azules brillantes como la pistola de juguete que papá le regaló para jugar a soldados y cautivos con los chicos del barrio. Es muy buena en ese tipo de juegos, rápida y fuerte a pesar de su pequeña estatura. Puede vencer a todos los chicos, pero no tiene su pistola azul con ella. Y estos no son chicos. Puede oír la respiración de su padre. Es rápida e irregular mientras presiona el botón para bajar la ventana. El desconocido se inclina y su madre se ahoga en un sollozo mientras él presiona la espantosa pistola negra en la sien de su padre. —Salga. —La voz del desconocido es baja y mezquina—. Necesitamos el maldito auto. —P-por favor. —La voz de su madre es fina y alta, tan temblorosa como su respiración—. Por favor, no hagas esto. T-Tenemos una hija. Los ojos del desconocido se dirigen a la chica del asiento trasero, su mirada fría y cruel la atraviesa como un cuchillo antes de volver a prestarle atención a su padre. —He dicho que te vayas a la mierda. —Vale, vale. Sólo un segundo. —Su padre parece estar sin aliento cuando se quita el cinturón de seguridad—. Vamos, cariño. Vamos... vamos. Abre la puerta y el hombre lo saca del coche, causando que se desparrame en el asfalto. Llorando audiblemente, la madre de la niña sale del coche por su cuenta y abre la puerta trasera, alcanzando el cinturón de seguridad de su hija. La niña también está llorando. Nunca ha estado tan asustada. Está helado afuera y el viento helado la muerde mientras su madre la saca y luego vuelve a tomar su abrigo. No entiende lo que está pasando, por qué estos hombres malos pueden hacer esto. Por qué papá no tiene un arma propia para poder detenerlos. Si tuviera la suya, lo intentaría, aunque sea azul brillante y no parezca peligrosa. El otro hombre, el que está delante del coche, viene hacia ellos. De cerca, es aún más aterrador que su compañero, su cara sin afeitar y sus ojos saltados llenos de una especie de locura. —Deja de hacer el tonto —sisea, su mirada rebotando de su compañero a la llorona madre de la chica, que le pone el abrigo con manos temblorosas y al padre de la chica, que corre alrededor del coche hacia su esposa e hija—. Tenemos que irnos. El hombre de ojos fríos se pone al volante. —Entonces vamos. Sube. —Cierra la puerta de golpe. La mirada del hombre aterrador se dirige a él y luego otra vez a los padres de la niña, que están ahora frente a ella, protegiéndola con sus cuerpos. —Por favor. —La voz de su padre tiembla cuando empuja a la niña más lejos detrás de él—. Por favor, ahora tienes el auto. Por favor, váyanse. No lo contaremos, lo juro. Sólo... váyanse. El hombre aterrador sonríe, la locura en sus ojos brilla más. —Lo siento, no se permiten testigos. —Y levanta el arma. ¡Pop! ¡Pop! Los disparos rozan las orejas de la chica como un golpe. Aturdida, tropieza con sus padres desmoronados delante de ella, un olor agudo y ardiente llena el aire, mezclándose con algo cobrizo y metálico. —¿Qué mierda? —El otro hombre saca la cabeza por la ventana—. ¡Ese no era el plan! —Espera —dice el asesino, apuntando a la niña, pero ella ya está corriendo. Puede que sea pequeña pero es rápida, tan rápida que corre detrás de los árboles antes que suene el próximo disparo. Detrás de ella, puede oír a los secuestradores discutiendo, pero sigue corriendo, su corazón latiendo como las alas de un colibrí. No se adentra mucho en el bosque. En su lugar, encuentra un grupo de raíces sobre el suelo y se esconde allí, mientras se dice a sí misma que es sólo un juego al que está jugando. Las lágrimas que se congelan en su rostro y los temblores que sacuden su pequeño cuerpo contradicen esa historia, pero ella las ignora. Es fuerte y rápida. Puede vencer a todos los chicos.Incluso a los adultos con pistolas negras y espantosas que le hacen doler los oídos. ¿Y qué pasa si tiene hambre y tanto frío que apenas puede sentir la nariz y los dedos de los pies? Va a esperar a que los hombres malos se vayan y luego volverá a buscar a sus padres. Y ellos la abrazarán y le dirán lo buena que es. Luego todos irán a cenar. Así que ella espera y espera, temblando en el abrigo que su madre le puso. Cuando sale de su escondite, está completamente oscuro, sólo la luna llena le ilumina el camino y tiene miedo que algo le salte de los árboles: Un lobo, un oso o un monstruo. A los seis años, todavía es lo suficientemente joven para creer en monstruos del tipo no humano. Ahogando su miedo, vuelve sobre sus pasos, como lo haría en un juego de soldados y cautivos. El coche y los hombres malos se han ido, pero sus padres están allí, tumbados al lado de la carretera de la misma manera que cuando cayeron. Su madre de lado, con el pelo rubio cubriéndole la cara y su padre de espaldas, con la cara vuelta hacia el otro lado. El corazón de la niña se salta un latido y luego empieza a correr tan rápido que le duele. Se siente mareada otra vez y con frío. Pero no son su nariz, sus manos o dedos de los pies los que se están congelando ahora; es algo muy profundo dentro de ella. Temblando, se arrodilla junto a su madre y la tira de la manga. —Mami. Mami, por favor. Vámonos. No hay respuesta, y cuando mira su mano, ve una mancha roja en sus dedos. Y en sus vaqueros. Está arrodillada en un charco de sangre. Su estómago se revuelve y siente que podría vomitar. Poniéndose a cuatro patas, se topa con el lado de su padre. —¡Papi! —Ella le toma la mano y la aprieta con todas sus fuerzas—. ¡Papi, despierta! Pero tampoco responde. La mano de él está rígida y helada en su mano, y cuando vuelve la cara de él hacia ella, sus ojos están abiertos, como si estuviera mirando la luna llena. Sólo que no hay expresión en sus ojos. Están en blanco, sin ver. Y en medio de su frente hay un agujero. Temblando por todas partes, la niña se pone de pie. Ya no siente hambre, pero tiene frío. Mucho, mucho frío. Es como si la nieve estuviera dentro de ella, llenando su estómago y su pecho. Se siente bien en cierto modo, adormecida. El doloroso aleteo de su corazón, como un colibrí, parece calmarse, bordeado por la frialdad que llena sus pulmones con cada respiración que hace. La niña no sabe cuánto tiempo está parada ahí, mirando los cadáveres de sus padres. Todo lo que sabe es que para cuando se da la vuelta y empieza a caminar, ya no hay más dolor o miedo dentro de ella. Su corazón es nieve y hielo. PARTE I 1 MINA BUDAPEST, 15 MESES ANTES Una ola de mareos me envuelve y la bandeja que llevo se tambalea en mis manos, causando que las botellas de cerveza se caigan, derramando el líquido espumoso. Maldita sea. ¿Cuándo va a terminar esto? Apretando los dientes, me inclino en una rodilla detrás de la columna y coloco la bandeja en el suelo pegajoso, simulando que me ato los cordones de mis Doc Martens mientras espero que el mareo pase y mis manos dejen de temblar. Pasan treinta segundos, luego un minuto y mis estúpidas manos siguen temblando. Maldiciendo en voz baja, limpio la cerveza derramada con un trapo. Eso es todo lo que puedo hacer. Sin embargo, levantar la bandeja en sí misma me supera. Sólo pesa un par de kilos, pero estoy tan débil que bien podría ser un centenar. Y esto es sólo el comienzo de mi turno. No tengo ni idea de cómo voy a durar hasta que el bar cierre esta noche. Tal vez Hanna tenía razón. Tal vez esto es demasiado pronto y debería... —Meter un tiro a ese hijo de puta justo en la cabeza. —Las palabras habladas en ruso con una voz masculina ronca, me sacuden como un disparo. Instintivamente, me congelo en el lugar, mi entrenamiento militar se pone en marcha mientras escudriño mis alrededores, buscando la amenaza. Allí. A las dos en punto, una mesa redonda detrás de la columna, en la sección de Ella. La columna esconde la mayor parte de la mesa de mi vista, pero puedo decir que hay dos hombres sentados allí. —Un disparo, eso es todo lo que tenemos, dijo Sokolov —continúa hablando—. Y como es probable que el objetivo lleve una bata... —Lo sé —interrumpe el otro hombre, su voz profunda y suave a pesar de la insinuación de molestia en su tono—. Apuntar a la cabeza. Un escalofrío corre por mis venas. No lo entendí mal. Estos son unos profesionales discutiendo un próximo golpe y yo estoy escondida justo ahí, a menos de dos metros de ellos. La misma columna que les bloquea del público, me está ocultando y lo ha hecho durante los últimos minutos, razón por la que están hablando con tanta libertad. Aunque el bar está bastante lleno, están en una especie de rincón, protegidos por la columna y con el nivel de ruido en la habitación, nadie en las otras mesas puede oírlos. Pero yo sí puedo. Y si me levanto de donde estoy agachada, se darán cuenta y puede que no salga de aquí con vida. Hace un año, no habría parpadeado dos veces, confiada en mi capacidad de manejar lo que se me presente. Pero en mi estado actual, no soy rival para una rata agresiva, mucho menos para dos hombres que se especializan en matar. Hombres que son tan peligrosos como yo. Rápidamente, evalúo mis opciones. Puedo quedarme aquí y esperar que nadie me vea hasta que los rusos se vayan, pero lo más probable es que Ella aparezca buscándome en cualquier momento. La otra alternativa, a la que me inclino, es levantarme y fingir una total ignorancia. Después de todo, puedo hacerles creer que no hablo ruso lo suficientemente bien como para entender lo que dijeron. Es muy probable, de hecho, ya que la mayoría de los húngaros de mi generación aprenden inglés en la escuela. Sí, eso es. Voy a hacerme la tonta. Y para hacerlo, tengo que exponerme en lugar de esperar a que me expongan. La subida de adrenalina mantiene mis manos firmes. Levanto la bandeja y me pongo de pie, murmurando maldiciones en húngaro. Porque eso es lo que una camarera inocente e ignorante haría si derramara cerveza por toda la bandeja y no tuviera ni idea que estaba a punto de ser atrapada por dos asesinos. —Mina, ¿estás bien? —Ella pregunta, pasando con su propia bandeja de bebidas; y yo le doy una sonrisa tranquilizadora. —Sí, sólo estoy un poco torpe hoy. —No miro a propósito en dirección a la mesa, pero puedo sentir los ojos de los hombres sobre mí cuando paso por detrás de la columna y vuelvo a la barra para cambiar las botellas de cerveza. Mientras camino, mi corazón martilla en mi pecho y un chorro de sudor frío corre por mi columna vertebral. Puedo sentir sus miradas siguiéndome, pero mantengo la sonrisa en mi cara mientras me balanceo detrás de la barra, tiró las botellas en el basurero de reciclaje y empiezo a limpiar la bandeja. ¿Ves? Sólo estoy haciendo mi trabajo. Eso es lo que espero que digan mis acciones casuales. Soy una camarera inocente, eso es todo. Cuando mi bandeja está limpia, la cargo con más botellas y me la llevo a mi sección, evitando mirar en dirección a la columna. Mi pulso está demasiado rápido, pero la expresión de mi cara es brillante y alegre, como corresponde a alguien que trabaja por las propinas. Pasan 15 minutos. Veinte. Después de media hora, me arriesgo a echar un vistazo detrás de la columna mientras reparto cócteles a un grupo de universitarias. Mierda. Los dos hombres siguen ahí, y siguen mirándome. Rápidamente miro hacia otro lado, pero no antes de registrar su apariencia. Uno es enorme, alto y ancho, como un linebacker1 de fútbol americano. Su cabeza está afeitada y su cráneo está decorado con tatuajes, enfatizando sus fuertesy casi brutales rasgos. Está vestido casualmente, con un par de vaqueros y una sudadera negra con capucha sobre una camiseta oscura. El otro es de la misma altura pero de contextura más delgada y lleva un elegante par de pantalones de vestir con una camisa blanca abotonada, como si 1 Un linebacker es una posición de juego en el fútbol americano acabara de llegar de una reunión de negocios o una entrevista. Su pelo es marrón oscuro, pero sus ojos son claros y llamativos, aunque no puedo decir el color exacto desde esta distancia. En general, todo en el hombre delgado es llamativo, desde las fuertes y cinceladas líneas de su oscuro y guapo rostro hasta el poder y la seguridad en sí mismo que se evidencia en su engañosa pose indolente. Instintivamente, sé que es a él a quien debo temer. Él es el que decidirá si llego a casa con vida. Para mi sorpresa, mi corazón se acelera y un sentimiento cálido de calor florece entre mis piernas mientras me imagino luchando con él. Mi cuerpo claramente no recibió el memorándum del peligro, algo que siempre me ha atraído, es algo malo para mí en este momento. Peor aún, mi cerebro parece interpretar los efectos de la adrenalina como excitación sexual... como atracción hacia el hombre que probablemente esté considerando si necesita cortarme la garganta o no. Esto no es bueno. No es bueno en absoluto. Puedo sentir su mirada siguiéndome mientras me muevo por mi trabajo. El otro hombre también me está mirando, pero es la mirada del peligroso extraño la que siento más visceralmente, como si ya me estuviera tocando. La electricidad patina sobre mi piel, y más calor inunda mi núcleo mientras me imagino que él realmente me está tocando y no con el filo de su cuchilla. Joder. No tengo ni idea de por qué mi libido ha elegido este momento para salir de su prolongada hibernación, pero no me gusta. Sexo, especialmente con un asesino ruso, es lo último que necesito. Otra ola de mareos me golpea y esta vez casi lo agradezco. Mi excitación se desvanece, reemplazada por la débil náusea que a menudo acompaña a estos episodios de extrema debilidad. Arrastrando la respiración, me concentro en mantenerme erguida y no dejar caer la bandeja que llevo. No puedo permitirme el lujo de ceder al impulso de descansar, o de actuar de cualquier manera que agudice las sospechas de los rusos. Tengo que parecer una camarera ordinaria haciendo su trabajo, nada más. El mareo pasa después de unos momentos y continúo con mi turno, resistiendo la tentación de mirar a la mesa de los hombres y ver si el peligroso desconocido sigue mirándome. Una hora más tarde, finalmente me permito otra mirada. Los dos hombres se han ido y un grupo de chicas están sentadas allí en su lugar, riéndose y pasando su largo pelo sobre sus delgados hombros. Son tan inofensivas como pueden ser y el nudo de tensión dentro de mí ligeramente se alivia. Tal vez los rusos creyeron mi acto inocente y nunca los volveré a ver. Debería estar aliviada y lo estoy, pero también hay una decepción ilógica mezclada. Por muy inapropiada que fuera mi atracción por el peligroso desconocido, fue la primera vez en años que siento algo, y sentir algo es mejor que no sentir nada. Oh, bueno. Él y su compañero se han ido y eso es lo mejor. Ahora puedo concentrarme en mi trabajo sin la tentación de mirarle fijamente. A medida que avanza la noche, continúo con mi turno, luchando contra las olas de mareos y el creciente agotamiento y para cuando se van los últimos clientes, estoy al borde del colapso. —Dame, déjame. —Ella me quita los vasos sucios de mis manos inestables y se los dejo. Si se me caen, es más trabajo para todos. Finalmente, todo está hecho y todavía estoy de alguna manera en posición vertical. Con las últimas gotas de mis fuerzas me acerco a la habitación de atrás, me pongo mi chaqueta gruesa de invierno y salgo a trompicones al callejón helado de fuera, con la mente nublada por el cansancio. Estoy tan cansada que casi me olvido de los dos rusos y cuando oigo los pasos, ya es demasiado tarde. Están sobre mí. 2 YAN Agarro a la chica mientras Ilya vigila la salida del bar, asegurándose que nadie me vea arrastrar a mi cautiva a un callejón más pequeño al lado del bar. A pesar de la voluminosa chaqueta que envuelve su pequeña figura, es increíblemente ligera, como si sus huesos estuvieran hechos de aire. Manteniendo una mano sobre su boca la arrastro con mi brazo libre, es una hazaña fácil ya que apenas se resiste. Un gatito asustado habría sido más difícil de reprimir. El lugar donde nos alojamos está a sólo un par de manzanas de aquí, así que nos dirigimos directamente allí, manteniéndonos en las sombras para evitar ser vistos por uno o dos turistas borrachos que todavía tropiezan por las calles poco iluminadas. Es arriesgado retenerla así, como dos delincuentes, no queremos llamar la atención pero la alternativa era seguirla a su casa y quién sabe qué o quién podría haber estado allí. Podría haber tenido un novio esperando por ella en su cama. Una sensación desconocida me hace pensar en algo oscuro y feo. No lo entiendo, como tampoco entiendo completamente por qué estoy haciendo esto. La amenaza que representa la chica es mínima. Incluso si nos escuchó y entendió lo que estábamos hablando no importa, ya que se supone que saldremos de Budapest mañana. En el peor de los casos, tendríamos que haber renunciado a dormir y acelerar nuestra salida para evitar a las autoridades. Pero no. En vez de olvidarnos de la chica, le dije a Ilya que teníamos que tenerla con nosotros hasta mañana por la mañana en caso que decidiera contar lo que había oído, y mi hermano aceptó de buena gana... probablemente por la misma razón que yo, no podía dejar de ver a la chica durante dos horas seguidas. Porque ella es la cosita más sexy que hemos encontrado. Al principio no lo creía así, viendo sólo a una chica pálida y delgada vestida como una aspirante a punk rock, con su jersey de gran tamaño, sus jeans negros rasgados y sus feas botas. Pero cuanto más la observaba, más me veía incapaz de apartar la mirada. Siempre he preferido el pelo largo en las mujeres, pero sus mechones rubios platinados más cortos que los míos y peinados con púas en la parte superior de su cabeza bien formada, enfatizaban la delicada belleza de sus rasgos elfos; de una manera que no tendría un corte más femenino, llamando la atención sobre sus ojos azules con gruesas pestañas y sus labios suaves y anchos. Y lo que inicialmente pensé que era una figura amorfa y juvenil, resultó ser toda curvas sutiles y tentadoras insinuaciones de músculo, como si una vez hubiera sido bailarina o gimnasta. Incluso los excesivos piercings en su oreja izquierda y el pequeño tatuaje en el lado de su elegante cuello llamaron mi atención, pasando de ser desagradable a sexy una vez que me di cuenta que los asquerosos adornos sólo resaltaban la cremosidad de su piel translúcida. Sin embargo, lo que más me cautivó fue la forma en que se movía por la barra, con una confianza tranquila y una deliberación fluida que desmintió su supuesta torpeza de antes, cuando salió de su escondite detrás de la columna con la cerveza derramada por toda su bandeja. Me pregunté brevemente si nos había espiado a propósito, pero concluí que era poco probable. Si hubiera tenido alguna idea de quiénes somos, el bar habría estado lleno de la Interpol. Aún así, su repentina aparición nos inquietó a Ilya y a mí como para prestarle atención y cuanto más la vigilábamos, más la queríamos los dos. Pude ver la misma lujuria que sentía pintada en la cara de mi hermano. Normalmente, no me habríamolestado. Por alguna razón Ilya y yo nos sentimos a menudo atraídos por las mismas mujeres y como ninguno de los dos es celoso, no nos importa compartir con el otro y en ocasiones, satisfacer la fantasía de la mujer de un ménage à trois2 con gemelos. No nos parecemos mucho, pero somos genéticamente idénticos. Sin embargo, esta vez, la idea de que mi hermano se acerque a esta chica me hace querer romperle la mandíbula gruesa de esteroides. Sé lo que está pensando, que una vez que la tengamos en nuestra casa, la calmaremos y haremos todo lo posible para seducirla juntos. Pero se equivoca. No la va a tocar esta noche. La bonita camarera es mía y sólo mía. 2 ménage à trois: Un acuerdo en el que tres personas (como una pareja casada y un amante de un miembro de la pareja) tienen una relación sexual o romántica, especialmente mientras viven juntas. 2: un encuentro sexual que involucra a tres personas: trío. Me gusta cómo se siente contra mí, toda pequeña e indefensa mientras la levanto más alto y la llevo por las escaleras que nos lleva a nuestro apartamento del segundo piso. Su aroma, algo dulce como la madreselva y fresco como el limón, traspasan mis fosas nasales y mi polla se endurece cuando la oscura anticipación inunda mis venas. Siempre he disfrutado de las mujeres altas, encontrándolas más adecuadas en la cama, pero algo en la pequeñez de esta chica me atrae a un nivel profundamente primitivo. Puedo hacer lo que quiera con ella y las cosas que quiero hacer son oscuras y retorcidas, tan malas como secuestrarla en primer lugar. —Ya puedes dejarla en el suelo —dice Ilya, entrando por la puerta detrás de mí y girando la cerradura—. Ella no se va a ir a ningún lado. A regañadientes la suelto y ella inmediatamente tropieza de nuevo, poniendo tanta distancia entre nosotros como el estrecho pasillo de este apartamento de mierda lo permite. Está claramente aterrorizada, sus ojos azules abiertos y su cuerpo temblando mientras presiona su espalda contra la pared. Sin embargo, también hay un brillo peculiar en su mirada, algo que no parece encajar en la situación. Algo casi como curiosidad. —No vamos a hacerte daño —le dice Ilya en húngaro—. No tienes que tener miedo, Malyshka3. Te trajimos aquí porque queremos hablar. Me quedo en silencio, dejando que él haga todo lo que sea necesario para tranquilizarla. Él es mejor en esto, no es que hagamos una práctica de secuestrar a las mujeres que nos atraen. 3 Malyshka: Nena, bebe. Ella es la primera, de hecho. Su mirada revolotea entre nosotros y veo el momento exacto en que decide que Ilya es más digno de confianza, una conclusión a la que casi todo el mundo llega, a pesar del cuerpo músculoso e intimidatorio de mi hermano y todos esos tatuajes. De alguna manera, la gente puede sentir eso de nosotros. Pueden decir cuál de los dos aún tiene humanidad. —No lo entiendo —le dice a Ilya, con su voz asustada—. ¿Quién eres tú? ¿Qué quieres de mí? Sus palabras, su postura, su tono, todo ello grita el tipo de miedo que cualquier mujer sentiría cuando dos extraños la raptaran de la calle, pero sigo percibiendo esa peculiar vibración de ella. Sin embargo, la curiosidad no es la palabra adecuada. ¿Emoción, tal vez? Intrigado, me acerco y ella se encoge... una reacción apropiada. Pero sigo sin creérmelo. Hay algo casi... calculado en ello, como si ella se estuviera haciendo pasar por asustada. Doy otro paso adelante, hasta que me acerco más a su pequeña estructura. Colocando la palma de mi mano en la pared junto a su cabeza, me inclino atrapándola efectivamente con mi cuerpo. —¿Cómo te llamas? —Con la otra mano le doy un suave empujón en la barbilla, que tiembla con un dramatismo apropiado, como si estuviera a punto de llorar. —M-mina. —La palabra sale en un tartamudeo sin aliento, temeroso y puedo sentir a mi hermano tenso detrás de mí. No le gusta esto; se supone que debemos calmarla, no aterrorizarla por su ingenio. Claramente no ve lo que yo veo. Piensa que la chica es alguien normal. Ignorándolo, me concentro en el bonito misterio que tengo delante. —Bien Mina —murmuro, acariciando la delicada línea de su mandíbula. Su piel es suave, aún más suave de lo que imaginé, haciéndome preguntarme cómo se sentirá más abajo, debajo de esa chaqueta gruesa y ese gran suéter—. Esto es lo que va a pasar esta noche. ¿Me estás escuchando? Un parpadeo aterrorizado, un pequeño y brusco asentimiento. Qué buena actriz. Lástima que siempre he tenido un sexto sentido para lo que hay debajo de la superficie y con esta chica, el miedo no lo es. No todo, al menos. —Vamos a pasar la noche aquí los tres —continúo, mirándola de cerca mientras dejo caer mi mano en su hombro, apretándola ligeramente a través de su chaqueta. Me doy cuenta que el tatuaje en el lado izquierdo de su cuello es un colibrí, pequeño pero con un detalle exquisito—. Tenemos algunas cervezas y aperitivos en la nevera, algo de música en nuestros teléfonos. Una pequeña fiesta en casa para celebrar el final de tu turno. ¿Qué me dices? ¿Cómo suena eso? Las lágrimas llenan sus grandes ojos azules. —Por favor. Sólo quiero ir a casa. Estoy... estoy muy, muy cansada. Frunzo el ceño. Las lágrimas también son parte del acto, estoy seguro, pero de cerca puedo ver la gruesa capa de maquillaje bajo sus ojos, para ocultar las oscuras sombras impresas en su piel cremosa. No miente sobre la parte de cansada; en todo caso parece que no ha dormido en días. Joder. Tenía muchas ganas de follarmela. Estoy bastante seguro que al menos parte de lo que estoy sintiendo de ella es atracción, el mismo tipo de oscura y potente atracción que siento hacia ella. Si está tan cansada, sin embargo, puede que no esté lista para la diversión y yo no fuerzo a las mujeres. Una mano pesada se posa en mi hombro, tirando de mí antes de que pueda decir algo. —Si estás cansada, puedes dormir aquí en el sofá —dice mi hermano, casi me empuja a un lado para pararse frente a ella—. Sólo necesitamos que te quedes hasta la mañana, ¿de acuerdo? Apenas me resisto a la necesidad de empujarlo de vuelta, como lo hacía cuando éramos niños. En ese entonces, peleábamos todo el tiempo, con las narices ensangrentadas y los labios partidos como nuestros compañeros constantes. Hoy en día, sin embargo, nuestras discusiones raramente se vuelven físicas, ya que con nuestras habilidades, las cosas podrían volverse rápidamente mortales. Mostramos la violencia a otros, no a nosotros mismos. Aun así, mi mano se enrosca en un puño a mi lado mientras Mina pregunta trémulamente —¿Pero por qué? ¿Qué quieres de mí? Maldito Ilyá. Quiero que ella me mire con esos ojos de falso miedo, no a él. —Puede que hayas oído algunas cosas que no debías —responde mi hermano con toda la sutileza de un elefante salvaje—. Así que sólo queremos vigilarte hasta que nos vayamos de la ciudad. —Oh. —Sus ojos se abren en asombro—. Pero yo no... no hablo ruso. —¿Es eso cierto? —No me molesto en enmascarar el escepticismo en mi tono mientras su mirada se dirige hacia mí—. ¿Ni siquiera lo suficiente para reconocer unas pocas palabras? ¿O un nombre? Específicamente, el nombre de Ilya mencionado por descuido, el del líder de nuestro equipo, Peter Sokolov, que está en todas las listas de los más buscados del mundo. Nos parpadea, la misma imagen de la inocencia. —¿Qué nombre? Mi hermano me mira incierto y yo doy un pequeño movimiento de cabeza. No es un buen juez para saber si alguien está mintiendo y lo sabe, por lo que en situaciones como ésta, siempre me hago cargo. —Matémosla ahoramismo —le digo en ruso, mirando a la chica mientras hablo—. Podemos tirar su cuerpo al río antes del amanecer. Su expresión no cambia, pero no me engaña. Ella entendió exactamente lo que dije. La mandíbula de Ilyá se aprieta y se vuelve hacia la chica. —¿Qué tal si hablamos de esto con un par de cervezas? —dice en húngaro, con un tono suave—. No te haremos daño, te lo prometo. Ella vacila, su mirada se dirige de mi hermano a mí y viceversa. Finalmente, ella da un asentimiento incierto. —Vale, supongo. ¿Pero podría tomar agua o té en su lugar, por favor? Estoy demasiado cansada para tomar alcohol. —Un té en camino —digo con un tono burlón y me dirijo a la cocina. Mi cocina es una mierda, pero el agua hirviendo está dentro de mis posibilidades. Tal vez si le meto algo de cafeína en su sistema, no se dormirá antes de que pueda convencerla que se acueste en mi cama. 3 MINA —Entonces, ¿cuánto tiempo has trabajado en el bar? —El tipo de los tatuajes de calavera, el aparentemente amable, pregunta cuando me quito la chaqueta de invierno y nos sentamos en la sala. Con su empapelado naranja al estilo soviético y sus cortinas marrones, este lugar parece no haber sido renovado desde los años ochenta, pero el sofá raído en el que estamos sentados es sorprendentemente cómodo. Tal vez acepte su oferta de dormir aquí. Eso si no me matan y tiran mi cuerpo al río antes del amanecer. Creo que mi captor estaba probando mis habilidades lingüísticas con esa propuesta, pero no puedo estar segura. —¿Mina? —me dice el hombre y me doy cuenta que me desplomé en lugar de responder a su pregunta. Ahora que parte de la adrenalina se está desvaneciendo, el agotamiento extremo ha vuelto, confundiendo mis pensamientos y ralentizando mis reacciones. No quiero nada más que estirarme en este sofá y dormirme, pero puede que no me despierte si lo hago. Los rusos podrían decidir que lo que escuché merece la muerte en lugar de mantenerme cautiva durante la noche. —He trabajado allí durante unos meses —respondo, con la voz temblorosa. Es fácil sonar aterrorizada, porque lo estoy. Estoy con dos hombres que pueden querer matarme y no estoy en condiciones de defenderme. Lo único que me da esperanza es que no lo hayan hecho ya. Podrían haberme matado fácilmente en el callejón; no necesitaban traerme aquí para eso. Por supuesto, hay otra posibilidad, una que toda mujer debe considerar. Podrían estar planeando violarme antes de matarme, en cuyo caso traerme aquí tiene mucho sentido. El pensamiento hace que mi estómago se revuelva, los viejos recuerdos amenazan con agolparse, pero debajo del miedo y el asco hay algo más oscuro, infinitamente más jodido. El breve chisporroteo de excitación que experimenté en el bar no fue nada comparado con lo que había sentido cuando el peligroso desconocido me enjauló contra la pared, acariciando mi cara con esa cruel gentileza. Mi cuerpo, el cuerpo débil y arruinado que he odiado durante el último año había cobrado vida con tal fuerza, que era como si se hubieran encendido fuegos artificiales bajo mi piel, licuando mi núcleo y quemando mis inhibiciones. ¿Fue él capaz de sentirlo? ¿Sabría él cuánto deseaba que siguiera tocándome? Creo que lo hizo y más que eso, creo que quería hacerlo. Sus ojos duros, verdes como una gema, me miraban con la intensidad oscura de un depredador, absorbiendo cada movimiento de mis pestañas, cada dificultad de mi respiración. Si hubiéramos estado solos, podría haberme besado... o matado en el acto. Es difícil de decir con él. —¿Te gusta? ¿Trabajar en el bar, quiero decir? —pregunta el hombre tatuado, atrayendo mi atención hacia él. Ahora es fácil de leer. Hay un inconfundible interés masculino en la forma en que me mira, un obvio brillo en sus ojos verdes. Espera un segundo. ¿Ojos verdes? —¿Ustedes dos son hermanos? —Le suelto y luego me maldigo en silencio. Estoy tan cansada que no pienso con claridad. Lo último que necesito es que estos dos se imaginen que estoy reuniendo información sobre ellos, o... —Lo somos. —Una sonrisa ilumina su amplio rostro, suavizando sus duros rasgos—. Gemelos, de hecho. Mierda. No necesitaba saber eso. Lo siguiente que sé, es que él me dirá su... —Soy Ilya por cierto —dice, extendiendo una gran palma hacia mí—. Y mi hermano se llama Yan. Oh, joder. Estoy tan jodida. Me van a matar. —Encantada de conocerte —digo débilmente, estrechando su mano en piloto automático. Mi agarre es tan débil como mi voz, pero está bien. Estoy haciendo de damisela en apuros y cuanto más convincente sea, mejor. Lástima que el acto sea mayormente real en estos días. Ilya me aprieta la mano con cautela, como si temiera aplastar mis huesos sin querer y la esperanza renace. No tendría tanto cuidado conmigo si estuvieran planeando violarme y matarme brutalmente, ¿verdad? Como si leyera mis pensamientos, me da otra sonrisa, una aún más amable esta vez y me dice bruscamente: —Siento lo de mi hermano, está acostumbrado a ver enemigos a la vuelta de cada esquina. Saldrás de esto ilesa, te lo prometo, Malyshka. Necesitamos mantenerte durante la noche como precaución, eso es todo. Extrañamente le creo, o al menos creo que no tiene intención de hacerme daño. El jurado aún está deliberando sobre su hermano, que elige el momento exacto para entrar, con una taza de té en una mano y dos cervezas en la otra. Mi aliento se me atrapa en la garganta mientras Yan pone las bebidas en la mesa de café delante de nosotros y se sienta entre Ilya y yo sin disculparse, metiéndose en el espacio demasiado pequeño. Instintivamente, me corro a un lado, tan lejos como el sofá lo permite, pero son sólo unos seis centímetros y mi pierna termina presionada contra la suya, el calor de su cuerpo me quema incluso a través de las capas de nuestra ropa. Se ha quitado la chaqueta de invierno de gamuza que llevaba antes y ahora está vestido como en el bar, con los elegantes pantalones de vestir y la camisa abotonada. Excepto que sus mangas están arremangadas, exponiendo antebrazos musculosos ligeramente cubiertos de pelo oscuro. Es fuerte, este despiadado captor mío. Fuerte y con un ajuste magnífico, su cuerpo es un arma mortal bajo esas ropas perfectamente ajustadas. —Té —dice en esa voz suave y profunda suya, tan diferente de los tonos más ásperos de su hermano—. A petición de la princesa. —Gracias —murmuro, alcanzando la taza. Mis manos tiemblan visiblemente, mi respiración es superficial y estoy sudando... y nada de esto es actuado. Puedo oler el olor limpio y masculino de su colonia, algo sensual y aireado, como la pimienta y el sándalo y su cercanía me perturba, haciendo que mis entrañas se amotinen con una mezcla confusa de miedo y deseo. Aunque no fuera la personificación del peligro, me atraería su buena apariencia magnética, pero sabiendo lo que sé de él; sobre lo que hace y lo que podría hacerme no puedo controlar mi respuesta indefensa hacia él. Incluso mi cansancio desaparece, dejándome nerviosa y drogada, como si hubiera bebido dos litros de expreso. Soy muy consciente de su mirada sobre mí, mientras me llevo la taza a los labios y tomo un sorbo, dándole un soplo a la temperatura caliente del agua. Intento no mirarlo, sólo concentrarme en mi té, pero no puedo evitar mirar sus manos mientras se acerca y toma una cerveza. Sus dedos son largos y masculinos, aunque sus uñas están bien arregladas, los callos en los bordes de sus pulgares contradicen la elegancia de su apariencia. Este es un hombre acostumbrado a hacer cosas con sus manos. Cosas terribles y violentas. A una mujer normal le repugnaría la idea, pero mi corazón late más rápido y un pulso doloroso comienza entre mis piernas,mi ropa interior se humedece con el calor líquido. La oscuridad en él me llama, haciéndome sentir viva de una manera que nunca antes había experimentado. Es como si mi alma reconociera el parecido, el mal en mí anhelando lo mismo en él. Ilya recoge la botella, sus manos son gruesas y ásperas, con algunos tatuajes en la parte trasera. No hay ninguna pretensión en él, ningún intento de ocultar lo que es detrás de una elegante máscara. —Por los nuevos amigos —dice, chocando su botella contra la de su hermano y luego, más suavemente, contra mi taza de té. Me arriesgo a echarle una mirada, pero en su lugar capto la dura mirada verde de Yan. Rápidamente miro hacia otro lado, pero no antes que un rubor traicionero se arrastre por mi cuello y me cubra la cara. —Por los nuevos amigos —repito, mirando fijamente a mi taza como si pudiera ver mi destino escrito en las hojas de té. No estoy segura de querer que Yan sepa el efecto que tiene en mí, aunque probablemente ya lo sepa. No estoy exactamente en la cima de mi juego esta noche. —Sí, por los nuevos amigos —murmura Yan, su gran mano aterrizando en mi rodilla para apretarla ligeramente. Sorprendida, lo miro y observo como inclina la cerveza, su fuerte garganta trabajando mientras traga. Es una visión extrañamente sensual y mis entrañas se aprietan cuando baja la botella y se encuentra con mi mirada, sus ojos oscuros e intencionados mientras la mano sobre mi rodilla se mueve un par de pulgadas por mi muslo, más cerca de donde estoy mojada y me duele. Oh, Dios. Él lo sabe. Definitivamente lo sabe. —Ilya —dice en voz baja, aun sosteniendo mi mirada—. Haznos un par de sándwiches, ¿quieres? Creo que Mina está hambrienta. —¿Lo está? —Ilya suena confundido cuando se levanta y lo veo frunciendo el ceño, específicamente en mi muslo, donde la mano de Yan descansa tan posesivamente. Lentamente la tensión impregna su gran cuerpo, sus manos se flexionan a sus lados mientras su mirada se dirige a la cara de su hermano. —No creo que tenga hambre —refunfuña, con la voz baja y dura. Sus ojos se dirigen hacia mí. —¿Tú lo estás, Mina? Trago duro, sin estar segura de cuál es la respuesta correcta. Si estoy leyendo esto bien, Yan acaba de reclamarme en una especie de exclusividad, que reforzaría si admitiera esta hambre inventada. ¿Es eso lo que quiero? ¿Expulsar al hermano que ha sido amable conmigo, para que pueda estar a solas con el hombre que propuso tirar mi cuerpo al río? —Un... un sándwich estaría bien. —Las palabras no parecen pertenecerme, sin embargo, es mi voz la que las dice incluso cuando mi cerebro se esfuerza por averiguar las implicaciones—. Eso está bien, si no es demasiado problema. La boca de Ilya se aprieta. —Bien. Veré qué tenemos en la nevera. Y se da vuelta, dejándome en el sofá con su hermano. 4 YAN Me vuelvo hacia Mina, mi corazón palpita con un oscuro triunfo. Estaba casi seguro que la había leído correctamente, pero ahora lo sé con seguridad. Ella me desea. Ella quiere esto. Sus ojos azules son cautelosos cuando tomo la taza de su mano y la dejo en la mesa de café, luego le tomo la mano y me levanto, tirando de ella hacia sus pies. Su palma es pequeña y está húmeda en mi mano, temblando ligeramente. Está realmente nerviosa, esta extraña chica que está dispuesta a dormir con un hombre que la secuestró y amenazó con matarla. —Ven conmigo. —De alguna manera, mi voz es fría y firme, incluso cuando mi sangre arde con la necesidad de poseerla, de arrojarla en el sofá y follarla aquí y ahora, la cercanía de Ilya sea condenada. —¿I-ir a dónde? En lugar de una respuesta, la conduzco a mi dormitorio, ignorando la vacilación evidente en su paso. Tirando de ella hacia la habitación, cierro la puerta detrás de nosotros y como una buena medida giro la cerradura. Luego me enfrento a ella. Su rostro pálido está enrojecido con un delicado color melocotón, sus labios se separan mientras me mira. —¿Estás... —Se humedece el labio inferior—. ¿Vas a matarme? ¿Después? Una sonrisa oscura se dibuja en mis labios. —¿Qué piensas? Ella traga. —No estoy segura. —Sin embargo, estás aquí. ¿Por qué? Ella no responde, pero su color se intensifica, respondiendo tan claramente como si hubiera dicho las palabras. Ella está aquí porque me desea. Porque también siente esta hambre. He sido duro desde el momento en que puse mi mano en su rodilla y vi sus pupilas dilatarse en respuesta, pero la necesidad que me está golpeando ahora es de naturaleza casi violenta, salvaje y descontrolada. Me gustan las cosas bonitas y ella está bastante bien, pero esto es mucho más. Nunca he querido tanto a una mujer, nunca he conocido un anhelo tan intenso. Iba a jugar con ella, para prolongar la deliciosa anticipación de este momento, pero mis manos la alcanzan por su propia voluntad, tirando de ella hacia mí mientras inclino mi cabeza y reclamo sus labios en un profundo y oscuro beso carnal. Un pequeño jadeo se le escapa de la garganta, un sonido mitad protesta mitad sorpresa, pero en lugar de empujarme, sus pequeñas manos se extienden para abrazar mi cuello, sus dedos se deslizan en mi pelo mientras me presiona con un deseo desmesurado. Sabe a té con sabor a miel, su boca es elegante y cálida mientras su lengua se enreda con la mía, sus dientes se hunden agresivamente en mi labio inferior. Cualquier autocontrol que aún posea se evapora con el más mínimo indicio de dolor. Con un gruñido bajo, la apoyo contra la cama, le saco el suéter por la cabeza y lo dejo a un lado mientras cae de espaldas sobre la manta. Debajo lleva una camiseta blanca sin sujetador, y al ver sus pezones erectos bajo el fino tejido, me bombea más sangre por la ingle. La visión se vuelve borrosa por la lujuria, me subo a la cama y me pongo a horcajadas sobre sus estrechas caderas. Su torso es delgado, casi demasiado pero sus pechos son deliciosamente redondos, sorprendentemente llenos para su pequeña complexión. Me duelen las manos al tocarlos, al moldearlos en mis palmas mientras me hundo profundamente en su cuerpo y cedo al anhelo, palmeando toscamente los suaves globos mientras me inclino para volver a besarla vorazmente. Ella responde con la misma agresión, su lengua empujando contra la mía y sus manos rasgando los botones de mi camisa. Un par de botones salen volando y los oigo patinar por el suelo, pero no me importa la destrucción de mi ropa. Mis propias manos ya están rasgando su camiseta, arrancándosela del cuerpo mientras sigo devorando su boca, incapaz de obtener suficiente del adictivo sabor a miel. El resto de nuestra ropa se desprende con frenesí, mis pantalones italianos se enredan con sus vaqueros rotos en la esquina de la cama y luego la tengo desnuda y retorciéndose debajo de mí, sus uñas rasgando mi espalda mientras llueven mordientes besos en su cuello, su clavícula, sus preciosos pechos. Su pezón tenso se mete en mi boca y yo lo chupo, deleitándome con sus jadeantes gemidos mientras mi mano recorre su cuerpo, patinando sobre su estrecha caja toráxica y su estómago plano antes de llegar a los suaves muslos y a la calurosa caída de su sexo. Ella tiene un anillo en su ombligo, lo anoto en un rincón de mi mente que aún funciona, y unas líneas de escritura tatuadas en su lado izquierdo. Quiero explorarlo todo en detalle, para ir más despacio y mirar su cuerpo elegante, recordándolo, pero la lujuria que me golpea es demasiado fuerte para ser negada. Separando sus muslos, me muevo hacia abajo, mi boca se hace agua al pensar en probar esa humedad caliente. Su coño es tan bonito como el resto de ella, rosa y suave, completamente afeitado y me sumerjo en mi festín, mi lengua lamiendo su empapada aberturaantes de subir por sus pliegues. —Oh, joder —gime, sus caderas se elevan convulsivamente cuando llego a mi objetivo y sus manos se agolpan en mi pelo, apretando con fuerza mientras chupo rítmicamente su clítoris, dejando que mis dientes le rocen en medio. Es dulce y salada, tan deliciosa como esperaba y mi polla palpita con una necesidad desesperada por estar dentro de ella, mis pelotas apretando contra mi cuerpo mientras subo el ritmo, anhelando su orgasmo tanto como yo el mío. Sus gemidos crecen en volumen, sus caderas bombeando arriba y abajo con creciente urgencia, mientras continúo y siento el momento exacto en que sucede. Con un grito, se arquea contra mí, sus ojos se cierran y todo su cuerpo tiembla, mientras la humedad del más rico sabor cubre mis labios y mi lengua. Espero un par de segundos para que sus espasmos disminuyan y luego me muevo hacia arriba, cubriéndola con mi cuerpo. —Espera —jadea, sus ojos se abren de golpe mientras acuso mi rodilla entre sus muslos, separándolos. Sus pupilas están dilatadas, su cara rosada y brillando con una pizca de sudor—. No estoy en el... no tengo... —Lo tengo —gruño, incapaz de creer que casi olvido algo tan básico. Levantándome con una mano, me meto en la maraña de ropa del rincón y saco un paquete de papel de aluminio que siempre llevo en mi cartera. Mis dientes hacen un rápido trabajo de abrirlo y enrollo el condón en mi polla antes de guiarlo a sus resbaladizos pliegues. Luego me presiono, la sangre golpeando mis sienes. 5 MINA Me tenso, mi aliento queda atrapado en mis pulmones mientras él empuja, su gruesa polla me penetra lenta pero inexorablemente. Estoy más mojada de lo que recuerdo haber estado nunca, pero incluso con mi cuerpo preparado para su posesión, ciento un estiramiento punzante. Él es grande y ha pasado demasiado tiempo para mí. Debe sentir la incomodidad que tengo porque se detiene, su mandíbula apretada y sus ojos verdes se estrechan ferozmente en mi rostro. —¿Te estoy haciendo daño? —Su voz es áspera, ronca de lujuria, sus poderosos hombros se tensan sobre mí. No hay rastro de su apariencia intimidante ahora, ni un indicio de la suave sofisticación de la voz del bar. Sin su ropa de diseñador, parece el depredador salvaje que es, su cuerpo grande y musculoso es tan letal como perfectamente proporcionado. —No, es... —Mi voz tiembla—. Estoy bien. —Es una mentira, pero no quiero que se detenga. Puede que sea retorcido, pero ahora que estamos aquí, siento que me merezco esto, tanto el dolor como el placer. Este hombre, este asesino, es mi castigo y mi recompensa, un oscuro regalo para mí misma por haber llegado tan lejos. Sus fosas nasales se ensanchan, sus ojos se estrechan más y siento que los últimos jirones de su autocontrol se desintegran. Con un sonido gutural en su garganta, me agarra las muñecas, las sujeta por encima de mi cabeza y se mete en mí, penetrándome hasta el final con un fuerte empujón. Jadeo, mi interior arde por el despiadado estiramiento, pero mi cuerpo se arquea contra él, mis piernas envuelven sus caderas para llevarlo aún más profundo. Me duele, pero debajo hay un perverso tipo de comodidad, una seguridad de que estoy aquí, que estoy viva para sentirme así. Esta vez no me deja recuperar el aliento. Sumergiendo su cabeza, reclama mis labios en otro profundo y devorador beso y comienza a moverse, el poder de sus embestidas me empuja en el colchón. Su boca es caliente y áspera, con el sabor de mi esencia y una pizca de cerveza, y me encuentro devolviéndole el beso con la misma hambre agresiva, y el dolor se transforma en un placer salvaje y primitivo. Nunca me he corrido más de una vez durante el sexo, pero mi cuerpo se tensa de nuevo, la tensión en mi núcleo crece y se aprieta más. El calor febril pulsa a través de mis venas y mi corazón se acelera como si tratara de escapar de mi pecho. La liberación que me golpea se siente como un volcán que estalla dentro de mi cuerpo, incinerando todo lo que hay dentro. Mi visión se vuelve borrosa, mis jadeos, mi respiración ensordecedoramente fuerte en mis oídos; como si cada terminación nerviosa que poseo tuviera chispas de vida. Con un grito destrozado me arqueo contra él, mis músculos internos palpitan alrededor de su polla invasora. Es demasiado, demasiado abrumador, pero de alguna manera lo sobrellevo y mientras bajo de lo alto, él gime roncamente en mi oído mientras su polla late profundamente dentro de mí en su propia liberación. DEBÍ DESMAYARME DE PURO CANSANCIO INMEDIATAMENTE después, porque todo lo que recuerdo cuando me despierto es una toalla fresca y húmeda entre mis piernas, limpiando y calmando la carne sensible. No recuerdo que se retirara de mí o que se deshiciera del condón, o incluso que me soltara las muñecas. Sin embargo, tengo un vago recuerdo de haber sido sostenida contra un gran y cálido cuerpo masculino y sentirme extrañamente tranquila y segura. Luchando contra el aturdimiento residual, me siento y miro a mi alrededor. La luz se filtra a través de las sombras pesadas así que debe ser por la mañana. Además, estoy sola. Sin embargo, puedo oír el estruendo de las voces masculinas a través de la puerta. Todavía están aquí y yo sigo siendo su cautiva. En el lado positivo, obviamente he logrado pasar la noche. Nadie me ha matado mientras dormía, lo que me da la esperanza de que tal vez mantengan su palabra y me dejen ir. En silencio, balanceo mis piernas al suelo y me pongo de pie, suprimiendo una mueca de dolor que siento en todas partes, pero especialmente entre mis muslos. También estoy un poco débil y mareada, pero eso no es nada nuevo. Me siento así la mayoría de las mañanas, aunque poco a poco va mejorando. Moviéndome tan silenciosamente como puedo, recojo mi ropa, menos la camiseta rota y me visto, luego me pongo de puntillas para apretar mi oreja contra la puerta. Las voces de afuera se están volviendo más fuertes, más enojadas. Los hermanos están discutiendo sobre algo. —No es tuya, —gruñe Ilya en ruso—. No puedes mantenerla como un gato callejero, haciendo lo que te plazca... —Jódete. —La voz de Yan es igualmente dura—. Sólo estás enojado porque me eligió anoche y no la compartí. —No te hagas ilusiones. Nunca le diste la opción de negarse. Ella probablemente pensó que era follarte o morir... Un fuerte golpe interrumpe el resto de la frase y me alejo de la puerta, con el corazón martilleando. Esto es malo, realmente malo. Si lo entendí bien, Yan planea mantenerme cautiva por más tiempo, algo a lo que su hermano se opone. Eso no sólo disminuye mis posibilidades de salir viva de esto, cuanto más tiempo esté cerca de estos asesinos, es más probable que escuche información que me implique, sino que también significa que no podré hacer mi trabajo. Mi verdadero trabajo, no como camarera que es mi tapadera. Y si la perspectiva de hacer enojar a mis clientes no fuera lo suficientemente preocupante, Ilya mencionó algo sobre querer vigilarme hasta que se vayan de la ciudad. Lo cual, considerando que los hermanos me iban a dejar ir esta mañana, debe ser hoy. ¿Significa esto que Yan quiere llevarme con él? ¿Llevarme lejos de aquí? Más sonidos de golpes, mezclados con maldiciones rusas, llegan a mis oídos. Los hermanos siguen peleando, pero a menos que uno de ellos mate al otro, es probable que paren pronto. Lo que significa que tengo que actuar ahora. Mi mirada se posa en las persianas de las ventanas y me apresuro a abrirlas. La brillante luz del sol golpea mis ojos, cegándome por un momento, pero entonces veo que estamos en el segundo piso. No es un lugar óptimo, pero es uno con el que puedo trabajar. Por suerte, la ventana es tan vieja como el resto deledificio y consiste en dos paneles de madera separados que se abren al exterior, como las puertas francesas. La cerradura del medio está oxidada y pintada, pero cuando pongo toda mi fuerza en ella, el sello de la pintura se rompe, y soy capaz de girar la cerradura y empujar los vidrios para abrirlas. El esfuerzo, aunque es menor me agota, pero no hay tiempo para descansar. La calle de afuera es estrecha y desierta. Si pidiera ayuda, nadie me oiría, no es que cuente con un rescate mágico. Corriendo hacia la cama, quito las sábanas de arriba y de abajo y las ato juntas, luego anudo la cuerda improvisada alrededor de la pata de la cama y vuelvo a la ventana, sosteniendo el otro extremo. No se extenderá más de un metro por la ventana, pero cualquier cosa que me acerque al suelo es algo bueno. Mis manos tiemblan y estoy sudando mientras subo al alféizar de la ventana, agarrando la sábana con fuerza. Hace un año, podría haber saltado desde esta altura y alejarme fácilmente, pero ahora estoy fuera de forma, mis huesos son débiles y frágiles. El suelo parece peligrosamente lejos, el asfalto agrietado se cierne sobre mí como una sentencia de muerte. Por un instante, tengo el pensamiento de quedarme, de seguir la corriente y ver qué pasa. Después de todo, ¿sería tan malo ser la cautiva de Yan? ¿Tener esos orgasmos que destrozan la mente y dormir en sus brazos todas las noches? Tal vez se encariñaría conmigo después de un tiempo, tanto como puede un hombre así y no me mataría aunque conociera más sobre ellos. De hecho, podríamos incluso asociarnos y... Le cierro la puerta a ese pensamiento antes que vaya más lejos. Las hormonas sexuales aún deben estar confundiendo mi mente para que me entretenga una idea tan loca. Si me quedara, no sería más que el juguete sexual de Yan, estoy segura de eso. Además, aunque estuviera dispuesta a correr este tipo de riesgo, no se trata de mí. Hanna me necesita. El pensamiento de mi abuela me mantiene firme, como siempre. No puedo permitirme ceder a este capricho, dejar que la atracción por un guapo asesino me distraiga de mi responsabilidad con la mujer que me crio. Ella me ha cuidado toda mi vida, y ahora es mi turno de hacer lo mismo por ella. —Adiós, Yan —digo en silencio, y apretando la sábana salto hacia abajo. PARTE II 6 YAN COLOMBIA, TIEMPO PRESENTE Como es mi costumbre últimamente, saco mi teléfono para revisar mi correo electrónico. Con toda la mierda que ha pasado en los últimos meses, obtener información de manera oportuna es clave. —¿Dónde está Kent? —Julian Esguerra pregunta cuando Peter Sokolov, nuestro antiguo líder de equipo y la razón de nuestro actual dilema, entra uniéndose a mí, a mi hermano y a nuestro compañero de equipo, Anton Rezov, en la oficina de Esguerra. —¿Cómo puedo saberlo? —Peter replica, tomando asiento a mi lado en la mesa ovalada. Sólo soy periféricamente consciente de su presencia, o que Ilya está engullendo una galleta que el ama de llaves de Esguerra trajo antes. Toda mi atención está en mi bandeja de entrada, donde acaba de llegar un mensaje de nuestro hackers. —¿No se está quedando en la casa contigo? —Peter continúa mientras abro el correo electrónico. —Estaba haciendo las rondas con los guardias esta mañana —dice Esguerra—. Parece que tendremos que informarle más tarde. Tengo una llamada en camino. —Un plan, entonces—. ¿Alguna noticia de Henderson? —No, y no esperaría tener noticias suyas pronto. Todavía estamos... —Peter hace una pausa, como para comprobar la hora—. A una hora del comienzo del plazo. Supongo que tendremos que cumplir nuestra amenaza con al menos unos pocos cuerpos antes que se dé cuenta que vamos en serio. —Está bien —dice Esguerra mientras repaso el mensaje—. Ya he dado a nuestros hombres las instrucciones sobre qué rehenes deben ser asesinados primero. ¿Alguna noticia de tus hackers? Miro hacia arriba desde mi teléfono. —En realidad, sí. Acaban de localizar al francotirador para nosotros, el que disparó al agente durante el arresto de Peter. Peter se tensa visiblemente. —¿Quién es él? —Él es aparentemente una mujer —digo, leyendo más del correo electrónico—. Se llama Mink y es de la República Checa. Espera, la foto se está cargando ahora. —¿Qué hay de nuestros doppelgängers4? —Anton pregunta—. ¿Se sabe algo de esos malditos? Sus palabras llegan a mí como a través de un muro de agua, el rugido de mis latidos atronando en mis oídos, el choque y la furia me retuercen las tripas. Siempre me he enorgullecido de mantener 4 Doppelgänger; una aparición o doble de una persona viva la cabeza fría, la correa apretada que mantengo en mis emociones a menudo engaña a la gente haciéndoles creer que no tengo ninguna. Pero no hay control en el edificio de la furia volcánica dentro de mí. En mi teléfono hay un rostro que nunca pensé que volvería a ver: un rostro pálido y bonito enmarcado por un pelo corto y puntiagudo de color blanco rubio. El fotógrafo la captó parcialmente de perfil y si hubiera alguna duda en mi mente sobre la identidad de la mujer, el tatuaje del colibrí a un lado de su cuello y los piercings que cubren su delicada oreja los habría disipado. El francotirador que disparó a un agente del SWAT5 durante el arresto de Peter, iniciando el tiroteo que resultó en la muerte de sus suegros, no es otra que Mina, mi bella camarera de Budapest. La mujer a la que había buscado obsesivamente durante días después que se escapara. —¿Qué pasa? —Ilya exige y yo aparto mi mirada de la pantalla para encontrar a mi gemelo frunciendo el ceño. Si trato de hablar, explotaré. Así que le entrego el teléfono, dejándole ver. Su dura cara se congela. —¿Ella? —Mira hacia arriba, con la mandíbula flexionada—. ¿Ella es Mink? Peter coge el teléfono de Ilya y examina la foto con el ceño fruncido. Por supuesto, él no ve lo que Ilya y yo vemos. Nunca ha conocido a la pequeña zorra mañosa, ni tiene docenas de recuerdo de haberla follado. 5 SWAT; Special Weapons and Tactics: Una unidad de tipo militar dentro de la fuerza policial de los Estados Unidos, capacitada para enfrentar situaciones especialmente peligrosas, como la toma de rehenes y disturbios. —¿Quién es ella? —pregunta, mirándonos a mí y a mí hermano—. ¿De qué la conoces? Obligo a las palabras a pasar el nudo de la ira en mi garganta. —No importa. —Le arrebato el teléfono a Peter, luchando contra las ganas de romperle los dedos en el proceso—. Estoy enviando hombres para capturarla. Puede que sepa dónde está Henderson. —Sí importa —dice Esguerra mientras escribo furiosamente un correo electrónico a los hombres que están en Europa, buscando rastros de Henderson, el ex general de los Estados Unidos que es el mayor enemigo de Peter y ahora nuestro. Les envío el archivo del hacker de Mink/Mina y les ordeno que la capturen viva. No sólo tenemos que interrogarla sobre Henderson, que aparentemente es su empleador, sino que tengo un interrogatorio propio que realizar. —¿Quién mierda es ella? —Esguerra exige cuando nadie responde a Peter. —La conocimos en Budapest —explica mi hermano con tristeza mientras envío el correo electrónico y miro hacia arriba—. Ella trabaja como camarera en un bar. Anton, el cabrón, me está mirando fijamente con un poco de reconocimiento. —¿Te acostaste con ella hace un tiempo? —me suelta—. ¿Es ella por la que Ilya estaba enfurruñado cuando estábamos en Polonia? Casi planto mi puño en su cara barbuda. Sólo una vida de autodisciplina me mantiene quieto, mis dedos apretando el teléfono tan fuerte que me deja moretones en lapalma de la mano. Mi hermano no puede controlarse tan bien. —No estaba enfurruñado —gruñe de nuevo, con asesinato en sus ojos—. Pero sí él —me apunta con un dedo—. Se la follo. Mi visión se vuelve roja, la rabia dentro de mí hierve fuera de control. Girando para enfrentar a Ilya, golpeo el teléfono contra la mesa. —Cierra la maldita boca. Su cara se enrojece de furia, se pone de pie de un salto, mandando su silla al suelo y yo sigo su ejemplo, listo para golpear su grueso cráneo contra la mesa. A la mierda el autocontrol. La sed de sangre canta en mis venas, oscura y tóxica, estimulada por la ira y el duro aguijón de la traición. Mina es Mink. Me mintió, me tomó por tonto. Y mi hermano, ublyudok6 que es, sigue enojado porque yo no compartí ni mierda. Mi puño ya se está cerrando, a punto de volar hacia su cara, cuando Lucas Kent irrumpe, su cara de mandíbula cuadrada está tensa y su camiseta empapada de sudor. —Es Sara —dice, jadeando como si hubiera corrido todo el camino a través del recinto—. Peter, tienes que venir conmigo de inmediato. Sokolov ya se está moviendo, la mera mención de su esposa basta para hacerle olvidar todo lo que hay bajo el sol. Un momento después, él y Kent se han ido y con ellos, parte de la furia que me había cegado. 6 Ublyudok; Imbécil, idiota o bastardo en Ruso Tomando un respiro para calmarme, me vuelvo a sentar e Ilya hace lo mismo, incluso cuando Anton y Esguerra nos miran como si fuéramos una bomba de tubo lista para explotar. Pero no tienen que preocuparse. Vuelvo a tener el control. Mi hermano no es el enemigo aquí. Ella lo es. Y cuando ponga mis manos en su lindo cuello, pagará por cada parte de su engaño. 7 MINA Me despierto con un dolor punzante en la cabeza y un malestar sordo en las costillas. Mi boca sabe a cobre rancio y mis brazos están entumecidos, mis muñecas dolorosamente sujetas por encima de mi cabeza mientras estoy tendida en alguna superficie dura. Hace calor y está húmedo, puedo oler mi propio sudor mezclado con madera vieja y humedad. Por un momento, no puedo encontrarle sentido a nada de esto, pero luego mi memoria regresa, inundando mi cuerpo con adrenalina. Se necesita todo de mi entrenamiento para permanecer quieta, con los ojos cerrados y la respiración sin cambios, mientras las imágenes de lo que pasó invaden mi mente. Atacada. Secuestrada. Me dirigía a un bar en Budapest cuando cuatro hombres me rodearon en un callejón oscuro, con los ojos tan fríos como las armas en sus manos. Conseguí desarmar a uno y herir a otro, pero eran demasiados. Incluso fuerte y saludable, yo no era rival para todos ellos. Mis recuerdos después de eso son borrosos. Me drogaron o me dejaron inconsciente. Recuerdo vagamente una sensación de movimiento, un auto, probablemente seguido por un fuerte rugido que me recuerda a los motores de un avión. ¿Me llevaron a alguna parte? Si es así, ¿por qué? El miedo se apodera de mí, el sabor metálico me amarga la boca, pero lo aparto obligándome a concentrarme. Piensa, Mina. Concéntrate y piensa. Recorro los recuerdos borrosos buscando cualquier cosa que pueda explicar esta situación. ¿Quién querría capturarme y por qué? Una conversación viene a mí, tenue y nebulosa, como si fuera un sueño. En medio del rugido de los motores, los hombres hablaban una mezcla de inglés, ruso y español, si no me equivoco. ¿Qué era lo que decían? Se mencionó a alguien llamado Esguerra, y también algo sobre un capitán o un general... Oh, joder. Mi estómago se aprieta cuando me llega la realización de lo que esto se trata. Debí haber sabido que la mierda de Chicago se volvería contra mí. Es la única vez en mi vida que no escuché mis instintos. La única vez que acepté un trabajo que no me gustaba. El sonido de los pasos me saca de mis pensamientos. Alguien viene hacia mí. Mi corazón se acelera, pero no lo dejo ver, haciendo todo lo posible por parecer aún desmayada. El recién llegado no se deja engañar. Se detiene junto a mí, de alguna manera sé que es un él, y se agacha hasta sus caderas, mirándome con una diversión malévola. Siento el peso de esa mirada, siento la oscuridad en ella y una extraña sensación de familiaridad me invade, mientras el sutil y masculino aroma del sándalo y la pimienta se burla de mis fosas nasales. Entonces se ríe, el sonido es bajo y cruel, y mientras sus dedos rozan tiernamente mis labios, un escalofrío me raspa la piel ante la imposible realización. —Si no es más que mi pequeña Mina —dice Yan en húngaro, su voz suave y profunda que sale directamente de mis sueños más oscuros—. ¿O debería llamarte Mink? 8 MINA Los pulmones se convulsionan con una mezcla de shock y excitación perversa, miro al hombre que he intentado y he fallado en olvidar durante los últimos quince meses. Es tan peligrosamente atractivo como lo recuerdo, sus duros rasgos simétricos como si hubieran sido tallados por un escultor y su camisa azul abotonada, perfectamente adaptada a su musculoso cuerpo. Su boca, la misma boca talentosa que había lamido mi sexo con un hambre sorprendente, está curvada en una sonrisa fría, y sus ojos verdes están llenos de la promesa del infierno. Joder. Él está conectado a todo esto. La posibilidad ocurrió cuando Walton Henderson III, un ex general de los Estados Unidos, me contactó con la misión. Quería que interviniera en el arresto de un asesino ruso en los suburbios de Chicago, un hombre que se llamaba Peter Garin. El objetivo era asegurarse que Garin no fuera capturado vivo. La misión parecía sencilla y directa, pero la parte del asesino ruso me hizo reflexionar. Me pregunté si los hombres que me secuestraron esa noche estaban involucrados de alguna manera... si podría tener algo que ver con Yan e Ilya. Pero la foto del objetivo no se parecía en nada a la de los gemelos, y después de alguna deliberación, acepté el trabajo. Henderson me ponía la piel de gallina, pero me pagó bien y las facturas de Hanna estaban saldadas. No había forma que Garin estuviera conectado con Yan e Ilya, me dije a mí misma, mientras volaba a Chicago con el pasaporte americano que Henderson me dio. Rusia es un país enorme, donde abundan los criminales de todo tipo. Que mi objetivo compartiera una nacionalidad y una oscura vocación con el hombre con el que me acosté era una coincidencia, nada más. Más tarde fue cuando el desastre ocurrió, la cara y el nombre de mi objetivo, su verdadero nombre era Peter Sokolov, salieron en las noticias, recordé que Ilya mencionó a alguien llamado Sokolov en el bar. Pero ya era demasiado tarde, y además aún podía ser una coincidencia. Sokolov es un apellido ruso bastante común. Pero claramente, no fue una coincidencia, ahora otra vez soy la cautiva de Yan, en un cobertizo de madera en algún lugar del caribe. —¿Dónde estoy? —pregunto en húngaro, con mi voz fría y firme, mientras observo rápidamente mi entorno. Ahora él sabe lo que soy, así que no hay necesidad de fingir un desmayo. Mientras hablo, me doy cuenta de un dolor punzante en mi labio inferior y un latido sordo en mi mandíbula, probablemente de cuando luché durante mi captura. —Colombia. —La sonrisa de Yan se oscurece cuando me muevo ligeramente, tratando de aliviar la presión en mis muñecas atadas—. En el complejo de Julián Esguerra en la Amazonas. —Lo dice en ruso, burlándose de la mentira que dije la noche que me llevó. Lo miro fijamente sin pestañear. El nombre "Esguerra" no significa nada para mí, aunque el hecho que me haya llevado al otro lado del mundo es más que un poco preocupante. Me cambio al ruso. —¿Por qué estoyaquí? ¿Qué quieres de mí? —Ahora mismo, respuestas. Después de eso ya veremos. A pesar del dolor en mi cuerpo maltratado, mis entrañas se contraen, un calor oscuro chisporrotea sobre mi piel. Ignorando la sensación, pregunto con toda la calma que puedo. —¿Y qué obtengo si te doy esas respuestas? —Tu vida —alguien responde en ruso. Es una voz diferente y más áspera la que habla y aparto la mirada de Yan para ver a su hermano acercarse, la tenue luz del cobertizo hace que sus tatuajes en el cráneo parezcan un corte de zumbido irregular. —Hola, Ilya. —Le doy mi más brillante sonrisa, algo de lo que me arrepiento inmediatamente, mientras el movimiento reabre mi labio partido. Aun así, vale la pena. Ilya mira sorprendido por mi saludo entusiasta, parte de la oscura diversión en el rostro de Yan se desvanece. No le gusta que me alegre de ver a su hermano. Probablemente no sea prudente hacer enojar a Yan, pero no creo que vaya a salir de esto con vida. No esta vez. Con el trabajo de Henderson, la he fastidiado en más de un sentido. No sólo acepté un trabajo sobre el que tenía dudas, sino que los agentes del SWAT no mataron a Sokolov cuando disparé a uno de ellos desde un techo cercano. De alguna manera, el bastardo se las arregló para sobrevivir a una tormenta de fuego de proporciones épicas y huir con su esposa. Y si es el amigo, jefe de los gemelos o lo que sea, lo mejor que puedo esperar es una muerte rápida. —Mina. —Ilya se agacha junto a su hermano, con la expresión seria mientras me mira—. Supongo que nunca fuiste camarera, ¿verdad? —Yo era… yo soy… Soy camarera, camarera a tiempo parcial. Necesito una fuente de ingresos legítima para cosas como alquilar un apartamento y mantener a mi abuela en la oscuridad. —Bien. —El tono de Yan es burlón—. Y el resto del tiempo, ¿qué haces? ¿Matar a los agentes del SWAT por diversión? —No por diversión —digo firmemente—. Por dinero. Lo mismo que ustedes dos. Fui entrenada como francotirador en las Fuerzas Especiales Húngaras, pero las cosas no me funcionaron allí así que cuando se presentó la oportunidad de hacer algo de dinero extra, pensé en poner en práctica mis habilidades. Allí está. Ya lo he dicho. Se siente extrañamente liberador admitir la verdad, dejar caer la máscara que he estado usando durante los últimos años. Nadie, excepto mi entrenador, sabe este lado de mí, y si lo supieran, se sorprenderían y horrorizarían. Los dos hombres frente a mí no parecen ni sorprendidos ni horrorizados. Parecen estar contemplando la posibilidad de matarme, lo cual es mejor que la desaprobación moral. Yan extiende la mano y acaricia mi labio de nuevo, su toque engañosamente tierno en mi herida. —¿Dónde está tu jefe? Me lamo los labios, saboreando la sangre mientras él quita la mano, sus dedos manchados de rojo. —No tengo jefe. Trabajo por cuenta propia. —Está hablando de Henderson —dice Ilya con dureza, y cuando lo miro, está mirando a su hermano por alguna razón. Centrándose en mí, él me gruñe—: ¿Dónde está? —No tengo ni idea. Sólo lo conocí en persona una vez, cuando me dio el encargo. El resto del tiempo, se comunicó conmigo a través de correos electrónicos encriptados. —No tiene sentido negar mi participación. Incluso si de alguna manera me las arreglara para convencerlos que todo esto es un malentendido, no van aceptar mis disculpas y me van a llevar de vuelta a Budapest. Soy una mujer muerta caminando o acostada, como puede ser el caso. —¿Y cuál era exactamente tú misión? —La voz de Yan es suave como la seda—. ¿Dormir conmigo fue parte de ello? Ilya se tensa visiblemente ante la pregunta, y mi rostro se calienta a pesar de mi resolución de mantener la calma. —Por supuesto que no. Me secuestraste en la calle y me arrastraste a tu casa, ¿recuerdas? No tenía ni idea de quién eras esa noche, y en cualquier caso, sólo conocí a Henderson hace un par de meses. —¿En serio? —Yan balbucea, sus ojos brillan—. ¿Así que no nos estabas espiando en el bar? —No a propósito. Si no querías que te escucharan, no deberías haber discutido tus asuntos en público. Estaba trabajando en ese bar, eso es todo. —Y una mierda. —El tono de Yan no cambia, pero la temperatura en el cobertizo baja cuando toca el lado de mi cuello, sus dedos manchados de sangre frotándose contra mi tatuaje—. No pudieron localizarte en su sistema, y nunca volviste, ni siquiera para recoger tu mísero cheque de pago. Tampoco había ninguna Mina con un tatuaje de colibrí en las redes sociales. Trato de ignorar el efecto que su toque está teniendo en mi cuerpo. —Así que me buscaste. —Temí que lo hiciera, así que cuando milagrosamente no rompí nada durante mi fuga, volví al bar y borré mi archivo personal en la computadora. El dueño nunca le prestó mucha atención a su personal de medio tiempo, y yo no era cercana a ninguno de mis compañeros de trabajo, así que pensé que era poco probable que supieran mi dirección o mi nombre completo por encima de sus cabezas. Parece que tenía razón, al igual que tenía razón en evitar siempre las redes sociales. Incluso antes que abrazara mis tendencias criminales, quería mantener la mayor parte de mi vida fuera del Internet. —Oh, te he buscado. —La mirada de Yan se oscurece, su mano se mueve más abajo para pasar por encima de mi clavícula—. Después de todo, tu coño… —¿Para qué te contrató? —Ilya interrumpe de forma brusca cuando más color inundaba mi rostro. Los toques posesivos de su hermano y las crudas referencias a nuestra noche juntos parecen molestar al gran ruso casi tanto como a mí. ¿Es porque, como dijo Yan ese día, Ilya está molesto porque su hermano no compartió? ¿Estos dos comparten mujeres a menudo? Alejando las imágenes de clasificación X en mi mente, digo cortantemente. —Ya lo sabes. Iba a disparar a uno de los agentes arrestados, incitándolos a disparar a Sokolov. Excepto que en ese momento, pensé que su nombre era Garin. Si hubiera sabido el nombre real de mi objetivo, habría recordado que Ilya lo mencionó en el bar, y no habría aceptado el trabajo. Necesitaba desesperadamente fondos, pero no lo suficiente para cruzarme con alguien tan peligroso como Yan. —¿Eso es todo? —Sus dedos están ahora esparciendo fuego sobre mi oreja, jugando suavemente con cada piercing que tengo allí. —Piensa cuidadosamente antes de mentirme, Minochka. —La diminuta versión rusa de mi nombre algo que llamarías a una chica amada, suena cruelmente burlona en sus labios, especialmente cuando sonríe y añade suavemente—: Peter Sokolov es muy bueno extrayendo información. A pesar de mí, trago, mi estómago vacío se agita. He intentado no pensar en eso, en lo que pasaría si no puedo darles las respuestas que buscan. No le temo tanto a la muerte, con el pago de Henderson en mi cuenta, Hanna debería heredar lo suficiente para cubrir sus gastos por un buen tiempo, pero no puedo negar que la posibilidad de la tortura me da escalofríos. —Hay una cosa más —digo, decido darles todo. Quizá si coopero lo suficiente, no sientan la necesidad de recurrir a los métodos de extracción de información de Sokolov—. Henderson también necesitaba hombres que fueran hábiles en ciertos asuntos… y que estuvieran dispuestos a todo. La mirada de Yan se agudiza con interés. —Dinos. —Hay un equipo con el que he trabajado en algunas misiones en el pasado. —O más bien, Gergo lo ha hecho, pero no voy a arrastrar a mi mentor y entrenador en esto—. Le di sus nombres a Henderson. No sé para qué los necesitaba, —aunque después de ver las noticias, tengo una terrible sospecha o dónde están ahora mismo—, pero puedo decirte quiénes son. Tal vez si los encuentras, sabrán dónde está Henderson. —Cuéntanos —dice Yan mientras Ilya saca su teléfono