Logo Studenta

03 Demente - Onley James

¡Este material tiene más páginas!

Vista previa del material en texto

Onley James Demente 
 
Página | 2 
 
 
Onley James Demente 
 
Página | 3 
 
Onley James Demente 
 
Página | 4 
 
Nota del staff 
 
Esta traducción está hecha sin fines de lucro, es un trabajo realizado por lectoras a 
lectorxs con el fin de compartir contenido y que todos puedan leer. 
Nosotras no ganamos nada monetariamente, solo la satisfacción de compartir. 
Con esto no queremos desprestigiar el arduo trabajo que todos los escritores invierten 
en sus historias. Incentivamos a la compra legal del material para apoyar a los autores 
en fin de retribuir de una forma monetaria como agradecimiento de estos las bellas 
historias que tanto amamos. 
Onley James Demente 
 
Página | 5 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Advertencia: Este libro contiene violencia gráfica y un muy oscuro sentido del humor. 
Onley James Demente 
 
Página | 6 
 
Contenido 
 
 
 
Sinopsis 
Prólogo 
Capítulo Uno 
Capítulo Dos 
Capítulo Tres 
Capítulo Cuatro 
Capítulo Cinco 
Capítulo Seis 
Capítulo Siete 
Capítulo Ocho 
Capítulo Nueve 
Capítulo Diez 
Capítulo Once 
Capítulo Doce 
Capítulo Trece 
Capítulo Catorce 
Capítulo Quince 
Capítulo Dieciséis 
Capítulo Diecisiete 
Capítulo Dieciocho 
 
Capítulo Diecinueve 
Capítulo Veinte 
Capítulo Veintiuno 
Capítulo Veintidós 
Capítulo Veintitrés 
Epilogo 
Bonus Epilogo 
Próximo en la serie 
Acerca de Onley James 
 
Onley James Demente 
 
Página | 7 
 
Sinopsis 
 
Atticus Mulvaney es el hijo mayor del excéntrico multimillonario Thomas Mulvaney, un 
papel que se toma muy en serio. Atticus se toma todo en serio. Al igual que sus 
hermanos, Atticus es un psicópata, criado para corregir los errores de un sistema de 
justicia roto. Pero, a diferencia de sus hermanos, no es muy bueno en eso. 
Jericho Navarro no es un psicópata, pero es un asesino despiadado. Como Atticus, 
también tiene una vida secreta. Para la mayoría, es sólo un mecánico. Pero para un 
grupo de inadaptados sociales, es Peter Pan, y les enseña a eliminar a los que se 
aprovechan de los débiles con extremo prejuicio. 
Cuando Atticus y Jericho se encuentran cara a cara por un enemigo común, su 
encuentro accidental termina en una conexión explosiva que ninguno podrá olvidar. 
Pero no tienen nada en común. Atticus es un científico encerrado y Jericho es un 
hombre con una misión, decidido a encontrar y castigar a los responsables de la muerte 
de su hermana. Sin embargo, Jericho no puede mantenerse alejado. Y, a decir verdad, 
Atticus no quiere que lo haga. 
A medida que la misión de Jericho empieza a mezclarse con la vida de Atticus, dos 
familias distintas, pero igualmente brutales tendrán que aprender a luchar juntas para 
acabar con un enemigo común. Pero ninguna cantidad de fuerza bruta puede mostrar a 
Jericho cómo escalar los muros del corazón de un psicópata. ¿Podrá Jericho convencer a 
Atticus de que, a veces, las parejas que matan juntas permanecen juntas? 
 
Demente es un intenso romance con psicópatas, con un HEA y sin 
cliffhangers. Presenta a un maníaco torpe y sexualmente confundido y al 
dominante sin excusas líder de una pandilla que no puede dejar de 
atormentarlo. Como siempre, hay violencia gratuita, humor muy negro, 
más asesinos de los que se pueden contar y suficiente química explosiva 
para arrasar a toda una cuadra. Este es el tercer libro de la serie Males 
Necesarios. Cada libro sigue a una pareja diferente. 
Onley James Demente 
 
Página | 8 
 
Prólogo 
Thomas 
 
Sujeto: Atticus 
 
Thomas sacudió su paraguas y miró hacia la tormenta que se desataba a las afueras del 
orfanato. Se veía casi apocalíptico detrás de él. Rayos persiguiendo a través del cielo, 
truenos sacudiendo el suelo con cada “boom”. Las farolas daban a las gotas de lluvia un 
cierto brillo espeluznante, o tal vez así funcionaba la imaginación de Thomas. Su cabeza 
estaba hecha un desastre esta noche. 
Aquí sería. El comienzo de su plan. Una culminación de todo lo que había planeado 
durante el último año. Si es que el chico funcionaba. Allen parecía seguro de que este 
niño, de que este niño huérfano de ocho años, era el sujeto ideal para el proyecto de 
Thomas. 
Se secó la lluvia de la frente mientras caminaba hacia un guardia de seguridad mayor 
que se hallaba encorvado sobre la recepción. Justo cuando estaba a punto de 
anunciarse, Allen salió arrastrándose por una puerta a la izquierda. 
—Thomas, justo a tiempo. Ven conmigo. 
Allen le dio una palmada en la espalda y lo hizo girarse justo cuando el guardia de 
seguridad pareció notarlos. Allen le dio al hombre un saludo, y este bajó la cabeza, 
volviéndose de nuevo a lo que mantenía su atención sobre el escritorio. 
Allen le regaló una sonrisa tranquilizadora y se pasó una mano entre los cabellos 
oscuros. Tendría poco más de cuarenta años, bastante guapo de una manera distinguida 
con solo algunas canas en las sienes. Tenía la misma edad que hubiese tenido su padre si 
continuara con vida. Había algo de sentido en eso, dado que era uno de los amigos más 
cercanos del padre de Thomas. Y todos estos años después, su amistad todavía lo 
desconcertaba. Su padre había sido una pesadilla humana, había estado podrido hasta la 
médula. 
Allen por otro lado era… sólido. Sin ser demasiado amistoso o congraciador. Ni 
demasiado frío o distante. El hombre era la definición de firme. Cuando la gente decía 
que alguien tenía la cabeza bien puesta sobre los hombros, a menudo hablaban de 
Onley James Demente 
 
Página | 9 
 
alguien como Allen. Respetado, con conexiones e irreprochable, ¿Cómo es que Allen 
había tolerado a su padre por todos esos años? 
No importaba. Thomas estaba agradecido de tener a Allen como aliado, alguien que 
navegaba fácilmente por el sistema, eliminaba la burocracia, facilitaba las transferencias 
y eliminaba las interferencias. 
El edificio era engañosamente pequeño por fuera, pero por dentro había un mar de 
puertas cerradas y pasillos en forma de túneles. Habían pintado las paredes de un 
nauseabundo tono verde menta que con el tiempo se había desvanecido a un verde 
amarillento aún más oscuro. Las baldosas de linóleo empezaban a desprenderse del 
suelo de cemento y las luces parpadeaban como sacadas de una vieja película de terror. 
Cuando llegaron a un cruce de caminos, tomaron el pasillo a la izquierda. 
Thomas soltó una risa nerviosa. 
—Este lugar no tiene fin. 
Allen se rio entre dientes. 
—Eso pareciera. 
Thomas lanzó una mirada en dirección al hombre mayor. 
—¿A dónde vamos? 
—Confía en mí, sólo... sólo confía en mí —dijo Allen, aumentando el ritmo de su 
paso. 
Giraron a la derecha y llegaron a un callejón sin salida donde había cuatro puertas 
cerradas. Allen asintió con la cabeza hacia una mujer vestida con jeans, una sudadera 
holgada y una cola de caballo. 
—¿Ya está dentro? 
Ella asintió. 
—¿Está solo? 
Ella sacudió la cabeza, mirando a Thomas con curiosidad. 
—No señor, está con Frankie. 
—Excelente. 
Condujo a Thomas hasta la primera puerta a la izquierda: era una especie de sala de 
observación. Había un espejo bidireccional que los separaba de dos niños pequeños. 
Uno de ellos tenía una mata de pelo rojizo y unos ojos tan azulesque Thomas pudo 
notarlos desde el otro lado de la habitación; un puñado de pecas le adornaba las 
Onley James Demente 
 
Página | 10 
 
mejillas. Podría tratarse del niño con el aspecto más saludable que hubiese visto nunca. 
Estaba sentado a la mesa con un niño rubio mucho más joven que él, y le estaba 
mostrando algo al otro niño en lo que parecía ser un libro. El niño hizo una mueca como 
si pensara que algo era asqueroso y luego comenzó a reír. El chico pelirrojo lo imitó. 
Él y Allen observaron el juego durante aproximadamente cinco minutos antes de que 
Thomas preguntara:—¿Qué se supone que estoy mirando? 
—Solo espera. 
Thomas se removió inquieto, cruzando los brazos sobre el pecho. Pasaron otro par de 
minutos y luego entró la mujer con cola de caballo, llamando al chiquillo más pequeño 
para que la acompañara. Él se puso de pie y se despidió con la mano, y el niño pelirrojo 
le devolvió el gesto con entusiasmo. Thomas le dio una mirada más perpleja a Allen 
antes de que el hombre señalara de nuevo dentro de la habitación. 
Cuando Thomas volvió la mirada, el niño pelirrojo estaba arrancando metódicamente 
las páginas del libro, tomando las hojas y triturándolas en tiras cada vez más pequeñas, 
con su rostro completamente en blanco. El rápido cambio en su comportamiento resultó 
escalofriante dada la vivacidad con la que había estado actuando hacia solo unos 
momentos. 
Antes de que pudiera preguntar algo más, entró otra mujer. Esta mujer vestía falda y 
blusa, como si estuviera a punto de ir a una función o tal vez a una cita. El niño se volvió 
hacia la mujer, mirándola de arriba abajo con lenta y metódica precisión. Ella le sonrió 
cálidamente. Él también lo hizo. Ella extendió la mano y él la tomó, estrechándola. 
Cuando ella se sentó a su lado, cruzó las piernas a la altura de los tobillos, manteniendo 
las manos en el regazo. El niño hizo lo mismo. Cuando ella se inclinó, él repitió el gesto. 
—Él… la está imitando. 
—Sí. 
—¿Por qué? 
—No estamos del todo seguros. 
—¿Cuál es su historia? —Preguntó Thomas, incapaz de apartar los ojos de la 
forma fluida en que el niño imitaba a la mujer. 
—Allanaron una propiedad en el sur después de escuchar rumores de que se 
trataba de una granja de cultivo. Y lo era. Había de todo, desde marihuana hasta 
amapolas1. Había varias personas viviendo en la propiedad. Ninguno emparentado, 
 
1 De las amapolas se extrae la morfina, componente principal que se procesa para fabricar heroína. La 
heroína es una droga ilegal sumamente adictiva. 
Onley James Demente 
 
Página | 11 
 
todos indigentes. No se sabe todavía quién es quién. Los que pueden hablar con 
coherencia no están cantando y al resto tienen el cerebro estrangulado por inhalar 
pintura y gasolina2. 
—Jesús. 
—Este niño es uno de los trece niños que encontraron, oscilando entre los seis 
meses hasta los ocho años. Él los estaba cuidando a todos. Alimentándolos, vistiéndolos, 
creaba pañales improvisados con sabanas viejas y hacia lo mejor posible para 
mantenerlos limpios considerando que no había tuberías de agua y que el remolque en 
el que estaban los niños tenía un piso que se hundía directamente en la tierra. 
—¿Y nadie sabe de quién es? 
Allen se encogió de hombros. 
—Nadie lo ha reclamado. Todavía no hemos enviado muestras de ADN. Incluso si 
pertenece a uno de esos drogadictos, ellos no verán la luz en años. Los demás niños son 
demasiado jóvenes, fáciles de asignar a un hogar. Pero este. Lo supe apenas lo vi. 
—¿Sabías qué? —Preguntó Thomas, observando al chico del otro lado de la 
ventana. 
—Lo hicieron evaluar por un psiquiatra. Es inteligente, bien hablado, meticuloso, 
es muy particular en cuanto a estas cosas. Muestra un nivel de educación sorprendente 
dadas sus condiciones de vida e incluso habla español con fluidez… aunque eso 
probablemente tenga que ver con los trabajadores migrantes que había en la finca. El 
psiquiatra dio un informe entusiasta nada que ver con un diagnóstico de trastorno 
obsesivo compulsivo. 
—Entonces, ¿Por qué estoy aquí, Allen? 
—Porque engañó a un psiquiatra certificado por el comité, Thomas. Cuando no 
está interactuando con otras personas, está observándolos. Los mira, y como un espejo, 
hace lo que ellos hacen. Se está enseñando a sí mismo a fingir emociones que no tiene. Y 
está aprendiendo muy rápido. 
—Estás diciendo… 
—No tiene sentido del miedo, ni ansiedad, ni culpa. Les roba a los otros niños, 
atesora la comida, el dinero y la ropa. Admite culpa cuando lo atrapan, pero se siente 
 
2 Tanto el olor de la pintura como el de la gasolina son consideradas como drogas inhalantes. Estos 
productos contienen sustancias peligrosas que, cuando se inhalan, tienen propiedades psicoactivas, es 
decir, alteran la mente y generan un estado de euforia. Causan daños graves como daños en el hígado o en 
los riñones, daños sobre la médula ósea, daño cerebral, etc. Más información: 
https://www.drugabuse.gov/es/publicaciones/drugfacts/inhalantes 
Onley James Demente 
 
Página | 12 
 
moralmente justo por sus crímenes. No es violento; al menos eso es lo que hemos 
presenciado. Pero, si cae en manos equivocadas, ¿Te imaginas lo que aprendería? ¿Los 
comportamientos que terminaría reflejando? No te equivoques, este chico es un 
psicópata. 
Los engranajes en la cabeza de Thomas ya estaban girando. 
Allen tenía razón. El chico era perfecto para sus propósitos. Un imitador dotado que 
podría integrarse a la perfección en una sociedad educada, mientras que también carecía 
de la culpa o remordimiento que otras personas pudiesen tener al cometer actos de 
violencia, sin importar lo merecidos que estos fuesen. Nadie sabía cómo entrenar a este 
niño mejor que Thomas. Casi sería un crimen no llevárselo. 
—¿Y nadie más sabe acerca de él? —Preguntó Thomas bruscamente. 
—Nadie aparte de los que hemos estado trabajando con él. Sería bastante fácil 
falsificar en papel una transferencia a otra instalación. Nadie cuestionaría su 
desaparición. 
¿Realmente iba a hacerlo? Este iba a ser el punto sin retorno. Si de verdad iba a llevarse 
a este niño, tendría que poner su dinero donde estaba su boca, de forma literal. Tendría 
que falsificar documentos, sobornar funcionarios, criar a un niño bajo rigurosas pautas 
morales. Y él mismo era apenas más que un chiquillo. 
Aun así, sabía que esto era lo correcto. Tenía que serlo. Si pudiese demostrar que los 
psicópatas no eran una plaga para la sociedad, sino un regalo, una herramienta 
evolutiva que podría aprovecharse para eliminar a los monstruos que recorrían dicha 
sociedad, entonces cambiaría el mundo entero. 
La Dra. Jane Shepherd había demostrado una vez que podía lograrse. Había criado a un 
sociópata, lo había convertido en un miembro productivo de la sociedad. Pero lo hizo 
como una madre y no como una científica. Ningún consejo de revisión aprobaría 
estudiar a niños como ratas de laboratorio, pero la ciencia requería una prueba a través 
de la reproducción. Y eso iba a comenzar con sujetos de estudio como el chico de ahí. 
—¿Tiene nombre? —Preguntó Thomas. 
Allen asintió. 
—Dice que se llama Christian. 
Thomas asintió. 
—Tendremos que cambiar eso. Tendremos que hacerlo desaparecer y reaparecer 
como una persona completamente distinta. Nuevo nombre, nuevo cumpleaños, nuevo 
certificado de nacimiento. 
Onley James Demente 
 
Página | 13 
 
Allen asintió. 
—Hemos estado poniendo esas cosas en orden durante meses,Thomas. Este es el 
primero. Lo sé. 
Thomas tragó audiblemente, sintiendo como si tuviera polvo pegado a la garganta. 
—¿Puedo hablar con él? 
—Por supuesto. 
Allen lo condujo hasta la entrada de la habitación e hizo una seña a la mujer para que 
saliera. 
—Eso será todo, Nancy. Gracias por tu apoyo. 
—No hay problema, Allen. Es un niño tan dulce. Esto seguramente fue más 
divertido que la cena a la que me iba a ver forzada a asistir esta noche. 
Ella se fue con un saludo pequeño y un asentimiento. 
Una vez más, el niño se sentó en silencio tocando algo debajo de sus uñas. 
Thomas se acercó a él lentamente. 
—¿Te importa si me siento contigo? 
El niño lo miró con ojos solemnes de un color azul y negó con la cabeza. Thomas 
prosiguió a sentarse. 
—Soy Thomas. 
—Soy Christian. 
—¿Te gusta estar aquí, Christian? —Preguntó Thomas. 
El niño lo miró a los ojos y dijo:—Es lindo. Soy muy feliz aquí. 
Thomas ladeó la cabeza. 
—¿De verdad lo eres? 
El chico ladeó la suya también, estudiando la expresión de Thomas durante un largo 
momento. 
—¿No? 
—¿Eso es una pregunta? —Indagó Thomas. 
—No estoy seguro de que se supone que debo decir —admitió finalmente 
Christian. 
Onley James Demente 
 
Página | 14 
 
Fascinante. 
—Me imagino que este lugar no es muy divertido. 
El chico se encogió de sus diminutos hombros. 
—Está limpio. Nadie me golpea ni me toca donde se supone que no deben 
hacerlo. Sin embargo, desearía que la gente dejara de tocar mis cosas. 
El estómago de Thomas se revolvió ante el comentario casual. ¿Cuánto habría soportado 
este niño para que hiciera una declaración de ese tipo así de improviso? 
—¿Te tocaban en donde no debían? 
La mirada que el chico le dio envió un escalofrío por la extensión de su espalda. 
—Sólo una vez. 
La malicia en esas dos palabras era la razón por la que chicos como este necesitaban a 
Thomas y a su programa. 
—Estoy buscando adoptar a un niño como tú. 
Las cejas del chico se fruncieron. 
—No se ofenda, señor, pero no parece mucho mayor que yo. 
Thomas sonrió. 
—Soy mayor de lo que parezco —Cuando el niño se encogió de hombros de nuevo, 
Thomas dijo: —Tengo esta casa grande y vieja, y nadie con quien compartirla. Quiero 
llenarla con niños como tú. Habrá reglas. Muchas de ellas. Pero, todo estará muy limpio 
y nadie va a tocarte sin tu permiso. Nunca. No puedo prometer que cuando tengas 
hermanos, ellos no se vayan a meter con tus cosas. Pero tú serás el primero. El mayor. Y 
vas a cuidar de ellos. ¿Cómo suena eso? 
—¿Y qué tengo que hacer? —preguntó con sospecha. 
—Solo cumplir con mis reglas. 
Pareció pensar en ello durante un largo momento, antes de asentir con la cabeza. 
—Sí, supongo que puedo hacer eso. 
—Hay una cosa más. Para que puedas venir conmigo, tendremos que darte un 
nuevo nombre. ¿Eso estará bien? 
—Okey. 
—¿Qué nombre te gustaría? —Preguntó Thomas. 
Onley James Demente 
 
Página | 15 
 
—¿Qué nombre te gustaría? —respondió el chico. 
Thomas podría haber presionado el tema, haber intentado que el niño eligiera un nuevo 
nombre para sí mismo, pero, parecía una colina ridícula en la que morirse, dadas las 
batallas que probablemente llegarían a medida que el niño creciera. 
—¿A mí? Siempre me gustó el nombre Atticus. 
El niño inclinó la cabeza tal como lo había hecho Thomas. 
—¿Atticus? ¿Por qué? 
—Porque Atticus Finch de “Matar un ruiseñor”3 es mi personaje literario favorito. 
—¿Por qué? 
Thomas se rio entre dientes. 
—Porque creía en la responsabilidad personal y en que se debía hacer lo correcto. 
Porque fue valiente ante la oposición. Porque no necesitó perder peso y ponerse violento 
o defenderse de las personas que hablaban mal de él. Dejó que sus acciones hablaran 
por sí mismas. Pero, sobre todo, supongo que es mi personaje favorito porque fue un 
buen padre y mi padre... mi padre nunca lo fue. 
No había sido realmente la intención de Thomas el profundizar tanto su respuesta, pero 
el niño lo miró a los ojos y asintió. 
—Es un buen nombre. Me gusta. Pero, no sé si puedo ser todas esas cosas. 
—No tienes que ser todas esas cosas. Solo tienes que vivir una vida en la que dejes 
un mundo mejor al que encontraste —dijo Thomas. 
—Okey. 
Allen entró en la habitación, mirando de uno al otro. 
—¿Estás listo para irte, Atticus? 
Por supuesto que él había estado escuchando a escondidas. 
El chico asintió, apartándose el pelo de los ojos. 
—Sí —Miró a Thomas—. ¿Cuál es nuestro apellido? 
 
3 Matar un ruiseñor (título original en inglés: To Kill a Mockingbird) es una novela de 1960 de la 
escritora estadounidense Harper Lee. La novela fue ganadora del premio Pulitzer y se convirtió en un 
clásico de la literatura estadounidense después del éxito rotundo que tuvo tras su lanzamiento. Toca 
temas polémicos como la violación y desigualdad racial. También, el padre de la narradora en la novela, 
“Atticus Flinch”, es considerado como un ejemplo moral y de integridad por los lectores. 
Onley James Demente 
 
Página | 16 
 
—Mulvaney. 
—Mulvaney —repitió el niño—. Genial. Nunca había tenido uno de esos antes. 
Thomas puso una mano sobre la cabeza del niño con brevedad, antes de retirarla. Le 
había prometido que no lo tocaría sin su permiso. Se negaba a dañar su confianza antes 
de que si quiera hubiesen abandonado el edificio. 
—Bueno, es tuyo ahora. A partir de este momento eres Atticus Mulvaney, el hijo 
mayor de Thomas Mulvaney y eso es lo único que todos necesitan saber. 
Atticus lo miró a los ojos. 
—Okey. 
Onley James Demente 
 
Página | 17 
 
Capítulo Uno 
Atticus 
 
Atticus maldijo cuando sus botas de montaña de trescientos dólares se hundieron en un 
surco fangoso sobre el suelo. Era lo más parecido a una especie de camino en medio de 
la espesa maleza. 
Hacía horas que había llovido, lo que hacía que la caminata por el bosque fuera mucho 
más peligrosa de lo que se habría imaginado. Se había vestido para la ocasión con una 
camisa negra de mangas largas, sus pantalones tácticos eran impermeables. Incluso el 
pequeño bolso que colgaba sobre su hombro estaba hecho específicamente para salir de 
excursión. Es solo, que no había esperado que fuera todo tan caliente… y sucio. Él 
odiaba ensuciarse. 
Su bota hizo un sonido de succión bastante obsceno mientras la sacaba del lodo con un 
quejido de disgusto. Tendría que encontrar una manera de limpiar eso antes de irse. 
Nunca iba a sacar la porquería de su auto si no lo hacía. El olor a lluvia y vegetación 
podrida iba a quedarse grabado de forma permanente en sus fosas nasales. 
Su objetivo, Trevor Maynard, era un pequeño aspirante a pandillero llorón que había 
pasado desapercibido mientras se aprovechaba de mujeres inmigrantes, quienes 
trabajaban en la tintorería de sus padres. Llevaba las camisas demasiado ajustadas y los 
pantalones demasiado bajos y se creía que al atarse una bandana alrededor de la frente 
lo convertiría automáticamente en alguna especie de matón. 
A Trevor le gustaba abusar de su poder, amenazando el trabajo de sus víctimas para 
atraerlas al bosque en donde nadie las oiría gritar. El por qué el padre de Atticus había 
insistido en matar al tipejo en medio de la nada era una especie de karma, pero 
innecesariamente dramático en opinión de Atticus. 
Los tipos como Trevor luchaban un poco ante el peligro. En todo caso, suplicaría y 
suplicaría, e intentaría utilizar su estatus –que, por cierto, no tenía–, y ofrecería dinero 
como un último recurso. Pero todo terminaría igual, con Atticus4.4 Jackson Pollock fue un pintor estadounidense y considerado el principal artista del expresionismo 
abstracto. El estilo de sus obras consistía en salpicar y dejar chorrear la pintura, por eso Atticus lo usa de 
referencia. 
Onley James Demente 
 
Página | 18 
 
Todo esto podría haberse llevado a cabo más cerca de la ciudad. Aun así, no discutió con 
su padre, solo siguió las órdenes como el buen y obediente hijo mayor que era. Cuanto 
más rápido terminara el trabajo, más rápido podría ir a casa y darse una ducha. Mañana 
tenía que ir temprano a la oficina. Afortunadamente, la luna llena en lo alto cortaba un 
láser de luz, lo que le permitió a Atticus ver alrededor sin demasiados problemas, 
incluso aunque el camino despejado no era para nada un camino. 
Salió de la arboleda y finalmente se encontró fuera de la pequeña cabaña. ¿Por qué es 
que estos fenómenos siempre se quedaban en estas espeluznantes cabañas en medio del 
bosque? Atticus pensaba que torturar a personas, dentro de la ciudad era igual de 
efectivo. La gente tenía muy pocos problemas para ignorar la angustia de los 
desconocidos. Cosa triste, pero útil en su particular línea de trabajo. 
Un grito ensordecedor atravesó el silencio, enviando una descarga de adrenalina a 
través del cuerpo de Atticus y llevándolo a moverse sin detenerse a pensarlo. Sacó su 
arma, asegurándose de que tuviera el seguro y se hallara cargada con el silenciador en su 
lugar, mientras avanzaba hacia la endeble puerta que daba a la cabina. ¿Cómo es que no 
se le había ocurrido que el hombre pudiese no estar solo? 
Fueron necesarias dos fuertes patadas antes de que la puerta se desprendiera de las 
bisagras, sorprendiendo a los dos ocupantes. Su víctima estaba atada a una sólida silla 
de madera en el centro de la habitación, sangrando por varias heridas que supuraban, le 
faltaban no menos de tres dedos y el lóbulo de una de las orejas. No había ninguna 
mujer en la habitación, el grito había provenido de Trevor. 
A su lado, un hombre de veintitantos años sostenía una hoja dentada de aspecto 
perverso. Llevaba vaqueros azules descoloridos y una camiseta negra con cuello en V, 
que revelaba un tatuaje intrincado en todo el brazo izquierdo. Atticus se vio sin poder 
moverse mientras observaba fijamente al espeso cabello negro, los ojos marrones y los 
rasgos vagamente asiáticos. El extraño parecía irritado y sorprendido en partes iguales, 
pero estaba más que claro que estaba sopesando sus opciones. 
—Escuché gritos —Atticus se escuchó decir, sin sonar convincente. 
El hombre parpadeó confundido mientras continuaba sosteniendo el cuchillo. 
—Eso hacen cuando los pinchas con esto. 
Atticus lo miró enojado. 
—Sí, ya conecté los puntos, muchas gracias. 
Al darse cuenta de que había traído un cuchillo a un tiroteo, el extraño dejó caer las 
mano a los costados. 
Onley James Demente 
 
Página | 19 
 
—Escucha, hombre. Este tipo es realmente malo. Sé que puede parecer un nerd 
inofensivo… 
—Wow —murmuró Trevor. 
—… Pero realmente es un gran pedazo de mierda. ¿Por qué no te das la vuelta y te 
vas? Ya sabes, sin daño sin falta. 
—¿Cómo sabes que no soy un policía? —Preguntó Atticus. 
El extraño bufó. 
—Sí, no eres un policía. Esa pistola no pertenece a un policía. Demonios, ningún 
policía podría permitirse un arma como esa. 
Atticus no estaba seguro de por qué la evaluación engreída de este tipo lo estaba 
molestando, pero lo hacía, al igual que la mirada penetrante del individuo lo hacía sentir 
como si estuviera desnudo frente a él. Pero, ¿Qué diablos estaba pasando? 
No importaba. Si la cagaba esta vez, no iban a dejarlo en paz. Adam todavía no había 
superado el incidente con el cuchillo de carnicero, y eso había pasado hacia un año. 
Atticus se pellizcó el puente de la nariz con los dedos enguantados. 
—Desafortunadamente, no puedo hacer eso. Está en mi lista. Tengo que matarlo. 
Tengo… gente a la que responder. 
Una vez más esa mirada lo recorrió, esta vez mucho más caliente. 
—Sí, bueno, tú tampoco pareces un profesional. 
Atticus se erizó. 
—Bueno, te aseguro que no soy ningún aficionado. 
Trevor soltó una risita, luego gritó cuando el hombre lo golpeó con el cuchillo y la hoja 
se hundió apenas a media pulgada justo por encima de su pezón. 
—¿Qué carajo, hombre? 
—Profesional o no, esta muerte me pertenece. Te lo prometo, nunca verá la luz 
del día. Así que puedes irte. 
—Sí claro, no puedo hacer eso. Necesito verlo muerto. Y a ti no te conozco, así que 
tus promesas no significan mucho, ¿Sabes?, sin ofender —dijo Atticus, asegurándose de 
que su tono implicara una ofensa total. 
—Esto es una mierda —se quejó Trevor. 
—Cierra la boca, Trevor —espetó el hombre. 
Onley James Demente 
 
Página | 20 
 
—Oye, vete al diablo, Jet Li5 —respondió Trevor, aparentemente dándose cuenta 
del error de sus palabras cuando el extrañó le devolvió la mirada. 
—Jet Li es chino, maldito racista. ¿Te parezco chino, hombre? 
Atticus luchó contra el impulso de sonreír ante la pregunta cargada de sentido. 
—¿Cómo diablos se supone que sepa eso? —Trevor gimió—. Todos ustedes se… 
—Jesús, por favor no digas que todos los asiáticos se parecen —rogó Atticus—. 
Muere con un poco de dignidad, maldición. 
El desconocido le dio a Atticus otra mirada evaluativa, cosa que lo dejó sintiéndose 
acalorado. Se preguntó si su rostro se estaba poniendo rojo brillante, ese era uno de los 
muchos inconvenientes de ser un pelirrojo de piel clara. Después de un momento, el 
extraño golpeó la parte plana de la hojilla del cuchillo contra el espacio entre los ojos de 
Trevor. 
—Vamos a jugar un juego. 
—No, gracias, imbécil —dijo Trevor, los párpados revoloteando como si estuviera 
verdaderamente sucumbiendo ante la evidente pérdida de sangre. 
El desconocido se paseó alrededor de la silla de Trevor. 
—Oh, vamos. Si puedes adivinar de dónde soy, te dejaré vivir. 
Trevor bufó. 
—¿Y entonces qué? ¿Este otro tipo me dispara? Todavía soy un tipo muerto, 
hombre. 
Atticus evaluó al individuo. 
—Qué demonios. Si puedes adivinar de dónde es, te dejaré salir de aquí con vida. 
La mirada de Trevor voló entre los dos. 
—¿De verdad? 
Atticus se encogió de hombros. 
—Claro. Por qué no. 
—Mira, no tienes nada que perder y tu vida la cual ganar —dijo el extraño. 
 
5 Jet Li es un artista marcial, actor internacional y productor chino. Hizo el papel del emperador en la 
película de Mulán del 2020. 
Onley James Demente 
 
Página | 21 
 
Atticus saltó sobre la resistente mesa de madera, rebuscó en su bolso hasta que encontró 
lo que estaba buscando, e hizo un sonido de satisfacción mientras sacaba una barra de 
granola del bolsillo. Abrió el envoltorio, repentinamente hambriento y tomó un bocado, 
masticándolo lentamente mientras que los otros dos lo observaban. 
—¿Qué? Fue un largo camino desde la carretera. 
Trevor perdió rápidamente el interés en Atticus. 
—¿Cuántas oportunidades tengo? 
El hombre arrojó el cuchillo al aire, luego tomó la hoja entre dos dedos dando 
consideración a la pregunta. 
—Tres. 
—Oh, vamos. Hay como mil ciudades asiáticas. 
—Asia es un continente, imbécil. Solo necesitas adivinar el país. 
—Sabes a lo que me refiero, Asia tiene un montón de países —se quejó Trevor. 
—Solamente cuarenta y ocho —ofreció Atticus dando un bocado sobre la 
mantequilla de maní y el chocolate negro, ganándose una sonrisa de satisfacción de 
parte del extraño. 
—Hey, sabes que no soy chino, ¿Verdad? Entonces, ahora solo tienes que adivinarde cuarenta y siete países. Vamos, Trevor. Pon a trabajar ese gran cerebro racista que 
tienes. 
—Mierda. Bueno. Uhm, ¿Coreano? 
El extraño imitó el sonido de un timbre. 
—Strike uno. 
Hubo otro grito cuando Trevor perdió un dedo por su equivocación. 
Atticus balanceó los pies y miró su barra de granola. No era su marca habitual. Prefería 
las que su ama de llaves compraba de Whole Foods, pero se habían acabado así que ella 
las había sustituido por una opción diferente y menos costosa. Esas eran muy 
superiores. 
El olor a orina y sangre era empalagoso, compitiendo en las fosas nasales de Atticus con 
la tierra fétida y la vegetación de hacía unos momentos. 
Ahora, Trevor estaba gimiendo y llorando. 
Onley James Demente 
 
Página | 22 
 
—Maldición… Maldición. ¡No dijiste que había una penalización por respuestas 
incorrectas! 
—Pusiste a Jenny Tran en el hospital durante seis semanas debido a sus heridas, 
luego hiciste que la deportaran. Tienes suerte de que haya empezado con tus malditos 
dedos. Ahora adivina o muere. 
Trevor gimió, su cabeza arrullada sobre sus hombros. 
—¿Japonés? —dijo débilmente. 
El hermoso rostro del extraño se contrajo en uno de falso remordimiento. 
—Me temo que no, Trevor. 
Trevor gritó como una chica en topless dentro de una película de terror de los setenta, 
en cuanto perdió otro dedo debido a su estupidez. Su mirada frenética encontró con la 
de Atticus. 
—Lo digo en serio. Tengo dinero. Mucho dinero. Dispárale en la cabeza y te daré 
cincuenta de los grandes. Ayúdame aquí, hombre. Mis padres te estarán muy 
agradecidos. 
Atticus resopló y se subió la manga de la camisa. 
—¿Ves este reloj? Es un Patek Philippe6. Vale cien mil dólares y es mi reloj casual 
de respaldo. Así que, oferta rechazada. 
El extraño se encogió de hombros. 
—Supongo que solo seremos tú y yo, Trevor. Última oportunidad. ¿Qué piensas? 
¿Te sientes con suerte? 
Trevor soltó un gemido. 
—Esto no es justo... 
—No, lo que no es justo es violar y abusar de mujeres impotentes que solo 
estaban tratando de ganarse la vida. Lo que no es justo es utilizar el miedo y la 
intimidación para ocultar tus delitos. Lo que no es justo es obligar a las chicas a tener 
abortos no deseados para esconder tus fetiches enfermizos. Eso no es justo. Esto... esto 
solo es el jodido karma. ¿Vas a tomar tu última oportunidad o no? 
Una respiración pesada llenó la habitación, los ojos de él se movían rápidamente como 
si la respuesta pudiera aparecer mágicamente sobre la pared. 
 
6 Empresa suiza de relojes de lujo. Su reloj más barato oscila entre los 19.000 euros. 
Onley James Demente 
 
Página | 23 
 
—Tik Tok —bromeó el extraño. 
—Uh… ¿Tailandia? ¿Filipinas? ¿Madagascar? —Espetó Trevor. 
—Madagascar queda en África, idiota —dijo Atticus, dándole otro bocado de su 
barra de granola. 
El hombre se dejó caer sobre las rodillas de Trevor, lo que hizo que el rostro del hombre 
se contorsionara por el terror. 
—Respuesta incorrecta. 
Atticus no vio hundirse la hoja del cuchillo, pero vio la forma en que los ojos de Trevor 
se abrieron de par en par y escuchó el ruido húmedo de su último aliento mientras la 
sangre brotaba de sus labios. Observó cómo el extraño se ponía de pie y usaba el hombro 
de Trevor para limpiar el desorden encima de la cuchilla, mientras que el color rojo 
florecía a lo largo del pecho del hombre muerto. 
—¿Qué vas a hacer con él? —Atticus finalmente preguntó, arrugando el envoltorio 
y guardándola cuidadosamente en el interior de su bolso. 
El extraño se encogió de hombros. 
—Dejarlo aquí con las puertas abiertas y que los animales lo limpien por mí. 
Atticus asintió. No era lo que él hubiese hecho, pero no había sido su cacería, así que 
técnicamente no era problema suyo. No es que estuviera pensando en contarle a nadie 
más que a su padre lo que había ocurrido. 
—Entonces, solo por curiosidad, ¿Cuál era la respuesta correcta? ¿De dónde eres? 
El extraño sonrió, revelando unos dientes perfectos y una sonrisa que golpeó 
directamente la polla de Atticus. 
—¿Yo? De San diego. 
Atticus resopló. 
—Sí que estaba lejos. 
El hombre flotó más cerca hasta que solo quedaban unos pocos centímetros entre ellos. 
—La verdad es que no. Soy mitad chino. También soy mitad mexicano. Pero no 
iba a darle la satisfacción a ese imbécil racista. Además, agregó algo de picante, ¿No lo 
crees? 
—Estuvo divertido. Como matar con mis hermanos —En el momento en que las 
palabras salieron, Atticus cerró los ojos, sintiéndose irritado consigo mismo. 
Onley James Demente 
 
Página | 24 
 
—¿Cómo tus hermanos literales o estás en alguna clase de pandilla de pelirrojos 
fornidos que aparecen a la luz de la luna como vendedores de seguros? 
Atticus no sabía si se suponía que tenía que sentirse halagado u ofendido. Las palabras 
eran burlonas, pero su tono era casi lascivo. 
—¿Estás... estás coqueteando conmigo? 
El extraño se encogió de hombros, acortando la distancia entre ellos. 
—Quiero decir, ¿Con qué frecuencia conoces a alguien a quien no tienes que 
mentirle sobre lo que haces? 
—No soy gay —dijo Atticus, sonando inseguro incluso para sí mismo. 
El extraño sonrió y el estómago de Atticus dio un vuelco. 
—Sí, pero tampoco eres heterosexual, ¿Verdad? 
—Soy un psicópata —espetó Atticus. 
El extraño se inclinó hacia adelante, en un susurro conspirador. 
—Y yo soy escorpio, pero aun así me gusta follar con hombres. 
—Yo… —Atticus se detuvo y luego soltó:—No sé qué hacer con esa clase de 
información. 
Sus cejas se arquearon de manera sugerente. 
—Yo puedo pensar en algunas cosas. 
Atticus se tambaleó, esperando que ambos ignoraran la obviedad de su propia erección. 
—Ni siquiera conozco tu nombre. 
—Jericho. 
—Ese no es un nombre real —Bufó Atticus. 
Jericho resopló. 
—Mi madre no estaría de acuerdo. ¿Cuál es tu nombre? 
—Atticus —se las arregló para decir, claramente renunciando a todos sus intentos 
de auto preservación. 
—Ese no es un nombre real —respondió Jericho, sonando en medio de lo 
bromista y lo seductor. Avanzó hasta quedar entre las rodillas abiertas de Atticus, y su 
mirada se posó intencionadamente sobre el pene que empujaba contra la cremallera—. 
¿Necesitas que te ayude con eso? —Lo que Atticus necesitaba era abrir la boca, decir que 
Onley James Demente 
 
Página | 25 
 
no y luego largarse de allí. Pero, entonces, Jericho dijo:—Siempre quise chupársela a un 
pelirrojo, ¿Sabes diferente? 
—Eso es ofensivo —dijo Atticus, ganándose otra sonrisa de Jericho. Esa maldita 
sonrisa. 
Atticus no recordaba haber metido los dedos dentro de la camisa del otro hombre y 
haberlo arrastrado hacia adelante, pero debió haberlo hecho en algún momento, porque 
sus bocas chocaron en un beso que era más dientes que lenguas. En el momento en que 
se tocaron, el sentido de la razón de Atticus voló por la ventana, dejándolo consumirse 
por la necesidad. No había nada suave, lento o comedido en esto. Era áspero y casi 
doloroso, los dientes se arrastraban y mordían sobre la piel tierna, las lenguas luchaban 
por dominación. 
Cuando las manos agarraron el dobladillo de la camisa de Atticus, este no se resistió, 
solo alzó los brazos. Jericho la tiró a un lado y luego se puso a trabajar, abriendo los 
pantalones de Atticus. Él no lo detuvo. Demonios, se alzó un poco cuando el hombre le 
bajó los pantalones y la ropa interior lo suficiente como para cerrar los labios alrededor 
de la dolorida polla de Atticus. 
—Jesucristo —murmuró, con las caderastemblando en espasmos mientras que 
este extraño intentaba succionarle el alma fuera del cuerpo. Se dejó caer hacia atrás 
sobre los antebrazos, los músculos del estómago se le tensaron mientras que cada 
succión de esos labios enviaba chispas de electricidad a lo largo de su columna. 
Mieeerda. 
El tenso calor de esa boca era perfecto. Atticus no pudo evitar enredar sus manos entre 
los sedosos mechones de cabello y meterse más en ese calor. 
¿Alguna vez alguien se la había chupado así? Había tonteado con un hombre una o dos 
veces antes, pero su experiencia era limitada con cualquiera de los dos sexos. Aparte de 
su gélida ex-novia de hace bastante tiempo, Kendra, podía contar a sus parejas sexuales 
con una sola mano y aun así le quedarían dos dedos. Pero esto... mierda. 
Atticus no podía detener los sonidos que estaba haciendo o la forma en que sus dedos se 
retorcían como castigo entre el cabello del otro hombre. 
—Estoy cerca —murmuró. 
Jericho no se detuvo, en todo caso, redobló sus esfuerzos. Atticus no fue capaz de 
apartar la mirada, sintiéndose tan excitado al ver la cabeza que se balanceaba entre sus 
piernas, como lo estaba por esos talentosos labios y lengua. Cuando los ojos marrones se 
alzaron y atraparon su mirada, fue todo lo que necesitó, Atticus dejó escapar un grito 
áspero, inundando la boca de Jericho. 
Onley James Demente 
 
Página | 26 
 
Él tragó cada gota, succionando hasta que los abdominales de Atticus se contrajeron en 
medio de un siseo, antes de finalmente dejar ir la hipersensible polla. Tiró de Jericho 
más cerca, capturando su boca y chupando su propio sabor de la lengua del otro hombre 
mientras que hundía una mano en su jean. Envolvió su puño alrededor del pene grueso 
y goteante de Jericho, incapaz de detener un murmullo de aprobación. Esto 
definitivamente no ayudaba a vender su declaración de “no gay”, pero estaba demasiado 
perdido para que le pareciera importante… 
Atticus lo masturbó con el mismo nivel de entusiasmo que Jericho le había dado, 
tragándose cada gemido y jadeo, y utilizándolos como guía. No tomó mucho tiempo, 
Atticus usó el líquido pre-seminal para aliviar el firme agarre y deslizar con mayor 
facilidad de sus movimientos. Pronto, Jericho estaba jodiendo su puño, las caderas 
embistiendo con rapidez. Ya no se besaban, pero sus bocas estaban lo suficientemente 
cerca como para que Atticus escuchara cada aliento tembloroso, cada gemido gutural. 
Era tan caliente que hacía que Atticus deseara no haberse corrido ya. 
Las caderas de Jericho perdieron el ritmo repentinamente y su respiración se aceleró 
mientras que se derramaba en la mano de Atticus hasta estremecerse ante la réplica 
intensa de su liberación. Jericho apoyó la frente contra la de Atticus, antes de liberar su 
mano y limpiarla en sus pantalones. Una vez que se separaron, cada uno se concentró en 
arreglar su ropa. 
Atticus estaba nervioso. No tenía idea de lo que acababa de pasar o de cómo las cosas 
habían terminado tan mal, pero, acababa de hacerle una paja a otro hombre a un metro 
de distancia de un cadáver sin dedos. No había forma de que le confesara tal cosa a su 
padre. 
Se aclaró la garganta. 
—Bueno, esto ha sido… —Se calló. ¿Qué se suponía iba a decir? 
—Sí —reconoció Jericho. 
—¿Estás seguro de que no necesitas ayuda con...? —Señaló a Trevor. 
Jericho tosió levemente. 
—No, estaré bien. 
Atticus se colgó la mochila en el hombro una vez más. 
—Bueno, entonces, adiós... supongo —Asintió Atticus con la cabeza, dirigiéndose 
hacia la puerta. Dio media vuelta, pero se volvió una vez más en cuanto vio que Jericho 
ya no estaba frente a él. 
Suponía que eso significaba que estaba siendo despachado. 
Onley James Demente 
 
Página | 27 
 
Suponía que eso era lo mejor. Él no era gay. Incluso si lo fuera, ¿Qué iba a hacer? 
¿Pedirle a Jericho una cita? No vivían siquiera en el mismo planeta. Además, Atticus 
tenía que mantener las apariencias. Como el hijo mayor, Thomas esperaba mucho más 
de él. Así es como eran las cosas. A su padre no le importaría que Atticus fuera gay. 
Demonios, el mismo Thomas era gay. Sus hermanos eran homosexuales, algunos eran 
bisexuales. Es solo que... él no podía serlo. No podía. Ser heterosexual era 
simplemente... más fácil. Las chicas estaban bien. Eran suaves y olían bien. 
Él ya tenía un plan de vida, y eso no implicaba masturbar a asesinos hermosos en 
cabañas espeluznantes. No importaba cuán intenso haya resultado el orgasmo. 
Una vez que regresó a su auto, tiró la mochila en el asiento del pasajero y apretó el botón 
de encendido antes de percatarse de que todavía estaba usando las botas embarradas. 
Maldita sea. Se golpeó la cabeza contra el volante y luego se echó hacia atrás en el 
asiento del conductor de manera dramática. 
¿Qué carajo? 
Onley James Demente 
 
Página | 28 
 
Capítulo Dos 
Jericho 
 
Jericho entró en la tienda a través de la oficina principal. Desde allí, podía ver el 
mostrador donde atendía a los clientes y su área de trabajo con un elevador hidráulico. 
También pudo ver el gran espacio que tenía disponible para los amigos. Tenía una 
televisión enorme y un cómodo sofá envolvente y hecho jirones en donde más de uno de 
ellos había acampado durante una mala noche. Él y su hermano, Félix, tenían un par de 
habitaciones pequeñas en el piso superior. 
No le sorprendió ver a Félix y Arsen sentados en el sofá, gritándose el uno al otro entre 
carcajadas mientras jugaban en la PlayStation. Arsen era fácil de identificar con su 
cabello color agua. Mientras que Jericho los observaba, su hermano se puso de pie antes 
de dejarse caer contra el sofá como si eso pudiese animar al personaje de la pantalla a 
hacer lo que él quería. Esa acción hizo que la blusa fluida de su hermano, se cayera sobre 
uno de sus hombros delgados. 
Los ignoró, dejando su oficina para caminar hacia el fregadero, incapaz de borrar esa 
estúpida sonrisa del rostro. 
No tenía idea de lo que había sucedido en esa cabaña, pero no podía recordar algún 
momento en que se hubiese corrido tan fuerte en medio de una paja tan torpe. Pero, no 
fue el acto lo atrapante, fue el hombre detrás de ello. Había algo tan malditamente 
caliente en ese hombre, con su cabello rojo, grandes ojos azules y pecas que 
desaparecían en cuanto se sonrojaba por la vergüenza… o por un orgasmo. Había sido 
tan fácil. 
Todo lo que Jericho había hecho fue poner la oferta sobre la mesa; fue Atticus quien dio 
el primer paso, atrayéndolo y besándolo con fuerza. Había estado tan profundamente 
enrollado, tan confundido. Fue como si algo se rompiera dentro de él y toda esa 
represión y conflicto acabara por explotar en su interior, convirtiendo todo en un acto 
salvajemente desesperado. Jericho estaba agradecido de haber estado en el otro 
extremo. 
Sonrió un poco más. Siempre eran los seriecitos los que terminaban siendo unas bestias 
en la cama, y durante todo el camino a casa, Jericho no podía dejar de imaginarse a sí 
mismos desarmando a ese hombre pieza por pieza hasta dejarlo temblando y suplicando 
Onley James Demente 
 
Página | 29 
 
por ser follado. Apostaba que, con la cantidad justa de presión, su pequeño psicópata 
pelirrojo haría cosas sucias, muy sucias por él. 
Jericho resopló cuando se dio cuenta de que se estaba poniendo duro de nuevo. Mierda. 
Era una pena que no pudiera volver a verlo. 
Se echó agua en la cara, sacó una toalla de papel limpia del dispensador y pasó a 
secársela. Se dio cuenta demasiado tarde de que los ruidos del videojuego habían 
cesado. Se dio vueltapara encontrarse a los chicos parados directamente detrás de él, 
como algo directamente salido de una película de horror, incluyendo sus expresiones 
burlonas. 
—¿Qué pasa? —preguntó vacilante, apoyándose en la sucia encimera de madera y 
cruzando los brazos encima de su pecho. 
—¿Estás bien? —Preguntó Arsen, su acento ruso filtrándose en sus palabras. 
Jericho frunció el ceño hacia el chico de cabello azul. 
—Sí, ¿Por qué? 
Una vez más, Félix y Arsen intercambiaron miradas. Estaba acostumbrado a la cara de 
juicio de parte de su hermano. Había salido del útero mirando a todos los demás como si 
estuvieran por debajo de él. Pero, era raro ver esa mirada en Arsen. Su padre había sido 
un ejecutor de la mafia rusa y él era un asesino de veintidós años. Casas de cristales7 y 
todo eso. 
Félix ladeó la cadera, su mirada lo recorrió de la cabeza a los pies con sospecha. Jericho 
puso los ojos en blanco. Era una jodida diva. 
—¿Qué? 
—Estás cubierto de sangre —señaló Félix. 
Jericho resopló. 
—Sí, es una especie de gajes del oficio. 
Félix resopló. 
—Sí, pero también tienes esa extraña mirada engreída y burlona que solo te sale 
después de tener sexo, y como estabas en una cabaña abandonada con Trevor el 
pervertido, estamos… alarmados —Movió la mano dramáticamente. 
 
7 Referencia al proverbio: “People Who Live In Glass Houses Shouldn't Throw Stones” por Geoffrey 
Chaucer, un poeta inglés nacido en 1343. Ese proverbio se traduce como “Las personas que viven en casas 
de cristal no deberían tirar piedras”, haciendo referencia a que nadie está libre de pecado. 
Onley James Demente 
 
Página | 30 
 
—Alarmados —repitió Jericho. 
Arsen se inclinó, su tono lleno de complicidad. 
—¿Te follaste a Trevor el pervertido, Coe? 
Félix hizo una mueca. 
—Solo espero que se lo follara antes de matarlo, no después. Una vez que cruza 
esa línea, no hay vuelta atrás. 
Jericho trató de seguir el vertiginoso proceso de pensamientos, pero antes de poder 
formular una respuesta, Nico y Levi llegaron. Mierda. Levi lucía como si un poster de “se 
busca” se hubiese follado a una modelo tatuada. Su cabello oscuro como la tinta caía 
sobre su rostro mientras chupaba una paleta de Dum-Dum8. Los risos elásticos de Nico 
le colgaban alrededor del rostro. Se veía sorprendentemente angelical para alguien que 
era un pequeño monstruo. 
—¿Qué pasa? ¿Por qué todo el mundo se ve tan estreñido? —Preguntó Levi. 
—Coe se folló a Trevor el pervertido —dijo Arsen, como si fuera un hecho y no 
una loca especulación. 
Levi arrugó la nariz. 
—¿Ese tipo era gay? ¿O estaba, como…? —imitó una mamada—. ¿Tratando de 
sobornarte para salir con vida? 
El rostro de Jericho se contrajo ante la idea de una mamada de parte del grasiento 
imbécil de Trevor, pero ninguno le prestó atención. 
Nico también parecía disgustado. 
—¿Qué diablos, hombre? Okey, lo entiendo. ¿Quién no ha querido follar con 
alguien a quien ha matado, o querer matar a alguien con quien ha follado? Pero esa es 
una pendiente resbaladiza, hombre. 
—Eso fue lo que dije —dijo Arsen, sacudiendo la cabeza—. Una vez que cruzas esa 
línea… 
—Jesucristo. No me follé a Trevor el pervertido. Maté a Trevor el pervertido —
dijo Jericho, rodeando a los cuatro para dirigirse a su oficina, intentando cerrar la 
puerta detrás de él. 
Su hermano lo interceptó y la volvió a abrir. 
 
8 Dum-Dum es una marca de chupetas o paletas. 
Onley James Demente 
 
Página | 31 
 
—Si no te follaste a Trevor, entonces ¿A quién fue? Y no mientas y digas que no 
sucedió. Tu brillo post orgásmico nunca miente —dijo Arsen dejándose caer en una silla 
con la fuerza suficiente como para que se meciera peligrosamente, mucho antes de 
enderezarse. 
—Yo… —Jericho negó con la cabeza—. Me encontré con un chico. 
—¿Con tu polla? —Preguntó Levi. 
Las cejas de Nico se fruncieron. 
—¿En medio del bosque? 
—¿Como una especie de vagabundo en el bosque? O... ¿Cuál es la palabra? ¿Un 
mendigo? —Preguntó Arsen. 
Levi le dio un codazo. 
—Ya no los llamamos así. Muestra algo de respeto. 
Arsen se encogió de hombros. 
—Perdón. ¿Cómo se llama a un hombre que vaga por el bosque en busca de sexo? 
—Una mentira —dijo Félix, con la boca apretada en una línea endurecida—. De 
ninguna forma mi hermano se follaría a un leñador caliente y sudoroso en pleno bosque. 
No es su tipo —Sus largos y elegantes dedos se arrastraron sobre su clavícula, y una 
lenta sonrisa se extendió por su rostro mientras que su hermano parecía perderse en su 
propia fantasía de leñadores. 
—Yo… 
—En el bosque no hay otra cosa que animales y el Sasquatch —Dijo Nico. 
—¿El Sasquatch? —Levi repitió como un loro. 
Nico asintió. 
—Sí, tú sabes. Pie Grande. 
—¿Te follaste a Pie Grande? —Preguntó Levi, sacándose la chupeta de su boca en 
un “pop”. 
—Sí, ¿Quién fue? ¿El no-vagabundo, el leñador o Pie Grande? —Preguntó Arsen. 
Jericho hizo un sonido exasperado, dejándose caer en la silla de cuero de su oficina. 
—Ninguna de las anteriores. Me encontré con un hombre en la cabaña. También 
estaba allí para despachar a Trevor. Una cosa llevó a la otra y nos juntamos. 
Onley James Demente 
 
Página | 32 
 
Los ojos de Levi se ensancharon, se enderezó en la silla como cohete. 
—¿Delante de Trevor? 
—¿Hubieses preferido que me follara a Trevor? —Jericho preguntó, distraído por 
el bombardeo de preguntas de parte de sus amigos. 
—Kinky —dijo Arsen, asintiendo con la cabeza. 
—No —dijo Jericho—. Escuchen. Trevor murió primero. Yo estaba un poco 
excitado. Él estaba allí y estaba dispuesto. Era pelirrojo. Saben que siempre quise probar 
uno de esos. 
—Wow —Solo Félix podía expresar tanta condena en una sola palabra. 
—¿Era sexy? —Preguntó Levi, una vez más meciéndose en la silla sobre sus patas 
traseras. 
Jericho no pudo detener la sonrisa que se extendió por su rostro. 
—Sí. Lo era. Y algo así como... no lo sé. Estaba vestido como cualquier otro 
profesional, pero había algo tan... ¿Moderado? ¿Inhibido? Fue como recibir una paja de 
un vendedor de biblias. 
—Eres un cretino —murmuró Félix, sentándose en la silla junto a Levi y cruzando 
las piernas con recato—. Entonces, ¿Vas a verlo de nuevo? 
Levi sonrió alrededor de su piruleta. 
—Sí, ¿Vamos a tener un padrastro? 
Jericho le lanzó un bolígrafo a la cabeza. 
—Vete a la mierda. Fue una mamada, no una propuesta de matrimonio. 
—¿Recibiste una mamada de un vendedor de biblias? —Dijo Arsen, la admiración 
se filtró en su tono de voz. 
—No le di una mamada a un vendedor de biblias. Y ¿Sabes qué? Esto no es asunto 
de ustedes —espetó Jericho. 
¿Cómo permitía que estos niños lo controlaran así? Él era el adulto. Bueno, en realidad 
todos eran adultos, pero, aun así. Él era el más adultos de los adultos, con treinta años. 
Pagaba las facturas, los mantenía alimentados cuando no podían cuidarse solos y, a 
cambio, ellos lo ayudaban a limpiar el vecindario al sacar la basura como Trevor. Y, por 
aquí, no había escasez de basura. 
—Entonces, ¿Vas a ver al hombre de las biblias otra vez? —Preguntó Arsen. 
Onley James Demente 
 
Página | 33 
 
El primer instinto de Jericho fue decir que no, pero en cambio, lo que salió fue un:—
Tendría que encontrarlo primero. 
Arsen soltó un bufido, se puso de pie de un salto y ahuyentó a Jericho de su puesto. Se 
dejó caer en la silla del escritorio de Jericho y abrió la computadora portátil. Él puso los 
ojos en blanco cuando el chico escribió su contraseña sin siquierapreguntar. No recibía 
ni una pizca de respeto de estos pequeños monstruos. Ni una gota. 
—¿Qué sabes sobre él? 
—Su nombre es Atticus. Un poco más de metro ochenta y cinco, voluminoso, 
definitivamente entrenado, con ojos increíblemente azules. Como piscinas. Tenía un 
tatuaje de serpiente enrollada sobre el hombro derecho. Dijo que era un profesional. 
—¿Un profesional? ¿Cómo un prostituto? —Preguntó Nico. 
—Trabajador sexual, amigo. Vamos —Respondió Levi con disgusto. 
—No, idiota. Un profesional como un asesino a sueldo. No se parecía a un 
mercenario de contrato, pero llevaba un reloj con el que podría comprar todo este 
bloque y dijo que era su reloj de respaldo, así que… ¿Quién más tendría esa cantidad de 
dinero? 
—Atticus Mulvaney, hijo mayor del multimillonario Thomas Mulvaney —dijo 
Arsen, como si estuviera leyendo una tarjeta. 
—El hijo de un multimillonario. Definitivamente no… 
Arsen giró la computadora para que encarara a Jericho. 
—¿Este no es tu vendedor de biblias? 
Jericho estaba casi seguro de que su cerebro había sufrido un cortocircuito. 
Definitivamente era él. Estaba de pie en un escenario con el esmoquin más aburrido del 
mundo, recibiendo algún tipo de premio. 
—Mierda. 
—¿Qué dice acerca de él? —Preguntó Félix, inclinándose hacia adelante para 
apoyar el codo en la esquina del escritorio y descansar la mandíbula en la palma de su 
mano. Por supuesto, Félix estaba interesado en el dinero. 
Arsen miró la pantalla con los ojos entrecerrados. Y Jericho simplemente deseó que 
usara sus gafas. 
Onley James Demente 
 
Página | 34 
 
—Es médico y tiene un Doctorado en Ciencias. Dirige una compañía de 
investigación donde se estudia la terapia génica para enfermedades huérfanas9. 
—¿Enfermedades huérfanas? —Repitió Levi. 
—Enfermedades raras —aclaró Jericho distraídamente. 
—Oh, eso es lindo —dijo Félix—. ¿Y qué más dice? 
—Es adoptado. Tiene seis hermanos. Solía estar comprometido con una mujer. 
Los otros tres muchachos parecieron inclinarse todos a la vez, como unos buitres. 
—¿Hay fotos? 
Arsen tecleó furiosamente. 
—Este es su Instagram. 
Le mostró la pantalla a los demás. 
—Es bastante bonita —dijo Félix—. Pero es obviamente una caza fortunas, si es 
que alguna vez he visto una. 
Jericho no sabía si llamarla bonita. Era convencionalmente atractiva, si a alguien le 
gustaba ese tipo de cosas, pero tenía una cara puntiaguda y una mirada fría y 
calculadora en sus ojos que le hacía pensar a Jericho que esa mujer pasaría mucho 
tiempo pidiendo hablar con el gerente de otras personas. No podía imaginarse a Atticus 
–su Atticus– acurrucándose en medio de ese cubo de hielo con tetas. 
 —Dijiste ex, sin embargo, ¿Verdad? Entonces, él está libre y soltero. 
Jericho suspiró. 
—Excepto que es un caso de closet. Dijo que “no era gay” justo antes de meter la 
mano en mis pantalones. 
—Uno de sus hermanos está casado con un hombre y el otro está comprometido 
con uno. Entonces, claramente no son homofóbicos, ¿Verdad? —Preguntó Arsen. 
Jericho sacó a Arsen de su asiento y cerró la computadora portátil. 
—No importa. Fue algo de una vez. Vayan a buscar algo más que hacer. Tengo 
que trabajar un poco en los libros de contabilidad antes de acostarme. 
 
9 Las enfermedades huérfanas son aquellas enfermedades crónicamente debilitantes, graves y que 
amenazan la vida. Así mismo, son enfermedades extremadamente raras que afectan a un número muy 
reducido de personas en comparación con la población. 
Onley James Demente 
 
Página | 35 
 
Las miradas en sus rostros decían que no le creían, pero todos salieron de la oficina 
como se les ordenó, cerrando la puerta detrás de ellos. Un minuto después, la televisión 
estaba a todo volumen y todos habían seguido en lo suyo. 
Jericho abrió de nuevo la computadora portátil, pero no su aplicación para hacer la 
contabilidad. Se limitó a mirar la foto de Atticus: sus ojos realmente eran muy azules. 
Tenía la mandíbula fuerte, una nariz romana, y unos labios carnosos que Jericho sabía 
por experiencia propia que eran suaves y flexibles y que se abrían con facilidad para él. 
Cerró de golpe el portátil y se pasó las manos por la cara. Necesitaba seguir adelante. 
Esto es lo que pasaba cuando no tenía el sexo suficiente. Empezaba hiper-obsesionarse. 
Y él no podía obsesionarse con este hombre completamente inalcanzable. No podía. 
Tenía que aceptar el hecho de que eran como baros que pasaban uno junto al otro en 
medio de la noche, o como fuera que dijera esa expresión. 
Mierda. 
 
 
 
Jericho se aclaró la garganta, llamando la atención de una pequeña rubia con 
auriculares. Ella alzó en dedo en un gesto de “un momento”. Después de un segundo, 
levantó su mirada hacia él con una sonrisa que cobró vida en su rostro como si él 
hubiera desencadenado algún tipo de secuencia. 
—Hola, ¿Cómo puedo ayudarle? 
—Estoy aquí para ver a Atticus Mulvaney. 
—Oh —dijo, sorprendida—. ¿El Dr. Mulvaney lo está esperando? 
Definitivamente no, joder. Jericho mismo ni siquiera había esperado estar allí. 
—No, pero si pudiera decirle que Jericho Navarro está aquí, creo que se tomará el 
tiempo para recibirme. 
Ella frunció el ceño ante eso, pero asintió de forma forzada haciendo clic en un botón. 
—Hola, Dr. Mulvaney... sí, señor. Sé que dijo que no quería ser molestado, pero 
hay un hombre aquí que desea verlo —Hizo una pausa mientras escuchaba—. Sí, señor, 
pero él dijo que usted haría una excepción. Su nombre es Jericho. 
Sus ojos se abrieron cómicamente. 
Onley James Demente 
 
Página | 36 
 
—Sí. Okey —Ella pasó a mirar a Jericho con un nuevo interés—. Una vez que te 
llame de vuelta, gira a la izquierda y luego otra vez a la izquierda. Busque la oficina 
grande en el callejón sin salida. El Dr. Mulvaney dijo que enseguida estará con usted. 
Jericho siguió las instrucciones de la mujer y entró a una oficina de tamaño modesto. El 
tamaño era en donde se detenía la modestia. Toda la pared detrás del escritorio de 
Atticus estaba cubierta por títulos y reconocimiento. Tenía que haber un centenar de 
ellos. Jericho no pudo evitar sonreír. Ciertamente poseía el ego de un psicópata. 
Normalmente, Jericho diría que estaba compensando con exceso por algo más, pero 
habiendo visto al hombre sin pantalones, definitivamente no era por eso. 
Antes de que pudiera caer demasiado profundamente en la madriguera del conejo, la 
puerta se abrió de golpe. Atticus entró y cerró la puerta con firmeza detrás de él para 
luego echar el pestillo. 
Interesante. 
Verlo de cerca de nuevo fue un shock para los sentidos de Jericho, su cuerpo 
instantáneamente consciente. Vio cómo el hombre mayor se quitaba la bata de 
laboratorio y la colgaba junto a una chaqueta de tweed. Llevaba una camisa blanca 
abotonada e impecable y pantalones de vestir a la medida que se pegaban a sus mulos y 
ahuecaban su trasero. El marco de unas gafas carey resaltaba sus ojos azules como 
piscinas. Jericho percibió una bocanada de perfume costoso en cuanto pasó por su lado. 
Atticus no se sentó en el escritorio, simplemente se recostó en la esquina, cruzando los 
brazos. 
—¿Cómo me encontraste? 
Jericho sonrió. 
—Tengo mis formas. Entonces, eres médico y con doctorado, ¿Eh? 
—¿Qué es esto? ¿Descubriste que mi padre tiene dinero y estás aquí para 
chantajearme? 
Jericho se rio entre dientes, flotando más cerca y disfrutando de la forma en que el otro 
hombre se erizó en cuanto entró en su espacio personal. 
—¿Chantajearte por qué? Soy yo el que mató a Trevor. Tú te estabas comiendo 
una barra de granola, ¿En qué me beneficiaria el hecho de entregarte?—Entonces, ¿Por qué estás aquí? —preguntó en un tono remilgado que fue 
directo a la polla de Jericho. 
Onley James Demente 
 
Página | 37 
 
—Honestamente —dijo Jericho, metiéndose entre las rodillas abiertas de 
Atticus—. No tengo idea. Te metiste debajo de mi piel. Creo que son las pecas. Soy un 
fanático de las pecas. 
—Parece que necesitas un médico —dijo Atticus, intentando sonar frío, pero 
parecía estar en un callejón sin salida al ponerse nervioso. 
Joder, a Jericho le encantaba alborotarle las plumas. 
Se inclinó hacia delante para murmurarle en el oído. 
—¿Tú no eres médico? 
—No ese tipo de médico —dijo Atticus. 
Jericho inhaló el aroma de su perfume, tenía la polla lo suficientemente dura como para 
estar seguro de que le haría una hendidura permanente en su cremallera. 
Pasó la nariz por la mejilla de Atticus. 
—Entonces dime que me vaya —Lo desafió. 
—Vete —logró decir Atticus, su voz vuelta un susurro rasposo. 
Jericho rozó los labios con los suyos. 
—¿Qué fue eso? No pude escucharte. 
Atticus tragó saliva. 
—Deberías irte —dijo débilmente. 
Jericho pasó la lengua por la comisura de los labios de Atticus de forma provocadora. 
—Ábrete para mí, Pecas. Sabes que quieres hacerlo. 
Hubo una breve vacilación, luego sus labios se separaron dejando que Jericho tomara lo 
que quería. 
—Eso está bien. Realmente bueno. Dame tu lengua. 
Atticus deslizó su lengua dentro de la boca de Jericho. Dios, era tan bueno siguiendo 
órdenes. Mierda. 
Se tomó su tiempo, descubriendo que realmente le gustaba el deslizamiento resbaladizo 
de su boca sobre la de Atticus y la forma vacilante en que su lengua le acariciaba la suya. 
Cuando deslizó sus dedos hacia arriba para anudar sus manos en el cabello de Atticus, él 
hizo un sonido desde la parte posterior de su garganta, una especie de jadeo que hizo 
que Jericho quisiera hacerle cosas muy malas. Cuando se interrumpió para dejar un 
Onley James Demente 
 
Página | 38 
 
rastro de besos mordaces a lo largo de su mandíbula, Atticus inclinó la cabeza para darle 
más acceso. Él le mordió y chupó el lóbulo de la oreja. 
—Me estás matando. Todo lo que puedo pensar es en tu boca sobre mi polla. 
¿Puedes hacer eso por mí? ¿Mmm? 
Atticus exhaló un estremecimiento. Su indecisión era palpable. 
—Nadie tiene que saberlo, si eso es lo que te asusta. 
Cuando Atticus se puso rígido contra él, Jericho suspiró y se echó hacia atrás lo 
suficiente como para ahuecar la mandíbula de Atticus y darle un casto beso. 
—Está bien, Pecas. Lo entiendo. Mensaje recibido. 
Jericho no tenía idea de por qué estaba presionando el tema. No tenían nada en común, 
excepto que a veces ambos asesinaban personas. Y eso no era exactamente algo sobre lo 
que construir una vida juntos. Sacudió la cabeza ante su propia ridiculez. 
Su mano estaba en el pomo de la puerta cuando Atticus le dio la vuelta y lo golpeó 
contra la puerta con la fuerza suficiente para hacer sonar las persianas de la ventana. 
Antes de que pudiera procesar lo que estaba sucediendo, Atticus estaba dejándose caer 
de rodillas y liberando la polla de Jericho antes de tragarla y llevarla lo suficientemente 
profundo hasta su reflejo nauseoso. Su cabeza golpeó contra la puerta, y cuando los 
labios de Atticus se retiraron, las caderas de Jericho lo siguieron por propia voluntad, no 
preparadas para renunciar a ese perfecto calor y a la succión de esos labios resbaladizos. 
Siseó cuando una de las manos de Atticus se arrastró por debajo de su camisa y la otra 
se deslizó en sus propios pantalones. 
—Oh, carajo, sí. 
Una vez que encontraron un ritmo, solo se oía el sonido de las respiraciones rápidas de 
Jericho y los ruidos húmedos de la mamada muy entusiasta que Atticus le estaba dando. 
Siempre que las manos de Jericho se apretaban en su cabello, él gemía como una puta, 
enviando un zumbido eléctrico a lo largo de su eje y a través de sus pelotas. Sus 
movimientos parecían rápidos y lentos a partes iguales. 
—Joder, estoy cerca. Voy a correrme —advirtió, dándole a Atticus la oportunidad 
de quitarse. 
No lo hizo. No solo redobló sus esfuerzos, sino que comenzó a gemir, su cuerpo 
temblando al encontrar su propio orgasmo. Cristo. Eso fue suficiente para que Jericho 
perdiera el control, inundando la boca de Atticus y haciendo rodar los ojos por el placer 
mientras que Atticus intentaba extraer cada gota de él. 
Onley James Demente 
 
Página | 39 
 
Cuando se liberó de los labios de Atticus, el hombre no se levantó, sino que dejó caer la 
cabeza sobre las caderas de Jericho respirando de manera entrecortada. Fue un gesto 
tan extrañamente sumiso que Jericho se encontró acariciándole el cabello con las manos 
para calmarlo. Ese toque pareció sacudir algo dentro de Atticus. Se puso de pie de un 
solo tirón, enderezándose la ropa y secándose la boca con el dorso de la mano. 
Jericho se cerró la cremallera, esperando a ver si Atticus reconocería su presencia, pero 
se quedó mirando la pared de títulos como si no pudiera soportar mirarlo. 
Una vez más, Jericho suspiró. 
—Ahora la pelota está en tu cancha, Pecas. Si quieres más, tendrás que 
encontrarme esta vez. 
El único indicio de que Atticus le había oído era la rigidez de su postura. Jericho negó 
con la cabeza y salió del edificio. No sabía por qué lo había hecho. Por qué lo había 
buscado, y jugado con él. Solo estaba prolongando lo inevitable, pero era tan difícil el no 
provocarlo cuando reaccionaba con tanta facilidad. 
Su teléfono sonó. Frunció el ceño cuando vio el nombre. Detective Vélez. El nombre fue 
como un puñetazo en su estómago. Tenía que ser sobre Mercy. Su rostro destelló como 
una visión y parte de él se sentía aliviado de que todavía pudiera recordar cómo se veía 
en su memoria. Habían pasado ocho años desde que desapareció. 
Jericho se preparó mentalmente para lo que fuera que vendría después antes de deslizar 
el dedo para responder. 
—Detective. 
El hombre al otro lado de la línea se aclaró la garganta. 
—Hola, Jericho. Sé que ha pasado un tiempo, pero esperaba que pudieras pasar 
por la estación. Tenemos noticias sobre tu hermana. 
A Jericho realmente no le importaban las estaciones de policías. 
—¿Qué noticias? ¿Qué sucede? 
—Um, intenté ponerme en contacto con tus padres primero, pero me dijeron que 
tu padre había fallecido. Mis condolencias. Dicen que a tu madre tampoco le va muy 
bien, así que pensé que tal vez sería mejor hablar contigo en lugar de molestarla… 
—Solo escúpelo, Gabe —espetó finalmente Jericho. 
—Creemos que hemos encontrado el cuerpo de Mercy, pero vamos a necesitar 
que nos proporciones una identificación positiva. 
Onley James Demente 
 
Página | 40 
 
A Jericho le daba vueltas la cabeza y, por una fracción de segundo, pensó que se iba a 
desmayar. Se metió en el umbral de una tienda de ropa vintage, dejando que el peso de 
la declaración del otro hombre lo arrastrara hasta hacerlo sentarse en la acera con los 
codos apoyados en las rodillas alzadas. 
¿Una identificación positiva sobre huesos? Eso no tenía sentido. Ella se había ido por 
años. Ya sería polvo. 
—¿En dónde? —preguntó, prácticamente ahogándose con la amarga bilis que le 
subía a la garganta. 
—Si solo pudieras… 
El sonido que hizo Jericho fue entre un grito y un gruñido. 
—¿Dónde diablos encontraron a mi hermana, Gabe? 
—La sacamos de la bahía hace cinco horas. 
Jericho negó con la cabeza, su cerebro rechazaba esa información. 
—Eso no tiene ningún maldito sentido. 
—Por favor, no sabemos más que eso. No tenía huellas en el sistema y el ADN 
tardarávarias semanas. ¿Podrías ayudarnos con esto? 
Ayudarlos. Ayudarlos... Como si ellos fueran a los que su mundo entero terminara de 
colapsar. 
Hizo un sonido de disgusto. 
—Sí, Gabe. Si puedo ayudarte. 
Onley James Demente 
 
Página | 41 
 
Capítulo Tres 
Atticus 
 
Atticus no estaba seguro de cuánto tiempo se quedó allí sentado, mirando fijamente a la 
puerta y preguntándose si todo eso realmente había sucedido o si es que había entrado 
en una especie de estado disociativo y lo había alucinado todo. Tenía que ser eso último. 
Sí tenía que ser eso. 
Atticus no se enrollaba con desconocidos, no permitía que otros hombres le dieran 
órdenes, no los empujaba contra las paredes y se ponía de rodillas ante ellos… sin 
importar cuan sexy fueran dichos hombres, o lo oscuro que fueran sus ojos, o los suaves 
que fueran sus labios, o lo baja y ronca que sonaba su voz cada vez que hablaba. 
Sus párpados se cerraron entre pestañeos. 
Ábrete para mí. Dame tu lengua. 
No pudo detener el escalofrío que lo recorrió. Por mucho que Atticus quisiera fingir que 
se lo había imaginado todo, todavía podía sentir el sabor de Jericho en su lengua, sus 
labios aún estaban rojos y su garganta todavía dolía. Prácticamente le había rogado por 
chupársela. 
Atticus negó con la cabeza. Y había estado tan cerca de salir del encuentro sin 
avergonzarse a sí mismo. Jericho había estado a punto de irse. Él pudo haberlo dejado ir 
y seguir con su día, pero una opresión en el pecho que nunca antes había experimentado 
lo dejó abrumado. No saber si lo vería de nuevo le había robado el aliento y obligado a 
actuar por instinto. Y su instinto natural había sido arrodillarse. Para él. 
Cristo. 
Y ahora, no sabía qué hacer con eso. 
¿Había sido miedo? ¿Atticus, alguien que nunca había experimentado realmente el 
terror, en ese momento había tenido miedo de no volver a ver a Jericho? Tal vez solo se 
trataba de aburrimiento. Había tenido una mala racha en citas desde que sus hermanos 
habían decidido emparejarse de por vida como una clase de pingüinos psicóticos. Nunca 
había tenido mucha suerte con el sexo opuesto. Con cualquier sexo, la verdad. Es 
simplemente que encontraba a la gente... tediosa. Y prefería concentrarse en el trabajo, 
en hacer cosas en las que era bueno. 
Onley James Demente 
 
Página | 42 
 
Sacó su teléfono y abrió el Instagram de Kendra desplazándose por publicaciones sordas 
sobre baristas molestos y como se le había roto la correa de su bolso de Balenciaga. Uno 
que él le había comprado cuando comenzaron a salir. 
Salir con Kendra había sido fácil. Era como salir con una muñeca inflable. Ella había 
sido todo superficialidad, como él. Atticus nunca tuvo que preocuparse por herir sus 
sentimientos. Ya que ella no tenía ninguno. Era insípida y vacía. Cualquier desaire que 
percibiera era fácilmente perdonado tan pronto como Atticus abría la billetera. 
Si era honesto, nunca había sentido nada por Kendra, pero eso no era raro en las 
personas con un diagnóstico como el de él. Se lo había atribuido a sus genes malos. 
Simplemente era que su cerebro estaba mal conectado. Ella nunca le había pedido una 
florida confesión de amor. No le importaba si él prefería trabajar hasta la medianoche. 
Solo había pedido posesiones materiales. Eso debería haber sido suficiente para él. Pero, 
¿Por qué no podía haber sido suficiente para él? 
Ahora estaba este maldito tipo, un completo desconocido, que había hecho que Atticus 
se sintiera… despojado en cuanto se había alejado, una sensación que ni siquiera había 
creído posible. Simplemente no tenía ningún sentido. ¿Era así como se había sentido 
Adam? ¿O August? ¿Era por eso que protegían tan violentamente a Noah y a Lucas? 
¿Por qué se habían sentido ansiosos de abrazar ese sentimiento? Era horrible. Lo hacía 
sentir como si no pudiera respirar completamente, y no es como si él tuviera la clase de 
trabajo que le permitiera distraerse por culpa de un hombre de ojos marrones que no 
conocía límites. 
Dio un salto en cuanto llamaron a la puerta. 
—Adelante —ladró. 
Noah asomó la cabeza por la puerta, haciendo una mueca. 
—¿Así es como le hablas a tus empleados? Suenas como un imbécil. 
—¿Por qué estás aquí? —Preguntó Atticus, empeorando su mal humor. No 
parecía poder borrar el ceño fruncido en su rostro. 
—Vaya, ¿Quién orinó sobre tus copos de salvado esta mañana? —Preguntó Noah, 
entrando y cerrando la puerta detrás de él. 
—Nadie. ¿Qué es lo que quieres? 
Noah nunca había estado en la oficina de Atticus, sin embargo, lo miraba como si 
Atticus fuera quien estuviera actuando fuera de lugar. 
Onley James Demente 
 
Página | 43 
 
—Dímelo tú. Thomas dijo que necesitabas que alguien viniera a recoger un 
montón de documentos porque él los necesitaba esta noche, pero no tenías tiempo para 
conducir hasta la casa. 
—Me refería a un servicio de mensajería, no a ti. 
Noah se dejó caer en la silla frente a él, como si esta fuera su casa y no la oficina de 
Atticus. 
—Vaya, tus habilidades de hospitalidad apestan, hermano. En serio, ¿Qué te 
pasa? Estás más tenso que de costumbre. 
Abrió la boca para decirle que se fuera a la mierda, pero se escuchó a sí mismo 
preguntar:—¿Cómo se siente el miedo? 
Noah lo miró parpadeando. 
—¿Qué? 
—Es una pregunta válida —murmuró Atticus. 
—¿Te encuentras bien, hermano? 
Atticus estaba lo contrario a “bien”. 
—Mi pecho se siente apretado y mi boca está seca, y no puedo decir si estoy 
experimentando miedo, ansiedad o si es que estoy teniendo un maldito ataque al 
corazón. 
—Sí, te ves como un cadáver. ¿Un ataque cardíaco no te hace sudar, y, por 
ejemplo, te hace doler el brazo izquierdo? Eres médico, ¿No deberías de saber si estás 
sufriendo un paro? 
—Es simplemente que no entiendo lo que me está pasando… 
—Bueno, eso nos convierte en dos. ¿Pasó algo antes de que empezaras a sentirte 
así? ¿Alguien te dio malas noticias? ¿Alguien intentó asustarte? —Preguntó Noah. 
Bueno, ciertamente no podía contarle a Noah sobre Jericho. Le diría a Adam y Adam 
haría una conferencia de prensa al respecto. 
—No quiero hablar de eso. 
Noah entrecerró los ojos y estudió a Atticus con atención. 
—Espera... ¿Esto se trata de una... chica? 
La vacilación antes de que Noah dijera chica hizo que el músculo de su ojo se contrajera. 
¿Era tan obvio? 
Onley James Demente 
 
Página | 44 
 
—No. 
Una lenta sonrisa se formó en el rostro de Noah mientras que se inclinaba hacia 
adelante. 
—¿Se trata de un chico? ¿Finalmente has abierto de una patada las puertas del 
armario? ¿Tienes… tienes novio? 
—¡No! —espetó mientras cerraba los ojos y su descarada reacción exagerada lo 
llamaba un mentiroso—. No —Dijo de nuevo, un poco más tranquilo. 
Noah puso los ojos en blanco. 
—Está bien, entonces obviamente hay una persona que te tiene atado en nudos. 
¿Quién es? 
Atticus quería hablar con alguien, pero tampoco quería que nadie supiera que un 
completo extraño lo había atrapado tan fácilmente. 
—No se lo puedes decir a nadie. 
La lengua de Noah salió disparada para humedecerse el labio inferior, luego asintió. 
—Okey. ¿Qué hiciste? 
Atticus tenía la intención de solo dar los más mínimos detalles, pero, en cambio, vomitó 
toda la historia a un Noah muy aturdido. 
Cuando terminó, Noah dijo:—¿Dos veces? Lo has visto dos veces y las dos veces... —Hizo 
un círculo con los dedos de una de sus manos antes de fingir violarlo con un dedo de la 
otra mano. 
—No tienes que ser grosero. 
Noah resopló. 
—Salva la indignación de los justos, hermano. No soy yo quién se