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02 Psyco - Onley James

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Onley James Spyco 
 
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Nota del staff 
Esta traducción está hecha sin fines de lucro, es un trabajo realizado por lectoras a 
lectorxs con el fin de compartir contenido y que todos puedan leer. 
Nosotras no ganamos nada monetariamente, solo la satisfacción de compartir. 
Con esto no queremos desprestigiar el arduo trabajo que todos los escritores invierten 
en sus historias. Incentivamos a la compra legal del material para apoyar a los autores 
en fin de retribuir de una forma monetaria como agradecimiento de estos las bellas 
historias que tanto amamos. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Onley James Spyco 
 
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Contenido 
 
Sinopsis 
 
Prólogo 
 
1. August 
 
2. Lucas 
 
3. August 
 
4. Lucas 
 
5. August 
 
6. Lucas 
 
7. August 
 
8. Lucas 
 
9. August 
 
10. Lucas 
 
11. August 
 
12. Lucas 
 
13. August 
 
14. Lucas 
 
15. August 
 
16. Lucas 
 
17. August 
 
18. Lucas 
 
19. August 
 
20. Lucas 
 
21. August 
 
22. Lucas 
 
23. August 
 
Epilogo 
 
Bonus 
 
Notas 
 
Sobre Onley 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Onley James Spyco 
 
2 
Sinopsis 
August Mulvaney siempre ha sido excepcional. Como hijo genio de un excéntrico 
multimillonario, a menudo se atribuye su comportamiento fuera de lo común a su alto 
coeficiente intelectual. Dicen que hay una delgada línea entre el genio y la locura. August 
es ambas cosas: un brillante profesor al que adoran sus alumnos y un asesino 
despiadado y obsesivo al que se le ha encomendado la tarea de corregir los errores de un 
sistema de justicia fallido. Y acaba de encontrar su última obsesión: Lucas Blackwell. 
 
Lucas Blackwell fue una vez el niño de oro del FBI, utilizando su talento secreto como 
clarividente para ayudar a encerrar a lo peor de la sociedad. Hasta que, con un roce, 
descubre que su compañero de trabajo es un asesino y su vida se desmorona. Ahora, el 
mundo piensa que está loco y ese compañero de trabajo lo quiere muerto. Busca refugio 
en una pequeña universidad, con la esperanza de reconstruir su vida y su reputación. 
Pero entonces se encuentra con August Mulvaney. Literalmente. 
 
August se siente inmediatamente intrigado por Lucas y su historia. No cree en los 
psíquicos, pero no se pierde el terror en sus ojos cuando chocan en el pasillo. Ahora, 
August tiene un problema. Lucas conoce su secreto, y August sabe que quiere a Lucas. Y 
August siempre consigue lo que quiere. 
 
¿Podrá convencer a Lucas de que no todos los asesinos son iguales y de que tener a un 
psicópata a su lado -y en su vida- podría ser justo lo que necesita? 
 
Psicópata es un romance de ritmo rápido y emocionante, con un HEA y sin 
cliffhangers. Presenta a un psicópata obsesionado con el romance y a un 
agente del FBI caído en desgracia que intenta redimirse. Como siempre, hay 
violencia injustificada, humor muy negro y escenas tan calientes que 
derretirán tu kindle. Este es el segundo libro de la serie Males Necesarios. 
Cada libro sigue a una pareja diferente. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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Prologo 
 
Dr. Thomas Mulvaney 
 
SUJETO: AUGUST 
 
Este niño sería su hallazgo más joven del momento. Su primer sujeto, al que Thomas 
había nombrado Atticus, tenía ocho años cuando había sido adoptado. Era un niño 
superdotado, un imitador nato, con la capacidad de encender y apagar su personalidad 
como si fuera un interruptor de luz. Era fascinante. 
 
El niño detrás del cristal era mucho más joven. Apenas cuatro años. Estaba acurrucado 
en una esquina, con los audífonos puestos y un grueso libro sobre sus rodillas. Estaba 
dolorosamente delgado y pálido y tenía cabello castaño oscuro que cubría sus grandes 
ojos. Thomas lo sentía por él. Parecía tan pequeño en la gran habitación, iluminado sólo 
por la pequeña lámpara que tenía a su lado. 
 
Thomas se sentía reacio de traer a otro niño tan pronto, pero consideraba necesario para 
el estudio tener sujetos de varias edades, para ver cómo se desenvolvería cada uno con 
las herramientas que les daría. 
 
Inicialmente, había pensado en adoptar a uno solo, pero todo buen experimento 
significaba tener un grupo grande de sujetos. Dado que Thomas estaba haciendo esto sin 
el ojo vigilante de un comité de revisión, no podía tener la cantidad de sujetos que le 
gustaría. Por lo menos, no sin recurrir a mantener a los chicos bajo llave y candado. Y él 
no haría eso. Quería que estos chicos pensaran en él como a un padre, un confidente, no 
como al director de una prisión. No era un supervillano. Comprendía el potencial que se 
escondía detrás de ese vidrio, y sólo funcionaba con paciencia y cuidado. 
 
La puerta detrás de Thomas se abrió y apareció un hombre de pelo blanco como la nieve 
y con barba. —Dr. George Stryker. —dijo en lugar de un saludo—. Siento haberlo hecho 
esperar. 
 
—Dr. Thomas Mulvaney. —dijo Thomas, extendiendo la mano. 
 
El viejo médico la estrechó. —Sé quién eres. Tenemos conocidos en común. Por eso 
llamé. 
 
Su proyecto era altamente secreto, pero había un pequeño número de personas en el 
redil, las que tenían los contactos que Thomas necesitaba. Personas que querían que su 
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experimento tuviera éxito para poder recrearlo, y otras que lo observaban, esperando su 
fracaso. Pero a Thomas no le importaban esas personas. Eran un medio para conseguir 
un fin. Él sabía que tenía razón sobre estos chicos. Sus sujetos de investigación. 
 
Sus hijos. 
 
—¿Cómo se llama? —preguntó Thomas, señalando con la cabeza al niño que 
estaba más allá del cristal. 
 
—Según su certificado de nacimiento, Isaiah. Pero no responde a él. No responde 
a muchas cosas, si te soy sincero. Pero teniendo en cuenta cómo fue encontrado, no es 
de extrañar. 
 
El latido del corazón de Thomas se aceleró. Esta parte era siempre la más dura: escuchar 
sus pasados, sobre todo cuando tenía que dejarlos atrás. —Cuéntame. 
 
—Lo encontraron durante un control de bienestar a la madre. Ella sufría de 
esquizofrenia severa. Alucinaciones auditivas y visuales. Pero durante un tiempo, estuvo 
estable con su medicación, razón por la que se le permitió quedarse con su hijo, pero con 
supervisión programada durante el primer año de su vida para asegurar que acatara con 
la medicación. Pasado un poco más del año, claramente dejó de tomarla. 
 
—¿Y nadie se dio cuenta? 
 
—El niño no tenía edad para ir al colegio, así que no había nadie que se diera 
cuenta. Sus vecinos estaban preocupados por su comportamiento, pero ni siquiera 
sabían que tenía un hijo. 
 
La mirada de Thomas se desvió hacia el otro médico. —¿Abusaba del niño? 
 
Stryker suspiró. —Según los diarios de la mujer, ella creía que el niño era un changeling. 
 
—¿Un changeling? ¿Como en los cuentos de hadas irlandeses? —preguntó 
Thomas, sin poder evitar la sorpresa en su voz—. ¿Creyó que alguien había sustituido a 
su verdadero hijo por un niño hada? 
 
Stryker asintió sombríamente. —Ella estaba profundamente perturbada. Cuando notó 
su gran inteligencia a edad temprana, se convenció a ella misma de que tenía que ser por 
razones sobrenaturales. 
 
Thomas volvió a mirar al pequeño, negando con la cabeza. —Eso es... 
 
El hombre mayor no había terminado. —Ella lo encerró en una habitación en algún 
momento después de que cumpliera dos años, y ahí fue donde se quedó. Encontraron un 
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colchón de cuna manchado, una pila de libros, una luz y un cubo en el suelo. Estaba 
sucio. Las enfermeras tardaron horas en limpiarlo, sobre todo porque no dejaba de 
luchar con ellas.—¿Es agresivo? —preguntó Thomas. 
 
El doctor Stryker negó con la cabeza. —Es más complejo que eso. Ha estado privado de 
la interacción humana por lo menos un año y medio, quizá más, durante sus años de 
formación más primordiales. Sólo lo encontraron porque la madre se suicidó. Un vecino 
escuchó el disparo y llamó a la policía para que la revisaran. Al hacer un barrido de la 
casa, lo encontraron. 
 
—Jesucristo. —murmuró Thomas. 
 
—No es abiertamente agresivo. No se pone violento a menos que alguien intente 
tocarlo. Ha sido privado de la luz, el tacto y el sonido. Reacciona violentamente a los 
tres. La única excepción parece ser la música. No estamos seguros de por qué, pero 
mantiene los audífonos puestos casi todo el tiempo. 
 
Interesante. Thomas tendría que traerlo al mundo real con lentitud y mucho cuidado. —
¿Diagnóstico? 
 
El hombre cogió la carpeta del soporte metálico junto a la ventana y la abrió. —
Trastorno de apego. Trastorno de pánico. Trastorno de estrés postraumático. Pero lo he 
llamado porque, aunque no podemos hacer un diagnóstico definitivo, ciertamente 
muestra muchas tendencias psicopáticas. No tiene sentido del miedo. Reacciona 
violentamente ante cualquier atención no deseada. Miente con facilidad. Es 
extremadamente posesivo de todo lo que se le da. 
 
Thomas reflexionó sobre eso. Este sería difícil, pero estaba dispuesto a hacer la tarea. 
Quería una amplia gama de enfermedades psiquiátricas, además de la psicopatía. 
Thomas necesitaba entender cómo afectaba la investigación a cada una de ellos. 
 
Stryker suspiró. —Aunque no puedo asegurarlo, sospecho que nació siendo un 
psicópata. Creo que su comportamiento ayudó a dar forma a los delirios de su madre. Es 
excepcionalmente dotado, sobre todo teniendo en cuenta su falta de educación. Puedo 
ver cómo la madre creía que sus habilidades eran sobrenaturales. El chico puede leer. 
Mucho más allá de su edad. Demonios, mucho más allá de la mía. Hace una semana que 
lo tenemos y ha leído todos los libros de nuestra biblioteca, incluyendo la Biblia, el 
Corán y Una breve historia del tiempo de Stephen Hawking. También ha aprendido a 
escribir por sí mismo con la ayuda de un cuaderno de caligrafía que le trajo una de las 
enfermeras. 
 
Thomas resopló. —Estás de broma. 
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—No lo estoy. Lee más rápido que nadie que hayamos visto y tiene una gran 
comprensión de los conceptos más allá de su edad. Le hicimos un test de coeficiente 
intelectual. 155. Sólo unos puntos menos que el propio Hawking —Thomas no pudo 
ocultar su gesto de asombro—. Así que ya puedes ver nuestro problema. 
 
Thomas asintió. —Si es un psicópata con ese nivel de inteligencia, sería una plaga para la 
sociedad y lo suficientemente inteligente como para esconderse a plena vista. ¿Ha 
mostrado algún comportamiento de mojar la cama, provocar incendios, o hacerles daño 
a los niños más débiles? 
—Hasta ahora no. La verdad, vive en su cabeza. Escucha música y lee. Está 
aburrido, sin duda. No hay nada en estas instalaciones que pueda mantener entretenido 
a un niño como él. Haber estado encerrado en esa habitación, en silencio, sin nada más 
que los pocos libros que le daba su madre debió haber sido una tortura para un niño con 
ese nivel de ingenio. 
 
—A él no le faltará nada conmigo. —le aseguró Thomas—. Me gustaría conocerlo 
ahora. 
 
—Te aconsejo que no lo toques. Además, tampoco enciendas la luz del techo. Se 
vuelve bastante... salvaje. 
 
Thomas asintió y se dispuso a salir de la sala de observación. 
 
—¿Podría mantenerme informado de su evolución? —preguntó el Dr. Stryker, con 
expresión tensa. 
 
—Por supuesto. 
 
Thomas abrió y cerró rápidamente la puerta de la habitación para mantener las duras 
luces fluorescentes del pasillo alejadas del niño. Una vez dentro, el niño no le reconoció 
de ninguna manera. Thomas avanzó, dejándose caer para sentarse con las piernas 
cruzadas cerca del niño, pero no lo suficientemente cerca como para tocarlo. 
 
—¿Qué estás leyendo? —preguntó Thomas, sin saber si el niño podía oírlo por 
encima de la música que sonaba en sus audífonos. 
 
El niño respondió levantando el libro lo suficiente como para que Thomas pudiera leer 
la portada. Light in August 
 
—Faulkner, ¿huh? Es un libro bastante avanzado para tu edad. 
 
El niño dirigió una mirada irritada hacia Thomas, como si lo estuviera importunando. 
Tal vez lo estaba. 
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—¿Y si te dijera que tengo una biblioteca en mi casa con miles de libros? 
 
Esta vez, el niño se quitó un auricular y miró a Thomas con desconfianza. —¿Los has 
leído todos? 
 
Thomas se rio. —No, y sospecho que tú podrías leerlos antes que yo. Hablas muy bien. 
 
El chico se encogió de hombros. —Podía hablar antes de poder caminar. Eso asustaba a 
mi madre. Ella estaba... mal. 
 
Hablaba con el vocabulario y las maneras de un hombre adulto. Thomas no estaba del 
todo convencido de que el chico no fuera, de hecho, una criatura de cuento de hadas o 
quizás un extraterrestre. —Ya me enteré. Siento lo que has tenido que pasar durante los 
primeros años de tu vida. 
 
El niño volvió a encogerse de hombros. —Ella no pudo evitar ser quien era. 
 
Era una simple declaración de hechos. Sin amargura ni malicia. 
 
—Me dijeron que no te gusta que te toquen. —dijo Thomas. 
 
La expresión del chico parecía casi primitiva cuando dijo: —No contra mi voluntad, no. 
 
Thomas no pudo evitar sonreír. —Eso es válido. Nadie debería tocarte sin tu 
consentimiento. 
 
Una vez más, el chico lo observó con astucia, como si tratara de adivinar sus 
intenciones, pero no dijo nada. 
 
—¿Te gustaría venir a vivir conmigo y leer a través de mi biblioteca? 
 
—¿Por qué? 
 
—¿Por qué qué? 
 
—¿Por qué querría vivir contigo? ¿Además de tu biblioteca? 
 
Thomas negó con la cabeza. —Bueno, para ser sincero, tengo mucho dinero, pero no 
tengo familia. Sólo un hijo que es un poco mayor que tú. Quiero llenar mi casa de niños 
como tú. 
 
—¿Como yo? —preguntó, frunciendo el ceño. 
 
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—Sí. Niños superdotados. Niños que tienen una determinada composición 
psicológica. 
 
El niño asintió como si eso tuviera perfecto sentido. —¿Tiene más libros como el del 
señor Hawking? Siento que sus teorías… Hizo una pausa como si buscara la palabra 
correcta—, incitan al pensamiento. 
 
Incitan al pensamiento... Este niño podría ser demasiado inteligente incluso para 
Thomas. Pero tenía recursos. Muchos más recursos que nadie, gracias a un accidente de 
nacimiento que le dejó más dinero del que podría gastar. 
 
—Si vienes a vivir conmigo, podemos parar en la librería de camino a casa y 
puedes elegir todos los libros que quieras —Ante el recelo del chico, Thomas se 
corrigió—. O puedes decirme qué libros te gustarían y pediré que los traigan a domicilio. 
 
El chico entrecerró los ojos al verlo, como si pensara que podría ser un truco. —
¿Cualquier libro? 
 
Thomas podría arrepentirse de esto, pero dijo: —Cualquiera. 
 
El chico asintió una vez. —Entonces sí. 
 
Ahora, a la otra tarea en cuestión. —Me dijeron que te llamas Isaiah. 
 
Su labio se curvó. —Odio ese nombre. Mi madre era muy religiosa pero también 
bastante supersticiosa. 
 
Thomas se inclinó más hacia él. —Bueno, mi familia tiene una tradición un tanto tonta 
de ponerle a los hermanos nombres que empiezan con la misma letra. Mi hermano se 
llamaba Teddy y mi hermana Thea. Yo soy Thomas. Tú tienes un hermano en casa, al 
que he nombrado Atticus. ¿Te gustaría elegir otro nombre? ¿Uno que empiece por A? 
 
El niño cerró su libro, con los ojos pegados a la portada. —August. ¿Puedo ser August? 
 
Thomas sonrió. —Por supuesto. ¿Te gustaría venir a casa conmigo, August? 
 
August dio un enorme suspiro. —Sí, creo que me gustaría. 
 
 
 
 
 
 
 
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Uno 
August 
 
Vivaldi llenó los oídos de AugustMulvaney mientras miraba la pantalla de su teléfono y 
el formulario de autoevaluación que se le había pedido rellenar antes de que se acabara 
el día. Este nuevo y bizarro elaborado proceso corporativo le resultaba ridículo. No eran 
un bufete de abogados, sino una universidad de alto prestigio. Pedirle a un profesor 
titular que se describiera en tres palabras o menos era absurdo. La mayoría no podría 
describir qué día de la semana era sin una disertación con formato APA y la aprobación 
del comité de revisión. 
 
¿Tres palabras para describirlo? ¿A cuál August querían? ¿Al brillante y extravagante 
bicho raro o al desviado psicópata homicida? Ambos eran lo suficientemente reales, 
aunque uno era definitivamente más aceptable que el otro. Y aún así ninguno de los dos 
podía hacerse una auto-evaluación. 
 
Suspiró, contemplando el patio. El cielo era tan ominoso como su estado de ánimo. 
Unas nubes grises y oscuras se cernían sobre los estudiantes a la espera de desatarse 
sobre los estudiantes que se negaban a ceder su espacio hasta el último momento. Hacía 
un frío inusual para esta época del año. Tomó un sorbo de su café, manteniéndose 
escondido contra el edificio mientras observaba cómo se acercaba la lluvia. Según el 
pronóstico, iba a llover todo el día, pero August creía tanto en los pronósticos como en 
los horóscopos. 
 
Bianca Li, profesora auxiliar de astrofísica, se acomodó junto a él, jalando el jersey sobre 
su cuerpo y rodeándose entre sus propios brazos. Su pelo negro se agitaba sobre su cara 
y sus gafas de montura negra se acercaban peligrosamente a la punta de su nariz. 
Tranquilamente era mayor que August por lo menos diez años, pero todavía podía pasar 
por una estudiante de posgrado. 
 
Se quitó los audífonos de los oídos. —¿Cómo me describirías en tres palabras? —Antes 
de que ella pudiera responder, él alzó un dedo y le subió las gafas por el puente de la 
nariz. 
 
—¿Rarito sin límites? —preguntó ella, apartando su mano. 
 
—Raro fue lo primero que se me ocurrió a mí también. No creo que eso funcione 
con la junta. 
 
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Bianca se encogió de hombros. —Tienes la permanencia. ¿Qué van a hacer al respecto? 
—Chasqueó los dedos—. Ya sé. Profesor distraído. 
 
August puso los ojos en blanco. —No soy despistado. Tengo... oído selectivo. 
 
—Los niños tienen oído selectivo. Tú vives en tu propio mundo. —señaló ella. 
 
August le quitó importancia a su afirmación. —Estás exagerando. 
 
—Casi caminas dentro de la fuente... dos veces. 
 
Ella no estaba equivocada. La cosa era que August era despistado por elección. Cuando 
una persona lleva el peso de una aflicción que le hace recordar -textualmente- cada 
palabra que se le ha dicho, su cerebro se convierte en un desastre caótico, una maraña 
de conversaciones de ayer y de hace décadas. Una sola palabra podía desencadenar una 
cascada de recuerdos que podían atraparlo en sus pensamientos durante días. 
 
Por eso, August se mantenía selectivamente distraído. Sus observaciones eran algo que 
se había entrenado para encender y apagar a voluntad en lugar de perder la cabeza 
absorbiendo trozos de conversación a cada paso que daba. Al dejar de lado las cosas que 
consideraba estáticas, podía centrarse en las que importaban, como la espintrónica o la 
dispersión de la luz y mezcla de ondas ópticas, los puntos cuánticos semiconductores y, 
a veces, incluso la física del láser. 
 
En el campus, raramente interactuaba con nadie más que con sus compañeros de 
trabajo directos y, por supuesto, con sus estudiantes. Se esforzaba por observar su 
entorno sin absorberlo, sin dejar que su mirada se concentrara en una sola cosa durante 
demasiado tiempo, a menos que fuera de vida o muerte. Sin embargo, en el momento en 
que posó su vista sobre el hombre que cruzaba el patio, no pudo apartar la mirada. 
 
El hombre caminaba con las manos dentro de los bolsillos de su pantalón, con los 
hombros encorvados contra el viento. Desde su posición, August pudo ver que era 
atractivo, aunque algo demacrado, vestido en jeans y una chaqueta verde oliva con 
cremallera. Su ropa indicaba que trabajaba en la facultad, pero su pelo rubio 
desordenado y el crecimiento de dos días en su mandíbula perfectamente cuadrada 
gritaban que era un estudiante. Tal vez fuera un ayudante de profesor. 
 
Como predijo August, el cielo se abrió. Los estudiantes se apresuraron a recoger libros y 
papeles, metiéndolos en las mochilas antes de salir corriendo. El hombre no corrió, pero 
sí aceleró el paso, dirigiéndose directamente hacia August y Bianca, que estaban de pie 
cerca de la entrada del edificio. Cuando pasó, levantó la vista, fijando sus ojos en los de 
August, sosteniendo la mirada durante cinco segundos sólidos antes de darse la vuelta y 
desaparecer en el interior del edificio. Sus ojos eran de un verde oscuro, casi del color de 
su chaqueta. 
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August se giró para observarlo a través de las ventanas del pasillo, sintiéndose 
extrañamente vacío una vez que lo perdió de vista. Sacudió la cabeza, tomando otro 
sorbo de su café. Este clima lo ponía melancólico y extrañamente sentimental para ser 
un monstruo. 
 
—Es bonito, ¿verdad? Lástima que esté loco. 
 
—¿Quién es? —preguntó finalmente August. 
 
Ella dio un suspiro de ensueño. —Lucas Blackwell, profesor adjunto de Psicología 
Criminal. 
 
August dio otro sorbo a su café. —Lucas Blackwell. —repitió, gustándole la forma en que 
el apelativo se sentía en su lengua—. No parece un nombre real. ¿Contrataron a un loco 
para reemplazar el puesto de O'Malley? ¿No suena eso contraproducente? 
 
—El departamento entero de psiquiatría está loco de remate. Encajará 
perfectamente. 
 
—Pareces saber mucho sobre él. —observó August. 
 
Bianca resopló. —¿De verdad no sabes quién es? 
 
El ceño de August se frunció. —¿Debería? 
 
Bianca lo miró de arriba abajo. —Deberías poner profesor irremediablemente distraído 
en ese formulario. La facultad ha estado positivamente voraz por todos los detalles 
escandalosos durante semanas, desde que Everly lo contrató. Pero antes de eso, él 
estaba en todas las noticias. 
 
—¿Por qué? ¿Es un Kennedy o algo así? 
 
Ella negó con la cabeza. —Era el favorito de la Unidad de Perfilación del 
Comportamiento del FBI. Un niño prodigio. Reclutado directamente de la universidad 
porque hablaba tres idiomas y tenía un puntaje casi perfecto en su examen de ingreso. 
 
Lucas Blackwell no podía tener más de treinta años como mucho. —¿Era? ¿Salió herido? 
 
—Podría decirse que sí. Sufrió una especie de colapso nervioso masivo y le 
asignaron trabajo de oficina permanente. Le ofrecieron un puesto de profesor en 
Quantico, pero prefirió irse para venir a nuestra escuela. 
 
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—¿Cómo sabes todo esto? —preguntó August, un tanto asombrado por su 
capacidad para estudiar la astrosismología1 de las enanas blancas y estar al día de los 
últimos chismes del campus. 
 
—¿Cómo no lo sabes tú? Sé que sueles poner a prueba ese gran cerebro tuyo con 
teorías de entrelazamiento cuántico o lo que sea, pero te encanta toda esa mierda 
escalofriante, y Lucas Blackwell... Es escalofriante. 
 
—¿Cómo? —El amor de August por “mierda escalofriante” era bien conocido 
alrededor del campus. Los físicos teóricos no eran realmente conocidos por su amor a la 
parapsicología. Pero simplemente lo consideraban otra de sus peculiaridades. August 
supuso que sí lo era. 
 
Bianca se inclinó un poco cuando la lluvia empezó a salpicar sus zapatos. —¿Sabes que 
la mayoría de las perfilaciones de comportamiento se hacen en un escritorio? 
 
August asintió. —Es básicamente ganarse la vida con conjeturas educadas. Dudo que 
requiera mucho trabajo de piernas. 
 
Ella se rio. —Bueno, Lucas era muy dedicado. Demasiado dedicado. Le gustaba manejar 
las evidencias y visitar las escenas del crimen. Decía quele ayudaba en su proceso. 
 
—No veo lo espeluznante. —dijo August, queriendo que Bianca fuera al grano 
antes de que el viento hiciera que la lluvia se metiera bajo el cobertizo. 
 
—Es jodidamente raro. Dice el rumor, que él cree que es... ¿Cómo se dice cuando 
puedes tener visiones psíquicas tocando cosas? 
 
Las cejas de August se alzaron hasta la línea de su cabello. —¿Clarividente? 
 
—¡Sí! Dice él que es clarividente. 
 
—Entonces, ¿nuestra universidad contrató a un criminólogo mentalmente 
inestable que dice tener habilidades sobrenaturales? 
 
—Síp. 
 
August se rio entre dientes. —Encajará perfectamente. 
 
Bianca se rio. —Sabes, esto es lo máximo que te he oído preguntar sobre otro ser 
humano y te conozco desde hace seis años. 
 
1 La astrosismología, también conocida como sismología estelar, es la ciencia que estudia la estructura interna 
de las estrellas pulsantes gracias a la interpretación de su espectro de frecuencias. 
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August se giró, tirando su taza de café a la basura. —Cierto, pero tu vida es mundana. 
Sin ofender. 
 
Ella se apresuró a seguirle el paso mientras él se dirigía a su oficina para recoger sus 
cosas. 
 
—No puedes decir “sin ofender” después de haber dicho algo ofensivo. —dijo 
Bianca, aunque no parecía ofendida en lo más mínimo. 
 
Nadie podía permitirse el lujo de preocuparse por sentimientos en un campo como el 
suyo. La mitad de los profesores de este lado del campus tenían cerebros demasiado 
complejos como para mantener incluso la más sencilla de las conversaciones. Todos 
tenían distintos grados de neurodiversidad. La triste verdad era que cuanto más 
inteligente era una persona, menos se preocupaba por las expectativas de la sociedad. 
Hablaban sin rodeos, sin ninguna preocupación por los sentimientos. 
 
Los científicos no podían permitirse el ego. Cuando te dedicas a la teoría, siempre hay 
alguien en la fila dispuesto a decirte que estás loco o a intentar desmentir tu 
investigación. Esa era la naturaleza de su trabajo. August estaba tan... domesticado 
como estaba porque su padre había insistido en ello. Ser un genio extravagante estaba 
bien. Ser un psicópata insensible e indiferente no -al menos no en público-. 
 
—Hay una reunión a las cuatro para el personal de la facultad. ¿Estarás allí? 
 
—¿Es obligatorio? —preguntó August. 
 
Bianca asintió. —Sí. 
 
August se encogió de hombros. —Probablemente no. Voy a almorzar con mi hermano 
antes de que se vaya al aeropuerto. 
 
—August... 
 
—Soy un profesor con contrato permanente. ¿Qué van a hacer? ¿Despedirme? —
repitió él, lanzándole una sonrisa. 
 
August se dirigió a la izquierda hacia el pasillo donde estaba su oficina, y Bianca se 
dirigió a la derecha para tomar el camino largo hacia el otro lado del campus. Una vez 
que estuvo solo nuevamente, se colocó los audífonos. Vivaldi había terminado, y Chopin 
llenaba ahora sus oídos. Se permitió disociar, reflexionando sobre el tema de la tesis de 
su asistente de investigación. 
 
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No vio al otro hombre hasta que chocaron. Fuertemente. El teléfono de August salió 
volando de sus dedos. Las manos del otro hombre salieron disparadas, aferrándose a 
cualquier cosa que lo mantuviera en pie. August agarró el antebrazo del hombre justo 
cuando éste agarró los hombros de August. 
 
Fue entonces cuando August pudo mirarlo bien. Lucas Blackwell. En el momento en que 
se tocaron, el otro hombre se apartó con un grito ahogado, cayendo al suelo y alejándose 
de August como si fuera un asesino en serie. 
 
Lo que, técnicamente, August suponía que era. Pero Lucas Blackwell no sabía eso. 
 
Aunque no venía al caso, August no pudo evitar notar que el hombre aterrorizado era 
aún más hermoso de cerca, como si una escultura hubiera cobrado vida. Pómulos altos, 
mandíbula cuadrada, labios carnosos. Labios que se retraían con horror. 
 
August le tendió la mano para ayudarlo a levantarse, pero Lucas se apartó. —No. No... 
me toques. 
 
Al parecer, no era sólo el departamento de física el que carecía de sentido del decoro. Se 
quitó los auriculares, ahora inútiles, de los oídos. —Lo siento. Estaba tan metido en mi 
música que no estaba mirando por dónde iba. 
 
Lucas no dijo nada, y se sonrojó al notar que los otros miembros de la facultad lo 
miraban fijamente. Se puso en pie, lanzando una última mirada de pánico por encima 
del hombro antes de irse caminando rápidamente por el pasillo. 
 
August recogió su teléfono, suspirando ante la pantalla ahora agrietada. Ya le habían 
dicho que era desagradable en otras ocasiones, pero normalmente sólo lo hacían sus 
hermanos después de una muerte especialmente espantosa. Y hubo muchas. A August le 
gustaba el trabajo mojado. Le gustaba ensuciarse las manos. Matar le daba un deleite 
como ninguna otra cosa. 
 
Estaba llegando casi a su carro cuando cayó en cuenta. Bianca había dicho que Lucas 
Blackwell era clarividente. Que podía ver el pasado (o el futuro, suponía August) 
simplemente tocando un objeto. August era un hombre de lógica. Aunque encontraba lo 
paranormal fascinante, lo reconocía como lo que era, pseudociencia. No había manera 
de que Lucas Blackwell fuera realmente clarividente. 
 
No podía serlo. 
 
Sin embargo, había mirado a August como si fuera un monstruo. Lo cual lo era. Pero no 
había manera de que Lucas pudiera saber eso. Era imposible. Pero, ¿y si lo supiera? 
¿Qué significaría eso para él? Su familia vivía basada en un código. No mataban a los 
inocentes. Pero sólo se habían encontrado con esta situación una vez antes, meses atrás, 
Onley James Spyco 
 
15 
cuando su hermano había decidido caer… no enamorado, sino tal vez obsesionado, de 
un pequeño pájaro herido llamado Noah. 
 
Noah sabía su secreto, lo había descubierto incluso antes de conocer a Adam cara a cara. 
Pero Noah era como ellos. Entendía que algunas personas simplemente no merecían 
vivir. Noah había matado junto a ellos. Tenía una dedicación en mantenerlos a todos 
fuera del radar de la policía. 
 
Pero Lucas era un ex federal. Probablemente creía firmemente en los juicios y la justicia 
y el largo brazo de la ley. Probablemente no era un fan de la justicia por mano propia. Lo 
que no auguraba nada bueno para su esperanza de vida si realmente había descubierto 
exactamente quién era August cuando se quitaba la máscara. 
 
Mierda. 
 
Por mucho que a August le encantara matar, la idea de trocear al guapo profesor rubio 
en pedacitos le dejaba una sensación de vacío. August nunca había conocido un 
problema que no pudiera resolver, pero Lucas Blackwell iba a ser un problema. Uno 
grande. Y August no tenía ni idea de qué demonios iba a hacer al respecto. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Onley James Spyco 
 
16 
Dos 
Lucas 
 
Lucas no pudo llegar a su oficina con suficiente rapidez. Nada más cruzar el umbral, 
cerró la puerta y echó el cerrojo, como si el mismísimo diablo lo persiguiera. Quizás era 
cierto. Las cosas que Lucas había visto cuando lo había tocado, el hombre que había 
creído atractivo momentos antes... Lucas parpadeó el sudor de sus ojos, deseando que 
su corazón dejara de retumbar en su pecho antes de que pudiera perder el conocimiento. 
 
Era su primer día. Su primer puto día. Tenía que haber algún tipo de explicación para la 
sangre y los gritos. ¿Tal vez había estado en el ejército y había sido testigo del combate? 
¿Tal vez trabajaba en las fuerzas del orden? No. Eso no tenía ningún sentido. Esos 
gritos... Esos hombres habían sido torturados. 
 
Levantó las rodillas, apoyando los codos en ellas para acunar la cabeza entre las manos. 
Lucas sabía mejor que nadie que los depredadores en serie se escondían a plena vista. A 
veces, delante de sus narices. Se clavó los talones de las palmas de las manos en los ojoshasta que pequeñas chispas de luz bailaron detrás de ellos. Este era su primer. Maldito. 
Día. No podía ir acusando a un compañero de trabajo de ser un asesino. No después de 
la última vez. No podía soportar que nadie más lo mirara como un... loco. Acababa de 
salir de ese ambiente. 
 
—¿Has pensado que, quizás, estás proyectando tus impulsos en tu compañero de 
trabajo? 
 
—Debes admitir que es descabellado, Lucas. 
 
—Tiene que entender nuestra preocupación dado tu comportamiento. 
 
—Él es un agente federal. Creemos que, tal vez, sólo necesitas un descanso. 
 
—No estás bien. 
 
—No puedes simplemente atacar a la gente. 
 
Sus palabras daban vueltas en su cabeza en bucle. No había nada peor que la gente que 
antes lo respetaba lo miraran de repente como si estuviera loco. Había pasado su vida 
como un paria. De niño, era demasiado pequeño, demasiado callado. Un blanco fácil. 
Onley James Spyco 
 
17 
Tenía miedo de todo. Cualquier objeto tenía el potencial de enviarlo en una espiral de 
dolor y sufrimiento. Pero en la agencia, había tenido un hogar. 
 
A diferencia de muchas agencias de la ley, el FBI tenía mucha gente como él. Gente que 
tenía más cerebro que fuerza. Personas que eran contadores y estadísticos. Había tenido 
un hogar allí, incluso como el nerd de los libros. Pero todo eso había desaparecido, 
arrebatado porque tuvo la audacia de dejar de lado su autoconservación para hacer 
saber a sus superiores que tenían un lobo entre ellos. 
 
Le habían pagado tachándolo de lunático y metiéndolo en una institución mental 
durante semanas. Lucas sacudió la cabeza. Tal vez tenían razón. Tal vez estaba loco. Las 
cosas de las que antes estaba tan seguro ahora parecían imposibles. Los medicamentos 
que le daban sólo lo empeoraban, lo hacían dudar de quién era y de lo que veía. Hacían 
más difícil el protegerse de las visiones no deseadas. 
 
Cuando los latidos de su corazón se estabilizaron a un ritmo normal, se puso de pie y se 
dirigió a su escritorio, tratando de recomponerse mentalmente. Era imposible que sus 
compañeros no estuvieran hablando de su choque y su precipitada huida. El hombre -
con el que chocó- tenía que ser de la facultad. Llevaba una identificación alrededor del 
cuello como Lucas. Pero no había podido ver lo que decía. 
 
Tenía que dejar de ser tan receptivo y hacer aquello para lo que había sido entrenado... 
Investigar. Sacó el directorio de la escuela. Sólo tomó pasar dos páginas antes de 
conseguir el nombre. August Mulvaney, Doctorado, Profesor de Física Cuántica. 
 
¿Ese hombre era un físico? Estaba en buena forma. No había manera de ocultarlo. 
Cuando habían chocado, Lucas sintió como si hubiera chocado contra una pared de 
ladrillos. Torturar a la gente debía ser un gran esfuerzo para el cuerpo. Se concentró en 
el rostro del hombre, August, con la esperanza de poder conseguir más visiones sin tener 
que tocarlo. A veces, funcionaba con fotografías, pero esto no era una foto. Era el 
monitor de un computador. 
 
Lucas puso la mano sobre la imagen de la pantalla. Nada. Lucas suspiró. August 
Mulvaney se parecía a ese actor. El de todas esas películas para niños. ¿Daniel algo? 
Pero más alto y con los hombros más anchos. 
 
¡Harry Potter! 
 
Eso era. Harry Potter... si tuviera un segundo trabajo como stripper. Lucas no se 
consideraba una persona que hiciera suposiciones, pero se imaginaba a los profesores de 
física como tipos mayores y nerds con protectores de bolsillo y gafas. Hombres que 
llevaban chaquetas con parches en los codos. 
 
Onley James Spyco 
 
18 
August tenía un espeso cabello castaño que se apartaba de su cara en forma de ondas y 
el comienzo de una barba sobre una mandíbula fuerte. Su nariz estaba un poquito 
torcida, como si se la hubiera roto, y el labio superior era ligeramente más pequeño que 
el inferior, lo que de ninguna manera le restaba atractivo. 
 
Lucas desvió la mirada del hombre hacia su perfil. Dios mío. Una breve ojeada a su 
currículum mostraba que el hombre no sólo tenía un doctorado en física cuántica, sino 
también en ingeniería biomédica y dos másteres, uno en matemáticas aplicadas y otro 
en... ¿literatura rusa? 
 
¿Quién carajo era este tipo? Esa cantidad de titulaciones no parecía ni remotamente 
posible. No podía ser mucho mayor que Lucas. Hizo clic en la pestaña de premios, las 
cejas alzándose cuando tuvo que desplazarse hacia abajo para verlos todos. Había 
páginas llenas de honores con nombres como el Premio Presidencial a la Carrera 
Profesional Temprana para Científicos e Ingenieros, Beca de Investigación Alfred P. 
Sloan y la Beca de Disertación de un Término de la Escuela de Posgrado Rackham. 
Lucas no era tonto, pero no sabía qué significaba nada de esa mierda. 
 
Lucas cerró la pestaña y buscó en Google, escribiendo August Mulvaney, esperando 
encontrar un enlace al mismo currículum que aparecía en la página web de la escuela y 
quizás un perfil de LinkedIn. En su lugar, encontró un artículo tras otro no sólo sobre 
August, sino sobre toda la familia Mulvaney. 
 
August Mulvaney era el segundo hijo mayor del multimillonario Thomas Mulvaney. Uno 
de los siete hijos adoptados. La lista de logros de August estaba bien documentada. 
Podía leer y escribir a un nivel universitario a los cinco años. Tenía un coeficiente 
intelectual que rivalizaba con el de Einstein y Hawking. Fue el segundo miembro más 
joven en ingresar en MENSA a los seis años. Terminó las clases de secundaria antes de 
llegar a los dos dígitos de edad y asistió a la universidad cuando la mayoría de los niños 
estaban llegando a la pubertad. Obteniendo su primer doctorado a los dieciocho años. 
Eso tenía que ser suficiente para volver a cualquiera un poco loco. ¿Cierto? 
 
Lucas abrió un cajón y se tomó dos clonazepam antes de recostarse en la silla. Repasó 
los flashes una y otra vez en su mente. Sangre. Cuchillos. Gritos. Partes del cuerpo. Nada 
tenía sentido a excepción del homicidio. Un escalofrío de miedo recorrió su columna 
vertebral. 
 
Lucas no podía ir acusando al hijo de un famoso genio multimillonario de ser un asesino 
en serie, especialmente sin pruebas. Y Lucas había aprendido por las malas que hacer 
pasar por intuición una habilidad que la gente no entendía sólo lo llevaba hasta cierto 
punto. Las referencias a The Fox Mulder y a los Expedientes X solían ser divertidas, 
simplemente camaradería entre colegas. 
 
Onley James Spyco 
 
19 
Hasta que uno de esos colegas resultó ser un asesino. Un asesino que seguía saliéndose 
con la suya. Mierda. Lucas ya había perdido su reputación, su credibilidad, su trabajo. 
No podía decirles a las autoridades que había tocado a un colega profesor en un pasillo y 
había visto, psíquicamente, que había torturado a gente. Sonaba como un maldito loco, 
incluso para sí mismo. 
 
Quizá sí estaba loco... como su madre. Prácticamente la habían echado del pueblo con 
toda su habladuría sobre visiones y auras y vínculos psíquicos. Incluso Lucas no le había 
creído hasta que le comenzó a pasar lo mismo. Para entonces, era demasiado tarde. Su 
madre ya se había marchado y él se había quedado solo con su abuelo, quien estuvo 
decidido a golpear a Lucas hasta que se endureciera. Aprendió a esconderlo todo 
rápidamente, no sólo sus habilidades, sino también su amor por los libros, su corazón 
blando y su atracción por los chicos, no por las chicas. 
 
Lucas se sacudió los recuerdos. Su pasado no importaba. Si August Mulvaney era un 
asesino, ¿por qué le importaba a Lucas? La última vez que se jugó el cuello por lo que 
creía correcto, el FBI no le había puesto importancia. Habían arruinado su vida. Lucas 
ya no creía en la infalibilidad de la policía. Ya no creía en casi nada. 
 
Se oyó un suave golpe en la puerta. Lucas se pasó las manos por la cara y cerró el 
navegador antes de girar la cerradura y abrir la puerta para encontrar a... August 
Mulvaney.Parecía tan... normal. Su expresión era afable, sus manos metidas en los bolsillos de sus 
pantalones perfectamente confeccionados. El ritmo cardíaco de Lucas comenzó a 
galopar de nuevo. August eran aún más sexy ahora que estaban cara a cara. No es que 
debiera importar. El hombre era probablemente un asesino. El cerebro de Lucas parecía 
estar bien con ello. Lucas se pasó una mano por su pelo desordenado, pero luego se 
cruzó de brazos para no inquietarse. 
 
—¿Podemos hablar? —preguntó August, con una voz profunda y suave, casi 
alegre. 
 
Lucas inhaló. —La verdad no me siento muy bien. Me salté el almuerzo y creo que mi 
nivel de azúcar está bajo. 
 
—Permíteme llevarte a almorzar. —se ofreció August. Cuando Lucas abrió la boca 
para negarse, August levantó una mano—. Podemos ir a algún lugar público si quieres, 
digamos la sala de profesores. 
 
La lengua de Lucas salió, lamiendo su labio inferior. ¿Lo sabría? ¿Sabría que Lucas 
podía... ver cosas? Por supuesto que lo sabía. Había dado de qué hablar en el campus 
durante semanas. Pero, ¿por qué le importaba lo que Lucas viera si no tenía nada que 
Onley James Spyco 
 
20 
ocultar? Y, si no tenía nada que ocultar, ¿por qué pensaba que Lucas sólo querría hablar 
en público? ¿No era eso prácticamente una admisión de culpabilidad? 
 
Algo se marchitó dentro de él cuando cayó en cuenta de la realidad. ¿Admisión ante 
quién? ¿Ante él? Lucas ya sabía que tenía razón. Claramente, August también lo sabía. 
 
—¿Por qué? ¿Por qué querría ir a comer contigo? —preguntó Lucas, sin saber de 
qué otra manera ponerlo. 
 
August dio un solo paso, sólo un mocasín caro cruzando el umbral. Pero fue suficiente 
para que Lucas oliera su costosa colonia, algo picante que hizo que Lucas quisiera 
inclinarse, para presionar su cara contra la garganta de August, donde el aroma sería 
más fuerte. 
 
—Creo que ya lo sabes. 
 
Lucas tragó con fuerza. —¿Es así? 
 
La sonrisa de August era lobuna. —Sabes, no creo en los psíquicos ni en los médiums. 
Pero, dada la forma en la que reaccionaste cuando me tocaste, estoy dispuesto a 
suspender mi escepticismo. 
 
—No sé a qué te refieres. —mintió Lucas. 
 
August le examinó el rostro. —Eres realmente lindo. 
 
Lucas parpadeó ante el inesperado cumplido. —¿Qué? 
 
—Cuando te vi en el patio, pensé que eras atractivo, pero de cerca... eres casi 
bonito. Delicado, incluso. Siempre me imaginé a los policías como esos tipos grandes, 
duros y ex-militares, pero tú eres... de aspecto dulce. 
 
—Si te das cuenta de que estás hablando en voz alta, ¿verdad? —preguntó Lucas, 
desconcertado tanto por la falta de modales como por el hambre puro en los ojos del 
otro hombre. 
 
—Soy consciente. 
 
—¿Sueles hablarle así a los desconocidos? —preguntó Lucas, odiando la crudeza 
de su voz. 
 
—No. Pero la mayoría de la gente no ha estado dentro de mi cabeza. Pensé que ya 
habíamos superado la etapa de la cortesía. 
 
Onley James Spyco 
 
21 
—No sé si estás tratando de amenazarme o de coquetear conmigo. —admitió 
Lucas, deseando que su pulso dejara de martillear en su garganta. 
 
—Podrías llamarlo coqueteo. La verdad es que no hago amenazas. Las amenazas 
dan a entender que el amenazado tiene la posibilidad de escapar del castigo. Ese nunca 
es el caso conmigo. Los culpables siempre son castigados. 
 
—Entonces lo admites —susurró Lucas—. ¿Admites que eres un asesino? 
 
—¿Alguna vez se cuestionó eso? ¿No crees en tus propias visiones? —preguntó 
August, con la cabeza inclinada como si tratara de entender a Lucas, como si Lucas fuera 
de alguna manera el raro. 
 
Lucas se metió las manos temblorosas en los bolsillos y su mirada se dirigió a sus 
zapatos. —Sí creo en ellas. La mayoría de los demás no. 
 
—Trabajo en física cuántica y teórica. Mucha gente cree que mi trabajo roza la 
ciencia ficción. No sé nada de clarividentes, pero sí sé cómo reaccionaste cuando me 
tocaste. No estabas fingiendo. 
 
La cabeza de Lucas daba vueltas. Este hombre, este asesino, estaba allí diciéndole a 
Lucas que le creía, que creía en sus dones. August Mulvaney era un asesino y sabía que 
Lucas lo sabía. —Y tú... ¿qué? ¿Sólo querías que supiera que lo sabes? ¿Por qué estás 
aquí? 
 
August se encogió de hombros. —Esperaba ofrecerte una explicación. Algo que 
apaciguara tu pánico. Imagino que, dado tu pasado, la idea de trabajar junto a un 
asesino te parecerá desalentadora. 
 
—¿Quién eres? —preguntó Lucas. 
 
August le tendió la mano como si estuvieran en una reunión de la facultad. —August 
Mulvaney. —Lucas solo se limitó a mirarlo hasta que August la dejara caer una vez 
más—. Está bien. Bueno, si no quieres almorzar conmigo, no tengo por qué cancelar el 
almuerzo con mi hermano. Pero si cambias de opinión, mi número de celular está en la 
parte de atrás. Siempre podemos quedar para cenar. 
 
Lucas miró la tarjeta ofrecida, dudando antes de tomarla. ¿Qué estaba pasando? El 
hombre que tenía delante era claramente un psicópata. Lucas había entrevistado a 
suficientes de ellos para saber que no entendían las normas sociales lo suficiente como 
para fingirlas. 
 
La sangre en sus venas hirvió mientras la ira se apoderaba de él. —No puedes 
coquetearme ni amenazarme para salir de esto. Sé lo que eres. 
Onley James Spyco 
 
22 
 
August se rio. —¿Y qué soy yo? 
 
—Un asesino. —volvió a decir Lucas. Estaban hablando en círculos y eso lo estaba 
mareando. 
 
La mirada que le dirigió August era tan carente de emoción que le hizo sentir el 
estómago vacío. —Oh, soy mucho más que eso. Pero si quieres saber el resto, tendrás 
que ir a cenar conmigo. 
 
—Podría simplemente ir a la policía. —espetó Lucas, apretando los dientes hasta 
que le dolió la mandíbula. 
 
—No lo harás. —dijo August, mostrando nuevamente esa sonrisa lobuna. 
 
Lucas se movió de un pie a otro. —¿Y por qué? 
 
August se inclinó lo suficiente como para que su aliento se abanicara sobre la oreja de 
Lucas, y su voz fue un retumbo bajo mientras murmuraba: —Porque ambos sabemos 
que nadie te creería. 
 
Con eso, se dio la vuelta y se alejó, dejando a Lucas mirando tras él con su tarjeta 
prácticamente quemándole los dedos. 
 
Mierda. 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
Onley James Spyco 
 
23 
Tres 
August 
 
—¿De verdad no vas a ver a papá antes de irte? —preguntó Adam. 
 
La pregunta no iba dirigida a August, sino a su otro hermano, Aiden, quién estaba 
sentado frente a él. Era un día ventoso, así que se reunieron en una mesa al final del 
jardín, lejos de los oídos indiscretos de las mesas vecinas. El almuerzo con los chicos de 
Mulvaney siempre era un asunto animado, incluso cuando sólo cuatro de ellos estaban 
presentes, como hoy, y el tema de la conversación era rara vez aceptable para el 
consumo público. 
 
Aiden rara vez estaba en la ciudad. De hecho, este era el primer viaje a casa de su 
hermano menor en años. Se mantenía en contacto con ellos a través de mensajes de 
texto o por correo electrónico, pero nada más, ni siquiera una llamada telefónica. Nadie 
sabía por qué. Bueno, otra persona sabía por qué, pero tampoco hablaba al respecto. Así 
que, habían preparado una intervención antes de su vuelo. 
 
Aiden le dio a Adam, el más joven, una mirada irritada. —Es tu padre, no el mío. 
 
August no entendía el resentimiento hacia su padre. Quería saber más, pinchar a Aiden 
con algo afilado y puntiagudo hasta que escupiera sus secretos. Al contrario de sus 
pensamientos, tomó un sorbo de su agua gaseosa. —Es curioso cómo no dices eso de 
nosotros, tus hermanos. Sólo sobre papá. 
 
Atticus, el mayor, enhebraba una mano a través de su cabello pelirrojo antes de empujar 
sus gafas por el puente de su nariz. —Sí, excelente punto. ¿Por qué repudias a nuestro 
padre, pero no a nosotros? 
 
Aiden puso los ojos en blanco. —Es por eso que no regreso por aquí. Ustedes son tan 
dramáticos. Yono repudié a nadie. Él nunca fue mi padre. Yo tenía casi diecisiete años 
cuando me “adoptó” —dijo, haciendo comillas con los dedos en el aire, alrededor de la 
palabra adoptó como si eso fuera de alguna manera falso—. Yo nunca lo vi como un 
padre, y él nunca me vio cómo su hijo. 
 
—Basura. —dijo Adam, cogiendo su refresco cargado de azúcar, sorbiendo la mitad de él 
de una sola vez. 
 
Onley James Spyco 
 
24 
August no pudo evitar tener en cuenta las chicas que miraban a su hermano, un ex 
modelo. Era gay y tenía pareja, pero eso no parecía ser un obstáculo. En todo caso, 
cuando comenzó a salir con Noah, las cosas solo fueron a peor. De alguna manera, no 
parecía molestarle a Adam. Tal vez porque era el bebé de la familia y solía acaparar toda 
la atención. 
 
August se fijó en el esmalte de uñas negro que lucía en las uñas cortas y contundentes de 
Adam. Parecía despintado en varios lugares, pero lucía como si incluso ese detalle fuera 
una elección de moda deliberada. Su pelo negro se separaba en el medio, cayendo sobre 
sus ojos azules. Usaba jeans rotos y una camiseta de diseñador descolorida que 
probablemente costaría unos mil dólares, aunque pareciera que lo hubiera sacado 
directamente de la basura. Adam hacía lucir a la flojera como algo chic. 
 
August volvió su atención a Aiden. —No, hay algo más en ello. Lo averiguaremos con el 
tiempo, así que ¿por qué no simplemente no nos lo dices? 
 
Aiden empujó su plato lejos, frunciendo el ceño hacia ambos. —Porque no hay nada que 
decir. Literalmente estás preocupándote por nada. ¿Cómo se volvieron seis psicópatas 
tan chismosos? No hay nada de té2 aquí. 
 
Aiden no se veía bien. Su cabello castaño rojizo ahora caía sobre sus hombros con su 
rostro medio cubierto por una barba descuidada. Como siempre, tenía un semblante 
tosco, como si el mundo siempre le pusiera las cosas difíciles, a pesar de que su padre, 
Thomas, nunca le negara nada. Aunque Aiden se negara a reconocerlo. 
 
—Tus palabras dicen una cosa, pero tu lenguaje corporal grita que estás mintiendo —
dijo Adam, mirando a Aiden de arriba y abajo—. No puedes mentirnos. 
 
La mandíbula de Aiden comenzó a tener un tic. —¿Es por eso que me invitaron a 
almorzar? ¿Para interrogarme sobre por qué no me llevo bien con su padre? 
 
Atticus chasqueó los dedos. —Mira, eso. Eso de ahí. Nuestro padre. ¿Qué coño, hombre? 
Incluso después de todos estos años, todavía cargas con ese resentimiento en el hombro 
sobre quién sabe qué. ¿No pueden simplemente arreglarlo? 
 
Aiden tomó un sorbo de su whisky. —Lo hemos resuelto. Vivo en el otro lado del país, 
me da encargos y me paga por mi tiempo. Ustedes son los únicos que lucen tan 
presionados al respecto. 
 
—Porque papá no ha sido el mismo desde que te fuiste. Es como si estuviera... triste. Al 
menos podrías haber ido a verlo mientras estabas aquí. Haber dicho hola o algo así. —
reprendió Atticus, su tono lleno de adulta superioridad, pero de forma infantil. 
 
2 Se usa para referirse al drama/chisme/conflicto. 
Onley James Spyco 
 
25 
 
Aiden empujó su silla hacia atrás causando un fuerte raspón metálico sobre el concreto, 
llamando la atención de los otros clientes. —Esto ha sido divertido, chicos. No lo 
hagamos de nuevo. 
 
—Siéntate. Ahora. —dijo Atticus, haciendo énfasis con su dedo sobre la mesa con cada 
palabra. 
 
Aiden se lo quitó de encima. —No eres mi jefe. 
 
Atticus abrió y cerró la boca como un pez fuera del agua, mientras Adam se reía. Estaba 
claro que Aiden no tenía intención de quedarse. 
 
August hizo lo único que pudo para mantenerlos a todos allí. —Creo que alguien sabe de 
mí. 
 
Sus hermanos a pesar del aura de discusión, se giraron a mirarlo a la vez. 
 
—¿Sabe? —repitió Adam—. ¿Cómo, saber saber? 
 
—¿Alguien más que la mascota de Adam? —preguntó Atticus, mirando 
desconcertado. 
 
Esta vez, fue Adam quien le sacó el dedo. —Noah no es mi mascota. 
 
—Concéntrate. —murmuró Aiden—. ¿Quién sabe de ti? 
 
August suspiró. —Un nuevo profesor. 
 
—¿Cómo sería eso posible? ¿Está relacionado con otra víctima? ¿Escuchó algo? 
¿Vio algo? —preguntó Atticus, sin molestarse en dejar que August respondiera. 
 
—Nada de eso. —le aseguró August. 
 
Aiden volvió a su silla. —¿Por qué crees que este compañero de trabajo sabe de ti? 
 
August suspiró. —Porque dijo ‘Sé lo que eres.’ 
 
—Tal vez sólo quiso decir que eres un idiota. —dijo Adam. 
 
—O desagradable. —ofreció Atticus. 
 
Aiden asintió. —O simplemente raro. 
 
Onley James Spyco 
 
26 
August puso los ojos en blanco. —Dijo que sabía que yo mataba gente. Usó la palabra 
asesino. No creo que fuera una metáfora para algo. 
 
—Cómo sabría eso? —preguntó Atticus, su pálida cara volviéndose rosada como 
un gato sin pelo. 
 
August tomó otro sorbo de su agua, disfrutando de la sensación de las burbujas en su 
lengua. —Es clarividente. 
 
Sus hermanos miraron hacia atrás y adelante entre ellos antes de mirarlo como si 
esperaran a que August entregara el remate del chiste, pero nada llegó. 
 
Finalmente, Aiden dijo: —Estás bromeando. 
 
August agitó la cabeza. —No lo estoy. 
 
—No puedes creer que eso sea posible. Eres un científico, por el amor de Dios. —
dijo Atticus. 
 
—Quiero decir, el tipo dijo que era un asesino. No creo que estuviera hablando de 
su personalidad. —dijo Adam—. Independientemente de cómo lo sepa, tenemos que 
tomarlo en serio. ¿Qué vas a hacer? 
 
—No lo sé. —dijo August. 
 
—¿No lo sabes? —repitió Adam—. Tienes una mirada en tu cara que dice que sí lo 
sabes. 
 
August agitó la cabeza, luchando por encontrar las palabras correctas. Palabras que de 
alguna manera podrían transmitir el sentimiento que le había golpeado cuando Lucas lo 
había mirado. —Siento como si quisiera… ¿jugar con él? 
 
¿Era esa la manera correcta de expresarlo? August quería abrirlo, ver qué lo hacía una 
persona. Quería toquetearlo y presionarlo, como un perro con un juguete. August quería 
ver si podía hacer que Lucas chillara. 
 
—¿Jugar con él? —dijo Atticus. 
 
—¿Cómo muñecas de papel o como un gato que quiere jugar con un ratón antes 
de mutilarlo? —preguntó Aiden, sin sonar particularmente molesto por cualquiera que 
sea la respuesta de August. 
 
Onley James Spyco 
 
27 
—No quiero hacerle daño... No mucho, de todos modos. Sólo un poco. Quiero ver 
lo que puedo hacer... con qué cosas me dejará salirme con la mía antes de echarme para 
atrás. 
 
Los ojos de Atticus se abrieron de par en par. —¿De qué estás hablando? Necesitas 
decírselo a papá. Necesitamos neutralizar la amenaza. 
 
—Neutralizar la amenaza. —dijo Aiden, torciendo una sonrisa por primera vez 
desde que se sentaron—. Realmente eres tonto. 
 
—Discúlpame por tratar de mantenernos fuera de prisión. —dijo Atticus, 
haciendo pucheros. 
 
Adam hizo un gesto para obviar el comentario de Atticus, dándole a August toda su 
atención. —¿Qué quieres decir? 
 
August lo pensó. —No lo sé. Nadie le creerá. No tiene otra prueba más que su intuición. 
Ha perdido toda credibilidad. Ni siquiera lo considero una amenaza. 
 
—Entonces, ¿por qué traerlo? —Aiden preguntó, frunciendo el ceño. 
 
August suspiró, sosteniendo su vaso hacia sus labios, sintiendo el contenido gaseoso 
brotar y chocar sobre su piel aún si no estuviese bebiendo. —Es realmente... bonito... 
 
Una sonrisita se extendió por la cara de Adam. —Oh, mierda. Creo que a August le está 
gustando su compañero de trabajo. 
 
¿Era así? En realidad, nunca había pensado en los hombres como algo más que un 
medio para un fin. Rara vez tuvo relaciones sexuales, y cuando lo hizo todo fue más bien 
superficial. Era incapaz de formar vínculos, y nunca le había parecido justo a ninguna 
persona desprevenida intentar una relación cuando pasaba muchas de sus noches hasta 
el cuello en sus entrañas. —Es que... me gusta cómo huele. Lo miroy me pregunto a qué 
sabe su piel. 
 
—Oh. Tranquilo, Dahmer3. —dijo Adam—. Quizás es mejor no empezar con eso. 
 
—No empieces con nada. Él cree que matas gente. —dijo Atticus, prácticamente 
apopléjico en ese momento. 
 
 
3 Dahmer: Jeffrey Lionel Dahmer, apodado El Caníbal de Milwaukee, El Carnicero de Milwaukee o El Monstruo de 
Milwaukee, fue un asesino en serie estadounidense responsable de la muerte de 17 adultos varones entre 1978 y 
1991. 
Onley James Spyco 
 
28 
—¿Porque él mata gente? —recordó Adam—. A Noah no le importa que mate 
gente. A los cónyuges militares no les importa que sus soldados puedan matar gente en 
combate. A lo mejor a su pequeña conexión psíquica tampoco le importará. 
 
Aiden agitó la cabeza, con una medio sonrisa posada en su rostro. —¿Quién es él? 
 
August levantó la mirada. —Es el nuevo profesor de psicología criminal. 
 
—¿Por qué no sólo salir con un policía? —Atticus chasqueó, levantando las 
manos, claramente fuera de sí. 
 
—Un psicólogo y un policía no son lo mismo —dijo Adam—. Deja de cortarlo. 
 
August se encogió de hombros. —Solía ser un agente del FBI. 
 
Atticus gesticuló salvajemente. —¿Ves? —Dirigiéndose a August, dijo—. Se supone que 
tú eres el inteligente. 
 
August apretó los labios, dándole a Atticus una mirada fulminante antes de decir. —Yo 
soy el inteligente. Tengo papeles para probarlo y todo. 
 
—¿Entonces quizás debas empezar a actuar como tal y dejar de pensar con tu 
pene? —Atticus recriminó de vuelta. 
 
August se erizó. —Mi polla no tiene nada que ver con el desarrollo de mis pensamientos. 
Hay algo en él... 
 
Adam se inclinó, colocando sus antebrazos sobre la mesa, con los ojos brillantes. —
¿Cómo qué? 
 
August pensó en Lucas, con su pelo rubio arenoso y ojos verdes. —Él es... delicado. 
Vulnerable. Frágil incluso. Quiero... probar sus límites. 
 
—Claro, un frágil agente del FBI. —resopló Atticus. 
 
—Lo es. Es un perfilador4. Se sienta en un escritorio. Algo le ocurrió y como que, 
le causó una fractura. 
 
—¿Quieres probar sus límites? —preguntó Aiden, con la ceja levantada. 
 
August hizo un sonido de frustración. —¿Alguna vez has mirado a alguien o algo y 
pensado, quiero quedármelo? Quiero protegerlo del mundo exterior, pero, al mismo 
 
4 Perfilador: criminólogo/analista de perfiles. 
Onley James Spyco 
 
29 
tiempo, ¿Su impotencia y su miedo son tan... embriagadores? Quiero que sea suave sólo 
conmigo. 
 
—Oh, Jesús. —murmuró Atticus. 
 
August sabía que no se estaba explicando bien. Pero no sabía cómo decir que quería ser 
él, el que tuviera la capacidad de reconstruir a Lucas y también hacerlo pedazos. El que 
pudiera hacerle rogar, pero también hacerlo sentir seguro. La idea de jugar con Lucas, 
provocarlo, torturarlo, incluso tal vez hacerle llorar sólo un poco... tenía a August más 
duro que nunca, y estaba agradecido de que la mesa bloquease la visión a su regazo. 
 
—Lo entiendo —dijo Adam—. Es lo que siento por Noah. No la impotencia y el 
miedo, eso es un poco jodido, no es que lo esté juzgando, pero en el segundo en que lo 
miré, supe que era mío. ¿Quizás es algo evolutivo? 
 
Atticus puso los ojos en blanco. —Deja la ciencia a la gente que sabe de lo que está 
hablando. La obsesión no es evolutiva. 
 
August interrumpió su mirada hacia Atticus. —Bueno, conozco la ciencia, y sé 
exactamente de lo que estoy hablando. Lo quiero. Él ya sabe quién soy. Lo que soy. ¿Qué 
es lo peor que puede pasar? 
 
—¿Te usa para reunir pruebas y luego nos expone a todos? Hay un juicio, un 
espectáculo, el experimento de papá se incendia y muere deshonrado —dijo Atticus—. 
Sólo digo. 
 
Aiden suspiró. —Ya ha tomado una decisión. Mírenlo —Señaló a August—. ¿Alguna vez 
lo han visto mirar de forma tan embelesada y atontada cuando habla de algo más que 
teoría de cuerdas o asesinato? 
 
August no tuvo más remedio que soportar a los tres examinándolo como si fuese una 
muestra bajo un microscopio. 
 
—Papá va a enloquecer. —murmuró Atticus. 
 
Adam se encogió de hombros. —Tal vez no. Probablemente lo usará como otro 
experimento, tal como conmigo y Noah. Ya sabes cómo le gusta dejarnos en nuevos 
entornos y situaciones y ver cómo reaccionamos. 
 
Aiden se burló. —Las adorables ratas de laboratorio de papi. Qué lindo. 
 
—¿Te molesta mucho? —preguntó Adam. 
 
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Aiden se encogió de hombros. —Sólo sé lo que les pasa a las ratas una vez que el 
experimento ha terminado. Mientras no nos mate, hará lo que sea necesario para 
mantener su proyecto en secreto. Cualquiera que invites a esta familia de locos corre el 
riesgo de caer a merced en el momento en que se pase de la raya. Deberían de saber en 
qué se meten. 
 
August contempló la idea de Lucas como parte de la familia Mulvaney. El novio de 
Adam, Noah, se había fundido en el redil sin problemas. Pero había soportado una 
infancia difícil y entendía que, a veces, la gente sólo necesitaba matar. ¿Podría Lucas 
llegar a entenderlo? ¿Acaso August quería que lo hiciera? ¿Quería August tomar a Lucas 
y atar sus vidas para siempre? Sólo se habían cruzado esa mañana. 
 
Pero la idea de mantener a Lucas... tenerlo todo para él, hizo vibrar las entrañas de 
August. El poder de tener a alguien como Lucas confiando en alguien como él, calentó 
algo dentro de él hasta que no pudo centrarse en nada más. ¿Se abriría a August? 
¿Mostrar vulnerabilidad ante un hombre como él? ¿Confiaría en August lo suficiente 
para entregarse a él de todas las maneras posibles? 
 
—Tengo que llegar al aeropuerto. —dijo Aiden, mirando su reloj. 
 
—Te llevaré. —ofreció Adam. 
 
Aiden agitó la cabeza. —Tomaré un Uber. 
 
—Es un viaje al aeropuerto, no una propuesta de matrimonio. Deja de 
comportarte como un rarito. 
 
Aiden suspiró. —Sí, bien. —Dirigiéndose a August, dijo—. Hazme saber si la cosa 
psíquica explota en tu cara y tengo que darme a la fuga, ¿sí? 
 
August se despidió con la mano desdeñosamente. Con eso, Adam y Aiden se marcharon, 
dirigiéndose directamente desde el jardín al BMW 7 Series negro de Adam. Bueno, 
probablemente el BMW de Thomas. Adam se encargó de hacer del garaje de su padre 
algo más como su lote de coches personal. 
 
Cuando la camarera llegó, le dio una de sus tarjetas, ignorando a Atticus mientras él 
continuaba mirándole desde el otro lado de la mesa. 
 
Finalmente, Atticus dijo: —Sabes que no puedes hacer esto. Nos pone a todos en riesgo. 
 
August agitó la cabeza. —Ya me tiene puesto un ojo. Ya estamos en riesgo. Al menos, 
desde dentro, tengo la oportunidad de hacerlo cambiar de opinión. 
 
Onley James Spyco 
 
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—¿Tú? Te divierte torturar a la gente. Desconectas activamente del noventa por 
ciento del mundo. Pasas horas en tu propia cabeza tratando de resolver acertijos que la 
mayoría de la gente nunca podría esperar entender. Probablemente le gustan los 
deportes o los videojuegos o, no sé, la recolección de estampillas. Incluso si no fueras un 
asesino a sangre fría, no tendrían nada en común. 
 
August sonrió. —No sé, le gusta atrapar asesinos. Yo soy uno. Eso es algo, ¿verdad? 
 
Atticus se puso de pie, dándole una última mirada de disgusto. —Cristo. Vas a hacer que 
nos maten a todos. 
 
—Ten un poco de fe, hermano. —dijo August, su mente ya vagando hacia todas las 
cosas que quería hacer con su… ¿Cómo llamó Adam a Lucas? Correcto, la nueva 
conexión psíquica de August. Necesitaba hacerle otra visita. 
 
Esta noche. 
 
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32 
Cuatro 
Lucas 
 
Como la mayoría de las noches, Lucas se despertó gritando, con su corazón martilleando 
en su pecho, temblando, sudando, empapando sus sábanas y sus cortos bóxer. Las 
pesadillas nunca se detuvieron, incluso después de meses, incluso después de las drogas 
y la terapia y todas las técnicas que utilizó para protegersu mente de las visiones que lo 
plagaban. A veces, se preguntaba si esto era todo lo que le quedaba. Sangre, dolor y 
miedo. 
 
¿Quería vivir así? ¿Estaba siquiera viviendo en ese punto? Se sentía más como si 
subsistiera. Levantarse, ir a trabajar, volver a casa, comer. Era solo... memoria 
muscular, reviviendo el mismo día una y otra vez. 
 
Se frotó los ojos, luego rodó fuera de la cama, en dirección al acolchado de su baño. No 
encendió la luz, guiando sus movimientos gracias a la pequeña luz de noche cerca del 
fregadero. Empujó el grifo de la ducha al extremo más frío y se colocó debajo del aerosol 
helado, el choque desgarró un suspiro de él. Simplemente se quedó allí, con los ojos 
cerrados, con la esperanza de limpiar fuera de sí lo que quedaba de sus visiones. 
 
Mujeres gritando, suplicando, llorando. Sangre. El zumbido de un motor de algún tipo, 
casi como un taladro de dentista. Golpeó su puño contra la pared, tratando de alejar 
esos pensamientos, pero nada funcionaba. 
 
Finalmente, cerró el grifo del agua, cogiendo una toalla seca y caminando desnudo al 
dormitorio. Sacó un par de bóxer cortos de color negro antes de volver a la cama. Tenía 
la intención de retirar las sábanas, pero, en cambio, sólo cayó al borde del colchón y 
observó fijamente a la pared. 
 
Su hombro palpitaba. Siempre empeoraba después de las pesadillas. Tal vez los médicos 
tenían razón. Tal vez todo estaba en su cabeza. Habían pasado tres meses desde el 
ataque, desde que un paciente del hospital le había clavado un fragmento de vidrio en el 
hombro. Lucas nunca pudo haberlo esperado. 
 
Los pequeños vellos en la parte posterior de su cuello de repente se alzaron en alerta, 
una horrible sensación le hizo percatarse de algo con lo que incluso la parte más 
profunda y oscura de su cerebro comenzó a gritar peligro. Él no estaba solo. Volteó la 
mirada, analizando en la oscuridad, sintiendo como si su cerebro hubiera tenido un 
Onley James Spyco 
 
33 
cortocircuito al notar a la figura que se encontraba sentada en la silla de la esquina, 
envuelta entre las sombras. 
 
Lucas cogió el cuchillo que tenía en la mesilla de noche, agradecido de que aún estuviera 
allí. Aunque no se puso de pie, susurró. —¿Quién está ahí? 
 
Odiaba el miedo en su voz, especialmente cuando la verdad era que sabía que este día 
llegaría tarde o temprano. Era solo cuestión de tiempo antes de que Kohn terminara lo 
que ese paciente había empezado, o quizás había contratado a alguien, como la última 
vez. 
 
El cuerpo del extraño se desplazó sobre la silla hasta que sólo su cara estuviese oculta en 
las sombras. —¿Siempre te despiertas gritando? 
 
La tensión drenó fuera de su cuerpo. No era Kohn. Era August. August Mulvaney. El 
otro asesino en serie que faltaba por entrar en su vida. Igual de mortal, probablemente 
más, pero no parecía tener planeado matar a Lucas, así que aún era mejor que la 
alternativa. 
 
—¿Cómo entraste? —Lucas preguntó, afirmando su agarre en el mango del 
cuchillo. 
 
August se levantó, merodeando más cerca hasta que se asomó sobre Lucas, siendo 
parcialmente iluminado por el fragmento de luz de la luna que asomaba por el 
dormitorio. Lucas se sentó encorvado sobre sí mismo, pero levantó el cuchillo lo 
suficiente para mostrar a August que estaba armado. 
 
—Quédate donde estás. —No había calor en sus palabras. Estaba tan jodidamente 
cansado. Quería que todo terminara ya. 
 
La voz de August era baja, casi tarareando. —Lo estás sosteniendo completamente mal. 
 
—¿Qué? 
 
August cayó de rodillas ante él, su rostro finalmente se reveló ante él. Lucas tuvo que 
luchar contra la necesidad de estirar la mano y pasar sus manos por la maleza de su 
barbilla. Él nunca había querido tocar con tantas ganas a una persona en su vida. El 
tacto siempre había significado cosas malas para Lucas. 
 
Intentó esfumar ese pensamiento. La gente normal no encontraba atractivos a los 
asesinos. ¿Cómo había pasado Lucas alguna vez la evaluación psicológica del FBI? 
Deberían haberlo encerrado a penas verlo. 
 
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34 
Inhaló bruscamente mientras los dedos de August empezaban a deslizarse sobre su 
antebrazo, las yemas de sus dedos haciendo cosquillas sobre sus vellos de una manera 
que colocó la piel de gallina a Lucas. No hubo flashes esta vez, sólo las casi 
imperceptibles caricias que provocaron que su polla comenzara a endurecerse. Observó, 
paralizado, mientras los dedos de August avanzaban lentamente hasta llegar a la mano 
que sostenía el cuchillo. 
 
—¿Estás aquí para matarme? —Lucas preguntó, dándose cuenta de que la idea no 
lo asustó como debería. 
 
August le dio una sonrisa críptica pero no respondió. Suavemente desenvolvió el agarre 
de Lucas de la empuñadura del arma. Esperaba que clavara la hoja en su corazón y todo 
terminara de una vez. 
 
En lugar de eso, August giró el cuchillo, señalando, y luego cerró los dedos de Lucas 
alrededor de la empuñadura una vez más. —Sostener un cuchillo de esa forma podría 
provocarte la muerte. La hoja no será de utilidad si está apuntando al suelo. —Agarró la 
muñeca de Lucas, colocando la punta del cuchillo sobre su propio corazón—. Así, puedes 
apuñalar aquí. —Movió la hoja para descansarla junto a su garganta—. Puedes abrirme 
aquí. Me desangraría en segundos. Con la hoja así, incluso un refilón puede cortar a tu 
oponente. Incluso si no los mata, ya estarán en pedazos antes de que finalmente 
termines con su sufrimiento. 
 
No había malicia en su tono, sólo un rastro de diversión. 
 
—¿Es esto divertido para ti? —preguntó Lucas, tratando de darle sentido a algo—. 
No voy a decirle a nadie, si eso es lo que te preocupa. Como dijiste, ¿quién me creería de 
todos modos? Si vas a matarme, sólo hazlo. 
 
August le dio una mirada compasiva, acariciando la mejilla de Lucas con el dorso de su 
mano. —¿Estás bien? 
 
Lucas se ahogó en un sollozo. ¿Estaba bien? No. Por supuesto, no estaba bien. Estaba 
perdiendo la cabeza. Veía cosas, oía cosas. Había perdido su carrera, su credibilidad, el 
pleno uso de su brazo derecho. Se despertaba gritando cada noche y necesitaba una 
docena de pastillas sólo para ser un ser humano funcional. No quería hacer esto más. 
 
—Por favor —rogó Lucas, cerrando sus ojos húmedos—. Solo hazlo ya. 
 
Esperó a que llegara el dolor, pero nunca lo hizo. En cambio, cálidos y suaves labios 
presionados contra los suyos en un beso que se mantuvo. Lucas no se alejó. Ni siquiera 
se le ocurrió hacerlo. Pero entonces, ya se había acabado. 
 
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Cuando sus párpados se abrieron, August dijo: —Trabajo para una organización que 
elimina a las personas peligrosas. Gente que se escapa por las grietas de nuestro sistema 
de justicia. 
 
Lucas frunció el ceño. —¿Eres un genio, multimillonario, y justiciero que lucha contra el 
crimen? ¿Eres... Batman? 
 
August sonrió. —Exactamente. No tienes que temerme. Soy un buen tipo. 
 
—¿Un buen tipo que tortura y mata a la gente? —dijo Lucas impasible. 
 
—Sí. —dijo, como si fuera la cosa más normal del mundo. 
 
Había algo tan inquietante en August. Se esforzaba mucho por ser una persona, pero 
simplemente no encajaba. Su sonrisa, su intensa mirada. Era un psicópata. Eso era 
obvio. Lo había sospechado en su oficina, pero esto lo confirmó. 
 
Sin embargo, Lucas no quería que se fuera. Imaginó que era como hacerse amigo de un 
lobo. Podría comérselo, pero la emoción de estar cerca de una criatura así era 
demasiado emocionante como para dejarlo pasar. 
 
Lucas agitó la cabeza. —Eso es... suenas como un loco. 
 
La mirada de August se encontró con la suya. —Loco es una palabra muy hiriente. Uno 
pensaría que alguien con un título en psicología sabría eso. —reprendió—. Tócame. Mira 
por ti mismo. Puedes adentrarte en mi cerebro todo el tiempo que quieras. 
 
—¿Estás intentando que baje el cuchillo? —Lucas preguntó, dándose cuentade lo 
estúpido que sonaba, incluso para él. August podría haberlo desarmado en cualquier 
momento. Lucas era básicamente un pato sentado. Un pato grande, sentado y medio 
desnudo. 
 
August empujó las rodillas de Lucas, inclinándose hasta que la hoja le perforó la piel, el 
carmín floreciendo a través de la tela blanca como la nieve de su camisa de vestir. —
Puedes quedarte con el cuchillo si te hace sentir mejor. No quiero que me tengas miedo. 
 
Las cejas de Lucas se entrelazaron en confusión. —¿Por qué? 
 
—¿Por qué? —August se hizo eco, sin hacer ningún intento de ocultar su 
diversión, aparentemente despreocupado por el hecho de que ahora estaba sangrando, 
inclinándose aún más, como si hubiera dejado que el cuchillo se hundiera en la 
empuñadura sólo para estar más cerca de Lucas. 
 
Onley James Spyco 
 
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Lucas tenía que estar soñando, o quizás no debería haber tomado sus medicinas con ese 
trago de whisky, pero solo quería una sola noche de paz. Aunque eso se hubiera ido hace 
ya tiempo. —Sí. ¿Por qué no quieres que tenga miedo de ti? ¿Por qué te importa lo que 
pienso? 
 
—Porque te quiero. —dijo simplemente August. 
 
—¿Para qué? —Lucas soltó. 
 
La mirada de August parecía arrastrarse sobre él, todo rastro de diversión esfumándose, 
reemplazado por un hambre cruda que hizo temblar a Lucas. —Para muchas cosas. Pero 
nada de eso puede pasar hasta que no sepa que me crees. 
 
Lucas sacó el cuchillo del pecho de August, colocándolo en la cama junto a él. —Estás 
sangrando. 
 
—Estoy bien. —Levantó las manos de Lucas y las presionó contra su cara, 
cerrando los ojos, como si August necesitara consuelo—. Hazlo. 
 
Lucas agitó la cabeza ante la terquedad del otro hombre. Respiró hondo y dejó caer sus 
escudos, abriendo su mente a August, preparándose para lo que fuera que viniera 
después. Pero no había sangre. Nada de gritos. Esta vez, las visiones eran... ordenadas, 
como si August lo estuviera guiando de alguna manera. Había archivos y pantallas de 
computadora, flashes de fotos policiales, una sala de conferencias de hombres, rostros 
fijados sobre una pizarra blanca. No había una sola imagen que probara las palabras de 
August, pero podía sentir la verdad de ellas. 
 
Lucas abrió los ojos, aun observando el rostro de August. —Eres... un súper héroe. 
 
August soltó una risa, un sonido suave y revitalizante, derramándose sobre Lucas como 
agua fría. —Tú eres el que tiene superpoderes. Pero no matamos a gente inocente. Va 
contra las reglas. No te haré daño. 
 
Lucas le creyó. Simplemente no sabía qué hacer con esa información. Explicaba todo y 
nada. Eran unos completos extraños. Sin embargo, estaban sentados en el apartamento 
de Lucas en plena noche, August de rodillas y Lucas medio desnudo, compartiendo una 
experiencia más íntima que lo que el sexo significase para Lucas. 
 
—¿Por qué entraste en mi casa? 
 
August agachó la mirada, su expresión hosca. —Nunca llamaste ni escribiste. Necesitaba 
verte. 
 
—¿Necesitabas verme? —Lucas repitió. 
Onley James Spyco 
 
37 
 
August levantó la vista, asintiendo seriamente. —Mucho. 
 
Lucas parpadeó. —¿Necesitabas verme, así que lo primero que pensaste fue pasar por 
alto mi complicado sistema de seguridad para entrar en mi casa y verme mientras 
dormía? Podrías haberme mandado un mensaje. 
 
August se encogió de hombros. —No me diste tu número. 
 
—Tampoco te di el código de mi sistema de alarma, pero eso tampoco te hizo un 
problema. —señaló Lucas. 
 
—¿Me habrías dejado venir si lo hubiera hecho? ¿El mandarte un mensaje? —
preguntó August, sonando genuinamente curioso. 
 
Lucas pensó en ello. ¿Habría permitido que August entrara en su casa sabiendo lo que 
sabía? —No lo sé —contestó honestamente—. Pero no puedes entrar en mi casa cada vez 
que quieras verme. 
 
—Muy bien. —dijo August, con voz alegre, como si hubiera incrementado sus 
posibilidades en cualquier extraño contrato que parecían estar negociando—. ¿Puedo 
besarte de nuevo? 
 
Lucas sintió una sonrisa aturdida empezando a formarse. —No. 
 
Agosto hizo pucheros. —Bien. ¿Puedo quedarme contigo esta noche? 
 
—¿Qué? ¿No? 
 
—¿Por qué no? —August insistió, claramente ofendido. 
 
Lucas se tambaleó. —¿Qué quieres decir, por qué no? Porque eres un extraño, Batman o 
no. 
 
—¿Y si prometo no tocarte? 
 
Ese era el problema. Lucas quería que August lo tocara. Esa parte de él que una vez 
creyó en la lógica y la razón había muerto, dejando atrás las peores partes de Lucas. Las 
partes que querían que August se quedara, queriendo que lo tocara. ¿Cuánto tiempo 
había pasado desde que Lucas había permitido a alguien acercarse a él de esa manera? 
—¿Por qué quieres quedarte? 
 
—Para mantenerte a salvo. Protegerte. 
 
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—No puedes protegerme de mi propio cerebro. 
 
—Puedo intentarlo —dijo August—. Al menos podrías dejarme intentarlo. 
 
Lucas examinó a August. Parecía tan sincero, como si se esforzara demasiado. —Esto es 
una locura. Siento que estoy alucinando. 
 
—Por favor, déjame quedarme. —dijo August, brindándole sus ojos más grandes y 
tristes. 
 
Lucas resopló. —Ahora me estás manipulando. 
 
—Claro que sí. ¿Está funcionando? 
 
Lucas inhaló profundamente y luego exhaló. Sí. Sí. Sí, lo maldito estaba. Deberían 
haberlo dejado encerrado en esa sala de psiquiatría. —Está bien. Pero quítate la camisa. 
—Una sonrisa se extendió por la cara de August cuando comenzó a desabrocharse la 
camisa—. Estás sangrando. —le recordó Lucas. 
 
August miró hacia abajo como si lo hubiera olvidado. Cuando se quitó la camisa, Lucas 
se dio cuenta de que definitivamente había cometido un error. August no fue construido 
como un stripper, como Lucas había imaginado originalmente, pero estaba tonificado, 
su pecho y el vientre cubierto de oscuros vellos rizados. Debería haberle dejado 
quedarse con la camisa ensangrentada. 
 
August ayudó a Lucas a cambiar las sábanas. Lucas se deslizó entre ellas, y luego erigió 
una barrera de almohada entre ambos. 
 
August observó, claramente divertido. —¿Puedo quitarme los pantalones? 
 
Lucas se rio sorprendido. —No. 
 
—¿Por favor? 
 
—Ugh, bien. —cedió, solo quería dormir un par de horas más antes de levantarse 
a trabajar. August se bajó los pantalones, luego se deslizó entre las sábanas. Lucas cerró 
los ojos. La cabeza de August saltó sobre la pared de almohadas 
 
—¿Puedo llevarte a desayunar por la mañana? 
 
—No. 
 
August volvió a la cama. —¿No puedo besarte o tocarte o llevarte a desayunar? Le estás 
quitando toda la diversión a la pijamada. 
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Lucas se rio. —Entonces entra en la casa de otro hombre. 
 
August reapareció. —No hay otro hombre. Sólo tú. 
 
Lucas no era el hombre de August, pero él tampoco lo mencionaba demasiado. No 
importaría si lo hiciera. August no era más que un obstinado, y parecía haber llegado a 
alguna conclusión interna de que Lucas era suyo. La idea de ser el único foco de un 
psicópata homicida debería haber enviado a Lucas a otro ataque de pánico. En lugar de 
eso, sólo giró sobre la cama y rápidamente se quedó dormido. 
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Cinco 
August 
 
—¿Entraste en su casa y lo viste dormir? 
 
August puso los ojos en blanco ante la divertida declaración de Adam. —Cuando lo 
pones así, me hace sonar como un acosador. 
 
August se había detenido en el loft de Adam de camino a la universidad para tratar de 
averiguar cómo hacer que Lucas lo ame... o, al menos, lograr que le guste más que las 
demás personas. Se encontraban sentados en la mesa de la cocina con el novio de Adam, 
Noah, y su otro hermano, Archer. 
 
Noah siempre parecía que acababa de salir de una reunión de la iglesia con esos grandes 
ojos marrones y mejillas pecosas, en oposición directa con el pelo negro como la tinta de 
su hermano y esos pálidos ojos azules. A pesar de eso, parecían una pareja

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