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02 My Valentine - Jaimie Roberts (1)

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Staff 
 
 
 
Sinopsis 
 
Las rosas son rojas, las violetas son azules. 
Me has enviado al infierno. 
Ahora tú también debes unirte a mí. 
Obsesión es una palabra que me persigue desde el día que la 
conocí. No me avergüenza admitir que fluye por mis venas. Yo, 
más que nadie, sé lo peligroso que puede ser. 
Puede que haya escapado, pero por mucho que huya, ella está ahí, 
recordándome lo que hice y cuanto la extraño. Incluso en la 
muerte, ella me persigue. Si perderla no fuera suficiente, tengo 
que vivir constantemente con ella dentro de mi cabeza durante el 
día, en mis sueños por la noche. 
Ella me castiga. Es lo que mejor hace. Incluso aunque ella ya no 
esta aqui, sus garras se hunden profundamente en mi piel. 
Pensé que había terminado. 
Me equivoqué. 
Parece que Scarlet aún no ha terminado conmigo. 
Advertencia: Hay escenas -al igual que en el libro anterior, 
Siren- que pueden desencadenar a aquellos sensibles al abuso 
sexual. 
Nota: El segundo libro de la serie Siren no es independiente. 
Lee previamente Siren antes de leer esta segunda aventura de 
My Valentine. 
 
 
Índice 
Playlist 
Scarlet 
Prólogo 
Capítulo 1 
Capítulo 2 
Capítulo 3 
Capítulo 4 
Capítulo 5 
Capítulo 6 
Capítulo 7 
Capítulo 8 
Capítulo 9 
Capítulo 10 
Capítulo 11 
Capítulo 12 
Capítulo 13 
Capítulo 14 
 
Capítulo 16 
Capítulo 16 
Capítulo 17 
Capítulo 18 
Capítulo 19 
Capítulo 20 
Capítulo 21 
Capítulo 22 
Capítulo 23 
Capítulo 24 
Capítulo 25 
Capítulo 26 
Capítulo 27 
Capítulo 28 
Capítulo 28 
Capítulo 29 
Capítulo 30 
 
Capítulo 31 
Capítulo 32 
Capítulo 33 
Capítulo 34 
Capítulo 35 
Capítulo 36 
Capítulo 37 
Capítulo 38 
Capítulo 40 
Capítulo 41 
Capítulo 42 
Nota & Agradecimiento 
 
Sobre el autor 
 
 
 
 Capítulo 1
 
 
Terapia 
Reid 
ENTRE MIS PIERNAS HAY UNA MORENA TETONA que se parece 
a ella. Siempre elijo mujeres que se parecen a ella. Hace todos los 
ruidos adecuados. Sus suaves gemidos vibran contra mi suave 
polla mientras su cabello cae en cascada sobre sus hombros 
desnudos, haciéndome cosquillas en las piernas. Me acaricia las 
bolas con su pequeña mano mientras mueve su lengua arriba y 
abajo de mi polla como si fuera una maldita piruleta. No tarda en 
metérsela en la boca y, en un esfuerzo por concentrarse en lo que 
está haciendo, cierro los ojos y me concentro. Intento concentrarme 
en lo que me hacen sentir estas cosas y en las sensaciones. Pero 
entonces, recuerdos de 
Recuerdos de lo que hice y de cómo murió. Aprieto aún más los ojos 
y en un último esfuerzo por 
cabeza de esta mujer hacia mi polla. Supongo que, si no puedo 
ponerme duro por mí mismo, t
a ponerme duro. 
No sé su nombre, y no me importa saberlo. Lo único que me 
importa es correrme, que es algo que no he podido hacer desde...
Capítulo 1 
 
ENTRE MIS PIERNAS HAY UNA MORENA TETONA que se parece 
a ella. Siempre elijo mujeres que se parecen a ella. Hace todos los 
ruidos adecuados. Sus suaves gemidos vibran contra mi suave 
polla mientras su cabello cae en cascada sobre sus hombros 
ndome cosquillas en las piernas. Me acaricia las 
bolas con su pequeña mano mientras mueve su lengua arriba y 
abajo de mi polla como si fuera una maldita piruleta. No tarda en 
metérsela en la boca y, en un esfuerzo por concentrarse en lo que 
cierro los ojos y me concentro. Intento concentrarme 
en lo que me hacen sentir estas cosas y en las sensaciones. Pero 
entonces, recuerdos de ella vuelven a entrar en mi cabeza. 
Recuerdos de lo que hice y de cómo murió. Aprieto aún más los ojos 
y en un último esfuerzo por sacarla de mi mente, intento empujar la 
cabeza de esta mujer hacia mi polla. Supongo que, si no puedo 
ponerme duro por mí mismo, tal vez pueda hacer que ella me ayude 
No sé su nombre, y no me importa saberlo. Lo único que me 
importa es correrme, que es algo que no he podido hacer desde...
ENTRE MIS PIERNAS HAY UNA MORENA TETONA que se parece 
a ella. Siempre elijo mujeres que se parecen a ella. Hace todos los 
ruidos adecuados. Sus suaves gemidos vibran contra mi suave 
polla mientras su cabello cae en cascada sobre sus hombros 
ndome cosquillas en las piernas. Me acaricia las 
bolas con su pequeña mano mientras mueve su lengua arriba y 
abajo de mi polla como si fuera una maldita piruleta. No tarda en 
metérsela en la boca y, en un esfuerzo por concentrarse en lo que 
cierro los ojos y me concentro. Intento concentrarme 
en lo que me hacen sentir estas cosas y en las sensaciones. Pero 
vuelven a entrar en mi cabeza. 
Recuerdos de lo que hice y de cómo murió. Aprieto aún más los ojos 
de mi mente, intento empujar la 
cabeza de esta mujer hacia mi polla. Supongo que, si no puedo 
al vez pueda hacer que ella me ayude 
No sé su nombre, y no me importa saberlo. Lo único que me 
importa es correrme, que es algo que no he podido hacer desde... 
 
 
—¡Ah, joder! Ten cuidado —me quejo, prácticamente 
arrancándole el pelo del cuero cabelludo en un arranque de ira y 
pura frustración. 
—Lo siento —susurra casi lloriqueando, y sé que su voz sumisa 
debería hacer el efecto y ponerme duro, pero, por alguna razón 
desconocida, no lo hace. 
¡Ya nada me la pone dura! 
Empieza a lamer su suave lengua contra mi polla, gimiendo con 
dulces sonidos. Sé que debería sentir algo, pero no llega 
absolutamente nada, ni siquiera un parpadeo. 
—¡Detente! —grito, finalmente sacando mi polla. 
—¿Cuánto tiempo lleva esto... preocupándote? 
Levanto la vista de mis manos para mirar a mi terapeuta. Su 
pregunta me saca del recuerdo de la noche anterior y me devuelve 
al presente. Desde el primer día que la vi, he tenido sueños 
húmedos con ella. De hecho, la única razón por la que estoy aquí 
ahora es porque me recuerda a ella. Mi terapeuta, la Dra. Mercy, 
tiene el cabello corto y rubio, mientras que ella lo tenía largo y 
castaño, casi carmesí. La Dra. Mercy tiene ojos marrones oscuro y 
lleva gafas, mientras que ella tenía los ojos verdes más intensos 
que jamás había visto. Con una sola mirada, cualquiera se habría 
quedado paralizado. A menudo la llamaba mi sirena porque sabía 
que una llamada suya me haría salir corriendo. Como mi difunto y 
jodido padre estaba obsesionado con ella. La Dra. Mercy puede ser 
su opuesto en todos los sentidos, pero por alguna razón, todavía 
me recuerda a ella. Creo que está en la forma en que se comporta. 
Son solo pequeñas cosas. Como la forma en que se aparta el 
cabello del rostro o cruza una pierna sobre la otra cuando habla. 
Sí, esas son las cosas que me recuerdan a ella, y esa es la misma 
razón por la que he estado viniendo aquí para las sesiones desde 
 
 
que me encontré con la Dra. Mercy hace cuatro semanas. Eso y su 
bonito acento de Glasgow. 
—¿Perdón? —pregunto, fingiendo ignorancia. Solo quiero oírlahablar en voz alta. 
Hoy lleva otra de sus largas y aburridas faldas, pero aun así se 
me corta la respiración cuando cruza una pierna sobre la otra. 
—Tu incapacidad para tener una erección. ¿Cuánto tiempo ha 
estado sucediendo? 
Me llevo la mano a los ojos y me examino las uñas. Tengo que 
cortármelas pronto. 
—Ah, ya sabes —digo, tratando de quitarle importancia—. 
Desde... ella. 
—¿Scarlet? —dice su nombre como si fuera insignificante. Como 
si estuviera pidiendo algo aburrido en un restaurante como el pan. 
Al final me trasladé de Inglaterra a España, como estaba 
previsto, pero no al lugar al que tenía pensado ir. Sabiendo que 
me había comprometido y que bien podría acabar en busca y 
captura por asesinato, deseché ir a Ibiza y opté por Marbella en su 
lugar; un lugar nuevo era la opción más segura. Tomé todo el 
dinero y hui. No he vuelto a mirar atrás desde entonces. De eso 
hace ya casi un año. 
—Sí. Desde ella. —No levanto la vista. 
La Dra. Mercy inhala profundamente antes que me dé cuenta 
que se está moviendo en su asiento. Levanto la vista y veo que se 
levanta las gafas antes de apuntar su bolígrafo. 
—No hemos tocado mucho el tema de Scarlet, así que creo que 
tengo que empujarte más en esa dirección. 
—¿Por qué? —pregunto, gritando más de lo que debería. 
 
 
Sin embargo, mi voz elevada no parece inmutarla. 
—Porque ella es obviamente la raíz de tu... incapacidad para 
actuar, digamos. ¿Quién es ella? 
—¡Era! —Vuelvo a soltar un chasquido. 
La Dra. Mercy estrecha sus labios como si quisiera deshacerse 
de mí. ¿Por qué demonios me pone la polla dura? 
—¿Era? —pregunta finalmente con un largo suspiro. 
Hago un movimiento para mirar mis uñas de nuevo. Mala 
costumbre, lo sé, pero una gran distracción. 
—Era alguien que conocía. Alguien con quien estuve un tiempo. 
No es gran cosa. 
—Bueno, es obvio que ella era una gran cosa para ti si no 
puedes rendir sexualmente como resultado de... 
—¡Oye, yo puedo actuar, joder! Solo desde ella no he podido por 
alguna razón. 
Ella sonríe. ¡Tiene el descaro de sonreír! 
—Nunca dije que no pudieras actuar en circunstancias 
normales. Solo trato de entender qué es lo que hace que no 
puedas rendir ahora. 
La miro de arriba a abajo mientras siento que mi polla se tensa 
contra mis pantalones. En circunstancias normales, esta mujer 
estaría en un puto problema. 
—Créeme cuando digo que podría actuar ahora mismo en este 
minuto si quisiera. 
—¿Cómo es eso? —pregunta. Típica terapeuta. Siempre 
haciendo preguntas. 
 
 
Miro sus torneadas piernas antes de encontrarme con sus ojos. 
—Digamos que ahora mismo, en este minuto, estoy de humor. 
Sonríe como si hubiera escuchado esto mil veces antes. Tal vez 
sí, y por alguna razón, eso me molesta. Nada me ha molestado 
desde ella. 
—¿Era alguien que no debías tener? ¿Estaba casada? 
—Ella era fruta prohibida. —Sabiendo lo que viene a 
continuación, sonrío. 
—¿En qué sentido estaba prohibida? 
Descruzando la pierna que está apoyada en mi rodilla, me 
inclino hacia delante y susurro: 
—Era mi hermana. 
Noto que sus ojos se abren ligeramente antes que parpadee un 
poco. 
—Entonces, ¿querías tener sexo con tu hermana? —Anota algo, 
pero cuando no respondo de inmediato, levanta la vista. 
Me inclino hacia atrás con un suspiro y digo muy 
despreocupadamente: 
—Sí, tuve sexo con mi hermana. Una vez. ¿Y sabes qué? Me la 
follaría de nuevo si estuviera aquí ahora mismo. Fue el mejor sexo 
que he tenido. Valió la pena la maldita espera. 
No dice nada durante unos segundos. Me doy cuenta que no se 
lo esperaba. Me dan ganas de reír, pero consigo mantenerlo en 
secreto. 
Finalmente, se recompone. 
 
 
—¿Tú y Scarlet compartieron la misma madre y el mismo 
padre? 
Realmente quiero mantener la pretensión que lo que Scarlet y 
yo teníamos estaba prohibido como el infierno. Creo que, en cierto 
modo, lo fue. 
—Compartimos el mismo padre, pero no por sangre. 
—Entonces, son hermanastros. —Ella escribe esto, pareciendo 
más complacida. Apuesto a que se pondría muy contenta si le 
dijera que me estoy tirando a mi hermana de verdad. 
—Éramos hermanastros. 
Vuelve a levantar el bolígrafo. 
—Estás mencionando a Scarlet en tiempo pasado. Supongo que 
eso significa que está muerta. 
—Sí. 
Exhala y me doy cuenta de lo que está pensando. Debo 
frustrarla al máximo, complicando su trabajo más de lo que ya es. 
Creo que, a cien euros por sesión, puedo permitirme ser... 
desafiante. 
—Lloras su pérdida. 
Pienso en lo que dice. No sé si era una pregunta o una 
afirmación, pero creo que es un poco de ambas. ¿La lloro? Joder, 
sí. Si pudiera volver atrás y hacer las cosas de otra manera, ¿lo 
haría? Joder, sí. Me sentí tan traicionado, tan malditamente 
enfadado al pensar que se había enamorado de alguien que no era 
yo. Ella era mía. Siempre había sido mía. 
—Pareces enfadado. 
 
 
Me inclino de nuevo hacia delante, con la respiración 
entrecortada. 
—¿Alguna vez te ha follado un cliente sobre ese escritorio? —
Señalo con los ojos la dirección del escritorio que está detrás de 
ella. Es un escritorio muy bonito, además. Apuesto a que podría 
darle un buen polvo sobre él. Con nada más que la costa 
mediterránea para mirar desde sus ventanas, sería casi como 
follarla sobre el mar. 
Escribe algo antes de levantar la vista. 
—Creo que es un caso clásico de desplazamiento. Conmigo, te 
sientes relajado. Soy algo que sabes que no puedes tocar como tu 
hermanastra, y sin embargo, anhelas ir allí. 
Sonrío, sabiendo que está evitando mi pregunta. La Dra. Mercy 
es una pequeña zorra. 
—¿Y puedo? 
—¿Qué? 
—Ir allí. 
Vuelve a sonreír. 
—Tú y yo sabemos la respuesta a eso. —Se inclina hacia 
delante, permitiéndome ver un poco de sus bronceadas y 
abultadas tetas—. Señor Valentine, entiendo que esta relación 
cliente-paciente que tenemos puede jugar con la mente de uno. 
Usted puede fácilmente conjurar todo tipo de fantasías en su 
cabeza. Admito que yo también he tenido algunas sobre algunos 
médicos. Al fin y al cabo, todos somos humanos. Pero, hay una 
gran diferencia entre la fantasía y la realidad y es por eso que 
estás aquí conmigo. Tienes que saber cuál es cuál. Lo que se 
considera aceptable y lo que es completamente inaceptable. 
Agito la mano delante de ella. 
 
 
—Sí, lo sé, lo sé —digo bajo una respiración exasperada—. Pero, 
a veces, las realidades nacen de las fantasías... ¿no estás de 
acuerdo? 
—En algunos aspectos entre adultos que consienten en zonas 
seguras, sí. 
—Como mi bar. —Sonrío. 
Ella simplemente asiente. 
—Sí. Como tu bar. 
—¿Alguna vez has tenido fantasías sexuales con ser atada? ¿Ser 
azotada o flagelada? ¿Has estado alguna vez con más de una 
persona? ¿Te excita la idea que un hombre te folle por detrás 
mientras el otro te mete la polla en la boca? 
Puedo ver los latidos de su corazón a través de su camisa. Sé 
que la estoy excitando y joder, me dan ganas de abalanzarme 
sobre ella. 
—¿Y tú? 
Sonrío. 
—Touché, Dra. Mercy. 
—Ahora, tu hermana Scarlet. Aparte de la sexual, ¿qué tipo de 
relación tenías con ella? 
Me inclino hacia atrás, aburrido. 
—No quiero hablar de ella. 
—Oh, pero creo que el mismo hecho que no estés hablando de 
ella es lo que te hace incapaz de actuar. Algunas relaciones son 
extremadamente poderosas, pero las que se dan entre hermanos 
lo son aún más. Creo que tú y Scarlet desarrollaron un vínculo 
tan poderoso que... 
 
 
—¡He dicho que no quiero hablar de ella! —la interrumpo por 
completo. Cada palabra que sale de su boca sobre Scarlet es como 
si me clavaran un cuchillo en el corazón, cada vez más profundo. 
Ella suspira visiblemente. 
—Está bien, pero algún día tendremos que hacerlo, Reece. Es 
evidente que estaban muy unidos y ahora la has perdido. ¿No 
crees que esta es la razón por la que...? 
—Sé la razón por la que no puedo tener una erección. No soy un 
maldito idiota. Simplemente no estoy preparado para hablar de 
ella. —Sin mirar a la psiquiatra, me escabulloen mi asiento. Me 
duele el pecho. Cada vez que pienso en ella, me duele el pecho. 
¡Maldita perra! 
Mira la hora antes de volver a mirarme. 
—Se acabó el tiempo por hoy, pero creo que la próxima vez 
tenemos que pensar en discutir el tema que te está causando este 
dolor de cabeza. 
Me hecho a reír. 
—Señora, solo necesito levantarlo. ¿No puede darme una 
pastilla y mandarme a paseo? 
Me mira de forma reprobatoria. 
—Sabes que no funciona así, Reece. Primero tenemos que llegar 
a la raíz del problema. —Empieza a colocar su cuaderno y su 
bolígrafo junto a la mesa. Esa es obviamente mi señal para irme. 
Cuando empiezo a levantarme para irme, me detiene haciéndome 
una pregunta—. Este bar tuyo... ¿Cómo se llama? 
Aprieto los puños con fuerza antes de contestar. 
 
 
—Scarlet's. —Sí, lo sé. Soy un glotón del castigo. Supongo que 
tener su nombre sobre mi barra hace que, de alguna manera, 
sienta que estoy ofreciendo una disculpa por lo que le hice. 
También es un castigo porque ahora hay un recuerdo constante 
de ella dondequiera que vaya. Después de todo, ese bar es donde 
vivo y donde trabajo. 
—De acuerdo —responde simplemente. Por la expresión de su 
rostro, me doy cuenta que lo ha preparado a propósito. Sabía el 
nombre de mi bar cuando la conocí, así que lo único que está 
haciendo es joderme, tratando de dar a entender algo. Estoy a 
punto de responderle que es una maldita revelación lo que ha 
hecho cuando me sorprende—. Puede que un día tenga que ir a 
tomar algo. —Por fin levanta la vista hacia mí—. Solo por 
curiosidad, claro. 
Lo siento de nuevo. Mi polla se pone rígida al pensar en lo que 
podría hacerle bajo mi dominio. Las cosas que sé que podrían 
hacer gritar como un animal salvaje a esta mujer de aspecto 
pretencioso y engreído. 
—Si te interesa, las noches de chicas son los jueves. Las 
bebidas salen a mitad de precio entre las siete y las diez. —Creo 
que va a decir que eso será demasiado tarde para la señorita 
mojigata, pero en cambio me sorprende sonriendo. 
—Lo tendré en cuenta. Gracias. 
Los niveles de erección han alcanzado nueva altura. ¿Vendrá 
realmente a mi bar? La idea hace que mi cabeza dé vueltas con 
ideas. Ideas muy, muy perversas. 
—Bueno, si no vienes esta noche, siempre está el próximo 
jueves. —Espero que darle la idea que podría venir más tarde esta 
noche ayude a inclinar su decisión en esa dirección. Dudo mucho 
que venga tan pronto. De hecho, dudo mucho que venga. 
 
 
Sigue sentada, pero descruza las piernas y se quita las gafas de 
forma muy seductora. Cuando levanta la vista hacia mí, se me 
para el corazón. 
Scarlet. 
Se parece tanto a ella. Su cabello y sus ojos no son los mismos, 
pero ese cuerpo. La forma de ese cuerpo y la manera en que se 
comporta. Es Scarlet por todas partes. Por un momento, estoy tan 
convencido que es ella que casi grito su nombre. 
Pero entonces, recuerdo. Ella está muerta. Yo la maté. No puede 
ser ella. Es solo mi mente jugándome una mala pasada... otra vez. 
—No creo que pueda hacerlo más tarde, pero lo intentaré alguna 
vez. Que tengas un buen día, Reece. 
 
 
 
 Capítulo 2
Renacimiento
Todo duele. 
Todo arde. 
Cuando mi cerebro se pone en marcha, me recuerda que debo 
respirar. ¿Dónde estoy? ¿Qué me ha pasado?
Con todo el aliento que puedo reunir,
ardor de mi garganta. Con fuerza, empujo las manos hacia abajo, 
agarrando la superficie de lo que sea que esté apoyado con la 
mayor fuerza posible. Noto lo que parece un barro suave y blando 
que se filtra entre mis dedos. Hace fr
sobre mi cabeza, pero al principio no puedo moverme.
¿Dónde estoy? 
Intento abrir los ojos, pero es como si mis párpados tuvieran un 
peso de cien toneladas atado a ellos. Pero necesito moverme. 
Necesito recordar por qué estoy aq
Con un gemido, muevo la cabeza y me empujo hacia arriba con 
toda la fuerza que puedo reunir. Cuando consigo sentarme, una 
tos estrangulada sale de mis labios y, en cuanto lo hace, me 
arrepiento. Duele muchísimo.
Capítulo 2 
 
 
Renacimiento 
Cuando mi cerebro se pone en marcha, me recuerda que debo 
respirar. ¿Dónde estoy? ¿Qué me ha pasado? 
Con todo el aliento que puedo reunir, inhalo, ahogándome por el 
ardor de mi garganta. Con fuerza, empujo las manos hacia abajo, 
agarrando la superficie de lo que sea que esté apoyado con la 
mayor fuerza posible. Noto lo que parece un barro suave y blando 
que se filtra entre mis dedos. Hace frío y llueve. Un trueno suena 
sobre mi cabeza, pero al principio no puedo moverme. 
Intento abrir los ojos, pero es como si mis párpados tuvieran un 
peso de cien toneladas atado a ellos. Pero necesito moverme. 
Necesito recordar por qué estoy aquí. 
Con un gemido, muevo la cabeza y me empujo hacia arriba con 
toda la fuerza que puedo reunir. Cuando consigo sentarme, una 
tos estrangulada sale de mis labios y, en cuanto lo hace, me 
arrepiento. Duele muchísimo. 
Cuando mi cerebro se pone en marcha, me recuerda que debo 
inhalo, ahogándome por el 
ardor de mi garganta. Con fuerza, empujo las manos hacia abajo, 
agarrando la superficie de lo que sea que esté apoyado con la 
mayor fuerza posible. Noto lo que parece un barro suave y blando 
ío y llueve. Un trueno suena 
 
Intento abrir los ojos, pero es como si mis párpados tuvieran un 
peso de cien toneladas atado a ellos. Pero necesito moverme. 
Con un gemido, muevo la cabeza y me empujo hacia arriba con 
toda la fuerza que puedo reunir. Cuando consigo sentarme, una 
tos estrangulada sale de mis labios y, en cuanto lo hace, me 
 
 
Estoy tan débil. 
¿Por qué me siento tan malditamente débil? Nunca soy débil. La 
debilidad es un rasgo que mi padre me inculcó cuando era 
pequeña. Cuando crecí, juré no volver a sentir esa debilidad. 
La debilidad es para los perdedores. 
Por fin, abro los ojos asimilando la oscuridad. 
Negro. 
Solo me rodea la oscuridad. La lluvia golpea fuerte en algunos 
lugares y en otros no. Queriendo saber por qué, consigo levantar 
la cabeza hacia el cielo, sin notar nada más que el balanceo de las 
ramas de los árboles estériles y la oscuridad más allá de ellos. Al 
soplar el viento, una de las ramas se desplaza, dejando ver una 
pizca de estrellas en el cielo nocturno. La confusión me invade. 
¿Cómo he llegado hasta aquí? 
Vuelvo a mirar al suelo y me doy cuenta que estoy tumbada 
junto a un árbol. Estoy cubierta de barro y suciedad, y no tengo ni 
idea de dónde estoy. 
Empiezo a temblar, en parte por el frío, pero también por el 
miedo. Pero estoy acostumbrada al miedo. Vivo del miedo. Sin 
embargo, ahora no le doy la bienvenida a este miedo. Este miedo 
es desconocido. 
Entrecerrando los ojos, intento hacerme una idea de dónde 
puedo estar, pero también de cómo demonios he llegado hasta 
aquí. ¿Por qué me duele todo? ¿Por qué me arde tanto la 
garganta? 
En un esfuerzo por sentarme completamente erguida, me acerco 
al árbol para apoyarme en el. Siento que mis pulmones han sido 
expulsados de todo su aire. Deseo desesperadamente tomar 
 
 
grandes bocanadas de oxígeno, pero sé que me dolerá mucho si lo 
hago. 
Otro gran trueno suena en lo alto, iluminando 
momentáneamente el cielo. Mientras me acobardo, noto un 
movimiento delante de mí, lo que me hace apretarme como un 
ovillo. Unos ojos negros se cruzan con los míos cuando un intenso 
trueno va acompañado inmediatamente de otro relámpago que 
cruza el aire nocturno. Mi mente conjura monstruos con garras y 
colmillos afilados, que se acercan a mí para acabar con el trabajo 
iniciado. La cabeza me da vueltas y el corazón se me acelera al 
pensar qué puede ser lo que me está mirando. 
Pero, sea lo que sea, no se mueve más que yo, que no es nada. 
Cuando me doy cuenta que no viene por mí, mi ritmo cardíaco 
disminuye un poco. Entrecierro los ojos lo mejor que puedo en la 
oscuridad. 
Entonces, como si respondiera a mis plegarias, la luna aparece 
de entre las nubes e ilumina la dirección hacia la que miro. 
Es solo un ciervo. 
Cerrando los ojos, dejo que mi ritmo cardíaco se calme antes dedarme cuenta que voy a morir de hipotermia si me quedo aquí 
más tiempo. 
Empiezo a moverme, pero a medida que lo hago, la debilidad en 
las piernas se apodera de mí. No consigo que se muevan. Pero 
tengo que hacerlo. Si me quedo aquí y me rindo, moriré. Algo me 
dice que necesito vivir. Necesito vivir porque tengo asuntos 
pendientes. 
Cuentas pendientes. 
Sacudo la cabeza, intentando aclarar mis pensamientos 
erráticos. Tengo que averiguar qué demonios está pasando y cómo 
diablos he acabado aquí, en el bosque. 
 
 
Con este último pensamiento en la cabeza, me impulso hacia 
arriba utilizando el tronco de mi árbol como apoyo una vez más. 
No soy muy partidaria de abrazar los árboles, pero en este 
momento puedo entender la lógica de ello. Este árbol es lo único 
que me sirve de apoyo. 
Cuando consigo ponerme totalmente en pie, tropiezo un poco, 
pero de nuevo el árbol amortigua mi caída. Siento mi mano 
alrededor de sus bordes ásperos, acariciándolo como si fuera un 
perro. Mi mente vuelve a pensar en el ciervo y, pensando que ya se 
ha ido, miro en esa dirección. Él o ella sigue de pie, inmóvil, 
observándome como si yo fuera tan fascinante para él o ella como 
para mí. Por un momento, miro fijamente esos ojos negros. Unos 
ojos que deberían presagiar muerte, desesperación, rabia y sobre 
todo, incertidumbre. Sin embargo, lo único que veo en los ojos de 
ese ciervo soy yo... solo yo. En ese momento, el ciervo y yo 
parecemos haber llegado a un entendimiento mutuo, y 
compartimos un vínculo. 
Soy tan salvaje y libre como el ciervo. 
Sintiendo un impulso irrefrenable de acercarme, pongo un pie 
delante del otro y extiendo la mano hacia el ciervo. Al principio, se 
queda inmóvil, mirando fijamente y fascinado, probablemente 
preguntándose qué soy. 
Mis pies se hunden bajo el barro sobre el que he estado tendida 
durante el tiempo que he estado aquí. Miro hacia abajo y me 
maravilla cómo el barro se cuela entre mis dedos y se abre paso 
alrededor de mi pie. Me encierra una fascinación propia. Como si 
estuviera presenciando algo así por primera vez. 
Pero entonces me acuerdo de mi ciervo. 
Pongo un pie delante del otro una y otra vez hasta que estoy en 
el punto medio entre el ciervo y yo. El ciervo sigue inmóvil 
mientras me dirijo hacia él, pero cuando me detengo a unos dos 
 
 
metros, expulsa un chorro de vapor por la nariz antes de darse la 
vuelta de repente y alejarse. 
Al instante, siento la pérdida. Intento gritar para que el ciervo se 
quede, pero no solo no se me escapa ningún sonido, sino que mi 
garganta cruje de dolor. 
Siento las lágrimas por la pérdida de mi ciervo, pero con cada 
sacudida que produce mi cuerpo, un fuego como ningún otro sube 
por mi garganta. Por instinto, me llevo una mano alrededor del 
cuello y, como una ola que se estrella, todo me golpea. 
Stuart me está esperando. 
Reid me estaba esperando. 
Reid me violó. Mientras lo hacía, puso sus manos alrededor de 
mi cuello y me asfixió hasta que me desmayé. 
Reid me mató. 
Al menos, eso es lo que él cree que hizo. 
Pero en ese momento, no me importó. 
En este momento, me acongojo y me pierdo. 
En este momento... solo quiero recuperar mi ciervo. 
 
 
 
 Capítulo 3
Scarlet's 
Reid 
Tras salir de la consulta de la sexy psiquiatra, me subo a mi 
Lexus y me dirijo a mi bar, no sin antes hacer una parada en la 
playa para tomar el sol durante unas horas. Estamos a finales de 
julio y fuera hace un calor de mil demonios. Mientras conduzco, 
me encuentro con el tráfico de la 
Banús. Llevo más o menos un año viviendo aquí, así que he vivido 
todas las estaciones. En invierno rara vez baja de los once grados, 
pero aun así hace frío. Vivir junto al mar trae consigo l
Se filtra en las casas y ennegrece las paredes. El bar que compré 
estaba plagado de ella. Se había dejado prácticamente pudrir, pero 
con el dinero extra que tenía, me las arreglé para convertirlo no 
solo en un bar/club sexual de fantasía, sino t
al que puedo llamar hogar. Vivo encima del bar, lo que es perfecto 
para mí. Puedo trabajar hasta la noche, dormir todo el día y beber 
cuando me da la gana. Con el alcohol de barril durante todo el 
día, eso es lo que hago. Beber se ha con
mí desde que hice lo que le hice a 
Una ola de náuseas me golpea el estómago como siempre que 
pienso en ella. Mire donde mire, parece que ella está ahí, 
recordándome lo que hice.
Capítulo 3 
 
 
 
Tras salir de la consulta de la sexy psiquiatra, me subo a mi 
Lexus y me dirijo a mi bar, no sin antes hacer una parada en la 
playa para tomar el sol durante unas horas. Estamos a finales de 
julio y fuera hace un calor de mil demonios. Mientras conduzco, 
e encuentro con el tráfico de la 7: pm en toda la A7 hacia Puerto 
Banús. Llevo más o menos un año viviendo aquí, así que he vivido 
todas las estaciones. En invierno rara vez baja de los once grados, 
pero aun así hace frío. Vivir junto al mar trae consigo l
Se filtra en las casas y ennegrece las paredes. El bar que compré 
estaba plagado de ella. Se había dejado prácticamente pudrir, pero 
con el dinero extra que tenía, me las arreglé para convertirlo no 
solo en un bar/club sexual de fantasía, sino también en un lugar 
al que puedo llamar hogar. Vivo encima del bar, lo que es perfecto 
para mí. Puedo trabajar hasta la noche, dormir todo el día y beber 
cuando me da la gana. Con el alcohol de barril durante todo el 
día, eso es lo que hago. Beber se ha convertido en una cosa para 
mí desde que hice lo que le hice a ella. 
Una ola de náuseas me golpea el estómago como siempre que 
pienso en ella. Mire donde mire, parece que ella está ahí, 
recordándome lo que hice. 
Tras salir de la consulta de la sexy psiquiatra, me subo a mi 
Lexus y me dirijo a mi bar, no sin antes hacer una parada en la 
playa para tomar el sol durante unas horas. Estamos a finales de 
julio y fuera hace un calor de mil demonios. Mientras conduzco, 
en toda la A7 hacia Puerto 
Banús. Llevo más o menos un año viviendo aquí, así que he vivido 
todas las estaciones. En invierno rara vez baja de los once grados, 
pero aun así hace frío. Vivir junto al mar trae consigo la humedad. 
Se filtra en las casas y ennegrece las paredes. El bar que compré 
estaba plagado de ella. Se había dejado prácticamente pudrir, pero 
con el dinero extra que tenía, me las arreglé para convertirlo no 
ambién en un lugar 
al que puedo llamar hogar. Vivo encima del bar, lo que es perfecto 
para mí. Puedo trabajar hasta la noche, dormir todo el día y beber 
cuando me da la gana. Con el alcohol de barril durante todo el 
vertido en una cosa para 
Una ola de náuseas me golpea el estómago como siempre que 
pienso en ella. Mire donde mire, parece que ella está ahí, 
 
 
Enfadado, entro en el estacionamiento de mi bar, apago el 
motor y salgo al calor abrasador. Miro hacia las montañas que hay 
detrás de mi bar y pienso en lo lejos que está esto de Inglaterra. 
Aquí, en verano, no llueve, así que todo lo verde se vuelve 
amarillo. La arena y el polvo ondean en el aire caliente. No hay 
brisa fresca. Con este calor, incluso la brisa es caliente. No hay 
escapatoria. 
Pero, me encanta estar aquí. Es una forma de vida diferente a la 
de Londres. En Londres todo es apresurado. La gente está en 
movimiento todo el tiempo. No se vive, solo se existe. Aquí, la 
gente celebra la vida. Se reúnen en masa, comen a las diez de la 
noche y festejan hasta que sale el sol. Luego, por la tarde, reúnen 
toda la comida, las tiendas de campaña, básicamente todo lo que 
pueden llevar, y lo llevan todo a la playa, para poder mantenerse 
frescos durante el día. Después, el ciclo se repite. 
Mientras me apresuro hacia la puerta de mi bar, la abro, 
saboreando el fresco aire acondicionado que me recibe al otro 
lado. 
—Hola, hermano. Pensé que iba a tener que enviar un grupo de 
búsqueda. 
Akilah, mi jefe de bar procedente del Congo, me saluda con una 
enorme y radiante sonrisa. Lo conocí en la playa cuando vendía 
bolsos y gafas de sol en Estepona. No recuerdoquién entabló la 
conversación primero, pero cuando le pedí que se probara un par 
de gafas de sol, me enteré que llevaba dos años viviendo en 
Estepona tras huir del Congo en busca de una vida mejor. Parecía 
fuerte, ferozmente independiente, y algo me decía, por su mirada, 
que podía confiar en él. Toda su familia había sido fusilada por los 
rebeldes, y la única razón por la que vivía era porque era tan 
pequeño que se las arreglaba para esconderse dentro de uno de 
los armarios de la cocina, mientras tenía que escuchar los gritos y 
los llantos de su madre, su padre, sus hermanos y hermanas. La 
vida había sido malditamente dura para Akilah, pero ya no. 
 
 
Necesitaba un respiro, y yo se lo ofrecí. Confío en él 
implícitamente porque él confía en mí. Por eso me llama hermano. 
—Acabo de ir al psiquiatra. 
Sonríe, así que sé lo que viene a continuación. 
—¿Por qué no te la follas de una vez? Sabes que quieres 
hacerlo. 
Sentado en uno de los taburetes, Akilah toma inmediatamente 
un vaso, sirve mi whisky favorito y lo pone delante de mí. 
—Es posible que venga esta noche. Le dije que era noche de 
chicas. 
Akilah sonríe, mete la mano en el bolsillo de sus jeans y saca 
unas pastillas. 
—Si lo hace, pásale una de estas y será tuya esta noche. 
Miro las pequeñas pastillas azules que tiene en la palma de la 
mano y sonrío. ¿Podría hacerlo? Conociéndome y conociendo lo 
que he hecho, joder, sí. Tomo una de su mano y la meto en el 
bolsillo de mis jeans. 
—Gracias, hombre. 
—No hay problema, hermano. Cualquier cosa que necesites, te 
cubro la espalda. 
Y sé que lo hace. 
—¿Hay alguien aquí? —pregunto, mirando hacia la puerta. Ya 
son las siete, así que seguro que hay algún puto pervertido dentro 
de alguna de las habitaciones. 
—Gus y Felicia están aquí como siempre. Aidan está aquí con 
Elijah, y Tammy está aquí con Chris. 
 
 
Sacudo la cabeza al pensar en Gus y Felicia. Vienen aquí cada 
semana para follar a la vista de todos. Cada vez, intentan 
introducir algún tipo de chispa en su matrimonio, y cada vez, él se 
excita, pero ella no. Aidan y Elijah son una pareja gay recién 
casada a la que le gusta experimentar de vez en cuando. Incluso 
han pensado en tener una mujer entre ellos, literalmente 
hablando. A Tammy y Chris les gusta follar delante de la gente. A 
todos les gusta. Ese es su objetivo al final del día. El voyerismo los 
pone a cien. 
Empiezo a tomar mi whisky, disfrutando del ardor que me 
produce cuando Akilah dice: 
—Hay una chica nueva aquí. Nunca la he visto antes. 
Mi postura se acelera. Siempre me gusta la carne fresca por si 
acaso es alguien a quien puedo utilizar para romper este puto 
hechizo incesante al que me tiene sometido Scarlet. 
—¿Cómo se llama y qué aspecto tiene? 
Mientras Akilah guarda unos vasos, sonríe en mi dirección. 
Sabe por qué le pregunto. 
—Ella quería permanecer en el anonimato, pero dio su nombre 
como Fever. 
Arrugo la cara. 
—¿Fever? ¿Qué mierda es eso? 
Akilah simplemente se encoge de hombros. 
—No lo sé, pero está buena. Me recuerda a mi profesora de la 
escuela, pero malditamente caliente. 
En cuanto dice esto, me levanto de mi asiento y me dirijo a la 
puerta. Definitivamente tengo que ver esto por mí mismo. 
 
 
Visiones de la Dra. Mercy revolotean por mi cerebro. Si tan solo 
pudiera ser ella. Dije que parecía una maestra de escuela. 
Sintiendo que mi corazón bombea sangre de verdad por primera 
vez desde Scarlet, llego a la puerta que tiene "Entrar solo con 
permiso", introduzco el pin de cuatro dígitos y paso. El olor a sexo 
golpea mis fosas nasales en el momento en que paso. En las 
cabinas de cristal se oyen fuertes gruñidos y el ruido de la piel al 
chocar. 
La gran sala en la que entro está oscurecida para permitir un 
ambiente seguro y relajado. En el lado derecho están todas las 
cabinas de cristal iluminadas para que todos las vean. En el lado 
izquierdo hay asientos reservados para los mirones. Está en una 
cómoda oscuridad para que puedan sentarse, relajarse, beber y 
disfrutar del espectáculo que tienen ante sí. Ninguno de los que 
están en las casas de cristal sabe si alguien les está mirando. Les 
emociona no saber si les observan o no. A la mayoría le gusta 
mirar, pero a algunos les gusta participar. Todos son bienvenidos, 
siempre que respeten las normas. 
Nada de violencia, a menos que sea en forma de BDSM 
consensuado. 
Usa protección. 
Nadie puede entrar en las puertas de cristal una vez que se han 
cerrado. 
Si ensucian, limpien lo que ensucian. 
Reglas simples que se siguen al pie de la letra. La sola idea que 
les ponga a Akilah encima los hace correr una milla. Es una 
maldita bestia de hombre. Incluso yo me pregunto si podría 
vencerlo en una pelea. 
Mientras mis ojos recorren la sala que tengo delante, nada 
parece raro. No veo ninguna señal de esta nueva chica, pero si 
 
 
está en algún sitio, será sentada en uno de los asientos 
oscurecidos, observando todo lo que tiene delante. 
Entonces, tomo la puerta que lleva a unas escaleras a una 
habitación donde puedo ver todo. No se permite subir a nadie más 
que a mí. En mi habitación, nadie puede verme, pero con las 
cámaras por toda la pared y una gran ventana de un solo lado, 
puedo verlo todo. 
Observo las escenas frente a mí. A la izquierda están Aidan y 
Elijah. Aidan le está haciendo una mamada a Elijah mientras éste 
se folla a una mujer por el culo. Dos habitaciones más abajo, 
Tammy está azotando el culo de Chris mientras él le da una 
mamada. Y, en otra habitación a la derecha, Felicia adopta su 
posición normal: inclinada, con las manos sobre el cristal 
mientras Gus se la folla por detrás. Gus lo hace sin descanso, 
pero todo lo que veo en la expresión de Felicia es frustración, algo 
que veo regularmente cuando estoy aquí. Me jode que no se 
divorcien de una vez. Es obvio que no son una buena pareja. 
Y, sin embargo, una y otra vez vienen aquí, y una y otra vez 
tienen sexo en la misma posición, y las mismas circunstancias 
suceden después. Parece que no se dan cuenta del patrón que 
hay. 
Mientras suspiro mi disgusto, estoy a punto de apuntar la 
cámara alrededor de la sala para poder ver a esta novata, cuando 
una mujer con una falda lápiz por debajo de la rodilla, una blusa 
blanca con volantes y unos tacones negros de cinco centímetros se 
acerca a la cabina donde están Gus y Felicia antes de poner una 
de sus manos en el cristal, justo donde Felicia tiene la suya. No 
puedo ver a esta mujer porque está de espaldas a mí, pero me fijo 
en los rizos cortos y rubios que se parecen mucho a... 
No... No puede ser. 
 
 
Miro con asombro, mi respiración se entrecorta cuando esta 
mujer mira fijamente a los ojos de Felicia. Veo la pizca de 
desesperación que Felicia le muestra. En un instante, aparta la 
mano, se acerca a la puerta y pone la mano en el pomo. 
No, joder. Esto es violar la regla número tres. Empiezo a 
caminar hacia la puerta de la escalera cuando, de repente, la abre, 
la atraviesa y se acerca a Felicia. Creo que van a detenerse, pero 
siguen adelante, ambos fascinados con esta nueva chica. 
Al acercarse a Felicia, le pone la mano en la mejilla y la acaricia. 
Felicia cierra los ojos como si este contacto fuera el primer 
contacto tierno que ha recibido. 
Debería moverme, pero no puedo. Mi polla ha crecido a nuevos 
niveles que no había experimentado en mucho tiempo. 
Mis ojos están fijos en lo que hace esta mujer. Parece tener una 
delicadeza que no he visto desde... 
El dolor se apodera de mis entrañas, pero lo hago callar. 
Quiero quedarme en esta dichosa burbuja para siempre. El 
tiempo parece detenerse, y lo único en lo que puedo concentrarme 
es en esta mujer, que solo tiene su mano en la mejilla de Felicia. 
Solo eso ha hecho que mi polla esté malditamente dura. No me 
malinterpreten, Felicia es una joven hermosa. Tiene unas tetas 
enormes, una cintura diminuta y unas caderas que sobresalen 
como las de Marilyn Monroe, pero no me hace absolutamente 
nada. Entonces,llega esta mujer con su falda larga y su blusa con 
volantes y le toca la mejilla. Y ahora, tengo la erección del siglo. 
Si pensaba que mi polla no podía aguantar mucho más, esta 
mujer se inclina y besa a Felicia en los labios. Su mano, que 
estaba en su mejilla, se dirige a su pecho derecho. Aprieta el 
pezón de Felicia, y mi polla prácticamente se abre paso a través de 
mis jeans. Gus sigue follando a Felicia por detrás. Todo el tiempo, 
 
 
su esposa está besando a esta mujer, que ha decidido que quiere 
tocarla. 
Y no puedo dejar de mirar. 
Sigue besándola y jugando con su pezón, pero de repente su 
mano baja, acercándose al coño de Felicia. Cuando veo que sus 
dedos desaparecen y la sacudida de placer que se dispara a través 
de Felicia, de repente no puedo soportarlo más. 
Bajándome la cremallera, meto la mano en el bóxer y saco mi 
polla endurecida. Gimo cuando la empujo hacia delante y luego 
hacia atrás, saboreando el placer que mi cuerpo me ha estado 
negando durante tanto tiempo. Mientras me masturbo 
furiosamente, veo cómo esta extraña mujer besa a Felicia y 
empieza a jugar con su clítoris. Felicia se aparta de repente, su 
rostro tiene la expresión de placer más intensa que jamás he visto 
en ella. Gus sigue bombeando dentro de ella, pero esta vez con 
una energía renovada. Es como si ambos hubieran cobrado vida 
de repente. 
Felicia, en dulce agonía, apoya su cabeza en el hombro de esta 
mujer y ella le ofrece su apoyo mientras su mano se flexiona sobre 
su clítoris. Puedo ver el rostro de Felicia y, joder, quiero todo lo 
que esta mujer le está dando. 
No puedo oír los gritos de Felicia, pero ciertamente puedo 
verlos. Por primera vez, voy a ver a Felicia correrse, y será a 
manos de esta extraña mujer. 
A medida que los movimientos de todos van más rápido, 
también lo hacen los míos. No me canso de lo que estoy 
presenciando. Gracias a que esto está grabado. Puedo verlo una y 
otra vez, y lo haré. Esto es mejor que cualquier porno que haya 
visto. 
 
 
Al ver el placer intensificado en las expresiones de Gus y Felicia, 
empiezo a bombear mi polla, tratando furiosamente de encontrar 
mi liberación. 
Felicia tiene los ojos cerrados, la boca entreabierta y el cuerpo 
rígido por su inminente orgasmo, que parece que será el orgasmo 
que acabe con todos los orgasmos. Con un grito, que ciertamente 
puedo escuchar, Felicia se suelta, corriéndose en toda la polla de 
Gus ante la mano de esta extraña mujer. 
Con eso, me corro. El semen sale a borbotones de mí en 
cantidades que nunca antes había visto. Mientras mi orgasmo 
abandona mi cuerpo, veo cómo los movimientos de la mano de 
esta mujer se ralentizan, Gus se corre violentamente, y la sonrisa 
de Felicia es casi hipnótica mientras sigue apoyando su cabeza 
sobre el hombro de esta misteriosa mujer. 
Del mostrador, agarro rápidamente un pañuelo de papel para 
limpiarme. Me doy prisa, desesperado por no perderme nada. 
¿Quién es esta mujer? 
Tras limpiarme lo mejor que puedo, tiro el pañuelo a la papelera 
y vuelvo a mirar hacia abajo. Gus parece dar las gracias a esta 
mujer, y Felicia parece todavía embriagada por su orgasmo. Esta 
mujer dice algo, besa a Felicia en la mejilla y vuelve a poner 
suavemente la mano en el cristal antes de alejarse. 
Violentamente, me muevo tratando de ver quién es esta maldita 
mujer perfecta. Observo, paralizado, cómo se aleja de la puerta y 
se dirige a la salida, todo el tiempo con la cabeza gacha. 
¡Mira hacia arriba, maldita sea! 
Cuando la veo caminar hacia la puerta de salida, intento 
frenéticamente subirme los pantalones para saber quién es. 
Esto lo tengo que ver, joder. 
 
 
 Capítulo 4
Viaje 
Scarlet 
No sé cuánto tiempo permanezco allí, buscando al ciervo que
probablemente esté a kilómetros de distancia. Fue el tiempo 
suficiente para darme cuenta que, si no me ponía en marcha, la 
intención de Reid de matarme se haría realidad en breve.
Ciertamente no puedo permitir eso.
Camino kilómetros y kilómetros bajo la l
empapada. El agua fría se cuela en mi piel hasta llegar a mis 
huesos. Mientras camino entre el barro y los árboles, mis pies se 
cortan con varias ramitas, y con cada corte, mi boca se separa 
automáticamente mientras gruño de dolor, lo
atención no deseada a la cruda ternura de mi garganta. Mi 
garganta es un recordatorio demasiado conmovedor de lo que Reid 
acaba de hacerme. 
Agarro mi camisa con fuerza. La camisa que Reid, en su furia de 
celos, destrozó. Todos los botones ha
dejándome sin ningún tipo de pudor.
Capítulo 4 
 
 
No sé cuánto tiempo permanezco allí, buscando al ciervo que
probablemente esté a kilómetros de distancia. Fue el tiempo 
suficiente para darme cuenta que, si no me ponía en marcha, la 
intención de Reid de matarme se haría realidad en breve.
Ciertamente no puedo permitir eso. 
Camino kilómetros y kilómetros bajo la lluvia, y mi ropa está 
empapada. El agua fría se cuela en mi piel hasta llegar a mis 
huesos. Mientras camino entre el barro y los árboles, mis pies se 
cortan con varias ramitas, y con cada corte, mi boca se separa 
automáticamente mientras gruño de dolor, lo que atrae una 
atención no deseada a la cruda ternura de mi garganta. Mi 
garganta es un recordatorio demasiado conmovedor de lo que Reid 
Agarro mi camisa con fuerza. La camisa que Reid, en su furia de 
celos, destrozó. Todos los botones han sido arrancados, 
dejándome sin ningún tipo de pudor. 
No sé cuánto tiempo permanezco allí, buscando al ciervo que 
probablemente esté a kilómetros de distancia. Fue el tiempo 
suficiente para darme cuenta que, si no me ponía en marcha, la 
intención de Reid de matarme se haría realidad en breve. 
luvia, y mi ropa está 
empapada. El agua fría se cuela en mi piel hasta llegar a mis 
huesos. Mientras camino entre el barro y los árboles, mis pies se 
cortan con varias ramitas, y con cada corte, mi boca se separa 
que atrae una 
atención no deseada a la cruda ternura de mi garganta. Mi 
garganta es un recordatorio demasiado conmovedor de lo que Reid 
Agarro mi camisa con fuerza. La camisa que Reid, en su furia de 
n sido arrancados, 
 
 
No tengo ni idea de dónde estoy ni de dónde y cuándo acabará 
este bosque, pero solo hay una fuerza que me impulsa a seguir 
adelante. 
Retribución. 
Pensé que la mía había terminado. 
Pensé que Reid era mi aliado. 
Pero, no. 
Por otra parte, solo puedo culparme. Creo que mi subconsciente 
probablemente eligió a Reid porque es el hijo de mi padre. Cuando 
lo descubrí, todas las piezas del rompecabezas encajaron de 
repente, y todo empezó a tener sentido. 
Estaba obsesionada con mi padre. 
Estaba obsesionada con su hijo. 
¿Sigo obsesionada? Supongo que sí, porque con cada paso 
agónico que doy hacia lo desconocido, la única persona en la que 
pienso es Reid. Ni mi padre, ni mi familia, que me traicionó 
cuando era una niña, ni Stuart. 
Stuart. 
Agarrándome el pecho, un dolor me constriñe el corazón 
haciéndome tropezar. Mientras casi me caigo, la ira recorre mi 
cuerpo con una rabia temblorosa. Reid me hizo esto. Reid me 
mató y me arrebató una felicidad tan pura que hacía que mi negro 
corazón latiera al rojo más puro cuando estaba con Stuart. 
Pero, por supuesto, Reid sabía que todo era mentira. 
¿Podría haberle dado todo a Stuart? ¿Podría haberle dado todo 
sin recompensa, sin pensar en la vida que solía llevar? Era una 
puta que buscaba el dolor, que buscaba el placer y que buscaba 
 
 
una polla. No me avergüenza admitirlo, pero me avergonzaba 
cuando estaba con Stuart. 
Quizás él y yo nunca estuvimos destinados a estar juntos. 
Una parte de mí piensa que tal vez debería seguir adelante, 
buscar a Stuart y permitirnos huir hacia el atardecer el uno con el 
otro. Reid cree que me ha matado, así que ya no irá a buscarme. 
Pero una gran parte de mí -la más grande- quiere vengarse por 
todo lo que me ha hecho Reid. No solo me ocultó secretos, sino 
que se enfureció tanto por mi traición que estaba dispuesto a 
matar por ello. Estaba dispuesto a matarme.No sé qué me impulsa a seguir adelante. La pura fuerza de 
voluntad empuja mis pies doloridos hacia adelante. Nadie hace 
daño a Scarlet y se sale con la suya. Soy una mujer despreciada. 
Una viuda araña negra que sale a cazar su presa. Este 
pensamiento hace que la letra de "The Devil Within" de Digital 
Daggers fluya por mi mente. En verdad, debe haber sido escrita 
para mí, y mientras canto internamente, encuentro inspiración y 
cimento mi promesa. Tendré mi venganza, y acabo de decidir qué 
forma adoptará. Un sonido repentino me saca de mi ensueño. Me 
quedo quieta, escuchando más. Cuando miro a lo lejos, veo lo que 
parecen ser faros. 
Un camino. 
¡Gracias, joder! 
Saber esto me empuja a seguir adelante. La adrenalina corre 
ahora por mis venas, haciéndome correr prácticamente hacia las 
luces. Piso una rama que se rompe y me corta profundamente el 
pie. Grito, maldiciendo, mientras caigo al suelo. Me agarro el pie y 
lo inspecciono. No puedo ver mucho, pero sé que estoy sangrando. 
Tengo que volver a levantarme. 
 
 
Tengo que seguir adelante. 
Con todas las fuerzas que me quedan, me levanto y cojeo el 
resto del camino hacia la carretera. Parece que se hace eterno. 
Finalmente, veo un claro en la distancia, seguido de más luces. 
Me dirijo a trompicones hacia el claro y prácticamente salgo 
corriendo a la carretera. Los faros me ciegan y me tapan los ojos 
con la mano. Las bocinas suenan y los neumáticos chirrían. 
Intento gritar, haciendo señas al auto, pero quienquiera que sea 
pasa por delante de mí. El maldito bastardo sigue conduciendo. 
Cuando el auto desaparece de la vista, entrecierro los ojos 
mientras la luz hace que mis ojos enfoquen lo que hay delante. 
Solo veo la carretera y los árboles. Cuando empiezo a caminar 
hacia delante, me doy cuenta que hay un policía dormido en la 
carretera. Estoy bastante segura de saber dónde estoy, pero 
necesito llegar a un cruce para estar segura. 
Al acercarme al cruce, veo una carretera que reconozco y la 
esperanza me invade. Ahora sé dónde puedo ir. 
Cojeando, recorro el kilómetro y medio de camino. Tardo una 
eternidad en llegar a mi destino, y la lluvia ciertamente dificulta 
mi avance. A lo largo del camino, oigo algún que otro auto, pero 
intento escudarme todo lo posible. No quiero que nadie me vea. 
No necesito su maldita ayuda. 
Cuando me acerco a la última esquina y veo aparecer la casa 
que busco, me invade un cansancio que nunca había sentido. 
Cojeo y mi pie aún sangra por el corte mientras me acerco a la 
puerta. Siento que caigo en el olvido, pero no puedo morir. 
Me niego a morir. 
 
 
Con las últimas fuerzas que tengo, alargo la mano hacia la 
puerta de seguridad y pulso el timbre, esperando por Dios que 
esté dentro. 
Mientras la lluvia corre por mi rostro en forma de riachuelos, 
miro hacia la oscura casa deseando que haya vida. Miro, pero mi 
visión se nubla. Intento sacudir la cabeza, pero cuanto más lo 
hago, más se me nubla la vista. 
La oscuridad me rodea. Siento que se apodera de mí, y no hay 
nada que pueda hacer para detenerla. Mientras caigo, juro que 
noto una luz brillar en la distancia. 
Es lo último que veo antes que mi mundo se vuelva negro. 
 
 
 
 Capítulo 5
Drogado 
Reid 
Cuando atravieso las puertas de vuelta al bar, casi tropiezo en 
mi prisa por averiguar quién es esta maldita delicia de mujer. Al 
acercarme a la barra, suena "Creep" de Radiohead, y me fijo en la 
falda, la blusa y los tacones altos que me resultan familiares, pero 
cuando miro para ver quién es la que está sentada con u
alrededor de la otra, casi tartamudeo.
—¿Dra... Dra. Mercy?
¡Joder, es ella! 
Levanta la vista hacia la mía y me ofrece una pequeña sonrisa. 
Akilah pone un vaso de vino tinto en la encimera para la Dra. 
Mercy, y eso me hace recordar a Scarlet. 
vino tinto. Decía que era una cosa vil. Cuando Akilah deja la copa 
y la Dra. Mercy la recoge, me mira con una sonrisa de 
satisfacción. Conozco esa mirada. Le gusta tanto como a mí.
—Hola, Reece. Espero que no te importe que esté aquí. 
dijiste... 
Capítulo 5 
 
 
 
Cuando atravieso las puertas de vuelta al bar, casi tropiezo en 
mi prisa por averiguar quién es esta maldita delicia de mujer. Al 
acercarme a la barra, suena "Creep" de Radiohead, y me fijo en la 
falda, la blusa y los tacones altos que me resultan familiares, pero 
cuando miro para ver quién es la que está sentada con u
alrededor de la otra, casi tartamudeo. 
¿Dra... Dra. Mercy? 
Levanta la vista hacia la mía y me ofrece una pequeña sonrisa. 
Akilah pone un vaso de vino tinto en la encimera para la Dra. 
Mercy, y eso me hace recordar a Scarlet. Siempre ha odiado el 
vino tinto. Decía que era una cosa vil. Cuando Akilah deja la copa 
y la Dra. Mercy la recoge, me mira con una sonrisa de 
satisfacción. Conozco esa mirada. Le gusta tanto como a mí.
Hola, Reece. Espero que no te importe que esté aquí. 
Cuando atravieso las puertas de vuelta al bar, casi tropiezo en 
mi prisa por averiguar quién es esta maldita delicia de mujer. Al 
acercarme a la barra, suena "Creep" de Radiohead, y me fijo en la 
falda, la blusa y los tacones altos que me resultan familiares, pero 
cuando miro para ver quién es la que está sentada con una pierna 
Levanta la vista hacia la mía y me ofrece una pequeña sonrisa. 
Akilah pone un vaso de vino tinto en la encimera para la Dra. 
Siempre ha odiado el 
vino tinto. Decía que era una cosa vil. Cuando Akilah deja la copa 
y la Dra. Mercy la recoge, me mira con una sonrisa de 
satisfacción. Conozco esa mirada. Le gusta tanto como a mí. 
Hola, Reece. Espero que no te importe que esté aquí. Sé que 
 
 
Me pongo en pie y corro hacia el bar. 
—Sé lo que he dicho —interrumpo—, pero... ¿qué era eso de 
ahí? —Señalo en dirección a la sala de fantasía y espero su 
respuesta. Me siento a su lado y algo en su mirada me toma 
desprevenido—. ¿Scarlet? —pregunto, olvidándome de mí mismo. 
Suspira visiblemente y se inclina para susurrar. 
—Reece, hemos hablado de esto innumerables veces. Tú y yo 
sabemos que no soy Scarlet. Tú mismo me has dicho que está 
muerta. Cuanto antes empieces a admitirlo, antes podrás empezar 
a sanar. Esto no es bueno para ti. 
¡Mierda! Esta mujer me está volviendo loco. 
—Pero... ¿pero qué demonios fue eso? —pregunto de nuevo, 
necesitando la respuesta. Nunca podré quitarme esa imagen de la 
cabeza. 
Aprieta ligeramente los dientes como si intentara no encogerse. 
Es muy leve, pero lo veo de todos modos. 
—No suelo anunciar estas cosas, pero también hago terapia de 
pareja. 
—¿Terapia sexual? —prácticamente chillo. 
Inclina la cabeza, haciéndome callar. 
—Baja la voz. Como he dicho, no me gusta hacer publicidad de 
ese hecho. Vi a la pareja luchando y pensé que no estabas aquí. 
Supongo que quería ayudarles. 
—¿Eres lesbiana? 
Se ríe de eso. 
—No. Pero sí ofrezco a las mujeres masajes íntimos en algunas 
sesiones. No hago muchos de esos. 
 
 
—¿Haces que se corran? 
Joder, la polla se me pone dura otra vez. Para colmo, sonríe, 
haciendo que mi polla se sacuda contra mis jeans. 
—¿No es ese siempre el objetivo del juego al final del día? 
Contemplo el conjunto de hoy, soso y aburrido. Lleva una 
camisa blanca con volantes. La falda a juego le pasa ligeramente 
por encima de las rodillas, sin hacer nada por esas piernas tan 
torneadas, que obviamente mantiene ocultas debajo. 
¿De dónde mierda ha salido esta mujer? ¿Cómo puede parecer 
tan sosa en un sentido, pero también ser la persona más caliente 
que he conocido en mi vida, aparte de...? 
Interrumpo mi monólogo interno y me obligo a centrarme en la 
conversación. 
—¿Haces estos masajes para hombres? 
La Dra. Mercy cruza las piernas y noto la ligera subida de su 
falda. Como si supiera que la están observando, intenta bajarla. 
Me hace sonreír. 
—No, no ofrezco estos masajes para hombres. ¿Hay alguna 
posibilidad de cambiar de tema? He venido aquí para alejarme del 
trabajo. No para hablar de ello. 
—Entonces, si trajera a una mujer conmigo parauno de estos 
masajes, ¿lo harías delante de mí? 
Ella suspira, sacudiendo la cabeza con una sonrisa. 
—No vas a dejar que esto se quede así, ¿verdad? 
Mis ojos se abren de par en par. 
—¿Me estás jodiendo? Acabo de verte masturbar a una mujer, 
¿y quieres que lo deje pasar? 
 
 
Me mira fijamente. 
—De acuerdo. Terminemos con esto. Solo ofrezco estas sesiones 
a las parejas que llevan mucho tiempo juntas y quieren seguir 
estándolo, pero encuentran que les falta algo en su vida sexual. 
Les ofrezco la oportunidad de recuperar esa chispa que una vez 
tuvieron. No tiene nada de sórdido. 
La risa que se me escapa no pasa desapercibida. Me engancha 
con esos severos y aburridos ojos marrones suyos; los mismos 
ojos que, por muy aburridos que sean, siguen poniéndome la polla 
dura. Necesito seriamente follar con esta mujer. Preferiblemente 
esta noche. 
—Mi polla parece pensar lo contrario. 
Creo que va a replicar, pero simplemente sacude la cabeza, 
toma su vino y se lo bebe de un trago. Me da una idea. Una idea 
que hace que mi polla se esfuerce más que nunca. 
—Dame —le digo, tomando su copa—, déjame invitarte a una 
copa. Me tomaré una contigo. 
Me deslizo fuera del taburete con mi copa en la mano y noto la 
ligera inclinación de cabeza que me hace. Esta mujer está metida 
en un problema de mierda, y ni siquiera lo sabe. 
Una vez que doy la vuelta a la barra, Akilah sale del fondo, 
mirando la copa. Me ofrece una mano. 
—¿Quieres que me encargue de eso, hermano? 
Agarrando la copa posesivamente, sacudo la cabeza. 
—No, yo me encargo. —Me inclino para susurrar—. No has visto 
nada. ¿Lo entiendes? 
Akilah me ofrece una expresión divertida. Pone las manos en 
alto en señal de rendición. 
 
 
—No veo una mierda por aquí. 
Asiento con la cabeza. 
—Gracias. 
Inmediatamente después, una multitud de hombres y mujeres 
jóvenes se acerca al bar haciendo que Akilah se ocupe. El discurso 
que acabo de ofrecerle es innecesario, pero me ha parecido justo 
advertirle que no estoy tramando nada bueno. 
Coloco la copa de vino en el lavavajillas y tomo discretamente la 
pastilla que me dio Akilah del bolsillo de mis jeans, antes de 
agarrar dos copas nuevas y limpias y colocarlas en la barra, de 
espaldas a la Dra Mercy y a todos los demás, pongo la pastilla en 
la copa de la Dra. Mercy, antes de servir el vino. Espero a que deje 
de burbujear mientras sirvo lentamente mi propia bebida. Una vez 
que estoy convencido que no notará nada extraño, recojo las dos 
copas y me dirijo a la doctora Mercy con una sonrisa. 
Sí, ya sé que soy un gran hijo de puta, pero he soñado con 
meterle la polla a esta mujer desde el día que la conocí. Ahora, 
después de ese pequeño espectáculo allí, estoy prácticamente 
obsesionado con ella. 
Con su copa puesta delante de ella, ofrezco la mía en señal de 
salud. Dentro de media hora, la multitud se reunirá, la música 
subirá de volumen y yo me ocuparé de subir a mi preciosa doctora 
a la cama. 
—Salud —digo, feliz cuando veo que recoge su copa. 
—Salud —dice ella. Yo bebo un sorbo de la mía, pero ella no lo 
hace. 
Joder. Necesito apurar esto. Estoy desesperado por meterme 
entre esas piernas que ella esconde del mundo. 
 
 
—¿Tienen papas fritas? —pregunta, mirando hacia la barra—. 
He bebido demasiado pronto y necesito algo que me ayude a 
absorberlo un poco. Estoy acostumbrada a comer cacahuetes o 
papas fritas con mis bebidas. 
Le sonrío. Si las papas fritas le ayudan a beber más rápido, 
entonces, joder, le daré todas las papas fritas que quiera. 
—Espera aquí. Será solo un momento. —Me levanto y me doy la 
vuelta para ir al final de la barra a buscar las papas. Busco debajo 
de la barra y encuentro varios paquetes de Lays saladas. Agarro 
dos y los arrojo sobre la barra delante de ella antes de asomarme 
para verla. Ella sonríe alegremente. 
—Gracias por eso —dice, abriendo una bolsa de inmediato y sin 
perder tiempo en llevarse una a la boca. 
—¿Seguro que no quieres un sándwich o algo así? —pregunto, 
divertido. 
Ella sacude la cabeza. 
—No, estaré bien con esto. Estoy planeando tomar una comida 
para llevar de camino a casa. Esto servirá por el momento. 
Lo tomo como una señal para volver a rodear la barra y 
sentarme junto a ella. Cuando veo que toma la copa, casi me río 
de la emoción. 
—Salud —dice de nuevo, esperando que levante mi copa. Estoy 
encantado de hacerlo. 
—Salud —le respondo, bebiendo un generoso trago. Mis ojos se 
abren de par en par al ver cómo se bebe prácticamente la mitad 
del vaso. Hombre, mi Dra. Mercy es un poco exuberante. Una 
exuberante muy sexy. 
—Entonces, ¿cuánto tiempo llevas viviendo en Marbella? —le 
pregunto para entablar algún tipo de conversación. Tengo que 
 
 
mantenerla aquí conmigo, al menos hasta que las drogas 
empiecen a hacer efecto. 
Intenta decir algo, pero tiene hipo y suelta una risita. 
—Discúlpame. Eso salió sin que yo lo quisiera. —Se aclara la 
garganta, arrastrando los pies en el taburete—. Erm, unos cuatro 
meses, a intervalos. Viajaba continuamente a Glasgow para atar 
los cabos sueltos durante un par de meses antes de poder 
empezar a practicar de verdad. 
Me había fijado en sus certificados en la pared. Hace muy poco 
que se ha graduado en la Universidad de Glasgow. 
—No estás casada —digo más como una afirmación que como 
una pregunta. No lleva anillo, y yo pensaría que es de las que 
llevan anillo. 
Ella sacude la cabeza. 
—No, no estoy casada. 
—¿Alguien especial? 
Ella sonríe. 
—Más o menos. Es complicado. 
Levanto mi bebida y doy un trago con la esperanza que la anime 
a hacer lo mismo. Ella lo hace. 
—¿No es siempre así? 
—Sí. —Suspira, dejando su bebida—. Supongo que nadie 
necesita ver a un psiquiatra para saber que las relaciones no son 
siempre tan cortas y secas como parecen. 
Ladeando la cabeza, siento una repentina curiosidad. Con los 
brazos apoyados en la barra, me acerco íntimamente a ella. 
 
 
—Entonces, ¿cuál es tu historia? Nunca se sabe. Tal vez pueda 
ayudar, desde la perspectiva de un hombre, por supuesto. 
Ella empieza a reírse. 
—¿Pensé que era yo quien ofrecía ayuda? 
Tomo una de sus papas fritas y me la meto en la boca. 
—Puede que seas mi terapeuta, pero sigues siendo una persona. 
Recorre ligeramente con sus delicados dedos el tallo de su copa 
de vino. Mi polla vuelve a cobrar vida. 
—Lo sé. No es una gran cosa. Solo problemas de compromiso. 
Recordando que se supone que debo ser serio aquí, respondo: 
—¿De tu lado o del suyo? 
—De él —responde ella. 
—¿No quiere comprometerse? 
—Algo así. 
Me encojo de hombros. 
—Quizá no sea el adecuado para ti. Si dos personas quieren 
cosas diferentes, quizá no estén destinadas a estar juntas. 
Mirando hacia mí, sonríe. 
—Deberías cobrar por horas —dice, riéndose y provocando que 
yo haga lo mismo. Hacía mucho tiempo que no me reía así. 
Después, siento un súbito subidón en la cabeza. 
¿Qué mierda fue eso? 
Sacudiéndome, respondo: 
 
 
—Oye, no soy un experto. 
Observo cómo se bebe el resto del vino y me obliga a hacer lo 
mismo. Entonces se vuelve hacia mí. 
—Oye, ¿hace calor aquí? —pregunta, tirando de su blusa con 
volantes. 
Ahora que ha dicho eso, yo también lo siento. Cielos, es como si 
se hubiera apagado el aire acondicionado. En realidad, me da una 
buena idea. 
—Si quieres, podemos subir a mi piso. El salón siempre es 
agradable y frío. 
Ella estrecha sus ojos hacia mí. 
—No estarás intentando tenerme a solas, ¿verdad? 
Me río. 
—No, a menos que quieras que lo haga. —Levanto las manos 
cuando me mira fijamente—. Honor de explorador, solo te lo pido 
porque estás sintiendo calor. Para ser sincero, yo también lo 
siento. 
Al principio, no dice nada. Solo me mira durante unos 
segundos. 
—Bien. Guíame por el camino. 
Hace un gesto con las manos, así que me levanto del taburete, 
tambaleándome un poco al hacerlo. Joder, ese vino debe ser 
fuerte. 
—¿Estás bien? —La Dra. Mercy pregunta, con preocupación en 
su voz.Mierda, ¿qué me pasa? Es como si estuviera más borracho de lo 
normal. 
 
 
—Estoy bien —respondo, tratando de recomponerme—. 
Sígueme. 
Me dirijo hacia el bar, gritando a Akilah mientras lo hago. 
Cuando se gira, le hago un gesto para indicarle que voy a subir. 
La mirada en su cara no pasa desapercibida una vez que se da 
cuenta de quién está conmigo. Podría haberme hecho un guiño y 
un pulgar hacia arriba junto con un "¡Entra ahí, chico!" 
Mientras sacudo la cabeza, me dirijo a la parte de atrás, donde 
están las escaleras, e intento subirlas, pero es como si mis piernas 
se hubieran convertido en gelatina. 
—Deja que te ayude. —Siento el brazo de la Dra. Mercy 
alrededor de mí mientras me ayuda a levantarme—. Veo que no 
sueles beber. —Tiene la audacia de sonreír. 
—Oye, puedo manejar mi bebida. Puedo aguantar mejor que 
nadie. 
Se ríe. 
—Está claro que no has bebido con un escocés. —Quiero 
responder, pero las palabras se atascan—. ¿Adónde vamos ahora? 
—pregunta. 
Con pereza, señalo la segunda puerta a la derecha. 
—Allí. 
Intenta arrastrarme hasta la puerta, pero cuanto más lo hace, 
más me debilito. 
¿Qué mierda está pasando? 
—¿Llaves? 
 
 
Me señalo el bolsillo de los jeans porque no me atrevo a meter la 
mano. De repente, no me atrevo a hacer nada. El pasillo empieza a 
dar vueltas. 
—Con calma —dice, llevándome a la habitación. Oigo el golpe de 
la puerta, así que supongo que la ha cerrado. Ahora estoy solo en 
mi habitación, a excepción de la Dra. Mercy. Esto es algo con lo 
que he estado soñando desde que la conocí. Y, sin embargo, aquí 
estoy con la habitación dando vueltas, y en lugar de querer follar, 
quiero dormir. Decir que me siento frustrado y decepcionado sería 
un eufemismo, por no decir otra cosa. 
Furioso, sacudo la cabeza mientras la Dra. Mercy me lleva a la 
cama. Me coloca en el suelo y me mira a los ojos como si buscara 
algo. 
—¿Estás bien? —pregunta. Parece que su voz es hueca, como si 
hablara a través de una caja. 
Sonrío, pero me parece que estoy sonriendo como un idiota. 
Intento acercarme a ella para tocarle la teta, pero mi mano cae sin 
fuerza sobre mi entrepierna. Es entonces cuando me doy cuenta 
que mi polla está sólida como una roca. 
—Me haces esto —le digo entre dientes. Tiene que saber que 
siempre me pone la polla dura. 
—¿Qué? —pregunta. Obviamente, he estado mascullando más 
de lo que pensaba. Intento señalar mi polla, pero no consigo 
levantar la mano. En lugar de eso, mis ojos se cierran y parece 
que no puedo volver a abrirlos. 
De repente, oigo risas. 
—Vamos a meterte en la cama, ligero. 
 
 
Quiero discutir y preguntarle a quién mierda está llamando 
ligero, pero parece que no puedo decir las palabras. Siento que me 
guía suavemente hacia abajo, pero nada más. 
Parece que vuelvo en sí un poco. Estoy tumbado en la cama sin 
saber cómo mierda he llegado hasta aquí. Busco a la Dra. Mercy 
por la habitación, pero no la encuentro por ninguna parte. Se me 
caen los ojos, pero quiero salir de la cama. Mis piernas y mis 
brazos no obedecen, y los párpados me pesan cada vez más. 
Cuando los abro de nuevo, sigo donde estaba, pero estoy 
desnudo y mi polla sobresale como un puto cohete. 
De nuevo, intento moverme, pero no puedo. Todo me confunde. 
Gimo, y es entonces cuando oigo su voz. 
Scarlet. 
—Reid —dice con voz sensual—, has sido un chico muy 
travieso. —Oigo su risa, pero es como si viniera de lejos—. ¿Por 
qué me mataste, Reid? 
Joder, no. ¿Por qué está aquí? ¿Por qué me está torturando? 
Intento abrir los ojos para ver, pero mis párpados no acceden. 
Vuelvo a gemir. 
—¿Por qué lo has hecho? —Oigo su risa inmediatamente 
después. Siento como si alguien me apuñalara varias veces en el 
pecho. Joder, esto mata. 
—Despierta, despierta, Reidey —canta. Siento un golpecito en la 
cara que hace que mi cabeza se tambalee, pero finalmente consigo 
levantar la cabeza y abrir los ojos. 
Es entonces cuando la veo. 
Mi visión está en rojo. 
 
 
Estoy viendo a la mujer que persigue tanto mis sueños como 
mis pesadillas. 
Scarlet. 
Me sonríe. Su lápiz de labios rojo es muy sexy y sus ojos verdes 
brillan como diamantes. Está desnuda y, joder, tiene buen 
aspecto. Tiene el cabello más corto y es de color blanco. 
—Reid, cariño. Te he echado de menos. He echado de menos tu 
dulce polla. 
Empieza a rebotar sobre mi polla. Sus tetas se agitan al ritmo 
perfecto. Quiero moverme para sujetarla, pero no puedo. Mi mente 
quiere que mis manos la agarren, que la obliguen a bajar sobre mí 
con más fuerza. Quiero tomar el control. 
Joder, la he echado de menos. 
Sé que esto debe ser un sueño, pero todo parece demasiado 
real. Todo parece tan malditamente real. Intento decirle lo mucho 
que la he echado de menos, lo mucho que la amo y lo mucho que 
necesito tenerla de nuevo en mi vida, que lo siento y que prometo 
no volver a hacerlo, pero no me salen las palabras. 
Inclinándose, Scarlet me besa en los labios antes de tirarme del 
cabello. Una vez más, me obligué a responder. Me obligué a abrir 
la boca, pero mi cuerpo no se resigna. Cuando vuelve a levantarse, 
sonríe de nuevo y echa la cabeza hacia atrás con un gemido. Lo 
siento todo, pero también nada. 
¿Qué mierda está pasando? 
—Córrete conmigo, cariño —me dice mientras me acaricia la 
cara, y es como si mi cuerpo obedeciera automáticamente todas 
sus órdenes. Siento que me corro, pero es como si también tuviera 
una experiencia extracorporal. 
 
 
La oigo decir algo, pero las palabras suenan amortiguadas. 
Vuelvo a cerrar los ojos porque, por mucho que lo intente, no 
puedo mantenerlos abiertos. 
La oigo suspirar y luego siento un hundimiento en mi cama. 
Suena una música suave de fondo mientras unos dedos de 
plumas ligeras suben y bajan por mi brazo. No estoy totalmente 
seguro de cuál es la canción, pero casi podría jurar que es "Sweet 
Dreams'' de Marilyn Manson. 
Vuelve a acariciar mi cara, y estoy tan desesperado por 
inclinarme hacia su tacto, olerla, acariciarla y perderme en ella. 
Entonces siento su aliento en mi oreja. 
—Duerme, cariño. Porque por la mañana, yo seguiré muerta, y 
tú seguirás siendo un puto imbécil. 
 
 
 
 Capítulo
Curación
Scarlet 
Me duele todo. 
Cada parte de mi cuerpo se siente como si estuviera siendo 
pinchada por mil agujas. Una tos me sacude el cuerpo, pero la 
contengo cuando siento el ardor en la garganta.
¿Dónde estoy? 
Cuando vuelvo en mí, noto el calor 
frescas que me mantienen a salvo. Me remuevo, gimiendo, cuando 
siento una mano en mi hombro.
—Tómalo con calma, Scarlet. Necesitas descansar.
Al abrir los ojos, encuentro a mi salvador. Sonrío. Sabía 
pesar de todo lo que le he hec
Cuando nota mi sonrisa, se le escapa un visible aliento de 
alivio. 
Capítulo 6 
 
 
Curación 
Cada parte de mi cuerpo se siente como si estuviera siendo 
pinchada por mil agujas. Una tos me sacude el cuerpo, pero la 
contengo cuando siento el ardor en la garganta. 
Cuando vuelvo en mí, noto el calor de las sábanas de seda 
frescas que me mantienen a salvo. Me remuevo, gimiendo, cuando 
siento una mano en mi hombro. 
Tómalo con calma, Scarlet. Necesitas descansar. 
Al abrir los ojos, encuentro a mi salvador. Sonrío. Sabía 
pesar de todo lo que le he hecho- que me salvaría. 
Cuando nota mi sonrisa, se le escapa un visible aliento de 
Cada parte de mi cuerpo se siente como si estuviera siendo 
pinchada por mil agujas. Una tos me sacude el cuerpo, pero la 
de las sábanas de seda 
frescas que me mantienen a salvo. Me remuevo, gimiendo, cuando 
Al abrir los ojos, encuentro a mi salvador. Sonrío. Sabía -a 
Cuando nota mi sonrisa, se le escapa un visible aliento de 
 
 
—Maldita sea, Scarlet. ¿Qué te ha pasado? ¿Quién te ha hecho 
esto? Llamé a mi médico local para que te examinara y me dijo 
que alguien intentó estrangularte. ¿Quién haría algo así? 
Abro la boca para intentar sacar las palabras, pero no sale 
nada. Necesito agua. 
Como si lo intuyera, David se levanta rápidamente y me sirve 
unvaso junto a la cama. 
—Toma —me dice, acercando el agua mientras me acuna la 
cabeza con suavidad e inclina el vaso hacia mí para que le dé un 
sorbo. Me duele tanto la garganta y se me ha secado tanto que 
casi me ahogo con el agua. Entrecierro los ojos de dolor mientras 
el agua cae en cascada por mi barbilla. Él acude enseguida a 
secarme. 
—Gracias —susurro. Y lo digo en serio, en más de un sentido. 
—Una parte de mí quería llevarte al hospital y llamar a la 
policía, pero supuse que como no lo hiciste tú y en cambio 
apareciste en mi casa, no querías eso. 
Mis ojos se abren de par en par mientras muevo la cabeza en 
señal de acuerdo. 
—Nada de policía —consigo pronunciar para él. No quiero que 
nadie, aparte de David, sepa que estoy aquí y que estoy viva. Una 
parte de mí sabía que David no acudiría a la policía. Es rico y 
tiene suficiente gente a su disposición cuando la necesita, 
incluidos los médicos. 
Miro hacia arriba y encuentro un tubo conectado a un goteo de 
suero. 
—Estabas gravemente deshidratada. El médico dijo que lo 
necesitabas y que, sin él, morirías. De hecho, dijo que estabas a 
punto de morir. —Su cara parece incrédula—. Scarlet, por favor, 
 
 
dime quién te hizo esto. —Extiende la mano y sostiene la mía. Solo 
entonces lo miro, lo miro de verdad. En el corto espacio de tiempo 
que ha pasado desde que lo vi, ha cambiado. Su cabello oscuro y 
apagado parece más vivo, sus ojos castaños claros brillan y su 
cara tiene un brillo intenso. Todo ello le hace parecer diez años 
más joven. 
Mientras recorro su cuerpo con la mirada, me doy cuenta de 
algo más. Parece más musculoso, como si hubiera hecho ejercicio. 
Parece que dejar a mi madre le ha dado a David una nueva 
oportunidad. 
—No importa —le susurro. 
Agarrando mi mano con más fuerza, David se inclina hacia 
delante. 
—Alguien intentó matarte. Por supuesto que es importante. Por 
favor, dime qué pasó. 
Hago un esfuerzo por incorporarme, pero estoy tan débil que 
gruño de frustración. David se mueve rápidamente y me levanta. 
Cuando estoy en una posición más cómoda, levanto la vista y 
encuentro a David mirándome con una expresión de preocupación 
y frunce el ceño. Sonrío y subo una mano para acariciar su 
mejilla. 
—Gracias —vuelvo a decir, intentando transmitirle más de lo 
que él cree—. Después de todo lo que he... 
—Shh —responde, agarrando mi mano y sujetándola con 
fuerza—. Es agua pasada. De hecho, me has hecho un favor. 
Tengo que ser sincero, hacía tiempo que no era feliz. —Suspira, 
separándose de mí antes de acomodarse a mi lado en la cama—. 
Pero, esa es una discusión que puede esperar. Estoy más 
preocupado por ti y por averiguar quién mierda te ha hecho esto. 
 
 
—Mi socio de negocios —grazno. No estaba del todo segura de 
cuánto debía revelar a David, pero algo me decía que podía confiar 
en él. 
Es la única persona en mi vida en la que puedo confiar. Mis 
instintos, por supuesto, me decían que podía confiar en Stuart, 
pero esos mismos instintos me hacían estar segura que al final 
saldría herido si lo involucraba. No, él está más seguro y mejor si 
acaba pensando que yo he muerto. Después de todo, la Scarlet 
que él conocía está realmente muerta. 
—¿Tu socio te hizo esto? ¿Por qué? 
Veo las interminables preguntas que se forman en su mente. La 
confusión está escrita en su cara. ¿Por qué está tan sorprendido? 
Después de todo lo que he hecho, es una maravilla que alguien no 
haya intentado matarme antes. 
Incluido él. 
—Quería más de lo que yo podía darle. También quería que 
viviéramos en España y que construyéramos una vida juntos. 
Como juntos, juntos. No podía soportar que yo hubiera estado 
viendo a otra persona. —Quiero decir más, pero mi garganta me 
está matando. 
Observo como dejo que todo se asimile. Veo cómo la ira 
aumenta en su expresión cuando se lo digo. 
—Podría matarlo —me ofrece—. Conozco a gente que puede 
hacerlo desaparecer. Dárselo de comer a los cerdos. Para eso es 
bueno. —Veo el gruñido en su cara. Me hace sonreír por dentro. 
Le aprieto la mano, intentando que vuelva conmigo. 
—Me encargaré de él. 
Parece como si no pudiera creer lo que estoy diciendo. 
 
 
—¿No has tenido suficiente con sentir el odio, el resentimiento y 
el dolor? ¿Por qué no dejas que otro lo haga por ti? Yo puedo 
ocuparme de él. Puedo... 
Le detengo con un movimiento de cabeza y una sonrisa en los 
labios. 
—No, David. Esta no es tu pelea. Esta es la mía. 
Suspira visiblemente su descontento ante mi respuesta. 
—Lo dejaré pasar por ahora, ya que necesitas descansar. El 
médico dijo que vendría a visitarte en breve. Quería estar aquí 
para cuando te despertaras. Quiere comprobar tus signos vitales y 
tus reflejos. Ha dicho que no sabe si has dejado de respirar o no, y 
por eso quiere hacerte más pruebas. Le llamaré ahora para decirle 
que estás despierta. 
David intenta levantarse de la cama, pero le agarro la mano. Se 
detiene en seco y se vuelve hacia mí con una expresión de 
preocupación. 
—Gracias —susurro con una sonrisa. 
David se inclina y me besa el dorso de la mano. 
—No hace falta que me des las gracias. Estoy aquí siempre que 
me necesites. Tienes que saberlo. Una parte de mí espera que por 
eso hayas acudido a mí en lugar de a ese nuevo novio tuyo. 
Desvío la mirada, con el dolor retorciéndose en mis entrañas al 
pensar en Stuart. ¿Qué estará pensando? A estas alturas, lo más 
probable es que haya ido a mi casa a buscarme. 
—Lo siento —dice David, viendo el dolor en mi rostro. 
Sacudo la cabeza. 
 
 
—No lo hagas. Él también es agua pasada. —Y me duele pensar 
eso, pero tengo que dejar ir a Stuart. Es demasiado bueno para 
una chica diabólica como yo. Necesito un hombre que piense 
como yo. Puede que lo haya negado, pero sé que, en el fondo, 
Stuart quiere la esposa, la valla blanca y tener hijos. Algo que sé 
que nunca podría haberle dado. Me habría aburrido de él después 
de un tiempo. 
De todos modos, eso es lo que me sigo diciendo a mí misma. 
—Por la expresión que pones, no lo parece. 
Intento respirar profundamente, pero es difícil cuando mi 
garganta grita de dolor. Intento poner una sonrisa. 
—Él nunca habría sido capaz de darme lo que necesito. Ahora 
me doy cuenta. 
—Espero que sea porque te has dado cuenta por ti misma y no 
porque este socio te ha lavado el cerebro para que lo pienses. 
Sacudo la cabeza con una sonrisa cortante. 
—No. Una parte de mí lo sabía cuándo estaba con él. Reid 
haciendo lo que hizo solo cimentó la idea. 
Aspira un poco de aire. 
—Así que ese es el nombre del imbécil. —Asiento con la 
cabeza—. Nunca he tenido tantas ganas de matar a alguien como 
en este momento. 
Ese pensamiento me hace sentir mareada. Al menos tengo a 
alguien que se preocupa por mí. Alguien de mi lado. Vuelvo a 
tomar su mano. 
—Después de todo lo que te he hecho, ¿por qué me ayudas? 
¿Por qué me cuidas? ¿Cuidando de mí así? 
 
 
David se inclina hacia delante y me besa la cabeza antes de 
mirarme a los ojos. Me pasa un dedo por debajo de la barbilla y 
responde: 
—Alguien tiene que hacerlo. 
Cuando veo la genuina sonrisa que ilumina su cara, me saltan 
las lágrimas. Sé que se refería a mi familia, y sé que se siente 
víctima de una injusticia en lo que a ellos se refiere, al igual que 
yo. Me lo esperaba. Sin embargo, no esperaba que sus palabras 
me golpearan tan fuerte. No solo sentí su impacto en mis 
entrañas, sino que también lo sentí en mi antes impenetrable 
corazón. 
—Por favor, no llores. —Me tira hacia delante, abrazándome con 
sus grandes y fuertes brazos. Le permito que me tranquilice, 
inhalando una nueva crema de afeitar que no reconozco en él. Es 
agradable... reconfortante. 
Cuando me alejo, beso a David ligeramente en la mejilla. 
—¿Cómo voy a pagarte por cuidar de mí? 
—Scarlet —afirma—, has vivido toda tu vida pensando que la 
gente solo hace cosas porque quiere algo a cambio. Deja de creer 
eso de todo el mundo. Te estoy ayudando porque me importas. Te 
estoy cuidando por

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