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03 Mermaid's Wish - Stacy Claflin

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Sinopsis 
 
 
Todas las princesas se preparan para gobernar su 
reino tras la muerte de su padre. ¿Yo? Tengo que 
prepararme para gobernar todos los reinos submarinos, 
después de matar a mi padre. 
Ya cumplí la profecía una vez. Más o menos. No tengo 
interés en volver a matar. 
Pero nadie ha preguntado qué es lo que quiero. 
Es esta estúpida profecía de la Reina Sirena. Mi padre, 
mi verdadero padre biológico, está obsesionado. Y es el rey, 
así que consigue lo que quiere. Es decir, yo, abrazando un 
destino que temo. 
A medida que voy aceptando mi nueva realidad, me 
encuentro sola, separada de mi mejor amiga y de mi novio, e 
incapaz de convencer a mis padres de que todo esto es una 
idea terrible. 
Mi padre, el rey, quiere que lo mate. Ha puesto en 
marcha planes para hacerlo realidad. 
Soy demasiado débil para negarme. Y espero que 
demasiado fuerte para tener éxito. 
 
Dark Sea Academy 3 
 
1 
 
 
Los vítores y los aplausos estallan a mi alrededor. No 
me uno a ellos porque no tengo nada que celebrar. Es la 
asamblea de fin de curso y todos los demás abandonan el 
campus para disfrutar de su semana de descanso. ¿Yo? Me 
quedo a estudiar y a hacer mis exámenes los que acaban de 
terminar los demás estudiantes mientras ellos se van de 
fiesta y se divierten. 
No es que quiera salir de fiesta o divertirme. Todavía 
estoy procesando, bueno, todo. Mi vida ha cambiado 
drásticamente desde que llegué a Valora. Y eso es decir poco. 
Tengo muchas más preguntas que respuestas. 
―¿Vienes, Marra? ―Bash pregunta. 
Salgo de mis pensamientos y me doy cuenta de que 
todos están despejando el auditorio. ―Oh, sí. Sí. 
Me ayuda a levantarme. ―¿Todo bien? 
―Claro. ―No le he contado ni a él ni a Halen las 
últimas noticias. Es demasiado. Apenas me lo creo, pero es 
verdad. No solo mi madre y Tiberias planean casarse, sino 
que Tiberias es en realidad mi padre. Pensé que había 
matado a mi padre, pero resulta que Drake Ayers era mi tío. 
Así que, si me van a obligar a cumplir la leyenda de la Reina 
Sirena, ahora tengo que matar a Tiberias, el gemelo amable 
y cariñoso. El rey que todos adoran. 
Todo ese lío no es algo que pueda expresar con 
palabras. Ni siquiera a los más cercanos a mí. Tal vez sea 
porque me dieron la noticia en el funeral de mi padre. Es 
decir, de mi tío. 
¿Por qué es esta mi vida? 
 
¿No podía haber nacido de padres aburridos? Ser 
invisible era mucho mejor que esto. 
Bash me rodea con un brazo mientras salimos. ―Has 
estado muy callada últimamente. ¿Hay algo que quieras 
compartir? 
Niego con la cabeza. 
Me besa la mejilla. ―Yo también perdí a mis padres, 
recuerda. Si alguien sabe cómo te sientes, soy yo. 
Ojalá. ―Gracias. 
―Lleva un tiempo procesarlo, pero ayuda hablar de ello. 
No lo retengas demasiado tiempo. Eso es lo que hice, y no 
fue bueno. 
―¿No fue bueno cómo? ―Me encuentro con su mirada. 
―Ese fue el comienzo de que me metiera en problemas 
todo el tiempo. Llevaba tanto dolor y rabia que estallaba 
ante la más mínima ofensa. Déjalo salir ahora. No te 
conviertas en mí. 
Las comisuras de mi boca se contraen al contemplar 
su aspecto ridículamente bueno: sus intensos ojos azules y 
su pelo negro azabache, sus rasgos esculpidos y esa sonrisa 
torcida que siempre me atrae. 
―¿Sería realmente tan malo? ―le pregunto―. 
¿Convertirme en ti? 
―No estoy seguro de que Valora pudiera soportar dos 
como yo. ―Se ríe. 
―No sería tan malo, pero realmente debería estudiar. 
Tengo que hacer los tres exámenes antes del viernes. 
―Eso te da una semana completa. ¿Por qué no te 
desahogas ahora? Si alguien lo necesita, eres tú. 
―No lo sé. 
Me sonríe de lado. ―Podríamos volver a cantar en el 
karaoke. 
Se me hace un nudo en el estómago. ―No quiero volver 
a cantar. 
 
Bash se detiene y me mira fijamente. ―¿Qué? ¿Por eso 
no has ensayado con la banda? 
―¿No recuerdas lo que pasó la última vez que 
cantamos? Todos los chicos del bar se desmayaron por 
culpa de mi voz. 
―Porque suenas como una sirena. Eso es lo que hacen. 
Frunzo el ceño. ―¿Cómo ayudaría eso a la banda si la 
mitad de tus fans pierden el conocimiento? 
―Con la práctica, lo controlarías. solo harías que los 
tritones se desmayaran cuando tú quisieras. 
―¿Cómo sabes tanto? 
―Clase de historia. 
Debería haberlo sabido. ―¿Por qué nunca te desmayas 
al oír mi voz? 
Se encoge de hombros. ―¿Porque cantamos juntos? 
―Quizá debería estudiar las sirenas antes de unirme 
ustedes. No sé lo que no sé. ¿Sabes? 
Bash se ríe. ―Yo no me preocuparía demasiado. Tal vez 
solo tenga que ver con el alcohol consumido, ya sea por ti o 
por los chicos en cuestión. 
―Tal vez. 
Rudder se acerca a nosotros. ―Esta noche hay una 
fiesta en casa de Earwyn. ¿Quieres unirte a nosotros? 
Se me hace un nudo en el estómago. 
Bash me mira. ―¿Qué te parece? 
―Earwyn y sus perritos son las últimas personas que 
quiero ver en las vacaciones de primavera. 
―Sus fiestas son siempre las mejores ―dice 
Rudder. ―Piénsalo. 
Respiro profundamente. ―Todavía tengo exámenes 
para los que estudiar. 
Rudder sonríe. ―Podría practicar uno de mis nuevos 
hechizos con ellas. Hacer que sean amables contigo. O les 
 
podría crecer una cabeza extra. Es un hechizo nuevo, y 
podría ir en cualquier dirección en este momento. 
Me rió. ―No me importaría que les creciera una cabeza 
extra. Podría ser divertido. 
―Avísame. ―Se aleja nadando. 
Bash me coge la barbilla. ―¿Realmente considerarías ir? 
―Tal vez. ―Me encojo de hombros. ―Pero después 
tengo que estudiar. Lo último que necesito es tener que 
repetir el primer año. 
―Incluso si lo haces, Earwyn, Cove y Vanya se 
graduarán. Estarás libre de ellas. 
―Estoy segura de que alguien se levantaría en su lugar. 
Hay mucha gente resentida conmigo. 
Me pasa los dedos por el pelo. ―Olvidas que tu tío dio 
el edicto para que todos te traten como si lo hicieran 
personalmente. Cualquier palabra dura hacia ti se toma 
como un insulto directo hacia él, y todo el mundo lo quiere. 
Suspiro. ―Me gustaría que la gente me viera 
simplemente como yo. Me odiaron desde el principio por 
culpa de Drake. Ahora se ven obligados a ser amables 
conmigo por culpa de Tiberias. 
Me besa la palma de la mano. ―La única manera de 
que se formen una opinión de ti es si pasan tiempo contigo, 
como en la fiesta de esta noche. Si sigues escondiéndote de 
todos, van a seguir creyendo que te crees mejor que ellos. 
―¿Eso es lo que piensa todo el mundo? 
No lo niega. 
―Impresionante. 
Bash me acerca y me mira fijamente a los ojos, 
provocando un escalofrío en mi columna vertebral. ―Te los 
ganarás. Una vez que conozcan a la verdadera tú, no 
tendrán más remedio que quererte. Al igual que me 
conquistaste a mí a pesar de mi idea preconcebida de que 
eras como tu padre. 
―¿Eso es lo que pensabas de mí? 
 
Desvía la mirada por un momento antes de encontrar 
mi mirada y asentir. ―Sí, y una vez que la gente se dé 
cuenta de lo increíble que eres, tendré que quitarme a otros 
tipos de encima con un palo. En realidad, tal vez debería 
reservarte para mí. No vayamos a la fiesta. 
Sonrío. ―¡Para! 
Me guiña un ojo. ―¿Irás? 
―Bien. ―Suspiro dramáticamente. 
―¿Lo harás? No te arrepentirás. 
―Eso está por verse ―murmuro. 
―Vamos a cambiarnos estos uniformes, luego nos 
encontraremos en la sala de los dormitorios. Dile a Halen 
que se una a nosotros. 
―No puedo. Sus padres la recogieron antes de la 
asamblea. Están de vacaciones en algún lugar del Atlántico 
y querían empezar temprano. 
―Entonces somos solo tú y yo. Tomaremos mi 
motocicleta. 
Me acurruco junto a él. ―Me gusta esa idea. 
Enlaza sus dedos con los míos. ―Me alegro mucho de 
que te sientas mejor. Estaba empezando a preocuparme por 
ti. 
―Te lo agradezco. Y tienes razón. Es hora de dejar de 
lamentarse y empezar a disfrutar de la vida. Y realmente, 
¿qué no se puede disfrutar? Te tengo a ti como novio, y 
Earwyn estará fuera de mi vista durantetoda una semana. 
Resopla. ―Excepto que nos dirigimos a su casa. 
―Espero que Rudder le dé una segunda cabeza. 
Aunque eso sería dos bocas en lugar de una―. Me 
estremezco. ―Quizá no sea tan buena idea. 
Bash se ríe. ―Probablemente no. Pero la buena noticia 
es que la casa de sus padres es enorme. Deberíamos poder 
evitarla fácilmente a ella y a su equipo. 
Una punzada de celos me asalta. Lo hago a un 
lado. ―¿Has estado en su casa? 
 
―¿Estás bromeando? A esa chica le encanta hacer 
fiestas. Cualquiera que haya crecido en Valora ha estado allí 
varias veces. 
Frunzo el ceño. ―Me he perdido muchas cosas. 
―Sí, pero también has vivido cosas que la mayoría de 
nosotros nunca viviremos allí. Cosas que no podríamos ni 
imaginar, por lo que parece. Aunque la mayoría de la gente 
podría ir a la superficie, ¿cuántos lo harán realmente? 
―Es cierto. Eso me recuerda que aún quiero revertir el 
hechizo que te impide convertir tu cola en piernas. Quiero 
que veas las cosas que la mayoría de la gente del mar nunca 
verá. 
Se echa el pelo hacia atrás. ―No me preocupa. 
―Me encantaría enseñarte el lugar, aunque no nos 
quedemos. 
Subimos las escaleras del dormitorio y nos detenemos 
en mi nivel. Me besa profundamente y me lanza una mirada 
aturdida antes de hablar. ―Y te quiero por eso. Por ahora, 
vamos a centrarnos en la fiesta. No importa nada más que 
asegurarnos de que te diviertes. 
―Me parece bien. ―Nada mejor que olvidar las 
leyendas sobre tener que matar a alguien a quien quiero. 
Tras otro beso, Bash sube las escaleras hacia su 
habitación y me dirijo a mi suite. Una parte de mí aún se 
siente mal por tenerla: está destinada a los de cuarto año. 
Sinceramente, creo que la única razón por la que la tengo es 
porque Middlebrooks quería causarme problemas, no 
porque sea la hija del rey, como me dijeron en un principio. 
La habitación se siente tan vacía con la ausencia de 
Halen, pero es solo por una semana. Y además, estaba tan 
entusiasmada con el viaje. No recuerdo el nombre de la 
ciudad que visitará su familia, pero sonaba romántico, como 
la versión submarina de París. 
Me quito el uniforme y miro las opciones de ropa. Hay 
todo tipo de opciones para las fiestas, desde las más 
 
informales hasta las más formales. Es difícil saber qué 
esperar de Earwyn. Puedo ver que va a por todas y espera 
que la gente se vista formalmente, pero también es el final 
del trimestre y todo el mundo va a estar deseando 
desahogarse y no estar atascado en ropa incómoda. 
Me lo estoy pensando demasiado. Cojo un bonito 
vestido azul marino brillante que es atractivo y cómodo, y 
que también se puede poner o quitar. Después de 
arreglarme el pelo, añado un collar de perlas que puedo 
meter en el bolsillo si todo el mundo es informal. 
¡Toc, toc! 
Pensé que Bash iba a encontrarse conmigo en el salón. 
Supongo que no podía esperar. Abro la puerta con mi mejor 
sonrisa. 
Middlebrooks está allí. 
Mi corazón se hunde y mi cara arde. ―¿Qué pasa? 
―Estoy pasando un mensaje. ―Me mira de arriba abajo. 
―¿Qué? 
―El rey solicita tu presencia en el castillo, pero parece 
que tienes otros planes. 
―En realidad, los tengo. Puedes transmitirle el mensaje. 
Y también hazle saber que tengo que estudiar este fin de 
semana y la semana que viene. Toda la semana. 
―No creo que le haga gracia escuchar eso. 
―Estoy segura de que lo superará. Tal vez si tuviera un 
teléfono de concha, podría decírselo yo misma. 
―A los de primer año no se les permiten teléfonos. 
―Entonces tendrás que decírselo tú. 
Discúlpame. ―Paso por delante de ella y cierro la puerta. 
Parece que quiere decir algo más, pero no lo hace. Casi 
me siento mal por ella. También ha perdido a alguien. No 
solo eso, sino que estaba planeando convertirse en reina. 
Ahora está de vuelta, atrapada siendo la decana de las 
sirenas. 
 
Pero es difícil sentirse mal por alguien que casi por sí 
solo estuvo detrás de la mayor parte de mi miseria aquí en 
la escuela. 
Me dirijo al salón. 
―No tenías que matarlo, sabes. 
Me doy la vuelta y la estudio. No ha perdido ni un 
ápice de su arrogancia. ―No me dejó otra opción. 
―Podría haber derrotado a Tiberias. Lo había hecho 
antes. 
―Pero no pudo derrotarme a mí. Y no iba a dejar que 
se saliera con la suya torturando a mis amigos―. Entrecerré 
los ojos. ―No dejaré que nadie se salga con la suya. 
El color se le escapa de la cara. 
Tal vez el fin de este curso escolar sea también el fin de 
ser víctima de las circunstancias y de los matones. 
Mantengo la cabeza alta mientras sigo mirándola fijamente 
y tomo una decisión. 
Es el fin de esa época. 
 
2 
 
 
Bash estaciona su moto junto a otras y se quita el 
casco antes de ayudarme a bajar. Le entrego el mío y me 
sacudo el pelo, y luego contemplo la vista que tengo ante mí. 
La casa de Earwyn es enorme. Obviamente, no se puede 
comparar con el castillo o la academia, pero es una mansión. 
Mucho más grande que la casa en la que vivía en tierra. El 
patio delantero, perfectamente cuidado, es más grande que 
toda nuestra propiedad. 
―Es demasiado grande, ¿no? ―Bash guarda nuestros 
cascos. ―Pero sirve para hacer buenas fiestas. 
―Vamos a ver. ―Me apresuro hacia el edificio. 
Bash me coge de la mano. ―¿Te he dicho lo increíble 
que estás? 
Lucho contra una sonrisa. ―Solo unas cinco veces 
desde que nos conocimos en el salón. 
Me acerca y me besa profundamente. ―Entonces no lo 
he dicho lo suficiente. 
Cuando nos separamos, estoy aturdida. Él silba. 
No tengo ni idea de cómo silba bajo el agua. Lo he 
intentado, pero solo consigo hacer burbujas. 
A medio camino de la casa, oigo música y risas desde 
dentro. Luego, cristales que se rompen. 
―La fiesta ya ha empezado. ―Bash se ríe. 
Alargo la mano hacia el timbre, pero él abre la puerta y 
me la sostiene. Entramos y mis oídos tardan unos instantes 
en adaptarse al ruido. Se oye una conversación no muy 
lejana. Más cristales se rompen, seguidos de risas. Todavía 
 
me sorprende que los cristales puedan romperse así bajo el 
agua. 
―¿Dónde quieres ir primero? ―pregunta Bash. 
―¿Qué opciones hay? 
―Suele haber algo para todos. Unas cuantas películas 
en cartelera, baile toda la noche, algo de canto, comida, 
juegos. Ese tipo de cosas. 
―Parece que has estado en muchas de ellas. 
Se encoge de hombros. ―Nunca he sido de los que 
rechazan una buena fiesta. 
―Vamos a ver cómo se baila. 
―Por aquí. ―Me pasa la mano por la cintura y me lleva 
por el pasillo, a través de una sala de estar en la que la 
gente ignora una película en la pantalla grande y se ríe de 
algo, y luego vamos por otro pasillo hasta que llegamos a 
una sala enorme de la que sale claramente la música. Mi 
primer instinto es taparme los oídos, pero no quiero parecer 
una idiota, así que no lo hago. Unas brillantes luces de 
colores brillan sobre los bailarines. 
Bash tira de mí hacia el centro y empieza a bailar. Es 
tan apetecible que podría limitarme a mirarlo y ser 
perfectamente feliz. Pero he venido a pasármelo bien y eso 
es lo que pretendo hacer. Así que me uno a él y rápidamente 
me encuentro moviéndome al ritmo. 
Idira se acerca a mí con un chico de la escuela de artes 
mágicas. ―¡Me alegro de que hayas venido! 
Apenas puedo oírla por encima de la canción. 
―¡No me lo perdería! Lástima que Halen no pueda estar 
aquí. 
―¿Verdad? Pero se está divirtiendo como nunca en el 
Atlántico. 
Ella sigue con su pareja de baile, y Bash y yo seguimos 
hasta que estoy segura de que me voy a derrumbar. ―¿Dices 
que hay comida aquí? 
 
―Mucha. ―Enlaza su brazo con el mío y me lleva a una 
cocina gigantesca. Hay comida en los mostradores y en tres 
largas mesas. Hay tanto silencio aquí que me pitan los oídos. 
―No estabas bromeando. ―Mi estómago ruge, entonces 
cojo un sándwich y le doy un bocado. 
Coge una bebida y se la bebe de un trago. ―¿Te alegras 
de haber venido? 
―¡Sí! ―Sobre todo teniendo en cuenta quepodría estar 
en el castillo, preocupada por mi destino. Ahora mismo, no 
quiero pensar en nada más que en lo que tengo delante, y 
en este momento, eso es Bash. 
Engullo más comida, y hablamos con otros que pasan 
por la cocina. 
―¿Qué hay fuera? ―Miro por las ventanas, pero no 
puedo ver nada porque ya está oscuro. 
Deja su segunda copa y mira hacia allí. ―La casa de 
invitados, un campo de bolas, juegos de patio y aún más 
comida. 
―¿Más comida? 
Bash me dedica su sonrisa torcida. ―Sí. ¿Quieres más? 
Lo empujo. ―¿Intentas decir que estoy comiendo 
demasiado? 
―Nunca diría tal cosa. 
―Bien. ―Lo agarro del brazo y lo arrastro fuera. 
Pequeñas luces bordean la casa y la valla, dándole a todo 
un brillo mágico. Un grupo de personas está en el patio de 
bolas, lanzando una pelota verde y rugiendo de risa cada 
vez que alguien no consigue atraparla. Varias mesas largas 
están llenas de aperitivos y bebidas. En el césped, un grupo 
juega a una especie de juego de pelota que me resulta 
familiar, pero no recuerdo por qué. Probablemente sea algo 
que conocí de niña. 
En serio, odio no poder recordar tantas cosas. ¿Por 
qué mamá no luchó para quedarse aquí? Ella sabía que 
Tiberias era en realidad mi padre. Hades, él también lo 
 
sabía. Pero aun así me dejó ir. Tuve que crecer en la tierra, 
ocultando mi verdadera naturaleza y sintiéndome como un 
bicho raro. 
Mis padres apestan. ¿Quién le hace eso a su propia 
hija? Drake pudo haber sido un idiota y un adicto al trabajo, 
pero al menos no me mintió. Excepto sobre lo de ver a 
Middlebrooks. Y el secuestro de Bash y Halen. 
Bien, él también apestaba. 
―¿Estás bien? ―Bash me mira las manos. 
Están brillando en verde, así de enojada estoy. ―Sí, 
está bien―. Lo suelto y me dirijo a las mesas. En lugar de 
coger algo para comer, tomo una bebida. Ni siquiera me 
importa lo que sea. Simplemente lo bajo, sin querer pensar 
en ninguno de mis padres ni en una reina legendaria en la 
que pueda o no convertirme. 
―Tranquila. ―Bash levanta una ceja. 
Ignoro el sabor amargo y el ardor en la garganta 
mientras vacío la botella. ―Estoy bien. 
―Eso es lo que sigues diciendo. ¿Pero estás segura? 
Quiero decir que no has hablado del hecho de que mataste 
a tu padre. 
Lo miro fijamente y cojo otra botella. 
Me la quita. ―Quizá deberíamos hacer otra cosa―. 
¿Quieres volver a bailar? 
―Prefiero retroceder en el tiempo ―murmuro. 
―¿Qué fue eso? ―Se acerca más. 
―Nada. ―Le arrebato el trago y lo bebo más rápido que 
el primero. Se me pasa el efecto. Más o menos. 
Él frunce el ceño. ―Quizá venir aquí no fue la mejor 
idea. 
―Fue tu idea. 
―Sí, pero... 
―Pero nada. ―Echo un vistazo a mi alrededor, mi 
mirada se posa en un grupo de personas que están en 
 
círculo a un lado de la casa de huéspedes, y luego me dirijo 
a ella. 
Bash me alcanza. ―Quizá deberíamos hablar. 
Me vuelvo hacia él. ―¿Me traes a una fiesta y quieres 
hablar? 
―Parece que lo necesitas. 
―No. ―Me dejo caer en un asiento vacío con gente a 
ambos lados. Bash se sienta frente a mí y no me quita los 
ojos de encima. Lo ignoro y me concentro en el tipo que 
cuenta una historia de miedo. Lo único que hace falta es 
una fogata, pero obviamente eso no funcionaría en el agua. 
Una parte de mí quiere intentarlo. 
Siento que Bash me mira fijamente, pero me concentro 
aún más en la historia de fantasmas. De repente, el tipo da 
una palmada y yo salto. También lo hace la mitad de la 
gente reunida alrededor escuchando. Por el rabillo del ojo, 
veo que Bash sigue mirándome. Continúo ignorándolo. 
Una chica empieza a contar una historia. Creo que es 
una de las amigas de Earwyn, pero no estoy del todo segura. 
Y definitivamente no me importa. Solo quiero perderme en 
otro cuento. 
Después de la tercera, un tipo que se rumorea que está 
en su tercera vez en cuarto año mete la mano en su bolsillo 
y saca una bolsa de algo púrpura y brillante. ―He traído lo 
bueno. 
Bash me llama la atención y asiente con la cabeza 
hacia la casa. 
Intrigada, vuelvo a centrar mi atención en la cosa 
brillante. ―¿Qué es eso? 
Unos cuantos se ríen entre dientes. 
―Me he criado en tierra, ¿recuerdas? ―Me cruzo de 
brazos. ―Estoy segura de que hay muchas cosas que sé que 
tú no sabes. 
El tipo se encoge de hombros. ―Es un tris. 
 
Bash vuelve a hacer un gesto hacia la casa. ―Vamos, 
Marra. 
Una chica se acerca a la bolsita. ―¿Cómo has 
conseguido tanto? 
―Tengo mis maneras. ―Se vuelve hacia mí. ―¿Quieres 
probar un poco, princesa de la tierra? 
―No soy princesa de la tierra. 
―Lo que sea. ¿Lo quieres o no? 
―¿Qué hace? 
Él sonríe. ―Te hará olvidar todos tus problemas. 
―Dámelo. ―Lo cojo. 
Bash se levanta. ―Lo siento, pero nos vamos. 
―No parece que quiera ―dice alguien. 
Me inclino más hacia la bolsa. 
―Marra, no sabes lo que hace esa cosa. ―Bash me 
levanta de mi asiento. 
―Sé que me hará olvidar todos mis problemas. Eso es 
suficiente para mí. 
Sus orificios nasales se agitan. ―Si confías en mí, 
vendrás conmigo. Tristle no es algo con lo que quieras 
meterte. 
Alguien se ríe. ―Tú lo sabrás, Bash. 
Las risas se mueven alrededor del círculo. 
―Ven conmigo. ―Su boca forma una línea 
recta. ―Podemos encontrar otras formas de hacerte olvidar 
tus problemas. 
Un tipo silba y agita las manos en el espacio vacío 
entre todas las sillas. ―Aquí hay mucho espacio para eso. 
Bash no rompe el contacto visual. ―No quieres hacer 
esto. 
―¿Vas a dejar que te diga lo que tienes que 
hacer? ―pregunta una chica. 
Un chico se ríe. 
―¿Es tu nuevo padre? 
 
Los ojos de Bash se entrecierran. 
―¿Te parece bien, pero no dejas que tu novia lo intente? 
Me acerco a él y pongo las manos en las caderas. ―¿Lo 
has probado? 
―¿Cómo crees que sé lo malo que es? Confía en mí. 
―Me toca vivir algo salvaje. Después de todo lo que he 
pasado, creo que me lo merezco. 
Su expresión cambia, sus ojos suplican. ―Así no. 
Enderezo la espalda. ―Sí, así―. Entonces me muevo a 
su alrededor y le tiendo la palma de la mano al tipo de la 
bolsa. Se echa un poco. ―¿Eso es todo? 
―No necesitarás más, créeme. 
Todos me miran. Bash sacude la cabeza, con la 
mandíbula claramente apretada. 
Me vuelvo hacia el otro tipo. ―¿Qué hago con él? 
―Solo deja que se derrita en tu lengua, y todo lo demás 
se derretirá. 
―Suena genial. ―Me llevo la palma de la mano a la 
boca y el polvo cae sobre mi lengua. No se derrite en el agua, 
pero lo hace en cuanto toca mi lengua. Es salado, y en 
cuestión de instantes toda mi ira desaparece. No me 
importa que mis padres me mintieran y me obligaran a vivir 
en tierra. O que mi padre biológico me entregara tan 
fácilmente para que me criara el hermano que intentó 
matarlo. O que esté condenada a revivir la antigua leyenda 
de una reina muerta hace tiempo. 
Nada de eso importa. Y se siente muy bien. 
Bash sigue mirándome con esa mirada de juicio que 
tiene. No sé qué le hace pensar que puede juzgarme. Ha 
hecho tantas cosas malas, que está a un paso de ser 
expulsado de la academia. Y no puede cambiar a la forma 
humana. Nunca hago nada malo. Y después de todo lo que 
he pasado, me merezco un poco de tiempo para soltarme. 
Alguien dice algo, pero no le encuentro mucho sentido. 
Me alejo del grupo y me dirijo a la casa. 
 
3 
 
 
Earwyn y sus perritos se están riendo en la cocina. Se 
detienen en cuanto me ven. Ella arquea una ceja hacia 
mí. ―Mira quién está aquí. 
―Sí, soy yo. ¿Qué te parece? 
Cove y Vanya se ríen mientras Earwyn endereza la 
espalda. ―¿Perdón? 
―He dicho que qué te importa. ¿Vas a echarme? 
¿Refregarme en la cara que has conseguido lo que querías 
con la muerte de mi padre? Por mi propia mano, además―. 
Intento fulminarla con la mirada, pero no estoy segura de 
que funcione. 
Me hace un gesto para que me vaya. ―Estás drogada. 
Ignoro el comentario y me acerco a ella. ―Todo el 
mundo sabe que tienes un problema conmigo. Pero la cosa 
es que no he hecho nadacontra ti. Nunca. Todos los 
desaires que sientes, no fueron culpa mía. ¡Yo no pedí la 
suite! No tenía idea de que mi padre trató de matar a 
Tiberias. Él estableció todos sus decretos por su cuenta. 
¡Nada de eso tuvo que ver conmigo! Deberías darme un 
respiro. Todo lo que estoy tratando de hacer es sacar lo 
mejor de la situación. ¿Crees que es fácil adaptarse a la vida 
en Valora después de haber vivido en tierra la mayor parte 
de mi vida? 
Empieza a decir algo, pero la corto. 
―¡No lo es! Todo es diferente. Bueno, no me 
malinterpretes, hay muchas chicas malas y presumidas allí. 
Pero aparte de eso, ha sido el reto de mi vida. Y no quería 
nada de eso. Intenté quedarme en tierra, y estoy segura de 
 
que nada te habría hecho más feliz, pero mi padre era muy 
controlador y no quería nada de eso. Así que, si decides 
seguir metiéndote conmigo, que sepas que estás atacando a 
alguien que ya está deprimida. Y si crees que eso te hace 
mejor, estás equivocada. Muy equivocada. 
Empieza a decir algo de nuevo, pero la empujo. ―No 
quiero oírlo. 
Salgo furiosa de la habitación y me dirijo al pasillo. 
Hay grupos de gente besándose y me apresuro a pasar por 
delante de ellos. Todo parece girar a mi alrededor hasta que 
llego a una escalera. Entonces la casa me golpea. 
No. En realidad, creo que me golpeo contra la pared. 
No sé cómo lo he conseguido. Me froto el lado de la cabeza y 
me dejo caer en una escalera. Al menos estoy lejos de que 
todos me juzguen. Estoy lejos de todo el mundo. 
No estoy segura de por qué sentí la necesidad de 
regañar a Earwyn. Pensé que ese polvo se suponía que haría 
que no me importara nada. Tal vez fueron las secuelas de 
decir todo eso delante de sus amigos lo que no me importó. 
Probablemente me importará más tarde. O tal vez no. 
Ahora no me importa, y eso es lo único que importa. 
Unos minutos después, todo deja de dar vueltas y ya 
no me duele la cabeza. A menos que presione el punto 
doloroso. Ay. 
Me levanto y sigo las escaleras. Suenan risas y las sigo 
hasta llegar a un grupo que juega a las cartas. 
―¡Eh, Marra! ―dice una chica. Debería saber su 
nombre. Está en una de mis clases. ―¿Quieres unirte a 
nosotros? 
―Probablemente no sé cómo. Perdedora que creció en 
tierra, ¿recuerdas? ―Me rió de mí misma. 
Ellos también se ríen, pero al menos no me molesta. 
La chica sonríe. ―Es fácil, y nos vendría bien un sexto 
jugador. Funciona mucho mejor con un número par de 
jugadores. 
 
Me encojo de hombros. ―Claro. 
Mientras me siento y recojo las cartas, me explican las 
reglas. Parece bastante sencillo. Pierdo la primera ronda 
estrepitosamente, pero consigo ganar la segunda. Todo el 
mundo me felicita y empezamos una nueva ronda. Todos 
nos reímos y nos divertimos, y casi parece que somos 
amigos. Como si algunas de estas personas no estuvieran 
protestando por la muerte de mi padre no hace mucho. 
Excepto que en realidad no era mi padre, y yo lo maté. 
La gente debería amarme. Más que a Earwyn, incluso. 
¿Qué ha hecho ella por alguien, aparte de asomar la nariz y 
hacer fiestas decentes? 
Después de unas cuantas rondas más, todos se dirigen 
hacia abajo. Los acompaño, y no parece importarles. 
En la sala donde todo el mundo está bailando, hay una 
competición de baile de karaoke. Un alumno de tercer año 
de la Escuela de Artes Mágicas se enfrenta a uno de primer 
año de la realeza. Todo el mundo está animando tan fuerte 
que no puedo oír la música. 
Una vez que el tercer año es declarado ganador, bajan 
los micrófonos. Entonces, una popular alumna de cuarto 
año de la Escuela de Artes Escénicas coge uno y mira a su 
alrededor. ―¿Quién se atreve a intentar ganarme? ―Su 
mirada se posa en mí. ―Marra Ayers. ¿Qué dices? 
Trago saliva. ¿Por qué yo? solo he cantado con Bash. 
―Hazlo ―me insta una de las sirenas con las que 
jugaba a las cartas. ―¡Golpea a Ashlyn! 
―¡Marra! ―coinciden las demás. 
¿Por qué no? ¿Qué tengo que perder? No es que pueda 
gustarle a nadie menos de lo que ya le gusta a la mayoría. 
Me abro paso entre la multitud y tomo el otro 
micrófono. ―Reto aceptado. 
Algunas personas gritan mi nombre mientras otras 
animan a Ashlyn. Ella se vuelve hacia mí y levanta una ceja 
perfectamente cuidada. ―¿Preparada? 
 
―Adelante. 
Suena la música y no conozco la canción. Realmente 
no he pensado en esto. Oh, bueno, ya estoy aquí. Mi 
oponente empieza a bailar, así que yo también hago algunos 
movimientos. Si no voy a poder cantar, al menos voy a 
impresionar a todos con mi baile. 
Si mi cuerpo cooperara. He conseguido recomponerme 
después de lesionarme cerca de las escaleras, pero ahora mi 
brazo no hace lo que quiero. 
―¿Segura que quieres hacer esto? ―Ashlyn se burla. 
―Solo estoy tratando de darte una ventaja. 
―Bien. ―Entonces ella canta unas letras. 
Me tropiezo con una mesa. Es duro. Me va a dejar una 
marca. Pero sigo bailando. Alguien me da una hoja de la 
canción. Tiene palabras. Las letras parecen desordenadas, 
pero consigo encontrar dónde saltar. Choco contra una 
lámpara y la derribo. Al menos no se rompe. El público ruge 
de risa, pero no me molesta. Vuelvo a encontrar el lugar 
donde estamos y canto la letra. Mis palabras se confunden, 
pero consigo mantener la entonación, incluso cuando golpeo 
algunas cosas más. 
Finalmente, la música se detiene. Como es lógico, 
Ashlyn es declarada ganadora. La felicito y recojo las cosas 
con las que me he estrellado. 
Estoy a punto de volver a colocar el micrófono en su 
soporte cuando Earwyn le quita el otro a Ashlyn. Me mira 
fijamente. ―Te reto, primer año. 
―¿No deberías elegir al ganador? 
Ella sacude la cabeza lentamente. ―Mi casa, mis reglas. 
―Bonito. ―Enderezo mi espalda. ―Pero yo elijo la 
canción. 
Earwyn sonríe y hace un gesto hacia el 
cancionero. ―Tómala. 
―Estupendo. ―Lo hojeo y me detengo en una que he 
cantado con la banda varias veces. ―Esta. 
 
Ella le echa un vistazo rápido. ―Me parece bien. 
Al menos esta vez tengo una oportunidad. Si consigo 
no romper nada. 
Earwyn asiente a alguien, y un momento después 
suenan las primeras notas. Inmediatamente, me relajo. 
Conozco esta canción. Lo tengo controlado. Un calor se 
extiende a través de mí mientras me preparo para la 
primera línea. Voy a clavarla. 
¡Grito! 
Todo el mundo se tapa los oídos mientras mi micrófono 
grita. 
Earwyn se las arregla para reírse sin dejar de cantar. 
No me voy a dejar intimidar tan fácilmente. Decidido, 
agarro el micrófono y continúo con la canción. Earwyn y yo 
cantamos de forma sincronizada, ambas se mezclan 
perfectamente con la canción. La gente grita nuestros 
nombres. 
Ella estrecha los ojos y canta más fuerte. Hago lo 
mismo, decidido a mostrarle. Tal vez me la quite de encima 
si consigo hacerlo bien. Ella vuelve a cantar más fuerte, y yo 
también. Repetimos el proceso hasta que ambas estamos 
básicamente gritando y cantando al mismo tiempo. Algo que 
debería ser imposible, pero que no lo es. El público también 
aplaude más fuerte. 
Otro calor se extiende por mí, masajeando mis 
entrañas. Me encuentro cantando más suave, y Earwyn me 
sigue. De hecho, ¡me está siguiendo! A medida que nos 
callamos, también lo hacen los vítores. Dejo de bailar y 
cierro los ojos, concentrada en nada más que la letra. 
Después de unos momentos, me doy cuenta de que el 
único sonido en la sala es mi voz junto con los instrumentos. 
Ni siquiera Earwyn canta conmigo. 
Suenan jadeos en la habitación. 
 
Abro los ojos. Todos los chicos están inconscientes y 
las sirenas nadan a su alrededor o se limitan a mirar en 
estado de shock. 
Earwyn me fulmina con la mirada. ―¿Qué has hecho? 
―¿Yo? ¿Me estás culpando a mí? 
Sus fosas nasales se agitan y su cara se enrojece. ―¿A 
quién más? Tú eres la que ha dejado sin sentido un bar 
lleno de tritones. 
Abro la boca, pero no digo nada. Tiene razón. Pero no 
lo hice a propósito. La fulmino con la mirada. ―¡Eres laque 
insistió en que cantara contigo! La única persona a la que 
puedes culpar es a ti misma. 
―¡Fuera! ―Me levanta el puño. 
―¡No lo he hecho a propósito! 
―¡Como si me importara! Vete. ―Ella señala hacia la 
puerta principal. 
―No quería que pasara esto. 
―¡Vete! 
Sin decir nada más, vuelvo a colocar el micrófono en 
su soporte y salgo, disculpándome con todos por el camino. 
A nadie parece importarle, y ninguno de los chicos se mueve. 
Espero no haber matado a nadie. Se me revuelve el 
estómago. ¿Y si lo he hecho? No sé nada de ninguno de 
estos poderes de sirena. Las criaturas están tan rodeadas 
de misterio como la propia reina de pelo rosa. 
Y nadie quiere a una sirena loca fuera de control como 
yo. 
No es que haya pedido nada de esto. 
Una vez fuera, cierro la puerta tras de mí y respiro 
profundamente. La moto de Bash llama mi atención. Él 
sigue dentro y estoy aquí fuera, sin poder volver a entrar. 
No quería que me entregaran nada. Nada de eso. Había 
estado viviendo felizmente mi vida, ansiosa por ir pronto a 
la universidad cuando mi padre quiero decir mí no padre 
me trasladó a Valora. 
 
¿Habría empezado a convertirme en la segunda Reina 
Sirena si me hubiera quedado en tierra? No es probable, 
teniendo en cuenta que todo esto empezó después de que 
usara su tridente. 
Debería haber luchado más. Hacer más para evitar 
volver aquí. 
No es que pudiera haber previsto nada de esto. Pero no 
tiene sentido pensar en el pasado. Definitivamente no voy a 
volver en el tiempo, ni voy a regresar a la tierra. Mamá está 
de vuelta aquí y enamorada de Tiberias, quien en realidad 
me engendró. 
Me dirijo a la motocicleta de Bash y me apoyo en ella. 
Después de unos minutos, me escabullo hacia el suelo y 
apoyo la frente en la cola, donde solían estar mis rodillas. 
Donde estarían si volviera a tierra. No es que lo haga nunca. 
Estoy atrapada aquí de por vida. 
Mi mente divaga, reflexionando sobre todos los 
posibles resultados hasta que empiezo a dormitar. Un 
portazo me sobresalta y me incorporo. Era la puerta 
principal. 
Bash. Tiene los brazos cruzados y la boca curvada 
hacia abajo. Y su expresión no cambia cuando me ve. 
El arrepentimiento me invade mientras me sostiene la 
mirada desde lejos. Los polvos deben de estar 
desapareciendo porque realmente me importa. Estoy 
tentada de huir, pero eso solo empeoraría las cosas. 
Ninguno de los dos nos movemos. ¿Está esperando a 
que me acerque a él? ¿O quiere que me mueva para poder 
irse en su moto sin mí? 
Debería levantarme y dejarlo marchar. No tiene sentido 
enojarlo más. Hago justamente eso. No estoy segura de 
cómo volveré a la academia, pero estoy segura de que se me 
ocurrirá algo. Me las he arreglado para sobrevivir a todo lo 
demás que me han lanzado. 
 
Bash se acerca, lo que significa que tenía razón. Quiere 
irse sin mí. No es que pueda culparlo. 
Solo que no va a su moto. Se detiene frente a mí y 
aprieta la mandíbula. Mueve la boca como si estuviera 
debatiendo qué decir. 
Probablemente debería decir algo, pero no lo hago. Solo 
empeoraría las cosas, tal y como van. Tal vez debería 
disculparme por la forma en que lo traté. 
―Bash, lo siento. 
Sus cejas se fruncen. ―¿Por qué? ¿Por haber dejado 
fuera de combate a la mitad de los invitados? O por... 
―Por la forma en que te traté. Yo solo... bueno, no 
estaba pensando bien. No tenía nada que ver contigo. Estoy 
tratando de procesar todo, y no estoy haciendo un buen 
trabajo. 
Sacude la cabeza. ―No, no lo estás haciendo. Y todavía 
estoy furioso. No quiero decir algo de lo que luego me 
arrepienta, así que voy a llevarte de vuelta a la academia. 
Hablaremos más tarde. Necesito calmarme. 
―Lo entiendo. No te preocupes por llevarme de vuelta. 
Ya se me ocurrirá algo. 
―¿Cómo qué? No tienes un teléfono de concha para 
llamar a nadie. 
Tiene un punto. ―Podría tomar prestado el tuyo antes 
de que te vayas. 
―No. Quiero asegurarme de que llegues a salvo. 
―¿Aunque estés enojado conmigo? 
―¡Todavía me preocupo por ti! ―Su cara se tensa y 
saca los cascos y me da uno. ―Vamos. 
No discuto. Me lo pongo y me subo tras él. Me siento 
bien al rodearlo con mis brazos, pero él está tenso. 
Obviamente, no le gusta tanto como a mí. Pone el contacto y 
conduce hasta la carretera a gran velocidad. Apoyo mi 
cabeza contra él lo mejor que puedo con el casco. Me 
 
encanta estar arropada por él y, poco a poco, todo empieza 
a sentirse mejor. 
Excepto el hecho de que está enojado conmigo, y con 
razón. Eso es una mierda. 
Cuando llegamos a la academia, no apaga el motor. Me 
ayuda a bajar y guarda mi casco. Se queda con el suyo 
puesto. 
Me encuentro con su mirada. ―¿No te vas a quedar? 
Niega con la cabeza. ―Me quedo en casa de Rudder 
durante la semana. 
Mi corazón se estremece. ―Oh. 
―Vamos. ―Él asiente hacia la entrada. ―Iré cuando vea 
que estás dentro. 
Dudo antes de ir a la puerta. 
―Oh, y Marra. 
―¿Sí? ―Me doy la vuelta, esperando que haya 
cambiado de opinión. 
―No tienen timbres durante las vacaciones, pero las 
comidas se siguen sirviendo a la misma hora. No llegues 
tarde, o podrías perderte la comida. 
No creo que haya cambiado de opinión. ―Gracias. 
Asiente con la cabeza, se sube a la moto y acelera el 
motor. 
Me doy la vuelta y abro la puerta, y vuelvo a mirarlo. 
Me hace un gesto para que entre. Lo hago y, en cuanto 
cierro la puerta, oigo cómo se aleja su moto. 
 
4 
 
 
La puerta de la suite se abre de golpe. Halen deja caer 
un montón de maletas y suspira dramáticamente. Nadó 
sobre la pila y me abrazó. ―¡Te he echado de menos! ¿Te 
has divertido? Tengo que contarte todo lo que ha pasado. 
Le devuelvo el abrazo, pero no respondo a su pregunta. 
No quiero hablar de nada. Las vacaciones de primavera más 
largas de mi vida por fin han terminado. He pasado la 
mayor parte de mis horas de vigilia estudiando antes de 
hacer los exámenes. No estoy segura de los resultados, pero 
he superado todos los exámenes. 
Bash no llamó ni se pasó por aquí ni una sola vez. No 
es que tenga un teléfono de concha, pero podría haber 
dejado un mensaje o pedirme que atendiera la llamada 
desde la oficina. 
Halen no parece darse cuenta de mi estado de ánimo y 
continúa contándome su viaje al Atlántico. Han explorado 
una ciudad y ha conocido a un chico guapo que le ha 
prometido mantenerse en contacto. 
Se deja caer en mi cama sin aliento y sonríe. ―Ahora 
cuéntame todo sobre tu descanso. Dime que no has 
estudiado todo el tiempo. 
―Eso es todo, de verdad. 
―¿Qué es lo que no me cuentas? ―Inclina la cabeza y 
me estudia―. ¿Qué ha pasado? 
Gimoteo. 
Se queda con la boca abierta. ―¡Sabía que había 
pasado algo! ¿Middlebrooks te hizo pasar un mal rato? ¿No 
 
tenía nada mejor que hacer, así que se metió contigo toda la 
semana? 
―No. Apenas la vi. 
Halen frunce el ceño. ―¿De qué se trata? ¿Earwyn? 
Empiezo a responder, pero entonces ella mira a su 
alrededor. ―Espera un momento. ¿Dónde está Bash? 
Pensaba que serían inseparables sin tener que preocuparse 
por las clases. 
―Ha pasado la semana con uno de los chicos. 
―¿No contigo? 
―No. 
Ella se tapa la boca. ―¿Tuvieron su primera riña de 
amantes? 
―Ojalá fuera solo una riña. 
―¿Qué?―, exclama ella. ―¿Han tenido una discusión 
de verdad? 
Respiro profundamente y le cuento toda la dolorosa 
historia de la fiesta de Earwyn. Todo lo que puedo recordar. 
Algunas cosas están bastante borrosas, sobre todo después 
de tomar el polvo. 
―¿Tomaste Tristle? ―Sus ojos se abren de par en par. 
―Sí. 
―¿Ni siquiera te importó lo peligrosa que es esa cosa? 
Frunzo el ceño. ―Ahora estás sonando como Bash. 
―Bien. Me alegro de que al menos haya intentado 
hacerte entrar en razón. ¿Por qué considerarías acercarte a 
esas cosas? 
―¡No sé nada de eso! ¿Cómo podría? 
―Oh, claro. No había pensado en eso. Bueno, ahora lo 
sabes todo. 
―Sí. 
Me estudia. ―Sin embargo, pareces estar bien. ¿No hayefectos duraderos? 
―No que yo sepa. 
 
―Bien. La próxima vez, escucha a tu novio. ―Me da un 
pequeño empujón. ―Él sabe de lo que habla. 
―Si vuelve a hablarme, me aseguraré de prestarle 
atención. 
―¿Crees que sigue enojado? ―pregunta. 
―¿No lo crees? ―Suspiro―. Me ha evitado durante todo 
el descanso. Nunca lo había visto tan enojado. 
―Probablemente solo necesitaba el tiempo para 
calmarse. Estoy segura de que estará encantado de verte 
hoy. 
Levanto una ceja. 
―Lo estará. ―Arrastra su equipaje hasta su cama y 
empieza a deshacer las maletas. 
―Háblame del tipo del Atlántico. ―Me siento en el 
tocador y miro mi piel apagada los efectos de la 
preocupación y de no haberme cuidado durante una 
semana y la maquillo por si acaso Bash se alegra de verme. 
Halen suspira dramáticamente. ―Se llama Frost, y es 
perfecto. Tiene unos ojos intensos, como si pudiera congelar 
a alguien si realmente quisiera―. Habla de él tan rápido que 
apenas puedo seguirle el ritmo. Pero lo intento, porque si 
acaba siendo alguien importante tendré que recordar todo 
esto. 
Una vez terminado mi maquillaje, paso a mi pelo y le 
hago a Halen unas cuantas preguntas más sobre Frost. 
Creo que nunca la había escuchado tan emocionada por 
algo. 
―¿Va a venir a Valora? Me encantaría conocerlo. 
Silencio. 
Echo un vistazo a mi tocador y me encuentro con su 
mirada. ―¿Qué pasa? ¿No quieres que lo conozca? 
―No es eso. ―Juega con un rizo. ―No puede salir del 
Atlántico. 
―¿Por qué no? 
 
―Bueno, parece que las dos vamos detrás del mismo 
tipo de hombre. 
―¿Qué quieres decir? ―Arqueo una ceja. 
―Se ha metido en algún problema, no lo suficiente 
como para perder su capacidad de cambiar a la forma 
humana, pero sí lo suficiente como para limitarse al único 
océano. 
―Me parece muy grave. ¿Qué hizo? 
―Estuvo involucrado con una pandilla por un corto 
tiempo. Eso ya quedó atrás. No se acercará a esos matones 
por nada del mundo. Si sigue así, la restricción podría ser 
levantada. 
―Tal vez podría hablar con mis padres. 
Me echa la mirada más triste de la historia. Entonces 
me doy cuenta de que acabo de vocalizar varias cosas que 
aún no le he contado a nadie: el hecho de que mi madre 
está con Tiberias y la sorpresa aún mayor de que es mi 
padre. Halen probablemente piensa que he olvidado lo de 
matar a mi padre y lo de que mi madre ha sido desterrada. 
Debe pensar que soy una completa idiota. 
―Me refiero a Tiberias ―digo rápidamente. ―Me ha 
apoyado tanto desde que volvió. Es como si fuera más que 
un tío para mí. 
Su expresión se suaviza un poco. ―Agradezco la oferta, 
pero dudo que pueda hacer mucho. No sé cuánto sabes de 
las leyes submarinas, pero ningún rey del Pacífico tiene 
influencia sobre nada en los otros océanos. Así son las 
cosas. 
―Todo el mundo lo quiere ―señalo. ―Puede que 
conozca a alguien que le deba un favor o algo así. Solo digo 
que podría valer la pena investigar. 
Halen se encoge de hombros. ―Seguro que el rey 
Tiberias está demasiado ocupado para preocuparse por mi 
vida amorosa―. Mira la hora. ―Será mejor que vayamos al 
comedor. No quiero perderme el desayuno. 
 
―Yo tampoco. ―Cojo mi mochila y me aseguro de que 
mi nuevo horario de clases esté dentro. La única que 
recuerdo de memoria es mi clase de armas. Ahora es la 
primera del día en lugar de la última. Al menos, sudar no es 
un problema en el agua. 
Halen y yo hablamos con los demás mientras nos 
dirigimos al comedor. Me alegro de la distracción, porque no 
quiero pensar en nada que tenga que ver con mis padres o 
con Bash. Pensar en él hace que me dé un vuelco el 
estómago. Me matará si llego a la mesa y sigue enojado 
conmigo. No es que pueda culparlo. Yo también estaría 
enojada conmigo. 
Cuando llegamos, Bahari es el único de la banda que 
está sentado. 
―¿No hay Bash? ―Le pregunto. 
Sacude la cabeza y traga saliva. ―Él y Rudder se 
quedaron anoche en casa de Gill. Están desayunando allí. 
―¿No te uniste a ellos? 
―No. Tenía que hacer algo aquí. 
―Bien. Nos vemos. 
Asiente con la cabeza antes de volver a su comida, 
entonces me siento al lado de Halen. Me lanza una mirada 
interrogativa, y niego con la cabeza antes de hincarle el 
diente. Menos mal que no tengo mucho apetito, porque con 
la clase de armas primero no quiero tener el estómago 
demasiado lleno en caso de que el señor Brant nos obligue a 
entrenar. 
¿De quién fue la brillante idea de dar esa clase justo 
después del desayuno? 
Llegan Earwyn y sus perritos, riéndose a carcajadas. 
Me miran fijamente antes de sentarse y hablar con sus 
amigos. 
Lumen se vuelve hacia mí. ―¿Has visto eso? 
Cojo un rollo. ―Creo que todos lo hicieron. 
Halen las mira. ―Me hubiera gustado estar en la fiesta. 
 
―A mí también ―murmuro. Tal vez ella podría haberme 
hecho entrar en razón. 
Por suerte, la conversación se aleja rápidamente de la 
fiesta de Earwyn. Todos hablan del resto de sus vacaciones 
de primavera. He sido la única que ha estudiado todo el 
tiempo, así que no tengo nada que añadir. Solo miro de vez 
en cuando el asiento vacío de Bash. 
Pronto suena el timbre, y los miembros del profesorado 
dan más anuncios de lo habitual por ser el primer día del 
nuevo curso. La mayoría parecen ser cosas que todos 
deberíamos saber, y eso es mucho decir, ya que todavía soy 
la estudiante más nueva de la academia. 
Finalmente, nos dejan ir. Me dirijo a la sala de armas y 
no puedo evitar ver que Earwyn también se dirige en la 
misma dirección. Le suplico en silencio que se dirija a la 
biblioteca secreta para los alumnos de cuarto año. 
No. 
Ella y sus perros van a la sala de armas. ¿Las tres 
están en la clase? 
Esto no se perfila como un trimestre divertido. ¿Qué es 
lo siguiente? ¿Una clase con Middlebrooks? 
―Tomen asiento ―dice el Sr. Brant con un gesto hacia 
la alfombra, lejos de las armas. 
Gimoteo y miro a mi alrededor. Todos los demás son de 
cuarto año. Soy la única de primer año. 
¿Por qué alguien me haría esto? 
Me siento y todos los demás se sientan lejos de mí, 
dejando un espacio de dos metros entre el estudiante más 
cercano y yo. 
No se cumple la expectativa de mi tío de que la gente 
sea amable conmigo. ¿O es que todo el mundo está molesto 
conmigo por la fiesta? Tal vez me lo he hecho yo misma. 
El Sr. Brant se pasea delante del grupo y habla de la 
próxima competición de combate. Menciona que no se 
 
permitirá la magia, y me mira directamente cuando dice esa 
parte. Algunos se ríen. 
Mi cara se calienta, pero por lo demás, no reacciono. 
Lee la lista de competiciones, y sigo emparejada con Zayn 
Landon, el más duro de cuarto año de todas las academias. 
Nunca ha perdido una de estas competiciones. También 
nunca ha matado a un rey. 
Debería ser un partido interesante. 
El señor Brant divaga sobre lo que haremos en la clase 
durante el resto del trimestre, y reparte papeles con la 
misma información por si se nos olvida. 
―¡Hora de entrenar! ―anuncia. 
Se me hace un nudo en el estómago. No debería haber 
comido tanto. Al menos el Sr. Brant ha divagado lo 
suficiente como para que mi comida esté parcialmente 
digerida. 
Enumera a los combatientes, emparejándome con 
Earwyn. No es una sorpresa. 
Recogemos nuestras armas. Mi tridente se calienta y 
envía una ola de calor a través de mí. 
¿Dónde has estado? 
―Vacaciones de primavera ―susurro. 
Te sentí en el campus. 
―No te sentí. 
No lo harías. 
Ignoro el golpe y me acerco a Earwyn, que se ríe con 
Cove y Vanya. 
Eso no fue un golpe. Solo un hecho. 
―¿Eras realmente el tridente de la Reina Sirena? 
¿Por qué iba a mentir sobre eso? 
―¿Puedes decirme más sobre ella? He estado 
investigando en libros antiguos y no puedo encontrar 
mucho. 
Deberíamos centrarnos en tu archienemiga. 
 
―Pero probablemente tienes todas las respuestas a mis 
preguntas. 
Pruébate a ti misma. 
Antes de que pueda responder, Earwyn se vuelve hacia 
mí y estrecha los ojos.―No se te permite asistir a ninguna 
de mis fiestas nunca más. 
Debe de estar especialmente enojada: ni siquiera se ha 
molestado en llamarme de primer año. 
Me encojo de hombros. ―De acuerdo. 
―¿Eso es todo lo que tienes que decir? 
―¿Qué quieres? ¿Una disculpa? 
Sus fosas nasales se agitan. ―¡Deberías! Dejaste 
inconsciente a la mitad de mis invitados. 
―No lo estaba intentando ―le digo. ―Fue el silbido. 
O el hecho de que seas una sirena. 
Casi se me cae el tridente, pero consigo mantenerlo. 
Earwyn frunce el ceño. ―¿Trajiste el tridente a mi casa? 
―No. Alguien de allí me lo dio. 
―¿Quién? ―Se acerca un poco más. 
―Un tipo. 
―Eso es conveniente. Un tipo. 
―No fui yo ―insisto. ―Nunca había oído hablar de esa 
cosa antes. 
Pone los ojos en blanco. ―Mentirosa. Todo el mundo 
sabe lo que es. 
―Yo no. Crecí en la tierra. 
―Lo que sea. 
¿Quieres que la mate? 
―¡No! 
Todos se giran y me miran fijamente. Earwyn me mira 
como si hubiera perdido la cabeza. Probablemente lo haya 
hecho. Cualquier persona cuerda habría dicho que sí. 
Entonces, ¿quieres que lo haga? 
Niego con la cabeza. 
 
Earwyn levanta su espada y se abalanza sobre mí, con 
los ojos llenos de furia. Bloqueo el movimiento y mi tridente 
echa chispas. Me ataca por el costado. También bloqueo ese 
movimiento. 
El Sr. Brant hace sonar su silbato. ―¡No he llamado 
para que empiecen! 
Earwyn vuelve a golpearme. Me quito de en medio y le 
apunto con mi arma. Se calienta aún más. 
Todavía puedo golpearla. No tengo que matarla. 
―Déjame hacer esto. ―Me abalanzo sobre ella, la 
golpeo y la inmovilizo contra la pared, sujetando el tridente 
con todas mis fuerzas. Ella forcejea y luego lanza su espada 
contra mí, cortando mi brazo. Grito y retrocedo, cubriendo 
mi herida. Mi tridente brilla y de sus puntas brotan 
pequeños rayos. Se agrupan y algo me dice que van directos 
a mi oponente. Tiro el arma hacia un lado justo antes de 
que lo hagan, y la electricidad no alcanza su cabeza por un 
centímetro. 
El silbato vuelve a sonar. ―Ambas guarden sus armas 
y vayan a la oficina de la decana. Ahora. 
Earwyn me mira fijamente. 
Le devuelvo la mirada. 
Devolvemos las armas a los armarios, recogemos las 
bolsas y salimos al pasillo. 
Ella me empuja. ―Será mejor que te cuides la espalda. 
Me acabas de declarar la guerra, ¡y no me importa quién sea 
tu tío! 
 
5 
 
 
Vuelvo a meter mi horario de clases en el bolso y me 
dirijo enojada hacia mi próxima clase. Middlebrooks me ha 
encomendado de nuevo la tarea de limpieza y, dada la 
chispa de sus ojos, estoy segura de que lo ha disfrutado. ¿Y 
por qué no? Maté a su prometido. No le dio a Earwyn ni un 
solo castigo. 
Absurdamente, me froto los puntos. Cuando llego al 
aula, está vacía. Compruebo el número de la puerta. Es el 
correcto. A no ser que lo recuerde mal. Saco el papel. Es 
correcto. Sin embargo, no hay nadie y el timbre va a sonar 
en menos de un minuto. 
―Oh, bien. Ya estás aquí. 
Me doy la vuelta y me quedo con la boca abierta por la 
sorpresa. ―¿Tío Tiberias? ¿Qué haces aquí? 
Un parpadeo de decepción cruza su cara, 
probablemente porque no lo he llamado papá. 
Definitivamente, aún no estamos ahí. No estoy segura de 
que lo vayamos a estar nunca. Se aclara la garganta. ―Te 
voy a enseñar magia este trimestre. 
Levanto una ceja y vuelvo a mirar mi papel. La clase 
dice Magia, pero nada más. No aparece ningún 
profesor. ―¿Por qué? 
―Porque necesitas aprender el poder de los Ayers más 
que nada. Y soy el único cualificado para enseñarte. 
Demasiado para evitar a mis padres. ―¿Vamos a 
trabajar en ello todos los días? 
Asiente con la cabeza. 
―¿Y la magia básica? ¿No necesito saber eso? 
 
―Puedo contratarte un tutor si realmente lo quieres. 
Pero créeme cuando te digo que, con nuestro poder, la 
magia normal no es necesaria. Puede ser útil, claro. Sin 
embargo, nada se acerca al poder de los Ayers. Y no todos 
en nuestra línea de sangre lo tienen. 
Impresionante. 
―¿Y dices que Drake no te enseñó nada al respecto? 
Tomo asiento. ―No. No sabía nada al respecto hasta 
que volvimos. No me dijo nada más allá de que se llama el 
poder de Ayers, y parecía satisfecho. 
―Probablemente porque tiende a seguir a los que están 
en la línea del rey o la reina. El hecho de que lo poseyeras le 
hizo pensar que tendría una buena carrera como rey, que 
matándome había conseguido el trabajo. 
―Así que, de nuevo, todo fue por él. 
Frunce el ceño. ―Desgraciadamente. Esa era su forma 
de trabajar. Y finalmente lo que hizo que lo mataran. 
No la maldición de la Reina Sirena. 
Tiberias me estudia. ―¿Pasa algo? 
No voy a contarle nada de eso. Es todo demasiado para 
asimilarlo, y ya me cansé de matar gente. Ya he matado a 
dos tritones desde que llegué a Valora. Ambos eran 
necesarios, pero no quiero que esto se convierta en algo 
habitual. Y además, todavía tengo que procesar el hecho de 
que mi tío es en realidad mi padre. Una semana no ha sido 
tiempo suficiente. 
Me levanto del asiento. ―Todo está bien. Vamos a 
trabajar en el poder, ¿de acuerdo? ¿Me van a calificar? 
―Sí, para cumplir con tu requisito de magia, pero no te 
preocupes por eso. Mientras intentes cultivarlo y mejorar, 
obtendrás altas calificaciones. 
―Me parece bien. Entonces, ¿se controla con la ira? 
Frunce el ceño. ―¿Es eso lo que te dijo Drake? 
Intento recordar si dijo algo sobre cómo 
funciona. ―Solo parece ser cuando se activa. 
 
―Podemos usarlo cuando queramos. Es nuestro 
servidor. 
Mi mente se remonta al incidente de intentar quitarle 
los dientes al pez con un hechizo en mi clase de magia de 
recuperación. ―Parece que es al revés. Realmente no tengo 
ningún control sobre él. 
―¿No lo tienes? ―Se sienta en el escritorio junto a mí y 
estudia mis manos. ―Muéstrame. 
―¿Ahora mismo? 
Asiente con la cabeza como si no fuera gran cosa. 
Aprieto los puños y espero ver algo verde. 
Nada. 
Los aprieto hasta que mis nudillos se vuelven blancos. 
Todavía no hay magia, nada fuera de lo normal. Relajo las 
manos. ―No puedo hacer esto. 
―Sí que puedes. 
―¿Acabas de verme intentarlo? 
Me sostiene la mirada. ―Tienes el poder. Eso significa 
que puedes usarlo a tu voluntad. 
―Tal vez me has confundido con otra persona. 
―Tú y yo somos los únicos que tenemos el poder ahora 
mismo. Muéstrame lo que puedes hacer. 
La irritación me recorre. ―¡Te digo que no puedo! 
Él mira hacia abajo. ―Acabas de hacerlo. 
Efectivamente, mis manos brillan de color 
verde. ―Estoy molesta. 
―Tienes que aprender a usarlo independientemente de 
tu estado de ánimo. 
―Buena suerte con eso. ―Me siento en el escritorio 
frente a él con resignación. 
Él parece sumido en sus pensamientos por un 
momento. ―¿Solo viste a mi hermano usarlo cuando estaba 
molesto? 
―¿Alguna vez no estaba molesto? 
 
Las comisuras de su boca se contraen. ―Casi no lo 
parecía. Tengo una idea. ¿Por qué no te relajas y piensas en 
el poder? ¿Tratar de sacarlo en un entorno no emocional? 
―¿No emocional? ―No me molesto en ocultar mi 
sorpresa. ―¿Cómo es que esto no es emocional? Estoy 
sentada aquí con mi tío, que en realidad es mi padre, justo 
una semana después de haber matado al hombre que me 
crió. 
Tiberias respira profundamente. ―Tal vez tenemos que 
trabajar en esto antes de saltar al poder. 
―¿Tú crees? Todo esto se me echó encima durante el 
funeral de mi padre, y no voy a disculparme por llamarlo así, 
independientemente de lo horrible que fuera. Él fue el que 
estuvo ahí para mí todos esos años, aunque fuera distante y 
duro. 
―Yo no te pediría que te disculparas por eso. Era tu 
padre en casi todos los sentidos de la palabra. 
―Excepto por la genética. ―Mis manos brillan de color 
verde. ―Y nadie se molestó nunca en decírmelo. 
―O a él ―señala Tiberias. ―Murió sin saber la verdad. 
Nos sentamos en silencio durante unos minutos. 
Reflexiono, sobre todo, y a cada momento se me ocurren 
más preguntas. Lo miro: mipadre y el tritón que mi madre 
siempre ha amado de verdad. Sus ojos oscuros son 
idénticos a los de mi padre, pero están llenos de bondad, 
aunque no le dé su camino. Sé que quiere que lo abrace 
como mi padre, pero no puedo. Todavía no. Tal vez nunca, a 
pesar de que él es claramente la mejor opción para una 
figura paterna. 
―¿Hay algo que quieras decir, Marra? 
―Mucho. ¿Por qué no pudiste casarte con mamá si la 
querías tanto? ¿No podías haber evitado la boda, sobre todo 
porque llevaba a tu hija? ¿Por qué dejarnos ir a la tierra? 
¿Por qué no luchar por nosotras? ¿Y qué hay de...? 
 
―Creo que tu madre y yo deberíamos responder a estas 
preguntas juntos. 
―¿No puedes darme nada? 
Sus ojos se llenan de tristeza. ―Solo debes saber que 
siempre te he querido con todo mi corazón. Cada vez que te 
veía, quería decirte la verdad. 
―¿Por qué no lo hiciste? 
Se estremece. ―La verdad podría haber hecho que 
mataran a tu madre. 
―¿Qué? ¿Por qué? 
―¿Cómo crees que habría reaccionado mi hermano 
ante esa noticia si se enteraba? 
―¡Seguro que no la habría matado por ello! 
Tiberias se limita a arquear una ceja. 
―¡Era un hipócrita! Se comprometió cuando aún 
estaba casado con mamá. No habría tenido nada que hacer 
en esa discusión. 
―Sí, estaba lleno de doble moral. Pero dados los 
decretos reales de Valora, tendría derecho a ejecutarla. 
―¡Eso es tan retrógrado! ―Mis manos brillan de color 
verde y chispean con la electricidad. 
Tiberias mira hacia abajo pero no dice nada al respecto. 
Vuelve a mirar hacia mí. ―Se nos acaba el tiempo por ahora, 
pero tengo una idea. Mañana traeré a Emery conmigo y 
responderemos a las preguntas que nos traigas. 
―¿Mis deberes son hacer una lista de preguntas? 
―Exactamente. 
―Eso debería ser bastante fácil. 
Asiente con la cabeza. ―Pero después de eso, 
tendremos que centrarnos en el poder. Si no estás tomando 
tus clases de magia, necesitas trabajar en esto. 
―De acuerdo. 
Tiberias se levanta y me rodea con sus 
brazos. ―Realmente siento la forma en que todo ha 
 
funcionado. Si pudiera volver atrás en el tiempo, hay 
muchas cosas que cambiaría. He hecho mal tanto a ti como 
a tu madre. Espero que puedan perdonarme y que por fin 
podamos ser la familia que debíamos ser. 
Asiento con la cabeza. Debería rodearlo con mis brazos, 
pero no me atrevo. 
Suena el timbre y retrocedo. ―Nos vemos mañana. 
Me sostiene la mirada, parece querer decir algo 
más. ―Estaremos los dos aquí. 
Cojo mi mochila. ―Bien, adiós―. Y salgo corriendo de 
la habitación. 
Y casi choco con mi novio. Me detengo justo a tiempo. 
Bash me hace una doble mirada. ―¿Marra? ¿Qué 
haces en este pasillo? 
Me reajusto el bolso. ―Podría preguntarte lo mismo. 
Frunce el ceño, con la intensidad de sus ojos clavados 
en mí. 
―Mira, sé que soy la última persona a la que quieres 
ver ahora mismo, así que saldré de dudas. Voy a llegar tarde 
a mi próxima clase, de todos modos. 
―Tenemos que hablar. ―Su expresión es tan rígida que 
me revuelve el estómago. 
―No puedo llegar tarde el primer día. ―Rebusco en mi 
bolso para comprobar mi horario. ―Mi próxima clase es al 
otro lado del edificio. Tengo que salir corriendo. 
Abre la boca, pero me apresuro a salir. No puedo 
ocuparme de nada más, y si Bash ha decidido que hemos 
terminado, esa noticia va a tener que esperar. 
No puedo soportar más cambios en mi vida, y menos 
algo así. Lo necesito ahora más que nunca, pero lo he 
alejado. Posiblemente para siempre. 
 
6 
 
 
Halen deja el tenedor y me mira a los ojos. ―¿Estás 
bien? 
Estoy cualquier cosa menos bien, pero no puedo 
hablar de eso en medio de una comida rodeada de todos los 
estudiantes de la academia. 
―¿Marra? 
Muevo mi tenedor alrededor del plato. ―Hablemos más 
tarde. 
―¿Después de la comida? 
―Claro. ―Giro la cabeza lo suficiente para poder ver a 
la banda al final de la mesa. Bash está girado hacia ellos, 
así que no puedo ver nada más que la parte posterior de su 
cabeza. Si pudiera verle la cara, podría saber cómo se siente. 
¿Quiere solucionar las cosas o romper conmigo? 
Las lágrimas me nublan la vista. Me doy cuenta de que 
Halen está hablando, así que me vuelvo hacia ella. Está 
hablando con Lumen, lo cual es un alivio. No creo que 
pueda recomponerme lo suficiente como para mantener una 
conversación. De todos modos, no hay nada de lo que 
quiera hablar. Ni de mis padres, ni de Bash, ni del hecho de 
que he vuelto a enojar a Earwyn. Cuando ella y sus amigas 
llegaron a la mesa, cada una de ellas me miró fijamente 
antes de sentarse. 
Debería hablar con la señora Middlebrooks para que 
me deje salir de la clase de armas. No hay razón para que 
esté allí con todos esos años superiores. Tampoco hay razón 
para que esté en la competición de combate. Tal vez pueda 
 
hacerla entrar en razón ahora que mi padre ya no forma 
parte del panorama. 
Una vez terminados los anuncios, me apresuro a 
acercarme a ella. 
Ella frunce los labios con evidente disgusto. ―¿Sí, 
Marra? 
―¿Puedo hablar contigo en su despacho, por favor? 
―Suelo programar reuniones. 
―¿Desde cuándo? 
Ella echa la cabeza hacia atrás. ―Bien. Que sea rápido. 
La sigo hasta su despacho. Al pasar junto a Halen, me 
lanza una mirada interrogativa. Le digo: ―Nos vemos en la 
suite. 
―De acuerdo. 
Cuando llegamos al despacho, Middlebrooks lo abre y 
me indica que entre y me siente, con el rostro 
fruncido. ―¿Qué es tan importante que no puede esperar? 
Me siento. ―Quiero estar en una clase de armas con 
otros alumnos de primer año. 
Se sienta y bosteza. ―Bien por ti. 
―¿Por qué estoy con los de años superiores? 
Ella suspira dramáticamente. ―Porque ahí es donde 
estás. Todas las clases están llenas, y no hay nada que 
pueda hacer. Si eso es todo lo que querías, puedes irte. 
―¿No puedes hacer nada, o no lo harás? 
Middlebrooks golpea su escritorio con sus largas 
uñas. ―¿Hay algo más que necesites? 
―Quiero estar en una nueva clase. 
―¿Por qué? 
―¡Porque no tiene sentido que esté allí! Debería estar 
en armas de recuperación, al igual que estaba en magia de 
recuperación, porque no sé nada de esas cosas. No se lo 
enseñan a los estudiantes humanos en tierra. 
 
Se inclina hacia delante y me sostiene la 
mirada. ―Escucha, y escucha bien porque solo lo diré una 
vez. Ya no eres la hija del rey, así que no tienes privilegios 
especiales. No vuelvas a pedir ninguno. Tus clases se pegan. 
―Pero... 
―Si querías una consideración especial, no deberías 
haber matado al rey. Tienes suerte de no estar en prisión o 
algo peor. 
―¡Sigo siendo la heredera del trono! Tiberias lo dijo. 
Ella resopla. ―Qué ingenua eres, ¿no? 
―¿Qué se supone que significa eso? 
―Solo eres heredera hasta que se le ocurra uno 
legítimo. 
Me muerdo la lengua. Seguro que no es la primera 
persona a la que quiero contarle la noticia de mi 
nacimiento. ―Bueno, por el momento soy la heredera. Estoy 
segura de que Tiberias estará encantado de decírtelo él 
mismo, aunque no te dará los mismos beneficios que mi 
padre. 
Middlebrooks sonríe. ―Eso ya lo veremos. 
Me quedo con la boca abierta por la sorpresa. No es 
que le crea. Tiberias nunca le haría eso a mi madre. 
―Oh, relájate. ―Me hace un gesto con la mano. ―Hay 
rumores de que está saliendo con alguien. 
La miro dos veces. ¿La gente ya lo sabe? 
―¿Sorprendida? ―Una lenta sonrisa se dibuja en su 
rostro. ―A eso me refería. Tus días como heredera están 
contados, por mucho que el tío más querido te adore ahora. 
Será mejor que te acostumbres. 
Me levanto de la silla. ―Si no me cambian el horario, 
hablaré con mi tío. 
―Hazlo. Mientras tanto, no te olvides de apuntarte a 
las sesiones de combate de práctica. La academia necesita 
que ganes contra Zayn Landon. 
―¿De eso se trata? ¿Por eso no me dejas cambiar? 
 
―Eres nuestra mejor oportunidad para ganar 
finalmente el campeonato de nuevo. Ha pasado demasiado 
tiempo. 
―Espera noticias del rey. ―Salgode la oficina antes de 
que pueda decir otra palabra. Una parte de mí desearía 
haberle dicho que realmente soy la hija del rey, pero no 
estoy preparada para decir esas palabras en voz alta. 
Mi madre y el tío Tiberias han estado enamorados más 
tiempo del que yo he vivido. Todavía no parece posible. 
Espero que hablar de ello con Halen ayude. Si alguien 
puede ayudar a darle sentido a esto, será ella. Estará 
sorprendida, pero también sabrá qué hacer con esto, como 
alguien que ha vivido en Valora toda su vida. 
Me dirijo al dormitorio, perdida en mis pensamientos. 
Si Tiberias no me ayuda a cambiar de clase, entonces estoy 
atrapada en la clase con Earwyn y sus perros. Atascada 
enfrentando al actual campeón de combate. Es cierto que 
no será más fuerte que mi padre, pero tampoco podré usar 
el poder de Ayers, que fue la forma en que superé a mi 
padre. Sin embargo, tengo el tridente de la Reina Sirena. 
Mientras subo las escaleras, me tropiezo con 
alguien. ―Lo siento. 
Se da la vuelta. Earwyn. Sus ojos se estrechan y su 
cara se enrojece. ―Cuidado, primer año. 
―He dicho que lo siento. 
―Y no me importa. ―Me empuja contra la pared. 
―¿Podemos hacer una tregua o algo así? Realmente no 
quiero discutir. 
Earwyn se echa a reír. ―¿Una tregua? ¿Hablas en serio? 
―¿Por qué no? Ninguna de las dos necesita el estrés en 
nuestras vidas. ¿Estoy en lo cierto? 
Me agarra del cuello de la camisa. ―Hace tiempo que 
pasamos el punto de no retorno. 
 
Me dan arcadas y alejo su puño. Mi botón superior 
salta. ―¿Y si puedo salir de la clase de armas? ¿Ayudaría 
eso? 
―No. Tengo planes para ti. 
Mi estómago se revuelve, pero mantengo mi expresión 
estoica. ―¿De verdad quieres tener una enemiga cuando 
podrías tener una tregua? 
Earwyn me empuja de nuevo. ―¿Después de lo que has 
hecho? Más vale que lo creas. 
Me alejo de ella. ―¿Y el edicto del rey de tratarme como 
lo tratarías a él? ¿Lo empujarías y lo amenazarías? 
―¡Si él hiciera las maniobras que tú has hecho, será 
mejor que lo creas! 
―Me cuesta creerlo. 
Sus fosas nasales se encrespan. ―Eso es porque me 
has subestimado desde el principio, anguila babosa. 
Ignoro la indirecta. ―¿Crees que no me has 
subestimado? Tengo el poder de los Ayers, ¡y he matado a 
un rey! ¿De verdad quieres ponerme a prueba? 
―Conseguí llevarte al bosque tu primera noche. Eso 
fue solo el principio de lo que puedo hacer. 
La ira se arremolina a mi alrededor. ―¿Te has dado 
cuenta de que me he escapado? 
―Te llevó toda la noche. Eso no es nada impresionante. 
Mis manos se calientan cuando el resplandor verde 
brilla y se forma una bola entre mis palmas. 
―¿Crees que eso me asusta? 
―¡Debería! ―La bola crece y proyecta una luz 
esmeralda sobre nosotras y las paredes. 
La gente se ha reunido en las escaleras para 
observarnos desde arriba y desde abajo. Murmullos 
silenciosos corren entre los curiosos. 
―¿Por qué me asustaría eso? ―exige Earwyn. 
 
Vuelvo a centrar mi atención en ella. ―¡Tal vez porque 
he matado a un rey con ella! 
Ella finge bostezar. ―Sigues mencionando eso como si 
tuviera que significar algo. Como si tuviera que importarme. 
No eres más que una niña de primer año con derecho a que 
le den todo. Te crees mejor que el resto de nosotros, pero no 
lo eres. Ni siquiera te acercas. 
―¡Es peligroso! Y no estoy tratando de presumir. 
¿Crees que estoy orgullosa de lo que hice? 
Earwyn vacila. ―¿No lo estás? 
―¡Era mi padre! 
―Y también era un rey horrible. No solo eso: un 
podrido sirviente. ¡Merecía morir! 
―¡Es por culpa de gente como tú que está 
muerto! ―Sin pensarlo, le lanzo la pelota a su fea cara. 
Ella se aparta del camino, y la pelota apenas la esquiva. 
Se estrella contra la pared, rompiéndola. Dejando un 
agujero en su lugar. Los ojos de Earwyn se abren de par en 
par y su cara palidece. Jadea. ―¡Me has tirado eso! 
―¿Y te sorprende? ―Aprieto los puños y vuelven a 
brillar de color verde. 
Ella endereza la espalda. ―¡Voy a ir directamente a 
Middlebrooks! 
―¡Puedo ir con el rey! ―Todo a nuestro alrededor 
adquiere un tono esmeralda. 
―¡Oh, deja de presumir! Espera a que tenga hijos. 
Después de eso, vas a ser desplazada―. Se pone en mi 
cara. ―No serás nada. 
Sostengo otra bola brillante entre nosotras. ―¿Seguro 
que quieres seguir con esa narrativa? 
―Sí, porque eres completamente reemplazable. Y 
Tiberias se olvidará de ti cuando tenga un verdadero 
heredero. 
 
La ira me atraviesa. Todo lo que puedo pensar es cómo 
quiero mostrarle. Hacerla callar para siempre. ―¡Él no me 
reemplazará! 
―Solo eres una sobrina. Supéralo. Mataste tu 
oportunidad de ser reina algún día. Podrías desear ser la 
próxima Reina Sirena―. Se ríe cruelmente. ―¡Patética! Eso 
es todo lo que eres. Excepto que nadie siente pena por ti. 
―¡Soy la hija de Tiberias! ¡La verdadera heredera del 
trono! Si tiene más hijos, serán mis hermanos―. De repente, 
me doy cuenta de lo que he dicho. Que he soltado la verdad 
a mi enemiga delante de todos estos espectadores, y aún no 
se lo he dicho a Bash ni a Halen. 
―¿Es eso cierto? ―La voz de Earwyn es tan baja que 
casi no la oigo. 
Me tapo la boca. Miro a mi alrededor. Todos los demás 
parecen tan sorprendidos como ella. El hueco de la escalera 
parece acercarse a mí. ¿Qué he hecho? 
―Tengo que irme. ―Paso por encima de los estudiantes 
que están por encima de nosotras y llego a mi piso. 
Bash y Halen están allí. 
Lo han oído todo. La expresión de Halen es de dolor y 
la de Bash está llena de decepción porque les oculté el 
secreto hasta que lo solté a todo nuestro dormitorio. 
He traicionado a mi verdadero padre y he herido a mis 
amigos en un momento. 
Me alejo nadando tan rápido como puedo. 
 
7 
 
 
Me aprieto al lado del banco y respiro profundamente. 
Aunque estoy escondida en el jardín, oigo un alboroto en 
algún lugar no muy lejano. He vuelto a hacer ruido, y ahora 
seguro que todo el mundo habla de que soy la hija de 
Tiberias. 
No era así como quería que nadie se enterara, 
especialmente Halen y Bash. Nunca olvidaré las miradas de 
sus rostros, ni siquiera si vivo tanto como la reina Sirena. 
También podría haberles apuntado con mi bola de poder. 
―¡Sabía que te encontraría aquí! 
Se me encoge el corazón cuando me giro para mirar a 
Bash. Abro la boca para hablar, pero no sale ninguna 
palabra. Hay tantas cosas que necesito decir, pero ninguna 
se acerca a compensar todo lo que le he hecho. Y 
disculparme solo sería un insulto sobre la herida. 
Se sienta a mi lado. ―¿Estás bien? 
Me miro la cola. ―Debería preguntar si Earwyn está 
bien. 
―Ella está bien. Le encanta el drama. ¿Es cierto? 
Suspiro. ―¿Sobre Tiberias? 
―¿Qué más? 
―Sí. 
Murmura algo que no puedo entender. ―¿Desde 
cuándo lo sabes? 
―Lanzaron la bomba en el funeral de mi padre. 
―¿Bomba? ¿Es otra referencia terrestre? 
Asiento con la cabeza. 
 
―¿Por qué no me lo dijiste? ¿Es por eso que has estado 
atada en nudos y actuando raro? 
―Más o menos. Quería decírtelo, pero necesitaba 
procesar la noticia primero. Realmente no tuve tiempo 
porque estuve estudiando toda la semana. 
―Entonces, ¿has estado lidiando con el hecho de que 
mataste a tu padre y con la noticia de que, para empezar, ni 
siquiera era tu padre? 
―Era mi padre. Solo que no genéticamente. 
Bash me rodea con su brazo y me acerca. ―Lo siento 
mucho. Ojalá lo hubiera sabido. 
Las lágrimas me escuecen en los ojos y trato de luchar 
contra ellas, pero ganan. Tiemblo y lucho por respirar con 
normalidad. 
Me frota con círculos en la espalda y me besa la parte 
superior de la cabeza. ―¿Hay algo que pueda hacer? 
Niego con la cabeza. 
―¿Quieres hablar de ello? 
―¿Qué hay que hablar? Mi madre ha estado 
enamorada de él todo este tiempo. Me hace preguntarme si 
mi padre lo sabía, sin embargo. ¿Es por eso que mató a su 
hermano, o realmente solo quería ser rey? Puede que 
sintiera que Tiberias tenía todo lo que quería, incluyendo elamor de su esposa. 
―Es una posibilidad. También explicaría todo ese 
compromiso sorpresa con Middlebrooks. Parecía un ataque 
relacional a tu madre. 
―Probablemente lo sabía. ―Me aferro a Bash. ―Mi 
familia es un desastre. Soy un desastre. Si yo fuera tú, 
huiría. Quiero decir, huir, tan rápido como puedas. 
―Nunca. ―Enhebra sus dedos entre los míos y besa el 
dorso de mi mano. ―Al menos tienes una familia a la que 
fastidiar. Tomaría eso, antes que nada. Y estoy más que feliz 
de aguantar lo que me eches. 
 
Me encuentro con su mirada, y sus intensos ojos 
azules hacen que se me corte la respiración. ―No estabas 
muy contento la semana pasada. 
―Estaba enojado porque me estabas apartando, y no 
quería perder los nervios. Lo último que quería era decir o 
hacer algo de lo que luego me arrepintiera. Obviamente, 
hubiera preferido pasar cada momento contigo, pero 
necesitaba calmarme. Y tú necesitabas estudiar. 
―¿No me evitabas porque no hice lo que me dijiste que 
hiciera? 
Me estudia. ―¿De verdad me tomas por ese tipo de 
persona? 
―No. 
―Bien, porque quiero que tengas una mente propia. Sí, 
me gustaría pensar que valoras mi opinión lo suficiente 
como para considerarla, pero eso no era lo que me 
molestaba. 
―No estaba tratando de alejarte. Era demasiado para 
mí para procesar, y no me atrevía a decirlo en voz alta. 
¿Sabes lo que fue estar en el funeral de mi padre después 
de matarlo, y que mi madre y mi tío hicieran su gran 
entrada como dos tortolitos? ¡Ni siquiera sabía que había 
vuelto a Valora! Supongo que estaba demasiado ocupada 
besándose con su amante como para decírmelo. 
―O tal vez ella llegó momentos antes, y solo querían 
sorprenderte. 
Me muerdo el labio inferior antes de responder. ―No. 
Estoy segura de que querían pegarse a mi padre y a 
Middlebrooks. De eso se trataba. Apuesto a que, si Tiberias 
no hubiera podido hacer eso, no habría permitido el funeral. 
Dice que fue por mi bien, pero tengo que preguntarme. Los 
traidores no reciben funerales, ¿y por qué si no fue 
Middlebrooks una de las únicas nueve personas a las que se 
les permitió estar allí? 
 
―Esa es una buena pregunta. ―Aprieta mi 
mano. ―¿Tiberias compartió algo en el servicio? 
―Sí. Habló de su infancia. 
―Tal vez quería honrar al hermano con el que una vez 
se llevó bien, pero también quería pegarle al que lo traicionó. 
Podría ser tan conflictivo como tú. 
Lo estudio por un momento. ―Eres sorprendentemente 
perspicaz. 
―¿Sorprendente? ―Él arquea una ceja. 
―Ya sabes lo que quiero decir. 
―¿Lo sé? 
―No importa. ―Respiro profundamente y me apoyo en 
él. 
Se ríe y me besa la palma de la mano. ―Solo estoy 
bromeando. Tengo una reputación, y seguro que no es por 
mi inteligencia. 
―No quería decir que no fueras inteligente. 
―Está bien. Sé lo que querías decir. ¿Te sientes mejor 
ahora? 
Me encojo de hombros. ―Supongo, pero eso no cambia 
nada. Probablemente me metan en problemas por daños a 
la propiedad y por atacar a Earwyn, aunque ella se lo buscó. 
Todo el mundo se pondrá de su lado. Siempre lo hacen. 
―Yo no lo haré. ―Me rodea con su brazo. ―Tengo que ir 
a la sala de ensayo. ¿Quieres cantar con la banda? 
―¿Y poner a todos a dormir? ―Frunzo el ceño. ―No, 
gracias. 
―¿No hemos tenido ya esta discusión? No siempre 
haces eso. La gente estaba ebria cuando eso sucedió. Esa es 
la conexión. 
―O el hecho de que estaba bajo la influencia. ―Sacudo 
la cabeza. ―No es que importe, ya he terminado de cantar. 
Es mortificante que la gente me mire como si fuera un bicho 
raro. Además, necesito estudiar. Me gustaría avanzar de 
 
verdad este curso. La última vez me retrasé desde el 
principio. 
Se frota la barbilla. ―No se puede discutir esa lógica. 
Pero, ¿piensas volver a cantar con nosotros? 
Frunzo el ceño. 
―¿Para mí? ―Mueve las pestañas y me hace un mohín 
exagerado. 
Me echo a reír. ―No puedo decir que no a eso. Si puedo 
sacar adelante mis estudios, me uniré a ustedes. 
―Por favor, hazlo. Realmente necesitamos voces 
femeninas. 
―Las tuyas están muy bien. ―Trazo mi dedo a lo largo 
de su labio, y un escalofrío me recorre. Bash me besa la 
punta del dedo y luego se acerca y se apodera de mi boca. 
Sabe a cerezas y vainilla, y huele de maravilla. Me apoyo en 
él y me olvido de todos mis problemas, aliviada de que todo 
vuelva a estar bien entre nosotros. De todos modos, es lo 
único que necesito. 
Se aparta demasiado pronto. ―Aunque me gustaría 
seguir con esto, los chicos se van a poner furiosos conmigo 
si vuelvo a llegar tarde. 
Le agarro por el cuello y le acerco. ―¿Qué van a hacer? 
¿Echarte? No son nada sin tu voz―. Le empujo contra el 
banco y lo beso profundamente. 
Él responde con la misma pasión antes de separarse 
bruscamente. ―No tienes ni idea de lo difícil que es decirte 
que no, pero los chicos ya están enojados conmigo por 
haberlos abandonado tanto últimamente. 
―¿Es eso culpa mía? ―La culpa pica. Debería ser él el 
que fuera la mala influencia para mí, pero quizá en realidad 
sea al revés. 
―Nunca. Bueno, tal vez. ―Las comisuras de su boca se 
mueven. ―Eres lo mejor que me ha pasado, Marra. Las 
cosas han sido una locura desde que apareciste, pero no 
cambiaría nada―. Hace una pausa. ―Aparte de que me 
 
hayas alejado. ¿Puedes prometerme que me dirás cuando 
algo te moleste? Está bien si no puedes hablar de ello de 
inmediato, pero mantenme al tanto. Es todo lo que pido. 
―Lo prometo. Aunque, realmente espero que nada 
como esto vuelva a suceder. 
―Espero que no descubras que otra persona es en 
realidad tu padre. 
Frunzo el ceño. ―Al menos ahora sé por qué no he 
adquirido todos mis poderes. 
Un parpadeo de comprensión cruza su cara antes de 
que sus ojos se abran de par en par. ―Espera un momento. 
¿Crees que ahora tienes que matar a Tiberias? 
―¡No quiero hacerlo! 
―¡No tienes que hacerlo! ―Me sostiene la 
mirada. ―Todo esto es ridículo. No eres la Reina Sirena, y 
no hay razón para que hagas las cosas que ella hizo. 
―No parece que sea así. No quería matar a mi padre, y 
sin embargo mira lo que pasó. 
―¡Porque pensaste que tenías que hacerlo! Y ni 
siquiera era tu padre, así que eso demuestra que todo 
estaba en tu cabeza. 
Me alejo. ―¿Todo en mi cabeza? 
―Ya sabes lo que quiero decir. 
―¿Que estoy loca? 
Él estrecha los ojos. ―No es eso, así que ni siquiera 
vayas por ahí. 
―No está en mi cabeza, ¡está en mi cabeza! ―Levanto 
parte de mi pelo rosa. ―Ni siquiera había oído hablar de la 
legendaria reina hasta que ocurrió esto. Hasta que su 
tridente me eligió a mí. 
Bash inclina la cabeza. ―¿Su tridente? 
―Eso es lo que me dice. 
―¿Qué más no me has dicho? ―Se aleja de mí. 
 
Mi corazón se hunde. ―No quiero discutir. Acabamos 
de hacer las paces. 
Se sienta más alto. ―¿Qué más no me has dicho? 
―¡Nada! No he omitido nada intencionadamente. Si hay 
algo que no te he contado es porque he estado tan distraída 
con todo lo demás que se me ha olvidado. Y esa es la verdad. 
Si no me crees, puedes simplemente... 
―Te creo. ―Se acerca y me rodea con sus 
brazos. ―Tienes razón, no nos peleemos. Nos necesitamos 
más que nunca. 
Me apoyo en él. ―Gracias. 
Me besa la cabeza. ―Vamos a ponernos en marcha. 
Tengo que ir a la banda y tú tienes que estudiar. 
Nos levantamos, me pasa el brazo por la cintura y 
salimos del jardín y entramos en el edificio. 
Un alumno de último curso de la Escuela de Artes 
Mágicas me detiene. ―¿Es cierto? ¿Eres la hija de Tiberias? 
Me alejo nadando, solo para que otros estudiantes me 
pregunten sobre Tiberias. 
―Ven por aquí. ―Bash me rodea con un brazo y me 
lleva por un pasillo. Giramos por otro hasta que desaparece 
todo sonido de conversación. ―Creo que los hemos perdido. 
―Por ahora. ―Frunzo el ceño. ―La he cagado de verdad. 
No lo niega. 
―¿Qué se supone que debo hacer ahora? 
―Pasar desapercibida hasta que la gente se olvide. 
―¿Crees que se van a olvidar sin más? 
―¡Ahí estás! ―Middlebrooks

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