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04 - Jocelynn Drake - Embracing Winter

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Jocelynn Drake Abrazando a Winter 
 
 
 
Serie Sen ores de la discordia 04 
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Jocelynn Drake Abrazando a Winter 
 
 
 
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Jocelynn Drake 
 
Abrazando a Winter 
 
 
 
 
Señores de la discordia 
 
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les llevó desarrollar una historia para fascinarnos y 
por eso queremos que más personas las conozcan y 
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Jocelynn Drake Abrazando a Winter 
 
 
 
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Sinopsis 
Winter Varik sólo cree en una cosa: proteger a su familia. 
Incluso de sí mismo. 
Durante casi doscientos años, ha ocultado un peligroso secreto a 
sus hermanos. 
Pero podría haber encontrado su salvación en un sexy brujo 
llamado Fox. 
Lástima que ese mismo brujo apareciera en una profecía que 
predecía la destrucción de los Varik. 
En una carrera por descubrir la verdad que se oculta tras la 
profecía y acabar con un vampiro decidido a matar a todos los Varik, 
Winter podría tener que elegir entre tener por fin el deseo de su corazón 
y la familia que ama. 
 
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Capítulo Uno 
5 de mayo de 1843 
Winter salió de la destartalada vivienda y cruzó los adoquines 
desiguales hasta la acera del tranquilo barrio que Aiden había elegido. 
Miró calle arriba y calle abajo, pero vio poca gente. Sólo faltaban un par 
de horas para el amanecer. Se sentía agotado y a la vez muy vivo. 
Era un vampiro. 
Aiden le había convertido en vampiro. 
Cuando su padre se escabulló con sus hermanos mayores, Marcus, 
Rafe y Beltran, había empezado a temer que lo excluyeran. Que lo 
dejarían humano y solo. Todo en nombre de protegerle y mantenerle a 
salvo. Sin embargo, habían esperado a que cumpliera veintitrés años 
para dejar de protegerlo y tratarlo como a un niño. 
Para su sorpresa, habían vuelto a por él. Seguían juntos, como 
habían acordado. 
Las primeras horas del día primaveral eran frescas y húmedas; un 
fino hilo de niebla se abría paso por la ciudad. Se oía el lejano repiqueteo 
de los cascos de un caballo sobre la piedra, pero el eco entre los edificios 
hacía difícil localizar su dirección. Por lo demás, el mundo estaba en 
silencio. 
Más que cualquier señal reveladora, tenía la sensación de que 
Aiden se acercaba a él. Winter se volvió a tiempo de ver al vampiro salir 
del estrecho callejón que habían tomado, deslizándose hacia el interior 
del edificio que contenía varios pisos destartalados. 
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Sus sentidos eran mucho... más ahora. No se trataba sólo de 
agudizar la vista o el oído. Podía sentir cosas. Ahora era consciente de 
Aiden de forma diferente. De su padre. Había una energía extra en él que 
latía y podía sentirla. Era extraño, pero también extrañamente enraizante 
y reconfortante. Como si de repente estuviera más conectado a ese 
hombre de lo que había estado antes. 
¿Sucedería lo mismo con sus hermanos? 
Por desgracia, la respuesta a esa pregunta tendría que esperar 
hasta que regresaran a casa de Marcus. Por ahora, sólo estaban Aiden y 
él en las calles de Londres, algo que no alegraba en absoluto a su 
hermano mayor. Había querido acompañarlo, pero Aiden había insistido 
en que fueran sólo ellos dos en esta primera salida. Y Winter sabía muy 
bien por qué. 
Con su padre sustituto cerca, Winter volvió la vista a su entorno. 
Cerró los ojos y escuchó. 
Pero sólo se oía el silencio. 
No había nada. Ni susurros. Ni risas. Ni llantos desolados ni 
pequeños gemidos. Sólo se oía el viento y los caballos. El rechinar de las 
ruedas sobre las piedras. Un carro, tal vez. 
—¿Winter? —La voz de Aiden era baja y cautelosa. Un leve hilo de 
preocupación. 
Pero Aiden tenía todo el derecho a estar preocupado. Era el único 
que sabía que Winter, al igual que su madre, oía voces. La pregunta había 
estado flotando en el aire desde que los hermanos hicieron un pacto años 
atrás para convertirse en vampiros: ¿se volvería loco igual que su madre 
cuando lo convirtieran? 
Ahora había llegado ese momento. 
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El corazón de Winter latía tan fuerte que sus oídos y todo su cuerpo 
se habían convertido en un músculo tenso. Toda su existencia estaba en 
el filo de la navaja, y todo había llegado a ese punto. ¿Seguían ahí las 
voces que habían atestado su mente durante casi veinte años? ¿Se iba a 
volver loco? ¿Era una amenaza para su familia? 
No quería esperar que la pesadilla terminara por fin. El sueño de 
ser libre había perdurado en su cerebro durante años, pero nunca había 
sucedido, convirtiéndose en una aguda y amarga decepción. Proteger a 
sus hermanos de su fea verdad le había convertido en un mentiroso, 
poniendo una distancia entre él y su familia que dejaba un dolor en su 
interior. 
Y quería que todo acabara de una vez. No quería ser un mentiroso. 
Ya no quería estar solo. 
Aiden había insistido en que debía acompañarlo sin su familia por 
si... el hijo menor... se volvía loco. Su padre estaba decidido a proteger 
tanto a sus hermanos como a Winter. Llevaba meses intentando 
convencer a Aiden de que acabara con su vida si ocurría lo peor, pero 
había empezado a temer que tuviera otros planes. Que pretendía 
protegerlo lejos de sus hermanos hasta que se encontrara otra solución. 
Pero Winter no quería ser una carga para su familia de ninguna 
manera. No quería que las voces siguieran atormentándole... aunque eso 
significara su propia muerte. 
Pasaba un segundo tras otro, felizmente silencioso, y no había 
nada. La esperanza creció en su pecho, casi ahogándolo. Se tapó la boca 
con la mano y parpadeó, conteniendo lágrimas de intenso alivio y alegría. 
—No oigo... nada —susurró, soltando la mano que había utilizado 
para protegerse de Aiden. 
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—¿En serio? —preguntó Aiden mientras el aire salía de sus 
pulmones. 
—Hay un caballo. Un carro o quizá un carruaje. El viento. Pero sólo 
oigo nuestras voces. 
Aiden lo agarró de repente y tiró de él en un fuerte abrazo. 
—¡Es maravilloso! 
Winter soltó una pequeña carcajada mientras abrazaba a Aiden, 
intentando respirar sin sentir el nudo que se le había formado en la 
garganta. Tal vez, sólo tal vez, había escapado de las voces que le habían 
seguido desde la infancia. Los compañeros constantes queno podía ver. 
Se secó bruscamente las lágrimas no derramadas antes de reír y 
enderezarse cuando Aiden lo soltó. El vampiro había sido el único padre 
que había conocido en su vida, la única persona a la que había susurrado 
sus secretos. Siempre se había sentido diferente de sus hermanos 
mayores. Se cuidaban de incluirlo, querían protegerlo. Sin embargo, algo 
siempre le había mantenido apartado. 
Aiden le ayudó a deshacerse de ese sentimiento. El vampiro nunca 
había intentado mimarlo ni envolverlo entre algodones. Siempre lo animó 
a ser audaz y atrevido, pero también tenía una forma de hacer que Winter 
se sintiera seguro al mismo tiempo. Había una profunda comprensión en 
los suaves ojos dorados de Aiden, y nada de lo que dijera podría 
sorprender a su padre. 
Winter giró la cabeza para contemplar la calle circundante, un poco 
agradecido de que estuvieran solos, para que nadie pudiera extrañarse 
de sus risas y abrazos un poco enloquecidos. Era libre. Sí, ahora era un 
vampiro, y la vida sería siempre diferente para él, pero tenía una segunda 
oportunidad. Por fin podía centrarse por completo en su madre y sus 
hermanos. Podía ser sincero con ellos. Podía... 
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Cada músculo de su cuerpo se congeló cuando sus ojos se posaron 
en algo... algo muy extraño. 
Era una mujer vestida con un elegante vestido y una extravagante 
cofia en la cabeza. Paseaba por la calle, con una sombrilla en una mano, 
como si saliera a dar su paseo vespertino, sin que pareciera importarle 
que fueran casi las cuatro de la madrugada. 
Ah, y el hecho de que estaba claramente muerta. 
El corazón de Winter martilleó en su pecho por una razón 
totalmente nueva. El alivio fue barrido por una mezcla de conmoción y 
asombro. Era completamente blanca y podía ver a través de ella. Cuando 
pasaba por un escalón o una puerta, podía verlos a través de su cuerpo. 
Era un fantasma. Un espectro. 
—¿Qué? ¿Qué ves? —preguntó Aiden. 
Winter miró a Aiden, fijándose en su mirada preocupada, y luego a 
la mujer mientras seguía caminando. 
—¿No la ves? 
—¿A quién? Somos los únicos que estamos en la calle. 
—Las únicas personas vivas de la calle —corrigió Winter, con la voz 
baja y un poco temblorosa a medida que se le agotaba la esperanza recién 
descubierta—. Yo... puedo ver a los muertos. 
¿Acababa de cambiar un problema por otro? Se le revolvió el 
estómago y se sintió mareado. ¿Cómo había podido ocurrir? Había 
perdido la pesadilla de su existencia y ¿la cambiaba por qué? Fantasmas 
paseándose por su vida. 
Aiden siguió la línea de visión de Winter, mirando fijamente a la 
acera distante, pero estaba claro que no veía nada. Cuando volvió a 
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encontrarse con la mirada de Winter, había una profunda tristeza en sus 
ojos, pero sus labios estaban apretados en una línea dura y decidida. 
—Deberíamos hablar con tus hermanos. 
—¡No! —espetó Winter. 
—Winter... 
—Todavía no, al menos. Ya tienen bastante de qué preocuparse con 
Madre. Aún están aprendiendo a ser vampiros. No necesitan preocuparse 
también por mí. 
—Merecen saberlo. 
—Estaría de acuerdo si eso significara que tendrían que protegerse 
de mí o matarme, pero no creo que lleguemos a eso. —Winter agarró a 
Aiden por los hombros y se puso directamente en su camino. La 
desesperación casi lo ahogaba. Había estado tan cerca. Aún tenía en la 
lengua el sabor de la libertad y la esperanza. No iba a dejarlo escapar. 
Aún no—. Sí, oigo voces, como Madre, pero ahora no me siento 
especialmente demente. No siento que me ataquen ni que quieran 
hacerme daño. No quiero hacer daño a mis hermanos. Sigo siendo yo, 
Aiden. 
—Y siempre serás mi Winter, pero esto... y tan pronto.... —La suave 
voz de Aiden se desvaneció. El dolor y el miedo llenaron sus ojos. 
—¿Quizá sea mi don vampírico? —sugirió Winter, pero Aiden no 
parecía convencido. No es que pudiera culparle. Normalmente, el don 
especial de un vampiro no aparecía hasta pasados varios meses, si no 
años. Sí, había excepciones, pero no ayudaba que Winter oyera voces 
antes de convertirse. 
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—Estoy preocupado por ti. Sólo quiero lo mejor —dijo Aiden con 
cuidado. Acarició a Winter por un lado de la cabeza, con la tristeza aún 
dibujada en el rostro. Su padre ya había perdido a Julianna Varik, el 
amor de su vida, a causa de una locura violenta. Winter sabía que si lo 
perdía a él también, mataría a Aiden—. Winter, nunca te haría daño. Eres 
mi hijo amado. Te protegeremos, siempre. 
Se refería a como protegían a Julianna, salvaguardándola del 
mundo y protegiendo al mundo de ella. No era lo que Winter quería. 
—Lo sé, pero esperemos un poco. Aún estamos acostumbrándonos 
a esta nueva vida. Tenemos que resolver lo de la alimentación. Y la luz 
del sol. 
Un atisbo de sonrisa burló la comisura de los labios de Aiden, pero 
no disipó su preocupación. 
—No tienes que averiguar lo del sol. Sólo tienes que alejarte de él. 
Muy sencillo. 
Winter puso los ojos en blanco. 
—Sí, pero estamos bastante acostumbrados a llevar nuestra vida 
cotidiana al sol. Tendremos que averiguar cómo hacer todas nuestras 
cosas normales después de que el sol se haya puesto. Y seguro que hay 
otras cosas en las que tenemos que trabajar. Como otros vampiros. 
—Mantente alejado de otros vampiros —dijo Aiden bruscamente. 
La sonrisa de Winter aumentó. 
—¿Ves? Tenemos muchas cosas de las que preocuparnos. 
—Quieres decir aparte del hecho de que puedes ver a los muertos. 
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Winter hizo un gesto despectivo con la mano, alejando su propia 
preocupación. 
—Sólo una nimiedad. 
Se negaba a que Aiden viera sus temores, aunque no quería 
empezar a ocultarle secretos. Pero si su padre estaba convencido de que 
se deslizaba por la pendiente hacia la locura, se lo contaría todo a sus 
hermanos. 
No, Winter podía encargarse de esto, solo si era necesario. El 
vampirismo significaba tener la fuerza y los poderes necesarios para 
proteger a su familia. Puede que una nueva preocupación empezara a 
perseguirle, pero también era increíblemente testarudo cuando tenía que 
serlo. Esta evolución no iba a detenerle. Puede que nunca redujera la 
distancia que lo separaba de sus hermanos, pero al menos podía 
protegerlos. 
Aiden gimió, pero rodeó los hombros de Winter con el brazo, 
atrayéndolo contra su cuerpo más alto. 
—Tú y tus hermanos vais a acabar conmigo. 
—Pfff… me dijiste que los vampiros estaban hechos de una pasta 
mucho más dura que los humanos. 
—Sí, y eso demuestra lo problemáticos que son los hermanos 
Varik. No sé cómo se las arregló tu madre para criaros sola. 
Tenía en la punta de la lengua recordar a Aiden que su madre 
estaba bastante loca, pero no parecía un buen momento ni una broma 
de buen gusto, teniendo en cuenta que su padre estaba ahora 
preocupado por la misma locura que corría por Winter. 
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—Teníamos un flujo constante de tutores que pasaban por nuestra 
casa para ayudarnos a mantenernos a raya —dijo Winter en su lugar. 
—Ojalá hubiera tutores en vampirismo —se lamentó Aiden, pero 
había una ligereza en sus ojos que ahora ahuyentaba la tristeza. 
Winter le golpeó con el hombro. 
—No te perderías el entrenamiento de tus nuevos novatos —
bromeó. 
La sonrisa de Aiden aumentó. 
—Por nada de este mundo ni del otro. —Apretó el hombro de Winter 
antes de soltarlo—.Deberíamos volver a casa de Marcus. Seguro que tus 
hermanos están ansiosos por verte y compartir tu primera noche como 
vampiro. 
—Sí, pero quiero comprobar algo rápidamente. 
Winter trotó por la acera, con las duras suelas de sus zapatos 
golpeando los adoquines, hasta que se adelantó a la mujer fantasma. 
Cruzó la calle y se detuvo frente a un negocio cerrado. Se tomó un 
segundo para alisarse la chaqueta y tocarse el pelo, asegurándose de que 
seguía recogido. Parecía un poco ridículo preocuparse por su aspecto con 
un fantasma, pero a estas alturas ya estaban mucho más allá de lo 
normal y mundano. 
Cuando llegó a donde él estaba, inclinó la cabeza y le dijo: 
—Buenas tardes. —Fue un gesto pequeño y sencillo. Lo mismo que 
haría si se hubiera cruzado en el parque con alguien que conocía de 
pasada. Contuvo la respiración, medio convencido de que ella ni siquiera 
se fijaría en él. 
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Pero, para su sorpresa, sus labios fantasmales esbozaron una 
pequeña sonrisa e inclinó la cabeza hacia él. Sus labios se movieron 
ligeramente, y un latido después oyó, susurrado en su cabeza: 
—Buenas tardes. 
Ella le vio. Sabía que estaba allí y le habló. 
Y su voz, la forma en que se deslizaba tan suavemente por su 
cerebro, era igual que las voces que había crecido oyendo. Nunca había 
estado seguro de dónde procedían las voces, pero ahora estaba bastante 
claro que había estado oyendo los susurros de los muertos. La única 
diferencia ahora era que, como vampiro, también podía verlos. 
El fantasma continuó con su tranquilo paseo como si no fuera el 
momento más desgarrador del mundo. Diablos, quizá el fantasma 
hablaba con los vivos todo el tiempo. 
Interesante. Aún no estaba seguro de qué podía hacer con esto. 
Significaba que las voces no habían desaparecido necesariamente. Sólo 
que ahora estaban claramente vinculadas a algo. Además, podía hablar 
con ellas. De niño, había intentado un par de veces hablar con las voces 
cuando estaba solo, pero nunca habían respondido a sus preguntas. 
Quizá algo había cambiado ahora que había muerto y renacido. 
¿Significaba esto que podría utilizar a los fantasmas de alguna manera? 
—¿Y bien? —preguntó Aiden. 
Winter dio un respingo y miró a su padre con el ceño fruncido. 
—Responderé a esa pregunta cuando prometas enseñarme a ser 
astuto como tú. 
Aiden soltó una risita. 
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—No tengo mucho que enseñarte, aparte del hecho de que la 
mayoría de la gente no presta atención a su entorno. 
Winter soltó una carcajada. Aiden tenía razón. Había estado 
completamente absorto en su breve pero monumental interacción con el 
fantasma. No había prestado atención a Aiden ni a nada más. 
—Me vio. Me habló. Con la misma normalidad con la que estoy 
hablando contigo ahora. 
—Interesante. 
—Y ni siquiera pareció sorprendida por ello. 
—Winter. —La voz de Aiden bajó a un tono de advertencia. 
El nuevo vampiro levantó las manos, deteniendo cualquier otra 
cosa que Aiden hubiera intentado decir. 
—Tiempo. Sólo te pido tiempo. Déjame explorar esto. Las voces que 
he estado oyendo parecen ser de los muertos. Quizá me ignoren. Ese 
fantasma habría estado encantado de ignorarme por completo. 
—Y preferirías que no mencionara nada a tus hermanos, ¿verdad? 
—Sí, por favor. Ya tenemos bastante de qué preocuparnos con el 
vampirismo y Madre. No quiero cargar más sobre sus hombros hasta que 
sepamos que tenemos de qué preocuparnos. Por favor, Aiden. 
—Con una condición: me lo cuentas todo. No me ocultes nada. 
—Lo haré. Te lo prometo. 
Aiden suspiró. No parecía muy contento, pero al cabo de un par de 
segundos asintió. Winter lo abrazó con fuerza, y Aiden gruñó mientras le 
devolvía el abrazo. 
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—No se trata sólo de proteger a tus hermanos. También quiero 
mantenerte feliz y a salvo. 
—Lo sé. Todo irá bien. Te lo prometo. 
Y si no era así, Winter juró que él mismo se encargaría del 
problema. No cargaría a sus hermanos con la responsabilidad de acabar 
con su vida para protegerlos a ellos y al mundo de la violencia que podría 
desatar. 
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Capítulo Dos 
16 de mayo de 2020 
Winter se maldijo a sí mismo, al sol y a los gilipollas que le 
perseguían por el aparcamiento. Esto era jodidamente ridículo. ¿Cómo 
demonios lo habían localizado? 
Probablemente había abusado demasiado de la sudadera con 
capucha y los vaqueros en los últimos años. El tiempo era cada vez más 
cálido y los adolescentes con los que solía mezclarse vestían pantalones 
cortos y camisetas. No era la mejor ropa cuando se esforzaba por pasar 
desapercibido. 
El problema era que su pelo negro, sus ojos azules y sus rasgos 
afilados lo identificaban claramente como un Varik. No es que no se 
sintiera orgulloso de ser un Varik, pero desde luego dificultaba las cosas 
a la hora de escabullirse en el mundo de los vampiros. 
Como esta noche. 
Girando bruscamente a la izquierda, Winter esquivó por poco un 
coche que giraba por el pasillo en busca de una plaza de aparcamiento 
libre. Detrás de él, oía el estruendo de tres pares de zapatos golpeando el 
pavimento. Tenía que ponerse a cubierto. Podía acabar con los vampiros 
que le perseguían, pero su inferioridad numérica de tres a uno significaba 
que no podría hacerlo en una lucha directa. La única forma de sobrevivir 
sería acabar con ellos de uno en uno. 
Y sería aún mejor si pudiera recordarles que era el hombre del saco 
del mundo vampírico. 
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Con un ojo puesto en los coches que circulaban por el 
aparcamiento, dirigió el otro a las tiendas. Eran casi las diez de la noche, 
y su selección empezaba a ser escasa para ser sábado por la noche. Las 
luces de muchas de las tiendas más pequeñas eran tenues, pero su 
mirada se fijó en un interesante edificio de dos plantas que seguía 
iluminado. Una tienda de artículos deportivos. 
Oh, esto podría ser muy divertido. 
Dentro de la tienda abarrotada de equipamiento y ropa, por fin 
podría romper su línea de visión. Si le perdían sólo un instante, podría 
utilizar su poder. Sus hermanos lo consideraban como una simple 
desaparición. Bueno, así lo habían hecho hasta que, hacía un par de 
meses, había atraído a Bel hacia su don en un experimento con sus lobos. 
Ahora sus hermanos empezaban a comprender la verdad. 
Winter no se hacía invisible, sino que descorría el velo que separaba 
este mundo del mundo de los muertos. El mundo de los muertos era una 
copia especular del mundo de los vivos. Pero allí, los vivos adoptaban la 
apariencia de fantasmas y no podían ver a Winter. No podían oírle. No 
podían tocarle. Y según los hombres lobo de Bel, no podían olerle. 
Era la forma perfecta de vigilar a todos los que deseaban hacer 
daño a su familia. 
Pero el uso de sus poderes tenía un precio: los muertos se fijaban 
en él mientras estaba en su mundo, y parecía que los muertos que 
vagaban por el mundo de los vivos se fijaban más en él cuando hacía 
frecuentes viajes más allá del velo. 
No importaba si utilizaba su don o no. A los muertos siempre les 
gustaba hablar con él, como si pudiera hacer algo por su situación. 
Pero los muertos no eran su principal preocupación en ese 
momento. No, le preocupaban más los tres bastardos no muertos que le 
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perseguían. Al parecer, alguien le había visto husmeando en la guarida 
de Christopher Heller. El miembro del Ministerio había aumentado su 
seguridad más de lo que Winter había previsto, y alguien le había visto. 
Cabrones. 
Pero sólo era cuestión de tiempo. Christopher Heller y Paavo Wetzel 
se habían aliado con Damon James, sin duda el vampiro más poderoso 
que quedaba en lo que había sido el Ministerio. Pero el órgano rector del 
mundo vampírico ya no existía... ni siquiera estaban haciendo lo que 
debían. Damon prácticamente se había declarado emperador, rey y 
dictador de todos los vampiros de las Américas, y nadie se lo discutía 
todavía. 
Por el momento, los Varik estaban reuniendo su ejército para 
enfrentarse al despiadado monstruo, y parte del trabajo de Winter 
consistía en reunir información sobre los aliados de Damon. Tenían que 
saber cuáles eran los recursos de Damon. El vampiro no iba a retar 
simplemente a Aiden a un duelo. Damon era demasiado cobarde para eso 
y, como Winter estaba aprendiendo rápidamente, su sire era mucho 
mayor de lo que había dejado entrever. Damon no era rival para Aiden, y 
él lo sabía. 
Eso dejaba al aspirante a rey luchando por conseguir alguna 
ventaja sobre los Varik, y Winter estaba decidido a descubrir lo que 
Damon había encontrado. 
Pero si iba a hacerlo, debía ser mucho más cuidadoso. 
Aminoró el paso al llegar a las puertas automáticas que se abrieron 
silenciosamente al acercarse. Se detuvo en la entrada de la tienda y 
recorrió con la mirada la fila de cajeros que había a su derecha. En el 
centro de la tienda había un par de escaleras mecánicas que conducían 
al segundo piso. Estanterías y estanterías de ropa llenaban la primera 
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planta, pero la ropa de la izquierda terminaba en lo que parecía ser la 
sección de acampada, en la parte trasera de la tienda. 
Sonriendo, Winter se puso a correr, en dirección a las filas más 
altas llenas de tiendas de campaña y otros enseres aleatorios... aquella 
zona tendría un montón de juguetes divertidos que podría utilizar. 
Mientras se movía, echó un vistazo a la tienda. Contó sólo tres empleados 
que hacían la ronda tranquilamente, colocando los artículos donde 
correspondía y, en general, ordenando las cosas antes de cerrar. Dos 
compradores paseaban entre el material deportivo, y sólo podía suponer 
que en el segundo piso había un número similar. 
Si trabajaba deprisa, nadie se fijaría en él. 
Mirando por encima del hombro, hacia la entrada, vio a los tres 
vampiros entrar corriendo en la tienda y detenerse, pero aún no le habían 
visto. Excelente. 
Siguiendo por el pasillo, invocó su poder. Ahora le resultaba muy 
fácil después de tantos años, casi como flexionar un músculo. Ante él, 
apareció una rendija oscura en el aire, que iba desde la parte superior de 
su cabeza hasta el suelo. Con un leve movimiento de la mano, la abertura 
se ensanchó y una densa oscuridad se derramó por ella. Winter entró sin 
vacilar y cerró la rendija tras de sí. La oscuridad se retiró y sus ojos se 
adaptaron al nuevo mundo que le rodeaba. Este don era uno de sus 
mayores secretos. Aparte de su familia, el resto del mundo vampírico no 
sabía que era capaz de hacerse invisible, y era fundamental que siguiera 
siéndolo. Gran parte de su oscura reputación estaba ligada a su misterio 
y a cómo conseguía aparecer de la nada. 
Aunque su primera noche como vampiro pudo ver fantasmas 
caminando por las calles, su capacidad para deslizarse fácilmente en su 
mundo no se había manifestado hasta pasados varios años. Pero incluso 
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con ese retraso, había tenido mucha práctica caminando por aquí. Se 
sentía tan a gusto entre los muertos como con sus hermanos. 
Mirando a su alrededor, percibió el habitual resplandor pálido que 
emanaba de su entorno, como si las cosas del mundo viviente adquirieran 
una especie de luz interior celestial que contrarrestaba la oscuridad 
general. Como criatura que aún formaba parte del mundo de los vivos, 
no podía moverse a través de los objetos como hacían los fantasmas, ni 
podía coger cosas, lo que resultaba más que un poco molesto. 
Con un ojo puesto en los vampiros, Winter se apresuró a recorrer 
los pasillos, echando un vistazo a los diversos objetos expuestos a la 
venta. Aquí tenía que haber algo interesante que pudiera utilizar contra 
sus perseguidores. Sólo había un par de fantasmas moviéndose por la 
tienda. Uno de ellos parecía ser una mujer recién salida de correr que 
miraba los estantes de pantalones de yoga. Intentó alejarse, pero ella lo 
divisó. 
—¡Perdona! —gritó en voz alta—. Perdona, ¿trabajas aquí? 
—No, lo siento, no trabajo aquí —dijo Winter solemnemente. 
Hizo un ruido que era en parte suspiro y en parte gruñido. 
—Es como si fuéramos los únicos en la tienda. No encuentro a 
nadie que me deje entrar en un probador. 
Winter hizo un pequeño gesto de reconocimiento con la cabeza 
antes de desviarse rápidamente por otro pasillo. A veces los muertos no 
se daban cuenta de que habían fallecido. Se preguntó si tal vez había 
sufrido un ataque al corazón mientras hacía footing y había continuado 
hasta la tienda tras la muerte. Otros se daban cuenta y le suplicaban que 
les ayudara, pero él no podía hacer nada. Toda esa palabrería de asuntos 
pendientes era una gilipollez. No importaba si realizaban una última 
hazaña o no, al final pasaban a lo que viniera después de este lugar. 
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Algunos aguantaban más que otros, pero al final todos se 
desvanecían. 
Al detenerse ante una vitrina, Winter vio a un vampiro que subía a 
toda velocidad por las escaleras mecánicas hasta el segundo piso, 
mientras otro se dirigía al lado derecho de la tienda. El último vampiro 
se abría paso por los pasillos más cercanos a los artículos de acampada. 
Winter sonrió satisfecho y se apresuró a adelantarse a él. 
Se detuvo y abrió la puerta entre mundos lo suficiente para meter 
la mano. Cogió un largo manojo de cuerda, tiró de él hacia el interior y 
volvió a cerrar la abertura. Repitió la acción, cogiendo un gran cuchillo y 
un hacha. Sí, esto era perfecto. 
Con las armas alrededor del cuerpo y la cuerda colgada del hombro, 
rodeó con cautela el lugar por el que el vampiro aún se arrastraba por el 
lado izquierdo de la tienda. Era bastante fácil moverse detrás del hombre, 
ya que era invisible para él. El vampiro era un bruto corpulento con la 
cabeza rapada y tatuajes en la garganta. La criatura no parecía tener más 
de un par de décadas como vampiro. Prácticamente un bebé. Winter casi 
se sintió culpable por lo que iba a hacer. Casi. 
Pero cualquier sentimiento de culpa era fácil de apartar, ya que 
sabía que aquellos cabrones estaban conspirando para matar a su 
familia. Sólo necesitaba obtener un poco de información primero. 
Deslizándose por detrás del vampiro, volvió a abrir la puerta y 
agarró un puñado de la camisa del hombre antes de presionar la punta 
del cuchillo contra su espalda. 
—¿Qué coño? —gruñó el bastardo. 
—Te vienes conmigo —susurró Winter. Tiró del hombre hasta que 
estuvo en el mundo muerto y cerró la abertura tras él. No era lo más 
cómodo... Requería más energía mantener al otro vampiro retenido en 
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este mundo. Era como si los muertos supieran que él no pertenecía a este 
lugar y la energía del mundo siguiera intentando escupirlo. 
—¿Qué... qué coño? ¿Qué has hecho? —tartamudeó el vampiro.—Te he traído a mi mundo —respondió Winter con una risita—. He 
oído que quieres a los Varik muertos. 
—Tu clan está destruyendo a los de nuestra especie —espetó el 
vampiro, pero su voz aún vacilaba un poco. 
—A diferencia de Damon, que quiere soltar a los vampiros sobre 
toda la humanidad como una horda de langostas. 
—Somos depredadores. Los humanos son presas. 
—Y Damon está loco —murmuró Winter. Soltó al vampiro y dejó 
que se alejara dando tumbos. Calvo rebotó en la estantería más cercana 
con energía suficiente para impactar en el mundo de los vivos, haciendo 
vibrar ligeramente los objetos expuestos. 
—Damon no está loco. —Sus ojos se apartaron de Winter y miraron 
a su alrededor, observando su nuevo entorno y posiblemente buscando 
una vía de escape—. Va a ser rey. Lo dice la profecía. 
Winter sonrió y empezó a acechar a su nuevo juguete. No tenía 
mucho tiempo. Cada vez estaba más débil, pero al menos no tenía que 
preocuparse de que los demás vampiros los encontraran. 
—Sí, la profecía. Oí a alguien mencionar la profecía dentro de la 
guarida de Christopher. Háblame de esa profecía. 
—¡Que te jodan! —espetó Calvo. Se alejó lentamente de Winter, 
abriendo y cerrando las manos a los lados. 
—Dímelo, y puede que salgas vivo de ésta. 
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—¡No! Hay... —Lo que iba a decir se interrumpió con un grito de 
sorpresa cuando vio a la fantasma corredora al otro lado de la tienda—. 
¡Eso es un puto fantasma! 
La mujer levantó la vista y le lanzó una mirada de asco antes de 
seguir a lo suyo. 
—Sí, aquí estamos muertos —murmuró Winter. 
—¿Muertos? ¡Yo no estoy muerto! ¡Soy un vampiro! ¡No estoy 
muerto! 
Winter soltó una risita. 
—Seguirás muerto si no te libero. Ahora empieza a hablar. 
La mirada de Calvo saltó de nuevo al fantasma y luego a Winter. 
—Una bruja... una bruja provocará la caída del clan Varik. Una 
bruja tiene la clave para cambiar nuestro mundo. 
—¿Una bruja? 
No había forma de disimular el escepticismo en su voz. Al igual que 
su hermano Bel, a Winter le costaba creer en brujas. Sólo había conocido 
a una bruja... Zelda... y en realidad nunca la había conocido. Sólo había 
oído hablar de ella. Y nunca se mencionó que hiciera magia. Sólo una 
supuesta predicción, e incluso eso era tan vago que resultaba 
prácticamente inútil. 
Pero entonces, hace sólo un par de años, habría dicho que no 
existían los hombres lobo, y ahora Bel estaba apareado con dos de ellos. 
—Sí, una bruja. 
—¿Y Damon tiene a la bruja? 
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La cara de Calvo se dividió en una sonrisa malvada. 
—Sí —siseó. 
Eso era todo lo que Winter necesitaba saber. No cabía duda de que 
podría averiguar más cosas sobre la bruja y la profecía de Damon... en la 
mansión del líder del Ministerio o, posiblemente, en casa de Paavo. Era 
un punto de partida suficiente. 
Winter observó al otro vampiro durante un momento, mientras sus 
ojos seguían buscando desesperadamente alguna escapatoria. 
—Última oportunidad. ¿Vas a alejarte de esto? ¿Dejar a 
Christopher y a Damon? 
—¡Nunca! —gruñó Calvo. 
—Sí, eso pensaba. —Había un cansancio en su tono que no le gustó 
mucho. Mientras Marcus se había convertido en el abogado y negociador 
de la familia, Winter se había convertido en su verdugo. Se estaba 
cansando mucho de ese papel. 
Pero también se le daba muy bien. 
Sacando el cuchillo de su costado, se abalanzó mientras la atención 
del vampiro se centraba en la fantasma, hundiendo la malvada hoja 
profundamente en el pecho del vampiro, directamente a través de su 
corazón. Calvo jadeó y miró atónito el cuchillo, mientras la mujer 
fantasma gritaba y salía corriendo de la tienda. Incluso muerta, no podía 
escapar de la fealdad de los vivos. 
La violenta puñalada no bastaría para acabar con la existencia del 
vampiro. Con el tiempo y sangre fresca, podría curarse de ella. 
Winter sacó el cuchillo del pecho de Calvo, acompañándolo de un 
gran sonido de succión. El vampiro gritó e hizo un débil amago de 
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agarrarle, pero Winter esquivó la mano y le asestó un tajo en la garganta, 
abriendo arterias críticas. La sangre brotó a borbotones del vampiro. Se 
tambaleó y chocó contra las estanterías mientras intentaba alejarse. Pero 
era más débil y nada se movía. La sangre le corría por el pecho y caía al 
suelo, pero no se filtraría al mundo de los vivos hasta que Winter lo 
liberara de éste. 
Guardó la hoja y tiró metódicamente de la cuerda de su hombro, 
aflojándola de su lazo. Dios, se estaba cansando. Tenía que trabajar más 
deprisa. Calvo cayó de rodillas, ahogándose con la sangre. Su piel ya 
palidecía; no le quedaba mucho tiempo. 
Winter se detuvo y miró a su alrededor. Necesitaba el lugar 
perfecto. Algo dramático. Algo que dejara una impresión adecuada. Que 
recordara a los demás vampiros exactamente a quién estaban intentando 
joder. 
Los ojos de Winter se posaron exactamente en lo que necesitaba, y 
se le dibujó una sonrisa en los labios. Se acercó a Calvo, agarró al 
vampiro por detrás de la camisa y lo arrastró por el suelo. Rápidamente, 
lo envolvió con la cuerda y lo ató a la barandilla. El vampiro luchó contra 
él sólo un instante, con el odio y el miedo ardiendo en sus ojos marrones. 
Una vez que Calvo estuvo sujeto, Winter volvió a cortarle la 
garganta, seccionando las arterias que no había cortado la primera vez. 
Lo último que quedaba de vida brotó de los ojos del vampiro y un jadeo 
húmedo salió de sus labios entreabiertos. Estaba a punto de morir. 
Winter abrió el velo entre mundos que rodeaba al vampiro y lo 
atravesó para pulsar un par de botones en el elevador hidráulico, 
enviándolo hacia el techo. Un suspiro de alivio brotó de los labios de 
Winter cuando el peso añadido de Calvo entró en el mundo de los vivos, 
dejándolo más equilibrado. 
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Retrocediendo, observó desde el mundo muerto cómo Calvo se 
elevaba en el aire, con los brazos atados a la barandilla del elevador y los 
pies colgando hacia el suelo. La sangre llovía sobre el linóleo con un 
repiqueteo constante. Era un espectáculo terrible y horripilante, pero 
cuando los gritos de horror empezaron a resonar por toda la tienda, 
estaba seguro de que estaba causando la impresión adecuada. 
Era una pena que los humanos tuvieran que encontrarlo. Se 
quedarían brevemente con un misterio que nunca podrían resolver. 
Nunca encontrarían el arma del crimen ni dónde habían atacado 
inicialmente al hombre. Y después de que los vampiros limpiadores 
acabaran, incluso perderían el cadáver. 
Pero lo importante era que su mundo vería la advertencia. Observó 
cómo los otros dos vampiros veían a su amigo muerto. Palidecieron y se 
apiñaron, maldiciendo a los Varik e incluso a Damon. Se quejaban de 
que nunca deberían haber perseguido a Winter Varik. Nunca deberían 
haber escuchado a Christopher. 
Con un poco de suerte, abandonarían la zona y se mantendrían al 
margen de la guerra que se avecinaba. 
—Me has matado —dijo Calvo con una especie de asombro 
incrédulo. 
Winter giró la cabeza para mirar al nuevo fantasma que estaba a 
su lado, contemplando el cadáver fresco. Pudo ver cómo la confusión se 
convertía en ira. 
—¡Me has matado, joder! 
Winter se encogió de hombros. 
—Habías planeado matarme. —Dándose la vuelta, se dirigió hacia 
la entrada de la tienda. Tenía que volver a casa, hacer planes, ponerse en 
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contacto con Aiden para hablar de aquella profecía absurda. Necesitaba 
proteger a su familia. 
—¡Me has matado, joder! —gritó Calvo. Se abalanzó sobre él, pero 
su puño carnoso atravesó por completo el hombro de Winter. Sintió un 
cosquilleo frío. Por lo demás, no sintió nada. Volvió a golpear una y otra 
vez mientras corría para mantenerse a su altura, pero nunca llegó a hacer 
contacto. 
—¿Cómo demonios salgo de aquí? 
Winter se detuvo ante las puertas automáticas y frunció el ceño. 
Los malditos sensores no lo registraban, así que no se abrían, pero no 
quería volver al mundo de los vivos y arriesgarse a que alguien lo 
descubriera. Esperó a que alguien entrara corriendo en la tienda. Por 
suerte, había un coche patrulla cerca y un par de policías entraron a toda 
velocidad, dándole la oportunidad que necesitaba para salir. 
—¿Cómo salgo de aquí? —preguntó Calvo, que parecía más 
asustado que enfadado. 
—No lo haces. Estás muerto. 
Y si había alguna posibilidad de que la profecía fuera cierta, se 
aseguraría de que aquella maldita bruja se uniera a Calvo en la muerte 
antes de que tuviera la oportunidad de amenazar a los Varik. 
 
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Capítulo Tres 
Winter nunca podría explicar del todo la sensación que le invadía 
cada vez que entraba en casa de Marcus. Una profunda sensación de 
calma. De pertenencia. Algo que necesitaba después de la pelea en la 
tienda de deportes aquella misma noche. 
Hacía casi setenta años que no vivía con Marcus, pero su casa 
seguía envolviéndole, dándole la bienvenida, cada vez que entraba. 
Tal vez fueran las mismas alfombras y cuadros enmarcados que le 
habían recibido cuando vivía allí. Tal vez fuera aquel jaguar de mármol 
tallado, listo para saltar, siempre en el mismo lugar del vestíbulo. La casa 
de su hermano había sufrido dos ataques distintos en el último año, pero 
de algún modo se las había arreglado para no perder muchos objetos de 
valor. Unos cuantos jarrones, un cuadro o dos, pero la mayor parte de su 
casa era igual que siempre. 
Marcus era un animal de costumbres y rutinas, lo que le daba una 
sensación de control cuando había tantas cosas en sus vidas que no 
podía controlar. Como su madre y el Ministerio. 
Pero a pesar de lo aburrido que parecía todo, Julianna Varik estaba 
más tranquila cuando vivía con Marcus. Aunque se hubiera quejado del 
tedio de vivir con él, el ritmo predecible había sido algo en lo que su mente 
fracturada podía confiar. 
Suspirando, Winter cerró la puerta principal tras de sí e intentó 
sacudirse aquellos pensamientos. Era lo único malo de la casa de 
Marcus. Julianna Varik. No había forma de escapar de su recuerdo. 
O de su fantasma. 
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Julianna Varik seguía allí. Intentaba evitar mirarla, pero sus ojos 
siempre se rebelaban contra sus deseos y se sentían atraídos por ella. 
Desde su muerte, su fantasma se encontraba casi siempre en el mismo 
lugar, en el extremo del vestíbulo, cerca de la puerta de un salón poco 
utilizado. 
Sin nadie alrededor, Winter se detuvo y se quedó mirándola 
durante unos segundos. No había hablado con ella desde que había 
muerto. No porque no tuviera nada que decirle, sino porque temía que, 
una vez que empezara, no podría detener el torrente de ira y odio que 
sentía hacia la mujer. Tenía que responder por el dolor que había causado 
a sus hermanos, por la sangre que había derramado. 
Pero no tenía sentido. Gritar a un fantasma no cambiaría nada. 
Ahora tenía cosas más importantes de las que preocuparse. Con las 
manos metidas en los bolsillos de los vaqueros, enterró profundamente 
aquellos viejos sentimientos mientras se adentraba en la biblioteca, 
donde le sorprendió encontrar sólo a Beltran y a River. Normalmente 
Winter era el último en llegar a cualquier reunión familiar. 
—¡Winter! —exclamó River con su típico entusiasmo infantil, 
provocando una sonrisa en sus labios. Era imposible que no te cayera 
bien River Varik. El joven hombre lobo era juguetón, sarcástico y sentía 
alegría por la vida. Tampoco estaba de más que fuera increíblemente 
protector con Bel. 
El hombre lobo se levantó de un salto de donde estaba sentado en 
el sofá con su compañero y corrió al lado de Winter. Apenas tuvo tiempo 
de prepararse para otro de sus abrazos. 
Los hombres lobo eran increíblemente cariñosos una vez decidían 
que les gustabas. Algo a lo que Winter aún se estaba acostumbrando. 
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—Yo también me alegro de verte, River —dijo Winter con torpeza, 
abrazándolo ligeramente mientras Bel se reía a carcajadas desde el otro 
lado de la habitación. 
River lo soltó, con una sonrisa burlona en los labios, como si 
supiera que a Winter le costaban los abrazos. Por supuesto, si le decía 
que parara, el hombre lobo lo haría, pero no quería que parara. No quería 
que alterara nada de lo que era. River y el otro compañero hombre lobo 
de Bel, Wyatt, habían sufrido demasiado en sus largas vidas. Por fin eran 
felices, formando su propia manada con un vampiro. Winter quería que 
disfrutaran de cada momento feliz de su nueva vida juntos. 
—¿Dónde está Wyatt? 
—Su hermano y él fueron a visitar a su hermana —dijo Bel 
mientras River se acercaba al sofá y se dejaba caer sobre los cojines, de 
modo que prácticamente estaba sentado sobre Bel. 
—¿David, del clan Montgomery? 
Bel asintió. 
—Será la primera vez que vea a Casey en años. Quería que Wyatt 
estuviera allí con él. 
Winter se frotó la frente. Era un poco complicado de asimilar. 
Después de que Wyatt saliera del armario de su manada, hacía unos doce 
años, River y él habían sido desterrados, y la familia de Wyatt se había 
visto obligada a dispersarse. Hacía sólo un par de meses que habían 
descubierto que Casey, la hermana de Wyatt, vivía con la manada de 
hombres lobo de la zona, mientras que su hermano David estaba 
apareado con la líder del clan de vampiros Montgomery. 
—¿Alguna noticia del clan Montgomery? 
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Bel negó con la cabeza. 
—No que yo haya oído. David sólo apareció un momento para 
recoger a Wyatt de camino a mi casa. 
—¿Te refieres al agujero en el suelo? —murmuró River. 
Bel pasó los dedos por el pelo de River, apartándoselo de la cara 
con una sonrisa paciente. 
—Es más que un agujero. Ahora el primer piso tiene paredes. 
Winter se acercó a la silla y se dejó caer en ella, conteniendo a 
duras penas una sonrisa burlona. 
—¿La casa de Marcus se está llenando demasiado? Creía que a los 
hombres lobo les gustaba vivir con familias numerosas. 
River le dirigió una mirada sombría. 
—No está mal vivir aquí. Ethan y Gideon son divertidos. Aiden es 
simpático. Marcus es... serio. 
Winter resopló. 
—Sí, Marcus siempre ha sido serio. 
—Sólo quiero nuestro hogar —se quejó River. 
Bel rodeó a su amante con un brazo y tiró de él con fuerza. 
—Pronto. El constructor dijo que sólo faltaban tres meses y debería 
estar terminado. —Winter juró que podía ver nostalgia en los ojos de su 
hermano incluso mientras intentaba animar a River. Probablemente Bel 
también quería volver a la vida que había estado construyendo con sus 
lobos. 
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El antiguo líder de la manada de hombres lobo local había atacado 
la casa de Bel durante el día, prendiéndole fuego. Aquello formaba parte 
de las peores pesadillas de Winter. En aquel momento,había estado en 
un lugar del que no podía salir con seguridad durante el día para llegar 
hasta su hermano. El pánico y la ira casi se lo habían comido vivo 
mientras contaba cada puto segundo que faltaba para que se pusiera el 
sol. Bel, Wyatt y River habían escapado a duras penas, retirándose a casa 
de Marcus para curarse. 
Meses después, Bel estaba decidido a reconstruir su casa en el 
mismo solar. La terquedad era sin duda un rasgo familiar, y a Bel no le 
echarían de su casa. 
—Hablando de eso, Rafe suele llegar tarde, pero ¿dónde están 
Ethan, Aiden y Marcus? 
—Rafe está arreglando las cosas en Blush. Creo que viene solo y 
debería llegar en breve. Hay una especie de gran fiesta, y Philippe se 
queda para supervisar todo hasta que vuelva Rafe —dijo Bel, refiriéndose 
al club nocturno de su gemelo. 
—Ethan está terminando una clase online. Aiden y Marcus están 
hablando de lo que sea —añadió River. 
—River, ¿por qué no vas a por la guitarra nueva que ha llegado? —
dijo Bel antes de rozar con un beso la sien de su compañero—. Sé que a 
Winter le encantaría verla. 
Nada sutil. Nada sutil para nada, pero podía adivinar lo que 
pensaba su hermano. 
—Por favor —añadió Winter—. Hace años que no compro una 
nueva. Creo que mi colección se está llenando de polvo. 
River olfateó, nada engañado, pero aun así se levantó. 
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—Claro, pero me debes un vistazo a esa supuesta colección algún 
día. 
—Desde luego. 
River estampó un rápido beso en los labios de Bel y salió de la 
biblioteca silbando para sí una melodía cualquiera. Bel sonrió con 
satisfacción y puso los ojos en blanco. 
—Te mantienen alerta —se burló Winter. 
—No tienes ni idea. 
Automáticamente, Winter levantó una mano. 
—No quiero saberlo. 
Bel soltó una ligera risita, pero Winter hablaba muy en serio. 
Quería a sus hermanos y se sentía increíblemente feliz de que hubieran 
encontrado el amor. Sus compañeros eran buenas personas. Pero no 
tenía esperanzas de encontrar el amor. Su vida era demasiado 
complicada y era difícil quererle. Lo único que quería era paz. 
—¿Aún la ves? —preguntó Bel en cuanto se quedaron solos. 
Winter no necesitó preguntar a quién se refería Bel. Cuando había 
arrastrado a su hermano al mundo de los muertos en su pequeño 
experimento, Bel, por desgracia, había visto el fantasma de su madre. 
Había sido un shock verla fuera del vestíbulo de Marcus. No sabía por 
qué se había adentrado en el bosque aquella noche con ellos, pero podría 
haber prescindido de ella. 
—De vez en cuando —admitió. No era exactamente mentira. 
—Tienes que decírselo a los demás. 
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—¿Por qué? 
—¿Por qué? —repitió Bel como si hubiera perdido la cabeza—. 
Porque merecen saberlo. 
—¿Saber qué? —espetó Winter. Se incorporó en la silla hasta 
quedar en equilibrio sobre el borde mismo del cojín—. ¿Saber que veo el 
fantasma de nuestra madre? Ella no habla. No tiene una gran sabiduría 
que impartir. Está muerta. Lo que has visto es sólo un pálido eco de la 
mujer que una vez conocimos. 
—Lo sé —dijo Bel en voz baja, y al instante Winter se sintió como 
un imbécil—. No va a volver. Es sólo que no esperaba verla. Pensé... pensé 
que estaría en paz. 
—Creo que lo está. 
—¿En serio? 
Winter se encogió de hombros. 
—Tú la viste. Estaba sonriendo. Cada vez que la veo, sonríe. 
Los hombros de Bel se hundieron un poco mientras se sumía en 
sus pensamientos. Winter sabía que aquello no acababa aquí. Bel era un 
científico de corazón. Tenía que estudiarlo y analizarlo todo. 
—Lo llamaste “el mundo muerto”. Ese lugar al que nos llevaste —
empezó a decir Bel lentamente—. No es el único fantasma que has visto. 
Casi sonrió a su hermano, el primero en descubrir parte de su 
verdad. Estaba atando cabos rápidamente, pero Bel no necesitaba saber 
más de lo que ya sabía. Por desgracia, tendría que contarle algo, o su 
hermano seguiría presionando. También se lo contaría a sus otros 
hermanos, y eso no era en lo que la familia necesitaba centrarse ahora. 
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—No, no es el primer fantasma que veo. Tampoco será el último —
admitió Winter. 
—¿Ves alguno ahora? 
Winter dejó que sus ojos se apartaran de su hermano. Había un 
señor mayor ojeando los libros que se alineaban en las estanterías de 
Marcus, mientras otra mujer le gritaba en lo que parecía alemán. Él 
estaba desnudo, mientras que ella vestía lo que parecía una vieja bata. 
Un niño estaba sentado en el suelo, cerca de los pies de Bel, jugando con 
un fantasmal juego de conectores. Felizmente, todos parecían ajenos a 
él. Era más difícil fingir que no estaban allí cuando se empeñaban en 
llamar su atención. 
—Unos cuantos. 
Para sorpresa de Winter, Bel no parecía entusiasmado por la 
perspectiva, sino más bien preocupado. Se mordió el labio inferior 
durante un segundo. 
—Viste a Julianna, así que sé que no crees que sea una 
alucinación. No estoy loco—soltó Winter. 
—¡Claro que no! —jadeó Bel. Parecía ofendido de que lo hubiera 
sugerido—. Estoy preocupado. ¿Por qué no nos lo dijiste a ninguno de 
nosotros? Pensábamos que sólo desaparecías. Te estabas volviendo 
invisible, desviando la luz o algo así. Esto es completamente distinto. 
Se oyeron pasos lejanos en las escaleras y voces que conversaban. 
Aiden y Marcus se acercaban, y Rafe probablemente llegaría en cualquier 
momento. Tenía que acabar con aquello ya. 
Poniéndose en pie, corrió hacia el sofá y se dejó caer junto a Bel. 
Colocó la mano sobre la muñeca de su hermano y apretó. 
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—No lo mencioné porque es complicado hablar de ello. La muerte 
es incómoda, y no quiero que nuestros hermanos se hagan ilusiones 
hablando con Julianna. Marcus es feliz. Tú eres feliz. Rafe es feliz. Y lo 
más importante, creo que Aiden ha encontrado algo de paz y felicidad. No 
quiero arrebatárselo. 
Bel suspiró y puso su mano libre sobre la de Winter. 
—Lo sé. Yo tampoco quiero que Aiden desentierre viejos dolores o 
culpas. Pero, ¿y tú? ¿Te molestan alguna vez? ¿Pueden verte? 
Winter soltó una maldición. Se estaba acabando el tiempo. 
—Estoy bien, lo juro. Y preferiría que el resto de nuestra familia no 
se enterara de esto. Ahora tenemos problemas mayores. 
—No soy tonto, Winter Varik. 
—Nunca he dicho... —Empezó a negar, pero Bel le cortó 
rápidamente. 
—No, pero intentas tratarme como tal. Te dejaré con tus secretos 
por ahora, pero estás de prestado. En cuanto se solucione esta tontería 
de Damon y el Ministerio, tú y yo tendremos una charla muy larga. 
—¿Para la ciencia? —se burló Winter. Era el argumento favorito de 
Bel para indagar en cualquier cosa o incluso cuando se trataba de tomar 
una muestra de sangre para sus experimentos. 
—No, porque eres mi maldito hermano y estoy preocupado. 
Las furiosas palabras de Bel golpearon el corazón de Winter, casi 
dejándole sin aliento. Se le formó un nudo inesperado en la garganta, y 
tuvo que apartar la mirada antes de que su hermano viera lo 
profundamente conmovido que estaba. Sabía que a su hermano le 
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importaba, pero era distinto cuando Bel parecía querer sacudirle por 
amor. 
Con demasiada frecuencia, los hermanos Varik pasaban por alto lo 
sobreprotector y astuto que era su científico loco. Era demasiado fácil con 
sus corbatas adorables, su risa bulliciosa y su parloteo científico, pero 
había una dura espinadorsal de acero que recorría a Bel. Amaba y 
protegía ferozmente a su familia. 
Winter sorprendió a Bel rodeándolo con sus brazos en un breve 
pero apretado abrazo. 
—Ya hablaremos —susurró, y una pequeña parte de él rezó para 
que tuvieran esa charla. Después de casi dos siglos, ansiaba despojarse 
por fin de aquel secreto, compartirlo todo con su familia. Que todo 
acabara por fin. 
Pero aún no. No hasta que estuviera seguro de que todos estaban 
a salvo. 
Se levantó del sofá justo cuando Aiden y Marcus entraban en la 
habitación, seguidos de Ethan y River. El hombre lobo tenía una hermosa 
guitarra acunada frente a su cuerpo. 
—Winter, no sabíamos que estabas aquí —dijo Aiden con una 
sonrisa de bienvenida. 
—Acabo de llegar. River me había prometido enseñarme esta 
belleza —respondió Winter con suavidad, extendiendo las manos 
mientras se acercaba al hombre lobo. Y realmente era una belleza. La 
Gibson SJ-200 era una guitarra clásica, de las que habían tenido 
innumerables músicos de talento a lo largo de los años. Winter tenía al 
menos dos en su colección, pero River poseía algo un poco superior a la 
media. El vintage sunburst parecía brillar con vida, y la placa de rayado 
con grabado floral daba a la guitarra un toque extra de elegancia. 
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—¿De verdad te gusta? —preguntó River al entregársela. 
—Sin duda. Es un auténtico tesoro —murmuró Winter mientras 
acunaba con cuidado el instrumento entre las manos. 
Todos los niños Varik tocaban instrumentos, pero Winter había 
tardado unos cuantos intentos en encontrar su verdadera vocación. 
Había jugueteado con el piano y la flauta durante unos años, pero 
finalmente se sintió atraído por la guitarra. No había nada como hacerla 
cantar para él, ya fuera acústica o eléctrica, rock o clásica. 
—¿Dónde la encontraste? 
—Por Internet —contestó Bel—. Al parecer, un coleccionista estaba 
haciendo limpieza y decidió desprenderse de algunas piezas. Tuvimos 
suerte en una subasta. 
—Mucha suerte —asintió Winter y empezó a devolvérsela a River, 
pero el lobo negó con la cabeza. 
—Toca algo. Aún estoy aprendiendo y me encantaría oír de lo que 
es capaz realmente. 
Winter miró a Aiden, que también asintió. 
—Seguimos esperando a Rafe, y hace años que no te oigo tocar. 
Winter no necesitó que le insistieran más. Una parte de él también 
se moría por probar la Gibson. Llevó la guitarra a su asiento, se sentó y 
se la acomodó en el regazo. Tocó las cuerdas de una en una, ajustando 
la afinación un poco aquí y allá. Era como si el instrumento pidiera ser 
tocado. 
Cuando estuvo listo, metió la mano en el bolsillo de los vaqueros y 
sacó unas cuantas púas. No sabía cómo acababan allí cada noche. De 
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algún modo, siempre las cogía junto con las monedas y las llaves. Las 
revisó, seleccionó su favorita y volvió a meterse el resto en el bolsillo. 
La canción empezó despacio. Era parte de una vieja canción 
española, pero empezó a improvisar a mitad de camino, poniendo a 
prueba la guitarra y sus propios dedos. Las notas bailaban en las cuerdas 
y resonaban en el cuerpo hueco. Era una danza sinuosa en la que podía 
perderse completamente. Sólo estaba la música y la Gibson entre sus 
brazos. La magia de la música. 
No más voces susurrantes. No más fantasmas. No más Ministerio. 
No más sangre y muerte. 
Winter no supo cuánto tiempo tocó. Sólo se dejó perder en la 
melodía durante un rato. Cuando por fin levantó la vista al final de la 
canción, encontró a su familia sentada a su alrededor, con sonrisas en 
los rostros. Incluso Rafe estaba apoyado en el brazo del sofá más cercano 
a su gemelo, con una mirada cálida. 
—Impresionante, Pequeñín. Había olvidado lo hábil que eras con 
ese instrumento —dijo Rafe, y Winter puso los ojos en blanco. Realmente 
detestaba el apodo, pero sabía que no debía decirle nada. Al final acabaría 
aburriéndose de él. 
—Me alegro de que hayas venido. Sólo estábamos matando el 
tiempo —dijo Winter bruscamente. Se volvió hacia River y le tendió la 
guitarra al lobo—. Es una guitarra preciosa. Sigue practicando. Necesita 
poder sonar. 
—Lo haré —dijo River, acurrucando el instrumento contra su 
pecho. 
—Ahora que estamos todos aquí —empezó Marcus, con voz oscura 
y profunda. Winter se acomodó en su silla, girando la púa de plástico 
sobre sus dedos mientras se preparaba mentalmente. Sabía lo que 
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Marcus iba a anunciar. Winter ya había hablado con Aiden desde que 
salió de la tienda de deportes, pero no estaba deseando ver el impacto en 
los rostros de sus hermanos. 
—Esta noche nos hemos enterado de un par de datos inquietantes 
—continuó Aiden—. El primero es que Damon James ha disuelto 
oficialmente el Ministerio Americano. Se ha autoproclamado rey de los 
vampiros de toda América. 
—Es jodidamente ridículo —gruñó Rafe—. Como si los vampiros de 
Argentina y Perú fueran a importarle una mierda. 
Aiden se permitió una pequeña sonrisa burlona. 
—Lo más probable es que no, ya que no muchos vampiros de 
Estados Unidos y Canadá se aventuran tan al sur. Hasta que Damon no 
vaya realmente allí, es probable que se salgan con la suya ignorándolo. 
—Pero también has señalado que las mayores concentraciones de 
vampiros se encuentran en Estados Unidos —dijo Bel. 
—Es cierto —asintió Aiden con un movimiento de cabeza—. Damon 
centrará sus esfuerzos en subyugar y controlar primero a los que están 
más cerca de casa. 
—Y el primer paso será apuntalar sus números. —Marcus se puso 
en pie y cruzó los brazos sobre el pecho mientras ocupaba un lugar cerca 
del centro de la sala—. Ya sabemos que tiene aliados sólidos con los 
clanes de Christopher Heller y Paavo Wetzel. Creo que también podemos 
contar con que los restos del clan Black Wolf y del clan MacPherson se 
pondrán del lado de Damon. 
—Son muchos vampiros, ¿verdad? —susurró River. 
—Sí —murmuró Bel, sin intentar endulzárselo a su amante. 
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—Pero no estamos solos —se apresuró a decir Ethan—. Aún 
tenemos al clan Montgomery de nuestro lado, ¿verdad? 
Aiden volvió a asentir, mostrando una pequeña sonrisa al novato 
que estaba al otro lado del sofá. 
—Sí. He hablado con Sofía esta noche, y no vacila en su lealtad 
hacia nosotros. Está trabajando para establecer más alianzas. También 
tenemos a Moon y Novik, aunque sus números son menores. 
—Después de lo que nos has contado sobre Damon, estoy seguro 
de que la manada de hombres lobo de Tambor nos ayudaría —se ofreció 
River. 
Damon era un monstruo que quería que los vampiros se 
alimentaran y mataran abiertamente a los humanos. Quería sacar a los 
vampiros de las sombras y permitirles reclamar el primer puesto en la 
cadena alimentaria. Eso no era bueno ni para los humanos ni para los 
hombres lobo. 
—Te lo agradezco, pero por ahora me gustaría mantener a los lobos 
al margen de esta lucha el mayor tiempo posible. He hablado con el alfa 
un par de veces en el último mes, y conoce el estado actual de la política 
vampírica. 
Aiden estaba siendo educado. Lo que quería decir en realidad era 
que la mierda iba a estallar muy pronto, y lo más inteligente era que los 
lobos mantuvieran la puta cabeza gacha el mayor tiempo posible. 
—Pero el plan no es empezar una guerra con cientos de vampiros 
—dijo Marcus. Cambió de un pie a otro, como si estuviera ansioso por 
pasar a la acción en lugar de limitarse a discutirlo—. Podemos matar a 
Damon y todo esto habrá terminado. 
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—Corta la cabeza de la serpiente —murmuró Winter, y Marcus 
asintió. 
—Funcionó con Minerva y el clan Black Wolf. Funcionó con Nolan 
y el clan MacPherson —enumeró Bel. 
—Quizá —insinuó Aiden en voz baja. 
Winter se incorporó de donde estaba, encorvado en la silla, y miró 
a su padre con los ojos entrecerrados. Aiden se había mostrado 
increíblemente reservado con respecto a Damon, salvo para señalar su 
falta de respeto por la vida humana. Cualquier vida, en realidad. 
—¿Qué estás pensando? —preguntó Winter. 
—Matar a Damon crearía un vacío de poder. Las fuerzas ya están 
reunidas. Me pregunto si alguien no entraría simplemente en ese vacío y 
lo retomaría donde él lo dejó. 
—¿Como Christopher Heller? —preguntó Bel. 
Winter ya negaba con la cabeza. 
—Le he observado. No tiene más ambición que la que Damon le 
permite tener. Apenas puede dirigir a su propio clan. Le siguen por miedo 
a Damon. 
—No, estaba pensando en Paavo —admitió Aiden—. Me he 
encontrado con él unas cuantas veces en mi larga existencia. Es 
inteligente, astuto. Creo que el ego de Damon le hace pasar por alto 
algunas cosas críticas cuando se trata de Paavo. El vampiro utilizaría 
alegremente el asesinato de Damon como excusa para hacerse 
hábilmente con el poder y venir a por nosotros. —Aiden hizo una pausa 
y se rascó la mandíbula—. Tenemos que pensarlo un poco más. No 
podemos precipitarnos. —Miró directamente a Winter cuando pronunció 
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aquella última frase. Como si su padre supiera que acababa de decidir 
hacer una pequeña visita a la guarida del vampiro. 
Con una sonrisa de satisfacción, Winter asintió. Por ahora 
guardaría su hoja. 
Aiden dirigió entonces su mirada hacia Rafe. 
—Por mucho que odie sugerirlo, sería una buena idea cerrar Blush 
temporalmente. 
—¿Qué? —gritó Rafe, poniéndose en pie de un salto—. No puedes 
hablar en serio. 
—Sí que lo hago. Damon no tendría reparos en empezar esta guerra 
delante de los humanos. Y te tendría en gran desventaja. 
—La seguridad en Blush es excelente —espetó Rafe. 
—Pero limitada. Tú y tu gente no dudaríais en salvar a los humanos 
que abarrotaban el club. Los soldados de Damon lo aprovecharían. 
Masacrarían alegremente a innumerables humanos, utilizándolos como 
distracción para hacerte daño a ti y a cualquier vampiro que trabajara 
para ti. 
La energía iracunda de Rafe se agotó para ser sustituida por una 
cansada resignación. Su hermano adoraba su club nocturno, y adoraba 
a sus clientes humanos. Habían sido una fuente inagotable de diversión 
para él a lo largo de los años, y era muy protector con ellos. Las palabras 
de Aiden sonaban con una dolorosa verdad. Rafe haría cualquier cosa 
por proteger a los humanos, y moriría intentando mantenerlos a salvo. 
Winter podía imaginarse que lo mismo le ocurriría al compañero de Rafe, 
Philippe, y a su amiga Lola. 
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—Tienes razón. Cerrar Blush también haría más difícil que una de 
las zorritas de Damon llegara a un miembro del clan —refunfuñó Rafe. 
Asintió y volvió a su asiento—. Esta noche les diré que la fiesta era un 
poco de despedida. Haré que paguen generosamente al personal y que 
cierren el club en un futuro próximo. 
—Lo siento, Rafe —murmuró Bel. Rodeó a River para poner una 
mano en el brazo de su gemelo. 
El vampiro sonrió como si no le importara nada, pero había 
preocupación en sus profundos ojos azules. Winter podía verlo incluso 
desde el otro lado de la habitación. 
—No te preocupes, mi dulce Bel. Esto me dará la oportunidad de 
pasar un tiempo muy necesario con mi Philippe. 
Ethan resopló. 
—Sí, seguro que ha estado muy desatendido. 
—Muérdete la lengua, pequeño Varik. Nunca descuidaría a mon 
ange. Sólo pensaba en una vinculación más intensiva —terminó Rafe con 
una diabólica profundidad en la voz. 
—Mantenlo fuera de Instagram y de mis mensajes de texto —gruñó 
Winter. 
Aiden se aclaró la voz como si intentara disimular una carcajada y 
siguió adelante. 
—Que Damon reúna un ejército es una preocupación, pero no es 
la única. —Dirigió su atención a Winter, indicándole que tomara el relevo. 
—Hace poco estuve husmeando en la guarida de Christopher. Su 
seguridad ha mejorado, pero sin duda están más desorganizados que lo 
que he visto de Damon o Paavo. 
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Marcus gimió, pasándose una mano por los ojos. 
—No quiero ni pensar que estés cerca de ninguno de sus clanes. —
Se dio la vuelta y se dejó caer en el sofá con Ethan. Su amante se 
acurrucó cerca de él, rodeándole la cintura con los brazos, como si 
pudiera proteger a Marcus de lo que aún estaba por salir de los labios de 
Winter. 
—Al parecer, circula una profecía sobre la desaparición de los Varik 
—continuó Winter. 
—¿Me estás tomando el pelo? —preguntó Rafe—. ¿Una profecía? 
Menudo disparate. 
—Y lo dice el hombre que es amigo de una supuesta bruja —se 
burló Winter. 
Rafe se incorporó y señaló a su hermano con un largo dedo. 
—No metas a Zelda en esto. Es una bruja muy poderosa. 
—Pues tengo la sensación de que Zelda es la que se ha metido en 
medio de esto. Oí mencionar su nombre varias veces mientras andaba a 
hurtadillas. No estoy seguro al cien por cien, pero creo que es muy posible 
que sea la bruja que ha agraciado a Damon y a sus seguidores con esta 
profecía. 
Rafe se quedó con la boca abierta, pero no emitió ningún sonido 
mientras sus ojos se volvían hacia Aiden en un silencio atónito. Winter 
también se volvió hacia su padre. 
—¿Tu amiga soltaría semejante disparate sobre nuestro clan y no 
te lo diría? —espetó Winter. 
—La verdad es que no lo sé —respondió Aiden en voz baja, y Winter 
odió el tono aturdido y perdido de su voz. 
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—¿Hay muchas brujas por ahí que sean tan poderosas como Zelda? 
¿Podría haber sido otra bruja? Alguien que no conocemos. —insistió 
Winter. 
—Posiblemente. Admito que Zelda es la única bruja que conozco —
dijo Aiden. 
Winter miró a Rafe y su hermano se encogió de hombros. 
—Es por pura suerte que conozco a Zelda. No conozco a ninguna 
otra. 
—Intentaré ponerme en contacto con Zelda, a ver si ha oído algo 
sobre esta profecía —dijo Aiden. 
—¿Qué hay de la profecía? ¿Sabes qué dice exactamente? —
preguntó Bel. 
Winter negó con la cabeza. 
—Aún no tengo el texto exacto. Lo único que sé es que se supone 
que una bruja traerá la caída de los Varik. Una bruja tiene la clave para 
cambiar nuestro mundo. 
—Bueno, ¿no es eso deliciosamente vago? —se quejó Rafe, 
levantando los brazos. 
—Cierto, pero al parecer bastó para que Damon y sus secuaces 
actuaran. Hay una bruja retenida por él. 
El silencio se apoderó de la habitación. Hasta ese momento, había 
sido más fácil descartar la idea de una profecía como una tontería. 
Aunque la profecía fuera cierta, no había pruebas de que aquella bruja 
tuviera la clave de la caída de los Varik. Pero una bruja capturada la 
hacía aún más real. 
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—Mi plan es colarme en el recinto de Damon y llegar hasta la bruja. 
La secuestraré para que podamos llegar a la raíz de esta locura de 
profecía o la mataré en el acto. 
—¡De ninguna manera! —gritó primero Marcus, poniéndose en pie. 
Los demás hermanos se unieron con sus gritos un instante 
después, tal y como Winter había predicho. En realidad, no les culpaba.Era una misión increíblemente peligrosa, pero él tenía las mayores 
probabilidades de éxito. 
Mientras sus hermanos gritaban unos sobre otros, Winter dirigió 
la mirada hacia Aiden, que lo observaba con una creciente tristeza en los 
ojos. La propuesta de Winter no le gustaba más que a Marcus, pero al 
menos reconocía que era su única oportunidad real de acercarse a esa 
bruja. 
—Es el único que puede entrar y salir de casa de Damon sin ser 
detectado —dijo Aiden con cuidado. 
Los demás guardaron silencio sólo un par de segundos. Marcus fue 
el primero en empezar a gruñir. 
—¡Tiene que haber otra forma! 
—¿Y si Winter me lleva con él? —sugirió Bel. —Me he ido con él al 
otro lado. 
—¡No! —gritó River. Agarró a Bel del brazo, con los ojos muy 
abiertos y frenéticos. El lobo ya había sufrido una vez que lo 
desconectaran de su compañero. River y Wyatt lo habían descrito como 
la sensación de que Bel había muerto. Winter no podía imaginarse que 
tuvieran prisa por volver a experimentarlo tan pronto. 
Winter negó con la cabeza. 
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—No puedo. Es demasiado agotador, y necesitaría hacerlo durante 
mucho tiempo. Me resulta fácil hacerlo solo, pero no contigo. Además, ¿y 
si consigo secuestrarla? Sé que no puedo retenernos a los tres allí. 
—Es demasiado peligroso —declaró Rafe. 
—Es más peligroso si no atacamos a esa profecía y a esa bruja 
mientras podamos —contraatacó Winter—. Si voy solo y tengo éxito, les 
dejaré revueltos y confusos. Si van todos los Varik, declararemos la 
guerra. 
—¡Damon ya ha declarado la guerra a los Varik! 
Aiden negó con la cabeza. 
—Todavía no. No ha habido ningún ataque contra nuestro clan, y 
espero alargar ese periodo todo lo posible. La sugerencia de Winter ayuda 
a eliminar una ventaja más de su arsenal. Y si los aliados de Damon se 
enteran de esta profecía y les robamos a la bruja.... 
—Podría perder aliados —terminó Marcus. 
—Winter tiene que ir —añadió Bel, que parecía atormentado por la 
idea. 
Intentó sonreír a su hermano, deseando poder aliviar los temores 
del científico. 
—Sólo un rápido entrar y salir, Bel. He hecho esto más veces de las 
que puedo contar. Damon y sus hombres nunca sabrán que estuve allí. 
—¿Y la bruja? ¿Y si no sabe nada de esta profecía? ¿Y si no quiere 
hacernos daño? ¿Es correcto acabar con su vida? —preguntó Ethan. Sus 
ojos desorbitados recorrieron la habitación mientras agarraba una 
almohada y la apretaba contra su pecho—. Es decir, obviamente no 
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quiero que ninguno de los Varik resulte herido, ni nuestros aliados, pero 
¿y si esto tampoco es culpa suya? 
Nadie parecía capaz de mirar a Ethan a los ojos. Frunciendo el 
ceño, Winter miró directamente a su nuevo hermano. 
—Haré lo que pueda para determinar la inocencia de la bruja. Si 
pretende hacernos daño, no dudaré. 
Ethan asintió, y Winter no hizo ningún comentario sobre lo que 
haría si la bruja fuera inocente. Había sido precavido en su larga vida. 
No creía haber matado nunca a una persona realmente inocente. Toda la 
sangre que tenía en las manos procedía de personas que pretendían 
hacer daño a su familia. 
Pero esta bruja podría ser la única excepción. 
—¿Cuándo te irás? —preguntó Rafe. 
—Pronto. Tengo que atacar antes de que Damon descubra que 
sabemos lo de la profecía. 
La conversación se apagó en gran medida tras el anuncio de 
Winter. No había nada más que discutir. Hicieron planes sobre cómo 
reforzar sus propias defensas y a qué recursos podían recurrir para 
obtener información. Winter observó a sus hermanos replegarse sobre sí 
mismos con preocupación. 
Los Varik habían pasado toda su vida protegiéndose unos a otros, 
siempre al lado de sus hermanos. Pero en aquellos primeros años, la 
amenaza había venido en gran parte de Julianna. Había sido más fácil 
unirse. 
Esta vez, Winter estaba dejando a sus hermanos al margen, y a 
todos les dolía por ello. 
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Capítulo Cuatro 
La reunión terminó poco después de que sus hermanos aceptaran 
a regañadientes que Winter se colara en la guarida de Damon. Pero se 
sintió profundamente conmovido por el hecho de que cada uno de ellos 
lo apartara y le ofreciera cualquier tipo de ayuda que pudiera necesitar, 
ya fuera un conductor para la huida o una posible distracción. Bel se 
ofreció a preparar unos dardos tranquilizantes que fueran eficaces con 
los vampiros. 
Winter los rechazó a todos, pero se sintió reconfortado por sus 
ofrecimientos. Se sentía querido. Cuando se acercara al recinto de 
Damon, no se sentiría solo. El amor y el apoyo de sus hermanos irían con 
él. 
Cuando sus hermanos y sus compañeros salieron de la habitación, 
Winter se encontró a solas con su padre, que le observaba con una 
expresión que no podía leer. Eso ya era extraño de por sí. Con los años, 
había aprendido a leer sua expresivos ojos dorados. De toda la familia, 
probablemente era el que más tiempo había pasado con Aiden, aunque 
Winter dudaba que alguno de ellos fuera consciente de ello. El hombre 
tenía un espeso cabello castaño y una mandíbula dura y cuadrada. 
Parecía tener unos veinte años, apenas más que Winter, pero hacía poco 
se habían enterado de que Aiden era bastante mayor de lo que todos 
sabían. Pero por su aspecto, Marcus parecía mayor que su padre. 
Por fin se formó una pequeña sonrisa en los labios de Aiden y se 
puso en pie. 
—Da un paseo conmigo. Aún hace buen tiempo. 
Winter asintió y se levantó también, siguiendo a Aiden por la casa 
hasta unas puertas dobles que daban a un amplio patio de piedra. 
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Caminaron en silencio durante un rato, paseando por los adoquines y 
luego por el césped trasero. No muy lejos se alzaba un bosque oscuro, 
pero no tenían la sensación de que nadie los observara desde los árboles. 
—¿Qué tal es vivir con tantos Varik bajo el mismo techo? —
preguntó Winter al cabo de un momento, ganándose una risita baja de 
Aiden. 
—Una adaptación, pero me encanta —admitió. 
—Demasiados años solo. 
Aiden levantó un poco los hombros, pero Winter comprendió el 
gesto. Cuando Julianna estaba viva, él no podía estar demasiado cerca, 
o se arriesgaba a provocar en ella uno de sus estados de ánimo negros. 
Había viajado constantemente, intentando estar preparado por si le 
necesitaban. 
—Sé que a Marcus le frustra tenerme cerca —afirmó Aiden, aunque 
parecía más divertido que dolido por la idea—. Está tan acostumbrado a 
tomar todas las decisiones y no consultar conmigo. Sé que ahora le 
molesta consultarme, aunque le diga que no es necesario. 
Winter resopló. 
—Marcus es una apisonadora. Le gusta tenerlo todo bajo su 
control, para poder arrasar con todo. 
—Ethan le está enseñando a delegar. 
—¡Ja! 
Aiden le golpeó juguetonamente con el codo. 
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—Hablo muy en serio. Ethan está intentando enseñar a Marcus a 
dejar que yo me encargue de las cosas. El incentivo es que ahora pueden 
pasar más tiempo juntos. 
—El pequeño Varik es un genio del mal. Todos le hemos 
subestimado una y otra vez —dijo Winter, utilizando el apodo que Rafe 
había creado para Ethan. 
—Eso es muy cierto. Bel y sus lobos parecen haberse adaptado más 
rápido que yo, pero Bel ha vivido con Marcus en el pasado. 
—No está de más que Wyatt y River sean fáciles de tratar. 
Aiden tarareó su acuerdo antes de detenerse. Se agachó y cogió 
una flor silvestre

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