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01 Desquiciado - Onley James

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Nota del staff 
Esta traducción está hecha sin fines de lucro, es un trabajo realizado 
por lectoras a lectorxs con el fin de compartir contenido y que todos 
puedan leer. 
Nosotras no ganamos nada monetariamente, solo la satisfacción de 
compartir. 
Con esto no queremos desprestigiar el arduo trabajo que todos los 
escritores invierten en sus historias. Incentivamos a la compra legal del 
material para apoyar a los autores en fin de retribuir de una forma 
monetaria como agradecimiento de estos las bellas historias que tanto 
amamos. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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Contenido 
 
Sinopsis 
Capítulo uno 
Capítulo dos 
Capítulo tres 
Capítulo cuatro 
Capítulo cinco 
Capítulo seis 
Capítulo siete 
Capítulo ocho 
Capítulo nueve 
Capítulo nueve 
Capítulo diez 
Capítulo once 
Capítulo doce 
Capítulo trece 
Capítulo catorce 
Capítulo quince 
Capítulo dieciséis 
Capítulo diecisiete 
Capítulo dieciocho 
Capítulo diecinueve 
Capítulo veinte 
Capítulo veintiuno 
Capítulo veintidós 
Capítulo veintitrés 
Capítulo veinticuatro 
Capítulo veinticinco 
Capítulo veintiséis 
Epilogo 
Bonus extra 
Notas y agradecimientos 
Sobre el autor 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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Sinopsis 
 
 
Adam Mulvaney lleva una doble vida. De día, es el hijo menor mimado de un 
excéntrico multimillonario. De noche, es un asesino sin arrepentimiento, uno de los 
siete psicópatas criados para corregir los errores de un sistema de justicia que sigue 
fallando. 
 
Noah Holt ha pasado años soñando con vengarse de la muerte de su padre, pero 
cuando se enfrenta a su asesino, descubre una verdad desalentadora de la que no 
puede escapar. Su padre era un monstruo. 
 
Incapaz de ignorar sus propios recuerdos, Noah se embarca en la búsqueda de la 
verdad sobre su infancia con la ayuda de un improbable aliado: la misma persona 
que asesinó a su padre. Desde su encuentro, Adam está obsesionado con Noah, y 
quiere ayudarlo a descubrir las respuestas que busca, por muy oscuras que sean. 
 
Los dos comparten una atracción mutua, pero en el fondo, Noah sabe que Adam no 
es como los demás chicos. Adam no sabe amar. No ha nacido así. Pero se niega a 
dejar ir a Noah, y Noah no está seguro de quererlo. 
 
¿Podrá Adam demostrar a Noah que la pasión, el poder y la protección son tan 
buenos como el amor? 
 
Advertencia: Este libro contiene violencia gráfica, humor muy negro y 
menciones de abusos sexuales a menores en el pasado. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
3 
 
 
Prólogo 
 
Dr. Thomas Mulvaney 
 
Sujeto: Adam 
 
Esta era la parte más difícil: localizar a los chicos. Pero este muchacho… él sería el 
último. Entonces, el grupo estaría completo. El Dr. Thomas Mulvaney tenía una 
pequeña red de científicos que entendían que lo que él intentaba lograr valdría todo 
riesgo. La mujer tras él, la Dra. Arbor, era nueva en el proceso. Era una residente 
en su segundo año que trabajaba directamente bajo las órdenes de David, un buen 
amigo de Thomas. 
 
—¿Edad? —preguntó Thomas. 
 
La joven muchacha sacudió la cabeza titubeante. —Por lo que podemos decir, 
alrededor de los seis. 
 
Él estaba acostumbrado a esa clase de inquietud, porque lo que estaban haciendo 
era ilegal. Algunos dirían que hasta inconcebible. Thomas lo veía como un mal 
necesario. —Te prometo que esto es lo mejor para el chico —La tranquilizó —. Tiene 
que estar con personas como él, individuos que entiendan cómo satisfacer sus 
necesidades particulares. 
 
Ambos miraron a través del vidrio hacia el muchacho sentado en la mesa. Estaba 
calmado en una forma en que ningún niño debería estarlo. Había cierta clase de 
calma en su postura que Thomas solo había visto en francotiradores de la milicia y 
en animales depredadores. 
 
—¿Está medicado? 
 
Una vez más, ella negó con la cabeza. —No. Cuando está solo, es como si 
simplemente se… apagara. Se retrae al interior de su cabeza. Es algo común en los 
niños que han aguantado la misma clase de trauma que él. 
 
Thomas lo había visto con anterioridad. Con demasiada frecuencia. El expediente 
del muchacho decía que lo encontraron cuando la policía respondió a una llamada 
por asesinato-suicidio. Había estado atado al radiador por tanto tiempo que las 
 
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marcas de la cuerda alrededor de su tobillo se habían convertido en un permanente 
anillo cicatrizado. 
 
No era el único niño encontrado en esa casa, cada uno había estaba sucio, 
necesitado y desamparado. Pero los otros dos eran tan jóvenes que tendrían la 
oportunidad de tener una vida normal. En cuanto a este chico, ¿A la edad que 
tenía? Ya un trastorno afectivo se habría apoderado de él. Y sabía por experiencia 
que era algo imposible de revertir. 
 
Thomas estudió la piel pálida y antinatural del chico, los ojos azules de la tonalidad 
de un lobo siberiano, y el cabello color negro tinta. Si lo pusieran en adopción, tenía 
una gran posibilidad de que lo escogieran casi de inmediato. Tenía seis años, pero 
podía pasar por alguien mucho más joven. Las familias siempre querían a los niños 
blancos cuando estaban pequeños, especialmente si eran niños. 
 
Soltó un suspiro. —¿Diagnóstico? 
 
La Dra. Arbor cruzó los brazos sobre el pecho. —¿El oficial? Trastorno negativista 
desafiante1, trastorno de la conducta2, trastorno reactivo del apego3 y trastorno de 
estrés postraumático4. 
 
—¿Y el no oficial? 
 
—Muestra signos en aumento de psicopatía. Miente sin problemas, es 
encantador cuando quiere algo, es divertido y calculador. La forma inapropiada en 
que toca a los adultos indica un abuso prolongado. No ha intentado activamente 
causarse daño o lastimar a alguien más, pero no muestra compasión con el 
sufrimiento ajeno. No es algo sorpresivo dada sus condiciones de vida. 
 
—¿Moja la cama? ¿Provoca incendios o muestra crueldad hacia los 
animales? 
 
 
1 Trastorno que se presenta en los niños y se caracteriza por un comportamiento desafiante y desobediente 
ante las figuras de autoridad. 
2 Es una serie de problemas conductuales y emocionales que se presentan en niños y adolescentes. Los 
problemas pueden involucrar comportamiento desafiante o impulsivo, consumo de drogas o actividad 
delictiva. 
3 Los niños que tienen el trastorno reactivo del apego, también conocido como RAD, por sus siglas en inglés, 
fracasan al formar el vínculo esencial que se desarrolla entre un niño y sus cuidadores primarios. 
4 es un trastorno mental clasificado dentro del grupo de los trastornos relacionados con traumas y factores 
de estrés (DSM V). Se caracteriza por la aparición de síntomas específicos tras la exposición a un 
acontecimiento estresante, extremadamente traumático, que involucra un daño físico o es de naturaleza 
extraordinariamente amenazadora o catastrófica para el individuo. 
 
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—Quizás sea muy pronto para decirlo, pero hasta ahora no. De hecho, está 
bastante cautivado con los niños más pequeños. Los trata casi como si fueran… 
mascotas. Sospechamos que con frecuencia le daban la tarea de mantener a los 
niños más jóvenes con vida. No era algo fácil, considerando el rango de movimiento 
limitado que tenían. 
 
Era perfecto. —Interesante. ¿Tiene un nombre? 
 
—Si lo tiene, no nos lo dice. Nosotros simplemente lo llamamos Adam. —
dijo, sonando cansada hasta los huesos. 
 
Thomas lo entendía. Trabajar como un psiquiatra pediátrico le mostraba a una 
persona lo inhumanos que podían resultar los seres humanos, el nivel de dolor y 
trauma que podían infringir en su población más vulnerable. Le demostraba que la 
mayoría de los desórdenes mentales en los niños eran el resultado directo de las 
personas que se suponía debían amarlos. El conocimiento te comía el almaa 
medida que el tiempo pasaba, y se volvía demasiado difícil de aguantar para 
algunas personas. 
 
Y allí es donde Thomas entraba. No había forma de reparar a estos niños, de 
curarles la psique. En mejor medida, ellos se convertirían en un peso para 
cualquier persona que aceptara tenerlos. Y en el peor de los casos, se volverían una 
plaga para el hogar e incluso para el mismo vecindario. Las mascotas comenzarían 
a desaparecer, los padres comenzarían a colocar múltiples seguros en las puertas, la 
familia entera dormiría en una sola habitación hasta que no pudieran soportarlo 
más e irían a rogarle a la corte que interviniera. Y ellos no lo harían. 
 
Pero Thomas sí lo haría. Los tomaría antes de que se tornaran en una plaga para la 
sociedad. —¿No hay acta de nacimiento? —preguntó. 
 
La doctora desvió la mirada hacia él una vez más. —No. Los padres no parecían ser 
del tipo que hace papelería. Ninguno de los niños en esa casa tenían actas de 
nacimiento. Las pruebas de ADN probaron que todos estaban relacionados 
biológicamente a la madre, así que no era una situación de secuestro. El hombre 
que la mató solo era padre del menor de ellos, y no tenemos forma de determinar 
quién es el padre biológico de este niño. No hay ninguna coincidencia en la base de 
datos de ADN. Ni siquiera familiar. Para lo que el gobierno respecta, él no existe. 
 
—¿Y su expediente? 
 
—Sería muy fácil hacerlo desaparecer. 
 
 
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Estos niños siempre caían a través de las grietas. Eran los olvidados, unos don 
nadies. Fantasmas dentro de un sistema que todavía no los había matado. Las 
familias de acogidas los tomaban y luego los devolvía, los trabajadores sociales 
prometían vigilarlos, pero finalmente se veían abrumados por la infinidad de casos. 
No era la culpa de una persona en particular. El sistema era como una rueda rota, 
ineficiente por defecto. 
 
Y eso siempre trabajaba a favor de Thomas. —Excelente. Quiero conocerlo ahora 
mismo, por favor. 
 
Ella tragó ruidosamente antes de alcanzar la botella de agua y tomar algunos 
sorbos. —¿Qué es lo que hace con ellos? —Finalmente preguntó. 
 
Era justo que ella sintiera curiosidad. En esencia, un doctor de mediana edad 
robando niños en la mitad de la noche parecía cosa de pesadillas. Un villano de 
cuento de hadas. Dado el tipo de personas a los que estos doctores se veían 
forzados a aguantar, estaba bien enfundada su sospecha sobre él. Deberían tener 
sus dudas. Pero él no era el problema, era la solución. —Los moldeo. 
 
Sus cejas se juntaron, y su mirada se tornó tajante detrás de los enormes lentes. —
¿En qué? 
 
En asesinos. Thomas sonrió. —En justo lo que Dios pretendía. 
 
Ella dio un paso hacia atrás, sus manos cayeron a ambos lados. —No me puedo 
imaginar a Dios teniendo algo que ver con lo que le pasó a Adam. 
 
Thomas negó con la cabeza. —¿Alguna vez has oído el dicho “los psicópatas nacen, 
pero los sociópatas se hacen”? Las investigaciones demuestran que es verdad, pero, 
¿Y si no es un defecto de fábrica? ¿Qué pasa si ellos están aquí para hacer lo que 
otros no pueden? 
 
—¿Y eso qué significa? 
 
—Todo lo que necesitas saber es que llevo una casa para chicos iguales a 
Adam. Cuidarán de él, lo cual es mucho más que cualquier cosa que alguien de aquí 
pueda ofrecerle. Tendrá acceso a los mejores cuidados médicos, la educación más 
fina, y yo le mostraré exactamente lo que es capaz de hacer. 
 
—¿Y eso sería? —preguntó la Dra. Arbor, mirándolo como si él fuera un 
sociópata. 
 
 
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Thomas hizo un gesto amplio con la mano. —A usar sus dones para el bien en lugar 
del mal. 
 
La Dra. Arbor soltó un resoplido. —¿Un don? Difícilmente llamaría un “regalo” a 
este nivel de enfermedad. 
 
Él ya estaba sacudiendo la cabeza. —Pero allí es donde está equivocada, Dra. Arbor. 
No puede reparar a un psicópata. No puede arreglar a un sociópata. Pero puede 
guiarlos, perfeccionar su enfoque. Enseñarles a dirigir la rabia contra aquellos que 
realmente lo merezcan. 
 
—¿Lo merezcan? —Ella repitió —. ¿Les está enseñando a ser unos 
monstruos? 
 
—Claro que no. Ellos ya son unos monstruos. Les estoy enseñando a matar a 
aquellos que los convirtieron en lo que son. 
 
Ella se mantuvo en silencio por un rato antes de finalmente preguntar. —¿Y 
funciona? 
 
—Eso es lo que intento averiguar. Estos chicos son mis primeros sujetos de 
prueba. A través del transcurso de sus vidas voy a documentar sus progresos, 
enseñarles a identificar y examinar a sus objetivos. Les enseñaré a ser invencibles. 
 
 Una vez más, la mirada de ella se dirigió hacia Adam quién todavía parpadeaba 
ausente hacia la pared. —¿Cuántos niños tiene? 
 
—¿Incluyendo a Adam? Siete. 
 
Realmente era una muestra muy pequeña, pero con más de siete él no sería capaz 
de darles su atención y tiempo de manera individual. Era importante que ellos 
aprendieran a depender de él y entre ellos. Aunque no tuvieran la capacidad de 
amar, no significaba que no pudieran llegar a confiar el uno en el otro. Ellos iban a 
necesitar esa confianza. Tendrían que aprender a mezclarse en la sociedad en cierta 
medida. 
 
—¿Cómo mantiene un hogar lleno de psicópatas, Dr. Mulvaney? —preguntó 
ella, mirando a través del vidrio hacia la pequeña figura. 
 
—Con mucho cuidado, Dra. Arbor. Con mucho cuidado. 
 
Después de unos momentos, ella caminó hacia la puerta y la abrió, haciéndole un 
gesto a Thomas para que entrara primero. Una vez dentro, los ojos cristalinos de 
 
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Adam observaron sus movimientos, aunque el resto de su cuerpo se mantuvo 
perfectamente quieto. Estaba claro que ponía nerviosa a la Dra. Arbor, pero 
Thomas creía que él era perfecto. Un espécimen perfecto. Su último niño. 
 
Se acuclilló junto al chico y le extendió la mano. —Hola, Adam, mi nombre es 
Thomas Mulvaney y estoy aquí para llevarte a tu nueva casa. 
 
La máscara de indiferencia se rompió, siendo reemplazada por una sonrisa lenta y 
casi siniestra. El chico tomó la mano de Thomas y la sacudió. Podía entender por 
qué ponía nerviosa a la otra médica. Adam no tenía una línea de partida para la 
normalidad, lo único que podía hacer era observar e imitar las cosas que veía. No 
era un niño de seis años. Él era un robot de seis años que en estos momentos se 
encontraba descargando el software que contenía los comportamientos de un niño 
de esa edad. 
 
Adam era un regalo y Thomas ya podía verlo. —¿Nos vamos? 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
9 
 
Uno 
Adam 
 
 
Adam hundió la cabeza más profundamente dentro de la capucha de su sudadera 
roja, su mano estaba enroscada alrededor de la empuñadura del cuchillo enterrado 
en su bolsillo. Era mucho más sencillo mezclarse a mitad de la noche, dando 
vueltas entre sombra y sombra y evitando las luces de un anémico color amarillo en 
las calles oscuras y lúgubres. Pero no por eso, significaba que este vecindario fuera 
seguro. De ninguna forma. 
 
Esta era la parte olvidada de la ciudad. Cada edificio tenía las ventanas con rejas, 
las vías estaban llenas de baches que se convertían en pozos rellenos de aceite cada 
vez que llovía. La presencia de tiendas de armas, prestamistas y abogados 
contrastaba con el rico vecindario de Adam que quedaba al otro lado de la ciudad. 
No es como si estuviera intentando burlarse de los pobres. Ésta era la gente de 
Adam. Él había pasado los primeros seis años de su vida en un tráiler arruinado 
detrás de un mercado pequeño. 
 
Los autos de policía merodeaban las calles, y en algunas oportunidades encendían 
las linternas detrás de las ventanas para ahuyentar y diluir a los grupos de 
personas. Pero ellos nunca notaban a Adam. Para ser sinceros, nadie se fijaba en él. 
Por eso es que era libre para vagar, cazar y matar. Sin embargo, esta noche en 
particular su única tarea pendiente era acostarse temprano. 
 
Era una cosa extraña lo fácil que alguienpodía mezclarse entre los grupos de 
personas solo con fingir que pertenecía entre ellos. Incluso siendo el caso de 
alguien que había pasado mucho tiempo bajo el ojo público. Alguien que era 
famoso en determinados círculos sociales. Supuso que era más fácil pasar 
desapercibido cuando la otra opción era un poco absurda. Y que el hijo menor del 
multimillonario Thomas Mulvaney estuviera caminando a solas en la peor parte de 
la ciudad, a altas horas de la madrugada, parecía un hecho bastante absurdo. 
 
Pero ese tampoco era Adam. La verdad es que Adam no era nadie. Solo una 
mentira cuidadosamente elaborada y planteada con la misión en específico de 
corregir los errores de los demás. Una mentira a la que había ejecutado tan bien 
 
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que algunas veces incluso él mismo se la creía. Pero no era algo real. Nada de eso. Y 
era eso mismo, quizás, lo que hacía que sus paseos fueran la mejor parte de la 
noche. A nadie le importaba una mierda en este lado de la ciudad. No reconocían el 
nombre de Mulvaney o quién imaginaban que era. No les importaba. 
 
Giró por un callejón oscuro hasta la entrada de la cubierta exterior hundida del 
edificio en donde guardaba sus… suministros. No necesitaba luz para orientarse. 
Había estado usando este mismo refugio en particular desde que tenía quince años. 
Solo necesitaba dejar el cuchillo con el resto de su equipo y después se iría. Incluso, 
puede que llegara a casa para la medianoche. 
 
Adam no escuchó el ruido de las zapatillas de deporte pisando el concreto hasta que 
fue demasiado tarde. El sonido del gatillo de un arma de fuego lo siguió 
rápidamente, haciendo eco en el lugar vacío. A pesar de todo, él no aminoró el paso 
hasta que una voz temblorosa gritó: —Detente. 
 
Adam se sintió tentado a ignorar dicha solicitud. El dueño de la voz sonaba joven, 
inseguro… aterrorizado, si era sincero. No era algo extraño que los chicos sin hogar 
intentaran encontrar refugio cuando hacía frío afuera. Quizás se trataba de un 
drogadicto. Un adicto en busca de dinero en efectivo fácil o drogas. Pero la 
posibilidad de recibir un disparo no era de 0, e incluso, los adictos nerviosos a 
veces tiraban a la suerte y le atinaban a una arteria. De ser así, su padre lo 
resucitaría solo para matarlo de nuevo por haberse dejado atrapar en esta parte de 
la ciudad. 
 
Adam redujo lentamente la velocidad hasta detenerse con un suspiro, y finalmente 
se giró hacia su agresor. Definitivamente se trataba de un aficionado. Él se había 
detenido en el único halo de luz del espacio oscurecido, iluminando así sus rasgos 
con suficiente detalle como para que Adam fuera capaz de dibujarlo a raíz de su 
memoria. 
 
Era la antítesis de Adam: pálido y pecoso donde Adam era bronceado, cabello 
castaño claro y desordenado mientras que el de Adam era de un color negro 
azabache, de huesos pequeños y delicados en oposición directa a la musculatura de 
nadador que Adam poseía. Lo más probable es que no fuera mucho más joven que 
Adam. Parecía tener unos veinte pasados. 
 
El muchacho, quienquiera que fuera, nunca antes había empuñado un arma, eso 
estaba claro por su postura y la forma en que su mano temblaba. Pero la forma en 
que su dedo flotaba por sobre el gatillo significaba que Adam tenía que darle el 
mismo trato cuidadoso que le daría a cualquier otro depredador. 
 
—Muy bien, me tienes. ¿Y ahora qué? —preguntó Adam. 
 
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—Bájate la capucha —exigió el chiquillo, moviendo el arma en la mano, 
mientras que hablaba. 
 
Adam arrugó el ceño por la petición tan extraña. —¿Por qué? 
 
El muchacho pareció dudar, como si no hubiese esperado que Adam le discutiera. 
Él pensaba que el arma le daba ventaja sobre Adam. Probablemente pasaría así con 
la mayoría de las personas, pero no con Adam. 
 
Él sacudió el arma. —No hagas preguntas, solo hazlo. 
 
Adam dio un solo paso hacia adelante, observando con interés como el chico 
retrocedía. —No. 
 
Sus ojos se abrieron de par en par, se veía al borde de las lágrimas. —¿No? Te voy a 
disparar en la cara. 
 
Mentiroso. —Hazlo, entonces. 
 
Adam observó el dedo del chico temblar en torno al gatillo. Oh, él quería hacerlo. 
Quería ver muerto a Adam. Interesante. Quizás, todo esto fuera un malentendido. 
No había escasez de criminales en el área. Muchas personas a las que guardarles 
rencor. 
 
—Yo sé quién eres. —dijo el chico, la confianza estableciéndose en su voz. 
 
Adam no pudo evitar soltar una risa. —¿Ah sí? ¿Y quién crees que soy? 
 
El muchacho entrecerró los ojos con una sonrisa de dolor formándose en su rostro. 
Estaba sudando a pesar del frío, pero Adam ahora estaba seguro que no se trataba 
de un adicto a las drogas. Se encontraba aterrorizado, pero sus ojos estaban 
enfocados y su piel impecable. No, el chico no era un drogadicto. 
 
—Adam. Mulvaney. —pronunció cada sílaba como si la mención del nombre 
en voz alta pudiera invocar alguna clase de ira supernatural. 
 
El sonido de su nombre en los labios del chico limpió cualquier rastro de sonrisa en 
el rostro de Adam. Si no tenía que esconder su identidad, entonces también debería 
mostrarle el rostro. Eso quizás le daría al muchacho una impresión de control sobre 
la situación. Se sacó la capucha de la cabeza. —¿Y tú quién eres? 
 
No hubo duda en su voz. —Noah. 
 
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Adam articuló con la boca el nombre del chico. No esperaba una respuesta. Las 
personas que tenían la intención de dejar vivas a sus víctimas por lo general no 
daban sus nombres. Eso no presagiaba nada bueno para el pobre Noah, quién 
parecía que la vida ya lo había arrollado en más de una ocasión. 
 
—Okey. ¿Y qué es lo que quieres, Noah? ¿Dinero en efectivo? ¿Drogas? Solo 
llevo cien dólares encima, pero si tomas mi tarjeta de débito puedes tener mucho 
más. Incluso puedo darte la clave. 
 
El rostro del chico se contrajo por una furia que parecería casi cómica en esa 
inocente carita repleta de pecas. Casi. —Es así de fácil para ti, ¿no? Arrojar dinero 
para cubrirlo. ¿Cómo lo haces? 
 
—¿Hacer qué? Solo intento asegurarme de que todos regresemos a casa esta 
noche. Tengo dinero y tu pareces necesitar ayuda. Nadie te está culpando por hacer 
lo que necesites para sobrevivir. 
 
Eso solo hizo enojar aún más, si es que era posible. —Las personas no ven lo 
quieres realmente, ¿no? Mientes con tanta facilidad. 
 
No estaba equivocado. Y eso, probablemente, fue lo que más inquietó a Adam. 
Quienquiera que fuera Noah, había investigado. Él estaba firmando su maldita 
sentencia de muerte. A Adam no le agradó para nada el dolor agudo y punzante que 
lo invadió al pensar que todo esto iba a terminar mal para este muchacho. 
 
Aun así, era mejor fingir como si no tuviera idea de lo que Noah estaba hablando. 
—No estoy mentando acerca de tener dinero. Te puedo mostrar el saldo de mis 
cuentas bancarias. 
 
—¡No quiero tu maldito dinero! —gritó Noah, sudor y saliva volaron 
mientras que lágrimas de rabia se le deslizaban fuera de los ojos. 
 
Adam dio dos pasos más, lentamente en dirección de Noah. —Entonces, ¿qué es lo 
que quieres, Noah? 
 
Él resopló, sollozó y se pasó el dorso de la mano por encima de la nariz. —Quiero 
ver cómo te desangras en la acera. 
 
Las cejas de Adam se alzaron ante el veneno en la voz del muchacho. —Ni siquiera 
sé quién eres, Noah. ¿Qué pude haberte hecho para que quieras matarme? 
 
 
13 
 
Los ojos de Noah se abrieron de par en par y su boca se deformó. —Realmente no te 
acuerdas de mí, ¿no? 
 
Nope. —¿Debería? 
 
—¿Has matado a tantas personas que no puedes recordar a tus víctimas? 
 
Sí. Muchísimas. Aunque no planeaba compartir ese pensamiento con Noah. 
Además, si Noah hubiese sido una de las víctimas de Adam, no estaría respirando 
en estos momentos. —¿A quién crees que maté? 
 
—A mi padre, Wayne Holt. 
 
Adam cerró los ojos, dejando que su cerebro repasara entre sus numerosas víctimas 
pasadas, tanteando los detallesmientras que encontraba ese nombre. Wayne Holt, 
cincuenta y un años, predador en serie responsable del abuso y asesinato de al 
menos quince niños menores de diez años. De alguna manera, el hombre se las 
había arreglado para evitar ser detectado en el transcurso de tres décadas. La 
policía jamás encontró las pruebas suficientes para encerrarlo. Por fortuna, la gente 
de Adam contaba con los mejores recursos… y una forma de justicia mucho más 
rápida. 
 
Una descarga de reconocimiento lo golpeó en cuanto se dio cuenta que conocía al 
chico, aunque habían pasado años. Wayne Holt había sido uno de los primeros 
asesinatos de Adam, ¿el número tres, quizás? Aproximadamente un par de 
semanas después del cumpleaños número dieciséis de Adam. Este muchacho 
tendría unos diez años para ese momento, según los cálculos rápidos de Adam. Sí, 
encajaba. Definitivamente podría tratarse del chico que había surgido desde las 
sombras durante esa noche, llamando tímidamente a su padre y poniendo fin a la 
diversión de Adam incluso antes de que comenzara. 
 
Thomas había estado furioso con él porque no había buscado testigos dentro de la 
casa, pero él había estado tan emocionado y dispuesto a recordarle a Wayne Holt 
cada una de sus víctimas y el dolor que había dejado a su paso. Si Noah realmente 
era ese chico, había una alta probabilidad que también hubiera sido una de esas 
víctimas. 
 
—Tu padre era un monstruo, Noah. Creo que en el fondo tú lo sabes. 
 
Por segunda vez, el arma se agitó salvajemente. —Jódete. No sabes nada acerca de 
mi padre. 
 
 
14 
 
—Pero sí lo hago. Te lo puedo probar, si eso es lo que necesitas. Pero no creo 
que quieras ver lo que yo he visto. Algunas cosas son imposibles de borrar. 
 
—¡Cállate! Estás tan lleno de mierda. Eres un… asesino serial. Actúas como 
alguna clase de fuckboy aburrido, pero en realidad, tú eres el monstruo. 
 
Adam suspiró, ¿Qué diablos se suponía que debía hacer al respecto? ¿Con él? No 
podía matarlo. Bueno, sí podría. Pero no lo haría, lo sabía en el fondo. No pudo 
hacerlo aquella primera noche en que él lo vio y a ciencia cierta no podía hacerlo 
ahora mismo mientras lloraba a su padre. Claramente, esto era algo en lo que Noah 
había estado pensando por mucho tiempo. Pero, tampoco es como si quisiera morir 
esta noche. 
 
—Tienes tres opciones, Noah: Puedes largarte y hacer como que esto nunca 
sucedió. Puedo hacer una llamada telefónica y mostrarte quién era tu padre en 
verdad y arruinar cada recuerdo feliz que hayas tenido con él —Adam acortó la 
distancia entre ellos, agarró el cañón del arma y lo presionó contra su propia 
frente—. O puedes apretar el gatillo y matarme. Ninguna de esas cosas cambiará la 
verdad: tu padre era un pedófilo y un asesino de niños. 
 
Así de cerca, Adam era capaz de ver los profundos ojos marrones de Noah que 
estaban enrojecidos y mojados por las lágrimas, las pecas que le salpicaban la piel y 
la suciedad que le manchaba las mejillas y la barbilla. Debajo de toda la rabia y el 
hambre, Noah tenía una apariencia bastante única, muy diferente al desfile de 
debutantes mimados a los que se veía obligado a soportar todos los días para 
mantener su tapadera. 
 
—¿Qué vas a escoger, Noah? —preguntó con suavidad —. Realmente espero 
que sea la opción uno. 
 
Los ojos del chico recorrieron frenéticamente el almacén vacío. Vibraba con tanta 
energía que Adam podía sentirlo en el metal que le presionaba la piel. 
 
—Haz la llamada —dijo Noah finalmente, sonando miserable —. Deja el 
teléfono en altavoz —agregó —. Para que pueda escucharte. 
 
Adam suspiró. —Noah… 
 
—Hazlo. —espetó, cortando así la súplica de Adam. 
 
Cuando Noah bajó el arma, Adam sacó la mano del bolsillo de la sudadera, dejando 
el cuchillo en su lugar, para poder deslizarla lentamente en el bolsillo trasero de su 
 
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pantalón. Extrajo el teléfono y marcó el primer nombre dentro de su lista de 
contactos frecuentes. 
 
—¿Qué pasa, queridito? 
 
La voz femenina del otro lado de la línea sonaba sorprendentemente alegre para ser 
las once de la noche. 
 
—Estamos en altavoz. —advirtió. 
 
Calliope no era el tipo de chica a la que pudieras poner en altavoz. El sonido de sus 
uñas tecleando furiosamente sobre el computador, se detuvo de forma abrupta. —
Oh, está bien. ¿Qué pasa? ¿Estás en problemas? Si estás otra vez en problemas, 
Adam… 
 
—Alta. Voz. —le recordó, cortándole el regaño —. Necesito que me hagas un 
favor. ¿Puedes acceder a algo de información? 
 
—¿El hombre de hojalata5 tiene el pene de metal? 
 
Adam arrugó el ceño. —No entiendo qué significa eso. 
 
—Algunas veces odio este trabajo. —murmuró —. ¿Qué necesitas? 
 
—Necesito que me envíes el archivo de evidencias de Wayne Holt. 
 
Hubo una larga pausa del otro lado de la línea. —¿Por qué? Ese caso es de hace diez 
años. 
 
—Sólo hazlo. Pásamelo todo. 
 
—Incluso el… 
 
—Sí, eso también —espetó Adam, antes de tomar una profunda respiración y 
soltarla —. Lo siento, Cali. Ha sido una noche larga. ¿Podrías por favor enviármelo? 
 
—Sí. Claro que sí, cara de muñeco. Dame cinco. 
 
Con eso último colgó, dejando a Adam y al otro chico un poco más cerca ahora que 
no había un cañón de pistola entre ellos. —Deberías irte —le dijo Adam con voz 
suplicante —. No quieres ver las cosas que hemos visto. Te lo prometo, teníamos 
más que suficiente evidencia para condenar a tu padre. 
 
5 El hombre de Hojalata, de “El Mago de Oz”. 
 
16 
 
 
El rostro de Noah se contrajo, casi como si las palabras de Adam fueran un golpe 
físico. —Entonces, ¿por qué no fueron a la policía? 
 
—Tu padre era demasiado bueno cubriendo sus huellas y la policía tiene que 
preocuparse por las órdenes de arresto y cadena de custodia. Mi gente no; sólo 
necesitamos encontrar la verdad para actuar. 
 
—¿Tu gente? ¿Quién eres tú? No eres mucho mayor que yo. Apenas tenías la 
edad para conducir cuando mataste a mi padre. Investigué, ¿qué clase de idiota 
contrataría a un niño para matar a un hombre adulto? 
 
—Nadie me contrató. Esto no es un trabajo. No obtengo beneficios ni una 
pensión contributiva. Por favor, Noah, solo vete. 
 
El teléfono de Adam sonó. Ingresó en su correo electrónico y un archivo cifrado 
parpadeó en la parte de abajo. —Es tu última oportunidad. 
 
Noah le arrebató el teléfono de las manos y apuñaló con un dedo el botón de 
reproducción. Adam se dio la vuelta, no podía volver a ver ese video o la reacción 
del muchacho. Por fortuna, no tenía sonido. Escuchar a Noah ya era bastante malo. 
La forma en que tomó una bocanada de aire, el grito ahogado que se parecía al de 
un animal herido, y finalmente, el vómito que salpicó el suelo cuando Noah 
devolvió el contenido de su estómago. 
 
Adam luchó contra el impulso de consolarlo, ¿qué diablos podría decirle? Hallmark 
no hacía tarjetas que dijeran “Lamento que tu padre fuera un pedazo de mierda”. 
Sin embargo, dada la prevalencia de tantos padres de mierda allí afuera, quizás se 
estaban perdiendo algo de clientela. Se dio la vuelta y gentilmente tomó su teléfono 
de regreso. Se deslizó con facilidad de los dedos del chico. —Él no se merece tus 
lágrimas o tu venganza. Incluso aunque nunca te haya tocado. Tenía que irse. 
Lamento que terminaras lastimado en el proceso. 
 
Noah lo fulminó con la mirada. —Claro, estoy seguro que eso te quitará el sueño en 
las noches. 
 
Adam se quedó mirándolo mientras que el muchacho se giraba y se alejaba con los 
hombros caídos y la cabeza agachada. Le recordaba a Adam a un perro apaleado. 
 
El rostro de Noah fue un compañero constante mientras que Adam caminaba a 
casa, e incluso lo fue en las horas más tarde cuando yacía en su cama. ¿Qué le 
habría pasado después de la muerte de su padre? ¿Lo habían alimentado? ¿Tuvo un 
 
17 
 
techo sobre su cabeza? ¿Estaba solo en algún lugar y a solo dos segundosde 
tragarse una bala? 
 
Adam sabía mejor que nadie que los traumas de la infancia solían volver a 
atormentarte en los momentos menos oportunos y de las formas más 
incongruentes. Y una vez que alguien giraba la llave a la puerta del cerebro donde 
vivían esos recuerdos, era casi imposible reprimirlos de nuevo. 
 
Para cuando salió el sol, Adam no había pegado el ojo en toda la noche. Apretó las 
palmas de las manos contra los ojos hasta que luces titilaron debajo de sus 
párpados. Se suponía que tenía que encontrarse con su padre y Atticus para un 
desayuno en el club. Sabía que tenía que hablarles acerca de Noah. Ellos 
necesitaban saber que alguien tenía conocimiento de quién era Adam realmente. 
Pero no quería decirles. No quería decirle a nadie. Una extraña parte de él quería 
mantener a Noah solo para sí mismo. 
 
Dando trompicones se dirigió hacia la ducha. Dejó que el agua caliente le recorriera 
la espalda y los hombros, mientras que pensaba en esos enormes ojos marrones y 
pecas que salpicaban una pálida piel. Se sentía extrañamente responsable del 
muchacho. Y no sabía porque seguía pensando en él como “chico” o “muchacho”. 
No podían tener mayor diferencia de edad que seis años, pero Adam se sentía como 
si hubiese nacido como un hombre viejo el cual había vivido cien vidas a sus 
veintiocho años. La vida de Noah claramente no había sido fácil, pero había en él 
una vulnerabilidad, una silenciosa desesperación que tiraba de algo enterrado 
profundamente dentro de Adam. Algo que él no sabía que existía en su interior: Su 
conciencia. 
 
¿Noah tendría algún consuelo si supiera, que, de hecho, mantuvo a Adam despierto 
por toda la noche? 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
18 
 
Dos 
Noah 
 
 
Lo estaba observando de nuevo. Era una ocurrencia que pasaba casi todas las 
noches. Al principio, Noah pensó que se estaba volviendo loco, imaginando 
fantasmas entre las sombras. Pero no, era él: Adam Mulvaney. El hombre que mató 
a su padre. Su padre... el depredador de niños. A Noah se le revolvió el estómago al 
pensar en ello, las imágenes de aquel vídeo intentaban sembrar camino de vuelta a 
su cerebro. Pero no las dejó entrar y había encontrado un millón de maneras 
creativas de mantenerlas afuera. 
 
Noah podía sentir sus ojos sobre él incluso ahora. A pesar del palpitante bajo de la 
música dance, el vertiginoso despliegue de rayos de neón que se disparaban a 
través de las paredes oscuras y el mar de cuerpos que se movían en una ola 
sincronizada, Noah podía sentir los ojos de Adam sobre él. No tenía ni idea de lo 
que Adam quería. 
 
Al principio, pensó que tal vez venía por su venganza o tal vez a eliminar un testigo, 
pero Noah le había dado un millón de oportunidades para acabar con su miseria, y 
el cabrón nunca las aprovechó. En cambio, se limitó a observarlo. Tal vez sentía 
algún tipo de emoción enfermiza al ver sufrir a Noah. Pero le había salido el tiro 
por la culata porque Noah estaba demasiado drogado como para sentirse de alguna 
otra manera además de bien. 
 
Salió por la puerta lateral del club al aire fresco de la noche. No se abrigó. La 
felicidad sintética que le recorría le hacía sentir calor por todas partes. El callejón 
olía a basura pudriéndose y orina, pero Noah dio vueltas por el callejón como un 
bailarín de ballet, tropezando cuando oyó que la puerta del callejón se abría y se 
cerraba de golpe tras él. No miró, no le dio reconocimiento al acosador de ninguna 
manera. Simplemente salió del callejón a tropezones y entró al estacionamiento. 
 
Era lo suficientemente temprano como para que otras personas aún se quedaran en 
las esquinas, en los aparcamientos, fuera de la bodega. Pero Noah nunca se había 
sentido tan solo. Él siempre estaba solo, incluso cuando la gente se amontonaba a 
su alrededor. Sin importar lo que intentara, nada llenaba el vacío que había en su 
 
19 
 
interior. Ni las drogas, ni el alcohol, ni las relaciones sin sentido. Su labio se curvó 
ante esto último. 
 
Había dejado a su amiga Bailey y a su novia en el bar para seguir a un extraño al 
azar dentro de los baños, pero el tipo estaba demasiado borracho como para poder 
levantarla. Noah lo había dejado desmayado dentro del cubículo. 
 
No pudo evitar la carcajada que se le escapó, el sonido un poco alarmante en la 
quietud de la noche. Él estaba destinado a estar solo. Deseó que Adam simplemente 
lo hiciera de una vez. Que le disparara en la cabeza, que lo degollara, que lo 
empujara delante de un carro en movimiento. Lo que sea que fuera, no podía ser 
peor que vivir con lo que había visto. 
 
Quizás necesitaba que lo ayudara. Tal vez Adam no quería eliminarlo con una 
multitud alrededor. La idea de la muerte era un bálsamo que calmaba la psique 
deshilachada de Noah. No lo entristecía ni lo asustaba; simplemente le daba una 
sensación de paz, una paz que nunca antes había experimentado. Se echó a reír una 
vez más, parpadeando para evitar las lágrimas. Volvió a repasar sus pasos, saltando 
sobre charcos y grietas en la acera. A dos manzanas. Tres bloques más abajo. El 
chirrido del metal protestó cuando empujó la pesada puerta. 
 
¿Lo habría seguido? ¿Tendría curiosidad? Noah había venido muchas veces al 
edificio después de su primer encuentro, pero nunca encontró nada. Lo que fuera 
que Adam había escondido allí y que lo hacía volver una y otra vez, habría sido 
reubicado después de aquella noche. No es como si Noah lo pudiera culpar. El 
hecho de que no hubiera matado a Adam no significaba que no fuera a entregarlo a 
la policía. Pero no lo había hecho. Después del vídeo, después de haber visto lo que 
su padre había hecho, todo había regresado a su mente de una manera instantánea. 
Todo. Un escalofrío lo recorrió mientras intentaba alejar los pensamientos. ¿Qué 
iba a hacer cuando las drogas dejaran de funcionar? 
 
Una vez dentro del edificio abandonado, se sentó en los escalones de metal que 
conducían al segundo piso, esperando. Ahora que estaba quieto, las drogas por fin 
hacían efecto, haciendo su trabajo. La transpiración se acumuló en su línea del 
cabello y las gotas de sudor se deslizaban por su espalda. El tiempo transcurría, 
rápido y luego lento, luego rápido de nuevo, como si estuviera en una nave espacial, 
atravesando el espacio y tiempo. 
 
Inclinó la cabeza hacia atrás hasta mirar las vigas de metal. Había un agujero en el 
techo que enmarcaba el cielo nocturno, un singular rayo de luz lunar que 
atravesaba la oscuridad. ¿Cómo no se había dado cuenta antes Noah? Sonrió 
mientras las estrellas y la luna se desdibujaban y se agudizaban, y luego bailaban, 
persiguiéndose unas a otras dentro y fuera de la abertura del techo para serpentear 
 
20 
 
alrededor de los soportes. Levantó la mano y las estrellas se derramaron entre sus 
dedos como chispas, las ascuas estallando contra su piel como diminutas gomas 
elásticas. 
 
—¿Noah? 
 
Inhaló bruscamente al oír su nombre en los labios de Adam. Se incorporó de golpe 
y se sentó, agarrándose a la barandilla de metal oxidado para no caer hacia delante. 
Adam brillaba. Su piel brillaba como si fuera un vampiro en una película mala de 
adolescentes, como si su piel estuviera hecha de luz. Su aura palpitaba de un rojo 
intenso que hacía que Noah quisiera tocarlo. Deseó que Adam no hubiera sido tan 
hermoso. Habría sido mejor de esa manera. 
 
Pero lo era. Adam era tan bonito. Su pelo era tan negro que parecía azul a la luz de 
la luna, y sus ojos eran del azul más pálido. Quizás era un vampiro. Ningún 
humano debería verse tan bien. Estrechó la mirada mientras sus ojos se posaban en 
el profundo pliegue de su camiseta. La parte superior de las alas de una polilla o 
mariposa se asomaban en el centro de su pecho, y su cuello estaba adornado con el 
gran tatuaje de una serpiente envuelta y un collar con una bala colgando. 
 
—¿Eres real? —Se escuchó a sí mismo preguntar, y luego resoplóante el 
asombro de su propia voz. ¿Qué demonios le había dado Bailey? Estaba claro que 
era mierda de la buena. 
 
—¿Estás drogado? 
 
Noah bajó la voz a un susurro escénico. —¿Eres un policía? —Su corazón se detuvo 
cuando Adam sonrió, revelando dientes perfectos—. Probablemente carillas. —
murmuró. 
 
—¿Qué? 
 
Noah podría haber dicho nada, pero, en cambio dijo: —Tus dientes. Probablemente 
ni siquiera sean los tuyos. 
 
Noah sabía que lo que decía no tenía ningún sentido, pero no podía evitar decir lo 
que se le venía a la mente. Quería tocarlo, acariciarlo, pasar los dedos por su pelo y 
saborear su piel que aún brillaba como el azúcar. ¿Sabría dulce? 
 
—Son míos —le aseguró Adam—. Pero si te hace sentir mejor, mi padre pagó mucho 
dinero por ellos. Estaban en muy mal estado cuando era pequeño. Mi madre 
biológica no era muy aficionada a los dentistas. O la higiene. O los niños, en 
realidad. 
 
21 
 
 
Noah guardó ese pedacito de información. Adam tenía una madre biológica. ¿Lo 
había sabido Noah? Tal vez. Sabía que Adam había sido adoptado. Todos los hijos 
de Mulvaney lo habían sido. Él era el papá Warbucks de la generación X. 
 
Noah se dejó caer de nuevo sobre sus antebrazos. —¿Estás aquí para matarme? 
 
Adam se acercó, con la cabeza ladeada como un pastor alemán. —No. 
 
La decepción se asentó en el interior de Noah. —¿Me estás siguiendo? 
 
Otro paso. —Sí. 
 
—¿Por qué? 
 
Eso pareció detenerle en sus pasos. —Yo... no lo sé. 
 
Noah suspiró. —Deberías matarme. Sé demasiado. 
 
—Probablemente no deberías decirle eso a alguien que sospechas que es un 
asesino. 
 
—Si le fuera a decir a alguien ya lo habría hecho a este punto—admitió 
Noah—. Si eso es lo que te preocupa. 
 
—No lo es. Yo... no. 
 
—Eso es bueno. —logró Noah antes de que sus ojos se desenfocaran y su 
cabeza se inclinara sobre sus hombros. 
 
Las palmas de Adam de repente rodearon su rostro. —Oye, ¿qué fue lo que te 
metiste? 
 
Noah se encogió de hombros, con los párpados a media asta. —No lo sé. 
 
—¿No lo sabes? —repitió Adam, sus pulgares tirando de la piel justo debajo 
de los ojos de Noah, como si se hubiera tatuado las respuestas bajo la piel de allí. 
 
—Le dije a Bailey que me sorprendiera. Tengo que admitir que estoy 
sorprendido. —confesó Noah, alargando su mano para tocar el rostro de Adam de 
la misma manera que él agarraba la suya—. ¿Qué estamos haciendo? 
 
 
22 
 
Adam resopló. —Estoy tratando de asegurarme de que no mueras de una 
sobredosis de drogas. ¿Qué estás haciendo tú? 
 
Noah extendió sus dedos sobre los pómulos afilados de Adam. —Eres muy bonito. 
¿Te lo han dicho alguna vez? —preguntó Noah, examinándolo en busca de un solo 
defecto, pero sin encontrar ninguno. 
 
Adam resopló. —Sí. 
 
—Oh. —dijo Noah, dejando caer sus manos. Odiaba lo derrotado que sonaba. 
 
Sin embargo, Adam no bajó los brazos, sino que continuó sosteniendo la cara de 
Noah en sus grandes manos. 
 
—Eres realmente... grande. —dijo Noah, dejando que su mirada recorriera 
desde los pies embotados de Adam hasta la parte superior de su cabeza. Bueno, lo 
más que pudo mientras Adam mantenía su cara de rehén. 
 
Adam inclinó la cabeza una vez más. —No, soy de tamaño promedio. Sólamente 
que tú eres un poco pequeño. 
 
Noah resopló. —No donde cuenta. 
 
Eso tampoco era realmente la verdad. Era bastante proporcionado en todos los 
sentidos. No supo por qué lo dijo, pero Adam sonrió y el corazón de Noah tropezó 
en su pecho. ¿Qué le pasaba? 
 
Noah no pudo evitar fijarse en los puntiagudos incisivos de Adam. Apretó un dedo 
contra la afilada punta. —¿Eres secretamente un Cullen? Tienes dientes de 
vampiro. ¿Es por eso que eres tan bonito? 
 
La sonrisa se escapó de los labios de Adam, y cerró la boca, atrapando el dedo de 
Noah entre su mandíbula brevemente, solamente lo suficiente para que Noah 
sintiera la punta puntiaguda presionando contra él. No lo suficientemente fuerte 
como para romper la piel, pero sí para dejar una hendidura. Aun así, la polla de 
Noah prestó atención. 
 
Cuando Adam soltó su dedo, Noah pasó su pulgar por la marca. Adam lo había 
marcado. Como un animal. Adán era un animal. Un depredador. Un asesino. Un 
asesino que seguía sujetando su cara. —¿Qué estás haciendo? —preguntó 
nuevamente. 
 
 
23 
 
—Tienes estrellas en las mejillas. —musitó Adam, una mirada extraña en sus 
ojos, una que hizo que la polla semidura de Noah se engrosara detrás de su 
cremallera. 
 
—La novia de Bailey convirtió mis pecas en estrellas. —dijo, levantando la 
mano una vez más contra su voluntad, esta vez para arrastrar un pulgar a lo largo 
del labio inferior de Adam, jadeando cuando sintió la lengua de Adam contra la 
almohadilla de su dedo—. Tus labios son tan rojos—dijo, con la voz llena de 
asombro—. ¿Te has pintado los labios? 
 
Adam negó con la cabeza. —No. 
 
—¿Por qué me estás siguiendo? —volvió a preguntar Noah. 
 
—Porque no puedo dejar de pensar en ti. —dijo Adam, sonando confuso, 
como si no hubiera querido decirlo. 
 
Los ojos de Noah se abrieron de par en par ante esas palabras. —¿Estoy... eres una 
alucinación? 
 
Adam negó con la cabeza, inclinándose hacia el espacio de Noah. —Soy real. 
 
La cabeza de Noah se inclinó más hacia él, hasta que pudo ver los ojos azul pálidos 
de Adam a la escasa luz de la luna. —Nada de esto se siente real. 
 
Los dedos de Adam trazaron las estrellas en los pómulos de Noah. —¿Se siente eso 
real? 
 
La lengua de Noah salió para lamerse el labio inferior. —Sí. Tus manos son tan 
cálidas. 
 
—Soy de sangre caliente. Siempre lo he sido. —dijo Adam, arrodillándose en 
el escalón justo debajo del que se sentaba Noah, forzando sus piernas a abrirse. 
 
—¿Vas a lastimarme? —preguntó Noah, con voz casi esperanzada. 
 
Adam escudriñó su rostro durante un largo momento. —Probablemente, sí. Pero 
puede que te guste. 
 
Noah se abalanzó hacia delante, chocando sus bocas entre sí. Por un segundo, los 
labios de Adam fueron inquebrantables, pero luego se ablandaron, y la mano en la 
mejilla de Noah se deslizó hasta su barbilla, tirando de ella hacia abajo para poder 
deslizar su lengua dentro. 
 
24 
 
 
Noah no sabía en qué había estado pensando, pero no se arrepentía. Nada de esto 
parecía real, ni los peldaños metálicos que se clavaban en su espalda, ni los muslos 
de Adam separando los suyos, ni el calor de su cuerpo que atrapaba a Noah contra 
la escalera. 
 
Adam controlaba el beso, inclinando la cabeza de Noah como quisiera, explorando 
lentamente su boca como si tuviera todo el tiempo del mundo, como si tuviera 
derecho a tomar lo que quisiera. Tal vez eso debería haber enfadado a Noah, pero lo 
excitaba. Finalmente se permitió enterrar sus manos en las sedosas hebras de 
Adam, gimiendo cuando éste se movió y sus caderas se encontraron. Adam estaba 
tan duro como Noah, tal vez más. Definitivamente más grande. 
 
Noah no creía que nadie lo hubiera besado así antes. Los besos -cuando los había- 
siempre eran un precursor del evento principal, nunca eran el objetivo. Cuanto más 
se besaban, más pensaba Noah que se trataba de un vívido sueño febril. Era 
imposible que estuviera besando en un almacén sucio y abandonado al hombre que 
había matado a su padre. Probablemente estaba inconsciente en el asqueroso baño 
del club nocturno. 
 
—Hueles bien. —gruñó Adam contra sus labios. 
 
—Eso no puede ser cierto. Huelo a sudor. 
 
—Sí, pero debajo de eso... hueles diferente. Algo que es simplemente tú. 
 
—No sé qué significa eso. —susurró Noah antes de volver a besarlo. 
 
Noah se sobresaltó cuando su cuerpo vibró. En su aturdimiento, creyó que lo 
habían electrocutado con un taser. Luego se dio cuenta de que era el teléfono de 
Adam el que estaba zumbando en su bolsillo. Adam lo ignoró, sus manos se 
enroscaron en el cabello de Noah, sujetándolo para poder morderle los labios, la 
barbilla, el lóbulode la oreja. 
 
Una vez más, el teléfono comenzó a vibrar. Adam dejó caer su frente contra la de 
Noah, respirando con dificultad, antes de sentarse y extraer su teléfono. —¿Sí? —
Noah no pudo oír lo que decía la voz al otro lado, pero parecía estar tan irritada 
como la voz de Adam—. Ocupado. Sí, ocupado. ¿Nada que te incumba? —Adam 
resopló—. Estaré allí. Ya dije que estaré allí, Atticus. Carajo. 
 
Atticus Mulvaney. El hermano de Adam. Un doctor. Tanto MD como PhD. Dejó la 
práctica de la medicina para investigar enfermedades raras. Otro niño de oro. 
 
 
25 
 
Cuando Adam colgó, examinó la cara de Noah. —Dame tu teléfono móvil. 
 
Noah frunció el ceño. —¿Qué? 
 
—Tu teléfono móvil. Dámelo. 
 
Noah rebuscó en su bolsillo hasta que sacó el feo teléfono de tapita. Adam lo miró 
con el ceño fruncido como si nunca hubiera visto uno. —¿Qué? Es todo lo que me 
puedo permitir. 
 
Adam no dijo nada después de eso, sólo pulsó algo en el teclado. Cuando el teléfono 
de Adam sonó, desconectó la llamada y lo guardó, luego le devolvió el teléfono. —
Tengo que irme. Voy a pedirte un Uber. Envíame un mensaje cuando llegues a casa. 
 
—¿Qué...? 
 
—No discutas conmigo. Sólo hazlo. —Noah abrió la boca para decirle que se 
fuera a la mierda, pero luego la cerró de golpe. Adam se empujó desde el escalón 
inferior y dio tres pasos antes de dar la vuelta y venir a Noah con el suficiente 
impulso como para desencadenarle el instinto de correr. Antes de que pudiera 
hacer que su cerebro adormecido obedeciera, los labios de Adam estaban sobre los 
suyos nuevamente, besándolo de una manera que hizo que los dedos de sus pies se 
curvaran dentro de sus zapatillas. 
 
Luego se fue y Noah se quedó solo, preguntándose si realmente había alucinado 
todo aquello. ¿Qué carajo estaba pasando? 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
26 
 
Tres 
Adam 
 
 
El labio de Adán se curvó mientras levantaba el cadáver ensangrentado hacia el 
desagüe en medio del suelo. Pensaba que estaba en muy buena forma antes de tener 
que arrastrar a la última víctima de su hermano –un violador de 1,90 metros y medio, 
y ciento treinta y seis kilogramos– desde el auto de dicha víctima hasta el centro del 
matadero abandonado. Mientras que Adam estaba en forma, su hermano… no lo 
estaba. 
 
Atticus era alto y de tez blanca con un cuerpo de gimnasio y cabello pelirrojo. Parecía 
que un mormón y un abogado fiscal hubieran tenido un bebé con una vista de 
mierda. Incluso ahora, mientras intentaba deshacerse de la cagada de su hermano, 
llevaba un par de pantalones seersucker 6y una camisa blanca con botones, aunque 
ambos estaban cubiertos de sangre. 
 
—¿En serio, amigo? El trabajo mojado no es lo mío. ¿Cómo ha podido salir 
esta mierda tan mal? ¿Y qué demonios llevas puesto? —preguntó finalmente Adam 
después de que tuvieran al hombre donde lo querían. 
 
Atticus lo miró con cara de fastidio, usando el dorso de su mano para meterse las 
gafas por la nariz. —Tenía un asunto de trabajo. 
 
—¿Un asunto de trabajo? 
 
—Sí, ¿conoces el trabajo? ¿Esa mierda que haces y te pagan por ella? Oh, 
espera. No, todavía vives con el dinero de papá. 
 
Adam se rió disimuladamente. –Tienes que dejar ir eso. Puede que tengas un título 
médico, pero trabajas en las ciencias. Papá también paga tus facturas. No puedes 
permitirte ese coche de lujo de mamá que conduces jugando al científico loco en el 
centro de investigación. 
 
 
6 Conocido como mil rayas, es un tejido de algodón procedente de la India, consiste en una alternancia de 
líneas azules lisas y de líneas blancas, y su nombre hace referencia a las numerosas líneas que posee. 
 
27 
 
—Jódete. —dijo Atticus, con voz irritada. 
 
Después de un minuto, Adam suspiró. —¿Cuál era tu asunto de trabajo? 
 
Atticus se iluminó un poco. —El centro de investigación me dio una fiesta porque 
conseguí una subvención que financiará nuestro programa para los próximos cinco 
años. 
 
—Felicidades. Pero no te olvides de nuestro verdadero trabajo. 
 
Atticus se erizó. —Este no es nuestro trabajo. 
 
—¿Qué lo considerarías entonces? ¿Un proyecto de pasión? ¿Servicio 
comunitario? —Adam puso su pie en el pecho del muerto, agarrando el mango de la 
hoja, que estaba incrustada en la cabeza del hombre, tirando con todas sus fuerzas—
. ¿Qué mierda es esta cosa? ¿Excalibur? —gruñó Adam, empezando a sudar a través 
de su ahora arruinada camiseta Armani. Le dio a su hermano una mirada de asco—. 
En serio hombre. ¿Cómo la has jodido tanto? 
 
Los ojos de Atticus sobresalían detrás de sus anteojos, su cara contorsionandose. —
Mi maldita pistola se atascó. Tuve que improvisar. —Adam se quedó boquiabierto. 
 
—¿Y tu primer pensamiento fue un hacha? 
 
Atticus resopló, su voz llena de burla cuando dijo: —Es una cuchilla, sinvergüenza. 
Estábamos en su cocina. Era eso o un cuchillo de carnicero, y cuando tienes ciento 
treinta y seis kilos volando hacia ti, tomas una decisión y dejas que se desarrolle. 
 
—Bueno, ahora son las dos de la mañana y estamos atrapados aquí, en el culo 
de baldosas de Satanás, tratando de sacar una cuchilla del cráneo de este hijo de 
puta. 
 
—Siento alejarte de la coca que probablemente estabas esnifando del culo de 
un chico de alquiler. 
 
Adam se burló. —¿Coca? ¿Cuántos años tienes, ochenta? ¿Quién demonios toma 
coca? 
 
—No te has enterado, está volviendo. Se trata de la moda de los noventa y las 
drogas de los ochenta. Los chicos de hoy en día. —dijo August, empujando a través 
de las gruesas láminas de plástico que separaban una habitación de la otra. Le 
recordaron a Adam las cosas que se ven en un lavado de autos automático. 
 
 
28 
 
La cabeza de Adam se giró para mirar a Atticus. ¿Por qué estaba Adam allí si Atticus 
ya había llamado a August? Esta era la razón de ser de August. Amaba la sangre y las 
tripas. Era el limpiador, el ejecutor, el asesino de piedra con sangre fría y con un 
estómago de hierro. Irónico dado que parecía una versión más alta y aterradora de 
Harry Potter, sin las gafas. Era el segundo más viejo y tenía la personalidad menos 
magnética de todos ellos en lo que respecta a Adam. El nerd de la familia con un lado 
oscuro que aterrorizaría al criminal más duro. 
 
August levantó una sierra eléctrica, dando una sonrisa que incluso Adam encontró 
inquietante. —He encontrado esto —dijo, antinaturalmente alegre dado su entorno. 
Apretó el gatillo y la hoja rugió a la vida hasta que lo soltó—. Es inalámbrico. —Su 
boca se torció hacia abajo en una expresión de “imagina eso” que probablemente 
habría hecho gritar a la mayoría de la gente. 
 
Pero así era August. Se había aficionado a matar tan fácilmente como a la mecánica 
cuántica. Tenía una manera de compartimentar que era casi sobrenatural. Adam 
había visto una vez a su hermano torturar a un hombre durante cinco horas, luego 
quitarse los guantes, cambiarse de ropa e ir a dar una charla de tres horas sobre la 
aceleración de partículas en campos magnéticos. 
 
—¿Qué se supone que debemos hacer con eso? —preguntó Adam. 
 
August lo miró como si fuera estúpido. —No tenemos ni idea de cuánto de Atticus 
terminó en nuestro amigo de aquí. Así que vamos a desmembrarlo, blanquearlo, 
empaquetarlo en pequeños trozos y tirarlo al río con algunos bloques de cemento. 
En el momento en que flote a la superficie, todos y cada rastro de evidencia deben 
haber desaparecido. Y entonces no tendremos que decirle a papá que su orgullo y 
alegría se ha jodido. 
 
Atticus dejó caer sus manos enguantadas en sus caderas cubiertas por el delantal. —
Sabes, no es mi culpa que yo sobresaliera en todo mientras crecía. Tal vez si todos se 
hubieran esforzado un poco más, papá podría haber adorado a uno de ustedes en su 
lugar. 
 
Adam puso los ojos en blanco, agachándose junto al cuerpo para empezar a desvestir 
a su recientementefallecido violador en serie. –Oh, sí. Por favor, dinos de nuevo 
cómo es que ser el favorito de papá es tan difícil. –Adam tuvo un placer perverso al 
saber que el hombre que se había forzado sobre otros sin su consentimiento ahora 
estaba siendo desnudado y desmembrado en contra de su voluntad. Lástima que ya 
estuviera muerto. 
 
 
29 
 
—¡Lo fue! —gritó Atticus, indignado—. Siempre esperó que yo fuera perfecto 
y que me asegurara de que ustedes también fueran perfectos, y todos vemos lo bien 
que resultó. 
 
Atticus y August miraron a Adam con su patentada superioridad de hermanos 
mayores. —Oh, jódanse los dos. Lamento no ser un doctor o un profesor cabeza 
hueca. ¿Alguna vez se te ha ocurrido que les hice un favor a todos al no haberme 
aplicado nunca? 
 
Atticus resopló. —¿Cómo es eso? 
 
Adam sonrió. —Lo dejo todo a medias y aún así llego a la cima. Imagina si estuviera 
usando todo mi potencial. Los dejaría a los dos en el polvo. Soy la oveja negra por 
elección. 
 
August resopló, pero Atticus parecía un pez fuera del agua, abriendo y cerrando la 
boca antes de farfullar: —Eres un jodido supermodelo. ¿Qué pretendías hacer 
exactamente, Tyra7? ¿Smizing 1018? —August le dio a Atticus una mirada engreída—
. ¿Qué? A Kendra le gustaba America’s Next Top Model9. Sé algunas cosas. 
 
Adam arrugó su nariz ante la mención de la ex novia de Atticus. Ella era una puta 
pesadilla. Una excavadora de oro total que había descendido sobre la casa de los 
Mulvaney como una plaga, su ejército de zorras haciendo todo lo posible para atrapar 
a los hermanos Mulvaney uno a la vez como si pensaran que podían limpiar el tablero 
en un solo tiro. 
 
Definitivamente estaban ladrando al árbol familiar equivocado. A la mitad de sus 
hermanos les gustaba la polla, a dos de ellos no les importaba el género en absoluto, 
y a August… bueno, Adam estaba bastante seguro de que era un maldito androide. 
No podía imaginar a su hermano metiendo su polla en algo que no requiriera 
baterías. 
 
—Mira, no estoy diciendo que el modelaje requiere la misma cantidad de 
habilidad que la cirugía cerebral o el empalme de genes o lo que sea que hagas 
cuando estás en modo científico loco, pero por lo menos no conseguí un hacha 
atascada en la cabeza de un violador de ciento treinta y seis kilos. 
 
—Es una cuchilla. —dijeron Atticus y August al unísono. 
 
7 Tyra Banks es una supermodelo, actriz y presentadora de televisión. 
8 “Sonríe con tus ojos”, término acuñado por Tyra Banks en el decimotercer ciclo de America’s Next Top 
Model. 
9 Programa de telerrealidad estadounidense con una competencia interactiva en la cual una seria de 
aspirantes a modelo compiten por el título de la próxima supermodelo de América. 
 
30 
 
 
—Lo que sea. ¿Podemos terminar con esto, por favor? Hace mucho calor aquí 
y huele a carne podrida y a mierda. 
 
—Eres un bebé. –murmuró Atticus. 
 
—Eres un bebé. —imitó Adam—. Bien. La próxima vez, llama a Archer. O Asa 
y Avi. Los gemelos asesinos siempre están dispuestos a un poco de cortes y dados. —
le recordó Adam con un gruñido, esforzándose mientras trataba de quitarle la camisa 
al hombre—. ¿Un poco de ayuda aquí? 
 
Atticus suspiró y August dejó caer su nuevo juguete. Juntos, los tres le quitaron la 
ropa al hombre y la metieron en una bolsa para quemar. August sacó la manguera 
con la boquilla rociadora de su hogar en la pared. Al menos todavía tenían la fábrica 
abandonada para usarla en un aprieto. Mientras August regaba el cuerpo moteado 
del hombre, Atticus se fue a la furgoneta y regresó con dos botellas de lejía industrial, 
dándoles máscaras y gafas antes de descorchar los productos químicos. 
 
Era muy estricto con las reglas. 
 
Probablemente era exagerado, pero no podían correr ningún riesgo. Si los atrapaban, 
toda la familia caía. La destrucción mutua asegurada era el pegamento que mantenía 
unido a su jodida y pequeña familia. 
 
—La próxima vez, ¿podemos bañar con ácido a la perra? —preguntó Adam, 
vertiendo lejía sobre el cadáver, con la nariz y los ojos ardiendo a pesar del equipo 
de protección personal adecuado. 
 
—Esos químicos dejan un rastro de papel. Además, ¿recuerdas cuándo Archer 
intentó eso y el barril se derramó? 
 
Adam se estremeció. —Sí, ya se ha dicho lo suficiente. 
 
El resto del trabajo tardó unas tres horas en completarse. Para cuando terminaron, 
estaban todos cubiertos de sangre y fragmentos de hueso. Cargaron las piezas ahora 
limpias en la nevera del coche de August antes de cargar una capa de pescado por 
encima. Se despojaron de sus ropas ensangrentadas y se turnaron para golpearse 
mutuamente con el agua helada de la manguera. Una vez cambiados con ropa limpia, 
volvieron a fregar el lugar con lejía y la manguera y August tiró la sierra eléctrica en 
un cubo de lejía antes de volver a cerrar el lugar. 
 
—¿Sabes qué hacer? —Atticus le preguntó a Adam. 
 
 
31 
 
Adam puso los ojos en blanco. —Sí, sólo he hecho esto unas mil veces. —Sacó su 
teléfono, echó un brazo alrededor de su hermano, y le envió la foto a Calliope. 
 
Adam: Edítalo en algún bar anodino y publícalo en nuestras redes 
sociales. 
 
Su respuesta regresó rápidamente. ¿Es así como pides algo? 
 
Adam: Lo siento. Larga noche. ¿Puedes por favor hacerlo por mí, 
hermosa? 
 
Ella envió dos emoticonos de cara de beso y uno sospechoso, seguido de: Sí, hecho. 
 
Adam estaba a punto de guardar su teléfono cuando vio que tenía otro mensaje. Era 
solo una palabra: Casa. 
 
Noah. Una sacudida de conciencia se disparó a través de Adam. Le había dicho que 
le enviara un mensaje cuando llegara a casa y le había hecho caso. El sonido que 
escapó de su garganta fue casi un gruñido. Había algo acerca de que Noah siguiera 
sus órdenes que iba directo a su pene y despertaba un instinto primario que hacía 
que su mente se hundiera en la alcantarilla pensando en todas las otras cosas que le 
gustaría que Noah le hiciera… y también lo que le gustaría hacerle. 
 
Adam cayó en el asiento delantero del Land Rover de su padre, pero no hizo ningún 
movimiento para arrancar el coche, demasiado ocupado pensando en lo que había 
sucedido entre ellos hacía sólo un par de horas. Noah había sido tan fácil, se había 
fundido en Adam, lo había dejado hacer lo que quería. 
 
Pero Noah también había estado drogado. Tal vez por eso se había rendido tan 
fácilmente, había hecho esos sonidos cada vez que sus bocas se encontraban. ¿Qué 
otros sonidos podría sacar de Noah si tuviera tiempo? Dio vuelta al motor del coche, 
tentado de ponerlo en marcha e ir a buscarlo. 
 
No había sido invitado. Pero su polla se ponía dura sólo pensando en el dulce rostro 
de Noah y en su delgado cuerpo. Había demasiado fuego en un marco tan pequeño. 
Había sido tan feroz el día que se conocieron y tan dispuesto hace unas horas. Había 
querido a Adam, no se podía negar eso. Y no creía que fueran las drogas. Al menos, 
no sólo las drogas. 
 
Esa clase de poder era peligroso para alguien como Adam. Le faltaba el calibre 
necesario para moderar sus deseos con las necesidades de Noah. Si Noah se lo 
permitía, Adam no sabía si podría evitar llevarlo al límite. A Adam le gustaba tener 
el control, estar a cargo, forzar a otros a doblegarse a sus deseos. Era algo que había 
 
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aceptado de sí mismo hace mucho tiempo. Y siempre había alguien dispuesto a jugar 
con él, pero desde esa primera noche con Noah, no había nadie más excepto Noah. 
 
Adam no había podido dejar de pensar en él. No importaba lo que hiciera, Noah 
nunca estaba lejos de su mente. Al principio, Adam pensó que era la culpa. Adam 
había roto el corazón de Noah para salvarse a sí mismo. Le había mostrado quién era 
su padre, las cosas repugnantes que había hecho, probablemente desencadenando 
recuerdos reprimidos que Noah no había estado listo para afrontar. 
 
Pero noera culpa, o, mejor dicho, no era solo culpa. Solo quería estar cerca de él. 
Adam pasó su vida viviendo en la oscuridad y Noah se sentía como la luz. Se sentía 
como el sol en el rostro de Adam. Cada vez que lo veía, algo se deshacía en su interior 
y podía respirar… incluso si Noah no sabía que estaba ahí. 
 
Y ese era el problema. 
 
Adam no entendía los límites. De niño, había roto muchos juguetes tratando que 
hicieran cosas para las que no estaban diseñados. No quería que Noah fuera otro 
juguete roto. Ya estaba tomando píldoras misteriosas y besándose con extraños 
asesinos en edificios abandonados. Cuando se enteró que Adam no estaba allí para 
matarlo, sonó decepcionado. 
 
¿Quizá Noah necesitaba a Adam? Tal vez necesitaba a alguien que cuidara de él, que 
lo vigilara, que le mostrara de lo que era capaz. Adam resopló. No podía ser el ángel 
guardián de Noah… no cuando cada vez que cerraba sus ojos se lo imaginaba de 
rodillas, rogándole a Adam que le hiciera cosas cada vez más sucias. 
 
Puso el coche en marcha, dejando el estacionamiento y saliendo hacia la carretera 
sin un destino real en mente. Debería salir a algún sitio, darse a conocer, para tener 
una coartada. Adam se arrastró hasta una parada con el semáforo en rojo. Se moría 
por girar a la izquierda y dirigirse a The Landing Strip, el club de striptease junto al 
aeropuerto. Ahí fue donde Noah tenía su casa… una caravana Airstream10 oxidada 
aparcada en el estacionamiento del lote. Noah trabajaba allí como lavaplatos. 
 
Un ángel y un demonio estaban discutiendo en el hombro de Adam. El de la izquierda 
le pedía ir con Noah, quien sabía que de hecho estaba en casa. El de la derecha le 
decía que fuese a su departamento en el centro de la ciudad. Tenía que ir a casa. 
Necesitaba dejar solo a Noah. Era vulnerable; pequeño y dulce y tan jodidamente 
maleable. Adam quería ser el que lo hiciera llorar, quien lo hiciera sollozar, gemir y 
suspirar. Tal vez incluso el que lo hiciera gritar. 
 
 
10 Empresa fundada en 1934 en Los Ángeles, se dedica al diseño y la fabricación de caravanas. 
 
33 
 
Cuando le había preguntado a Adam si iba a hacerle daño, Adam no había mentido. 
Si se le daba la oportunidad, le haría daño a Noah. Eso era lo que hacía. Pero Noah 
había juntado sus bocas solo después de que Adam había dicho que sí. ¿Quería que 
Adam le hiciera daño? ¿O de alguna manera había convencido a Noah de que no era 
el malo? Joder, esperaba que Noah no pensara que de alguna manera era una buena 
persona. 
 
Adam era el peor, un tipo malo que hacía cosas malas a gente mala por buenas 
razones. La balanza del bien y del mal nunca se inclinaría en la dirección correcta 
para él. No sólo mataba gente, lo disfrutaba, y eso nunca iba a cambiar. El mundo 
necesitaba personas como él y sus hermanos. Su padre los llamaba un mal necesario. 
 
Necesario o no, Noah merecía algo bueno en su vida, y eso nunca sería Adam. Lo 
menos que podía hacer era mantenerse alejado de él. Pero cuando la luz se tornó 
verde, Adam giró a la izquierda. 
 
Mierda. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
34 
 
Cuatro 
Noah 
 
 
Noah casi había llegado a su remolque cuando una botella de cerveza se estrelló a 
su costado a pocos centímetros de su cabeza, cerveza y restos de vidrio le golpearon 
la piel. Noah se hubiese sorprendido de no ser por las pequeñas píldoras rosa que 
Bailey le había dado. No era la primera vez que le tiraban una botella a la cabeza, ni 
siquiera era la primera de ese mes. La clientela de los clubes baratos de striptease a 
menudo tomaba malas decisiones. 
 
—Hey, pequeña mierda. No huyas de mí. 
 
Gary lo giró a la fuerza y lo empujó contra el remolque, su cabeza se golpeó con 
tanta fuerza como ver esas pequeñas estrellas de los dibujos animados. —Hola, 
Gary, ¿Cómo estás? —preguntó Noah con una risita escapándose de sus labios. 
 
Debían lucir graciosos para los observadores externos. Gary era treinta centímetros 
más alto y cincuenta kilos más pesado, y su mano regordeta alrededor de la 
garganta de Noah podría haberle rodeado el cuello con facilidad si él no estuviera 
presionado contra el revestimiento metálico del remolque. 
 
El estómago de Noah se agitó ante el hedor de sudor, cerveza y mal aliento que 
salía de Gary, quien estaba a una pulgada de su rostro. —¿Tú lo tomaste? 
 
Noah arrugó el ceño, luego parpadeó y se forzó a sí mismo a concentrarse. ¿Qué 
tenían esas píldoras? —¿Tomar qué cosa? 
 
Echó la cabeza hacia atrás cuando Gary le propinó una bofetada en la cara con la 
suficiente fuerza como para hacer que el mundo girara. —Mi mochila, ¿tú la sacaste 
de mi oficina? 
 
Noah podía sentir como sonreía y luego soltaba una risa, no podía detenerse. —Ni 
siquiera trabajé esta noche. Salí con mis amigos. ¿Por qué me habría de robar una 
mochila? —Consiguió tornar su expresión en una seria —. ¿Qué había dentro? ¿Tu 
sentido del humor? 
 
35 
 
 
Por segunda vez, Gary lo abofeteó. 
 
—Si sigues haciendo eso, voy a obligarte a que me pagues la cena. —Noah 
bufó mientras que se lamía los dientes superiores en son de burla. Tropezó cuando 
Gary lo soltó con brusquedad. 
 
—Tu padre era un amigo mío, pero estás poniendo a prueba tu suerte. Si 
descubro que fuiste tú, te enterraré en esta hojalata a la que llamas hogar. ¿Me 
estás escuchando, hijo de puta? 
 
Antes de que Noah fuera capaz de formular una respuesta, Gary se dio la vuelta y se 
dirigió hacia la entrada del club. 
 
Noah se las arregló para entrar en el remolque marca Airstream después de 
empujar la débil cerradura. Dio otra mirada breve a través de la ventana para así 
poder asegurarse de que Gary se había retirado, antes de dirigirse hacia el feo sofá 
de flores que se hallaba en la pequeña sala de estar y levantar el cojín, sacando de 
su escondite una fea mochila de camuflaje. 
 
Gary era un maldito idiota. Noah había robado la mochila la noche anterior 
mientras que él se pasaba el tiempo follándose a sus bailarinas sin darse cuenta de 
que faltaba el objeto en cuestión hasta veinticuatro horas después del suceso. Noah 
sabía exactamente lo que había dentro: un montón de dinero falso en efectivo, un 
revólver Ruger de punta chata, algunos trozos de papel y sus llaves. 
 
Las llaves eran lo que había estado buscando. Ya les había hecho moldes y estos 
mismos había llevado a Kevin de la tienda de llaves para que les hiciera unas 
copias. También fotocopió la licencia de Gary, con la esperanza de que la dirección 
que allí figuraba estuviera actualizada. En algún lugar dentro de la casa de Gary 
estaba la clave para resolver el misterio de Noah. Un escalofrío le sacudió todo el 
cuerpo, como si alguien estuviera caminando sobre su tumba. 
 
Había planeado dejar la mochila en donde la había encontrado, pero Bailey y su 
novia lo habían convencido de que fuera con ellos al club. Beber, bailar y salir de 
fiesta parecía una perspectiva mucho mejor que sentarse dentro de su destartalada 
casa rodante y obsesionarse con su proyecto actual. Tampoco se arrepentía de esa 
decisión. Si no hubiera salido, nunca habría besado a Adam, ni sentido sus manos 
en el rostro, ni él lo hubiese mirado con la misma intensidad abrumadora de la 
primera noche en que se encontraron. 
 
La misma noche en que Noah intentó matarlo. Esa noche que lo había cambiado 
todo. De alguna forma, todo era mucho peor ahora, aunque algunas cosas estaban 
 
36 
 
mejor también. Ya no se sentía culpable por no haber podido salvar a su padre. 
Ahora sabía la verdad sobre lo que le sucedió cuando era un niño, para bien o para 
mal. Mayormente para mal. Definitivamente para mal. Pero bastaba. 
 
Noah hizo a un lado esos pensamientos, no quería darle vueltas esta noche. Quería 
pensar en los labios de Adam sobre los suyos y en la forma en que sus palabras 
habían sonado cuandole dijo que no podía dejar de pensar en él. No parecía algo 
real. Noah no era nada especial, tenía baja estatura, complexión delgada, y en 
definitiva no tenía un six-pack de abdominales marcados. Sus ojos eran marrones y 
era pecoso. 
 
Adam era un jodido modelo de pasarela. O eso es lo que solía ser. Se parecía mucho 
más a una estrella de rock con el cabello negro como la tinta, las uñas pintadas, y 
las pestañas tan negras que pareciera que tuviera ojos delineados. Y esos ojos 
azules, tan pálidos que casi parecían blancos. Él no parecía real. Era como si 
alguien lo hubiese arrastrado al interior de un show de drama adolescente. El chico 
malo. El supermodelo. Y el asesino. 
 
Noah se encaminó hacia la cama que ocupaba la mitad trasera dentro del remolque, 
se desnudó hasta quedar en ropa interior y luego se dejó caer de bruces en el 
colchón mientras que Adam continuaba en su mente. 
 
Suponía que desear follarse al asesino de su padre era estar jodido a un nivel que 
muy probablemente requeriría de años de terapia la cual Noah no podía permitirse. 
Pero Noah era consciente de que había una conexión entre ellos desde la primera 
noche. Lo supo en el instante en que Adam tomó control sobre la situación, Noah 
había sentido como el equilibro de poder cambiaba incluso mientras sostenía un 
arma. Adam pudo haber acabado con él en cualquier instante, y en ese momento, 
ese pensamiento fue tan estimulante como una dosis de heroína. En algunas 
ocasiones deseaba que Adam lo hubiese matado. La muerte parecía una cosa 
pacífica en comparación a la vida caótica de Noah. La muerte era preferible a la 
soledad. Y Noah no podía recordar la última vez en que no se sintió solo… ¿Alguna 
vez se sintió como si le importara a alguien? 
 
Se frotó la cara con la almohada como si eso fuera capaz de limpiar su depresión. 
Prefería pensar en Adam. Adam, con sus grandes y cálidas manos ahuecándole el 
rostro y moviéndolo como quería, como si Noah existiera solo para el placer de 
Adam. ¿Cómo sería complacerlo? Su pene se endureció, en definitiva, queriendo 
conocer también la respuesta. 
 
Incluso esa noche, Adam se había hecho cargo inmediatamente, no porque quisiera 
darse importancia o porque tuviera algún complejo de macho alfa. Simplemente, 
 
37 
 
era que Adam dominaba su espacio con naturalidad. Y, que Dios lo ayudara, a 
Noah le gustaba eso. 
 
O, quizás eran las drogas las que hablaban. Tal vez, el Noah sobrio no encontraría 
nada sexy a Adam diciéndole que lo lastimaría, pero, por esa noche, Noah eligió 
dormirse con una sonrisa en los labios, reviviendo el recuerdo de los besos de 
Adam hasta que finalmente se quedó dormido. 
 
Las cosas que no podía recordar quizás debían estar mejor manteniéndose 
enterradas, pero eso no significaba que él iba a dejarlo pasar. Porque las cosas que 
de hecho sí recordaba… bueno, eran malditamente horripilantes. Mierdas sacadas 
de pesadillas las cuales ningún niño debería de aguantar, y aunque Noah no sabía 
mucho, estaba que no había sido él solo. Y su padre no había actuado a solas 
tampoco. 
… 
 
Noah se despertó con el sonido protestante de las bisagras de la puerta de entrada al 
remolque. Se sentó de un tirón con el corazón latiéndole con fuerza en el pecho 
mientras observaba como una figura grande se acercaba. Gary. Se arrastró hacia la 
esquina del colchón, pero prontamente se quedó sin espacio. Era demasiado tarde 
para buscar un escondite y sólo había una forma de entrar o salir. Golpeó el 
interruptor de la luz con la mano, y aunque la bombilla de cuarenta vatios no 
disminuyó el horror de la situación, sí le dio una sensación cinematográfica, como si 
esto fuera una película de Stanley Kubrick. 
 
Noah no estaba seguro cuál de los dos pareció más sorprendido: si él o Adam. 
Cuando el rostro de Adam apareció a la vista, una descarga de reconocimiento lo 
recorrió. Una parte de él estaba emocionada, mientras que la otra mitad se 
encontraba furiosa por el susto. —¿Acabas de allanar mi casa? 
 
Adam arrugó el ceño, girándose para mirar hacia la puerta como si Noah estuviese 
hablando con alguien más. Cuando volvió a mirarlo, se encogió de hombros. —
Técnicamente solo empujé muy fuerte la puerta y se abrió. 
 
La boca de Noah se abrió ante el tono tan práctico en la voz de Adam. —¿Alguna vez 
has oído del término “tocar la puerta”? 
 
Adam se encaminó hasta la cama de Noah como si fuera un hecho absoluto que 
terminaría allí. —Llamé, de hecho, pero no respondiste. 
 
 
38 
 
Noah puso la almohada sobre su regazo y la abrazó mientras se preguntaba si estaba 
soñando… o alucinando por segunda vez esa noche. —¿Acaso se te ocurrió por un 
momento que yo no quería verte? —preguntó, sonando poco convincente incluso a 
sus propios oídos. 
 
Adam frunció el ceño mientras que se inclinaba dentro del espacio personal de Noah. 
—No, no se me ocurrió. ¿Por qué no querrías verme? 
 
—Um, ¿Porque son como, las cuatro de la mañana? ¿Porque estaba 
durmiendo? ¿Porque realmente no te conozco? —le respondió Noah. 
 
—Me conocías más temprano. Tú eras el que estaba debajo de mí, ¿no? 
 
Noah apretó la almohada con mayor fuerza. —¿Y eso te dio a entender que tenías una 
invitación para entrar a mi casa? 
 
Adam realmente parecía estar considerando la pregunta, como si no tuviera 
seguridad de sus propios motivos. Finalmente, dijo: —Dijiste que habías llegado a 
casa. Toqué la puerta y no respondiste. Pensé que habías tenido una sobredosis. 
Necesitaba ver por mí mismo que aún siguieras con vida. 
 
Noah se frotó la palma de las manos contra los ojos. —Estoy vivo. 
 
Pero Adam no se fue, solo se movió más cerca. —¿Por qué consumirías una droga de 
la cual ni siquiera sabías lo que era? 
 
Noah se encogió de hombros. —¿Y tú que eres? ¿Policía de la moral? Asesinas a 
personas como si fuera un pasatiempo. 
 
—Es más como un servicio comunitario. —dijo Adam con la expresión en 
blanco. 
 
Noah pestañeó antes de sacudir la cabeza. —No puedo entender cuál es tu problema. 
No soy capaz de adivinar si estás burlándote de mí o si simplemente tienes cero ideas 
de lo que es considerado un comportamiento apropiado. 
 
Adam extendió una mano y tomó la de Noah, lo observaba con tal potencia que hizo 
que Noah tragara audiblemente. —Estoy bien entrenado en cómo debo de 
comportarme en una sociedad bien educada. Mi padre se aseguró de eso. Pero… eso 
es con otras personas, no contigo. 
 
Noah intentó retirar su mano. —¿No me merezco algo de educación? 
 
 
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Adam frunció el ceño luciendo cada vez más frustrado. —No, no te mereces la versión 
falsa de mí. Sabes quién soy… lo que soy. No tengo que fingir contigo. 
 
Noah debería de sentirse aterrorizado ante la intensidad de las palabras de Adam, 
por la forma en que lo miraba fijamente como si viera algo… mágico. Quizás, ¿Adam 
estaba drogado? —Sé que asesinaste a mi padre. Sé que has asesinado a otras 
personas. No te conozco. Solo tengo conocimiento de las cosas que has hecho, y eso 
no puede ser quién tú eres. 
 
Adam parecía casi herido por las palabras de Noah, en definitiva, se veía confundido. 
—Pero sí lo es. Me criaron para esto. A todos nos criaron para eso. 
 
Noah reflexionó sobre las palabras de Adam. —¿Fuiste criado para asesinar? 
 
—Nos prepararon para nivelar el juego, para corregir los errores en el sistema 
de justicia. Hay muchas personas malas en el mundo y rara vez la ley toma las 
decisiones correctas. Nosotros hacemos esa tarea, salvamos vidas. Mantenemos a las 
personas a salvo. 
 
Noah debería pedirle a Adam que se fuera. Había visto demasiados documentales de 
asesinos para reconocer a un sociópata al cruzarse con uno, y sabía que cualquier 
persona que lo observara en la forma en que Adam lo hacía, tenía que estar 
completamente loco. Pero Adam no estaba equivocado en sus palabras. Acabar con 
el padre de Noah, sin importar lo doloroso que le hubiese parecido