04 - Susan Trombley - The Warrior's Mate

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Disclaimer y Créditos 
 
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The Warrior’s Mate 
Iriduan Test Subjects 
Libro 4 
Susan Trombley 
 
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Sobre el libro 
 
Hace cinco años, fui abducida por los aliens.... 
Tras una angustiosa huida de una instalación de investigación 
alienígena, me encontré al cuidado y la protección de una especie 
alienígena llamada los Akrellians, pero no me fiaba de mi atracción 
instantánea por el comandante de la nave. Después de todo, no 
tenía ni idea de lo que los malvados Iriduans me habían hecho, así 
que no sabía si mis sentimientos eran incluso propios o algo que 
ellos habían provocado. 
Era reptiliano y tenía púas mortales. ¿Cómo era posible que 
una humana se enamorara tan rápido de un macho tan extraño? 
Cuando le ofrecí al Primer Comandante Tirel una relación 
sexual temporal, con la esperanza de que aliviara la necesidad que 
sentía por él, la rechazó y me pidió algo más permanente. 
Entré en pánico. 
No pude escapar de él lo suficientemente rápido. No porque le 
temiera, sino por la tentación que ofrecía, una que me obligaría a 
sacrificar todo lo que había conocido para quedarme con él. 
Ahora, después de años separados, el extraño vínculo que se 
formó entre nosotros en nuestro primer encuentro me exige 
volver con él, y me doy cuenta de que no puedo seguir viviendo mi 
vida sin él. El único problema es que estoy atrapada en la Tierra y 
no sé cómo encontrarlo de nuevo. 
Hasta que un visitante inesperado me trae la solución, y la 
aterradora noticia de que puede que haya esperado demasiado. 
Este romance alienígena cuenta con un héroe alienígena que 
realmente parece alienígena, lenguaje fuerte, violencia y escenas 
íntimas a puerta abierta. 
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¡Increíble obra de arte de Tirel por Sam Griffin! 
 
 
 
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Capítulo 1 
Tirel 
 
Me desperté en el suelo. 
La baldosa estaba fría contra mi mejilla escamada, que se 
sentía hinchada y magullada como si hubiera librado una batalla 
que mi mente hubiera bloqueado de mi memoria. Sabía que, si 
había luchado contra algo, habría sido contra mí mismo. 
Cuando levanté la cabeza, los músculos de mi cuello se 
tensaron dolorosamente bajo las púas que yacían planas sobre 
mis escamas. Miré sin ver hacía la puerta, luchando por recordar, 
pero como siempre, los sueños se escurrían de mi mente como el 
agua de una presa rota. Sólo quedaba un recuerdo. Un recuerdo 
que nunca me abandonaba. 
Theresa. 
Sentí que mis movimientos eran lentos cuando me puse de 
pie, mis músculos estaban rígidos y no cooperaban con mis 
órdenes mentales. Era como si volviera a estar en el 
Entrenamiento de Combate Primario, aunque mucho peor, 
porque sabía que la tensión de mi cuerpo no era fruto de un buen 
día de esfuerzo y ejercicio. 
Como muchas de las veces anteriores que me había 
despertado así, estaba desnudo, aunque me había retirado a mi 
camarote con el traje de protección, preparado, como todos los 
miembros de mi tripulación, para ponerme el traje de protección 
de un momento a otro en caso de emergencia. Suponía que era 
mejor que estar realmente en mi traje de protección y 
despertarme en medio de un EVA, lo que afortunadamente sólo 
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había ocurrido una vez. 
Una vez fue suficiente. La nave no se había movido en ese 
momento, pero si lo hubiera hecho... bueno, ya no habría tenido 
que preocuparme por el problema. 
Mi comesta, mi eje interno, se acercó, y no necesité ver la 
evidencia de mi ropa de cama manchada para saber que los 
sueños habían empezado al menos de una manera más 
agradable, aunque fuera embarazoso despertar con esa visión, 
sabiendo que me había ido a la cama solo. 
No dormía con ningún miembro de mi tripulación. Nunca. 
Era deshonroso hacerlo, sobre todo porque estaban bajo mi 
mando y protección. Tampoco tenía sexo durante una misión 
activa, y normalmente ni siquiera permitía que la idea me 
distrajera de mi propósito. 
Sólo una vez en toda mi carrera había permitido que la idea 
me distrajera, y nunca la había tocado con más intención que una 
palmadita reconfortante en la espalda, pero sólo el recuerdo de 
su aroma, el tacto de su suave piel y el deslizamiento de su 
sedoso pelo por su mejilla, eran suficientes para que mi eje 
empujara a través de mi raja, anhelando la liberación. 
Todavía podía oír su voz, susurrando suavemente en mi 
oído, sus labios tan cerca de mi mejilla que sólo había necesitado 
girar la cabeza para capturarlos con los míos. 
Me había suplicado más. Más de lo que era capaz de darle en 
ese momento. No había querido lo que le había ofrecido a 
cambio, y me había dejado de la forma más permanente que 
podía hacerlo, dejando claro su rechazo hacia mí. 
Todavía estaba enfadado por ello, incluso años después, y no 
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sólo porque los sueños amenazaban todo lo que yo apreciaba. 
Ella me pertenecía. Ambos lo habíamos sentido en el 
momento en que nos conocimos, cuando nuestras mentes se 
habían unido de forma tan natural como si fuera un miembro de 
mi tribu o de mi equipo de combate. Sólo que la conexión 
psíquica había ido mucho más allá de la superficie, penetrando 
en ambos, estableciendo anclas que permanecían incluso cuando 
estábamos separados. 
Nunca había tenido una conexión mental así con nadie. Ni 
siquiera con mi propia madre y mi padre. Ni siquiera en la 
batalla más dura, mientras estaba atado a las mentes de mi 
escuadrón. Esto había sido algo diferente. Algo que sólo la Dancer 
debería haber podido experimentar con su Compañero Oscuro. 
La sinergia, un mito que se contaba a las niñas románticas, que 
luego se lo contaban a los niños escépticos, que lo descartaban 
como la fantasía que era. En el mito de la sinergia, los que 
pasaban por ella se convertían en la siguiente Dancer y Pareja 
Oscura. 
Por eso eran mitos que yo ignoraba como explicación. 
Hice a un lado esos inoportunos recuerdos del rechazo de 
Theresa y me puse el traje de cuerpo desechado después de 
localizarlo arrugado al lado de la cama. Este no había sido 
destrozado por mis garras, así que al menos eso era algo que no 
tendría que explicar al intendente. 
Las mentiras empezaban a acumularse, sobre todo para 
alguien que odiaba decirlas o escucharlas. 
El subterfugio no estaba en mi naturaleza. Era directo en mi 
forma de ser, y en mis pensamientos. No me gustaban los juegos, 
y por eso no había jugado a ninguno con Theresa. Le había dicho 
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mis condiciones, le había pedido que se convirtiera en mi novia, 
y ella me había mirado como si yo le hubiera sugerido quitarle la 
cabeza y entregármela. Me quedó claro que, a pesar del vínculo 
que nos unía, sólo quería sexo conmigo, quizá para demostrarse a 
sí misma que era sólo el deseo sexual lo que le hacía sentir lo que 
sentía por mí. Por eso, cuando me dijo que volvía a la Tierra, la 
dejé marchar, a pesar de que todos los instintos de mi cuerpo me 
pedían que la capturara mientras se alejaba y me la llevara para 
tenerla como prisionera hasta que cambiara de opinión. Podría 
haberle dado todo lo que pedía, y mucho más, y para cuando la 
dejara marchar, ella no habría podido marcharse. 
Esos impulsos primarios eran inaceptables para un 
Akrellian moderno, por no decir ilegales, así que, naturalmente, 
no había actuado en consecuencia. 
Necesitaba tomar una ducha caliente para calmar el dolor de 
mi cuerpo, pero primero tenía que comprobar la puerta. Estaba 
cerrada por fuera, como había sospechado, y no pude 
desbloquearla. 
Di un ligero golpe que hizo que la puerta se abriera, y el 
panel biométrico volvió a ponerse en verde para mostrar que el 
bloqueo de mi acceso había sido anulado. 
Hasta la próxima vez que durmiera.Como esperaba, Halian estaba al otro lado de la puerta, o 
mejor dicho, apoyado en la pared del otro lado del pasillo con la 
gracia despreocupada y la elegancia sin esfuerzo tan típicas de 
su clase. 
Halian me dedicó una sonrisa sombría y se enderezó para 
seguirme cuando le hice un gesto al Iriduan para que entrara en 
mi camarote, mirando a ambos lados del pasillo para asegurarse 
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de que estábamos solos. 
El Iriduan movió las alas cuando la puerta se cerró detrás de 
él, tal vez demasiado cerca para su comodidad, aunque me 
resultaba difícil decirlo. A veces, Halian estaba simplemente 
crispado, y a veces, estaba tan quieto que resultaba 
escalofriante. 
—Parece que una vez más estoy en deuda contigo. — Me 
dirigí a mi cama para quitarlas sábanas. 
Una risita baja precedió a la respuesta de Halian mientras 
me observaba con ojos verdes y curiosos. —No estoy llevando la 
cuenta de una deuda, amigo mío. Tú conoces mis secretos, como 
yo conozco los tuyos. Nos ayudamos mutuamente a ocultarlos de 
la galaxia. — 
Levanté la mirada de la cama, arrugando la ropa de cama en 
una bola para que fuera más fácil llevarla al conducto de la ropa 
sucia. —Supongo que tus secretos son más peligrosos que los 
míos.— 
Halian se encogió de hombros, con una mirada fría y dura. —
Ambos estamos siendo asesinados lentamente por ellos. — 
No tan lentamente, en el caso de Halian. Los fallos en los 
nanocitos que llenaban su cuerpo parecían aumentar, a pesar de 
sus intentos por arreglarlos. Ahora, se encendían aleatoriamente 
en su cuerpo y comenzaban a atacarlo, antes de reiniciarse 
repentinamente. 
Esto ocurría tan a menudo que incluso Halian había 
cambiado su enfoque para averiguar cómo eliminarlos, en lugar 
de seguir intentando corregir el problema. 
La última vez que los nanocitos habían intentado 
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desmontarlo lo habrían matado, sin mi intervención. Había 
sufrido tantas heridas internas que había sido necesario el mejor 
equipo médico de la nave para salvarle la vida. 
Me dirigí a la rampa de la lavandería y empujé la ropa de 
cama hacia el hueco que se abría en la pared mientras la pequeña 
puerta se deslizaba hacia un lado con un toque. —Esto no me 
está matando. Tú, en cambio, necesitas más ayuda de la que 
podemos darte. — 
Halian gruñó una protesta. —Nunca permitiré que sepa que 
estoy vivo. Moriré primero, como él cree que ya lo he hecho. — 
No era una discusión que fuera a tener con Halian de nuevo. 
A pesar de lo extraño que era el Iriduan, y del hecho de que mi 
misión era principalmente vigilarlo mientras traicionaba a su 
propio pueblo ante los Akrellians de maneras a menudo 
espectaculares, había llegado a confiar en él. Al fin y al cabo, 
había guardado mi secreto durante años sin intentar 
chantajearme o incluso extorsionarme. De hecho, se comportaba 
de forma tan honorable como nadie lo había hecho conmigo, algo 
que podía respetar lo suficiente como para dejar de lado el 
hecho de que fuera un Iriduan. — 
Halian había descubierto mi secreto después de salvarme de 
un EVA no programado, en el que había estado dormido y aun 
así caminando por el exterior de mi nave con mi traje de 
protección y botas magnéticas, decidido a llegar a Theresa, 
incluso si eso significaba saltar al vacío del espacio. Mi mente 
soñadora no tenía el concepto de distancia. Sólo sentía dónde 
estaba Theresa, y quería llegar a ella. 
Necesitaba llegar a ella. 
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—Tu sonambulismo te matará eventualmente, si te niegas a 
retirarte a un sanatorio seguro. Sólo puedo encerrarte en tu 
propio panel de acceso durante un tiempo antes de que alguien 
se dé cuenta de que ya no tienes el control. Si descubren que me 
has permitido tal control, serás juzgado por traición. — 
—Necesito un poco más de tiempo! Puedo controlar esto. — 
Obligué a mis puas a permanecer inmóviles bajo mi traje, aunque 
mis músculos se agitaron lo suficiente como para que Halian se 
diera cuenta de que sus alas estaban tan agitadas como yo. 
—O… —dijo Halian con una pizca de impaciencia, —vas a la 
Tierra y haces lo que deberías haber hecho desde el principio. La 
encuentras y debes secuestrarla. — 
—La ley no permite el secuestro de especies sensibles. — 
Con eso me refería a la ley Akrellian, y Halian lo sabía, pero 
también sabía que no dejaría pasar el tema. 
—Te equivocas, de nuevo, amigo mío. Los humanos no están 
totalmente protegidos por la ley del Sindicato y aún no han sido 
clasificados como "sintientes" —dijo, probando mi sospecha—. 
Para Halian, la ley Akrellian era, como mucho, un 
inconveniente. Sólo la ley del Sindicato importaba a escala 
galáctica. 
—Puedes secuestrarla a tu antojo. Y me parece que debes 
hacerlo, si no quieres acabar perdiendo el mando cuando 
descubran alguno de tus secretos. No queremos eso. — 
La interpretación flexible de la ley por parte de Halian no era 
algo que no hubiera considerado ya para mí. En los últimos años, 
había llegado a la misma conclusión que él. 
Secuestraría a Theresa de su mundo en un santiamén si 
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pudiera encontrarla. —No tengo el mapa estelar de la Tierra. — 
Mi tono frustrado se ganó una rara y genuina sonrisa del 
alienígena, una que realmente llegó a sus ojos, que comenzaron a 
brillar. —Resulta que sé dónde encontrar uno. — 
El fuego en sus ojos fue casi suficiente para hacerme dudar, 
ya que normalmente significaba que estábamos a punto de 
meternos en serios problemas. Pero en ese momento estaba 
desesperado. Mi mente estaba siendo partida en dos por mi 
conexión con Theresa. Si no me reunía con ella pronto, no tenía 
ni idea de lo que podría pasar. 
—Si me ayudas a recuperarlo, es todo tuyo, — prometió 
Halian en un tono bajo y engatusador, —siempre que me lleves 
contigo a la Tierra cuando te vayas. — 
Todavía había demasiados obstáculos. La Tierra no era un 
planeta en el que se pudiera entrar a hurtadillas. Tres especies 
alienígenas diferentes lo custodiaban mientras resolvían quién 
tenía los derechos del mundo y de los humanos que se 
arrastraban por él como insectos desprevenidos. 
Incluida mi humana, que corría el riesgo de ser cosechada 
junto con todos los demás si los Iriduan ganaban el caso que 
tenían en el Sindicato por el control de su antigua colonia y 
todos sus especímenes biológicos. 
Lo que los Lusians harían a los humanos si ganaban su 
propia demanda era aún cuestionable, así que los humanos sólo 
podían esperar que fueran los Ultimen los que ganaran, ya que 
sólo despojarían de toda la tecnología y obligarían a los humanos 
a vivir de la forma más primitiva posible en la nueva reserva 
natural que harían del planeta. 
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—No puedo colar al Star Dancer entre las patrullas y 
centinelas que rodean la Tierra, — dije, devanándome los sesos 
en busca de una solución, sintiéndome más desesperado al 
reconocer el hecho de que no había enviado a Theresa de vuelta 
a casa a un lugar seguro. 
Era posible que el futuro de la Tierra no se decidiera 
durante su vida, pero incluso eso me desesperaba al pensar en lo 
corta que sería esa vida, comparada con lo mucho que se 
extendería gracias a nuestra tecnología, si tan sólo hubiera 
aceptado mi oferta. 
Halian agitó una mano de dedos largos en el aire como si 
desestimara mis palabras. —Por eso tengo un amigo con una 
nave única que tal vez pueda escabullirse de los guardianes para 
ponernos a salvo en su planeta. — 
La esperanza era la perdición de los inexpertos. No me 
convencería tan fácilmente, aunque sintiera que clavaba sus 
garras en mí y empezaba a amasarme para que aceptara. —Soy 
responsable del mando de la Star Dancer. No puedo irme sin 
más, ni siquiera cuando encontremos ese mapa estelar. — 
No me molesté en negar que íbamos a reclamar el mapa. No 
tendría precio para los dirigentesAkrellians, aunque no lo 
tuviera ya para mí. 
Sólo tres especies del Sindicato tenían el mapa, y todas ellas 
reclamaban la Tierra gracias a ese conocimiento. Si los 
Akrellians también lo tuvieran, podríamos reclamar nuestra 
propia civilización en ciernes. La Dancer aprovecharía la 
oportunidad de reclamar a la humanidad como especie 
subordinada y patrocinar su incorporación al Sindicato para su 
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protección. 
Especialmente si sabe que los Akrellians pueden enlazar con 
la mente humana. 
No estaba seguro de cuánto creía en la omnisciencia de la 
Dancer. Hasta ahora, el consejo de ancianos que transmitía sus 
órdenes no nos había engañado, y algunas de sus órdenes habían 
mostrado una extraña presciencia que insinuaba un 
conocimiento más allá de la comprensión de los mortales, pero 
muchas de nuestras supersticiones se habían desvanecido con el 
avance de nuestra tecnología, por lo que la mayoría de los de mi 
clase consideraban a nuestra Dancer como una líder mortal muy 
sabia con una vasta red de información a su disposición, más que 
como una diosa. 
Eso significaba que podía desconocer lo que me había 
ocurrido, y lo que podría ocurrir con otros Akrellians y humanos. 
Por lo que sabía, el vínculo nunca se había producido entre un 
Akrellian y cualquier otra especie que hubiéramos encontrado 
en la galaxia. 
La voz de Halian en mi oído me sacó de mis propios 
pensamientos. — ¿Puedes permitirte hacer algo más en este 
momento? Toma un permiso de emergencia, inmediatamente. — 
Mi risa de incredulidad no tenía humor. — ¿Por qué iban a 
creerme? — 
Su sonrisa esta vez no era divertida. —Te lo deben por todas 
las misiones que has hecho sin parar. Diles que la emergencia es 
que te vas a quemar si no tienes la oportunidad de descansar en 
una playa agradable y cálida. Recomiendo Hierabodos en esta 
época del año. — 
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El mundo colonia sería el lugar perfecto para que el 
misterioso amigo de Halian nos recogiera sin ser detectado, ya 
que la tecnología en ese mundo se mantenía al mínimo, debido a 
la sensibilidad de algunos de sus ecosistemas al aumento de la 
energía electromagnética. 
El conjunto de satélites defensivos era el mayor peligro en 
cuanto a ser descubiertos, pero si la nave podía superar eso, 
podría superar a los centinelas que custodiaban la Tierra. 
— ¿Cómo explicarás tu ausencia, Halian? Los consejeros de 
la Danzante no confían en ti. Es mi misión evitar que traiciones a 
los Akrellians en nuestra renovada guerra con tu pueblo. — 
La sonrisa astuta de Halian me hizo estar seguro de que 
había caído en su trampa. Las tendía tan bien que siempre me 
arrinconaba antes de darme cuenta. 
—Diles que tienes que llevarme contigo de permiso, porque 
eres el mejor para vigilarme y, además, ¿en qué posibles 
problemas podría meterme en un retiro de cabañas de pioneros? 
— 
Tenía un mal presentimiento sobre todo esto, pero un 
presentimiento aún peor sobre no hacer nada y que mi condición 
se deteriorara hasta el punto de ser peligroso para mis soldados. 
Si alguien más se hubiera enterado de mi sonambulismo, ya me 
habrían obligado a dimitir. 
Halian me tenía justo donde quería. En los años que le 
conocía, le había visto realizar actos de gran honor, valor y 
coraje. También lo había visto actuar como un asesino tan frío y 
despiadado como cualquier asesino podría ser, y parecía obtener 
un cierto placer matando a los de su propia especie, por lo que 
beneficiaba a la Dancer que siguiera siendo así. 
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No estaba seguro de quién era el verdadero "Halian", y lo 
peor era que tampoco creía que él lo supiera. Sin embargo, me 
había salvado la vida y había guardado mi destructivo secreto 
durante años, y ahora me había dado la solución perfecta para 
curar esas pesadillas y encontrar a la mujer que atormentaba 
mis sueños. 
Le llamaba amigo, porque se lo había ganado. Y pronto, con 
la ayuda de Halian, estaría de permiso en el ejército y de camino 
a la Tierra por primera vez para un Akrellian. 
Debería haber estado nervioso, pero lo único en lo que podía 
pensar era en mi ansia por volver a verla, y sentir cómo el 
vínculo volvía a encajar en nuestras mentes. 
Esta vez, no permitiría que se alejara. 
 
 
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Capítulo 2 
Theresa 
 
Odiaba el Festival Anual de Alienígenas de Phoenix, y el 
evento principal del Desfile de Alienígenas, aunque al menos la 
gente pensaba realmente en los alienígenas ahora, aunque 
mayoritariamente pensaban en lo bien que podían quedar sus 
disfraces de alienígena para el desfile y las fiestas de disfraces 
que tendrían lugar en los bares y clubes de todo el centro 
después del desfile. 
Cuando los Lusians nos devolvieron a la Tierra después de 
nuestra abducción y rescate, nos enteramos de otra noche en la 
que las luces misteriosas habían llenado el cielo de Phoenix. 
Esta vez, el alcalde decidió complacer a los testigos y a los 
"locos por los OVNIs" de una forma que pudiera traer algunos 
ingresos a la ciudad, organizando un evento anual de "Desfile de 
Alienígenas" para conmemorar esa noche de avistamientos 
inexplicables captados por casi todas las cámaras telefónicas de 
la ciudad altamente poblada. 
La postura oficial sobre los extraterrestres aún no había 
cambiado. El espacio era demasiado grande, y no había forma de 
que los alienígenas fueran más inteligentes que los humanos y 
atravesaran esa distancia hasta la Tierra, porque los humanos 
tenían todos los detalles del universo resueltos, y los viajes 
espaciales prácticos eran simplemente súper imposibles. Todas 
las luces misteriosas eran aviones o bengalas y cualquiera que 
creyera seriamente lo contrario sería ridiculizado. 
Básicamente, los humanos no podían hacerlo, así que nadie 
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podía hacerlo. 
Yo lo sabía y Tarin también, pero nunca se lo habíamos 
contado a nadie. La mayoría nos desechaba como "esos locos de 
los ovnis". Los creyentes se entusiasmaban demasiado y 
preguntaban si habíamos hecho algún tipo de conexión religiosa, 
espiritual o metafísica, y esas preguntas eran aún más 
incómodas. 
Especialmente para mí, pero eso era algo de lo que ni 
siquiera hablaba con Tarin. 
La verdad no era algo que nadie quisiera oír, y nos lo habían 
dicho como última advertencia antes de que los grises nos 
abandonaran en un campo en mitad de la noche, cerca de la 
comuna en la que luego habíamos dicho que vivíamos. En ese 
momento decidimos no exponer el hecho de que tres especies 
alienígenas estaban trabajando en un acuerdo que podría 
entregar la humanidad y la Tierra a una de ellas. 
Todavía estaban discutiendo sobre cuál sería. 
Saber que el destino de la Tierra pendía de un delicado 
equilibrio era suficiente para provocar pesadillas a una chica, 
pero esos no eran los sueños que causaban mi insomnio. 
Ni mucho menos. 
Por lo general, eran los sueños eróticos de un alienígena que 
quería alejar de mi mente, pero no podía, los que me hacían 
caminar dormida hasta el punto de convertirme en un peligro 
para mí misma y tener que cerrar con llave mis propias puertas 
y ventanas e instalar un código para anular el sistema de 
seguridad. 
Se suponía que el peregrinaje que Tarin y yo hacíamos todos 
los años al Festival Alienígena de la burla debía ayudarnos a 
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superar nuestros propios encuentros, pero en realidad era más 
un castigo que otra cosa. Deberíamos habernos quedado atrás. 
Volver a la Tierra había sido una mala idea. 
Ninguna de las dos se había molestado en intentar explicar 
nuestra prolongada ausencia como algo más que nuestra huida 
para unirnos a una comuna que nos aislaba como parte de su 
deseo de vivir fuera de la red. Como la gente aislada de la 
comuna no se fiaba de nadie con "la prensa" o "la ley", se 
negabana hacer cualquier comentario que pudiera discrepar de 
nuestras propias historias. 
Nuestras familias estaban desoladas porque habíamos hecho 
algo así, pero ahora, al estar en casa sanas y salvas, también 
parecíamos estar sanas de mente y cuerpo, por lo que no 
necesitaban escuchar afirmaciones que desechaban como locura. 
Nuestros seres queridos tardaron mucho tiempo en 
perdonarnos por no haberles dicho dónde estábamos y por qué 
nos habíamos ido, pero al final se creyeron nuestra historia y, 
como ya éramos adultas, no hubo necesidad de investigar más. 
Por lo que respecta a los demás, no se había producido ningún 
delito. 
—Apuesto a que Claire podría hacer un disfraz mejor que 
ése, — dijo Tarin desde su silla de campamento a mi lado. 
Su tono despectivo me devolvió al presente, y al desfile que 
se desarrollaba frente a mí. 
Me tapé los ojos innecesariamente, ya que tenía un pequeño 
paragüero pegado a mi silla de camping. —No sé, la carroza en sí 
es muy chula. — 
— ¡Mira qué gris! La cabeza es enorme. Tiene que ser de 
espuma de poliestireno, ¿no? ¿Cómo si no pudo evitar romperle 
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el cuello a ese pobre tipo? — 
Estudié a la persona en cuestión, de pie en la parte superior 
del platillo volante construido sobre la carroza que pasaba, y 
tuve que estar de acuerdo en que las proporciones eran 
terriblemente exageradas y totalmente erróneas para el aspecto 
real de los esbeltos grises. 
Se habían difundido demasiados vídeos de bromas, muchos 
de ellos de los propios grises, para ocultar la verdad de su 
aspecto y existencia. 
Los Lusian amaban la propaganda casi tanto como la 
oscuridad. Se metían con otras civilizaciones, por muy 
avanzadas que fueran, difundiendo mentiras sobre ellos mismos 
que siempre contenían algunos granos de verdad. 
En mi opinión, creía que era una prueba. Una que ninguna 
otra especie había superado aún. 
—Echo de menos a Claire, — dije, repitiendo lo mismo que 
decía todos los años por estas fechas, cuando los elaborados 
disfraces de los alienígenas me recordaban a ella, lo que también 
recordaba a Joanie, y cómo le habíamos fallado al permitir que la 
capturaran, y ni siquiera habíamos sido capaces de esperar a que 
se recuperara sana y salva. 
Ambas habíamos recibido un misterioso correo electrónico 
meses después con una sola línea de texto. 
Joanie está a salvo y feliz. 
El remitente, el Sr. Gray, no había enviado nada más, así que 
nos quedamos sin saber nada de las personas a las que habíamos 
llegado a querer profundamente, incluso cuando nos habíamos 
distanciado tanto de nuestras familias en la Tierra, incapaces de 
compartir con ellas la verdad sobre nuestras experiencias. 
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Ahora, sólo nos teníamos la una a la otra. 
Sentí la mirada fija de Tarin sobre mí y puse los ojos en 
blanco detrás de mis gafas de sol. —No lo digas, chica. No quiero 
hablar de ello. — 
—Algún día tendrás que enfrentarte a ello, Terry. — 
Sacudí la cabeza enfáticamente, mi pelo rozando mis 
hombros con el movimiento. —Por lo que a mí respecta, no 
existe. No voy a dejar que lo que me hicieron los Iriduan dicte el 
resto de mi vida. — 
Suspiró con fuerza y se pasó una mano por el pelo 
engominado para tirarse de la coleta en un movimiento nervioso 
del que no creí que fuera consciente. 
Las dos teníamos muchas cosas que nos negábamos a 
afrontar. 
¿Qué íbamos a hacer? ¿Hablar con un terapeuta? Era muy 
poco probable. 
Sólo confirmarían su propio prejuicio de que estábamos 
locas con nuestra charla sobre extraterrestres, y tratarían de 
convencernos de que habíamos sido molestadas de niños, o algo 
igualmente terrible que estábamos "bloqueando" de nuestros 
recuerdos. 
—Sabes que no nos hicieron nada para que te sientas así por 
él, — murmuró Tarin por casi milésima vez sobre este tema tabú. 
Cogí mi refresco y chupé fuerte y decididamente mi pajita, 
ignorando sus palabras. Ella no entendía, porque no le había 
afectado como a mí. 
Como Joanie y Claire. 
Tarin no había echado una mirada a un varón y de repente 
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había perdido la maldita cabeza, consumiéndose por él hasta el 
punto de no poder distinguir dónde terminaban sus 
pensamientos y dónde empezaban los de él. 
Era como si Tirel se hubiera fusionado conmigo desde el 
momento en que lo conocí, y no podía escapar de mi necesidad 
de él. Incluso después de años de estar alejada, parecía que no 
podía dejar de recordarlo y, sin embargo, no había pasado nada 
entre nosotros. En realidad, no. 
Oh, había querido tener sexo con él. Lo había deseado tanto 
que había enterrado mi orgullo y prácticamente le había 
suplicado que me follara, tan fuerte y salvajemente como lo 
hacían los Akrellians en sus vídeos holopornográficos. 
En lugar de eso, me había pedido que me casara con él, y 
había entrado en pánico. ¡Nadie toma ese tipo de decisión dos 
semanas después de conocer a un maldito alienígena! 
Tenía un hogar, unos padres y un hermano que me querían, 
y un restaurante familiar de fusión mexicana—italiana del que se 
suponía que algún día me haría cargo. De ninguna manera iba a 
permitir que una loca y repentina atracción por un alienígena me 
convenciera de renunciar a mis planes de regresar a la Tierra. 
Sólo que, ahora que había regresado, no había nada que 
deseara más que abandonar este mundo de nuevo y encontrarlo. 
Sabía que los Iriduan tenían que haber hecho algo para 
cambiar mi cuerpo y hacer que me sintiera instantáneamente 
atraída por Tirel. Sólo que no sabía cómo había funcionado 
también en él, ya que no creía que los Akrellians tuvieran la 
misma cosa de "pareja instantánea" que padecían los Iriduan. 
No podía evitar la preocupación de que yo fuera una 
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novedad para él. Algo único que pudiera guardar en su brazo 
como trofeo. Por lo que tenía entendido, la mayoría de los 
Akrellian conocían a los humanos, pero sólo del modo en que 
nosotros conocíamos a las especies raras y exóticas que 
podíamos encontrar en un libro o en una película, pero nunca en 
persona. No podía entender por qué otra razón sugeriría atarse a 
mí de por vida, en lugar de aceptar la asociación sexual temporal 
que le había ofrecido. Me sentí humillada por su oferta y el juicio 
implícito que había detrás de ella, haciéndome sentir como si 
fuera una zorra por querer sólo sexo, en lugar de algún tipo de 
compromiso que requiriera que sacrificara todo para quedarme 
con él. 
Luego, me rechazó rotundamente para tener sexo, como si 
mi cuerpo no le excitara en absoluto, porque no veía otra forma 
de que pudiera sentir ni una décima parte de la necesidad que yo 
sentía y no actuar en consecuencia. 
Toda la situación había sido humillante, y los sueños eróticos 
que me habían seguido a casa y que aún me perseguían hasta el 
día de hoy ciertamente no ayudaban. 
Miré a Tarin, que observaba el desfile con una mirada atenta, 
con el ceño fruncido mientras pasaba una carroza tras otra, cada 
una más elaborada que la anterior, mientras la imaginación 
humana se mezclaba con las leyendas urbanas para crear 
"extraterrestres" con los que los no creyentes pudieran "oooh" y 
"ahhh" y hacerse selfies. 
Estaba reteniendo a Tarin, impidiéndole seguir adelante con 
su vida y sus relaciones. No podía quedarme con un novio más 
allá de la primera noche en la cama juntos, ya que mis sueños 
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estaban llenos de un hombre con el que ningún humano podría 
compararse. A medida que me adentraba en la veintena, sabía 
que el reloj biológico corría para mí, y si no me machacaba por 
ello, mi madre siempre estaba segura de recordarme que no 
tenía nietos míos. 
Tarin se había convertido en una monógama en serie, pero 
nunca se mudó con ninguno de sus novios, y nunca dejó que 
ninguno de ellos se mudara con nosotros. En parte, eso podíadeberse a que elegía mal a los hombres, y en más de una ocasión 
había llegado a casa con moratones que me habían hecho 
enfurecer. 
Siempre se disculpaba por ellos. 
Yo ponía ultimátums. 
Las dos acabamos solteras mientras nuestro conteo de 
fertilidad empezaba a pasar y nuestras familias se lamentaban. 
No era la primera vez en los cinco años que llevaba en la 
Tierra que me lamentaba por no haber aceptado la oferta de 
Tirel. El Star Dancer había sido una maravilla de la ingeniería 
artística más allá de lo que un humano podría soñar, y sólo podía 
imaginar cómo era la civilización Akrellian, y cómo sería su 
mundo natal. Podría haber estado en Akrellia ahora mismo, con 
mi compañero alienígena metido hasta las pelotas en mi interior, 
satisfaciendo mi interminable necesidad de él, en lugar de estar 
sentada bajo el ardiente sol, sudando como un caballo, mientras 
observaba a gente con trajes mal hechos anhelando una verdad 
que les sería negada hasta que fuera demasiado tarde para hacer 
algo al respecto. 
—Terry, — siseó de repente Tarin, inclinándose más hacia 
mí como si hubiera peligro de que se le oyera en la multitud de 
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curiosos que gritaban y vitoreaban y que nos rodeaban para ver 
el desfile. 
Me quedé mirando su mano que me agarraba frenéticamente 
el brazo, apretando lo suficiente como para que me doliera. — 
¿Qué pasa, Tare? — 
Ella levantó la otra mano y señaló con un dedo tembloroso el 
desfile de personas con sus disfraces de alienígenas que seguían 
detrás de la última carroza. —Ese es un alienígena de verdad. — 
Mi cabeza giró para seguir el rastro de su dedo señalador. No 
era un alienígena de verdad. 
Era un Iriduan. 
 
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Capítulo 3 
Theresa 
 
El alienígena parecía fuera de lugar entre todos los humanos 
disfrazados, y tuve que preguntarme si alguno de ellos cuestionó 
su elección de disfraz, ya que sería más apropiado en un festival 
de fantasía que en uno de alienígenas. Los Iriduans siempre me 
habían parecido un poco hadas, con sus orejas puntiagudas de 
elfo, sus rostros hermosos, su pelo largo y suelto y sus alas de 
libélula. También tenían tonos de piel iridiscentes y coloridos. 
Este Iriduan tenía la piel dorada, y la cálida luz del sol 
matutino resaltaba los colores aceitosos de la iridiscencia en su 
rostro perfecto. 
Ese rostro se volvía para estudiar a la multitud, mirando de 
vez en cuando su muñeca con el ceño impaciente. 
—Tenemos que salir de aquí, —dijo Tarin, su agarre en mi 
brazo castigando mientras tiraba de mí. 
No podía estar más de acuerdo. El Iriduan no estaba allí por 
el premio al mejor disfraz, y tampoco intentaba ocultar su 
presencia a los "observadores" que pudieran estar viendo el 
espectáculo precisamente por ese motivo. Sabía que los 
alienígenas como el Sr. Gray estaban colocados alrededor de la 
Tierra para evitar que los alienígenas no aprobados se colaran 
sin previo aviso en sus naves guardianas. 
El problema de la huida fue que, al levantarnos para irnos, 
nuestro movimiento atrajo inmediatamente su atención. 
Supongo que parecíamos fuera de lugar levantándonos de 
repente e intentando abrirnos paso entre la multitud que se 
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había agolpado detrás de nosotros para ver el desfile, pero no 
esperamos a ver si tenía intención de seguirnos. 
Lo último que queríamos ningunade las dos era ser 
secuestradas de nuevo. 
— ¿Lo ves por algún lado? — preguntó Tarin, sin aliento, 
cuando terminamos de abrirnos paso entre la espesa multitud 
de la Avenida Central. 
—No creo que ni siquiera un alienígena con tecnología 
avanzada pudiera encontrarnos entre esta multitud. Además, no 
creo que nos secuestre delante de todo el mundo. — 
Esperaba que mis valientes palabras resultaran ciertas, 
porque prefería morir a volver a un centro de investigación 
Iriduan. No había sido prisionera el tiempo suficiente para sufrir 
como mi amiga Joanie, pero aún recordaba vívidamente lo que 
me había sucedido, y definitivamente no quería volver a pasar 
por eso. 
— ¿Crees que nos está buscando? — Me pregunté en voz 
alta. 
Suponía que era posible que estuviera aquí por otra persona. 
Los Iriduans eran bastante exigentes en cuanto a la 
compatibilidad genética cuando buscaban sujetos, al menos en 
algunos casos. 
Tarin se pasó el brazo por la frente para limpiarse el sudor 
que se había acumulado allí durante nuestra huida. —No lo sé, y 
me sentiría fatal si alguien más fuera secuestrado por uno de 
esos cabrones, pero ¿qué podemos hacer? — 
Por lo que sabíamos, las abducciones de ciudadanos 
individuales seguían siendo permitidas por los observadores, 
siempre y cuando se mantuviera la ignorancia de la humanidad 
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en su conjunto sobre la existencia de los alienígenas. Eso 
significaba que los observadores no impedirían que los Iriduan 
se hicieran con un "espécimen" humano, si el Iriduan no hacía 
evidente su presencia a los testigos. 
No había ninguna autoridad gubernamental a la que 
pudiéramos apelar, ya que acudir a un policía normal y corriente 
y decir que había un alienígena empeñado en la abducción sólo 
nos valdría una risa burlona o una advertencia molesta para que 
dejara en paz a la "persona". 
—Tenemos que impedir que se lleve a alguien, — dije, 
aunque mi corazón latía de terror ante la perspectiva de 
enfrentarme a un Iriduan. 
Tarin asintió, con los ojos muy abiertos por la misma 
inquietud que yo sentía. —Lo sé. Deberíamos seguirle la pista, no 
huir. — 
No tenía idea de lo que haríamos una vez que lo 
encontráramos, pero sabía que no podría dormir tranquila esa 
noche si no hacía algo para tratar de evitar que alguien más 
pasara por lo mismo que nosotros. El bastardo no pertenecía a 
nuestro planeta, y seguro que no debería agarrar a gente 
inocente para llevarla a su mundo y experimentar con ella. 
—Bien, tratemos de idear un plan para enfrentarnos a él 
mientras regresamos al lugar donde lo vimos, — dijo Tarin, 
volviéndose por donde habíamos venido, mirando a la multitud 
con una mirada dudosa. 
Respiré hondo varias veces, sintiendo el sudor que me caía 
por los costados y la espalda, y esta vez no por el calor de 
Phoenix. —Vamos a por él. — 
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Se había marchado de la zona en la que estaba para cuando 
pudimos abrirnos paso hasta el frente de la multitud de nuevo, 
dejando una estela de observadores no demasiado satisfechos 
detrás de nosotros, murmurando airadamente, o directamente 
gritando insultos. Los ignoramos, ya que teníamos cosas más 
importantes de las que preocuparnos que las consecuencias de 
nuestra grosería. 
—Algunas de estas personas se volverán locas si supieran 
que hay un alienígena de verdad en el desfile, — me susurró 
Tarin al oído mientras mirábamos el desfile que pasaba, 
buscando cualquier señal del alienígena con aspecto de hada. 
Asentí con la cabeza, llamando la atención de un sospechoso 
agente de policía que se paseaba por la carretera al lado del 
desfile, observando a la multitud en busca de cualquier signo de 
que el ánimo pasara de la diversión a la fealdad. No éramos los 
únicos ex abducidos en la multitud, y por mucho que los 
humanos siguieran creyendo la mentira de que los 
extraterrestres nunca habían visitado la Tierra, había un número 
creciente que empezaba a creer. La mayoría sentía asombro y 
emoción con su creencia, pero algunos tenían suficiente sentido 
común para sentir también miedo. 
No queríamos una revuelta más que la policía. Por un lado, 
haría que el alienígena fuera mucho más difícil de encontrar, 
pero, sobre todo, intentábamos evitar que gente inocente saliera 
herida, especialmente alguno de los muchos niños que había en 
la multitud. 
—Intentemos caminar con el desfile, — dije, observando 
que nos habíamos ganado toda la atención del agente depolicía y 
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que éste se movía en nuestro camino. 
—No estamos disfrazadas, — siseó Tarin mientras la 
arrastraba a la calle. — ¡Nos van a parar! — 
Efectivamente, el oficial nos llamó mientras caminábamos 
junto a una carroza, donde los jinetes disfrazados nos miraban 
con más curiosidad que preocupación. Nadie esperaba realmente 
que la multitud les atacara, excepto quizá los policías. 
— ¿Habéis visto un disfraz de alienígena que parece un hada 
masculino? —. le pregunté al humano vestido de xenomorfo que 
paseaba junto a la carroza de horripilantes huevos alienígenas. 
Negó con la cabeza y se encogió de hombros. 
—Tu disfraz es increíble, — dijo Tarin por encima del 
hombro al tipo mientras avanzábamos rápidamente, abriéndonos 
paso hacia la carroza de delante, antes de que el oficial decidiera 
darnos un escarmiento. 
Nadie en la siguiente carroza había visto tampoco al hada 
alienígena, y cada vez era más difícil pasar desapercibidas y 
evitar la atención de la multitud que nos observaba o de la 
policía, ya que oímos comentarios de murmullos sobre que no 
estábamos disfrazadas y que querían saber por qué estábamos en 
el desfile. 
Tuvimos que sortear a una banda de música de un instituto 
que llevaba diademas de antenas marcianas y sus uniformes 
habituales, y fue entonces cuando nos cruzamos con el Iriduan. 
O, mejor dicho, él se cruzó con nosotros. 
Sentí el duro agarre alrededor de mi brazo antes de verlo, y 
supe que no era de Tarin, porque ella estaba detrás de mí, con su 
mano apretando mi otra mano mientras escudriñaba a la 
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multitud y a la gente del desfile. 
De repente, me apretaron contra un cuerpo masculino y 
duro y una voz grave me siseó al oído. —No hagas una escena. 
Eso es lo último que queremos ninguno de los dos en este 
momento. Estoy aquí por el bien de Tirel. — 
Esas palabras fueron todo lo que necesité para cambiar todo 
lo relacionado con este encuentro. Jadeé, pero no forcejeé, 
tratando de no hacer más escena de la que ya teníamos. 
—Tarin, — dije con voz normal, tratando de sonar tranquila, 
como si no acabara de ser agarrada por un Iriduan. 
—Ya lo he oído, — dijo ella desde mi lado, al otro lado, con 
su mano aún agarrada a la mía. —¿Puedes confiar en él? — 
Ambos resoplamos al oír eso mientras me volvía para mirar 
su apuesto rostro, que parecía estar tan por encima del mío 
ahora que me obligaba a caminar a su lado con su brazo 
apretado alrededor de mí para evitar que saliera corriendo. 
—No es probable, — murmuré. 
Él estaba mirando a la multitud y no a nosotros, pero sus 
labios esculpidos se inclinaron en una sonrisa de pesar ante mis 
palabras. —Tirel ha sido capturado por mi gente, y sospecho que 
lo han llevado a un centro de investigación. Es un... amigo. Me 
gustaría liberarlo, pero no puedo encontrarlo. Necesito tu ayuda. 
— 
Sentí que el pulso de la ansiedad me apretaba el pecho y me 
quemaba ante la sola idea de que Tirel estuviera en manos de los 
Iriduan. Para ellos, los humanos no eran más que criaturas 
inferiores de las que tenían una mala opinión, por lo que no 
tenían ningún problema en experimentar con nosotros, pero 
Tirel era un Akrellian, y por lo tanto, un enemigo mortal de los 
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Iriduans. 
Lo tratarían mil veces peor que a nosotros. 
Pero, ¿podría creer las palabras de este Iriduan? Y aunque 
pudiera, no veía cómo podría ayudar. 
—Aquí no, — dijo, cuando abrí la boca para hacer esas 
preguntas. —Si estás dispuesta a salvarlo, reúnete conmigo en 
mi hotel. — Apretó un trozo de papel en mi mano y luego me 
soltó, apartando su brazo de mí. 
Antes de que pudiera decir otra palabra, alargó su paso y se 
adentró en la multitud que nos precedía, desapareciendo entre la 
gente disfrazada y las carrozas. 
Dejé de caminar para mirar el trozo de papel que tenía en la 
mano, pero Tarin me sacó de la calle y me devolvió a la multitud 
que nos observaba. 
—Vamos a almorzar, — dijo con un tono de voz lo 
suficientemente alto como para que se la oyera por encima de la 
multitud, tratando claramente de parecer normal por el bien de 
los observadores. 
Asentí con la cabeza y me di cuenta de que mi extraño 
comportamiento había atraído aún más la atención y las miradas 
de los asistentes al desfile, que casi habían chocado conmigo. 
—Chica afortunada, — oí murmurar a una mujer mientras 
Tarin y yo nos habríamos paso entre la multitud. —Tu novio está 
caliente como el infierno. — 
Sacudí la cabeza mientras la miraba. —Créeme, 'Infierno' es 
la única palabra acertada en esa frase. — 
La mujer pareció sorprendida de que le hubiera respondido, 
luego sus ojos se entrecerraron y negó con la cabeza. —Así que 
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es uno de esos tipos, ¿eh? Me lo imaginaba. Los guapos siempre 
resultan ser perros y jugadores. — 
******** 
El The Firebird’s Wing era un hotel pequeño que no 
pertenecía a una cadena mayor, pero no era un hotel de mala 
muerte. Tampoco era especialmente lujoso. Oí las risas de los 
niños en la piscina mientras Tarin y yo pasábamos por la verja 
turquesa que la rodeaba y llegábamos a las puertas que daban al 
vestíbulo. 
Cuando solicité el número de habitación que estaba escrito 
en el trozo de papel, la mujer de la recepción me sonrió 
ampliamente, aunque sus ojos también se agudizaron al mirarme 
de arriba abajo, observando mi ropa arrugada y humedecida por 
el sudor, el maquillaje derretido y, sin duda, el "aire de 
nerviosismo y desesperación". 
— ¿Cómo dijiste que te llamabas?, — preguntó amablemente, 
empujando el trozo de papel hacia mí a través del brillante 
escritorio de baldosas de mármol con una uña perfectamente 
cuidada. 
—Theresa Rizzo. Me está esperando. — 
Su sonrisa se tensó. —Por supuesto. El señor Halian me 
informó de que recibiría invitados. Le llamaré para avisarle de 
que está usted aquí. — 
El nombre me hizo retroceder del escritorio conmocionado. 
Ya había oído ese nombre antes. Joanie lo había mencionado de 
pasada. Había dicho que era el nombre del Iriduan que había 
liberado a su compañero, Nemon, de su cautiverio. También 
había sido el que había convertido a Nemon en lo que era en 
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primer lugar. Así que seguía siendo difícil confiar en sus motivos. 
Era posible que se tratara simplemente de un nombre 
Iriduan común. Después de todo, había muchas Theresas en la 
Tierra, pero la coincidencia no parecía ser poca. 
No tuvimos mucho tiempo para reflexionar sobre la 
coincidencia, ya que la recepcionista del mostrador nos informó 
alegremente de que estaba esperando para recibirnos y que 
podíamos pasar a su habitación. Me di cuenta de que su sonrisa 
no llegaba a sus ojos, que parecían brillar de celos. 
Una emoción desperdiciada en su caso, o en cualquier caso 
que no implicara a Tirel. Lo había intentado, pero siempre había 
acabado sola, por lo que fuera que había pasado entre Tirel y yo. 
Sin decir nada más a la recepcionista, nos dirigimos a la 
habitación del fondo del pasillo, donde descubrimos a Halian en 
pantalones de descanso y nada más cuando abrió la puerta. 
Cuando me encontré frente a frente con él, inmediatamente 
extendí la mano y giré la cabeza. —¿Podrías ponerte algo como 
una bata o una camisa? — 
—Este método de vestir me deja las alas libres, lo que 
prefiero, por si tenemos que salir rápidamente. — 
Me hizo un gesto para que entráramos en la habitación del 
hotel y dudé, preguntándome no por primera vez si era una 
buena idea arriesgarme a confiar en él. Al final, la decisión la 
tomó por mí Tarin, que me empujó hacia delante mientras Halian 
retrocedía para hacernos sitio para entrar, mientras seguía 
manteniendo la puerta abierta. 
Traspasé el umbral a trompicones y me giré para mirar a 
Tarin por encima del hombro. 
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—Tirel te necesita,— dijo en voz baja, su mirada se dirigió al 
pecho desnudo de Halian, y luego apartó rápidamente la vista. 
—Sin embargo, ¿crees que podemos confiar en él?, — 
murmuré en voz baja, lo suficientemente alto como para que me 
oyera mientras me apiñaba en la habitación. 
—Claro que no, pero creo que al menos deberíamos 
escucharlo. — 
—Agradezco el voto de confianza, — dijo con sorna 
mientras pasábamos junto a él, con Tarin aferrada a mi camiseta, 
ambas mirándolo con recelo. 
Lo observé cerrar la puerta con una sensación de 
hundimiento, pero al menos no deslizó el cerrojo, así que tal vez, 
si necesitáramos hacer un escape de emergencia, podríamos 
hacerlo. 
— ¿Qué es todo esto de Tirel? — Pregunté cuando se apartó 
de la puerta, evaluándolo y decidiendo que Tarin y yo podríamos 
derribarlo si era necesario. 
No era un guerrero grande y musculoso. Era alto, pero su 
cuerpo era esbelto, aunque también estaba repleto de músculos, 
así que probablemente era más fuerte de lo que parecía. 
—Me cuesta creer que seas amigo de un comandante 
Akrellian, —añadí con suspicacia. 
—Me cuesta creer que tengas amigos y punto, — murmuró 
Tarin a mi espalda, mirando por encima de mi hombro a Halian, 
pero manteniéndome entre ella y el alto y larguirucho alienígena. 
Los ojos verdes de Halian parecieron brillar por un 
momento, mientras su apuesto rostro se tensaba con irritación, 
sus labios se juntaron en un breve gruñido que mostraba los 
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dientes apretados antes de que su expresión se suavizara de 
nuevo. 
—Te aseguro que, si hubiera podido encontrar a Tirel yo 
mismo, no me habría molestado en buscarte. Ni siquiera tuviste 
la cortesía de permanecer en el mismo lugar donde te dejaron 
los Lusian. Afortunadamente, aún llevas el traductor Akrellian. 
— 
Me toqué el traductor que llevaba puesto la mayor parte del 
tiempo, doblado alrededor de la concha de mi oreja. La mayoría 
de la gente suponía que era un elegante pendiente de LED o un 
altavoz Bluetooth. Yo dejaba que pensaran eso, porque no podía 
soportar quitármelo. Era mi último vínculo con Tirel, y uno del 
que no había podido desprenderme. 
Sólo ahora me di cuenta de que hacía posible que ese Iriduan 
me rastreara. Y si él podía hacerlo, también podían hacerlo otros 
alienígenas. Había sido una tonta al dejarlo puesto. 
— ¿Cómo sé que no lo estás buscando para hacerle daño? — 
Halian resopló de una forma tan elegante y pomposa que me 
imaginé a algún lordling inglés de una novela de regencia. —Si mi 
intención fuera hacerle daño a él o a ti, no me habría molestado 
en pedirte ayuda. — Entornó sus grandes y hermosos ojos hacia 
mí. —En caso de que hayas olvidado la hospitalidad Iriduan, mi 
gente no duda en tomar lo que queremos sin permiso. — 
No pude discutir esa apreciación, porque ciertamente no 
había olvidado la hospitalidad Iriduan. —Entonces, ¿por qué tú 
eres diferente? — 
Halian cruzó los brazos sobre el pecho, ocultando al menos 
parte del cuerpo de dios de la roca que parecía estar 
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completamente cómodo mostrando a dos hembras 
impresionables. Bueno, al menos una, ya que Tarin había hecho 
un sonido de decepción detrás de mí. Yo estaba menos 
interesada, ya que Halian no tenía nada contra Tirel. 
Menos interesada... pero no muerta. 
—Podría preguntarte por qué eres diferente a los villanos 
humanos que proliferan en tu mundo.— Se señaló a sí mismo. —
Los Iriduan no son más un monolito que los humanos. También 
tenemos libre albedrío y elegimos nuestro propio camino. Yo 
elegí acabar con el Imperio Iriduan ayudando a nuestros 
enemigos. Eso me convierte en el peor tipo de traidor... para 
ellos. Los Akrellians me ven con un poco menos de desagrado. 
Pero sólo un poco. Tirel es diferente, pero eso ya lo sabes. Él 
juzga a la gente basándose en sus acciones y no en su genética, y 
es el único amigo que tengo en la galaxia. Me gustaría que no 
muriera bajo el tierno cuidado de mis antiguos camaradas. — 
Estaba casi convencidade la sinceridad de Halian, pero en 
ese momento estaba definitivamente convencidadel peligro que 
corría Tirel, y eso era realmente lo único que importaba. Si había 
una manera de ayudarlo, entonces lo haría. Sin preguntas. 
Sólo que tenía que preguntar exactamente cómo podía 
ayudar. No tenía ninguna habilidad especial que facilitara su 
rescate de los Iriduan. A menos que la excesiva capacidad de 
organización y la preocupación fueran el secreto para derrotar a 
una de las especies más antiguas y poderosas, y aterradoras, de 
la galaxia. 
—Haré cualquier cosa por Tirel, pero no sé cómo puedo 
ayudarte, — Quería que me lo dijera, que no se dejara amilanar 
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por mis palabras. Quería que tuviera una respuesta que me 
permitiera hacer algo, cualquier cosa, por Tirel. 
Halian me estudió con ojos que parecían fríos en un 
momento y casi brillantes en el siguiente. —No te das cuenta de 
lo que te ha pasado, ¿verdad? ¿No has experimentado ninguno 
de los efectos del vínculo? — 
Sabía de qué estaba hablando. Sólo me costaba aceptarlo, 
como me había costado cuando Tirel había intentado 
explicármelo. Los humanos no tenían ese "vínculo psíquico", así 
que no podía imaginarme por qué sucedería entre Tirel y yo. 
Claro, su especie había evolucionado para tener una conciencia 
preternatural del otro en espacios cerrados, e incluso para 
comunicarse telepáticamente en ciertos casos, pero mi especie 
era tan ciega como la mente. Me resultaba más fácil culpar a los 
Iriduans y a sus experimentos de por qué había sentido de 
repente una conexión instantánea, y para mí irracional, con Tirel 
cuando lo conocí. 
Pero había pasado años de negación y no había conseguido 
más que miseria y pesadillas. 
—Es sonámbula, — dijo Tarin, rompiendo su silencio. —
Todo el tiempo. — 
Halian asintió como si esto no le sorprendiera. —Tu mente 
subconsciente está tratando de reconectarse con la suya. Puedes 
'sentirlo' de una forma que nuestros científicos no podrían 
comprender, por mucho que estudiáramos a los Akrellians. Si 
alguien puede localizar a Tirel, eres tú. Y tienes que encontrarlo 
rápidamente. — 
Lo había "sentido", si esa era la palabra correcta. Era como 
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un agujero doloroso dentro de mí al que le faltaba una pieza, sólo 
que había un único hilo que unía esa parte perdida a algo tan 
lejano que la distancia parecía imposible de franquear cuando 
estaba despierto. Tal vez mi mente dormida no comprendía esa 
distancia, y por eso me sacaba de la cama cada noche para 
buscar esa parte de mí que se había perdido con Tirel. 
—Sin embargo, no sé cómo explicarte dónde está. — 
Halian se encogió de hombros. —No tienes que darme las 
coordenadas exactas. Al menos, todavía no. Mi compañero tiene 
una nave que se guía por la mente. Si te conectas a nuestra nave, 
ésta sabrá a dónde ir a partir de lo que te diga tu vínculo. — 
— ¿Conectar con la nave? — Dijo Tarin con el mismo tono 
de temor que yo sentía. 
—Me han dicho que es indoloro. — Halian no sonaba del 
todo tranquilizador. 
No importaba si lo era o no. Tirel estaba en peligro. Si eso 
significaba que tenía que deslizarse por una colina hecha de 
cuchillas hacia un charco de alcohol, lo haría por él. Él y su gente 
habían sido fundamentales para salvarlas de los Iriduans. Desde 
entonces sólo le habian mostrado amabilidad, e incluso 
organizado su viaje de vuelta a la Tierra. 
Y luego, por supuesto, estaba el propio Tirel. Por mucho que 
lo intentara, nunca podría superarlo. No era sólo el vínculo 
psíquico que se había formado entre nosotros. Halian tenía razón 
en su evaluación del carácter de Tirel. El primer comandante era 
una de las pocas personas verdaderamente buenas de la galaxia. 
Desinteresado, honorable, valiente y compasivo eran 
exactamente el tipo de valores que tantos decían tener, pero quePágina 41 
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tan pocos demostraban realmente. Él era uno de esos pocos. 
No podía abandonarlo a ese destino, porque sabía que él 
nunca me abandonaría. 
 
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Capítulo 4 
Tirel 
 
Mi mente estaba paralizada. Sólo deseaba poder decir lo 
mismo de mi cuerpo. No sabía qué me habían hecho nuestros 
captores, pero me hizo matar a mis propios hombres, al igual 
que les hizo atacarme a mí. Vi su desesperación en sus ojos, que 
sin duda reflejaban los míos, cuando se abalanzaron sobre mí, 
gruñendo con su amenaza, con sus garras extendidas goteando 
veneno. 
Incluso las hembras que habían sido capturadas con mi 
equipo atacaban como machos furiosos y agresivos, a pesar de 
que carecían de nuestras púas. No importaba que quisiera 
perdonarlas y que prefiriera morir antes de levantar mis propias 
garras contra ellas. Mi cuerpo hizo lo que los Iriduan le 
ordenaron. 
Mi mente no pudo evitarlo. 
Pero seguía siendo consciente de todo lo ocurrido, y esa era 
su mayor tortura. 
Halian nos había traicionado y nos había abandonado a este 
terrible destino. Debería haber sabido que no debía confiar en él. 
Debería haberme dado cuenta de que estaba llevando al Star 
Dancer y a toda mi tripulación a una trampa. La Dancer estaba 
muy ansiosa por conseguir el mapa estelar de la Tierra, porque 
eso les habría dado a los Akrellians el derecho a reclamar el 
mundo primitivo para competir con los reclamos ya hechos por 
los Ultimen, Iriduan y Lusians. 
En el Sindicato, cualquier miembro que descubriera un 
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mundo podía reclamarlo, si su destino estaba aún por decidir. La 
Dancer quería la Tierra. Había creído que era para librar a los 
humanos de la poca misericordia de los otros reclamantes, pero 
ahora no estaba tan seguro. 
Si realmente era una diosa, entonces habría sabido que 
Halian pretendía traicionarnos a los Iriduan, lo que significaba 
que estaba dispuesta a sacrificar a mi equipo de tierra para 
conseguir ese mapa. Siempre la había creído compasiva, aunque 
no estuviera del todo convencido de su divinidad. Una diosa 
compasiva nos habría concedido los medios para matarnos 
cuando cayéramos en manos de nuestros peores enemigos. Ella 
nunca nos habría hecho pasar por esto. Ahora, temía que una 
parte de su Compañero Oscuro se hubiera apoderado de ella, 
conduciéndola, al igual que a mi pueblo, por un camino 
despiadado que habíamos abandonado hacía tiempo. 
En cuanto a Halian.... 
Encontraría una forma de sobrevivir a esto, de alguna 
manera, y entonces, lo desmembraría, pieza por pieza, viendo 
cómo los nanocitos de su sangre lo reconstruían sólo para poder 
hacerlo de nuevo, haciendo que su muerte fuera lo más lenta y 
agónica posible. Él pagaría con creces su traición. 
Había sido un tonto ingenuo al confiar en su amistad. Todos 
los Iriduan eran iguales: criaturas corruptas, manchadas y 
malvadas. No debería haber necesitado más pruebas de ello, 
pero esta tortura, al obligarme a matar a mi propia tripulación, 
me hizo comprender esa verdad como ninguna otra. 
Sabía que los científicos que me enfrentaron a mis guerreros 
estaban disfrutando del espectáculo, pero también sospechaba 
que estaban investigando algo. Sin duda, el mismo suero que 
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parecían estar utilizando para controlar nuestros cuerpos 
mientras dejaban nuestras mentes intactas e indefensas. 
Al principio, pensé que era tan simple como que se trataba 
de control, pero luego me llevaron a un combate contra algunos 
de mis soldados que estaba seguro de que ya me habían obligado 
a matar. 
Sin embargo, allí estaban ante mí, con sus cuerpos cubiertos 
por una especie de extraño hongo, sus ojos inexpresivos y 
vidriosos. 
No había vida en esos ojos, pero aun así se movieron para 
atacarme, y aun así necesité todo lo que tenía en mí para 
derrotarlos. 
Cuando hubiera preferido morir. 
Sólo que ahora sabía que, incluso en la muerte, los Iriduan 
me controlarían. Ahora sabía exactamente con qué estaban 
jugando esos tontos arrogantes. Habían perdido a sus preciados 
sujetos de prueba, Thrax, Nemon y Nahash, así que habían 
pasado a algo mucho más peligroso. 
Estaban experimentando con un arma biológica de los 
Menops: el hongo sensible que las reinas de los Menops 
utilizaban para diezmar un mundo y luego explotarlo para 
formar sus propias colonias. Hasta donde se sabía, el hongo 
había sido diseñado para responder sólo a las reinas Menops. No 
tenía ni idea de cómo funcionaba para los Iriduan, pero los 
cuerpos de mis tripulantes estaban inequívocamente marcados 
por él, lo que significaba que también estaba infectado. 
Si moría, no sería más que un caldo de cultivo móvil para 
ello. Si vivía, seguiría bajo su control. 
No había esperanza, de cualquier manera. 
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Capítulo 5 
Theresa 
 
La nave que tenían Halian y su "compañero" estaba viva. 
No en el sentido de que una IA se considerara una entidad 
viva, sino que en realidad era una cosa orgánica que de alguna 
manera sobrevivía al vacío del espacio y navegaba como una 
ballena por el océano en el interminable y oscuro vacío. 
Sólo que era escalofriante. 
Los humanos habían ideado todo tipo de formas de vida 
alienígena, y esta nave era del tipo que pertenecía a una película 
de terror, toda viscosa con mucosidad protectora y palpitante 
con venas y membranas brillantes y carne gruesa y carnosa, con 
costillas óseas que sostenían las paredes de los pasillos. 
Era como si Tarin y yo hubiéramos sido tragadas por la 
ballena de Jonas. Sólo esperaba que la jugosa mucosidad que 
segregaban las paredes no contuviera fluidos digestivos. 
Tarin se adaptó a la nave mejor que yo, teniendo una visión 
más fatalista del mismo, pero se asustó mucho más con el extraño 
compañero de Halian. Nunca le habían gustado los bichos, y la 
criatura a la que Halian llamaba "Hunter" era lo más 
espeluznante que las pesadillas de una niña podían crear. 
Me recordaba a esas hormigas de las películas de animación 
para niños, sólo que si hubieran cobrado vida en el mundo real y 
tuvieran un aspecto mucho menos adorable, porque en lugar de 
una cara bonita y humanoide, tenía unas mandíbulas enormes y 
dentadas, y un ojo insectoide bulboso. El otro estaba cubierto 
por un parche pirata, curiosamente. También tenía una 
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hendidura vertical a modo de boca entre esas dos mandíbulas, y 
sus antenas siempre se agitaban cuando Tarin y yo teníamos la 
mala suerte de cruzarnos con él. 
Afortunadamente, nos evitaba lo más posible, ya que no se 
alegraba más de que estuviéramos en su nave que de que 
nosotras estuviéramos allí. Sea cual sea el trato que tenía con 
Halian, no eran el tipo de compañeros que habíamos pensado 
inicialmente cuando Halian había utilizado la palabra para 
describir su relación con Hunter. De hecho, la forma en que 
parecían bailar alrededor del otro nos hizo sospechar que el 
alienígena con aspecto de hormiga confiaba en el Iriduan tanto 
como nosotras. 
Ni siquiera estaba segura de que se gustaran, aunque con un 
rostro como el de Hunter era difícil leer las expresiones. 
Las expresiones de Halian también eran a menudo confusas, 
ya que iban y venían fugazmente, y a pesar de lo humano de su 
rostro, no siempre eran fáciles de descifrar. Sin embargo, si 
Hunter le resultaba desagradable, no vi ninguna señal de ello. 
Sospechaba que había superado cualquier resquemor que 
pudiera tener con el alienígena insectoide, pero nos llevó la 
mayor parte de la primera semana en la nave superar el nuestro. 
Tarin había comentado en numerosas ocasiones que se 
arrepentía de haberse metido en esto con los dos pies. Cuando le 
había dicho a Halian que iría con él para ayudarle a encontrar a 
Tirel, Tarin se había limitado a seguirle la corriente como si 
nunca hubieraconsiderado quedarse en la Tierra con su 
numerosa y bulliciosa familia. 
De hecho, tampoco había considerado a mi familia en 
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aquellas primeras horas de preparación para partir y luego de 
escapar del planeta en una extraña cápsula que nos hizo flotar 
hasta la nave que nos esperaba con un zumbido de alas parecido 
al de un abejorro. 
Estaba tan desesperada por salvar a Tirel que, una vez más, 
me olvidé de despedirme de mi familia y, esta vez, temí no volver 
a casa. 
Estar en la nave con muy poco que hacer una vez realizada 
la "conexión" entre la nave viva y yo nos dio demasiado tiempo 
para pensar en nuestra impulsiva decisión. 
Por supuesto, hubo un breve momento de pánico cuando 
permití que partes de la nave con forma de tentáculo me tocaran 
la cabeza en lo que resultó ser una conexión "indolora". Me 
preocupaba que la nave estuviera leyendo mi mente o algo 
igualmente nefasto, pero Halian me aseguró que no podía leer los 
pensamientos individuales. Estaba leyendo la dirección en la que 
me llevaba mi vínculo. No sabía cómo era posible, y él tampoco, 
aunque parecía mucho más interesado en el funcionamiento de 
la nave que yo. 
Supongo que eso tenía sentido ya que él era un científico. No 
creía que Hunter apreciara el interés de Halian por su nave única, 
pero era otra cosa difícil de decir, ya que ellos nos evitaban todo 
lo posible, y nosotras a ellos. 
— ¿Qué pasará después de que rescatemos a Tirel? — me 
preguntó Tarin mientras nos sentábamos en nuestro "camarote", 
que en realidad no era más que un absceso en la pared orgánica 
de la nave, con dos membranas que hacían las veces de hamacas 
para nuestras camas. 
Yo misma me había pasado todo el viaje preguntándome eso. 
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Halian nos había permitido enviar breves mensajes a nuestras 
familias, alegando que nos íbamos a otra aventura y que 
estaríamos sin contacto durante un tiempo. Sin embargo, creo 
que lo hizo más por sí mismo que por nosotros, ya que sospeché, 
por lo que le dijo a Hunter, que estaban tratando de pasar a 
hurtadillas una línea de naves centinelas que vigilaban la Tierra. 
No querían llamar la atención provocando otra desaparición 
inexplicable en la zona de Phoenix. 
—Mis padres no se lo van a tomar bien, — dije, la tristeza 
me invadió al pensar en su decepción y preocupación. 
Apenas me habían perdonado que me "fuera" la primera vez 
sin avisar. La única ventaja era que ya no trabajaba en nuestro 
restaurante familiar, así que al menos no los dejaba en la 
estacada en ese aspecto, como había ocurrido la primera vez que 
desaparecí. No es que eso les preocupara en ese momento. Mis 
padres me querían y estaban aterrorizados por mi desaparición. 
Odiaba volver a hacerles esto, pero si era posible, volvería con 
ellos. 
Una vez que supiera que Tirel estaba a salvo. Por mucho que 
quisiera a mi familia, Tirel era lo primero en mis pensamientos. 
Lo quisiera o no, él ya había reclamado ese lugar. 
—Sí, mi familia también se volverá loca. — Tarin suspiró y se 
apartó de la pared con un pie para hacer oscilar su hamaca de 
membrana. 
La miré: mi amiga más querida. Más que una hermana para 
mí ahora, y más cercana a mí de lo que nadie había estado nunca. 
—No tenías que venir. — 
Resopló mientras miraba hacia mí. — ¿Y dejar que te 
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diviertas sola? De ninguna manera, hombre. Me apunto a todo. 
— 
A pesar de nuestra situación, no pude evitar que mi sonrisa 
aflorara. —Eres una loca, Tare. Pensaría que, después de lo que 
hemos pasado, te mantendrías lo más lejos posible de este tipo 
de cosas. — 
La sonrisa de Tarin como respuesta arrugó la piel alrededor 
de sus ojos, pero no llegó a tocarlos. — ¿Qué puedo decir? Soy 
una glotona del castigo, pero no puedo decir que me gusten 
mucho nuestros compañeros de viaje. — Se impulsó sobre las 
palmas de las manos en la hamaca que se balanceaba. — ¿Por 
qué nunca nos tocan los bárbaros azules, sexy y adorables? 
Siempre nos tocan los rastreros. — 
La miré de reojo. —Oh, ¿no encuentras a Halian sexy? — 
Su expresión se volvió sobria al instante y negó con la cabeza, 
apartando su mirada de la mía. —No puedo superar lo que es 
para confiar en él. Sé que es superficial, pero no dejo de esperar 
que nos encierre en algún laboratorio y empiece a pincharnos y 
Dios sabe qué más. — 
Sabía exactamente a qué se refería. El tipo podía parecerse 
un Adonis y nunca superaría el hecho de que era un Iriduan. No 
me fiaba de él y Tarin tampoco, y no sabía si jamás podría. 
Tuvimos que confiar en él para salvar a Tirel, y creí que sus 
emociones cuando se trataba de Tirel eran reales. Había 
escuchado la sinceridad en su tono cuando había dicho que Tirel 
era su único amigo. 
Al mismo tiempo, era un alienígena, y un miembro de una 
especie que había demostrado ser bastante malvada. Aunque 
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había tenido razón cuando había señalado lo villanos que eran 
algunos humanos, y había dejado claro que no debíamos ser 
juzgados por sus acciones. 
No me molesté en preguntarle su opinión sobre Hunter. Se le 
notaba en la cara cada vez que lo veía, aunque se esforzaba por 
disimular su expresión de asco y su escalofrío de repulsión. No 
había necesidad de enemistarse más con el tuerto y 
antialienígena que controlaba la nave en la que estábamos. 
¿Quién sabía lo rápido que podríamos ser expulsados de algún 
portal de la nave? Conociendo esta nave, probablemente se vería 
como un esfínter y funcionaría de la misma manera. 
Las decisiones impulsivas a veces tardaban en arrepentirse, 
pero las mías nunca tardaban tanto. Era una pena que siguiera 
tomándolas. 
Sabía en alguna parte profunda y desconocida de mí que nos 
estábamos acercando a Tirel, porque podía sentir una sensación 
de paz creciente, a pesar del peligro que sabía que corría. Era 
como si los últimos cinco años de ansiedad estuvieran llegando a 
su fin, y me sentía más tranquila a cada momento. Incluso 
dormía toda la noche sin salir de mi hamaca para buscarlo, como 
si incluso mi subconsciente supiera que estábamos en camino 
hacia él. 
Esto era algo que necesitaba hacer, y ahora me daba cuenta 
de que había sido una completa tonta al alejarme de él la primera 
vez. Nos había hecho pasar a ambos por un sufrimiento 
innecesario debido a mi propia incapacidad para aceptar una 
conexión tan extraña e inhumana. Había tenido miedo del 
intenso vínculo psíquico que se había formado instantáneamente 
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entre nosotros, porque ya entonces me había dado cuenta de 
que había cambiado fundamentalmente, y que nunca podría 
volver a la vida a la que había pretendido volver una vez que 
estuviera de vuelta en la Tierra. 
Creía que tenía demasiado que perder para aceptar la oferta 
de Tirel de casarse y vivir en Akrellia. Tenía una familia y un 
futuro en la Tierra. Mis padres me habían necesitado. 
Sin embargo, nada de eso hizo la diferencia en cómo me 
sentía. Tampoco había hecho posible que simplemente volviera a 
casa y continuara donde lo había dejado. De hecho, este vínculo 
lo había hecho imposible, y a menos que Tirel accediera a 
trasladarse a la Tierra conmigo y pasar el resto de su vida 
escondiéndose de los hombres de negro o de los alienígenas que 
guardan celosamente nuestro mundo como tiburones que dan 
vueltas, no había forma de que yo pudiera volver a mi vida. 
Eso era mucho para afrontar, así que no lo hice. En su lugar, 
centré mi excepcional capacidad de preocupación en la seguridad 
de Tirel, que era mi principal preocupación de todos modos. Me 
mudaría al culo del universo y viviría en un asteroide si eso 
significaba que conseguíamos rescatar a Tirel y ponerlo a salvo. 
Nada más importaba a la luz del peligro que corría. 
Todo lo demás eran sólo las consecuencias que tendríamos 
que manejar después de asegurarmede que estuviera bien. 
Tarin estaba tan sumida en sus pensamientos como yo 
mientras miraba el techo pulsante de nuestra cabina, que 
vibraba con un eco que era como un latido. 
No quería interrumpir sus cavilaciones, pero cuando me 
ponía realmente nerviosa, necesitaba distraerme, y no había 
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nadie mejor que ella para tranquilizarme. Tenía mucha 
experiencia en ello. 
— ¿Crees que Tirel necesitará atención médica 
inmediatamente? Me gustaría poder sentir en qué condiciones se 
encuentra y cuál es su estado mental. Uno pensaría que este 
vínculo mental al menos me diría si está molesto, preocupado o 
con dolor. — 
Tarin me miró y resopló. —El pobre tiene suerte de que no le 
diga cuando estás preocupada o sería un constante manojo de 
nervios. — 
Hice un gesto de rechazo a sus palabras, sabiendo que eran 
ciertas, pero esta vez, mi preocupación estaba completamente 
justificada. Halian nos había dicho que tenía equipo médico a 
bordo de la nave, pero no estaba segura de que fuera adecuado 
para la fisiología de Tirel, y no había duda de que a los Iriduans 
les gustaba hacer daño a sus sujetos de prueba. Sólo podía pensar 
en la pobre Joanie y en la tortura a la que habían sometido a los 
Akrelians. 
Me aterraba pensar que podrían estar haciendo algo similar 
con Tirel. 
—Terry, es duro como un clavo y está cubierto de escamas y 
espinas. No creo que lo tengan fácil, si es que planean hacerle 
daño. — 
—Mataron a los Akrelians que tenían en la otra instalación, 
— dije, expresando la mayor preocupación que me invadía. 
Tarin no tenía ningún consuelo que ofrecer para eso. Ambas 
sabíamos que era cierto, y por mucho que quisiera hacerme 
sentir mejor al respecto, me respetaba demasiado como para 
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regalarme tópicos vacíos. —Todavía te sientes atraída por él, 
¿verdad? — 
Ni siquiera tuve que aquietar mi mente para responder 
afirmativamente a esa pregunta. Cuanto más cerca estábamos de 
Tirel, más fuerte sentía la conexión. Ya no era algo subconsciente. 
El vínculo tenía la misma fuerza que tenía cuando habíamos 
estado en la Star Dancer, negando tontamente lo que sentía por 
él. 
—Todavía puedes sentirlo, así que todavía está vivo. Sólo 
recuerda eso y mantén la esperanza de que lo alcanzaremos 
antes de que eso cambie. Sabes que es fuerte. Si alguien puede 
sobrevivir a los Iriduans, es él. — 
Quería creerle más que nada, pero no podía dejar de lado mi 
preocupación, así que cambié de tema, dejando que mi 
preocupación viajara por otro camino. —Y tú? ¿Qué quieres hacer 
después de esta misión de rescate? — 
Tarin se encogió de hombros. —Estar de vuelta en la Tierra 
no hizo una maldita cosa para arreglar mi jodida vida, así que no 
creo que volver a casa sea la respuesta. — 
—No voy a volver, Tare. Ya no seré una carga para ti. — 
Saltó de su hamaca y corrió hacia la mía para rodear mis 
hombros con sus brazos, encerrándome en un feroz abrazo. — 
¡Nunca pensé que fueras una carga, Terry! Eres mi hermana, y 
que me aspen si dejo que te vayas a algún planeta alienígena sin 
que yo te cubra las espaldas. — 
—Tienes mucho que dejar atrás. Tu familia....— 
Se apartó para mirarme a los ojos. —Lo sé. Les dolerá que no 
vuelva a casa. Hará daño a mis amigos. Todavía no creo que sea 
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una carga amar a la gente y que la gente te ame. Esta vez, me 
aseguraré de que sepan que estoy a salvo, y encontraré la manera 
de visitarlos. De alguna manera. Después de todo, Halian fue 
capaz de maniobrar esta espeluznante nave más allá de los 
centinelas, así que sabemos que se puede hacer. — 
No obtuvimos mucha respuesta cuando le preguntamos a 
Halian cómo él y Hunter se habían escabullido de toda la 
vigilancia de la Tierra. Se limitó a encogerse de hombros ante 
nuestras preguntas y dijo que eso era algo que sólo Hunter y la 
nave sabían, y Hunter no lo decía. 
Halian sí nos dijo que Tirel y su tripulación fueron 
capturados durante una incursión en un antiguo templo Iriduan, 
donde buscaban el mapa estelar de la Tierra. Los Iriduans, al 
igual que los Ultimen y los Lusians, lo mantuvieron en secreto, 
porque sus reclamaciones opuestas sobre nuestro planeta aún 
no habían sido decididas por el Sindicato. 
Para Halian, la humanidad estaba jodida ganara quien 
ganara, pero había dicho que los humanos podían hacer su 
propia reclamación si conseguían algún tipo de posición en el 
Sindicato. Sólo que no tenía ningún consejo sobre cómo hacerlo, y 
nosotros no estábamos en posición de representar a la Tierra 
ante la organización multiespecie. 
—Bueno, sabemos que esta nave puede llevarnos a la Tierra, 
— dije pensativa. —Tal vez deberías ser un poco más amable con 
Hunter y él te llevaría cuando todo esto esté dicho y hecho. — 
Tarin sonrió y negó con la cabeza. —No creo que mis 
artimañas femeninas vayan a funcionar con el chico hormiga. 
Estaba pensando que tal vez Tirel podría llevarnos después de 
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que cabalguemos a su rescate. — 
Me puse seria de inmediato, recordando que el Star Dancer 
apenas había escapado de la emboscada Iriduan sin Tirel y su 
equipo de tierra. 
No sabía si su liderazgo le permitiría volver a tomar el 
mando de ella después de ser capturado. Para ser honesta, si iba 
a aceptar su oferta de apareamiento permanente, quería que se 
quedara conmigo en el planeta, especialmente si íbamos a vivir 
en Akrellia. No es que conociera a nadie allí. 
Tarin parecía leer mis pensamientos sin que yo tuviera que 
decirlos. Me dio una palmadita en el hombro. —Todo está bien. 
Ya se nos ocurrirá algo. Ya es hora de que alguien corra la voz en 
la Tierra y les diga a nuestros líderes que saquen sus cabezas 
colectivas del culo y defiendan a la humanidad, antes de que el 
Sindicato sancione a otros alienígenas rastreros para que se 
apoderen de nuestro mundo. — 
—Tal vez tú puedas ser la mensajera, Tarin, — dije, 
sonriendo mientras ella levantaba la barbilla y ponía las manos 
en las caderas, adoptando una dramática pose de héroe. 
— ¡Yo salvaré el mundo! — dijo, señalando con una mano en 
la distancia en otra pose heroica. 
Me reí de sus payasadas, pero no me pareció tan mala idea. 
Nuestros gobiernos tenían que darse cuenta de que los humanos 
no estaban solos en el universo, pero estaba dispuesta a apostar 
que estaban demasiado ocupados ocultándose secretos entre 
ellos y a la población en general como para llegar a un consenso 
sobre qué hacer al respecto. Si alguien pudiera explicarles que el 
futuro de la humanidad estaba literalmente en el aire, y que 
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debían ponerse de acuerdo o lo perderíamos todo, quizá esa 
persona podría acabar salvando el mundo. Tarin era bastante 
convincente cuando quería serlo. 
Estaba a punto de recordárselo, cuando sentí un intenso 
tirón en mi interior, una necesidad de estar en algún sitio tan 
grande que me arrastró literalmente fuera de la hamaca y sobre 
mis pies, como si mi cuerpo ya no estuviera bajo mi control 
consciente. 
— ¡Estamos aquí!— Dije mientras mis pies caprichosos me 
llevaban fuera de nuestro camarote y por los pasillos llenos de 
huesos hacia el puente. 
Tarin me seguía de cerca mientras yo echaba a correr, así 
que se chocó contra mi espalda cuando me detuve de repente 
frente a la puerta con forma de esfínter que cerraba el puente. 
— ¡Vaya, Terry! ¿Cuál es la gran idea...? — 
Sus palabras fueron cortadas por su propio grito de horror, 
porque Hunter yacía inmóvil frente a la puerta, con sangre negra 
acumulándose alrededor de la daga decorativa que había sido 
enterrada en su parche del ojo. 
—Esto no es bueno, — dije en estado de shock mientras 
Tarin se desplomaba de rodillas junto al alienígena caído, 
llevando una mano temblorosa hacia la empuñadura de la daga. 
De repente, su cuerpo se sacudió, haciendo que ella