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Sotelo, gracias K. Cross Sotelo, gracias K. Cross THE HUNGER THE LYCANS, 3 Sotelo, gracias K. Cross JENIKA SNOW http://www.jenikasnow.com/ Sotelo, gracias K. Cross No tenía familia ni amigos. Estaba completamente sola y siempre lo había estado. Y una vez que salí del sistema que me crió, decidí averiguar quién era exactamente. ¿De dónde vengo? ¿Quiénes eran mis padres? ¿Qué me hizo ser... yo? Se convirtió en el fuego de mis venas. Mi viaje me llevó a Escocia, a las Tierras Altas, y por primera vez en mi vida, tuve esta sensación de... pertenencia. Lo que debería haber sido una simple excursión por la campiña escocesa me llevó a cosas mucho más misteriosas que tratar de averiguar quién era yo. Había otras cosas -criaturas- al acecho en este mundo, unas más fuertes, más feroces. Unas que no eran humanas. Todo lo que había conocido parecía ahora una fábula. Y lo que antes era una fábula, ahora era verdad. Sotelo, gracias K. Cross Era una de esas criaturas de otro mundo que me acechaba, me perseguía. Sabía que no podía huir de él. No podía escapar. Era más grande que cualquier hombre que hubiera visto, más fuerte de lo que cualquiera debería ser. Sus gruñidos eran feroces, sus colmillos animales, y cuando me miraba, lo hacía con ojos brillantes. Me encontré a su merced, encadenada a una cama y a solas con este hombre que no era realmente un hombre. Le pregunté por qué estaba ahí, por qué me llevaba, me retenía contra mi voluntad. Y todo lo que dijo fue... que yo era su compañera. Sotelo, gracias K. Cross Capítulo 1 DARRAGH —Dejo constancia de que es una puta idea estúpida. No pude evitar reírme de las palabras de Evelyn. Era mi mejor amiga, más bien mi hermana. Éramos todo lo que teníamos en este mundo. Era una triste realidad. Literalmente. Ella era de la familia, y yo de la suya, porque no teníamos a nadie más. Sin hermanos. Sin padres. Sin familia extendida. Ambas éramos huérfanas en todo el sentido de la palabra. Al ser niñas de acogida, Evelyn y yo no habíamos tenido el mejor camino en la vida al principio, pero nos las habíamos arreglado. Mis abuelos habían muerto poco después de mudarse a Estados Unidos. Mi madre murió al darme a luz. Mi padre era desconocido. Evelyn tuvo prácticamente la misma educación, excepto que su madre era una drogadicta que quería su próxima dosis más que cuidar de un bebé. Habíamos conectado en la misma casa de acogida, las dos estuvimos ahí un par de años, el mayor tiempo que permanecimos en un mismo lugar. Las dos teníamos quince, casi dieciséis años, y pude ver ese espíritu de lucha en Evelyn. Me aferré a eso, porque ella me hacía sentir más fuerte solo con su presencia. Sotelo, gracias K. Cross Desde entonces éramos uña y carne. Pero la vida no había sido fácil. Teníamos que luchar, pelear por todo lo que teníamos o queríamos. Y fue duro. Pasamos sin muchas cosas, pasamos hambre más veces de las que debíamos, porque siempre había alguien más grande, más fuerte, que podía llevárselo fácilmente. No teníamos a nadie que nos apoyara más que a la otra, y por eso estaba segura de que, aunque fuera temporal, aunque le asegurara una y otra vez que volvería, probablemente lo sintiera como una traición: otra persona que la abandonaba. —Sí, es una mala idea. — murmuró en voz baja. —No tengo un buen presentimiento sobre esto. Puse los ojos en blanco pero me reí. —Eso es solo porque no quieres que me vaya. Solo estás nerviosa. Refunfuñó, pero pude ver en su rostro que, sí, esa era la verdad. Pude ver cómo parpadeaba rápidamente y la oí aclararse la garganta varias veces, y supe que estaba intentando no romper a llorar. Y yo también intentaba no hacer lo mismo. Cuando me decidí a emprender esta aventura, llevaba casi cuatro años preparándola. Tuve que ahorrar, tener una vida estable antes de lanzarme a esta loca cacería para ver si había alguien a quien le importara una mierda. Podría llegar a un gran callejón sin salida, pero valía la pena el riesgo para mí. Si no encontraba nada, entonces estaba exactamente donde estaba ahora. Pero si encontraba algo... cualquier cosa... eso no tenía precio para mí. Desde los dieciséis años había hecho trabajos esporádicos y había ahorrado todo lo que podía. Había recibido una pequeña suma del Estado después de cumplir los dieciocho, lo que en realidad significaba: “aquí tienes algo de dinero, pero ya es hora de que salgas y crezcas”. Inmediatamente me hice una prueba de ADN, una de esas que se escupen en el tubo y se devuelven por correo. Seis semanas después recibí un correo electrónico con mis resultados. Supuse que, como la mayoría de la gente que vive en Estados Unidos, probablemente era Sotelo, gracias K. Cross una mezcla de muchos países diferentes. Me sorprendió ver que mi ascendencia era casi toda escocesa, con algunos toques de irlandesa e inglesa. Incluso desglosaba la parte de Escocia de la que procedían mis antepasados. Doble puntuación en eso. Así que tenía un punto de partida. Luego pasaron los años y me maté a trabajar mientras iba a la universidad. Después de cuatro años me gradué con mi licenciatura en historia. Y ahora aquí estaba, preparándome para despedirme de mi mejor amiga y esperando como el demonio no volver con las manos vacías. —Es difícil irse. — dije suavemente y sonreí. No sabía qué otra cosa decir que no hiciera que las dos estuviéramos hechas un desastre. —Lo sé. Tienes que ir a hacer esto, y solo estaba bromeando con que era una maldita mala idea. — sonrió, y era genuina. —Tienes que descubrir quién eres. Quiero que lo hagas, y luego volverás y me lo contarás todo. —Y te traeré dulces recuerdos. —Bueno, duh. Esa es la mejor parte. Las dos nos reímos, pero cuando apartó la mirada, sentí que se me hacía un nudo en la garganta. —Oye. — dije en voz baja y esperé a que me mirara antes de sonreír. —Probablemente no descubra nada, y volveré antes de que te des cuenta. Resopló y negó antes de agarrarme los hombros y darles un apretón tranquilizador. —No, tienes que averiguar información sobre tu familia. Quiero que lo hagas, aunque me esté comportando como una pequeña zorra en este momento. Me reí suavemente, sabiendo que tenía que ponerme en marcha si planeaba pasar por seguridad y llegar a mi puerta a tiempo. Pero odiaba irme. La cola de seguridad se iba llenando poco a poco y, sin embargo, seguía esperando hasta el último minuto posible para dejar a mi amiga, hermana... familia. Sotelo, gracias K. Cross —No te preocupes por mí, porque sé que lo estás haciendo. Estaré aquí cuando vuelvas, y quiero que me cuentes todas tus aventuras. También quiero escuchar cómo encontraste a tu familia y que son de la realeza escocesa. Sonreí tanto que me dolieron las mejillas y negué lentamente. — Creo que la realeza es lo más alejado de mi linaje. — Las dos nos quedamos serias durante un minuto; luego le di lo que parecía una sonrisa acuosa. —Espero al menos un mensaje, una video llamada o una llamada telefónica una vez al día. Por favor. — Esa última palabra estaba impregnada de una especie de pánico que Evelyn intentaba ocultar. Pero no lo abordé y me limité a asentir. —Por supuesto. Estaré cinco horas por delante de ti, así que si me llamas o envías un mensaje de texto y no te respondo enseguida, recuerda que puede que esté durmiendo por el whisky que me tomé. Volvió a poner los ojos en blanco. —Creo que nunca has tomado más que una de esas neveras de vino que venden en el estante inferior de las gasolineras. Era cierto, y me alegré de que le quitara importancia a la situación. Si había algo que podía garantizar de Evelyn, era que no setomaba las cosas demasiado en serio y siempre se aseguraba de que yo tampoco lo hiciera. —No vayas a casarte ni nada mientras yo no esté. Evelyn resopló y sacudió la cabeza. —Chica, primero tengo que encontrar un chico, y estoy bastante segura de que soy la disuasión natural para el sexo opuesto. Sí, ella y yo éramos iguales en ese aspecto, parecía. Le di un gran abrazo más, me despedí como cinco veces más, y luego me abrí paso a través de la seguridad. Una vez fuera y en el “otro lado”, encontré mi puerta de embarque con bastante facilidad, pero no tenía mucho tiempo para sentarme y esperar, no con el tiempo que había estado con Evelyn. Sotelo, gracias K. Cross Una vez que subí a bordo, mi maleta, que había sido considerada un fin de semana, se guardó arriba. Me acomodé en el asiento de la ventanilla, coloqué la mochila en mi regazo y me quedé mirando la pista. El aroma del aire reciclado teñido de combustible de avión me resultaba agrio, pero me concentré en los hombres que estaban terminando de cargar el equipaje en la panza del avión. Los observé durante unos cinco minutos, y el alboroto a mi alrededor de la gente buscando sus asientos, guardando su equipaje, los gemidos y llantos de los niños acomodándose para un vuelo muy largo, y de los auxiliares de vuelo subiendo y bajando por el pasillo para ayudar a la gente, todo ello me ayudó a mantener la concentración en el nerviosismo tan real que sentía. Nunca había salido de la ciudad, y mucho menos del estado, así que cruzar el océano a un país extranjero sería sin duda un choque cultural. Era una aventura totalmente nueva para mí y estaba aterrada. Por supuesto, nunca lo había expresado, ni se lo había dicho a Evelyn ni a nadie. Pero mientras me sentaba en el avión y miraba por la ventanilla, ese miedo empezó a aparecer y a tomar el control, y había pocas distracciones que pudieran mantenerlo a raya, según estaba descubriendo. Cerré los ojos y exhalé lentamente, percibiendo a las personas que ocupaban los dos asientos a mi lado, pero no me molesté en mirarlas. Cuando volví a abrir los ojos, me quedé mirando el reposacabezas que tenía delante. Seguramente tenía un aspecto muy raro mirando al frente. Ni siquiera sé si parpadeé mientras intentaba concentrarme en cada pequeño sonido que me rodeaba, en cada mínimo detalle de aquel asiento, en las fibras, en el pequeño cartel que estaba pegado a la mesa de la bandeja. Cuando volví a sentir una apariencia de calma, abrí la cremallera de mi mochila y saqué el montón de papeles enrollados. Los desenrollé y empecé a hojearlos. La partida de nacimiento. Un mapa de la ciudad, del pueblo, de la pequeña comunidad escocesa de la que procedían mi madre y mis abuelos. La información sobre el alojamiento y el alquiler de coches Sotelo, gracias K. Cross para cuando aterrizara. Tenía impresiones de la información que había encontrado sobre mi madre después de llegar a Estados Unidos y sobre su vida anterior. Miré el último papel que mostraba la información de inmigración de mis abuelos. Habían llegado de Escocia cuando mi madre tenía más o menos mi edad. Y ocho meses después había dado a luz. A mí. Y ahí se acababa toda la información que había podido encontrar sobre mi familia, la materna, porque no tenía ninguna información sobre mi padre. Exhalé y apoyé la cabeza en el asiento, con toda la historia de mi familia, o la falta de ella, contenida en una delgada y ligera pila de papeles en mi regazo. Y mientras miraba hacia atrás por esa pequeña ventana, viendo cómo los trabajadores se alejaban, mientras se preparaban para que este avión despegara, alisé mis manos sobre la carga más preciada que tenía conmigo. No sabía qué me deparaba el futuro, no sabía si encontraría algo en Escocia, pero tenía el buen presentimiento de que encontraría algo y no volvería con las manos vacías. Sentía que ir a las Tierras Altas me traería la mayor revelación de mi vida. Sotelo, gracias K. Cross Capítulo 2 CAELAN —Beber no va a mejorar la situación. — dijo Tavish, pero no podía ocultar el hecho de que estaba enojado conmigo. Y no me importa un comino. Lo miré fijamente a los ojos, me llevé la botella de whisky centenario a los labios y le di un largo trago. Cuando me quité la botella de la boca, dije: —Me hace sentir mejor, y ahora mismo es lo único que puedo controlar. Su ceño se frunció, y su expresión me dijo que desaprobaba que me emborrachara mientras la situación de Ainslee estaba en pleno apogeo. La situación de Ainslee... Mierda, eso era un desastre si alguna vez hubo uno. Nuestra hermana pequeña no solo tenía un compañero, sino que era con un Lycan enloquecido de más de cuatrocientos años. Nuestra dulce e inocente hermana de veinte años, que era mitad vampiro y mitad licántropo, igual que nosotros, pero que era tan débil como un humano, lo que nos hacía temer constantemente por su seguridad. Aunque mis hermanos y yo también éramos híbridos, nuestros licántropos habían tomado el control, permitiéndonos cambiar, pero suprimiendo nuestros lados vampíricos. Habíamos protegido a Ainslee toda su vida. Sabía que éramos dominantes, sobreprotectores, y no le dábamos el espacio y la Sotelo, gracias K. Cross independencia que probablemente anhelaba. Hola, ahora era una mujer adulta, pero siempre la vería como Leelee, mi hermanita. Y joder, me sentía culpable por haberla mimado durante tanto tiempo, pero nuestro lado alfa no había exigido menos. Me pasé una mano por la nuca, el pelo corto y oscuro sin duda erizado por el acto. — ¿Dónde está Da?— pregunté, aunque mi mente estaba en otra parte y no se centraba realmente en dónde estaba nuestro padre, el gobernante del clan Lycan escocés. —Se fue a dormir con mamá. Se fueron a la cama hace media hora, aunque dudo que Da duerma. Está demasiado excitado para descansar. Sí. Todos lo estamos. —Además, Luca sigue aullando, y ese sonido se transmite. Tengo un tremendo dolor de cabeza por sus bramidos. Como si fuera una señal, Luca rugió al otro lado del enorme muro místicamente protegido que rodeaba nuestra casa y propiedad ancestrales. Apreté los dientes y bebí otro trago de la botella, ahora medio vacía. Aunque en el fondo sabía que alejarla de su pareja predestinada era un error, Luca había empezado a perder lentamente el contacto con la realidad y a dejar que su bestia reinara libremente en su interior. Ese colapso había provocado que su lado humano cambiara parcialmente, para permitir que Luca fuera más animal, para ser una versión más fuerte de un macho cambiaformas en forma humana. En otras palabras, era muy peligroso, y más aún porque su pareja le estaba siendo ocultada. —El muro, protegido mágicamente o no, no lo mantendrá alejado para siempre. — murmuró Tavish y se puso a mi lado. Estaba junto a la gran vidriera de la biblioteca que daba a la parte delantera de la propiedad. Un fuego crepitaba detrás de nosotros, pero no sentí nada del calor. Sotelo, gracias K. Cross Permanecimos así durante tanto tiempo que solo me concentré en las ondulantes colinas de las Tierras Altas, en nuestra propiedad que se extendía tan lejos y más allá, como el ojo podía ver. —Seré sincero. — dijo Tavish en voz baja, su voz ruda y profunda. —No puedo culpar al macho por su forma de actuar. Exhalé pero no respondí. Por supuesto que tenía razón. Estaba mal alejar a un macho de su pareja predestinada, pero, mierda, estaban haciendo lo correcto, lo mejor para Ainslee. ¿No es así? Fruncí el ceño y miré mi reflejo que me devolvía la mirada en el cristal. —Es peligroso en el estado en que se encuentra. Bien. Equivocado. Bien. Malo. No importa. Estoy cansado de cuestionar la mierda. Hasta que se calme, no puede estar cerca de Leelee. Vi el reflejo de Tavish asentir. —Lo sé. Solo digo... Miréal macho que estaba a mi lado, una réplica idéntica de mí y de Lennox y nosotros de él. —No hay nada que decir. Si algo le ocurriera a Ainslee, si la dejáramos ir con Luca y él la dañara sin querer porque su mente no está bien, ¿entonces qué? ¿Crees que puedes vivir contigo mismo? Porque yo sí que puedo. Tavish apretó la mandíbula, sus ojos se entrecerraron y un gruñido bajo y peligroso lo abandonó. —Hasta que podamos calibrar la situación, hasta que podamos averiguar cuál es el mejor curso de acción, esta es la única ruta que podemos tomar. — Di otro largo trago a la botella de whisky y me di la vuelta para mirar por la ventana. Luca volvió a bramar y gruñí por lo bajo. Volví a oír el sonido angustioso y agresivo de Luca y no podía ni imaginar lo que estaba sintiendo ahora mismo. ¿Estaba su mente tan perdida que no entendía del todo por qué habíamos hecho esto? ¿Que lo mantuvimos alejado de Ainslee por su propia protección? No estaba haciendo muy convincente su punto de que podía controlarse, no cuando seguía aullando como un animal herido en una trampa. Suponía que era una descripción bastante justa y exacta de la situación y de lo que estaba viviendo. Sotelo, gracias K. Cross Teníamos centinelas custodiando la propiedad, grandes hijos de puta licántropos que protegían al Rey Banner y a la familia “real” de los licántropos escoceses —nosotros— con sus vidas. Pero yo quería estar ahí afuera haciendo el trabajo de proteger a los que tenía más cerca. Aunque, según todos los indicios, Luca no podría atravesar el muro —no con la espesa magia tejida dentro de la piedra y el metal— no subestimaría la necesidad de que llegara a Ainslee. Hacía solo una semana que habíamos vuelto a Escocia, a nuestra finca ancestral en las Tierras Altas. Después de haber ido a Rumanía para ayudar a celebrar el apareamiento de Ren Lupinov con su hembra humana, nada había sido igual. No cuando Ainslee vio al hermano de Ren, Luca, ahí. Entonces, el instinto de vinculación había hecho efecto en el macho... y todo el puto infierno se había desatado. Y el lobo había estado rondando durante la última semana, apareciendo casi tan pronto como habíamos vuelto a casa. Y no se iba. Solo caminaba. Y caminaba. Y caminaba un poco más al otro lado de la pared, tocándola de vez en cuando, probando cómo la magia drenaba su fuerza antes de abandonar su agarre y gritar de nuevo para ver a su pareja. —A veces me arrepiento de lo protegida que la hemos hecho. — dijo Tavish en voz baja, con mucho remordimiento en su voz. No me permitiría sentir esas emociones, no ahora, ni siquiera si una parte de mí estuviera de acuerdo con él. —Deberíamos haberle enseñado a protegerse, a defenderse. Deberíamos haberla dejado entrenar con nosotros y con la Guardia. —Deberíamos haber hecho un montón de cosas, pero ahora mismo nada de esa mierda nos va a ayudar. Era nuestra culpa que Ainslee no supiera nada del mundo, y en cuestión de días toda su vida se había puesto patas arriba. Ella era fuerte, pero no era tan fuerte, y era nuestra cagada. —Imbéciles prepotentes, todos nosotros. — refunfuñé. Tavish gruñó de acuerdo. No sabía qué más decir, así que di otro largo trago a la botella antes de pasársela a Tavish para que diera un trago. No sabía qué otra Sotelo, gracias K. Cross cosa hacer sino mirar por la ventana hacia donde sabía que Luca se paseaba siempre. Todo lo que sabía —sentía— era ese fuego profundo en mi vientre para mantener a salvo a los que amaba. Y sabía que, a falta de que el mundo me tragara por completo o de que encontrara a mi pareja, nada me impediría asegurarme de seguir en este camino. Sotelo, gracias K. Cross Capítulo 3 DARRAGH Voy a morir. Así es como termina mi vida. Lo sé. Apreté las manos en el volante, mi cuerpo es pequeño incluso para los estándares femeninos, pero ahora mismo, metida en este coche del tamaño de una sardina que había alquilado en Escocia, me sentía como si fuera un gigante metido en un coche de payasos. Había aterrizado en Edimburgo horas antes. Como no había facturado mi equipaje, había ido directamente a la agencia de alquiler de coches, había fingido que no tenía un miedo atroz a conducir por el “lado equivocado de la carretera” y había aceptado el papeleo con una sonrisa y un movimiento de cabeza. Había pensado en hacer una video llamada a Evelyn nada más bajar del avión, deseando desesperadamente aferrarme a algo familiar, pero apenas eran las siete de la mañana, hora de Escocia, por lo que en Estados Unidos todavía sería de madrugada para Evelyn. Así que, tras un rápido mensaje de texto para informarle de que había aterrizado sana y salva y darle la dirección del B and B una vez más, me puse en camino hacia el que sería mi hogar durante las próximas dos semanas. Estaba a pocos minutos de entrar en la pequeña ciudad de Búraló, que según una búsqueda en Internet era una palabra gaélica que significa lobo. Había sido muy extraño ver ese nombre, la traducción, y sentir algo tan familiar en él. Había sido una sensación de cosquilleo en la base de la columna, como si significara algo más, como si no fuera la primera vez que lo había oído, leído o visto. Sotelo, gracias K. Cross La voz femenina y ligeramente robótica del GPS que venía con el alquiler me alertó de que debía girar en el siguiente cruce. Me moví en el asiento, con todo el cuerpo rígido y dolorido. El largo viaje, junto con el pésimo sueño que había tenido en el avión gracias a que el único asiento que podía permitirme era “económico de lujo”, me había hecho sentir como una mierda calentada. Tampoco ayudaba el hecho de que estaba muy ansiosa por tantas razones que no serviría de nada intentar enumerarlas todas. Volví a moverme en el asiento y sentí cada dolor y crujido de mi cuerpo como si fuera una mujer de ochenta años. Intenté relajarme, ya que la carretera era ahora un poco más ancha de lo que había sido durante casi todo el viaje. Si alejaba mi ansiedad, podía fijarme en la belleza de Escocia. El exuberante verdor, la magnitud de los gruesos árboles. Las colinas onduladas. Todo era... próspero, a diferencia de la atmósfera de la ciudad a la que estaba acostumbrada, con hormigón y acero, ladrillos y mortero rodeándome. La única “vida silvestre” que había rodeado era la franja de hierba en los patios delanteros de algunas de las casas de acogida en las que había estado, o cuando Evelyn y yo nos escabullíamos al parque solo para salir de casa. Hice la última curva, los árboles de ambos lados parecían ensancharse más, la carretera me daba más espacio para respirar. Vi una pequeña señal de madera que me alertaba del pequeño pueblo de Búraló. Mi destino. El cartel parecía antiguo, con cicatrices, descolorido y con algunos trozos perdidos en la losa. En el centro había una cabeza de lobo con detalles de nudos celtas. El lobo era feroz y gruñía, con los ojos fijos en mí. Me trajo un recuerdo, uno que había tenido muchas veces mientras crecía, un sueño de ojos brillantes y que pertenecía a una criatura del bosque. En esos sueños me perseguía, me acosaba. Sabía que era peligroso, pero nunca sentí miedo. Y extrañamente, cuando crecí, fue como si algo en mi cuerpo se hubiera disparado, mi madurez se despertó, y esos sueños en los que corría y corría y corría porque sabía que amaba la persecución, se habían vuelto sexuales. Sotelo, gracias K. Cross Dios, se habían vuelto tan eróticos. Exhalé cuando esos sueños azotaron mi mente, tan vívidos que volví a estar en ellos de nuevo. Pensé en la criatura del bosque que me perseguía. Le gustaba la persecución. Pero lo más importante... le gustaba perseguirme. Y a pesar del hecho de que nunca hubo sexo en los sueños, ni caricias, nada sexual en absoluto excepto la persecución,que parecía muy sensual, siempre me despertaba sudorosa y caliente, y muy húmeda entre mis muslos. Estaba tan necesitada de algo, de cualquier cosa, que acababa tocándome. Pero los orgasmos eran siempre vacíos, una frustración que, después de unas cuantas veces, empecé a rechazar yo misma. Retenía ese placer que tan desesperadamente deseaba. Parpadeé varias veces para volver a concentrarme en el presente, en la carretera, que para empezar no era mucha, y me di cuenta de que ya había llegado a la ciudad. El corazón se me aceleró al saber que aquí encontraría mis respuestas, si es que había alguna. Sentí emoción y, por primera vez en mi vida, esperanza. Búraló era pintoresca, de aspecto muy antiguo, con una pequeña plaza y, a pesar de su pequeño tamaño, tenía más rotondas de las que creía necesarias. Y el hecho de no haber estado nunca en una rotonda me hizo dar tres vueltas a la maldita cosa antes de salir. Después de dar la vuelta, por fin llegué al hostal en el que me iba a alojar. Lo había reservado para dos semanas, aunque no sabía si me quedaría tanto tiempo. Probablemente no me quedaría ni la mitad de ese tiempo. Las carreteras eran diferentes a las que estaba acostumbrada, sin verdaderos “estacionamientos”, así que estacioné como pude en el arcén, nerviosa porque sin duda un coche se estrellaría contra el espejo que sobresalía del carril. Pero no me importó lo suficiente el alquiler de la lata de sardinas como para buscar otro sitio. Una vez fuera del coche, con la mochila colgada de un hombro y la bolsa de mano en la mano, me dirigí a la entrada de Isla B and B. Sotelo, gracias K. Cross Era pintoresco. Bonito. Me recordaba a un antiguo local familiar, pero con un toque muy europeo/celta. Me gustó. Abrí la pequeña puerta y al instante sentí el olor a canela y a algo dulce. Tal vez a vainilla. A arce. Me hizo sentir un cosquilleo en la nariz cuando la puerta se cerró detrás de mí. Frente a mí había un pequeño mostrador de facturación, un jarrón con flores recién cortadas y un ordenador que parecía más viejo que yo sentado junto al jarrón. El interior era pequeño pero acogedor, y me acerqué al mostrador. Dejé mi bolsa en el suelo y me ajusté la mochila para que quedara colgada sobre los dos brazos y descansara entre los omóplatos. Había una puerta a la derecha con un cartel pegado a la madera que decía SOLO EMPLEADOS. Esperaba que un anciano escocés saliera corriendo, con su jersey de lana demasiado grande para su delgada figura y sus gafas colocadas en el puente de la nariz. Este lugar parecía ser el dueño, al menos. La puerta de los empleados se abrió como si mis pensamientos lo desearan, y el hombre que salió no era ciertamente lo que mi imaginación había conjurado. No podía ser mucho mayor que yo, tal vez treinta años, pero eso era exagerado. Era alto, y la camisa blanca y los vaqueros que llevaba mostraban un cuerpo de nadador. Llevaba el pelo rubio corto y alisado lejos de su cara, y su sonrisa ya estaba en su sitio mientras me miraba fijamente. —Bienvenida a Isla. Su voz era profunda y tenía un acento que no pude identificar, y las esquinas de sus ojos azules se arrugaron mientras su sonrisa se ampliaba. —Eh, sí. Hola. Hola. Se dirigió detrás del escritorio, con los dientes blancos y rectos aun brillando. —Darragh, supongo. Me sorprendió que hubiera acertado con mi nombre -Dar-Awe. La mayoría de las veces, cuando la gente lo dice por escrito, se equivoca, pero aunque estaba claro que no era un escocés, lo pronunció con claridad. Sotelo, gracias K. Cross Me aclaré la garganta y asentí, probando mi propia sonrisa. No es que me atrajera ni nada por el estilo y por eso me había quedado sin palabras de repente. Es que ciertamente él no era lo que yo esperaba cuando entré en el B and B. Definitivamente el hijo. O tal vez el nieto del dueño. —Um…— dije y di un paso adelante. —Sí, soy yo. ¿Cómo lo sabes?— Busqué mi equipaje de mano y cogí mi cartera, suponiendo que necesitaría mi DNI o tarjeta de crédito o incluso mi pasaporte para facturar. —No recibimos muchas visitas en la ciudad, y especialmente no mujeres jóvenes americanas. — Su sonrisa se amplió. —Siempre es emocionante recibir un invitado, pero especialmente cuando son extranjeros. Sentí que mis cejas bajaban. Esa era una forma extraña de decirlo, pero el inglés no era su primera lengua, así que tal vez había una barrera lingüística. —Soy Christo, el dueño. ¿Qué tal si te registramos?— No esperó a que le respondiera, sino que se limitó a arrancar su ordenador, y el tap-tap-tap de sus dedos volando sobre las teclas ahogó todo lo demás. Una vez que hizo una copia de mi pasaporte, obtuvo toda mi información para el registro y le di mi tarjeta de crédito, se volvió y miró un tablero de clavijas donde colgaban llaves de la vieja escuela en una fila ordenada. Solo había cuatro en total. —Le voy a dar la Suite Rose. Tiene la mejor vista del pueblo. Sonreí en señal de agradecimiento, aunque a estas alturas hubiera estado bien con una cama metida en un armario. Realmente estaba empezando a sentir ese jet lag. Su sonrisa seguía en pie mientras me guiaba por unas estrechas escaleras. Empezó a hablar de la historia del B and B cuando llegó a manos de su familia, y escuché distraídamente mientras lo seguía, respondiendo en los momentos adecuados y sonriendo de acuerdo con lo que decía cuando miraba hacia atrás y esperaba una respuesta. El agotamiento me golpeaba de repente como una bola de diez toneladas a mi cuerpo. Había planeado lanzarme a investigar y Sotelo, gracias K. Cross encontrar respuestas, pero una siesta sonaba mucho más realista para mi futuro. —Mi padre compró la propiedad hace una década, luego la renovó y la convirtió en el B and B. Sabíamos que no tendría mucha atracción, por supuesto, no con la ubicación y el pueblo tan pequeño, pero cada verano recibimos un pequeño flujo de visitantes debido al Bosque Búraló que rodea el pueblo, y luego, por supuesto, están los Acantilados de Moira. Es bastante impresionante. — Miró por encima de sus hombros y sonrió. —De hecho, puedo darte un folleto sobre ello. Hay un magnífico sendero que te llevará directamente a él. Aunque está a una buena distancia, al menos una hora en cada dirección. Pero merece la pena. Introdujo la llave en una de las cerraduras de la puerta cerrada, y al mirar a mí alrededor me di cuenta de que había otras tres puertas idénticas en el pasillo, presumiblemente las habitaciones que alquilaba. Con un clic y un giro, empujó la puerta y entró, apartándose para que yo pudiera seguirlo. La habitación era todo lo que esperaba, dado el aspecto del establecimiento. Nada de adornos ni de decoración absurda. Pero, de nuevo, no estaba aquí por el lujo. La cama en sí era más pequeña que un colchón de tamaño normal, pero más grande que una gemela. La colcha era de un estampado de cachemira marrón y menta, y el marco estaba situado contra la pared y en el centro de la habitación. Me di cuenta de que había un par de cuadros colgados en las paredes, ambos representando lobos. Ahora que lo pensaba, los pocos cuadros que había visto a lo largo de la escalera y en la oficina principal tenían todos decoración de lobos. —A ustedes les gustan los lobos. — dije en voz baja, sin darme cuenta de que había hablado lo suficientemente alto como para que me oyera. Me miró y sonrió, ladeando ligeramente la cabeza. —Es un poco exagerado, ¿no?— Su sonrisa se amplió. —Yo pensé lo mismo cuando me mudé a la ciudad. — Se encogió de hombros. —Pero esta ciudad está muy influenciada por la tradición, Sotelo, gracias K. Cross especialmente por los hombres lobo, o Lycans, como los llaman. Es todo muy fascinante. Me encogí de hombros y sonreí. —No me gusta mucho el tema de los cuentos de hadas. Soy demasiado realista, supongo.Su expresión se tornó seria mientras me miraba fijamente, y por un segundo sentí un gran peso que me presionaba, su enfoque era así de poderoso. Un escalofrío hizo que se me pusiera la piel de gallina a lo largo de los brazos, y me aclaré la garganta, moviéndome sobre mis pies y actuando como si no pudiera quedarme quieta. Porque no podía. De repente me sentí muy consciente. Pero no sabía de qué era consciente. Volví a sentir confusión cuando dijo que había comprado la posada y no su padre. Pero, una vez más, dejé de lado esa sensación extraña y persistente. Estaba demasiado cansada, en un país nuevo, y estaba claro que él también era de otro país. Perdido en la traducción es algo muy real, me dije y seguí mirando alrededor de la habitación para concentrarme en otras cosas. Había una cómoda de aspecto antiguo frente a la cama, y cuando digo antiguo, me refiero a los años 70. Un pequeño televisor estaba encima de la madera y parecía tan “moderno” como el ordenador de abajo. —El armario está ahí. — Se acercó y lo abrió, luego se dedicó a contarme las demás comodidades de la habitación. Me enseñó el cuarto de baño, uno de los más bonitos que había visto nunca, e incluso se jactó y se mostró muy orgulloso de que acababa de ser instalado el año anterior. Le agradecí al menos eso. Lo último que quería era compartir una ducha común con extraños. Se dirigió a la ventana y abrió la cortina con el mismo estampado de cachemira que adornaba la colcha. Pude ver el orgullo genuino en su rostro mientras me mostraba la villa que se revelaba. Aunque lo único que quería hacer era dormir, me acerqué y me maravillé con la vista. No había mentido. Era bastante increíble. Podía ver tanta vegetación que se extendía a lo lejos detrás del pueblo. Las colinas onduladas eran exuberantes y abundantes a ambos lados del bosque, e incluso pude ver la pequeña punta de lo Sotelo, gracias K. Cross que supuse que era un lago. O tal vez un enorme estanque. Pero no le pregunté sobre ello. Porque eso significaba hablar más, y ahora mismo la cama me llamaba. —Bueno, eso es todo. — dijo, su acento parecía un poco más grueso. —Si necesitas algo, házmelo saber, y más tarde traeré la información turística y los folletos. —Gracias de nuevo, Christo. Te lo agradezco mucho. Se quedó ahí, con las manos entrelazadas frente a él, con una sonrisa en la cara. Y cuanto más tiempo pasaba ahí, más me inquietaba. ¿Debería darle una propina? ¿Era eso lo que estaba esperando? —Te dejo. — murmuró finalmente y se dio la vuelta, cerrando la puerta suavemente tras de sí. La confusión volvió a invadirme y, como si mis piernas tuvieran mente propia, me llevaron hasta la puerta, donde extendí la mano y encajé la cerradura. Luego me giré, miré mis dos maletas, luego la cama, y dije a la mierda desempacar. Me quité los zapatos, me saqué la sudadera y me tumbé en el colchón, donde estaba segura de que volvería a soñar con mi bestia persiguiéndome por el bosque. O tal vez esperaba soñar con eso. Sotelo, gracias K. Cross Capítulo 4 DARRAGH Al día siguiente… — ¿Cuánto tiempo se supone que te sientes como el culo por el jet lag?— Ajusté mi teléfono para que estuviera apoyado en la almohada. La video llamada con Evelyn tenía un poco de retraso y estaba borrosa, a veces se congelaba, pero al menos el B and B tenía Wi-Fi, así que no podía quejarme. —Le estás preguntando a la chica equivocada. No he salido de la ciudad, y mucho menos he estado en un avión. Cogí mis zapatos y me acerqué a la cama para sentarme en el borde. —Era una pregunta retórica. — dije y me reí cuando Evelyn puso los ojos en blanco. —Solo has estado ahí veinticuatro horas. Seguro que tu cuerpo tardará unos días en aclimatarse. —Sí, probablemente tengas razón. Me desmayé nada más llegar y me desperté doce horas después con la habitación a oscuras y con un calambre atroz en la espalda baja por no haber movido la posición durante horas y horas. — ¿Al menos te sentiste mejor? —No. Me sentí como una mierda y estoy muy aturdida. Luego no pude dormir hasta que empezó a salir el sol, momento en el que me volví a dormir y me desperté con el único tiempo suficiente para pasar como una hora en la oficina de registros públicos antes de que la Sotelo, gracias K. Cross anciana que trabajaba en la recepción me echara. — Una vez puestos los zapatos, me giré para poder ver el teléfono. Evelyn estaba apoyada en su cama, con el teléfono apoyado en el pecho. —Así que no fue el día más productivo, pero descubrí un poco, lo cual es emocionante y mejor que nada. — ¡Eso es fantástico!— Evelyn sonaba animada y genuina. — ¿Y qué has averiguado? Exhalé y me froté los ojos, queriendo volver a arrastrarme bajo las sábanas. —Bueno, cuando digo que encontré un poco, básicamente fueron los registros de nacimiento de mis abuelos y mi madre. Eran residentes aquí y no tenían más familia que ellos. — Apoyé la cabeza en la mano y me quedé mirando la pantalla. —Es raro, ¿verdad? Como si solo fueran ellos tres. Sin primos. Ni sobrinos ni hermanos ni nada de eso. Evelyn se encogió de hombros. —Creo que eso puede ser normal en las circunstancias. Quiero decir, mírame. Aparte de mi madre, que está destrozada, no tengo a nadie más en el mundo que a ti. Eso me hizo sonreír. —Siempre me tendrás. Pero no hace falta decir que no descubrí mucho más que eso. Y como mañana es domingo, no estarán abiertos. Y hay tantos posibles aciertos que podría conseguir si tengo el tiempo suficiente para escudriñar todos los documentos y archivos. —Dios mío, este ángulo hace que tenga tres barbillas. — masculló Evelyn y se sentó, alejando el teléfono de ella, para luego refunfuñar sobre lo incómodo de esa nueva posición y joderse las barbillas. A veces su capacidad de atención era entre escasa e inexistente. —Antes de que lo digas, porque lo veo en tu cara, sí, te estoy escuchando, y sí, lo he oído todo. Sonreí y me tumbé para que mi vientre quedara a ras del colchón. —Entonces, ¿qué vas a hacer el resto del día? Es solo, ¿qué...?— Levantó la mano y contó. — ¿Las cinco? Sotelo, gracias K. Cross Asentí. —Sí, la hora de la cena. Supongo que los sábados los negocios de aquí cierran pronto, si es que abren. — Me froté la cara, sintiéndome cansada pero no de la forma en que necesitaba dormir. —Seguro que los bares están abiertos hasta la hora de la llamada, que es como el amanecer. — bromeé. Evelyn se echó a reír. —Ojalá estuviera ahí. Podríamos haber ido a los pubs. Espera, hay pubs ahí, ¿no? —Unos cuantos, lo que debería ser raro porque el pueblo es muy pequeño, pero son más bien restaurantes familiares a los que la gente va a emborracharse a pesar de todo. — ¿Algún chico guapo? Tal vez te enamores ahí. — Sonaba tan caprichosa. Resoplé. —Difícilmente. La edad media de la población aquí es como de sesenta años. Aunque seguro que el dueño del B and B te parece guapo. Parece de nuestra edad. Pelo rubio, ojos azules y un cuerpo como el de Michael Phelps. Eso hizo que Evelyn se animara. — ¿No me digas?— Su sonrisa fue lenta, pero se extendió por su cara en poco tiempo. —Tal vez debería hacer un viaje a Escocia y poner mi encanto con el chico del B and B. Se enamorará de mi ingenioso sentido del humor y de mi impresionante aspecto. — bromeó. Volví a resoplar, pero luego se convirtió en una carcajada. —Sí, es simpático y todo eso, pero...— Miré hacia la puerta del dormitorio, que seguía cerrada con llave. — ¿Qué? Volví a centrarme en Evelyn y me encogí de hombros. —No lo sé. Es que parece un poco raro. Sus cejas se bajaron. — ¿Qué quieres decir con 'raro'? ¿Cómo? —No lo sé. Estoy siendo estúpida. Es muy agradable. No es escocés, pero no estoy segura de dónde es. No puedo ubicar su acento. Vi la mirada dura en su rostro. —Comentaría que es un extranjerosexy, pero si está haciendo que tu radar raro se dispare... Sotelo, gracias K. Cross —No, no. Es inofensivo. Estoy segura de que son las diferentes culturas, la barrera del idioma y el hecho de que sea la primera vez que estoy en otro país lo que hace que las cosas parezcan raras. Probablemente soy yo la que le parece extraña. Vi que Evelyn volvía a descansar en la cama, claramente aliviada. Había visto lo preocupada que estaba. A pesar de que teníamos la misma edad, siempre había asumido una especie de papel maternal. Pero supongo que yo también lo hacía con ella. Supongo que uno hace eso naturalmente cuando no tiene a nadie más. —Pero en realidad voy a atreverme a socializar y a cenar en uno de esos pubs. —Come algo exótico. Como haggis. ¿Eso se considera exótico?— arrugó la frente como si realmente estuviera tratando de entenderlo. —No lo sé, pero pruébalo de todos modos e infórmame. Arrugué la nariz. —No sé si soy lo suficientemente valiente como para lanzarme a todo el asunto de las comidas escocesas ahora mismo. Estaba pensando que primero podría pedir unas papas fritas y una hamburguesa con queso. Evelyn se echó a reír y se removió en la cama. —De acuerdo, pues pruébalo todo por mí. Estoy viviendo a través de ti. Permanecimos en la video llamada durante otros cinco minutos antes de que se desconectara la llamada, y me tumbé en la cama, mirando por la ventana mientras los colores del cielo de la puesta de sol empezaban a convertirse en amarillos y naranjas, rosas y toques de azul. Podría haberme quedado en la cama contemplando la belleza de aquello, ya que en ese momento mis pensamientos estaban tranquilos y no me preocupaba mi tarea ni por qué estaba realmente aquí. Pero mi estómago emitió un gruñido de respuesta, un recordatorio de que apenas había comido nada hoy. Así que me levanté, cogí mi mochila y salí. Sotelo, gracias K. Cross Capítulo 5 CAELAN Mi piel estaba tensa, me picaba. Ardía. Sentí que mi lobo se paseaba, furioso y agresivo. Necesitaba cambiar, sacar algo de esta energía y rabia salvaje de mí. Lo que necesitaba era pelear con alguien... destruir algo. Pero meterme en una pelea con alguien no sería posible, no hasta averiguar qué demonios pasaba con Luca, o si él decidía atacar. Y rezaba como el demonio para que decidiera atacar. Me daría la oportunidad de soltar a la bestia. Estuve tentado de buscar una pelea con otro Lycan, tal vez uno de mis hermanos, tal vez un lobo de la Guardia. Pero diablos, eso solo causaría más mierda encima de la montaña que ya teníamos. Así que, en lugar de eso, me dediqué a reflexionar y a decirle a mi lobo interior que pronto... pronto, obtendríamos la liberación que necesitábamos. Pero lo que realmente me cabreaba era que Banner, mi padre, había dado órdenes estrictas de que mis hermanos y yo no nos acercáramos a Luca. No debíamos enfrentarnos; diablos, ni siquiera debíamos mirar en su dirección. Sin embargo, nuestro Da nos conocía bien, sabía que lo único que conseguiría sería que yo atacara al Lycan tras los muros. Pero eso terminaría en un evento catastrófico en el que no podríamos controlar la situación. Así que, aunque mi padre me hiciera enojar, tenía razón. Sabía que no seríamos capaces de detenernos si íbamos tras él. Sotelo, gracias K. Cross Con solo treinta años de edad humana, mis dos hermanos y yo, los tres haciendo trillizos, éramos jóvenes para los estándares licántropos, dado el hecho de que nuestra especie podía vivir hasta un milenio. Pero eso no significaba que no estuviéramos entrenados o fuéramos mortales. Eso no significaba que no fuéramos hombres maduros, hechos y derechos. Sin embargo, sabía que mi padre, incluso Cian, general de la Guardia, nos veía como los pequeños cachorros que aún les pisaban los talones hace tantos años. Pero ya no éramos unos malditos niños. Podíamos manejarnos, hacernos cargo de cualquier situación que se presentara. Éramos los siguientes en la línea de mando del clan escocés, los tres formábamos una trifecta. Aunque normalmente solo había un heredero, nuestro padre había decidido que los tres lo hiciéramos juntos. Mantendríamos el vínculo de la familia y las tradiciones, nos aseguraríamos de que nuestra cultura y las costumbres licántropos se mantuvieran. Pero sobre todo, garantizaríamos la seguridad de nuestra gente y de nuestra especie. Y continuaríamos con esta forma de gobernar hasta que tuviéramos nuestros propios hijos. Entonces les enseñaríamos nuestras costumbres, les mostraríamos la fuerza y el poder de los licántropos. Dejé que ese futuro se desarrollara en mi cabeza, especialmente la parte de los hijos. Si teníamos suerte, encontraríamos a nuestra compañera, la única mujer a la que amaríamos, a la que daríamos nuestro cuerpo y la única con la que podríamos tener hijos. El único propósito de un cambiaformas era encontrar su compañero vinculado, experimentar la conexión vinculada. Todo lo que queríamos era encontrar a nuestras hembras predestinadas. Un Lycan -o cualquier criatura del Otro Mundo, en realidad- se dedicaba a esa hembra y solo a ella, aunque nunca la encontrara. Ella sería lo único que queríamos o necesitábamos en nuestra vida. Ella era nuestro verdadero hogar. Pero no era una garantía de que alguna vez la encontraríamos y estaríamos completamente completos. Era un verdadero regalo en todo el sentido de la palabra. Sotelo, gracias K. Cross Cerré los ojos y me imaginé teniendo una pareja propia. La sola idea de que nunca encontraría a mi hembra no había sido algo que estuviera en mi mente hasta que Luca entró en escena. Por supuesto que ansiaba a mi compañera, aunque no sabía quién era ni dónde estaba. ¿Había nacido ya? ¿Era una humana, una Lycan? ¿Otra criatura del otro mundo? No importaba de dónde viniera, porque sería perfecta; de eso estaba seguro. Me pasé una mano por la cara, sintiéndome agotado y al mismo tiempo excitado. Seguí avanzando por la casa, mis padres ya se habían acostado y mis hermanos hacían lo mismo. Ainslee estaba encerrada en su habitación, negándose a socializar con nosotros, pero no podía culparla. Le había llevado comida antes, así como un vaso de sangre fresca, con la esperanza de que comiera y bebiera algo, porque había estado retraída y no había tomado suficiente sustento con todo el estrés. Quería hablar con ella, pero sabía que estaba disgustada, confundida y que una parte de ella estaba destrozada. Podía percibir el olor persistente de su vacío y eso me corroía. No quería que se sintiera así. Eso era lo último que cualquiera de nosotros quería. Y aunque estábamos tratando de protegerla, también la estábamos lastimando en el proceso. Acabé encontrándome en las entrañas de la finca, donde se había levantado el enorme centro de entrenamiento tres décadas antes. Treinta años antes, justo antes de que nuestra madre nos diera a luz a los trillizos, las cosas se habían hecho de forma muy diferente. La Guardia se entrenaba en el exterior, bajo la luna llena y al aire libre. Habían luchado y aprendido las formas de proteger a nuestro pueblo sin muros ni restricciones. Pero después de que un ataque de los Therabus matara a varios licántropos e hiriera a muchos otros, las cosas habían cambiado drásticamente. Los Therabus, una especie repugnante que formaba parte de la malvada facción del Otro Mundo de Katara, no eran más que una especie malvada y maldita de cambia formas cuyo único propósito era Sotelo, gracias K. Cross aprovecharse de los débiles, preferentemente los humanos. Si tuviera que describirlas de forma que un humano pudiera entenderlas, entrarían dentro de la mitología de los súcubos, pero eran mucho más desagradables e imposiblemente más peligrosas. Después del ataque, la Guardia se había vuelto más disciplinada y reservada. Protectora y agresiva. YCian, el líder de la Guardia, un general en términos humanos, decidió que necesitábamos más organización, más disciplina. Así que se había construido el centro de entrenamiento subterráneo, que llevaba décadas cumpliendo su función. Una vez en el fondo de la intrincada escalera curva y retorcida, a través de varias puertas codificadas y aún más esquinas y giros, me detuve en las enormes puertas dobles de acero que conducían a la instalación principal. Había una cámara de seguridad montada en la esquina, y otra detrás de mí. Todos los ángulos estaban vigilados. Me dirigí al enorme teclado situado a la izquierda en un panel de la pared. El proceso para entrar era largo, y tras introducir un código específicamente adaptado a mí, esperé a que el monitor de infrarrojos escaneara mi cara y mis retinas. Se oyó un enorme clic, la cerradura de última generación se desenganchó en tres puntos distintos, y luego empujé el pesado acero para abrirlo. Entré en los pasillos estériles, la puerta se cerró detrás de mí y las cerraduras volvieron a su sitio. Al instante oí el fuerte golpeteo de la formación y seguí el sonido. Las entrañas de la finca habían sido convertidas y destripadas y luego se extendían bajo tierra por hectáreas y hectáreas más allá. Continué siguiendo el sonido, sabiendo dónde se realizaba el entrenamiento, porque yo, al igual que mis hermanos, estaba aquí abajo constantemente. No solo nos ejercitábamos a diario, sino que Cian nos entrenaba como si fuéramos a formar parte de la Guardia. Teníamos que saber lo mismo, teníamos que ser igual de peligrosos y entrenados que nuestros centinelas, fuéramos o no herederos del trono. Sotelo, gracias K. Cross Pasó un buen rato hasta que llegué a otro conjunto de puertas dobles. Éstas se abrieron, y el olor a sudor masculino, testosterona y agresividad se desprendió de la habitación. Dentro, la sala era grande, como de tamaño olímpico. Había docenas y docenas de Lycans ejercitándose brutalmente. Los hombres se enfrentaban entre sí en un extremo, y algunos luchaban en el otro. Había un cuadrilátero de boxeo en la esquina derecha, con dos hombres que se enfrentaban con violencia. Cian recorría el perímetro de la sala y, aunque no podía oírlo por encima de los gruñidos y los gruñidos, los gritos y las maldiciones de todos los demás machos que había dentro, prácticamente podía imaginar su tono autoritario y sus órdenes de tipo alfa cuando se detenía y daba indicaciones a cada macho. Como consejero de confianza de mi padre, protector y su mano derecha, Cian había visto mucho en este mundo. A los doscientos cincuenta años, algunos dirían que todavía era relativamente joven en el gran esquema de las cosas. Su experiencia en la batalla, el dominio alfa que emanaba de él a diario y su lealtad inquebrantable a mi padre y a su especie lo convertía en el cambiaforma perfecto para este puesto. Nadie me prestó atención mientras seguía ejercitándose y entrenando. Nadie me detenía, nadie excepto Cian, que gruñía con ese tono suyo de desaprobación. Necesitaba esto. Necesitaba un poco, bueno, un infierno, de agresión y un brutal combate cuerpo a cuerpo. El combate uno a uno hacía que la sangre rugiera en mis venas. Y sabía que alguien en esta maldita sala me la daría. Podía sentir la jugosa agresión que me rodeaba. Hacía que mi lobo tuviera hambre, que se moviera dentro de mí, que necesitara dejar salir toda esa energía bruta que me consumía. — ¿Qué hace un cachorro como tú aquí cuando no es su turno para entrenar? Apreté los dientes ante la profunda voz que provenía de mi espalda. Sentí que mi columna se enderezaba automáticamente, mi Sotelo, gracias K. Cross molestia al escuchar a Cian llamarme “cachorro” me cabreaba aún más. Me giré lentamente y lo miré. No podía faltar la mirada de desaprobación en su rostro. No dije nada, solo miré fijamente al enorme macho. Tenía la misma constitución que cualquier otro cambiaformas Lycan, más de un metro ochenta de altura, muy musculoso, con hombros anchos, brazos poderosos y mazos en lugar de manos. Pero, a diferencia de la mayoría de los cambiaformas, todo lo que Cian tenía que hacer era entrecerrar los ojos en tu dirección, gruñir por lo bajo, y eso hacía que te cagaras en los pantalones. Pero estaba de mal humor, lo había estado durante la última semana por culpa de Ainslee y Luca, así que aparté el labio superior de mis caninos alargados, divertido de que pensara que su tono, su avanzada edad y su posición podrían de alguna manera hacerme desistir de estar aquí. —No creo que debas estar aquí, Caelan. — Cruzó sus fornidos brazos sobre el pecho y me miró fijamente. Inamovible. — ¿Prefieres que esté ahí afuera empezando algo con ese puto cañón suelto, o aquí dentro empezando mierda con uno de estos grandes cabrones? Cian entrecerró los ojos, pero ahora mismo me sentía feroz y con ganas de empezar una mierda con cualquiera. — ¿Y por qué no estás ahí afuera vigilando a Luca?— Sabía que estaba presionando botones, y por muy controlado que estuviera Cian, presionarlo me iba a morder en el culo. —Rotación, cachorro. La Guardia no puede ser sedentaria por un asunto. — Había un gruñido entre las palabras de Cian. —Tenemos que estar siempre preparados. — Me miró de arriba abajo y finalmente gruñó: —De acuerdo, bien. ¿Quieres dar salida a esa agresividad que sientes? Entonces ve y salta al ring con Odhran. Miré hacia el cuadrilátero donde dicho Lycan estaba derribando a otro macho. Odhran levantó la cabeza. Una gran cicatriz comenzaba en la línea del cabello y se curvaba por el lado de su cara. Debería Sotelo, gracias K. Cross haber tenido miedo de enfrentarme al cambiaforma, pero sentí ese familiar impulso de agresividad y excitación que me recorría. No sabía mucho sobre Odhran, nada más que era muy amigo de Cian, y luego estaban los rumores de cómo había cambiado, y no para mejor. Se decía que ahora era más un señor de la guerra que un hombre civilizado, que le habían quitado a su compañera de enlace y que nunca la había encontrado, por muchos siglos que hubiera buscado. Y por eso, no era más que una máquina. Una bestia brutal, violenta y endurecida. Rodé la cabeza por el cuello, me crují los nudillos y sonreí. Si alguien iba a darme una salida a esta rabia que sentía... Odhran era el hombre que debía hacerlo. Sotelo, gracias K. Cross Capítulo 6 DARRAGH Cerré de golpe la puerta de mi coche de alquiler y me quedé mirando el frondoso bosque que tenía delante. Había carteles alrededor, todos en inglés y gaélico, con una gran tabla de madera cubierta de plexiglás que explicaba el bosque y los Acantilados de Moira. Estaba oficialmente en mi segundo ¿o era el tercero? día en Escocia. El tiempo se mezclaba, el jet lag no cedía, mi reloj interno estaba desordenado. Y como era domingo y casi todo estaba cerrado en la ciudad, decidí que por qué no ir de excursión. No hablemos de que nunca había hecho ningún tipo de actividad al aire libre, y mucho menos senderismo. Era solo caminar, pero en un terreno un poco más accidentado. Miré mis zapatillas de tenis, agradeciendo haberlas traído. No creía que mis zapatillas de ballet que había llevado en el avión fueran a funcionar, ni siquiera en un sendero. Me quedé mirando el camino que tenía delante. Hacer turismo no había sido una prioridad al venir aquí, pero no podía mentir y decir que la idea de disfrutar y no hacer de esto un “trabajo” tenía su atractivo. ¿Si no podía hacer lo que había venido a hacer ahora? Y tal vez un tiempo al aire libre/naturaleza me ayudaría a despejar la mente. Sotelo, gracias K. Cross Así que aquí estaba, lista para ir de excursión por primera vez en mi vida. Me ajusté la mochila, con un par de botellas de agua y barritas energéticas adentro.Empecé el camino y sentí que me llenaba de ligereza. Era una sensación extraña, que nunca había experimentado del todo. Era tan extraño; era casi como si este fuera el lugar donde se suponía que debía estar todo el tiempo, como si hubiera estado perdida... pero finalmente había encontrado mi hogar. El sol se asomaba entre los árboles, e incliné la cabeza hacia atrás y cerré los ojos, quedándome quieta y dejando que ese calorcito me cubriera la cara. Sentí que una sonrisa se extendía por mi cara y me pregunté si esto era lo que me había estado perdiendo todo el tiempo. Estar al aire libre sin el ruidoso caos de la ciudad. Tal vez no estaba hecha para nada más que esto. Una simplicidad agradable y sin complicaciones. Abrí los ojos y entrecerré los ojos, el sol atravesando la copa de los gruesos árboles y cortando mi cara. Era cálido y brillante, y juré que esa sensación crecía en mí. La brisa se levantó, atrapando el extremo de mi cola de caballo y rozando los mechones a lo largo de mis hombros. Todo olía fresco y limpio, tan libre y sin obstáculos. Estaba acostumbrada al olor del smog y de los tubos de escape de los coches, tan familiarizada con los bocinazos y los gritos de la gente enojada. Seguí caminando, consciente de la maleza que me rodeaba, de las gruesas raíces que brotaban del suelo como dedos hambrientos que necesitaban la luz del sol y el aire fresco. Saqué el folleto que Christo me había dado anoche cuando me dirigía al pub. Abrí el tríptico y empecé a leer sobre los Acantilados de Moira, la historia, el camino a seguir y todos los pequeños detalles que un turista debía conocer. La caminata sería de unas dos horas, sesenta minutos en cada sentido, tal como había dicho Christo. No era algo que me pareciera especialmente agradable, pero con nada más que tiempo en mis manos ahora mismo, supuse que sería la oportunidad perfecta para simplemente... ser libre. Además, me sentía bien aquí, así que esto ciertamente no era una dificultad. Sotelo, gracias K. Cross Volví a guardar el folleto en el bolsillo y me ajusté la mochila mientras seguía caminando. Me había puesto muy nerviosa al salir a comer sola, no solo porque no era una persona sociable sino también porque estaba en una ciudad extraña con una cultura diferente. Pero rápidamente me di cuenta de que los habitantes de Búraló eran abiertos y amables y estaban muy dispuestos a contarme su historia y el folclore que rodeaba la ciudad. Y yo había bebido demasiadas pintas de cerveza, que me hacían sentir suelta y feliz y especialmente ansiosa por escuchar todo lo que tenían que decir. Había escuchado las historias del pueblo, cuándo se estableció, cuántos residentes lo llamaban hogar. No me había sorprendido saber que el lobo era una parte integral de lo que creían en Búraló, no con todas las estatuas y grabados que rodeaban cada rincón. Era casi como si adoraran al lobo, o al Lycan, como los llamaban. Había historias sobre estas grandes y poderosas criaturas que vagaban por los bosques de Escocia, que eran feroces y peligrosas, territoriales pero protectoras en todo el sentido de la palabra. Los aldeanos hablaban con tanto temor y orgullo que era difícil no enamorarse de las míticas criaturas que no solo infundían miedo en estas personas, sino también esta reverencia y amor. Y estaba bastante segura de que la cerveza había estado hablando la noche anterior, porque se me habían soltado los labios al hurgar y buscar información sobre mi familia. ¿Por qué no intentar sacar algo de “suciedad” mientras todo el mundo estaba tan felizmente dando la información gratuita? Pero, para mi decepción, nadie tenía nada útil que decir, aparte de que mucha gente que vivía en lo más profundo del bosque se mantenía al margen, y al parecer mis abuelos y mi madre habían sido precisamente eso. Reclusos a la enésima potencia. Pero aunque los habitantes del pueblo no pudieran ayudarme, tenía la esperanza -quizá demasiado optimista- de encontrar algo en los registros públicos. Tal vez encontraría a otros residentes que estuvieran en casa en lo profundo del bosque. Tal vez ellos pudieran ayudarme. Porque en este momento no tenía nada más que perder. Sotelo, gracias K. Cross Capítulo 7 CAELAN Estaba bastante seguro de que me había roto un par de huesos, definitivamente me los había fracturado. Mi cuerpo estaba negro y azul, pero quería esto. Lo pedí. Lo necesitaba. Y Odhran lo cumplió con creces. El cambiaformas no me había ahorrado nada en ese ring, y yo había ido con uñas y dientes con él, sin retener nada. Había sido consciente de que el resto de la Guardia dejaba de entrenar y observaba, viendo cómo nos dábamos una paliza, pero a pesar de mi poder y tamaño, Odhran no tenía alma y llevaba siglos de ventaja. Había participado en innumerables batallas y tenía en su haber cientos de cadáveres. Así que subí cojeando las escaleras y salí por la puerta que llevaba al centro de entrenamiento. Sabía que tenía unas cuantas costillas rotas, pero estarían curadas por la mañana. Y estaba agotado, tan agotado que ni siquiera existía la posibilidad de poder jodidamente dormir. Pero primero necesitaba ver a Ainslee. Necesitaba disculparme, necesitaba decirle que la amaba y que las cosas se arreglarían. Incluso si no sabía si eso era la verdad. Después de dirigirme a la cocina y engullir dos botellas de agua, subí las escaleras. Lennox y Tavish se dirigían hacia mí, sin duda habían bajado a la sala de recreo para jugar a esos estúpidos Sotelo, gracias K. Cross videojuegos con los que estaban obsesionados. Y una mirada a mi cara hizo que Tavish pusiera los ojos en blanco. —La vas a cabrear aún más. Déjala en paz. — dijo Lennox. Estaba claro que había leído mi mente. Pero todo lo que hice fue seguir caminando, adelantándome a ellos, y levantando la mano para sacarle el dedo. —Con clase. — murmuró. No me molesté en mirar por encima del hombro a él y a Tavish mientras iban por el pasillo hacia sus habitaciones. —Ella estaba molesta. Quiero ver cómo está. Oí a Lennox refunfuñar sobre mi prepotencia. Pero eran unos malditos habladores, ya que eran tan protectores de Ainslee como yo. Cuando me detuve frente a la puerta de su habitación, tuve un poco de duda de que incluso el hecho de hablarle ahora mismo se encontraría con resistencia, que ella lo vería como si yo fuera demasiado autoritario. Pero sabía que no podría dormir si no me aseguraba de que estaba bien. Sabía que esto era duro para ella. ¿Cómo no iba a serlo? Intenté ponerme en su lugar, imaginándome a mí mismo alejado de mi pareja. Pero era diferente para las hembras del Otro Mundo. Las hembras de nuestro mundo no sentían el mismo tipo de Conexión de Enlace que los machos. Pero ni siquiera eso podía hacerme sentir simpatía por Luca, no en el estado en que se encontraba. Estaba loco de remate, demasiado al límite de la cordura. No podía confiar en que fuera amable con mi hermana. Compañero o no, no me cabía duda de que su necesidad de ella, las tendencias animales que había albergado durante demasiado tiempo, podrían hacerle daño. Llamé a la puerta y dije en voz baja: — ¿Leelee?— Me sentí como un imbécil, mi agresividad era mayor de lo que nunca había sentido debido a la situación. Tenía que ser más suave con ella, no tan brusco y áspero. Sotelo, gracias K. Cross Aunque era mitad Lycan y había crecido viéndonos a todos los demás maltratados constantemente, seguía viéndola como mi hermanita, alguien demasiado valioso para ver la fealdad del mundo. Siempre lo haría. No hubo respuesta, cerré los ojos y exhalé. Volví a llamar a la puerta. —Leelee, ven. Por favor, no te enojes. — Seguía sin haber respuesta. Apoyé la frente en la puerta y exhalé. Nuestras vidas habían cambiado drásticamente. Da y mamá estaban hasta el cuello de estrés y preocupación,y la agresión de mis hermanos y mía era tan intensa que me estaba ahogando. Debería haberme dado la vuelta y volver a mi habitación, para darle espacio e intimidad, pero sentí esa tensión en la nuca, ese cosquilleo en la piel. Me enderezó al sentir que mi lobo se levantaba. Por muy enojada que estuviera conmigo, nunca me había dejado fuera así. Por otra parte, nadie había tratado de alejarla de su pareja. Enrosqué la mano alrededor del pomo de la puerta, sintiéndome muy mal porque estaba a punto de irrumpir en su habitación. Pero entonces giré el pomo y abrí la puerta. Lo primero que vi fue su cama hecha. Lo siguiente que vi fue la mesita de al lado, que aún contenía la bandeja de comida sin tocar y el vaso lleno de sangre que había traído antes. Sentí que mis cejas se bajaban cuando abrí la puerta aún más, la madera golpeando contra la pared. Dirigí mi atención hacia el lado opuesto de la habitación, donde estaba su tocador, esperando verla sentada en el pequeño banco que había frente a él, mirándome fijamente. No había nada. Entré y miré por toda la habitación. — ¿Ainslee?— Dije su nombre lo suficientemente alto como para que, aunque estuviera en el baño, pudiera oírme. Silencio. Sotelo, gracias K. Cross Me encontré caminando hacia el baño, con la puerta ya abierta y la luz apagada. Supe que no estaba dentro incluso antes de abrir la puerta del todo y encender la luz. No había nada. Mi corazón empezó a latir con más fuerza mientras el pánico se apoderaba de mí. No está en su habitación. ¿Y qué? Podría estar en otro lugar, sin poder dormir, así que está paseando por la finca. Pero el pánico seguía creciendo, aumentando con cada segundo que pasaba. Miré hacia su ventana, negando, porque era absolutamente imposible que ella hubiera ido en contra de lo que habíamos dicho, y se hubiera dirigido a él. Era imposible que hubiera podido burlar a los centinelas. Pero mientras intentaba convencerme de que seguía en la finca, en la propiedad, más sabía que estaba ahí afuera con ese cabrón. Dioses. Me agarré el pecho, rasgando el material de la camisa, mientras empezaba a hiperventilar. Ella había salido con él. Había salido de la casa, porque la habíamos asfixiado. Era nuestra culpa, y si ella estaba herida por mi culpa, nunca me lo perdonaría. Ninguno de nosotros lo haría. Era el momento de buscar a mis hermanos y a Da. Era hora de cruzar esa puerta, cazar a Luca y rezar como el diablo para que no la hubiera devorado. Esto no era solo una batalla en la que íbamos a entrar. Era una guerra. Sotelo, gracias K. Cross Capítulo 8 DARRAGH —Hijo de puta. — maldije a nadie, y a pesar de estar sola en medio de la nada, sentí que se me calentaba la cara por la palabrota. Sabía que estaba perdida desde hacía una hora, bueno, desde mucho antes, pero lo había negado. Y estaba realmente en mal estado ahora que el sol se había puesto y estaba en un bosque espeluznante con nada más que las cosas que hacen ruido en la noche rodeándome. Estaba completamente desorientada, no tenía ni idea de la dirección en la que se encontraba mi coche de alquiler, y sentía que el pánico se instalaba con tanta fuerza que empezaba a tener miedo de no salir nunca de ese bosque. Me detuve en el centro del bosque y cerré los ojos, respirando, tratando en vano de recuperar la calma. No estaba sirviendo de nada, ni con los espeluznantes sonidos que me rodeaban, ni con el hecho de que el sol se hubiera puesto horas antes, y sobre todo con las sombras que hacían parecer que había criaturas acechando detrás de los árboles. Abrí los ojos y miré a mí alrededor, un escalofrío recorrió mis brazos cuando se levantó una brisa. Juré que había oído el chasquido de las ramas, y supe que no había imaginado que algo grande se acercaba corriendo. Estaba sudando y los mechones de pelo que se me habían caído de la coleta se me pegaban a las sienes. Enrosqué las manos alrededor de las correas de mi mochila. Al menos había sido lo suficientemente inteligente como para llevarla y Sotelo, gracias K. Cross meter en ella agua y barritas energéticas, porque me habían salvado el pellejo hace unas horas, cuando me sentía deshidratada y el estómago se me había revuelto de forma feroz. Exhalé una bocanada de aire, y la corriente de aire apartó un mechón de mi pelo oscuro que se había soltado de la coleta y que no estaba pegado a mi cara. Di una vuelta completa, tratando de ver si podía hacer cara o cruz con respecto a la dirección que debía tomar, pero mi realidad parecía que me iba a quedar durmiendo aquí toda la noche, porque de ninguna manera podía navegar por el bosque cuando estaba oscuro. Podría llorar... otra vez. No hacía mucho tiempo que me había derrumbado cuando supe que estaba en el arroyo de la mierda sin un maldito remo, pero me puse mis “bragas de niña grande” y seguí adelante. Me dije que era una sobreviviente. No había pasado por el sistema de acogida con cicatrices y moretones por defenderme y no dejar que los otros niños me golpearan, solo para perderme en las Tierras Altas de Escocia. Elegí una dirección y empecé a caminar, porque cualquier camino en este momento era una apuesta lo suficientemente buena para salir de aquí. —Esto me pasa por ser una idiota y salirme del camino. — Me aparté el mismo mechón de pelo de la cara. —Esto me pasa por no llevar una brújula o un mapa, o demonios, un teléfono móvil que realmente funcione en medio de la nada. — Pero yo quería “hacer las cosas a lo bruto”, ver la belleza natural de mi entorno que los turistas no tenían a mano. Sentí esa atracción por explorar, y no la negué. Y ahora estoy pagando por ello. Saqué el móvil, pero ya sabía lo que iba a ver. No hay servicio. No hay barras. Nada más que mi batería muriendo lentamente. Es la única razón por la que no estaba usando la linterna en la maldita cosa, porque seguía manteniendo la esperanza de que una de estas veces que comprobaba el servicio, un milagro ocurriría y tendría. Estaba perdiendo la cabeza. Tenía que ser para reñirme a mí misma como si eso fuera a cambiar las cosas. Sotelo, gracias K. Cross Otro escalofrío recorrió mi cuerpo, y apreté aún más la ligera chaqueta que llevaba a mí alrededor. Seguí caminando. Y caminando. Y caminando. El tiempo parecía borroso en este bosque, lo que no hacía sino aumentar su aspecto espeluznante. Tenía que hacer un campamento improvisado, sin tienda de campaña, sin fuego... sin nada más que mi chaqueta ligera y la única botella de agua y barra energética que me quedaba o seguir recorriendo estos bosques de noche y esperar encontrar algo. Y entonces oí otro ruido. ¿Gemido? ¿Un gruñido? Me detuve, con el corazón en la garganta mientras me daba la vuelta, con la cabeza dando vueltas de un lado a otro mientras intentaba averiguar qué era ese ruido y de qué dirección venía. Otro gemido. Femenino. Un gemido áspero. Masculino. Mis ojos se abrieron de par en par y seguí el sonido. Me importaba una mierda si me encontraba con gente teniendo sexo en el bosque. Ellos podían sacarme de aquí. Ya estaba casi corriendo, mis pies crujían sobre las ramitas y las hojas secas. Estaba a punto de abrir la boca y gritar pidiendo ayuda, para llamar su atención y que dejaran de follar antes de que los viera y tuviera que blanquearme los ojos, pero el gruñido tan animal que rasgó el aire me hizo tropezar hacia delante antes de caer de rodillas. Grité suavemente cuando mi mano aterrizó en el borde dentado de una roca. La levanté y la acerqué lo suficiente a mi cara para poder ver. Un corte de aspecto desagradable me atravesaba la palma de la mano, lo suficientemente profundo como para necesitar puntos de sutura, pero eso era lo que menos me preocupaba. Me levanté justo cuando oí el sonido de... hombres hablando, sus voces eran rudas y profundas. Mi pulsose aceleró en señal de alivio. Me encontré moviéndome hacia ellos antes de darme cuenta de lo que estaba haciendo, las voces se hacían más fuertes y ahora se volvían un poco distorsionadas. Lo único que pensaba era que podían sacarme de aquí. Ni siquiera se me ocurrió, al menos no más que a un Sotelo, gracias K. Cross nivel superficial, que podría estar caminando hacia algo mucho más peligroso que estar perdida en el bosque. Pero todo lo que repetía en mi mente era salir de este maldito bosque, volver al pequeño bed and breakfast y dejar todo esto atrás. Iba a quedarme a dormir durante las próximas doce horas. Los árboles empezaron a reducirse, y supe que me acercaba a un claro, donde estaban las voces. Los sonidos se hicieron más fuertes, más distinguibles, y eso me hizo bajar las cejas confundida, porque no tenía ningún sentido la conversación que estaba escuchando. Me esforcé por escuchar, las voces eran muy masculinas y profundas, algo distorsionadas. —Da, con todo respeto, esta es mi vida. Es mi compañero. No soy una niña, y no puedes dictar mi vida, no en lo que respecta a esto. No puedes decirme con quién puedo estar, especialmente con mi compañero predestinado. Me centré en la única voz femenina que había oído hasta el momento, pero como estaba tan oscuro y solo había trozos de luz de luna que brillaban entre las copas de los árboles, no pude distinguirla muy bien. Pude ver el cabello rubio que caía en ondas pesadas a lo largo de sus hombros y sobre su espalda. También pude ver al hombre más grande que había visto en mi vida de pie frente a ella en una postura muy protectora. Hubo más conversaciones, más gritos y gruñidos, y todo el tiempo sentí un extraño pinchazo que me cubría todo el cuerpo. No era desagradable, pero sí muy inusual y desconcertante. La sensación que me consumía era casi... placentera. Como si mi cuerpo supiera que algo monumental estaba a punto de suceder y lo anticipara. ¿Compañeros? ¿Lycans? ¿Vampiros a los que hay que llamar? Me acerqué un paso más, pero volví a tropezar, lanzando una mano para apoyarla en el árbol más cercano. Siseé cuando mi palma cortada aterrizó en la áspera corteza. Pero el dolor se desvaneció mientras me quedaba congelada ante la escena que tenía delante. Sotelo, gracias K. Cross Entonces fue como si el tiempo se ralentizara antes de acelerarse, con gruñidos que resonaban en los árboles, unos gruñidos que no eran humanos. Iba a haber una pelea... una grande. Sacudí la cabeza, con la confusión y el miedo tan intensos en mí que sentí las lágrimas calientes deslizándose por mis mejillas antes de darme cuenta de que estaba llorando. Más gruñidos y chasquidos de dientes, gritos y el nivel de agresividad que se desprendía me decían que esto no era solo una pelea sino una guerra. Y estos hombres no eran normales. Los hombres eran demasiado grandes. Demasiado musculosos. Y sus... ojos brillaban. Brillaban como lo he estado soñando toda mi vida. Y justo delante de mí, vi a los hombres hacerse más grandes, sus músculos se apilaban unos sobre otros. Parecían... inhumanos. Dios. No son humanos. Nada de esto es correcto. Porque lo que estaba mirando no podía ser real, no cuando los hombres frente a mí parecían sacados de una película de terror. Sotelo, gracias K. Cross Capítulo 9 CAELAN Sentí la furia salvaje de mi lobo que se movía dentro de mí. Estaba parcialmente transformado, más animal que hombre ahora, mi cuerpo más grande, mis ojos centelleantes, mis uñas afiladas como cuchillas. Estaba listo para una guerra mientras yo, junto con mi padre y un puñado de miembros de la Guardia, formamos un muro de agresión y carne frente a Luca. Gruñí al ver al otro macho adoptar una postura protectora frente a mi hermana. Después de darme cuenta de que Ainslee había abandonado la propiedad y de involucrar a mis hermanos y a Da, se había elaborado un plan suelto. Tavish y Lennox habían ido a la pista de aterrizaje privada de los Lycans porque, al parecer, mamá había llamado a su hermano loco y sediento de sangre. Y la presencia del tío Adryan solo causaría más caos, porque ese macho no solo era el mejor puto rastreador que conocía; también era el líder del Clan Vampiro Americano. Y había conseguido ese puesto por su brutalidad y falta de emoción. Estaba bastante seguro de que el bastardo era un sociópata. Luca gruñó, y yo enseñé los dientes, mis magulladuras y mis costillas agrietadas, el dolor de mi maltrecho cuerpo se desvaneció mientras sentía una oleada de adrenalina y poder recorrerme. —Deja ir a mi hermana, y podremos manejar esto como machos de valor. — Aunque ser un hombre de valor era lo último que tenía en mente. Sotelo, gracias K. Cross Quería sacarle sangre a Luca, y mucha, sobre todo porque podía oler su excitación por mi hermana en el aire. —Caelan, por favor, detente. — llegó la suave voz de Ainslee, pero no pudo penetrar la rabia que sentía ni despejar la película roja de ira que cubría mi visión. —No lo entiendes. Esto es un gran malentendido. Gruñí y apoyé mi peso en los muslos, bajando ligeramente, poniéndome en posición de ataque para cargar contra Luca. —Retírate, chico. — arremetió Luca, pero me limité a sonreír. Ainslee se puso al lado de Luca, y oí un coro de gruñidos que impregnaba el aire a mí alrededor mientras los otros licántropos se preparaban para la batalla. Ainslee levantó las manos en señal de rendición, y odié que sintiera que tenía que hacer esto con nosotros. Nunca le haríamos daño. —Caelan...— Hizo una pausa y miró a cada uno de los Lycan, todos ellos de pie a unos seis metros de ella y Luca. —Te pido que me dejes hacer esto por mi cuenta y en mi propio tiempo, que me dejes resolver esto. Odié que sonara tan desesperada, que todos la hubiéramos hecho sentir así. Sacudí la cabeza y cerré los ojos, sabiendo que tenía que entrar en razón, que tenía que escucharla, pero mi lobo estaba demasiado ido. Estaba demasiado al límite, demasiado roto en este estado como para empujar a la bestia hacia abajo. Abrí los ojos y tomé nota de la forma en que Luca adoptó una postura protectora frente a ella. No podía negar que me complacía que muriera para salvaguardarla. No querría menos para mi hermanita. —Luca no me hará daño. — Ainslee miró a Luca, y pude ver, sentir, lo mucho que sentía esas palabras... lo mucho que las creía. Y entonces nos miró una vez más y dio un paso adelante. Quise abalanzarme sobre ella, para alejarla de la violencia que se cocía a fuego lento en la superficie, que iba a explotar y acabar con todos nosotros. Pero Luca mantuvo su mano sobre ella, atrayéndola contra su pecho. Gruñí y oí a Da hacer lo mismo, y ni siquiera traté de ocultar el chasquido de mis dientes o mi lobo alzándose aún más, empujando Sotelo, gracias K. Cross hacia adelante. Estaba perdiendo el control y no sabía cuánto tiempo más tendría antes de estallar del todo. Da se adelantó y sentí que se ablandaba mientras se dirigía a su hija. —Querida, tu madre está muy preocupada. — Había una clara súplica en la voz de nuestro padre, pero debajo de ella estaba también su inmensa rabia. —Vuelve a casa y tranquilízala, y podremos hablar de esto. Podemos pensar cómo va a funcionar esto. Nos miró a todos los que estábamos de pie uno al lado del otro, con los ojos entrecerrados, los iris brillando y diciendo a todos lo cerca que estaba de cambiar. Igual que yo. —Déjenme hablar con Luca a solas. — se dirigió a nosotros, y a pesar de que mi padre era el que mejor sabía, yo estaba dispuesto a discutir el punto. Volvió a centrarse en Ainslee. —Puede que pienses que no te hará daño, y no lo ha hecho... todavía, pero es inestable. Hasta que no pueda garantizar que está bajo control y que el hecho de estar medio convertido no será contraproducente, no puedo